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LA POTESTAD DE

GOBIERNO
Cann. 129-135
INTRODUCCIÓN
• La Iglesia ha heredado de Cristo su misma triple función: profética (maestro -
enseñar), sacerdotal (pastor - santificar); real (pontífice – regir), según enseña el
Concilio Vaticano II (LG 21b).
• Para servir a esa misión se da la potestad sagrada, cuyo origen está en el Padre,
que se la ha dado al Hijo y este la ha comunicado a Pedro y los demás apóstoles,
para que en su nombre gobiernen, santifiquen y enseñen (Mt. 28, 16-20; LG 10,
18, 27).
• Esta potestad sagrada, cuyo concepto es teológico, es el origen y sustento de la
potestad de régimen, de índole esencialmente jurídica, mediante la cual se
gobierna al pueblo de Dios constituido en este mundo como sociedad ordenada a
su fin.
• No soluciona el CIC, las discusiones doctrinales sobre el origen de la potestad
en la Iglesia y la conexión entre la potestad de Orden, recibida por la
recepción de este sacramento y ejercida sacramentalmente, con la misión
canónica y la potestad de régimen.
• El problema surge al intentar determinar cómo esa potestad sagrada,
sacramentalmente recibida, se transmite y se ejerce, pues el propio Concilio
también señala a los laicos destinatarios de algún tipo de potestad inherente a la
recepción del bautismo (LG 33).
• En cualquier caso, la función de gobierno no es tarea asignada a los laicos, que
tienen una labor diversa y propia (cann. 224 y siguientes), sino la jerarquía,
motivo por el cual la regulación codicial sobre la potestad de régimen contenida
en estos cánones deberá complementarse con el libro II dedicada a los titulares
de esta potestad (cann. 330-572).
• El can. 129, sin normativizar ninguna de las posturas actualmente debatidas, sobre las cuales la
doctrina debe continuar profundizando, afirma:

a. El origen divino, por voluntad positiva de Cristo, de la potestad de régimen (a


diferencia de la potestad humana, que deriva de la naturaleza social del
hombre), de ahí que sólo haya posibilidad de entenderla y aceptarla libremente
desde la fe.
b. Señala su equivalencia con la llamada potestad de jurisdicción
c. Establece una disposición positiva en cuanto a los sujetos hábiles para ejercerla
(los ordenados), sin afirmar que sea exclusiva de ellos.
• Sin embargo, sí evidencia la íntima e imprescindible relación entre potestad
de régimen y sacramento del Orden, el cual capacita sacramentalmente para
poder ejercer la potestad sagrada en nombre de la Iglesia (en su dos espacios de
acción la doctrina y los medios de santificación) y participar en el único
sacerdocio de Cristo, bien en plenitud (obispos), bien limitadamente como
cooperadores de ellos (presbíteros). Los diáconos, en cambio, aún no siendo
partícipes del sacerdocio ministerial y no teniendo capacidad de ejercer las
acciones propias de Cristo Cabeza, pueden ejercer funciones propias del
presbítero según derecho y dependencia del obispo o sacerdote.
• La íntima dependencia entre Orden y potestad sagrada es clarísima cuando esta
ha de ejercerse en fuero interno sacramental.
• El derecho por tanto, hace una habilidad general a favor de los ordenados, por ser
el Orden la fuente primaria de la potestad, pero al mismo tiempo dispone que, para
el ejercicio concreto, se requiere la determinación jurídica oportuna de la autoridad
de la Iglesia, que es la que especialmente a través de la colación del oficio (cargo
estable) el mandato o delegación, delimita la potestad concreta que se recibe, sus
características (can. 135) y su uso (reservas, facultades, transmisión). Por eso el
canon pone en relación la habilidad con las prescripciones del derecho.
• El código no da la definición de potestad de gobierno. Considerando sus
elementos esenciales, puede definirse como la púbica potestad conferida por
Cristo a la Iglesia de regir y organizar pastoralmente al pueblo de Dios, para
obtener los fines que le son propios y del fin supremo que es la vida eterna.
• La potestad de gobierno (potestas regiminis) es también potestad de jurisdicción.
Ambas expresiones son equivalentes y se encuentran en la legislación precedente
(can. 196 CIC 1917). Pero, mientras que en el código del 17 el término
jurisdicción es usual, el código del 83 prefiere usar potestad de régimen o
gobierno, en cuanto más exacto, en cuanto que en la legislación civil, jurisdicción
indica el ejercicio de una potestad judicial.
EL SUJETO PROPIO DE LA POTESTAD DE
GOBIERNO
• Cristo confirió el poder de gobierno en la Iglesia a los apóstoles y sus sucesores.
Consiguientemente, la Iglesia no es una sociedad democrática en el sentido
político del término.
• La Iglesia tiene su estructura propia. Por voluntad de Su Fundador, es una
“sociedad jerárquica” en la cual la autoridad deriva directamente de Cristo y es
ejercida por los Sucesores de los Apóstoles.
SUJETOS DE LA SUPREMA POTESTAD DE
GOBIERNO
• El Romano Pontífice y el colegio de obispos, en comunión
jerárquica con la cabeza (cann. 331; 332 §1; 333 §1; 336,
337.

DEL ROMANO PONTÍFICE


331 El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó
singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es
cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual,
por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal
en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente.
SUJETOS DE LA POTESTAD DE GOBIERNO
EN LA IGLESIA PARTICULAR

• Obispo diocesano (can. 381 §1; 391) y prelados a el equiparados a


norma del can. 368 y 381§ 2)
OTROS ORGANISMOS DE GOBIERNO

• Los ordinarios y ordinarios del lugar (can. 134 §§ 1-2)


• Los concilios particulares (can. 445)
• Las conferencias episcopales (can. 455)
• Los superiores mayores y los capítulos generales de los institutos y de las
sociedades clericales de derecho pontificio (can. 596)
• Los prelados personales (can. 295 §1)
LA COOPERACIÓN DE LOS LAICOS
CAN. 129 § 2
• Por voluntad de Cristo, la Iglesia es una sociedad jerárquica, pero es sobretodo y
principalmente una comunión entre las varias Iglesias y entre todos los miembros
que hacen parte. Tal comunión tiene su principio en la acción vital del Espíritu
Santo.
• Esto exige y comporta a todos los fieles, los cuales, en virtud del bautismo son
incorporados a Cristo y adscritos a la Iglesia y hechos partícipes de la función
mesiánica de Cristo, con la obligación de colaborar, participando efectivamente
en el mismo ejercicio de gobierno, en los límites determinados por el derecho.
• El can. 129 §2 representa una radical novedad en el ordenamiento eclesiástico.
El can 118 del código anterior, de hecho, excluía en modo absoluto a los laicos
en el tema de la potestad de gobierno, que estaba reservada a los ministros
sagrados.
• Pero, una tal novedad, aún así, entra en contradicción con el §1, al decir que solo
los ministros sagrados son hábiles, es decir, capaces de recibir y de ejercitar la
potestad de gobierno. El contraste se agrava, si se considera el can. 274, en el
que se dice que solo los clérigos pueden obtener oficios, en cuanto que su
ejercicio requiere la potestad de gobierno eclesiástico.
ALGUNOS AUTORES SE ORIENTAN A
INDICAR LO SIGUIENTE
• El can. 129 y el 274, ponen la afirmación de principio en cuanto que solo los
ministros sagrados son de por sí hábiles y tienen el derecho de recibir y ejercitar
en la Iglesia el poder de gobierno.
• Pero esta afirmación de principio no son absolutas, es decir, no excluyen, que en
algunos casos, la debida sujeción a la autoridad eclesiástica, puedan los laicos ser
llamados por la jerarquía a prestar colaboración en específicas tareas de
actividad jurisdiccional.
• Pero faltaría mayor claridad en el canon, para no dar pie a incertezas.
PROBLEMAS ULTERIORES
¿BASTA LA POTESTAD DE ORDEN PARA
EJERCER LA POTESTAD DE GOBIERNO?

• Desde la tradición canonística, la respuesta es negativa. La ordenación sagrada confiera al


ministro una habilidad ontológica, radical, pero para que esta sea efectiva, se necesita la missio
canonica de parte de la competente autoridad.
• Una persona, afirma una nota explicativa al respecto dice por ejemplo: “Una persona se vuelve
parte del colegio episcopal en virtud de la consagración y mediante la comunión jerárquica con
la Cabeza del Colegio y los miembros. En la Consagración es dada una ontológica participación
de los sagrados oficios.
• Se usa la palabra “oficio” y no “potestad”, porque esta última voz podría ser
entendida como una potestad libre al ejercicio, y es necesario que intervenga la
determinación canónica o jurídica de parte de la autoridad jerárquica. Esta
determinación de la potestad puede consistir en la concesión de un oficio
particular.
• Esta determinación jurídica es la missio canonica, si la cual los actos
sacramentales serían ilícitos aunque por sí válidos (a excepción del sacramento
de la penitencia, por la cual no basta la potestad de orden según el can. 966 § 1,
mientras que los actos de gobierno serían de por sí privados de efecto.
¿UN NO BAUTIZADO?
• Concretamente, en particulares circunstancias: ¿se podría pedir a personas no
bautizadas la asistencia canónica al matrimonio (can. 1112) o confiarle un oficio
de consejero (can. 1424) o de auditor (can. 1428) en los procesos eclesiásticos o
de juez en un tribunal colegial?
• Se ha admitido, en casos particulares, de necesidad, el bautismo pueda ser dado
por un no bautizado (debita intentione motus (can. 861 §2), de manera que a
partir de este principio, no se ve por qué no pueda asistir un matrimonio por
ejemplo.
ALGUNOS OFICIOS QUE EJERCEN LOS
LAICOS
• La posición del laico como sujeto de la potestad de régimen se sitúa en términos
de cooperación, cuyo grado será determinado por el derecho en cada caso. Es
claro que el bautismo no capacita para dirigir o presidir una comunidad de fieles
en nombre de Cristo cabeza, capacidad que se recibe por el sacramento del Orden,
y es también evidente, por tanto, que los fieles no ordenados quedarán excluidos
de aquellos actos de potestad propios del ministerio ordenado (ej: la
administración de la penitencia).
• No obstante, diversas disposiciones codiciales les habilitan para ejercer algunos
cargos o desempeñar concretas funciones que sin tener atribuida propiamente
potestad de régimen, les permiten tener una verdadera participación a través del
oficio, la cual no podría explicarse si se negase que el laico recibe esta capacidad
por el bautismo.
• En esta línea debe entenderse:

1) Canon 1428 §2, que autoriza al Obispo a designar laicos para el oficio de juez
auditor.
2) Can. 1435, que permite el acceso a los oficios de promotor de justicia y
defensor del vínculo;
3) Can. 483 que dispone que cualquier persona de buena fama pueda ser canciller
o notario;
4) Can. 494, que admite implícitamente la posibilidad de que un laico pueda ser
ecónomo.
• Un tanto diferente es la disposición del can. 1421 §2, según el cual la
Conferencia Episcopal puede permitir el nombramiento de jueces laicos que
formen parte del Tribunales colegiados (formado por clérigos y un laico), pues
el juez eclesiástico tiene atribuida por su oficio la potestad de régimen judicial
(can. 135 §3).
• Podría parecer una contradicción entre el can. 129 y el can. 1421, pero puede
explicarse como una aplicación al principio de actuación de los órganos
colegiados, según el cual la decisión la adopta el propio colegio (la decisión es
tomada en colegio y no como personas individuales).
FUERO INTERNO Y EXTERNO
CAN. 130
• En razón de su naturaleza y finalidad, la potestad de gobierno de la cual goza la Iglesia, tiene
un ámbito muy vasto. En un Estado, por ejemplo, la competencia en cuanto a los ciudadanos es
limitada, solo el foro externo. Mientras que en la Iglesia, se extiende incluso a la íntimo de los
fieles, pues también en este ámbito hay necesidad de guía. Sin embargo, no se identifica
directamente con la conciencia, pues ahí interviene Dios como juez (GS 16), mientras que en el
foro interno interviene la Iglesia.
• No siempre es fácil distinguirlos, pero el foro externo pertenece a la disciplina, el orden, las
relaciones públicas de los fieles con la autoridad.
• El foro interno, todo lo que pertenece al ámbito de la conciencia, y de la relación íntima con
Dios, y las acciones ocultas que permanecen ahí.
• De ahí que un superior no puede intervenir en el ámbito del foro
interno o de conciencia, ejerciendo la potestad de gobierno que
tiene.
• Es necesario precisar que público no es lo mismo que externo, en
cuanto el ejercicio de la jurisdicción externa puede permanecer
oculto; pero el ejercicio público es siempre externo.
• Por ejemplo, en base al can. 262 el rector ejerce el oficio de párroco
para todos los que se encuentran en el seminario, si dispensa a un
seminarista en el foro interno de un voto privado (can. 1196, 1°) lo
hace por medio de un acto de jurisdicción externo, pero oculto, es
decir, no público.
El foro externo puede ser judicial o extrajudicial y el judicial
a su vez, puede ser contencioso o penal (can. 1400).
• El foro interno puede ser sacramental (Reconciliación
(cann. 1079§ 3; 1080 §1; 1082 §2; 1355 §2; 1357 §1)
• Extrasacramental (ej. Dirección espiritual).
• En el foro interno por ejemplo, se puede remitir una pena
oculta por un delito oculto, para que sea tutelada la buena
fama.
• La Penitencia Apostólica, en base al can. 1042§ 2, 2°,
dispensa en el foro interno, es decir, en modo oculto, a un
seminarista de una irregularidad para recibir las órdenes
causada por ejemplo por una cooperación positiva en un
aborto (can. 1041, 4°).
CAN. 131: POTESTAD ORDINARIA Y
DELEGADA
• En el ordenamiento canónico la potestad de gobierno ordinaria es aquella que
va unida ipso iure a la del oficio. Se requieren dos elementos:
1. El oficio eclesiástico legítimamente constituido, según el can. 145 §1
2. La potestad de jurisdicción.
Si falta uno de estos elementos o condiciones, no se tiene potestad ordinaria sino
delegada.
• La potestad delegada es aquella que recibe la persona como tal, por lo que es
indiferente que sea titular de algún oficio o no. La delegación puede provenir de
la misma ley (can. 1079§ 2); 1080 §1)
• O bien recibirse a través de un acto administrativo de la autoridad competente; y
puede otorgarse para una generalidad de casos o para uno en concreto. El
delegado adquiere, por el acto de delegación, la facultad para ejercer una
determinada potestad, pero no la titularidad de la misma, que sigue
correspondiendo al delegante, motivo por el cual deberá atenerse a los términos
del mandato recibido (can. 133).
POTESTAD ORDINARIA PUEDE SER PROPIA
O VICARIA
• Propia: cuando el titular del oficio, de por sí autónomo, la desempeña en nombre propio (Papa, los
obispos, algunos de sus equiparados en el derecho, los párrocos, los superiores mayores de institutos
religiosos clericales de derecho pontificio, etc)
• Vicaria: potestad que aunque sea ordinaria por proceder del propio oficio, se ejerce en nombre del
titular de otro oficio capital, al cual está subordinario, de cuya potestad participa y con el cual forma
una unidad de actuación (tipos de vicarios, del Papa, del párroco o del superior religioso). El titular
del oficio principal es superior jerárquico del auxiliar, por lo que dirige su actividad, tiene derecho a
reserva de tareas, dispone de nombramientos, del cese, etc.
CAN. 132

• La facultad habitual son facultades o poderes particulares concedidos por la


autoridad competente perpetuamente o por un tiempo o por un determinado
número de casos, a la persona individual o a personas en razón de titularidad de
un oficio. Por ejemplo, la facultad de escuchar las confesiones de los fieles, de
administrar la confirmación, de asistir matrimonios, de dispensar, de predicar.
CAN. 132 LOS LÍMITES DEL MANDATO DE
LA DELEGACIÓN
• La delegación es un acto jurídico consistente en un mandato o encargo de hacer
algo concreto, acompañado de la transmisión de la potestad necesaria para
realizarlo, que se da a una persona bien, atendiendo a sus cualidades personales
(Pericia, prudencia), o por razón del oficio que ocupa (párroco).
• El delegado solo tiene esa potestad para proceder respecto al objeto y a las
personas concretas a las que se refiere el encargo, por lo que toda actuación que
exceda esos límites, será nula por ser realizada por una persona incompetente.
• Lo mismo si, respecto al procedimiento, el delegante ha impuesto algún modo
concreto para la validez de la actuación, lo cual ha de constar expresamente (can.
10) y el mismo criterio respecto al ejecutor en el can. 42.
• De ahí la importancia de que el acto de delegación fije los términos en los cuales
deba cumplirse y que lo haga por escrito, lo cual además de dar certeza, facilitará
la prueba (can. 131§ 3)
CAN 134: ORDINARIOS Y ORDINARIOS DEL
LUGAR
• En el lenguaje técnico jurídico, no todos aquellos que disponen de una potestad
de gobierno ordinaria, aunque sea general, como los párrocos, son denominados
Ordinarios. Tal título está reservado a las personas de las cuales se habla en el
can. 134
ORDINARIOS
• Para la Iglesia universal:
1. Romano Pontífice.
o Para la Iglesia particular

1) Los obispos Diocesanos y todos los que son nombrados para regir una Iglesia particular o una comunidad equiparada (can.
368)
2) Los prelados y abades territoriales.
3) Vicario y prefecto apostólico y el administrador apostólico estable.
4) Los que han sido nombrados para sustituir interinamente a todos los anteriores (can. 413; 419; 420-421)
5) Todos los vicarios que tengan potestad ejecutiva ordinaria en todas estas estructuras eclesiales (vicarios generales o
episcopales)
6) Superiores mayores (generales y provinciales)
7) Ordinario castrense, ordinario militar dotado de dignidad episcopal
ORDINARIOS DEL LUGAR
• TODOS LOS MENCIONADOS ANTERIORMENTE, excluidos los superiores mayores.

• Cuando el código atribuye sea en el ámbito de la potestad ejecutiva, una potestad


nominalmente al obispo (ej can 520), exclusivamente a él y a sus equiparados
según derecho, pueden ejercerla.
• En estos casos, los vicarios sólo pueden actuar válidamente por delegación del
Obispo, aunque este podría delegarles para la generalidad de los casos.
Este esquema,
aunque en
italiano, facilita
entender quienes
son llamados
ordinarios,
quienes
ordinarios del
lugar y quien
obispo diocesano
o equiparados.
CAN 144: LA SUPLENCIA DE LA POTESTAD
EJECUTIVA

• El legislador universal prevé en este canon la posibilidad de que la


Iglesia, en virtud de la potestad, supla la falta de potestad ejecutiva o
de facultades concretas en algunos casos singulares (delegación legal,
no personal) en los que se cree que hay o se duda si se ha recibido o
si se tiene actualmente una potestad o una facultad de las que
depende la validez de un acto.
• La finalidad de esta norma es custodiar el bien común o particular de
los fieles, tranquilizando su conciencia y asegurando la certeza de los
actos propios del derecho.
• La suplencia de la Iglesia no sana actos nulos, sino que impide que lo
sean. Estos actos serán válidos y lícitos desde el principio, pues la
Iglesia concede la potestad o facultad para que así sea. Se aplica tanto
en el fuero interno (absolución) como en el fuero externo (falta de
potestad para dispensar en todo el ámbito de la potestad ejecutiva).
• La Iglesia suple lo que de ella depende, es decir, lo que ella puede
conceder (misión canónica), PERO NO AQUELLO QUE ES
EXIGENCIA DEL DERECHO DIVINO, por lo que nunca podrá
suplir por ejemplo: la falta del orden sacerdotal, o la forma y materia
de los sacramentos instituidos por Cristo.
• TAMPOCO SUPLE LA FALTA DE POTESTAD LEGISLATIVA NI
JUDICIAL, que no son propiamente delegables (can. 135 §§2-3) y
exigen total certeza.
• La suplencia hace las veces de una delegación a iure de la potestad ejecutiva
(típicamente delegable) o de las facultades necesarias para administrar
válidamente un sacramento (que se conceden por autoridades en el ámbito de la
potestad ejecutiva.
• La suplencia se otorga siempre de modo puntual, nunca general ni permanente, y
para actos concretos y determinados (ejemplo para un acto penitencial en el que
un sacerdote carezca de facultades para confesar), en las que se dan las
circunstancias de error o duda que contempla el canon.
REQUISITOS:
• Error común: Supone un juicio falso de los destinatarios de la potestad.
• Duda positiva y probable de derecho o de hecho: Consiste en la creencia del sujeto que ejerce
la potestad de que hay gran posibilidad de que efectivamente la posea. La duda puede recaer
sobre la extensión de la ley aplicable a su caso, o sobre si se dan o no en el supuesto concreto las
condiciones que ella exige (ej: si se ha recibido la licencia o facultad necesaria, si se dan en el
fiel los requisitos de edad, peligro de muerte, urgencia. La duda ha de ser positiva es decir, real,
no mera ignorancia probable, es decir que se sostenga con argumentos.

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