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INDICE
Cuando me propuse titular este trabajo, actuó en mí una deformación profesional: sobrevivo haciendo
publicidad. Entiendo que el título de un libro es como el de un aviso: debe ser atractivo para el público.
Después de discutir con algún amigo, se nos ocurrió la frase “Antichavismo y estupidez ilustrada”. Es
bastante fuerte, así que dude mucho para decidirme. A mi favor jugaron dos circunstancias. Por una parte,
tres conocidos autores no han tenido empacho en llamar idiotas a una gran cantidad de latinoamericanos.
Fíjese usted en la diferencia: cuando alguien es llamado idiota no le dejan alternativas, es una definición
de principios. Pero cuando se habla de estupidez, no se le está diciendo a nadie estúpido, ya que todos
cometemos, de vez en cuando, estupideces. Si usted miente alguna vez, no significa que sea mentiroso.
De otro lado, me estoy acogiendo a la tercera acepción de estúpido que registra el Diccionario de la Real
Academia Española (edición de 1970, que es la que conservo): “Estupefacto, poseído de estupor"; de
donde derivo Estupor: "Asombro, pasmo". No otra cosa le ocurre a ciertos sectores ilustrados
venezolanos ante el proceso de transformaciones que vive Venezuela. Están como pasmados, llenos de
estupor y, en ese sentido, de estupidez. Hecha esta aclaratoria en nombre de la decencia, paso a resumir
las líneas generales del ensayo.
El trabajo quiere preocuparse, sobre todo, por la contemporaneidad, pero para ello está obligado a mirar
hacia atrás. Trata, pues, de escudriñar en el pasado para entrever los orígenes históricos del pensamiento
ilustrado venezolano. Desde esas penumbras avanza hacia el presente, donde ensaya la disección de
alguna parte del cierto pensamiento ilustrado actual en Venezuela, de cara al proceso político que se vive.
Plantea lo que considero un problema ideológico básico: el enfrentamiento universal entre dos grandes
tendencias, cada una con sus bemoles, corrientes y versiones: el individualismo y el colectivismo. Es, por
supuesto, un libro para el debate que no pretende contener verdades definitivas, pues además soy de los
que piensan tercamente que el futuro no ha sido escrito. De manera que espero sólo contribuir con mi
trabajo al avance de lo que considero las propuestas más sanas y viables hacia una situación que
signifique mayor bienestar y un poco más de felicidad para las mayorías. Esa es mi principal intención. Si
pudiese siquiera acercarme a lograrlo, me daría por satisfecho.
Néstor Francia
Parece mentira que muchos hombres cultos mantengan aun criterios que suponen la eternidad de las
formas que asume la conducta humana. Por ello no debe sorprender que otros insistan en proponer lo que
tendría que ser una perogrullada: los comportamientos sociales humanos dependen casi completamente
del desarrollo cultural de las sociedades, de los principios establecidos por la imposición de ideas, en un
proceso más o menos largo, a partir de posiciones de poder. Sobre la base de algunas características
naturales e instintos humanos, se levanta el edificio del pensamiento, de la cultura, que en su alta
dependencia de factores políticos y económicos van conformando el universo ideológico de la gente. Se
dice que hay constantes, temas perdurables, y ciertamente podemos encontrar, en distintas épocas y
civilizaciones, algunas cuestiones que sirven de trasfondo a las mitologías, al arte, a la literatura: el origen
o la esencia del mundo, el individuo, el alma, el amor, la muerte. Pero la manera de abordar la mayoría de
estos asuntos y de intentar resolverlos ha variado según la constitución de las sociedades y según quiénes
los abordan, en el sentido del origen social de los individuos y grupos. Las ideas no escapan al eterno
movimiento, a la ininterrumpida transformación de lo que existe.
Resulta fácil comprobar cómo desde los albores de la humanidad la relación con el medio y con los otros
fue moldeando el ser que hoy conocemos bajo el nombre genérico de "hombre": hubo una vez un ser
salvaje que se alimentaba exclusivamente de frutas y que comenzó a articular un lenguaje. Empezó a
pescar, inventó el arco y la flecha, inició la caza, descubrió el fuego y pudo hacerse alfarero. Fue
descubriendo las posibilidades de la naturaleza y pudo usarlas. Sus pasos no eran marcados por ideas de
consumo ni riqueza, sino por la cruda necesidad. Necesidad de sobrevivir, en primer término, y de crear
los instrumentos útiles para proveerse del medio. Necesidad, también, de explicarse el mundo, de
conocer, de nombrar las cosas y los fenómenos. Necesidad de relatar los hechos, verídicos o no,
generados por la realidad. Necesidad de aprehender el mundo, de tipificarlo y recrearlo con síntesis para
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
Es conveniente declarar que no somos historiadores, por lo que no pretendemos que esto sea una
investigación histórica, sino más bien una aproximación a los hechos desde el punto de vista
sociocultural. Deberemos, sin embargo, echar mano, someramente, a hechos históricos para darle sustento
temporal a nuestras tesis. En tal sentido, usaremos términos que han sido manejados por historiadores,
más allá de la bondad o no de los mismos. Las denominaciones, en este tipo de trabajo, mientras más
consagradas estén por el uso, mucho mejor. Estamos conscientes de que la manera de nombrar los
períodos históricos y las corrientes que a ellos acuden suelen ser fruto de la convención y muchas veces
no son del todo felices. No nos queda más remedio que aceptar las más universales, pues queremos sobre
todo que se nos entienda, en la medida en que no somos originales. Más bien adaptamos a las necesidades
de este momento nacional, en los albores del siglo XXI, propuestas históricas y socioculturales ya
presentadas por muchos antes que por nosotros. Creemos estar prestando un servicio a la comprensión del
presente, y en tal sentido no somos descubridores sino organizadores de pensamientos. Del mismo modo
pediremos disculpas por las probables inexactitudes y distanciamientos de la verdad. Muy lejos de
nosotros la intención de pretender, como lo hacen muchos historiadores o ensayistas demasiado preciados
de sí mismos, algún excesivo rigor científico en algo tan evasivo como lo es el conocimiento de la cultura
humana. Establecidas estas premisas, avancemos.
SOBRE EL HUMANISMO
SOBRE LA ESCOLASTICA
Seguramente nuestros lectores conocen bien los principales rasgos y sucesos de la Edad Media. No
obstante, haremos el ejercicio de ubicarnos de manera general en ese período, en cuyas agonías habremos
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A la sazón, la sociedad continuaba su avance. Algunos historiadores hablan del siglo XII, cuando florecen
las grandes escuelas catedralicias, como "el primer renacimiento". Ya las letras antiguas comenzaban a
ser reinterpretadas por hombres como Bernardo Silvestre y Juan de Salysbury (note el lector que usamos
el término "reinterpretadas" y no "rescatadas", como lo hace Ludovico Silva. Ello porque, a decir verdad,
los estudiosos escolásticos conocían la obra de los clásicos de la antigüedad, sólo que la interpretaban
según sus propios intereses y puntos de vista). Aunque esta llama opacó su brillo al poco tiempo, no
mucho después sería reencendida por la llamada "Tríada Canónica" de poetas italianos (Dante, Petrarca y
Bocaccio). En el siglo XIII se sintetizaron muchos logros de siglos anteriores, mientras la Iglesia se
consolidaba como la gran institución europea. A la par, las relaciones comerciales integraron a Europa y
se acentuaron las actividades de los banqueros y comerciantes italianos, que se extendían por Francia,
Inglaterra, los Países Bajos y el norte de Africa: se fortalecía poco a poco lo que sería el germen del
capitalismo y la burguesía. Es muy significativo que simultáneamente (a finales de la Edad Media) Dante,
Bocaccio y Petrarca, marcaran el inicio del movimiento humanista que tanta importancia cobraría en el
futuro inmediato. Ellos contribuyeron al redescubrimiento y conservación de las obras clásicas, de tan
destacado rol en el Renacimiento (no podemos dejar de señalar que los primeros humanistas fueron a
menudo censurados, anatemizados y perseguidos por el poder eclesiástico). También durante este siglo
hubo el impacto de varias innovaciones de origen chino, como el papel, la pólvora, la imprenta y la
brújula. La Alta Edad Media se ve coronada por los logros de la arquitectura gótica y por la obra de
Tomas de Aquino.
La llamada baja Edad Media, el ocaso del período, fue plena de turbulencias y conflictos. En la medida en
que se desarrollaba la expansión económica y mercantil, nuevas fuerzas sociales en formación
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SOBRE LA REFORMA
Uno de los hitos principales desde donde se desarrollará el pensamiento humanista lo constituye la
reforma protestante, no tanto por las ideas del principal reformador, Martín Lutero, sino sobre todo por la
polémica que desataría en una época de importantes convulsiones sociales. Lutero asumió algunas
posturas que lo identificaban tibiamente con una corriente progresista para entonces: el individualismo.
Se opuso a la distinción entre ocupaciones sagradas y seculares. Según él, los seres humanos trabajaban
para sí mismos y para el mundo sin importar cuáles fueran sus ocupaciones. Todos son instrumentos de
Dios, que trabaja en el mundo a través de ellos. Sin embargo, Lutero asume una posición conservadora,
más bien retrógrada, ante uno de los preceptos fundamentales del nuevo pensamiento de la época: el libre
albedrío. Para el reformador alemán, el libre albedrío atentaba contra la omnipotencia divina: "Dios
prevé, dispone y lo opera todo según su voluntad inmutable, eterna e infalible. Este anatema anula y
aniquila por completo el libre albedrío". La contraparte de estas ideas de Lutero la representaron Erasmo
de Rotterdam y Melanchton, quienes se opusieron abiertamente al reformador y defendieron la existencia
del libre albedrío humano. En este combate de posiciones, justo es decir que pensadores como Erasmo y
Melanchton representan con mayor propiedad que Lutero el espíritu de la época. De hecho, Alemania
asimila el renacimiento al margen del pensamiento luterano, más que todo con los descubrimientos
científicos de Copérnico y de Kepler. Por su parte, Lutero condenó sin ambages el impulso que adquirían
entonces las ciencias de la naturaleza. Juzgaba a la razón como causa de ofuscación y de error para
quienes aspiraban a la salvación. Para él, la grandeza y la libertad prometidas al creyente son meramente
espirituales. Exigía la sumisión del individuo al Estado, al cual consideraba una institución divina y
religiosa. Afirmaba que era "injusto que un subordinado se rebele contra un tirano. No hay nada tan
diabólico como un hombre en rebeldía". De manera que también en el sentido político, el pensamiento
alemán de avanzada se alejará de Lutero. Los filósofos del derecho alemanes profesaron un
individualismo que excluía cualquier sometimiento incondicional al poder establecido. De modo que
Martín Lutero se transformó en un defensor incondicional de ese poder y se vio enfrentado a los
principales representantes del humanismo, del individualismo y de todas las ideas sobre las cuales se
sustentaba la floreciente burguesía en su lucha por un nuevo orden. Como vemos, la discusión que se da
en torno a la reforma no es para nada despreciable. Se debatían allí los asuntos principales atinentes a la
transformación que se estaba gestando en el seno de la sociedad, coincidiendo con la creciente influencia
de la burguesía. El paulatino advenimiento de la sociedad capitalista, cuyo motor fundamental era esta
nueva clase social, se expresaba también en el enfrentamiento ideológico entre los humanistas, aliados de
la burguesía, y los representantes del pasado.
Ludovico Silva da noticia de que los griegos "no tenían una palabra para designar lo que conocemos
como 'humanista'. Los latinos tampoco la tuvieron, aunque Cicerón y Varrón usaron mucho la voz
'humanitas', que luego fue vertida al griego de la patrística como anthropotés, que significa 'humanidad,
genero humano'." (1) Igualmente refiere que A. Campana, en su estudio The origin of the word
"Humanist", asienta que la palabra umanista fue introducida por primera vez en Italia hacia 1538. Nótese
que el nacimiento del término es contemporáneo con el ascenso de los sectores mercantiles que originan a
la burguesía. El "Humanista" se dedicaba a los studia humanitatis. Lo que distingue a estos estudios, en lo
fundamental, es la reconsideración de la tradición clásica antigua. La idea renacentista del humanismo
significó una ruptura con la ideología medieval. Dentro de este concepto, se concedió la mayor
importancia a los estudios clásicos y se consideró a la antigüedad clásica como la pauta común y el
modelo a seguir por los intelectuales y los artistas. La tradición artística griega se recuperó en el arte y en
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SOBRE EL RENACIMIENTO
La historia no es, como muchos interesadamente tratan de establecer, una ciencia objetiva. La historia es
una construcción interesada, una de las armas ideológicas que son utilizadas por quienes mantienen el
dominio cultural, en cualquier época, para impulsar sus ideas e imponerlas a la sociedad. Por eso es que
una de las más significativas rupturas renacentistas con la tradición medieval se encuentra en el campo de
la historia. La historia era considerada, en la Edad Media, como una rama de la teología. Los pensadores
renacentistas trataron de sacarla de esa prisión cultural y de acercarla a otras manifestaciones
intelectuales, como la literatura. Los historiadores renacentistas rechazaron la división medieval cristiana
de la historia, que partía de la Creación, seguía por la encarnación de Jesús, y desembocaba en el ulterior
Juicio Final. Por su parte, la visión renacentista de la historia contaba también tres fases, pero muy
diferentes: la antigüedad, la edad media y finalmente la edad de oro, que así llamaban al propio
renacimiento. Esta precisión es muy importante, porque el pensamiento ilustrado contemporáneo cuenta
la historia a su manera, y eso lo veremos más adelante de forma cruda cuando hablemos de esa historia
contemporánea. La revisión de la historia, pues, fue una de las principales señales del pensamiento
renacentista. En ese sentido de revisión de la historia se abordó el pasado, y más concretamente la
antigüedad clásica. No se trata de que fuese una visión más o menos objetiva que la visión medieval, ese
no es el asunto principal. Se trata, antes que nada, de que fue una visión interesada, una visión que
representaba nuevos intereses, los intereses de las fuerzas del cambio. Esa visión del pasado
grecorromano clásico y su arte se inició, sobre todo, en la Italia del siglo XIV y se difundió en Europa
durante los siglos XV y XVI. Y se corresponde con el período de transformación progresiva de la
sociedad feudal -caracterizada por una economía predominantemente agrícola y el dominio ideológico de
la Iglesia Católica- en una sociedad de economía urbana y mercantil. Así como surgieron en Grecia, en la
antigüedad, instituciones como la Academia y el Liceo, surgen en Europa las sociedades científicas, como
la Academia de Lincei (1603), la cual aun perdura, y a la que pertenecía Galileo, y la Royal Society en
Londres (1662). Es de notar, igualmente, que el renacimiento italiano fue un fenómeno urbano que se
hizo presente sobre todo en Florencia, Ferrara, Milán y Venecia, ciudades que se desarrollaron en el
período de gran expansión económica de los siglos XII y XIII. Los comerciantes medievales italianos
desarrollaron técnicas mercantiles y financieras como la contabilidad y las letras de cambio y dominaron
el comercio y las finanzas de Europa. Esta actividad mercantil contrastaba con la sociedad rural medieval,
y su estructura era menos jerárquica y más preocupada por objetivos seculares. Los humanistas del
renacimiento no eran precisamente mansos. Atacaban y condenaban a la cultura medieval y a sus
concepciones del mundo, estigmatizándola como ignorante y bárbara.
El renacimiento fue una época de duro cuestionamiento a las ideas establecidas y de ebullición
intelectual, sin duda el principal antecedente inmediato de los sucesos que generaron la Ilustración, la
Revolución Francesa y la ciencia moderna.
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
El siglo de las luces, la Ilustración, fue un movimiento intelectual que precedió a la Revolución Francesa,
en el siglo XVIII. Precisamente, el nombre de "siglo de las luces" revela ya el contenido de
enfrentamiento ideológico que marcó esta etapa: era la reacción contra lo que se consideraba un período
de oscuridad e ignorancia, la entrada a una nueva edad iluminada por la razón y la ciencia. La Ilustración
no sólo es el origen de la ideología que domina el mundo actual en casi su totalidad. Más precisamente, se
trata de esa misma ideología, que con algunos desarrollos, se sostiene en sus principios fundamentales tal
como fue planteada en el siglo XVIII. En ese sentido, el pensamiento burgués ilustrado contemporáneo,
que se precia de moderno, es en realidad culturalmente dieciochesco.
El movimiento de la Ilustración fue clave en el declinar del poder eclesiástico. Así mismo en él se
originan muchos de los modelos sociales rectores del mundo de hoy, tal como el llamado liberalismo
político y económico. La Ilustración no fue una simple evolución académica o filosófica, sino sobre todo
la manifestación de las luchas políticas. En tal sentido, muchos hombres de la Ilustración tuvieron a bien
definirse como miembros del "partido de la humanidad" e imprimieron y divulgaron gran cantidad de
panfletos, folletos y periódicos contestatarios. Y, por supuesto, las clases dominantes respondieron con
violencia y persecuciones. En la primera mitad del siglo XVIII se dio una ardua lucha de los líderes de la
Ilustración contra las fuerzas dominantes. Muchos sufrieron cárcel y sus ideas y escritos fueron
censurados, sin faltar, por supuesto, las descalificaciones y condenas de parte de la "Santa Madre Iglesia",
que ha sido a menudo, sin duda, una de las madres más dañinas que conoce la humanidad. Sin embargo,
las nuevas ideas se expandieron y se materializaron en hechos revolucionarios concretos, como la guerra
y la declaración de independencia de los Estados Unidos.
Como todo el mundo sabe, la clase social que impulsará la Ilustración, la burguesía, proviene de la
incipiente clase media que floreció en el siglo XVII, en las ciudades europeas (los burgos, de allí su
denominación). Estos ciudadanos no eran ni siervos ni nobles. En principio fueron comerciantes y
artesanos, y luego muchos se convirtieron en banqueros y empresarios. A medida que se desarrollaban las
ciudades, esta clase fue ganando importancia socio-económica. De hecho, al comenzar la burguesía a
tomar conciencia de sí misma, de sus intereses y del poder que iba generando, empezó a organizarse
como sector de presión y a agruparse en corporaciones y gremios que defendían sus intereses ante los
grandes propietarios y terratenientes. Fue, pues, la burguesía el motor principal de la revolución inglesa
del siglo XVII y de las revoluciones estadounidense y francesa del siglo XVIII. Estos movimientos
revolucionarios promovieron nuevos derechos políticos, así como las libertades individuales en cada uno
de estos países. Otros derechos completaban ese cuadro programático, tales como el derecho a la
propiedad y la libertad de mercado, una clara muestra de como tras los planteamientos políticos se nota la
presencia de intereses económicos de clase.
Ahora resumiremos las principales premisas sobre las cuales se construye la ideología de la Ilustración. El
primer corpus conceptual importante de la ilustración fue, sin duda, la Enciclopedia. Según Diderot, alma
y motor de la obra, la Enciclopedia se proponía "examinar todo, remover todo sin excepción y sin
reservas". Nótese el radicalismo de la propuesta, propio de las épocas revolucionarias, aunque muchos se
empeñen en desconocer este carácter casi natural de las revoluciones. De hecho, el talante revolucionario
de Diderot ya se había expresado en numerosos panfletos filosóficos. La Enciclopedia tuvo su origen en
París y se editó entre 1751 y 1772. En ella colaboraron numerosos autores y fue concebida como un
compendio de todos los conocimientos. Se convirtió pronto en motivo de polémica, pues siendo sobre
todo una obra inspirada por necesidades políticas, defendía sin ambages las posiciones de la Ilustración y
atacaba a sus oponentes. Su contenido antirreligioso no deja lugar a dudas, así como su inclinación a
colocar en el conocimiento, en la razón, en la libertad de pensamiento y en el hombre mismo la
posibilidad real de la felicidad. A la Enciclopedia siguieron otras importantes obras donde se expresaba el
pensamiento de la Ilustración, como el Contrato social de Jean-Jacques Rousseau, donde se exponen los
argumentos de la libertad civil y se prepara también el terreno ideológico para la Revolución Francesa.
Pero toda este movimiento del pensamiento no fue el resultado de la labor aislada de unos intelectuales
soliviantados. Respondía a las necesidades que engendraba la prédica sobre el libre comercio y la
competencia económica. En esos derroteros mundanos se incuban la defensa del individualismo, de la
empresa privada y de la libertad. Sobre esos tres principios se montaría muy pronto la feroz competencia
entre capitalistas, la lucha por eliminarse unos a otros tratando cada uno de hacerse más rico y de
construir inmensos monopolios sobre los huesos de los obreros y aun de otros burgueses. Esos principios,
que se levantaron en una situación específica y de acuerdo a los intereses de una clase social renovadora
en su momento, fueron degenerando a medida en que se iban acomodando más y más a los intereses
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
No se crea que estamos imaginando el derrumbe inmediato del pensamiento ilustrado o que algún sector
de la sociedad está libre de su influencia y su dominio. Muy por el contrario, la superación de la ideología
ilustrada será un proceso de siglos, precisamente porque su dominio es muy poderoso y generalizado, a
pesar de que cada día es más patente su fracaso como fórmula para regular la sociedad y para acercar a
los hombres a la justicia social y a la generalización del bienestar material y espiritual. Acompaña, por
supuesto, todos los males del capitalismo, del cual es alma y sustento. La ideología ilustrada es dominante
entre los ricos y los pobres, entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios, entre los comunistas y
los fascistas, entre los hombres y las mujeres, entre los europeos y los latinoamericanos. En ese sentido,
todos padecemos de la estupidez ilustrada que en algún momento desmenuzaremos en su patética miseria.
Esto es así porque la ideología ilustrada es el fruto de la acumulación secular de formas de vida y
pensamiento que han ido calando profundamente en el alma de los hombres. Desde que el hombre
convirtió a su congénere en esclavo, se dio inicio al largo camino que ha conducido a la conformación y
al establecimiento de la Ilustración. Es el resultado de una evolución del pensamiento clasista generado en
los albores de la historia humana. Y aunque en algún momento, en las formas que asumió, representó un
avance en la marcha hacia la comprensión, por parte de la sociedad, de sus posibilidades, hoy representa
el pensamiento de quienes se oponen a que esa comprensión alcance escalones más altos. El surgimiento
de una ideología basada en el equilibrio de los intereses colectivos e individuales, con predominio final de
los sentimientos colectivistas, altruistas que anidan en los hombres, no puede ser fruto de un proceso
puramente ético o intelectual. La única posibilidad de que surja una ideología de ese tipo pasa por la
construcción de sociedades que paulatinamente vayan recortando la brecha entre los más ricos y los más
pobres, promoviendo la equidad, la educación, el crecimiento armónico y el dominio de las ideas
colectivas y colectivistas por encima de las ideas individuales e individualistas. Esto no puede ser sino un
camino larguísimo, difícil, frecuentemente doloroso, con marchas y contramarchas. Pero es el único
camino. Cualquier otro llevará a la humanidad a su destrucción.
La fuerza y el poder del pensamiento ilustrado se hacen patentes en muchos ámbitos de la vida social,
pero no podemos abarcarlos todos en este modesto trabajo. De modo que tendremos que conformarnos
con ver hacia algunos pocos espacios. Tomemos, por ejemplo, algunas ideas de uno de los representantes
más conspicuos del pensamiento ilustrado, individualista y defensor de la propiedad privada que se han
conocido en el mundo contemporáneo, particularmente en Venezuela, hasta el punto de que hasta el
Presidente Chávez lo ha citado: Fernando Savater, inteligente pensador español, idolatrado por casi todos
los intelectuales venezolanos. Sus dos libros más leídos constituyen una defensa sostenida de la ideología
ilustrada. Busquemos en esa fuente, para mejor entender:
"El sistema político deseable tendrá que respetar al máximo (...) las facetas públicas de la libertad
humana: la libertad de reunirse o de separarse de otros, la de expresar las opiniones y la de inventar
belleza o ciencia, la de trabajar de acuerdo con la propia vocación o interés, la de intervenir en los asuntos
públicos, la de trasladarse o insertarse en un lugar, la libertad de elegir los propios goces de cuerpo y de
alma, etc." (4) En esto creo que podemos todos estar de acuerdo. Pero hasta aquí Savater no propone nada
nuevo: son, en general, las mismas propuestas que hacía la burguesía en su época de auge, el concepto de
los derechos del hombre. Pero veamos hacia donde deriva esta declaración de principios de manos de
Savater:
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
Después de lo que puede describirse como una digresión, dedicada parcialmente a Savater, trataremos de
acercarnos en algo a uno de los hitos fundamentales en el triunfo definitivo de la burguesía moderna sobre
el feudalismo medieval: la Revolución Francesa. No es nada fácil abreviar conceptos en torno a un hecho
tan complejo, tan difícil de despachar, tan exigente, para su cabal comprensión, de una investigación
profunda, larga, especializada, que nosotros no hemos hecho. Son tantas sus contradicciones y tan
fecundo fue su acontecer cotidiano, político y social, que confunde inclusive a historiadores profesionales
¡Qué quedará para los investigadores amateurs, como nosotros! Inclusive, muchos de estos historiadores
burgueses y enjundiosos llegan a decir que el desencadenante principal de la Revolución Francesa no fue
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Tal como hemos dicho, la burguesía no tardó en apartar de su lado a los trabajadores y campesinos que
constituyeron el verdadero combustible social de la Revolución Francesa. Igualmente acabamos de
señalar que en la Europa pos feudal floreció el pensamiento burgués, las ideas concebidas por el
movimiento de la Ilustración. Esas ideas sirvieron de marco al desarrollo conceptual del mundo
intelectual pos revolucionario. Nace, a partir de los hechos de fines de la centuria dieciochesca, el
intelectual moderno, cuya constitución ideológica fundamental permanece hasta nuestros días. Es por eso
tan iluminador estudiar un hecho que acaeció casi un siglo después del triunfo burgués, y que asume
destacada relevancia, y en el cual tuvieron singular presencia los intelectuales y escritores de entonces.
Nos referimos a la Comuna de París. La Comuna fue una experiencia de gobierno popular directo,
implantado por el pueblo de París durante la Guerra Franco-prusiana. El 1 de septiembre de 1870,
Napoléon III se rindió a los prusianos en la batalla de Sedan. Los republicanos de París se
insurreccionaron y proclamaron la III República dos días después. París capituló ante Prusia tras cuatro
meses de asedio. La Asamblea Nacional debía decidir si se firmaba la paz con los prusianos según las
condiciones del armisticio. La mayoría asambleísta era monárquica y partidaria de la restauración de la
monarquía y se mostró de acuerdo con los términos de paz planteados por el canciller de Prusia, Otto von
Bismarck. Pero los republicanos y socialistas, opuestos a esos términos, votaron por la continuación de la
guerra. En este contexto, los parisinos se levantaron contra el gobierno el 17 y el 18 de marzo. Los
insurrectos establecieron un gobierno denominado Comité Central de la Guardia Nacional y eligieron un
concejo municipal el 26 de marzo. Este concejo fue conocido como la Comuna de París y sus miembros
como los communards. Los comuneros eran seguidores de Louis Auguste Blanqui y de Pierre Joseph
Proudhon y contaban con el apoyo de la Asociación Internacional de Trabajadores, cuyo secretario era, a
la sazón, Carlos Marx. La Comuna se orientó a lograr medidas para favorecer a los trabajadores
desposeídos. El grueso del pensamiento y la fuerza de la burguesía se opuso al experimento. Durante la
llamada Semana Sangrienta, entre el 21 y el 28 de mayo, las fuerzas gubernamentales dieron muerte a
más de 30.000 trabajadores, detuvieron a cerca de 37.000 y condenaron a más de 13.000, antes de reducir
y liquidar a la Comuna de París. Como afirma Paul Lidsky en su excelente libro Los escritores contra la
Comuna, estas cifras hablan del pánico que vivió la "gente decente" ante el poder de aquellos "bárbaros"
desposeídos ¿Cuál fue la actitud de los intelectuales ante la Comuna? Es muy aleccionador detenernos en
este punto, puesto que aquí encontraremos una sorprendente coincidencia entre los argumentos de
entonces y muchos de los que analizaremos después en la actual situación venezolana. Claro, tal como el
gato único y eterno de Schopenhauer, los intelectuales burgueses del siglo XX son básicamente los
mismos del siglo XVIII, como iremos demostrando. Estas actitudes siempre se harán patentes en
momentos de convulsión y de transformaciones. Lo que normalmente se encuentra oculto, sumergido en
la cotidianidad, brilla inocultable cuando la rutina social se rompe. Las máscaras se caen y cada quien
comienza a ser lo que realmente es. Entre los escritores franceses de entonces, los únicos que asumen una
posición de simpatía hacia la Comuna o que al menos condenan la represión en su contra, son Vallès,
Rimbaud, Verlaine, Villiers de L'isle-Adam y Victor Hugo. Todos los demás se le oponen, la mayoría de
manera virulenta. Muchos de estos escritores habían tenido participación en la revolución de 1848, para
luego caer en una larga época de desilusión y acomodo al régimen burgués. Cualquier parecido con
numerosos intelectuales venezolanos contemporáneos no es mera coincidencia. En su confrontación con
las masas, los intelectuales franceses no podían sino manifestar su supremacismo y su desprecio por los
desposeídos, la "masa inculta". Alguna vez Leconte de Lisle fue casi lapidado por la multitud, durante los
levantamientos populares de 1848, y después de huir por una ventana, espetó: "¡Qué ralea sucia y
asquerosa es la humanidad! ¡Qué estúpido es el pueblo! Es una eterna raza de esclavos (N.A.: ¿remember
Savater?) que no puede vivir sin albarda y sin yugo. No será, pues, por él por quien sigamos combatiendo,
sino por nuestro sagrado ideal. ¡Que reviente de hambre y de frío, ese pueblo fácil de engañar que pronto
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El pensamiento burgués nació, por supuesto, en medio de grandes contradicciones, como todo lo que
nace. En la dirigencia de la Revolución Francesa, tal como afirmamos más arriba, hubo multitud de
fracciones y este carácter contradictorio no amainó en los años posteriores. Por otra parte, podemos decir
que la tendencia positivista fue dominante en los albores de la ideología burguesa. La adoración de la
razón humana como única fuente confiable del conocimiento y la felicidad se convirtió en norma
corriente. Sin embargo, pronto el modelo racionalista comenzó a convertirse en una especie de camisa de
fuerza para algunos representantes de la filosofía, la literatura y el arte. En mi opinión, el surgimiento en
tales circunstancias del pensamiento romántico puede ser explicado, entre otras razones, por una lucha en
torno al poder ideológico entre tendencias con el mismo origen. Sin embargo esta lucha se centró sobre
todo en el terreno del conocimiento y su caracterización. Recordemos que los científicos y racionalistas
pasaron a ser los sustitutos de los sacerdotes en esta especie de nueva religión que conformaba el
positivismo, aun imperante en muchos sentidos. Recordemos, también, que la burguesía no tuvo descanso
una vez que se convirtió en clase dominante. Las revueltas obreras y populares se multiplicaban por
doquier. Una parte de la intelectualidad europea, que había participado del entusiasmo ilustrador,
comenzó a sentir los latigazos de la decepción, sobre todo aquellos sectores vinculados al pensamiento
poético: la revolución que había venido para salvar el mundo, la panacea que llevaría a la humanidad a
una utopía de igualdad, justicia y progreso, enseñaba desde el principio la cola de su terrible iniquidad
estructural. De hecho, Sturm und Drang, el movimiento literario alemán considerado como precursor del
romanticismo, es contemporáneo con la Comuna de París. Pero hay que señalar como hecho importante el
que Sturm und Drang tiene un claro antecedente en una reconocida voz de la Ilustración, como lo fue
Jean-Jacques Rousseau. Sturm und Drang comenzó a enseñar la preocupación por la emoción subjetiva y
la espontaneidad del acto creativo que serían luego dos de los rasgos distintivos del romanticismo.
La corriente romántica se difunde por Europa a finales del siglo XVIII y a comienzos del XIX. Su
oposición a algunas ideas iniciales de la Ilustración no puede ser confundida con una insurgencia contra la
ideología burguesa, sino como una nueva manifestación de ésta. El romanticismo permanece fiel al rasgo
principal de esa ideología: el individualismo. No otro fundamento tiene su predilección por la más intensa
experiencia personal. El romántico propone una especie de huida temporal, hacia adelante, y plantea la
utopía de la búsqueda de un porvenir divino que espera en el devenir de la humanidad. En ningún modo
concibe alguna forma de rebelión fáctica contra la profunda explotación del naciente capitalismo que
esquilmaba a las mayorías desposeídas. En tal sentido, el debate romántico frente al positivismo debe ser
entendido como manifestación de contradicciones entre facciones del pensamiento burgués. Sin embargo,
también hay que considerar que el romanticismo abre las puertas al surgimiento de diversas vanguardias
filosóficas, literarias y culturales del siglo XX que han contribuido a generar respaldo a múltiples
movimientos libertarios que han venido haciendo aportes a la conformación de un pensamiento
colectivista moderno. En cierto modo, el romanticismo, al igual que el marxismo, que significó un
cuestionamiento aun más radical y pragmático a la ideología burguesa, fue uno de los gérmenes de la
transformación cultural y colectivista futura. No se trató de un movimiento colectivista, como sí lo fue
básicamente el marxismo, pero su defensa de lo irracional, lo vital, lo emotivo ante el cientificismo
positivista, que se convirtió en la tendencia predilecta del capital, mantuvo despierta una llama de rebeldía
humana ante la crueldad inhumana de los poderes explotadores. El planteamiento del problema del
conocimiento por parte de los románticos es lo que confiere a esta tendencia su carácter histórico más
notable. El romanticismo afirmó que la intuición y la imaginación eran vías tanto o más válidas que la
razón para conocer la realidad y acercarse a ella. La importancia de esta acción ideológica es
fundamental. Al asignar a la razón y al conocimiento científico la exclusividad sobre la captura de la
realidad, el positivismo creaba una barrera elitesca para favorecer todo conocimiento académicamente
adquirido, sólo accesible a la clase dominante. Pero por otra parte, desconocía algunas de las armas más
poderosas de la sabiduría popular, como por ejemplo la intuición y la imaginación. De manera que los
románticos pusieron sobre el tapete una discusión de importancia cardinal, y por eso mismo su influencia
positiva se extiende hasta nuestros días, ya que si el positivismo hubiese reinado sin obstáculos (cosa que
por lo demás hubiese resultado de todas formas imposible) probablemente avanzaríamos sin remedio a un
mundo de soluciones mecánicas, deshumanizadas, sometidas al arbitrio sin remedio del individualismo
más feroz, donde la sociedad, manejada por mentes "brillantes" y aisladas, marcharía como un
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
En los albores del siglo XX se fortalece el capitalismo en Latinoamérica. Surge, en el terreno intelectual,
el auge de la corriente modernista. El modernismo coincide con un rápido y pujante desarrollo de ciertas
ciudades del subcontinente, que se tornan cosmopolitas y generan un comercio intenso con Europa,
llegándose a comparar con las urbes norteamericanas, y producen un movimiento de ideas favorable a la
modernización de las viejas estructuras heredadas de la colonia y las guerras intestinas. En ese momento
se había dado inicio a la fiebre capitalista en la América Latina. La sociedad se torna profundamente
materialista, en el sentido del afán de lucro como móvil social casi único. Ocurre entonces algo muy
parecido, desde el punto de vista del mecanismo sensible e intelectual, a lo que fue la reacción de los
románticos ante el positivismo y el racionalismo en Europa. Los escritores de estos lares parecen volver la
espalda a ese mundo lleno de valores puramente materiales. Tal como lo hicieron los románticos, los
modernistas se oponen al positivismo cientificista que había llegado a reinar en América. Por ello tienden
a ubicarse en los linderos del antirracionalismo, glorificando el sentimiento y el instinto. Pero, emulando
una vez más a los románticos, esta diferencia intelectual no es precisamente una renuncia a los valores de
la ideología burguesa que ya se había impuesto claramente en nuestros países, de mano del aun tímido,
pero creciente capitalismo. Los modernistas se constituyeron en una especie de aristocracia intelectual,
compuesta por una minoría elitesca y selecta, identificada con los valores del individualismo. Piensan en
su patria y en el alma de su patria, pero se comportan como estetas puros, aspirando a la belleza formal y
al dominio de lo simbólico. Dejan como legado, en la literatura, una obra que fue considerada renovadora
en su momento y con una influencia inusual en las letras españolas, que se alimentan del verbo y el
planteamiento de Darío y otros escritores modernistas del nuevo mundo. Sin embargo, y sin entrar a
enjuiciar aquí la herencia literaria que hayan podido dejar a la posteridad, los modernistas no pasaron
nunca de ser una típica élite, una ínfima minoría que igualmente contó con privilegios, dádivas y cargos
obtenidos en la consabida ronda del intelectual burgués por los rincones del poder.
En los años de la primera postguerra del siglo XX, el intelectual latinoamericano se hace presente de una
manera más protagónica en la lucha política, levantando casi siempre las banderas de la democracia, la
justicia social, la libertad de expresión y la identidad cultural nacional de sus países. Desde distintas
latitudes se movilizan estos sentimientos que acompañan a las luchas populares por la democratización de
las instituciones y la ampliación de los espacios de participación política. Surgen entonces importantes
obras literarias que plantean problemas referidos a la identidad cultural hispanoamericana, de lo cual son
ejemplo el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento o el Ariel de José Enrique Rodó. Se inicia una época
de oro para la clase media ilustrada latinoamericana, que pasa a jugar un papel de liderazgo en las luchas
democráticas de los pueblos. Estas actitudes se vinculan, sin duda, a la irrupción de las ideas socialistas y
marxistas, que prenden en buena parte de esa intelectualidad, que era testigo, además, del fracaso de
modelos políticos absolutistas, militaristas y antidemocráticos. Aquellas luchas, es necesario decirlo, no
se plantearon nunca la transformación del modelo capitalista, sobre todo porque este modelo era aun
incipiente, en comparación con el extenso proceso de industrialización que se había producido en Europa.
En Venezuela, por ejemplo, las relaciones capitalistas de trabajo habían surgido a partir de inversiones
extranjeras, que trajeron moderna tecnología en las áreas de ferrocarriles, telégrafos, tranvías, teléfonos,
electricidad. Había también ciertos gérmenes de capitalismo nacional, pero que se traduce en inversiones
más bien reducidas en fábricas textiles, imprentas, zapaterías que están diseminadas en el territorio
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
Antes de que entremos a analizar los contenidos ideológicos que maneja la intelectualidad burguesa
contemporánea en Venezuela, nos pasearemos por el espacio que ha generado más privilegios de todo
tipo para esa intelectualidad y cuya defensa asume una parte importante de sus representantes: el régimen
betancourista, al cual llamo así en honor a su principal ideólogo y líder, Rómulo Betancourt. El
pensamiento ilustrado al cual me refiero ha usado muchos argumentos de diverso tipo para defender esa
dudosa versión de la "democracia" y para trabajar, abierta o solapadamente, voluntaria o
involuntariamente, por su restauración. En tiempos recientes se han manejado dos argumentos falaces:
uno es que la degradación del régimen betancourista se produjo únicamente en sus últimos veinte años,
debido a la actuación desacertada de algunos dirigentes, pretendiendo así dividir esa época en un período
brillante, dorado, y otro oscuro y decadente. El otro argumento plantea que la razón de esa decadencia fue
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
SOBRE EL INDIVIDUALISMO
Para remitirse a la base del pensamiento burgués contemporáneo, vamos a recurrir primero que nada a
uno de sus principales ideólogos de habla hispana, el español Fernando Savater, verdadero gurú de la
intelectualidad burguesa criolla, que adora y promueve sus ideas individualistas en torno a la ética y la
política. No es de extrañar, ya que el individualismo es el concepto más caro a las clases dominantes
venezolanas y a los intelectuales favorecidos por ellas, quienes han asumido el modelo de pensamiento
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
SOBRE EL SUPREMACISMO
He dicho que el gran fundamento de la ideología burguesa es el individualismo. Es, si se quiere, su marca
de fábrica. Aunque los individuos siempre han existido y existirán, es en la sociedad dividida en clases
donde comienza a perfilarse la deformación especular que va cediendo el papel dominante, en la esfera
ideológica, al individuo, en detrimento del rol dominante que cumple, en la realidad, el colectivo social.
Esta deformación alcanza su máximo grado con el advenimiento del capitalismo y de la sociedad
burguesa, que se declara, abiertamente, individualista. Pero he aquí que la ideología individualista
refuerza otros usos de pensamiento que les son propios a las clases dominantes de siempre. Uno de los
más importantes es el supremacismo intelectual, la creencia de que los intelectuales y técnicos burgueses
constituyen un estrato superior de la sociedad. Dicha "superioridad" se la daría el uso privilegiado de la
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
SOBRE EL ECONOMICISMO
Otro tema que ha sido martillado una y otra vez en Venezuela para atacar el proceso de cambios, es el
económico. Bandas de sesudos economistas recorren los canales de televisión pontificando sobre la
necesidad de planes económicos. Son, en general, partidarios declarados o vergonzantes de la economía
de "libre mercado" y agitan el fantasma de la globalización como quien muestra al niño la palmeta. Son
también, muchos de ellos, conocidos beneficiarios del antiguo régimen, donde fungieron en cargos
públicos o como "asesores". Otros, simplemente, tienen años dictando recetas que a todas luces no han
funcionado. Casi todos, con contadas excepciones, gritan "¡comunismo, populismo, estatismo!" cada vez
que alguien menciona, vinculándolos a la planificación económica, los términos redistribución de los
ingresos, inversión social y regulaciones estatales. A todos se les puede repetir la afortunada frase de
Savater: "Lo que me preocupa es sospechar que los economistas saben de economía pero lo ignoran casi
todo sobre soluciones" (109), o esta otra de José Luis Vethencourt: "Detrás de la racionalidad del dinero -
y en general de la economía- se esconde con gran frecuencia la más brutal de las irracionalidades" (110).
Nosotros no somos expertos en economía, pero como la cohorte de intelectuales burgueses que hemos
nombrado en estas páginas se empeña cada vez más en hacerle coro al combo gris de los economistas
mediáticos, repitiendo como loros lo que sospecho no conocen muy bien, nos sentimos autorizados a
emitir algunas humildes opiniones, respaldadas por experiencias reales, computables -no por teorías- que
hemos podido conocer a través de algunas lecturas de gente bastante neutral y autorizada.
Lo primero que cabría decir es que la economía venezolana fue dejada en estado de postración por el
régimen betancourista, a pesar de los ingentes recursos que éste manejó. No solamente por los altos
índices de desempleo y de pobreza atroz, por la debilidad de nuestro signo monetario, por la profundidad
y extensión de la recesión y la crisis generalizada, sino sobre todo por la angustiante situación de un país
que carece de la infraestructura mínima para su despegue, por lo cual la recuperación económica no va a
ser cosa de pocos años. Por ejemplo, el tejido industrial venezolano cuenta con poco más de 12.000
establecimientos manufactureros, lo cual es menos de la mitad de países como México y Colombia:
somos reos del petróleo. A pesar de la existencia de planes, desde 1970, que hubiesen permitido dotar al
país de una infraestructura de riego, imprescindible para la salud de la agricultura, hoy tan sólo contamos
con 200.000 hectáreas con sistemas de riego. De manera que para que haya recuperación de la agricultura,
habría que levantar primero esa infraestructura de riego. En cuanto al transporte, no ha sido posible
acelerar la construcción de una red ferrocarrilera, que haría nuestra economía mucho más competitiva y
capaz. Tampoco se han aprovechado las grandes posibilidades del transporte fluvial. En fin, como en todo
lo demás, el régimen betancourista dejó esta otra gran cicatriz de una economía no sólo altamente
trastornada, sino además en condiciones muy difíciles para su recuperación. Sin embargo, los genios de la
economía mediática insisten en sus mismos esquemas, refiriéndose a soluciones que siempre ponen el
acento en las posibilidades del "libre mercado" y dejando en la cola, casi como una concesión, los asuntos
atinentes a lo social, como son, por ejemplo, la redistribución del ingreso, la salud y la educación. Pero el
error estriba en que no puede haber recuperación económica primero y recuperación social después, sino
que se trata, necesariamente, de un proceso simultáneo. En un interesante artículo de Francisco
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
SOBRE LA GLOBALIZACION
La globalización es el fenómeno económico, social y cultural generado por la expansión mundial de los
grandes monopolios económicos transnacionales, ligado a rápidos avances tecnológicos, sobre todo en las
áreas del transporte, la informática y las telecomunicaciones, que ha tendido al establecimiento de un
mundo donde las fronteras y circunstancias nacionales particulares están cada vez más inmersas dentro de
la acción y el devenir de la humanidad planetaria. El fenómeno de la mundialización de la sociedad
humana es inevitable, pero resulta que ese proceso se ha desatado en medio de una situación mundial
crítica signada por graves desequilibrios causados por la manera en que el capitalismo internacional
concibe esa globalización. Todo lo que ha sido la consuetudinaria actitud de los monopolios en las
naciones, no hace sino reproducirse, como un hongo venenoso, en lo que podríamos llamar "la nación
planetaria". Así pues, vemos como la globalización, hasta ahora, no ha hecho sino ahondar las brechas
entre países ricos y países pobres, y entre unos pocos, muy pocos, seres humanos ricos y una abrumadora,
aterradora mayoría de seres humanos pobres, sobre todo en países ubicados en América Latina, Africa y
Asia, precisamente los que más han sufrido la dominación colonial y neocolonial en los últimos siglos. Lo
cierto es que mientras en Venezuela, por ejemplo, 8 de cada 10 ciudadanos viven en la pobreza, muchos
de ellos en el límite de lo que se llama pobreza atroz, un centenar de corporaciones acaparan el 75% del
comercio global, y cinco transnacionales (General Electric, Ford, Royal Dutch/Shell, General Motors y
Exxon) ganaron 670.900 millones de dólares durante 1999. Cerca del 44% de ese capital no fue facturado
en sus países de origen. Lamentablemente, las extraordinarias posibilidades que la globalización puede
ofrecer a la humanidad, están siendo acaparadas para su beneficio por factores políticos, económicos y
culturales privilegiados de la sociedad capitalista, individualista, para seguir dividiendo a los hombres en
seres riquísimos y seres pobrísimos, al tiempo que intentan generalizar una cultura decadente, excluyente,
llena de atentados diversos contra la dignidad y los valores humanos más necesarios hacia la búsqueda del
verdadero bienestar de los hombres. Es la globalización neoliberal que tanto defiende la intelectualidad
burguesa contemporánea. Afortunadamente, ya se levantan importantes corrientes mundiales que no están
dispuestas a aceptar pasivamente el secuestro de las actuales posibilidades de comunión humana por parte
de un sistema social y cultural individualista que se siente fuerte, pero que en el fondo está condenado a
muerte, como si fuera un musculoso fisioculturista que comienza a ser consumido por el cáncer. Es otro
mundo, el mundo de los 50.000 manifestantes que se reunieron el 30 de noviembre del 99 en Seattle para
protestar contra la globalización monopolista, de las manifestaciones de enero del 2000 en Davos, Suiza,
de las concentraciones del 16 y del 17 de abril frente a la Asamblea del Fondo Monetario Internacional en
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
SOBRE EL SOCIALISMO
En el proceso político venezolano actual, irrumpen de manera desordenada, aluvional, las fuerzas
colectivistas, en una situación donde predomina esta tendencia ideológica. Y así como no debe
confundirse socialismo con marxismo, igualmente es erróneo confundir el proceso de cambios con lo que
se ha dado por llamar, genéricamente, "el chavismo". En todo caso, vayamos a lo que queremos
denominar como los tres puntos de ruptura a partir de los cuales se crean las condiciones para que se
aceleren las transformaciones políticas que estamos viviendo: el punto de ruptura económica, cuyo
momento álgido puede ubicarse en el llamado Viernes Negro, en 1983. El punto de ruptura social, cuyo
momento definitorio acaece el 27 de febrero de 1989, y el punto de ruptura político, que se asoma el 4 de
febrero de 1992. Estos son los tres momentos de eclosión de la crisis que venía incubando el régimen
betancourista. El hecho de que el punto de ruptura económico anteceda en varios años a los otros dos
puede tener como alguna explicación que en el país no había, para el momento del Viernes Negro,
ninguna expresión social ni política capaz de capitalizar la evidencia de la crisis en función de cambios
reales inmediatos. Casi todo el tramado social y político estaba copado por el betancourismo, con sólo
mínimas expresiones orgánicas de la oposición verdadera, la oposición en función de la ruptura del
régimen. Los principales partidos políticos, los sindicatos, los gremios, las cúpulas empresariales, los
poderes públicos, todo hacía posible que, a pesar del descontento popular que seguía incubándose, el
régimen siguiera mostrándose muy fuerte en los escenarios político y social. El 18 de febrero de 1983
sobreviene el Viernes Negro, que dejó al desnudo el artificio montado en torno a la economía venezolana.
Los desequilibrios fiscales, la insolvencia del Estado, la debilidad de la moneda, la inorganicidad de la
economía, los críticos índices macroeconómicos, todo quedó al descubierto y el país entró en una etapa de
profundización acelerada de la crisis económica, que no hizo desde entonces sino desarrollarse y catalizar
las contradicciones, unido ello a la simultánea crisis moral donde cada vez más se destapaban los estragos
de la corrupción y del clientelismo. En 1988 gana las elecciones, para un segundo período, Carlos Andrés
Pérez. Este sería el penúltimo gobierno electo del betancourismo. El régimen excluyente y represivo que
había dominado en los últimos 40 años comenzaba a hacer aguas de manera acelerada. Es en esa situación
que hace explosión, el 27 de febrero de 1989 y los días subsiguientes, la crisis social represada. El
hambre, la miseria, la violencia, el abandono de años cobra cuerpo en ese hecho, extraordinario por varias
razones. En primer lugar, el estallido de los desposeídos se produce sin ningún liderazgo político que lo
encauce. Se trata de un desbordamiento clasistamente puro, una factura que pasa el pueblo pobre
venezolano de manera directa, sin gestores ni representantes. Es un "¡Se acabó, esta vaina es mía!". Desde
el punto de vista del desarrollo de la crisis, el 27 de febrero es un fenómeno de alta calidad, pues a partir
de allí el pueblo venezolano, como han dicho muchos, toma la calle para no regresar. El carácter de las
manifestaciones reivindicativas de los sectores más desfavorecidos cambia totalmente, imponiéndose
nuevas formas de lucha, como las tomas masivas de locales oficiales, la frecuente interrupción del tránsito
vial con presencia de masas, el desafío enardecido y callejero que derrota al miedo. Sin embargo, la
irrupción de esta fuerza social a partir de la eclosión del 27 de febrero, no termina de obtener una
referencia política: no se percibe un camino ni un liderazgo para el cambio. Las luchas de los desposeídos
son conculcadas por las mismas voces de siempre, desde los sectores conservadores que pretenden
adelantar cambios gatopardianos creyendo que de esta manera podrían conjurar los peligros del "perraje"
rebelde, pasando por cierta izquierda intelectual más bien acomodaticia, cuyo paradigma es Teodoro
Petkoff, hasta llegar a la ultraizquierda políticamente inepta que frecuentemente se convierte en
abortadora de las posibilidades populares. Entretanto, y ante el desconocimiento de la mayoría de los
venezolanos, se producen movimientos en el seno de las Fuerzas Armadas, donde las tendencias
colectivistas han tenido cierta fuerza desde muchos antes. De hecho estas tendencias se manifestaron de
distintas maneras a partir de la muerte de Gómez: en el gobierno de Medina Angarita, en el derrocamiento
de Pérez Jiménez, en la incorporación de muchos oficiales a la fallida lucha armada contra el
betancourismo, en el Porteñazo, en el Carupanazo. La expresión más fuerte de este sector, durante los
años finales del betancourismo, es el llamado Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, comandado
por un grupo de oficiales donde destacan, entre otros, Hugo Chávez Frías y Francisco Arias Cárdenas. Es
desde este movimiento de donde habría de surgir la chispa que produjo el estallido de la crisis política.
Algunos olvidan, o no quieren recordar, lo que era Venezuela antes del 4 de febrero de 1992. Aquel país
aletargado, desesperanzado, latoso, con un pueblo rumiando su inconformidad pero sin ninguna vía para
encauzar sus deseos de una transformación radical. En la madrugada del 4 de febrero todos nos vimos
sorprendidos por la rebelión militar. El pueblo venezolano pasó del estupor a la exaltación. Y ahí está una
de las claves de aquel acontecimiento: derrota militar, victoria política. La referencia política popular, el
canal para los cambios radicales había nacido. En apenas tres breves minutos, y en las palabras de un jefe
militar derrotado, preso y fatigado, los desposeídos de Venezuela reconocieron al nuevo líder que estaban
esperando. Sólo sería cuestión de tiempo para que este nuevo liderazgo, en medio de aprendizajes y
Antichavismo y Estupidez Ilustrada
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