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CHARLES H.

KAHN, El verbo griego ser y el concepto de Ser

Estoy involucrado en este trabajo con la base filológica de la ontología griega, es


decir, con la material prima que fue proporcionada para el análisis filosófico por el uso
ordinario y el significado del verbo εἶναι, “ser”. Aproximadamente, la pregunta es: ¿cómo
fueron guiados los filósofos griegos, o influenciados, en su formulación de las doctrinas del
Ser, por el uso pre-filosófico de este verbo que (junto con sus derivados nominales ὄν y

οὐσία) sirve para expresar el concepto de Ser en griego?


Antes de comenzar a discutir esta cuestión, me gustaría decir unas palabras sobre las
implicancias de esta forma de presentación. Doy por sentado que todo pensamiento está
condicionado en cierta medida por la estructura de la lengua en el que expresamos o
formulamos nuestros pensamientos, y que esto era particularmente cierto para los filósofos
griegos, que no conocieron otra lengua que la suya propia. Sin embargo, no asumo que
(como muchos críticos modernos parecen hacer) tal condicionamiento lingüístico es
necesariamente una limitación o desventaja. Una desventaja parcial puede ser que una
confusión lógica pueda surgir fácilmente en una lengua que sería imposible en otra. Pero un
filósofo –e incluso un filósofo que ignora otras lenguas- es siempre libre de hacer la
distinción que el idioma no tiene para él, así como es libre de ignorar una distinción
incorporada en el vocabulario o sintaxis del que habla, cuando no encuentra que este dato
lingüístico sea de importancia filosófica (un ejemplo familiar, a este respecto, de la libertad
de los filósofos griegos es la ironía que aparece en Sócrates cada vez que se refiere a la
práctica de Pródico de distinguir entre el significado de sinónimos cercanos). El hecho de
que la filosofía griega haya sido traducida fructíferamente a otras lenguas –en particular a
una lengua tan diferente como el árabe- sugiere que no es un lenguaje cerrado en un sentido
muy estrecho.
Por otra parte, está claro que cualquier lengua dada permite al hablante nativo
formular ciertas nociones, o hacer ciertas distinciones, más fácilmente y más
espontáneamente que otras. En esta medida, una lengua –me refiero a una lengua natural,
por supuesto- puede ser filosóficamente más adecuada que otra. En este sentido, me
permito sugerir que el griego antiguo es de todas las lenguas una de las más adecuadas, y
que la posesión de tal lengua fue de hecho la condición necesaria para el éxito de los
griegos en la creación de la lógica occidental y de la filosofía –y, sospecho, que también
para el éxito en la creación de la ciencia teorética y la matemática rigurosa, pero este
segundo punto podría ser más difícil de defender.
En todo caso, no tengo la intención de argüir acerca de los méritos superiores del
griego como lengua de la filosofía, ni mantener ninguna tesis general sobre la relación entre
el pensamiento filosófico y la estructura de una lengua determinada. Menciono estas
grandes cuestiones sólo para dejar en claro que deseo dejarlas abiertas. Todo lo que espero
demostrar es que algunas características del uso y significado de εἶναι, -características que
son menos visibles o totalmente ausentes para el verbo “ser” en la mayoría de las lenguas
modernas- pueden arrojar luz sobre las doctrinas ontológicas de los griegos llevando a cabo
el pleno significado, y las presuposiciones no declaradas, de los conceptos expresados por
ἐστι, εἶναι, ὄν y οὐσία. En otras palabras, me propongo utilizar el material filosófico de
una manera puramente instrumental, no como un bastón con el cual golpear a los antiguos
pensadores por haber ignorado las distinciones que damos por sentado, sino como una
herramienta para la comprensión más adecuada de las doctrinas griegas desde su propio
punto de vista, incluyendo aquellas ideas que los griegos podrían tomar por sentado, pero
que nos inclinamos a ignorar.
No resulta necesario hacer hincapié en qué tan importante ha sido el papel que el
concepto de Ser ha jugado en la tradición filosófica, que se extiende desde la antigüedad
hasta la Edad Media, pasando por el pensamiento moderno. A excepción tal vez del
concepto de Naturaleza, sería difícil mencionar una idea filosófica que haya gozado de una
influencia comparable. El concepto de Ser está todavía muy vivo hoy día, al menos en la
filosofía alemana: un testigo es el intensivo estudio de Heidegger de lo que él mismo llamó
la Seinsfrage, y la reciente definición de Gottfried Martins de “Allgemeine Metaphisik” por
referencia a la pregunta clásica: Was ist das Sein? Sin embargo, no podemos eludir el hecho
de que, en la filosofía inglesa y en todo caso americana, el concepto de Ser es
probablemente considerado con gran suspicacia, como un pseudo-concepto o una mera
confusión de varias ideas distintas. La distinción más obvia que parece ser ignorada
respecto de la noción de ser es la que se da entre la existencia y la predicación. El lógico
podrá ir más lejos, y señalar que la palabra “es” significa una cosa cuando representa el
cuantificador existencial, otra cuando representa la inclusión de clases o de pertenencia a
una clase, otra cuando representa la identidad, y así sucesivamente.
Debería dejar de lado las distinciones basadas en la lógica de clases y en la estricta
noción de identidad (que se rige por la ley de Leibniz), porque no puedo encontrar esta
distinción reflejada o referida al uso actual del verbo ser en griego o también en inglés para
el caso.1Pero la distinción entre el “es” de existencia y el “es” de predicación está ahora
muy bien establecido en nuestro propio pensamiento y también en el uso de nuestro
lenguaje que no puede ser ignorado en una discusión del Ser. Comienzo, por lo tanto, con la
afirmación clásica de esta distinción por John Stuart Mill, quien afirmó que “muchos
volúmenes podrían ser llenados con las frívolas especulaciones sobre la naturaleza del
ser… que han surgido con vista a este doble significado de la palabra ser; de suponer que
cuando significa existir y cuando significa ser algo específico, como ser un hombre,…ser
visto o dicho de,…incluso ser una nulidad, debe aun así, en el fondo, responder a la misma
idea… La niebla que se levantó de este sitio estrecho se difundió ella misma en un período
temprano sobre toda la superficie de la metafísica.” (Logic I, iv. i)
La distinción de Mill no sólo fue construida dentro del simbolismo de la lógica
moderna; también fue extraída, con notable unanimidad, de las gramáticas descriptivas
estándares de griego antiguo. Aunque la distinción era casi nueva para Mill, ahora se ha
convertido en tradicional.2 No puedo encontrar ninguna evidencia de tal distinción en el uso
de los autores clásicos, que pasar alegremente de ida y de vuelta entre los usos que
podríamos identificar como existencial y copulativo. He visto a los exégetas surcando su
frente sobre la cuestión de si Platón en un determinado pasaje del Sofista nos indica tomar
einai en un sentido existencial o copulativo, mientras que en realidad no muestra signos de
querer enfrentarnos con cualquier elección.
Pero hay una desventaja teórica más grave en la tradicional dicotomía entre el uso
existencial y el predicativo del verbo “ser”. Confunde una genuina distinción sintáctica –
entre las construcciones absoluta y predicativa del verbo- con el contraste semántico
adicional entre el significado “existir” y algún otro significado o ausencia de significado.
1
- Por supuesto, los dos idiomas tienen dispositivos para hacer estas distinciones pero dependen del uso de los
artículos definidos e indefinidos más que sobre el verbo. El griego es notablemente más libre que el inglés en
el uso u omisión de ambos artículos.
2
- Mill creía que su padre fue “el primero que caracterizó claramente la ambigüedad” (loc.cit.). Véase
también los comentarios del joven Mill en la segunda edición de James Mill, Analysis of the Phenomena of
the Human Mind (1869), I, 182, n. 54.
Esta fusión de un criterio sintáctico y uno semántico en una sola antítesis podría justificarse
sólo si hubiese habido una correlación directa entre los dos, i.e. sólo si (1) el uso absoluto
del verbo es siempre en un sentido existencial, y (2) el verbo “ser” en la construcción
predicativa está siempre desprovisto de sentido, sirviendo como un dispositivo meramente
formal o gramatical para vincular el predicado con el sujeto. Pero estas suposiciones me
parecen dudosas para el inglés y falsas para el griego. En inglés la idea existencial es
expresada con la locución especial “hay” y no sólo con el verbo “ser”. Una frase como
“Pienso, luego existo” (“I think therefore I am”) sólo es posible en filosofía o en poesía. Por
otra parte, hay vestigios claros de un uso absoluto que no es estrictamente existencial:
¿Cuándo será? (“When will it be?” = “ocurrir”); “Dejar ser” (“Let be”= “permanecer como
es”, “continuar siendo”); pero tales usos son marginales en comparación a la prevalencia
universal del uso copulativo del verbo “ser” con predicados nominales, adjetivos y frases
preposicionales. En términos históricos se puede decir que la regla de que cada sentencia
debe tener un verbo finito ha dado lugar a tal expansión del uso predicativo de “ser” que el
uso original del verbo, semánticamente más completo, ha sido oscurecido o perdido. Pero
esta decadencia del uso absoluto en la mayoría de las lenguas modernas puede dar una falsa
idea del alcance original y la fuerza del verbo. En griego, por el contrario, cuando la
construcción absoluta “ser” está en pleno vigor, no significa necesariamente “existir”
(como veremos). Por otra parte, ya que los predicados no verbales en griego no requieren
automáticamente un copulativo ἐστι, la tendencia hacia un uso puramente formal del
verbo, carente de contenido semántico, no es tan anticipada. Como el verbo copulativo
nunca es obligatorio, puede ser utilizado con una cierta variedad de matices semánticos.
Mi posición, entonces, es que esta dicotomía planteada por Mill es aplicable al
griego sólo como una distinción sintáctica entre la construcción absoluta y la predicativa, y
que incluso desde el punto de vista de la sintaxis la distinción no es tan fácil de definir
como podría suponerse. Pero, semánticamente, la distinción es peor que inútil, porque nos
conduce a tomar por sentado la idea de existencia como el significado básico del verbo
griego. Ahora si por la palabra existencia significamos una simple expresión que
normalmente podríamos traducir por “hay”, entonces queda claro que el verbo griego ἐστι
a menudo tiene este sentido. Pero si entendemos “hay” como representando el concepto
unívoco de existencia para el sujeto de predicación, a diferencia del contenido de la propia
predicación –a diferencia de la “esencia” del sujeto o del tipo de cosa que es (como a
menudo hacemos, por ejemplo, cuando leemos el cuantificador existencial “(∃x)” como
“hay algo de lo que sigue que es cierto”)- si esta posición generalizada de un sujeto como
“real” es lo que entendemos por existencia, entonces me inclinaría a rechazar que tal noción
puede ser aceptada como base para comprender el significado del verbo griego. Al
contrario, sugiero que un análisis más cuidado de la noción griega de Ser podría
provocarnos algunas dudas respecto de la claridad y auto-evidencia de nuestro familiar
concepto de existencia.
Permítaseme citar una evidencia de lo que puede ser un reclamo más bien
escandaloso que los griegos no tenían nuestra noción de existencia. En el capítulo de su
léxico filosófico dedicado al tema del “ser” o “que es” τὸ ὄν (Met. Delta 7), Aristóteles
distingue cuatro sentidos básicos de “ser” en griego:
1. ser per accidens, o predicación aleatoria (o al azar, i.e. “X es Y”, sin considerar el
estatus lógico del sujeto y el predicado).
2. ser per se, o predicación en una forma lógica buena según el esquema de las
categorías (e.g. cuando la cualidad es predicada de una sustancia). Aquí εἶναι se
dice que tiene la mayor cantidad de sentidos como tantas categorías hay, y
Aristóteles señala que una construcción con “ser” puede sustituirse por cualquier
verbo finito, e.g. “él está caminado” por “él camina”.
3. εἶναι y ἐστί pueden significar “es verdad” y el significado negativo “es falso”. Un
ejemplo es “Sócrates es musical”, si uno dice esto (con énfasis) porque es verdad.
4. Finalmente, “ser” puede significar tanto ser en potencia como ser en acto. “Porque
decimos que algo está viendo tanto cuando está potencialmente viendo (capaz de
vista) y cuando está actualmente viendo.”
El procedimiento de Aristóteles no es aquí puramente léxico: está analizando el uso
ordinario a la luz de sus concepciones filosóficas. Pero mi posición es que ni el propio
esquema conceptual de Aristóteles ni el uso normal del verbo le obliga a hacer ningún lugar
para el sentido de εἶναι que podríamos reconocer como distintivamente existencial.
Además, en cada uno de los ejemplos de Aristóteles el verbo se interpreta como
predicativo, a pesar de que el tema general del capítulo se da en forma absoluta, “que es”. 3
La distinción sintáctica entre la construcción predicativa y absoluta es aquí tratada sin
ninguna importancia.
Como segundo ejemplo de la diferencia existente entre la noción griega de “ser” y
nuestra noción de existencia, tomaré la frase inicial del trabajo de Protágoras En la Verdad:
“El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en cuanto son, de las que no
son, en cuanto no son” (τῶν μὲν ὄντων ὡς ἔστιν, τῶν δὲ οὐκ ὄντων ὡς οὐκ ἔστιν).
Este es un uso significativo y enfático del verbo tal como el griego puede ofrecer. Ya que la
construcción es absoluta, podríamos inclinarnos a interpretar el verbo aquí como
existencial. Pero hay dos dificultades en el camino de esta interpretación. En primer lugar,
Protágoras claramente se propone hacer del hombre la medida de todas las cosas, i.e. de
todas las cosas de hecho o presunto hecho, no simples preguntas de existencia. Su
declaración es más apropiada que la frase inicial de un trabajo sobre la verdad si le damos
al verbo un sentido muy general: “el hombre es la medida de lo que es el caso, que es el
caso, y de lo que no es tanto, que no es tanto.” La segunda objeción para entender el verbo
como existencial está en Platón, cuando cita esta sentencia en el Theaetetus, que
inmediatamente pasa a explicar por medio de la construcción predicativa: “ya que cada
cosa que me parece, tal es para mí; como te parece a ti, es para ti” (οἷα ἐμοὶ φαίνεται,

τοιαῦτα ἔστιν ἐμοί). Y lo ilustra con el ejemplo del viento que para un hombre es frío,
pero no lo es para otro. Ano ser que Platón esté tergiversando radicalmente

3
- ¿Cómo podría el sentido existencial caber en el análisis de Aristóteles? Hay dos posibilidades: (1) en el uso
categorial de las sustancias primeras, que “son” en el sentido más fundamental y (2) en el uso de εἶναι para
la potencia y el acto. Pero la categoría de sustancia es actualmente referida por la fórmula de “esencia”: τί
ἐστί (1017 A 25), mientras que la distinción potencia- acto puede aplicarse a todo tipo de predicación. Uno
de los ejemplos de potencia es la localización, y se aproxima a nuestro existencial, como se verá más abajo:
“la estatua de Hermes es (está hecha) –potencialmente- en piedra”.
La moderna distinción entre verbo cópula y de existencia es realmente bastante irrelevante en el análisis de
Met. Delta 7. Pero hay otros pasajes de Aristóteles que requieren un estudio más cuidadoso acerca de esta
relación. Por ejemplo, Aristóteles (como Platón antes que él) reconoció la posibilidad de la falacia sofística
envuelta en el cambio de la construcción predicativa a la absoluta, de εἶναι τι a ἁπῶς εἶναι (Sofista, 167A2;
De Int., 21A 18-28; cf. Met. 1030A 25-27). Esto condujo a Grote a afirmar que Aristóteles se había anticipado
al descubrimiento de Mill de “las dos funciones distintas del verbo sustantivo”; v. su Aristotle (3rd ed.
London 1883). Desde que sostengo que la distinción de Mill es errónea (al menos para los griegos), no me
inclino a reclamarla para Aristóteles. Para ἁπλῶς εἶναι en Aristóteles, v. la Posdata.
El concepto medieval-moderno de cópula tiene sus raíces históricas en De Int. 16B 22-25 y 19B 19-22, pero
no creo que nuestra cópula sea la que Aristóteles mismo tenía en mente. Acerca de esta postura, se pide mayor
discusión.

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