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(Ejercicios dados por el P.

Mir)

PROLOGO

Los Ejercicios que el P. Alberto Cuzcó y Mir impartió a Concepción


Cabrera de Armida (años 1893-1901), dejaron en ella una huella imborrable,
muy positiva. En su Cuenta de Conciencia, Conchita muestra un continuo
agradecimiento y una actitud de fidelidad a este instrumento providencial
que Dios puso en su camino espiritual y apostólico.

Fueron catorce Ejercicios, todos ellos de línea claramente ignaciana.


Los practicó en casa, durante la vida ordinaria, desde 1893 (cuando ya
Conchita estaba casada y tenía cuatro hijos), hasta 1901 (año en que murió
su esposo, cuando tenía ocho hijos). Algunos Ejercicios se realizaron en San
Luís de Potosí y otros en México D.F. En algunos años, los Ejercicios los
practicó Conchita dos o tres veces, en fechas diversas. No hay texto de
Ejercicios en 1899.

El itinerario espiritual de Conchita quedó marcado por esa huella de


solidez ignaciana. Ella recoge los textos básicos de las meditaciones y
anota todas las circunstancias de esos Ejercicios en la Cuenta de
Conciencia. De hecho, también elaborará más tarde otra redacción, en el
"Manual Guadalupano", redactado en 1910 para los "Misioneros Guadalupanos"
fundados por Mons. Ramón Ibarra y González, Arzobispo de Puebla.

Se podría hablar, en cierto modo, de dos redacciones de los Ejercicios


del P. Mir: la de la Cuenta de Conciencia y la del "Manual Guadalupano".
Pero lo importante es poder constatar que es siempre un compendio de la
propia espiritualidad de Conchita, fruto de los Ejercicios dirigidos por el
P. Mir, añadiendo aportaciones posteriores recibidas de otros directores
espirituales. Y siempre con aplicaciones prácticas y factibles para el
camino de perfección y de apostolado.

Sin olvidar lo recibido durante aquellos años hasta 1901, fue


acumulando inspiraciones nuevas y también aportaciones con influencia de la
escuela francesa de espiritualidad (por medio del P. Félix Rougier) y de la
síntesis cristiana enseñada y vivida por los Obispos mexicanos que la
dirigieron y la orientaron posteriormente. Habrá que destacar la doctrina de
Mons. Luís Martínez, un gran clásico de espiritualidad (que sintetiza las
grandes escuelas de entonces y del pasado), quien le dirigió los Ejercicios
durante los últimos años de su vida.

En la presente edición de los Ejercicios, que el P. Mir dirigió a


Conchita, es importante adentrarse en los textos, como dejándose impresionar
por un itinerario espiritual (el de Conchita), que quiere amar al Señor, a
su Iglesia y a las almas, con amor apasionado y generoso. Se inspira en
principios certeros, se apasiona por ellos, se entrega de modo total,
concretando sus deseos en propósitos prácticos y factibles, de acuerdo con
su estado de vida (casada y con numerosos hijos). Véanse, por ejemplo, los
propósitos respecto a la relación con su marido, con sus hijos y con los
criados (Ejercicios, septiembre del año 1884).

No son principalmente las ideas las que le arrastran, aunque las hay y
muy hermosas, sino la persona de Jesús, conocido vivencialmente, amado con
pasión, celebrado en la Eucaristía, bajo la acción del Espíritu Santo,
vivido con María, comunicado a los demás. Es la "teología vida de los
santos" (Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, n.27), que se desarrolla por
un proceso de fe, vocación, contemplación, perfección, celebración, comunión
fraterna y misión.

Quien intenta revivir con ella ese itinerario espiritual (años 1893-
1901) se siente invitado a recordar una herencia de gracia recibida en el
pasado, para agradecerla con una mayor fidelidad en el presente y para
disponerse a afrontar con esperanza un futuro que es siempre sorpresa de
Dios. Las huellas imborrables del pasado se convierten en gratitud y
apertura esperanzada a nuevas gracias.

Conchita se decide, por consejo de su Director, a comprometerse por


voto, a "hacer lo más perfecto", que será siempre por un camino de "humildad
profunda, confianza suma, amor inmenso" (Ejercicios del año 1893).

Los Ejercicios son siempre un coloquio con Jesús, de línea muy


eucarística, con una oración intensa al Espíritu Santo, bajo la protección y
afecto materno de María en su advocación de Guadalupe. Continuamente afloran
preguntas que Conchita hace al P. Mir, para esperar de él orientaciones
certeras, que ella seguirá con suma fidelidad. En las notas, la presente
edición recoge algunas de las respuestas del Director espiritual.

Ella quiere unirse totalmente Cristo Esposo, ser "más suya", "sólo con
El... toda de El", aprendiendo a sufrir y amar (Ejercicios, junio del año
1894). Ella se siente "estropajo" e incluso "muladar asqueroso", pero
siempre amada por el Señor. Meditando la pasión, se enciende en celo de
almas, dedicada a "salvar almas". Examina minuciosamente sus propios
sentimientos para enderezarlos hacia el amor y para poder decir: "Jesús mi
único apoyo" (Ejercicios, septiembre del año 1894).

Su vida espiritual se enfoca a orar y sacrificarse por la


santificación de los sacerdotes. Para ello, Jesús le insta a una
transformación más profunda: "Déjate hacer y déjame hacer". La "mirada" del
Padre invita a esta transformación, según la misma invitación de Jesús: "Sal
de ti, pero entra en mí" (Ejercicios, octubre del año 1894).

Todo va en la linea del amor y de la entrega, acentuando la bondad de


Dios, quien la ha creado para amar y ser amada: "Soy toda tuya... y sólo
tuya y para siempre, pero Tú también eres mío". Ella busca la humillación y
la suma pobreza, para identificarse con Cristo crucificado, como "cruz
viva", según le pide Jesús a ella y también refiriéndose al P. Mir: "Sé mi
retrato vivo". A Jesús se le encuentra en la propia nada, a la luz del
Evangelio y en relación con la Eucaristía. La pasión se medita desde el
Corazón de Cristo, desde sus amores que son también grandes deseos de
salvación de las almas (Ejercicios, abril del año 1895).

La insistencia en "salvar almas" es continua: "Te crié para que por tu


medio se salven muchas almas". Entrando en esos sentimientos, Conchita oye
las palabras del Señor: "Siempre mía y sólo mía". Para este objetivo, Jesús
le pide obediencia al Director espiritual. Conchita vislumbra que se trata
de un camino de dolor y de amor para cooperar en la redención: "arrojarme al
martirio de la perfección". Así será un camino de "pobreza interior", como
quiere Jesús, para responder a la mirada de amor del Padre: "el Padre te
mira" (Ejercicios, septiembre del año 1895).

Las meditaciones ignacianas conducen a Conchita a vivir en Cristo,


como S.Pablo: "Jesús es mi vida, mi vivir". Todo ello en dimensión
trinitaria: "La Santísima Trinidad... interiormente me absorbe". Y también
quiere vivir esta vida en relación con la Eucaristía: "Yo quiero ser mártir
de... la divina Eucaristía". Para ello, la invitación de Jesús es siempre
acuciante: "Necesitas hacerte conmigo, y con la Cruz una misma sustancia".
Conchita lo aplicará a mortificaciones muy concretas y dolorosas
(Ejercicios, noviembre del año 1895).

Todos estos contenidos se van repitiendo y ampliando en años


sucesivos, siempre en la línea de la humildad, confianza, entrega, consulta,
obediencia al Director, buscando "la voluntad santísima de Dios en todas las
cosas". Pero Conchita parece adentrarse cada vez más en "la soledad del alma
enamorada", que ella califica de "terrible". Precisamente por ello, "el
Oasis debe fundarse en el martirio mismo de la virginidad". Jesús la irá
guiando para saber sufrir amando: "La Cruz es la consecuencia del amor... La
obra de la redención fue obra del amor y del dolor" (Ejercicios, 1896).

Los deseos de Conchita se van reduciendo a ser santa: "¡Señor, hazme


santa!", conquistada por la "mirada eterna" de Jesús, a la luz de la
Encarnación del Verbo y meditando el evangelio de S.Juan. Pero la misma
Conchita tiene una impresión de profunda humildad, "como si a un cerdo le
pusieran alas para hacer que se elevara". En ocasiones de dificultad y
tribulaciones, Conchita siente cercana a la Virgen de Guadalupe, "como muy
apacible y tierna". Jesús la va llamando a "desposorios muy altos con su
alma... El desposorio será con el Verbo, porque quiere darte su misma Cruz.
Serás esposa del crucificado" (Ejercicios, enero del año 1897).

En este camino de santificación y en armonía con los Ejercicios


pasados, Conchita es invitada al matrimonio espiritual con el Señor, bajo la
"mirada eterna de la Trinidad Santísima". Escribe: "Experimenté... la llaga
del amor en mi corazón". Es consciente de su propia miseria: "Me miró a mí,
miserable". Al mismo tiempo, se acrecientan las dudas y las sugestiones del
espíritu del mal. No obstante, todo es un proceso de purificación profunda
de la fe, esperanza y caridad. Conchita quiere afianzarse en una "vida de
compunción que es la más segura", y escribe: "Viviré a ejemplo de Jesús en
la Casita de Nazaret". Jesús le dice: "Tiempo es ya de preparar mi morada".
Ella responde: "Tengo pegada el alma con mi Dios" (Ejercicios, febrero-marzo
del año 1897).

Aunque en muchos Ejercicios, Conchita escribe que ha estado enferma,


esta situación aparece principalmente en los Ejercicios de 1898, cuando ella
se ofrece como "víctima por la Iglesia". En estos mismos Ejercicios, se
siente "despedazada por las penitencias", y también deja constancia de su
modo distinto de ver el Oasis, respecto al P. Mir, aunque está dispuesta a
obedecer, también cuando se le prohibiría hablar con nadie sobre este tema.

Conchita recuerda con frecuencia el hecho de haberse grabado el


monograma de Jesús en el pecho. Así en los primeros Ejercicios del año 1900
(en el mes de enero), anotando que hacía seis años de este acontecimiento
que marcó su existencia. De este modo podía afirmar que Jesús era "su único
amor". Pero en esos Ejercicios de enero de 1900 (no los tuvo en 1899), se
describe a sí misma como "enferma del alma y del cuerpo". Acude a María y se
siente animada a renovar el "voto de siempre padecer". "Mi lema será:
¡siempre padecer por Jesús!", "Jesús es mi único amor".

Además de hacer referencia a la situación de las Obras de la Cruz (con


sus éxitos y dificultades), en algunos Ejercicios anota que sus escritos han
pasado a examen por parte de algunos Padres y que algunos los han aprobado.
Ella procura sobreponerse a esas situaciones, recordando a "Jesús tan
olvidado y tan ofendido". Conchita pide al Señor que el siglo XX sea "el
siglo de la Cruz y del reinado del Dolor para consuelo de su Corazón divino"
(Ejercicios, diciembre del año 1900).
Los Ejercicios del mes de julio del año 1901 describen el inmenso peso
de las Obras de la Cruz. Anota grandes consolaciones y también grandes
desolaciones. Su esposo, ya enfermo y muy bien atendido por ella (que
también estaba enferma), moriría el mes de septiembre de ese mismo año. Y
así continuaba su camino espiritual, sin dejarse llevar por las
dificultades. Jesús le ratifica que todo cuanto ella recibe, es de El. Ella
va manifestando su adhesión total al Señor presente en el "Sagrario... imán
que me encadena". Jesús le recuerda: "En la Cruz y en la Eucaristía se
encuentra la escuela de los santos". Por esto Jesús le dice: "Ama y sufre".
Y ella responde: "Yo soy toda tuya... ¡Oh Señor, si el mundo te conociera!".
Así responde a los grandes deseos de Jesús, que le confía su gran deseo:
"Que me amen las almas" (Ejercicios del año 1901).

Se puede observar que en todos los Ejercicios aparecen las tensiones


entre consolaciones y desolaciones terribles, se anotan las penitencias
duras llevadas a cabo (puntas de hierro, miles de azotes en un solo día,
"ayer tomé dos mil azotes" dice en los Ejercicios de enero de 1900) y se
muestra a veces "despedazada por las penitencias" (1898). Se indican las
gracias recibidas y también los fenómenos extraordinarios (locuciones,
visiones), así como las tentaciones y sugestiones del espíritu del mal (el
diablo se le presenta de modo "espantoso"). No faltan debilidades, que
pueden ser atribuidas a falta de salud, como cuando sintió
"desfallecimiento" después de la comunión y tuvo que sentarse (Ejercicios
1896). Siempre se notan temores, tentaciones y dudas. Jesús habla también
para su Director, dando para él indicaciones concretas en el modo de obrar.
En muchos Ejercicios, Conchita dice que ha estado enferma: "Enferma del alma
y del cuerpo" (Ejercicios de enero de 1900).

Después de haber leído atentamente estos Ejercicios y de haberlos


resumido sucintamente en lo que acabo de anotar, llego a la conclusión de
que allí está la gracia del Señor, que se demuestra por la humildad
profunda, la confianza en el amor de Dios y la entrega generosa, concretada
en la obediencia incondicional al P. Mir. Son los criterios que siguió
también San Juan de Avila para discernir y aprobar la autobiografía de Santa
Teresa de Jesús.

Pero el lector de estos Ejercicios y de otros escritos de Conchita,


tiene que aprender a quedarse con lo esencial y relativizar toda la
fenomenología de locuciones, apariciones, práctica de penitencias tan duras
y, especialmente, la descripción del espíritu del mal (experimentado incluso
físicamente). La gracia de Dios respeta la naturaleza, según el principio de
Santo Tomás de Aquino, es decir, se adapta a la psicología, a los
condicionamientos sociológico-históricos y la cultura de cada persona. El
primer momento de la acción de la gracia puede ser de Dios (como lo es en
Conchita). Las manifestaciones fenomenológicas de un segundo momento son de
la naturaleza y, por tanto, sujetas a interpretación e incluso necesitadas
de corrección, en vistas a evitar angustias personales y problemas
eclesiales. Por esto, en estos casos, ella se siente dudosa y,
consecuentemente, consulta y pregunta con humildad. El mismo P. Mir no
siempre consintió en cumplir lo que parece que Jesús había pedido (por
ejemplo sobre dar a leer los apuntes al P. Carrera o sobre detalles del
Oasis), como posteriormente tampoco consentiría algunas cosas el P. Rougier,
especialmente cuando estaba de por medio la salud y la prudencia. El P. Mir
le dice una vez: "No te olvides de la tinaja que eres" (8 diciembre 1894).

Para poder leer con provecho las experiencias espirituales de


Conchita, al lector le ayudará conocer lo que ya ha sido estudiado sobre
ella, con ocasión del proceso para aprobar sus virtudes heroicas (que
terminó felizmente declarándola Venerable) y también con ocasión de
congresos y publicaciones. Me remito a mi estudio: Concepción Cabrera de
Armida y Félix Rougier, encuentro con Cristo (México, Edic. Cimiento, 2003),
primera parte. Y también a una Tesis Doctoral desarrollada con gran
competencia por el Padre C.Castro Tella: Proceso humano y experiencia de
Dios en Concepción Cabrera de Armida (México, Universidad Pontificia, 2004),
primera parte. Las llamadas "revelaciones privadas" no son propiamente
"revelaciones", sino motivaciones y experiencias espirituales, transmitidas
por testigos creíbles de la experiencia de Dios, que nos invitan a vivir con
más autenticidad el evangelio.

El lector encontrará, en la presente publicación, una presentación


general que le ayudará a comprender la hondura y la actualidad de los
Ejercicios de San Ignacio. Concepción Cabrera de Armida se modeló en ellos,
como innumerables cristianos del pasado y del presente. Pero respecto a cada
año, el lector podrá apreciar también la riqueza del texto, con la ayuda de
una presentación particular, donde se resumen las disposiciones personales
de Conchita, las gracias recibidas, el ambiente familiar, las Obras de la
Cruz, la situación política de México, sin olvidar la fecha y el lugar de
los Ejercicios, el lugar de la Cuenta de Conciencia donde se encuentra el
texto y también las referencias al P. Mir, su director espiritual por
aquellas fechas. Al final de cada presentación particular, hay una gráfica,
a modo de resumen literal: lo que el Señor dice a Conchita y o lo que ella
responde al Señor.

Al final de todos los Ejercicios hay una gráfica general, donde se


ofrecen de modo sintético los datos esenciales sobre la fecha, el lugar, los
escritos, los temas ignacianos meditados y las gracias recibidas.

El lector tiene, pues, en las manos, un instrumento privilegiado para


decidirse a emprender el propio camino de fidelidad al Espíritu Santo
(expresión personal del amor entre el Padre y el Hijo) y hacer de la propia
vida una oblación eucarística, desde el Corazón de Jesús, en unión con la
Santísima Virgen. El tono es el del amor, demostrado en el sufrimiento, que
reclama amor y que hace posible una respuesta de amor apasionado. Se aprende
a amar a Jesucristo desde su propio Corazón abierto en la Cruz, fuente de
luz, de esperanza y de gozo pascual.

Juan Esquerda Bifet


Catedrático emérito, Pontificia Universidad Urbaniana,
Director Espiritual del Pontificio Colegio Urbano, Roma.

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