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TERAPIA ESTRATEGICA DE JAY HALEY

ANTECEDENTES DEL MODELO ESTRATEGICO

La terapia estratégica que floreció en la década de 1980 se centraba en tres grupos excepcionales y creativos:
el centro de terapia breve del MRI (Weakland, Watzlawick y Fisch); Mara Selvini Palazzoli y sus colegas de Milán;
y, naturalmente, Jay Haley y sus colegas del Family Therapy Institute de Washington, D.C. El maestro, Milton
Erickson, era una escuela en sí mismo. Lo que hizo que la terapia estratégica fuera tan popular era que ofrecía un
sencillo marco de referencia para entender por qué las familias se quedan atascadas y un ingenioso conjunto de
técnicas para ayudarlas a seguir adelante.

Jay Haley y Cloe Madanes dirigen el Instituto de terapia familiar y han desarrollado un enfoque de terapia
familiar estratégica muy influido por la terapia de Milton Erickson. Sostienen que el terapeuta debe asumir la
responsabilidad de configurar una estrategia específica -basada en la adecuación, flexibilidad y creatividad- que
permita resolver los problemas del cliente, siendo uno de los principales objetivos del tratamiento ayudar a las
familias a superar las crisis que enfrentan en su devenir vital.

Según la metáfora cibernética, las familias se quedan atrapadas en pautas disfuncionales cuando se aferran
a soluciones que no funcionan. El truco consiste en conseguir que prueben algo diferente. Si la esencia de la
conducta neurótica es la obstinación en comportarse de un amanera contraproducente, la esencia de la terapia
estratégica es hacer que la gente pruebe algo diferente. Haley gestiona un modelo de terapia breve enfocada a
resolver los síntomas específicos del paciente por medio de técnicas directivas. Haley creía que era más importante
que los pacientes resolvieran sus problemas de inmediato en lugar de comprender el porqué de ellos. Para
conseguirlo, los terapeutas estratégicos introdujeron varias técnicas ingeniosas, muchas de ellas paradójicas,
diseñadas para deshacer las soluciones homeostáticas (que mantienen el problema) y conseguir que las familias se
pusieran en marcha y siguieran adelante.

Haley (1980) constata que una de las aportaciones más importantes de la orientación de la terapia familiar
en sus inicios -en los años cincuenta- fue destacar que, el síntoma podía considerarse una conducta adaptativa a la
situación en que se ubicaba, en lugar de algo irracional basado en percepciones erróneas provenientes de que los
grupos sociales de las personas con problemas presentan una jerarquía incongruente*, que las somete a niveles
conflictivos de comunicación, dando lugar a una conducta sintomática. Por esta razón, también se debe evaluar e
intervenir en la red social, incluyendo a los profesionales tienen poder sobre el paciente identificado (Haley, 1974).
En ocasiones es preciso centrar la terapia en las discrepancias que existen entre los diversos profesionales
implicados, resolviendo las luchas sobre lo que es correcto o incorrecto, ya que para cambiar la conducta sintomática
del paciente identificado es necesario que los padres se hagan cargo de él.
Haley (1987) manifiesta que la conducta sintomática es señal de que existe un conflicto en el ordenamiento
jerárquico y de que existe una lucha por el poder entre sus miembros/ con la finalidad, de aclaradas posiciones
dentro de la jerarquía. Paralelamente, defiende que la organización del sistema se convierte en patológica si se
establecen coaliciones permanentes entre personas pertenecientes a distintos niveles jerárquicos, particularmente,
cuando son secretas y los implicados mantienen la jerarquía incongruente con sus conductas, integradas en la
secuencia sintomática.

Por ejemplo, en una secuencia del tipo: el niño no quiere ir a la escuela y el padre insiste en que vaya - el
niño manifiesta angustia, enferma, tiene vómitos o se escapa - en ese momento interviene la madre insistiendo/ en
que su marido es demasiado duro con el pequeño - tras ello, e« padre se echa atrás y nuevamente se repite el ciclo
de conductas; se puede observar una coalición entre la madre y el niño contra el padre de forma que aunque el chico
ocupa una posición inferior en jerarquía por su pertenencia al subsistema filial, al coaligarse con la madre niña la
autoridad del padre y se sitúa por encima de éste.

Mádanes también se centra en las incongruencias en las que dos estructuras incompatibles de poder se
definen simultáneamente en la familia, enfatizando los niveles de organización frente a los niveles de comunicación.
Sostiene que los síntomas ejercen una función dentro de un conjunto de relaciones interpersonales; por ello busca
la especificidad de cada síntoma, es decir, las razones por las que se ha elegido. Agrega que aunque los integrantes
de una familia se dañen entre sí, su motivación básica en ayudarse, manifestando que probablemente como partes
de un organismo más amplio -el sistema familiar- reaccionen frente a las señales de dolor que se presentan en
cualquier lugar del mismo (Madanes, 1984).

Un punto importante es que todas las parejas deben, compartir el poder y organizarse de tal forma que el
control y la responsabilidad se repartan equitativamente entre ellos. La pareja resuelve la lucha por el poder
generando un síntoma, pero en ese caso se instaura una incongruencia jerárquica en la pareja o en la familia.

La patología se conceptúa como un ciclo en que la pareja maneja el predominio de un cónyuge sobre el otro
centrándose bien en un conflicto matrimonial, bien en el síntoma de un esposo o de un hijo (Madanes, 1984; 1990).
El tipo de interacción en tomo al síntoma es una analogía de las interacciones en otras áreas problemáticas,
permitiendo a los cónyuges saber dónde se encuentra situado cada uno en relación al otro en esas áreas, pero sin
tener que discutirlas expresamente poniendo en peligro su matrimonio.

Cuando el paciente identificado El cónyuge se halla en una posición inferior a] otro -quien trata de ayudarlo
y hacerlo cambiar-, pero a la vez en una posición superior, por cuanto se niega a ser ayudado y a cambiar,. Si
abandonara la conducta sintomática perdería su posición superior respecto del otro. Asimismo, si el esposo
«normal» lograra influir en el sintomático para que abandonase el síntoma, perdería la posición superior de ser el
miembro no sintomático de la pareja. Por tanto, ambos ocupan simultáneamente una posición superior e inferior,
contribuyendo así a perpetuar el problema en su lucha por conservar las posiciones del poder.

En las familias en las cuales el paciente identificado es uno de los hijos, éste se convierte en una fuente
especial de preocupación para los padres, que intentan ayudarlo para que deje de tener el síntoma. Tanto si la
conducta del niño genera la solicitud, la protección o el castigo de sus progenitores, siempre hace que su inquietud
se centre en él y que se vean a sí mismos como padres de un niño que los necesita, en lugar de verse como individuos
abrumados por dificultades personales, económicas o sociales (Madanes, 1984).

Aunque los padres, por el mero hecho de serlo, se hallan en una posición superior al niño, éste se sitúan por
encima protegiéndolos mediante su conducta sintomática, encontrándose todos atrapados en una situación
totalmente incongruente. Si su comportamiento fuera normal, el niño perdería el poder que su síntoma le confiere
sobre ellos y, en consecuencia, la posibilidad de ayudarlos. Con objeto de promover el cambio, el terapeuta debe
motivar a los progenitores para que abandonen la secuencia de interacción habitual, de forma que el niño renuncie
a la conducta sintomática.

Jay Haley, además del enfoque general de terapia estratégica ha diseñado un procedimiento específico para
el tratamiento de la esquizofrenia, delincuencia y drogadicción. Sitúa la génesis de tales problemas en el fracaso de
la familia para afrontar una de las etapas más importantes de su transcurrir vital como es la emancipación de los
hijos. Sostiene que no sólo son éstos quienes deben independizarse de sus progenitores, sino que ambos subsistemas
necesitan distanciarse entre sí para afrontar con éxito una nueva etapa de sus vidas. Abandonar el hogar paterno se
hace especialmente costoso y complicado cuando existe una definición incongruente del poder en la familia, debido
entre otras razones a la «entrada» del paciente identificado en los conflictos de sus padres. Cuando la familia se
organiza en tomo a una jerarquía incongruente, la comunicación entre sus miembros también es incongruente. La
incongruencia organizativa y comunicacional dan lugar a procesos de pensamiento anómalos en el paciente
identificado. El cometido del terapeuta es desplazar al hijo de las coaliciones intergeneracionales inadecuadas y,
después de cambiar la organización familiar, ayudar a todos sus componentes a efectuar el tránsito hacia la
emancipación.

CARACTERÍSTICAS ESPECIFICAS DE LA TERAPIA ESTRATÉGICA:

*Como estrategia se focaliza inicialmente en el problema presentado, pues se considera que si el problema
presentado se convierte en el centro de las intervenciones terapéuticas, esto ayudara a mantener la motivación de la
familia en el cambio, mientras, mientras paralelamente se van logrando los cambios estructurales. No les interesa
proporcionarle a la familia conocimientos sobre la forma en que están funcionando, sino ayudarles a cambiar las
secuencias para que resuelvan los problemas presentados.
*La observación de las secuencias también les permite definir la estructura de la familia, convirtiéndose la
reorganización de la familia en otro objetivo terapéutico. En el estudio de la estructura de la familia juegan un papel
muy importante la jerarquía y los limites intergeneracionales. Estos objetivos estructurales se conectan directamente
con el problema presentado por la familia.

*Hay un nivel de explicación e interpretación de los síntomas, se puede llegar a hacer conexiones con la
historia y con el ciclo vital de la familia. Aunque esto se considera de interés para la comprensión del problema por
parte del terapeuta, pero no se considera útil para la familia.

*Trazan una estrategia ordenada y escalonada (en etapas) para cada problema. Es decir, se interesan en las
respuestas a las intervenciones ya sea para reforzar o corregir la estrategia trazada (flexibilidad).

*Tienen en cuenta el contexto inmediato del problema.

*Se considera que los síntomas son una metáfora de lo que está ocurriendo, cumplen una función de
protección o estabilización en la familia. Constituyen la solución (disfuncional) de la familia al problema. Las
familias hacen lo que pueden.

El pasado

En el enfoque estratégico, las entrevistas no se centran en abusos, traumas y culpas del pasado. A menos
que se de alguna circunstancia especial, en una entrevista estratégica no se dedica tiempo a recordar. El terapeuta
empieza centrándose en la tarea que realiza y no con la historia o el genograma.

Causa del cambio.

A diferencia de los modelos tradicionales, el enfoque estratégico no presupone que la comprensión de uno
mismo provoque el cambio, pues en el fondo, esta intervención puede ser contraproducente en muchas situaciones,
porqué los usuarios cambian sin comprender y a muchos de ellos no le gustan las interpretaciones.

Enfoque estratégico para trastornos de la emancipación

Haley considera los problemas de esquizofrenia, delincuencia y drogadicción como una interrupción en el
desarrollo normativo del ciclo vital familiar, que impide que el hijo en edad juvenil se emancipe del hogar. Por
consiguiente, este tipo de síntomas indican que la familia tiene dificultades para superar la etapa del ciclo en que
los hijos se independizan de sus padres.
Postula que la conducta «excéntrica» del joven es una conducta protectora voluntaria -enmarcada dentro de
una apariencia de irresponsabilidad- para ayudar a sus progenitores que están enfrentados entre sí (Haley, 1985;
1987). El efecto del síntoma es que los padres se «unen» para afrontar el problema del hijo, dejando
momentáneamente a un lado sus conflictos.

Conceptualmente, el síntoma conlleva una definición incongruente en la relación jerárquica entre los
miembros del sistema familiar. La «incongruencia» significa que el síntoma produce simultáneamente varias
definiciones del poder, que son mutuamente incompatibles. El paciente identificado se sitúa por debajo de los padres
puesto que fracasa, pero al mismo tiempo se coloca por encima cuando ellos se muestran incapaces de controlarlo,
en parte porque temen causarle algún perjuicio o ser dañados por él (Madanes, 1984).

Un plan particular para cada caso.

Dada la complejidad de nuestra vida social en estos tiempos, no es posible aplicar el mismo método a todos
los casos. Se dan demasiadas diferencias entre las situaciones. Por consiguiente, el terapeuta competente aprende a
diseñar una terapia para cada caso. El terapeuta presenta el caso en las reuniones de formación y el supervisor, el
terapeuta y el grupo elaboran un plan basándose en características del caso en su desarrollo. La supervisión basada
en el espejo unidireccional facilita la adaptación de la terapia a cada caso.

Aprender a tratar con colegas.

Una de las necesidades de la terapia estratégica es aprender a trabajar con colegas que pueda haber en la
periferia de un caso y con los grupos étnicos implicados. La terapia no es solo privada. En un caso de libertad
condicional, el terapeuta debe hacer intervenir de una manera positiva al asistente social encargado del caso. Una
aptitud importante es saber negociar la medicación con el psiquiatra que lleve a un cliente.

El terapeuta debe tener un buen criterio para determinar cuándo se debe hospitalizar a un cliente para que no sea
demasiado pronto o demasiado tarde. Para tratar con casos judiciales hace falta habilidad.

La situación normal

Cuando aceptamos la idea de que el cliente está respondiendo a una situación social es mejor organizar una
situación lo más normal posible y tan pronto como sea posible. Por ejemplo: la capacidad de trabajar y ganarse la
vida es esencial para todos. Si un adolescente responde a una situación difícil, encerrándose en casa, lo mejor para
conseguir que salga de ella es hacer que vuelva a estudiar. Para los jóvenes, lo mejor es que actué en una situación
normal.
Jerarquía

Cuando dos personas se reúnen se forma una estructura de comunicación y, en consecuencia, se plantea un
problema de poder. El enfoque estratégico requiere el examen de las estructuras jerárquicas por que la comunicación
se da en esta forma. Un síntoma indica un problema en una jerarquía. Resolver el síntoma puede exigir un cambio
en la estructura. El terapeuta en formación debe aprender a suponer que estructuras familiares son típicas.

Supervisión directa en la terapia estratégica.

Es viable el uso de un espejo unidireccional que permita al equipo terapéutico observar la dinámica familiar
y el método de trabajar del terapeuta que atiende a la familia con el fin de brindar apoyo y supervisión.

Se pueden al mismo tiempo emplear pausas breves, en las que el terapeuta se reúna con su equipo de trabajo
con el objetivo de que este retroalimente al terapeuta y le asista con observaciones pertinentes y viables para el
logro de la terapia. De igual manera se pude emplear el uso de un teléfono que atenderá el terapeuta para recibir la
información pertinente, por lo que esta debe ser breve y explicita, así como el uso de un auricular o monitor, este
último colocado de manera que solo pueda seré visto por el terapeuta para recibir los mensajes y siempre tomando
en cuenta poner el tanto a la familia que la presencia de dicho monitor se usara para fines positivos de la terapia.

Etapas de la vida familiar

Un objetivo de la terapia es que las personas pasen por las etapas difíciles de la vida familiar. Los terapeutas
intentan hacer pasar al cliente a la siguiente etapa. Se dan transiciones del nacimiento a la infancia y luego a la
niñez, a la escuela, a la adolescencia, a irse de casa, a ser padre, a ser abuelo y a afrontar la vejez. Con frecuencia
un cliente se bloquea en una de estas etapas y el terapeuta debe ayudar a superarla. En general, un síntoma indica
un problema relacionado con una etapa de la vida y guía al terapeuta hacia un enfoque. Los problemas psicológicos
no surgen al azar en la vida de una familia. Se agrupan en torno a ciertos puntos. Una manera de concebir este ciclo
es verlo como etapas de compromiso. Durante el noviazgo siempre podemos pensar que el divorcio es posible. Con
la llegada de un hijo hay más compromiso para cuidar de él y acordar como hacerlo.

Por ejemplo cuando alguien entra en una familia se pueden plantear graves problemas. Las mujeres pueden
tener graves problemas en este momento. Cuando el niño va a la escuela comienza a desvincularse de la familia.
Luego viene la adolescencia, que es la etapa más ambigua. Se encuentra a medio camino entre estar en casa como
un niño e irse como un adulto. Los objetivos son vivir fuera de casa y ganarse la vida. Irse de casa es la etapa más
difícil. Un niño puede tener muchas funciones en la familia que cambian cuando surge la amenaza de irse de casa.
Irse de casa tiene varias etapas diferentes. Unas son positivas, pero surgen algunos problemas cuando el hijo se va
de casa después de haber actuado de puente entre los padres durante muchos años.
Cuando un hijo se va de casa y abre un espacio en el hogar, todas las relaciones se revisan. El terapeuta y
los padres con frecuencia se enfrentan a un hijo disgustado y a un padre disgustado que observa cómo se va el hijo.
Cuando el hijo se va de casa y se viene abajo (con todo lo que no puede irse) la familia, su desmoronamiento intenta
mantener la estabilidad del hogar; el objetivo es producir y fundar una familia propia. Por último, están el retiro y
la vejez, con todos los impedimentos propios de la edad.

Hoy en día existen muchas formas alternativas de familia y los terapeutas deben trabajar con familias
monoparentales, mixtas o gays y las diversas variedades de familiares que estas uniones traigan consigo.

METODOLOGÍA

La metodología terapéutica estructural- estratégica se basa en el proceso de “problem solving”. La atención


se centra en el cambio terapéutico y en las variantes significativas que permiten obtenerlo: el poder y la organización
interna de la relación.

La intervención del terapeuta tiende a interrumpir la secuencia circular que el usuario se crea como defensa
ante el cambio (secuencia circular que se perpetua en realimentaciones constantes) a fin de desbloquear la relación
y facilitar la reorganización y por consiguiente el cambio actitudinal.

La primera entrevista

Tras la descripción de cómo concibe el enfoque estratégico la patología y su mantenimiento, a continuación


exponemos el modelo de entrevista que emplea Haley. La entrevista comprende cuatro etapas: la fase social, el
planteamiento del problema, la fase de interacción y la fase de intervención. Las tres primeras se encuadran dentro
de la evaluación, mientras la cuarta pertenece a la intervención. Sin embargo, es necesario aclarar que en la fase de
interacción es difícil aislar los momentos de evaluación de los momentos de intervención.

1. La etapa social

En la primera sesión, el terapeuta comienza presentándose y saludando a los miembros de la familia a quienes
pregunta sus nombres, comportándose como un anfitrión que recibe a sus invitados procurando que se sientan
cómodos. Les transmite que todos son igualmente importantes en la tarea de ayudar al paciente identificado. El
terapeuta también tendrá en cuenta quiénes intentan aliarse con él en esta etapa de saludos.

A medida que los integrantes de la familia entran en el consultorio, se debe observar cuál es el estado de ánimo
de cada uno y qué tipo de relaciones se dan entre padres e hijos y entre los padres con otros adultos. Es preciso
puntualizar que, en estas situaciones, los adultos no están meramente tratando a los niños como acostumbran, sino
«mostrando» al terapeuta cómo lo hacen.
Por otro lado, a veces las personas revelan su organización familiar en la forma en que toman asiento. Por
ejemplo, si el niño sintomático se sitúa entre sus progenitores se puede formular la hipótesis de que desempeña una
función en el matrimonio como mediador en la comunicación entre sus padres.

El terapeuta debe considerar todos los datos que va recogiendo durante esta fase inicial como provisionales y
abstenerse de comunicarlos a la familia.

2. Planteamiento del problema

Interesa conocer qué piensa sobre el problema cada componente de la familia, razón por la cual el terapeuta
menciona tras la fase de saludos que los ha citado a todos para recabar sus opiniones.

Se puede empezar a preguntar de diferentes maneras, cada una de las cuales puede determinar el curso de la
entrevista, por ejemplo:

a) «¿Cuál es el problema?» Propicia que la persona más versada en el problema responda exponiendo las
dificultades que atraviesa la familia debido a la conducta sintomática o haga una descripción más o menos extensa
de la historia del problema.

b) «¿En qué puedo serles útil?» Es una forma de preguntar menos profesional y más personal que la anterior,
pero por eso mismo a algunos terapeutas puede resultarles incómoda.

c) «¿Qué cambios desean lograr?» Permite obtener respuestas sobre los cambios deseados y no estrictamente
sobre el problema.

d) «¿Por qué motivo han venido a verme?» Al responder, las personas pueden elegir entre centrar su respuesta
en el problema o en el cambio deseado.

Cuando el «portador» del síntoma es un niño, Haley (1987) recomienda dirigirse en primer lugar al adulto que
parece estar más desligado del problema, tratando con la mayor consideración y respeto a quien se muestre más
motivado para traer a la familia a nuevas entrevistas (siempre hay que evaluar el grado de participación de cada
miembro del grupo). En general, no conviene empezar preguntando al niño problema por qué ha venido a terapia.
Es preferible preguntar al niño menos implicado, normalmente el más pequeño, quien, como no sabe claramente
qué debe y qué no debe decir en público, puede dar información interesante que no aportarían otros miembros.

Durante el planteamiento del problema, el terapeuta no debe hacer ninguna interpretación o comentario para
ayudar a las personas a ver la situación de forma diferente. Tampoco debe aportar ningún tipo de orientación aunque
la familia se la pida, en cuyo caso les dejará claro que ahora no es el momento adecuado, ya que para hacerlo
necesita más información.
Por otro lado, es frecuente que aparezcan discrepancias en las respuestas, pero a pesar de ello se debe evitar el
diálogo entre dos personas, impidiendo que alguien interrumpa cuando otro responde al terapeuta. La finalidad de
esta etapa es recabar la opinión de todos los presentes acerca del problema, y para lograrlo el terapeuta será quien
dirija directamente la conversación, dando el tumo correspondiente a cada uno.

3. Interacción

En esta fase el terapeuta debe formular hipótesis en tomo a la posible función del síntoma, que irá completando
y modificando a medida que se desarrolle la entrevista. Además recogerá información sobre la secuencia
sintomática y establecerá cómo están delineadas las jerarquías dentro de la familia, tanto a través de las preguntas
como de las observaciones de las interacciones de las personas a lo largo de la sesión. Puede realizar preguntas del
tipo: ¿Cuándo se produce el síntoma, de qué manera, dónde y con quién? ¿Qué hace cada integrante de la familia
cuando aparece el problema? ¿Cómo desaparece éste? ¿Quién se siente trastornado, preocupado o triste por el
problema? ¿Qué otro miembro de la familia tiene o ha tenido un problema semejante? ¿Qué miembros se parecen
entre sí? ¿Hay algo que les preocupa? ¿Con qué parientes tiene cada uno más relación, y cómo es ésta? ¿La persona
que presenta el problema se asemeja a alguno de esos parientes, o su problema es parecido al de ellos? ¿A quiénes
une y a quiénes aleja el problema dentro de la familia? ¿Qué cosas cambiarían si el problema desapareciese?

En la fase de interacción el terapeuta se sitúa en un plano secundario, desde el cual estimula a los miembros de
la familia para que conversen entre sí sobre las discrepancias surgidas (Haley, 1987). Por ejemplo, si la madre dice
que la hija miente, el terapeuta puede pedirle que elija una de las mentiras y hable de ella con su hija.

Mientras discuten observará la interacción entre ambas, así como la conducta del resto de la familia. El diálogo
servirá para que el clínico determine qué tipo de secuencia existe en el sistema familiar, fundamentalmente en
términos de alianzas y posiciones de poder.
TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN

La cuarta etapa corresponde a la intervención. Para que el cambio se produzca debe haber acción. En el
enfoque estratégico se presupone que la conversación no provoca el cambio, para que se produzca el cambio es
necesario actuar; por lo que en este enfoque el terapeuta debe prescribir una directiva, sea directa o metafórica.

Directivas

Las directivas o tareas impartidas a los individuos y familias tienen varias finalidades:

1) El objetivo principal de la terapia es hacer que la gente se comporte de manera diferente, para que tenga así
experiencias subjetivas diferentes. Las directivas son un medio de provocar esos cambios.

2) Se las emplea para intensificar la relación entre clientes y terapeuta: al decirles a aquellos qué deben hacer,
el terapeuta entra a participar en la acción y adquiere importancia, porque el individuo debe hacer o no hacer lo que
él le dice. Si debes hacer algo durante la semana, el terapeuta permanece ligado a sus vidas duran todo ese lapso ,
pues piensan que pasara si no cumple la tarea, si la cumplen a medias, si la alteran para ejecutarla a su modo, etc.;
en la próxima entrevista el terapeuta habrá tenido si no les hubiese dado una directiva.

3) Se usan para obtener información. La manera en que reacciona la gente al recibir una directiva es
esclarecedora con respecto a ellos mismos y a como responderán a los cambios deseados. Ya cumplan la tarea
impuesta, no la cumplan, olviden cumplirla o lo intenten infructuosamente, el terapeuta tendrá información que de
otro modo no poseería. Lo mismo ocurre, en realidad, durante la conversación preliminar en torno a la tarea: por
ejemplo: si esta consiste en hacer algo a la hora del desayuno, se entera de lo que ocurre en ese momento del día,
pues hablaran de ello al discutir la forma en que cumplirán la directiva.

Tipos de directivas

Hay dos maneras de impartir directivas: 1) decirle a la gente qué debe hacer con el propósito de que lo cumplan, y
2) decírselo con el propósito de que no lo cumplan, o sea, de que cambien por vía de la rebelión.

La primer manera comprende dos tipos de directivas:

a) Ordenarle a alguien que deje de hacer algo: en este caso el terapeuta trata de modificar el comportamiento de una
familia diciéndole a uno o varios de sus integrantes que dejen de hacer lo que están haciendo.

b) Pedirle que haga algo diferente: el terapeuta trata de cambiar el comportamiento de una familia pidiéndole a sus
miembros que adopten una conducta diferente a la usual, que prueben nuevos hábitos. En vez de tratar de erradicar
el rio, el terapeuta lo desvía hacia un nuevo cauce.
El pedido de cambio de conducta puede hacerse: 1) mediante buenos consejos; 2) Dando directivas para cambiar la
secuencia que tiene lugar dentro de la familia.

¿Cómo dar directivas?

La habilidad en el uso de las directivas es esencial en la terapia estratégica cuando se comprende que la acción
provoca el cambio y que la conversación no lo hace a menos que contenga directivas. Es imposible no dar directivas,
el terapeuta no puede ser neutral.

La hipnosis ofrece un buen entrenamiento para dar directivas. Nos enseña a escuchar con atención, porque vamos
a hacer algo con cuidado y nos enseña a ser precisos. Un síntoma bien definido se suele resolver rápidamente con
la hipnosis. Nos enseña a contemplar las cosas con más amplitud, de una manera más metafórica. Pensamos cosas
que no habíamos pensado. Pero resulta ser un fenómeno curioso y hasta misterioso en algunos casos. A veces se
obtiene un éxito extraordinario sin saber por qué, sin embargo la hipnosis con familias enteras nunca acabo de
funcionar, aunque con las parejas sí.

Paradojas

Tareas paradójicas:

Se emplean cuando el terapeuta quiere que se resistan y de ese modo cambien. Estas tareas pueden
parecerles paradójicas a los clientes que, habiéndoles dicho que desea ayudarlos a cambiar, al mismo tiempo les
está pidiendo que no cambien.

Este enfoque se basa en la idea de que algunas familias que acuden pidiendo ayuda rechazan la que se les
brinda. Es la gente ideal para hacer fracasar al terapeuta, pues este lucha para que mejoren y ellos se resisten y lo
incitan a seguir luchando, creando de tal modo una situación frustrante para ambas partes.

Al tender a modificar la situación de la persona problema el terapeuta también tiende a desestabilizar a la


familia, por lo que encontrará resistencia de variable intensidad. Las tareas paradójicas tienen por fin abordar las
dificultades.

Con ellas podemos adoptar dos enfoques generales: 1) Encarar a la familia en un sentido global; 2) Impartir
directivas que involucren sólo a una parte de ella.

Uno consiste en impedir que el cliente mejore. Por ejemplo: el terapeuta le dice a un cliente: <<creo que
puedo ayudarle a superar este problema, pero no estoy seguro de que este usted preparado>>. Podemos decir: <<Si
usted cambia, ¿cuáles serán las consecuencias?>>. << ¿Qué hará el marido si la mujer se autoafirma?>>. Adoptamos
una postura donde en lugar de tirar de la persona para que cambie, es la persona la que tira de nosotros para cambiar.
Luego se pueden incluir varios retrasos hasta que el cliente insista en la terapia.

El segundo procedimiento paradójico consiste en animar al cliente a que tenga un síntoma cuando está ahí
para librarse de él. Cuando se hace bien, este procedimiento tiene un efecto curioso. Se puede usar el mismo enfoque
con las parejas que tienen problemas. Podemos programar las peleas de una pareja. Hagámosles elegir una noche y
una hora para que nadie les interrumpa y puedan discutir largo y entendido. En general, no lo harán.

Etapas de una terapia paradójica

1.- Establecer una relación definida en función de provocar el cambio: esto suele estar implícito en el hecho de que
alguien pida terapia y pague por ella. Se debe poner de relieve discutiendo explícitamente con la persona como
quiere superar el problema.

2.- Definir el problema con claridad: cuanto más precisa sea la definición del problema, más fácil será seguir el
procedimiento. (Una excepción es cuando el problema es la ambigüedad)

3.- Establecer los objetivos con claridad: Cuanto más claros sean los objetivos del terapeuta, menos probabilidades
habrá de distracción. Es posible que el terapeuta acuerde un objetivo con el cliente aunque esté pensando en un
objetivo diferente.

4.- Ofrece un plan: Al preparar el marco para dar una directiva paradójica puede que sea necesario ofrecer una base
para hacerla razonable. A veces basta con seguir adelante y dejar el plan implícito para evitar debates, pero en
general se deben ofrecer unas directrices.

5.- Establecer con tacto la autoridad actual sobre le problema: Es importante que esto no suponga un desprecio que
provoque antagonismo, sino un acto benévolo y definido con el propósito de ser útil.

6.- Volver a destacar que el marco está diseñado para provocar el cambio.

7.- Dar una directiva paradójica: En esencia, esta directiva no debe cambiar. Puede consistir en fomentar la
conducta, la estructura o la secuencia habituales. Puede ser implícita, como fomentar un síntoma, o explicita, como
pedir a alguien que finja tener el problema. Si es explicita, el cliente puede fingir que tiene el problema manifiesto,
como un niño que tiene miedo por la noche, o un problema encubierto, como cuando en verdad tiene miedo la madre
y no el niño.

8.- Observar la respuesta y seguir fomentando la conducta habitual: el terapeuta no debe transigir ante una mejor
causada por la rebeldía o el disgusto y debe volver a recalcar el plan. Definir el cambio como falta de cooperación.
Puede ser necesario ofrecer otra razón para seguir con la conducta habitual, como fomentar una recaída por que la
mejora ha sido demasiado rápida.

9.- A medida que se produzca el cambio, el terapeuta debe evitar atribuirse el mérito: Lo cual supone el riesgo de
una recaída en relación con el terapeuta. Aunque podría ser más agradable <<compartir>> con el cliente cual ha
sido el procedimiento, supone arriesgarse a una recaída por propia comodidad. Una manera de evitar el mérito es
mostrarse desconcertado sobre la razón de que se haya producido la mejora.

10.- Empezar la desconexión, quizá mediante un cese temporal, y finalizar la terapia cuando el cambio se estabilice.

El éxito de las tareas paradójicas depende de que la familia desafié las instrucciones del terapeuta o bien las siga
hasta un extremo absurdo, negándose a partir de ahí a continuar cumpliéndolas.

Tareas metafóricas: el uso de analogías

La metáfora es una formulación acerca de una cosa que se parece a otra; es la relación de analogía entre
una cosa y otra. Cuando decimos “alto como un barrilete” queremos significar que la altura de esa persona se
asemeja a la “altura” a que se remonta un barrilete. Una representación central es una metáfora de la vida real
porque lo que ocurre sobre el escenario guarda semejanza con la realidad. Frecuentemente, cuando un terapeuta
quiere que los miembros de una familia se comporten de un modo determinado hace que se conduzca de otro modo
que, sin ser el mismo, se le asemeje; entonces se portarán “espontáneamente” como él quiere.

Las metáforas no se expresan sólo con palabras: también hay acciones metafóricas. La forma en que el
terapeuta trate a los niños en el consultorio puede influir en el trato que le den sus padres, aun sin hacerles ninguna
observación; con su modo de actuar les está diciendo como hacerlo, sin dar importancia al asunto. Aquí se muestra
algo metafóricamente: el terapeuta se expresa mediante acciones parecidas a lo que él desearía que hubiera sucedido.

Redefinición y connotación positiva

Haley (1980; 1987) insiste en la necesidad de diferenciar entre identificar el problema por el que la familia
acude a terapia y crear un problema como consecuencia de un diagnóstico. Consecuentemente, uno de los cometidos
del terapeuta es redefinir el problema en términos distintos a los que presenta la familia, haciéndolo resoluble. Por
otro lado, la redefinición y la connotación positiva permiten al terapeuta poner en entredicho la creencia familiar de
que el síntoma es un acto independiente de su contexto.

La redefinición del problema no implica forzosamente connotar positivamente la conducta de alguien. Su


meta es cambiar la definición de un problema para que pueda solucionarse y en este sentido considera que por
ejemplo hablar de “irresponsabilidades” en lugar de “depresión” alude a una conducta más peyorativa, pero sin
embargo más fácil de resolver (Madanes, 1984).

BIBLIOGRAFÍA

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 Ochoa De Alda, I. (1995). Enfoques en Terapia Familiar Sistémica. Herder, España.

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