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Ginzburg
Ginzburg utiliza la micro historia para explicar el mundo que rodea al molinero.
Los fenómenos que favorecieron a que Domenico pudiera escribir lo que todos
conocemos y tener el pensamiento del universo sobre que este era un queso son
varios: En principio la divulgación de la imprenta, que pasaba a otras manos y no se
quedaba solo en las élites; por otro lado la reforma protestante que genera en las
personas formas de pensamientos libres “yo pienso así” y nadie podía decirle algo
contrario.
Ginzburg profundiza en la investigación de Domenico gracias a los archivos de
la Santa Inquisición sobre el juicio al molinero y recrea su vida e incluso alguno de
los días en los que estuvo encerrado, nos menciona los libros que leyó. El molinero
admite que no compro sus libros sino que todos fueron regalos, excepto 1, lo que nos
muestra como en un pequeño pueblo del medio de la nada logra tener un sujeto que
sabe leer y escribir y como los libros circulaban.
En el prefacio comienza con la descripción de Domenico y muestra cual es el
tipo de historia que quiere hacer “una historia de las personas comunes, las clases
subalternas, etc”. Se debe entender la gran extrañeza de que el sujeto sepa leer y
escribir, mas allá de que existieron algunas herramientas no era lo común.
Constantemente Ginzburg escribe fechas muy precisas con respecto a los juicios
y a las acusaciones hacia el molinero, lo que demuestra la capacidad administrativa de
la inquisición.
Ginzburg comienza a profundizar en la forma de pensamiento del molinero, una
vez investigado los hechos y todo lo que aconteció a su alrededor trata de entender
como es que este sujeto elaboró tal cosmogonía, como llega a esta mezcla de
elementos que están allí en sus escritos. Esto es el claro ejemplo de “MicroHistoria”.
es una fina ilación.
Más adelante comienza a describir al pueblo de Montereale y la región de Friuli
que era donde estaba el pueblo. Describe sus política, forma de vida, etc.
Ronald Fraser
El texto busca exponer a la historia oral como una alternativa para hacer
historia, no como una disciplina, como lo puede ser la historia económica, social o
cultural. Sino como un método a través del cual se pueden obtener fuentes distintas a
las tradicionales, tanto en forma como fondo, y que pueden ayudar a ampliar o
modificar loa resultados de las investigaciones históricas. Una critica que se le hace a
la historia oral es la forma en la que construye sus fuentes, hay quienes dudan la
fiabilidad que puede tener una historia basada solo en la memoria, pero como bien
apunta el autor “Hay algo que une a todos los que utilizan las fuentes orales, y eso es
saber que estas fuentes no bastan por si mismas. Todos están de acuerdo que hay una
labor imprescindible […] la consulta de todas las otras fuentes primarias y
secundarias”. Esta consulta de las fuentes primarias y secundarias sobre el tema a
investigar, no es solo importante para tener información al momento de entrevistar a
x persona, sino también para poder ligar la información que uno pueda obtener de la
entrevista y poder contextualizarla en un marco mayor, para que de esta forma la
investigación que uno obtenga no solo sea anecdótica.
El autor expone tres metodologías para trabajar con las fuentes orales, cada una
tiene sus características y su manera de lidiar con la subjetividad. Una cosa en la que
coinciden parte de estas metodologías es en el recoger varios testimonios y
contrastarlos, de esta manera evitan singularidades y buscan regularidades de las
cuales puedan servirse para hacer sus trabajos históricos. Otra cosa a la cual hace
mención el texto es el papel que juega la memoria en las fuentes orales, no solo como
capacidad de recordar cosas, sino también de darles un significado que en veces no
corresponde con los hechos en si. De aquí parte una metodología para fuentes orales,
en la que lo que importa es la interpretación de los hechos mas que los hechos en si
“Así vemos ya que la recuperación de los hechos como tal es menos importante para
esta línea de investigación que la significación de los hechos.”
El texto termina con una suplica hacia los historiadores para que no solo se
dediquen a producir historia para especialistas, sino que también lo hagan para un
público más amplio. Creo aquí es donde el autor muestra una contradicción, no solo
existente en la historia oral, sino también en otras historias. Escribimos sobre
personas, sobre experiencias humanas, las fuentes orales se nutren directamente de
ello, sin embargo a quienes dirigimos nuestras investigaciones no es hacia esa gente,
sino muchas veces nos olvidamos de ella, y sólo escribimos para unos cuantos. Y
como bien finaliza el texto, al hacer esto terminamos silenciando otra vez a aquellos a
quienes en un momento tuvimos la intención de mostrar en la historia, sobretodo
cuando hablamos de historia oral.
Fontana, José (1999), “Capítulo 14. Repensar la historia para
replantear el futuro“, en: Historia, análisis del pasado y proyecto
social, Barcelona, Crítica, pp. 247-263.
“Tras dar muchas vueltas a los tipos de desarrollo deseado y a los caminos para
alcanzarlo, se suele llegar casi siempre a la misma conclusión: uno de los elementos
básicos de las nuevas recetas es algo que no sólo no figuraba en las del pasado, sino
que es, de hecho, antagónico con el modelo de crecimiento capitalista: la necesidad de
una mayor igualdad” p. 254.
“… la respuesta final parece ser la de que la resolución del problema de la
pobreza en el mundo no depende de las viejas recetas industrializadoras ni de los
milagros de la nueva tecnología, sino del cambio de nuestro sistema social”, p. 253.
“Por lo cual, no parece que haya que bastar con la revisión del presente, sino que
necesitamos también volver la vista atrás para descubrir lo que estaba equivocado en
nuestro análisis del pasado…” p. 256.
I
Los historiadores siempre han contado relatos. Desde Tucidides y Tácito hasta
Gibbon y Macaulay, la composición de una narrativa expresada en una prosa elegante
y vívida se consideró siempre como su más grande ambición. La historia se juzgaba
como una rama de la retórica. Empero, durante los últimos cincuenta años esta
función abocada a contar relatos se ha visto desprestigiada entre aquellos que se
consideran como la vanguardia dentro de la profesión, es decir, quienes practican la
así llamada “nueva historia” de la era posterior a la segunda Guerra Mundial. La
narrativa se entiende como la organización de cierto material según una secuencia
ordenada cronológicamente, y como la disposición del contenido dentro de un relato
único y coherente, si bien cabe la posibilidad de encontrar vertientes secundarias bajo
la trama. El tipo de narrativa que se discute no es la del simple informador, ni
tampoco la del analista. Es una narrativa orientada por cierto principio fecundo, que
posee un tema y un argumento. Ninguno de los historiadores narrativos así definidos
elude el análisis, aunque no es éste el trabajo desde el que su trabajo se elabora. Y,
finalmente, les atañen profundamente los aspectos retóricos de su exposición.
II
Antes de considerar las tendencias recientes, es preciso remontarse en el tiempo
con el objeto de explicar el que muchos historiadores hayan abandonado el ideal de
una tradición narrativa de dos mil años. En primer lugar, se admitió en general que el
responder al qué y al cómo de una manera cronológica no permitía avanzar mucho de
hecho hacia la respuesta del porqué. Además, los historiadores se hallaban bajo la
fuerte influencia tanto de la ideología marxista como de la metodología de la ciencia
social. Como resultado de esto, su interés eran las sociedades no los individuos y
confiaban en que podía llevarse a cabo una “historia científica”. Durante los últimos
treinta años se han dado tres tendencias muy diferentes de historia científica dentro de
la profesión, las cuales no se basan en nuevos datos, sino en nuevos modelos o nuevos
métodos: se trata del modelo económico marxista, el modelo ecológico-demográfico
francés, y la metodología “cliométrica” norteamericana. Otras explicaciones
“científicas” sobre las transformaciones históricas se han visto favorecidas por algún
tiempo, para luego pasar de moda. Tanto el estructuralismo como el funcionalismo
han proporcionado valiosas aportaciones, pero ninguno ha podido aproximarse
siquiera a una explicación científica global acerca de las transformaciones históricas a
las que pudieran recurrir los historiadores.
Debido a que un determinismo económico y/o demográfico fue lo que fijo en
gran medida el contenido del nuevo género de investigación histórica, resultó que un
procedimiento analítico más bien que narrativo era el que se ajustaba óptimamente
para la organización y la presentación de los datos, y que estos últimos debían ser
hasta donde fuera posible cuantitativos en su naturaleza. Los historiadores franceses
desarrollaron una clasificación jerárquica estándar: en primer término, estaban los
hechos económicos y demográficos; después la estructura social; y finalmente los
acontecimientos intelectuales, religiosos, culturales y políticos. La conclusión, sin
embargo, fue un revisionismo histórico exacerbado en el que sólo el primer renglón
era el realmente importante.
III
Una primera causa para el resurgimiento de la narrativa sería el extendido
desencanto con respecto al modelo económico determinista de explicación histórica,
lo mismo que a la clasificación jerárquica tripartita a que dio lugar.
Es difícil evitar la sospecha de que la declinación en cuanto al compromiso
ideológico entre los intelectuales occidentales ha tenido también que ver en esto. El
silencio impuesto sobre la controversia ideológica por el declinamiento intelectual del
marxismo y la adopción de economías mixtas en Occidente, ha coincidido con una
disminución en el impulso de la investigación histórica con respecto al planteamiento
de preguntas de peso sobre el porqué de los hechos, por lo que resulta válido sugerir
que existe cierta relación entre ambas tendencias.
El determinismo económico y demográfico no sólo ha sido socavado por la
aceptación de las ideas, la cultura e incluso la voluntad individual, como variables
independientes. También se ha visto debilitado por el reconocimiento revitalizado de
que el poder político y militar, el uso de la fuerza bruta, ha determinado con mucha
frecuencia la estructura de la sociedad, la distribución de riqueza, el sistema agrario,
etc. Un reconocimiento tardío de la importancia del poder, de las decisiones políticas
personales por parte de los individuos, ha obligado a algunos historiadores a volver a
la modalidad narrativa, sea que la quieran o no.
El tercer acontecimiento que ha venido a asestar un duro golpe a la historia
analítica y estructural es el registro mixto, empleado hasta la fecha por la
cuantificación. Los cliometristas se especializan en la compilación de vastas
cantidades de datos, el uso de la computadora ara su procesamiento y la aplicación de
procedimientos de un alto refinamiento matemático a los resultados. Se han suscitado
dudas respecto a todas las etapas de este procedimiento. A pesar de sus incontables
logros, no puede negarse que la cuantificación no ha realizado las elevadas
expectativas que sobre ella se tuvieran hace veinte años. La cuantificación ha dicho
mucho acerca de cuestiones concernientes al qué de la demografía histórica, pero
relativamente poco acerca del porqué. Las principales cuestiones sobre la esclavitud
en los Estados Unidos siguen siendo tan evasivas como de costumbre, a pesar de
haberse aplicado a las mismas los análisis más extensos y refinados que jamás hayan
sido elaborados.
Los historiadores se ven obligados a regresar al principio de indeterminación, al
reconocimiento de que las variables son tan numerosas que en el mejor de los casos
sólo es posible hacer generalizaciones de medio alcance con respecto a la historia. Las
explicaciones monocausales simplemente no funcionan. Actualmente son cada vez
más los “nuevos historiadores” que se esfuerzan por descubrir qué ocurría dentro de
las mentes de los hombres del pasado, y cómo era vivir en él, preguntas que
inevitablemente conducen de regreso al uso de la narrativa. Uno de los cambios
recientes que más llaman la atención con respecto al contenido de la historia, ha sido
la súbita intensificación del interés por los sentimientos, las emociones, las normas de
comportamiento, los valores y los estados mentales. Por consiguiente, la primera
causa del resurgimiento de la narrativa entre algunos de los “nuevos historiadores” ha
sido la sustitución de la sociología y la economía por la antropología como la más
influyente de las ciencias sociales. Este nuevo interés por las estructuras mentales se
ha visto estimulado por el derrumbamiento de la historia intelectual tradicional,
tratada como una cacería de documentos para rastrear las ideas a través de las diversas
épocas. La historia tradicional de las ideas está siendo orientada hacia el estudio de
auditorios cambiantes y de los medios de comunicación. Ha nacido una nueva
disciplina abocada a la historia de la imprenta, los libros y la alfabetización, lo mismo
que a sus efectos sobre la propagación de las ideas y la transformación de los valores.
Otra de las razones por la que varios de los “nuevos historiadores” están
volviendo a la narrativa, parece ser el deseo de hacer que sus hallazgos resulten
accesibles una vez más a un círculo inteligente de lectores.
IV