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Lenguaje y formación de conceptos.

Tanto en las teorías platónicas como aristotélicas del lenguaje confirman que la formación de
conceptos no se sigue en orden de la esencia, sino que en la mayoría de casos nos vienen
dados por accidentes o relaciones. Para la formación de un concepto ponemos fijación sobre
los accidentes, lo cual como ya divisaba santo Tomás permite una infinitud del espíritu en
tanto que es libre de revisar continuamente la referencia y lo referido. Si tomamos al
pensamiento como un proceso de explicación del lenguaje sale a luz un rendimiento lógico
del lenguaje que no relaciona al entendimiento con las cosas tal como lo haría un espíritu
infinito. El que la conceptualización responda a una estructura lógica es una verdad
puramente relativa. En medio de la penetración de la teología cristiana por la idea griega de
lógica germina de hecho en algo nuevo: el medio del lenguaje, en el que llega a su plena
verdad el carácter de mediación inherente al acontecer de la encarnación. ​La cristología de
esta forma media entre un espíritu infinito divino y uno finito humano. Aquí encontrará su
fundamento lo que Gadamer considera <<experiencia hermenéutica>>.
Retomando la conceptualización natural de la palabras Gadamer considera que cuando una
persona utiliza una palabra que posee un significado previo no asume la generalidad de ésta,
sino que todo decirse se enfoca lo particular, y aquél que habla, todo lo que dice participa de
la particularidad de las circunstancias que tiene ante él. Lo importante es que cada vez que
usamos una palabra particular referida a un concepto general nos damos la capacidad de
deformar dicho concepto, y por ello la mejora de este ya que es asumido desde más
perspectivas. En este sentido Gadamer considera que falla el esquema clásico de la
abstracción e inducción que tratan de volver al lenguaje algo basado puramente en la lógica.
Estas teorías no son completamente efectivas, pues si bien por ejemplo al hablar de lo que es
denominado aristotelicamente como especie no tiene por qué asumir una generalidad
específica, no se refiere a algo común. Los conceptos están dados a la transformación por la
particularidad, en las semejanzas es donde encuentra su fundamento la conceptualización, en
la labor de la conciencia lingüística para elaborar palabras que puedan caer sobre muchas
cosas en una sola.
Si atendemos a la teoría platónica del lenguaje observamos que la formación del lenguaje
parece seguir la tendencia natural. Platón lo que hace realmente es poner a la verdad fuera del
lenguaje, en el mundo de las ideas, pero asume que el lenguaje es completamente necesario
para alcanzar la verdad, pero es superable en las fases del conocimiento. Por otro lado del
mismo modo que las palabras alcanzan su univocidad en el habla, las ideas sólo pueden ser
conocidas conociendo ya el todo de la estructura del mundo de las ideas, tal es la tesis del
Parménides platónico. Esto nos lleva a la pregunta de si para conocer una única idea habría
que conocerlas ya todas, pues el todo no puede ser posterior a la parte.
Por otro lado, gracias a Speusipo, discípulo de platón, nos ha llegado a día de hoy la analogía
como base de la doctrina platónica del lenguaje donde se intenta buscar
comunidad/proporcionalidad entre las cosas, siendo esto clave para la formación de
conceptos. Esto no solo tiene un fundamento lógico sino que se refiere al metaforismo
fundamental de la formación del lenguaje. De este modo, podemos entender esto con
Aristóteles diciendo que hacer bien las metáforas es percibir bien las relaciones de
semejanza. ​Aristóteles por su parte a lo que otorga mayor importancia es al modo de cómo se
hace visible en el hablar sobre las cosas el orden de éstas. La conceptuación no puede ser
meramente filosófica, sino que apunta varias direcciones, de hecho podemos ver esta
formación de conceptos en el proceso de aprendizaje de los niños. Aristóteles ve importante
desmitificar la doctrina platónica del habla y ello es la base para crear su tratado de lógica y,
a pesar de de hacer una apropiación del mundo mediante las categorías de la lógica
intentando salvar al lenguaje de cualquier contingencia, también se ve implícitamente
marcado por la unión entre lenguaje y pensamiento.
Para Aristóteles las palabras designan las cosas y se convierten en símbolos , de modo que
estos signos son por convención. Sin embargo estos signos son por convención en un sentido
laxo, ya que no se refiere en ningún momento a la génesis del lenguaje, sino al haber llegado
por convención de lo correcto al uso de las palabras en tanto que hay fundamento de
comunidad, de modo que sólo atiende al ser del lenguaje y no a su formación. De esta forma
Aristóteles deja abierta la pregunta de la formación de los conceptos, concibiendo que esta
formación natural ya está siempre en acción; por ello, la conceptuación lingüística es libre..
Así, lo que en la experiencia se detecta como común entre lo que sale uno al encuentro y lo
que se erige en la generalidad, tiene un carácter natural que es necesario para la formación
científica pero que es anterior a ésta. Rechaza tras esto Aristóteles la doctrina de lo común de
Speusipo y la doctrina dialéctica de Platón. Sin embargo, no hay que olvidar las pretensiones
aristotélicas de subsumir el lenguaje bajo la lógica, de modo que aleje todo lo figurado de la
palabra y se mantenga sólo el significado propio.
Hasta la lógica estoica no surgió una concepción más aguda acerca del lenguaje. Esta lógica
habla de significados incorpóreos por medio de los cuales se realiza el hablar sobre las cosas.
Quedan los significados como una especie de espacio donde se ordenan las cosas. Esto solo
es posible alterando la unión entre el hablar y el pensar. Sitúa a este pensar Gadamer con el
surgimiento de las ciencias por lo que hay que remontarse al inicio de la antigua Grecia. En la
formación de conceptos para ámbitos como la música o la física se mide un campo de
objetividades racionales a las que ya no cabe llamar palabras en sentido auténtico. Cada vez
que una palabra sume la mera función de signo posee un carácter puramente instrumental en
el nexo entre lenguaje y pensamiento. Esta relación transformada entre palabra y signo
subyace a la formación de los conceptos de la ciencia en su conjunto. Este proceso se ha
vuelto tan lógico para nosotros que hemos de hacer una rememoración artificial para
hacernos a la idea que junto al ideal científico de las designaciones unívocas, la vida natural
del lenguaje aparece inalterable.
De esta manera considera Gadamer que en la filosofía medieval hay algo que no se daba en la
teoría griega del lenguaje: la unión entre la palabra y el pensamiento, lo cual se ve reflejado
en la doctrina de la palabra en la santísima trinidad. Sin embargo, hemos de recordar el giro
que supone la distinción entre la palabra humana y la divina donde el problema del lenguaje
cobra su máxima expresión. Esta problemática surge a través de lo común entre lo creador
del ser divino y humano y el máximo representante es Nicolás de Cusa. Esta comunión
posee sus límites que ya han quedado reflejados en las diferencias entre la palabra divina y la
humana. Por otro lado la creación divina no asume una temporalidad secuencial de días de la
creación, mientras que el pensamiento del ser humano solo se hace patente en la
secuencialidad (aunque no se reduce solo a lo temporal). Al igual que con la enumeración en
la mente humana que no se sigue por la secuencialidad sino por movimientos de razón, la
generación de palabras corre la misma suerte. De este modo en Nicolás de Cusa no hay una
separación entre palabra y espíritu, siendo eso lo que lo distancia a él y los teólogos de la
teorías platónicas y neoplatónicas.
Así Gadamer considera que la disolución nominalista genera un significado positivo en el que
se pueden articular las cosas de distintas formas según sus coincidencias y diferencias. De
este modo considerando que no es la naturaleza la que legitima el lenguaje sino que se refiere
esto último más bien a la superioridad denominadora del hombre, las lenguas históricas
aparecerán como una lógica de la experiencia, de una experiencia histórica. Antes de los
términos científicos, las palabras de las lenguas naturales donde se basan los primeros no
poseen un carácter entonces de continua corrección hacia un lenguaje perfectamente lógico,
sino que las el uso de las palabras y su significado variará según el contexto de una
determinada comunidad de hablantes en tanto que sus intereses determinen las palabras.
Considera por otro lado que el planteo metodológico antiguo sobre que cada palabra en
último término se puede ver representado por otro de una lengua distinta tiene un sentido
metodológicamente correcto según Gadamer. Sin embargo, en este pensamiento del Cusano
no se hace referencia en ningún momento a un lenguaje originario anterior a la confusión de
lenguas planteada desde la Biblia, sino que atiende más bien a la imprecisión del intelecto
humano. En este sentido no es que las palabras sean imprecisas en expresión respecto de otras
lenguas, sino que atiende a la contemplación objetiva y de la conceptuación siguiente que es
imprecisa por el propio intelecto, sin por ello excluir la posibilidad de que la palabra refleje la
cosa misma. Para superar esta imprecisión habría que poseer el entendimiento infinito donde
sólo existe el indecible verbo divino que se refleja en todo. Sin embargo lo que interesa al
criatiano platónico es la coincidencia con Dios más que su diferencia atendiendo sólo a lo
objetivo que se refleja en el lenguaje y no al lenguaje como algo connatural del conocimiento.

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