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MORAL DE LA PERSONA
1. El BIEN DE LA PERSONA
A. Definiciones sobre la persona humana.
1. Noción de persona en la ontología: considera como rasgos constitutivo de la persona humana los
siguientes: la naturaleza corpóreo – espiritual y la unidad substancial de cuerpo y espíritu. 1
2. El BIEN DE LA VERDAD
A. la virtud de la prudencia: Nociones fundamentales.
La prudencia: perfecciona a la razón práctica para conocer "aquí y ahora" lo conveniente e imperar el acto de
la razón que lleva a la acción.
La prudencia es “la virtud que dispone la razón práctica [la mente pensando sobre lo que se debe hacer] a
discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien a elegir los medios rectos para realizarlo. Gracias a
esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares...” (C 1806).
justa” (C 1808).
* Timidez: es un defecto del acto de soportar, que consiste en un excesivo temor. Si está ordenada por la
fortaleza hace que se tenga el temor suficiente. Sin embargo, puede haber actitudes contrarias a la virtud
mediante un temor excesivo o cuando este temor no se da. El vicio más opuesto a la fortaleza es temer
más de lo razonable. Si nos aparta de un deber grave entonces es pecado mortal. [No pocas veces
impulsa a mentir y a los llamados falsos respetos humanos.
Por exceso:
* Impavidez o indiferencia: es vicio por defecto. Es falta de temor, y se opone a la fortaleza porque hace
al sujeto temerario, es decir, le lleva a no temer cuando es razonable sentir temor. En el fondo hay un
desprecio de la propia vida, de la necedad, de la soberbia. Puede ser pecado mortal o venial, dependerá
de los objetos en los que recaiga.
* Temeridad: es la falta de moderación en el acto de la audacia. Por el contrario la fortaleza le lleva a ser
ni demasiado audaz ni temerario. Es un exceso de la audacia. Como pecado consiste en no querer
moderar la pasión de la audacia según la razón y la fe. Tanto el audaz y el temerario salen al encuentro del
peligro sin causa justificada.
Opuestos a la magnanimidad:
Por exceso:
* Presunción: consiste en empeñarse en realizar algo que rebasa las propias fuerzas. Es grandioso lo que
se quiere realizar pero no razonable. Lleva a buscar cargos para los que no estamos preparados. Será
mortal o venial dependiendo del grado de soberbia que envuelva. La presunción suele proceder de la
soberbia.
* Ambición: consiste en el apetito desordenado de honor que impulsa a procurarnos honores indebidos a
nuestro estado y merecimientos. (Es el desorden en buscar la propia excelencia). El ambicioso no tiene en
cuenta que en aquello que sobresale se lo debe a Dios y al servicio de los demás. Es pecado mortal
cuando esos honores apartan de Dios y también cuando se buscan honores indebidos a costa de otros.
* Vanagloria: es el desorden en la excelencia. Consiste en desear cosas que no son dignas de “esa gloria”
o cuando se pretende recibir gloria por parte de los hombres. O bien cuando no se ordena el deseo de
gloria a su verdadero fin: la gloria de Dios y el servicio al prójimo.
La vanagloria tiene 7 hijas (S. Gregorio Magno):
Directas:
Indirectas:
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- Pertinacia: hace que el hombre se apoye demasiado en su propio parecer. Afecta al entendimiento.
- Discordia (por la voluntad, no se quiere abandonar la propia voluntad).
- Contienda
- Desobediencia
Ordinariamente no pasa de pecado venial, a no ser que se anteponga la alabanza al honor de Dios. Será
mortal cuando quebrante la caridad para con el prójimo. Es un pecado del que proceden otros pecados.
Por defecto:
Opuestos a la magnificencia:
Por defecto:
* Tacañería: tiende a hacerlo todo a lo pobre, quedándose muy por debajo de lo razonable y conveniente.
Por exceso:
* Despilfarro: tiende a gastar más recursos de lo razonable. La gravedad del desorden se mide por las
consecuencias obtenidas contra uno mismo o contra los demás.
Opuestos a la paciencia:
Por defecto:
* Impaciencia: consiste en dejarse dominar por las contrariedades de la vida, por las dificultades que
acaba llevando a arrebatos de ira, lamentos y murmuraciones. No suelen pasar de pecado venial. Es
mortal cuando quebranta la caridad gravemente. Puede revelar la falta de dominio sobre uno mismo, en el
fondo: falta de libertad interior.
Por exceso:
* Insensibilidad de corazón: consiste en no inmutarse ante ningún mal propio o ajeno. De ordinario será
pecado venial, pero si lleva a omisiones graves entonces es mortal.
Opuestos a la longanimidad:
Acto opuesto:
* Poquedad de ánimo: lleva a desistir de emprender el camino virtuoso cuando la meta final parece muy
lejana.
Opuestos a la perseverancia y a la constancia:
* Terquedad o pertinacia: vicio del que se obstina y no desiste cuando es razonable desistir.
* Inconstancia o molicie: consiste en la flojera. Inclina a desistir fácilmente de la práctica del bien al surgir
las primeras dificultades. Proviene sobre todo del deseo o dificultad de abstenerse de muchas cosas
pasajeras. Será mortal o venial según la gravedad de los deberes que se omitan.
Enseña Santo Tomás que esta virtud se manifiesta en dos tipos de actos: acometer el bien sin detenerse ante
las dificultades y peligros que pueda comportar, y resistir los males y dificultades de modo que no nos lleven
a la tristeza. En el primer caso encuentran su campo propio de actuación la valentía y la audacia; en el
segundo, la paciencia y la perseverancia. Todos los días se nos presentan muchas ocasiones para vivir estas
virtudes: para superar los estados de ánimo, para evitar las quejas inútiles, para perseverar en el trabajo
cuando comienza el cansancio, para sonreír cuando nos encontramos con menos facilidad de hacerlo, para
corregir lo que sea necesario, para comenzar cada labor en su momento, para ser constante en el apostolado
con nuestros familiares y amigos...
4. El BIEN SENSIBLE
A. La virtud de la templanza: Nociones fundamentales
La templanza perfecciona el apetito concupiscible para desear el gozo sensible según la recta razón.
“La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres...” (C 1809), así como la fortaleza
modera el temor al dolor. (Por eso se le conoce como “moderación”). Sin ella no nos alzamos sobre el nivel
de los animales que viven de sus instintos, deseos y temores, especialmente el instinto de buscar el placer y
escapar al dolor. La templanza y procura el equilibrio [es decir, moderación: ni muy poco ni demasiado] en
el uso de los bienes creados”; “asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos [por lo que también se le
conoce como “autocontrol”] y mantiene los deseos en los límites de la honestidad... (C 1809).
Por defecto:
* La insensibilidad excesiva: huye incluso de los placeres necesarios para la conservación del individuo o
de la especie que pide el recto orden d la razón. Únicamente se puede renunciar a ellos por un fin honesto
(como recuperar la salud...) o por un bien más alto, como es el bien sobrenatural (penitencia, virginidad...),
porque eso es altamente conforme a la razón y a la fe.
A). Partes subjetivas:
1. En lo referente al gusto:
+ Contra la abstinencia:
* Gula: es el apetito desordenado de comer y beber. No suele pasar de pecado venial, pero es pecado mortal
cuando se prefiere el deleite a los preceptos de Dios, o sea: cuando se ocasiona un grave daño a la salud,
cuando supone un despilfarro grave de los bienes materiales, cuando se quebranta un precepto grave por el
placer de comer, cuando se da con ello un grave escándalo. 8
+ Contra la sobriedad:
* Embriaguez: consiste en el exceso voluntario en la bebida embriagante por mero placer, hasta la privación
del uso de la razón.
2. En lo referente al tacto:
+ Contra la castidad:
* La lujuria:
+ Contra la continencia:
* Incontinencia: es la privación de la continencia en el apetito racional que sujetaría a la voluntad para no
dejarla arrastrar por la concupiscencia; y en el apetito sensitivo es el mismo desorden de las pasiones
concupiscibles en lo referente al tacto.
+ Contra la mansedumbre:
Por defecto:
* La ira: puede ser venial o mortal, según exceda leve o gravemente los límites que impone la recta razón en
la corrección de los demás. Como vicio capital que es, de ella nacen otros desórdenes, principalmente la
indignación, la hinchazón de la mente, el griterío, la blasfemia, la injuria, y la riña.
Por exceso:
* La excesiva blandura: que omite la justa indignación contra el desorden para no molestarse en castigarlo.
+ Contra la clemencia:
Por defecto:
* La crueldad: que es la dureza de corazón en la imposición de penas traspasando los límites de lo justo.
Por exceso:
* La excesiva lenidad de ánimo: que perdona o mitiga imprudentemente las justas penas que es necesario
imponer a los culpables. Es muy perniciosa para el bien público porque fomenta la indisciplina, anima a los
malhechores y compromete la paz de los ciudadanos.
+ Contra la modestia:
La modestia es una virtud derivada de la templanza que inclina al hombre a comportarse en los movimientos
internos y externos y en el aparato exterior de sus cosas dentro de los justo límites que corresponden a su
estado, ingenio y fortuna. Esta virtud contiene cinco movimientos internos y externos que ha de moderar:
Por exceso:
* La curiosidad: es el apetito desordenado de saber cosas inútiles o perjudiciales. Puede referirse tanto al
conocimiento intelectivo como al sensitivo.
Por defecto:
* La pereza o negligencia en la adquisición de la verdad: puede ser pecado mortal o venial, según la
importancia o necesidad de los conocimientos a que se refiere y al grado de involuntariedad. Es gravísima
cuando afecta a las verdades de fe o a los deberes profesionales, cuya ignorancia puede perjudicar a los
demás.
Por exceso:
* Afectación: también llamado amaneramiento.
Por defecto:
* La rusticidad y ordinariez
Por exceso:
* La necia alegría: que se entrega a diversiones ilícitas, ya sea por su mismo objeto (torpezas, obscenidades,
perjuicios al prójimo), ya por la falta de las debidas circunstancias de tiempo, lugar y persona.
Por defecto:
* La austeridad excesiva: que rechaza incluso la recreación honesta y sana. Son los perpetuos aguafiestas,
que no se recrean nunca ni dejan recrearse a los demás.
5. El BIEN DE LA SEXUALIDAD
A. Sentido de la sexualidad humana.
Todo ser humano es varón o hembra. Este hecho biológico de la naturaleza humana afecta a lo más íntimo
de la persona humana como tal. La diferenciación sexual hace posible la complementariedad y la amistad
peculiar entre hombre y mujer: una relación que en su raíz está conectada con la economía de la salvación:
Dios creó al hombre varón y mujer; les hizo a su imagen y semejanza. (Gen, 1).
La persona humana es un ser dotado de sexualidad y genitalidad, es natural que respete los valores de este
tipo que se dan en otras personas. Se levantan en el hombre deseos carnales y sentimientos afectivos que son
buenos en sí (forman parte de los constitutivos que pueden conformar un auténtico amor humano) en tanto
en cuanto estén controlados por la razón.
Si estos deseos y sentimientos no están sujetos por la razón puede llegarse a tratar a las otras personas como
meros objetos de satisfacción sexual y no con la dignidad que les es debida.
Aquí entra en juego la Castidad que es: "el orden de la razón en lo sexual". La castidad es un aspecto de la
virtud de la templanza que se refiere a los placeres de la sexualidad.
La castidad no huye de los placeres y deseos, no niega el carácter de bien que puedan tener, sino que al ser
razonable no niega la sexualidad, sino más bien capacita a la persona para ordenar de forma inteligente y
afectuosa su vida pasional.
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La inteligencia y la voluntad no introducen desde fuera el dominio de la pasión, sino que las emociones y
deseos se ordenan espontáneamente a sí mismos, hacia bienes auténticos de la persona, los que éstas
descubren como verdaderos por la inteligencia y dignos de ser deseados por la voluntad. No es por
ello la castidad una guerra constante entre el desorden de las pasiones y el imperio de la razón.
La castidad es la virtud mediante la cual la persona integra su sexualidad en la perspectiva de su vocación.
La vocación personal es la forma específica de responder a la llamada de Dios y de seguir a Cristo.
La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos
de los esposos, no es algo puramente biológico sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en
cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con
el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte (CEC 2361).
Los actos con los que los esposos se unen son dignos y honestos, y en esa medida significan y fomentan la
recíproca donación, convirtiendo la sexualidad en fuente de alegría y de agrado (2362).
Por la unión de los esposos se realiza el doble fin del matrimonio: el bien de los esposos y la transmisión de
la vida. Ambos fines no se pueden separar sin que queden a salvo la vida espiritual de los cónyuges o los
bienes del matrimonio o el porvenir de la familia (2363).
Corresponde a cada uno, reconocer y aceptar su identidad sexual (2333). En cuanto criaturas de Dios, Él da
la dignidad de igual modo al hombre y a la mujer (2334). La diferencia y complementariedad físicas,
morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar (2333).
Cada uno de los dos sexos es, aunque de manera distinta, una imagen del poder y de la ternura de Dios. La
unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la
fecundidad del Creador. De dicha unión proceden todas las generaciones humanas (2335).
B. la virtud de la castidad.
La castidad: es la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del
hombre en su ser corporal y espiritual. Esta integridad asegura la unidad de la persona; se opone a todo
comportamiento que la lesionaría. La castidad comporta un aprendizaje del dominio de sí. Es virtud cardinal
de la templanza, es una virtud moral y también un don de Dios, una gracia, un fruto de la obra espiritual.
La castidad implica un aprendizaje del domino de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. (O el
hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas, y se hace desgraciado). La
dignidad del hombre requiere que actúe movido por la elección consciente y libre... el hombre logra esta
dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien
y procura poner con eficacia y habilidad los medios adecuados (2339). Los medios son: el conocimiento de
sí, la ascesis, la obediencia a los mandamientos, las virtudes y la oración (2340).
El dominio de sí es una obra que dura toda la vida, pues supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de
la vida (2342).
La castidad tiene unas leyes de crecimiento que supone tanto vencer el pecado y las imperfecciones (2343).
La castidad representa una tarea eminentemente personal y a la vez un esfuerzo cultural, porque el
crecimiento de la persona y de la sociedad están mutuamente condicionados. La castidad supone el respeto
de los derechos de la persona, en concreto, mediante la información y educación que permitan respetar la
dimensión moral/espiritual del hombre (2344).
La castidad es una virtud moral, y a la vez, un don de Dios, una gracia y un fruto del trabajo espiritual
(2345).
* La masturbación: consiste en la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer
venéreo. Es un acto grave e intrínsecamente desordenado porque la facultad sexual es usada fuera del acto
conyugal y en esa medida contradice su finalidad, impidiéndole realizar el sentido integro de la mutua
entrega y de la procreación humana en el marco del amor verdadero. (CEC 2352)
* La fornicación: consiste en la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es un acto
contrario a la dignidad de las personas y a la sexualidad humana en la medida en que no permite que éstos se
ordenen de modo natural a su propio bien, en la generación y educación de los hijos (CEC 2353).
* La pornografía: consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, porque queda fuera de la
intimidad de los protagonistas exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Es una falta grave
porque: (CEC 2354)
+ Ofende a la castidad desnaturalizando la finalidad del acto sexual.
+ Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella en la medida en que se convierten en objetos
de placer y de ganancia ilícita.
* La prostitución: atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al
placer venéreo que se saca de ella. El que paga peca gravemente contra sí mismo porque quebranta la 13
castidad, y profana su cuerpo templo del E.S. Es gravemente pecaminoso dedicarse a la prostitución pero
puede disminuir la responsabilidad debido a la miseria, al chantaje, a la presión social (2355).
* La violación: es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Además de ser un
pecado contra la castidad atenta contra la justicia y la caridad. Lesiona los derechos a una integridad física y
moral, y a la libertad. Es un acto intrínsecamente malo. Es más grave en el incesto y en los casos de
educadores que abusan de niños (CEC 2356).
* La homosexualidad: consiste en las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción
sexual exclusiva o predominante hacia personas del mismo sexo. Su origen psíquico permanece en gran
medida inexplicado. La Tradición ha declarado en gran medida tales actos como intrínsecamente
desordenados. Son contrarios a la ley natural; cierran el acto sexual al don de la vida; no proceden de una
verdadera complementariedad afectiva y sexual.
Tales personas están llamadas también a la castidad, que pueden adquirir mediante las virtudes que le
permitan el dominio de sí, mediante el apoyo de una amistad desinteresada, la oración y la gracia
sacramental (2357-2359).
C. la castidad y el matrimonio.
La castidad conyugal es una virtud. Esto significa que es una disposición estable del sujeto para actuar bien,
una actitud del corazón ante un comportamiento exterior que procede de una rectitud interior expresada en el
acto de unión sexual entre un hombre y una mujer unidos por el sacramento del matrimonio. Dicho de
manera simple, el acto conyugal debe ser ante todo una expresión del amor a Dios, una búsqueda de El y de
su gloria por sobre todo. Toda expresión de la sexualidad matrimonial debe tener siempre presente el orden
de la caridad, del Amor: Dios, a la otra persona y uno mismo. Los cónyuges para mantener esta recta
intención no sólo han de evitar aquellos que puede degradar el acto conyugal, sino que habrán de usar los
medios ascéticos de siempre: la oración, la mortificación y la recepción asidua de los sacramentos. En el
orden de la sexualidad, este proceder puede verse afectado por un deseo inmoderado de satisfacer más allá
de lo justo y racional el gozo que el uso de la capacidad sexual produce en la persona. Por eso, no toda
expresión del amor conyugal es virtuosa, es decir nos conduce al bien y al Amor.
Vivir la virtud de la castidad en la vida matrimonial implica para ambos cónyuges que la realización del
acto conyugal nunca puede ser privada de su significado procreador. La “Humanae vitae” es muy precisa al
enumerar las manera en que el acto procreador puede ser privado de su virtualidad propia de apertura a la
vida, declarando que es intrínsecamente deshonesto “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en
su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer
imposible la procreación” [HV, 14].
Lo mismo sucede cuando los cónyuges, previendo las consecuencias del acto conyugal, lo privan
artificialmente de su potencialidad procreadora mediante la utilización de medicamentos anticonceptivos, el
uso de preservativos de cualquier tipo, incluida la espiral o “T” o se procuran la esterilización directa,
transforman el acto conyugal en un acto pecaminoso. Los actos así realizados no pueden adquirir bondad por
la sola intención buena de los cónyuges, son intrínsecamente desordenados.
De igual manera si los cónyuges en el momento de realizar el acto conyugal lo privan de su virtualidad
procreadora mediante la llamada cópula interrumpida con eyaculación del semen fuera de su lugar natural,
transforman el acto sexual en gravemente pecaminoso. Esta doctrina mantenida de siempre por la moral
católica, encuentra su origen en el libro del Génesis: “Entonces Judá dijo a Onán: Cásate con la mujer de tu
hermano y cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano. Onán sabía que aquella
descendencia no sería suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba el semen a tierra,
evitando el dar descendencia a su hermano. Pareció mal a Yahveh lo que hacía y le hizo morir también a él”
(Gn 38, 8-10).
Cuando los cónyuges, en el desarrollo de las consecuencias naturales de su unión conyugal intervienen o
permiten que otros intervengan para impedir la unión de las células germinales femeninas y masculina o que
anide el embrión en el útero materno mediante lavados, sustancias del cualquier tipo, incluida la llamada
píldora del día después, y sobre todo el aborto, privan absolutamente de su bondad moral a su unión y si ya
la criatura ha sido concebida, agregan el pecado gravísimo de matar a un inocente. “Pues Dios, Señor de la
vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo un
de modo digno del hombre. Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo
cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables” [Concilio Vaticano II Gaudium et Spes, n.
1,51.].
“Las mutuas relaciones de familiaridad [Se debe entender por ellas las caricias, expresiones de afecto y
ternura, etc. entre los esposos] entre los cónyuges deben estar adornadas con la nota de la castidad, para que 15
el beneficio de la fidelidad resplandezca con el decoro debido, de suerte que los cónyuges se conduzcan en
todas las cosas conforme a la Ley de Dios y de la naturaleza y procuren cumplir la voluntad sapientísima del
Creador, con entera y sumisa reverencia a la divina obra”[ Pío XI, Encíclica Casti Connubi, n. 9].
El estado de gracia
El acto conyugal es así expresión de la donación recíproca y por ello bueno y santo a los ojos del Creador.
Sin embargo, para que esa bondad moral resplandezca verdaderamente en la unión íntima y casta de los
esposos y sea lícito y meritorio ante Dios debe hacerse en estado de gracia, pues si se está en pecado mortal
el hombre no es capaz del mérito sobrenatural. En esto se aplica la doctrina común sobre la gracia. Al
cristiano moderno le cuesta entender esta doctrina de la Iglesia, que tiene su explicación en que sólo si
estamos unidos a Cristo por la gracia los actos buenos de la vida pueden ordenarse a El y conducirnos a El.
“Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su
gracia restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado [CEC n. 1708] “El término "mérito" designa,
en general, la "retribución debida" por parte de una comunidad o una sociedad a la acción de uno de sus
miembros, considerada como obra buena u obra mala, digna de recompensa o de sanción. El mérito
corresponde a la virtud de la justicia conforme al principio de igualdad que la rige. [CEC n. 2006, 2]. “Frente
a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito por parte del hombre. Entre Él y nosotros, la
desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo hemos recibido todo de Él, nuestro Creador” [CEC n.
2007,1].
“La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. La gracia, uniéndonos a
Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos y, por consiguiente, su mérito
tanto ante Dios como ante los hombres. Los santos han tenido siempre una conciencia viva de que sus
méritos eran pura gracia” [CEC n. 2011,1].
Por este vínculo se da una comunión personal (de alma y cuerpo). Por eso, ya S. Pablo hablaba de un débito
mutuo del cuerpo entre los esposos para la realización del acto conyugal. Debe quedar claro que el vínculo
es fruto del matrimonio y no del amor de los esposos.
El primer e inmediato efecto del sacramento no es la gracia sacramental sino la “gracia” conyugal. Es una
alianza real, indisoluble, intrínseca, que refleja la alianza y el amor de Cristo esposo para con su Iglesia.
Según esto, no se puede destruir nunca, por arbitrio humano, el vínculo conyugal.
El vínculo conyugal exige, entre otras cosas, la cohabitación como deber/derecho, y donde hay derechos hay
relaciones de justicia.
Aunque desaparezca el amor no por eso desaparece el vínculo conyugal. Juan Pablo II en la Familiaris
Consortio nº 13 dice que el amor humano queda asumido en todas sus características y es elevado por el
matrimonio a un orden sobrenatural, que le confiere el valor de redención. Con ello se origina una “re-
creación”:
«La comunión entre Dios y los hombres halla su cumplimiento definitivo en Cristo Jesús, el Esposo que ama
y se da como Salvador de la humanidad, uniéndola así como su cuerpo.
Él revela la verdad original del matrimonio, la verdad del «principio» y, liberando al hombre de la dureza del
corazón, lo hace capaz de realizarla plenamente.
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Esta revelación alcanza su plenitud definitiva en el don de amor que el Verbo de Dios hace a la humanidad
asumiendo la naturaleza humana, y en el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por su Esposa,
la Iglesia. En este sacrificio se desvela enteramente el designio que Dios ha impreso en la humanidad del
hombre y de la mujer desde su creación;(28) el matrimonio de los bautizados se convierte así en el símbolo
real de la nueva y eterna Alianza, sancionada con la sangre de Cristo. El Espíritu que infunde el Señor
renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó. El amor conyugal
alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal, que es el modo
propio y específico con que los esposos participan y están llamados a vivir la misma caridad de Cristo que se
dona sobre la cruz.
En una página justamente famosa, Tertuliano ha expresado acertadamente la grandeza y belleza de esta vida
conyugal en Cristo: «¿Cómo lograré exponer la felicidad de ese matrimonio que la Iglesia favorece, que la
ofrenda eucarística refuerza, que la bendición sella, que los ángeles anuncian y que el Padre ratifica? ... ¡Qué
yugo el de los dos fieles unidos en una sola esperanza, en un solo propósito, en una sola observancia, en una
sola servidumbre! Ambos son hermanos y los dos sirven juntos; no hay división ni en la carne ni en el
espíritu. Al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne y donde la carne es única, único es el
espíritu».
La Iglesia, acogiendo y meditando fielmente la Palabra de Dios, ha enseñado solemnemente y enseña que el
matrimonio de los bautizados es uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza.
En efecto, mediante el bautismo, el hombre y la mujer son inseridos definitivamente en la Nueva y Eterna
Alianza, en la Alianza esponsal de Cristo con la Iglesia. Y debido a esta inserción indestructible, la
comunidad íntima de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador, es elevada y asumida en la caridad
esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora.
En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro de la manera
más profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo
sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia.
Los esposos son por tanto el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la cruz; son el uno
para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes. De este
acontecimiento de salvación el matrimonio, como todo sacramento, es memorial, actualización y profecía;
«en cuanto memorial, el sacramento les da la gracia y el deber de recordar las obras grandes de Dios, así
como de dar testimonio de ellas ante los hijos; en cuanto actualización les da la gracia y el deber de poner
por obra en el presente, el uno hacia el otro y hacia los hijos, las exigencias de un amor que perdona y que
redime; en cuanto profecía les da la gracia y el deber de vivir y de testimoniar la esperanza del futuro
encuentro con Cristo».
Al igual que cada uno de los siete sacramentos, el matrimonio es también un símbolo real del acontecimiento
de la salvación, pero de modo propio. «Los esposos participan en cuanto esposos, los dos, como pareja, hasta
tal punto que el efecto primario e inmediato del matrimonio (res et sacramentum) no es la gracia
sobrenatural misma, sino el vínculo conyugal cristiano, una comunión en dos típicamente cristiana, porque
representa el misterio de la Encarnación de Cristo y su misterio de Alianza. El contenido de la participación
en la vida de Cristo es también específico: el amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos
los elementos de la persona —reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad,
aspiración del espíritu y de la voluntad—; mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la
unión en una sola carne, conduce a no hacer más que un solo corazón y una sola alma; exige la 18
indisolubilidad y fidelidad de la donación reciproca definitiva y se abre a la fecundidad (cfr. Humanae vitae,
9). En una palabra, se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un
significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino que las eleva hasta el punto de hacer de ellas la
expresión de valores propiamente cristianos»».
Uno de los fines del matrimonio es el bien de los esposos. Pero ¿en qué consiste este bien de los esposos?
Podemos decir que no se identifica, como fin del matrimonio, con el amor de los esposos ni con la ayuda
mutua. El bien de los esposos no se puede reducir a esto. Sin embargo, hay una íntima relación, porque la
ayuda mutua es expresión del bien de los esposos y viceversa. Ambos (tanto el amor conyugal de los esposos
como la ayuda mutua) están al servicio del bien de los esposos. El mayor bien de los esposos es sin lugar a
dudas, la salvación de uno y otro.
La ayuda mutua, en sentido amplio, se expresa en el conjunto de la convivencia esponsal; en sentido propio,
indica la comunión de los bienes propios de la masculinidad y de la feminidad en orden al perfeccionamiento
que solo puede darse en el matrimonio. En el matrimonio, como unidad de dos, se está llamado a ser cauce
para la realización del otro.
Como conclusión diremos que, la ayuda mutua y derivadamente el bien de los esposos son fines inmanentes
del matrimonio. Por tanto, nunca son medios para otros fines.
El matrimonio no es solamente para la procreación (GS 50), sin embargo, la ayuda mutua y el bien de los
esposos, están de tal modo relacionados a los otros fines que no se puede dar uno sin que se de el otro. Si se
separa alguno de ellos se acaba excluyendo los demás fines.
El acto conyugal es un acto libre, y en esa medida revela otros fines, radicalmente distintos a los de la vida
inferior. Aunque los actos se vean infecundos no pierden su finalidad y su sentido.
La comunicación de bienes (que implica complementariedad de las personas) viene exigida por la naturaleza
de la alianza conyugal que consiste en formar una unidad. Por ello, los bienes que los esposos se han de
comunicar son un deber y un derecho, exigidos por la naturaleza del vínculo y el bien de los esposos.
Los bienes que se han de comunicar son de orden material y espiritual para el perfeccionamiento propio
tanto material como espiritualmente. Además, han de comunicarse recíprocamente fidelidad (la cual no
implica solo exclusión del adulterio) sino que consiste, más bien, en vivir el uno para el otro, sólo cuando
esto no se vive alguien se puede ver llevado al adulterio. También, deben ayudarse en el esfuerzo por
procurar el bien de los hijos en el plano material y espiritual.
¿Cuál es el ámbito en que se relaciona el bien de los esposos? El bien de los esposos se debe dar en la vida
conyugal entera, de modo específico, en la ya mencionada ayuda mutua y la procreación.
C.3. Paternidad responsable.
Paternidad responsable o “planificación” familia
Es importante primero hacer una clarificación de los términos: ¿se equipara con la planificación familiar?
Detrás de los términos se esconde toda una mentalidad e ideología. Asumir un término es enmarcarse dentro
de una lógica, dentro de una perspectiva.
19
Por ej. El aborto que se le conoce como la interrupción voluntaria del embarazo. Aceptar este término es
concebir al embarazo como un «proceso» en la que uno tiene dominio.
Ahora bien, la planificación familiar se concibe como planificación de cosas. Introduce a una lógica de
«dominio» de «poder» sobre las personas. Lleva a comprender la procreación humana en términos de
producción. La primera pregunta que sale a flote es la pregunta por la eficacia, los costos y beneficios. Se
excluye toda pregunta con respecto al bien del niño, la responsabilidad personal.
Además, «responsable» indica que hay alguien que responde a esa relación.
Se dispone de uno mismo, de su persona.
Se responde de este «poder» de dar la vida.
Sobre todo, deja abierto la responsabilidad hacia el Otro: los esposos son responsables de lo
que se le es dado, es decir, son administradores.
1
Humanae Vitae nº 10.
2
Ibíd. Nº 13.
3
Ibíd. Nº 25.
4
Ibíd. Nº 10.
5
Loc. Cit.
a) Con los procesos biológicos
Paternidad responsable significa conocimiento y respeto al designio de Dios que se expresa en la Creación.
No se puede separar el aspecto unitivo del procreativo. Esta realidad es expresión de la ley moral que se
descubre en la biología. Por tanto, se decide con Dios y no sin Él.
6
CEC 2339.
7
CPC Sexualidad Humana Verdad y significado, nº 16.
C.4. Actos contrarios al bien de la sexualidad en el matrimonio.
A) Moralidad del acto conyugal
El amor conyugal es el elemento decisivo para el matrimonio. Por ello, el amor conyugal ha de ocupar el
centro en el amor de los esposos8. Con el amor conyugal, esta inseparablemente unido el perfeccionamiento
y el bien de los esposos (DC nº 5): la entrega conyugal es la entrega de toda la persona.
Para que se dé el acto conyugal debe darse en los legítimos cónyuges y hace falta que el acto conyugal sea
expresión de la mutua donación, la cual implica:
a) La apertura a la vida
De no ser así no sería expresión de una entrega total.
El acto conyugal debe ser de suyo apto para la generación y abierto a la vida:
«Estos actos, con los cuales los esposos se unen en casta intimidad, y a través de los cuales se transmite la vida
humana, son, como ha recordado el Concilio, "honestos y dignos" y no cesan de ser legítimos si, por causas
independientes de la voluntad de los cónyuges, se prevén infecundos, porque continúan ordenados a expresar y
consolidar su unión. De hecho, como atestigua la experiencia, no se sigue una nueva vida de cada uno de los actos
conyugales. Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y ritmos naturales de fecundidad que por sí mismos distancian los
nacimientos. La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por
su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la
transmisión de la vida»9.
8
FC 18: El amor, principio y fuerza de la comunión: La familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de
personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. Su primer cometido es el de vivir
fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas.
El principio interior, la fuerza permanente y la meta última de tal cometido es el amor: así como sin el amor la familia no es una
comunidad de personas, así también sin el amor la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas.
Cuanto he escrito en la encíclica Redemptor hominis encuentra su originalidad y aplicación privilegiada precisamente en la familia
en cuanto tal: «El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de
sentido, si no le es revelado el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él
vivamente».
El amor entre el hombre y la mujer en el matrimonio y, de forma derivada y más amplia, el amor entre los miembros
de la misma familia —entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares— está animado e
impulsado por un dinamismo interior e incesante que conduce la familia a una comunión cada vez más profunda e
intensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y familiar.
9
HV 11.
Por tanto, la procreación es fruto de las relaciones conyugales, por eso, se trata de no hacer infecundo dicho
acto.
En sí mismo es lícito cuando el acto de la que procede es lícito y es ilícito cuando se busca por sí mismo.
Aquí se pervierte el acto conyugal.
El placer no es algo tolerado. Ha sido puesto por Dios, pero no hay que buscarlo como fin. Se trata de una
entrega total de la persona en el acto conyugal que es fruto del vínculo conyugal (generado por la
celebración sacramental del matrimonio) y es un deber-derecho.
Se trata de un acto de justicia y de caridad. Por eso, no se puede negar cuando se pide:
Justa, cuando lo que se solicita es conyugal. Por lo contrario, no solo se le niega, se debería
negar (salvo en la cooperación material, que veremos más adelante).
Seria, es decir, que haya verdadera voluntad de realizar el acto conyugal.
Razonable: la solicitud a de hacerse de un modo verdaderamente humano con plena
advertencia y voluntariedad.
En conclusión, el acto conyugal es un deber-derecho pero no una obligación.
Son buenos todos los “juegos” amorosos entre los esposos que son necesarios y convenientes para el recto
uso del acto conyugal. Estos “juegos” deben preparar, realizar y completar la unidad de los esposos y NO
sustituir… (Que se masturben mutuamente va en contra de la unidad de los esposos).
Por otro lado, No es inmoral ni ilícito que la mujer termine la relación conyugal (y no es masturbación).
Además, se llaman actos incompletos aquellos actos o manifestaciones de cariño de los esposos que no
completan necesariamente la unidad de los esposos.
E) La anticoncepción
La anticoncepción es cualquier acción que se proponga (fines o medios) impedir la realización del acto
conyugal ya sea en previsión de su realización, en su desarrollo, de sus consecuencias naturales, es quitar
INTENCIONALMENTE la dimensión procreativa del acto conyugal:
«En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una
vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la
interrupción directa del proceso generador ya iniciado, sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque
sea por razones terapéuticas.
Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa,
perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer (15); queda además excluida toda acción que, o en previsión
del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como
medio, hacer imposible la procreación». 23
Por consiguiente, si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o
psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los
ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y
así regular la natalidad sin ofender los principios morales que acabamos de recordar (20).
La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los periodos infecundos, mientras condena
siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones
aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero los
cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo impiden el desarrollo de los procesos
naturales. Es verdad que tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo en la voluntad positiva de
evitar la prole por razones plausibles, buscando la seguridad de que no se seguirá; pero es igualmente verdad que
solamente en el primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los periodos fecundos cuando por
justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso después en los periodos agenésicos para manifestarse el
afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así ellos dan prueba de amor verdadero e integralmente
honesto».
Se empleara los medios que estén conforme a toda la verdad del acto conyugal, es decir, han de ser respetuosos con el
orden natural de realización de dicho acto el cual es expresión del designio de Dios. Por ejemplo
Los preservativos ¿son lícitos o no? No, porque introduce artificialmente una separación entre las
dimensiones del acto conyugal: la unitiva de la procreativa. Aquí no se es respetuoso con el orden moral, con
el designio de Dios:
Todos los métodos artificiales rompen la unidad de los significados procreativo y unitivo.
También los de barrera son inmorales.
Son intrínsecamente malos.
Es doctrina irreformable (constante y universal).
La HV nº 12 afirma que todos los métodos artificiales rompen las dimensiones del acto conyugal:
«Inseparables los dos aspectos: unión y procreación
Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha
querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el
significado unitivo y el significado procreador.
Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos
para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer.
Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor
mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nos pensamos que los hombres, 24
en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y
humano de este principio fundamental».
Aquí se entra en la lógica del que es dueño y no del que es administrador. Todo esto tiene su punto de
partida en la actitud del corazón. Además, algunos métodos artificiales son más graves por su efecto
abortivo, pero de suyo ya es malo sin este efecto.
La anticoncepción este definido como un acto intrínsecamente malo. Es contrario al orden moral. Además,
algunos admiten mayor gravedad al ser abortivas (cf. HV nº 14; FC 32). Entrañan también una mentalidad
«antivida»:
«Se afirma con frecuencia que la anticoncepción, segura y asequible a todos, es el remedio más eficaz contra
el aborto. Se acusa además a la Iglesia católica de favorecer de hecho el aborto al continuar obstinadamente
enseñando la licitud moral de la anticoncepción. La objeción, mirándolo bien, se revela en realidad falaz. En
efecto, puede ser que muchos recurran a los anticonceptivos incluso para evitar después la tentación del
aborto. Pero los contravalores inherentes a la «mentalidad anticonceptiva» -bien diversa del ejercicio
responsable de la paternidad y maternidad, respetando el significado pleno del acto conyugal- son tales que
hacen precisamente más fuerte esta tentación, ante la eventual concepción de una vida no deseada. De hecho,
la cultura abortista está particularmente desarrollada justo en los ambientes que rechazan la enseñanza de la
Iglesia sobre la anticoncepción».
10
Loc. Cit.
Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar
absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una anticoncepción
frustrada»11.
Algunos, pretenden justificar la anticoncepción al recurrir a argumentos del mal menor y el principio de
totalidad llevados a la vida conyugal.
«Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente
infecundos, el mal menor o el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos
anteriores o que seguirán después y que por tanto compartirían la única e idéntica bondad moral. En verdad,
si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más
grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto
de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona
humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social. Es por
tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente
deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda».
Por ello, el principio del mal menor se aplica solo en los casos que corresponda. Y que no se da conciencia
perpleja entre métodos naturales y anticonceptivos. Por ejemplo, no se puede aconsejar que se deje de usar
un DIU y que emplee preservativos porque son menos malos. Otra cosa, en cambio, es desaconsejar una
parte del mal propuesto.
Sí se podría dar la situación de que por causas graves se decida no tener hijos y la aplicación “sola” de los
métodos naturales.
11
Loc. Cit.
12
Loc. Cit.
Principio de totalidad
Tampoco cabe invocar el principio de totalidad en el campo de la vida matrimonial por dos razones:
- En el matrimonio sigue habiendo dos sujetos morales. Aquí cada esposo no es “parte” de un “todo”
(el matrimonio). Por tanto, no se cumple la relación de parte.
- El principio de totalidad no da unidad moral a los actos físicos que se realizan con completa
independencia unos de otros y sólo con una relación externa intencional.
En la HV (3,11, 12 y 17), Pablo VI desautoriza explícitamente esta extensión analógica del principio de 26
totalidad a la vida conyugal.
La ley de la gradualidad:
La FC en sus números 9 y 34 nos hablará de la ley de la gradualidad y la gradualidad de la ley. Esta última
es falsa pues reduce la norma moral a mero ideal. Lo único gradual es el camino de conversión:
34. Es siempre muy importante poseer una recta concepción del orden moral, de sus valores y normas; la
importancia aumenta, cuanto más numerosas y graves se hacen las dificultades para respetarlos.
El orden moral, precisamente porque revela y propone el designio de Dios Creador, no puede ser algo
mortificante para el hombre ni algo impersonal; al contrario, respondiendo a las exigencias más profundas
del hombre creado por Dios, se pone al servicio de su humanidad plena, con el amor delicado y vinculante
con que Dios mismo inspira, sostiene y guía a cada criatura hacia su felicidad.
Pero el hombre, llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, es un ser histórico,
que se construye día a día con sus opciones numerosas y libres; por esto él conoce, ama y realiza el bien
moral según diversas etapas de crecimiento.
También los esposos, en el ámbito de su vida moral, están llamados a un continuo camino, sostenidos por el
deseo sincero y activo de conocer cada vez mejor los valores que la ley divina tutela y promueve, y por la
voluntad recta y generosa de encarnarlos en sus opciones concretas.
Ellos, sin embargo, no pueden mirar la ley como un mero ideal que se puede alcanzar en el futuro, sino que
deben considerarla como un mandato de Cristo Señor a superar con valentía las dificultades. «Por ello la
llamada "ley de gradualidad" o camino gradual no puede identificarse con la "gradualidad de la ley", como si
hubiera varios grados o formas de precepto en la ley divina para los diversos hombres y situaciones. Todos
los esposos, según el plan de Dios, están llamados a la santidad en el matrimonio, y esta excelsa vocación se
realiza en la medida en que la persona humana se encuentra en condiciones de responder al mandamiento
divino con ánimo sereno, confiando en la gracia divina y en la propia voluntad».(95) En la misma línea, es
propio de la pedagogía de la Iglesia que los esposos reconozcan ante todo claramente la doctrina de la
Humanae vitae como normativa para el ejercicio de su sexualidad y se comprometan sinceramente a poner
las condiciones necesarias para observar tal norma.
Esta pedagogía, como ha puesto de relieve el Sínodo, abarca toda la vida conyugal. Por esto la función de
transmitir la vida debe estar integrada en la misión global de toda la vida cristiana, la cual sin la cruz no
puede llegar a la resurrección. En semejante contexto se comprende cómo no se puede quitar de la vida
familiar el sacrificio, es más, se debe aceptar de corazón, a fin de que el amor conyugal se haga más
profundo y sea fuente de gozo íntimo.
Este camino exige reflexión, información, educación idónea de los sacerdotes, religiosos y laicos que están
dedicados a la pastoral familiar; todos ellos podrán ayudar a los esposos en su itinerario humano y espiritual,
que comporta la conciencia del pecado, el compromiso sincero a observar la ley moral y el ministerio de la 27
reconciliación. Conviene también tener presente que en la intimidad conyugal están implicadas las
voluntades de dos personas, llamadas sin embargo a una armonía de mentalidad y de comportamiento. Esto
exige no poca paciencia, simpatía y tiempo. Singular importancia tiene en este campo la unidad de juicios
morales y pastorales de los sacerdotes: tal unidad debe ser buscada y asegurada cuidadosamente, para que
los fieles no tengan que sufrir ansiedades de conciencia.
El camino de los esposos será pues más fácil si, con estima de la doctrina de la Iglesia y con confianza en la
gracia de Cristo, ayudados y acompañados por los pastores de almas y por la comunidad eclesial entera,
saben descubrir y experimentar el valor de liberación y promoción del amor auténtico, que el Evangelio
ofrece y el mandamiento del Señor propone.
Por tanto, la ley moral es expresión del bien del hombre, de la bondad y providencia de Dios. Por ello,
proponer lo contrario, en el fondo, es dudar de la bondad de Dios, de la grandeza de la vocación del hombre
y del poder de la gracia.
Vemos en 1Cor 6, 15 que es un pecado que excluye del Reino de los cielos. No admite acepciones, aunque
se hiciera con el consentimiento del otro cónyuge. GS 48 manifiesta que el adulterio va contra el vínculo
conyugal el cual nunca permite este acto ya que la naturaleza del vínculo conyugal esta ya decidido
(constituido en la celebración sacramental del matrimonio) y no depende de ninguna decisión humana.
Autores como Marciano Vidal, Hortelano, López Azpitarte, Fletche, etc., entre otros, defienden la moralidad
del adulterio, admitiendo acepciones: se trataría de buscar el mayor bien evitando el mayor mal. Sus
presupuestos antropológicos caen en un serio dualismo; su ética es consecuencialista (utilitarista): postulan
que el cuerpo no es constitutivo de la persona, por ende, la sexualidad entra en el entramado de los sucesos,
de la cultura. En el fondo, los actos que tienen que ver con la sexualidad son pre-morales, es decir, son
sucesos. Así dado el panorama moral de estos autores, el adulterio sería nada más y en algunos casos un acto
incorrecto.
Por otro lado, el adulterio como volvemos a reiterar atenta contra la justicia, es decir, contra la fidelidad que
los esposos se han prometido (el vínculo conyugal). Quien lo realiza pierde los derechos conyugales al
romper el derecho del otro: ante el adulterio se da la separación.
b) Separación conyugal
Es la interrupción de los deberes y derechos conyugales. Por tanto, significa la interrupción de la
convivencia conyugal: la cohabitación. Sin embargo, esto no significa la ruptura del vínculo conyugal,
permanece porque están casados.
No es bueno en sí mismo, pero podía ser un medio lícito para impedir un mal mayor:
«Existen sin embargo situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones
muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los
esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación
difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación»14.
Para decidir esto, hace falta la intervención de la Iglesia porque nunca uno es juez ni parte de su situación:
esto es una norma prudencial. La autoridad de la Iglesia sobre el matrimonio esta manifestada en:
13
CEC 2380.
14
CEC 1649
«En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, más en el caso de
separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer»15.
«Si alguno dijere que yerra la Iglesia cuando decreta que puede darse por muchas causas la separación entre
los cónyuges en cuanto al lecho o en cuanto a la cohabitación, por tiempo determinado o indeterminado: sea
anatema»16.
Tipos de separación
-temporal: cuando las causas son removibles, es decir, puede cesar. Desaparecida la causa, reanudan la 29
convivencia.
-perpetua: nunca desaparece. Por ej. El adulterio.
-extensa ¿?
Causas graves:
i) El adulterio es la primera causa de separación perpetua. Debe ser formal, es decir, que se ha realizado con
plena advertencia y deliberado consentimiento. Debe ser consumado, es decir, se dé actos conyugales fuera
del matrimonio.
La parte inocente tiene que tener una certeza moral del adulterio:
-hace falta que el adulterio no sea mutuo.
-tampoco el adulterio debe ser consentido.
-hace falta que no se llegue al adulterio por el abandono injustificado del débito conyugal.
-hace falta que el adulterio no haya sido perdonado por la parte inocente: el perdón puede ser expreso o bien
ser tácita. Supone perdón si la convivencia continua durante seis meses.
Si estos criterios no se dan no habría causa de separación.
15
1Cor 7, 10-11
16
DH 1808: Concilio de Trento, canon 8.
17
CIC c. 1692.
18
C. 1693.
ii) El perjuicio grave corporal o espiritual del los cónyuges o de los hijos o si la convivencia se hace muy
dura
Si la duración del proceso canónico implica un peligro grave, entonces se podría decidir unilateralmente
cesar la convivencia. Esto no dispensa del proceso canónico…
Normalmente es de causa temporal: hay una obligación de caridad de ambas partes de eliminar los
obstáculos que llevan la separación.
30
Puede darse el caso de negar el débito conyugal, por ej. Por ciertas enfermedades.
Desde un punto de vista pastoral, (señalado en el CEC 1649), no desaparece el vínculo conyugal, por eso, se
da una advertencia de no contraer un nuevo matrimonio. Si es posible la separación, pero siempre será mejor
el perdonar que el de interrumpir la convivencia.
Cuando la decisión eclesiástica no tiene efectos civiles y la legislación prevea la posibilidad de separación,
deben acudir los esposos a esta instancia civil.
-se solicita la separación, no el divorcio, para garantizar los deberes de justicia.
-en este caso, el c. 1692 señala que el Ordinario dará el permiso respectivo para acudir al tribunal civil: esto
se da como medida de prudencia obligada porque así se evitará promover, en algunos casos, las sentencias
civiles contrarias a la norma moral.
Cuando en lo civil solo prevé el divorcio, hay mayor dificultad. El divorcio es distinto de la separación. El
divorcio pretende declarar disuelto el matrimonio a efectos civiles. Abre la posibilidad de nuevos
matrimonios civiles y así multiplica desmesuradamente deberes de justicia. Esto hace tremendamente difícil
la reconciliación y el restablecimiento de la justicia.
«La separación de los esposos con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos
previstos por el Derecho Canónico:
«1151 Los cónyuges tienen el deber y el derecho de mantener la convivencia conyugal, a no ser que les excuse una
causa legítima.
1152 § 1. Aunque se recomienda encarecidamente que el cónyuge, movido por la caridad cristiana y teniendo
presente el bien de la familia, no niegue el perdón a la comparte adúltera ni interrumpa la vida matrimonial, si a pesar
de todo no perdonase expresa o tácitamente esa culpa, tiene derecho a romper la convivencia conyugal, a no ser que
hubiera consentido en el adulterio, o hubiera sido causa del mismo, o él también hubiera cometido adulterio.
§ 2. Hay condonación tácita si el cónyuge inocente, después de haberse cerciorado del adulterio, prosigue
espontáneamente en el trato marital con el otro cónyuge; la condonación se presume si durante seis meses continúa la
convivencia conyugal, sin haber recurrido a la autoridad eclesiástica o civil.
§ 3. Si el cónyuge inocente interrumpe por su propia voluntad la convivencia conyugal, debe proponer en el plazo
de seis meses causa de separación ante la autoridad eclesiástica competente, la cual, ponderando todas las
circunstancias, ha de considerar si es posible mover al cónyuge inocente a que perdone la culpa y no se separe para
siempre.
1153 § 1. Si uno de los cónyuges pone en grave peligro espiritual o corporal al otro o a la prole, o de otro modo
hace demasiado dura la vida en común, proporciona al otro un motivo legítimo para separarse, con autorización del
Ordinario del lugar y, si la demora implica un peligro, también por autoridad propia.
§ 2. Al cesar la causa de la separación, se ha de restablecer siempre la convivencia conyugal, a no ser que la
autoridad eclesiástica determine otra cosa.
1154 Realizada la separación de los cónyuges, hay que proveer siempre de modo oportuno a la debida sustentación y
educación de los hijos.
1155 El cónyuge inocente puede admitir de nuevo al otro a la vida conyugal, y es de alabar que así lo haga; y en ese
caso, renuncia al derecho de separarse»19.
31
Si el divorcio civil representa la única manera de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos
o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral»20.
Por tanto, el CEC reconoce que en algunos casos, con motivos graves se puede acudir a los tribunales, pero
sin querer directamente el divorcio, sino padeciéndolo, es decir, siendo objeto indirecto el divorcio y no
tener otra alternativa. También es preciso evitar el escándalo, que haya proporción de bienes entre los
efectos civiles que se buscan y los males que el divorcio provoca y, sobre todo, la voluntad expresa de no
contraer otro nuevo matrimonio.
c) El Divorcio
“El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por los
esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la Alianza de salvación de la cual el
matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley
civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de
adulterio público y permanente:
Si el marido, tras haberse separado de su mujer, se une a otra mujer, es adulterio, porque hace cometer un
adulterio a esta mujer; y la mujer que habita con él es adultera, porque ha atraído así al marido de otra.
El divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden que introduce en la célula familiar y
en la sociedad. Este desorden entraña daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos,
traumatizados por la separación de los padre, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su
efecto contagiosa, que hace de él una verdadera plaga social”21.
“Puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del divorcio dictado en conformidad con la
ley civil; entonces no contradice el precepto moral. Existe una diferencia considerable entre los cónyuges
que sea esforzado con sinceridad de ser fiel al sacramento del matrimonio y se ve injustamente abandonado
y el que, por una falta grave de su parte, destruye un Matrimonio canónicamente válido”22.
19
CIC cc. 1152-1155.
20
CEC 2383.
21
CEC 2384-2385.
22
CEC 2686.
Dos cosas hay que tener en cuenta: el escándalo hade ser evitado expresando que se padece el divorcio. Y
pastoralmente ha de ser cercana al dinamismo sacramental.
La parte culpable: para hacer admitida a los sacramentos debe dar muestras de verdadero arrepentimiento:
debe tener el propósito de evitar, en la medida de lo posible, la situación de irregularidad que ha creado. Sí
se puede que se vuelvan a casar civilmente ya que canónicamente están casados. Requiere una ayuda más
particular.
32
-Cuando se contrae un nuevo matrimonio civilmente hay mayor gravedad en la ruptura: se esta en un
estado de adulterio público, por tanto, genera escándalo. NO pueden recibir la comunión.
Por tanto, los divorciados vueltos a casar no pueden ser admitidos a los sacramentos porque viven en un
estado objetivo de pecado. Aquí la familiaris consortio se preocupa de acompañarlos pastoralmente e
invitarlos a participar en la vida eclesial en la medida en que sea compatible con las disposiciones del
derecho divino.
Aquí la parte culpable no puede ser admitida a la recepción de los sacramentos
-Cuando se da situaciones objetivas que NO es posible la separación. Por ej. La situación de injusticia.
Cabe aceptar que ellos sean admitidos al sacramento siempre y cuando ellos vivan como hermanos, en la
medida de NO tener relaciones. Si caen y tienen relaciones, nada les impide acercarse al sacramento de la
reconciliación (no se les niega). Deben de evitar el escándalo: en el ámbito que los conocen no deben ser
admitidos a los sacramentos, pero en el ámbito que no os conocen sí deben comulgar y confesarse…
-el caso de buena fe: cuando están convencidos de la nulidad de las precedentes nupcias, sin poder
demostrarla en el foro externo
Ellos no pueden contraer nuevo matrimonio…
-una pareja civil casada civilmente (pero no canónicamente) y se divorcia: hay deberes de justicia que
cumplir, el amparo del matrimonio, la ponderación de bienes
-buscan el civil con exclusión del matrimonio canónico y se les acompaña (otros que están presentes en la
ceremonia). La asistencia es ¿buena o mala? NO es intrínsecamente malo, por tanto, se ubica este caso en el
ámbito de la prudencia: como norma general será NO asistir, pues se aprobaría con el solo hecho de estar
presente
Sin embargo, si tu falta de presencia implica romper las relaciones con los que se casan, entonces podría
asistir. Aquí habrá que manifestar su desaprobación (¿cómo? Según la prudencia). Además se ha de poner
todos los medios para que ello no se convierta en una ocasión próxima de consentir o regatear exigencias (es
decir, disminuir).
d) Poligamia
“Niega directamente el designio de Dios, tal como es revelado desde lo orígenes, porque es contraria a la
igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo
mismo único y exclusivo”23.
De aquí podemos afirmar:
Tiene estrecha relación con el machismo
23
CEC 2387
Falta totalidad y exclusividad
Contradice la unidad e indisolubilidad del matrimonio
El matrimonio es exigido por ley natural. Por tanto, hay que exigir al polígamo convertido la monogamia.
De qué dependerá. Según la prudencia.
e) Incesto
“Es la relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio. El incesto
corrompe las relaciones familiares y representa una regresión a la animalidad. Se puede equiparar al incesto
los abusos sexuales perpetrados por adultos en niños o adolescentes confiados a su guarda. Entonces esta 33
falta adquiere una mayor gravedad por atentar escandalosamente contra la integridad física y moral de los
jóvenes que quedarán así marcados para toda la vida, y por ser una violación de la responsabilidad
educativa”24.
f) Unión libre
“Cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que implica la intimidad
sexual.
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal, incapacidad
de unirse mediante compromisos a largo plazo. Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio;
destruyen la idea misma de la familia; debilitan el sentido de la fidelidad. Son contrarias a la ley moral: el
acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de este constituye siempre un pecado
grave y excluye de la comunión sacramental”25.
g) Unión a prueba
“Cuando existe intención de casarse. Cualquiera que sea la firmeza del propósito de los que se prometen en
relaciones sexuales prematuras, estas «no garantizan que la sinceridad y la fidelidad de la relación
interpersonal entre un hombre y una mujer queden aseguradas, y sobre todo protegidas, contra los vaivenes y
las veleidades de las pasiones».
La unión carnal solo es moralmente legítima cuando se ha instaurado una comunidad de vida definitiva entre
el hombre y la mujer. El amor humano no tolera la “prueba”. Exige un don total y definitivo de las personas
entre sí”26.
D. El amor conyugal.
La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su fuente
suprema, Dios, que es Amor, “el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra”, Ef. 3,15.
El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales
inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los
esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus
seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la
educación de nuevas vidas. En los bautizados el matrimonio reviste, además, la dignidad de signo
sacramental de la gracia, en cuanto representa la unión de Cristo y de la Iglesia.
24
CEC 2388-2389
25
CEC 2390
26
CEC 2391
Características del amor conyugal:
Bajo esta luz aparecen claramente las notas y las exigencias características del amor conyugal, siendo de
suma importancia tener una idea exacta de ellas.
1) Es, ante todo, un amor plenamente “humano”, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. No es por
tanto una simple efusión del instinto y del sentimiento, sino que es también y principalmente un acto de la
voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y los dolores de la vida cotidiana, de
forma que los esposos se conviertan en un solo corazón y en una sola alma, y juntos alancen su perfección
34
humana.
2) Es un amor “total”. Esto es, una forma singular de amistad personal, con la cual los esposos comparten
generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas. Quien ama de verdad a su propio consorte,
no lo ama por lo que de él recibe sino por sí mismo, gozoso de poderle enriquecer con el don de sí.
3) Es un amor “fiel y exclusivo” hasta la muerte. Así lo conciben el esposo y la esposa el día en que asumen
libremente y con plena conciencia el empeño del vínculo matrimonial. Fidelidad que a veces puede resultar
difícil, pero que siempre es posible, noble y meritoria; nadie puede negarlo. El ejemplo de numerosos
esposos a través de los siglos demuestra que la fidelidad no sólo es connatural al matrimonio sino también
manantial de felicidad profunda y duradera.
4) Es, por fin, un amor “fecundo” que no se agota en la comunión entre los esposos sino que está destinado a
prolongarse suscitando nuevas vidas. El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia
naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del
matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios
6. El BIEN DE LA VIDA
A. La vida humana: Nociones fundamentales.
Principios de la Bioética abierta a la trascendencia.
La Bioética abierta al Trascendente es la construcción misma de la vida. En la concepción católica, es una
construcción teándrica, donde la acción divina y la humana se entrelazan. Al traducir estas acciones en
principios de acción podemos hacer la siguiente formulación:
1. La vida humana es creada por Dios. La persona humana es creada por Dios, de Él ha salido y hacia Él
debe de tender como a su causa ejemplar y final. La persona es imagen de Dios, miembro del Cuerpo de
Cristo, ciudadano del pueblo de Dios.
2. La vida humana se recibe por la humanidad, no en propiedad, sino en administración. La vida humana es
inviolable desde su concepción hasta su fin natural. La dignidad de la persona humana es inviolable. Aquí se
funda toda la Antropología y la Bioética.
3. La vida humana debe originarse sólo en el matrimonio y sólo en el acto conyugal.
4. Los cónyuges no son la causa de la vida humana sino los instrumentos de Dios en la comunicación de
dicha vida
5. La persona humana es capaz de reflexionar, es en sí misma fin y nunca puede ser tomada como medio El
sufrimiento si se toma unido al de Cristo es algo positivo y es fuente de salvación.
6. La persona humana tiene su libertad y su responsabilidad que debe ejercer para realizarse a sí misma. No
hay libertad sin responsabilidad, lo que implica respetar la libertad de un tercero.
7. La totalidad está sobre la parte y hay veces que hay que renunciar a la parte en aras de la totalidad.
8. La persona humana es solidaria y debe tender hacia el bien común.
9. En este contexto se aceptan y se justifican los tres principios de la posición de la Bioética subjetivista, a
saber, la autonomía, la beneficencia y la justicia.
10. La persona humana es la síntesis del universo y es quien da razón de todo lo que existe. Las ciencias y
las técnicas biomédicas actuales deben estar al servicio de la vida humana y no viceversa; son para construir 35
al hombre y nunca para destruirlo.
Hasta 1970 no existía el término. En ese año aparece en una revista llamada Potter, un artículo titulado: “Bioética:
la ciencia de la supervivencia”. El término empieza a hacer fortuna y se difunde muy rápidamente.
El estudio de las cosas que afectan la vida humana, requiere un objeto y un método propio. Esto significaría
que ella se da su propio objeto y método (siempre con decisiones arbitrarias).
Los problemas que trata la bioética requieren un juicio multidisciplinar. Los problemas que trata la bioética
no son nuevos, son problemas en torno a la vida. El verdadero problema consiste en qué criterio son
utilizables en el tema de la vida.
La bioética sería el ámbito desde donde se trata de estudiar mediante principios, la vida humana y el cómo
tratarla. Debe ser eso y no ciencia de la supervivencia.
Los juicios morales se hacen desde la ética y la moral. Los principios de la bioética no pueden ser otros que
los de la moral.
36
Sus principios están ampliamente difundidos. Según ellos, la bioética difunde principios por los cuales
debería juzgarse la introducción de nuevos métodos en el ámbito bio-sanitario.
Los que pretenden constituir la bioética como ciencia autónoma no les faltan argumentos (desde el plano
práctico).
El tema en torno al fundamento ha generado en muy corto tiempo gran cantidad de publicaciones. Sin
embargo, se requiere para tratar el tema de la vida, (la tarea del moralista, del filósofo, del médico) un
trabajo multidisciplinar.
Surgen en relación a la investigación clínica de casos humanos. Personas que han sido sometidas a
tratamientos experimentales sin su conocimiento y consentimiento.
Esto llevo a que se creara una comisión en el Congreso estadounidense, para que estudiara el caso. Se
redactó un informe llamado Belmont. Aquí se formularon tres principios, de modo que no se hiciera dichas
intervenciones sin el consentimiento del paciente.
Los tres principios (criterios) de acción para realizar ensayos clínicos son:
a) El principio de autonomía: busca asegurar que se respete la voluntad del paciente. Con el tiempo viendo
el modo de concretar este principio, recibió el nombre de consentimiento informado. [La bioética
principalista acaba resolviendo el tema de la autonomía con el consentimiento informado].
b) El principio de beneficencia: indica que se debe hacer el bien siempre. En el fondo abarca otro
principio: el de no maleficencia, es decir, que se debe evitar hacer el mal siempre (L. Beachamps). Lo que se
busca es maximizar ventajas y minimizar inconvenientes.
c) El principio de justicia: propone ayudar a repartir con equidad, en un primer momento, riesgos y
beneficios. Una administración adecuada de los recursos.
Entre los diversos principios posibles se seleccionaron estos tres. Porque toman en cuenta las partes que
intervienen en todo acto médico y de la sociedad.
Estos principios se toman desde una decisión arbitraria de la voluntad. No son fruto de un conocimiento
sobre un bien práctico, sobre el auténtico bien de la persona. Presenta un planteamiento utilitarista.
Lo importantes es tener reglas que sean operativas y ampliamente admitidas o compartidas porque si no, no
funcionan.
¿Qué significa el principio de autonomía? ¿Es en verdad respeto de la libertad? ¿Qué es la libertad?
Solo en la respuesta auténtica descubriremos porque es importante la autonomía y como se debe entenderla.
Este principio tiene sus límites: la verdad sobre el bien del sujeto.
[Actitud paternalista: hacer de uno la decisión del médico].
¿Qué significa hacer el bien? ¿Es el bien solo respecto a lo físico? ¿Es equiparable al bienestar?
¿Qué es lo malo para el paciente? ¿Todo sufrimiento es inútil?
Si la justicia consiste solo en repartir riesgos y beneficios ¿quién reparte? Es más, ¿según ese concepto de
justicia cómo determinar la igualdad o proporcionalidad? ¿Cómo decir que es justa y proporcionada? ¿Desde 37
un principio común? ¿Los casos iguales o desiguales, de qué modo tratarlos?
Todo es puramente formal ¿qué es dar a cada uno lo suyo? ¿Por qué le corresponde?
El utilitarismo identifica lo bueno con lo útil: primero el beneficio propio luego el de los demás. Es una ética
de los medios: lo malo es lo no-útil.
Sin embargo, en nuestro ambiente estamos enmarcados en criterios de utilidad: ej. “de qué me sirve sufrir
tanto”. Aquí lo bueno no es lo que consigue un mejor estado de las cosas. No se toman en serio el fin de las
acciones.
Priva el carácter inmanente del acto humano: en este sentido los actos serán denominados “correctos” o
“incorrectos”.
Toman como criterio esencial la dignidad de la persona. Sin embargo en el utilitarismo práctica no existe. El
utilitarista apela a la dignidad de la persona, pero sin ningún contenido práctico. Por tanto, la dignidad de la
persona esta sujeto a una valoración meramente subjetiva.
La dignidad es criterio solo de utilidad pero que en la práctica cae en contradicción y en subjetivismo. Por
tanto, estos criterios son insuficientes…la norma es norma porque es útil. ¿Cómo valorar la responsabilidad
de las consecuencias de los actos? El utilitarista es incapaz de distinguir entre “hacer” y “omitir”: no es lo
mismo matar que dejar morir.
Hace un esfuerzo por darle un fundamento a los cuatro principios clásicos (Diego Gracian, discípulo de
Zubiri). Quiere que los principios tengan un fundamento en el ser de la persona. Permite situar a la persona
como referencia para situar lo bueno. Lo bueno será, por tanto, aquello que le hace ser más persona.
La justicia es dar a la persona lo que le corresponde, la dignidad, la libertad.
Entre estos principios son fundamentales:
1ª La perspectiva de la vida física (como valor penúltimo). Esta es condición de todo otro valor.
2ª La dignidad personal. Fundamento de la indisponibilidad. Por tanto, ninguna persona puede ser medio
para conseguir ventajas que no sean para ellas mismas. Hay una prohibición absoluta de instrumentalizar a la
persona. Esto es solo suficiente para clarificar moralmente muchos problemas. No instrumentalizar la vida
de los embriones.
3ª La libertad como responsabilidad. Matiza el principio de autonomía. Cualquier intento de separarlos acaba
siendo pura arbitrariedad. Con este principio se afirma que cada sujeto actúa en base a decisiones
conscientes y libres, y que con esas elecciones decide sobre sí y disponen de sus personas.
Desde este criterio, el consentimiento informado será poner a la persona frente a la verdad de su bien para
que actúe conforme a la verdad.
Fuera de esto se hace una bioética de los objetivos fundamentales.
38
C. El inicio de la vida y el estatuto del embrión
C.1. Estatuto del embrión:
¿Cuándo empieza la vida humana? Si la respuesta es que la existencia comienza en la concepción, es decir,
si el embrión en sus primeras fases es una persona, entonces, la dignidad de la persona exigiría que el
embrión humano fuese respetado y tratado como persona.
Carecería de sentido que desde el punto de vista lógico se apliquen categorías al ser humano adulto. [Se le
niega la dignidad de persona en nombre del beneficio económico de muchos laboratorios].
Del reconocimiento personal del embrión se derivan consecuencias decisivas para la identidad misma del
hombre. Por lo general, se le niega al embrión su dignidad personal porque se afirma que no hay en ellos
capacidad de autoconciencia y autonomía.
La defensa de la dignidad del embrión no es una postura religiosa, sino que se trata de una cuestión decisiva,
porque el embrión está en una situación indefensa.
Habermas distinguirá entre ser persona humana y vida personal, y con ello justificará la pretensión abortiva.
Momento fundante
El espermatozoide penetra en el óvulo y cuando llega al núcleo se fusionan. A partir de que el óvulo es
fecundado se da el inicio de la información genética. Hay ya a partir de esa parte del proceso que comienza
una unión cromosómica. Y con todo ello se da el inicio del nuevo ciclo vital: la fusión de los dos pro-
núcleos.
La coordinación
La primera propiedad es la coordinación. El desarrollo embrional, desde el momento de la fusión de los
gametos hasta el de la formación del disco embrional alrededor de los 14 días tras la singamia, y todavía más
evidentemente después, es un proceso donde existe una secuencia e interacción coordinada de actividad
molecular y celular, bajo el control del nuevo genoma, que es modulado por una cascada ininterrumpida de
señales transmitidas de célula a célula y del ambiente externo y/o interno a las células singulares.
Precisamente esta innegable propiedad implica, y aún más, exige una rigurosa unidad del ser que está en
constante desarrollo. Cuanto más progresa la investigación científica, más parece que el nuevo genoma
garantiza esta unidad, donde un gran número de genes reguladores aseguran el tiempo exacto, el lugar
preciso y la especificidad de los eventos morfogenéticos. J. Van Blerkom, concluyendo un análisis de la
naturaleza del programa de desarrollo de los primeros estadios de los embriones de los mamíferos, subraya
claramente esta propiedad: «Las pruebas disponibles sugieren que los eventos en el oocito en maduración y
en el embrión precoz siguen una secuencia directa de un programa intrínseco. La evidente autonomía de este
programa indica una interdependencia y coordinación a los niveles molecular y celular, que tiene como
resultado la manifestación de una cascada de acontecimientos morfogenéticos».
39
Todo esto conduce a la conclusión de que el embrión humano -como cualquier otro embrión también en sus
primeros estadios no es, como afirma N.M. Ford «tan sólo un amasijo de células», «cada una de las cuales es
un individuo ontológicamente distinto», sino que el embrión completo es un individuo real, donde las células
singulares están estrictamente integradas en un proceso mediante el cual traduce autónomamente, momento
por momento, su propio espacio genético en su propio espacio organísmico.
La continuidad
La segunda propiedad es la continuidad. Parece innegable, sobre la base de los datos hasta ahora
presentados, que en la singamia se inicia un nuevo ciclo vital. «La función última del espermatozoide es
fundirse con la membrana plasmática del oocito. En el momento de la fusión [singamia] deja de ser un
espermatozoide y aparece como parte de una célula formada de nuevo, el cigoto». El cigoto es el principio
del nuevo organismo, que se encuentra precisamente al inicio de su ciclo vital. Si se considera el perfil
dinámico de este ciclo en el tiempo, se observa claramente que procede sin interrupciones: el primer ciclo no
termina en el disco embrionario, ni se inicia otro ciclo desde aquel punto en adelante. Un acontecimiento
singular, como la multiplicación celular o la aparición de varios tejidos y órganos, puede aparecer
discontinuo a nuestros ojos; sin embargo, cada uno de ellos es la prueba final, en un momento dado, de una
sucesión ininterrumpida de hechos -podría decirse que infinitesimales- interconectados sin solución de
continuidad.
Esta propiedad implica y establece la unicidad o singularidad del nuevo ser humano: desde la singamia en
adelante, él es siempre el mismo individuo humano que se construye autónomamente según un plan
rigurosamente definido, pasando por estadios que son cualitativamente siempre más complejos.
La gradualidad
La tercera propiedad es la gradualidad. La forma final se alcanza gradualmente: se trata de una ley
ontogénica, de una constante del proceso generativo. Esta ley del gradual construirse de la forma final a
través de muchos estadios partiendo del cigoto implica y exige una regulación que debe ser intrínseca a
cualquier embrión singular, y mantiene el desarrollo permanentemente orientado en la dirección de la forma
final. Es precisamente a causa de esta ley epigenética intrínseca, que está inscrita en el genoma y comienza a
actuar desde el momento de la fusión de los dos gametos, que cada embrión -y, por tanto, también el
embrión humano- mantiene permanentemente la propia identidad, individualidad y unicidad, permaneciendo
ininterrumpidamente el mismo idéntico individuo durante todo el proceso del desarrollo, desde la singamia
en adelante, a pesar de la creciente complejidad de su totalidad.
W.J. Gehring reconoce claramente esta ley, anticipando los futuros progresos de la genética del desarrollo:
«Los organismos -escribe- se desarrollan según un preciso programa que especifica su plano corpóreo con
un gran detalle y determina además la secuencia y la temporización de los eventos epigenéticos. Esta
información está dibujada en la secuencia nucleótida del DNA [...]. El programa de desarrollo consiste en un
determinado cuadro espacio-temporal de expresión de los genes estructurales que forman la base del
desarrollo. El desarrollo normal exige la expresión coordinada de miles de estos genes en una modalidad
concertada. Puesto que el control independiente de los genes estructurales singulares conduciría aun
desarrollo caótico, podemos predecir que son genes de control que regulan la actividad coordinada de grupos
de genes estructurales.
La respuesta 40
Es evidente que las tres propiedades recordadas, para una consideración apasionada, satisfacen
perfectamente los criterios esenciales establecidos por una reflexión meta-biológica para la definición de un
individuo.
Por eso la inducción lógica de los datos que suministran las ciencias experimentales conduce a la única
conclusión posible, esto es, que aparte de alteraciones fortuitas en la fusión de dos gametos un nuevo
individuo humano real comienza su propia existencia, o ciclo vital, durante el cual -dadas todas las
condiciones necesarias y suficientes- realizará autónomamente todas las potencialidades de las que está
intrínsecamente dotado. El embrión, por tanto, desde el momento de la fusión de los gametos es un individuo
humano real, no un individuo humano potencial.
Nosotros consideramos que la clara afirmación de la «Donum vitae», Instrucción sobre el respeto de la vida
humana naciente y la dignidad de la procreación, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en
1987, es científicamente correcta. En ella se expresa: «Por las recientes adquisiciones [de] la biología
humana [...] se reconoce que en el cigoto derivado de la fecundación está ya constituida la identidad
biológica de un nuevo individuo humano».
Autonomía
El embrión es quien «gobierna» todos los cambios
Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua que tiende a ocultar
su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Por eso, el aborto procurado se tiende
a justificar con argumentos falaces:
a) El aborto terapéutico: la falacia es pretender que con el aborto se quiere curar una enfermedad “grave”
para la madre. Aquí, basta con la probabilidad de la fecundación para afirmar sin ninguna duda la condición-
personal del embrión. Ahora bien, será terapéutico cuando la causa de gravedad o riesgo afecte tanto a la
madre como al feto. Este procedimiento se da en:
•Placenta previa.
•Pre-eclampsia
•Embarazo ectópico
Aquí se han de poner todos los medios posibles para garantizar la vida tanto de la madre como la del niño.
Agotado los medios y si aun persiste o se acrecienta la gravedad de la madre y la muerte del niño se
procederá en coger la única alternativa que se diera en ese momento, después de haber hecho todo lo posible
de salvar la vida de los dos.
b) Aborto eugenésico: se descubre que el feto en el seno de la madre nacerá con malformaciones. Por tanto,
se procede a extraerlo. Aquí, lo que esta de fondo es el “dominio” que tienen los padres con respecto a como
debe-ser la vida de su hijo. Se decide por una vida. Esto es una forma terrible de racismo.
c) Aborto ético: en el supuesto de una violación y quedar así embarazada se justifica, por los daños físicos y
psicológicos ocasionados, el aborto.
Por otro lado, La Iglesia sanciona el aborto no solo como pecado gravísimo (mortal), sino también con una
pena canónica de ex comunión latae sententiae. Este pecado se absuelve por cualquier sacerdote idóneo (con
su licencia para confesar), pero el levantamiento de la pena canónica esta reservada al Ordinario del lugar.
a. Diagnóstico Prenatal
Definición:
«El diagnóstico prenatal puede dar a conocer las condiciones del embrión o del feto cuando todavía está en
el seno materno; y permite, o consiente prever, más precozmente y con mayor eficacia, algunas
intervenciones terapéuticas, médicas o quirúrgicas».
Se da cuatro condiciones para su licitud y tener ya el juicio moral preparado:
•respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano.
•se orienta hacia su custodia o hacia su curación.
•el consentimiento de los padres debidamente informados.
•los métodos utilizados salvaguardan la vida y la integridad del embrión y de su madre, sin exponerlos a
riesgos desproporcionados.
c. La investigación embrionaria
Definición:
«La investigación médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, a no ser que exista:
•la certeza moral de que no se causará daño alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre.
•sólo en el caso de que los padres hayan otorgado su consentimiento, libre e informado, a la intervención
sobre el embrión.
•Se desprende de esto que toda investigación, aunque se limite a la simple observación del embrión, será
ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o de los efectos inducidos, implicase un riesgo para la
integridad física o la vida del embrión.
La distinción general entre la que tiene una finalidad no directamente terapéutica y la que es claramente
terapéutica para el sujeto mismo.
Es necesario distinguir la que se practica sobre embriones todavía vivos de la que se hace sobre embriones
muertos. Si se trata de embriones vivos, sean viables o no, deben ser respetados como todas las personas
humanas; la experimentación no directamente terapéutica sobre embriones es ilícita:
•Ninguna finalidad, aunque fuese en sí misma noble, como la previsión de una utilidad para la ciencia, para
otros seres humanos o para la sociedad, puede justificar de algún modo las experiencias sobre embriones o
fetos humanos vivos, viables o no, dentro del seno materno o fuera de él.
•El consentimiento informado, requerido para la experimentación clínica en el adulto, no puede ser otorgado
por los padres, ya que éstos no pueden disponer de la integridad ni de la vida del ser que debe todavía nacer.
•Por otra parte, la experimentación sobre los embriones o fetos comporta siempre el riesgo, y más
frecuentemente la previsión cierta, de un daño para su integridad física o incluso de su muerte.
Utilizar el embrión humano o el feto, como objeto o instrumento de experimentación, es un delito contra su
dignidad de ser humano, que tiene derecho al mismo respeto debido al niño ya nacido y a toda persona
humana. La Carta de los derechos de la familia, publicada por la Santa Sede, afirma: "El respeto de la
dignidad del ser humano excluye todo tipo de manipulación experimental o explotación del embrión
humano"[30]. La praxis de mantener en vida embriones humanos, in vivo o in vitro, para fines
experimentales o comerciales, es completamente contraria a la dignidad humana.
En el supuesto de que la experimentación sea claramente terapéutica, cuando se trate de terapias
experimentales utilizadas en beneficio del embrión como un intento extremo de salvar su vida, y a falta de
otras terapias eficaces, puede ser lícito el recurso a fármacos o procedimientos todavía no enteramente
seguros [31] .
Los cadáveres de embriones o fetos humanos, voluntariamente abortados o no, deben ser respetados como
los restos mortales de los demás seres humanos. En particular, no pueden ser objeto de mutilaciones o
autopsia si no existe seguridad de su muerte y sin el consentimiento de los padres o de la madre. Se debe
salvaguardar además la exigencia moral de que no haya habido complicidad alguna con el aborto voluntario,
y de evitar el peligro de escándalo. También en el caso de los fetos muertos, como cuando se trata de
cadáveres de personas adultas, toda práctica comercial es ilícita y debe ser prohibida».
D. El cuidado de la vida.
El cuidar la vida significa…
45
HONRAR LA IMAGEN DE DIOS
Todas las aplicaciones del quinto mandamiento destacan su significado básico: honrar la imagen de Dios.
Los seres humanos fuimos hechos a la imagen de Dios, lo dice claramente la Biblia: y dijo: «Hagamos al ser
humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del
cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran
por el suelo.» Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.
Génesis 1:26-27. El término imagen viene de la raíz de la palabra cincelar, tallar, grabar una huella o excavar
un molde; quiere decir, que Dios cinceló parte de su ser en nosotros, somos una huella de él. Dios deja su
huella en el ser humano, creándolo parecido el él mismo. Por tanto, el ser humano, al igual que su Creador,
es un ser digno de respeto, un ser pleno, íntegro, creativo.
Atentar contra un ser humano es atentar contra la imagen de Dios, contra la huella plasmada en el ser
humano, así lo dice la Biblia: Si alguien derrama la sangre de un ser humano, otro ser humano derramará la
suya, porque el ser humano ha sido creado a imagen de Dios mismo. Génesis 9, 6. El cuidar de la vida de
otros, es honrar la imagen de Dios plasmada en el ser humano. El quinto mandamiento implica santificar la
imagen de Dios, cuidar la esencia de Dios reflejada en nuestras vidas.
"Cuando se trata del trasplante del corazón, se requiere con absoluta necesidad que la persona cuyo corazón
va a ser trasplantado esté realmente muerta. (...) De lo contrario, los operadores cometen un homicidio"
(ANTONIO ARZA, S.I.: PREGUNTAS Y RESPUESTAS EN CRISTIANO, PG. 235. Ed. Mensajero.
Bilbao).
Por eso es obligatorio legalmente, antes de extraer el órgano al donante, asegurarse de que está
cerebralmente muerto, para lo cual se le hacen tres encefalogramas, espaciados por seis horas cada uno; y los
tres deben estar planos.
"Exceptuados los casos de prescripciones médicas, de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones,
mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias de personas inocentes son contrarias a la ley moral"(
CEC. nº 2297).
E. El final de la vida.
La muerte es consecuencia del pecado. Pone fin a la vida biológica como bien lo atestigua la experiencia.
•Desde el punto de vista filosófico: el alma se separa del cuerpo.
•Desde el punto de vista práctico hay dificultades para poder determinarla.
•Desde el punto de vista biomédico es “la pérdida irreversible de toda la capacidad de integrar y coordinar
las condiciones físicas del cuerpo.
Dos rasgos:
•Irreversibilidad
•La descomposición del cuerpo.
Se hace necesario precisar el diagnóstico de la muerte. Al respecto Pio XII (24/11/1957) afirmó: El médico
determina cuando la persona esta muerte. La desaparición de los signos vitales: hasta aquí llega la filosofía.
El médico determina la muerte cuando se da la destrucción irreversible del tejido cerebral, la cual lleva a la 47
parada cardiaco-respiratoria dando así signos inequívocos de muerte: palidez, rigidez.
Sin embargo el 1968 se deja la muerte cerebral como criterio. Algunos ante el avance de la tecnología
médica, han planteado la insuficiencia de este criterio.
E.2. La eutanasia.
Eutanasia es una acción u omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor.
La eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o de los métodos usados. Constituye un homicidio
gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador.
Distinguir: