Durante la carrera como docente son muchas las definiciones que se nos dieron para especificar la práctica
educativa; y seguramente ni las evaluamos, directamente las asumimos porque era más fácil y porque nos lo
decían los profesores y maestros.
El caso es que este autor sí se lo plantea en cinco puntos clave. El primero es que aunque se dice que la
formación docente debe partir de la nombrada práctica educativa, no existe un consenso de lo que es en
realidad. En la Antigüedad, esta tenía un valor amplio y era referente al modelo de vida, pero en la
Modernidad se limita a que la teoría se aplique. Entonces, para Carr, se hace indispensable aclarar el
concepto para evitar que las cosas se malinterpreten.
Lo segundo que plantea tiene que ver con lo que él llama “confusiones” que nacen al entender el concepto
de práctica sobre la base de que teoría y práctica son distintas; recordemos que para el autor la teoría es
también práctica, y ésta tiene fuerza teórica. Las confusiones son:
- Oponer la práctica a la teoría: la teoría es universal y abstracta, nunca es práctica, y la práctica nunca
es teoría. Es específica y concreta.
- La práctica depende de la teoría: la práctica no se opone a la teoría, sino que se rige por un marco
teórico que orienta las acciones de quienes se dedican a tareas prácticas. Igualmente, el autor dice que la
práctica no sólo está basada en la teoría, sino también en creencias generales, formadas por dos tipos de
criterios: