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Consigna: Explicar qué consecuencias saca Burke, para su teoría del gusto, de la

siguiente tesis: “…la manera de percibir objetos externos es la misma en todos los
hombres…”.

Una de las temáticas capitales de la reflexión estética del siglo XVIII ha sido la
determinación del concepto de gusto. En esta época se elabora un modelo de
conocimiento filosófico que pretende la adecuación de la multiplicidad de lo real a una
regla natural, partiendo de la observación directa de fenómenos hasta alcanzar
principios comunes. Y éste ha sido el principal objetivo que Burke persigue en su obra
de 1757 (A Philosophical Enquiry into the Origin of our Ideas of the Sublime and
Beautiful): encontrar unos principios que permitan razonar sobre cuestiones vinculadas
al gusto con la misma certeza con la que se discutía sobre cuestiones vinculadas a la
razón.
Afín a este contexto, puede decirse que la consecuencia fundamental que se
deriva de la citada tesis de Burke, para la conformación de su teoría del gusto, es la
afirmación de la existencia de ciertos principios del gusto –es decir, lo que Hume
denomina un criterio o norma del gusto–, que son naturalmente comunes en todos los
hombres (i.e., para todos los hombres normales en condiciones normales). En efecto,
todas las ideas de cualidades secundarias que actúan en la sensación a través de las
cualidades primarias son, según Burke, naturalmente iguales en todos los hombres; no
obstante ello, la diversificación de los gustos proviene de alteraciones provocadas por el
hábito y/o por otras causas –e.g. el mal funcionamiento de determinados órganos
sensoriales–. En tal sentido, para el filósofo irlandés la diversificación de gustos sería el
resultado de la adaptación gradual a un gusto por los efectos que éste produce a causa
del uso frecuente, es decir, como consecuencia de la costumbre. Desde esta perspectiva,
el hallazgo de estos principios naturales y comunes a todos los hombres le ha servido al
filósofo para solucionar el problema del subjetivismo propio de este período –
subjetivismo que considera el gusto como algo interno al sujeto y que lleva a una
consideración individual de la experiencia estética– sin caer en un absoluto relativismo.
Para evitar la arbitrariedad debió considerar al gusto como un sentido común, mediante
el cual se cimenta la pretensión de universalidad de los juicios estéticos.
Sintetizado en otras palabras, el filósofo formado en el Trinity College de Dublín
sostiene que existe una concordancia entre las percepciones humanas y que los efectos
que éstas producen son experimentados de la misma forma por todos los seres humanos.
Pero, si bien la sensibilidad es una disposición natural, la mayor o menor rectitud del
juicio en las artes quedará condicionada por el grado de sensibilidad que experimenta
cada individuo respecto de un objeto.
Otra consecuencia que se deriva de la tesis burkeana es la de una afinidad
existente en la imaginación humana. Para Burke la mente sólo tiene el poder de
transformar las primeras impresiones obtenidas de objetos reales en imágenes, dando
lugar a las representaciones. Por tanto, la imaginación no puede producir objetos ex
nihilo, puesto que siempre necesita contar con el material de la experiencia sensible. De
modo que la imaginación sólo puede variar la disposición de ideas provenientes de los
sentidos, ideas que derivan de una impresión natural original, por lo que debe existir una
concordancia estrecha entre la imaginación de los hombres, así como también la hay
entre los sentidos. En efecto, Burke considera que la facultad del gusto se ve
influenciada por los órganos de los sentidos y la imaginación y, debido a que tales
capacidades sensoriales e imaginativas son fundamentalmente idénticas en todos los
seres humanos, la capacidad de sentir placer o displacer frente a un objeto se encuentra
presente en todos los hombres por igual.

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