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Comencé este trabajo por una propuesta del profesor de “Investigación – acción como
estrategia de intervención socioeducativa” José Joaquín Arrieta. En la lectura del
material me he dado cuenta de la vaguedad de muchos de los conceptos que los autores
de la I-A utilizan, y de las distintas connotaciones que entre ellos dan ¿cómo es posible
que pudieran comunicarse unos con otros.
Quizá, para llevar a cabo su propuesta de un análisis del campo gnoseológico y
además hacerla compatible con un análisis de la materia en cuanto paralela a la
sociología y creadora de conocimiento, quizá debía haber empezado con un análisis de
los distintos autores, con una clasificación de las distintas corrientes según sus
propuestas ya no solo gnoseológicas sino además políticas. La materia de la que se trata
aquí es altamente conflictiva a varios niveles.
Pero en el momento de redactar el trabajo mis conocimientos sobre el tema no son
suficientes como para solucionar todas las dudas que se me presentaban. No estoy muy
seguro tampoco de que haya conseguido dar un orden claro a estas dudas, pues además,
soy consciente de que mis propias ideas en temas cercanos, y la maraña de
conocimientos en otros campos que se enlazan poco a poco en mi cabeza y que busca
constantemente cabos nuevos para enredar han sido en muchos momentos de poca
ayuda si de lo que se trata es de clarificar. He desechado parte del material que se
alejaba demasiado de este fin, y con ello, algunas dudas abiertas en el texto presente
quedan sin acotar.
De todas formas hay en el texto una utilización de conceptos claves dados en el curso
de sociología del conocimiento.
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Investigación – acción
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Freire y otros desarrollarán la Ivestigación – Acción participativa, orientada a la
liberación de los oprimidos.
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Investigación – acción participativa
La IAP trabaja a partir de problemas concretos que pueda tener una sociedad, pero sus
miras están puestas en devolver poder a los que están oprimidos, para ello, en términos
de Paulo Freire, el camino que ayudan a recorrer es el de la concientización. Con este
término Freire quiere evitar caer en la idea de que se trata de un despertar de la
conciencia de clase, la concientización alude a la forma peculiar de ver el mundo, a la
propia historia también, de un grupo humano al cual el sistema mucho más amplio en el
que está inmerso ha despojado de señas de identidad anteriores a su condición de
trabajadores, quiere recuperar la propia cosmovisión del pueblo oprimido. De hecho,
alejándose del paternalismo, cuando escribe “Pedagogía del oprimido” no se refiere a
una técnica para enseñar a los oprimidos, sino a un método que estimule los propios
recursos del grupo social que están adormecidos por la presión que les somete, se trata
de pedagogía para el oprimido, de una herramienta que se pone a disposición del
oprimido. Lo que se pretende es recuperar la autentica praxis, la que deriva del
conocimiento popular y del conocimiento de la situación política en la que se está
inmerso, pues ahí es donde está la reflexividad, se trata de cambiar la base a partir de la
que se generan los conocimientos.
Al fin y al cabo muchas de las técnicas que utiliza están también en las técnicas de
manipulación colonial, o de marketing a la hora de crear nicho económico, pero como
dice Freire, esto no conduce a una ciencia emancipadora. Así, parece que el campo de la
IAP y el de las tecnologías de la conducta a las que pretende oponerse solo se diferencia
en principios éticos. Veamos una de estas técnicas antes de pasar al análisis.
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encierra sino que limita” y la conciencia, por la imaginación, puede trascender estos
límites.
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El campo gnoseológico
Un análisis del campo gnoseológico desde la teoría del cierre categorial exige el
estudio de las relaciones entre signo, objeto y sujeto que se dan en unas coordenadas
que permiten analizar la realidad: eje sintáctico, eje semántico y eje pragmático. El
problema aquí es que los objetos con los que opera la IAP son por un lado la praxis del
los actores, por otro la propia del sujeto gnoseológico, y además, el conocimiento
popular, al que ni siquiera puede tener el investigador un verdadero acceso (luego
analizaré las peculiaridades que la distinción emic – etic muestra desde los presupuestos
de la IAP).
Me planteo si las verdaderas materialidades con las que trabaja la disciplina son las
estadísticas, las entrevistas, etc, pero siguiendo la concepción de que materia es aquello
sobre lo que se puede operar, me parece más bien que todo esto serían operadores y
relatores, puesto que dan lugar a nuevas praxis o relacionan unas con otras, así que no
creo que se pueda decir que son los verdaderos términos materiales corpóreos que exige
la teoría de Gustavo Bueno para el nivel sintáctico. En todo caso, me parece, tales
materiales serían las propias conductas de actores e investigadores.
Supongo que la estrategia sería en primer lugar desgranar cada una de las disciplinas
que conforman la IAP para hacer en ellas el análisis del campo gnoseológico. Ahí
estudiar los antecedentes técnicos y las estructuras a las que llegan para ver cual es la
relación entre ellas. Habría que considerar cada una primero en su orden interno, como
totalidad independiente con unos relatores, operadores, etc que llegarían a unas esencias
filosóficas concretas (en jerga sería un análisis atributivo), y luego cómo dialogan unas
con otras a través de sus componentes mediante un análisis de las relaciones
distributivas. Al final en el eje pragmático situaría la principal labor de la disciplina al
considerarla como una praxis política, no solo por la carga de dialogismos que exige su
metodología, sino por la vinculación mediante autologismos dados como principios
políticos orientados desde la tendencia del grupo de investigadores. En definitiva
aparecería como una propuesta de interdisciplinariedad reglada para un fin emancipador
del grupo social que se estudia, pero no reconocería el carácter de creadora de
conocimientos que esta reclama para sí.
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La raíz de la incompatibilidad está en la distinta concepción que se tiene del
conocimiento. La IAP bebe aquí de
Habermas. Para el autor de Conocimiento e
Cª empírico-analíticas situaciones a-1
interés existen un tipo de ciencias dirigidas Cª histórico-hermenéuticas situaciones b-1 I
por un interés de emancipación. Mientras las Cª sociales críticas situaciones a-2
ciencias empírico-analíticas construyen el
mundo como unidad legaliforme desde el
que organizar su sometimiento y las ciencias histórico-hermenéuticas como un espacio
simbólicamente dotado de sentido dialógicamente asimilable, las ciencias sociales
críticas median ambos paradigmas a través de la autorreflexión. Por un lado, conciben la
existencia de determinaciones sociales que actúan con fuerza de ley, por otro, sitúan en
las condiciones iniciales que hacen posibles semejantes regularidades la conciencia
oscurecida como el conductor fundamental del determinismo. Al establecer las
condiciones iniciales de las leyes sociales como espacio de coacción inconsciente,
Habermas sitúa la autorreflexión sobre lo que nos constituye como previo necesario de
un cambio social, que aún puede abortarse por el miedo derivado de la amenaza directa
de violencia.
Del lado de la teoría del cierre categorial, aunque en el orden esta clasificación sea
muy similar a la que se puede llegar a partir de la utilización de conceptos que ponen en
juego los niveles de operatoriedad (situaciones alfa y beta operatorias), no podrá nunca
ser admitida por el materialismo, pues el punto de partida de Habermas, tanto cuando
habla de autorreflexión como de diálogo, es la idea de Hombre elevada (hipostasiada
más bien) a fundamento de un nuevo imperativo categórico basado en el diálogo y que
introduce ad hoc esa idea de hombre para posibilitarlo (el hombre de la declaración
universal de derechos humanos). Desde el materialismo filosófico la idea de Hombre
estaría en permanente conflicto según la filosofía desde la que se construya. El análisis
de Bueno llevaría desde las situaciones alfa-1 operatorias a las situaciones beta-2
operatorias.
Así, podríamos entender que 1.) las ciencias empírico-analíticas de la clasificación de
Habermas estudian situaciones alfa-1 operatorias, 2.) las ciencias histórico-
hermenéuticas (que desde este punto de vista trabajan con los textos y reliquias
materiales, considerando imposible llegar a algo así como la episteme de una cultura o
momento histórico de la que habla Foucault) estudian las situaciones beta-1 (situación
I), y que 3.) las ciencias sociales críticas, que incluirían tanto el estudio de las
operaciones determinadas por contextos envolventes mediante metodologías alfa-2 (así
métodos estadísticos en la sociología, o el estructuralismo en lingüística) como el
estudio de técnicas humanas donde hay co-determinación operatoria (técnicas de la
manipulación de la conducta, de negociación, políticas etc). Pero aunque se pueda hacer
la correspondencia, y dé la impresión de que la clasificación de Bueno puede englobar a
la de Habermas, como decía, lo que motiva ambas es de distinta raíz.
El materialismo, evitando aludir a términos hipostasiados como Hombre, no cae en el
peligro del idealismo que (sobre todo en disciplinas tan cercanas a la acción política
como es la IAP) puede llevar terribles errores al elevar la propia idea de Hombre, nacida
en una cultura determinada, a un absoluto; en vez de eso regresa de las operaciones de
los hombres a las ideas que en muchos casos no pueden desvincularse de las primeras.
Sin embargo, en cuanto a la apelación que hace Habermas a la autorreflexión a la que
conducen las ciencias sociales críticas como mediadoras, el conflicto es distinto.
Podemos ver a qué distancia quedan una de otra en la interpretación que hace David
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Alvargonzález de la distinción entre metodologías alfa y beta operatorias a la luz de las
disputas de Auxiliis de la escolástica española del siglo XVI.
Antes de meterme en el texto y hacer aflorar nuevos problemas prefiero dejar el
apunte y avanzar hacia otros aspectos de la IAP. El apunte será escueto, pero necesario,
porque me parece que hay aquí una diferencia básica entre un modo y otro de concebir
las relaciones con otros grupos humanos, y voy a usar este punto como gozne para un
giro en el análisis gnoseológico.
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Reflexividad
Lo que Kurt Lewin plantea como una práctica en los años cuarenta, un sociólogo
llamado James S. Coleman lo teoriza en los sesenta como una regla esencial para que
una teoría sociológica tenga sentido en la realidad, es el test de correspondencia con la
realidad: “el contenido de la teoría debe ser tal que explique la acción de construir la
teoría social”; lo que quiere decir que debe tener en cuenta que la propia teoría está
modificando la realidad que describe, de manera que sobre la teoría descriptiva debe
haber una teoría que describa el cambio producido por la inclusión de la primera. Ahora
bien, él mismo se da cuenta de la trampa a la que conduce esto, pues si la teoría refleja
adecuadamente la realidad entonces no la constituye, y si la constituye, no la refleja
adecuadamente, así que la teoría verdadera sería la segunda, la que refleja a la primera.
Pero claro, el problema que tenía la primera se refleja con ella y habría que construir
una tercera y una cuarta y así al infinito. Esto que es fruto de la movilidad social, es un
problema solo para una racionalidad positivista.
Lamo de Espinosa critica que finalmente Coleman va contra su propio test. En el
mismo texto especifica tres tipos distintos de reflexividad: técnica (o alienante),
mediata, e inmediata. La primera es aquella que es consciente de sí misma y de su
acción aunque sin tener en cuenta los sujetos de estudio a la hora de distribuir el
conocimiento, del que se aprovecha más bien la entidad que contrata la investigación; la
segunda es llevada a cabo por investigadores pero aplicada por los propios actores, por
lo que se corresponde con la IA, que pese a tenerles en cuenta a la hora de investigar, lo
hace dentro de los esquemas preconcebidos en la planificación; la tercera es la de la
IAP: el origen y la aplicación de los conocimientos está en manos del actor social.
Ahora bien, la reflexividad inmediata en la sociología es posible cuando las técnicas
de la sociología pertenecen a la propia esfera conceptual del actor social, de hecho
“reflexividad inmediata” es un término de la sociología que alude a un tipo concreto de
reflexividad inmediada que se da dentro de la sociología, pero la reflexividad de una
sociedad no pasa necesariamente por la sociología. Por ejemplo, la imagen que tienen
de sí mismos punjabis, hindúes, romas, tejanos, o chicanos, difiere considerablemente y
en algunos casos incluye el rechazo del otro, es un tipo de conocimiento que Gurvitch
llama “conocimiento de los otros, de los nosotros”.
Todos los grupos en principio tienen recursos para presentarse a sí mismos fuera de
las instituciones, están en su propia lírica, en sus leyendas transmitidas de boca en boca,
en sus relatos y sus creencias mitológicas, y esta reflexividad parece inmediata. El gran
logro de sociólogos y antropólogos en su intento por descubrir la estructura que subyace
a todas ellas está en haber conseguido encontrar la racionalidad, no general, sino
particular de cada uno. El paso siguiente ha sido dado por quienes tenían acceso a sus
investigaciones: en primer lugar, para adaptar los términos propios de la cultura europea
(como eficacia, crecimiento, trabajo, calidad de vida), y después, para introducirlos bajo
los seudónimos civilización, democracia y demás, y así poder controlar estos aspectos y
abrir un mercado dócil al ritmo, como dice Ritzer, de la macdonalización. Pero el mayor
problema para estos grupos es que los espejos de su racionalidad están viciados, la
trampa está en que su reflexividad está mediada sin que sean conscientes pues, como es
costumbre, mantienen aun la confianza en que ese reflejo esta producido por ellos, así
piensan que es suyo, aunque no lo sea, porque pertenece al sistema.
La IAP intenta llegar a las verdaderas formas de reflexividad del grupo, por eso en
realidad pretende ir más allá de lo que Lamo de Espinosa llama “reflexividad
inmediata”, y pone su objetivo en la concientización de la que habla Freire. El problema
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es que si esa cultura en la que actúa ya tiene sus propias formas de reflexividad, solo
que están viciadas, ¿cómo puede llegar a ellas el investigador?.
El intento de resolver la pregunta pasa por considerar métodos emic con la esperanza
de alcanzar la – voy a citarlo – “comprensión de las evaluaciones, las emociones y las
creencias que quedan más allá del uso de la palabra”. Esta cita, que pertenece a un
antropólogo llamado Benjamin Colby, está tomada por Marvin Harris para su posterior
crítica, a la que me uno arguyendo que los relatos de los sujetos de estudio, al estar
contaminados por la imagen de sí que muestra un espejo viciado, pueden presentar
formas de falsa conciencia.
Pero veamos, creo que “falsa conciencia” es un concepto que tiene pleno sentido en su
originario contexto de análisis político, donde alude a una clase social, que está
alienada, o bien por el sistema o bien por otra clase social, depende la interpretación que
se haga de Marx. Sin embargo el término no me parece tan fácilmente trasladable a la
antropología, cuando se estudian grupos humanos con unas formas particulares de
religación con su medio, se supone al hablar de falsa conciencia que se conoce de
antemano la interrelación entre cultura naturaleza, y que nuestras simbolizaciones de
esta relación son mas aptas (algo que creo que viendo la acción global de nuestra cultura
sobre la naturaleza no está nada claro). Lo que quiero decir es que podemos detectar las
formas de falsa conciencia cuando hablamos dentro de un mismo sistema y entendemos
que su reflexividad está viciada cuando ponemos el ejemplo de Naomi Claim de una
mujer que es explotada en Cavite en una fábrica de zapatillas deportivas y aun así
decora su casillera con la legendaria foto de Michael Jordan para la misma marca, pero
para llegar a esta situación primero han tenido que ser pulverizadas las formas
originarias de reflexividad de esta cultura, y recuperar esto es imposible desde
metodologías etic.
Las metodologías desde el punto de vista etic, no consiguen alcanzar estos resortes.
Pueden ser muy útiles a la hora de localizar los términos materiales (M1 y M3) de un
problema, pero no la forma que tienen en la conceptualización (M2), pues la consideran
producto de la anterior.
Por ejemplo, Marvin Harris en un análisis que hace en “Caníbales y reyes” reprocha al
psicoanálisis poner los bueyes delante del carro, ya que, a propósito del origen de la
guerra, no es la estructura de mitos psicológicos la que conduce a ella, sino las presiones
ambientales que, como resultado, además producen todo lo que figura en el análisis
freudiano. Esto es cierto, pero también lo es que la misma estructura cultural que
explica esas materialidades que son leyendas, mitos, canciones, y que pudo haber tenido
su origen en circunstancias ambientales, establece un diálogo con su propio reflejo, y la
lleva por derroteros a veces difícilmente comprensibles pero que pueden propiciar la
acción. Claro que desde nuestro punto de vista europeo esto es la locura, y de hecho –
observa la antropóloga Ruth Benedicth – la sicología comparada ha dado por paranoicos
a pueblos enteros. Quizá tenga razón otra vez Harris a proposito de la sicología
comparada y el caso no hace más que socavar las capacidades explicativas de la
disciplina, pero lo que ocurre es que, desde el momento en que una acción modifica el
entorno, sea cual sea el origen, y la respuesta que este entorno da es asumible por las
coordenadas culturales, todo funciona (aunque le demos el nombre de falsa conciencia).
No sería justo que no dijera que Harris se da cuenta de ello (si por ejemplo está
estudiando el trabajo de un curandero, no rechaza la parte mística que envuelve la
utilización de unas hiervas que efectivamente reaccionan con el cuerpo, sino que
comprende la labor social que desempeña), pero termina por darle una explicación
tajante en términos de producción, sobreproducción, etc que es siempre a posteriori.
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De esta manera, con estos principios, parece que el investigador se ha quedado sin
herramientas, pero la impresión viene por un supuesto erróneo sobre quien es el
investigador. Me explico: el fin de la IAP es generar conocimientos liberadores, para
esto deben ser reflexivos, y si la verdadera capacidad de reflexión del actor social sobre
su acción está en sus manos, el auténtico investigador es el actor social que
probablemente no tenga la menor idea sobre sociología. Esto da un nuevo enfoque al
modo de producción del conocimiento situándolo dentro de un cruce entre el paradigma
interpretativo y el del humanismo radical.
Los conocimientos que el investigador externo tiene sobre su disciplina están
encaminados a reconocer las manchas en el espejo (esta es la parte etic de la disciplina),
pero no a proporcionarles otro, porque esa es tarea de los actores, y en esto el
investigador tan solo puede ayudar de un modo emic (por eso insisten tanto los artículos
sobre el tema en la importancia de la formación y la sensibilidad de los investigadores).
¿Cómo dice Kurt Lewin que se establece el contacto? Las manchas se hacen visibles en
los problemas concretos. El investigador externo, a través del problema concreto
pretende que se replantee el actor si tras esto no hay una forma alienada de reflexividad,
pero entre sus principios no está el comprender la imagen, así que no es que deseche el
punto de vista emic, pero acepta las críticas de Harris.
Desde el punto de vista etic sólo hay un dato que sí se tiene completamente claro para
actuar, la opresión a la que está sometido el pueblo, la necesidad de liberarlo; en cuanto
al resto de procedimientos para el análisis etic de las conductas y la cultura en general,
si no entran dentro de las posibilidades de comprensión inmediata de los afectados, se
rechazan.
Los presupuestos ontológicos que se están manteniendo para entender esa reflexividad
del conocimiento pueden parecer entonces idealistas, ya que apelan a la realidad en la
mente de los actores sociales. Pero del lado del conocimiento del investigador es
realista, solo que concediendo un lugar relevante para el mundo de los signos, pues lo
que el investigador externo muestra es la realidad de las instituciones que deforman la
imagen que el oprimido tiene de sí, y da recursos para recuperar la reflexividad
(técnicas de expresión plástica, alfabetización de su propia “voz”) con esto busca que
“el oprimido” dice Freire “reconozca dentro de sí al opresor”. Para ello opera con los
símbolos del pueblo oprimido un tanto a ciegas.
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formas que el investigador externo no puede comprender por tener una cultura distinta.
Creo que no tener en cuenta esto, es una forma de reduccionismo.
Pero lo cierto es que en realidad el actor ni siquiera tiene por qué haber llegado a este
conocimiento. Lo cierto es que ni siquiera nosotros, por poner un ejemplo cercano,
somos conscientes de gran parte de los códigos socializados que dirigen nuestra acción
(puedo poner el ejemplo de los estudios que hace Ortega sobre el amor).
Entonces surge la difícil tarea de la IAP, que es ayudar a darle forma a este
conocimiento sin tener un acceso a él más que lateralmente, ¿cómo poner en manos de
los actores instrumentos para la concientización?. Freire propone el método de los temas
generadores que expuse más atrás y que consiste en la codificación de algún aspecto de
lo que llamaría Gurvitch el conocimiento del sentido común, se trataba de hacer
representaciones de temas cotidianos de la vida de los actores (a ser posible llevadas a
cabo por ellos mismos desde el principio) y presentarlos al debate.
Aquí comienza la relación de las personas consigo mismas como espectadores de sí.
Se trata verdaderamente del juego de la hermenéutica tal como lo explica Foucault en
“Las palabras y las cosas”: la obra refleja tan solo una región concreta del mundo
conceptual, pero puesta frente a él, da lugar en los miembros de la comunidad a un
diálogo en el que los signos se reubican en universos conceptuales, y sus propias vidas
aparecen por medio de la catarsis dentro ya de la obra, puesto que desde ese momento,
también son espectadores de sí; es esta capacidad de distanciamiento de sí mismos la
que les permite proyectarse en situaciones distintas.
Es el juego de la hermenéutica lo que posibilita esto, pero freire en “Pedagogía para
los oprimidos” no explota las implicaciones que tiene en cuanto al conocimiento, y es
lógico, su inquietud política le pide ser práctico y centrarse en lo que cree más
inmediato, que es la liberación.
Pero sobre todo lo que vuelve imposible una reflexión así creo que es que Freire
aplica la IAP más a un nivel sociológico que personal. Él más que entender la totalidad
que es la sociedad a través de sus componentes heterogéneos, las personas, entiende el
conjunto como unidad. Esto se ve en que la concientización va encaminada a propiciar
la reflexividad del grupo, y aunque es cierto que considera que esto ocurre a través de
sus miembros, no sé si se da cuenta de que un despertar de la reflexividad en el
individuo no tiene por qué llevar a una mayor cohesión.
Esto se ve en un ejemplo concreto. Una labor de IAP en un grupo gitano puede
despertar la reflexividad del grupo y hacerle recuperar sus propios valores culturales que
peligraban mientras el grupo cedía a los vicios de nuestra sociedad; ahora bien, también
es posible que en el mismo movimiento, la reflexividad conseguida por las mujeres les
llevara a replantearse determinados aspectos culturales, y que abriera una discusión
interna llevando a la diáspora al grupo si la cosmovisión propia no alcanza a
reorganizarse.
Pero en muchos momentos del libro parece que para Freire la liberación se centra en
un grupo en cuanto oprimido frente a otro opresor. Al entender de esta forma la idea de
liberación, la de reflexividad queda determinada. Ahondaré más en la idea de libertad
que hay aquí.
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Libertad
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reflexividad alcanzada por el grupo puede hacerles entender que su posición en el
mundo es distinta de la del investigador y su proyecto político. Por eso, según he sacado
yo de lo que he leído sobre IAP, esta más bien debe optar entre ser efectivamente una
técnica destinada a dar herramientas de autoconstitución a las personas oprimidas en el
marco de un grupo social mayor o menor, o ser difusora de un proyecto político
concreto como lo fueron las misiones del cristianismo.
Esta tensión está presente a la hora de aplicar la IAP en determinados grupos que por
su idiosincrasia no tienen cabida en la configuración del actual estado de bien estar. Un
grupo que por ejemplo rechace la vida sedentaria, que tenga sus formas de subsitencia
no en el trabajo, o sus formas de educación no en la escuela, puede ser abordado por la
IAP. Los motivos para su acción pueden ser el haber detectado ahí la opresión del
sistema, o el aventurar el diagnostico de que el grupo se sustenta mediante la opresión
de parte de sus miembros, pero en todo caso, siendo uno de los pilares fundamentales
para lograr el conocimiento la síntesis cultural (Freire), los investigadores “no llegan al
mundo popular como invasores. Y no lo hacen porque, aunque vengan de otro mundo,
vienen para conocerlo con el pueblo y no para “enseñar”, transmitir o entregar algo a
estos”. Siendo así, no sería tan raro, que el resultado de la investigación sobre un grupo
como el descrito fuese, además del conocimiento de su cosmovisión hasta los límites
expresados más atrás, el planteamiento expreso de un problema político. El problema
viene de dar reconocimiento a un grupo que no acepta la autoridad de las leyes del
grupo origen del investigador.
En estas circunstancias la IAP se convertiría en mediadora más que liberadora, o en
todo caso, habría que recoger el tercer significado del término para hablar de liberación
(el que se refiere tanto a oprimidos como a opresores), y entonces, la IAP queda ligada a
un cuestionamiento continuo de toda forma de autoridad. Esto tiene unas implicaciones
políticas que no voy a analizar ahora, pero es importante tener en cuenta que el punto de
partida ha sido gnoseológico.
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Material utilizado para el trabajo
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