Eugenio d’Ors
CARTAS A TINA
SINICA
%
PLAZA & JANES, S. A.
EDITORES
Barcelona - Buenos Aires
México, DF. - BogotaPROLOGOEn contra de lo que una tradicion parcial y torpe ha
querido presentar, los catalanes son, en su esencia, gran-
des dialogantes; Ramén Llull podria ser, acaso, el patron
de nuestros dialogantes a escala ecuménica: tanto en sus
hazafias académicas por la Europa de su momento, como
en sus hazajias misioneras por el Africa, de su pasion; la
voz de Llull nace desde Mallorca con intima vocacién
dialogante. Y antes que él, Oliba, abad de Ripoll y obispo
de Vich, y los trovadores catalanes en didlogo constante
con Provenza y con Castilla. Y después de él, en lo que
de catalan tiene —no olvidemos su «De Stabliment de
Scola»—, el valenciano Juan Luis Vives dialogando con
los grandes espiritus europeos de su tiempo y mds tarde
Finestres y de Montsalvo, el canciller cervariense, cuya
palabra epistolar se repartia entre Europa y la Corte, y
mds tarde ain, Balmes, que quiere, por primera vez, dia-
logar con el Protestantismo, y luego Maragall, que tan
eficaz y tenazmente dialogard con Iberia...
Eugenio d’Ors estd en la mejor linea de este, que po-
driamos llamar pensamiento catalan con vocacion univer-
sal, de este afan dialogante. Como él nos dijera en «todo
lo que no es tradicidn es plagio», supo engarzar su pen-
samiento en esta tradicién que hemos resumido demasia-
do apretadamente. El ultimo eslabén de la cadena era
Maragall, y d'Ors le elige como padrino y maestro. El
didlogo de Maragall con Iberia, que la muerte truncara
hace mds de medio siglo, cuyos [ritos sdlo empezamos a
recoger hoy, se prosigue con el didlogo de Xenius con
Europa, que agranda simplemente el dmbito y el hori-8 EUGENIO D'ORS
zonte escogidos por su maestro y padrino. El didlogo
europeo de d’Ors, que se iniciara en una de sus primeras
glosas, en 1906 —«Any Nou a Noruega»—, va salpicando
desde aquel momento las pdginas del Glosario, pero la ci-
fra ultima de este didlogo la encontramos en el libro que
ahora, lector, tienes entre las manos.
Hace trece aiios —en 1953—, cuando me disponia a sa-
lir para el Sarre, un viaje que constituiria significativa-
mente mi primer encuentro consciente con Europa, Euge-
nio d’Ors me dijo cabalisticamente:
«Cuando se encuentre en el Sarre, busque a Tina.»
Alguna vez he contado la emocién que me produjo en-
tonces, aquella admonicién y mi peregrinaje en pos de
una sombra imposible. Y cémo aquellas admoniciones y
peregrinajes me llevaron una y otra vez —después del
viaje y en mis retiros espanoles y americanos— a las pd-
ginas de un libro que d'Ors habia sélo publicado en cata-
lan: «Tina i la Guerra Gran»', Pero lo que mds me emo-
cionard —al paso de los aiios— fue el descubrir que mi
adhesion al libro de Tina, habia sido compartida por el
mismo d'Ors, puesto que a su muerte, entre sus papeles,
que pudimos consultar gracias a la amabilidad de Victor,
el hijo del maestro, se encontraba una versién espanola
del epistolario apasionado que el libro constituyera y que
es, el que ahora, con voluntad de homenaje, ve la luz, y
tu, lector, tienes entre las manos.
Como verd el que leyere, el libro termina con estilo y
cifra orsianos, con un Manifiesto de los Amigos de la
Unidad Moral de Europa, fechado el 27 de noviembre
de 1914. Hace, pues, mds de medio siglo de la segunda
edicidn catalana, que es la que nosotros hemos manejado,
para completar las tiltimas pdginas de la version castella-
na, que Eugenio d’Ors dejard incompleta, precisa, en 1935,
la necesidad que d’Ors sintiera de ensanchar publicamente
la avenida que las cartas a Tina recorrieran, una avenida
cuyos hitos cimeros habian sido la afirmacién de que «la
1 La edicién catalana que consultamos es Tina i la Guerra Gran.
Quaderns Literaris «NoveHes i Novellistes». Vol. 76 (Passié d'Europa-Milicia
d'Eyropa), Vol, 77 (Triomf d’Europa).CARTAS A TINA 9
guerra entre Francia y Alemania era una guerra civil» y
la proposicién de la «Unidad Moral de Europa».
La traduccidn del que prologa, abarca desde el segun-
do parrafo de la carta XCIII, hasta el final. En la versién
orsiana, hasta el punto mencionado, hemos resistido la
tentacién de hacer el mds minimo cambio, después de
consultar, a este respecto, con los hijos del escritor. Nues-
tro criterio, coincidente con el de los herederos de Euge-
nio d'Ors, ha sido el de respetar escrupulosamente el tex-
to que d’Ors nos legara. Puesto que si en alguin momento
se nota cierto apresuramiento en la versibn— mds dra-
mdtico cuando nos percatamos de que no pudo terminar-
la—, creemos que la version actual, tal cual se halla, tiene
un valor documental significativo, al que restaria eficacia
cualquier correccion.
La aparicién de este libro se nos antoja enormemente
oportuna en un momento en que la preocupacién europea
y precursora de Eugenio d’Ors adviene quizds a su total
sentido, en el marco de una Europa que se debate en
ansias de unidad. Mds oportuna, si cabe, porque estas an-
sias han buscado caminos de integracién preferentemente
econémica, olvidando o desoyendo la admonicién orsiana
que pedia, antes de todo, la unidad moral.
Tan oportuna se nos antoja esta edicién que podriamos
llamar partisica —es decir, ni totalmente «édita», ni total-
mente inédita, por tratarse de la versidn castellana de un
libro ya publicado por su autor en catalén—, como nos lo
pareceria la reedicién catalana del libro. Quizds asi nos
dariamos cuenta de algo que, a mi parecer, es importante
cuando se trata de escritores bilingiies, como es el caso
de d'Ors y de muchos de los escritores catalanes: me
refiero al hecho de que expresdndose indistintamente en
una u otra lengua, hoy, d'Ors, como ayer Maragall, no de-
jan de ofrecernos la quintaesencia de su catalanidad, pre-
supuesto necesario para entender su espanolidad. Para
quien quiera ver esto con mirada generosa y abierta, que-
da zanjado un viejo pleito bizantino en el que se ha pre-
conizado, con tesén digno de mejor causa, el uso tinico de
una de las dos lenguas.
Pero dejemos hablar a d'Ors; dejemos hablar a Tina.10 EUGENIO D'ORS
Y busquemos en sus palabras aquella leccién secreta y
escondida que emanaba del consejo que d'Ors me diera
un dia cuando partia para el Sarre. Porque hoy no me
cabe duda de que si cncontramos a Tina, en ella encon-
traremos a Europa, de la que quizds hoy andamos mds
necesitados que nunca.
JAIME FERRAN
7 de agosto de 1966NP.
La serie que aqui se reproduce fue publicada inicial-
mente en un periddico barcelonés, en forma de breves
articulos cotidianos, habitual a una buena parte de la
produccién del autor durante los meses postreros del
memorable ano 1914. Después, y durante los primeros
de 1915, siguieron agitadas sus tesis tedricas y polémicas
en un «Amplio Debate», que Ilené el Glosario, durante
un trimestre mas. Una extraordinaria pululacién de opi-
niones y pasiones acompajié esta salida. Se encresparon
las tales, en conciencias turbadas, de Catalufia y de Fran-
cia principalmente, y también en conciencias turbias, has-
ta limites de impedir por el momento la posibilidad de
desvanecer las falsedades y hasta la misma de reparar
los entuertos. La vindicacién vino cinco anos después,
con la transguerra. Entonces volvié el texto de la narra-
cién a publicarse, esta vez en libro, en un ambiente de
mayor serenidad. Sdlo que, a la vez que las destemplan-
zas se habian aliviado, las tesis habian sido olvidadas.
Y cabe decir que olvidadas han seguido hasta muy recien-
temente, en que nuevas paginas de la historia del mundo
parecen haber devuelto vivacisima actualidad a aquéllas,
en que se proclamé por primera vez la afirmacién en la
unidad moral de Europa y la consideracién de cualquier
guerra europea como una variedad de guerra civil.
La versién en libro de las «Cartas a Tina» es la que
hoy se edita de nuevo. Sus diferencias respecto a la pri-
mera versi6n periodistica habian sido, de todas maneras,
escasas. El titulo primitivo de «Cartas a Tina» se cam-12 EUGENIO D'ORS
bid, como exigia el alejamiento temporal, por éste de
«Tina y la Guerra Grande». La serie de las cartas se dis-
tribuy6 en tres porciones, rotuladas por sendas etiquetas
alusivas a los diferentes titulos de las experiencias que
va realizando sucesivamente el espiritu del corresponsal
de Tina. Se afiadieron a la primera parte dos cartas, me-
ramente descriptivas del ambiente de Barcelona, cuando
las primeras semanas de la guerra europea. Se suprimid
de la segunda parte una discusion sobre las tesis de Hous-
ton S. Chamberlain, hostiles al latinismo, en razén a que
el mismo tema pudo encontrarse tratado con mds am-
plitud en el texto de una conferencia, organizada por la
sociedad «El Sitio» de Bilbao, celebrada en 1915. Se afia-
did, por fin, la dedicatoria a un amigo. Uno de los pocos
adversarios de las «Cartas a Tina» en que nosotros pen-
samos, al establecer la distincién entre las conciencias
conturbadas y las conciencias turbias. Y pensando con la
seguridad de que habra siempre de encontrarse en la pri-
mera categoria.A
Gustave Violet,
catalén de Francia,
maestro escultor,
artesano perfecto
que me ha combatido
con nobleza.PRIMERA PARTEss
PACIENTE EUROPATina, mi amiguita prusiana, tiene siete afios y medio.
Nacié mucho tiempo después que sus hermanos, inespe-
rada y, acaso, no deseada. Tina ist eine Achlissigkeit,
dice su madre, con un aplomo muy neoberlinés... No la
quiere por ello menos: ni esta menos orgullosa de aque-
Ila su lindeza de angel, de angel un poco desmedrado. Ni
pasa con menos ternura su mano por la cabellera rubia
de la nifia: la cual, contra lo ordinario entre sus herma-
nas y amiguitas, no es lacia y ahilada, sino rizada y loca,
parece que por singular atavismo de algun antepasado
bohemio. Tina, sin embargo, tiene un defecto fisico; me-
jor dicho, lo tenia. Ha bizqueado terriblemente, durante
sus primeros anos. No ha mucho, un especialista de
Heidelberg la ha operado con éxito. Unicamente le queda,
resto de aquella mala costumbre, la obligacién de usar,
por un cierto tiempo, unas gafas. A través de estas gafas,
unas fuertes antiparras de plata, Tina, el afio pasado, en
ocasién de una estacién de altura, miraba con atencién
los mufiecos que trazaba, en horas de pereza, la estilo-
grafica de Xenius, antes de romper a alinear vocablos,
para sus prosas. Consecuencia de tales contemplaciones
familiares y detenidas, Tina, al terminar la estacion, de
claré muy formalmente a su madre: «Mammi, Xenius ha
sido aqui mi unico amigo.»3 de agosto
Hace dias, Tina, que me asedia tu recuerdo. Sefiora
Mammi ha escrito a tu Unico Amigo, cémo tu entrabas
corriendo en su cuarto y le gritabas, en llanto deshecha:
Es gibt Krieg! Es gibt Krieg! jHay Guerra...! Cuando tu
asi clamabas, sefiora Mammi, la mala nueva no la creia,
no la queria creer. Te rifié, porque asi la alarmabas. Por-
que el esperar es, en el corazon de los hombres, muy
terco. Toda Europa, en aquel instante, te tubiera refiido
como tu madre. Pero eras tu, pobre Tina, la que tenia
razon... Tal vez, nifios, vuestra inocencia huele anticipa-
damente el horror, como la inocencia de los pajaros anti-
cipa la tempestad.
Dia veintisiete de julio de mil novecientos catorce.
Hay, en un pueblo de Alsacia, una enloquecida criatura
que se despierta y corre a vaticinar, como si, por la no-
che, en suefios, hubiese tenido la revelacién: «jHay gue-
rra!» Y rompe en lagrimas. Y habla, sollozando, del padre
oficial, del hermano oficial también. Y, sin decirlo, piensa
igualmente en su pobre casita y en su pobre jardin. Por-
que tu conoces la guerra. Tu la conoces por las historias
y por las estampas de las historias. Pero, que ahora ha-
bria guerra, ¢quién te lo ha dicho esta manana, sino tu
coraz6n?
Dios lo ha querido, y también, mas de lo justo, los
hombres, jValor, Tina! A ti y a los tuyos, amigos mios,
iValor! Dejadme decir como yo lo necesito igualmente.22 EUGENIO D'ORS
Lo necesito al pensar en vosotros, amigos, al pensar en
nosotros, y en todas aquellas cosas que mds amo, aque-
llas fragiles cosas espirituales, que no son todas vuestras,
pero que tampoco son de los otros todas... Porque veo
a mi lado a las gentes tomar muy de prisa partido. Y yo
también lo tomaria, siguiendo mis preferencias de raza,
mis preferencias de gusto, mis preferencias de mente.
Pero, ¢y todo lo que, entre lo mejor de lo mas preciado,
quedaria fuera, quedaria enfrente...? Si, yo también
tomaria partido en seguida —si no fuese Goethe—, si no
fueses tu.
Pobre pajarillo, nuncio de tempestad. jOh, Tina mia!
Acaso ahora mismo hay en tu jardin hombres muertos y
quema el fuego las maderas de tu lecho blanco. jValor
todavia, sea como sea, amiguita mia! Para probar de man-
tener un poco el tuyo, yo te escribiré. No me olvides tam-
poco. ¢No acontecera que, al fin y al cabo, necesitan mas
socorros de confortamiento la inquietud del Unico Amigo
que el llanto de la amiguita lejana?Il
Barcelona, 4 de agosto
Yo no soy, Tina, lo que, por mal nombre, suele Ila-
marse un filantropo... ¢Te acuerdas de M. Depeticharme,
aquel ginebrino gordinflon de nuestra Kurhaus, que re-
partia un folleto donde, en la cubierta, figuraban todas
las banderas de] mundo reunidas en una bandera co-
mun? ¢Te acuerdas de la flacucha Miss Nicholls, que
llevaba, sobre su jersey negro, una condecoracién, y,
ademas, un rétulo y una cruz, en la cinta de su som-
brero de paja, también negro? Yo no soy de la familia
de Miss Nicholls, yo no soy de la familia de M. Depeti-
charme. Yo soy, mas bien, como tus dos hermanos, el
oficial y el quimico, un hombre del novecientos, buen
amigo de la accion y de la voluntad, bien hallado con
el ambiente deportivo, un poco pragmatico, de todos
modos, en medio del idealismo; plantado a pie firme ante
la vida, sea aspera o dulce. La fortaleza, que ha dado a
uno de aquéllos, ejército colonial, al otro, su laboratorio,
yo la tengo también: en mi me la da la Filosofia. Y Filo-
sofia no es arte de blandos ensuefios, sino, al contrario,
ojo impavido sobre la realidad del mundo: ojo que ha
disuelto en él la anécdota, dejandole unicamente su ar-
quitectura de eternidad... —gEntenderds tu estas cosas
que te digo, estas cosas que te debo decir en mi corres-
pondencia, Tina?—. Si y no, las entenderds. No, los rizos
locos de tus rojas crines, que para eso tienen un oscuro
origen bohemio. Si, tus anteojos de plata, que por esto24 EUGENIO D'ORS
la sabia Jena las fabricé. Entre la crinera loca y los doc-
tos cristales, espero que tu cabecita, vieja de siete afios
y medio, advertira siquiera, en las palabras del Unico
Amigo, una seria musica, como el canto de érgano en la
capilla, el salmo, que no necesita ser entendido del todo,
para que eleve el espiritu y traiga a la herida del corazon
un poco de balsamo.
Te digo, pues, que no soy un blando filantropo senti-
mental y que, para no serlo, Filosofia me adoctrinaba. Me
ensefiaba que no hay luz sin sombra y que el mal forma
parte del bien, y que segiin nos muestra san Pablo, es
bueno que haya herejes y que sean las guerras. Suelen
afirmar las gentes que, a los hombres de hoy, nos ha sido
concedido el vivir en un tiempo de paz. ¢Qué se quiere
significar con esto? ¢No se han batido seguidamente los
Ejércitos de las colonias? ¢No ha sido en nuestro tiem-
po, por ventura, derramada la sangre en el Transvaal o
en Port Arthur? ;Nuestros veinte afios de uso de razon
no han visto, en nuestra Espafia misma, dos guerras de
Africa y la catastrofe de 1898? Todo esto nos traia dolor;
no, desfallecimiento todavia. Ante, inclusive, aquello que
nos tocaba mas de cerca de la empresa en que moria
nuestro hermano o perdia nuestro padre toda la hacien-
da, continudbamos sosteniendo nuestra teoria de que el
Primum vivere era de cobardes, y que a valores mas altos
que la mezquina ganancia propia o que la conservacién
de la existencia debiamos servir... No, no era el senti-
mentalismo nuestro flaco; ni el ideologismo vicioso. Ni
la sorda anarquia moral, que nos mostraron los deca-
dentes del Fin-de-Siglo... j;Ah, pero ahora es otra cosa!
Ahora no tememos tan s6élo por nuestra bolsa o por
nuestra vida. Tememos por nuestra dignidad de hom-
bres civilizados. Temblamos por la civilizacién misma. Ya
no es cuestién de despertarse ricos 0 pobres, 0 de no
despertarse: es cuesti6n de un despertarse bdrbaros,
quiza.
jOh, Tina, escribeme, si puedes! Estoy muerto de an-
gustia, gCémo, cuando, podré saber de ti y de los tuyos?
Tal vez os habéis despertado esta misma mafiana en plena
barbaric... jPero, calla! gNo era deber mfo, no conve-CARTAS A TINA 25
nia a mi consecuencia ideolégica un empezar partiendo
del principio de que cl Barbaro —precisamente— eras tu?Ill
5 de agosto
Amiguita, mi dulce Barbara, te he sofado la pasada
noche. Te sofié, y no era malo mi suefio. Te figuraba ri-
suefia, en admiracién ante el nuevo uniforme de tu her-
mano. El lo habia recibido, y lo revestia en el acto y
bajaba al comedor para que vosotros lo contemplaseis.
Aquel comedor, que no he visto nunca, me aparecié con
precision grande, enmaderado, sombrio: lo aclaraba, a
despecho de la estacién, un fuego vivisimo. Comedor del
Norte imaginado por un hombre del Mediodia. Karl es-
taba dichoso, cubierto con brillos y plumajes. Su mano
fina ajustaba el mondéculo y acariciaba, en el mostacho,
unas guias potenciales, como si no se acordase de que
estaba recortado a la americana. Eva estaba en éxtasis.
Tu batias palmas. Tu madre misma, de perfil —aquel
perfil de medalla antigua—, sonreia un poco...
¢Lo creeras? El suefio pueril me ha serenado la ma-
fiana. Tal vez me equivoco, pero se me antoja que ha
serenado, de alguna manera, el aire de mi ciudad. Las
noticias son terribles; pero son las mismas. Son las mis-
mas que anteayer, y uno se acostumbra a todo. La dife-
rencia consiste en que anteayer eran mentira; y hoy, ver-
dad. Mas, para nosotros, mediterrdneos artistas, esta pe-
quefia diferencia de detalle no puede tener demasiada
importancia. La guerra entre Francia y Alemania, se de-
claré ayer. ¢Qué importa, si nosotros ya la habiamos
declarado, el dia primero de agosto?28 EUGENIO D'ORS
Ya ves que hasta sonrio, como tu madre ante el nuevo
uniforme. jOh, esta sonrisa no me pasa mucho mas alla
de los dientes! También dentro de mi una fuerte guerra
se ha entablado. Como la perezosa estilografica, en las
horas de siesta, en nuestro Kurhaus, dibujaba confusién
de monstruos, de los cuales, como de una gestacién os-
cura, brotaba por fin la palabra escrita, asi, ahora, en mi
mente se agitan las nociones, sin forma aun ni armonia.
Aprovecharé el poco de serenidad de hoy, serenidad sin
motivo, traida por una media fatiga del ambiente, traida
por un suefio, para poner un poco de orden, en ese tur-
bulento caos.
Como la virtud se ve siempre recomendada, yo espero
que esa resignacién mejor me traiga un premio. El cora-
zon me dice que, por la tarde o mafiana, recibiré noticias
vuestras. He pensado en vosotros demasiado intensamente
estos dias, para que la vibracién misteriosa, que une a
las almas desde lejos, no os haya hecho, a la vez, en medio
de vuestra agitacién tragica, pensar un momento en el
Unico Amigo,IV
6 de agosto
Aunque sea sin contestacién, aunque sea sin noticias,
quiero escribirte cada dia. Tu no sospechas, querida cria-
tura, hasta qué punto la presencia de tu imagen me
exalta y desvela la mente. ¢No serias, a tu manera, mi
musa, tu...? jUna musa de siete afios y medio, y con
gafas! 1
La tarde fue ayer caliginosa. Cansado, malhumorado,
solitario, el Unico Amigo se recogia, en su triste celda
académica, tapizada de libros y de maderos —asi vues-
tro comedor nordico sofiado la noche antes—, pero ale-
grada aquélla, en cambio, debajo de las ventanas, por
unos cuantos panos de vieja ceramica espafiola, de ale-
gres colores populares, pariente de Ja que los Borgia no
se avergonzaron de importar a las nobles camaras vati-
canas. En la humilde celda del Unico Amigo, el corazon
de Catalufia bate febrilmente, cada dia unas horas, reci-
biendo la sangre del saber que le envia el mundo, e inten-
tando nutrirse de ella con ritmo todavia inhabil, pero
con impulso ardiente, para devolver algo a la circulacién
universal. jOh, cada tarde, la hermosa pila de correo
extranjero, esperando encima de la mesa de trabajo; los
libros recién salidos y todavia olientes a tinta y a espiritu,
las Gltimas entregas de las revistas, la comunicacién de
Ja Academia pomposa! jLa carta del profesor lejano que
hace una consulta, la de otro que responde a una peticién,
las pruebas de imprenta que van y vienen, valerosas, a30 EUGENIO D’ORS
través de la confusién de los caminos del mundo, mal
protegidos por un sobre baldio, que no se cierra! Todo
esto forma una especie de rio, que no cesa de fluir. Forma
una especie de rio, y ello es lo que se llama cultura.
iY cudn fraternalmente se juntan en él linfas espirituales,
venidas de los lugares mas distintos!
Si supieses, Tina, la tristeza que yace estos dias en la
mesa desnuda, porque los libros, las revistas, las cartas,
no llegan ya, que la guerra las detiene; y eso, si es que
logran salir. Rezagado, venido no sé cémo, un solo pe-
riddico habia ayer, una pequefia Revue de pathologie ve-
getal, filtrada, diriase, a beneficio de su misma exigiiedad.
Y, lanzada alli, tenia el aire de preguntarse: ¢Dénde
esta, pues, mi acostumbrada compaiia? ¢Dénde estan los
signos de aquella colaboracién, sin la cual yo no soy nada?
¢Donde estan mis amigos de tantos viajes, aquellos fir-
mes y gruesos fasciculos de Botanica, donde mi noticia
encontraba complementos; mi sugestién desarrollo; o el
consejo que yo daba, explicaciones y base? «jAquellos
fasciculos, pequefia revista francesa, se han vuelto enemi-
gos tuyos!» «gMis enemigos? ¢Qué queréis decir con eso?
La palabra enemigo, ¢qué significa?» «Significa, ligera
amiga graciosa, que ahora tu y yo prescindiremos de
ellos porque hemos averiguado lo barbaros que son; tan-
to, que si se extendiesen un poco mas ello representaria
la barbarie para Europa. Y Goethe es también, como
ellos, un barbaro. Y también lo es Tina, una amiguita que
yo tengo...»
Tampoco hoy han venido cartas. El corazén me en-
gaiié ayer. Mi coraz6n no posee, como el sefior Vazquez
de Mella, el don de la profecia. (El sefior Vazquez de
Mella es, Tina, uno de nuestros mas brillantes parlamen-
tarios. Dice que tiene el mérito de vaticinar, con una an-
ticipacién de veinte afios, los mds complejos aconteci-
mientos politicos, Y, eso es lo mas notable, sin aprenderlo
en libros ni documentos, sin estudios, gracias a une idée
qu'il a comme ¢a; a la manera como Camille Flammarion
anuncié, cierta vez, un eclipse),
...[Adiés, adids!7 de agosto
jCampos suaves de Francia, campos aterciopelados de
tierno verde! jCampos regulares, repartidos, dibujando
cuadros armoniosos, donde se perpetian los cultivos va-
rios! ;Bosques de Francia en ufania, rios de fina curva,
carreteras que Colbert mandé que se adornaran con sauces
redondos! jJardines de Francia, jardines de la inteligen-
cia, con la sabia politica de los bojes y los juegos arqui-
tecténicos de las aguas! jPueblos de Francia, con las ca-
sitas de los bien ganados retiros y las cortinillas de
encaje, en las ventanas de las casitas, y la iglesia en
medio, con el campanario puntiagudo, clavado en la nie
bla! jCiudades de Francia, ricas ciudades, voluptuosas y
pulidas, cada una con un nombre glorioso; glorioso en
Jos fastos de la historia y en los regalos de la mesa! Y tu,
Nancy, la de las rejas de oro, con la plaza Stanislas, tan
bien ordenada, y las flores de hierro de Jean l'Amour, la
Anfitrite y el Neptuno y su Perugino en el Museo y, en
todo, aquella bella gravedad de la fina melancédlica Lo-
rena... ¢Una carniceria frente a Nancy?
Hablan de ello noticias Ilegadas hoy, y el alma se nos
lena de sombras. jY todavia, la sangre...! jLa sangre, la
tierra sorbe y eso da atin mas ufania a la nueva estacién!
Pero la destrucci6n, la ruina, la miseria, el aniquilamien-
to! jAh, Tina, Tina, que los tuyos no manejen con mano
demasiado ruda estas cosas tan delicadas y que a todos
nos importan tanto!32 EUGENIO D'ORS
Vi salir ayer noche un tren de reservistas franceses. La
otra vez, cn los dias del «jA Berlin!», estos hombres hu-
bieran sido acaso odiosos de petulancia; ayer eran mag-
nificos, en la estoica simplicidad. Tal vez los que salen
hoy, si lo de Nancy se confirma, si, de hecho la resisten-
cia francesa ha sido tan brava y victoriosa, tomen al salir
aires que provoquen menos a la simpatia. Los de ayer su-
gerian inevitablemente que vosotros habéis empezado con
abusar de la fuerza. Los de hoy tal vez no recordasen que
ha llegado la hora de que vosotros estéis solos contra
todo el mundo,
Simpatizamos con aquellos hombres, ayer; pero sim-
patizamos sobre todo con sus familias. En el andén de la
estacion, éstas les decian adiés, con una dignidad perfec-
ta. Ni un grito. Pocas lagrimas. Unas palabras de despi-
do, Ilenas de una ternura elegante, llenas de matices, Ile-
nas de conveniencia y de proporcién segun el caso: segun
se tratara del hijo, del hermano, del amante, del amigo.
Una especie de clarividencia practica mezclada con todo
ello, un orden y policia que ahorraban el aumentar los
males de la situacién con la confusion de la mente. Esta
burguesia francesa puede ser admirable.
Quiero tener ahora muy presente en la memoria la
escena de ayer y probaré, en cambio (perdona, Tina), vol-
ver menos perentoria tu imagen. Porque el deber y el
corazon me aconsejan, juntos, que, al acabar esta carta,
me ponga a escribir otra de compafia y simpatia a uno
de los que fueron, en Paris, mis maestros mds queridos.
A uno de los hombres que, a estas horas, debe de padecer
mas en Francia: al generoso filésofo Emile Boutroux.VI
9 de agosto
Cerrada la que te dirigi a ti —amiguita que ignoras mi
correspondencia atuin—, otra carta venia a dictarme el co-
razon. Ya lo sabes, la que queria dirigir a Monsieur Bou-
troux. Yo recogia, para redactarla, toda la tristeza de mi
mesa desnuda. Y evocaba, como ejemplo, para que fuera
mi palabra breve, decente y mesurada, el recuerdo de
aquel elegantisimo adids que las familias de los reser-
vistas franceses les daban en nuestra estacién de Bar-
celona.
«Sefior, empezaba, Sefior y querido Maestro: En las
graves circunstancias que Francia atraviesa hoy, mi deber
y mi sentimiento me aconsejan juntos el dirigirme a us-
ted, que, en Paris, ha sido mi Maestro y guia, para
ofrecerle el testimonio de la admiracién sincera, de la
gratitud profunda que guardo hacia su gran naci6n libe-
ral, hospitalizadora de mis afos de estudios mejores y
donde he encontrado tantas afecciones fraternas, tantas
altas ensefianzas, cuyo rastro no se borrara de mi es-
piritu.»
Yo te repito los términos exactos de la carta, Tina. Los
términos de las que te voy escribiendo sin una ocultacién,
sin aprension, sin ninguna sombra de confusién, también
podria repetirlos a Monsieur Boutroux.
«Para usted, para su querida familia, para su noble
patria, mis votos, los votos de los mios. Nuestro deseo de
2— 255434 EUGENIO D'ORS
una gloria, que continue la gloria secular, y, para bien
pronto, los de una paz ganada en el honor.
»Créame, querido Maestro y amigo, respetuosamente
suyo.»
Y mientras firmaba, me lo he representado a él, al fild-
sofo generoso. Lo he visto en su habitacién, recibiendo a
los amigos, a los discipulos de todo el mundo. La flaca
mano, alargada al apreton. El fino rostro palido, la boca,
con aquella torcedura caracteristica que hace al hablar,
aquel movimiento del busto, que acompaiia y acentua las
palabras que salen, y recitando, con énfasis, versos de
Schiller con el virtuosismo de la pronunciacién excelen-
te, mientras los ojos divagan por las imagenes de la pa-
red; donde estan, reunidos, Kant, Pascal, un antiguo pro-
fesor de la Escuela Normal, la copia de una pintura
italiana y un grabado al acero, segin una pintura janse-
nista de Philipe de Campaigne, aquélla en que hay dos
monjas retratadas y que es, a mis ojos, uno de los docu-
mentos mas punzantes, que se conozcan sobre la sensi-
bilidad francesa...
éVersos de Schiller? He creido oir la voz, he creido oir
la pronunciacién exacta. Y, de pronto, como un relampa-
go, un recuerdo. Emile Boutroux, joven, habia ido a estu-
diar a Alemania; y esto, tal vez, es lo que le permitié el
restaurar, tan pronto, en época en que el positivismo era
duefio absoluto de las mentes, la tradicién del idealismo,
la buena tradicién metafisica. Si, Boutroux habfa ido, cua-
renta afios atrés, a Alemania, a aprender de Zeller, como
ahora yo habia ido a Francia, a aprender de Boutroux.
jCémo se ligan, cémo se entrelazan, nuestras historias
espirituales, hombres del dia! ¢Y, quién no ha dicho cémo
los intereses materiales se mezclan y confunden también?
Nada nos separara. Ni paz ni guerra podrian ya sepa-
rarnos...
... He cerrado la segunda carta. Al hacerlo, estaba ante
la mesa, en pic. El combate interior de estos dias, ya
cesaba. Habfa Ilegado, si no a una solucién, a un armis-
ticio. Tina, el Unico Amigo ha dudado, al empezar la se-
mana. No duda ya. Sabe lo que debe pensar, ahora.
Lo que ¢I, lo que cualquier hombre, servidor a la causaCARTAS A TINA 35
de la cultura y que goce de bastante libertad de espfritu
para hacerlo, ha de pensar, sobre el actual conflicto, es:
La guerra entre Francia y Alemania es una guerra
civil.VII
En la noche del 8 de agosto
Hemos visto los horrores de la guerra muy cercanos.
Los fugitivos de Francia vienen, en riadas, a Barcelona.
Vienen miserables, en confusas familias, un saco al hom-
bro, cuatro pobreterias entre las manos, la desesperacion
en el mirar. Asaltan los trenes en la frontera, desembar-
can en nuestra estacion y alli se quedan acampados, o en
la calle, junto a las puertas. Nadie se atreve a sacarles de
alli, nadie tiene alma para hacerlo. Y los mas tragicos en
el lamentable éxodo, no son los que tienen la desespera-
cin en los ojos, sino los que tienen la resignacién. jAque-
llas mujerucas que no han entendido nada y que tampoco
esperan nada!
La jornada ha sido aqui siniestra. El golpe de la gue-
rra, en los negocios, se ha sentido, brutal. «No puede
ser», deciase ayer todavia. Se esperaba, aun después de
la noticia de los primeros combates, una solucién, por
sorpresa. Ya no se espera. Y verias que se encuentran en
las casas del negocio a unos hombres palidos, extraviados
los ojos y, en las manos, un temblor senil, que querria
disimularse... Pero, a nosotros también, fuera de los ne-
gocios, se nos extravia el mirar y la mano nos tiembla,
que no sabriamos qué escribir.
Hay aqui los grandes hundimientos, aqui, esperando-
nos, en el mafiana del destino, Aqui esta la ruina. Alla, el
hambre.,. Acabo de pasar por los alrededores de la Esta-
cién de Francia, El espectdculo visto no se me olvidara38 EUGENIO D'ORS
ya. Habia un grito, aquellos millares de miserables pedian
pan. Cuando se han cansado del grito, se han tendido en
el suelo. Y también nuestro pulido paseo ciudadano pare-
cia un campo de batalla.
La noche de agosto pasa, ardiente, irrespirable... jAire!
jAgua...! Sombras densas me envuelven. Pero, yo conozco,
lejos de la ciudad, una ermita pequefia, dominando una
cala de curva suave, donde el mar es maravillosamente
sereno. Quiero subir alli, para volver a encontrar la calma.
Para encontrarte a ti, mi Tina; para encontrarme a mi
mismo.VUI
10 de agosto
Ayer, amiga, no te escribi. Pero nunca hemos estado
tan juntos. Yo no te decia ayer mi palabra. Pero una pala-
bra me decia a mi, que nos fundia amorosamente a los
dos. Por ser domingo, me encontraba lejos de la ciudad,
en marina, amplia, soleada y desierta. Oi misa muy de
majfiana, en una minuscula ermita, enteramente blanca, en
lo alto de una pefia que adelanta abruptamente sobre las
olas.
Como subiese por el camino, yo muy preocupado por
la guerra, me dije: Toma, eres ahora como un Antiguo
que sube a consultar a un oraculo.
Y, a medida del subir, mas se ensanchaba ante mis
ojos el azul mediterraneo de siempre. El aire era vivo y
picante, que aviva el discernimiento.
Como el sacerdote se volviera a bendecirnos, acontecid
una extrafia cosa. —Te lo cuento igual como fue: ¢por qué
te mentiria?—, Sorprendio a mis ojos una especie de alu-
cinaci6én. Encima de la pared blanqueada, unas grandes
Jetras azules, temblorosas, dibujandose en el tiempo de
un relampago, Era una S, era una I, y, después, una
Ry una G, esta ultima ya mas palida... Y mi adivinacion,
entonces, avivada por el aire matutino, entendié sin sor-
presa la palabra del ordculo, la santa consigna, que era
una formula y era un augurio,40 EUGENIO D'ORS
Si: «Sacro Imperio Romano Germanico». ;Si, la guerra
entre Francia y Alemania es una guerra civil!
Una guerra civil, dentro de la viva unidad de Europa.
Una guerra civil, en su corazén.
Hay una Europa viva —lo que platénicamente vale
como decir: hay una idea de Europa—. Grecia la paria; la
Loba la amamantaba. Quien sejfialé su férmula, tras el
gran crecimiento, fue Sefior Carlomagno.
¢Qué me importa, en la presente lucha, vuestro anhelo,
camaradas? ¢Votais por Francia? ¢Votais por Alemania...?
{Mi voto es por Europa! ;jMi anhelo es por la reconstitu-
cién mistica del Imperio de Carlomagno: desde Colonia
al Ebro!
Y por un coronamiento —un sacramento— en la cate-
dral de la ciudad aquélla de los varios nombres, que po-
demos llamar en tu habla, Tina, y en la de los franceses y
en mi habla: Aachen. Aix-la-Chapelle, Aquisgran.
He aqui que, mientras bajaba yo de misa, divisaba, a
orillas del mar, un pinar llano. Y, como si me encontrara
en las cercanias de Ravenna, en Ja Pinetta memorable, me
parecié que, entre las raices de los arboles, se deslizaba
la sombra del Gibelino inmortal.
... Tina, ayer era domingo, domingo de magna sereni-
dad. Tina, me trae duelo todavia; no ya una central in-
quietud.
Venza quien venza, caiga quien caiga, el victorioso sera
el Imperio de Carlomagno, la viviente Europa. Seré yo,
dulce amiga mia, seras tu.
jTe quiero!Ix
11 de agosto
¢Qué misterio es éste? —No, no quiero pensar en un
misterio de dolor. Dejadme creer en un misterio de gozo...
jSefior! jEsta fotografia de vosotros sobre mi mesa!—
Dijeron los diarios que hoy llegaria la retrasada corres-
pondencia. No ha llegado. Pero, venida no sé cémo, en
un sobre cuya escritura en la direccién me es desconoci-
da, sin una palabra que la acompaiie, sin una fecha, sin
una firma —esto— vuestro retrato, el retrato de todos vo-
sotros juntos, en vuestra casa.
El matasellos dice: «Colmar» —gColmar? Un telegra-
ma de ayer afirmaba que las tropas francesas habian en-
trado alli, después de haber entrado en Mulhouse...—
Pero los de hoy anuncian que ya se han retirado de Mul-
house...
¢éQué habéis hecho, Tina? ¢Qué cosa amable y angus-
tiadora habéis hecho? jEse retrato, cudnta inquietud me
da y cémo me restaura, a la vez, en la antigua compaiia!
Aqui estais todos, amigos, amigos mios, amigos del alma.
Vuestra casa parece bien linda, con las paredes gris claro
(ges gris?) y los muebles y las puertas tan blancas y las
simétricas y elegantes molduras de madera. ¢También
el comedor est4 decorado asf, nifia mia? ¢No es el sombrio
comedor nérdico que sofié? Pero ahora caigo que esta casa
de la fotografia no debe ser la de ahora. Tu, Tina, estas
ahf sin gafas y las luminosas pupilas ensefian atin el de-
fecto de ayer. El vestido de la sefiora Mammi no es de42 EUGENIO D'ORS
ultima moda; y esto, ¢verdad?, no se le parece demasia-
do... Eva trae una trenza larga y el flequillo sobre la
frente, mientras que cl verano pasado, si el recuerdo no
me engana, Hevaba ya un peinado como de mujer. Y la
media desnudez de Karl, bien que atin correcta, traduce
tan poco la inminencia de una guerra, nos habla tanto, en
desquite, de abandono, de confianza tranquila, de suave
reposo en el seno de una casa segura, de la pacifica civi-
lizacion...
Mientras contemplaba esa fotografia de milagro, crefa
encontrarme a vuestra vera. ¢Quieres que intente conti-
nuar la serie de los mufiecos dibujados, que te gustaban,
Tina? Tu me explicaras, en premio, qué son, qué signi-
fican estos bonitos ornamentos, que veo distribuidos por
la habitacién, estas imagenes que cuelgan de las paredes.
El jarrén blanco, ges de fina porcelana, cierto? Debe ve-
nir de vuestra estancia en las colonias de China. Vosotros
decis: «Oestasien, Oestasien...» Y, cuando, ¢te acuerdas?,
el primer dia de nuestro conocimiento, te preguntaba yo
si eras alemana, tt me contestabas que no, que eras de
Oestasien, y yo no te entendia. Lo que apenas apunta en
la parte superior, donde la prueba fotografica se corta, ¢es
el muérdago, el muérdago de Navidad? ¢Cémo lo llamais,
en vuestra lengua, el muérdago? Dicen que trae tanta ven-
tura a las casas piadosas, que, después de hacerlo ben-
decir, lo cuelga... Amiguita, Dios dara ventura a tu casa
y a los honrados corazones que palpitan entre sus
muros.
jAy! ¢Qué veo, Tina...? Entre las imagenes colgadas en
la pared, gcudl es aquella, aquella del marco oval, a la iz-
quierda del Boecklin? ¢No es la reproduccion de un dibu-
jo al carbén de nuestro Ramén Casas? {No es la figura
de un hombre de veinticinco afios, la cara rasa? ¢Un
mechon de pelo sobre la frente, la camisa floja, abierta
sobre el ancho cuello, negligente la corbata...?
jGracias, gracias, amigos mfos! jGracias, casa mia!12 de agosto
No, claro, ti no debes de acordarte... Sefiora Mammi,
si, seguramente, de que él, el ultimo otofio, habia venido
alguna vez a hacer musica, al abrigo de vuestro cuarto de
Paris, rue Vaugirard. Una noche, nos lo presentaba, en
la Opera Comique, su propio padre Monsieur Romain
Rolland, profesor muy ilustre de la Sorbona. El hijo es un
muchacho dulce, dotado, si no de genio, de una especie
de genio. Y todo el mundo lo conoce por su doble nom-
bre de Juan Cristobal.
Ahora pienso en él, por razon de su padre, que, fran-
cés, francesisimo, quiso, no obstante, que naciese en tie-
Tras germanicas. Y como alguien, hacia los mismos dias
de nuestro conocimiento, censurase al padre por esto,
como por un pecado, él contesté con unas palabras, muy
dignas de memoria: «Juan Cristébal ha nacido en el pais
de Beethoven, Este pais nunca sera extranjero para mi.
Yo no soy uno de estos franceses lamentables que, en la
terquedad que emplean para empobrecer a Francia, a fin
de reducirla a ellos y a sus amigos, serian capaces de re-
ducirla a Jos limites de su Felipe Augusto, y tratan de
extranjero al ginebrino Juan-Jacobo. No tengo mas en
cuenta su nacionalismo angosto que la arrogancia del im-
perialismo aleman, que, por derecho de conquista, se
exhibe imptidicamente en las mismas tierra que nos ha
robado.
»A las barbas del uno y del otro yo me anexiono tran-44 EUGENIO D'ORS
quilamente la orilla derecha del Rin, la Valonia, Ginebra y
los pafses rominicos. Planto en ellos mi bandera. gQué me
importan los tratados de Viena y Francfort, y los crime-
nes de la polftica? Las ramas de nuestra familia francesa,
amarrémoslas bien al drbol.
»Diez siglos de conquista alemana sobre el Rin, no han
borrado el que Roma, el que Bizancio hayan hundido en él
sus proas y que la gran ruta, que, desde los Alpes latinos
conduce a los Paises Bajos, haya sido fecundada por semi-
lla de libertad, que esparcieron, a su paso, las riadas de
peregrinos. El Rin es un torrente de luz, que madura las
vifias y las almas de Occidente. Alemania no es mas vues-
tra, prusianos, que nuestra. No nos divide, nos une. jPu-
diese hacer lo mismo Juan Cristébal, hijo vuestro y nues-
tro!»
... Recuerdo, Tina, que la noche de la Opera Comique,
acompafiamos a la sefiora Mammi a la rue Vaugirard, Juan
Cristébal y yo. Aquella noche de otofio era primaveral y
cuajada de estrellas. fbamos a pie y, durante todo el ca-
mino, hablabamos de Italia. Como pasdsemos el rio, por
el puente solitario, una pura emocién nos movié al uno y
al otro, al acercarnos. Cada uno se sentia dichoso de la
cercania del cuerpo y de la respiracién del compaiiero. Si-
multdneamente, los dos galanes ofrecimos el brazo a se-
fiora Mammi. Y ella, sonriendo, para no hacer celosos
acepté a la vez el de los dos.XI
13 de agosto
Como le recorddsemos las palabras de Romain Rolland,
mi querido maestro Octavio de Romeu, tan buen amigo
también de sefiora Mammi, las aplaudiéd y recuerdo tam-
bién que se excitaba con el tema. Era una majiana del
ultimo diciembre. Habia en la habitacién un gran fuego
encendido, sin que el tiempo fuera demasiado frio toda-
via; con lo cual no sabria decir si ese ardor, o el del en-
tusiasmo, era el que acaloraba el rostro del Pantarca bien
amado.
Ahora puedo precisar la fecha. Era el ocho de diciem-
bre, fiesta de la Purisima. Supe después, por Mammi, que
aquel dia vuestro rio se habia helado y que patinabais
por primera vez. Buenos tiempos, aquéllos. ¢Qué rio refle-
ja ahora las luces de vuestras veladas, Tina...? Ayer de-
cian que tardariamos meses, antes de recibir correo. Y que
tampoco habia manera de telegrafiar. Y es lastima, por-
que se sabe, por alguien Ilegado de ahi, que, en Alemania,
la vida civil prosigue con orden. Al oir estas ultimas
palabras, me venfa gran extrafieza con melancdlica sere-
nidad.
Pensé en los versos de Heine:
Se separaron, por fin;
Sélo veianse al sonar.
Habian muerto los dos
Y lo ignoraban, quizd.46 EUGENIO D'ORS
Te repetiré, pues, las palabras de Maese Romeu: «Si;
la unién idealista de Francia y Alemania. Mas que unién,
comunidad, Alemania, Francia, forman un gran imperio
unico. Las glorias mas puras de uno y otro pais, ¢no son
éstas? El arte gético, que puede Ilamarse “‘arte francés”
con la misma justicia, gno es esto? Enciclopedia y Auf-
klaerung, ¢no son eso mismo? ¢No lo es la amistad de
Voltaire con Federico el Grande? ¢No lo es Leibniz? gNo
lo es Goethe? ¢No lo es Nietzsche, aquel que ha llegado
a escribir el dialecto Hans Sachs, con la sintaxis de Le
Rochefoucauld?
»Una alta amiga tengo, continuaba, en la cual he sim-
bolizado esta comunidad. Mi amiga se Ilama Sofia Foers-
ter-Dalbert. Su familia es de origen francés, en parte. Ella
ha nacido cerca del Rin. La religion de los suyos fue pro-
testante; pero ella, tras de azares diversos de la vida, se
formé definitivamente en Roma y, al fin, se convirtié. Su
nombre mismo, ¢no es una sintesis? Foerster, es decir,
el guardabosque, nombre popular bien germanico, y tan
profundo; Dalbert que es, seguramente, D’Albert, nombre
francés que podria ser catdlico... Y, antes de eso, Sofia,
la sabiduria, nombre integramente europeo...»
También dijo el Pantarca aquel dia: me acuerdo de
haber conocido, en 1909, en Viena, al multiple y seductor
Houston Stewart Chamberlain. Y, comentando la tesis de
su obra sensacional Los fundamentos del siglo XIX, los
contrariaba tal vez, le decia, la distribucion de las fuerzas
de Ja cultura en Europa, convendria hacerla de otro
modo. El Latino, sin duda, ha de ser considerado como
una extremidad. Al Eslavo, lo tomariamos facilmente por
otra. Entre el Latino y el Eslavo, lo Germanico tal vez no
sea mas que una oscilacion: Vea usted la literatura, el
arte aleman del siglo x1x. Goethe nace en Italia: todos
recordamos su exclamacion, al llegar a Roma: «jPor fin
he nacido!» ¢No podria decirse, al revés, que Straus o
Hoffmansthal, han nacido en Oriente...? A los principios
de este siglo, la arquitectura alemana construye Propy-
leen: al fin y al cabo todo lo que Ilamamos arte de los
Secesionistas, de la escuela de Mannheim, de Hellerau,
cerca de Dresden, todas las ocurrencias muniquesas de lasCARTAS A TINA 47
torres de Bismarck y de los monumentos a Guillermo I,
no es en cl fondo mas que un acomodamiento de orienta-
lismo; no abandona las minuciosidades persas, sino para
entrar en el gigantismo de lo babildnico...
«La division se presentaria asi, posiblemente: Latinos
y Germinicos, contra Eslavos. Y, en general, contra el
Oriente.»
Adoptando el punto de vista de Maese Octavio, no
sospechariamos, Tina, que la alianza de Francia con Ru-
sia —tal vez (yo no sé nada) utilitariamente indispensa-
ble— fue, sin embargo, vistas las cosas ideologicamente,
una manera de traicién al Imperio de Carlomagno, al in-
terés y al sentido espiritual de Europa?XII
14 de agosto
Contemplemos, juntos, ese mapa. Aqui arriba hay sefia-
lado Koenigsberg, donde todavia debe divagar, con su
paraguas de siempre, la sombra familiar del fildsofo. Muy
cerca, veras, en el mapa, un gran 5. Y dice la explica-
cién estratégica al pie: «Un peligro inmenso corre por
esta parte de Alemania: los estrategas rusos van a derra-
mar sobre Prusia un alud de 400.000 cosacos salvajes, re-
clutados en el Caucaso, en el Don, en el Turquestan
asidtico. Todos llevan caballo propio, viven sobre el pais,
desentendiéndose de las leyes de la guerra, y atacan a las
ciudades, como sus abuelos, en el tiempo de la ‘‘Hor-
da de Oro”.»
Por otra parte, dicen que ya llegan a Francia los sene-
galeses, que se ha pensado en utilizar en la guerra contra
Alemania. Parece que éstos son soldados que, al empezar
Ja batalla, se desnudan. A estos negros salvajes, se con-
fiar4 en Ja lucha la representacién de aquel sentido espi-
ritua] al que debemos Nancy y las rejas de Jean |’Amour.
Y ya no podremos desear la victoria de las rejas de Jean
‘Amour, sin desear la victoria de los negros salvajes.
Y, ¢no se habla, hace dias, con insistencia, de que el
Jap6n no espera mds que una sefial...? Pero, ghabra al-
guien que cargue con la responsabilidad de hacer una se
hal al Japén?
S{. Decididamente, la alianza de Francia con Rusia fue,
en lo ideolégico, una mala obra, una traicién. De este pe-
4-254GENIO D'ORS
cado.’ viene lo demis. Pero la ta colaboracién de
Alemania con Turquta, en mas de una ocasién demostrada:
la preparacion y armamento del Ejército de ésta por Ale-
mania; la posibilidad misma de que Turquia intervenga
ahora en el conflicto, a favor de Alemania, ¢no represen-
ta otros tantos pecados, otras tantas traiciones de igual
cardcter?
La semana anterior al principio de la guerra, pasdba-
mos los ojos, Tina, por un numero de la Jlustracién, de
Leipzig. Precisamente, consagra unas paginas a la obra
de un pintor ruso. Precisamente, en una de las pintu-
ras de este artista se figura un campamento de cosacos
del Don... Aquellos enormes cuerpos, casi desnudos; aque-
lla cabeza pelada, solo con la trenza en coleta, aquellas
pieles, aquellas risas inmensas y bestiales... gSeran éstos,
mafiana, los sefiores del destino de nuestra Europa?
«jBerlin, a los cosacos!», se han atrevido a desear mu-
chos. jArma de dos filos, arma peligrosa! Una vez en
Berlin, a estos salvajes formidables, gno les vendran ganas
de llegarse hasta Paris?
Ningun derecho a protestar, ningtin derecho a lamen-
tarse tendran los que hoy se alegran al ver, en el mapa,
este numero 5 indicador de la proximidad de los cosacos
a Koenigsberg.XIII
17 de agosto
Vuestro retrato sigue haciéndome compafiia. Me es
grato el veros y también instructivo el contemplaros.
«jPerdon...! Pero ya podéis pensar que, para mi, el estu-
dio conservara siempre ese caracter de ser hecho in ani-
ma nobili.»