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CUERPO Y GOCE EN LA
PUBERTAD
ADOLESCENCIA: EL CUERPO Y SU METAMORFOSIS, DE BEATRIZ GREGORET
PUBERTAD, ADOLESCENCIA Y ESTRUCTURA, DE DAMASIA AMADEO DE FREDA.
LAS METAMORFOSIS DEL CUERPO Y GOCE EN LA PUBERTAD, DE LEONORA HARDMEIER.
La pubertad es un momento de grandes transformaciones, tanto físicas como
psicológicas. Conocemos las consecuencias psíquicas que éstas acarrean, al
punto de que Freud no duda en considerar este momento como a una verdadera
“metamorfosis” de la subjetividad.
“Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida
sexual infantil a su conformación normal definitiva”. (Las metamorfosis de la
pubertad, Freud, 1905).
Es de destacar que las transformaciones físicas abren posibilidades
concretas que antes no existían -la reproducción, por ejemplo- y
modifican la imagen de sí de una forma inédita hasta el momento.
A esto se le suma el hecho de que la fuerza pulsional, sublimada durante el
periodo de latencia, vuelve a catectizar las zonas erógenas sexualizadas
desde la más temprana infancia y se concentra, sobre todo, en los órganos
sexuales que han sido afectados de tan cabal transformación.
Para el púber, el encuentro con el goce siempre es contingente, se produce el
crecimiento del cuerpo, de las funciones sexuales para la reproducción y de los
caracteres sexuales secundarios propios de cada sexo. Ahora, lo crucial está en
que este encuentro tiene el carácter de irrupción, de sorpresa.
La metamorfosis de la pubertad sorprende al sujeto, haciéndolo encontrarse a sí
mismo, con un cuerpo Otro, tanto a nivel de la imagen como en la efervescencia
libidinal que lo aviva en ansias nuevas: brota ahora el arranque de ir hacia el cuerpo
del Otro.
Entonces, hay algo del orden de la reproducción; pero, no porque la pulsión se
subordine a la cuestión de la posibilidad de procrear, sino que hay algo que se
reproduce en el momento de la pubertad, pero que tiene que ver con el “objeto
a”.
Como plantean Silvia Wainsztein y Enrique Millán en su texto Adolescencia. Una
lectura psicoanalítica: “Aunque no es otra cosa que el fantasma lo que encontramos
en esa gestaltung de la que se nos hablaba al principio, es obvio que se trata de la
reorganización retroactiva de elementos preexistentes”. (2000, pág. 24).
Freud destaca que en este periodo hay un despertar de las fantasías infantiles,
las cuales habían tenido como fin dar respuesta a los interrogantes típicos de la
niñez (castración, seducción, escena primaria); a dichas fantasías se le suma
ahora una nueva (mito del nacimiento del héroe), la cual facilita el desasimiento
de la autoridad, que es un proceso fundamental para el pasaje hacia la edad
adulta.
Indica que dichas fantasías son objeto de la libido, hasta tanto ésta encuentre y acepte
un objeto nuevo por fuera del Otro parental. Advierte también, sobre el hecho de que
las fantasías son las precursoras del síntoma.
Encontramos en J. Lacan y en S. Freud los términos de pubertad, joven, la muchacha, los
varones; pero, el término adolescencia no.
Lacan introduce un criterio temporal (lógico) y no de desarrollo.
La función del tiempo en psicoanálisis cobra una dimensión distinta a la cronológica o evolutiva.
Es decir, el desarrollo no es lo que importa, a lo sumo sus discontinuidades, los traumas que lo
marcaron, lo impidieron, lo desviaron. Tampoco le interesa el pasado, sino la historia, que es una
elaboración sincrónica, ficticia, de los significantes alienados en tiempo presente.
La metamorfosis del cuerpo