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EN CONSTRUCCIÓN
1. Edad Media.
2. Renacimiento.
3. Miguel de Cervantes.
4. Barroco.
5. Neoclasicismo.
6. Roman cismo.
7. Realismo y Naturalismo.
8. Modernismo y Generación del 98.
9. Vanguardias y Novecen smo.
10. Generación del 27.
11. Teatro anterior al 36.
12. Literatura española desde 1939.
1. ORIGEN Y EDAD MEDIA
INTRODUCCIÓN
Las lenguas romances o románicas, entre ellas se encuentran en España el castellano, el gallego y el
catalán/valenciano, se consideran una evolución de la lengua la na hablada en las erras que en un empo
fueron parte del Imperio Romano. En cada territorio esa lengua evolucionó de un modo diferente dando lugar
a diversos dialectos. En el caso de España, los principales dialectos (gallego-portugués, astur-leonés, castellano,
aragonés y catalán) se extendieron en forma de cuña hacia el sur según avanzaba la Reconquista. También en
las erras ocupadas por los árabes se formaron dialectos románicos. El más representa vo es el mozárabe, del
que tenemos hoy un rico ves gio en la misa del rito hispano-mozárabe que cada domingo se celebra en la
catedral de Toledo.
Poco sabemos, realmente, de esos dialectos, ya que su transmisión fue oral, no escrita. Y hasta avanzado el
siglo IX no encontramos algunos textos; eso sí, muy primi vas.
Por lo tanto, la lengua oficial y escrita durante muchísimo empo fue el la n, lengua culta y de referencia hasta
épocas recientes. España fue, además, un referente durante la úl ma etapa del Imperio Romano. De aquí
salieron emperadores como Adriano, Trajano y Teodosio (este úl mo impulsó en 380 la conversión al
catolicismo del Imperio); hijo de cordobés fue el gran emperador filósofo Marco Aurelio; también cordobeses
ilustres fueron el filósofo Séneca y el poeta Lucano; gaditanos fueron Columela (botánico y filósofo) y Cornelio
Balbo (uno de los principales asesores de Julio César); bilbilitano el poeta Marcial; calagurritano Quin liano
(uno de los mejores profesores de retórica de la Edad An gua).
En la época visigoda nos encontramos el primer gran gigante que irá forjando el sen miento de unidad los
pueblos peninsulares: san Isidoro de Sevilla (556-636), autor de E mologías, una especie de gran enciclopedia
de todo el saber de la época. Consigue inculcar la idea de que el pueblo germano, en ese momento
fuertemente asentado en la península, es el heredero de la grandeza cultural de Roma. Este convencimiento
será una cues ón fundamental ya que impulsará la tarea de la reconquista que se iniciará en el siguiente siglo
tras la invasión árabe. Aunque cuando escribía san Isidoro nadie pensaba que un pueblo entonces tan
vigoroso, militar y culturalmente, entraría en tan poco empo en semejante decadencia. Esa idea de herederos
de Roma arraigó tan profundamente en los empos de la Reconquista que hasta el propio Alfonso X el Sabio
(1221-1284) aspiró durante décadas al trono del Sacro Imperio Romano Germánico.
Durante largo empo el la n, como lengua vehicular culta, se consideró la única lengua escrita. Conforme pasa
el empo, apenas se habla y casi ni se en ende fuera de los monasterios, se empieza a considerar sus tuirla
también como lengua escrita. Y fue precisamente Alfonso X quien da este paso, designando el castellano como
nueva lengua oficial del reino. En ella se escribirán las leyes por las que se regirán sus súbditos. Eligió el
castellano por razón de conveniencia, era la que se hablaba en el centro peninsular, en Cas lla, quien llevaba el
mayor peso en la reconquista. Aunque resulta curioso que como lengua poé ca eligiera el gallego, en esta
lengua escribió las deliciosas e ingenuas Can gas de Santa María, una colección de milagros protagonizados
por la Virgen.
PRIMEROS TEXTOS
Alrededor del siglo X se encuentran las primeras palabras escritas parecidas al castellano. Son pequeñas
aclaraciones, o glosas, que explican o traducen algunos textos eclesiás cos para facilitar su comprensión. Las
más conocidas son las glosas emilianenses (s.X) y silenses (s.XI), de los monasterios de San Millán de la Cogolla
(en La Rioja) y Santo Domingo de Silos (norte de la provincia de Burgos). En el año 2010 la RAE (Real Academia
Española) publicó los trabajos realizados sobre los Cartularios de Valpuesta (en la provincia de Burgos, en la
frontera con Álava) en los que adelanta un siglo estas primeras manifestaciones.
LÍRICA POPULAR
Ya como lengua literaria las manifestaciones más an guas son líricas: las jarchas (s.XI-XIV). Son pequeños
poemitas de amor en dialecto mozárabe (o romance andalusí, habla romance en las zonas ocupadas por los
árabes) al es lo de las can gas de amor del norte peninsular (lamentos de amor de la amada por la ausencia
del amado) que aparecen al final de composiciones cultas árabes o hebreas llamadas moaxajas, una creación
poé ca de la Andalucía musulmana. Dos curiosidades: fueron descubiertas casi casualmente en 1948 por el
hebraísta Stern, que estudiaba la poesía hispano-hebrea; y enen la peculiaridad de ser, de momento, los más
an guos ves gios de la lírica popular europea.
La similitud de temá ca y es lo entre las poesías populares peninsulares hace pensar que había una conexión
que traspasaba las fronteras polí cas. Las caracterís cas comunes en esa poesía de transmisión casi
exclusivamente oral (muchos años después la encontraremos escrita) son su brevedad, sencillez, muy sen da,
llenas de voca vos y exclamaciones, des nada al canto, con temá cas similares que van evolucionando con el
empo. Los temas más primi vos son los lamentos de la amada dirigida a la madre o a la naturaleza por el
abandono o la ausencia del amado. Se irán incorporando una estructura métrica más compleja y una temá ca
más variada, no solamente amorosa sino temas relacionados con la vida co diana del pueblo: siega, romería,
bodas, vendimia, sa ricas, llantos o endechas, etc.
Hacia el s.XII-XIII se desarrolla una poesía en romance provenzal, de la Provenza francesa que baña el
Mediterráneo, difundida por los trovadores (cansós de temá ca amorosa, pastorelas sobre escenas
campestres y sirventés de carácter sa rico) que a través del Camino de San ago se fue difundiendo desde el
norte de España.
De esa influencia conservamos del s.XIII, en la lírica gallego-portuguesa, las can gas de amor (puestas en boca
del amado) y las can gas de escarnio o maldecir de carácter burlesco.
Y es en el siglo XIV cuando encontramos las primeras manifestaciones escritas en Cas lla. La más
representa va y popular es el villancico, que incluye estribillo y glosa, de gran variedad de temas, entre ellos el
de temá ca religiosa que todavía se canta en Navidad. Otras composiciones populares fueron las albas (una
muchacha espera a su amado al amanecer), las albadas (canto de lamento de los amados por separarse al
alba), las mayas (exaltan el triunfo del amor en la primavera), y las serranas (encuentro de un caballero
perdido en la sierra con una serrana a la que requiere de amores). Estas úl mas composiciones las puso de
moda un poeta culto, el marqués de San llana.
Con el paso del empo algunas de estas obras fueron evolucionando hasta quedar fijadas en una composición
muy caracterís ca de nuestra literatura: el romance. De él hablaremos más adelante.
De las demás obras apenas conservamos unos pocos versos del Cantar de Roncesvalles (hacia 1250) y de las
Mocedades de Rodrigo (hacia 1360). Del resto encontramos referencias en otros textos, así como su huella en
los romances históricos.
MESTER DE CLERECÍA
Parece ser que, viendo el éxito de los cantares de gesta, algunos clérigos u lizaron las mismas técnicas para,
además de diver r y entretener, ir transmi endo los valores y devociones cris anas de manera fes va. La obra
más rica, y que nos dio el primer autor conocido de nuestra literatura, es Milagros de nuestra Señora de
Gonzalo de Berceo (1198-1264), monje del conocido monasterio de San Millán de la Cogolla. En ella, tras una
breve introducción alegórica que nos anima a ser devotos de la Virgen, nos cuenta, siguiendo el es lo del arte
juglaresco, vein cinco milagros marianos de diversas tradiciones a los que no les falta, lógicamente, la
moraleja moral. A Berceo se le atribuye también composiciones de santos afines al monasterio donde residió,
como Vida de San Millán, Vida de Santo Domingo de Silos, Poema de Santa Oria o el Mar rio de San
Lorenzo.
U liza la estrofa cuaderna vía, o tetrástrofo monorrimo, cuatro versos alejandrinos (catorce sílabas por verso)
con la misma rima consonante. Al ser una composición culta y escrita, el lenguaje, métrica y rima están más
cuidados.
Conservamos algunas obras anónimas del mester de clerecía del s.XIII, como el Libro de Alexandre, que narra
las fabulosas aventuras de Alejandro Magno en más de diez mil versos, y el Libro de Apolonio, que recoge una
historia muy popular en la Edad Media, la vida de Apolonio, rey de Tiro. También una copia tardía del Poema
de Fernán González, que procede a su vez de un viejo cantar de gesta del héroe castellano.
Mención aparte merece el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (1283-1351), una singular obra
del s.XIV, colección de historias heterogéneas cuyo hilo argumental gira en torno a una fic cia autobiogra a,
un tanto escandalosa, del autor. Junto a poemas en loor a la Virgen, fábulas y apólogos morales encontramos
composiciones profanas inspiradas en el Ars amandi de Ovidio, serranillas, pastorelas, parodias de po
goliardesco, la historia de Trotaconventos (predecesora de La Celes na), batallas carnavalescas entre don
Carnal y doña Cuaresma, etc. Todo un popurrí de elementos medievales más des nados a la diversión y a la
burla que a fines morales.
ROMANCERO
A finales del s. XIV decae el interés por los cantares de gesta. El público prefiere escuchar únicamente los
fragmentos más emocionantes. De esta evolución surge el romance, largas radas de versos octosílabos de
rima asonante los pares (de ahí que se considere proveniente de los versos monorrima asonante de las
aproximadamente dieciséis sílabas del que constaba las obras del mester de juglaría).
Clasificamos en tres grupos los romances de esta época, todos ellos anónimos y, al ser de tradición oral, con
diversas versiones:
– Los histórico-épicos, que relatan fragmentos de la historia: la pérdida de la península (Romance del rey don
Rodrigo), historias fronterizas (Abenámar), conflictos en Cas lla (Romance del rey don Sancho, romance de
doña Urraca), y los más numerosos giran en torno a la figura del Cid.
– los novelescos, que relatan aventuras inventadas: Romance del cau vo, Romance del conde Arnaldos,
Romance de Lanzarote (que versionó Cervantes en el capítulo II de Don Quijote).
– los líricos en los que expresan intensos sen mientos: Mañanitas de San Juan, Fontefrida, Romance de la
Rosafresca.
Estos poemas son, a su vez, agrupados bajo la denominación de Romancero Viejo. La razón es que a par r del
siglo XVI y hasta nuestros días poetas cultos u lizaron esta estructura por su belleza lírica formando el llamado
Romancero Nuevo, los principales autores fueron: Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo,
Duque de Rivas, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Gerardo Diego, etc.
LÍRICA CULTA
A comienzos del siglo XII surgen los primeros poetas individuales: aquellos que toman conciencia de que la
obra es una creación suya personal. La escriben en lengua vulgar, que dará lugar al provenzal (en el sur de
Francia), recitado en ambientes cortesanos, de cuidada esté ca y temas preferentemente amorosos. Se les
denominaron trovadores ya que su oficio era el de componer versos en lengua vulgar (el nombre de poeta se
reservó a quienes lo hacían en la n). Se extendió con rapidez por las cortes de Aragón y el condado de
Barcelona donde alcanzó a principios del siglo XIII y florecimiento singular.
La lírica culta provenzal va evolucionando, hacia el siglo XV, en una lírica culta cortesana. Recopilados en
cancioneros, escrita para ser leía o cantada, cuyo tema principal es el amor cortés. Es el amor de un caballero
hacia una dama de alta alcurnia, inaccesible, tanto por su condición social como por estar casada. Es un amor
idealizado del que se siente prisionero y por el que sufre toda clase de penalidades.
Otro po de poesía diferente es la poesía alegórica, de temá ca elevada y es lo complejo, métrica elaborada y
ar ficial, con un alto dominio de un lenguaje exquisito y plagado de los recursos literarios, principalmente
juegos de palabras.
Los principales autores que trabajaron estos formatos son el Marqués de San llana, Juan de Mena y Jorge
Manrique. Íñigo López de Mendoza, marqués de San llana de es lo exquisito, cul va la poesía culta como
otra popular. Entre estas úl mas destacaron sus serranillas. Son pequeños poemillas de versos cortos en los
que un caballero se pierde en la sierra y se encuentra con una bella serrana a la que corteja, pero de la que
recibe calabazas. También ene el honor el señor marqués de ser el introductor del soneto la composición
estrófica más exitosa de nuestra literatura (Sonetos fechos al itálico modo). Juan de Mena destaca por una
obra alegórica: El Laberinto de Fortuna o Las Trescientas. Casi trescientas estrofas, coplas de arte mayor, en las
que viaja al palacio de la Fortuna donde contempla el pasado, presente y futuro (caracterizadas por las tres
ruedas, dos fijas y una en con nuo movimiento). Es una obra moral, al es lo de la Divina Comedia de Dante
(donde encontramos, además de un guía –la Providencia–, los círculos de ascenso del Infierno, al Purgatorio y
Paraíso, las referencias a los nobles del momento, etc.). Pero el autor más relevante de esta época fue, sin
duda, Jorge Manrique. Un ejemplo de caballero batallador, noble y culto, que combinó las intrigas polí cas de
la época con la creación de numerosos poemas amorosos. Su obra inmortal son las Coplas por la muerte de su
padre, una de las elegías más sublimes de la literatura. Compuesta por cuarentas coplas de pie quebrado –o
estrofa manriqueña– en ellas hace una reflexión sobre la brevedad de la vida y la caducidad de los bienes
terrenales (coplas I-XIV), ejemplifica el tópico literario ubi sunt? (¿dónde está aquella gloria terrena?) con
personajes y acontecimientos de la época reciente (coplas XV-XXIV), y termina con un elogio de la vida de su
padre y su feliz recompensa en la eternidad (coplas XXV-XL).
PROSA MEDIEVAL
La separación entre el la n y el incipiente castellano se manifiesta más en la calle que en los documentos
escritos. Los pocos que saben leer lo hacen en la n, ¿para qué escribir en una lengua en la que nadie lo ha
hecho antes? Ese paso lo realiza de modo oficial Alfonso X el Sabio. Viendo que la brecha crece
inexorablemente decide otorgar al castellano carta de naturaleza y se convierte en lengua oficial del reino.
Pretende transcribir todo el saber de la época a la nueva lengua. Ingente trabajo. Para ello se apoya en la
Escuela de Traductores de Toledo, ins tución creada por D. Raimundo, obispo de Toledo, hacia 1140. D.
Raimundo inició el acercamiento de las tres culturas (árabe, hebrea y judía). Tenía especial interés en la
recuperación de la filoso a y ciencia griegas que se había perdido en Occidente y se conservaban en árabe.
Tiempo después, ya en el siglo XIII y con más medios, el rey retoma esta tarea con la ayuda de sabios hebreos,
árabes y cris anos. Pasan al castellano todo el saber de la época. Conocidas son Las siete par das,
originalmente Libro de las Leyes, –conjunto de normas que regulaban el funcionamiento del reino, abarcando
todos los ámbitos de la vida–, Estoria de España y la Grande e General Estoria –obras históricas–, Tablas
astronómicas alfonsíes –estudios de astronomía– y Libros del ajedrez, dados e tablas –libros de
entretenimiento–. Y para que el castellano esté preparado para ser lengua de la ciencia y cultura, se establecen
unas normas ortográficas, se incorporan términos cien ficos y cultos y se perfeccionó su sintaxis.
Un sobrino del rey Alfonso X iniciará la prosa de ficción. Y lo hará a lo grande. Escribirá, hacia 1335, El conde
Lucanor (Libro de los ejemplos del conde Lucanor et de Patronio), cuya parte principal lo ocupan 51 cuentos
moralizantes tomados de diversas fuentes (árabes, griegos, orientales, bíblicos, populares, o colecciones de
cuentos como Las mil y una noches o Calila e Dimna) con la intención de formar el ideario del caballero
medieval. Todos enen la misma estructura: el noble conde plantea un problema a su consejero Patronio que
le responde mediante un cuento, del que extrae una enseñanza que pone en prác ca y que le procura la
solución sa sfactoria del problema; manda que sea escrita y plasmada en una moraleja, en forma pareado, al
final de cada narración. D. Juan Manuel, Príncipe de Villena, sobrino de Alfonso X y nieto de Fernando III el
Santo dejará en esta obra un es lo personal de narrador de historias, original en la Europa de entonces. En la
década siguiente llegará el Decamerón del italiano Boccaccio y los Cuentos de Cantérbury del inglés Chaucer.
TEATRO
Muy poco se conserva en nuestra lengua del teatro medieval. Apenas 147 versos del Auto de los Reyes Magos,
compuesto probablemente en Toledo a finales de siglo XII. Representa una simpá ca conversación entre los
tres reyes y de éstos con Herodes (aquí queda interrumpido el fragmento).
La siguiente obra que conservamos es del siglo XV: Representación del Nacimiento de Nuestro Señor del
palen no Gómez Manrique ( o de Jorge Manrique y sobrino del Marqués de San llana), escrita para la
Navidad de 1476 por encargo de una hermana suya clarisa, aunque con más calidad lírica que acción
dramá ca.
Tenemos que esperar a finales de ese siglo para conocer al patriarca del teatro español: el zamorano Juan del
Encina, que publica en 1496 su primer Cancionero, reeditado en sucesivas ocasiones, con obras dramá cas
religiosas y cortesanas que marcará un es lo que desarrollarán autores posteriores.
La Celes na (o Tragicomedia de Calisto y Melibea) fue considerada la mejor obra en nuestra lengua hasta la
aparición del Quijote. Es una peculiar obra dramá ca, de di cil clasificación porque se encuentra a caballo
entre el Medievo y el Renacimiento, tanto en es lo literario como en su temá ca y enfoque. Publicada
inicialmente en Burgos en 1499 con dieciséis actos. Posteriormente aparece en Zaragoza en 1507 ampliado
hasta los vein trés actos. En la introducción ("El auctor a un su amigo") cuenta que encontró escrito el primer
acto, se entusiasmó y decidió concluirlo. De aquí que algunos consideren que haya dos autores. Asimismo, a
con nuación, aparecen unos versos acrós cos en los que encontramos al autor: el bachiller Fernando de
Rojas, natural de la Puebla de Montalbán (de familia de judíos conversos y alcalde mayor de Talavera de la
Reina donde murió). En la obra que muestra la crisis de los valores medievales y la irrupción en nuestra
literatura del incipiente Renacimiento. Dirigida a un público culto y universitario (las referencias clásicas son
con nuas), nos presenta unos personajes perfectamente individualizados en una sociedad en crisis. Prima el
egoísmo y la codicia, el disfrute de los placeres como único fin de la existencia, se ridiculiza tanto el honor
como la lealtad de los siervos a sus señores. El cuerpo central es una historia de amor (de platónico a carnal)
de dos jóvenes burgueses, ociosos y sin ideales, que son manipulados por unos criados carentes de escrúpulos.
La figura principal es una vieja alcahueta que ha sabido abrirse paso a través de su ingenio y del conocimiento
de las bajas pasiones de los hombres; aunque serán esas mismas pasiones las que le llevarán a su perdición.
Encontramos en la obra un doble plano: el moralista medieval, pues está "compuesta en reprensión de los
locos enamorados", donde todo vicio encuentra su cas go, y el renacen sta vitalista del disfrute sin cortapisas
del placer. Estos dos planos, no obstante, los vamos a encontrar con frecuencia fusionados en las obras
españolas de estos siglos. Es lís camente llama la atención el dominio del lenguaje, tanto culto, refinado y
aristocrá co (abundantes figuras retóricas, imágenes del amor cortés, citas eruditas, prosa compleja
la nizante) como del lenguaje popular, coloquial y vulgar. Fernando de Rojas nos deja su propia visión
pesimista, desengañada y angus ada del mundo, propia, quizás, de su situación de judío converso.
Otra controversia es el género en el que lo incluimos. Tiene estructura teatral: carece de narrador, aunque
también de acotaciones, y es de carácter dialogal, aunque sus parlamentos y extensión lo hacen
irrepresentable. Se en ende, más bien, que fue compuesto para ser leído.
2. RENACIMIENTO.
INTRODUCCIÓN
El Renacimiento es un movimiento cultural que nace en Italia en el siglo XIV y se va extendiendo al resto de
Europa durante el siglo XVI. Supuso un progresivo cambio de mentalidad en Europa en el que intervienen
numerosos factores: el movimiento humanista y su visión antropocéntrica de confianza en las posibilidades del
hombre, el descubrimiento de América que abre nuevos horizontes de aventuras y conocimiento para el
hombre, la caída de Constan nopla, la creación de los estados nacionales (España, Francia e Inglaterra), la
difusión de ideas y conocimientos a través de la imprenta, la ruptura de la unidad religiosa con la Reforma
protestante, la vuelta a los valores esté cos del mundo clásico greco-la no, etc. Cada uno de esos elementos
trajo consigo una pequeña revolución.
En España entra con la llegada al trono, en la primera mitad del siglo XVI, de Carlos I, el primer monarca de la
casa de Habsburgo. Fue uno de los momentos culminantes de la hábil polí ca de los Reyes Católicos,
concentrando en sus descendientes amplios territorios. El año 1492 es una fecha simbólica en la historia de la
península Ibérica, se va completando la unidad del territorio desde la invasión árabe allá por 711 con la
entrada en Granada en enero (quedará Navarra en 1512 y Portugal en 1580), se configura la lengua castellana
con la publicación de la Gramá ca castellana del humanista Antonio de Nebrija (en la que fijó la ortogra a,
dicción, morfología y sintaxis de la primera lengua moderna, preparada para ser la lengua del nuevo imperio
que se estaba formando) y Cristóbal Colón llega al Nuevo Mundo. También ese año se consuma la expulsión de
los judíos de España (el úl mo país europeo que lo hizo, siguiendo la fórmula "cuius regio, eius religio" por la
que los súbditos han de profesar la misma religión que su príncipe). En el mundo de la cultura española, en
1499 el cardenal Cisneros funda la Universidad de Alcalá (la actual Complutense) donde promovió la Biblia
políglota complutense una magna obra en hebreo, arameo, griego y la n. Compi ó con ella en esplendor la
Universidad de Salamanca, cuna de la intelectualidad del siglo XVI (recordemos a Francisco de Vitoria,
Francisco Suárez, Domingo de Soto o Melchor Cano), en donde se sentaron las bases del derecho de gentes
moderno (entre ellos el reconocimiento de los plenos derechos de los indígenas americanos, algo
revolucionario para la época), el derecho internacional, la ciencia económica moderna y de donde salieron los
principales teólogos del Concilio de Trento. Otra cosa es que se respetaran esos derechos, cues ón que
tampoco está hoy resulta, con tantos medios como tenemos.
El Renacimiento español ene unos rasgos diferenciadores con respecto al resto de Europa:
– Por una parte, no hubo una ruptura radical con el Medievo, tanto en la mentalidad como la coexistencia con
la tradición poé ca popular.
– Por otra, se aprecia una evolución ideológica. Más italianizante, humanís ca y pagana en el reinado de Carlos
I, frente a otra, que coincide con Felipe II, donde se configura una iden dad propiamente española: la
literatura se hace más reflexiva y profunda, se mira más al interior, a lo popular, a lo tradicional, también en la
defensa de la fe católica frente a los movimientos reformistas que se ex enden por el norte. Quizás por eso
también se mira más al Nuevo Mundo que a Europa.
– Y, por úl mo, tampoco hay una tendencia tan exagerada a la idealización de la realidad, sino que se refleja,
con frecuencia, tal y como es. Un claro ejemplo lo encontramos en El Lazarillo de Tormes.
LÍRICA
Es, sin duda, el género que más se desarrolla. Influido por el gran poeta italiano del siglo XIV, Francisco
Petrarca, quien entroncó la lírica culta medieval de es lo provenzal con la herencia clásica romana y griega.
Incorpora nuevo modo de analizar el mundo interior del hombre, del amor, de la belleza femenina y de la
naturaleza. A España llega con toda su fuerza a principios del siglo XVI a través de Juan Boscán y de Garcilaso
de la Vega.
Aunque siguen vigentes composiciones populares y medievales (el ejemplo más claro es el romance), se
introducen nuevas formas métricas en las que prima el endecasílabo y la rima consonante: el soneto (traído
por el Marqués de San llana lo implanta defini vamente Garcilaso de la Vega y Boscán), la lira (nombre que
proviene del primer verso de la Oda a la flor de Gnido de Garcilaso, muy u lizada por fray Luis de León y san
Juan de la Cruz), la estancia (Égloga I de Garcilaso), los tercetos encadenados y la octava real. Como recursos
es lís cos predominan la metáfora (buscan imágenes relacionadas con la naturaleza), personificación
(también referidos a elementos naturales), epíteto (embellecimiento del verso), aliteración (buscando
musicalidad) e hipérbaton (en la que se retuerce la sintaxis para acercarla a la la na).
Géneros poé cos que se revalorizan son la égloga (temá ca amorosa protagonizada por pastores en escenario
campestre idealizado), la epístola (carta dirigida a un amigo de carácter moralizante y reflexivo), la elegía
(canto de dolor por la muerte de un ser querido), la sá ra (en la que se censuran comportamientos
individuales o colec vos), la oda (composición de po elevado) y la canción (u lizada principalmente para la
queja amorosa).
Los tres grandes temas recurrentes son el amor, la naturaleza y la mitología clásica. El amor humano
(siguiendo a Petrarca y al amor cortés, recorre todo el i nerario amoroso: de la alegría del descubrimiento a la
frustración por el rechazo, abandono o muerte de la amada) y divino (que simbolizan la unión mís ca del alma
con el Dios), la naturaleza como marco incomparable (locus amoenus) donde ene lugar sus cuitas amorosas y
las escenas mitológicas, a través de los cuales expresan sus propios sen mientos (inspirados en Las
metamorfosis de Ovidio).
Se revalorizan los tópicos literarios la nos: carpe diem (aprovecha el momento), beatus ille (dichoso aquel,
elogio de la vida re ra del mundanal ruido), collige, virgo, rosas (coge las rosas frescas antes de que se
marchiten), locus amoenus (lugar agradable, en referencia a la naturaleza), descrip o puellae (descripción de la
joven: cabello de oro, frente de cristal, dientes de perlas, labios de rubí, mejillas rosadas, cuello de marfil…),
tempus fugit (el empo huye), etc.
Mención especial merece la espiritualidad religiosa integrada en las tres escuelas y muy presente en la
segunda mitad del siglo XVI. San Juan de la Cruz muestra con ella el proceso de elevación del alma y su unión
con la divinidad (Cán co espiritual, Noche oscura, Llama de amor viva, Tras un amoroso lance, Canción pastoril
a lo divino), el asce smo que acabamos de ver de fray Luis de León, que propone el acercamiento a Dios a
través del abandono de los placeres mundanos y el ejercicio de las virtudes (destacan sus Odas: Vida re rada,
a Francisco Salinas, En la Ascensión, Noche serena, etc.); la poesía sencilla y elevada de Santa Teresa de Jesús.
En prosa religiosa destaca Fray Luis de Granada que escribió en la n, castellano y portugués.
NOVELA
La invención de la imprenta provoca una enorme difusión de la novela. Junto a una literatura didác ca y
religiosa, se pone de moda, como en Europa, una novela de corte idealizante, principalmente sen mental,
pastoril, morisca, bizan na y de caballería. En ella, los protagonistas son personas nobles, de finas y delicadas
costumbres, que luchan contra terribles adversidades de las que salen victoriosos y fortalecidos. Destacan las
novelas pastoriles Los siete libros de Diana (de Jorge de Montemayor), La Galatea (de Cervantes) y La Arcadia
(de Lope de Vega); las novelas bizan nas El peregrino en su patria (de Lope de Vega) y Los trabajos de Persiles
y Segismunda (de Cervantes); la novela morisca Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa y las novelas de
caballería Amadís de Gaula y Tirante el Blanco (de Joanot Martorell).
Pero la publicación en Burgos en 1554 de una obra anónima, rompe con el panorama literario europeo. El
Lazarillo de Tormes es una novela aparentemente autobiográfica, cuyo protagonista es un marginado social
(ahora llamado an héroe). Nada de lo que se relata está idealizado. Cuenta la vida de un inocente niño dejado
por su madre en manos de un ciego para que aprenda un oficio. Es el oficio del pícaro: sobrevivir a base de
engaño e ingenio. Pasa por varios amos, entre ellos un clérigo y un hidalgo, que u liza el autor para hacer una
sangrante crí ca social. Y el final no es menos desalentador: el ingenuo niño se ha conver do en un personaje
deshonroso que, al menos, no pasa hambre. Es el inicio de la novela picaresca que, dicho sea de paso, no está
lejos de la tradición realista de nuestra literatura pues encontramos ciertas conexiones con el Libro de Buen
Amor y con La Celes na. Al Lazarillo le saldrán muchos imitadores: Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, El
Buscón de Francisco de Quevedo, Vida de Marcos de Obregón de Vicente Espinel y, aunque con unas
caracterís cas muy especiales, Rinconete y Cortadillo novela ejemplar de Miguel de Cervantes.
TEATRO
Dejando aparte la comedia humanís ca –un teatro des nado a la lectura en ambientes cultos y universitarios
de imitación clásica–, a comienzos del siglo XVI encontramos un incipiente teatro popular en el que destacan
dos figuras:
– el extremeño Torres Naharro, quien escribe la primera precep va europea de cómo debe ser el teatro: final
feliz, cinco actos, decoro poé co, entre seis y doce personajes; y dividió las comedias en dos, "a no cia" las
que se inspiran en la realidad y "a fantasía" las de fantasía, aunque con ciertas notas de verosimilitud. Su obra
poé ca y teatral se publicó en Nápoles bajo el tulo Propalladia (1517).
– Gil Vicente, que sinte za muy bien lo medieval y lo renacen sta, lo culto y lo popular. Escribe con es lo
sencillo obras de temas bíblicos y farsas costumbristas.
De Italia llegarán las primeras compañías de cómicos italianos interpretando el género llamado commedia
dell’arte, piezas cómicas de pos fijos –Arlequín, Pantaleón, Polichinela, el Capitán, el Doctor, etc.– que,
aunque el público no entendía más que a medias, gustaba por su ges culación. Lope de Rueda, aprovechando
su impulso, creó la primera compañía teatral española y popularizó el género por toda la geogra a. Creó sus
pasos, escenas cómicas costumbristas muy breves que se intercalaban entre obras extensas. Es el origen del
entremés.
LITERATURA RELIGIOSA
Durante el reinado de Felipe II se produce el florecimiento de la literatura mís ca y ascé ca, que encarna el
espíritu de la Reforma Católica. El protestan smo encontró una fuerte oposición en España ya que negaba
todo aquello por lo que se luchó durante muchos siglos: la Eucaris a, el culto a la Virgen, la devoción a los
santos... Ese sen miento religioso se expresa en los tratados doctrinales, en los sermones, en las cartas y guías
espirituales de fray Luis de Granada y santa Teresa de Jesús, y se hace poesía en san Juan de la Cruz y en la
misma santa Teresa.
En todos ellos, el ansia de perfección, impulsada por el amor y la fe, viene señalada por la prác ca de rigurosos
sacrificios y sobre todo por la oración y la meditación. Es lo que se conoce como asce smo (del griego ascesis =
ejercicio). En algunos casos excepcionales (santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz) el alma llega al
conocimiento experimental y de unión con Dios; a esto se le denomina mis cismo. En la mís ca hay una
experiencia personal del alma con Dios que llega gratuitamente tras un largo periodo de lucha espiritual.
Fray Luis de Granada escribió tratados ascé cos: Libro de la oración y meditación, Guía de pecadores,
Introducción al símbolo de la fe… Santa Teresa de Jesús, reformadora de la orden carmelita, escribió tanto
obras ascé cas (Camino de perfección) como mís cas (El cas llo interior o Las moradas) en un es lo muy
sencillo, u lizando comparaciones de la vida co diana.
San Juan de la Cruz, también reformador de la parte masculina de la orden del Carmelo, es el autor mís co
más destacado. En sus obras describe la unión del alma con Dios mediante símbolos, metáforas y otras figuras
(con tanta fuerza y arte que movimientos literarios muy posteriores copiarán su es lo, que no su espíritu).
Además, escribió comentarios en prosa a sus propias obras, para facilitar su comprensión. Sus tres obras
mís cas inmortales son: Cán co espiritual, Noche oscura del alma y Llama de amor viva.
La batalla de Lepanto, frente a las costas griegas, en 1571 donde las naves cristianas, al mando de don Juan de Austria, derrotaron a los
turcos, lo que supuso el fin de su dominio y amenaza en el Mediterráneo y que, según el entonces soldado Miguel de Cervantes, fue "la
más alta ocasión que vieron los siglos".
3. MIGUEL DE CERVANTES.
VIDA
Miguel de Cervantes Saavedra nace en Alcalá de Henares en 1547 y muere en Madrid el 23 de abril de 1616.
Acostumbrado desde su infancia a las dificultades, su vida viajera y aventurera, su gusto por la literatura y las
armas le fue forjando una formación autodidacta y observadora que plasmaría más tarde en su producción
literaria.
Hitos relevantes de su vida fueron la temprana afición a los pasos de Lope de Rueda, la influencia del maestro
humanista López de Hoyos, su traslado a Italia donde conoce el Renacimiento, su carrera de soldado en la que
par cipa en Lepanto, donde pierde la movilidad de su brazo izquierdo, su posterior secuestro y presidio de
cinco años en Argel, su vuelta a España y las penalidades que padeció tanto personales como profesionales,
hasta que finalmente alcanza la fama que tanto persiguió ya, prác camente, al final de su vida. Por encima de
todas sus penurias destaca su ac tud vitalista y op mista, junto con su fino humor, que tanto trasluce en sus
obras.
POESÍA
Siempre se quejó Cervantes de las pocas cualidades que tuvo como poeta, por mucho que se empeñara en
ello. Destacan: Viaje del Parnaso obra narra va en verso en la que alaba o cri ca a los poetas contemporáneos
suyos, y el soneto con estrambote Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla con ocasión de los funerales en esa
ciudad por Felipe II.
TEATRO
Se inició en el teatro clásico, en la que destacan obras como Los tratos de Argel, en la que evoca su empo de
cau verio, Numancia, tragedia de recreación histórica. Pero no recibe el aplauso del público porque éste ya
seguía los modos innovadores de la comedia nueva instaurada por el genial Lope de Vega.
Imita entonces el nuevo es lo pero sin apenas éxito. Publica en 1615 ocho comedias y ocho entremeses jamás
representados. Lo más original de su teatro son los entremeses. Las comedias son: El gallardo español, Los
baños de Argel, La gran sultana, La casa de los celos, El laberinto de amor, La entretenida, El rufián dichoso y
Pedro de Urdemales. Los entremeses: El rufián viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo, La guarda
cuidadosa, El vizcaíno fingido, El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca, El viejo celoso y El juez de
los divorcios.
NOVELA
Cervantes es considerado el creador de la novela moderna. Antes de su gran obra, cul vó casi todos los
géneros renacen stas. Su primera obra, publicada en 1585 es la primera parte de La Galatea, novela pastoril a
la que le profesó gran devoción pero que dejó incompleta, quizás porque se había quedado an cuada.
En 1613 publica las novelas ejemplares. Son doce novelas cortas al es lo italiano (novella). El nombre de
ejemplares se debe tanto a mo vos esté cos –cómo se ha de escribir– como a cierto propósito moral que
podemos extraer de las enseñanzas de sus protagonistas. Abarcan gran variedad de géneros, la mitad de tono
realista y la otra de carácter idealista. Son las siguientes: La Gitanilla, la más extensa, aparece el rapto, el amor
y el ar ficio de la agnición, inspirada en algunos elementos autobiográficos familiares; Rinconete y Cortadillo,
original novela picaresca; El amante liberal, novela morisca donde también aparece el rapto; La española
inglesa, otro rapto donde una gaditana es llevada nada menos que a la corte de la reina de Inglaterra; El
licenciado Vidriera original enfermedad en el que un estudiante, que cree ser de cristal, adquiere una preclara
agudeza; El celoso extremeño, trata el tema de los celos; La fuerza de la sangre, novela casi policiaca; La ilustre
fregona, Las dos doncellas, “La Señora Cornelia, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros Cipón y
Berganza.
Los trabajos de Persiles y Segismunda es su úl ma novela, de género bizan no, protagonizada por dos
jóvenes príncipes nórdicos enamorados que viajan por Europa antes de casarse, publicada en 1617.
EL QUIJOTE
La obra culmen de Cervantes es El Quijote, publicada en 1605 bajo el tulo de El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha. Diez años después, debido al plagio de un Fernández de Avellaneda, decide publicar la
segunda parte. La novela le deparó el éxito que no obtuvo en la poesía ni en el teatro.
Como el gusto de la época se inclinaba hacia los relatos de aventuras fantás cas y Cervantes prefería historias
verosímiles, encontró una fórmula para conjugar ambos gustos: un hidalgo manchego pierde la cordura al
creerse un caballero andante de modo que decide ir por el mundo para buscar aventuras.
Entendemos que El Quijote es una novela moderna por dos caracterís cas, principalmente. La primera, su
complejidad psicológica: don Quijote y Sancho Panza son personajes profundamente humanos, creíbles, con
modos de ser casi opuestos, pero que se van mutuamente influyendo, y cuyas personalidades evolucionan a lo
largo de la obra, tanto que se suele hablar de la quijo zación de Sancho y de la ambigua locura de don Quijote.
La segunda caracterís ca es el realismo novelesco: la obra está llena de referencias a lugares históricos y
geográficos perfectamente reconocibles por sus lectores, la España de comienzos del siglo XVII.
El humor es una constante en la obra. Un elemento recurrente es la mezcla de lenguaje coloquial, culto y
arcaico (a imitación del lenguaje caballeresco) que provoca la sonrisa del lector.
Mucho se ha escrito sobre la interpretación de la obra. Por un lado, es conocida la intención sa rica dirigida
contra los ridículos y excesivos libros de caballería, novelas de evasión tan alejadas de la realidad. Otra
interpretación más profunda es la lucha simbólica entre el hombre idealista, representado en don Quijote, y el
hombre realista y prác co, representado en Sancho Panza. Y una tercera interpretación es la influencia
manifiesta de las obras literarias en la vida de las personas.
En cuanto a los temas de los que trata El Quijote son abundan simos. Baste citar algunos ejemplos: el amor
cortés (hacia su dama Dulcinea); la condición humana (y su perenne lucha entre la idealidad y sen do prác co,
belleza, libertad y egoísmos); la alta es ma hacia el mundo militar y el mundo de las letras; la crí ca literaria
(u liza momentos para expresar su propia teoría literaria); el humor (rasgo que acompaña siempre a las obras
cervan nas).
El corral de comedias. Ilustración que contiene todos los elementos: el escenario elevado y decorado, la platea ocupada por quienes se
sientan en los bancos y los mosqueteros que permanecen de pie, a los lados, los aposentos que ocupan los nobles y la cazuela, reservada
a las mujeres.
4. BARROCO.
INTRODUCCIÓN
Quizás sea Cervantes el autor que mejor sinte za la unión entre Renacimiento y Barroco, entre idealismo y
escep cismo, entre la ingenua confianza en las posibilidades del hombre y la visión pesimista y desengañada
de la realidad. Porque son ambas caras de un mismo universo cultural. Este segundo Siglo de Oro de nuestras
letras (fijado entre los años 1580 y 1700) coincide con la lenta decadencia del imperio forjado por los Austrias
mayores (Carlos I y Felipe II). Es el reinado de los Austrias menores, cada cual más inepto que el anterior, Felipe
III, Felipe IV y Carlos II, que ceden el gobierno a validos que compiten en ineficacia entre sí. Se va enganchando
una crisis económica, social y polí ca tras otra. En Europa se cede hegemonía y territorios a las potencias
emergentes. Se abandona el campo, se disparan las per naces sequías y hambrunas, se llenan las ciudades de
mendigos y delincuentes, se expulsa a los moriscos –y, con ello, los eficaces cul vos de las erras–, se dispara
la emigración a América en busca de oportunidades.
Y en medio de esta hecatombe, nuestra literatura llega a un nuevo cénit de esplendor: Góngora, Quevedo,
Lope de Vega, Tirso, Calderón, Ruiz de Alarcón, Gracián…
CARACTERÍSTICAS LITERARIAS
Entramos en una época de contrastes: decadencia y opulencia. Hay un agotamiento de los ideales de equilibrio
y armonía que se trocan por otros de decepción y desengaño. Se ende a la exageración y al contraste, la
ar ficiosidad, la brillantez deslumbrante pero poco natural, la agudeza y el ingenio en el lenguaje que busca
sorprender (metáforas, hipérboles, an tesis, dilogías, hipérbaton, cul smos, alegorías…). El lenguaje se hace
más di cil y elaborado; se enriquece notablemente el léxico, se recuperan cul smos. Junto a una poesía de
carácter popular, aunque de sobresaliente riqueza literaria, se produce una poé ca culta, para un público
minoritario, que llegará a su máximo esplendor en las batallas dialéc cas entre culteranistas y concep stas.
Este contraste también aparece en sus temas: una evasión de la realidad que la embellece e idealiza
(Soledades de Góngora) frente a una temá ca realista, amarga y desgarrada (El Buscón de Quevedo). Aunque
esta oposición es aparente (otro rasgo muy barroco). Ambos enen en común la búsqueda de un es lo
ar ficioso, refinado, enigmá co y minoritario.
El culteranismo u liza un léxico culto, cargado de la nismos, neologismos, hipérboles e hipérbatos que
dificulta su comprensión (un ruiseñor será para Góngora una sirena con plumas y una cueva, un bostezo de la
erra), las alusiones mitológicas serán con nuas (para lo que requiere un profundo conocimiento de la
an güedad clásica, especialmente de las Metamorfosis de Ovidio), elegirá la poesía como principal forma de
expresión por la sonoridad y ritmo de las palabras. Su valedor principal es Luis de Góngora.
El concep smo u liza el lenguaje como juego verbal para mostrar el ingenio y crea vidad con el doble sen do
de las palabras (los cuartos de luna son malas monedas y oír los cuartos del reloj le recordaba lo pobre que
era), crear originales relaciones entre las palabras (un mulato es un hombre crepúsculo) o crear nuevos
vocablos (pelicabra, pa bueyes…). Predomina el uso de figuras de pensamiento (paradojas, an tesis, dilogías,
metáforas, paronomasia, calambur –verás sin ceros, los más sinceros–, etc.). Francisco de Quevedo, junto con
Baltasar Gracián son sus más dignos representantes. En un mismo autor, como en el caso de Quevedo,
podemos encontrar temas tan intrascendentes y cómicos como Al mosquito de la trompe lla o A una nariz
frente a otros que expresan una honda reflexión Miré los muros de la patria mía…
LUIS DE GÓNGORA
Nacido en Córdoba, de familia acomodada, des nado a la carrera eclesiás ca para heredar unas rentas de un
familiar. Se traslada, después de estudiar en la Universidad de Salamanca, a Madrid, donde se relacionó
enseguida con los círculos literarios de los que formó parte visible. Enemigo literario, y algo más, de Quevedo y
Lope.
Su producción poé ca ene dos grandes bloques: popular y culta.
En la primera u liza los metros y es los propios de la poesía popular que reflejará en sus letrillas y romances
como Ándeme yo caliente (en tono burlesco y desenfadado desarrolla el tópico aurea mediocritas) o Amarrado
a un duro banco (sublime romance de un cau vo).
Bajo la influencia culterana compone dos bellos poemas: Fábula de Polifemo y Galatea y la inacabada
Soledades. La Fábula cuenta con gran maestría y ornamento el desgraciado lance entre el cíclope Polifemo, la
ninfa Galatea y el bello Acis. En las Soledades, pretendía escribir cuatro extensos poemas alegóricos sobre la
vida humana, pero murió apenas iniciada la segunda parte.
Su producción poé ca se completa con varios sonetos de variados es los: amorosos (Mientras por compe r
con tu cabello), sa ricos (Por tu vida Lopillo que me borres), etc.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Este madrileño, estudiante de los jesuitas y de las universidades de Alcalá y Valladolid, fue de niño blanco de
burlas –nació cojo y con una notable miopía–. Pronto se refugió en la lectura y desarrolló una preclara
inteligencia y devolvió con creces las pullas y chanzas recibidas. Vivió unido a la corte donde ambicionó cargos.
Fue diplomá co en diversos países y sufrió cárcel cuando sus mentores cayeron en desgracia. Todo ello le
ayudó a desplegar su destacada facilidad para la sá ra. Su obra sa rica es la más extensa, emplea
preferentemente los romances, letrillas y sonetos, trasluciendo una visión pesimista tanto de la polí ca como
de la sociedad española a la que cri ca con dureza.
Como centro de sus ataques literarios estuvo Góngora y el culteranismo del que abomina (no puede ser de
otro modo en quien, como buen hombre barroco, es hombre de extremos). Prac có la lírica amorosa con tal
exquisitez, que es considerado el gran poeta del amor del siglo XVII, algo paradójico pues se le consideraba
misógino, misántropo y, ya puestos, an semita. Pero a todo esto no hay que darle más valor que el gusto
literario por la controversia.
Podemos dividir en prosa y verso, su variada y amplia producción.
En prosa. La novela picaresca Historia del Buscón llamado don Pablos donde crea personajes inolvidables,
cruelmente descritos por su baja calidad moral (tanto el protagonista, el pícaro Pablos, como el dómine Cabra).
Los Sueños, la obra filosófica-moral de más calidad y repercusión del Barroco. En ella, mediante alegorías y
preciosistas juegos concep stas, fiel a la más pura tradición humanista de la época, realiza una profunda crí ca
social, de sus vicios e hipocresías, a todos los estamentos de la época.
En verso se suele clasificar en tres grupos: amorosa, sa rico-burlesca y moral. En la primera sobresale por su
originalidad, calidad y profundidad (Amor constante más allá de la muerte); la segunda es la más popular
donde muestra su maestría en el dominio de la lengua castellana (Poderoso caballero); y en la moral
manifiesta su desengaño ante el mundo, los efectos del paso del empo y su preocupación por la decadencia
de España, a la que amó y defendió con pasión (¡Ah de la vida!, Fue sueño ayer, mañana será erra, El pecar se
prefiere a la virtud, etc.).
LA COMEDIA NUEVA
Durante el siglo XVI encontramos en nuestra geogra a un teatro religioso (escenificado en las iglesias), un
teatro cortesano (en los palacios) y, principalmente, un teatro popular, al aire libre, que va adquiriendo un
floreciente crecimiento englobado en un espectáculo público en torno a los corrales de comedia. Los corrales
estaban situados en los pa os de vecinos, cuyas ventanas y balcones se u lizaban como palcos. Montaban un
tablado o escenario y enfrente, la cazuela (des nado a las mujeres), algunos bancos y en el resto del pa o,
mosquetero, iban los hombres de pie. El espectáculo, que solía durar toda la tarde, alternaba bailes,
mojigangas, canciones, representaciones, etc. Alcanzó tal popularidad que se fue transformando en un
fenómeno tanto cultural como lucra vo. Lope de Vega escribe el Arte nuevo de hacer comedias, un texto –
nada menos que en verso– donde defendía ante los académicos de Madrid su nueva fórmula escénica que
tantos seguidores había obtenido. Las caracterís cas principales, que fueron imitadas durante largo empo,
son:
– la fusión de lo trágico y lo cómico;
– división de la trama en tres actos que corresponden con el planteamiento, nudo y desenlace;
– la reinterpretación, más que ruptura, de las tres unidades clásicas (por ejemplo, la introducción de una trama
secundaria);
– man ene el verso, aunque adecuando la métrica a la condición de los personajes;
– introduce temas del gusto y preocupación del público: defensa de la honra de los villanos, defensa de la fe
católica y de la monarquía, recreaciones históricas y legendarias;
– implanta la figura de gracioso que divierte al público con sus ocurrencias, y relaja la tensión dramá ca;
– realza el papel de la mujer: en sus obras que con frecuencia se convierten en heroínas.
Lope de Vega será el más popular autor dramá co del Barroco. Su producción es abundan sima, tanta que
forma parte de la leyenda su impresionante capacidad creadora. Nos han llegado más de cuatrocientos tulos
atribuidos a él. De entre ellas destacan los dramas históricos o de honor, Peribáñez y el comendador de Ocaña,
(1605), Fuenteovejuna (1612), El mejor alcalde, el rey (1620); dramas inspirados en el Romancero, El caballero
de Olmedo (1622), El cas go sin venganza (1631); comedias de costumbres, El villano en su rincón (1614);
comedias de enredo, en las que las mujeres son los personajes principales, La dama boba (1613), El perro del
hortelano (1613), La viuda valenciana (1604), La mal casada (1610). Trata, además, otros variados asuntos
como pastoriles, mitológicos, religiosos, de capa y espada, extranjeros, etc.
Pero Lope de Vega no solo escribe comedias. Su producción lírica es sublime. Como buen hombre del Barroco
combina poesía popular y culta. A la primera corresponde la revitalización del romancero nuevo (A mis
soledades voy, Pobre barquilla mía); a la culta pertenece la publicación de más de trescientos sonetos en
Rimas humanas (1602) y Rimas sacras (1614) donde priman los de tema amoroso y religioso, y varias églogas
(la más conocida es Amarilis, donde recuerda a su amada después de su muerte). Escribió también varias
novelas: las novelas pastoriles La Arcadia (1598) y Los pastores de Belén (1611); la novela de aventuras El
peregrino en su patria (1604) y la novela con rasgos autobiográficos La Dorotea (1632), entre otras.
A Tirso de Molina, ferviente discípulo de Lope, se le atribuye la obra El burlador de Sevilla, creadora del mito
de don Juan. Es la historia de don Juan Tenorio, un liber no seductor que abusa de las mujeres y de la jus cia
divina ante la que, finalmente, paga por sus crímenes. Hay una larga lista de adaptaciones, tanto en géneros
(teatro, novela, poesía, ópera, ballet, pintura, ensayo, películas, canciones, etc.) como acomodaciones a la
mentalidad de la época. Muy conocidas son las de Molière, Lorenzo da Ponte (autor del libreto de Don
Giovanni al que le puso música Mozart), lord Byron, José de Espronceda (El estudiante de Salamanca),
Pushkin, José Zorrilla (Don Juan Tenorio), Azorín, Gregorio Marañón, Valle-Inclán, Dumas, Franz Liszt,
Baudelaire, Apollinaire, etc.
Aunque su fama se la llevó por un drama, disfrutó especialmente escribiendo comedias. Las más aplaudidas
son Don Gil de las calzas verdes (comedia de enredo donde aparece la dama disfrazada de varón) y El
vergonzoso en palacio (comedia pala na). Cul vó también las obras religiosas, tanto los autos sacramentales
como los dramas hagiográficos y bíblicos.
Calderón de la Barca, madrileño como Lope y Tirso, dará mayor hondura, reflexión y perfección a la fórmula
creada por Lope de Vega, aunque quizás le falte su chispa y frescura. Grandes obras suyas serán La vida es
sueño, con el sublime soliloquio de Segismundo, el príncipe encadenado, El alcalde de Zalamea, que trata de
uno de sus temas favoritos, el honor, al igual que en El médico de su honra y las comedias de capa y espada La
dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar y No hay burlas con el amor.
Asimismo, destacan por su elevada perfección en los autos sacramentales (obras de temá ca religiosa,
representada en torno a las grandes fiestas cris anas, en las que mediante alegorías explicaba las virtudes
teologales y morales, todas acababan con un acto de exaltación de la Eucaris a). Los principales son El gran
Teatro del mundo, La cena del rey Baltasar y La vida es sueño (del mismo tulo que el drama filosófico).
Estas innovaciones dramá cas fueron aprovechadas por otros autores barrocos. Los más importantes fueron
Francisco de Rojas Zorrilla (Entre bobos anda el juego y Donde no hay agravios no hay celos, o amo y criado) y
Agus n Moreto (El desdén, con el desdén y El lindo don Diego).
SELECCIÓN DE LECTURAS PARA JÓVENES
Teatro de Lope de Vega:
– Peribáñez y el comendador de Ocaña (1610, drama de honor), Fuenteovejuna (1612-1614, drama de honor), La dama
boba (1613, comedia de capa y espada), Amar sin saber a quién (1620-1622, comedia de capa y espada), El mejor alcalde,
el rey (1620-1623, drama histórico), El caballero de Olmedo (1620-1625, drama de honor inspirado en el Cancionero), El
cas go sin venganza (1631, drama de honor), El perro del hortelano (1613, comedia de enredo), El villano en su rincón
(1611, comedia pala na), El duque de Viseo (1609, drama histórico) y Lo fingido verdadero (1608, comedia de santos).
Comedias:
– Entre bobos anda el juego (1638) y Donde no hay agravios no hay celos, o amo y criado de Francisco de Rojas Zorrilla.
– El desdén, con el desdén (1654), comedia pala na, y El lindo don Diego (1662), comedia de enredo, de Agus n Moreto.
– La verdad sospechosa (hacia 1619), comedia sobre las consecuencias de la men ra, de Juan Ruiz de Alarcón.
Teatro histórico:
– Las mocedades del Cid (1606), inspirado en los romances sobre el Cid, del principal dramaturgo de la escuela valenciana,
Guillén de Castro. En esta obra se fijó principalmente Pierre de Corneille al elaborar Le Cid en 1636.
– Reinar después de morir (hacia 1630) de Luis Vélez de Guevara.
5. SIGLO XVIII.
INTRODUCCIÓN
Se acabó la Edad de Oro de nuestra literatura. La larga decadencia militar, social, económica y moral por el que
va en caída libre durante el siglo XVII llega a sus mínimos a finales de siglo. La muerte de Carlos II sin heredero
directo y la guerra sucesoria deja a España muy mermada y a merced de las nuevas potencias europeas. Se
establece la dinas a borbónica en la persona de Felipe V quien trae las corrientes ideológicas y culturales
imperantes, principalmente en Francia. Se incorpora al Siglo de las Luces con las fuertes re cencias de todo un
país apegado a sus tradiciones y que mira con malos ojos los afanes reformistas que vengan de fuera. A lo largo
del siglo habrá una lucha denodada para reformar una sociedad decadente que no se deja. Es el modo de
gobernar del Despo smo Ilustrado, todo para el pueblo, pero sin el pueblo. En este afán de reformas se mejora
la economía, la educación, la cultura. Es el momento de la creación de la Real Academia Española, el Museo
del Prado, la Biblioteca Nacional, las Academias Militares; se realizan los grandes planes urbanís cos en las
principales ciudades, proliferando a su vez en ellas las sociedades económicas de amigos del país cuya
finalidad era la difusión de las nuevas ideas ilustradas y los conocimientos y descubrimientos cien ficos.
Las corrientes literarias de este siglo se dividen en tres. En los primeros años predomina el posbarroquismo,
mera inercia de la anterior época gloriosa de la que queda un arte extravagante y carente de contenido contra
la que combaten con energía los neoclásicos. Es el siglo del neoclasicismo, movimiento esté co ilustrado por
excelencia, que pretende regresar a los modelos grecola nos, aunque carente de la fuerza y el vigor del
Renacimiento. Persigue un fin netamente didác co-moral, donde ha de prevalecer el equilibrio entre belleza y
u lidad, la verosimilitud, el decoro, el escrupuloso cumplimiento de la precep va (que fijará Luzán con su
Poé ca). Es pues, un momento di cil para la creación esté ca y, menos todavía, para el sen miento poé co.
Esto explica que fuera el ensayo el género más cul vado y que es elevado, por su cuidado formal, a la
condición de género literario. La poesía queda hueca o al servicio de la didác ca. La novela pasa sin pena ni
gloria. El teatro, en especial la comedia, tendrá su momento de gloria a final de siglo. Y es durante esa úl ma
época cuando aparece midamente un prerroman cismo que anuncia la nueva sensibilidad basada en el
individualismo, el sen mentalismo y la angus a existencia.
POESÍA
El ambiente racionalista apenas dejó si o a una verdadera lírica que exprese la in midad del poeta. Seguirán
las pautas de una poé ca que mira al mundo clásico (poesía anacreón ca) o que perseguirá una finalidad
didác ca (la fábula).
La poesía anacreón ca, que ene en Juan Meléndez Valdés como principal exponente, es ar ficiosa, escrita
en versos breves que refleja en tono frívolo los deleites de los placeres mundanos como la buena mesa, la
naturaleza idealizada, la amistad, la música, la danza y los temas amorosos en ambientes bucólicos.
La poesía didác ca ene su expresión en las conocidas fábulas literarias, un género rescatado del olvido por el
ilustrado La Fontaine y que en la an güedad griega tuyo su principal representante en Esopo. En España, que
en esta época mira a Francia, las revitaliza Félix de Samaniego (La lechera, La gallina de los huevos de oro, La
zorra y las uvas, Las moscas, etc.) y Tomás Iriarte (El burro flau sta, Los dos loros, La rana y la gallina, etc.).
Con ellas se pretende ridiculizar los defectos y vicios humanos más representa vos de la época.
ENSAYO
El ensayo será, obviamente, el género por excelencia para expresar en un texto la finalidad didác ca y
moralizante. Escrito en prosa, de extensión variable, de variedad temá ca y con un carácter reflexivo, fue
u lizado para difundir las ideas enciclopedistas y armonizarlas con la tradición y la religión. Empeñado en
luchar contra las supers ciones y falsas creencias compuso el orensano Fray Benito Jerónimo Feijoo una
extensa obra, recopiladas en Teatro Crí co Universal (ensayos sobre sobre literatura, medicina, historia, etc.) y
Cartas eruditas y curiosas. En ellas primaba la pedagogía sobre la esté ca.
En 1737 Luzán publicó la primera edición de su Poé ca, un ingente tratado sobre teoría literaria tomada como
modelo de la poé ca neoclásica.
Como intelectual y polí co ilustrado destaca el asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, que centró su
producción y preocupación reformista en los problemas económicos, sociales, polí cos, culturales y
educacionales. Buscó escribir con rigor, sencillez y claridad. Entre sus diversos escritos destacan Informe en el
expediente de la Ley Agraria, Memoria sobre la educación pública y el drama lacrimógeno y sen mental El
delincuente honrado.
El militar gaditano José Cadalso desarrolló su visión pesimista y escép ca de las costumbres españolas en
Cartas marruecas, inspirada en Cartas persas de Montesquieu, en las que un español y dos marroquíes se
intercambian cartas hablando de la cultura, educación, nobleza, las guerras, etc. en las que se lamenta de la
decadencia en la que ha caído España. Las Cartas fueron publicadas póstumamente y por entregas en un
periódico, al igual que Noches lúgubres, novela ya de carácter prerromán co.
La novela ilustrada apenas se cul va. Las dos más conocidas de la época son una autobiogra a fic cia
picaresca de Diego Torres de Villarroel y Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla en la que se burla de los
sermones ar ficiosos imperante en ese momento.
TEATRO
La comedia barroca, y sus coletazos, nos llegan hasta bien entrada la mitad del siglo XVIII. El público tenía el
gusto acostumbrado a las tramas complejas y enrevesadas heredadas del es lo de Lope y Calderón. La
precep va aristotélica (separación de géneros, unidad de empo, espacio y acción, verosimilitud, intención
didác ca, decoro de los personajes, etc.) que traía el teatro neoclásico se enfrentó frontalmente a los gustos
del público, quien, junto con la mediocre calidad de estas obras, se fuera distanciando paula namente de
acudir a los teatros. La tragedia apenas tuvo reconocimiento. Podemos destacar Raquel (una vieja y conocida
tragedia histórica de los amores de esta judía toledana con el rey Alfonso VIII) de Vicente García de la Huerta.
Es una obra de mundos donde sólo caben los sen mientos sublimes, protagonistas de elevada clase y con final
truculento.
La comedia consigue con Leandro Fernández de Mora n una rela va aceptación al unir la finalidad didác ca,
en la que se cri can vicios sociales, con un final en el que se exalta la virtud y el sen miento. Los temas
centrales de su teatro serán los matrimonios de conveniencia y el autoritarismo en la educación de los hijos.
Están representados principalmente en El sí de las niñas (1806). También los encontramos en El viejo y la niña
y La mojigata. En La Comedia nueva o el café sa riza el teatro contemporáneo tan alejado del buen gusto y de
las reglas aristotélicas.
Convivió un teatro menor, costumbrista, engarzado en la tradición de los pasos y entremeses, de carácter
cómico, sa rico y burlesco. Fue despreciado por los ilustrados y alabado por el público. La expresión principal
fue el sainete y el autor más aplaudido Ramón de la Cruz, uno de los creadores del cas cismo madrileño,
donde con gracia y agilidad retrata el Madrid de su empo. Quizás la más conocida sea Manolo, tragedia para
reír o sainete para llorar (1769).
6. ROMANTICISMO.
INTRODUCCIÓN
El Roman cismo es el movimiento ar s co que triunfa en Europa en la primera mitad del siglo XIX. Surge como
sen miento de insa sfacción ante los valores de la sociedad burguesa y exceso de racionalismo ilustrado. Es la
rebelión de la libertad, el sen miento, la imaginación y el poder creador del espíritu.
Sus orígenes están en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII. El alemán Goethe con su novela Las
desventuras del joven Werther (historia de un amor imposible que acaba en el suicidio del protagonista)
sentará las bases de este movimiento. Los principales autores son, en Francia, Chateaubriand, Víctor Hugo,
Alejandro Dumas, en Alemania, Schlegel, Novalis, en Inglaterra, Walter Sco , lord Byron, en España, Duque
de Rivas, Zorrilla, Larra y Espronceda.
CARACTERÍSTICAS
Las caracterís cas principales son:
– Rechazo del mundo real: se siente asfixiado en él y se rebela mediante el enfrentamiento directo o la huida
mediante la imaginación.
– Subje vismo y la exaltación del "yo" con sus ansias de infinitud que chocan con la realidad. Anhela el amor,
la felicidad, la libertad, la jus cia social, pero su fracaso le llevan a encerrarse en sí mismo, volviéndose
melancólico, solitario, amante de la muerte.
– Fuga del mundo circundante y creación de mundos imaginarios y exó cos que los presenta de modo
exuberante. En ellos la naturaleza salvaje y tenebrosa adquiere un lugar principal en la que expresa sus propios
estados de ánimo.
– La reivindicación de lo regional y lo nacional, sus costumbres, lenguas y leyendas.
– La libertad crea va se ex ende a las obras literarias en la mezcla de géneros.
En España, país en el que se inspirarán los román cos europeos (El Quijote es el "héroe román co"), se
introduce tardíamente con la vuelta del exilio de los liberales, imbuidos en Europa de esas ideas, con mo vo
de la polémica llegada al trono de Isabel II (1833). Su duración es breve pero intensa. Crea nuevos géneros:
novela histórica, leyenda y drama heroico y rehabilita el romance. Pero es en la poesía donde deja profunda
huella que llegará hasta nuestros días.
AUTORES ROMÁNTICOS
Los autores más destacados son:
– Mariano José de Larra: su vida fue el proto po de la del hombre román co. Periodista, ar culista, liberal…
que terminó suicidándose. Destaca por sus ar culos periodís cos, firmados con seudónimos como Fígaro, El
Duende, aparecidos en revistas como El pobrecito hablador y El Observador. Los principales son los cuadros de
costumbres, en ellos realiza una crí ca mordaz a la atrasada sociedad española, resaltando sus defectos y
vicios, con intención de que se modernizase. Los más famosos son: Vuelva usted mañana, El café, El casarse
pronto y mal, El castellano viejo… hasta llegar a El día de difuntos, ya próximo a su muerte, donde el comba vo
luchador del liberalismo deja paso a una persona desengañada y desesperada. Su es lo es incisivo, vivo, agudo
y natural, alejado del retoricismo.
– José de Espronceda que escribirá sus mejores obras tras entrar en contacto con el roman cismo inglés
durante su exilio polí co, sobresale por sus dos poemas largos: El estudiante de Salamanca (poema épico lleno
de misterio y sucesos sobrenaturales en el liber no Félix de Montemar lleva, con su desdén, al suicido de una
amada abandonada), y El diablo mundo (obra inacabada en el que ofrece su visión filosófica de la sociedad). En
ésta dejó el famoso Canto a Teresa, una elegía a su amada.
Junto al amor, siente atracción por los personajes marginales, símbolos del espíritu rebelde. Destacan: El
mendigo, El reo de muerte, El verdugo y La canción del pirata.
– Gustavo Adolfo Bécquer: poeta ignorado en vida y considerado, después, el iniciador de poesía moderna.
Dota a su poesía de una nueva sensibilidad y un léxico poé co alejado de la retórica de sus contemporáneos.
Escribió en prosa las Leyendas y Cartas desde mi celda (escritas en una estancia en el monasterio de Veruela).
Sus Rimas, tras su muerte, fueron ordenadas en cuatro grupos: sobre la poesía misma, sobre el amor
ilusionado, sobre el fracaso del amor y sobre el dolor, la angus a y la muerte. Destacan por su sencillez,
simbolismo, claridad e in mismo.
– Rosalía de Castro: escribe en gallego Cantares gallegos y Follas novas, un ejemplo del resurgir de culturas
regionales de aquella época. En castellano escribe En las orillas del Sar, obra que cierra el Roman cismo e
inicia la poesía moderna. Una atormentada confesión de su in midad, del amor, la soledad, el dolor, la muerte,
las injus cias humanas… poemas breves, de rima asonante y nuevas combinaciones métricas.
EL DRAMA ROMÁNTICO
El teatro román co merece una mención aparte. Sus caracterís cas son:
– Rechazo a las normas, al igual que en la narra va o la poesía: ruptura de las tres unidades (espacio, empo,
acción), división de las obras en tres o cinco actos, mezclan tragedia y comedia, prosa y verso (y éste, de
diferentes medidas).
– Los temas son legendarios, caballerescos, históricos o aventureros, pero siempre dramá cos.
– El protagonista es un héroe, envuelto en un misterio, marcado por un des no trágico. Abundan escenas
nocturnas, sepulcros, duelos y suicidios.
– Se abandona la intención doctrinal y se busca conmover al espectador.
Es inaugurado en España con la obra de Mar nez de la Rosa, La conjuración de Venecia, estrenada en 1834, y
llega a su plenitud con Don Álvaro o la fuerza del sino (héroe román co en quien se ceba el des no), del duque
de Rivas. Otras obras de relieve son Macías, de Larra; Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch y Don Juan
Tenorio, de José Zorrilla, que sigue siendo representado todos los días de difuntos.
Para finalizar, la novela histórica más importante: El señor de Bembibre de Enrique Gil y Carrasco, y dos
reconocidos costumbristas, Mesonero Romanos (Escenas matritenses) y Sera n Estébanez (Escenas
andaluzas).
Benito Pérez Galdós, nació en Las Palmas y marchó a estudiar Derecho en Madrid, ciudad donde se quedó y de la que sería su más
atento observador. Es el autor más prolífico del realismo conocido por sus novelas históricas recogidas en los Episodios Nacionales y su
novela más admirada, Fortunata y Jacinta.
7. REALISMO Y NATURALISMO.
INTRODUCCIÓN
El Realismo es un movimiento literario que se va imponiendo en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX.
Surge como cierta reacción frente a la esté ca román ca y en consonancia con las nuevas tendencias
filosóficas del momento: el posi vismo, biologismo, darwinismo y las incipientes ciencias de la psicología y
sociología. En lo social coincide con la consolidación de la burguesía como clase dominante. La caracterís ca
principal es la representación obje va de la realidad.
España contaba con una insuperable tradición realista: Cervantes, la novela picaresca, la Celes na, e incluso
los ar culos de costumbres de la primera mitad de este siglo. Por ello la influencia realista europea no
encontrará dificultad en difundirse. Las obras de los autores franceses (Balzac, Stendhal, Flaubert –Madame
Bovary–), ingleses (Dickens –Oliver Twist–) o rusos (Dostoyevski –Crimen y cas go, Los hermanos Karamazov–,
Tolstoi –Ana Karenina, Guerra y paz–) sería leídas con avidez. Como primera obra realista española de esta
nueva época se considera a “La fontana de oro” de Benito Pérez Galdós publicada en 1868. Ese año se
produce La Gloriosa, revolución que derrocará a Isabel II y que llevará a España a una sucesión de gobiernos
inestables, de planteamientos ideológicos irreconciliables, que nos avocará a la guerra civil de 1936. Esas dos
ideologías enfrentadas, liberal y conservadora, se verá también reflejada en los dos enfoques del realismo.
CARACTERÍSTICAS
Las caracterís cas más destacables del realismo, amén de perseguir la representación obje va de la realidad,
son:
– Documentación y observación obje va de la realidad. Estudio minucioso y detallista, a imitación de los
cien ficos. El obje vo es la descripción lo más fiel posible a la vida real (verosimilitud). Por ello son frecuentes
las descripciones de lugares y ambientes. El género por excelencia es la novela.
– Ambientación contemporánea: su objeto de estudio y análisis es la época en la que viven y no empos
pretéritos. Se reflejan todas las clases sociales, aunque con un predominio de las clases medias y bajas.
– Planteamiento de tesis: la obra pretende ser una demostración de su ideología o planteamiento cien fico.
– El análisis psicológico de los personajes es otro de los ejes de estas novelas. Nos encontramos personas
normales, vulgares de la clase media, para evolucionar hacia el proletariado o personajes marginales.
– Narrador omnisciente, para pintar esos caracteres el narrador entra hasta lo más profundo del alma.
– El es lo es natural y sencillo, lejos queda el lenguaje ampuloso y enrevesado, y junto a una escritura cuidada
no deja de reflejar el habla propia de sus personajes, incluyendo su jerga.
AUTORES PRINCIPALES
Los autores españoles los podemos agrupar en tres grupos: conservadores o tradicionalistas, que enden a
eliminar los aspectos más desagradables de la realidad, idealizándola (Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera,
José María Pereda), liberales, con una visión más crí ca y de denuncia (Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas,
Clarín) y afines al naturalismo, con cierta esté ca de Zola (Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez).
– Fernán Caballero, seudónimo de Cecilia Bölh de Faber, escribe en 1849 La Gaviota, novela costumbrista
andaluza, que marca el fin del roman cismo.
– Pedro Antonio de Alarcón, costumbrista granadino, escribe El escándalo y El sombrero de tres picos, joya de
la novela corta española.
– Juan Valera, diplomá co cordobés, ensayista y crí co literario, preocupado por analizar profundamente la
psicología de los corazones humanos, especialmente femeninos: destacan Pepita Jiménez y Juanita la larga.
– José María Pereda, santanderino que exalta la naturaleza y las gentes sencillas de su erra: el mundo del
mar en So leza y la montaña en Peñas arriba.
– Emilia Pardo Bazán, gallega que describe los rudos ambientes de la Galicia profunda con todas sus pasiones y
crudeza, especialmente en Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza.
–Vicente Blasco Ibáñez, el “Zola español”, refleja su gusto por los ambientes más sórdidos y crudos del mundo
rural de su erra valenciana en obras como La barraca y Cañas y barros.
Leopoldo Alas, Clarín, nace en Zamora aunque pasó su vida en Oviedo. Como prosista escribe más de 60
cuentos, destacan Pipá, ¡Adiós, Cordera!, Doña Berta (narración poé ca). Como novela larga publica Su único
hijo y La Regenta, una de las obra cumbre de nuestra narra va. En esta obra, que transcurre en Vetusta
(realmente es Oviedo) y cuenta la historia de Ana Ozores, una mujer abrumada por la sociedad cerrada en la
que vive. En ella predomina la descripción de ambientes y personajes, conformando un retrato de la hipocresía
y corrupción de la sociedad del momento.
MODERNISMO.
Entramos en la literatura del siglo XX con un nuevo movimiento renovador: el modernismo. Novedoso, por un
lado, porque supone una ruptura con lo anterior (algo poco original, por cierto) y por otro (y es lo realmente
novedoso) porque es la primera vez que un hispanoamericano abandera un movimiento literario en España. Se
trata del nicaragüense Rubén Darío, que con la obra Azul (1888) pone fecha de salida a este breve, pero
intenso movimiento de rebeldía y de oposición al mundo burgués.
Recibe influencias, principalmente, de poesía francesa parnasiana (de Theophile Gau er y Leconte de Lisle y
su admiración por el mundo grecola no, oriental y por el ambiente medieval, y el deseo de dotar al poema de
una gran belleza esté ca y formal) y simbolista (en el que destacaron los “poetas malditos”: Baudelaire,
Verlaine, Rimbaud y Mallarmé, de los que admiraron su desmesura y ganas de vivir al margen de las
convenciones sociales y su gusto por los símbolos y las correspondencias), así como de la poesía autóctona
hispanoamericana y de los úl mos román cos (Bécquer y Rosalía).
Hay dos etapas en la obra de Rubén. Una primera parnasiana que se refleja en sus obras Azul y Prosas
profanas (1896), colorista, rítmica, exó ca, sonora, cosmopolita y vacua. Conocidos poemas de este es lo son
Sona na y A Margarita Debayle. Una segunda, simbolista, la más imitada por los autores españoles, in mista,
existencial, angus ada, melancólica, filosófica y social. A esta pertenece Cantos de vida y esperanza (1905)
donde encontramos Canción de otoño en primavera o Lo fatal.
El es lo supuso una renovación e innovación formal dirigida a la búsqueda de la belleza a través,
principalmente, de la sonoridad y musicalidad del poema (la prevalencia de la forma sobre el fondo: el arte por
el arte). Hay una profusión de cul smos, adje vos califica vos coloristas y sensoriales, aliteraciones,
onomatopeyas, sinestesias, metáforas, etc. Se renueva la métrica y se introdujeron versos poco usados en la
lírica española (como el soneto alejandrino).
Observamos en ellos dos líneas temá cas: la escapista, se recrean en la belleza aludiendo a épocas pretéritas
o lugares exó cos; y la in mista, donde expresan su melancolía, tristeza ante el amor y el mundo, con clara
influencia román ca y simbolista. Tienen, por ello un cierto parecido con algunos román cos en su rechazo al
mundo burgués que los rodea, en su forma de ves r y actuar (dandy, bohemia o an social), y en su intento de
evasión de la realidad, aunque carecen del idealismo de aquellos.
En España se dejó sen r en la poesía de Salvador Rueda, precursor de este movimiento; Manuel Machado, en
poemas como los del Cante hondo; en una primera "etapa sensi va" de Juan Ramón Jiménez, en Almas de
violeta y Ninfeas, Jardines lejanos, Arias tristes y Balada de primavera, Elegías, La soledad sonora, Sonetos
espirituales y Platero y yo, en los que se recrea en lo paisajís co y en lo sensi vo; Valle-Inclán en su libro de
poemas Aromas de leyenda, y Antonio Machado en Soledades y en su reedición, conver do en Soledades,
galerías y otros poemas, si bien en esta úl ma depura muchos de los rasgos modernistas.
En la novela de Valle-Inclán: sus Sonatas (de otoño, es o, primavera e invierno) y la trilogía de La guerra
carlista (Los cruzados de la Causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño).
En el teatro se recuperó el verso y los temas históricos. Modernistas son: Francisco Villaespesa en El alcázar de
las perlas; Doña María de Padilla, La leona de Cas lla; Eduardo Marquina en Las hijas del Cid; En Flandes se ha
puesto el sol; Manuel y Antonio Machado en Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel; Juan de Mañara;
Las adelfas y La Lola se va a los puertos. También Valle-Inclán en su inicio con ene algunos rasgos
modernistas, que pronto superará.
GENERACIÓN DEL 98
Se da el nombre de Generación del 98 a un grupo de jóvenes y heterogéneos escritores, algunos de los cuales
militaron en la esté ca modernista, que quieren regenerar la vida española. Tras la pérdida de las úl mas
provincias españolas de ultramar (Cuba, Filipinas y Puerto Rico) la sociedad española se encuentra con la
trágica realidad de que un glorioso imperio ha quedado reducido a cenizas; no solo territorialmente sino
polí ca, social y económicamente. España es un país atrasado y convulso que ha perdido su iden dad. Este
grupo intentará impulsar ideas regeneracionistas que lo modernicen. En núcleo duro de este grupo lo
componen el "Grupo de los tres": Azorín, Baroja y Ramiro de Maeztu que empezarán desde su juventud
beligerante postulando soluciones radicales que irán girando hacia lo tradicional. A este grupo se irán sumando
autores como Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Antonio Machado,
Menéndez Pidal, etc.
Desde el punto de vista temá co, plantearon temas filosóficos, existenciales y religiosos. Influidos
principalmente por Nietzsche (Baroja y Maeztu), Kierkegaard (Unamuno), Bergson (Machado), Shopenhauer
(Baroja), Kant, concibieron al hombre como ser temporal abocado a la muerte, que observa de forma trágica y
angus osa la vida, alejado de la fe. Pusieron de manifiesto la incomunicación, la soledad, el sufrimiento, el
escep cismo y el pesimismo del hombre. Denunciaron la pobreza y mezquindad, que habían llevado al país a
la total decadencia, e introdujeron en sus obras el problema religioso, unido al de la angus a existencial. Al
perder la fe, se vieron obligados a asumir el peso de su propia existencia, planteándose el problema del
sen do de la vida y el des no del hombre. Algunos echaron de menos la fe de sus mayores que consuela a la
gente sencilla y le ayuda a sobrellevar la muerte.
El tema de España les preocupó sobremanera. Cri caron a los gobernantes, a los par dos que se repar a el
poder, a la impasibilidad de la gente ante el atraso español. Invitaban a trabajar para modernizar y sacar de la
parálisis a España, primero mirando hacia el exterior, aunque después, en algunos casos como Unamuno,
prefirieron seguir siendo la reserva espiritual de Occidente y defender lo español.
Influidos por las ideas regeneracionistas, en su deseo de sacar de la desidia y la decadencia a España,
recorrieron todas sus erras para conocer sus costumbres, tradiciones, literatura, etc. Buscaron con ello
encontrar la esencia y raíces de un pueblo que en su pasado tuvo proyectos e ilusiones y fue capaz de crear un
gran imperio, aunque siglos después de aquel esplendor no quedase más que el recuerdo. Acudieron a la
intrahistoria y a modelos literarios, exponentes de lo esencial español. Conciben Cas lla como el "alma" de
España.
Los autores de la Generación del 98 dieron prioridad al contenido frente a la forma; buscaron la sencillez y la
efec vidad del mensaje, impregnando de palabras "terruñeras" y alejado de toda elocuencia retórica o
barroca. Por eso se encontraron cómodos expresándose a través del ensayo, si bien publicaron también
novela, poesía y teatro.
José Mar nez Ruiz, Azorín, alican no, cul vó con maestría la descripción de ambientes y personajes de es lo
impresionista, de frases breves y sintaxis sencilla. Su obra maestra es Cas lla (1912) donde evoca la esencia de
los paisajes y gentes que perduran de su an gua grandeza; recupera palabras que habían caído en desuso.
Escribe novelas como La voluntad, el inicio de una trilogía de novelas autobiográficas. Intentó el teatro sin
éxito de público en notables obras como Brandy, mucho brandy y Old Spain.
El guipuzcoano Pío Baroja es, en esencia, un hombre de acción. Realizó estudios de medicina, pero enseguida
abandona su ejercicio para dedicarse al mundo literario. En él se familiariza pronto con la ideología anarquista,
defendió un individualismo radical, pesimista, desconfiado y misántropo. Esta visión escép ca estará presente
en su amplia producción caracterizada por las novelas, que el autor agrupada en trilogías y tetralogías, y su
es lo de escritor impresionista. Destacan las trilogías La lucha por la vida (La busca, Mala hierba y Aurora roja)
y La raza (La dama errante, La ciudad de la niebla y El árbol de la ciencia) y las tetralogías Tierra vasca (La casa
de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero y La leyenda de Jaun de Alzate) y El mar (Las
inquietudes de Shan Andía, El laberinto de las sirenas, Los pilotos de altura y La estrella del capitán Chimista).
El bilbaíno Miguel de Unamuno representa el filósofo rebelde del grupo. Esa inquietud intelectual le llevó a
enfrentarse con frecuencia con la autoridad y a pasar por varias etapas, desde el socialismo a retornar a la
tradición. Destacan sus temas filosóficos, que tratan tanto en ensayos como en novelas, que enen como tema
de fondo la libertad humana (presente en su novela Nivola donde el personaje se rebela contra su autor), la
educación de los jóvenes (Amor y pedagogía), el carácter del español y su futuro (La vida de don Quijote y
Sancho y En torno al cas cismo), la necesidad de Dios (Del sen miento trágico de la vida, San Manuel Bueno,
már r). Como poeta, es famoso El Cristo de Velázquez. Al teatro lleva los mismos temas existenciales, aunque
no llegó a conectar con el público: Fedra, Raquel, El otro.
El teatro del esperpento de Valle-Inclán lo veremos en el tema 11 [El teatro anterior a la Guerra Civil].
Novela:
– La trilogía La guerra carlista: I: Los cruzados de la causa. II: El resplandor de la hoguera. III: Gerifaltes de antaño (Valle
Inclán)
– Zalacaín el aventurero (Pío Baroja), aventuras para los más jóvenes, y para los mayores: La busca (Pío Baroja), Las
inquietudes de Shan Andía (Pío Baroja), Niebla (Unamuno) y La a Tula (Unamuno), para los mayores.
Ensayo:
– Cas lla (Azorín), para los mayores que quieran aprender a escribir, La ruta de don Quijote (Azorín), Vida de don Quijote y
Sancho (Unamuno).
La persistencia de la memoria es el nombre que le puso el pintor español Salvador Dalí a este famoso cuadro suyo pintado en 1931.
Realizado al óleo sobre lienzo, de estilo surrealista y de dimensiones 24 x 33 cm. También es conocidos como Los relojes blandos o Los
relojes derretidos . es un famoso cuadro del pintor español Salvador Dalí pintado en 1931. Actualmente se encuentra expuesto en el Museo
de Arte Moderno de Nueva York.
Poesía:
– Una selección poé ca de Versos y oraciones de caminante: de León Felipe (Como tú, ¡Qué lás ma!, Romero solo,
Vencidos, Ahora de pueblo en pueblo, etc.) y Juan Ramón Jiménez (poema 5 de Eternidades, El viaje defini vo, Intelijencia,
La carbonerilla quemada, El mar lejano, etc.).
Novela:
– El bosque animado (1943) de Wenceslao Fernández Flórez. Una serie de cuentos independientes, pero con una clara
relación entre sí, protagonizado por las criaturas que viven en torno a la Fraga (bosque gallego) de Cecebre.
Leyendas:
– Flor de leyendas (1932, Premio Nacional de Narra va) de Alejandro Casona.
– Platero y yo (1914-17), obra poé ca en prosa, de Juan Ramón Jiménez.
Foto del grupo en el Ateneo de Sevilla con ocasión de la celebración del III Centenario de la muerte de Góngora.
De izquierda a derecha: Rafael Alberti; Federico García Lorca; Juan Chabás; Mauricio Bacarisse; José Mª Romero (presidente de la sección
de literatura del Ateneo); Manuel Blasco Garzón (presidente del Ateneo); Jorge Guillén; José Bergamín; Dámaso Alonso; Gerardo Diego.
AUTORES
La lista de miembros de este grupo es extensa y discu da. Los fijos son García Lorca, Rafael Alber , Pedro
Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Manuel
Altolaguirre y Emilio Prados. A este núcleo duro se suelen añadir a José María Hinojosa –que introduce el
surrealismo en España–, Juan José Domenchina, las poe sas Ernes na de Champourcín, Concha Méndez y
Rosa Chacel, a Guillermo de Torre, Max Aub, León Felipe, Juan Larrea e, incluso, a Miguel Hernández. Unidos
a ellos, de otras artes, estuvieron Salvador Dalí, Luis Buñuel, Edgar Neville...
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada 1898 – Granada 1936). Es el poeta más universal del grupo.
Oscila entre una personalidad vitalista y simpa a arrolladora y una angus a y frustración vital. Viaje a Nueva
York donde recibe una profunda conmoción. Funda durante la República un grupo teatral universitario "La
Barraca" con el que viaja por los pueblos de España. Destaca como poeta y dramaturgo. Aúna inspiración,
técnica y esfuerzo. Inicia su producción con poemas de tradición popular andaluza con Poema del Cante Jondo,
Canciones y Suites y, su obra más exitosa, Romancero gitano donde convierte al gitano en un mito que encarna
el tema del des no trágico del hombre. Es la cumbre de su fusión de lo popular con lo culto. De su viaje a
Nueva York, donde contempla el poder del dinero y la presencia de la injus cia social, se produce un viraje
hacia una poesía más social y de protesta que encuentra su cauce en la técnica surrealista en su obra Poeta en
Nueva York. A par r de aquí se volcará en el teatro para expresar su inquietud social (sus principales obras
dramá cas serán Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba). Otra obra culmen de su producción
poé ca es la elegía Llanto por Ignacio Sánchez Mejías por la muerte del torero y mecenas de la generación.
Rafael Alber (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902–1999). A los 15 años se traslada a Madrid. Esta nostalgia
del mar la encontraremos en su primera obra neopopularista, Marinero en erra de 1925 con el que recibe el
Premio Nacional de Literatura. Es una obra que rezuma luz, sol, color y lo marinero. Con Cal y canto da un giro
hacia lo gongoriano y futurista. Tras una profunda crisis existencial en 1927 escribe su principal obra Sobre los
ángeles empleando una técnica rupturista de po surrealista. Durante la República se compromete
polí camente y se convierte en El poeta de la calle. La nostalgia del exiliado estará presente en su obra
posterior en Retornos de lo vivido lejano o Baladas y canciones del Paraná, aunque siempre irá variando de
es los y temas.
Pedro Salinas (Madrid 1892 – Boston 1951). Profesor universitario en París, Sevilla, Murcia, Cambridge,
Boston. Es el poeta del amor. En la poesía es ma, en este orden, la auten cidad, la belleza y el ingenio.
Trabajador perfeccionista del verso, de densidad concep sta, busca ahondar en los sen mientos. Su
trayectoria se divide en tres etapas. Hasta 1931 predomina la poesía pura con influencias vanguardistas con
tres libros Presagios, Seguro azar y Fábula y signo. Hasta 1939 su gran poesía amorosa, va de la anécdota
amorosa a su concepto, con sus tres obras La voz a debida, Razón de amor y Largo lamento. Tras la guerra, su
fe en la vida lucha contra los signos angus osos que ve en el mundo, publica otras tres obras: Confianza, El
contemplado y Todo más claro.
Jorge Guillén (Valladolid 1893 – Málaga 1984). Es el representante de la poesía pura o intelectual del grupo del
27. También como Salinas, profesor universitario. En sus poemas persigue una es lización de la realidad, una
depuración hasta quedarse con la esencia de las cosas. Concibe su obra como un todo bajo el tulo de Aire
nuestro que consta, principalmente de dos tulos: Cán co (1928-50, su principal obra) y Clamor (1950-63). El
primero con ene su visión op mista y posi va de la vida ("El mundo está bien hecho"). El segundo es el
contrapeso, sin caer en el pesimismo, denuncia las discordancias del mundo ("Este mundo del hombre está
mal hecho"). A esos dos tulos le siguen otros Homenaje (1967), Y otros poemas (1973) y Final (1982).
Gerardo Diego (Santander 1896 – Madrid 1987). En su ciudad natal estudió Filoso a y Letras y se doctoró en
Madrid para ejercer como catedrá co de Lengua y Literatura en dis ntos ins tutos por la geogra a española.
Aprobadas las oposiciones fue enviado a diversas ciudades (Soria, Jaén, Santander y Madrid). Elaboró la
Antología que dio a conocer a los autores de la Generación del 27. Como representante de ella alterna con
maestría la poesía tradicional y vanguardista. Su poesía tradicional, que incluye romances, décimas y sonetos,
las publica bajo los tulos de Versos humanos (1925) -con el que compar ría con Rafael Alber el Premio
Nacional de Literatura en 1925-, Versos divinos (1941) y Alondras de verdad (1941), espléndida colección de
sonetos. Los temas que trata son el paisaje, la religión, la música, los toros, el amor, etc. Con respecto a las
vanguardias, se inicia en el Creacionismo y el Ultraísmo con las obras Imagen (1918) y Manual de espumas
(1922). En el prólogo de Primera Antología de sus versos (1941) escribe: "Yo no soy responsable de que me
atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me
extasíe el an guo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a
hacérmela -nueva- para mi uso par cular e intransferible". En 1947 ingresa en la Real Academia Española y en
1979 recibe, junto con Jorge Luis Borges, el Premio Cervantes.
Dámaso Alonso (Madrid, 1898–1990). Catedrá co de las universidades de Madrid y Valencia. Miembro y
director de la Real Academia Española, también perteneció a la de Historia. Marcó como profesor a sus
alumnos, apasionado inves gador y crí co literario y, como poeta, autor de dos obras en los inicios del grupo,
Poemas puros: poemillas de la ciudad (1924) y El viento y el verso (1925), de tono sencillo, neopopularista y
con claras influencias de Machado y Juan Ramón. Pero hasta 1944 no publica su siguiente obra, que sacudió la
posguerra española con su "poesía desarraigada", Hijos de la ira que es un grito desgarrador ante la crueldad,
el odio y la injus cia del hombre. Escrito en versículos con lenguaje paté co, duro y, en ocasiones, an poé co,
que rompe con el formalismo retórico de entonces. Dejará honda huella en la poesía existencial de la
posguerra. En 1955 escribirá Hombre y Dios que supone la presencia y reconocimiento de Dios en el hombre.
Vicente Aleixandre (Sevilla 1898 – Madrid 1984). Premio Nobel de Literatura en 1977. Aunque estudia
Derecho y Comercio dedica su vida a la poesía ya que su precaria salud apenas le deja hacer otra cosa, su obra
estuvo muy influida por el surrealismo. Define la poesía como "clarividente fusión del hombre con lo creado",
como "comunicación" antes que belleza, y el poeta es "una conciencia puesta en pie hasta el fin". Dis nguimos
tres etapas. El deseo de fusión del hombre con la naturaleza debido a su dolor y angus a existencia. De esta
etapa son las obras Espadas como labios (1927), La destrucción o el amor (1933) y Sombra del Paraíso
(publicado en 1944). La segunda etapa la inicia con Historia del corazón (1953) en el que el hombre descubre el
valor de la solidaridad y la compasión. En la tercera etapa, con Poemas de la consumación (1968) y Diálogos
del conocimiento (1974) abundan reflexiones filosóficas sobre el des no del hombre.
Luis Cernuda (Sevilla 1902 – México 1963). Este alumno de Pedro Salinas tendrá como tema principal de su
poesía el amor insa sfecho. La oposición entre el deseo de belleza y placer tropieza con la realidad vulgar y
asfixiante. De hecho, su obra la agrupó bajo el tulo La realidad y el deseo. Será un inadaptado. Inicialmente se
inspira en la poesía pura y clasicista en Perfil del aire. En su segunda etapa se inspirará en autores román cos
como Bécquer, Keats y Hölderlin y en el surrealismo en Los placeres prohibidos, y Donde habite el olvido –su
principal obra– donde trasluce con desolación sus problemas ín mos. En el exilio publicará Desolación de la
quimera, donde se produce un alejamiento total de su país.
EL TEATRO COMERCIAL
Jacinto Benavente es el dramaturgo que mejor explota los gustos del momento. Y aprendió después de la mala
acogida del público por su intento de renovación teatral con El nido ajeno (1894). Produce comedias de salón
o burguesas en las que hay una velada pero amable crí ca a los vicios y defectos sociales. Entre ellas destacan,
La noche del sábado (1903), Rosas de otoño (1905) y, su principal obra, Los intereses creados (1907), una
diver da farsa sobre la hipocresía social. Escribió también dramas rurales, como La malquerida (1913) y
Señora ama (1908). Recibió el Premio Nobel en 1922.
Un teatro poé co, en verso, también popular, es de carácter posromán co y modernista, en el que se exaltan
gestas del pasado. Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, conocido por la obra En Flandes se ha puesto el
sol (1910), y los hermanos Machado, autores de La Lola se va a los puertos (1929).
El teatro cómico costumbrista lleno de tópicos de una ideal Andalucía jovial y sen mental lo representan otros
hermanos, Joaquín y Sera n Álvarez Quintero con obras tan recordados como Las flores (1901), El genio
alegre (1906), Malvaloca (1912), Puebla de las mujeres (1912), Las de Caín (1908) y Mariquilla Terremoto
(1930). En Madrid triunfa Carlos Arniches con la revitalización del sainete, de ambiente madrileño y su habla
cas za, que inició con éxito con El santo de la Isidra (1898) y La cara de Dios (1899). Creó una variante que
denominó tragedia grotesca que con ene inquietudes regeneracionistas, sobresale La señorita de Trévelez
(1916). Un subgénero cómico, también popular, fue el astracán, pieza descabellada que busca la carcajada. La
obra más celebrada fue La Venganza de don Mendo de Pedro Muñoz Seca.
EL TEATRO RENOVADOR
Todavía no está el público preparado para una renovación en el teatro. Los intentos de crear un arte innovador
fracasan. Unamuno escribe Fedra, un drama de ideas un tanto denso; Azorín en Lo invisible experimenta con
lo simbólico; Gómez de la Serna escribe teatro para ser leído: Los medios seres. También algunos autores del
27 par cipan en la renovación incluyendo algunos elementos vanguardistas. Alber indaga en diversas
corrientes: en el surrealismo, con El hombre deshabitado, en el teatro poé co con El Adefesio y en una
literatura comprome da polí camente, con Fermín Galán. Miguel Hernández cul vará el teatro social según la
esté ca calderoniana en El labrador más libre. Otros autores que empiezan a escribir por estas fechas,
triunfarán más adelante, tras la guerra civil: serán Alejandro Casona, que conjuga humor y lirismo, Jardiel
Poncela y Miguel Mihura que jugarán con el humor absurdo.
Las dos figuras que brillan en la renovación del teatro son Valle-Inclán y García Lorca.
Ramón Mª del Valle-Inclán (pomposa adaptación de Ramón del Valle y Peña) tan conocido por su
estrambó ca vida como por crea vidad teatral. Nace, según él mismo declaraba, en A Pobra do Caramiñal
(aunque inscrito como natural de Vilanova de Arousa) y estudia Derecho en San ago de Compostela pero
pronto lo abandona para viajar por Méjico y llevar desde entonces una vida bohemia unida a la literatura. Su
carrera dramá ca se sitúa entre dos hitos: el modernismo y el esperpento. De la primera destacará la trilogía
Comedias bárbaras (Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de Plata), que sitúa la acción en una mí ca
Galicia rural. Del esperpento, una corrosiva crí ca a la sociedad española, a la que presenta como una
deformación grotesca de la civilización europea en su principal obra, Luces de Bohemia. En ella recrea las
trágicas úl mas horas de su bohemio amigo modernista Alejandro Sawa (en la obra, Max Estrella),
acompañado por miserable don La no de Hispalis, por la noche de un Madrid grotesco y esperpén co. Otras
obras del mismo es lo serán publicadas en años sucesivos: Los cuernos de don Friolera, La hija del capitán,
Martes de Carnaval y Las galas del difunto. Del resto de su variada producción destacamos: El Marqués de
Bradomín, una adaptación teatral de sus Sonatas de Otoño; la Farsa infan l de la cabeza del dragón, teatro
infan l animado por Benavente; Voces de gesta, una tragedia pastoril de inspiración carlista; Divinas palabras,
una tragicomedia ambientada en una aldea gallega que cierra un grupo de obras denominadas el ciclo mí co.
Desde 1927 ya no escribirá más teatro, probablemente por ser irrepresentables la mayoría de ellas, pues hasta
finales del siglo XX apenas las veremos en los teatros.
El abanderado del teatro de la generación del 27 es Federico García Lorca. Su primera obra de éxito es Marina
Pineda, un drama histórico de la heroína popular. Le seguirán La zapatera prodigiosa, una obra de amores y
desconfianza, y una obra de carácter surrealista, Así pasen cinco años. Pero serán en los dramas rurales, a
par r de 1933, en la úl ma parte de su vida, donde dejará sus obras inmortales. Tales son Bodas de sangre,
Yerma y La casa de Bernarda Alba. En ellas aúna sus conocimientos de los clásicos barrocos, la poesía lírica
popular, las tendencias vanguardistas y su peculiar concepción trágica de la vida. Tienen en común la condición
de la mujer en el mundo rural. Una novia que se escapa con su amante el día de la boda; una mujer que acusa
a su marido de la imposibilidad de quedar embarazada y una madre que obliga a una larga reclusión a sus
jóvenes hijas para guardar luto por su marido.
Antes de estas obras, tras la proclamación de la II República, Lorca dirigió "La Barraca", una compañía teatral
que viajaría por España acercando el teatro clásico de nuestros Siglos de Oro a los pueblos peninsulares.
En el teatro permanece la inocente comedia burguesa de corte benaven na (Jacinto Benavente y José María
Pemán) y el desarrollo del teatro de humor con Enrique Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro) y
Miguel Mihura (Tres sombreros de copa).
En 1949 estrena Antonio Buero Vallejo la obra Historia de una escalera que inicia un teatro realista preocupado
por los graves problemas humanos que ya será de corte existencialista en Escuadrón hacia la muerte de
Alfonso Sastre.
En la novela, el realismo social lo abre Cela con La colmena (donde imita el es lo de norteamericano John Dos
Passos en Manha an Transfer), El jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, Dos días de sep embre de Caballero
Bonald, Entre visillos de Carmen Mar n Gaite y El camino de Delibes.
La poesía comprome da y social pretende reflejar solidaria y crí camente la verdadera realidad del ser
humano, cambiar la sociedad y denunciar las injus cias. En Pido la paz y la palabra de Blas de Otero, Cantos
iberos de Gabriel Celaya y Cuanto sé de mí de José Hierro, en las que superan su angus a existencial y se abren
a los sufrimientos de los demás.
Pero pronto este po de poesía se empobrece y surge a finales de los 50 un nuevo grupo poé co que, sin
renunciar al compromiso social, se hace más in mista, se vuelca hacia el conocimiento del hombre y del
mundo («poesía de la experiencia») desde la ironía y cierto escep cismo. Los autores más destacados son:
Ángel González (Tratado de Urbanismo), Gil de Biedma (Poemas póstumos), Claudio Rodríguez (Don de la
ebriedad), Félix Grande (Blanco Spirituals), J. A. Goy solo, Valente, Carlos Barral.
Sigue triunfando el teatro comercial, pero junto a ella surge un teatro social de la mano de Buero Vallejo y
Alfonso Sastre iniciado unos años antes y que siguen con obras como Hoy es fiesta y La mordaza,
respec vamente. Como nuevos valores destacan Lauro Olmo y José María Recuerda.
En 1962 se publica Tiempo de silencio, novela experimental de Luis Mar n Santos, que dará el pistoletazo de
salida una nueva forma renovadora de creación literaria, compa ble con la denuncia social. En los años
siguientes crecerá el despego del realismo, presidido por nuevas influencias europeas (Proust, Ka a, Joyce) y
estadounidenses (Faulkner, Steinbeck, Dos Passos, Hemingway). Decisiva es la irrupción el «boom» de la nueva
novela hispanoamericana (García Márquez –Cien años de soledad–, Vargas Llosa –La ciudad y los perros–,
Cortázar, Borges, Rulfo), que ofreció nuevos modelos de inven va y de lenguaje.
Hacia 1970, se observan en todos los géneros tendencias «novísimas», caracterizadas por la experimentación
de las formas en todos los aspectos. Los contenidos, y en especial los sociales, importarán menos.
En la novela, además de la citada, tenemos Cinco horas con Mario de Delibes, La saga/fuga de J.B. de Torrente
Ballester, San Camilo 1936 de Cela, Úl mas tardes con Teresa de Juan Marsé, Señas de iden dad de Juan
Goy solo. No abandona la reflexión crí ca sobre la sociedad española, pero su presentación formal es
radicalmente novedosa. U liza un léxico riquísimo, lleno de invenciones y expresividad, y crea estructuras
narra vas complejas como el cambio de narrador, el mul perspec vismo, extensos monólogos interiores,
saltos temporales, etc.
En 1970 el crí co J. Mª Castellet publica la antología Nueve novísimos poetas españoles. De este tulo se cogió
el término «novísimos» para referirse a un joven grupo de poetas que no vivieron la guerra y crecen en una
España más abierta social y culturalmente. Influidos por poetas extranjeros, poetas del 27 (Aleixandre y
Cernuda) e hispanoamericanos (Octavio Paz y César Vallejo). Caracterizados por un es lo ecléc co en el que
mezclan temas y técnicas, de tono escép co, inconformista, cuidado por la esté ca (venecianismo), por los
aspectos formales (este cismo), gusto por el experimentalismo y el vanguardismo (escritura automá ca,
surrealismo), preocupación por el lenguaje. Destacan autores como Pere Gimferrer (Arde el mar), Colinas
(Sepulcro en Tarquinia), Vázquez Montalbán, Mar nez Sarrión, Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles, Leopoldo
Mª Panero, Félix de Azúa, Guillermo Carnero.
El teatro renovador surge en torno al año 1965 en el que los autores españoles abandonan el realismo y
comienzan a aplicar en sus obras las tendencias vanguardistas europeas y americanas que se venían
desarrollando durante este siglo. Buscan nuevas fórmulas y técnicas como el teatro épico al es lo de Bertolt
Brecht, teatro underground, teatro del absurdo, etc. Aparecen autores individuales como Fernando Arrabal
(con su teatro pánico, provocador y rebelde: El cementerio de automóviles o Pic-nic) y Francisco Nieva (teatro
furioso, de farsa y calamidad: La señora Tártara). Surgen los grupos de teatro independiente con una clara
intención renovadora (Els Joglars, Tábano, Los Goliardos, Teatro Experimental Independiente...).
A par r de 1975, y sobre todo en los años 80, parece adver rse una moderación de los experimentos y ya está,
en ciertos casos, un retorno a las formas tradicionales (aunque se prolongue formas vanguardistas). También
se aprecia un nuevo interés por los contenidos humanos, existenciales. En cualquier caso, hay menos consignas
ar s cas y las orientaciones de los jóvenes escritores son muy diversas.
En la novela se encuentra principalmente el afán con contar historias a la vieja usanza (interés por el
argumento, los contenidos sociales, históricos y polí cos, la descripción de ambientes), con leves toques
experimentales, y se prodigan los subgéneros narra vos (novela policíaca, histórica, fantás ca, negra, de
aventuras, etc.). Abre esta etapa La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza (un equilibrio entre
novela experimental y policíaca), autor también de La ciudad de los prodigios (una especie de historia
novelada). Novelas de subgénero policiaco encontramos en autores como Manuel Vázquez Montalbán (Los
mares del sur), Lorenzo Silva (El alquimista impaciente), Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa,
Plenilunio). Novelas subgénero histórico y de evasión: Arturo Pérez Reverte (El capitán Alatriste, La carta
esférica), Ma lde Asensi, Terenci Moix, Félix de Azúa, Javier Cercas (Soldados de Salamina). Novela tes monial
y existencial: Luis Landero (Juegos de la edad tardía), Ignacio Mar nez de Pisón (Carreteras secundarias), Javier
Marías, Juan José Millás, Manuel Vicent, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Mercedes Salisach, etc.
Aunque hay numerosas tendencias poé cas, en general se observa un cierto cansancio de los excesos
culturalistas y experimentales de los novísimos y la búsqueda de una poesía más personal e in mista. Las
tendencias y autores más importantes son: con nuación del vanguardismo y experimentalismo: Ullán;
refinamiento decaden sta (venecianismo): Pere Gimferrer; clasicismo: Luis Alberto de Cuenca; barroquismo:
Antonio Carvajal; neosurrealismo: Blanca Andreu; poesía del silencio o minimalista: Sánchez Robayna; nuevo
sen mentalismo: Luis García Montero; nueva épica: Mar nez Mesanza, Llamazares…
En el teatro desde 1975 nos encontramos, en contra de lo que se podría pensar con la llegada de la libertad,
un paula no alejamiento de público. Se repusieron obras de autores consagrados y la de autores silenciados
en épocas pasadas, pero la reacción del público fue muy fría. Como reacción se produjo un regreso a un teatro
neorrealista, más convencional y accesible entre los que destacan Antonio Gala (Anillos para una dama),
Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano), José Luis Alonso de Santos (La estanquera de
Vallecas o Bajarse al moro), José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!). También encontramos un teatro comercial,
heredero de la comedia burguesa (Alfonso Paso o Jaime de Armiñán), un teatro de compañías ins tucionales,
como el Centro Dramá co Nacional o la Compañía de Teatro Clásico que contribuyen a difundir el patrimonio
teatral histórico. Y un teatro de humor, nuevos autores, teatro musical y abundantes grupos teatrales
pequeños que se van abriendo paso en pequeñas salas.
Teatro:
– Tres sombreros de copa de Miguel Mihura.
– Eloísa está debajo de un almendro de Enrique Jardiel Poncela.
– Historia de una escalera y Las meninas de Antonio Buero Vallejo.
– Los cipreses mueren de pie de Alejandro Casona.
Poesía:
– Antología comentada de la poesía lírica española de Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada. Capítulo: Siglo XX.