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LENGUA Y LITERATURA
ÍNDICE
Presentación de la serie..................................................................................................p. 1
El currículum y la enseñanza de la lengua y la literatura: algunas consideraciones
previas............................................................................................................................ p. 4
¿En qué consiste enseñar Lengua y Literatura? Expertos, docentes y hablantes.
Orientaciones para la construcción del saber didáctico.................................................. p. 8
Una redefinición de la competencia comunicativa: bases para la elaboración del marco
cognitivo-cultural.............................................................................................................p. 14
La lengua y la literatura como objetos de enseñanza plural. Hacia una intervención
didáctica eficaz............................................................................................................... p.20
Conclusiones................................................................................................................ p. 32
Bibliografía comentada................................................................................................. p. 33
Bibliografía general........................................................................................................ p. 37
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Presentación de la serie
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estrategias de lectura así como también se explicarán los distintos procesos involucrados
en ella. Se presentarán textos con los que se puede trabajar la lectura y formas posibles
en que estos pueden trabajarse, poniendo espacial énfasis en la comprensión lectora y en
el tratamiento didáctico de las inferencias. Se particularizarán las estrategias y tipos de
lectura propias del texto literario: la interpretación, el comentario y la crítica destacando la
lectura como contenido de enseñanza y como práctica social. También se tratará el
problema de la “lectura de la escritura” para lo cual se definirá el rol de los agentes
productores de tales prácticas: el escritor, el editor, el traductor y el crítico. Por último se
desarrollará el tema de la lectura crítica y su injerencia en el currículum de Literatura.
e-. Los géneros discursivos y las tipologías textuales: su valor como contenido de
enseñanza y como herramienta didáctica en el Nivel Polimodal: en este documento se
desarrollarán los problemas teóricos y metodológicos vinculados con la clasificación de
textos y discursos, los criterios que fundamentan las diversas clasificaciones y los tipos de
clasificaciones. Del mismo modo, se trabajarán un conjunto de estrategias para incorporar
los tipos textuales y los géneros discursivos como contenido de enseñanza y también
como herramienta didáctica. Se presentarán algunas sugerencias para elaborar
programas de estudio para primer año, segundo año y tercer año tomando el problema
del género como eje estructurante: en primer año, la literatura como género discursivo y
las especies genéricas como sobrecodificación retórica de géneros primarios; en segundo
año, los géneros literarios como formas de organización semántica y referencial
históricamente condicionadas o los géneros literarios y los modos de representación; en
tercer año, la dimensión socio-histórica de los géneros y la proyección del género en los
discursos sociales.
Estos temas, sin duda, no agotan todas las posibilidades pero representan algunos de los
temas a nuestro juicio más relevantes para abordar aspectos claves del nuevo currículum
de Lengua y Literatura.
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Primer Documento de Apoyo
Como sabemos, todo currículum supone una prescripción que organiza las acciones
didácticas en el marco de decisiones compartidas y de orientaciones que guían las
prácticas en un mismo sentido, garantizando, de este modo, la calidad y equidad de la
enseñanza impartida. En este sentido, la validez de un currículum de Lengua y Literatura
se sustenta en los siguientes aspectos:
1-. El cambio en las prácticas de enseñanza: el enfoque que lo subyace debe conducir a
una modificación del “acto de enseñar”; por lo tanto, debe basarse en una teoría del
aprendizaje que permita construir un saber didáctico adecuado en el que se pueda
transferir los saberes de una o de varias disciplinas específicas al ámbito del aula. En el
caso particular de Lengua y Literatura, debería propiciarse que tanto los alumnos como
las alumnas y aun los docentes mismos, pongan en juego diversas facultades,
habilidades, destrezas y estrategias para mejorar sus actuaciones lingüísticas y, a partir
de allí, sus actuaciones personales y sociales. Para ello resulta necesario tomar en
consideración tres problemas: la definición de la lengua y la literatura como objetos de
enseñanza, la adopción de un punto de vista frente a ambas de modo tal de determinar el
enfoque con que estas puedan ser abordadas y la elaboración de un marco conceptual y
metodológico que haga posible la observación, el análisis y la interpretación/valoración de
dichos objetos.
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3-.La producción de un “cambio cognitivo”: un currículum rico promueve el desarrollo de
conocimientos. En realidad, el acto de enseñanza logra su pleno desarrollo cuando los
sujetos que intervienen en dicho proceso logran saber más; es decir, cuando, mediante la
construcción de sus aprendizajes, los alumnos y las alumnas enriquecen su bagaje de
conocimientos previos y alcanzan a trascender, de algún modo, su realidad más cercana
incorporando nuevas informaciones, ideas, creencias, valores y actitudes constituyendo,
así, una experiencia que deje en ellos alguna huella. En este sentido, puede señalarse
que tanto la lengua como la literatura poseen una doble función: constituyen por sí
mismas un saber que los estudiantes del Nivel Polimodal deberían estar en condiciones
no solamente de identificar y utilizar sino también de sistematizar puesto que dichos
saberes poseen sus propios planos de análisis, categorías y métodos; pero, por otro lado,
en tanto estas pueden entenderse como mediadores de otros conocimientos, adoptan un
rol fundamental en relación con los otros dominios de conocimiento y conforman objetos
de enseñanza de carácter fuertemente transversal.
5-. La reflexión sobre el rol de los componentes, planos y niveles en que la lengua se
estructura, usa y funciona, tomando en consideración especialmente los denominados
usos literarios y el modo como estos, a su vez, se determinan y conforman. Por esta
razón, un currículum apropiado debe proveer herramientas a los alumnos y a las alumnas
para observar, describir, analizar e interpretar la lengua y la literatura con el propósito de
construir un modelo integral dinámico, subjetivo, flexible y natural del lenguaje que las
integre. En este punto, adquiere una relevancia particular la enseñanza de la teoría de la
estructura de una lengua, es decir, la gramática. En efecto, la lengua, más allá de
considerarse una forma de manifestación conductual de los sujetos que la utilizan,
presenta además una forma estructurada específica, con leyes y sistemas relacionados
entre sí, aspectos, que, desde luego, en la clase no se deben desestimar. Solamente una
teoría gramatical actualizada e integrada al currículum puede dar cuenta de los principios
y teorías que rigen los sistemas y subsistemas que conforman la estructura de la lengua.
Del mismo modo, en relación con la literatura, el modelo integral que se debe proponer no
solamente debe permitir afirmar sus rasgos como discurso específico sino también
destacar su valor como contenido cultural que encierra valoraciones y juicios y guarda
relación con la sociedad en que se escribe, procurando una mirada más compleja tanto
desde el punto de vista estético como sociocultural.
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6-. El logro de actuaciones verbales orales y escritas coherentes, pertinentes y correctas
desde el punto de vista idiomático: dado que, más allá de propiciar el enriquecimiento de
los conocimientos, un currículum de Lengua y Literatura intentará desarrollar un saber
operativo y procedimental del lenguaje que haga posible que los alumnos y las alumnas
pongan en acto ese conocimiento alcanzado de forma pertinente, esto es, apropiada a los
requerimientos de la situación: los interlocutores, las intenciones, el lugar, el tiempo, el
contexto comunicativo o las normas sociales; este saber, no solamente será funcional –
sirve para diversos usos sociales- sino también instrumental –la lengua es mediadora de
otros saberes y en ciertas ocasiones los transforma-. En esta instancia resulta necesario
incorporar la reflexión sobre el valor de lo normativo como plano de regulación de la
producción oral y escrita en el marco de la recepción social de los diversos usos
lingüísticos.
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que estos, a juicio de los autores, favorecen el desarrollo óptimo de los elementos
educativos -qué-cómo-cuándo enseñar y qué-cómo-cuándo evaluar-:
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¿En qué consiste enseñar Lengua y Literatura? Expertos, docentes y hablantes.
Orientaciones para la construcción del saber didáctico
En primer lugar, no hubo fuertes acuerdos en los criterios para seleccionar y jerarquizar
las disciplinas y las teorías. Si bien el interés para abordar el objeto lengua se ha centrado
casi exclusivamente en algunas de las ciencias del lenguaje: la lingüística textual, el
análisis del discurso, la lingüística enunciativa, la pragmática y la semiótica, no se ha
llevado a cabo una apropiación conceptual y metodológica adecuada. En efecto, se han
enseñado o se han explicado fenómenos desde la teoría menos conveniente, o bien se
han dejado de lado otras teorías que podrían haber enriquecido notablemente la
enseñanza tales como, por ejemplo, la sociolingüística, la etnografía del habla, la
psicolingüística, la gramática, la semántica, etc. Autores como Halliday (1965) y Lomas
1
No debe olvidarse que el enfoque comunicativo significó, según afirman autores como Gutiérrez Ordóñez
(1997), González Nieto (2001), Camps (1990) entre otros, un cambio radical en la enseñanza especialmente
si se considera el tipo de práctica docente originada en los paradigmas anteriores: el paradigma tradicional,
básicamente prescriptivo y el paradigma estructuralista, con un fuerte sesgo memorístico y mecanicista.
8
(1983) afirman que las ciencias que cruzan el espacio de Didáctica de la Lengua y la
Literatura deberían ser:
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Lomas (1983)
Por otro lado, en relación específica con el campo de lo literario, no se pudo definir en
forma totalmente satisfactoria qué teorías o subteorías eran acordes con el enfoque
comunicativo planteado, incluso el mismo objeto literatura no alcanzó una definición única.
En este sentido, se han adoptado indistintamente diversas perspectivas pero, en general,
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ha primado la postura formalista/estructuralista, en desmedro de otras como la
sociológica, la hermenéutica y el problema de la recepción, la perspectiva culturalista,
poniendo tensiones y estableciendo débiles convergencias entre la perspectiva científica y
la perspectiva pedagógica. En realidad, los objetivos propuestos en el nuevo Documento
Curricular (afianzar la competencia literaria y los hábitos de lectura, valorar la experiencia
de la literatura como fuente de creación, conocimiento, enriquecimiento personal y como
modo de participar en la cultura; reconstruir el campo de la literatura argentina -autores,
textos, temáticas, tensiones y convergencias-en el marco de su proyección en la literatura
hispanoamericana y europea; valorar la lengua nacional y la literatura argentina como
forma de representar y fortalecer la identidad individual y colectiva; poseer una cultura
literaria como parte del patrimonio cultural en la que se privilegie la literatura argentina y
se conozcan sus alcances) implican una redefinición y resignificación de la literatura y de
su función en el Nivel Polimodal que supere la visión escolar puramente academicista, y
modifique las tendencias negativas reconocidas por teóricos y especialistas. Sin duda, la
desvalorización en la sociedad en general de la cultura letrada frente a la audiovisual, el
carácter minoritario de la afición a la literatura, la reducción de la literatura a un discurso
ejemplificativo o argumentativo que la despoja de su densidad semántica, o a un discurso
esteticista, desinteresado e improductivo, nos compromete a devolverle a la literatura su
poder de impacto sobre la sociedad y, naturalmente, su lugar en la enseñanza.
Por otro lado, en el proceso de construcción y circulación social de los saberes la escuela
desempeña un rol fundamental. En efecto, la institución escolar ha tenido un fuerte
protagonismo en el estadio de la conformación de los estados nacionales y también
posteriormente en la producción de ciudadanos. Remitiéndonos concretamente al campo
argentino, la escuela como agente de alfabetización hizo posible la incorporación a la
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cultura letrada de grandes masas de sujetos excluidos, como las primeras generaciones
de hijos del impacto inmigratorio. En este sentido ha reflexionado Beatriz Sarlo en sus
Escenas de la vida posmoderna:
"La escuela era un lugar rico simbólicamente y prestigioso socialmente. Sin duda la dominación simbólica
tenía en la escuela uno de sus escenarios, pero la escuela no era sólo una institución de dominación:
distribuía saberes y destrezas que los pobres sólo podían adquirir en ella. Es cierto que liquidó perfiles
culturales muy ricos. Los inmigrantes entregaron sus hijos a la escuela donde estos perdían la lengua y la
cultura de sus padres para encontrar sólo la nueva lengua del nuevo país. Pero esa imposición, al mismo
tiempo, los convertía en ciudadanos y no en miembros de ghettos étnicos donde las diferencias culturales
quedaban intactas y también queda intacta la desigualdad entre nacionales y extranjeros, entre miembros de
diferentes religiones y diferentes etnias. La escuela pasaba su cepillo de acero, pero sobre su brutal
conversión de las culturas de origen en tablas rasas aportaba saberes que eran indispensables..." 2.
Este antecedente histórico tal vez pueda funcionar como un punto de referencia para
pensar el lugar de la lengua y la literatura en el Nivel Polimodal. Frente al impacto y
captación por parte de la cultura audiovisual, fundamentalmente en las nuevas
generaciones, y su tendencia a la homogeneización ideológica-imaginaria, probablemente
el trabajo con la lengua y, en particular, con la literatura se presente como la instancia
desde donde sea posible aportar saberes y destrezas indispensables para promover la
formación de un pensamiento crítico; ya que redefinir, por ejemplo, la literatura como
objeto de enseñanza en términos de comunicación verbal específica, exige repensar su
función en el presente a la vez que reconsiderar la relación de la cultura letrada con la
cultura audiovisual, en el sentido de no tratar el problema en términos de una oposición
irreconciliable sino de intentar otro abordaje que focalice en las posibles zonas de
negociación e intersección. Incluso con frecuencia se deja de lado el hecho de que
muchas de las destrezas puestas en juego en las operaciones de los agentes de la cultura
audiovisual son procedimientos que reconocen su origen en la cultura letrada. No se trata,
entonces, de pensar la literatura y su enseñanza como instancias capaces de neutralizar
el efecto alcanzado por la cultura de los medios masivos de comunicación, pero sí como
instrumentos que, gracias a su mayor densidad semántica respecto de las demás
prácticas simbólicas, permitan proveer a los jóvenes de capacidades y destrezas capaces
de desmontar críticamente las operaciones mediáticas. Asimismo, se trata también de
poner en evidencia, que gracias a esta mayor densidad semántica, la literatura también
pone en escena la cultura de los medios, es decir, incorpora a la sustancia de los textos
mecanismos de los medios masivos de comunicación y les otorga una nueva
significación. Desde este punto de vista, repensar el rol de la escuela como proveedora de
saberes en el proceso de transformación educativa resulta insoslayable.
En tercer lugar, los docentes debemos tomar una posición respecto del rol de ciertas
disciplinas como superestructuras que orienten las prácticas, en particular el caso de la
fuerte influencia de la Lingüística sobre la Didáctica de la Lengua y la Literatura3. En cierto
sentido, podemos afirmar que el saber lingüístico institucionalizado por la disciplina
2
Sarlo, Beatriz, Escenas de la vida posmoderna. Buenos Aires, Ariel, 1994, p 127.
3
Con esto no pretendemos que la Didáctica de la Lengua se convierta en una Lingüística Aplicada, ni mucho
menos en una Lingüística Teórica pues creemos que estas disciplinas no se centran en torno de los mismos
objetos ni involucran los mismos sujetos. Si bien las prácticas de la enseñanza de la lengua y la investigación
están relacionadas, resta aún mucho camino para esclarecer cuál es la tensión y la relación de
complementariedad que se produce entre ambas. No obstante, creemos que el saber didáctico, aunque se
nutre del saber de estas disciplinas, constituye un espacio con la suficiente autonomía como para redefinir su
propio objeto, marcos, métodos e instrumentos de evaluación.
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lingüística permitirá escenificar el conflicto ya mencionado con las nociones del sentido
común al propiciar que la reflexión sobre la lengua no se agote ni en las diversas
intuiciones compartidas ni en los tópicos desarrollados en algunos manuales escolares.
Además, otra de las ventajas de sustentar algunos procesos de apropiación y
construcción del conocimiento a partir de fundamentos lingüísticos es que, por ejemplo,
permitirá a los docentes saber qué aspectos del lenguaje enseñar, esto es, reconocer,
seleccionar y secuenciar los contenidos curriculares pero, esta vez, desde marcos a partir
de los cuales estos puedan adquirir significación y puedan ser abordados didácticamente.
Incluso, en el Nivel Polimodal, un sustento lingüístico hará factible desarrollar nuevas
estrategias de intervención didáctica –resolución de problemas lingüísticos, aula-
laboratorio, trabajos de campo, entre otras- en las que los estudiantes pongan en juego la
conceptualización de las diversas teorías y subteorías lingüísticas como parte del trabajo.
Se debe elaborar, entonces, un marco conceptual y metodológico sobre la lengua y la
literatura de tal alcance y valor explicativo que posibilite la transición del objeto concreto o
empírico: las múltiples realizaciones verbales orales y escritas, es decir, la lengua como
un dominio particular de la realidad del cual todos los sujetos participamos –con sus
incorrecciones, vaguedades, malas formaciones, inadecuaciones, su carácter incompleto,
sus peculiaridades, sus usos y funciones sociales-, al objeto didáctico, un objeto empírico
al cual se le asigna un conjunto de explicaciones, leyes, interpretaciones que se estabiliza
en un modelo de análisis valorado que debe construir el docente utilizando categorías,
métodos e instrumentos específicos-. Como vemos, es nuestra primera urgencia construir
una “imagen de la lengua y la literatura” a partir de una abstracción que parta de las
interacciones concretas y llegue a una teoría o modelo que el docente deberá elaborar. Al
respecto, resulta evidente que no alcanza con postular un modelo de lengua y literatura
que las explique solamente como un sistema de comunicación –código constituido por
signos verbales y relaciones que determinan su estructura- sino que se requiere, más
bien, un modelo de comunicación que incluya una dimensión cognitiva y socio-cultural,
como luego puntualizaremos. Por otro lado, si bien la lengua y la literatura conforman el
mismo espacio curricular se deberá buscar un desarrollo progresivo y gradual que otorgue
a la literatura cierta autonomía puesto que constituye un eje temático esencial. Por otra
parte, a pesar de esta autonomía, es importante buscar, entre ambas, cierto equilibrio y
armonía y tender, además, hacia la interdisciplinariedad con cada una de las modalidades
en la que el Espacio Curricular se inscribe.
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• ¿Cómo defino mi práctica docente en relación con la lengua? ¿Cómo yo defino mi práctica
docente en relación con la literatura?
• ¿Cómo creo que un alumno define la lengua? ¿Cómo creo que un alumno define la
literatura?
• Tomando en consideración los cuadros antes mencionados de Halliday y de Lomas, Osoro
y Tusón: ¿qué teorías conozco?, ¿cuál es, a mi juicio, la importancia que revisten estas
teorías?
• Tomando en consideración el fragmento:
¿cuáles de estas posturas conozco?, ¿cuál es, a mi juicio, la importancia que revisten estas
teorías?
• ¿Qué debe saber un docente de Lengua y de Literatura a diferencia de lo que debe saber,
por ejemplo, un investigador?
El docente debe actuar como un agente crítico, debe poseer herramientas que le permitan de
continuo cuestionar tanto el objeto como la práctica de su enseñanza y debe asegurar al alumno la
posibilidad de construir saberes que le permitan acceder a un universo simbólico que enriquezca
su mirada y su acción sobre el mundo.
¿Cómo puede relacionarla con los temas que antes se han desarrollado?
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físicas, comunicativas y cognitivas. Incluso, en este proceso de construcción de la
significación están también involucrados sujetos, sociedades y culturas en tiempos y
espacios, intenciones comunicativas particulares, conocimientos y aptitudes diferentes. Al
respecto, para definir cabalmente la competencia como objeto de enseñanza, los
docentes debemos comprender que, en tanto sujetos lingüísticos, tenemos que partir de
nuestras propias competencias y actuar, además, como verdaderos mediadores en el
desarrollo de las competencias de nuestros propios alumnos y alumnas. Para esto, como
ya afirmamos oportunamente, se debe recordar que “saber la lengua” no es lo mismo que
“saber enseñarla” pero también se tendrá que reconocer que ambos saberes resultan
complementarios y necesarios en la práctica docente. De igual modo resulta importante
que pueda apreciarse que el saber lingüístico no es algo compacto y uniforme ya que así
como presupone varios niveles –gramaticales, socio-pragmáticos, textuales-discursivos y
estratégicos- incluye, al mismo tiempo, conocimientos que se cualifican en un orden de
menor a mayor complejidad y generalidad: saber lingüístico, saber epilingüístico –saber
reflexivo sobre la lengua- y saber metalingüístico –saber construido y sistematizado con la
ayuda de un metalenguaje o una teoría que lo organice-. En efecto, el enfoque
comunicativo considera que la enseñanza de la lengua constituye un proceso de
apropiación de estructuras de conocimiento a partir del desarrollo de las capacidades,
habilidades y estrategias vinculadas con la competencia comunicativa. Tal competencia
comunicativa es un saber que todos en mayor o menor medida poseemos por ser simples
usuarios del lenguaje y que puede enriquecerse o debilitarse. Se trata, en realidad, de un
saber complejo que incluye varias subcompetencias que se definen como:
-Competencia lingüística o gramatical: que permite conocer los principios y reglas que definen la estructura de
una lengua (categorías, construcciones, relaciones y funciones que constituyen su gramática, los diferentes
niveles de representación: semántico, sintáctico y fonológico, y, en particular, el rol que ocupa el léxico);
-Competencia socio-pragmática o accional, que se explica como la habilidad de transmitir y comprender el
intento comunicativo por medio de la ejecución e interpretación de los actos de habla y las funciones
lingüísticas. Posee dos subcomponentes: a-. el pragmalingüístico, que se refiere a aquellas estructuras
específicas y funciones que las distintas lenguas utilizan en la realización de los actos de habla; b-. el
subcomponente sociopragmático o cultural, que se refiere al grado de correspondencia que los actos de
habla sostienen con las condiciones sociales y situacionales específicas.
- Competencia discursiva o textual, que se resume como la capacidad para formar, transformar y cualificar
textos, es decir, unidades globales de sentido lingüístico coherentes, pertinentes y correctas.
-Competencia estratégica, referida a la capacidad que poseen los hablantes para influir en la conducta del
interlocutor y para reparar y negociar los significados en cada situación comunicativa.
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de la de los demás). De ahí que insistamos en la necesidad de una sólida formación
disciplinar que permita categorizar, esto es, nombrar y (hacer) nombrar a los propios
estudiantes los diversos fenómenos mediante los cuales se realiza el lenguaje, y que
adopten una actitud investigativa desarrollando el trabajo intelectual como expedientes
válidos para despertar el interés y la necesidad por construir el conocimiento. Por eso, en
el Nivel Polimodal, a diferencia de la EGB, se proponen acciones didácticas
fundamentalmente orientadas no solamente a la comprensión y expresión sino, y
especialmente, a la reflexión y a la crítica. No obstante, la mediación docente no
presupone la utilización de excesos conceptuales y terminológicos a la hora de abordar
didácticamente los contenidos de enseñanza. En cierto sentido, la interdisciplinariedad
implícita en la didáctica constituye también una mediación entre la práctica docente y la
científica: el profesor se concibe como un mediador entre los estudiantes y el saber
organizado culturalmente en disciplinas, pero su tarea no es transmitir los conocimientos
como un especialista ni actuar como un monitor que supervisa la actividad de los alumnos
y alumnas sino convertir los conocimientos científicos de las disciplinas en contenidos
pedagógicos, esto es, contenidos de enseñanza adecuados a las capacidades de sus
alumnos y alumnas y al conjunto de fines que este determina.
Del mismo modo, la competencia literaria (Camps, 1990; Colomer, 1995; Mendoza, 1988)
debe considerarse como una manifestación peculiar de la competencia comunicativa, sin
duda, una de sus formas más notables y ricas puesto que constituye una competencia
específica para el discurso literario. Esta competencia literaria puede entenderse como el
abastecimiento e incorporación de destrezas que permitan a los alumnos y alumnas sus
propias operaciones con los objetos literarios; aparece como una praxis ineludible para la
imaginación y construcción de subjetividades críticas y comprometidas con el proceso
socio-cultural que las contiene y atraviesa. Es así como la enseñanza de la literatura se
plantea como un proceso de interacción entre agentes diferentes y diferenciados, que
intenta evitar la consideración del educando como un receptor pasivo de contenidos
estáticos y del docente como mero reproductor de recetas literarias. Así planteada, la
enseñanza de la literatura se propone como un espacio donde educador y educando
remodelan instancias subjetivas previas mediante la interacción en la manipulación de
textos, al tiempo que contribuyen a la distribución y redistribución de estos objetos,
operación que, inicialmente recortada en el espacio pedagógico, aspira a lograr una
intervención en otros ámbitos socialmente significativos. Por otra parte, el desarrollo de la
competencia literaria hará posible que los alumnos y las alumnas, sea mediante la
experiencia de la lectura o de la creación, logren un progresivo acercamiento a la
literatura comprendiéndola como producto lingüístico –dimensión textual-, estético –su
inscripción en el campo artístico- y socio-cultural –dimensión discursiva-. En algún
sentido, esta podría entenderse como una competencia comunicativa (semiológica) que
permite integrar la literatura en el ámbito de la educación lingüística.
De este modo, mediante los años que constituyen el Nivel Polimodal, los alumnos y las
alumnas deberían transformar cuantitativamente y cualitativamente sus saberes literarios
profundizándolos, ampliando su alcance y su significación, y, sobre todo,
sistematizándolos. De este modo podría delinearse la evolución siguiente:
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lingüísticos (fonológicos, morfosintácticos, léxico- -Profundización de la lectura estableciendo conexiones
semánticos), pragmáticos (nivel textual y discursivo) y válidas con cualquier circunstancia o factor contextual e
estilísticos (retórico-estético). instaurando una verdadera intertextualidad.
-Explicación razonada de la articulación entre la forma de la -Expresión oral o escrita más fluida.
expresión y contenido. -Desarrollo crítico y creativo, repensando la traducción en la
-Relación estilos, movimientos y etapas de la literatura. tensión tradición y lo culto, la tradición y la vanguardia.
-Profundización del valor y el sentido de las palabras y -Entusiasmo por la tarea de investigación para conocer la
reconocimiento de su valor simbólico. literatura y para transferir los saberes a otros campos de
-Comentario de procedencia temática (literaria, histórica, conocimiento.
legendaria, etc.), el contexto situacional (de producción y
recepción de una obra literaria) y los efectos de sentido que
la literatura produce.
-Valoración de las obras literarias en el contexto actual y en
el marco de la tradición y el patrimonio cultural.
-Estímulo por la lectura y la creación literaria personal.
Desde este punto de vista, en el Nivel Polimodal se debe fomentar el desarrollo del
espíritu crítico constructivo, el contraste de opiniones, la lectura reflexiva y crítica, la
exposición –oral y escrita- avalada por la argumentación, el afán investigador y la fluidez
expresiva o creativa redefiniendo las habilidades lingüísticas de la comprensión, la
producción, el análisis y la crítica (valorativa y razonada). En realidad, el desarrollo de la
competencia artística y literaria debe transformarse en una fuente de formación y
enriquecimiento cultural que le permita no solamente al estudiante su desenvolvimiento
social sino también su crecimiento como persona aun para saber gestionar su propio
tiempo libre (por ejemplo, la lectura en sus ratos de ocio).
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La “eficacia”, la “economía”, la “dirección”, la “formalidad”, la “cortesía”, la ”cooperación”, “la corrección”,
entre otros, podrían ser alguno de ellos.
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social, natural y cultural que los rodea a partir de un trabajo diferente con la lengua
materna, así como también les permitirá explorar otras manifestaciones a fin de
trascender el mundo propio a partir de una nueva experiencia con el lenguaje.
Asimismo, se advierte que, cuando las personas hablan o escriben (en) una lengua lo
hacen con la intención de construir representaciones mentales en sus receptores al
mismo tiempo que reestructuran las propias, lo cual redunda en una consideración social
o interaccional del objeto de enseñanza dado que revela una dimensión individual y social
que debe destacarse en el proceso de construcción de los aprendizajes. Incluso puede
afirmarse la existencia de un plano psicológico asociado al proceso de producción y
comprensión de los mensajes verbales. Dicha dimensión, la capacidad verbal, se
manifiesta en un tipo de razonamiento, el razonamiento verbal, que posee características
y procedimientos propios, distinto de otras formas de razonamiento como el abstracto o
matemático pero que, junto a ellos, permite operar sobre la realidad. Es necesario,
entonces, que la enseñanza de la lengua y la literatura se fundamente en marcos teóricos
y actividades que desarrollen estas capacidades cognitivas, comunicativas y lingüísticas
que regulan la expresión oral y escrita de las personas, que dichas capacidades se
vinculen con otras más generales y que se propongan no como ocasiones de ejercicio de
técnicas o normas sino como proveedoras de medios para pensar y para representar la
realidad mediante el lenguaje. Desarrollar estrategias en este sentido permitirá poner al
alcance de los alumnos y de los docentes elementos para construir una visión crítica de la
realidad a partir de la lectura productiva del lenguaje, y al mismo tiempo, conocer y
hacerlos conscientes de sus propios procesos de pensamiento (habilidades
metacognitivas).
Sin duda, en este proceso de incorporación de la cognición o del pensamiento como parte
fundamental en la enseñanza de la lengua deberá ocupar un lugar destacado la
recuperación del “pensamiento creativo”, de ahí el rol primordial otorgado a la literatura.
En efecto, cuando hablamos de creatividad hablamos, en realidad, de “una utilización
eficaz de los recursos de una lengua” y hacemos referencia a un vasto conjunto de
fenómenos: utilización de múltiples dispositivos, actividades centradas en un trabajo
sistemático sobre la metáfora y metonimia, entendidas ambas como procesos de
construcción proyectiva de la significación, resignificación del discurso literario como
lugar donde se problematiza el sentido y la lengua logra su máxima expresividad y
utilización didáctica de la anomalía o el error, entre otros.
Por eso, podemos afirmar que un enfoque cognitivo-cultural promoverá el desarrollo del
“cambio cognitivo” en estudiantes y docentes en la medida en que se orientará a:
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• la elaboración de los modelos de mentales mediante los cuales los sujetos
categorizamos y ordenamos nuestra realidad, modelos en los que intervendrán
varios tipos de saberes: el saber folk de los miembros de la comunidad, el saber
científico, el sentido común, las idiosincrasias. Estos modelos nos posibilitarán la
formulación de hipótesis valiosas acerca de las normas culturales que inciden
sobre ellos sin recurrir a tecnicismos y de un modo claro y accesible,
• el estudio de la diversidad de los modelos culturales que intervienen en la
constitución del sentido de un texto o discurso. Los alumnos y las alumnas
deberán identificarlos, saber cuáles intervienen, qué ocurre con ellos y qué nuevos
modelos se elaboran mediante diversas experiencias con la lengua y, sobre todo,
con la literatura.
• el desarrollo de conductas estratégicas que les permitirá a los alumnos construir
nuevos conocimientos, pero también nuevas formas de conocer mediante el
lenguaje y de acceder a dicho conocimiento,
• la creación de nuevas formas de representar el conocimiento alcanzado –
representaciones conceptuales observables- que simulen tales representaciones
internas o mentales: redes, mapas, escalas, gráficos, dibujos, etc.
• la revalorización del rol de la percepción como una forma activa y compleja de
conocimiento.
Del mismo modo, este nuevo enfoque comunicativo enriquecido con la perspectiva
cognitivo-cultural permitirá también poner en crisis los modelos de conocimiento sobre la
realidad: evaluarlos, cuáles y por qué se refuerzan, cuáles cambian, cuáles responden a
ciertas creencias, cómo incide la valoración en la construcción, consolidación y
desaparición de los modelos, qué rol juega la lengua y la literatura, cuál es la relación
dialéctica que se produce entre la lengua, la sociedad y la cultura. Si bien la existencia de
ciertos conceptos universales le servirán al docente para ser usados como base neutral
para parafrasear la amplia variedad que subyace a las lenguas y a las culturas, otros
conceptos más específicos les permitirán reconstruir los valores y las normas de
comportamiento propios e idiosincráticos.
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Analice cada una de las siguientes expresiones: “hecho literario”, “fenómeno
comunicativo”, “fenómeno estético”, “transmisión cultural”, y “expresión de la realidad
histórica y social”; establezca una comparación con la lengua y repiense, a la luz de las
conclusiones elaboradas, el lugar que ocupa la literatura:
-respecto de la lengua,
-respecto de su diferenciación con el Tercer Ciclo de la EGB,
-respecto de su especificidad en el Nivel Polimodal,
-respecto de su especificidad para cada Modalidad.
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Recordamos al lector que ese será el problema que trabajaremos en nuestro segundo documento.
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centramos nuestra práctica: el texto o discurso que es, al fin y al cabo, el lugar donde la
lengua se manifiesta. Esto último nos permitirá verificar de qué modo, toda lengua
humana, que reúne sonidos con sentidos, siempre lo hace mediante la maravillosa
mediación de un andamiaje formal: la morfología y la sintaxis. ¿Qué hizo con este
andamiaje formal el enfoque comunicativo anterior que, por el contrario, desestimó el
riquísimo mundo de la oración porque lo consideró fuera de la realidad del lenguaje?
Muy relacionado con el punto anterior existe una cuestión, que reviste, por cierto, mayor
seriedad aún y que, quizás, muy pocas veces se haya tratado o resuelto adecuadamente:
la incorporación del problema de la norma como instancia de reflexión sobre el lenguaje y
su función social. Desde este punto de vista, los docentes necesitamos conocer temas
desarrollados por teorías como la política lingüística, la sociolingüística, la etnografía del
habla y la normativa ya que estos ámbitos de estudio pueden proveernos de útiles
herramientas conceptuales y metodológicas para discernir y entender, por ejemplo,
nuevos contenidos y problemas de enseñanza: que normalizar una lengua significa, entre
otras cosas, una unificación del uso lingüístico llevado a cabo por instituciones -
nacionales o internacionales- que convierten la lengua en idioma nacional, mientras que
normativizar una lengua presupone enunciar un conjunto de reglas, reglamentaciones,
prescripciones o modelos supraindividuales que organizan de forma obligatoria el uso
lingüístico individual –desde su perspectiva interactiva, de interpretación y ortográfica- y
que, además, cada institución debe tomar decisiones serias y fundamentadas respecto de
ambas. Sin duda, estas dimensiones deben ser también incluidas en la prescripción
curricular de modo tal de poder incorporar, a partir de ellas, una reflexión sobre el
denominado estándar. En efecto, el estándar constituye una norma que garantiza la unión
y la interactividad de los hablantes, muy difícil de establecer y de una consecución aún
más compleja. El enfoque comunicativo anterior destacó otras propiedades del uso del
lenguaje –su coherencia, su cohesión, su adecuación- pero no precisamente su
corrección; un enfoque renovado tendría, entonces, que contemplar el plano normativo,
particularmente, porque nuestros alumnos y alumnas demuestran, cada vez más, una
gran incompetencia en este sentido, incompetencia que no solamente se revela en los
errores ortográficos, de tildación o de puntuación, sino también en relación con la
presentación de sus propios trabajos en tiempo y forma, en cuanto a la falta de respeto o
resistencia a las consignas o rutina en la preparación de los mismos o en la utilización de
vocabulario impropio o muy escaso, por citar solamente algunas instancias
ejemplificadoras. Del mismo modo, se deberá destacar que el uso correcto del lenguaje,
no solamente tendrá en cuenta la riqueza de vocabulario o la precisión idiomática en
relación con la forma gráfica o el registro de las expresiones sino también en relación con
el dominio formal del lenguaje y con la creatividad entendida como el uso racional de
todos los recursos lingüísticos: esto es, el manejo de las estructuras, los sistemas y los
subsistemas que conforman la sintaxis de una lengua.
En este sentido, se debe comprender que en una lengua la libertad es posible pero queda
sometida a un conjunto de restricciones o condiciones en sus formas de estructuración,
uso y funcionamiento. Su verdadero dominio consiste, justamente, en desarrollar la
capacidad para descubrir los mecanismos productivos –reglas que rigen la estructura- y
las reglas o condiciones que determinan el carácter apropiado de su uso. Esto implica,
como ya destacamos, un sentido de creatividad diferente: se pueden producir mensajes
nuevos frente a nuevas situaciones pero en estas siempre subyace un conjunto de
principios y reglas que definen la pertenencia de dichos mensajes a un mismo sistema y
en este sistema se reconocen también condiciones culturalmente estabilizadas de uso.
21
Entre estas últimas condiciones, existen algunas específicas que se encargan de
sancionar algunos usos a partir del parámetro de la denominada corrección. Los docentes
tendremos, de este modo, que hacer tomar conciencia a los alumnos y a las alumnas
acerca de la existencia de tales condiciones, discutir con ellos cuándo y por qué se violan
ciertos principios o reglas de uso y trabajar en torno de la necesidad de recuperar
significativamente la normativa como un regulador natural de las ejecuciones verbales.
Asimismo, se tendrá que optar por el corpus con el cual se trabajará la lengua materna:
que géneros discursivos se utilizarán y por qué, qué modos de representación se
priorizarán -oral, escrito, íconoverbal o electrónico- así como también se deberá tomar
una postura crítica respecto de la manera de abordar las relaciones e interferencias que
se producen entre el lenguaje verbal y el no verbal, en particular, el modo como la
oralidad interviene y modifica la escritura y viceversa (provocando, así, la existencia de un
“lenguaje oral textualizado” y un “lenguaje escrito oralizado”). Al respecto, no se debe
negar que el enfoque comunicativo de los noventa llevó a cabo una gran revolución
puesto que desplazó el objeto de la oración a un nuevo objeto: texto/discurso; el
conocimiento de la lengua no se consideró fuera del estudiante sino dentro de él y la clase
de Lengua intentó desarrollar, así, el potencial de sus facultades lingüísticas. Sin duda, a
esta complejización del objeto y del sujeto de enseñanza-aprendizaje se incorporó el
estudio de nuevas dimensiones, planos y niveles de representación de la lengua misma:
la dimensión enunciativa, pragmática y la retórico-estilística porque la atención se centró
fundamentalmente el nivel del uso –actualización en los diferentes contextos- y en la
función –impacto que cada acontecimiento verbal produce en el espacio socio-cultural-.
Es indudable que el enfoque comunicativo ha tenido algunos logros contundentes –los
alumnos y alumnas ahora se expresan más libremente que antes (cualesquiera sean sus
capacidades y sus límites); el docente ha suspendido viejos afanes prescriptivos para
preocuparse por tener una mirada más analítica y crítica en relación con las
manifestaciones reales y concretas de la lengua; sin embargo, también es cierto que las
prácticas no se modificaron radicalmente y aún los docentes nos preguntamos si
reflexionar en torno de la comunicación les ha permitido a nuestros alumnos mejorar el
nivel de sus interacciones verbales y les ha posibilitado desarrollarse individual y
socialmente en tanto “sujetos lingüísticos” transformándose en verdaderos “sujetos
competentes”. Además, el enfoque comunicativo anterior centró su atención en la
oralidad a la cual reivindicó como una manifestación lingüística más natural y no alcanzó
grandes logros en relación con el desarrollo de la competencia escrituraria de los
alumnos. Por esta razón, los docentes tendremos que decidir, entonces, si trabajar la
oralidad y la cotidianeidad resulta suficiente y si debemos reivindicar también el valor de
la palabra escrita analizando sus características: los procesos motores, lingüísticos,
conceptuales, comunicativos, económicos y culturales involucrados en ella:
Del mismo modo se requiere una definición de la metodología con la que se abordará el
objeto ya que deberá permitir explicar y problematizar la lengua desde la realidad misma
de su uso. Una respuesta posible a esta propuesta sería la siguiente: cambiar nuestra
visión frente a la lengua materna, dejando de describir sus múltiples niveles y planos de
análisis y abandonando el simple rol de identificadores y usuarios de un conjunto de
categorías ad hoc; debemos, por el contrario, intentar, más bien, descubrir sus principios,
generando un camino propio y buscando el conjunto de saberes vinculados a ella. En
efecto, si se considera la lengua desde esta nueva actitud también podremos construir los
conocimientos necesarios para optimizar su uso -ya sea en nuestro simple rol de
hablantes, o como docentes que pretenden enseñarla- pero recordando
fundamentalmente dos cosas: que como docentes debemos ser, de alguna manera,
22
usuarios óptimos del lenguaje y que, en segundo lugar, tenemos que tomar conciencia de
que el usuario medio resulta, en nuestra sociedad actual, un usuario con un nivel bajo de
competencia. Los docentes, entonces, debemos lograr que los alumnos y las alumnas
superen este uso insuficiente de modo tal de llegar a ser un usuario óptimo, por lo que
nuestro comportamiento lingüístico también tendrá que constituir un verdadero “modelo
verbal a imitar” por nuestros propios alumnos y alumnas.
6
Ya a partir de la segunda etapa del Formalismo ruso, esta problemática se hace presente en la propia
teoría literaria, especialmente a partir de los aportes de Iuri Tinianov, el estructuralismo checo, la semiótica de
23
determinado de lengua, en el sentido formal, o en una función poética, parece existir
consenso en reemplazar una teoría del texto literario por una teoría de la comunicación
literaria, en la cual lo literario no se define en el campo de las propiedades retórico-
elocutivas sino en el uso que del lenguaje común hacen los participantes en esa
modalidad de la comunicación que es la literatura.
Esta perspectiva no es otra que la del enfoque pragmático y comunicativo en los estudios
del lenguaje, lo cual plantea un nuevo problema: la definición de la función comunicativa
de la literatura. Esta función ha sido identificada con la ficción o mundos textuales que
producen modelos de la realidad más o menos desviados respecto de los modelos
sociales de la realidad. Así concebida la literatura, no solamente se actualiza su valor
cognitivo de la literatura sino que también lo potencia: los mundos posibles toman la
función de hacer ver la realidad de otra manera. El problema de esta perspectiva es que
excluye aquellos textos no ficcionales tales como la historia, el ensayo y el testimonio, y
se acentúa en un campo cultural como el argentino y el latinoamericano en los que la
hibridez genérica ha sido una de las características recurrentes en sus tradiciones
literarias y culturales. Si se piensa, por ejemplo, en Facundo de Domingo Faustino
Sarmiento como texto fundacional de la literatura nacional, este problema se evidencia de
manera notable: ¿se trata de una novela, de un texto histórico, de un ensayo de
interpretación sociológica o de un documento político? Una respuesta posible, pero tal vez
simplificadora -en el sentido de que ignora los procesos y operaciones de construcción de
la literatura nacional-, sería cuestionar el estatuto literario del texto de Sarmiento apelando
al argumento de que su emergencia no se produjo en el contexto de un campo literario
autonomizado. Pero luego de la consolidación de una autonomía literaria en Argentina -
canónicamente situada por la crítica en los años del Centenario de la Revolución de
Mayo- el problema persistió. Un buen ejemplo de esto también lo encontramos en la
aparición de los llamados textos de no ficción. En efecto, durante la década de 1960
comienzan a aparecer una cantidad de textos en lengua castellana emparentados al
género novela de no-ficción (llamado non fiction novel). En general se piensa a un grupo
de narradores estadounidenses (Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe) como los
fundadores del género. Un dato notable, y que no siempre es tenido en cuenta, es que
ocho años antes de la publicación de A sangre fría de Capote -texto considerado como el
punto inicial del llamado nuevo periodismo-, Rodolfo Walsh había publicado en Buenos
Aires Operación masacre (1957). Así, Walsh se sitúa en los comienzos de la elaboración
de esta forma que viene a cuestionar algunos de los postulados con los que la literatura
era pensada hasta ese momento. En estos relatos -testimoniales- no se trata simplemente
de la transcripción de hechos más o menos significativos: plantean una cantidad de
problemas teóricos en términos de la relación entre lo real y la ficción que postulan, y
entre lo testimonial y su montaje narrativo. Parten del uso de un material discursivo que
debe ser respetado, pero el modo en que ese material es dispuesto produce
transformaciones. Los textos hacen una puesta de una versión con su propia lógica,
Lotman, la poética sociológica del grupo Bajtín y la estética de la recepción, sin que tales aportes hayan
obtenido un impacto real y convincente en los aparatos escolares y los modos de enseñanza de la literatura.
Por tanto, se considera insoslayable, -más allá de la evidente incorporación de los avances de la teoría en el
material didáctico-, que el docente conozca los aportes más significativos de las corrientes teóricas del siglo
XX para que pueda conformar un marco epistemológico adecuado a las necesidades metodológicas de su
práctica pedagógica concreta. Toda práctica necesariamente encuentra su fundamento en determinados
postulados teóricos. Sin embargo, muchas veces el problema radica en que tales postulados quedan
implícitos, situación que obtura y empobrece la reflexión sobre la propia actividad. De ahí la necesidad de
incorporar como horizonte permanente una sólida base teórica en el imaginario docente a fin de que los
educadores enfrenten con seguridad y solidez los problemas surgidos en su tarea cotidiana.
24
constituyen otra realidad regida por leyes propias con la que cuestionan la credibilidad de
otras versiones. Además, el género aparece en un muy ajustado vínculo con el
periodismo. Esta característica ha disparado una línea crítica que reflexiona sobre el
género en términos de su ceñimiento a los códigos periodísticos. Este debate se liga al
que se produce en torno del estatuto literario de estos textos. En este punto, el contacto
con los medios masivos arroja la sospecha sobre estos relatos. Las novelas de no-ficción
se inscriben en la tensión entre mostrarse como una ficción y la de mostrarse como un
reflejo de los hechos. Y en ambos términos se juega la imposibilidad. Se trata de textos
que se distancian tanto de la pretensión de "objetividad periodística" y su creencia en un
reflejo imparcial de los sucesos como de la ilusión ficcional. Estaríamos, entonces, ante
un discurso narrativo no ficcional, que se trama en la inclusión de materiales discursivos
de diferente índole más o menos cercanos al periodismo y a la ficción. Estos materiales
son modificados a partir de su puesta en una trama narrativa que los coloca en un
contexto diverso a su contexto de origen. La no ficción yuxtapone materiales marginales y
literarios, volviendo muy porosos sus contornos, materiales con verosímiles que estos
contactos evidencian. El género de no-ficción se postula, entonces, como una posibilidad
que la narrativa de los últimos cuarenta años propone como opción frente al relato
realista: es desde esta posición como un autor como Walsh escribe Operación masacre.
Otra alternativa al realismo estaría representada en los '60 en Argentina por el proyecto
de Cortázar. Los dos programas quieren articular una propuesta distanciada del realismo.
El género no ficcional excluye lo ficticio y hace ingresar material testimonial, pero su
énfasis está en el montaje de ese material discursivo. Sus relatos buscan un origen en
investigaciones acerca de hechos que son percibidas casi como inverosímiles, y aparecen
allí donde se encuentran la necesidad de renovación literaria con coyunturas históricas en
las que los acontecimientos no necesitan de lo imaginario para constituirse en relatos,
como si pertenecieran a una realidad de por sí suficientemente literaria. De esta manera,
traman versiones que polemizan con otras versiones de esos hechos: es una versión
diferente -otra lectura de lo real- que para constituirse narrativiza. Si la ficcionalidad es un
efecto del relato, el género elabora una ecuación particular en la que construir, narrar y
ficcionalizar permiten acceder a la verdad de los hechos: en el relato puede desarrollarse
una verdad que la información periodística u oficial ignora, modifica u oculta.
25
Terry Eagleton (1988)considera que el valor como categoría histórica es el punto central
en la canonización de obras y en la construcción de tradiciones literarias:
“No hay ni obras ni tradiciones literarias valederas, por sí mismas, independientemente de lo que sobre ellas
se haya dicho o se vaya a decir. "Valor" es un término transitorio; significa lo que algunas personas aprecian
en circunstancias específicas, basándose en determinados criterios y a la luz de fines preestablecidos.”7
Esta historicidad de los valores revela lo inestable de conceptos que, como la literatura, se
fundan en juicios de valor. Es en este sentido que el propio Eagleton agrega que:
“[...] las sociedades "reescriben", así sea inconscientemente todas las obras literarias que leen. Más aún, leer
equivale siempre a "reescribir". 8(p. 24.)
La inestabilidad no se debe a lo subjetivo de los juicios de valor, puesto que "no hay
posibilidad de formular una declaración totalmente desinteresada". Así toda enunciación
de un hecho toma su forma de una estructura de valores donde reside la ideología de tal
enunciación. No hay posibilidad, por lo tanto, de considerar la literatura como una
categoría descriptiva objetiva. Lo que se considera literatura en un determinado espacio
social está determinado por las estructuras de valoración que descansan sobre las
ideologías sociales, y es por ello que, como todo concepto, es históricamente variable.
7
Eagleton, Terry, Una introducción a la teoría literaria, Buenos Aires, FCE, 1988; p. 23.
8
Op.cit, p. 24
9
Para este concepto, ver Lotman Iuri, La estructura del texto artístico. Madrid, Istmo, 1982, donde se
considera la obra de arte como sistema de modelización secundario que con códigos propios se sobreimprime
transformándolo al modelo de mundo proporcionado por la lengua natural.
26
a críticos y profesores muchas preguntas acerca del mundo para el que queremos educar
y acerca del patrimonio cultural y literario del que suelen hablar las normas y los políticos
como de algo objetivo e indiscutible que queremos transmitir. Las respuestas a esas
preguntas deben darse en distintos ámbitos. El primero es el de la selección del propio
canon de los autores. En segundo lugar, se plantea el problema de compaginar el
conocimiento de las obras clásicas con la falta de competencia lectora y literaria general
de los alumnos y alumnas, lo que también obliga a abrir el concepto de canon en el
sentido de obras apropiadas o de iniciación. En los dos casos debe tenerse presente que
la determinación de unos textos como patrimonio cultural a principios del siglo XXI es una
opción en gran medida ideológica10.
Esta redefinición culturalista del objeto coloca la literatura como integrada en un espacio
más amplio: la dimensión simbólica del mundo social donde la literatura se construye
como lugar y práctica, diferenciándose de otros lugares y prácticas sociales. La literatura
ofrece mucho más que una directa representación del mundo social. Ofrece modalidades
según las cuales una cultura percibe esas relaciones sociales, las posibilidades de
afirmarlas aceptándolas o cambiarlas. Ofrece ideas precisas sobre el clima de una época,
no tanto por lo que se dice de ellas sino por el tono con que se escribe sobre ella o sobre
otros objetos. La literatura puede ofrecer modelos según los cuales una sociedad piensa
sus conflictos, ocluye o muestra sus problemas, juzga las diferencias culturales, se coloca
frente a su pasado e imagina su futuro. En las estrategias formales de la literatura, en la
afirmación o en la ruptura de los géneros, en la retórica de las imágenes puede
descubrirse también cuál es el lugar de lo figurado, de lo simbólico y de lo imaginario; la
construcción de los universos ficcionales no informa solamente sobre lo que esos
universos representan sino que las relaciones formales que articulan la construcción
pueden explicar (y ser explicadas) en un sentido socio-histórico.
Por otro lado, fenómenos sociales contemporáneos como, entre otros, la expansión del
capitalismo, el advenimiento de la sociedad postindustrial y la progresiva
“masmediatización” de la cultura son acompañadas por modificaciones en los diferentes
ámbitos del saber que han afectado también las modalidades de producción y recepción
del lenguaje y paralelamente la reflexión sobre el hecho literario. Tales transformaciones
ingresan a la literatura desde diversas perspectivas que abarcan el nivel temático, el uso
de nuevos procedimientos literarios y la rejerarquización del cruce o contaminación de
géneros, y su tratamiento lleva necesariamente a cuestionarse conceptos centrales de la
institución literaria como el de canon y analizar diferentes tipos de textualidad como el
testimonio, el artículo periodístico, el ensayo, la autobiografía, la literatura de minorías. La
innegable vinculación entre textos literarios y cultura de los medios masivos de
comunicación exige una consideración crítica del reposicionamiento de los agentes de la
institución arte y sus consecuencias respecto de la legitimación y valoración de las
prácticas simbólicas, el lugar y la actitud asumidas por el docente, las modalidades de
rechazo o apropiación literarias de la estéticas de los medios masivos de comunicación (el
zaping, el videoclip, etc). También el problema de la alteridad y sus múltiples variantes, de
raza, de género, de clase social, ha adquirido en el seno del debate sobre la cultura de
10
El canon occidental de Harold Bloom colocó en el centro de las discusiones no solamente la cuestión de
una agenda canónica, sino también el lugar de emergencia de los criterios de valor estético. A pesar de que
con la defensa de un valor en sí se desacreditan todas aquellas propuestas que instalan diferentes
mediaciones en el proceso de legitimación de lo canónico, el libro resulta estimulante si se lo compara con
teóricos como Raymond Williams o Pierre Bourdieu, para interpretar los mecanismos de consolidación de
cánones y constitución de nuevas tradiciones.
27
estos últimos años una ubicación central no solamente en el ámbito de disciplinas tales
como la sociología, la historia, la lingüística, sino que ha influido en las producciones
artísticas bajo la forma de la revalorización de los géneros menores y de los diferentes
procesos de hibridación. Esta preocupación por el reconocimiento de las minorías y por
una visión valorativa de las diferencias puede ser abordada a partir de la aproximación a
textos literarios emitidos desde el lugar de los históricamente silenciados (testimonio,
diarios, entrevistas).
“Cuando nos servimos del lenguaje o de otros sistemas semióticos con fines de representación de
comunicación, no es suficiente con transformarlos en instrumentos dedicados a estos usos, es
decir, configurados por ellos. Los usos lúdicos o estéticos, con vocación hedónica en definitiva,
también están universalmente atestiguados.
El lenguaje no es más un instrumento del pensamiento que el aire un instrumento de los pájaros.
Por otra parte, es inútil invocar los argumentos contra la unidad y la autarquía del pensamiento,
simples creencias racionalistas.
El lenguaje es simplemente un lugar privilegiado de la actividad interpretativa que desplegamos
para constituir y modificar nuestro entorno. Por otro lado, también proponemos una tercera
perspectiva, que considera el lenguaje no como un instrumento de representación o de
comunicación, sino como una parte del medio –más concretamente una parte de la esfera
semiótica en que vivimos-.
Para los hombres, el lenguaje es una parte común del entorno, y esto es así de tal forma que se
puede comprender la hipótesis de que las normas lingüísticas son a la vez el efecto y la causa de
la ligazón social en su forma jurídica y política.” (Rastier, 1998: 341)
Sin embargo, muchas veces, el camino hacia la adopción de este nueva mirada
hermeneútica puede toparse con otra nueva dificultad. A veces, los propios docentes
poseemos actitudes paradójicas que, lejos de beneficiarnos, nos perjudican y aun limitan
nuestra práctica. Por una parte, ciertos docentes consideran que el enfoque
comunicacional adoptado constituye una moda o un mero ropaje que, simplemente, se
lleva a cabo diciendo “lo mismo con otras palabras”. No obstante, un enfoque implica,
entre otras cosas, partir de la construcción de nuevos objetos de enseñanza y estudio al
11
“Comenzamos con muy poca información acerca (del) mundo, pero estamos dotados de la habilidad para
llegar a saber que existen cosas acerca de las cuales no sabemos, esto es, con la habilidad para formular y
sostener preguntas cuyas respuestas sabemos que no sabemos. Esta es una habilidad enormemente
compleja derivada de muchas habilidades auxiliares. E induce el deseo de saber la respuesta a alguna de
estas preguntas. La investigación científica representa nuestra manera más razonable y responsable de tratar
de satisfacer ese deseo.” (Bromberger, Sylvaine, 1992: 1-2)
28
que hay que observar, describir, explicar y valorar. Por otro lado, otros sostienen la
peligrosa convicción de que los saberes propios del lenguaje se agotan en insuficientes y
acotados modos de legitimación. En efecto, se confunde o se confía demasiado en el
saber lingüístico didáctico escolarizado mediante los manuales considerados como el
único saber al que se suele recurrir sin considerar la producción de los autores que
formulan las teorías y los marcos conceptuales, reemplazando, así, los portavoces más
seguros del saber científico sobre el lenguaje, por divulgadores que, en ocasiones,
proponen herramientas de trabajo poco confiables o escasamente originales. Por otra
parte, el relativismo, como una idea posmoderna actualmente vigente, también ha
intervenido decisivamente en la implementación de la prescripción curricular y ha
provocado cierta confusión entre los hechos mismos y nuestro conocimiento de ellos
poniendo en conflicto el propio concepto de saber y las metodologías empleadas. En
efecto, algunos docentes sostienen que no existe una única respuesta correcta de los
fenómenos lingüísticos independiente de todas las circunstancias sociales y culturales en
que tales fenómenos se aprehenden, lo cual suele conducir a una pluralidad de
perspectivas en el estudio y trabajo con la lengua y la literatura que puede llevar al caos
en el que “toda explicación vale”. Otros docentes, en cambio, optan por utilizar algún tipo
de “árbitro externo” –la naturaleza, la cultura, el arte, las ciencias del lenguaje, la
academia—para saber qué ocurre en la lengua y la literatura y elaboran en sus clases,
actividades que permitan verificar esos supuestos. Además, resultará necesario tomar
una clara posición frente a cuestiones tales como estas: si la verdad puede o no
sustituirse por el de verdades parciales que se vinculan con creencias compartidas por un
número mayor o menor de personas juzgando si, en algunos casos, y especialmente
desde una perspectiva didáctica, la aceptación ciega de tales universos diferentes no
conduce, a veces, a una atomización de los conocimientos que lleva a una suerte de
incomunicación opuesta, a lo que, justamente, un diseño curricular tiende a proponer. Sin
duda, estos planos deben ser articulados satisfactoriamente si es que queremos
recuperar la riqueza del objeto de enseñanza desde una mirada realmente polimodal e
integradora. No se deben minimizar entonces los hechos, evitando dar argumentos sobre
ellos o simplemente ignorándolos a favor de las creencias consensuales; tampoco se
deben confundir sistemáticamente los hechos, la información, la objetividad y la
racionalidad conduciéndolo todo a la construcción de un consenso intersubjetivo sin
explicar claramente a qué hacemos referencia cuando hablamos de consenso. Un
docente objetivo no implica, necesariamente, un docente que siga ciegamente reglas,
normas o prescripciones, sino, más bien, un docente que regula sus prácticas con un
conjunto de criterios preestablecidos teniendo en cuenta el sujeto a quien enseña, sus
necesidades así como también la función social del aprendizaje y el uso que hará de los
conocimientos alcanzados.
Adoptemos, entonces, algún tipo de compromiso teórico que nos permita alentar nuestro
espíritu crítico aceptando que, para enfrentarse con el mundo de las ideas y de los
conocimientos –tanto los de los demás como los propios- es esencial no pasar por alto
que uno puede equivocarse, que hay hechos que existen independientemente de
nuestros juicios y que, con la ayuda de tramas conceptuales y metodológicas, nuestros
juicios pueden ser evaluados.
29
transdisciplinarias que permitan que el lenguaje, como objeto complejo de
enseñanza, pueda sintetizarse a partir de esta pluralidad.
2. Los docentes debemos saber de qué hablamos: debemos estar informados sobre
los diversos temas y evitar hacer afirmaciones arbitrarias sobre las teorías y sus
fundamentos epistemológicos. Tenemos, incluso, que instalar frente a ellas una
reflexión filosófica que permita problematizar, si es posible, las teorías mismas.
3. No todo lo oscuro es necesariamente profundo ni lo nuevo es necesariamente
mejor que lo anterior.
4. Las teorías lingüísticas y literarias no son textos que se puede interpretar
libremente según intereses y necesidades sino que determinan posturas definidas
que pueden ser transferidas a partir de grados de apropiación diferentes.
5. No copiar miméticamente las teorías sino aquello que resulte pertinente de ellas
en relación con la práctica docente. Las teorías no son una moda o ropaje que uno
utiliza siempre y cuando le convenga sino constituyen paradigmas a partir de los
cuales los sujetos explicamos el mundo que nos rodea.
6. Desconfiar del argumento de autoridad ya que ser un eximio investigador del
lenguaje no presupone ser un buen docente ni proponer transferencias válidas y
útiles de la teoría a la práctica.
7. No confundir escepticismo específico con escepticismo radical; es decir, aunque
en la utilización del lenguaje se da cierta dosis de imprevisibilidad o variación
todavía es posible enseñar algo y existen, en la lengua y en la literatura reglas,
regularidades o convenciones que dan cuenta de ello (según informan algunas de
las diferentes teorías y subteorías).
Además, los saberes didácticos que se construyen en las clases deben apuntar tanto a la
dimensión individual o personal como colectiva. Si bien el paradigma comunicativo de la
enseñanza de la lengua y la literatura de los noventa daba cierta prioridad a la dimensión
social, el nuevo paradigma didáctico en el que se basa la nueva prescripción curricular
integra otras dimensiones con el objeto de comprender la compleja dinámica que se
produce entre la lengua, los sujetos, la sociedad y la cultura: un individuo se inscribe en
30
un espacio cultural o de “simulación colectiva” que lo constituye como miembro de grupo;
por otro lado, el individuo puede hacer contribuciones a dicha cultura con una
participación activa. El mundo de la cultura, en efecto, es mucho más de lo que se
encierra en el concepto de comunicación: la cultura presupone conocimientos, valores,
actitudes, ideologías y normas que conforman la “visión de mundo” o la “mentalidad” que
caracteriza a un grupo: sus semejanzas y sus diferencias con otros. La educación
lingüística y literaria tendrá, así, un mayor impacto si se fundamenta en este concepto
más amplio de cultura relativizando la importancia de la comunicación. La dimensión
social se verá enriquecida, así, por una dimensión individual y universal y se
trascenderán, entonces, las fronteras de los conocimientos y los aprendizajes
inscribiéndolos en esquemas más integrales y profundos gracias a los que podrán
interpretarse los diversos fenómenos de la realidad simbolizados mediante el lenguaje.
Por eso, los docentes debemos cuidar la articulación y la jerarquización de los contenidos
estableciendo claros criterios de secuenciación fundamentados no solamente en la
complejidad conceptual que estos involucran, sino también en los saberes previos que
presuponen, las estrategias y habilidades que ponen en juego, e, indudablemente, la
etapa evolutiva y madurativa de los estudiantes, eliminando preconceptos débilmente
sustentados tales como “esto me funciona en tal año”, “esto los chicos no lo entienden”,
logrando, por el contrario, una intervención docente metódica, progresiva y gradual que
atienda, también, al desarrollo de los sujetos como personas y que permita trabajar el
lenguaje en toda su dimensión: estructura –sistema-, uso -formas como se sitúa la lengua
en contextos perceptuales, psicológicos, socio-culturales- y función –propósito que guía el
uso y transformación que el lenguaje opera en dichos contextos-. Del mismo modo,
tendremos que aprender a formular criterios y crear instrumentos suficientes que permitan
evaluar las prácticas propias y las ajenas. En efecto, hemos padecido una suerte de
anomia por la cual no alcanzamos a desarrollar un espíritu crítico y valorado que nos
facilitara la reflexión acerca de los criterios, logros, dificultades y limitaciones involucrados
en los procesos de elaboración, seguimiento y evaluación sistemática de los proyectos de
los que formamos una parte activa y de los procesos de los aprendizajes de nuestros
propios alumnos y alumnas. Esto se ve con claridad, por ejemplo, en el hecho de que aún
no hemos logrado sintetizar la evaluación cualitativa y la cuantitativa optando, a la hora de
elegir, por la segunda puesto que aún centramos nuestra práctica de evaluación en
parejas correcto/incorrecto, mucho/poco; riqueza/pobreza; etc.
31
Conclusiones
Las observaciones de la realidad de las aulas muestran que nada indica que no podamos
modificar nuestras prácticas docentes de modo de convertir nuestras clases de Lengua y
Literatura en un lugar diferente donde se enseñe a partir de una experiencia diferente.
Una nueva actitud, que denominamos hermeneútica, y un nuevo encuadre, que llamamos
cognitivo cultural, harán posible que la enseñanza de la lengua materna y la literatura se
renueve, desarrollando, en docentes y estudiantes, actitudes y habilidades para:
-Adoptar una actitud frente a nuestras tareas con y mediante el lenguaje, consolidando
así, la denominada “formación lingüística”: asombrarse ante un fenómeno lingüístico,
reconocer el fenómeno que pretende comprenderse, coleccionar datos, organizarlos y
clasificarlos, aprender, nombrar, usar conceptos para dar cuenta de los datos, formar
hipótesis , probarla buscando contraejemplos y revisarla hasta que esta dé cuenta de los
datos del modo tan consistente como sea posible a fin de hacer las predicciones
adecuadas. La creatividad, en todo caso, será un fuerte sustento en nuestras prácticas.
-Promover una educación integral que establezca sus bases en la defensa de la dignidad
humana. Esta dignidad presupone, entre otras cosas, la defensa de la lengua propia. Para
ello, una educación lingüística se deberá sustentar en tres pilares: creencia en el valor de
las lenguas y sublenguas diferentes –la diversidad-, el deseo de conocer dichas lenguas
diferentes y, por último, la fidelidad y compromiso con la lengua propia, creando la
conciencia en los estudiantes sobre su importancia y su complejidad y sobre la estrecha
relación que esta posee con la cultura de la cual surge y, a la vez, determina.
-Propiciar, en forma paulatina, la reflexión teórica sobre el discurso literario, los problemas
inherentes a la situación pragmática tanto del proceso de producción y circulación de los
objetos literarios, como así también del proceso de enseñanza-aprendizaje de dichos
objetos ya que estos tienen un contexto histórico preciso que el docente no debe dejar de
considerar.
32
- que tal apertura incite al diálogo de la literatura con otros campos del saber
(historia, filosofía, sociología, cultura y comunicación) como así también con otros
lenguajes artísticos y por lo mismo contribuya al desarrollo de una hermeneusis más
densa y compleja;
- que se profundice especialmente el contacto con textos de la literatura argentina
e hispanoamericana, sin perder de vista los espacios de negociación y tensiones con
campos culturales europeos, instalando de este modo la idea de la literatura como un
patrimonio culturalmente compartido y compartible, como así también la posibilidad de
visualización de las tradiciones socio/histórico/culturales inscriptas y activas en el proceso
de la comunicación literaria, y sus posibles relaciones con el presente;
- que, por eso, y en definitiva, se refuerce el sentido histórico/político de la
hermeneusis.
Bibliografía comentada
1-. Barthes, Roland, Crítica y verdad. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976.
En 1966, en el marco de su polémica con Picard (uno de los máximos exponentes de la
crítica académica francesa), Barthes publica Critique et verité (Crítica y verdad). El
principal argumento de Barthes es que lo que Picard considera fundamentos (las certezas
del lenguaje, las implicaciones de la coherencia psicológica y las exigencias estructurales
del género) son de por sí interpretaciones fundadas en una ideología que los académicos
quieren presentar como la razón misma. Según Barthes, la cuestión principal es la
resistencia de la crítica académica a aceptar la naturaleza simbólica del lenguaje. En la
segunda parte del libro, Barthes propone un programa para los estudios literarios.
Distingue entre crítica (actividad que asume la responsabilidad de atribución de sentido a
una obra) y ciencia de la literatura o poética (análisis de las condiciones de significación,
tratando la obra como una forma vacía que puede recibir su sentido de la época en la que
es leída). La actualidad de esta propuesta hace de ella un valioso material para la
reflexión sobre la práctica de transmisión de saberes vinculados a la literatura.
2-. Bourdieu, Pierre et al., Problemas del estructuralismo. México, Siglo XXI, 1967.
33
El concepto de "campo intelectual", elaborado por Pierre Bourdieu en el marco de la
investigación sociocultural, aparece como una herramienta teórico-metodológica muy
apropiada para la enseñanza de la literatura en el sentido de que repone el contexto y las
condiciones de producción para valorar los bienes simbólicos. La autonomización del
campo intelectual -que implica la constitución de un dominio dotado de normas propias de
legitimidad y consagración- es siempre un resultado histórico que aparece ligado a
sociedades determinadas. Así Bourdieu centra su reflexión en las peculiaridades de los
campos intelectuales propios de las sociedades occidentales modernas en los que se
reivindica la autonomía de la creación cultural frente a toda otra imposición exterior
(política, religiosa o económica); explica el campo intelectual como un sistema de
relaciones integrado por obras, instituciones y un conjunto de agentes intelectuales
(desde el escritor al editor, del artista al crítico) y señala la lógica que lo subyace: la lucha
o competencia por la legitimidad cultural. El campo intelectual incluso opera, además,
sobre cada miembro devolviéndole una imagen pública de su propia obra -su valor, su
verdad, etc.-, con la que el mismo creador debe ajustar cuentas así sea para rechazarla.
El autor llama “capital cultural” al conjunto de problemas y temas, modos de percibir y de
razonar, hábitos mentales y códigos retóricos comunes a una sociedad que hacen posible
la comunicación cultural dentro de ella. Trasmitido mediante mecanismos diversos -la
escuela es uno de ellos-, dicho "capital simbólico" constituye algo así como la
infraestructura implícita de los mensajes culturales, que estos eliden porque está
sobreentendida. La cultura, entonces, no se añade como una determinación exterior a una
intención creadora madurada independientemente del campo intelectual en que está
inscripta. Una intención se especifica como proyecto intelectual concreto, objetivado en
obras particulares, mediante la dialéctica que se establece entre sus exigencias y el
campo intelectual (con su correspondiente campo simbólico) del que forma parte.
4-. Eagleton, Terry, Una introducción a la teoría literaria, Buenos Aires, FCE, 1988.
Eagleton establece los problemas en torno de una definición de la literatura mediante una
revisión crítica de las principales corrientes de la teoría literaria del siglo XX. El rigor
metodológico de Eagleton y su claridad expositiva convierten su texto en un material de
consulta de suma utilidad para la enseñanza de la literatura para redefinir los diversos
enfoques, los diferentes marcos teóricos y las estrategias metodológicas que subyacen a
cada una de las teorías desarrolladas por el autor.
5-. González Nieto, Luis, Teoría Lingüística y enseñanza de la lengua (Lingüística para
profesores). Madrid, Cátedra, 2001.
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Este libro, sin duda, puede convertirse en una herramienta de gran utilidad para el
docente del Nivel Polimodal ya que el autor centra su reflexión sobre la problemática que
gira en torno de la Didáctica de la Lengua y la Literatura en el contexto de la Escuela
Secundaria Obligatoria de España (ESO) y el Curso de Orientación Universitaria (COU)
favoreciendo, con ello, una transferencia significativa. A pesar de su presentación como
manual de “teoría lingüística” González Nieto manifiesta, en toda ocasión, una clara
preocupación por contribuir con la elaboración de un saber didáctico de la lengua y la
literatura actualizado, acorde con la lógica de las diversas disciplinas implicadas, con los
requerimientos institucionales y también con las necesidades y expectativas de los
alumnos y alumnas. Por esto, en el texto se desarrollan un conjunto de núcleos
conceptuales, orientaciones didácticas y criterios de evaluación, estructurados en torno
de las diferentes ciencias del lenguaje a fin de guiar al lector y organizar la exposición –la
filosofía del lenguaje, la psicolingüística, la sociolingüística, la lingüística de la
comunicación I: enunciación, sintaxis, semántica y pragmática y la lingüística de la
comunicación II: análisis del discurso y lingüística del texto- que será de gran ayuda a los
docentes para planificar sus acciones puesto que lo orientarán en sus prácticas con
observaciones agudas y, especialmente, con un gran sentido de realidad.
7-. López Valero, Armando, “Hacia una conformación histórica de la Didáctica de la Lengua
y la Literatura”, Didáctica (Lengua y Literatura) 10, Madrid: Editorial de la Universidad
Complutense, 1998; 231-251.
En este artículo se desarrollan algunos aspectos claves referidos a la Didáctica de la Lengua
y la Literatura y a su concepción funcional: qué disciplinas han actuado como paradigmas
rectores, en particular el caso de la lingüística, la literatura, la sociología, la psicología y la
pedagogía; cuáles han sido los paradigmas de enseñanza de la lengua y la literatura más
representativos y cuáles entran en conflicto en la actualidad; de qué modo un enfoque
didáctico basado en la función comunicativa del lenguaje determina estrategias
metodológicas para la enseñanza de Lengua y Literatura; cómo debe redefinirse la
competencia comunicativa y cuál es la tensión que puede establecerse con la
competencia literaria, y, finalmente, de qué manera se diferencian la didáctica de la
lengua de la lingüística teórica y de la lingüística aplicada. En suma, López Valero acerca
al lector algunos planteos válidos para repensar la práctica de la enseñanza, los marcos
epistemológicos, pedagógicos, individuales y sociales en que esta se inscribe, para
delimitar dicha práctica diferenciándola de la investigación, y ofrece interesantes
35
sugerencias metodológicas para realizar la transposición didáctica de los contenidos de
enseñanza.
8-. Sarlo, Beatriz. Escenas de la vida posmoderna. Buenos Aires, Ariel, 1994. Texto
fundamental para pensar el lugar de la literatura y de las prácticas culturales en el marco
de las transformaciones operadas en la Argentina posmoderna, en particular la mutación
cultural producida por la “masmediatización” generalizada- proceso dominado por la
hegemonía del mercado-, a la vez que permite establecer las diferencias y vínculos entre
la cultura mediática y la cultura letrada. Este libro puede proveer a los docentes
herramientas conceptuales y un marco de discusión teórico para repensar aspectos
fundamentales de la literatura desde el enfoque cognitivo-cultural propuesto.
9-. Soriano, Marc, La literatura para niños y jóvenes, Buenos Aires, Colihue, 2001,
traducción, adaptación y notas de Graciela Montes.
Marc Soriano fue el creador de las cátedras de Investigación y Reflexión sobre Literatura
Infantil y la Literatura Popular en la Ècole Practique des Hautes Estudies de París. En la
literatura para niños y jóvenes analiza, mediante artículos ordenados alfabéticamente,
temas, problemas, autores, obras clásicas y contemporáneas con un enfoque
multidisciplinario capaz de poner en evidencia los lazos entre el individuo, su tiempo y las
manifestaciones culturales, alertando sobre las formas de exclusión crecientes y el
impacto de los medios sobre la cultura. Sus análisis de la literatura infantil y juvenil son
para Soriano tareas siempre en gestación, expresión del tejido social de sus actores,
terreno de luchas agitadas, de debates tácticos, juego entre lo imaginario y lo real, entre el
sujeto y su época. Después de una breve introducción histórica, se incluyen los diferentes
artículos dedicados algunos a autores ilustres y otros a las diferentes cuestiones que
implican la literatura infantil y juvenil que se plantean en forma independiente aunque
rodeadas de remisiones a otros artículos y a otros temas.
10-. Tusón, Jesús El lujo del lenguaje. Buenos Aires, Paidós, 1996.
En este texto, Jesús Tusón, en un estilo especial que combina la poesía, la coloquialidad,
la ciencia y la filosofía, realiza un conjunto de consideraciones valiosas acerca de la
naturaleza de las lenguas humanas y de su extraordinaria riqueza, que ni el investigador
ni el docente ni aun el lector común deben desestimar. Para este autor el lujo del lenguaje
radica en tres bienes: la unidad, la diversidad y la densidad en su significación. Trabaja la
unidad a partir del origen de las lenguas, de su adquisición y de las formas de
estructuración común; la diversidad, a partir de los actos y funciones sociales, dialectos,
registros y normas; y la densidad, a partir de un estudio filosófico sobre la naturaleza de la
lengua, su relación con el pensamiento, con el poder y con la poesía. Se trata de un texto
que aúna la reflexión lingüística con la reflexión ética y estética que, a juicio de Tusón,
suscita el propio uso de la lengua. En efecto, su preocupación como educador se basa en
su inquietud por sentar las bases de una verdadera educación lingüística que convierta a
los hombres en seres libre capaces de valorar el lujo del don del lenguaje que estos
poseen.
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medio neutro y pasivo: por el contrario, continuamente debe ser renovada, recreada,
defendida, modificada; siempre es resistida, limitada, alterada, desafiada por presiones
que no le son propias. Aparece aquí uno de los puntos más interesantes de la
argumentación de Williams: en lugar de considerar la cultura únicamente como proceso
de producción y difusión de valores, centra una perspectiva de su análisis sobre los
momentos del cambio y la transformación. En el campo de la cultura, como en cualquier
otro espacio de lo social, no es la simple transmisión de un dominio invariable; por el
contrario, cualquier proceso de hegemonía debe estar especialmente alerta a las
alternativas opuestas que lo cuestionan y amenazan. Las investigaciones concretas
deberán dirimir si los elementos contrahegemónicos se originan siempre
precondicionados por la cultura hegemónica o si, por el contrario, es posible que se abran
brechas y se impongan elementos radicalmente nuevos. Articuladas con la de hegemonía,
aparecen las categorías de residual y emergente, como formaciones culturales
significativas en sí mismas y en lo que revelan sobre la hegemonía. Williams discrimina
con especial cuidado entre residual y arcaico, dado que su función en la formación cultural
es diferente. Los elementos residuales, aunque constituidos en el pasado cultural, son
experimentados como presentes y activos. Se trata de supervivencias que, en ocasiones,
tienen un sentido contestatario respecto de la cultura hegemónica, pudiendo incluso llegar
a convertirse en alternativa, por ejemplo, el folklore, como cultura de las clases
subalternas. Lo residual y lo emergente ocupan lugares homólogos en la formación
cultural dominante. Muchas veces lo nuevo aparece como desarrollo probable de
tendencias hegemónicas, pero también puede surgir como conjunto de valores estéticos,
culturales e ideológicos de signo opuesto, vinculados a nuevos grupos sociales y a la
constitución de una nueva hegemonía que, con esos elementos, edificará una nueva
formación cultural. Como la cultura hegemónica difícilmente admite la existencia de áreas
reservadas, ajenas, alternativas, suele suceder que todo lo emergente sea percibido como
oposicional y, en tanto tal, tenderse a su anulación o a su reincorporación, si es necesario
al precio de reestructuraciones globales. Residual y emergente, en el pensamiento de
Williams, sistematizan las líneas de conflicto social, ideológico y estético que atraviesa el
campo de la cultura. Al destruir el mito de una homogeneidad cultural, quedan planteadas
a la sociología de la literatura las tareas del análisis de las estratificaciones específicas.
Esta consideración de la cultura a partir de las condiciones materiales de la existencia
invita a reflexionar acerca de las posibilidades transformadoras de las prácticas culturales,
y el rol de la enseñanza en este proceso.
Bibliografía general
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