Está en la página 1de 29

1

UNIVERSIDAD DE CARABOBO
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
CÁTEDRA MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN I

PRIMERA PARTE
CRITERIOS BÁSICOS ASOCIADOS A CIENCIA, EPISTEMOLOGÍA Y
MÉTODO

De la visión clásica de la ciencia a la ciencia emergente

El hombre, por su naturaleza biopsicosocial, es un ser de eternas preocu-


paciones, de probables respuestas sobre aquello en lo que habrá de ocuparse; es
decir, se pre-ocupa. Una de sus primeras preocupaciones y la más fuerte ha sido la
de conocer y explicarse todo lo que lo rodea, lo mismo lo cercano que lo lejano, lo
visible que lo invisible.

Las respuestas a tal preocupación se han transformado vigorosamente en el


transcurso de sus milenios de existencia. El llamado conocimiento ha pasado de ser
la preocupación ingenua y sentimental del hombre primitivo o la postura surgida de
los sistemas de creencias más antiguos, del mundo mágico y mítico o bien aquellas
derivada de las contribuciones de los griegos, de la formalización, a las muy distintas
contribuciones hechas por los iniciadores de la ciencia moderna.

Es de acotar que el pensamiento moderno, fundado en el fisicalismo (ideas del


mundo físico aportadas por Isaac Newton), en la rigurosidad del método científico (El
discurso del Método, de Renato Descartes y la organización del conocimiento de
Francis Bacom) y en la demostrabilidad de los sistemas matemáticos, tiene
actualmente una serie de críticas que hacen obligante una reflexión profunda sobre
los modos de producción de conocimiento; asistimos a un escenario de discusión
entre la ciencia de la modernidad, la ciencia transicional de la postmodernidad y el
pensamiento complejo de la contemporaneidad.

CIENCIA Y FILOSOFÍA

La ciencia, es el resultado de los esfuerzos de los investigadores en los


diversos campos del saber humano: físicos, biólogos, químicos, geógrafos,
economistas, psicólogos, así como otros profesionales, han contribuido en la
ampliación del producto de la ciencia llamado conocimiento.

La vigilancia sobre la producción de conocimiento y la fortaleza del mismo se


hace a través de la reflexión filosófica o bien a través de las herramientas que la
epistemología provee. Cuando se emplea la reflexión filosófica, ésta, vuelve
constantemente sobre las formas en que el valor verdad se está cumpliendo en todas
y cada una de las ciencias. Así, la filosofía no es una ciencia particular, como ellas,
sino totalizadora. No porque se ocupe de todos los objetos que maneja el conjunto
científico, sino porque estudia las formas o estructuras comunes que éste utiliza.

La filosofía, entendida en esta forma y referida al campo científico, podemos


identificarla como filosofía de la ciencia y como "teoría general de los valores de la
ciencia". Conceptos éstos ya entendidos por los seguidores del pensamiento de
Inmanuel Kant llamados neokantianos alemanes, que hoy vuelven a cobrar similar
2

sentido al compás de los progresos del método científico.

La filosofía, tal como la conocemos, nació en el pensamiento griego. Pero


entendida como una necesidad del espíritu de interrogarse acerca del qué y el por
qué de todas las cosas, cuando los griegos hicieron a un lado al pensamiento
mágico, mítico y religioso de los antiguos pueblos orientales; con respuestas libres
ante los problemas sobre "el ser de las cosas". Cuando ellos cobraron conciencia de
esa libertad de pensar y conocer, ¡nació la filosofía!, en una especie de
autorreflexión: conciencia libre- ciencia de la verdad.

A mediados del siglo V, los problemas filosóficos, en mucho referidos al


mundo natural, se centraron en el conocimiento del hombre mismo y sus relaciones
de convivencia social/Promotores de estos nuevos ideales fueron los llamados
sofistas, maestros en el arte de hacer sabios y virtuosos a los jóvenes mediante el
ejercicio de la razón y la palabra convincente. Protágoras (480-410) y Gorgias (483-
375) ocupan lugares preferentes en los Diálogos de Platón. Sócrates (469-399), el
más popular de los filósofos atenienses, se opuso a la prédica de los sofistas. No en
cuanto al interés por las cosas de los humanos, sino en la manera de entender al
hombre mismo: hombre de la Filosofía no es el hombre particular con sus
cambiantes intereses y pasiones, sino el ser racional que obliga a saltar de las meras
opiniones (doxa) al establecimiento de conceptos válidos para todos (episteme).
Además, la buscada unidad de los físicos de Mileto sólo puede darse en la unidad de
la mente, como un objeto ideal.

Platón (427-347) extendió el conocimiento cívico moral socrático a la realidad


natural, la cual consideró "copia" de moldes ideales y eternos. Las causas y razones
de esa realidad llevaron a Aristóteles (384-322) a establecer definitivamente la lógica
como ciencia, clarificando lo referente a las categorías, al silogismo, la definición, el
razonamiento, la argumentación y la demostración.

La filosofía, desde sus inicios, estuvo ligada a los esfuerzos por aprehender la
realidad natural y la moral, de donde cobró sentido como amor a la sabiduría (philo
sophie). Los historiadores de la Filosofía conceden a Pitágoras (580-500) el origen
de la palabra al declararse "no como sabio sino como amante de la sabiduría (homo
philosophus)".

Para San Agustín (354-430), la filosofía es la ciencia de la experiencia interna


como acto de iluminación. Para Santo Tomás de Aquino (1225-1274) es el
conocimiento de lo real referente a causas y razones últimas alcanzado por la luz
natural de la inteligencia.

Descartes (1596-1650) extiende la sabiduría filosófica a la prudencia en los


negocios, la conducta en la vida y la invención de todas las artes. Kant (1724-1804)
abandona la filosofía como metafísica de Dios, alma y mundo, para convertirla en
reflexión sobre las formas universales de la conciencia que hacen posible la creación
cultural. Para Comte (1798-1851) es el sistema general de concepciones sobre el
conjunto de los fenómenos verificables a la luz de la ciencia positiva. Para Marx
(1818-1883) es una dialéctica de las leyes del cambio y del desarrollo de la
naturaleza, de la sociedad y del pensamiento.

El haber entendido las definiciones pasadas de la filosofía más como un saber


por poseer que un saber poseído, nos entrega la primera de sus características: se
trata de una investigación permanente, continua e inagotable. Así lo fue desde la
3

antigüedad. Precisamente Sócrates y Platón fustigaron a dogmáticos, escépticos y


relativistas por encerrarse en lo absoluto de sus doctrinas. A su tiempo, la ciencia
renacentista devolvió a la filosofía lo que había perdido en las mentes medievales.
Francisco Bacon (1561-1626), Descartes, Leibniz (1644-1716), Newton (1643-1727)
y otros, rompieron el señuelo de la absoluticidad vinculándola al resultado de las
ciencias.

Otra de las características de la filosofía es que se traía de una segunda


reflexión o reflexión trascendental que, partiendo de los hechos de la cultura (donde
se dejan ver los valores) y apoyada en el inmanente punto de vista de la experiencia
(primera reflexión), elimina las equivocaciones en el controvertido problema de la
trascendencia del conocimiento: lo trascendente no está en el objeto por conocer,
sino en el método del conocimiento.

La filosofía no mira a una verdad aislada, sino a la verdad en general. La


aprehensión de la estructura de la realidad sólo es posible en la medida en que se
procede con sistema, con orden, en virtud de que esa realidad no es nada simple,
sino muy compleja.

Pero si el sistema exige encadenar las verdades a un tronco común, en la


filosofía ese tronco común es el método con el que se trabaja. El orden, por sí solo,
no basta; el orden, para que entregue resultados objetivos, debe ser consecuencia
del proceder metódico.

Por eso las doctrinas filosóficas más reconocidas son precisamente los sis-
temas más sólidos que se han levantado sobre los métodos más seguros. ¿Qué
sería del kantismo sin el criticismo? ¿Qué del marxismo sin la dialéctica del cambio?
En ellas está tan identificado el método con la doctrina que difícilmente podría
separarse uno de la otra.

DISTINTOS TIPOS DE CONOCIMIENTO

El conocimiento vulgar

El progreso en el conocer ha sido posible gracias a la pasión de algunas


mentes para las cuales no son suficientemente válidas las primeras noticias que
tienen de las cosas o las que reciben de sus mayores (por más que la transmisión de
conocimientos sea fuente valiosa). Rechazan un conocimiento simplista o vulgar que
parece apoyarse en un aserto popular divulgado entre algunos grupos humanos que
se atienen a lo superficial o a la primera muestra del hecho, objeto o fenómeno
observado.

Un conocimiento así surgido, divulgado o corrido de boca en boca no es


garantía de veracidad o certeza, pues ni siquiera llega a representar "un primer paso"
de continuidad, y es una etapa en la cual aún permanecen algunos grupos sociales.
Su fundamento, podríamos decir, no rebasa la divulgación misma (de ahí su
nombre). La observación de primera vista —con su correspondiente asociación de
hechos—, hay que reconocerlo, sí es un primer paso.

El conocimiento empírico

Otra cosa sucede con el llamado conocimiento empírico (empirie =


experiencia), cuya certidumbre está en la propia experiencia. No se trata de una
experiencia popular, sino personal. Por ejemplo, el campesino tiene, por experiencia
4

propia, conocimiento empírico de la profundidad que habrá de dar al surco o de la


mejor temporada para sembrar. Aquí la observación no es simplista, sino trasladada
a crear experiencias.

¿Qué es la experiencia para el empirista? La acumulación de datos obtenidos


por los sentidos: por los ojos, los colores, tamaños y ubicación de los objetos; por el
tacto, la consistencia y temperatura; por el oído, los sonidos, etcétera. De modo que
el fundamento de este conocimiento está en la percepción de sensaciones, y su
certeza depende de la fidelidad con que actúan los sentidos. ¿Cómo comprobar la
diferencia sensorial de Juan? Comparándola con la de Pedro, seguramente. Pero,
¿en dónde está la percepción sensorial de la comparación? Pues no la hay, se
necesita algo más.

El conocimiento científico

Este supera la simple observación y la experiencia personal. No las desa-


provecha, sino que las convierte en observación repetida y en experiencia
comprobada, medida y catalogada. Procede con orden, plan, método y sistema, que
le permiten llegar al establecimiento de verdades válidas para todos en objetividad,
demostrabilidad, y progresividad.

Objetividad, como característica que rebasa los datos singulares de la


percepción del sujeto (subjetividad); que no se queda en los datos internos, sino que
los exterioriza con la claridad y precisión de la representación conceptual.

Demostrabilidad, como exigencia teórica y práctica a la que culminan la fiel


observación y la experiencia repetida. Teórica, porque habrán de ser las teorías las
que respalden la certidumbre de las verdades. Práctica, porque se aprovecha la
demostración para respaldar el sistema científico que le corresponde.

Progresividad, porque las tareas del conocimiento nunca se acaban, en


rechazo a supuestas verdades eternas. Ciencia no progresiva no es ciencia
verdadera. Por eso no nos extraña la fe que ponemos en la ciencia; es la misma que
la antigüedad puso en la filosofía y la Edad Media en la religión.

El conocimiento filosófico

¿Por qué al lado de la fe que tenemos en la ciencia que desmenuza la


realidad en todos sus rincones seguimos hablando de conocimiento filosófico? ¿Por
qué si hay fe directa en el científico confiamos también en lo indirecto del filósofo?
Porque al filósofo no le atañen las creaciones que anidan en los territorios de la
cultura, sino que, en un análisis de la conciencia creadora humana y guiándose por
los valores propios en ellos, se pregunta cómo es posible su creación. El
conocimiento filosófico se distingue, entonces, en que es "omnicomprensivo"; no
porque tenga que explicarnos todos y cada uno de los objetos existentes, sino
porque nos explica unívocamente cómo son posibles; su función es ir al
conocimiento de sus orígenes.

Por eso empieza por el conocimiento de la primera de todas las realidades: la


del conocimiento que hace posible hablar de cualquier otra realidad, es decir, el
conocimiento o la explicación de lo que es precisamente "el conocimiento", problema
que no atañe a ninguna otra ciencia, sino, precisamente, a la filosofía.
5

LAS TEORÍAS DEL CONOCIMIENTO

Algunas autores, al tratar esta cuestión principal de lo que es el conocimiento,


dejan de lado la lógica para cargarlo a otras ramas filosóficas. Así, hablan de "teoría
del conocimiento" y de "teoría del objeto"; de "ontología" y "epistemología"; de
"gnoseología" y "autología"; y de muchas otras, como si la unidad del conocimiento
fuera una simplicidad. Como si al lado de una verdad lógica pudiera hablarse de otra
u otras, sin aclarar si esa supuesta distinción es distinción lógica o de qué otro tipo.
No puede aceptarse esa caprichosa fragmentación en el conocer porque, si el
conocimiento X se pone también como problema de conocimiento, es entonces
problema para la lógica despejar esa X.

¿Qué se entiende por ontología?

Para Juan Claubert (1622-1665), filósofo alemán cartesiano al que debe su


nombre, "es la ciencia del ser en cuanto ser" o "del ser en sí". Su etimología ("ontos"
o "to on” lo que es) parece no desechar una explicación lógica, y no una
forzosamente ontológica de lo que es un objeto o un hecho como la entendió Kant al
identificarla con "la dirección, según leyes, hacia la captación de lo que es". Para
Husserl (1859-1938), es "la ciencia de la esencia de las esencias"; y para Heidegger
(1889-1976), es "la metafísica de la existencia o el análisis de la estructura
existencial".

La epistemología

Se le relaciona en exclusividad con el problema del conocimiento en sí


("episteme"=saber cierto); es decir, con lo que estamos tratando aquí desde el triple
punto de vista psicológico, lógico-formal y dialéctico-social, aunque últimamente ha
cobrado fuerza dentro del mismo campo de los científicos, en el que se la entiende
como la verdadera "filosofía de las ciencias" o lógica mayor de las estructuras, valor y
alcance objetivo de ellas (véase, Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía).

La gnoseología

Tendría la tarea de explicar la posibilidad y el origen del conocimiento desde


las posibilidades subjetivas de la primera y de los orígenes racionales y empíricos del
segundo (gnosis=conocimiento). El nombre parece deberse a Baumgarten (1714-
1762). Una antología (menos mencionada) del ser que conoce, posiblemente resume
las tareas gnoseológicas (Dilthey: autognosis--percepción de uno mismo).

En el supuesto de que estas ramas paralelas a la lógica quisieran hacer valer


algo vedado a ella en el problema del conocimiento, la discusión cobraría aspectos
muy serios; pero si se trata solamente de nombres, entonces no hay problema
distinto de los que se puedan presentar en el planteamiento y las soluciones de los
siguientes temas.

LOS FACTORES DEL CONOCIMIENTO

Se coincide generalmente en reconocer tres factores que intervienen en el


acto cognoscitivo, a saber:

I. El sujeto cognoscente 2. El objeto cognoscible

3. La relación entre ambos


6

El sujeto cognoscente

Este sujeto que conoce es el hombre como ser pensante o racional. De


naturaleza biopsicosocial y de existencia espaciotemporal, ha demostrado su
capacidad á lo largo de sus producciones (cultura), ya comentadas.

Biológicamente, el hombre no ha sido el mismo en su milenaria existencia; ha


sufrido, como toda materia organizada, los cambios propios de la evolución, que lo
han reafirmado en su privilegiada constitución mental, manual y oral, y en sus
diferencias según el medio natural en que ha vivido y que favorecen o no su
metabolismo en general y su cerebro en particular, sobre todo, en lo que incide
desde la gestación. Pero el hombre que interesa al conocimiento no es éste de
diferencias biológicas, sino el ser de naturaleza racional.

Psicológicamente, el hombre es un centro de conciencia que se da cuenta del


mundo que lo rodea, por su saber, por su querer y por su sentir, y de qué sucede en
él (conciencia del yo) frente a los demás (conciencia del no yo) en sus sensaciones,
percepciones, imágenes e ideas; en sus recuerdos y olvidos; en sus afectos,
emociones, instintos y reflejos; en sus hábitos, impulsos .y motivaciones.

¿Entonces, el conocimiento del ser pensante se explica en su psiquismo? En


parte sí y en parte no, porque el pensamiento comprende dos manifestaciones:
función y producto de esta función. "Pienso" equivale a "yo estoy pensando" (función
psíquica subjetiva temporal) y equivale también a "pienso algo" (producto objetivo
transmisible); es decir, una cosa es el pensar y otra es lo pensado. El sujeto
cognoscente pone entonces su psiquismo del hecho real de la función pensante
como algo distinto del hecho legal de su producto que obedece a leyes propias,
objetivas y lógicas del pensamiento.

Socialmente, el hombre impregna su ser biopsíquico del cambio y la trans-


formación de la conciencia social por su convivencia en grupo, que es influido por
sus propias condiciones sociales. De todas maneras, el hombre piensa por
abstracciones, que, viéndolo bien, son patrimonio común o social.

El objeto cognoscible

Éste es una cosa, un algo, un hecho que recibe el nombre de objeto cuando
se le pone en relación del conocer; se puede decir de este segundo factor que
llamamos "objeto" únicamente lo que el conocimiento mismo nos diga de él.

Otras filosofías sostienen que el objeto es algo distinto de su conocimiento;


que existe con independencia del sujeto que conoce; que el pensamiento no puede
ser "fábrica de objetos", y creen encontrar su apoyo en la espontaneidad e
inmediatez con que actúan los sentidos. Pero ver, palpar u oler las cosas no es
conocerlas, y estamos hablando del conocimiento.

La relación entre el sujeto y el objeto

Si la realidad del sujeto que conoce y la realidad del objeto cognoscible nos
las entrega el conocimiento, podemos afirmar entonces que, en el plano del
conocimiento, la verdadera realidad es la relación que se establece entre ambas.

Esta realidad cognoscitiva deja de lado las grandezas y flaquezas de lo


biológico, psicológico y social del hombre, para quedarse con la pureza cognoscente
7

de las leyes del conocer que trascienden (estas sí trascienden, no del hombre o el
objeto) al sujeto y al objeto. No es que no existan (desde otro punto de vista o
relación); es que se trata de librar un subjetivismo o un objetivismo mal entendidos.
Eso fue lo que hizo Kant: "No se trata de quién conoce ni qué conoce, sino cómo
conoce".

CONCEPCIONES SOBRE EL CONOCIMIENTO

Muchas sobre las concepciones que se tiene históricamente sobre el


conocimiento, a la sistematización de las ideas sobre el mismo suele llamarse
escuelas de pensamiento. Argumentar sobre la posibilidad de conocimiento implica
tratar de conocer y criticar las respuestas que se han dado dentro de la historia de
las doctrinas filosóficas.

Dogmatismo y nihilismo

Al postulado crítico de que "nada hay totalmente conocido ni totalmente


desconocido" (como objeto de conocimiento), los dogmáticos, contrarios a toda
razón, demostración y prueba, se autocalifican poseedores de la verdad absoluta,
total y cerrada para siempre; de la verdad que no admite réplica; de "la ciega verdad"
que puede ser aferrada por la mente humana.

Originalmente, "dogma" era la proposición que se consideraba obligatoria por


acuerdo de asamblea. Después, la religión judeocristiana la tomó como "la verdad
revelada por Dios a los apóstoles" que no se discute. Como en el campo de las
ciencias ideales se postulan algunas verdades tan evidentes en sí que no necesitan
demostrarse (no que no se puedan demostrar)-tales como los llamados axiomas-,
algunos creen apoyarse en este supuesto dogmatismo.

Los nihilistas (nihil- nada) son el polo opuesto al dogmatismo. Niegan la


posibilidad del conocimiento porque niegan la existencia de la verdad buscada en él.
La conocida sentencia de Sócrates (tan alejada a su forma de vida) "sólo sé que
nada sé" es claro ejemplo de las dos actitudes, pues muestra dogmatismo en su
enunciado y nihilismo en su contenido. Firme era el sofista Gorgias (véase Diálogos
de Platón) al declarar que el conocimiento del ser verdadero era imposible porque ni
tal ser ni su conocimiento existían; y aun en el caso de que existiesen, su
conocimiento no podría comunicarse.

En ocasiones, los nihilistas son tomados por agnósticos, quienes en verdad


sólo se declaran "ignorantes" de las posibilidades del conocimiento y de la verdad en
él; ignoran la posibilidad tanto de afirmarlo como de negarlo.

Escepticismo, relativismo y subjetivismo

Si nihilista es el que niega, escéptico (skepis= meditar, reflexionar) es el que


duda. El que meditando tanto detiene su juicio sin afirmar ni negar. El que no se
equivoca porque no se decide, pero que tampoco se aventura en las posibilidades
del saber.

Hay dos clases de escepticismo: el parcial y el total. Hay escepticismo parcial


cuando se duda de la posibilidad de conocer ciertos campos de la realidad, pero no
se duda de otros; también se dice que es parcial la duda acerca de conocer algo sin
dudar de su existencia, como cuando se dice dudar de conocer la divinidad sin poner
en duda su existencia. Escepticismo total es el que pone en duda todos los campos
8

del conocimiento y de la existencia correlativa.

El relativismo ni niega ni duda, sino únicamente hace relativo el conocimiento


al tipo de objeto por conocer y al tipo de sujeto que conoce. Los relativistas creen
encontrar su apoyo más fuerte en el campo de los usos sociales, las costumbres, los
hábitos y la moral, que cambian de época en época y de lugar en lugar. Todo es
relativo, dicen. Las diferencias humanas impiden juicios absolutos.

El subjetivismo parece englobar todas las anteriores actitudes y algunas más


en tanto que hace depender lo existente y las posibilidades del conocimiento de éste
"de las apreciaciones de cada sujeto ["subjeto", de ahí "subjetivismo"] con sus
limitaciones externas e internas"; de manera que lo verdadero del conocimiento es lo
que a cada uno de nosotros así nos lo parece.

El sofista Protágoras, contemporáneo de Sócrates (véase Diálogos de Platón),


resume esta actitud en su conocida sentencia "El hombre es la medida de todas las
cosas; de la existencia de las que existen y de la no existencia de las que no
existen".

Criticismo kantiano

Siguiendo el idealismo trascendental de Kant, los neokantianos de Marburgo


subrayan la importancia del método filosófico partiendo precisamente de las
posibilidades del conocimiento. Del método como teoría de la posibilidad y
posibilidad como teoría de la experiencia, en los límites de la cultura científica. Ni
más allá ni más acá. Método crítico dialéctico que no inventa las cuestiones, sino que
las descubre en el crecimiento científico.

ORIGEN DEL CONOCIMIENTO

Aceptada la posibilidad del conocimiento en la conciencia que lo hace posible,


pasamos al segundo de los problemas: ¿cuál es su origen? ¿Cómo nace? ¿Cuál es
la fuente de la que brota? Aquí la cuestión se ha centrado en dos doctrinas, el
racionalismo y el empirismo. Veamos.

El racionalismo

En contra del psicologismo subjetivista y del sensorialismo materialista,


Descartes coloca la razón como la fuente de todo conocimiento válido, pues
encuentra en ella "ideas innatas” que no proceden de la experiencia externa, sino
que, por el contrario, son los que construyen esa experiencia"; por ejemplo, las
relaciones de tiempo y espacio, los axiomas de las matemáticas, los postulados de la
geometría, entre otros.

De esa manera, Descartes (véase Meditaciones) abre camino a la ciencia


moderna, tan distante de la supuesta realidad sensible. El mundo no es como lo
sentimos, sino como lo racionalizamos, inicio de la etapa intelectualista y, en sentido
matemático, "idealista", por darse en la unidad enunciativa de la razón o
conceptualización.

El empirismo

En contra del intelectualismo que sobreestima el poder de la razón, surge el


empirismo, representado principalmente por John Locke (1632-1704). Para él, todo
9

conocimiento se origina en la experiencia que nos entregan las cosas, sin


racionalizarlas (véase Ensayo sobre el entendimiento humano).

Para los empiristas, no existen ideas ni principios innatos a la razón (nacidos


en ella), sino que son, en la conciencia, reflejos de lo vivido individualmente, y forman
una conciencia común de dos momentos: el de la "experiencia externa", o sensorial,
y el de la "experiencia interna", que se da al reflejarse en la conciencia reflexiva; dé
modo que el intelecto no tiene nada preescrito, sino que es "una hoja en blanco" en
la cual se escriben las operaciones intelectuales experimentadas por el sujeto, como
lo hace el lenguaje con los nombres de las cosas.

¿Cómo es posible esa analogía entre los nombres y el origen de los conceptos
como unidades de conocimiento? Según David Hume (1711-1776; véase Tratado
sobre la naturaleza humana), por original poder abstractivo, por selección de
percepciones semejantes, por seguimiento de unas a otras hasta integrar única e
idéntica imagen.

ESENCIA Y TRASCENDENCIA DEL CONOCIMIENTO

¿Qué es la esencia de una cosa? Las características permanentes necesarias


para la existencia de esa cosa; lo que distingue el ser de una cosa. Por ejemplo, la
esencia de un triángulo es ser una figura de tres ángulos; que éstos sean agudos o
rectos no es esencial. La esencia del conocimiento será, entonces, la relación que se
establece entre el sujeto que conoce y el objeto que se va a conocer; que la relación
sea intuitiva o discursiva, experimental o especulativa, ocasional o metódica, es otra
cuestión.

También es de la esencia del conocimiento que su explicación sea válida y


necesaria, esto es, que sea objetivo y trascendente a un punto de vista por encima
de las particularidades del sujeto y del objeto, que lo limitarían. ¿Estará la objetividad
del conocimiento, como su nombre parece indicarlo, en el objeto por conocer?
¿Acaso en el sujeto que se esfuerza por darle objetividad? Al igual que en el
problema del "origen", aquí también hay variadas explicaciones que se identifican en
dos fundamentalmente opuestas: el realismo y el idealismo.

El realismo espontáneo

Hay realismo espontáneo e ingenuo cuando se dice que todo lo que nos
rodea, "todo lo que está fuera de nosotros", es la realidad que nuestro pensamiento
capta y nos entrega en una copia, tanto más fiel, más real o más objetiva, cuanto
más real es el objeto original. Por ejemplo, un árbol con el cual tropezamos es más
real, y por lo tanto más objetivo, que el triángulo que mencionamos anteriormente.

El realismo filosófico

Desde la antigüedad y hasta el presente, ha habido filosofías que adoptan la


actitud del realismo epistemológico. La gran variedad de ellas impide clara
subclasificación, aunque sobresalen dos tipos principales: a) El realismo de
inmediatez intencional, y b) el realismo crítico.

a) "En el conocimiento (dice Osvaldo Robles en Propedéutica filosófica), el


conocido se da en el cognoscente de modo intencional en una visión transver-
berante... por el hecho mismo de que el ser natural del sujeto no es la razón de las
cosas que se conocen y porque el ser natural de las cosas que se conocen no está
10

en el sujeto cognoscente, es necesario recurrir al ser intencional... en la evidencia


que tiene el sujeto de ser determinado a conocer por objetos distintos a él mismo... lo
primeramente "dado" no es el conocimiento sino el algo conocido en el
conocimiento...". En esta dirección se mueven Husserl, Scheler y N. Hartmann
(véase H. Hessen, Teoría del conocimiento).

b) El realismo crítico es un paso distintivo del conocimiento discursivo, no


inmediato; esto es, admite la actividad unificadora de la conciencia que conoce, dado
que las ciencias así lo demuestran, pero "esa realidad pensada existe con
independencia de que sea pensada o no"; "...el realismo es un axioma para la
ciencia, un teorema para la gnoseología y una hipótesis para la metafísica" (O.
Külpe, citado por Larroyo en Historia de las doctrinas filosóficas).

Según A. Messer (La filosofía actual), este realismo "...no significa copia de la
realidad por el pensamiento... el mundo sensible no existe en su naturaleza intuitiva
en sí, sino en relación con nuestros sentidos".

El idealismo filosófico

Comprende las doctrinas que reducen la existencia de las cosas a las ideas
que el pensamiento nos entrega de ellas, ya que la realidad encuentra su último
fundamento en algo que no es ella misma. Igual que en el realismo, las doctrinas
idealistas no son uniformes, sino muestran dos notorias diferencias: a) El idealismo
subjetivista, y b} El idealismo crítico.

a) Para Berkeley, autor de los Diálogos entre Hylas y Philonous y de los


Principios del conocimiento humano, la materia no existe; ni las cualidades primarias
ni las secundarias de los objetos dejan de ser "meras representaciones subjetivas de
la mente". Además, las ideas son posibles, no por reflejos de cosas materiales, sino
"por la regularidad que Dios puso, como leyes, en todo lo que existe". Según esto, el
mundo exterior no tiene existencia fuera del yo.

b) Kant es el iniciador del idealismo crítico en el momento mismo en que hace


una teoría crítica de las posibilidades de la razón y de las sensaciones en función del
conocimiento. Ni la razón es omnipotente, como decían los cartesianos, ni las
sensaciones son suficientes, como creían los empiristas. Los límites de la razón
están en la llamada "cosa en sí", a la cual no se puede llegar, porque, como objeto
de conocimiento deja de ser cosa en sí. Además, las sensaciones de esa cosa en sí
no son conocimiento, porque en el momento en que lo fueran serían sensaciones
para el conocimiento, y dejarían de pertenecer a la cosa en sí (véase Crítica de la
razón pura).

¿En dónde está, pues, la esencia y trascendencia, el fundamento y valor del


conocimiento? En la universalidad del concepto científico, que no es esquema
representativo ni suma de experiencias particulares, sino ley rectora de la
experiencia, como se deja ver en la metodología científica.

NOCIONES SOBRE EPISTEMOLOGÍA

La epistemología es la rama de la filosofía que nos proporciona una visión de la


ciencia desde la ciencia, estudia el crecimiento científico y los problemas de la
ciencia en períodos: clásico o tradicional, período escolástico o moderno y el
período contemporáneo (renacimiento epistemológico). Es importante considerar
cada uno de estos momentos o períodos por los cuales transitó la epistemología
11

para observar los aspectos relevantes de cada período y los cambios a las que fue
sometida por las influencias de cada época.

Durante el período clásico se consideraba la epistemología como una búsqueda


del conocimiento. Durante esta época predominaban problemas relacionados con la
naturaleza, la clasificación de la ciencia y se considera la observación como parte
fundamental de la ciencia al estudiar fenómenos particulares hasta llegar a las leyes
que lo rigen. La epistemología era promovida por científicos, matemáticos y
filósofos, quienes a pesar de no ser epistemólogos profesionales tenían sus propias
opiniones, dejando un legado de escritos relevantes inspirados en problemas reales
y significativos aún para la actualidad.

La epistemología, ya definida, se entiende como aquella rama de la filosofía


que se ocupa del conocimiento científico. Es frecuente que el término
«epistemología» se use como sinónimo de «teoría del conocimiento»; no obstante,
restringiremos aquí a la epistemología como estudio de una forma específica de
conocimiento, a saber, la ciencia.

Esta comprensión de la epistemología es la más adecuada también desde el


punto de vista filológico, puesto que la palabra griega episteme se refería, no a
cualquier forma de conocimiento, sino aproximadamente a lo que hoy entendemos
por ciencia.

En tanto que es una reflexión filosófica sobre la ciencia, la epistemología


consiste esencialmente en un análisis lógico de las estructuras conceptuales de
la ciencia, el cual se ubica, por así decir, en un nivel de segundo orden con
respecto a la reflexión científica misma.

El objeto de estudio de la epistemología no son entidades acotadas


espacio-temporalmente, como lo son los objetos de estudio de las ciencias
mismas, sino entidades intelectuales abstractas de las que disponen los
científicos para sus investigaciones.

Los principales instrumentos de que debe hacer uso la epistemología


provienen de lo que podemos caracterizar como sus dos «ciencias auxiliares»: la
historiografía de la ciencia y las ciencias formales.

La primera proporciona los «datos de base» de la epistemología, la secuencia


de productos y procesos del conocimiento científico que debe analizar la
epistemología.

Las ciencias formales, por otro lado, proveen de las técnicas de análisis «fino»,
de discriminación conceptual, que son necesarias para identificar correctamente los
productos y procesos en cuestión.

De entre las disciplinas formales, las de utilidad más generalizada para la


epistemología son la lógica elemental y la teoría de conjuntos. Otras ramas, más
avanzadas, de las matemáticas (álgebra, topología, teoría de las probabilidades,
teoría de las categorías) juegan un papel importante en áreas o temáticas más
particulares de la epistemología.

Las condiciones para que los estudios sobre epistemología se desarrollaran de


una manera sistemática y relativamente autónoma con respecto al resto de la
filosofía sólo se dieron, sin embargo, cuando las ciencias mismas alcanzaron un
12

nivel de madurez y «auto-conciencia» suficientes, y ello no ocurrió antes de fines del


siglo XVIII. Formas germinales de epistemología (en el sentido presente)
aparecieron a lo largo del siglo XIX, en el marco de diversas corrientes, sobre todo
las de corte positivista o empirista. La llamada «crisis de las ciencias» de fines del
siglo XIX aceleró la discusión de los fundamentos de las ciencias, especialmente de
la física y de la matemática.

Sin embargo, no fue sino hasta la constitución de la lógica moderna, poco


antes de la primera guerra mundial, que esos diversos enfoques epistemológicos
tuvieron a la mano el instrumental técnico necesario para llevar a cabo su tarea con
el rigor adecuado.

El primer grupo de epistemólogos que aplicó sistemáticamente la lógica


moderna y la teoría de conjuntos a la construcción de modelos epistemológicos en
un sentido cercano al actual fue el Círculo de Viena en los años veinte.

En cierto modo, puede decirse que con este grupo quedó constituida la
moderna epistemología exacta. Desde entonces se han sucedido, dentro de cierta
continuidad en los planteamientos y en el «lenguaje» empleado, diversas escuelas,
propuestas, enfoques y discusiones. Advertimos que las dos características quizás
más notables de los últimos años en el desarrollo de la epistemología son la
creciente conciencia de la necesidad de tomar en cuenta las formas históricamente
dadas de la ciencia, por un lado, y un «salto cualitativo» en la potencia de los
instrumentos formales utilizados, por otro.

ENFOQUES EPISTEMOLÓGICOS:

a) Atendiendo al carácter semántico del discurso empleado, los estudios


filosóficos sobre la ciencia pueden emprenderse de un modo puramente descriptivo,
o bien según criterios normativos-evaluativos o, finalmente dentro de un discurso
interpretativo-explicativo. En el primer caso, el discurso epistemológico se situaría al
mismo nivel que el discurso de las ciencias mismas y su producto equivaldría
prácticamente a una enciclopedia de las ciencias; aunque esta tarea puede tener
cierto interés por sí misma, limitar la epistemología a ese modesto objetivo sería
sumamente esterilizante. Por otro lado, desde el principio, muchos filósofos
entendieron la tarea de la epistemología como la de establecer normas de
cientificidad de validez general, a las que deberían atenerse los científicos si querían
edificar sus teorías sobre fundamentos sólidos; el llamado «problema de la
demarcación», es decir, la cuestión de cómo distinguir entre ciencia y metafísica, o
entre ciencia genuina y pseudo-ciencia, surgió en este contexto. Después de varias
décadas de discusión alrededor de este problema, sin que apunte una solución
plausible al mismo, hoy día predomina el escepticismo con respecto a los objetivos
de una epistemología normativa. Más prometedor parece ser para la epistemología
que, en vez de establecer cómo debe ser la ciencia, trate de interpretar en base de
modelos teóricos (o, mejor dicho, metateóricos) de alcance más o menos general la
constitución efectiva de las diversas disciplinas que, por razones históricas,
llamamos «científicas». Si con ello hay que pagar el precio de un límite difuso entre
ciencia y no-ciencia, recordemos que el mismo precio se paga en el estudio de
cualquier otra forma cultural.

b) Atendiendo a la perspectiva asumida, la epistemología puede tomar un


punto de vista sincrónico o uno diacrónico, lo mismo que en prácticamente cualquier
otra disciplina. En el primer caso, la noción de estructura o sistema jugará un papel
13

preponderante, mientras que en el segundo lo esencial será una idea de evolución.


Los métodos de análisis en uno y otro caso serán necesariamente distintos, pero no
tiene por qué suponerse una oposición ideológica entre ambos tipos de enfoque. En
realidad, ellos son complementarios.

c) Atendiendo al alcance de los modelos epistemológicos propuestos,


podemos distinguir entre una epistemología general, que trata de dar cuenta de lo
esencial de todas las disciplinas científicas, y otra especial, que se interesaría por
las especificidades disciplinarias (por ejemplo, de la física, la economía, la
biología, etc.). Por supuesto, incluso dentro de la epistemología especial pueden
detectarse diversos grados de generalidad. No es lo mismo proponer una
interpretación epistemológica que pretenda cubrir la física entera, que construir
un modelo que sólo se refiera a la mecánica cuántica, pongamos por caso. Un
capítulo aparte dentro de la epistemología especial lo merece la filosofía de la
matemática. Esta disciplina ha seguido derroteros tan autónomos y distintos con
respecto al resto de las reflexiones epistemológicas que hoy día es dudoso que
podamos ubicarla como una más dentro de las epistemologías especiales. De
hecho, la mayoría de autores que tratan de temas de epistemología general
excluyen de su alcance, explícita o implícitamente, a las matemáticas.

Algunos temas clásicos tratados por la epistemología:

1) La taxonomía de los conceptos científicos: Pueden distinguirse tres grandes


clases de conceptos científicos, atendiendo a la vez a criterios lógico-matemáticos y
pragmáticos: conceptos clasificatorios (o cualitativos), comparativos (o topológicos) y
métricos (o cuantitativos). Los primeros vienen esencialmente determinados por
relaciones de equivalencia, los segundos por relaciones de orden y los terceros
consisten en funciones cuyo contradominio son los números reales o un espacio
numérico que contenga los números reales. Los conceptos métricos (fundados en la
medición) son los más útiles y potentes para la constitución de una teoría científica.
En este contexto suele discutirse especialmente la cuestión de la «metrización», es
decir, las condiciones requeridas para pasar de un concepto comparativo a uno
métrico.

2) El concepto de teoría y la relación teoría-experiencia: Las teorías son las


unidades básicas de funcionamiento de la ciencia, y por tanto su análisis ocupa un
lugar privilegiado en la epistemología general. Aparte de encontrar la definición más
adecuada de lo que es una teoría científica, el problema que se plantea aquí es el
de averiguar el modo cómo las teorías se contrastan con la experiencia que les sirve
de base. Ello, a su vez, conduce al «problema de los conceptos teóricos», es decir,
al problema de cómo viene determinado el significado de los conceptos específicos
de una teoría dada, que no son directamente construibles a partir de una experiencia
preteórica.

3) El problema de la inducción: La inducción se ha tomado frecuentemente


como típico modo de inferencia científica, distinto de la deducción que estudia la
lógica, y que se regiría por leyes o reglas específicas. Para algunos epistemólogos,
sin embargo, la inferencia inductiva no es en modo alguno justificable. Para otros, en
cambio, es posible construir un sistema adecuado de reglas inductivas, las cuales,
yuxtapuestas a las deductivas, constituirían un sistema completo de inferencia
científica. Estas reglas inductivas estarían estrechamente conectadas con la noción
de probabilidad.
14

4) Las relaciones interteóricas: Las diversas teorías científicas existentes no


aparecen como unidades aisladas, sino que muestran conexiones mutuas de
diversa índole. El estudio sistemático de la naturaleza de tales relaciones entre
teorías, y en especial los casos de la reducción y aproximación de una teoría a otra,
constituyen uno de los capítulos más dinámicos de la actual epistemología.

5) La cuestión del cambio científico: Frente a una visión «clásica» del


desarrollo del conocimiento científico, según la cual éste consistiría en un proceso
continuado y paulatino de aumento de información, se han propugnado diversos
modelos diacrónicos de la ciencia en los que la idea de «rupturas conceptuales» o
«revoluciones», es decir, de cambios abruptos en el desarrollo científico, juega un
papel esencial. Para el estudio exacto de estos cambios de una teoría a otra, la
identificación de algunas de las relaciones interteóricas mencionadas en 5) puede
resultar de gran ayuda.

El análisis precedente fundamenta la necesidad de una epistemología que


trascienda de las simples opiniones filosóficas y meros problemas que no tienen
nada que ver con la investigación científica, formando así los cimientos de un
renacimiento epistemológico, donde se practique la existencia de una epistemología
útil.

Por este motivo surge una nueva epistemología, productiva, fértil, marcando
esta etapa como el período del renacimiento epistemológico, cargado de un alto
potencial filosófico y útil a la ciencia, la cual se ocupa realmente de los problemas
filosóficos que surgen en la investigación científica, aporta soluciones coherentes y
consistentes con base en teorías valederas y no se basa en suposiciones sin
fundamentos teóricos, ésta epistemología profundiza en el hecho científico, critica
para mejorar lo que se obtiene, es decir, en este momento se cuenta con una
epistemología crítica y reflexiva del acontecer científico capaz de profundizar en la
búsqueda de la verdad.

Hay sin embargo, una serie de problemas que debe abordar la nueva
epistemología y darle respuesta novedosa a tales problemas, por ejemplo:
problemas lógicos, semánticos, gnoseológico, metodológicos, ontológicos,
axiológicos, éticos y estéticos, se considera entonces que estos problemas
provistos del aporte epistemológico correcto, es decir con una solución acertada,
garantiza una contribución positiva al desarrollo científico y filosófico.
De los problemas antes mencionados se derivan las siguientes ramas de la
espistemología:
 Lógica de la ciencia.
 Semántica de la ciencia o investigación.
 Teoría del conocimiento científico.
 Metodología de la ciencia.
 Ontología de la ciencia.
 Axiología de la ciencia.
 Ética de la ciencia.
 Estética de la ciencia.

Por poseer una concepción epistemológica más extensa que la tradicional se


requiere de un mayor esfuerzo por parte de los investigadores y del trabajo en
equipo, ya que en forma individual sería imposible de alcanzar soluciones
satisfactorias, por consiguiente en atención a la filosofía se hace una clasificación de
15

la ciencia, cada una de ellas con sus situaciones problemáticas particulares.


 Filosofía de la lógica.
 Filosofía de la matemática.
 Filosofía de la física.
 Filosofía de la química.
 Filosofía de la biología.
 Filosofía de la psicología.
 Filosofía de las ciencias sociales.
 Filosofía de la tecnología.
 Filosofía de las teorías de sistemas.
De la clasificación expuesta y de los problemas implícitos en cada ciencia se
puede discernir el carácter relevante de la nueva epistemología extensa en estudio y
en conocimiento.

Por último, es conveniente destacar que la utilidad de esta nueva epistemología,


depende en gran parte de un epistemólogo que esté comprometido con la ciencia,
que sea partícipe del desarrollo científico, de manera que aporte elementos
importantes para reorientar o transformar el aspecto filosófico de una investigación
científica, cuyo conocimiento, relacionado con las diversas ciencias desde el punto
de vista filosófico, proporcionen elementos significativos que ayuden a resolver
problemas netamente científicos.

CIENCIA E INVESTIGACIÓN

Poincaré decía que la ciencia es un proceso de conocimiento destinado para


permitir al hombre “gobernar la Naturaleza, obedeciéndola”... Evidentemente, no
entraremos en toda la complejidad de las múltiples definiciones de la ciencia, pero
recordaremos al menos que la ciencia tiene por objetivo establecer la adaptación y
armonía entre el hombre y la naturaleza2. Para nadie es un secreto, la necesidad
biológica del hombre de controlar e influenciar su medio ambiente. Pero, para
ejercer este control, para gobernar, también es necesario comprender, analizar,
respetar las leyes naturales, por tanto obedecerlas. La ciencia no es, en el fondo,
otra cosa que ese perpetuo ir y venir entre el saber humano y los enigmas de la
naturaleza.
La ciencia es conocimiento, pero un conocimiento nunca terminado. Es un
proceso constante de construcción-cuestionamiento de nuestros saberes. Pero, no
todo conocimiento es ciencia y no puede serlo de acuerdo con la acepción clásica
de conocimiento que es:
- Objetivo: Demostrable, verificable (relación de exterioridad total entre el
observador y el objeto de observación).
- Exacto: Sobrepasa con éxito todas las pruebas, conforme a las normas y
reglas de la medida y de la observación de la disciplina en cuestión.
- Comunicable: De acuerdo con normas tales que el conjunto de la comunidad
científica pueda conocerlo y evaluarlo.

- Evolutivo: Lleva en sí mismo sus propias condiciones de progreso y de


profundización: un saber nunca está ni terminado ni cerrado, por más parcial y
local que sea.

EL TRABAJO DE INVESTIGACION CLÁSICA

Se puede definir el trabajo de investigación científica clásica como un


esfuerzo analítico, riguroso, progresivo y sistemático de esclarecimiento de una
16

situación, de un hecho o de un conjunto de hechos, con la ayuda de útiles y de


técnicas específicas. Este esfuerzo va desde la identificación y la definición de un
problema hasta llegar a una o varias soluciones o posibilidades de sobrepasar la
situación inicial (mejor conocimiento, corrección, mejoramiento, transformación). Se
trata, entonces, de un trabajo que puede tomar algunas horas o varios años,
inclusive, varias décadas antes de llegar a su término. Sin embargo, sea lo que sea,
se fundamenta siempre en requisitos y exigencias heredadas de las ciencias de la
naturaleza y que son:

A. Los requisitos
- El dominio de un conjunto de conocimientos ligados a un campo preciso de la
ciencia (Ej.: la ciencia económica).
- El dominio de las más importantes teorías explicativas (aun contradictorias)
propias del campo en cuestión (Ej.: la teoría de la ganancia natural de A.
Smith y de la plusvalía de K. Marx).

- El dominio de un cierto número de herramientas adecuadas para recolectar, de


manera rigurosa, los datos que se estudiarán.

- El dominio de los instrumentos de verificación y de recolección de datos no


directamente observables.

- El dominio de ciertas herramientas de tratamiento y de análisis de datos tanto


cualitativos como cuantitativos.

B. Las exigencias

- Unidad y claridad del tema tratado: Lo que es sometido al estudio o al análisis


debe estar bien individualizado e identificado.

- Rigor del proceso: Método y técnicas conformes a las normas científicas.

- Lógica del proceso: El rigor no siempre es suficiente, es necesario que las


diferentes etapas y partes de la investigación se articulen las unas a las otras
de acuerdo con una lógica explícita y evidente.

- Justificación de las herramientas: Técnicas, instrumentos... que son


empleados.

- Justificación de la pertinencia de los tipos de datos recolectados con relación al


problema tratado.

- Justificación de la selección de los lugares, personas... con quienes se recogen


los datos.
- Pruebas de los resultados avanzados, de su autenticidad, su exactitud.
- Pruebas de las generalizaciones posibles de los principales resultados, en
condiciones equivalentes a aquellas de la Investigación emprendida.
- Justificación de las interpretaciones dadas a los resultados obtenidos y
precisión de los marcos de referencia científicos que han conducido a estas
interpretaciones.
17

¿qué es la investigación?
La investigación científica, ya sea en el marco de una memoria, de una tesis o
de toda otra forma de trabajo de carácter académico, consiste en (a partir de una
interrogación, de un enigma, de una insuficiencia de comprensión de un fenómeno,
de un vacío en la teoría...) construir una articulación completa de esta interrogación
de forma tal que se la transforme en preguntas que se puedan resolver y tratar en el
marco de un campo del conocimiento preciso (tal como la ciencia económica, por
ejemplo).
La investigación es entonces una contribución, tan pequeña o modesta como sea,
al edificio de los conocimientos generales sobre los diferentes aspectos de la
realidad.
Ella tiene como objetivo general:
El análisis de los hechos, en el marco de una o varias teorías conocidas, con
la ayuda de conceptos determinados, con el propósito de establecer leyes que
permitan construir uno o varios modelos que describan la realidad estudiada y den
cuenta de sus mecanismos, sus particularidades, sus disfunciones y, al mismo
tiempo, enriquezcan el campo de conocimientos en el cual se inscriben.
Es poner en evidencia las constantes y las invariantes ligadas a un problema
dado que interesa al investigador. Lo fugaz o lo coyuntural no puede constituir una
base de conocimiento ni puede pretender lograr la generalización que caracteriza
necesariamente el trabajo científico del modelo clásico. “Sólo hay ciencia de lo
general”, se repite desde Aristóteles.

LOS ENFOQUES, Y EL VOCABULARIO EN EL MODELO CLÁSICO

LOS DIFERENTES ENFOQUES


No existe una sola y misma manera de aproximarse a la realidad, o de dar
cuenta de ella, aun en el trabajo llamado científico. De acuerdo con lo que se conoce
de las diferentes maneras de enfrentar y de conducir este trabajo, según C.W.
Churchman (1971), se pueden enumerar cuatro grandes sistemas, más o menos
universales. Cada uno de estos sistemas está ligado al proceso global de un filósofo
determinado, quien, por su obra, ha influenciado las grandes corrientes del
pensamiento.
El primer sistema es aquel que se puede atribuir a Leibniz (filósofo y
matemático alemán, 1646-1716). Puramente formal y teórico, este sistema es, ante
todo, deductivo (de lo general a lo particular). Pretende explicar todo a partir de
elementos primordiales simples, combinados con rigor según el método del
racionalismo matemático. Este sistema no se refiere a la experiencia, sino, más
bien, al razonamiento correctamente realizado. En filosofía especulativa y en
matemáticas puras, esto es completamente válido, pero esta validez es
considerablemente reducida cuando se está interesado en una situación real
concreta.
El segundo sistema científico es el caracterizado por el enfoque denominado
lockidano (de Locke, filósofo inglés, 1632-1706). Aquí, se rechaza el intelectualismo
absoluto para privilegiar un poco más los sentidos, pero sin otorgarle tampoco el
papel central en el conocimiento. Éste se situaría en alguna parte entre nuestras
puras capacidades de reflexión y los datos de nuestros órganos de los sentidos, de
nuestra experiencia concreta. La investigación se fundamenta aquí en la explotación
racional de la experiencia y de la observación. La verdad científica es entonces la
que obtendrá el consentimiento más amplio (consenso) en el seno de la comunidad
científica.

El tercer sistema, que conciliaría los dos primeros, es aquel procedente de la


corriente kantiana (de Kant, filósofo alemán, 1724-1804). Este sistema preconiza la
utilización de varios modelos o teorías a la vez (diríamos hoy pluridisciplinario). Para
éste, sólo la ciencia positiva o experimental conduce a la verdad, luego de su
18

elaboración con la ayuda de razonamientos sintéticos.

Por último, el cuarto sistema es el llamado hegeliano (de Hegel, filósofo


alemán, 1770-1831). El sistema hegeliano se funda en la noción de dialéctica:
movimiento perpetuo, conflictivo y sintético en todas las cosas que constituyen el
universo. La verdad, es que, en su constitución intelectual, obedecería al mismo
principio: nace de la confrontación de los opuestos en un proceso continuo
tesis-antítesis-sintéticos.

El rápido examen de estos cuatro grandes sistemas ubica aproximadamente


todas las formas de procesos existentes en la construcción de conocimiento
consideradas por el modelo clásico. Al resumir estos sistemas se obtiene:

 El sistema leibniziano: Hipotético-deductivo


Partiendo de una (o varias) hipótesis, se aplica un razonamiento deductivo, es
decir, de disposiciones generales, conocidas de antemano, a una situación
particular tratada (por ejemplo, el razonamiento en matemáticas o en
econometría que se fundamenta en hipótesis y en teorías generales para
demostrar las relaciones entre variables particulares en un caso específico).

 El sistema lockiano: Experimental-inductivo

Partiendo de situaciones y de observaciones concretas, se puede luego, con


la ayuda de la teoría y del razonamiento, construir leyes generales
(la ciencia biológica y la física experimental son buenos ejemplos de ello).

 El sistema kantiano: Sintético-multimoda

Este intenta reunir los procedimientos de los dos sistemas precedentes: aliar
las leyes y razonamientos generales de los diferentes campos científicos con
la observación-experimentación particular y realizar una síntesis que
constituirá un progreso en el conocimiento (la sociología y la etnología
recurren a este tipo de procedimiento).

 El sistema hegeliano: Sintético-conflictual

Este somete todo hecho (o serie de hechos) al análisis sistemático de sus


procesos de formación, los cuales son todos sometidos a la ley dialéctica del
enfrentamiento de los contrarios. De estos enfrentamientos nacen las síntesis
que, a su turno, entran en contradicción con otros elementos y así continúa el
proceso. El análisis de la historia a través de la lucha de clases es una
aplicación de este sistema (las clases dominantes de cada modo de
producción, feudal, precapitalista, capitalista..., engendran clases
antagónicas: burguesía, proletariado...).
A. El hecho científico
Para el modelo clásico, todo lo real observable constituye un hecho. La
unidad analizable en el marco de toda ciencia es un hecho. Se trata, sobre todo, de
aislar convenientemente estas unidades.
Si se estudia, por ejemplo, el comportamiento de compra de un producto
dado por una categoría de personas determinada, cada acto observable que
clasifica dentro de este comportamiento, será un hecho. Sin embargo, un hecho no
es idéntico para todas las ciencias. No es portador de una significación unívoca y
universal. Se dice que el hecho bruto no existe sino que es construido en el marco
de la ciencia o de la teoría que sirve de referencia al observador.
19

Así, se puede decir que el mismo hecho (o conjunto de hechos), “compra de


un automóvil”, tendrá un sentido diferente según se estudie en el marco económico,
sociológico o psicoanalítico... El hecho debe estar situado en una cadena de
causalidad propia de una disciplina, determinada para ser construido. Esta
disciplina, y las teorías que la constituyen, deben ya estar presentes y servir de
marco de significación en las fases de observación y de reunión de los hechos que
se analizarán.

B. La ley científica
Es el establecimiento de una relación causal (explicando los lazos de causa y
efecto) de los hechos observados y analizados, y la generalización (con la ayuda de
métodos y pruebas) de estas relaciones en toda clase de situaciones equivalentes.
Por ejemplo, la ley de la oferta y la demanda expresa relaciones causales entre los
hechos ligados a los actos de venta y de compra de los productos, las cantidades y
los precios. Igualmente, generaliza estas relaciones que tienen entonces la cualidad
de poder ser verificadas en todas las situaciones equivalentes, en todo lugar.
C. La teoría
La teoría es la reunión de un conjunto de leyes que atañen a un fenómeno
determinado en un cuerpo explicativo global y sintético. Por ejemplo, el conjunto de
leyes newtonianas sobre la mecánica constituye la teoría de la mecánica clásica. El
conjunto de leyes del mercado, oferta-demanda, escasez, ventajas comparativas,
ganancia.., constituye la teoría económica clásica. Las leyes del funcionamiento del
psiquismo inconsciente forman la teoría psicoanalítica, entre otros ejemplos.

D. El concepto

Los conceptos son a la teoría lo que los hechos son a la realidad: son las
unidades mínimas (no descomponibles), o compuestas de elementos simples
precisos y bien conocidos) sobre los cuales se articula la teoría. Son términos que
tienen un sentido construido completo y unívoco en el marco de un campo científico
o de una teoría determinada. Por ejemplo, la ciencia económica se fundamenta en
los conceptos de mercado, excedente, cambio, ingreso, valor, precio... los cuales
tienen un sentido preciso e inmutable. De la misma manera, el psicoanálisis se
funda en los conceptos de represión, inconsciente, conflicto, libido. Conviene, sin
embargo, anotar que estos conceptos casi absolutos, de los cuales acabamos de
dar algunos ejemplos, pueden y deben ver su sentido preciso, estrechado o
ampliado... en el marco de trabajos específicos en situaciones determinadas. Así, es
necesario distinguir varios niveles de conceptos (Althousser, 1972; Tremblay, 1968):
- Concepto abstracto-general: Conceptos como los citados anteriormente y que
constituyen el cuerpo de las teorías generales (Ej.: economía clásica).
- Concepto abstracto-concreto: Conceptos construidos para el estudio de una
situación particular o de un concepto abstracto-general redefinido para
caracterizar una realidad particular (Ej.: el concepto de mercado en el
contexto planificado).
- Concepto descriptivo: Caracteriza un aspecto de la realidad estudiada en
tanto que tal (biología, etnología).
- Concepto analítico: Resultado de una operación mental, de un modelo
deductivo, formal (matemáticas, física).
- Concepto teórico: Conceptos que pertenecen, bajo forma de abstracciones, a
una teoría (general o no).
- Concepto operativo: Concepto cuyo contenido es operacionalizado en el
marco, y en función de la situación precisa observada. Se utilizan entonces
las dimensiones (aspectos diferentes del concepto una vez éste ha sido
20

descompuesto: práctica religiosa, actitudes religiosas, creencias religiosas...


en el concepto “sentimiento religioso”) y los indicadores (índices concretos de
realidad de una dimensión: pertenecer a una Iglesia, asistir al culto,
devociones privadas, para la dimensión “práctica religiosa”).

En todo trabajo que se quiera verdaderamente científico, es importante que


los conceptos utilizados sean claramente definidos y situados con precisión en el
marco de una teoría precisa. Por ejemplo, los conceptos de mercado, producto,
valor, salario, en economía, no tienen, de ninguna manera, el mismo sentido según
se sitúen en el contexto de la teoría clásica, o en aquel de la teoría sustantivista, o
más aún en el de la economía marxista.

E. El modelo
Un modelo es una representación figurada de una realidad. Puede ir desde la
maqueta a la formalización matemática de un comportamiento humano. En ciencias
humanas, esta representación se efectúa con la ayuda de invariantes puestos en
evidencia a partir de la observación y del análisis de los hechos que han permitido
establecer las leyes y las teorías. Sobre un gran número de hechos, las constantes
se aíslan, se generalizan y luego se modelizan. Por ejemplo, se puede construir un
modelo de comportamiento de compra del consumidor medio observando,
analizando y aislando los principales elementos o actos que se encuentran en la
mayoría de los comportamientos observados en el seno de una muestra
determinada de consumidores.
Toda investigación científica debe, en principio, llegar a modelizar aquello que
ha tomado como objeto de estudio. El principio rector que puede conducir a ello es
lo que se denomina el método.
LAS DISQUISICIONES SOBRE LA CIENCIA MODERNA

La confrontación, ya advertida, entre el pensamiento científico promovido por


los grandes pensadores de la modernidad hasta el advenimiento del cisma de la
física clásica representado por el pensamiento sobre la relatividad especial y la
relatividad general, por el estudio sobre la teoría de ondas o la física fuertemente
asociada con mecánica cuántica, encuentra un espacio de reflexión en los
elementos sometidos a discusión por grandes pensadores contemporáneos, tales
observaciones son recogidas y sistematizadas en Venezuela por Miguel Martínez
Miguelez, quien ofrece una amplia producción bibliográfica en campos muy diversos
del conocimiento: educación, psicología, comportamiento humano, metodología de
la investigación, entre otros, para fijar posición respecto a la visión actual de la
ciencia. Para orientar la generación de criterios sobre la confrontación ciencia
positiva-ciencia emergente emplearemos como material didáctico un artículo de
autoría de Miguel Martínez Miguélez, texto ampliamente difundido en los medios
académicos venezolanos.
21

EPISTEMOLOGÍA, CIENCIA Y ARTE


Miguel Martínez Miguélez
RESUMEN
La vida humana actual se ha ido volviendo cada vez más compleja, ya sea
en el ámbito personal y familiar, como en la vertiente colectiva: social,
institucional, laboral y empresarial. De aquí, que los investigadores que han
querido estudiarla y comprenderla a fondo han tenido que ir ideando y
construyendo métodos y técnicas capaces de descifrar esa intrincada
complejidad. Estas estrategias e instrumentos de investigación se fundamentan
en un concepto del conocimiento y de la ciencia que exige un cambio
epistemológico, pues siguen procesos mentales muy novedosos de la dotación
humana que la Neurociencia actual considera muy alejados de las ideas clásicas
respectivas, y los ubica a lo largo de una amplia gama que involucra la ciencia y
el arte.
Palabras Clave: Epistemología, Metodología Cualitativa, conocimiento, Ciencia,
Paradigma, Arte.

ABSTRACT
Current human life is nowadays more and more complex than ever, either
in the personal and family milieu, as in the collective one: social, institutional,
labor and managerial. Therefore, the researchers that wanted to study it and to
understand it deeply have had to imagine and build methods and techniques
capable of desciphering that intricate complexity. These strategies and
investigation instruments are based in a concept of knowledge and science that
demands an epistemological change, because they follow very novel mental
processes of the human endowment that the current Neuroscience considers very
far from the respective classic ideas, and it locates them along a wide range that
involves science and art.
Key words: Epistemology, Qualitative Methodology, Knowledge, Science,
Paradigm, Art.
Epistemología, Ciencia y Arte

1. Panorama Actual de la Ciencia

Descartes nos dice, al principio de su Discurso del Método (1983, orig.


1637), que “la razón es por naturaleza igual en todos los hombres” (p. 28), y
también se plantea la pregunta de cómo o por qué la misma razón produce la
“diversidad de nuestras opiniones”. La respuesta la ubica en el método: “no viene
de que unos seamos más razonables que otros, sino del hecho que conducimos
nuestros pensamientos por diversas vías y no consideramos las mismas cosas”
(ibídem).

La toma de conciencia de estas diversas vías por las cuales conducimos


nuestros pensamientos y el tratar de considerar, en un momento determinado, las
mismas cosas es el objeto de este artículo.

El gran físico Erwin Schrödinger, Premio Nobel por su descubrimiento de la


ecuación fundamental de la mecánica cuántica (base de la física moderna),
considera que la ciencia actual nos ha conducido por un callejón sin salida y que
la actitud científica ha de ser reconstruida, que la ciencia ha de rehacerse de
nuevo (1967)
22

El modelo de ciencia que se originó después del Renacimiento sirvió de base


para el avance científico y tecnológico de los siglos posteriores. Sin embargo, la
explosión de los conocimientos, de las disciplinas, de las especialidades y de los
enfoques que se ha dado en el siglo XX y la reflexión epistemológica encuentran
ese modelo tradicional de ciencia no sólo insuficiente, sino, sobre todo, inhibidor
de lo que podría ser un verdadero progreso, tanto particular como integrado, de
las diferentes áreas del saber.

El período histórico que nos ha tocado vivir, sobre todo en la segunda mitad
del siglo XX, podría ser calificado con muy variados términos, todos, quizá, con
gran dosis de verdad. Me permito designarlo con uno: el de incertidumbre, incerti-
dumbre en las cosas fundamentales que afectan al ser humano. No solamente
estamos ante una crisis de los fundamentos del conocimiento científico, sino
también del filosófico y, en general, ante una crisis de los fundamentos del
pensamiento. Y esto, precisa y paradójicamente, en un momento en que la ex-
plosión y el volumen de los conocimientos parecieran no tener límites.

El escritor y presidente de la República Checa, Vaclav Havel, habla del


“doloroso parto de una nueva era”. Y dice que hay razones para creer que la
edad moderna ha terminado y que muchos signos indican que en verdad estamos
atravesando un período de transición en el cual algo se está yendo y otra cosa
está naciendo mediante un doloroso parto. Nos podemos preguntar qué es ese
algo que se está yendo y qué es esa otra cosa que está naciendo.

“Estamos llegando al final de la ciencia convencional”, señala el Premio


Nobel Ilya Prigogine (1994); es decir, de la ciencia determinista, lineal y
homogénea, y presenciamos el surgimiento de una conciencia de la
discontinuidad, de la no linealidad, de la diferencia y de la necesidad del diálogo
(p. 40).

El cuestionamiento está dirigido, especialmente, hacia el “logos científico


tradicional”, es decir, hacia los criterios que rigen la “cientificidad” de un proceso
lógico y los soportes de su racionalidad, que marcan los límites inclusivos y
exclusivos del saber científico. Así, Heisenberg, uno de los creadores de la teoría
cuántica, dice al respecto: “es precisamente lo limitado y estrecho de este ideal
de cientificidad de un mundo objetivo, en el cual todo debe desenvolverse en el
tiempo y en el espacio según la ley de la causalidad, lo que está en entredicho”
(1990, p. 121).

Por lo tanto, esta situación no es algo superficial, ni sólo coyuntural; el


problema es mucho más profundo y serio: su raíz llega hasta las estructuras
lógicas de nuestra mente, hasta los procesos que sigue nuestra razón en el modo
de conceptualizar y dar sentido a las realidades; por ello, este problema desafía
nuestro modo de entender, reta nuestra lógica, reclama un alerta, pide mayor
sensibilidad intelectual, exige una actitud crítica constante, y todo ello bajo la
amenaza de dejar sin rumbo y sin sentido nuestros conocimientos considerados
como los más seguros por ser “científicos”.

En efecto, la reflexión sobre el proceso de crear conocimiento, de hacer


ciencia, deberá examinar críticamente hasta qué punto se justifican los
presupuestos aceptados o si, en su lugar, no se pudieran aceptar otros distintos
que nos llevarían por derroteros diferentes y que, quizá, terminarían en
conclusiones también diferentes; esta reflexión deberá determinar qué nivel de
23

pureza y objetividad de la observación científica, de los datos y de los hechos, es


posible; hasta qué punto éstos están determinados por las teorías profesadas y
cómo interactúan los datos y la teoría; deberá evaluar las implicaciones de la falta
de evidencia en las relaciones causales, de la injustificabilidad de la inferencia
inductiva, de la imposibilidad de la “verificación empírica” y de la ilegitimidad de
ciertas “definiciones” operacionales; deberá examinar la importancia del contexto
de descubrimiento y del proceso creador, los límites de la racionalidad de las
explicaciones estadísticas o probabilitarias, el nivel de adecuación y homología
de los modelos que se basan en analogías y, a veces, sólo en metáforas, el uso
acrítico de términos como “ley”, “control”, “medida”, “variable”, “verdad”,
“objetividad”, “datos”, etc. en contextos muy diferentes, y, en una palabra, deberá
precisar la justificación lógica del “sistema de reglas” del juego científico
escogido.

Este examen crítico podrá poner en evidencia muchos vicios de lógica que
se han ido convirtiendo en hábito en amplios sectores de la vida académica y,
sobre todo, denunciar la falta de racionalidad en que se ha caído en muchos
otros al evaluar el nivel de certeza de las conclusiones de una investigación por
el simple correcto uso de las reglas metodológicas preestablecidas, sin entrar a
examinar la lógica, el significado y las implicaciones de esas mismas
conclusiones.

Muy bien pudiera resultar, de estos análisis, una gran incoherencia lógica e
intelectual, una gran inconsistencia de nuestros conocimientos considerados
como los más sólidos, y que muchos aspectos de nuestra ciencia pudieran tener
una vigencia cuyos días estén contados. Hoy día, llama nuestra atención el
hecho de que, según la primera edición de la Enciclopedia Británica, el flogisto
era “un hecho demostrado”; y, según la tercera edición, “el flogisto no existe”.
Igualmente, que, en 1903, el químico Svante Arrhenius obtuviera el Premio Nobel
por su teoría electrolítica de la disociación, y que el mismo Premio le fuera
concedido, en 1936, a Peter Debye, por defender prácticamente lo contrario.
Asimismo, es desconcertante que, hace poco más de dos siglos, un gran
astrónomo demostrara, con la mejor ciencia del momento, que Dios había creado
el mundo exactamente hacía 4232 años, el 15 de Septiembre, a las 9 de la
mañana, cuando hoy sabemos que los dinosaurios se extinguieron hace unos 70
millones de años, después de haber vivido sobre la tierra más o menos otros 70
millones de años, y las cucarachas –para consuelo de muchas cocineras–
sabemos que existen desde hace unos 300 millones de años. Ésa es la historia
de nuestra “ciencia”.

En la actividad académica se ha vuelto imperioso desnudar las


contradicciones, las aporías, las antinomias, las paradojas, las parcialidades y las
insuficiencias del paradigma que ha dominado, desde el Renacimiento, el
conocimiento científico. Desde mediados del siglo XX en adelante, se han
replanteado en forma crítica las bases epistemológicas de los métodos y de la
misma ciencia, y se sostiene que, sin una base epistemológica que le dé sentido,
no pueden existir conocimientos en disciplina alguna.

El problema radical que nos ocupa aquí reside en el hecho de que nuestro
aparato conceptual clásico –que creemos riguroso, por su objetividad,
determinismo, lógica formal y verificación– resulta corto, insuficiente e
inadecuado para simbolizar o modelar realidades que se nos han ido imponiendo,
sobre todo a lo largo del siglo XX, ya sea en el mundo subatómico de la física,
24

como en el de las ciencias de la vida y en las ciencias humanas. Para


representarlas adecuadamente necesitamos conceptos muy distintos a los
actuales y mucho más interrelacionados, capaces de darnos explicaciones
globales y unificadas.

Esta nueva sensibilidad se revela también, a su manera, en diferentes


orientaciones del pensamiento actual, como la teoría crítica, la condición
postmoderna, la postestructuralista y la desconstruccionista, o la tendencia a la
desmetaforización del discurso, a un uso mayor y más frecuente de la
hermenéutica y de la dialéctica, e igualmente en varias orientaciones
metodológicas, como las metodologías cualitativas, la etnometodología, el
interaccionismo simbólico, la teoría de las representaciones sociales, etc., y
vendría a significar el estado de la cultura después de las transformaciones que
han afectado a las reglas del juego de la ciencia, de la literatura y de las artes
que han imperado durante la llamada “modernidad”, es decir, durante los tres
últimos siglos.

Los autores de estos movimientos difieren en muchos aspectos, pero


tienen también muchas cosas en común, como su ruptura con la jerarquía de los
conocimientos y de los valores tradicionales, su bajo aprecio por lo que
contribuye a la formación de un sentido universal, su desvalorización de lo que
constituye un modelo, y su valoración, en cambio, del racionalismo crítico, de las
diferentes lógicas, de la “verdad local”, de lo fragmentario, y su énfasis en la
subjetividad y en la experiencia estética.

2. La Relación “Ciencia y Arte”

Para muchos científicos, como por ejemplo Einstein, la ciencia no busca


tanto el orden y la igualdad entre las cosas cuanto unos aspectos todavía más
generales del mundo en su conjunto, tales como “la simetría”, “la armonía”, “la
belleza”, y “la elegancia”, aun a expensas, aparentemente, de su adecuación
empírica. Así es como él vio la teoría general de la relatividad. También para la
mente griega la belleza tuvo siempre una significación enteramente objetiva. La
belleza era verdad, constituía un carácter fundamental de la realidad. De ahí
nació el famoso lema, tan significativo y usado a lo largo de la historia del
pensamiento filosófico: “lo verdadero, lo bueno y lo bello convergen”.

En la misma ciencia más pura, la genialidad de Einstein ha sido ubicada, no


en su inteligencia, considerada bastante normal, sino en una imaginación
desbordada y muy fuera de lo común. De aquí, que él repitiera frecuentemente
que “la ciencia consiste en crear teorías”, es decir, modelos imaginados,
estructuras teóricas, analogías, alegorías, símiles y comparaciones para
representar los significados posibles de las realidades que nos circundan. Todo
esto liga mucho la ciencia, como él la entendía, con el arte. Cuando Einstein, refi -
riéndose a la teoría cuántica, dice que “tal teoría no le gusta”, que “no le gustan
sus elementos”, que “no le gustan sus implicaciones”, etc., su asistente personal
de investigación lo interpreta aclarando que “su enfoque (el de Einstein) tiene
algo en común con el de un artista; que ese enfoque busca la simplicidad y la
belleza (...); que su método, aunque está basado en un profundo conocimiento de
la física, es esencialmente estético e intuitivo (...); que, excepto por el hecho de
ser el más grande los físicos desde Newton, uno podría casi decir que él no era
tanto un científico cuanto un artista de la ciencia” (Clark, 1972, pp. 648-650;
cursivas añadidas).
25

El estudio de la relación “Ciencia y Arte” es, por sí mismo, bastante amplio;


por ello, en este artículo, se hace alusión únicamente a dos áreas importantes del
mismo: la fundamentación epistemológica de esa relación y su aplicación real o
posible en las Metodologías Cualitativas. Igualmente, el concepto de “Arte” se
asume, de manera particular, en una de sus acepciones, la función cognitiva, es
decir, como medio para la adquisición de conocimientos y de verdad.

El científico está convencido de que lo que demuestra “científicamente”


constituye la verdad más firme y sólida. El filósofo piensa lo mismo cuando su
razonamiento es lógico e inobjetable “filosóficamente”. Y el artista cree
firmemente que con su obra de arte ha captado la esencia de la compleja
realidad que vive.

Bertrand Russell, considerado uno de los pensadores más lúcidos del siglo
xx y, quizá, de toda la historia de la humanidad, dice que “la ciencia, como
persecución de la verdad, será igual, pero no superior, al arte” (1975, p. 8). Y
Goethe señala que el arte es la manifestación de las leyes secretas de la
naturaleza.

El problema principal que enfrenta actualmente la investigación en las


ciencias sociales, y en general en las ciencias humanas, y su metodología, tiene
un fondo esencialmente epistemológico, pues gira en torno al concepto de
“conocimiento” y de “ciencia” y la respetabilidad científica de sus productos: el
conocimiento de la verdad y de las leyes de la naturaleza. De aquí, la aparición,
sobre todo en la segunda parte del siglo XX, de las corrientes postmodernistas,
las postestructuralistas, el constructivismo, el desconstruccionismo, la teoría
crítica, el análisis del discurso, la desmetaforización del discurso y, en general,
los planteamientos que formula la teoría del conocimiento.

Nuestro objetivo fundamental aquí es clarificar e ilustrar que el problema


reside en el concepto restrictivo de “cientificidad” adoptado, especialmente en las
ciencias humanas, que mutila la legitimidad y derecho a existir de una gran
riqueza de la dotación más típicamente humana, como los procesos que se
asientan en el uso de la libertad y de la creatividad. Esta gran riqueza de dotación
exige en el investigador, por un lado, una gran sensibilidad en cuanto al uso de
métodos, técnicas, estrategias y procedimientos para poder captarla, y, por el
otro, un gran rigor, sistematicidad y criticidad, como criterios básicos de la
cientificidad requerida por los niveles académicos.

La unión de estos dos procesos investigativos ha exigido el desplazamiento


de su ubicación, en el continuo Ciencia ↔ Arte, desde la posición de una rigidez
inadecuada para las ciencias humanas, hacia una más cercana al Arte; ha
exigido un nuevo espacio bajo el concepto de “Ciencia y Arte”. En efecto, “la
preocupación de la ciencia es la de homogeneizar a través de nociones
generales: pero la homogeneización se ejerce sobre cantidades, no sobre
cualidades, que, por definición, es lo que escapa a toda homogeneización (...); el
Arte no es absoluto, sino una forma de actividad que entra en relación dialéctica
con otras actividades, otros intereses, otros valores” (Eco, 1990, pp. 91, 284).
“Puede observarse cómo el Arte se alimenta de toda la civilización de su época,
reflejada en la inimitable reacción personal del artista, y en ella pueden estar
actualmente presentes los modos de pensar, vivir y sentir de toda una época, los
ideales y las tradiciones, las esperanzas y las luchas de una etapa histórica”
(Pareyson, 1992, p. 82).
26

Este espacio lo han ido tratando de ocupar, a lo largo de la segunda parte


del siglo XX, las metodologías cualitativas (cada una en su propio campo y a su
manera), que, especialmente en este lapso, se han ido caracterizando por su
esfuerzo en poseer estas dos cualidades indispensables: ser sensibles a la
complejidad de la vida humana actual, por un lado, y, al mismo tiempo, por el
otro, aplicar procesos rigurosos, sistemáticos y críticos para lograr conocimientos
defendibles epistemológica y metodológicamente ante la comunidad científica
internacional.

Así, se vuelve imperativo alcanzar estas dos metas, tanto en lo que respecta
a su ilustración epistemológica, como en lo relacionado con su concreción y
aplicación en las principales metodologías cualitativas actualmente en uso.

En general, podríamos decir que la mente del artista procesa, en forma


sintética, integral y básicamente inconsciente, la información que recibe de una
realidad exterior determinada y de su interior, y es impulsada a expresar
directamente su esencia a través del lenguaje propio de la obra artística. La
mente del científico, en cambio, recorre el mismo camino, pero lo hace más
lentamente, como sumando y relacionando elementos simples de información
hasta llegar a la meta, es decir, a la captación y expresión de la estructura
esencial de esa realidad. Por eso, el científico puede demostrar la legitimidad de
los pasos que da, cosa que no puede hacer el artista. De esta manera, las
diferentes pretensiones de verdad han constituido siempre el centro de las
discusiones filosóficas a lo largo de toda la historia de la humanidad. Son miles
los pensadores que han escrito sobre este tema central de la reflexión humana,
ya sea científica como artística.

En el ámbito de la experiencia total humana, existe una “experiencia de


verdad” (Gadamer, 1984), una vivencia con certeza inmediata, como la
experiencia de la filosofía, del arte y de la misma historia, que son formas de
experiencia en las que se expresa una verdad que no puede ser verificada con
los medios de que dispone la metodología científica tradicional. En efecto, esta
metodología usa, sobre todo, lo que Eccles (1980) llama el etiquetado verbal,
propio del hemisferio izquierdo, mientras que la experiencia total requiere el uso
de procesos gestálticos y estereognósicos, propios del hemisferio derecho.

Gadamer (1984) señala que en los textos de los grandes pensadores, como
Platón, Aristóteles, Leibniz, Kant o Hegel, “se conoce una verdad que no se
alcanzaría por otros caminos, aunque esto contradiga al patrón de investigación y
progreso con que la ciencia acostumbra a medirse” (ibíd. p. 521). Igual vivencia
se experimentaría en la “experiencia del arte”, vivencia que no se puede pasar
por alto, ya que “en la obra de arte se experimenta una verdad que no se logra
con otros medios, y es lo que hace el significado filosófico del arte que se afirma
frente a todo razonamiento” (ibíd.). Pero es nuestro deber, añade este autor,
“intentar desarrollar un concepto de conocimiento y de verdad que responda al
conjunto de nuestra experiencia hermenéutica” (ibíd.).

El mismo autor continúa aclarando cómo esta experiencia vivencial –que,


“como vivencia, queda integrada en el todo de la vida y, por lo tanto, el todo se
hace también presente en ella”– es un auténtico conocimiento, es decir,
mediación de verdad, no ciertamente como conocimiento sensorial, conceptual y
racional, de acuerdo a la ciencia y según el concepto de realidad que sustentan
las ciencias de la naturaleza, sino como una pretensión de verdad diferente de la
27

ciencia, aunque seguramente no subordinada ni inferior a ella. Por esto, cree que
“la oposición entre lo lógico y lo estético se vuelve dudosa” (ibíd. pp. 107, 139,
656).

Según la Neurociencia actual, nuestro sistema cognoscitivo y el afectivo no


son dos sistemas totalmente separados, sino que forman un solo sistema, la
estructura cognitivo-emotiva; por ello, es muy comprensible que se unan lo lógico
y lo estético para darnos una vivencia total de la realidad experienciada. Esto,
naturalmente, no desmiente el hecho de que predomine una vez uno y otra el
otro, como constatamos en la vida y comportamiento cotidiano de las personas.

La fundamentación y posible salida exitosa de este problema nos la señala el


mismo Aristóteles en su obra máxima, la Metafísica, donde nos advierte que “el
ser no se da nunca a nadie en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos y
categorías” (Metaf., libro iv). En efecto, toda realidad, y más las realidades
humanas, son poliédricas (tienen muchas caras) y sólo captamos, en un
momento dado, algunas de ellas. El inculto tiene una captación muy pobre; la
persona culta una mucho más diversificada. Y el gran artística, en su propio
campo, es impactado, desafiado y movido por la gran variedad de aspectos que
provienen ya sea de esa poliédrica realidad, como de su desbordada
imaginación; de manera que pudiera considerarse que “el Arte es la avenida
hacia el conocimiento más elevado de que dispone el ser humano, conocimiento
imposible de alcanzar por cualesquiera otros medios” (Hospers, 1979, p. 51).

La vida personal, social e institucional, en el mundo actual, se ha vuelto cada


vez más compleja en todas sus dimensiones. Esta realidad ha hecho más
difíciles los procesos metodológicos para conocerla en profundidad, conocimiento
que necesitamos, sin alternativa posible, para lograr el progreso de la sociedad
en que vivimos. De aquí, ha ido naciendo, en los últimos 25 ó 30 años, una gran
diversidad de métodos, estrategias, procedimientos, técnicas e instrumentos,
sobre todo en las Ciencias Humanas, para abordar y enfrentar esta compleja
realidad. Estos procesos metodológicos se conocen hoy día con el nombre
general de Metodologías Cualitativas, y han sido divulgados en un alto número de
publicaciones, que van desde unos 400 libros hasta unas 3000 publicaciones
parciales (capítulos de libros y artículos de revistas).

En general, la gran mayoría de estas obras están centradas en la utilidad


práctica. Por ello, una limitación bastante generalizada de las mismas es
precisamente la falta de su fundamentación epistemológica en la Filosofía de la
Ciencia actual y su ubicación metodológica entre la Ciencia rígida tradicional
(rigidez inadecuada) y la riqueza de recursos y procedimientos que emplea el
Arte. Más concretamente, una adecuada ubicación metodológica tratará de hacer
ver cómo pueden las metodologías cualitativas ser sensibles a la complejidad de
las realidades de la vida moderna y, al mismo tiempo, ser dotadas de
procedimientos rigurosos, sistemáticos y críticos, es decir, poseer una alta
respetabilidad científica.

Bajo el punto de vista instrumental, existen hoy día más de 40 programas de


computación para trabajar con “datos” cualitativos. Los más utilizados son el
Atlas.ti, el Ethnograph y el Nud*ist; precisamente, el manejo del primero ha
constituido el objeto completo de estudio de varios de nuestros talleres a nivel de
Doctorado. El Atlas.ti (de la Universidad de Berlín) es precisamente el más
indicado para llevar a cabo la tarea básica que enfrentan muchas investigaciones
28

cualitativas, que tratan de integrar, en una red estructural compleja, las


realidades poliédricas que nos presentan los procesos psicológicos, los sociales,
los antropológicos, los sociopolíticos y otros. Estas tareas se vuelven casi
imposibles de abordar con los procesos normales y simples de la reflexión
humana corriente; por eso, la ciencia tradicional ha reducido casi siempre su
trabajo a la relación de una o pocas variables: independientes y dependientes. En
las realidades humanas cotidianas biopsicosociales entran normalmente en
acción docenas de variables en una interacción recíproca. El Atlas.ti, con sus
técnicas de categorización, estructuración y teorización, y con los operadores
booleanos, semánticos y de proximidad, nos permitirá ir mucho más allá de estas
grandes limitaciones.

En conclusión, el investigador actual en las ciencias humanas deberá lograr


un triple objetivo fundamental: por un lado, tendrá que ser consciente de la
problemática epistemológica que vivimos en la actualidad, clarificando los
conceptos básicos que dan sentido al proceso de investigación y sustentan la
legitimidad y defendibilidad de los conocimientos adquiridos; por otro, deberá
tomar conciencia de lo más rico del amplio contingente de información
metodológica disponible para su área de estudio; y, finalmente, realizar el trabajo
en una forma que sea útil y práctica para lograr los fines que la investigación se
plantea, ya sea la realización de un trabajo de grado, un trabajo de ascenso, una
ponencia en un congreso o un artículo en una revista arbitrada; pero, todo esto
exige seguir un procedimiento que sea riguroso, sistemático y crítico, es decir,
que contenga las características propias que distinguen la “cientificidad”.
REFERENCIAS
Aiken, H. (1955). The aesthetic relevance of the artist’s intentions. J. of
Philosophy, 52, 742-753.
Aristóteles, (1973). Obras completas. Madrid: Aguilar.
Assunto, R., (1961). La critica d’arte nel pensiero medievale. Milán: Marzorati.
AA. VV., (1959). Information theory and the arts. Symposium. Journal of
Aesthetics, Junio.
AA.VV., (1960). Il giudizio estetico. Turin: Edic. de la “Rivista di Estetica”.
Bachelard, G., (1960). The poetics of reverie. Boston: Beacon.
---, (1986). La poética de la ensoñación. México: Fondo de Cultura Económica.
Balakian, A., (1970). Surrealism: the road to the absolute. Nueva York: Dutton.
Benjamín, W., (1973). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
Barcelona: Taurus.
Clark, R., (1972). Einstein: the life and times. Nueva York: Avon Books.
Coomaraswamy, A., (1956). The Transformation of nature in art. Nueva York:
Dover.
Descartes, R., (1983, orig. 1637). Discurso del método y Reglas para la dirección
de la mente. Barcelona: Orbis.
Ducasse, J., (1966). The philosophy or art. Nueva York: Dial.
Eccles, J.C. y Popper, K., (1985). El yo y su cerebro. Barcelona: Labor.
Eco, U., (1990). La definición del arte: lo que hoy llamamos arte, ¿ha sido y será
siempre arte?Barcelona: Martínez Roca.
Gadamer, H. G., (1984). Verdad y método: fundamentos de una hermenéutica
filosófica. Salamanca: Sígueme.
Gotshalk, D., (1954). Aesthetic expression. J. of Aesthetics Art Criticism, 13, 80-
85.
Heidegger, M., (1960). El origen de la obra de arte, en Sendas perdidas. Buenos
Aires: Losada.
29

Heisenberg, W., (1990). La partie et le tout, en Le monde de la physique


atomique. París: Albin Michel.
Hofstadter, A. y Kuhns R. (eds.), (1964). Philosophies of art and beauty.
Horowitz, M., (1970). Image formation and cognition. Nueva York: Appleton.
Hospers, J., (1960). Implied thruths in literature. J. of Aesthetics Art Criticism, 19,
37-46.
---, (1979). Philosphy of art. En: Encyclopaedia Britannica, Edic..
Isenberg, A., (1944). Perception, meaning and the subject-matter of art. J. of
Philosophy, 41, 661-675.
Kosuth, J., (1993). Art after philosophy and after. Collected Writngs, 1966-1990.
Cambridge: MIT Press.
Krebs, V., (1997). Locura y memora del arte, en: Arte y locura: espacios de
creación, Fundación Museo de Bellas Artes.
---, (1997). La labor olvidada del pensar: reflexiones en torno a la filosofía, el arte
y la memoria. Rev. ARGOS (USB), N. 26-27, 7-30.
---, (1998). Del alma y el arte: reflexiones en torno a la cultura, la imagen y la
memoria. Caracas: Fundación Museo de Bellas Artes.
Martínez, M., (1996). Comportamiento humano: nuevos métodos de investiga-
ción, 2ª edic., México: Trillas.
---, (1996). Cómo hacer un buen proyecto de tesis con metodología cualitativa.
Heterotopía, 2, 63-73.
---, (1997). El paradigma emergente: hacia una nueva teoría de la racionalidad
científica, 2da edic. México: Trillas.
---, (1998). La investigación cualitativa etnográfica en educación. 3ra edic.
México: Trillas.
---, (1999). La nueva ciencia: su desafío, lógica y método. México: Trillas.
---, (1999). La psicología humanista: un nuevo paradigma psicológico. México:
Trillas.
---, (1999). Evaluación cualitativa de programas. Caracas: Ediciones AVEPSO
(UCV).
---, (2001). Uso del programa computacional Atlas.ti en la estructuración de
“datos” cualitativos. Argos, 34, 139-156.
---, (en prensa). Arte y Ciencia en la Metodología Cualitativa. México: Trillas.
Moles, A., (1958). Théorie de l’information et perception esthétique. París:
Flammarion.
Mühr, T., (2001). Manuales del Atlas.ti: Atlman.pdf (321 págs); Atlasti
shortmanual.pdf (119 págs).
Ortega y Gasset, J., (1970). La deshumanización del arte y otros ensayos
estéticos, 10ª edic., Madrid: Revista de Occidenten.
Pareyson, L., (1957). L’interpretazione dell’opera d’arte. Turín: Actas del III
Congreso Internacional de Estética.
---, (1992). Estetica – Teoria della formatività. Bolonia.
Prigogine, I., ¿El fin de la ciencia?, en Fried Schnitman, D., (ed.), (1994): Nuevos
paradigmas, cultura y subjetivida. Buenos Aires: Paidós.
Russell, B., (1975). La perspectiva científica. Barcelona: Ariel.
Schrödinger, E., (1967). What is the life? & Mind and mater, Cambridge Univ.
Press.
Thomas, V., (1964). Creativiy in the Arts.
Wittgenstein, L., (1973). Tractatus logico-philosophicus (versión bilingüe alemán-
castellano), Madrid: Alianza.
Wittgenstein, L., (1992). Lecciones y conversaciones sobre estética,
psicología y creencia religiosa. Barcelona: Paidós.

También podría gustarte