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INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

Los escritores del Trecento —Bocaccio, Petrarca— y los del primer Renacimiento —León

Battista Alberti, Lorenzo Valla— fueron los primeros en utilizar la expresión "Edad Media" para

hablar de los siglos transcurridos entre aquella Edad Antigua y la moderna, que era la suya,

entendiéndola (con la valoración humanista de su propia época) como un "Renacimiento" de la cultura

antigua de Grecia y Roma. Unos seis siglos, entre el VIII y el XIV, no pueden ser estudiados sino

mínimamente en la cuestión musical, aunque en ellos se den los pasos que determinarán el futuro

curso de la música en Occidente. Menos posible aún es pretender acercarse al detalle histórico o la

historia contextual de la música dentro de una cultura. Algo, sin embargo, ha de hacerse.

Para empezar, la solución humanista se ha mantenido (―Música Medieval‖), aunque en el territorio

musical no podemos empezar hasta que haya verdadera historia, es decir, documentos. Y estos no

aparecen hasta mucho después de la caída del Imperio Romano en el siglo V (tomada como comienzo

del período); la primera música que podemos estudiar procede del s. VIII o IX, y sus raíces no

pueden rastrearse desde mucho más atrás. Es Canto Litúrgico, y la más antigua música de

Occidente que puede ser rescatada.

Más confusa todavía es la cuestión del fin de la Edad Media. No hubo un Renacimiento simultáneo en

toda Europa, y se manifestó de formas diversas en los distintos planos del arte y la cultura. En la

música, no hubo un cambio brusco de proceder entre el s. XIV y el XV, y la música del Renacimiento

llevó mucho tiempo conectada con el "saber hacer" medieval. Nosotros trataremos hasta el s. XIV

inclusive, centrándonos en el desarrollo de los mecanismos de composición a más de una voz.

Entre el s. II y el s. IV se hizo patente un serio deterioro en el mundo imperial: deterioro social,

político, administrativo y geográfico, debido a la presión ejercida por los pueblos bárbaros

(germánicos y orientales) en las fronteras del Imperio. Francos, godos, persas, fueron los primeros.

En el s. IV, un acontecimiento de la mayor importancia: de las persecuciones que sufrió el

Cristianismo con el emperador Diocleciano, se pasó a la tolerancia oficial con Constantino, y a la

religión oficial y obligatoria con Teodosio. Los antiguos patricios romanos se convirtieron en

salientes figuras del clero, y la Iglesia adoptó la organización territorial del Imperio; aunque se

desarrollaron diferentes ritos y liturgias locales; Roma era importante, pero no intentó el control

litúrgico de Occidente hasta más tarde: ("Catolicismo").

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En el s. V se completa el hundimiento del Imperio. Los antiguos "bárbaros" eran ahora parte del

ejército y del poder político y administrativo de extensas zonas limítrofes. Al principio fueron

aliados que detenían las ulteriores invasiones de otros pueblos; después fueron dueños de esas

tierras. Los visigodos arrasan Roma a principios del s. V. Visigodos y otros (vándalos, pictos, anglos,

sajones) ocupan las tierras del Imperio huyendo de los hunos -amenaza que se extingue con la

muerte de Atila a mediados del siglo.

En la Galia Romana, la tierra de los Galos originales, se establecen los Francos, que se consolidan

bajo el mandato de la dinastía merovingia. Su líder Clodoveo se convierte al Cristianismo hacia fines

del siglo V.

Los conquistadores germánicos, tan pronto como entran en posesión de los viejos territorios del

Imperio, se latinizan y finalmente cristianizan: sus culturas quedan profundamente cambiadas por la

cultura del vencido. Son un ejemplo los Ostrogodos en Italia y su rey Teodorico, cuyo secretario

fue Boecio. Un proceso clave en la Edad Media es esta apropiación por parte de los invasores -de

cultura oral- de la cultura latina: una cultura de mil años de antigüedad, cristiana o pagana, pero

letrada, de espesor poético y filosófico. Reciben a la vez las enseñanzas del mundo greco-romano y

las cristianas, que son antagónicas.

Durante el s. VI los lombardos –un pueblo germánico- huyendo de otra tribu nómada y feroz, los

ávaros, llegan a Italia para quedarse, estableciéndose en multitud de pequeños centros de poder

que darán origen a los posteriores Estados italianos. Por ese entonces desaparecen los últimos

restos de la estructura imperial romana, aunque Roma sigue siendo importante por el creciente

poder de organización, en pequeña escala, debido a algunos Papas (Gregorio I, 590-604).

El s. VII es el de la rapidísima consolidación de una nueva religión, el Islam, y su difusión mediante

la conquista territorial. En 711 los árabes derrotan al último rey visigodo Rodrigo, y ocupan la

Capital de Iberia o Hispania, Toledo. En poco tiempo, con su fuerza naval, se adueñan de casi toda la

costa y las islas del Mediterráneo, además de casi toda Iberia; pero son frenados en la Galia por

Carlos Martel en 732.

Debe destacarse la asimilación del conocimiento antiguo por parte de los árabes, su gran valoración

de la cultura griega, sus propios aportes y la manera en que este proceso afecta a los territorios

conquistados: Sicilia, Toledo, Córdoba. Traducidas después al latín, las versiones árabes son casi la

única conexión con la mayor parte de la cultura antigua. La excepción fueron los monjes de

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Hibernia, especialmente los irlandeses, que conservaron el dominio del griego, y que con

posterioridad obraron como enérgicos misioneros en el continente.

Griego › Latín

Griego › Árabe › Latín

El más importante acontecimiento del s. VIII fue la cristalización de un nuevo poder Franco y su

relación con Roma. (Se suele hablar de Renacimiento Carolingio, aunque hoy se postulan una serie

casi continua de Renacimientos en las condiciones de vida y los aspectos del saber desde el s. XI).

El hijo de Carlos Martel, ya poderoso por su renombre en la lucha contra los árabes (moros) y por

pertenecer a la casa de Heristal, de aristócratas terratenientes, que había logrado una generación

antes —con su abuelo Pipino— el control de los asuntos de gobierno merovingio, reclamó el título de

rey en forma oficial, aunque ya lo era de hecho. Se llamaba también Pipino y el reclamo fue

precedido por el pedido de legitimación papal (Papa Zacarías). Fue hecho Rey de los Francos en 751.

Con los Francos y la Iglesia de Roma como las dos fuerzas prevalecientes en ese momento, fueron

aliados naturales y buscaron en esa alianza un provecho común. El Papa veía en los Francos el brazo

civil y militar que le ayudaría en la reestructuración de un nuevo imperio Cristiano; Pipino y más aún

su hijo Carlomagno aspiraban al control político, ya que no espiritual, de ese Imperio nuevo.

Pipino fue coronado por el Papa Esteban II, que pasó dos años en tierras Francas, con Roma

amenazada por los lombardos. Pipino los expulsó de los territorios imperiales y Carlomagno,

después, los conquistó en su plaza fuerte del Norte italiano y se proclamó Rey de los Lombardos.

Otras empresas similares contra los pueblos ajenos al Imperio dieron como resultado un territorio

muy extenso bajo su control; de hecho, Carlomagno pasó la mayor parte de su vida guerreando.

La principal herramienta unificadora de la que se sirvió Carlomagno fue la educación. Se crearon

escuelas en cada Obispado. La reforma educativa tuvo como meta inmediata la alfabetización del

Clero (la enseñanza del latín, a través de Gramáticas escritas) y la creación de una nueva elite

administrativa, una burocracia, capaz de manejar las complejas necesidades de comunicación que

suponen un Imperio, incluyendo la administración de todo tipo de recursos. La lectura/ escritura es

una herramienta de gobierno. Se creó la letra ―carolina‖ en los talleres de Corbie. Se intensificó de

copia de los autores antiguos.

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La unificación de la Liturgia

El hecho histórico esencial relacionado con la música fue una importante decisión de Carlomagno

(continuación de lo deseos de su padre Pipino): reformar y unificar la Iglesia de los Francos de

acuerdo con las prácticas de la liturgia Romana. Si el fin al que se tendía era la unificación política,

no es menos cierto que este esfuerzo estaba motivado por una profunda religiosidad y un genuino

sentimiento de reverencia hacia Roma. El proyecto incluía explícitamente la imposición en todo el

Imperio de una tradición uniforme de Canto Litúrgico, dejando de lado los cantos litúrgicos locales -

en caso de la Galia, el antiguo y venerable Canto Galicano- y reemplazándolo por el Romano. Con ese

fin, desde la época en que Pipino es coronado rey de los Francos y el Papa Esteban pasa casi dos

años en sus tierras, comienza el intercambio de información litúrgica, bajo la forma de libros

enviados desde Roma a la Galia. Y también de informantes musicales: cantores especializados van

desde Roma a los principales centros litúrgicos de los Francos, y éstos, a su vez, envían a Roma a

sus cantores para que allí puedan ser entrenados adecuadamente. El resultado no fue el esperado y

(podemos suponer) no dejó satisfecho a nadie. Pero de la fusión del canto romano, que los Francos

habían asimilado a su manera, con el repertorio galicano y con el particular estilo galicano de cantar

la liturgia, surgió el Gregoriano. En los siglos siguientes el Gregoriano fue difundido (deberíamos

decir: impuesto) con tanta eficacia que se volvió, casi sin excepción, el único canto litúrgico del

Occidente.

¿Cómo se forjó la relación de este nuevo Canto con la figura ya legendaria del Papa Gregorio? El

impulso más importante pudo haber llegado desde las islas británicas. Muy tempranamente la

liturgia cristiana local (celta) fue reemplazada por la liturgia de Roma, como resultado de la

actividad misionera del monje Agustín y sus compañeros, enviados con ese fin a Inglaterra por el

propio Gregorio en el año 597. Más tarde, Agustín fue nombrado Arzobispo de Canterbury y

después de su muerte, reverenciado como Santo. Tenemos noticias de que ya en la primera mitad

del siglo VIII y debido a la estrecha relación establecida entre Agustín y Gregorio, se atribuía en

Inglaterra a Gregorio la redacción del Misal y del Antifonario, con los cantos incluidos.

Los monjes ingleses, en una época de extraordinaria actividad en el continente durante los cien años

siguientes, llevaron a los Francos la veneración que sentían por Gregorio; entre ellos Winfrid

(latinizado como Bonifacio) íntimamente conectado con Roma y con el mismo Papa, incansable en su

tarea reformadora: primero entre los Germanos, luego entre los Francos. Asimismo pudo haber

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influido Alcuino, el erudito anglosajón quien fuera convocado desde York para dirigir la gran

reforma litúrgica y educativa promovida por Carlomagno, además de enseñar personalmente al

Emperador. Desde un primer momento el nombre de Gregorio fue empleado como medio para

establecer la autoridad del nuevo canto, y sin duda, contribuyó en buena medida al éxito de su

difusión.

El mito de Gregorio aplica perfectamente a la definición de Robert Graves: ―Un mito es una carta

constitucional destinada a legitimar prácticas sociales antiguas, o a cambiarlas por otras nuevas‖.

Lecturas sugeridas

"Las raíces de Europa" en UMBERTO ECO: A paso de cangrejo: Artículos, reflexiones y decepciones

(2000-2006). Buenos Aires: Sudamericana, 2012.

"A hombros de gigantes" en el mismo libro. Esp. pp. 364-373.

"Introducción histórica hasta el año 1000". Cap. I de RICHARD HOPPIN: La música Medieval. Akal,

2000 y siguientes.

Claudio Morla

Rev. 2022

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