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Cantos gregorianos.

Los sistemas de notación musical desarrollados por los


carolingios fueron de tipo neumáticos: un conjunto
de signos escritos sobre cada sílaba de un
texto que ayudaban a recordar cómo debía ser
interpretada la melodía. Nada que se asemeje a una
partitura tal como la entendemos hoy en día. De
hecho, era (y es) imposible interpretar dichas
partituras si no se tenía una idea previa de la melodía
que se pretendía entonar, pues la cultura musical de la
época seguía basándose en la tradición oral.
Con el tiempo, el dibujo de la melodía se hizo más
preciso y se apoyó en una o dos líneas horizontales que
representaban alturas fijas de la escala, y que
desembocaron en el tentagrama (s.XI) y el pentagrama (s.XIII), sistemas que coexistieron
durante siglos. Por fin fue posible representar con exactitud el movimiento melódico y las
alturas (aunque no el ritmo), lo cual permitirá preservar para los siglos venideros repertorios
musicales que, en ausencia de la notación, habrían perecido para siempre.
La iniciativa carolingia no fue la primera en intentar registrar los sonidos con signos gráficos -los
antiguos griegos habían desarrollado sistemas alfabéticos para explicar los intervalos o
transcribir eventualmente alguna melodía-, pero sí fue la primera vez en la que la notación se
empleará de forma masiva para transmitir un inmenso legado musical: el canto llano -
popularmente conocido como canto gregoriano-, marcando así el inicio de la historia de la
música occidental.
La reforma carolingia

El papa León III corona a Carlomagno como emperador del Occidente cristiano.
Tres siglos después del colapso del Imperio romano, las liturgias latinas de Europa Occidental
estaban fragmentadas en numerosas variantes locales, como la romana (o gregoriana), la
ambrosía a (o milanesa), la visigotica (reino visigodo), o la galicana (reino franco), entre otras. Es
entonces cuando los artífices del Imperio carolingio se
proponen recuperar la unidad de la liturgia para el Occidente
cristiano.
La reunificación de las liturgias latinas por parte de Carlomagno
obedece a una estrategia cuyo objetivo político consistió nada
menos que en refundar el imperio Romano: En efecto, el
pujante reino franco abarcaba por entonces la casi totalidad del
occidente cristiano y se erigía además como el único poder
político capaz de frenar al Islamico que amenazaba desde el
Mediterráneo y los Pirineos.
Sin embargo, para restaurar el Imperio era necesario que el
papa de Roma reconociese (y coronase) al nuevo emperador,
como antaño había hecho con los césares. Mediante la imposición de la liturgia gregoriana a
todos sus súbditos y dominios, Carlomagno no solo se ganaría la alianza del papa sino que
además dotaría a su Imperio de una unidad con un altísimo valor simbólico.
La misa y el oficio
La misa es la palabra de Dios y la eucaristía ofrecidas diariamente al pueblo.
Las dos principales liturgias de la religión cristiana son la misa y el oficio. Cada una de estas
liturgias cuenta con un repertorio de melodías que varía según el momento del año litúrgico en
el que se lleve a cabo la celebración.
La misa es la celebración a la que acudían diariamente los fieles para recibir la palabra de dios
y obtener el perdón de los pecados mediante la recreación de la última cena (eucaristía), y a la
que también se acudía para la celebración de ritos especiales, como la coronación de un rey o
un pontífice o las exequias de un personaje ilustre.
La misa se celebraba con distinto grado de suntuosidad (también en lo musical) según la
importancia de la celebración, y estaba prácticamente toda ella cantada en latín.

El canto llano es un elemento central en la vida monástica.


El oficio divino (o liturgia de las horas) es el ritual de oración intensiva que se llevaba a cabo
diariamente (de día y de noche) en los monasterios y cuya función primordial era interceder
ante dios para obtener la salvación de las almas. Así, los
pecados de señores y los plebeyos serían perdonados si
los monjes rezaban por ellos (a cambio
de privilegios y diezmos, respectivamente).
Los estilos del canto gregoriano
El estilo de los distintos géneros gregorianos varía
dependiendo de su origen (romano antiguo, germánico,
etc.) y de la función que cumplen dentro de la liturgia. En
primer lugar cabe destacar los recitativos (como la
lectura del Evangelio, más arriba) de
los cantos propiamente dichos. El estilo de los cantos
suele clasificarse de este modo:
El estilo melismático (cantos con largas vocalizaciones) es
característico de los cantos de carácter contemplativo,
asignados a un solista, y de origen romano, como los Graduales, los Aleluyas o los grandes
Responsorios.
El estilo silábico (canto en el que cada sílaba es entonada con una única nota), en cambio,
predomina en las lecturas y los recitativos, así como en cantos asignados al coro, de
carácter popular -como los Himnos- o de origen germánico -como las Secuencias-.
El estilo neumático es de carácter intermedio, y se denomina así porque cada sílaba corresponde
con un neuma, que puede representar un solo sonido o agrupaciones de dos, tres o cuatro
sonidos. Es característico de los Introitos y las Comuniones.

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