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La revolución de 1905
En 1905, el ejército zarista fue derrotado en la guerra ruso-japonesa en una guerra motivada por los intentos
rusos de expansión en Asia. Ello trajo como consecuencia una serie de disturbios, provocados tanto por el
descontento que causó la derrota como por la crisis económica que se vivía en ese momento. La revolución se
desencadenó el 9 de enero, cuando las masas populares se dirigieron al Palacio de Invierno en San Petersburgo,
residencia del zar, para hacerle llegar sus demandas. Los manifestantes no pretendían destruir el zarismo, sino
mejorar sus condiciones de vida y forzar el inicio de reformas políticas. La respuesta de las autoridades fue una
violenta represión que dejó numerosos muertos y heridos. Por eso, se conoce a este día como Domingo
Sangriento. La oleada de protestas y huelgas duró varios meses. Los campesinos y obreros se agruparon en sóviets
(consejos o asambleas populares), un modelo de organización que tendría gran importancia en el futuro. El zar se
vio obligado a emitir un manifiesto imperial en octubre de 1905 que incluía las siguientes medidas liberales:
Conceder un conjunto de libertades civiles (libertad de conciencia, de expresión, de reunión, de
asociación).
Crear un régimen representativo, con un Parlamento, la Duma, elegido por amplio sufragio y con poderes
legislativos.
Estas medidas calmaron a la oposición liberal y permitieron a Nicolás II reprimir la revuelta y arrestar a los
dirigentes del sóviet de San Petersburgo y del sóviet de Moscú.
El ejército blanco contó con la ayuda de varias potencias extranjeras, que temían que la revolución se extendiera
por sus países, pero la guerra terminó con la victoria de los bolcheviques.
Para abastecer el frente y las ciudades durante la contienda, el Gobierno adoptó una política económica conocida
como “comunismo de guerra”, en la que se nacionalizó la industria y se requisaron las cose- chas para alimentar al
ejército. Durante esta etapa se sentaron las bases del nuevo Estado: todas las decisiones quedaron en manos de
los bolcheviques, que pasaron a denominarse Partido Comunista. Los restantes partidos fueron prohibidos y se
instauró una férrea dictadura comunista. Tanto las medidas económicas como las políticas provocaron huelgas y
revueltas que el Gobierno reprimió con violencia.
La nueva política económica (NEP)
A pesar del triunfo bolchevique en la guerra civil, la desastrosa situación económica provocó una gran
hambruna en 1921, en la que murieron dos millones de personas. Esta situación dio lugar a un gran descontento popular que
se tradujo en una serie de revueltas. Ante ello, en marzo de 1921, Lenin anunció la nueva política económica (NEP), vigente
hasta 1928. La NEP era una solución transitoria a la crisis, ya que se retornó parcialmente a una economía de mercado. Se
admitió la propiedad privada en el campo, en las pequeñas industrias y en los comercios. Se restableció la economía
monetaria y se acuñó un nuevo rublo.
No obstante, el Estado mantuvo el control sobre la banca, la industria pesada y el comercio exterior.
Los resultados fueron, en principio, positivos. La expansión de la agricultura frenó el hambre y se
suprimió el racionamiento. En 1927, la producción agraria e industrial se recuperó y alcanzó los niveles
de 1914. La NEP dio lugar a la aparición de un campesinado próspero, los kulaks, y al enriquecimiento
de comerciantes y empresarios.
Lenin, poco antes de su muerte, dictó su testamento político, en el que expresaba su preocupación por el inmenso
poder de Stalin y propuso que se le sustituyera por otra persona más tolerante. Pero en enero de 1924 murió
Lenin, y este documento no fue dado a conocer al comité central del partido hasta el mes de mayo. El poder de
Stalin estaba asegurado.