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Historia de América en los

siglos xix y XX
Horacio Gaggero
Alicia F. Garro
Silvia C. Mantiñan

 El agotamiento de las economías de exportación y la búsqueda de un


nuevo modelo (1930-1950)
 La crisis de 1930: impacto de la crisis en los países centrales y
periféricos
La llamada crisis de 1930, que tuvo una duración de cuatro años (1929-1933) es un
momento de inflexión en la tendencia económica vigente en los 30 años anteriores,
que i n i c i a u n período de deflación1 ,( en el cual, los precios de los productos y los
beneficios capitalistas tienden a disminuir).
A partir de la p r i m e r a posguerra, profundizado p o r la crisis de 1929, el sistema
tradicional de división internacional del trabajo
Desempeña un papel de importancia declinante. La demanda internacional de
productos primarios pierde su dinamismo a causa de la p r o p i a evolución de l a
estructura económica de los países industrializados y p o r la declinación económica
británica y su sustitución, como economía dominante, p o r la de los Estados Unidos.
E n efecto, esta nación no solamente era la p r i m era economía industrial del mundo
a principios del siglo X X ,
Sino que era también competitiva c o n las exportaciones primarias de los países
sudamericanos.
La percepción de la naturaleza y de la profundidad de ese problema estuvo retardada
p o r las dificultades que introdujo la depresión de los años 30, cuya profundidad
pusieron en primer plano las dificultades coyunturales, y ocultaron los factores
estructurales, por lo cual se tardó en percibir las importantes transformaciones que se
producían en la economía mundial.
1. Deflación: situación en la cual se produce un descenso general de
los precios. Es la inversa de inflación.
La depresión económica se inició con la quiebra de la Bolsa de Valores de Nueva
York, en octubre de 1929, y desató u n proceso acumulativo que produjo la r u p t u r a
de muchos de los factores y las condiciones institucionales y estructurales que hasta
entonces hacían posible el funcionamiento del sistema económico
mundial; la devaluación de las principales monedas internacionales
suspendió el funcionamiento de u n sistema financiero eficaz. E l descenso de la
actividad en las economías industrializadas produjo elevados niveles de desempleo, y
llevó a u n a acentuada política proteccionista y a la suspensión de sus inversiones
externas.
La contracción de la actividad económica en los países centrales, conllevó la paralela
retracción de su demanda de productos primarios y, p o r consiguiente, una reducción
drástica de las importaciones, con lo que aceleró el proceso de deterioro de los precios
de las materias primas.
Solamente entre diciembre de 1929 y el mismo mes de 1930, el p r e c i o del trigo y d
e l caucho cayó algo más del 50%, el del algodón y el yute cerca del 40%, el de la
lana, el cobre, el estaño y el p lo m o se redujo más del 30%;
el de la carne, la madera, el azúcar, los cueros y el petróleo un
2 3% de promedio.
Como consecuencia de todo ello, el volumen físico de las exportaciones mundiales
sufrió una reducción del 2 5% entre 1929 y 1933, a lo que se agrega una reducción del
3 0% del nivel general de precios, lo que en conjunto redujo en más del 5 0% el valor
del comercio mundial.
Por otra parte, se produjo una modificación en el f lujo internacional de capitales que
agravó considerablemente la situación de los exportadores de productos primarios.
La crisis invirtió la tendencia de exportación de capitales p o r parte de las grandes
potencias como se i n d i c a en el siguiente gráfico.
A l coincidir la baja de los precios c o n la caída de los volúmenes de exportación, el
valor de las exportaciones de los países productores de materias primas se contrajo c
o n violencia. E l i m pacto de este fenómeno sobre la capacidad de pago de los países
latinoamericanos se acentuó aún más porque los precios de los productos primarios
tendieron a caer más que los de los manufacturados, que constituían el grueso de sus
importaciones.
El aumento de los servicios financieros de la deuda externa y la contracción de los
ingresos de divisas, produjeron reducciones en la capacidad de importar. Esta
contracción de las importaciones redujo la oferta de productos manufacturados, al
tiempo que la devaluación, el control de cambios, y las mayores tarifas, consecuencias
de la crisis financiera, significaban u n aumento
De los precios de dichos productos, lo que se tradujo en un incremento de los precios
de las manufacturas en general, y de las importadas en particular.
E n América latina, la crisis alcanzó dimensiones catastróficas debido a que, entre las
regiones subdesarrolladas, e r a la más integrada a la División Internacional del
Trabajo: todo el sector monetario de las economías latinoamericanas estaba ligado al
comercio externo; la deuda externa y sus servicios no solamente condicionaban el de
la balanza de pagos, sino también el de las finanzas públicas y todo el sistema
monetario.
La consecuencia fue que, durante toda la década, la capacidad para importar estuvo
muy reducida, n o tanto por la declinación en el volumen de las exportaciones, sino
principalmente p o r el comportamiento adverso de los términos del intercambio, que
produjo una mayor caída de los precios de los productos primarios respecto del de
los secundarios.
El impacto p r i n c i p a l de la depresión se concentró en el sector público, debido a la
dependencia en que se encontraban e n esa época los sistemas impositivos respecto
de la recaudación aduanera, a lo que se agregaba el incremento relativo de la
importancia de una deuda externa contraída según valores constantes, al tiempo que
las monedas se devaluaban. La consecuencia fue que, salvo la Argentina, todas las
naciones de la región suspendieron, por períodos más o menos largos, el pago de los
servicios de la deuda, c o n consecuencias negativas para la f u t u r a obtención de
financiamiento externo.
Aunque afectó a toda la región, las consecuencias de la crisis fueron diversas, según
los países: los exportadores de alimentos de zonas templadas, como la Argentina,
sufrieron relativamente menos, principalmente porque la demanda de estos productos
tiene una elasticidad baja respecto de los ingresos, particularmente en los países de
nivel de vida elevado. E n segundo lugar, porque la oferta de esos productos, tienen u
n ciclo vegetativo anual, pudiendo las áreas sembradas ser reducidas de u n año a
otro. E n el caso de los productos tropicales, cuya demanda también es inelástica e n
función de los ingresos, en razón de su carácter de cultivo perenne, cualquier
reducción de la demanda
Provoca catastróficas caídas de precios, si n o existe posibilidad de retirar los
excedentes del mercado. E n el caso de los minerales, el cuadro es distinto: la caída
de la producción industrial en los países importadores produjo u n a liquidación de
stocks a precios irrisorios y u n colapso en la producción.
E n esos países, la necesidad de disminuir la producción determinó una notable
reducción del empleo. E n los países productores de alimentos, la reducción del
empleo se limitó al sector de transformación y al vinculado c o n el comercio externo.
Aquellos países de agricultura de subsistencia no sufrieron estas dificultades.
Así, la situación más grave fue la de los países mineros, afectados por la baja de los
precios y del volumen físico, y la menos problemática la de los exportadores de
productos de c i c lo anual, cuyas estructuras productivas son más flexibles. E n el
quinquenio siguiente a la crisis (1934-39), mientras B r a s i l continuaba forzando sus
mercados externos intentado colocar sus grandes stocks de café, que representaban
una carga f i n a n c i e r a considerable, anulada p o r el deterioro de los precios, la A r
g e n t i n a p u d o compensar la reducción del volumen exportable c o n u n
mejoramiento de los precios, mientras que Chile, cuya integración en la división
internacional del trabajo era mayor que cualquiera de los otros dos, fue ciertamente el
más afectado.

La consecuencia de la crisis, en todo el mundo, fue un incremento de la participación


del Estado en la economía. Esta acción tuvo consecuencias negativas (como en
Francia), positivas (como en Suecia) o neutras (como en Inglaterra), pero motivó un
cambio significativo respecto de las condiciones imperantes durante los cincuenta
años anteriores. Por otra parte, cada u n o de
Estos países, sólo superó la crisis económica en el momento en
Que se insertó en la carrera armamentista que precedió a la Segunda
G u e r r a M u n d i a l.

 El proceso de industrialización por sustitución de importaciones

Si bien en algunos de los grandes países de la región, el desarrollo de ciertas


actividades industriales se remonta a p r i n c i p i o s de la economía del siglo X X
(sobre todo en las industrias de transformación de latinoamericana los productos
agrarios y en el desarrollo de las ramas de la industria alimenticia), las nuevas
condiciones de la economía mundial i n i c i a r o n una etapa nueva e n la v i d a
económica sudamericana.

L a crisis generaba un problema e n el sector externo

La caída de las divisas que entraban como consecuencia de la disminución del valor y
el volumen de las exportaciones obligó a producir localmente los productos que antes
se importaban, para aliviar el problema de la balanza de pagos Por o t r a parte, la
política adoptada p o r la mayoría de los países de la región frente a la crisis consistió
en subir los aranceles aduaneros (que en casi todos los países representaban el
grueso de los ingresos fiscales) depreciar la moneda, y controlar las divisas. D i c h a
política encarecía aún más las importaciones y daba lugar a la creación, allí donde los
mercados internos eran grandes (caso de los países más poblados de la región como
México o B r a s i l , o la Argentina), a una demanda insatisfecha que podía ser
atendida por la producción local. Se desarrollaron entonces aquellas ramas de la
industria que, en la etapa anterior, componían el grueso de las importaciones del país:
industria liviana en general, textiles, artefactos para el hogar. E r a n industrias que
requerían una tecnología simple, y capitales que los sectores tradicionales n o sabían
dónde colocar. Tenían además la ventaja de ser extensivas en el uso de la mano de
obra, en momentos en que los sectores tradicionales en crisis provocaban
desocupación.

Este proceso tuvo consecuencias sociales muy profundas. En primer lugar aceleró la
urbanización, ya que las industrias se radicaron allí donde existía previamente no sólo
u n mercado de consumo, sino la infraestructura de transportes, energía,
comunicaciones y u n mercado de trabajo concentrado.

L a crisis de los sectores agrarios generaba por otro lado u n a migración interna del
campo a las ciudades que alentaba el fenómeno. Pero también fortaleció l a posición
de los empresarios del sector y de los trabajadores urbanos que se desarrollaron a l
compás de la industrialización.

El estallido de la Segunda G u e r r a M u n d i a l tuvo efectos contradictorios sobre


el proceso: por u n lado, la d i f i c u l t a d de los intercambios internacionales que la g
u e r r a introdujo permitió el desarrollo de todas las ramas de la industria; por otro, la
falta de abastecimientos de equipos y bienes semielaborados acentuó las dificultades
del desarrollo, y a que la maquinaria instalada n o pudo ser reemplazada, debió
someterse a constantes reparaciones para prolongar su v i d a útil, y esto lesionó la
productividad^ del conjunto de la economía.

Entre comienzos y mediados de la década de 1950, la sustitución de importaciones,


que había surgido para responder a un problema de balanza de pagos, encontró
nuevas dificultades. Como la industria atendía al mercado local, entre otras cosas por
su falta de competitividad dado su carácter monopólico en mercados muy pequeños,
no participaba de las exportaciones, pero su crecimiento llevaba u n incremento de las
importaciones de nuevos bienes (máquinas herramientas, combustibles, o productos
semielaborados) que el mercado local no producía, o carecía de tecnología para p r o
d u c i r l o, generando nuevos desequilib r i o s en la balanza de pagos.

Políticas Para hacer frente a esa coyuntura se aplicaron las llamadas políticas
desarrollistas, que consistieron en fomentar la radicación de subsidiarias de las
empresas multinacionales, que aportarían capitales y tecnologías inexistentes en estos
países y estaban interesadas en producir localmente productos que las altas barreras
arancelarias hacían imposible vender e n estos mercados.
Estos capitales, altamente concentrados, fueron creando establecimientos c o n
capacidad que excedía las posibilidades de consumo del mercado local, y como
además se trataba de industrias intensivas en el uso de capital, crearon una demanda
de mano de o b r a i n f e r i o r a la oferta. Sus intereses demandaron la apertura
económica, que les p e r m i t i e r a colocar sus superávits en terceros mercados.

 Algunas diferencias en las estructuras sociales de los países latinoamericanos

S i n embargo, el hecho de transitar un mismo modelo de desarrollo y


acumulación no debe hacernos creer que la estructura social de la mayoría de las
naciones latinoamericanas era similar en el período que nos ocupa, ni en ningún otro
período.

En primer lugar, no todos las naciones del continente profundizaron la diversificación


de la economía y desarrollaron su industria liviana. Las economías mono productoras
de los pequeños estados de Centroamérica y el Caribe n o produjeron cambios en su
estructura económica, Paraguay tampoco; en todo caso, la crisis las obligó a
retroceder hacia una economía de autosubsistencia campesina.

Por otro lado, el tamaño del complejo industrial varió de u n país a otro, por no hablar
de la p r o f u n d i d a d de la transformación. Pero muchas naciones, como el caso
brasileño, si b i e n desarrollaron u n complejo industrial variado y amplio, siguieron
conservando la m i t a d de su población dependiente de la producción r u r a l.

Solamente la Argentina, Uruguay y C h i l e tenían un elevado índice de urbanización,


que era la c o n t i n u i d a d de la etapa anterior. Sobre todo la Argentina, se
distinguía de las restantes sociedades del continente, p o r su carencia de
campesinado.

L a distribución del ingreso, que polarizaba a l resto del continente, era mucho más
progresiva en la región del Río de la Plata, reconocida por la extensión de su clase
media urbana y sus mejores índices de alfabetización. Sobre todo las sociedades
andinas (Perú, Ecuador y Bolivia), Centroamérica en su conjunto (salvo Costa Rica) y
Paraguay incluían en su seno numerosas comunidades indígenas no asimiladas, que
ni siquiera hablaban en i d i o m a castellano.

Pero, como puede apreciarse en el gráfico de la página siguiente también era muy
diferente el tamaño de sus sociedades. La participación del sector industrial en el
producto b r u t o i n terno era, para 1960, también muy despareja: levemente superior
a la cuarta parte en la Argentina, Brasil y C h i l e , inferior al 20% en México,
alcanzaba solamente el 11% en B o l i v i a , Costa Rica, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y Venezuela. Peor aún era la situación en Haití, el país más pobre de
Latinoamérica, donde solamente representaba el 8,8%. E n estas últimas sociedades
el sector terciario estaba muy p o c o desarrollado, salvo el servicio doméstico. Más del
5 0% de la población estaba ocupada en actividades primarias en México, El Salvador,
H o n d u r a s , Nicaragua, República Dominicana, Haití, Bolivia, Brasil, Colombia,
Ecuador, Paraguay, Perú y Costa R i c a.

 Los Estados Nacionales. Un nuevo modelo: el populismo

En casi todos los países de la región, la etapa de industrialización por sustitución de


importaciones se corresponde con una nueva forma política y un nuevo tipo de Estado:
el populismo. Intenta en este trabajo una definición precisa del fenómeno es una tarea
imposible, dada la disparidad de los análisis de los especialistas.
En los países latinoamericanos, los empleados ligados a la burocracia estatal
mantuvieron viejos lazos con la élite hasta su incorporación en el sistema político a
través de un partido político que los representara.
El populismo fue el canal por el cual los nuevos sectores surgidos al calor de la
industrialización se integraron en la vida política y social latinoamericana.

 Estado y economía. Nuevo modelo: el desarrollismo


La convicción de que las políticas sustitutivas de importaciones, tal como se venían
implementando desde la crisis de 1929 llegaban a su f i n , llevó a plantear a la
Comisión Económica para América L a t i n a C E P A L , debido a la i n f l u e n c i a
del economista argentino Raúl Prebisch, u n nuevo tipo de pensamiento económico y c
o n o c i d o como desarrollismo, que tuvo g r a n i n f l u e n c i a regional.
Consideraba que el capital e r a u n recurso escaso en América latina, pero se
generaría con el empleo de factores ociosos. Además, existía un sector exportador c o
n una importante capacidad para acumular excedentes. Convenía captar esos
recursos mediante la intervención estatal, como hacía el populismo, pero impulsar
simultáneamente un amplio programa de inversiones.
Esta falta de capital era interpretada en dos sentidos: primero como la carencia de un
acervo de infraestructura básica acumulada en transporte, energía y comunicaciones
que h i c i e r a posible la existencia de recursos subutilizados; y segundo, en el
sentido de producir dificultades para la formación de u n f l u j o de ahorro e
inversiones que podría obtenerse de dos fuentes: con una mejor utilización de los
recursos generados por las exportaciones y mediante la inversión extranjera directa o
el aporte de financiamiento externo.
Sosteniendo la noción de que el atraso nacional debía ser superado por el desarrollo,
se necesitaba una estrategia de transformación económico técnica, que rompiera los
eslabones de la dependencia y p e r m i t i e r a resolver los problemas sociales. L a d i
fi c u l t ad no estaba en la f o r m a de d i s t r i b u i r el ingreso, como propugnaba el
populismo, sino en la producción de bienes y servicios. E l desarrollo e r a una salida
hacia delante. Los medios económicos propuestos para esta estrategia eran la
protección de la producción nacional, la l i b r e empresa y recurrir al capital extranjero.
E n palabras del argentino Rogelio
F r i g e r i o , se trataba de cerrar la p u e r t a a los productos extranjeros,
para a b r i r la en grande a l a fábrica que los producirá en el país.
L a condición para el desarrollo e r a la iniciativa privada protegida de la competencia
externa. Pero el problema fundamental era el financiamiento y la acumulación de los
capitales. Suponía que el espíritu de ahorro no había nacido en la población
latinoamericana, y las tensiones que generaría el a h o r r o forzado no podían
conciliarse c o n la democracia, de manera que la única alternativa e r a r e c u r r i r al
capital extranjero. La política desarrollista empleada a partir de mediados de los años
1950 en la mayoría de los países latinoamericanos coincidió c o n u n proceso de
expansión de la inversión de las grandes empresas de capital estadounidense, que,
ante la imposibilidad de acceder a los mercados protegidos por altas barreras
arancelarias, estuvieron dispuestas a establecer f i l i a l e s e n el interior de esas
mismas economías, para ganar mercados y beneficiarse de esa misma protección
arancelaria c o n t r a productores rivales que no lo h u b i e r a n hecho, y que
pretendían competir
desde el exterior.
La diversificación industrial e n esta etapa asumió el carácter de u n a industrialización
subsidiaria e n términos de patrones de consumo y tecnología. Por lo tanto, si b i e n
logró ampliar el sector industrial y modernizar parte del sector agrícola, no logró
completar el proceso de desarrollo n i el objetivo de diversificar, dinamizar y estabilizar
las exportaciones, que siguieron siendo de productos p r i m a r i o s . Se suponía que
la industrialización, partiendo del mercado interno, también generaría un proceso de
expansión de las exportaciones de sus productos, pero las ramas que se desarrollaron
f u e r o n aquellas que atendían al mercado interno, s in p e r m i t i r u n a
especialización que las h i c i e r a competitivas en el ámbito internacional. Apareció
otra f a l la en el mercado de trabajo porque el proceso generó nuevas ocupaciones de
relativamente alta productividad, pero eran mucho menos intensivas e n el uso de la
mano de obra que las de las ramas desarrolladas en las etapas anteriores.
Se generaba así una menor demanda de trabajo, por lo que el elevado subempleo n o
mejoró los salarios y, p o r lo tanto, tampoco logró situar en los niveles requeridos las
tasas de ahorro.

 Estudio de casos México (1930-1950)


En México, el período comprendido entre el f i n de la presidencia de Calles y el
ascenso de Cárdenas es el de sustitución de la política de los caudillos p o r la de las
instituciones. La novedad de la etapa es la creación de u n partido de dirigentes y
caudillos, el Partido Nacionalista Revolucionario (PNR) u n a verdadera alianza de los
profesionales de la política, vinculada c o n el Estado y tutelada por Calles. E l
liderazgo caudillista era sustituido p o r el liderazgo político de un aparato disciplinador
y cohesionante de personajes y grupos. L a necesidad de encontrar u n aparato que
cohesionara a los caudillos al mismo tiempo que se legitimara como instrumento de
poder al convertirse en el único medio de acceso al Estado cambió las reglas del j u e
go político porque invalidó
la búsqueda del poder a través del ejercicio de las armas. Esta nueva fase redefine las
modalidades del liderazgo y el clientelismo: en efecto, a f i l i a al c a u d i l l o con todo
su séquito en organizaciones políticas, laborales o agrarias, del p a r t i d o nacional.
Durante esta etapa los caudillos todavía mantendrán su estatus, preservando
márgenes de autonomía y poder en sus zonas de i n f l u e n c i a.
U n paso importante en el incremento del poder de Calles en relación c o n el poder
local de los caudillos fue el retorno a la no reelección como regla de j u e g o político,
que le permitió romper la permanencia de los líderes regionales en los puestos
políticos.
S i n embargo, la institucionalización de la revolución fue o b r a de Cárdenas.
E n sus inicios, cumplió c o n e l p r i m e r o de los requisitos políticos de un aspirante
presidencial: abierta sumisión al j e fe máximo.
Había desarrollado una c a r r e r a m i l i t a r importante, que le daba presencia ante u
n ejército aparentemente neutral; contaba además c o n u n a buena actividad política
que incluía el gobierno de Michoacán y p o r último, pertenecía al g r u p o de los que
pretendían establecer una f i r m e alianza c o n los sectores agrarios.
Su nominación aparecía como una absorción por parte de los callistas de la disidencia
interna y la evidencia de que los movimientos de masas reivindicativos incidían ya en
la conformación del poder. E l apoyo popular, fundamentalmente agrario, al candidato
fue canalizado a través de organizaciones vinculadas con
el partido, como la Confederación Campesina Mexicana, y durante los primeros meses
de gobierno p o r la Confederación General de Obreros y Campesinos de México.
Los callistas intentaron asegurar su c o n t r o l sobre el presidente al proclamar, al
mismo tiempo que su nominación, el llamado p la n sexenal de gobierno. Pero su p r i
m e r revés surgió al discutirse ese plan en el cual los reformistas pudieron imponer su
orientación ideológica que concebía la vinculación del Estado c o n las masas a p a r t i
r de las reformas. El catalizador del enfrentamiento entre Cárdenas y Calles fue el
apoyo del gobierno a los movimientos reivindicativos obreros y campesinos. E l
incremento del reparto de tierras durante los dos primeros años de gestión amplió las
bases del apoyo campesino al presidente, convertido en la p r i n c i p a l f i g u r a
agrarista. Importantes fuerzas conservadoras e n el interior del régimen se fueron
alineando tras Calles. E l sólido apoyo recibido entonces por Cárdenas por parte de las
organizaciones de masas del régimen, permitió derrotar al j e fe máximo y d i o
impulso a la política
reformista de los años siguientes.
El papel j u g a d o por los dirigentes y las agrupaciones obreras y campesinas como
soporte del g r u p o cardenista consolidó su hegemonía en el interior de la clase que
representaban, convirtiéndolos en vehículo de las demandas y canal de las reformas
sociales. L a institución presidencial, p o r o t r a parte, se transformó en la pieza clave
del partido, la estructura organizativa que mantenía la permanencia y la contención de
las bases sociales del Estado. Este reacomodamiento de las fuerzas políticas abrió
una coyuntura favorable para el proyecto de "Estado fuerte interventor c o n apoyo de
masas" que caracteriza al populismo, e i m pulsó las reformas.
La política petrolera fue u n a de ellas. Estuvo encaminada a asegurar las reservas,
modificar el régimen de concesiones y ejercer u n mayor control en el mercado. C o n
ese f i n fue creada la Administración General de Petróleos Nacionales. Esto llevó al
enfrentamiento c o n las empresas del ramo, de p r o p i e d a d extranjera, que derivó
e n la expropiación de la i n d u s t r i a p o r motivos de u t i l i d a d pública,
permitiendo la explotación a través de corporaciones públicas descentralizadas.
Cohesionar las bases agrarias era una tarea p r i o r i t a r i a p a ra realizar u n
proyecto político de reformas y consolidar la posición del Poder Ejecutivo. Para e l lo
procedió a u n i f i c a r a los campesinos en el P N R U n elemento fundamental en la
capacidad política de los directivos, de consenso c o n las bases, fue el reparto de
tierras promovido por el gobierno: 17.890.000 hectáreas. La magnitud de este reparto
resulta evidente comparándola c o n las
10.085.863 hectáreas de todo el período anterior. Además, la pequeña propiedad fue
defendida c o n títulos de inafectabilidad. Se crearon una serie de entidades crediticias
para fomentar el desarrollo agrícola y en 1937 se instalaron los Almacenes Nacionales
de depósito para almacenar la producción, otorgar créditos sobre las reservas y
ayudar a los productores a conseguir mejores precios para sus productos.
Todas estas reformas fueron u n factor de consolidación del Estado, fortalecieron a los
grupos que las implementaron y generaron una capa social encargada de administrar
los instrumentos de control y de ejercer la dominación social, imponiendo las reglas del
j u e g o y las sanciones.
La expropiación petrolera marcó el límite del reformismo y agudizó la embestida, tanto
imperialista como de las fuerzas conservadoras internas, contra el régimen cardenista.
Consolidar el gobierno dependía de lograr la aceptación de sus bases sociales y
convertirlas en soporte del poder institucional. Esto planteó la necesidad de
reorganizar el aparato político del partido del Estado. E n marzo de 1938, la III
Asamblea Nacional del P N R originó una nueva forma de encuadrar las fuerzas
políticas a través de cuatro sectores que constituyeron el P a r t i d o de la Revolución
Mexicana ( P R M ) . Estos eran el sector obrero, integrado
p o r l a Confederación de Trabajadores de México, la C R O M, la C G T , el Sindicato
de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y el
Sindicato Mexicano de Electricistas; el sector campesino compuesto por la
Confederación Campesina Mexicana y los sindicatos agrarios de distintos estados; el
sector popular formado por diez ramas: artesanos, colonos, comerciantes,
concesionarios de transporte, pequeños industriales, cooperativistas, agricultores,
profesionales e intelectuales, trabajadores no asalariados y burócratas; por último el
sector militar.
Este sector recibió importantes beneficios durante el gobierno de Cárdenas: aumentos
de presupuesto, cambios en la j u s t i ci a m i l i t a r en b e n e f i c i o de la tropa,
incremento de sueldos, etcétera. Además se modernizó el material y se incrementaron
los efectivos de la aviación.
Para superar la crisis económica, el gobierno realizó una política de industrialización
en beneficio del capital nacional que se inscribe dentro de la promoción de la
industrialización sustitutiva de importaciones (proteccionismo arancelario, exenciones
impositivas p a r a empresas que organizaran nuevas actividades, ampliación del
mercado interno a través de incrementos de los ingresos y la incorporación en el
mercado de nuevos sectores de la población).
Esta política afectó la inversión de capital extranjero, especialmente el
estadounidense. Para realizarla, el gasto público cumplió u n papel muy importante.
Fue el elemento dinamizador de la inversión privada, compensando la constante fuga
de capitales y la contracción del a h o r r o interno. L a presión ejercida sobre la
economía nacional se tradujo en constantes devaluaciones y una creciente inflación.
Ante las dificultades políticas y económicas, el gobierno intentó consolidar las reformas
realizadas evitando el p e l i g r o de la confrontación entre las distintas corrientes del g
r u p o dirigente, pero fue incapaz de elegir u n sucesor que continuara la o b r a
emprendida.
El elegido para 1940 fue el secretario de defensa nacional, general Manuel Ávila
Camacho, que se presentó como el candidato de la " u n i d a d n a c i o n a l ",
representante del sector moderado del p a r t i d o. E l gobierno de Cárdenas, s in
embargo, p u d o rede f i n i r u n nuevo e q u i l i b r i o político que resolvía los c o n f
l i c t os entre las recientes fuerzas sociales y los antiguos grupos dominantes y que se
manifestaban a través de u n a serie de contradicciones:
— Los intentos de volver a cerrar los canales de relevo de la élite política y l i m i t a r
el proceso de institucionalización.
— E l estancamiento de la política agraria que debilitaba las bases sociales de u n
importante sector del grupo gobernante y atentaba contra el e q u i l i b r i o que se
había logrado sobre la base de la desmovilización campesina.
— L a r u p t u r a de canales entre el Estado y la clase obrera organizada.
Desde el punto de vista económico había que superar la crisis provocada por la
reducción de los volúmenes de los productos exportables. E n este aspecto, la
nacionalización del petróleo y los ferrocarriles p e r m i t i e r o n d i s m i n u i r el costo
de los fletes y el precio de los combustibles, que reorientaron la economía, pasando
del llamado modelo de crecimiento hacia fuera, al denominado modelo de crecimiento
hacia adentro, que favorecía el proceso de sustitución de importaciones.
L a d e b i l i d a d i n i c i a l con que llegaba A v i l a Camacho a la presidencia alentó
la intención de formar su p r o p i a base de poder; un cambio importante en esa
dirección fue la creación de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares
( C N O P ) .Por otra parte, en el mediano plazo, la ampliación de las bases sociales
del Estado abrió u n importante canal para i n c o r p o r a r a los sectores medios,
donde se reclutaría a los políticos profesionales y la b u r o c r a c i a estatal. E l
presidente eliminó al ejército como institución participante de la v i d a política y el
sector militar desapareció del P R M.
La política de u n i d a d nacional de A v i l a Camacho encontré) en la Segunda G u e
r r a M u n d i a l u n elemento importante de justificación. Implicó revisar algunos
elementos de la política agraria cardenista; c o n Ávila Camacho se inició una política
de apoyo a la a g r i c u l t u r a comercial orientada a la exportación con base en la
cual se fue formando una nueva capa de empresarios agrícolas modernos. C o m o
consecuencia, entre 1940 y 1950, la producción agrícola creció u n 7% debido a las
obras de irrigación, el aumento de la inversión y el alza de los precios de los productos
de exportación. Pero la reorientación hacia la exportación e n perjuicio de la
producción de alimentos p a r a el mercado interno produjo u n a situación de escasez
e inflación. E n el ámbito obrero, la Confederación de Trabajadores de México
desempeñó u n papel importante en la política de tregua social, al tiempo que aumenta
la capacidad a r b i t r a l del Estado.
La política de u n i d a d nacional logró acercar a u n importante grupo empresario, que
estableció una vinculación muy cercana con el g r u p o gobernante. E n muchas
oportunidades se integraron, inclusive en campos no estrictamente económicos. Así,
se fue delineando c o n n i t i d e z u n proyecto industrializador c o n base en una
política proteccionista (regulación de inversiones externas, y restricciones a la c o m p
r a de empresas mexicanas).
E n enero de 1946 se disolvió el P R M y se fundó el P a r t i d o Revolucionario
Institucional (PRI), que lanzó la candidatura de Miguel Alemán para presidente.
Favorecer la d i s c i p l i n a y la centralización en torno del gobierno era u n a
característica del nuevo partido.
C o n Miguel Alemán llega al poder una generación de políticos profesionales, lo que
señala el desplazamiento de la generación de caudillos militares de o r i g e n
revolucionario y popular. La política de rectificaciones gradualistas, el estilo negociador
y arbitral de su antecesor, terminan. E l nuevo presidente afirmó con energía el papel
del Ejecutivo. En política agraria mantuvo los lineamientos esenciales de Ávila
Camacho, pero afirmó más claramente el proyecto de desarrollo de la a g r i c u l t u r
a comercial y la p r o p i e d a d privada, c o n apoyo o f i c i a l mediante la realización
por parte del Estado de inversiones en obras de irrigación.
Lo mismo que c o n la política agraria, demostró que la época de rectificaciones
graduales respecto del movimiento obrero había concluido, i m p o n i e n d o u n a
férrea disciplina, i m p i d i e n d o la (creación de organizaciones independientes del
Estado y utilizando los grupos de choque o la policía en los conflictos internos de los
sindicatos.

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