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El balance narcisista, un modelo multidimensional con

implicaciones para la elección de foco terapéutico


Publicado en la revista nº057
Autor: Bleichmar, Hugo

Para citar este artículo: Bleichmar, H. (Febrero, 2018) El balance narcisista, un modelo multidimensional con implicaciones para la
elección de foco terapéutico. Aperturas Psicoanalíticas, 57. Recuperado de: http://www.aperturas.org/articulos.php?
id=0001003&a=El-balance-narcisista-un-modelo-multidimensional-con-implicaciones-para-la-eleccion-de-foco-terapeutico

Para vincular a este artículo: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0001003&a=El-balance-narcisista-un-modelo-


multidimensional-con-implicaciones-para-la-eleccion-de-foco-terapeutico

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Resumen

En este artículo (1) se presenta un modelo integrador que considera múltiples factores que


intervienen en determinar el balance narcisista, es decir, el grado de satisfacción o de
insatisfacción que cada persona tiene consigo mismo. La utilidad del modelo reside en que
permitiría una psicoterapia más específica en la cual terapeuta y paciente pueden seleccionar
focos de intervención de acuerdo a cuál factor sería el más relevante para cada paciente o para
cada momento del tratamiento.

Palabras clave

Narcisismo, self, superyó, recursos yoicos, sentido de realidad

Abstract

In this paper (1), we are presenting an integrationist model that incorporates the multiple variables
that factor into the maintenance of narcissistic balance, that is to say, the level of satisfaction or
dissatisfaction that each person has with him or herself. The utility of the model resides in its
potential for providing more individually-tailored psychotherapy, in which the therapist and patient
focus on the factor(s) that is/are most relevant for the particular patient, or for a particular moment
of time within the treatment.

Keywords

Narcissism, self, superego, ego resources, sense of reality

Introducción

En este trabajo presentaré un modelo que describe múltiples dimensiones que


interjuegan para dar como resultado el balance narcisista; es decir, el estado de
bienestar o malestar, de satisfacción o insatisfacción que cada uno tiene consigo
mismo. La finalidad del modelo es que nos sirva para que en psicoterapia no nos
restrinjamos a trabajar solamente en un sector de las dimensiones que determinan
el balance narcisista, por ejemplo en las representaciones que alguien tiene de sí
mismo.
El modelo propuesto no hubiera sido posible sin los aportes, a los que trata de
integrar, de lo que el psicoanálisis ha proporcionado al conocimiento del
narcisismo, empezando por Freud. La bibliografía siguiente, a la que quiero
prestar reconocimiento, es sólo una muestra, por razones razones de espacio, de
algunos trabajos que considero que más me influyeron pero que no hace justicia a
la extensa producción psicoanalítica, baste dejar constancia que en la base PEP
de psicoanálisis hay 476 trabajos sobre el narcisismo (Bibring, 1953; Blatt,
Quinlan, Chevron, McDonald y  Zuroff, 1982; Freud, 1914/1992; Joffe y Sandler,
1965; Kernberg, 1975, 1986; Kohut, 1971, 1972; Lagache, 1958; Ornstein, 1998;
Orth y Luciano, 2015; Rado, 1951). Respecto a la evaluación del narcisismo:
(Donnellan, Ackerman y  Brecheen, 2015; Miller, Gentile, Wilson y  Campbell,
2013; Miller, Widiger y  Campbell, 2014; Pincus, Cain y  Wright, 2014; Pincus y
Lukowitsky, 2010; Russ, Shedler, Bradley y Westen, 2008).

El diagrama que incluyo nos facilitará examinar en detalle las condiciones que
determinan el balance narcisista.
 
Detengámonos en el centro del diagrama. Tenemos 4 condiciones:
representaciones del self, nivel de ambiciones e ideales, severidad de la
conciencia crítica (superyó), y nivel de recursos yoicos.

Lo que quiero destacar es que el resultado final, lo que he llamado balance


narcisista, resulta no de un estado de uno u otro de esos factores sino del
interjuego de los mismos. Alguien puede tener, pongamos por caso,
representaciones básicas de sí mismo llamémoslas “aceptables” en las diferentes
áreas de la representación de sí mismo –evaluación de su físico, de su
inteligencia, de su ética, etc.-, esas representaciones no son ni desvalorizantes ni
euforizantes de por sí. Sin embargo, si sus aspiraciones, sus ideales, sus metas
son excesivamente elevadas, sentirá una tensión, un sentimiento de que no es lo
que quisiera. Aun así, eso no basta, cuántos de nosotros sentimos esa disparidad
y vivimos con ella sin excesivo malestar; pero si a eso se le agrega un superyó
severo, exigente, incluso sádico que reprocha, que no tolera las imperfecciones,
entonces la persona caerá en balance narcisista negativo.

Hay, además, otra condición que interviene: el nivel de rescursos yoicos, es decir,
capacidades instrumentales prácticas, habilidades intersubjetivas para promover
en los demás una respuesta positiva. Alguien podrá tener elevadas ambiciones
pero si tiene los recursos yoicos para ir satisfaciéndolas, podrá estar balanceado.

Lo anterior permite entender el porqué de la insistencia en hablar del interjuego de


las dimensiones que se encuentran en el centro del diagrama, ninguna de ellas es
de por sí suficiente, sino que es la interacción de las mismas lo que empuja el
balance narcisista en una u otra dirección.

Esto tiene consecuencias para la psicoterapia. Habitualmente se centra en la


imagen que alguien tiene de sí mismo como si fuera el factor único o principal del
estado narcisista, en las representaciones que fue adquiriendo de sí, en los
mensajes parentales, en las identificaciones con lo que sus padres pensaban de sí
mismos, en las experiencias que fueron positivas o negativas para su narcisismo.
No cabe duda que eso cuenta y, en algunos casos, de manera decisiva. Pero de
poco sirve tratar de modificar esas representaciones si el problema reside en un
superyó cruel, en el autoodio resultado de la incorporación de una forma de
relacionarse consigo mismo que es la que los padres tenían con el niño/a. Haga lo
que haga la persona, el autoodio encontrará la excusa para atacarse, para
rebajarse. El estado emocional de autoodio precede a los juicios particulares que
el sujeto irá haciendo de sí. Así como un padre o una madre que odia a su hijo/a
encontrará la forma de hacerlo sentir mal, el superyó sádico encontrará el
argumento para la autodescalificación. Por tanto, en este caso, el foco terapéutico
será el análisis del superyó y no simplemente el tratar de desentrañar las
imágenes que alguien tiene de sí mismo como si éstas fueran una especie de
depósito inmutable.

La realidad exterior, la intersubjetividad

Antes de seguir quisiera destacar un hecho: el balance narcisista es algo


dinámico, nunca estable, va variando de acuerdo a condiciones exteriores, al azar
de los momentos de la vida, de la gente con la cual interactuemos. Si tenemos la
felicidad de encontrarnos con una pareja “kohutiana”, y somos del tipo de
personalidad que Blatt (Blatt, Quinlan, Chevron, McDonald y Zurof, 1982)
denominó “anaclítica”, o Beck (1967) “sociotrópica”, es decir sensibles a lo que los
demás nos devuelvan como imagen de nosotros, entonces podremos ser
compensados en el balance narcisista.

La infancia es muy importante, pero lo que le vaya a uno sucediendo día tras día
también cuenta y, a veces, de manera decisiva. Si uno tiene un fracaso
importante, si lo deja la pareja, si pierde el trabajo y entra en un desempleo
prolongado, si hay traumas narcisistas, si suceden ese tipo de cosas, habrá una
mella en la autoestima. De modo que, si bien es importante aquello que uno
adquiere desde niño, es evidente que eso es un primer núcleo pero que
dependerá de que seamos capaces en las sucesivas etapas de nuestra vida de ir
logrando lo que para cada una de esas etapas resulta importante. Por ejemplo, en
la adolescencia, la habilidad para promover en el otro el efecto deseado, para
obtener la respuesta amorosa que se busca. Recordemos la teoría de Erik Erikson
(1959) sobre la evolución de la identidad, que afirma que ésta va variando a lo
largo de la vida de acuerdo a lo que en cada etapa sean los requerimientos
psicológicos y sociales. Por ejemplo, supongamos una mujer que tiene una buena
autoestima en su infancia, adolescencia, en la temprana juventud y que tiene
como ideal fuerte -casi piedra angular de su sentimiento de valía- la maternidad. Si
por alguna circunstancia eso no se logra, y ese ideal se va reforzando cada vez
más, la consecuencia será el sentimiento de fracaso.

Lo anterior obliga a una ampliación del modelo: los 4 factores que vimos como el
núcleo central del diagrama representan una perspectiva intrapsíquica, un examen
de los factores internos. Pero las vicisitudes de la realidad cuentan; de ahí que en
la parte derecha del diagrama aparezca la realidad externa, incluido el papel de la
intersubjetividad, lo que el encuentro con el otro/a va generando.

Nuevamente esto tiene consecuencias para la psicoterapia: si la perturbación del


balance narcisista resulta del sometimiento a vínculos tóxicos, éste será el foco
pero entendiéndolo no como algo simplemente exterior que le pasa a la persona,
como si fuera una tormenta o un terremoto, sino vinculándolo a su historia, a sus
necesidades motivacionales –apego, autoconservación, regulación psicobiológica,
etc.-, a sus temores, al uso defensivo del otro por uno de los sistemas
motivacionales, el de la autoconservación por ejemplo, aunque perturbe a otro, el
del narcisismo. O sea, nuevo y complejo interjuego, ahora entre lo interno y lo
externo. A esto es a lo que tenemos que estar atentos como terapeutas para no
caer en la simplificación de orientaciones que atienden a uno o a unos pocos
factores a los que convierten en la causa de todo.

Examen de los sectores del diagrama

Veamos ahora en particular los sectores del diagrama. Comencemos por las
representaciones del self. Aquí nuestro reconocimiento a Kohut (1971) y el papel
de lo que denominó objeto-self, o sea las funciones que el otro significativo debe
aportar a la persona: especularización y permitir la fusión de ese niño/a con la
imago parental idealizada. La repercusión de las fallas del otro en cumplir esas
funciones, en narcisizar o, todavía peor, la descalificación primaria; pero con un
agregado que en la obra de Kohut no fue suficientemente tenido en cuenta: el
conflicto que alguien puede tener con los padres por rivalidad edípica, por envidia
que le impide fusionarse con la imago idealizada de éstos, sentirse parte de ellos
(Klein, 1957/1975). Por supuesto siempre se podría decir: si eso sucede es como
consecuencia de lo que los padres hicieron. En parte es así, pero sólo en parte:
los celos como una condición humana universal, el inevitable conflicto, factores
temperamentales que no pueden desconocerse, eso hace que una posición
ambientalista radical –todo es causado por el exterior- sea reduccionista.
Existe otro factor que va creando imágenes desvalorizadas de la persona: la
autodescalificación defensiva. Para no rivalizar, por miedo a la respuesta del otro,
la persona va ocultando al otro y a sí mismo sus aspectos valiosos, incluso
resaltando sus fallas “me critico antes que me critique”, lo que queda incorporado
al carácter en un proceso de continua autodescalificación. Es lo que hacen
algunas mujeres para no despertar la ira de la pareja narcisista, incluso para
amoldarse al rol que se espera de ellas. Lo que es un movimiento defensivo
termina generando imágenes estables desvalorizadas.

Esa tendencia a la autodescalificación por temor al otro la constatamos también en


una forma muy curiosa a veces en las reuniones científicas o en los cursos de
formación, cuando se hacen preguntas que son precedidas por “no sé si lo que
voy a decir es adecuado o no…”

Además de como defensa en contra de las angustias persecutorias, en otros


casos la autodescalificación resulta de la necesidad de crear una figura idealizada,
para lo cual la persona renuncia no sólo a verse como valiosa sino, incluso, al
desarrollo de sus capacidades. El ejemplo es el de una mujer que habiendo
sufrido por haber visto a su padre como alguien a quien no podía idealizar, lo hizo
con su pareja a la cual colocaba en un pedestal de supuesta capacidad,
inteligencia, habilidad. Así como hay gente –narcisismo grandioso- que necesita
descalificar, existe otra que en el proceso de idealización del otro va rebajando la
representación de sí mismo. Más aún, algo que va más allá del nivel de las
representaciones de sí, se empobrece en capacidades yoicas, renuncia a ellas.

Están, por supuesto los acontecimientos traumáticos. Es decir, se puede partir de


una buena autoestima pero si se sufren acontecimientos traumáticos ulteriores la
autoestima va a sufrir un deterioro. Entonces tenemos todo ese sector que
podríamos llamar sector representacional que, a su vez, está en continua
evolución en base a las distintas etapas, vicisitudes, demandas de la realidad.

Elevadas ambiciones e ideales

Respecto al origen de los elevados ideales y ambiciones, ello puede deberse a


que desde el comienzo de la vida fueron adquiridos por identificación con
personajes heroicos –figuras de la realidad o de la ficción- pero, también,
secundariamente para compensar situaciones iniciales de frustración narcisista.
Frente al sufrimiento narcisista, se “sueña” la grandiosidad (Kohut, 1971). Era el
caso de un paciente que habiéndose criado en un ambiente muy desfavorecido,
con un pobre uso del lenguaje, “soñaba” con lograr pertenecer al círculo de los
privilegiados, con obtener grandes reconocimientos. Esas ambiciones actuaron
como un motor para impulsar un desarrollo yoico importante, pero, al mismo
tiempo, constituían una hipoteca para su psiquismo porque le conducían a
fracasos importante.

Superyó
Respecto al superyó no traigo nada nuevo respecto al capítulo sobre el superyó
que se incluye en mi libro Avances en Psicoterapia Psicoanalítica (Bleichmar,
1997) pero quiero enfatizar el aspecto del superyó sádico, esa noción
psicoanalítica que es tan importante porque nos muestra que podemos haber
incorporado una forma de relacionarnos con nosotros de odio hacia nosotros
mismos. Si hemos tenido padres que nos han odiado, se tiene una alta
probabilidad de tener esa relación con uno mismo en que haga lo que haga se
terminará atacándose. El autoodio produce placer, esa es la paradoja: en la
medida en que alguien se ataca, verbal o físicamente, en que se llama “idiota,
estúpido, inútil,” por un lado hay sufrimiento pero, por otro lado, existe un placer
que acompaña a la agresividad. La agresividad está cargada de placer, lo
evidencia el niño que muerde, lo muestra el adulto que maltrata. El autoodio, el
autorreproche implica una disociación: por un lado soy el atacado; por el otro, el
que ataca.

La patología mental y el deterioro del narcisismo

Si alguien tiene una estructura borderline, o padece de una fobia importante, o de


una neurosis obsesiva, o de recurrir a la agresividad ante el sufrimiento, todo eso
termina produciendo daños en la posibilidad de sostener el narcisismo. Nosotros,
con el equipo de psicoterapia del Hospital 12 de octubre integrado por Ángeles
Castro, Jesús Fernández Rozas y Javier Ramos hicimos una investigación con
pacientes severamente deprimidos en que la agresividad producía efectos
interpersonales que los deprivaba de aquello que ansiosamente deseaba tener,
reconocimiento por parte del otro.

Si alguien adolece de patología mental y su consecuencia es la perturbación del


narcisismo, una baja autoestima, ¿le vamos a “inflar” la representación de sí
mismo, especularizando, haciendo psicoterapia de apoyo? ¿Vamos a trabajar en
el nivel de las imágenes desvalorizadas de sí mismo o, en estos casos, el foco de
trabajo no tendrá que ser prioritariamente sobre la patología, sobre las
compensaciones patológicas? Es el caso de una paciente con fuertes rasgos
borderline, con ruptura agresiva de vínculos, con con peles en el trabajo, con
pérdida de éste, y, finalmente, caída en en un sentimiento doloroso de descenso
de su autoestima. Esta influencia de la patología para crear desbalance narcisista
es lo que intenta poner de relieve la parte derecha del diagrama.

El trabajo en el vínculo terapéutico. Resiliencia

La otra cuestión es el trabajo en el vínculo terapéutico, el cambio mediante la


relación. De importancia decisiva, descuidado en las formas de psicoterapia en
que el terapeuta rehúye entrar en el aquí y ahora, en la intersubjetividad
continuamente presente aun cuando se esté hablando de vínculos externos. Uno
podrá narcisizar, y eso ayuda, pero la realidad es más dura que la “sopita caliente”
del terapeuta. Se narcisiza, es útil, el paciente puede entrar en un círculo positivo,
en que se siente valorizado, eso le permite hacer cosas que antes no hacía, pero
el problema es que se tiene que estar protegido contra las dificultades y golpes de
la realidad. Ledoux y colaboradores mostraron que cuando se inscriben nuevas
representaciones, las antiguas quedan sepultadas pero no desaparecen (LeDoux,
2015). Es una segunda inscripción, sobre eso hay suficiente evidencia empírica,
pero en ciertas condiciones desfavorables que reactiven aquello que quedó
sepultado por la nueva memoria las representaciones del pasado vuelven a ser
efectivas. Se puede narcisizar a un paciente, como acabo de decir, el paciente
entrar en ese círculo positivo en que en base a la valorización se anima a hacer
cosas y tiene desarrollos yoicos que antes no tenía, y adquiere por lo tanto una
nueva imagen de sí, pero después sobreviene algo en la realidad, una
circunstancia desfavorable y hay una reactivación de las representaciones
antiguas. De modo que hay un área indispensable a trabajar: la tendencia a recaer
nuevamente en la desvalorización ante las circunstancias desfavorables de la
vida. De ahí que tengamos que encarar el tema de la resiliencia, palabra a la que
se invoca como así como si fuera algo mágico que se tiene o no. La resiliencia se
construye a través de sobreponerse al infortunio.

Aquí es donde el trabajo terapéutico consiste en que el paciente recuerde no sólo


el trauma, el sufrimiento –eso consolida el recuerdo del trauma- sino cómo salió de
esas situaciones dolorosas. Estoy alertando sobre la iatrogenia que produce el
creer que recordar lo traumático cura. Hay evidencia empírica de que ello refuerza
la memoria traumática. (Alberini, 2013) Lo que cura es la inscripción de la
memoria del trauma y de la recuperación. La pregunta, aun planteada
esquemáticamente sólo a los fines de enfatizar la argumentación que estoy
haciendo, es: “¿Y cómo te recuperaste, qué pasó después, qué hiciste, cómo, a
pesar de eso, lograste todo lo que has logrado?” Remarcando esto último. Eso es
lo único que realmente puede mantener un nivel más estable de autoestima, o
sea, el saber vivencial que ha habido recuperación, por más precaria que haya
sido. Saber vivencial implica reforzar la memoria autobiográfica en detalle, no
simplemente de forma conceptual, de lo que sobrevino tras el fracaso, tras el
dolor, la frustración. La fase ulterior al trauma, la vida que ha continuado a pesar
de las heridas. Se ha remarcado la represión de lo traumático pero se ha
descuidado que lo traumático reprime el recuerdo de la recuperación. Mi trabajo
sobre el acoplamiento de experiencias –unir una experiencia a otra- encuentra una
aplicación en el desarrollo en el curso del tratamiento de esta memoria biográfica
sobre la memoria trauma-recuperación como una unidad  (Bleichmar, 2010). Citado
también como aporte hecho por Bleichmar H. por Alberini (Alberini, Ansermet y
Magistretti, 2013). En la ventana de oportunidad que ofrece el momento del
recuerdo de lo traumático, momento de reconsolidación de la memoria, se
introduce no algo ajeno al paciente, una esperanza prestada, sino algo que sí
sucedió pero quedó escindido: la vida que surgió, a pesar de las heridas. Por
supuesto que hay casos de vidas destrozadas totalmente por el trauma pero, en
los casos no extremos, la reactivación de la denominada “memoria episódica”
(Dolcos et al., 2017), en este caso la de la recuperación, constituye un factor
terapéutico de primer orden.

Sentido de realidad: su desarrollo


Hay una vieja concepción en psicoanálisis, que aún persiste, de que si uno
disminuye los conflictos, trabaja la angustia, todo se arreglará. Pero la autoestima
depende de tener cierto grado de dominio efectivo sobre la realidad, de tener un
mapa anticipatorio de cómo la realidad funciona. No sólo que si hago si tal cosa,
tal otra deviene como consecuencia, sino un conocimiento del contexto en que
uno se mueve, de lo que sucede en el mundo real. Frecuentemente se razona que
si uno no anticipa aspectos de la realidad es por mecanismos de negación o de
renegación. El supuesto es: la realidad se capta inmediata, directamente, y si uno
no lo hace es porque por razones defensivas elimina el saber algo que sí sabe.
Visión ingenua basado en pensar un psiquismo en connaturalidad con la realidad.

La capacidad de ver distintos factores en la realidad y poder prever escenarios de


lo que va a suceder no deriva solamente de la ansiedad y del conflicto, es la
capacidad de computarizar aspectos de la realidad y sacar conclusiones. El
sentido de realidad es una construcción en base a poder establecer correlaciones,
de modo que no se adquiere por la solución de los conflictos. De ahí la
importancia en psicoterapia de ampliar el sentido de realidad del paciente, de que
éste pueda establecer correlaciones cada vez más ricas sobre todo lo que
transcurre en la realidad. Sé lo espinoso del tema: que no debemos imponer
nuestro sentido de realidad al paciente, que nada garantiza que el sentido de
realidad de terapeuta sea válido. Sin duda, pero ayudar a pacientes que fracasan
una y otra vez por un déficit en computar factores de realidad, muchas veces
porque la captación de la complejidad de la realidad no estuvo en el repertorio de
los padres, es algo que no se puede soslayar. ¿Cómo hacerlo sin caer en la
colonización de la mente del paciente, en imponer nuestra concepción de la
realidad? (Searle, 1996). La solución, por imperfecta que sea, podría consistir en ir
haciendo ver factores parciales, datos de la realidad que el paciente no toma en
cuenta, insistimos, no por razones defensivas sino porque nunca fueron pensados.
El poder anticipar consecuencias, reacciones del otro, mentalizar lo que mueve a
la gente, sus necesidades, sus formas de relacionarse, es parte del sentido de
realidad que, a su vez, es un subsector dentro del gran tema de los recursos
yoicos a ayudar a desarrollar. Por tanto, una vez más, el mantenimiento de la
autoestima depende de trabajar, de acuerdo a cada caso, el o los múltiples
sectores que intenta ubicar el diagrama del balance narcisista.

Caso clínico

Veremos ahora un caso clínico que muestra la dificultad de una clasificación


absolutamente dicotómica entre trastorno por déficit y trastorno por conflicto, o
entre narcisismo vulnerable y narcisismo grandioso. Esas diferencias son válidas
pero no nos podemos encerrar en ellas y lo interesante es ver que el psiquismo
tiene capas, y que puede haber un narcisismo grandioso con un narcisismo
vulnerable subyacente

Es un hombre de unos 35 años, sobrevalorado. Entra a la consulta “sacando


pecho”, “ocupando espacio”, ampuloso, haciéndome notar su presencia. Muy
simpático, seductor, brillante, continuamente alardea de sus logros o de proyectos
que le producirán una gran ganancia, los que después no se concretan como él
esperaba. El sentido de su discurso es producir un efecto en mí acerca de lo
ingenioso que es, no me cuenta de sus dificultades. En realidad está sometido a
mí, así como estuvo sometido a su padre. Tiene, por un lado, soberbia y, por otro,
inseguridad y fundamentalmente dependencia del otro, vive para el otro, seduce,
aplaca al otro. La cara del otro, el estado emocional del otro es su punto de
referencia. Todo lo que despliega, su soberbia, su prepotencia es más bien una
compensación a través del efecto que produce en el otro para mantener su
autoestima. Esto tiene que ver con algo que es una de las cosas más notables en
nosotros como seres humanos: la dependencia de la mirada del otro. Por eso,
para mí, la técnica kohutiana tiene un peligro, puede reforzar la dependencia de la
mirada del otro. Después podrá haber una internalización transmutadora, pero hay
algo estructural en la forma del vínculo terapéutico: el paciente se acostumbra a
tratar de producir la especularización del otro, y nosotros se la damos.

Con esa especularización, mantenemos, a pesar nuestro, la condición de


depender de la mirada del otro. El video del experimento de Tronick llamado “Still
face” - cara inmóvil- muestra con toda crudeza la dependencia de la mirada del
otro (Zero to three, 2009).

Es lo que en la página Web hemos desarrollado como propuesta para contribuir a


la descolonización emocional. (http://www.colonizacionemocional.com/info/colonizacion-
emocional-abuso-y-maltrato-encubierto)

Reside aquí otra de las paradojas de la psicoterapia: para poder ayudar a cambiar
al paciente, éste tiene que depender de nosotros, de nuestra mirada. Pero para no
reforzar la dependencia acrítica, es indispensable que exista un movimiento que
de alguna manera pueda contrarrestarlo. En la terapia trabajamos ese aspecto
estructural de la condición humana, la dependencia del paciente con respecto a
nuestra mirada. Por supuesto que hay que hacerlo en el momento adecuado, pero
uno tiene que mostrar “esta es mi opinión, la tuya puede ser totalmente diferente”.
Sobre todo trabajar con el paciente que la mirada del otro -la nuestra como
terapeuta también- depende de preferencias, depende de necesidades del otro.
Que la mirada del otro no certifica lo que nosotros somos, sino que lo único que
evidencia es lo que quiere el otro.

Volviendo al paciente, su yo ideal es el del hermano y el padre. Los mandatos de


su superyó no son de orden moral, es capaz de hacer todas las triquiñuelas sin
ningún sentimiento de culpa o de estar en falta. No tiene el superyó freudiano, el
superyó de la culpa. Tiene el mandato narcisista “debes ser grandioso”, “debes
hacer cosas importantes”, “no debes fallar”. Su trauma narcisista es haber sido
considerado menos brillante que su hermano, no haber sido especularizado por el
padre. Veamos ahora una sesión.

Comienza con un sueño. Él sabe que me gustan los sueños, entonces trae
sueños. En esta ocasión el sueño es acerca de un coche pequeño, un Fiat 600,
anda en ese coche y todos lo adelantan en la autopista… lo lleva al mecánico para
que le cambie el motor, le cambia el motor, el coche sigue siendo pequeño pero
con un motor poderoso. El sentido del sueño aparece claro vinculado a los
sentimientos de inferioridad del paciente. No enuncio ninguna interpretación en
ese momento porque me parece que sería una ruptura de lo que él podrá seguir
asociando. Luego me habla de un negocio que le reportará mucho dinero, yo lo
veo como no realista, no le digo nada. Continúa hablando del negocio y me dice
que cuando se concrete en el plazo de pocas semanas, entonces, va a cambiar de
coche, sin relacionarlo con el sueño, pero evidentemente el sueño está reflejando
una aspiración de él. Se va a comprar un Audi y me detalla todos los aditamentos,
no va a ser un Audi cualquiera, va a ser una especie de “batmóvil”… hace un
silencio… luego habla de un barco que compró un millonario, lo describe diciendo
que cabe mucha gente pero que se puede hundir, porque preocupados por el
diseño no han tenido en cuenta la flotabilidad. Yo no le interpreto la envidia, lo veo
como vulnerable. Después me dice que en su adolescencia su libro preferido era
uno sobre Robinson Crusoe. El hecho de que yo no le interpretara
prematuramente permitió ir siguiendo el proceso asociativo: va pasando del coche
pequeño, al Audi que se va a comprar, a la imagen del millonario y aparece la
envidia -lo tiene que hundir-, y luego que en su adolescencia el libro preferido era
uno sobre Robinson Crusoe. Me descubre muy detalladamente la portada lustrosa
del libro, él está fascinado con esa portada lustrosa, el brillo, la encuadernación,
además del contenido. Lo que me llamó la atención es el tener un objeto que en sí
mismo era diferente, no estaba encuadernado en tapa blanda, era lustroso, la
descripción era muy rica los colores, la impresión, etc. A esa altura podría haberle
interpretado el narcisismo lastimado. No lo hago porque me preocupa reincidir
intelectualmente en algo que trabajamos ya de múltiples maneras.

Después me cuenta otro sueño en el que él estaba solo en una isla, pasa un barco
y no sabe si hacerle señales o no… finalmente le hace señas, lo recogen y le
alaban lo que hizo en la isla. Yo le pregunto qué sentimientos puede haber tenido
Robinson Crusoe cuando se dio cuenta que estaba solo en la isla antes de que
apareciera Viernes… Le pregunto por los sentimientos, no quiero darle una
interpretación porque muchas veces no logro terminar la interpretación, él se
anticipa para hacerme ver que él puede comprender rápidamente. Satisfacción
narcisista compensatoria necesaria que yo debo respetar.

Con este paciente lo que quiero no es comprensión intelectual, sino conexión con
sus sentimientos. Me contesta que “bueno, debe de haberse sentido solo”. Aquí
ahí hay un núcleo emocional muy importante. Todavía no hay una verdadera
conexión con sus sentimientos pero se acerca. Le digo que si él puede imaginar
eso es porque él tiene que haber tenido experiencias de soledad quizás cuando el
hermano y el padre se iban al fútbol, no lo llevaban, no le hacían caso a lo que él
decía. Por tanto no se trató solamente de desvalorización en la comparación con
el hermano; es sentimiento de soledad y dolor narcisista. Son dos planos
diferentes, articulados.

Pero en mi paciente, por la forma de reaccionar, me pareció que el sentimiento de


soledad era muy significativo. Su despliegue grandioso no sólo sostenía su
narcisismo sino era un intento desesperado de retener al otro.
Cuando le dije que si él puede imaginar esa soledad es porque él tiene que haber
experimentado ese sentimiento, hay un silencio. Entonces opto en ese momento
por seguir la línea de la angustia frente a la soledad. Le digo que creo que quizás
él se esmera tanto por tratar de captar mi atención con las cosas que me cuenta,
de cómo se comporta en las fiestas, es como él dice “el alma de la fiesta”… y le
digo, como reflexionando para mí, “quizás toda tu vida trataste de salir de ese
sentimiento, de no quedarte solo, de no ser valorizado por tu padre, quizás hayas
pasado buena parte de tu vida tratando de mostrarle a papá, mientras él vivía, que
valías… esperando que tu padre cambiara de opinión sobre ti”.

Para reforzar la idea de que ha vivido mirando a los demás, descuidándose a sí


mismo, dejando de lado lo que podrían ser sus intereses, resuelvo hablar de la
película “Las cuatro plumas” que vi en mi juventud, que me impresionó sin
entender el significado que le doy ahora [remake en el 2002 (Jaffe, Jaffe, Katz,
Feldsher y  Kapur, 2002)]. El tema de la película es sobre la época colonial inglesa
y su dominación de la India. Hay 5 amigos, muy brillantes, pertenecientes a la
clase alta. Se declara la guerra contra los indios, entonces los 4 amigos resuelven
ir a combatir pero como el protagonista principal de la historia está enamorado
resuelve no ir a la guerra. Los amigos, como señal de desprecio, cada uno de ellos
le entrega una pluma, testimonio de que es un cobarde, una “gallina”. Lo
abandonan. Lo dejan no sólo humillado, sino en situación de pérdida de apego, de
todas las vivencias de lo que significaba estar con ellos. Ese es un aspecto
esencial, la pérdida de los amigos es una pérdida de partes de sí mismo, de las
experiencias que se viven con ellos. Queda un vacío junto al dolor narcisista.

A partir de ese momento de abandono y humillación, el protagonista de la película,


a lo largo de su vida realizará todo tipo de actos heroicos para que cada uno de
sus amigos le acepte la devolución de una de las plumas. La escena final, que no
está en el “remake” reciente (Jaffe, S.R., Jaffe, Katz, Feldsher y  Kapur, 2002), es
aquella en que él muere en batalla en brazos de un amigo, saca de la chaqueta
colonial del ejercito inglés la última pluma y se la entrega al amigo, que la acepta,
y muere contento. Ese sometimiento por necesidades narcisistas y de apego
entrelazadas es para mí el núcleo de la historia. El poder de esa vivencia que le
transmito con la película es enorme.

Tratemos ahora de entender al paciente teniendo en mente el diagrama del


balance narcisista. Es alguien que sufrió un déficit de narcisización, complicado
por ambiciones elevadas, no realistas, producto de la identificación con el
imaginario personaje heroico del padre y del hermano, impulsadas, además, por
una necesidad de soñar con grandezas como forma de imaginarse lograr obtener
el amor de los que le rodean y, en lo interno, la redención ante el padre. Alguien
que ha sufrido la presión de un superyó narcisista, vigilante, que no daba tregua,
que lo empujaba a empresas inadecuadas. Asimismo, presenta una perturbación
del juicio de realidad por una doble causa: el sueño de grandiosidad en que vivía,
con logros imaginarios, le impidieron un contacto con las regulaciones de la
realidad; además, perturbación del sentido de realidad por razones defensivas: los
fracasos eran justificados por supuestas causas que nada tenían que ver con las
verdaderas causas. Déficit de recursos yoicos en el nivel instrumental, pero no en
la capacidad de promover una respuesta positiva del entorno, su capacidad de
seducción. Respecto al tratamiento, lo que acabo de describir fueron focos
tratados separadamente, de acuerdo a lo que fue surgiendo como relevante en
cada momento sin tratar de hacer generalizaciones globales ni simplemente una
explicación del presente por el pasado, el pasado era repetido en la realidad
exterior y parcialmente en el vínculo conmigo.

Algunas sugerencias para el tratamiento con pacientes con narcisismo


grandioso no destructivo

Veamos ahora cuál pudiera ser la estrategia general de tratamiento con pacientes
como el que acabo de contar. Mi idea es interpretar preferentemente en términos
intrapsíquicos antes de enfatizar los interpersonales. Hablarles en etapas
tempranas del tratamiento de lo que le hacen a los demás, de los momentos en
que maltratan, de la tendencia a la identificación proyectiva, hace que sientan al
terapeuta como un perseguidor, como alguien insatisfecho como fueron los padres
con él, como un aliado de los personajes del exterior. En cambio si se le muestra
su sometimiento al superyó narcisista que no le da tregua, ello permite la alianza
con la parte sufriente del paciente. Por ejemplo: “tengo la impresión que te
encuentras muy exigido por ti mismo, muy obligado a hacer cosas importantes, a
no tener ninguna debilidad”. Lo que quiero mostrar es la exigencia interior. Pero
para que esto no quede en el nivel conceptual, hay que detenerse en los
momentos de malestar narcisista, en las sensaciones mentales y corporales que
se tienen cuando no se alcanza a cumplir con los ideales narcisistas. Sólo cuando
la conexión emocional consigo mismo, con lo que se hace a sí mismo, es parte de
algo vivencial, reiteradamente sentido en la repetición de esas circunstancias,
entonces se puede pasar a las razones de la constitución de ese superyó, a la
tendencia a la proyección. “Claro, sintiéndote tan exigido desde adentro, una
forma de aliviarte, es en lugar de dirigir los cañones hacia ti, dirigirlos hacia fuera y
criticar”. Otro aspecto a trabajar es el temor a reexponerse a la burla, al ridículo:
“Me parece importante esto que me cuentas –ocultamiento de los fracasos-
porque te debe haber quedado un sentimiento de angustia frente a toda situación
en que alguien pueda verte con una falla”, “es como si adentro hubieras hecho la
decisión: nunca más mostraré una falla, voy a mostrar los logros, lo que tengo”.

A manera de síntesis

He presentado un diagrama cuya utilidad residiría en que contempla múltiples


áreas a trabajar que intervienen en el balance narcisista. Permite tener una visión
amplia del papel que cada una de esas áreas pueda desempeñar en cada
paciente en particular, en cada momento del tratamiento. Lo integrador del modelo
serviría como una especie de mapa que el terapeuta puede ir recorriendo con el
paciente, siguiendo a éste.
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(1) Basado en la presentación realizada en la Sociedad Forum de Psicoterapia el 28 de octubre de


2018.

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