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DESDE LA CRISIS DE 1930

Introducción

 Las fuerzas armadas y el militarismo

Mucho es lo que se ha escrito acerca de las causas del militarismo


latinoamericano, s in embargo, el tema merece u n acercamiento más
específico que, rechazando las teorías muy generales (como la tradición
caudillista), tenga en cuenta tres aspectos:

El primero de ellos debe ser un análisis sobre las propias instituciones


militares; el segundo debe tomar en cuenta las sociedades de la región;

el tercero debe centrarse sobre el Estado, ya que las instituciones militares son
parte integrante de ese Estado.

Las raíces del militarismo no deben buscarse en las propias instituciones


militares, que no son responsables de la inestabilidad crónica que aqueja a
ciertos países. Ignorar las sociedades en las que se enmarcan y los poderes
sobre los que se i m p o n en impide comprender el poder militar y el papel de
los militares en la v i d a pública latinoamericana.

La concentración del poder económico y social, la rigidez, las divisiones y la


longevidad de las estructuras de dominación social conformaron en el
continente modelos de autoridad y tipos específicos de relaciones sociales
sumamente verticalistas, que generalizaron modelos autoritarios de
dominación.

Se diseñó así entre la élite y las masas un estilo de relaciones represivo,


paternalista y clientelar.

En estas naciones periféricas, el aparato estatal es el único capaz de arbitrar e


incluso asumir la conducción de la sociedad y provocar los ajustes que ningún
otro actor puede garantizar.

Así, al Estado le resulta más fácil hacerse cargo de los intereses de la Nación,
por cuanto la clase dirigente resulta incapaz o se debate para imponer a las
clases subordinadas sus intereses coyunturaIes como intereses generales de
la Nación, fuera de los períodos de euforia económica.
El m i l i t a r i s m o pendular provoca siempre una redistribución de re n t a s,
y nuevas realidades sociales. Los golpes de estado producidos por el brazo
armado del aparato estatal son ante todo "golpes del estado" contra sectores
sociales cuyo peso limitaba la autonomía o hacía peligrar el funcionamiento de
aquél como garante del pacto de dominación.

Pero así como es cierto que las dictaduras surgidas de estos golpes de estado
ejercen la represión sobre la sociedad c i v i l, esto no s i g n i f i c a
necesariamente que todas ellas se sustenten sobre el ejército, y n i n g u n a lo
hace sólo sobre esta institución.

Por otra parte, es necesario distinguir entre los llamados ejércitos del siglo X I X
, y las modernas burocracias militares del siglo X X . Existe un abismo entre el
guerrero improvisado, j e fe de un sector político que moviliza su clientela
política y el militar profesional moderno. E l hombre fuerte que emplea l a v i o
l e n c ia con fines políticos difiere en alto grado del burócrata armado, por más
galones y entorchados que cubran al "Señor Presidente".

Y esta situación puede prolongarse, según los países, hasta bien entrado el
siglo XX , como es el caso de los "generales" de la Revolución Mexicana,
cuyas carreras políticas se continúan hasta la década del treinta, algunos de
los cuales habían partido a la g u e r r a movilizando a sus clientes, casi como
si f u e r a n señores feudales.

L o cierto es que, en la región, el ejército nacional tardó en asumir el m o n o p


o l i o de la violencia, y las diversas facciones políticas u t i l i z a r o n sus
ejércitos para enfrentarse unos c o n otros.

Sólo a principios de la década del veinte, con el perfeccionamiento de los


armamentos, y el f i n de la era del caballo, se fue extinguiendo la oposición
militarizada de este tipo. Para esta época, la aparición del militar de carrera,
cuyo único modo de vida es la institución armada, altera p o r completo el
carácter de

las instituciones militares.


Por consiguiente, la historia política de los ejércitos latinoamericanos
comprende tres etapas estrechamente vinculadas con el surgimiento y la
modernización del Estado, y la "profesionalización"

militar es una característica de dicha historia.

Después de la independencia, se inició u n período de militarismo

sin militares, ya que en ese momento no existía otra forma

de hacer política que la guerra, n i otros medios que los militares,

n i otros protagonistas que los guerreros; los jefes, generalmente

militares improvisados que reclutaban montoneras, luchaban

por el poder y vivían del pillaje, que se desarrollaba en

un vacío institucional, constituyendo u n obstáculo para l a cons-

trucción del Estado, ya que los elevados gastos militares d i f i c u l -

taban su formación. Este militarismo voraz constituye el sistema

político mismo de muchas naciones latinoamericanas durante

Inicua parte del siglo X I X .

Cuando las necesidades de integrarse en la economía mundial

llevan a los sectores dirigentes a construir u n Estado moderno,

se crea u n ejército nacional, cuyos cuadros generalmente se

identifican c o n el personal político y administrativo y provienen

de la clase dirigente, mientras que sus soldados, reclutados a tra-

\ es de la leva forzosa, representan a los sectores marginales de la

sociedad. Pero este cuadro de oficiales está falto de preparación

profesional, y sobre todo, la promoción es en buena medida discrecional.

Durante esta etapa se i n i c i a u n período de predominio

c i v i l y u n eclipse del militarismo.


L a tercera etapa comienza a p r i n c i p i os del siglo X X , pero en

ciertos países es algo más tardía. E n ella, los ejércitos se modernizan,

tecnifican y reorganizan de acuerdo con el patrón de las

instituciones militares más prestigiosas de l a época, proceso en

el cual éstas obtienen los recursos organizativos y morales para

intervenir en la v i d a política de sus naciones. El cuerpo de oficiales,

dotado de una conciencia de su p r o p i a eficacia a través de

la especialización corporativa, posee los medios para hacerse escuchar

institucionalmente.

L a decisión de reorganizar el ejército proviene del intento de

las autoridades de despolitizarlo, aunque los resultados sean

opuestos: al dotarlo de autonomía se le otorga en g r a n medida

los medios para su propia intervención política.

L a profesionalización y el establecimiento de l a d i s c i p l i n a y de

sistemas de promoción internos vienen acompañados por la instauración

del servicio militar obligatorio. L a modernización comienza entonces por la


profesionalización de los oficiales, que hacen del o f i c i o militar una actividad
permanente, de tiempo completo, remunerada, que requiere estudios
específicos y está sujeta a normas burocráticas estrictamente codificadas.

Los valores organizativos derivan de la estructura piramidal, es decir, la


centralización del mando que posibilita la toma de decisiones en combate. L a
construcción de esa organización requiere un buen nivel de autosuficiencia, u n
a socialización específica, la institucionalización de una carrera mediante la
formación técnica continua, i m p a r t i d a en una r ed de escuelas propias.

L a autonomía en el reclutamiento la pone a salvo de las presiones políticas


directas, e i m p l i c a una selección basada en criterios objetivos, y
teóricamente universalistas.
De su relación c o n la tropa, surgida del s e r v i c io militar obligatorio,

los oficiales derivan u n sentimiento de s u p e r i o r i d ad paternalista.

E l l o también les permite constatar la evolución socioeconómica

del país, y descubrir l a miseria y la opresión, a la vez

que d a u n a dimensión profesional y c o r p o r a t i v a a sus inquietudes

sociales. De ahí la ambigüedad de las actitudes militares, y el

comentado j u e g o pendular de sus intervenciones políticas.

A l adquirir nuevas responsabilidades cívicas y nacionales

(centralización del poder, control de todo el t e r r i t o r i o nacional,

integración de los distintos componentes étnicos, sociales y nacionales),

y habiendo conquistado u n a mayor autonomía del poder

político, los militares n o van a estar dispuestos a seguir desempeñando

su papel de convidados de piedra. Sus funciones

los i n c i t an a participar en los asuntos públicos.

Los problemas sociales o políticos suscitan la acción militar

de los ejércitos latinoamericanos, ya que estos fueron concebidos

desde u n comienzo como instrumentos esenciales para imponer

orden interno y paz social.

L a aparición de los ejércitos de las pequeñas naciones de

América Central tiene otro origen. E n general, se trata de creaciones

del ocupante estadounidense, adiestradas por los marines.

Se diferencian de los anteriores por su papel político y su carácter

de guardias pretorianas.

Surgen como policía militarizada para sustituir a los cuerpos


de ocupación estadounidenses en l a defensa del orden, la paz y

los intereses de esa Nación. T i e n e n p o r misión asegurar la hegemonía

estadounidense, ahorrándole a l a potencia tutelar el elevado

costo político y diplomático de l a intervención directa.

T i e n e n además el objetivo de s u p r i m i r los viejos ejércitos facciosos

de esos Estados, considerados por Washington como

fuentes de inestabilidad política, y crear fuerzas militares apartidistas,

es decir independientes de todos los actores nacionales,

pero leales al antiguo ocupante.

Sus oficiales se f o r m a n o perfeccionan en las academias militares

de los Estados Unidos, sus pertrechos provienen de la potencia

protectora. Forman u n a fuerza antiinsurreccional p o r excelencia,

creada por la obsesión de estabilidad del ocupante.

Ejército y policía a la vez, comandada en sus i n i c i o s p o r oficiales

extranjeros, poseedora de privilegios de e x t r a t e r r i t o r i a l i d ad

jurídica, son u n a fuerza c o l o n i a l en l a que e l gobierno de los Estados

Unidos puso su mayor empeño para eliminar la política

partidista de sus f i l a s , pero n o dedicó iguales esfuerzos para nacionalizarla.

En todos estos países donde se impuso el modelo de l a Guardia

Nacional (Cuba, Nicaragua, República Dominicana, Haití,

Panamá), el Estado, o bien era inexistente, o absolutamente ar-

( aico, y n o existía ningún grupo social lo suficientemente fuerte

y dinámico como para imponerse a sus rivales y emprender la

modernización de las estructuras administrativas y políticas. Entonces,


la modernización fue impuesta por u n agente externo

que, al mismo tiempo marginó y aplastó a las clases dirigentes

en formación, y destruyó los restos de las instituciones tradicionales,

anulando la p o s i b i l i d ad de construir u n Estado nacional.

Pero estos ejércitos, antinacionales por naturaleza, fueron incapaces

de construir el núcleo del Estado, ya que estuvieron disponibles

para l a aventura o ayudaron a m u l t i p l i c a r l a inestabilidad

contra l a que habían sido creados.

Todos estos antecedentes sirven para comprender algunas de

las características de las intervenciones militares, pero también

el carácter particular de cada u n a de ellas, según las variables circunstancias

tanto nacionales como internacionales a lo largo del

siglo X X .

Siguiendo el modelo establecido por A l a i n Rouquié (1984),

podemos distinguir tres tipos de intervenciones militares: l a de los Estados


patrimoniales, las dictaduras preventivas, y las que promocionan la revolución
desde el Estado Mayor.

E n el p r i m e r caso, se refiere a las eternas dictaduras centroamericanas

como las de T r u j i l l o o Somoza, que construyeron la

riqueza de las familias ligadas al poder. Se basaron en u n ejército,

al que vigilaron controlando los grados superiores con el

nombramiento de miembros de la f a m i l i a y de la cohorte de paniaguados

promovidos a l margen de los reglamentos en función

de l a lealtad al régimen, pero tuvieron además soportes en l a sociedad

c i v i l.
E n el segundo caso, se trata de las dictaduras institucionales

que actúan en beneficio de las clases dirigentes (o u n sector de

ellas) en alianza c o n los intereses internacionales, y que se ejercen

contra los sectores populares de la estructura social, previamente

movilizados. Es el caso de las dictaduras argentinas en

1966 y 1976, chilena en 1973, brasileña en 1964, entre otras.

El tercer caso es el de las dictaduras que intentan introducir

reformas para apaciguar los conflictos sociales, que implican

medidas tales como una reforma agraria, una modernización

institucional para i n c l u i r a los sectores postergados de l a sociedad,

y u n a redistribución positiva de los ingresos de l a sociedad;

reformas que, sin embargo, no estimulan l a participación de los

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Digitalizado por Sergio A. Vegas

sectores a los que se pretende beneficiar, como en el caso peruano

del general Velazco Alvarado, el breve gobierno del general

Torres en B o l i v i a , o del general Torrijos en Panamá.

Estos ejércitos modernizados i r r u m p e n en la v i d a política de

sus respectivos países c o n l a crisis de 1930, pero si s on restaura

dores de gobiernos oligárquicos, aparecen como reformistas en

Chile, donde algunos sectores de las Fuerzas Armadas llegan a

proclamar la República Socialista. Padrinos del populismo en la

etapa de l a industrialización sustitutiva, pronto lo abandonan par

a respaldar restauraciones "democráticas", pero la radicalización


de esos mismos populismos en los años sesenta los llevan a

implantar Estados Burocrático Autoritarios (Brasil en 1964, la

Argentina en 1966), aunque en algunos casos, sus intervenciones

intentan introducir reformas en beneficio de los sectores

más postergados de l a sociedad (caso de Perú, en 1968, Ecuador,

en 1972, o B o l i v i a , entre 1969 y 1971). E l incremento de la conf

l i c t i v i d ad social termina por engendrar verdaderas dictaduras

terroristas (Chile, en 1973, Uruguay ese mismo año, la Argentina,

en 1976, Centroamérica, a fines de la década del setenta).

Estos verdaderos galimatías, que impiden establecer un patrón

general para explicar el accionar de las Fuerzas Armadas,

fruto de la inestabilidad política de l a región, deberá explicarse

a través de u n análisis pormenorizado en cada circunstancia particular.

Eso es lo que intentaremos en esta parte del l i b r o.

E n nuestro continente, muchas trayectorias estuvieron disociadas

de la democracia: en efecto, la j u s t i c i a social y el desarrollo han c o n f l u i


d o o se han separado de la democracia durante

el siglo X X .
 El agotamiento de las economías de exportación y la búsqueda de
un nuevo modelo (1930-1950)

 La crisis de 1930: impacto de la crisis en los países centrales y


periféricos
La llamada crisis de 1930, que tuvo una duración de cuatro años (1929-1933)
es un momento de inflexión en la tendencia económica vigente en los 30 años
anteriores, que i n i c i a u n período de deflación1 ,( en el cual, los precios de
los productos y los beneficios capitalistas tienden a disminuir).
A partir de la p r i m e r a posguerra, profundizado p o r la crisis de 1929, el
sistema tradicional de división internacional del trabajo
Desempeña un papel de importancia declinante. La demanda internacional de
productos primarios pierde su dinamismo a causa de la p r o p i a evolución de
l a estructura económica de los países industrializados y p o r la declinación
económica británica y su sustitución, como economía dominante, p o r la de
los Estados Unidos.
E n efecto, esta nación no solamente era la p r i m era economía industrial del
mundo a principios del siglo X X ,
Sino que era también competitiva c o n las exportaciones primarias de los
países sudamericanos.
La percepción de la naturaleza y de la profundidad de ese problema estuvo
retardada p o r las dificultades que introdujo la depresión de los años 30, cuya
profundidad pusieron en primer plano las dificultades coyunturales, y ocultaron
los factores estructurales, por lo cual se tardó en percibir las importantes
transformaciones que se producían en la economía mundial.
1. Deflación: situación en la cual se produce un descenso general de
los precios. Es la inversa de inflación.

La depresión económica se inició con la quiebra de la Bolsa de Valores de


Nueva York, en octubre de 1929, y desató u n proceso acumulativo que produjo
la r u p t u r a de muchos de los factores y las condiciones institucionales y
estructurales que hasta entonces hacían posible el funcionamiento del sistema
económico
mundial; la devaluación de las principales monedas internacionales
suspendió el funcionamiento de u n sistema financiero eficaz. E l descenso de
la actividad en las economías industrializadas produjo elevados niveles de
desempleo, y llevó a u n a acentuada política proteccionista y a la suspensión
de sus inversiones externas.
La contracción de la actividad económica en los países centrales, conllevó la
paralela retracción de su demanda de productos primarios y, p o r consiguiente,
una reducción drástica de las importaciones, con lo que aceleró el proceso de
deterioro de los precios de las materias primas.
Solamente entre diciembre de 1929 y el mismo mes de 1930, el p r e c i o del
trigo y d e l caucho cayó algo más del 50%, el del algodón y el yute cerca del
40%, el de la lana, el cobre, el estaño y el p lo m o se redujo más del 30%;
el de la carne, la madera, el azúcar, los cueros y el petróleo un
2 3% de promedio.
Como consecuencia de todo ello, el volumen físico de las exportaciones
mundiales sufrió una reducción del 2 5% entre 1929 y 1933, a lo que se agrega
una reducción del 3 0% del nivel general de precios, lo que en conjunto redujo
en más del 5 0% el valor del comercio mundial.
Por otra parte, se produjo una modificación en el f lujo internacional de
capitales que agravó considerablemente la situación de los exportadores de
productos primarios.
La crisis invirtió la tendencia de exportación de capitales p o r parte de las
grandes potencias como se i n d i c a en el siguiente gráfico.
A l coincidir la baja de los precios c o n la caída de los volúmenes de
exportación, el valor de las exportaciones de los países productores de
materias primas se contrajo c o n violencia. E l i m pacto de este fenómeno
sobre la capacidad de pago de los países latinoamericanos se acentuó aún
más porque los precios de los productos primarios tendieron a caer más que
los de los manufacturados, que constituían el grueso de sus importaciones.
El aumento de los servicios financieros de la deuda externa y la contracción de
los ingresos de divisas, produjeron reducciones en la capacidad de importar.
Esta contracción de las importaciones redujo la oferta de productos
manufacturados, al tiempo que la devaluación, el control de cambios, y las
mayores tarifas, consecuencias de la crisis financiera, significaban u n aumento
De los precios de dichos productos, lo que se tradujo en un incremento de los
precios de las manufacturas en general, y de las importadas en particular.
E n América latina, la crisis alcanzó dimensiones catastróficas debido a que,
entre las regiones subdesarrolladas, e r a la más integrada a la División
Internacional del Trabajo: todo el sector monetario de las economías
latinoamericanas estaba ligado al comercio externo; la deuda externa y sus
servicios no solamente condicionaban el de la balanza de pagos, sino también
el de las finanzas públicas y todo el sistema monetario.
La consecuencia fue que, durante toda la década, la capacidad para importar
estuvo muy reducida, n o tanto por la declinación en el volumen de las
exportaciones, sino principalmente p o r el comportamiento adverso de los
términos del intercambio, que produjo una mayor caída de los precios de los
productos primarios respecto del de los secundarios.
El impacto p r i n c i p a l de la depresión se concentró en el sector público,
debido a la dependencia en que se encontraban e n esa época los sistemas
impositivos respecto de la recaudación aduanera, a lo que se agregaba el
incremento relativo de la importancia de una deuda externa contraída según
valores constantes, al tiempo que las monedas se devaluaban. La
consecuencia fue que, salvo la Argentina, todas las naciones de la región
suspendieron, por períodos más o menos largos, el pago de los servicios de la
deuda, c o n consecuencias negativas para la f u t u r a obtención de
financiamiento externo.
Aunque afectó a toda la región, las consecuencias de la crisis fueron diversas,
según los países: los exportadores de alimentos de zonas templadas, como la
Argentina, sufrieron relativamente menos, principalmente porque la demanda
de estos productos tiene una elasticidad baja respecto de los ingresos,
particularmente en los países de nivel de vida elevado. E n segundo lugar,
porque la oferta de esos productos, tienen u n ciclo vegetativo anual, pudiendo
las áreas sembradas ser reducidas de u n año a otro. E n el caso de los
productos tropicales, cuya demanda también es inelástica e n función de los
ingresos, en razón de su carácter de cultivo perenne, cualquier reducción de la
demanda
Provoca catastróficas caídas de precios, si n o existe posibilidad de retirar los
excedentes del mercado. E n el caso de los minerales, el cuadro es distinto: la
caída de la producción industrial en los países importadores produjo u n a
liquidación de stocks a precios irrisorios y u n colapso en la producción.
E n esos países, la necesidad de disminuir la producción determinó una
notable reducción del empleo. E n los países productores de alimentos, la
reducción del empleo se limitó al sector de transformación y al vinculado c o n
el comercio externo. Aquellos países de agricultura de subsistencia no sufrieron
estas dificultades.
Así, la situación más grave fue la de los países mineros, afectados por la baja
de los precios y del volumen físico, y la menos problemática la de los
exportadores de productos de c i c lo anual, cuyas estructuras productivas son
más flexibles. E n el quinquenio siguiente a la crisis (1934-39), mientras B r a s
i l continuaba forzando sus mercados externos intentado colocar sus grandes
stocks de café, que representaban una carga f i n a n c i e r a considerable,
anulada p o r el deterioro de los precios, la A r g e n t i n a p u d o compensar
la reducción del volumen exportable c o n u n mejoramiento de los precios,
mientras que Chile, cuya integración en la división internacional del trabajo era
mayor que cualquiera de los otros dos, fue ciertamente el más afectado.

La consecuencia de la crisis, en todo el mundo, fue un incremento de la


participación del Estado en la economía. Esta acción tuvo consecuencias
negativas (como en Francia), positivas (como en Suecia) o neutras (como en
Inglaterra), pero motivó un cambio significativo respecto de las condiciones
imperantes durante los cincuenta años anteriores. Por otra parte, cada u n o de
Estos países, sólo superó la crisis económica en el momento en
Que se insertó en la carrera armamentista que precedió a la Segunda
G u e r r a M u n d i a l.

 El proceso de industrialización por sustitución de importaciones


Si bien en algunos de los grandes países de la región, el desarrollo de
ciertas actividades industriales se remonta a p r i n c i p i o s de la economía
del siglo X X (sobre todo en las industrias de transformación de latinoamericana
los productos agrarios y en el desarrollo de las ramas de la industria
alimenticia), las nuevas condiciones de la economía mundial i n i c i a r o n una
etapa nueva e n la v i d a económica sudamericana.

L a crisis generaba un problema e n el sector externo

La caída de las divisas que entraban como consecuencia de la disminución del


valor y el volumen de las exportaciones obligó a producir localmente los
productos que antes se importaban, para aliviar el problema de la balanza de
pagos Por o t r a parte, la política adoptada p o r la mayoría de los países de
la región frente a la crisis consistió en subir los aranceles aduaneros (que en
casi todos los países representaban el grueso de los ingresos fiscales)
depreciar la moneda, y controlar las divisas. D i c h a política encarecía aún
más las importaciones y daba lugar a la creación, allí donde los mercados
internos eran grandes (caso de los países más poblados de la región como
México o B r a s i l , o la Argentina), a una demanda insatisfecha que podía ser
atendida por la producción local. Se desarrollaron entonces aquellas ramas de
la industria que, en la etapa anterior, componían el grueso de las importaciones
del país: industria liviana en general, textiles, artefactos para el hogar. E r a n
industrias que requerían una tecnología simple, y capitales que los sectores
tradicionales n o sabían dónde colocar. Tenían además la ventaja de ser
extensivas en el uso de la mano de obra, en momentos en que los sectores
tradicionales en crisis provocaban desocupación.

Este proceso tuvo consecuencias sociales muy profundas. En primer lugar


aceleró la urbanización, ya que las industrias se radicaron allí donde existía
previamente no sólo u n mercado de consumo, sino la infraestructura de
transportes, energía, comunicaciones y u n mercado de trabajo concentrado.

L a crisis de los sectores agrarios generaba por otro lado u n a migración


interna del campo a las ciudades que alentaba el fenómeno. Pero también
fortaleció l a posición de los empresarios del sector y de los trabajadores
urbanos que se desarrollaron a l compás de la industrialización.
El estallido de la Segunda G u e r r a M u n d i a l tuvo efectos
contradictorios sobre el proceso: por u n lado, la d i f i c u l t a d de los
intercambios internacionales que la g u e r r a introdujo permitió el desarrollo de
todas las ramas de la industria; por otro, la falta de abastecimientos de equipos
y bienes semielaborados acentuó las dificultades del desarrollo, y a que la
maquinaria instalada n o pudo ser reemplazada, debió someterse a constantes
reparaciones para prolongar su v i d a útil, y esto lesionó la productividad^ del
conjunto de la economía.

Entre comienzos y mediados de la década de 1950, la sustitución de


importaciones, que había surgido para responder a un problema de balanza de
pagos, encontró nuevas dificultades. Como la industria atendía al mercado
local, entre otras cosas por su falta de competitividad dado su carácter
monopólico en mercados muy pequeños, no participaba de las exportaciones,
pero su crecimiento llevaba u n incremento de las importaciones de nuevos
bienes (máquinas herramientas, combustibles, o productos semielaborados)
que el mercado local no producía, o carecía de tecnología para p r o d u c i r l o
, generando nuevos desequili b r i o s en la balanza de pagos.

Políticas Para hacer frente a esa coyuntura se aplicaron las llamadas políticas
desarrollistas, que consistieron en fomentar la radicación de subsidiarias de
las empresas multinacionales, que aportarían capitales y tecnologías
inexistentes en estos países y estaban interesadas en producir localmente
productos que las altas barreras arancelarias hacían imposible vender e n
estos mercados.

Estos capitales, altamente concentrados, fueron creando establecimientos c o n


capacidad que excedía las posibilidades de consumo del mercado local, y
como además se trataba de industrias intensivas en el uso de capital, crearon
una demanda de mano de o b r a i n f e r i o r a la oferta. Sus intereses
demandaron la apertura económica, que les p e r m i t i e r a colocar sus
superávits en terceros mercados.

 Algunas diferencias en las estructuras sociales de los países


latinoamericanos
S i n embargo, el hecho de transitar u n mismo modelo de desarrollo y
acumulación no debe hacernos creer que la estructura social de la mayoría de
las naciones latinoamericanas era similar en el período que nos ocupa, n i en
ningún otro período.

En primer lugar, no todos las naciones del continente profundizaron la


diversificación de la economía y desarrollaron su industria liviana. Las
economías monoproductoras de los pequeños estados de Centroamérica y el
Caribe n o produjeron cambios en su estructura económica, Paraguay
tampoco; en todo caso, la crisis las obligó a retroceder hacia una economía de
autosubsistencia campesina.

Por otro lado, el tamaño del complejo industrial varió de u n país a otro, por no
hablar de la p r o f u n d i d a d de la transformación. Pero muchas naciones,
como el caso brasileño, si b i e n desarrollaron u n complejo industrial variado y
amplio, siguieron conservando la m i t a d de su población dependiente de la
producción r u r a l.

Solamente la Argentina, Uruguay y C h i l e tenían un elevado índice de


urbanización, que era la c o n t i n u i d a d de la etapa anterior. Sobre todo la
Argentina, se distinguía de las restantes sociedades del continente, p o r su
carencia de campesinado.

L a distribución del ingreso, que polarizaba a l resto del continente, era mucho
más progresiva en la región del Río de la Plata, reconocida por la extensión de
su clase media urbana y sus mejores índices de alfabetización. Sobre todo las
sociedades andinas (Perú, Ecuador y Bolivia), Centroamérica en su conjunto
(salvo Costa Rica) y Paraguay incluían en su seno numerosas comunidades
indígenas no asimiladas, que ni siquiera hablaban en i d i o m a castellano.

Pero, como puede apreciarse en el gráfico de la página siguiente también era


muy diferente el tamaño de sus sociedades. La participación del sector
industrial en el producto b r u t o i n terno era, para 1960, también muy
despareja: levemente super i o r a la cuarta parte en la Argentina, Brasil y C h i
l e , inferior al 20% en México, alcanzaba solamente el 11% en B o l i v i a ,
Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Venezuela. Peor aún era la
situación en Haití, el país más pobre de Latinoamérica, donde solamente
representaba el 8,8%. E n estas últimas sociedades el sector terciario estaba
muy p o c o desarrollado, salvo el servicio doméstico. Más del 5 0% de la
población estaba ocupada en actividades primarias en México, E l Salvador, H
o n d u r a s , Nicaragua, República Dominicana, Haití, Bolivia, Brasil,
Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Costa R i c a.

 Los Estados Nacionales. Un nuevo modelo: el populismo

En casi todos los países de la región, la etapa de industrialización por


sustitución de importaciones se corresponde con una nueva forma política y un
nuevo tipo de Estado: el populismo. Intenta en este trabajo una definición
precisa del fenómeno es una tarea imposible, dada la disparidad de los análisis
de los especialistas.
En los países latinoamericanos, los empleados ligados a la burocracia estatal
mantuvieron viejos lazos con la élite hasta su incorporación en el sistema
político a través de un partido político que los representara.
El populismo fue el canal por el cual los nuevos sectores surgidos al calor de la
industrialización se integraron en la vida política y social latinoamericana.
El populismo en Latinoamérica ha sido estudiado desde distintas ópticas.
Distinguiremos algunas posiciones. Los funcionalistas del populismo (entran el
cambio en el proceso de modernización; el populismo aparece en los países
subdesarrollados, en el paso de la sociedad tradicional a la sociedad moderna.
Gino Germani (1962) realizó los primeros trabajos sistematizados sobre el tema
en los años 50.
Señaló que en ese tránsito se produce la coexistencia y la superposición, en
determinadas etapas, de rasgos de la sociedad tradicional y de la moderna,
que llevan a una asincronía caracterizada por dos fenómenos: la difusión del
nivel de vida de los países desarrollados en los países subdesarrollados; y la
fusión de actitudes y creencias de ambos, desarrollados y subdesarrollados.
Finalmente analizó dos conceptos clave, el de movilización y el de integración.
El primero rescata grupos antes pasivos que comienzan a intervenir en la vida
nacional. El segundo es la movilización a través de canales político-
institucionales.
Precisamente, por la comparación de los procesos latinoamericanos con los
europeos, llegó a la conclusión de que la masiva migración interna, y la rápida
industrialización a partir del 30, llevaron a una temprana intervención de las
masas en la política, superando los canales institucionales y sin valorar el
sistema democrático.
Torcuato Di Telia (1985), por su parte, plantea lo que denominó
"la revolución de las expectativas", que puso en crisis a la democracia
y a su vez movilizó a las masas, por la existencia de una
élite comprometida con el proceso de cambio de la sociedad tradicional
a la sociedad moderna, en la que dicha élite vislumbra
que el liberalismo ya no será motor de cambio, lo que facilitará
el surgimiento del populismo.
L a línea de interpretación histórico-estructural. Se trata de una línea de
análisis con interpretaciones heterogéneas, que vinculó al populismo c o n la
fase del desarrollo latinoamericano que corresponde a la crisis del modelo
agroexportador y del Estado oligárquico.
Dentro de esta amplia corriente encontramos la posición de autores como
Cardoso y Faletto (1969), quienes desde la teoría de la dependencia mostraron
en este proceso las alianzas de clases e n cada período y sus
transformaciones.
Ianni (1975) desde una óptica marxista puso el énfasis en el nuevo r o l del
Estado. " E l Estado populista" es intervencionista y nacionalista en lo
económico, dentro del marco capitalista, y termina c o n la transformación de la
política de masas en lucha de clases.
Murmis y Portantiero (1971) y Torre (1989 y 1990) ven el populismo como u n
fenómeno resultante de una crisis de hegemonía y marcan la i m p o s i b i l i d
a d de una r u p t u r a c o n l a oligarquía; Touraine (1998) sostiene en esta
línea que el populismo fue una política de integración nacional.
O t r a línea se enmarca en el análisis coyuntural. Entre otros: Doyon (1975,
1977 y 1984), Matsushita (1986), James (1990), Horowitz, Boris Fausto y M u r
i l l o de Carvalho analizan las oportunidades y las restricciones de las clases
sociales, en especial los trabajadores, en determinadas coyunturas históricas.
El populismo c o m o discurso ideológico y su explicación del fenómeno,
sesgada según la radicalización ideológica del autor.
Entre sus teóricos podemos mencionar a Laclau (1978), De Ipola y Portantiero
(1994).
Intentaremos encontrar una manera de entender esta forma política, típica de
los países latinoamericanos entre los años 1930 y 1950. E n todos los casos,
se trata de una alianza social, de carácter urbano, entre la creciente burguesía
industrial nativa y la clase obrera, necesaria en esa etapa económica para
garantizar un determinado crecimiento que implique desarrollo, que intenta
hacer pagar sus consecuencias a los sectores terratenientes tradicionales. E n
la mayoría de los casos existió un sector de las Fuerzas Armadas que,
interesado en el desarrollo de la industria de armamentos, apadrinó este tipo de
coaliciones, que tienen un carácter ciertamente autoritario y a n t i l i b e r a l .
Esta coalición multiclasista se enfrenta a los sectores oligáiquicos tradicionales
c o n u n discurso político que pone el énfasis n o en el c o n f l i c t o de clases,
sino en la armonía de las fuerzas interesadas en el desarrollo de la Nación. E l i
m p e r i a l i s m o y sus aliados internos, " l a oligarquía" terrateniente, se o p o
n e n a la inlegración política de los sectores populares para impedir que estos
lesionen sus intereses económicos y sus privilegios sociales.
Este nacionalismo sirve como cohesionante para reformular algunos conceptos
como el de ciudadanía, indispensables para la integración en una comunidad
social y política.
 La Segunda Guerra Mundial y sus efectos sobre América latina
Respecto de América latina, la administración del presidente Franklin Delano
Roosevelt, que llegó al gobierno en 1933, inició una nueva política, conocida
como la del Buen Vecino, tratando de mejorar la imagen estadounidense
desprestigiada por su constante injerencia en los asuntos de la región.
La ocasión para mostrar un cambio en la política de los Esta- dos Unidos hacia
la región tuvo lugar durante la Séptima Conferencia Panamericana, realizada
en Montevideo, en diciembre de 1933. Allí, el secretario de estado Cordell Hull
comprometió a los Estados Unidos en la Convención sobre deberes y derechos
de los Estados.
La nueva política fue ratificada con la renuncia a la enmienda Platt que
establecía el protectorado sobre Cuba, y la retirada de la infantería de marina
de Haití y Nicaragua. Pero la mayor prueba ocurrió en ocasión de la
confiscación, por parte del gobierno mejicano, de los bienes de las compañías
petroleras extranjeras.
Hubo reclamos por parte de los accionistas norteamericanos,pero el gobierno
se mantuvo al margen del conflicto.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo que Washington impulsara una
política continental común. Tres semanas después de la invasión de Polonia
por las tropas de Hitler se reunieron en Panamá los representantes de los
veintiún Estados americanos.
Se llegó a un acuerdo para mantener una actitud neutral común y la
declaración de una zona de neutralidad alrededor del continente. Aunque la
propuesta estadounidense de ocupar las posesiones coloniales del Caribe de
los países en conflicto para evitar que la guerra llegase al continente americano
fue rechazada
por los otros Estados de la región, alertados a causa de. Dijo Roosevelt en
ocasión del discurso inaugural de su presidencia en 1933: "Quiero consagrar
esta nación a la política del buen vecino —el vecino que resueltamente se
respeta a sí mismo y, porque así lo hace, respeta los derechos de otros— el
vecino que respeta sus obligaciones y respeta la santidad de los acuerdos en y
con un mundo de vecinos."
estas "intervenciones" del vecino del norte, y ante el temor deque esta
intervención no h i c i e r a más que acelerar la llegada de l a g u e r r a al
continente.
Allí, los representantes de las naciones americanas conviniero n una zona de n
e u t r a l i d ad de 300 millas de ancho que estuvier a l i b r e de "actos hostiles
de las naciones en guerra".
Mayores dificultades se manifestaron después del ataque japonés a Pearl H a r
b o r 9 . Rápidamente se convocó a u n a reunión de ministros de relaciones
exteriores en Río de Janeiro, en enero de 1942. Washington esperaba una
unánime r u p t u r a de relaciones con el Eje, que despertó una vigorosa
oposición de la Argentina y C h i l e , por lo que se conformó con la
"recomendación" de ruptura.
C o n excepción de los dos países mencionados, todas las demás naciones
adoptaron tal actitud. Transcurrió u n año de intensas presiones sobre los
díscolos para l o g r a r que C h i l e tomara esa actitud en enero de 1943; la
Argentina demoró u n año más. Incluso la actitud del embajador en Buenos
Aires, Spruille Braden (que luego se mantendría como responsable del área
latinoamericana del Departamento de Estado), recordaba más la política del
garrote que la de la buena vecindad. Por esto, las relaciones entre Washington
y Buenos Aires continuaron siendo tensas hasta el advenimiento de los
republicanos al gobierno, en 1952.
L a Conferencia de Río de J a n e i r o estableció la cooperación continental.
Aunque la participación latinoamericana en el esfuerzo militar fue mínima, los
problemas comunes y la actividad en común cerraron algunas heridas abiertas
en períodos anteriores.
A l f i n de la guerra, ambas partes estaban trabajando en un esfuerzo de
seguridad hemisférica compartido.
E n el período de posguerra, las relaciones entre los Estados Unidos y
Latinoamérica se basaron en cuestiones muy diferentes de las de períodos
pasados. Los latentes conflictos sociales, las demandas que originaba la
modernización hacían presión sobre los gobiernos de la región para realizar
cambios fundamentales, como la reforma agraria, la redistribución del ingreso,
los derechos de los trabajadores y la participación política se convirtieron en u
n problema para la población de la mayoría de los países latinoamericanos.
. En diciembre de 1941, la flota japonesa atacó sorpresivamente, sin
declaración de guerra previa, la base naval estadounidense del Pacífico.
Por esto, los Estados Unidos resultaron involucrados en la Segunda Guerra
Mundial.
S i n embargo, la contención del comunismo se convirtió en la preocupación
fundamental de las administraciones estadounid e denses, que empezaron p o
r d e f i n i r como su p r i n c i p a l misión en la región, la contención de la
amenaza revolucionaria y el apoyo a los gobiernos anticomunistas. E n esa
época había en Washington poca simpatía por la idea de que la revolución
provenía de generaciones que sufrían la desigualdad y la injusticia.
Para log r a r estos objetivos, los gobiernos de todo el continente f i r m a r o n
u n a serie de acuerdos. E n 1947, en Río de Janeiro, f i r m a r o n el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca, que se derivaba de u n acuerdo
anterior f i r m a d o en México (Acta de Chapultepec) y que establecía una
alianza m i l i t a r permanente entre ellas. Pusieron el acento en la seguridad
colectiva, al
afirmar que u n ataque contra u n Estado miembro sería considerado u n
ataque contra todos, y que se adoptarían medidas colectivas para proteger el
hemisferio. E n 1948, en Bogotá, fue creada la Organización de los Estados
Americanos ( O E A ) para cimentar una mayor solidaridad en el marco de la G
u e r r a Fría.
El mal recibimiento que tuvo la visita del vicepresidente N i xon en g r a n parte
de la región, inspiró u n cambio en l a política regional estadounidense, que, en
1959 derivó en la creación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), como
instrumento para otorgar préstamos a bajo interés, para financiar los proyectos
de modernización de Latinoamérica.

 Estado y economía. Nuevo modelo: el desarrollismo


L a convicción de que las políticas sustitutivas de importaciones, tal como se
venían implementando desde la crisis de 1929 llegaban a su f i n , llevó a
plantear a la Comisión Económica para América L a t i n a C E P A L , debido a
la i n f l u e n c i a del economista argentino Raúl Prebisch, u n nuevo tipo de
pensamiento económico y c o n o c i d o como desarrollismo, que tuvo g r a n i
n f l u e n c i a regional.
Consideraba que el capital e r a u n recurso escaso en América latina, pero se
generaría c o n el empleo de factores ociosos. Además, existía u n sector
exportador c o n una importante capacidad para acumular excedentes.
Convenía captar esos recursos mediante la intervención estatal, como hacía el
populismo, pero i m pulsar simultáneamente u n amplio programa de
inversiones.
Esta falta de capital era interpretada en dos sentidos: primero como la carencia
de u n acervo de infraestructura básica acumulada en transporte, energía y
comunicaciones que h i c i e r a posible la existencia de recursos subutilizados;
y segundo, en el sentido de producir dificultades para l a formación de u n f l u j
o de ahorro e inversiones que podría obtenerse de dos fuentes: con una mejor
utilización de los recursos generados por las exportaciones y mediante la
inversión extranjera directa o el aporte de financiamiento externo.
Sosteniendo la noción de que el atraso nacional debía ser superado por el
desarrollo, se necesitaba una estrategia de transformación económico técnica,
que rompiera los eslabones de la dependencia y p e r m i t i e r a resolver los
problemas sociales. L a d i fi c u l t ad no estaba en l a f o r m a de d i s t r i b u i
r el ingreso, como propugnaba
el populismo, sino en la producción de bienes y servicios.
E l desarrollo e r a una salida hacia delante.
Los medios económicos propuestos para esta estrategia eran
l a protección de l a producción nacional, la l i b r e empresa y rec
u r r i r al capital extranjero. E n palabras del argentino Rogelio
F r i g e r i o , se trataba de cerrar l a p u e r t a a los productos extranjeros,
para a b r i r l a en grande a l a fábrica que los producirá en el
país.
L a condición para el desarrollo e r a la iniciativa privada protegida
de la competencia externa. Pero el problema fundamental
era el financiamiento y la acumulación de los capitales. Suponía
que el espíritu de ahorro no había nacido en l a población latinoamericana,
y las tensiones que generaría el a h o r r o forzado
no podían conciliarse c o n la democracia, de manera que la única
alternativa e r a r e c u r r i r al capital extranjero.
L a política desarrollista empleada a partir de mediados de
los años 1950 en l a mayoría de los países latinoamericanos coincidió
c o n u n proceso de expansión de la inversión de las grandes
empresas de capital estadounidense, que, ante l a imposibil
i d a d de acceder a los mercados protegidos por altas barreras
arancelarias, estuvieron dispuestas a establecer f i l i a l e s e n el interior
de esas mismas economías, para ganar mercados y beneficiarse
de esa misma protección arancelaria c o n t r a productores
rivales que no lo h u b i e r a n hecho, y que pretendían competir
desde el exterior.
La industria- La diversificación industrial e n esta etapa asumió el carácter
lización de u n a industrialización subsidiaria e n términos de patrones de
subsidiaria consumo y tecnología. Por lo tanto, si b i e n logró ampliar el sector
industrial y modernizar parte del sector agrícola, no logró
completar el proceso de desarrollo n i el objetivo de diversificar,
dinamizar y estabilizar las exportaciones, que siguieron siendo
de productos p r i m a r i o s 1 0 . Se suponía que la industrialización,
partiendo del mercado interno, también generaría u n proceso
de expansión de las exportaciones de sus productos, pero las ramas
que se desarrollaron f u e r o n aquellas que atendían al mercado
interno, s in p e r m i t i r u n a especialización que las h i c i e r a competitivas
en el ámbito internacional.
Apareció otra f a l la en el mercado de trabajo porque el proceso
generó nuevas ocupaciones de relativamente alta productividad,
pero eran mucho menos intensivas e n el uso de la mano de
obra que las de las ramas desarrolladas en las etapas anteriores.
Se generaba así una menor demanda de trabajo, por lo que el
elevado subempleo n o mejoró los salarios y, p o r lo tanto, tampoco
logró situar en los niveles requeridos las tasas de ahorro.
 Estudio de casos México (1930-1950)
En México, el período comprendido entre el f i n de la presidencia
de Calles y el ascenso de Cárdenas es el de sustitución de la
política de los caudillos p o r la de las instituciones. L a novedad de
la etapa es la creación de u n partido de dirigentes y caudillos, el
Partido Nacionalista Revolucionario (PNR) u n a verdadera alianza
de los profesionales de la política, vinculada c o n el Estado y tutelada
por Calles. E l liderazgo caudillista e ra sustituido p o r el liderazgo
político de u n aparato disciplinador y cohesionante de personajes
y grupos. L a necesidad de encontrar u n aparato que cohesionara
a los caudillos al mismo tiempo que se legitimara como
instrumento de poder al convertirse en el único medio de acceso
al Estado cambió las reglas del j u e go político porque invalidó
la búsqueda del poder a través del ejercicio de las armas.
Esta nueva fase redefine las modalidades del liderazgo y el
clientelismo: en efecto, a f i l i a al c a u d i l l o con todo su séquito en
organizaciones políticas, laborales o agrarias, del p a r t i d o nacional.
Durante esta etapa los caudillos todavía mantendrán su estatus,
preservando márgenes de autonomía y poder en sus zonas
de i n f l u e n c i a .

U n paso importante en el incremento del p o d e r de Calles en


relación c o n e l poder local de los caudillos fue el retorno a l a noreelección
como regla de j u e g o político, que le permitió romper
l a permanencia de los líderes regionales en los puestos políticos.
S i n embargo, la institucionalización de la revolución fue o b r a de
Cárdenas.
E n sus inicios, cumplió c o n e l p r i m e r o de los requisitos políticos
de u n aspirante presidencial: abierta sumisión al j e fe máximo.
Había desarrollado una c a r r e r a m i l i t a r importante, que le
daba presencia ante u n ejército aparentemente neutral; contaba
además c o n u n a buena actividad política que incluía el gobierno
de Michoacán y p o r último, pertenecía al g r u p o de los que pretendían
establecer una f i r m e alianza c o n los sectores agrarios.
Su nominación aparecía como una absorción por parte de los callistas
de l a disidencia interna y l a evidencia de que los movimientos
de masas reivindicativos incidían ya en la conformación
del poder. E l apoyo popular, fundamentalmente agrario, al candidato
fue canalizado a través de organizaciones vinculadas c on
el partido, como la Confederación Campesina Mexicana, y durante
los primeros meses de gobierno p o r la Confederación General
de Obreros y Campesinos de México.
Los callistas intentaron asegurar su c o n t r o l sobre el presidente
al proclamar, al mismo tiempo que su nominación, el llamado
p l a n sexenal de gobierno. Pero su p r i m e r revés surgió al discutirse
ese plan en el cual los reformistas pudieron imponer su
orientación ideológica que concebía la vinculación del Estado
c o n las masas a p a r t i r de las reformas.
El catalizador del enfrentamiento entre Cárdenas y Calles fue
el apoyo del gobierno a los movimientos reivindicativos obreros
y campesinos. E l incremento del reparto de tierras durante los
dos primeros años de gestión amplió las bases del apoyo campesino
al presidente, convertido en la p r i n c i p a l f i g u r a agrarista.
Importantes fuerzas conservadoras e n el interior del régimen
se fueron alineando tras Calles. E l sólido apoyo recibido entonces
por Cárdenas por parte de las organizaciones de masas del
régimen, permitió derrotar al j e fe máximo y d i o impulso a la política
reformista de los años siguientes.
Características El papel j u g a d o por los dirigentes y las agrupaciones
obreras
del Estado y campesinas como soporte del g r u p o cardenista consolidó su
fuerte hegemonía en el interior de l a clase que representaban,
convirmterventor
tiéndolos en vehículo de las demandas y canal de las reformas
sociales. L a institución presidencial, p o r o t r a parte, se transformó
en la pieza clave del partido, l a estructura organizativa que
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Digitalizado por Sergio A. Vegas
mantenía la permanencia y la contención de las bases sociales
del Estado. Este reacomodamiento de las fuerzas políticas abrió
una coyuntura favorable para el proyecto de "Estado fuerte interventor
c o n apoyo de masas" que caracteriza al populismo, e i m pulsó
las reformas.
L a política petrolera fue u n a de ellas. Estuvo encaminada a
asegurar las reservas, modificar el régimen de concesiones y
ejercer u n mayor control en el mercado. C o n ese f i n fue creada
la Administración General de Petróleos Nacionales. Esto llevó al
enfrentamiento c o n las empresas del ramo, de p r o p i e d a d extranjera,
que derivó e n l a expropiación de la i n d u s t r i a p o r motivos
de u t i l i d a d pública, permitiendo la explotación a través de corporaciones
públicas descentralizadas.
Plantadores mexicanos.
Cohesionar las bases agrarias era una tarea p r i o r i t a r i a p a ra
realizar u n proyecto político de reformas y consolidar la posición
del Poder Ejecutivo. Para e l lo procedió a u n i f i c a r a los campesinos
en el P N R . U n elemento fundamental en la capacidad política
de los directivos, de consenso c o n las bases, fue el reparto de
tierras promovido por el gobierno: 17.890.000 hectáreas. La
magnitud de este reparto resulta evidente comparándola c o n las
10.085.863 hectáreas de todo el período anterior. Además, l a pequeña
propiedad fue defendida c o n títulos de inafectabilidad. Se
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crearon una serie de entidades crediticias para fomentar el desar
r o l l o agrícola y en 1937 se instalaron los Almacenes Nacionales
de depósito para almacenar la producción, otorgar créditos sobre
las reservas y ayudar a los productores a conseguir mejores
precios para sus productos.
Todas estas reformas fueron u n factor de consolidación del
Estado, fortalecieron a los grupos que las implementaron y generaron
una capa social encargada de administrar los instrumentos
de control y de ejercer la dominación social, imponiendo
las reglas del j u e g o y las sanciones.
El PRM La expropiación petrolera marcó el límite del reformismo y
(Partido de agudizó la embestida, tanto imperialista como de las fuerzas
la Revolución conservadoras internas, contra el régimen cardenista. Consoli-
Mexicana) e\ gobierno dependía de lograr la aceptación de sus bases sociales
y convertirlas en soporte del poder institucional. Esto
planteó la necesidad de reorganizar el aparato político del partido
del Estado. E n marzo de 1938, la III Asamblea Nacional del
P N R originó una nueva forma de encuadrar las fuerzas políticas
a través de cuatro sectores que constituyeron el P a r t i d o de la Revolución
Mexicana ( P R M ) . Estos eran el sector obrero, integrado
p o r l a Confederación de Trabajadores de México, la C R O M ,
l a C G T , el Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares
de la República Mexicana y el Sindicato Mexicano de
Electricistas; el sector campesino compuesto por la Confederación
Campesina Mexicana y los sindicatos agrarios de distintos
estados; el sector popular formado por diez ramas: artesanos,
colonos, comerciantes, concesionarios de transporte, pequeños
industriales, cooperativistas, agricultores, profesionales e intelectuales,
trabajadores no asalariados y burócratas; por último el
sector militar.
Este sector recibió importantes beneficios durante el gobierno
de Cárdenas: aumentos de presupuesto, cambios en la j u s t i c
i a m i l i t a r en b e n e f i c i o de la tropa, incremento de sueldos, etcétera.
Además se modernizó el material y se incrementaron los
efectivos de la aviación.
Política de Para superar la crisis económica, el gobierno realizó una
poindustrialización
lítica de industrialización en beneficio del capital nacional que
se inscribe dentro de l a promoción de l a industrialización sustitutiva
de importaciones (proteccionismo arancelario, exenciones
impositivas p a r a empresas que organizaran nuevas actividades,
ampliación del mercado interno a través de incrementos de
los ingresos y la incorporación en el mercado de nuevos sectores
de la población).
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Digitalizado por Sergio A. Vegas
Esta política afectó la inversión de capital extranjero, especialente
el estadounidense. Para realizarla, el gasto público cumplió
u n papel muy importante. Fue el elemento dinamizador de
¡a inversión privada, compensando la constante fuga de capitales
y la contracción del a h o r r o interno. L a presión ejercida sobre
la economía nacional se tradujo en constantes devaluaciones y
una creciente inflación.
Ante las dificultades políticas y económicas, el gobierno inlentó
consolidar las reformas realizadas evitando el p e l i g r o de la
confrontación entre las distintas corrientes del g r u p o dirigente,
pero fue incapaz de elegir u n sucesor que continuara l a o b r a emprendida.
El elegido para 1940 fue el secretario de defensa nacional,
general Manuel Ávila Camacho, que se presentó como el candidato
de la " u n i d a d n a c i o n a l " , representante del sector moderado
del p a r t i d o . E l gobierno de Cárdenas, s in embargo, p u d o red
e f i n i r u n nuevo e q u i l i b r i o político que resolvía los c o n f l i c t os
entre las recientes fuerzas sociales y los antiguos grupos dominantes
y que se manifestaban a través de u n a serie de contradicciones:
— Los intentos de volver a cerrar los canales de relevo de la
élite política y l i m i t a r el proceso de institucionalización.
— E l estancamiento de la política agraria que debilitaba las
bases sociales de u n importante sector del grupo gobernante
y atentaba contra el e q u i l i b r i o que se había logrado
sobre la base de l a desmovilización campesina.
— L a r u p t u r a de canales entre el Estado y la clase obrera organizada.
Desde el punto de vista económico había que superar l a crisis
provocada por la reducción de los volúmenes de los productos
exportables. E n este aspecto, la nacionalización del petróleo y
los ferrocarriles p e r m i t i e r o n d i s m i n u i r el costo de los fletes y el
precio de los combustibles, que reorientaron l a economía, pasando
del llamado modelo de crecimiento hacia fuera, al denominado
modelo de crecimiento hacia adentro, que favorecía el
proceso de sustitución de importaciones.
L a d e b i l i d a d i n i c i a l con que llegaba A v i l a Camacho a l a presidencia
alentó la intención de formar su p r o p i a base de poder;
un cambio importante en esa dirección fue la creación de la
Confederación Nacional de Organizaciones Populares ( C N O P ) .
Por otra parte, en el mediano plazo, la ampliación de las bases
Digitalizado por Sergio A. Vegas
Fundación
delPRI
(Partido
Revolucionario
Institucional)
sociales del Estado abrió u n importante canal para i n c o r p o r a r a
los sectores medios, donde se reclutaría a los políticos profesio
nales y la b u r o c r a c i a estatal. E l presidente eliminó al ejército co
mo institución participante de la v i d a política y el sector militar
desapareció del P R M .
L a política de u n i d a d nacional de A v i l a Camacho encontré)
en la Segunda G u e r r a M u n d i a l u n elemento importante de justificación.
Implicó revisar algunos elementos de la política agrá
r i a cardenista; c o n Ávila Camacho se inició una política de apoyo
a la a g r i c u l t u r a comercial orientada a la exportación con ha
se en la cual se fue formando una nueva capa de empresarios
agrícolas modernos. C o m o consecuencia, entre 1940 y 1950, la
producción agrícola creció u n 7% debido a las obras de irrigación,
el aumento de la inversión y el alza de los precios de los
productos de exportación. Pero la reorientación hacia la exportación
e n perjuicio de la producción de alimentos p a r a el mercado
interno produjo u n a situación de escasez e inflación.
E n el ámbito obrero, la Confederación de Trabajadores de
México desempeñó u n papel importante en la política de tregua
social, al tiempo que aumenta la capacidad a r b i t r a l del Estado.
L a política de u n i d a d nacional logró acercar a u n importante
grupo empresario, que estableció una vinculación muy cercana
con el g r u p o gobernante. E n muchas oportunidades se integraron,
inclusive en campos no estrictamente económicos. Así, se
fue delineando c o n n i t i d e z u n proyecto industrializador c o n base
en una política proteccionista (regulación de inversiones externas,
y restricciones a l a c o m p r a de empresas mexicanas).
E n enero de 1946 se disolvió el P R M y se fundó el P a r t i d o Revolucionario
Institucional (PRI), que lanzó la candidatura de M i guel
Alemán para presidente. Favorecer la d i s c i p l i n a y la centralización
en torno del gobierno era u n a característica del nuevo
partido.
C o n Miguel Alemán llega al poder una generación de políticos
profesionales, l o que señala el desplazamiento de la generación
de caudillos militares de o r i g e n revolucionario y popular.
L a política de rectificaciones gradualistas, el estilo negociador y
arbitral de su antecesor, terminan. E l nuevo presidente afirmó
c o n energía el papel del Ejecutivo. E n política agraria mantuvo
los lincamientos esenciales de Ávila Camacho, pero afirmó más
claramente el proyecto de desarrollo de la a g r i c u l t u r a comercial
y la p r o p i e d a d privada, c o n apoyo o f i c i a l mediante la realización
por parte del Estado de inversiones en obras de irrigación.
L o mismo que c o n la política agraria, demostró que la época
de rectificaciones graduales respecto del movimiento obrero ha-
bía concluido, i m p o n i e n d o u n a férrea disciplina, i m p i d i e n d o la
(creación de organizaciones independientes del Estado y utilizando los grupos
de choque o la policía en los conflictos internos l e los sindicatos

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