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Tabla 2
P recios de im portación y de exportación y térm inos del inter-
cam bio (1913= 100)
te dos años, los m ateriales e insum os que necesitara para los ferro -
carriles del E stado; G ran B retaña se obligaba a seguir adquiriendo
los em barques de carne que la A rgentina exportaba norm alm ente.
El acuerdo fue firm ado po r Y rigoyen y aprobado po r la C ám ara de
D iputados, aunque el gobierno fue depuesto y el C ongreso disuel-
to por el golpe de E stado de 1930 antes de que pudiese contar con
la aprobación del Senado. D e todas form as, se tratab a de un im-
portante antecedente del tratado Roca-Runcim an, suscripto en 1933
y aprobado en 1935.
A partir de 1932, la am enaza por parte de Inglaterra de recurrir
a una política de preferencia por los p ro d u cto s de sus dom inios se
renovó com o consecuencia del acuerdo alcanzado en ese año en
O ttaw a entre los representantes de la co ro n a y los países m iem -
bros de la com unidad británica. E ste acuerdo ponía en peligro las
ex portaciones argentinas de carne congeladas y envasadas y ce-
reales, que com petían con la producción de A ustralia y N ueva
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Zelanda. El único rubro en el que esos países no podían com petir
con la A rgentina lo constituían las carnes enfriadas, que po r raz o -
nes de tiem po y distancia no podían llegar adecuadam ente desde
aquellos países al m ercado británico.
La respuesta argentina consistió en buscar los m edios para m an-
ten e r la relación com ercial con G ran B retaña. P ara lograrlo, se
envió una com isión especial a ese país, al frente de la cual se en-
co ntraba el vicepresid ente de la N ación Julio A. R oca, que c o n -
cluiría un tra ta d o con el rep resen tan te del B o a r d o f T r a d e b ritáni-
co en 1933. C onocido com o el tra tad o R oca-R uncim an, el conve-
nio establecía que G ran B retaña se com prom etía a perm itir la im -
portación de la m ism a cantidad de carne que en 1932, a m enos que
se pro d u jera una nueva y significativa baja de sus precios en In-
glaterra. Tam bién establecía que el p o o l de frigoríficos anglo-nor-
team ericanos se reservaría el 85% de las exportaciones de carne,
m ientras el 15% restante sería cubierto con la producción de los
frigoríficos argentinos. E ste cupo fue resultado de un intento de
desm entir las denuncias que señalaban que los frigoríficos ex tran -
je ro s presionaban m ediante su poder de com pra para m antener bajo
el precio pagado a los ganaderos por las reses.
A cam bio de estas concesiones, la A rgentina se com prom etía a
su vez a reducir las tarifas de im portación de un am plio núm ero de
p ro d u cto s británicos al nivel que tenían en 1930 y no establecerlas
en algunos otros, que, com o el carbón, se im portaban librem ente.
Tam bién se asum ía el com prom iso de m antener un tra to benévolo
hacia las com pañías británicas y a facilitar el acceso a las divisas
que éstas requerían para enviar sus ganancias a G ran Bretaña. O tros
pu ntos del tra ta d o protegían los intereses de los ferrocarriles y el
tran sp o rte m arítim o británico.
El p acto tenía una vigencia de tre s años y los principales acu er-
dos logrados se p rorrogaron por un nuevo tratado, conocido com o
E den-M albrán, firm ado en 1936. C om o consecuencia de am bos
tratados, las exportaciones argentinas de carne se m antuvieron en-
tre 1935 y 1938 en un nivel cercano al 90% de las 390.000 to n ela -
das de carne enfriada ex p o rtad as en 1932. É ste había sido el nivel
al que se había llegado luego de la crisis. E n definitiva, los acu er-
dos alcanzados perm itían a la A rgentina seguir accediendo al m er-
cado británico, a cam bio de im portantes concesiones a los intere-
ses de ese origen.
E s inevitable preg u n tarse cuáles eran entonces las alternativas
planteadas para el se cto r externo argentino, en las condiciones en
las que se en contraba el m ercado m undial luego de la crisis y la
depresión. M uchas de las políticas de la década de 1930, y en par-
ticular el tra tad o R oca-R uncim an, han sido vistas com o el resulta-
do de una posición que sólo favorecía intereses extranjeros y los
muy aco tad o s de los g an ad ero s invernadores, que producían el
ganado m ás refinado destinado a ser exp o rtad o com o carne enfria-
da. L os m ás escasos defensores de estas políticas y del tratad o
afirm an, por el contrario, que los condicionam ientos que la d ep re-
sión im ponía a la econom ía hacían que las decisiones tom adas
fueran las únicas posibles. E s difícil, sin dudas, acep tar que las
decisiones to m ad as rep resen taran las únicas alternativas válidas,
pero es m ás difícil aún evaluar los eventuales efectos de las o p cio -
nes no seguidas. U na valoración retrospectiva no puede realizarse
sin in tro d u cir las m edidas específicas en el co n tex to m ás am plio
del conjunto de las políticas económ icas de la década y sus resul-
tados. Y deben considerarse tam bién las perspectivas que sobre
estos problem as tenían los sectores dirigentes.
En este últim o sentido, recobra interés el llam ado “ Plan Pinedo” ,
en realidad un plan de “ reactivación económ ica” presentado por
Federico Pinedo al C ongreso de la N ación en 1940. A unque el
plan nunca llegó a aprobarse, y po r lo tan to no significó un cam bio
en las políticas del E stad o , suponía una visión algo m ás crítica de
la posición de la A rgentina en el m undo. Para algunos o b serv ad o -
res, exhibía una diferencia im portante en los objetivos p ro p u esto s
y la m anera de im plem entarlos.
El plan preveía tanto una serie de m edidas para enfrentar la nueva
coyuntura de la guerra en E uropa, com o otras que tendían a pro-
yectos de m ás largo plazo. E n tre las prim eras, se encontraban el
fom ento de la construcción y el sostén de los precios agrícolas, en
especial el del maíz. E n tre las segundas, el im pulso a la industria-
lización, aunque basada en las “industrias naturales” , es decir, aque-
llas que utilizaban insum os locales. El pro y ecto descansaba en la
convicción de que las ex p o rtacio n es ag ro p ecu arias seguirían sien-
do el m o to r principal de la econom ía del país y que se tratab a
fundam entalm ente de enfrentar una coyuntura adversa.
En realidad, el plan estaba diseñado para enfrentar una situa-
ción que se preveía similar, en cuanto a las restricciones en el sec-
to r externo, a la que había desatado tan to la Prim era G uerra com o,
m ás adelante, la crisis de 1929. Pero estos p resupuestos se dem os-
traro n im precisos: la A rgentina siguió exportando durante la Se-
gunda G uerra, al mism o tiem po que el esfuerzo en el que se en-
contraban em barcadas las econom ías tradicionalm ente p ro v ee d o -
ras de los p ro d u cto s que el país obtenía en el exterior restringió las
im portaciones, im pulsando de este m odo el crecim iento industrial.
Sin em bargo, algunas de las p ro p u estas del plan se llevarían a
cabo algo m ás adelante. E ntre ellas, la creación del B anco Indus-
trial, que tuvo lugar en 1944, y la regulación del com ercio exterior
m ediante lo que sería el Instituto A rgentino de Prom oción del In-
tercam bio, que desde 1946, ya en tiem pos del peronism o, m ono-
polizaría las o p eracio n es de e x p o rta ció n de cereales y oleag i-
nosas.
LAS R E S PUE S TA S A LA C R IS IS
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cía el circulante, con la excepción de 1932, cuando la utilización
de los fondos del em préstito po r parte del gobierno llevó a su au-
mento.
A partir de 1933, cuando Federico Pinedo asum ió com o m inis-
tro de H acienda, las m edidas tom adas tendieron en algunos casos
a profundizar las políticas anteriores, y en o tro s a introducir inno-
vaciones. El establecim iento del im puesto a los réditos y la crea-
ción del B anco C entral fueron m edidas que continuaban las ten -
dencias ya insinuadas, fortaleciéndolas. P ero el nuevo m inistro
dispuso tam bién la devaluación del peso, una m ayor intervención
en el com ercio exterior a p artir del control de cam bios y una m a-
yor intervención del E stado en el sostenim iento de los precios a g ro -
pecuarios y en la regulación de la producción del sector.
Y rigoyen, en su prim er gobierno, había intentado la im planta-
ción del im puesto a los réditos, pero enfrentó una fírme oposición
en el C ongreso. En 1933, se creaba finalm ente ese im puesto, que
perm itió que el E stado dejara de depender de los recursos obteni-
dos de las im posiciones al com ercio exterior: durante los años
veinte, casi el 80% de los recursos estatales se obtenía de esa fuen-
te; en cam bio, hacia fines de la década de 1930 de allí provenía
sólo la m itad de los recursos. En los años finales de la Segunda
G uerra, la reducción fue todavía m ayor: alcanzaba a cubrir sola-
m ente cerca de un 10% de los requerim ientos del gobierno.
O tras m edidas tuvieron relación con la política m onetaria. Ya
en 1932 O tto Niem eyer, un especialista británico, fue consultado
sobre las características que debería ten e r un B anco Central. El
proyecto, finalm ente aprobado en 1935 ju n to con una serie de le-
yes que regulaban el sistem a bancario, difería en algunos puntos
del p ro p u esto p o r Niem eyer. En principio, im plicaba que m uchas
de las operaciones que diversas instituciones realizaban serían a
p artir de allí centralizadas. L as funciones del B anco C entral c o n -
sistían en regular el crédito y el circulante adaptándolos al v o lu -
men real de los negocios, en co n cen trar reservas m oderando las
fluctuaciones provocadas por las exportaciones y las inversiones
de capital extranjero sobre la m oneda, el crédito y las actividades
com erciales, en co n tro lar a los bancos prom oviendo la liquidez y
el buen funcionam iento del crédito y en actu ar com o agente finan-
ciero y consejero del gobierno en las operaciones relacionadas con
el crédito interno y externo y con la adm inistración de los em prés-
titos.
Federico Pinedo habla en ¡a inauguración del Banco Central, junio de 1935.
LA GUERRA
En 1939 estalló la g u erra en E uropa; entre esa fecha y 1945, el
m undo asistiría a sus horrores. L os E stad o s U nidos se sum aron al
bando aliado en 1941 y el conflicto term inó p o r afectar a la m ayor
parte de los países del m undo. Incluso la A rgentina, donde se p ro -
fundizaron las divisiones entre los defensores de la neutralidad y
los partidarios de los aliados, decidió declarar la guerra al E je poco
antes del fin del conflicto. El gobierno m ilitar inaugurado con el
golpe de 1943, en principio reluctante a abandonar la posición
neutral, debió so p o rtar las continuas presiones de los E stad o s U ni-
dos, las que finalm ente lo llevaron a la declaración de guerra. L os
d esencuentros entre la A rgentina y los E stad o s U nidos, que m ira-
ban con suspicacia el surgim iento de Juan D om ingo P erón y sus
presuntas sim patías fascistas, tendrían profundas consecuencias
en la posguerra. E n tre ellas, se co n taro n las lim itaciones im pues-
ta s a los países eu ro p eo s beneficiarios de la ayuda norteam ericana
co n cretad a en el Plan M arshall, para la utilización de esos fondos
en la com pra de p roductos agropecuarios argentinos.
Los efectos de la guerra fueron en la A rgentina m e n o s a d v e r so s
que lo esperado. La econom ía del país creció y hacia el fin del
conflicto, la A rgentina con taba con un im portante saldo de libras a
su favor acum uladas en L ondres com o resultado del com ercio con
Inglaterra. N o obstante, el crecim iento ya no estaba basado en las
exportaciones agropecuarias, sino en el desarrollo industrial. P o r
o tra parte, aunque im portante, ese crecim iento había sido m enor
que el que caracterizó al país en sus años m ás expansivos, y ta m -
bién era m enor si se lo com para con el de otras naciones que ha-
bían participado plenam ente en la guerra, com o los E stados U ni-
dos y Canadá. Incluso era m enor que el logrado por o tro s países
latinoam ericanos que, com o Brasil, habían participado, aunque no
centralm ente, en el conflicto arm ado.
La industria argentina había crecido bajo el im pulso de la e c o -
nom ía ex p o rtadora. D esde fines del siglo X IX se había d esarro lla-
do una industria m oderna directam ente ligada a la elaboración de
p ro d u cto s agropecuarios de exportación. L os frigoríficos, que se
expandieron en las prim eras décadas del siglo XX, y los m olinos
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Industria del calzado, 1938.
1925-29/ 1937-39/
1937-39 1948-50
Alimentación 31 22 27 23 42 34 36 36
y afines
Textil, vestuario 15 20 21 23 20 26 8 10
y afines
Metalmecánicas 23 27 20 22 14 14 14 17
y afines
Químicas 3 3 5 6 10 11 12 15
y afines
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debido a que los acuerdos entre la A rgentina y G ran B retaña e sta -
blecían ventajas para los p ro d u cto s ingleses dado que las divisas
disponibles debían utilizarse p referentem ente para el intercam bio
com ercial y financiero entre esto s dos países, el proceso se hizo
m ás intenso. C ongruentem ente, las estadísticas m uestran una cla-
ra dism inución de las im portaciones provenientes de los E stados
Unidos. La presencia de capital extranjero, que según algunas es-
tim aciones superaba el 50% del capital invertido en la industria,
im plicaba la existencia de un nuevo a c to r que el gobierno debía
to m ar en cuenta en el diseño e im plem entación de sus políticas y
en especial en el acceso a las divisas que perm itieran la provisión
de insum os.
El p ro d u cto del crecim iento industrial al finalizar la g uerra te n -
dría com o destino principal el m ercado interno. La im portancia de
ese m ercado tam bién creció para los p ro d u cto s agropecuarios, en
la m edida que aum entaba la población urbana y por lo tan to dis-
minuían las ex p o rtacio n es agropecuarias, cuya producción había
com enzado un proceso de estancam iento que se reflejaba en su
participación en el PBI. La A rgentina se cerraba sobre sí misma.
UN BALANCE