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basada en un creciente proyecto autárquico volcado hacia dentro.

E sta percepción convirtió al período previo a 1930 en una per-


dida edad de oro, especialm ente para m uchos de quienes m iraban
el pasado desde las décadas de 1980 y 1990. E n esa perspectiva,
los m ales argentinos provenían precisam ente de la ru p tu ra con el
m ercado m undial y de la innecesaria y perjudicial actividad del
Estado. Para o tro s estudiosos y ensayistas, los m ales de la eco n o -
mía argentina se retro traían al perío d o de m ayor crecim iento; allí
se encontraban los inicios de una expansión desequilibrada y vul-
nerable a los em bates externos.
E stas im ágenes, y esos diagnósticos, no se ajustan dem asiado a
lo que los conocim ientos actuales perm iten afirm ar sobre la histo-
ria económ ica del país. C om o se verá, m uchas de las característi-
cas tanto positivas com o negativas que la econom ía argentina ad-
quirió durante la depresión y la guerra provenían del desarrollo de
fenóm enos ya existentes en el período anterior. A partir de 1930,
algunas de esas características se profundizaron, y m uchas de las
transform aciones se iniciaron con una p osterioridad tal a la crisis
que es difícil ligarlas directam ente a ella. N o obstante, la im agen
de 1930 com o una divisoria de aguas en la econom ía no es, tam -
poco, del to d o inexacta. La A rgentina agro ex p o rtad o ra se tran s-
form ó en un país en el que efectivam ente la industria se convirtió
en el principal m o to r de la econom ía. Es posible discutir los m o-
m entos y la incidencia de cada una de las transform aciones, pero
la A rgentina de fines de la década de 1940 era m uy diferente a la
de la década de 1920. En este sentido, y a pesar de las continuida-
des, 1930 sigue siendo una referencia esencial para entender aq u e-
llas transform aciones y cam bios.
Es conveniente, entonces, exam inar las características de la eco -
nom ía argentina en los m om entos previos a la crisis, para luego
profundizar el análisis del período que se extendió entre ese m o-
m ento y el fin de la Segunda G uerra.

CRISIS Y DEPR E SIÓ N

Las causas de la crisis que estalló en 1929, sim bolizada en el


c r a c k de la B olsa de N ueva York que se produjo en octubre de ese
año, siguen siendo tem a de debate entre los econom istas. A lgunos
señalan las dificultades de los E stad o s U nidos, convertidos en el
nuevo centro económ ico y financiero m undial en reem plazo de
G ran B retaña, para reaccionar adecuadam ente ante las señales de
la crisis. Para m uchos de ellos, sus orígenes se encontraban en los
problem as generados en la econom ía norteam ericana. D e acuerdo
con algunas interpretaciones, fue pro d u cto de las políticas m one-
tarias seguidas por las autoridades norteam ericanas, en tanto que
para o tro s autores se debió a la incapacidad del m ercado n o rte-
am ericano para absorber la creciente producción allí volcada. C ri-
sis m onetaria o crisis de sobreproducción, los efectos fueron m u-
cho m ás claros que sus causas. La crisis im plicó una dism inución
del com ercio m undial y una retracció n de la inversión de capital
fuera de los países que tradicionalm ente invertían m ás allá de sus
fronteras. Se extendió rápidam ente a to d o el m undo industrializa-
do, con la notoria excepción de la entonces U nión Soviética, y uno
de sus im pactos m ás evidentes fue la fuerte y prolongada caída de
la actividad económ ica, la depresión. El o tro efecto im portante se
relacionó con la inm ediata consecuencia de tal depresión: la muy
alta desocupación. E n los E stados U nidos, casi uno de cada cuatro
trabajadores se encontraba desem pleado en 1933.
Las dificultades que la m ayoría de los países en co n traro n para
continuar con sus prácticas com erciales y financieras habituales
im pulsaron, en los E stad o s afectados, la adopción de una serie de
políticas específicas. Ellas im plicaban una retracció n de las e c o -
nom ías dentro de las fro n teras nacionales, el fortalecim iento de
barreras proteccionistas, el abandono del p atrón oro incluso por
parte de los E stados U nidos y G ran B retaña, y la búsqueda de acuer-
dos bilaterales entre países, que habrían de reem plazar el com er-
cio abierto y m ultilateral que, en alguna m edida, había caracteri-
zado a la etap a anterior.
La A rgentina no fue ajena a estos procesos. El im pacto de la
crisis se sintió especialm ente en la caída de los v alores de las ex-
portaciones tradicionales de carne y cereales, y en las consecuen-
te s dificultades para la obtención de capitales y de las divisas ne-
cesarias para el pago de las im portaciones. El financiam iento del
E stado se enfrentó con nuevos problem as, debido en gran parte a
que sus principales fuentes provenían tradicionalm ente de los g ra-
vám enes al com ercio exterior, particularm ente a las im portacio-
nes, y a la decisión de seguir afrontando los pagos co rrespondien-
tes a la deuda externa. La desocupación apareció tam bién com o la
m ás evidente de las consecuencias sociales de la crisis.
Para enfrentar esta situación, los g obiernos de la década de 1930
llevaron adelante una serie de políticas que abarcaron desde la
bú sq u ed a de fuentes de financiam iento que no estuvieran ligadas
al com ercio exterior, hasta el m antenim iento de la inconvertibili-
dad m onetaria decidida durante los últim os tiem pos del gobierno
radical. E sas políticas incluyeron la creación del B anco C entral, la
ad o pción de m edidas tendientes a dism inuir las im portaciones, los
in ten to s de apoyo y regulación de la producción ag ropecuaria y la
búsqueda de cam inos que perm itieran salvaguardar la relación con
los m ercados tradicionales, en particular el británico, para las ex-
p o rtacio n es argentinas.
E stas m edidas se daban en el co n tex to de una creciente ilegiti-
m idad política, proveniente del golpe de E stad o que había d e rro -
cado a Y rigoyen en setiem bre de 1930, del p o sterio r fraude electo -
ral a gran escala, im plantado desde m ediados de la década, y de
los episodios de corrupción en los que se vieron involucrados los
gobiernos, y algunos opositores, durante la década. El golpe había
co locado en el poder al general U riburu y en 1932, a partir de
elecciones en las que el radicalism o se abstuvo de participar por el
v eto oficial a sus candidatos, el general Justo se hacía de la presi-
dencia. En 1943 un nuevo golpe de E stad o pondría fin al experi-
m ento de un sistem a de gobierno que era difícil caracterizar com o
dem ocrático, y que con sus vicios de origen y sus prácticas poco
claras volvería m ás tolerable para algunos secto res de la sociedad
la reitera d a intervención m ilitar en la política del país.
D esde la perspectiva de las políticas económ icas, se ha tratad o
de distinguir entre la línea seguida p o r el gobierno de U riburu, y
sus m inistros de H acienda, y el de Justo, en el cual la figura de
Federico Pinedo, al frente de esa cartera a partir de 1933, tom aría
una dim ensión preponderante. N u ev o s cam bios se insinuaron a
partir del golpe de 1943. A pesar de ello, tam bién aquí se registran
inesperadas continuidades.
R esulta entonces de utilidad un análisis porm enorizado de los
e fectos de la crisis, las políticas im plem entadas po r el E stad o , los
resu ltad o s obtenidos com o consecuencia de la aplicación de esas
políticas y los cam bios p roducidos en el co n tex to internacional.
L o s efectos de la crisis fueron claros rápidam ente. Im plicaron
el derrum be de los precios de los principales p ro d u cto s de expor-
tación de la A rgentina — cereales, lino y carnes— , tal com o puede
apreciarse en la Tabla 1.
Tabla 1
Precio prom edio de los p roductos argentinos (1926= 100)

AÑO Cereales y lino Carnes


1929 100.8 111.8
1930 82.5 109.7
1931 55.9 90,3

Fuente: Villanueva (1975). p. 63.

A esta fuerte dism inución de los precios obtenidos po r las ex-


portaciones se unía el deterioro de los térm inos del intercam bio,
tal com o puede apreciarse en la Tabla 2. E ste deterioro de los pre-
cios de las exportaciones, superior a la dism inución de los precios
de las im portaciones, sum ado al m antenim iento de los pagos de la
deuda pública y a las dificultades para o b ten er nuevas inversiones
de capital, implicó saldos to tales negativos en el balance de pagos
que, con alguna excepción, sólo tendieron a revertirse a p artir de
m ediados de la década. E ste saldo negativo presionaba a su vez
sobre el v alor de la m oneda.

Tabla 2
P recios de im portación y de exportación y térm inos del inter-
cam bio (1913= 100)

AÑO Exportaciones Importaciones Términos del


intercambio

1928 127,6 131.5 97,0


1929 117,6 130,1 90.4
1930 103,2 130.4 79,1
1931 78.4 130.0 60,3
1932 75.4 128.4 58.7

Fuente: Balboa (1972). p. 163.

Tal situación im plicaba una dism inución de la actividad ec o n ó -


m ica y, por consiguiente, el aum ento de la desocupación. Lam en-
tablem ente, no se dispone de cifras seguras sobre el tem a. Para
1932, el m om en to m ás álgido de la depresión, se ha estim ado una
desocupación cercana al 28% , pero tam bién se cuenta con estim a-
ciones m ucho m ás bajas, incluso inferiores al 10%, para el m ism o
m om ento. La evidencia parece insuficiente para una resp u esta de-
finitiva y es m uy posible que la realidad se ubicase en algún lugar
interm edio. Las fuentes cualitativas, por su parte, indican que en
to d o caso la depresión p ro v o có un m enor desem pleo en la A rgen-
tina que en los E stad o s U nidos y, lo que es aun m ás seguro, que la
recuperación fue m ás rápida.
E sta im presión aparece confirm ada po r las cifras p ro p o rcio n a-
das po r Díaz Alejandro. El PBI (P ro d u cto B ruto Interno) de la A r-
gentina descendió cerca de un 14% entre 1929 y 1932, pero luego
se expandió hasta 1940. En 1939, el PBI era un 15% m ás alto que
el de 1929, y estaba un 33% m ás alto que en 1932, en tanto que en
los E stad o s U nidos el crecim iento fue de sólo 4% entre las prim e-
ras fechas m encionadas.
De to d as m aneras, la situación que planteaba la crisis requería
respuestas inm ediatas. A unque los dirigentes argentinos pensaban
que el país estaba enfrentando una crisis cíclica, y que luego de
ella se restablecería la situación previa, los problem as eran sufi-
cientem ente evidentes com o para dem andar una acción rápida po r
parte del gobierno. Un breve análisis del co n tex to internacional en
el que el país se hallaba inm erso perm itirá un exam en adecu ad o de
las respuestas internas a la crisis.

EL SECTOR EXTERNO Y LOS CAMBIOS EN EL


CONTEXTO INTE R NACIO NA L

D esde las últim as décadas del siglo X IX , la expansión de la


econom ía argentina había im pulsado una relación cada vez m ás
estrecha con G ran Bretaña. M uchos de los capitales invertidos en
el país provenían de Inglaterra, hacia allí se dirigían gran parte de
las exportaciones de cereales y, sobre to d o , las de carne, en p arti-
cular las que constituían el p ro d u cto m ás especializado de la re-
gión pam peana, la carne enfriada. De Inglaterra provenían, ade-
m ás de los capitales, buena parte de los p ro d u cto s m anufacturados
y el carbón de piedra que alim entaba los ferrocarriles.
D esde la Prim era G uerra M undial se hizo cada vez m ás eviden-
te la pérdida paulatina del lugar hegem ónico que G ran B retaña
ocupaba en el m undo. Sus p ro d u cto s perdían com petitividad en
com paración con los norteam ericanos y N ueva Y ork reem plazaba
progresivam ente a L ondres com o centro financiero m undial. C on
frecuencia, los p ro d u cto s industriales norteam ericanos, desde los
autom óviles hasta la m aquinaria agrícola, se adaptaban m ejor a
las necesidades de la A rgentina; sin em bargo, la producción ag ra-
ria de los E stad o s U nidos com petía con la argentina, a lo que se
sum aban las crecientes actitudes proteccionistas norteam ericanas
de la década de 1920. Así, era difícil esperar que ése fuera el d es-
tino de la producción argentina. El país debía o b ten er sus divisas,
entonces, del com ercio en el área de la libra, para p o d er así pagar
por los p ro d u cto s norteam ericanos. L a convertibilidad de esas li-
bras, obtenidas con las exportaciones, en dólares resultaba esen-
cial para m antener el esquem a de com ercio triangular.
N aturalm ente, tanto ingleses com o norteam ericanos defendían
sus intereses. D esde los E stad o s U nidos com enzaron a llegar en la
década de 1920 capitales dirigidos a la instalación de industrias
que pudiesen com petir en el m ercado interno, eludiendo ev entua-
les m edidas p ro teccionistas y preferencias argentinas. Inglaterra
tenía com o objetivo aum entar sus exportaciones a la A rgentina y
m antener el envío de las ganancias de sus em presas, pero debía,
adem ás, negociar con los dom inios de la corona, cuyos p ro d u cto s
com petían con los argentinos p o r el m ercado británico. E sta últi-
m a situación le servía, adem ás, com o elem ento de presión frente a
los intereses argentinos.
L a A rgentina, por su parte, elegiría m antener su larga alianza
estratégica con Inglaterra, al tiem po que atravesaba durante la dé-
cada de 1920, y en especial entre 1922 y 1927, p o r una cierta b o -
nanza económ ica. En 1928, esta situación com enzó a revertirse.
L as ex p o rtacio n es declinaron y el capital com enzó a salir del país,
m ientras los g asto s del E stad o aum entaron y cayeron las tasas de
interés. Al no reducirse las im portaciones, el v alo r del peso inició
una declinación. C om o consecuencia, el gobierno de Y rigoyen
debió interrum pir la convertibilidad en 1929. Así, algunos de los
elem entos de la crisis estaban presentes en el país aun antes de que
ésta estallara.
H acia finales de 1929 llegó al país una m isión com ercial b ritá -
nica, al frente de la cual se en contraba el vizconde D ’A bernon. La
delegación, que respondía a una invitación del gobierno arg en ti-
no, tenía com o objetivo consolidar las relaciones entre los dos
países. Sus resultados fueron halagüeños para G ran Bretaña. La
A rgentina se com prom etía a com prar en el m ercado inglés, duran-
m m *m ' ’•

I isla aérea de los nuevos elevadores de Rosario, ju lio de 1931

te dos años, los m ateriales e insum os que necesitara para los ferro -
carriles del E stado; G ran B retaña se obligaba a seguir adquiriendo
los em barques de carne que la A rgentina exportaba norm alm ente.
El acuerdo fue firm ado po r Y rigoyen y aprobado po r la C ám ara de
D iputados, aunque el gobierno fue depuesto y el C ongreso disuel-
to por el golpe de E stado de 1930 antes de que pudiese contar con
la aprobación del Senado. D e todas form as, se tratab a de un im-
portante antecedente del tratado Roca-Runcim an, suscripto en 1933
y aprobado en 1935.
A partir de 1932, la am enaza por parte de Inglaterra de recurrir
a una política de preferencia por los p ro d u cto s de sus dom inios se
renovó com o consecuencia del acuerdo alcanzado en ese año en
O ttaw a entre los representantes de la co ro n a y los países m iem -
bros de la com unidad británica. E ste acuerdo ponía en peligro las
ex portaciones argentinas de carne congeladas y envasadas y ce-
reales, que com petían con la producción de A ustralia y N ueva

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Zelanda. El único rubro en el que esos países no podían com petir
con la A rgentina lo constituían las carnes enfriadas, que po r raz o -
nes de tiem po y distancia no podían llegar adecuadam ente desde
aquellos países al m ercado británico.
La respuesta argentina consistió en buscar los m edios para m an-
ten e r la relación com ercial con G ran B retaña. P ara lograrlo, se
envió una com isión especial a ese país, al frente de la cual se en-
co ntraba el vicepresid ente de la N ación Julio A. R oca, que c o n -
cluiría un tra ta d o con el rep resen tan te del B o a r d o f T r a d e b ritáni-
co en 1933. C onocido com o el tra tad o R oca-R uncim an, el conve-
nio establecía que G ran B retaña se com prom etía a perm itir la im -
portación de la m ism a cantidad de carne que en 1932, a m enos que
se pro d u jera una nueva y significativa baja de sus precios en In-
glaterra. Tam bién establecía que el p o o l de frigoríficos anglo-nor-
team ericanos se reservaría el 85% de las exportaciones de carne,
m ientras el 15% restante sería cubierto con la producción de los
frigoríficos argentinos. E ste cupo fue resultado de un intento de
desm entir las denuncias que señalaban que los frigoríficos ex tran -
je ro s presionaban m ediante su poder de com pra para m antener bajo
el precio pagado a los ganaderos por las reses.
A cam bio de estas concesiones, la A rgentina se com prom etía a
su vez a reducir las tarifas de im portación de un am plio núm ero de
p ro d u cto s británicos al nivel que tenían en 1930 y no establecerlas
en algunos otros, que, com o el carbón, se im portaban librem ente.
Tam bién se asum ía el com prom iso de m antener un tra to benévolo
hacia las com pañías británicas y a facilitar el acceso a las divisas
que éstas requerían para enviar sus ganancias a G ran Bretaña. O tros
pu ntos del tra ta d o protegían los intereses de los ferrocarriles y el
tran sp o rte m arítim o británico.
El p acto tenía una vigencia de tre s años y los principales acu er-
dos logrados se p rorrogaron por un nuevo tratado, conocido com o
E den-M albrán, firm ado en 1936. C om o consecuencia de am bos
tratados, las exportaciones argentinas de carne se m antuvieron en-
tre 1935 y 1938 en un nivel cercano al 90% de las 390.000 to n ela -
das de carne enfriada ex p o rtad as en 1932. É ste había sido el nivel
al que se había llegado luego de la crisis. E n definitiva, los acu er-
dos alcanzados perm itían a la A rgentina seguir accediendo al m er-
cado británico, a cam bio de im portantes concesiones a los intere-
ses de ese origen.
E s inevitable preg u n tarse cuáles eran entonces las alternativas
planteadas para el se cto r externo argentino, en las condiciones en
las que se en contraba el m ercado m undial luego de la crisis y la
depresión. M uchas de las políticas de la década de 1930, y en par-
ticular el tra tad o R oca-R uncim an, han sido vistas com o el resulta-
do de una posición que sólo favorecía intereses extranjeros y los
muy aco tad o s de los g an ad ero s invernadores, que producían el
ganado m ás refinado destinado a ser exp o rtad o com o carne enfria-
da. L os m ás escasos defensores de estas políticas y del tratad o
afirm an, por el contrario, que los condicionam ientos que la d ep re-
sión im ponía a la econom ía hacían que las decisiones tom adas
fueran las únicas posibles. E s difícil, sin dudas, acep tar que las
decisiones to m ad as rep resen taran las únicas alternativas válidas,
pero es m ás difícil aún evaluar los eventuales efectos de las o p cio -
nes no seguidas. U na valoración retrospectiva no puede realizarse
sin in tro d u cir las m edidas específicas en el co n tex to m ás am plio
del conjunto de las políticas económ icas de la década y sus resul-
tados. Y deben considerarse tam bién las perspectivas que sobre
estos problem as tenían los sectores dirigentes.
En este últim o sentido, recobra interés el llam ado “ Plan Pinedo” ,
en realidad un plan de “ reactivación económ ica” presentado por
Federico Pinedo al C ongreso de la N ación en 1940. A unque el
plan nunca llegó a aprobarse, y po r lo tan to no significó un cam bio
en las políticas del E stad o , suponía una visión algo m ás crítica de
la posición de la A rgentina en el m undo. Para algunos o b serv ad o -
res, exhibía una diferencia im portante en los objetivos p ro p u esto s
y la m anera de im plem entarlos.
El plan preveía tanto una serie de m edidas para enfrentar la nueva
coyuntura de la guerra en E uropa, com o otras que tendían a pro-
yectos de m ás largo plazo. E n tre las prim eras, se encontraban el
fom ento de la construcción y el sostén de los precios agrícolas, en
especial el del maíz. E n tre las segundas, el im pulso a la industria-
lización, aunque basada en las “industrias naturales” , es decir, aque-
llas que utilizaban insum os locales. El pro y ecto descansaba en la
convicción de que las ex p o rtacio n es ag ro p ecu arias seguirían sien-
do el m o to r principal de la econom ía del país y que se tratab a
fundam entalm ente de enfrentar una coyuntura adversa.
En realidad, el plan estaba diseñado para enfrentar una situa-
ción que se preveía similar, en cuanto a las restricciones en el sec-
to r externo, a la que había desatado tan to la Prim era G uerra com o,
m ás adelante, la crisis de 1929. Pero estos p resupuestos se dem os-
traro n im precisos: la A rgentina siguió exportando durante la Se-
gunda G uerra, al mism o tiem po que el esfuerzo en el que se en-
contraban em barcadas las econom ías tradicionalm ente p ro v ee d o -
ras de los p ro d u cto s que el país obtenía en el exterior restringió las
im portaciones, im pulsando de este m odo el crecim iento industrial.
Sin em bargo, algunas de las p ro p u estas del plan se llevarían a
cabo algo m ás adelante. E ntre ellas, la creación del B anco Indus-
trial, que tuvo lugar en 1944, y la regulación del com ercio exterior
m ediante lo que sería el Instituto A rgentino de Prom oción del In-
tercam bio, que desde 1946, ya en tiem pos del peronism o, m ono-
polizaría las o p eracio n es de e x p o rta ció n de cereales y oleag i-
nosas.

LAS R E S PUE S TA S A LA C R IS IS

La prim era respuesta a la crisis por parte del gobierno de U riburu


consistió en afirm ar la vigencia de políticas o rtodoxas. Se tratab a
de equilibrar el presupuesto del E stado, al m ism o tiem po que se
m antenía el pago de la deuda pública.
La búsqueda del equilibrio entre recu rso s y g a sto s en las cuen-
tas del E stad o recibió una fuerte prioridad. D ado que en el co n tex -
to de una reducción del com ercio internacional era natural que los
recursos del E stad o dism inuyeran, puesto que la m ayor parte de
ellos provenía de los im puestos al com ercio exterior, la solución
buscada fúe doble. P or una parte, se redujeron los gastos del E sta -
do dism inuyendo los salarios de los em pleados públicos, en un
0,05% los m ás bajos y en una proporción que llegaba a superar el
22% en los m ás altos. Tam bién se restringió el g asto en obras pú-
blicas. La reducción de salarios, aunque recesiva, era atem perada
por la deflación de precios. P or o tra parte, se tra tó de increm entar
los ingresos a través de nuevos im puestos internos y de aum entos
en los aranceles a las im portaciones.
El problem a m ás serio, aunque no el de m ayor peso en el p resu -
puesto, lo constituía la deuda pública. É sta se com ponía de una
“ deuda flotante” con vencim ientos a c o rto plazo y una deuda ex-
terna, en su m ayor parte en libras. En el co n tex to de la crisis varios
países latinoam ericanos habían decidido suspender los pagos; la
A rgentina, sin em bargo, los m antuvo. E sto le perm itió al gobier-
no, al conservar la credibilidad de los inversores, establecer un
“em préstito patrió tico ” m ediante bonos colocados en el m ercado
local, dada la im posibilidad de ob ten er fondos externos.
El g obierno tam bién enfrentaba el problem a del v alo r de la
m oneda y la cantidad de circulante. En el periodo previo a la cri-
sis, la A rgentina no había co n tad o con un B anco Central. La canti-
dad de dinero circulante dependía de la balanza de pagos y de la
form a en que sus excedentes o déficit se intercam biaban en la Caja
de C onversión. La existencia de excedentes llevaba a un aum ento
del circulante, baja de los intereses del capital y aum ento de la
inversión y de la actividad económ ica. C uando los excedentes de-
clinaban y el o ro salía del país, dism inuía el circulante y consi-
guientem ente la actividad económ ica. El sistem a de ajustes a u to -
m áticos previstos en la C aja de C onversión funcionaba en tiem -
pos norm ales y se suponía que su suspensión, cuando ello ocurría,
era sólo tem poraria. D e allí que el m ecanism o fuera alguna vez
denom inado un “ sistem a de patrón oro esporádico” .
L as perturbaciones externas, com o las guerras o las crisis, lle-
vaban a su suspensión. E sto ha-
bía o cu rrid o d u ran te la Prim era
Guerra; durante la década de 1920,
el m ecan ism o fue resta b le c id o .
C om o se ha señalado, en los últi-
m os tiem pos del gobierno de Yri-
goyen volvió a interrum pirse. A l-
gunas de las funciones que co rres-
ponden a la figura de un B anco
C entral, com o establecer el nivel
del circulante, o supervisar el sis-
tem a bancario, eran cum plidas por
el B anco N ación y o tras institu-
cio n es c o m o la p ro p ia C aja de
C onversión y la Tesorería.
El gobierno de U riburu m antu-
vo la inconvertibilidad del peso;
en 1931, estableció el control de
cam bios in tentando m antener el
valor de la m oneda, para lo cual
perm itió la salida de oro. Al m is-
m o tiem po, durante los prim eros
años posteriores a la crisis, decre-

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cía el circulante, con la excepción de 1932, cuando la utilización
de los fondos del em préstito po r parte del gobierno llevó a su au-
mento.
A partir de 1933, cuando Federico Pinedo asum ió com o m inis-
tro de H acienda, las m edidas tom adas tendieron en algunos casos
a profundizar las políticas anteriores, y en o tro s a introducir inno-
vaciones. El establecim iento del im puesto a los réditos y la crea-
ción del B anco C entral fueron m edidas que continuaban las ten -
dencias ya insinuadas, fortaleciéndolas. P ero el nuevo m inistro
dispuso tam bién la devaluación del peso, una m ayor intervención
en el com ercio exterior a p artir del control de cam bios y una m a-
yor intervención del E stado en el sostenim iento de los precios a g ro -
pecuarios y en la regulación de la producción del sector.
Y rigoyen, en su prim er gobierno, había intentado la im planta-
ción del im puesto a los réditos, pero enfrentó una fírme oposición
en el C ongreso. En 1933, se creaba finalm ente ese im puesto, que
perm itió que el E stado dejara de depender de los recursos obteni-
dos de las im posiciones al com ercio exterior: durante los años
veinte, casi el 80% de los recursos estatales se obtenía de esa fuen-
te; en cam bio, hacia fines de la década de 1930 de allí provenía
sólo la m itad de los recursos. En los años finales de la Segunda
G uerra, la reducción fue todavía m ayor: alcanzaba a cubrir sola-
m ente cerca de un 10% de los requerim ientos del gobierno.
O tras m edidas tuvieron relación con la política m onetaria. Ya
en 1932 O tto Niem eyer, un especialista británico, fue consultado
sobre las características que debería ten e r un B anco Central. El
proyecto, finalm ente aprobado en 1935 ju n to con una serie de le-
yes que regulaban el sistem a bancario, difería en algunos puntos
del p ro p u esto p o r Niem eyer. En principio, im plicaba que m uchas
de las operaciones que diversas instituciones realizaban serían a
p artir de allí centralizadas. L as funciones del B anco C entral c o n -
sistían en regular el crédito y el circulante adaptándolos al v o lu -
men real de los negocios, en co n cen trar reservas m oderando las
fluctuaciones provocadas por las exportaciones y las inversiones
de capital extranjero sobre la m oneda, el crédito y las actividades
com erciales, en co n tro lar a los bancos prom oviendo la liquidez y
el buen funcionam iento del crédito y en actu ar com o agente finan-
ciero y consejero del gobierno en las operaciones relacionadas con
el crédito interno y externo y con la adm inistración de los em prés-
titos.
Federico Pinedo habla en ¡a inauguración del Banco Central, junio de 1935.

La conducción del banco recayó en un directorio de catorce


m iem bros, de los cuales el gobierno nom braba tres, incluyendo el
presidente y el vicepresidente, los bancos, siete y o tro s sectores de
la econom ía, independientes del bancario, cuatro. El econom ista
Raúl Prebisch fúe designado director; posteriorm ente, Prebisch ob-
tendría reconocim iento internacional po r sus tareas al frente de la
C om isión E conóm ica para A m érica Latina, agencia de las N acio -
nes U nidas, fundada hacia el fin de la guerra.
La creación del banco generó nuevas polém icas, en parte po r la
com posición de su directorio, en el que participaban extranjeros, y
en parte po r los tem ores que suscitaba la posibilidad de que actu a-
ra con dem asiada independencia del gobierno, y aun de que lleva-
ra adelante una política m onetaria anticíclica, pero inflacionaria.
De hecho, el circulante com enzó a aum entar luego de 1936, pero
si se tom a en cuenta la deflación que se había p roducido en los
prim eros años de la década, el volum en real a fines de los años ’30
era m enor que a fines de la década anterior.
El gobierno continuó, luego de la fundación del B anco C entral,
con el esquem a ya iniciado de reestru ctu ració n de la deuda públi-
ca, tan to interna com o externa. El esquem a se sostenía en el cam -
bio de los bonos a co rto plazo p o r bonos que requerían un pago
anual m enor, pero que se prolongaba en el tiem po. E sto perm itía
dism inuir los co sto s anuales para el E stado, y contó con la acep ta-
ción de los acreedores.
Las m edidas m ás innovadoras, co n trap u estas con orientaciones
anteriores, fueron el control de cam bios y la devaluación del peso
dispuesta en 1933, y reiterada en 1938 al m ism o tiem po que se
introducía un sistem a de restricciones a las im portaciones que bus-
caba evitar que un exceso de dem anda siguiera presionando sobre
su valor. E ra, ju stam en te, el control de cam bios, la herram ienta
que le perm itía al gobierno establecer quiénes tenían prioridades
para acceder a las divisas m ás baratas del m ercado oficial, tan to
para cubrir las necesidades de im portación, com o para cum plir
con las rem esas de inm igrantes y de los beneficios de las em presas
extranjeras.
E l sistem a de co n tro l de cam bios im plicaba la creación de un
m ercado oficial, donde las divisas obtenidas de las ex p o rtacio n es
tradicionales se vendían al g obierno y éste las revendía a las em -
presas favorecidas, que contaban con un perm iso previo de im por-
tación, a un precio m ás alto. A quellos im portadores que no podían
acced er al m ercado oficial debían co m p rar las divisas en el m erca-
do libre, lo que significaba un sobreprecio cercano al 20% . A u n -
que en principio las divisas del m ercado libre provenían de ex p o r-
taciones no tradicionales y algunas otras fuentes, el gobierno p o -
día intervenir vendiendo divisas de un m ercado en el o tro, lo que
le p roporcionaba una fuente im portante de ingresos así com o la
posibilidad de incidir fuertem ente en los p ro d u cto s im p o rtad o s y
en la definición de los países desde los cuales podían ser im p o rta-
dos. U na de las consecuencias del tra ta d o R oca-R uncim an consis-
tía, precisam ente, en las prioridades que se les otorgaban a las em -
presas británicas. P ero el sistem a tam bién funcionaba para restrin -
gir im portaciones e im pulsar la producción local de p ro d u cto s an-
tes adquiridos en el exterior.
Las ganancias que el gobierno podía obtener por las diferencias
entre los precios de com pra y de venta de las divisas sirvieron,
adem ás, para perm itirle al m inistro P inedo establecer un precio
sostén para el trigo, el m aíz y el lino entre 1933 y 1936. A estas
m edidas se agregó la creación de ju n ta s reguladoras, que abarca-
ron distintos aspectos de la producción agrícola y ganadera de la
región pam peana y de las econom ías regionales. A partir de 1933,
se fueron organizando la Junta R eguladora de G ranos, la Junta
N acional de C arnes, la Junta R eguladora de Vinos, la de la Indus-
tria L echera, la C om isión R eguladora de la P roducción y C om er-
cio de la Yerba M ate y la Ju n ta N acional del A lgodón.
E stas m edidas intentaban p ro teg er la producción agrícola y se
com binaban con el convenio con G ran B retaña para asegurar el
m ercado de carnes. El tra tad o R oca-R uncim an estableció, tam -
bién, las bases para em préstitos que perm itieron desbloquear los
fondos que las em presas extranjeras habían acum ulado entre 1931
y 1933 al no poder rem itir sus ganancias, o incluso pagar por
insum os, ante la falta de divisas.
El gobierno, a trav és de la aplicación de estas m edidas, logró
m ejorar las cuentas públicas y consiguió que parte de la deuda
externa fuera repatriada y pasara a estar denom inada en pesos.
Hacia 1937, las tres cuartas partes de las obligaciones de largo
plazo estaban radicadas en el país, cuando esta cifra cubría sólo la
m itad en 1929.
A la sustancial m ejora de la situación de la econom ía y del e sta -
do de las cuentas públicas había contribuido un cam bio favorable
en el secto r externo, que se produjo a partir de 1934. En ese año
com enzó una tendencia ascendente en las ex p o rtacio n es y una
m ejora de los precios, que se afirm aría m ucho m ás a com ienzos
de la década siguiente.
N o obstante, en 1937 tuvo lugar o tra recesión, que hizo tem er
que se reprodujeran los efectos de la crisis desatada en 1929; las
ex p o rtacio n es dism inuyeron, y volvieron los problem as de balan-
ce de pagos. La respuesta del gobierno com binó una devaluación
del peso con la am pliación del crédito, y con la extensión del re -
quisito del perm iso previo incluso para las im portaciones pagadas
con divisas obtenidas en el m ercado libre. Se buscaba equilibrar el
balance de pagos y m antener la actividad interna.
A la alarm a suscitada po r la nueva depresión se sum aron, m uy
pronto, los tem ores sobre los efectos de la guerra en E uropa. Se
esperaba que éstos fueran sim ilares a los pro v o cad o s por la Prim e-
ra G uerra M undial, y Pinedo, de nuevo a cargo del M inisterio de
H acienda, propuso entonces su plan. L os tem ores, sin em b argo,
resultaron infundados.
U na revisión de las políticas económ icas durante la depresión
estaría incom pleta sin una referencia al clim a de corrupción que
envolvía al gobierno y que im pulsaba tan to su d escrédito com o el
aliento a las posiciones nacionalistas. L os ejem plos son varios. El
m ás destacado, las discusiones en el Senado y las denuncias de
L isandro de la Torre sobre el accionar de los frigoríficos para dis-
m inuir el precio pagado p o r el ganado y evadir así cargas im posi-
tivas. El asunto involucró a m iem bros del gobierno, y culm inó
con el asesinato del senador E nzo B ordabehere en el m ism o Sena-
do de la N ación, lo cual obligó a la presentación de la renuncia a
sus cargos del m inistro de H acienda, F ederico Pinedo, y del de
A gricultura, L uis D uhau.
P ero este caso no fúe el único. A él se sum aban los escándalos
p ro v o cad o s por las presiones británicas para obtener el control del
sistem a de tran sp o rte urbano de B uenos Aires, finalm ente ap ro b a-
do por ley del C ongreso, o los que se producían en el C oncejo
D eliberante de la ciudad de B uenos A ires con relación a la exten-
sión de la concesión a la C om pañía A rgentina de E lectricidad a
través de la com pra de los v o to s de los representantes porteños.

LA GUERRA
En 1939 estalló la g u erra en E uropa; entre esa fecha y 1945, el
m undo asistiría a sus horrores. L os E stad o s U nidos se sum aron al
bando aliado en 1941 y el conflicto term inó p o r afectar a la m ayor
parte de los países del m undo. Incluso la A rgentina, donde se p ro -
fundizaron las divisiones entre los defensores de la neutralidad y
los partidarios de los aliados, decidió declarar la guerra al E je poco
antes del fin del conflicto. El gobierno m ilitar inaugurado con el
golpe de 1943, en principio reluctante a abandonar la posición
neutral, debió so p o rtar las continuas presiones de los E stad o s U ni-
dos, las que finalm ente lo llevaron a la declaración de guerra. L os
d esencuentros entre la A rgentina y los E stad o s U nidos, que m ira-
ban con suspicacia el surgim iento de Juan D om ingo P erón y sus
presuntas sim patías fascistas, tendrían profundas consecuencias
en la posguerra. E n tre ellas, se co n taro n las lim itaciones im pues-
ta s a los países eu ro p eo s beneficiarios de la ayuda norteam ericana
co n cretad a en el Plan M arshall, para la utilización de esos fondos
en la com pra de p roductos agropecuarios argentinos.
Los efectos de la guerra fueron en la A rgentina m e n o s a d v e r so s
que lo esperado. La econom ía del país creció y hacia el fin del
conflicto, la A rgentina con taba con un im portante saldo de libras a
su favor acum uladas en L ondres com o resultado del com ercio con
Inglaterra. N o obstante, el crecim iento ya no estaba basado en las
exportaciones agropecuarias, sino en el desarrollo industrial. P o r
o tra parte, aunque im portante, ese crecim iento había sido m enor
que el que caracterizó al país en sus años m ás expansivos, y ta m -
bién era m enor si se lo com para con el de otras naciones que ha-
bían participado plenam ente en la guerra, com o los E stados U ni-
dos y Canadá. Incluso era m enor que el logrado por o tro s países
latinoam ericanos que, com o Brasil, habían participado, aunque no
centralm ente, en el conflicto arm ado.
La industria argentina había crecido bajo el im pulso de la e c o -
nom ía ex p o rtadora. D esde fines del siglo X IX se había d esarro lla-
do una industria m oderna directam ente ligada a la elaboración de
p ro d u cto s agropecuarios de exportación. L os frigoríficos, que se
expandieron en las prim eras décadas del siglo XX, y los m olinos

Salón de exposiciones de SI. ISI Di Telia. I93H.

36
Industria del calzado, 1938.

harineros eran un buen ejem plo de ello. P ero ju n to con el creci-


m iento de la econom ía im pulsado po r las exportaciones, se había
desarrollado un m ercado interno, cuya existencia tam bién alentó
el crecim iento de las industrias dedicadas a p ro d u cir bienes para
satisfacerlo.
E stas circunstancias le habían conferido al crecim iento indus-
trial algunas particularidades. En el secto r directam ente ligado a
las exportaciones, com o los frigoríficos, predom inaban la co ncen-
tración y el capital extranjero. En el secto r que producía para el
m ercado interno, se trataba de una industria de estructura h etero -
génea com puesta po r algunas grandes em presas y una m ucho m a-
yo r cantidad de em presas m enores y talleres.
La política de los gobiernos anteriores a 1930 no incluía un plan
específico de desarrollo industrial; sin em bargo, las necesidades
de financiam iento del E stad o se satisfacían con los gravám enes
aplicados al com ercio exterior, en particular a las im portaciones.
El im pacto de esto s gravám enes en el crecim iento industrial, es
decir, su efecto indirectam ente proteccionista, es difícil de estim ar
dada la com pleja estru ctu ra im positiva. De allí las diferentes p ers-
pectivas sobre el tem a.
L os aranceles para los p ro d u cto s im portados vigentes en la dé-
cada de 1930 provenían de las m odificaciones a una ley aprobada
en 1905. E sta ley fue revisada en distintos m om entos: las m odifi-
caciones m ás im portantes se realizaron en 1911, 1923 y 1931. A
principios de la década de 1930, los aranceles se elevaron supe-
rando su nivel m edio, que era el 28% del valor de las m ercaderías
im portadas. L uego de 1933, y com o consecuencia de las negocia-
ciones con G ran B retaña, tendieron a disminuir, quedando en un
valor prom edio m ás cercano al 20% .
El aum ento de los aranceles y el sistem a de control de cam bios,
com binado posteriorm ente con el requerim iento de perm isos de
im portación, son parte de la explicación del crecim iento industrial
de la década de 1930. A pesar de la caída de la producción indus-
trial que tuvo lugar entre 1929 y 1931, el crecim iento que se p ro -
dujo si se considera el período 1930-1934 alcanzó el 8% anual,
según las recientes estim aciones de R o b erto C ortés Conde, que
corrigen hacia arriba las anteriores de la C E PA L que indicaban un
crecim iento de 2,3% para el m ism o período. Finalm ente, la guerra
p ro v o có el inicio de una etapa de m ayor crecim iento.
C om o puede verse en la Tabla 3, fúe hacia el final del período
aquí estudiado cuando tuvo lugar el m ayor crecim iento de la p ro -
ducción industrial. Si se dejan de lado los valores co rresp o n d ien -
tes a p ro d u cto s de caucho y m aquinarias y artefacto s eléctricos
— cuyo crecim iento es un efecto estadístico producido po r partir
de una base prácticam ente inexistente— , es posible observar que
eran los p ro d u cto s textiles, los m etálicos y el petró leo y sus deri-
v ados los que lideraban el crecim iento. El p rocesam iento de ali-
m entos y bebidas, que incluye las ram as m ás tradicionales de las
industrias de exportación, creció po r su parte a tasas m enores.
E stas cifras son confirm adas p o r los cam bios en la estru ctu ra de
la industria que se indican en la Tabla 4. C om o puede verse, entre
1935 y 1947, fecha de los censos industriales, dism inuyó el p o r-
centaje de establecim ientos, personal y p ro d u cció n vinculados a
la alim entación, en los totales de esos rubros correspondientes a la
industria argentina. En tanto, la industria textil aum entó la p arti-
cipación en to d o s ellos y en la fuerza m otriz. L os datos son sig-
nificativos pues la textil era una ram a relativam ente rezagada en
el país; su crecim iento estuvo im pulsado p o r la expansión del
Tabla 3
Tasa de crecim iento anual m edio de la producción industrial

1925-29/ 1937-39/
1937-39 1948-50

Total 3,4 5,0


Alimentos y bebidas 2,1 2,6
Tabaco 0,5 4,9
Productos textiles 10,8 9,1
Confecciones -0,4 4,4
Productos de la madera -2,2 6,4
Papel y cartón -1,7 6,3
Imprenta y publicaciones -2,2 2,3
Productos químicos -0,4 7,7
Derivados del petróleo 12,6 5,0
Productos de caucho 39,0 3,0
Artículos de cuero -2,2 7,2
Piedras, vidrios y cerámica -2.5 6,3
Metales 5,1 5,4
Vehículos y maquinaria,
excluida la eléctrica 8,3 8,3
Maquinaria y artefactos eléctricos 40,5 8,7
Otras manufacturas 0,1 5,1
Artesanías N/D 3,7

Fuente: Díaz Alejandro (1975). p. 220 (n/d: no disponible).

cultivo del algodón que se había iniciado en la década anterior.


F ue durante el período de la g uerra que la industria alcanzó sus
tasas de crecim iento m ás altas (ver Tabla 3), y aunque los textiles
encabezaron ese crecim iento, tam bién em pezó a tener im portan-
cia la m etalm ecánica, que incluía talleres de reparaciones y la fa-
bricación de artefacto s eléctricos. El conflicto bélico, al im pedir
la im portación de los p ro d u cto s que la A rgentina adquiría habi-
tualm ente en el exterior, reforzó las políticas que tendieron a red u -
cir las im portaciones durante los años ’30. H acia el fin de la g u e-
rra, la participación de la industria en el PBI superaba ya a la del
sector agropecuario.
El aum ento de la producción industrial perm itió incluso acce-
Tabla 4
E stru ctu ra de la industria (en porcentajes)

Establecim. Personal Producción Fuerza motriz

1935 1946 1935 1946 1935 1946 1935 1946

Alimentación 31 22 27 23 42 34 36 36
y afines
Textil, vestuario 15 20 21 23 20 26 8 10
y afines
Metalmecánicas 23 27 20 22 14 14 14 17
y afines
Químicas 3 3 5 6 10 11 12 15
y afines

Fuente: Dorfman (1983), pp. 48 y 53.

E l ing. Padilla, ministro de Agricultura, en la fábrica de neumáticos


¡'¡restañe, a comienzos de la década de 1940.
í ’ista aérea de la fábrica de pinturas Alba, Nueva Pompeva, ciudad'de
Buenos Aires, octubre de 1938.

der a m ercados externos, especialm ente de los países latinoam eri-


canos que se encontraron con las m ism as dificultades que la A r-
gentina para m antener la im portación de p ro d u cto s provenientes
de los E stad o s U nidos y E uropa. La participación de los pro d u cto s
m anufacturados no tradicionales representaba el 2,9% del total de
las exportaciones en 1939. E n 1943, el m om ento de su pico más
alto, llegó a ser del 19,4%. El fin de la g uerra cam bió nuevam ente
las condiciones, con la vuelta de p ro v eed o res tradicionales, y esa
participación bajaría al 5,5% en 1947.
P arte del crecim iento industrial del período se relacionó con la
instalación en el país de em presas norteam ericanas, en especial en
ram as com o la textil, las fábricas de neum áticos y de p ro d u cto s
eléctricos. El fenóm eno no era nuevo: ya a principios de siglo se
habían instalado frigoríficos de capitales norteam ericanos. L a te n -
dencia se reforzó durante la década de 1920, cuando buscaban eludir
las barreras arancelarias elevadas en esos años. D urante la crisis,

41
debido a que los acuerdos entre la A rgentina y G ran B retaña e sta -
blecían ventajas para los p ro d u cto s ingleses dado que las divisas
disponibles debían utilizarse p referentem ente para el intercam bio
com ercial y financiero entre esto s dos países, el proceso se hizo
m ás intenso. C ongruentem ente, las estadísticas m uestran una cla-
ra dism inución de las im portaciones provenientes de los E stados
Unidos. La presencia de capital extranjero, que según algunas es-
tim aciones superaba el 50% del capital invertido en la industria,
im plicaba la existencia de un nuevo a c to r que el gobierno debía
to m ar en cuenta en el diseño e im plem entación de sus políticas y
en especial en el acceso a las divisas que perm itieran la provisión
de insum os.
El p ro d u cto del crecim iento industrial al finalizar la g uerra te n -
dría com o destino principal el m ercado interno. La im portancia de
ese m ercado tam bién creció para los p ro d u cto s agropecuarios, en
la m edida que aum entaba la población urbana y por lo tan to dis-
minuían las ex p o rtacio n es agropecuarias, cuya producción había
com enzado un proceso de estancam iento que se reflejaba en su
participación en el PBI. La A rgentina se cerraba sobre sí misma.

UN BALANCE

La A rgentina se recuperó de la depresión relativam ente rápido y


com enzó durante la crisis, y con m ayor fuerza durante la guerra,
un proceso de crecim iento basado en la industria. ¿Fue éste el re-
sultado de las políticas aplicadas p o r el E stad o durante la década
de 1930 y la prim era m itad de la siguiente? El inicio y la rec u p e ra -
ción del p roceso de industrialización p o r sustitución de im porta-
ciones parecen indicar que la respuesta es afirm ativa. N o obstante,
para que la respuesta sea convincente es necesario prim ero anali-
z ar hasta qué punto pueden considerarse hom ogéneas las políticas
im plem entadas durante la depresión y la guerra, y ten er en cuenta,
adem ás, los cam bios en el secto r externo durante am bos períodos.
La “ nueva fórm ula” de los treinta, en la denom inación que Ja-
vier Villanueva da a las políticas im plem entadas po r P inedo a par-
tir de 1933, partía de la constatación de las adversas condiciones
p ro v o cad as p o r la crisis y po r la política de preferencias im peria-
les británica. También, del registro del conflicto entre los intereses
no rteam ericanos y británicos por im ponerse en la A rgentina y de
la existencia, desde los años veinte, de una base industrial ligada
en parte a los intereses norteam ericanos.
É stas eran las condiciones que habrían llevado al diseño p au la-
tino de una política que contenía m edidas estru ctu rales y m edidas
anticíclicas. Las prim eras pretendían m antener la relación con G ran
B retaña, especialm ente preservando el m ercado para las carnes
argentinas. La contrapartida argentina consistía en asegurar que
las libras obtenidas po r esas exportaciones se utilizarían p referen -
tem ente para el pago de p ro d u cto s británicos y para las rem esas de
capital a L ondres de las em presas del m ism o origen. El segundo
tipo de m edidas, las anticíclicas, pretendía utilizar el control de
cam bios para desarrollar una política de apoyo a la industria, que
no era presentada com o tal. Junto con otras acciones, com o el de-
sarrollo de las obras públicas, debían ten d er a la dism inución del
desem pleo y reactivar la econom ía, pero tam bién debían atraer
capital extranjero al secto r industrial.
E stas políticas, encabezadas po r Pinedo, buscarían im pulsar las
industrias para las que se contaba con insum os locales y que p u -
diesen com petir en el m ercado internacional. Al m ism o tiem po,
proponía una estrategia de acercam iento a los E stados U nidos,
aunque tratan d o de no enfrentarse con la elite ganadera. E ste sería
el significado del plan p resentado p o r el m inistro en 1940.
D esde el B anco C entral la estrategia p ro p u esta habría sido dife-
rente, aunque no com pletam ente contradictoria. Se trataba de a p o -
yar a las industrias ya instaladas en el país, m uchas de las cuales
utilizaban insum os que era necesario im portar y estaban c o n tro la -
das por capital extranjero. E n este caso, las necesidades de o b te-
ner capitales que im pulsaran la industrialización frente al d e te rio -
ro de los m ercados de los p roductos tradicionales de exportación
eran las razones que prim aban.
H abría sido m ás tarde, luego del golpe de 1943 y del surgim ien-
to de Juan D om ingo Perón, que se habría im puesto una estrategia
diferente. Se trataba, entonces, de asegurar el pleno em pleo y el
m ejoram iento de los salarios reales. Se apoyaría la industria exis-
ten te así com o el desarrollo del m ercado interno y la industrializa-
ción po r sustitución de im portaciones. A estos objetivos se sum a-
ron los del Ejército: la m eta era construir una industria pesada que
perm itiera cubrir las necesidades de arm am ento de las F uerzas
A rm adas y asegurara la defensa nacional.
L a explicación es atractiva. Según ella, los dirigentes argenti-
nos de la década de 1930, aunque no habían diseñado sus planes
desde el principio, conocían p erfectam ente las consecuencias in-
directas de sus decisiones, y m uy p ronto em pezaron a buscarlas.
La interpretación de Villanueva acentúa las discontinuidades de
las políticas económ icas. N o obstante, tam bién hay signos de co n -
tinuidad entre decisiones anteriores a la crisis m ism a, desde la vi-
sita del vizconde D ’A bernon y la salida de la convertibilidad en
tiem pos de Y rigoyen a las prim eras m edidas tom adas p o r los g o -
biernos de U riburu y luego de Justo entre 1930 y 1933. Incluso en
los prim eros tiem pos posteriores al golpe de 1943 se continuaron
políticas iniciadas con anterioridad, aunque se inician los enfren-
tam ientos con los E stad o s U nidos que m ás tard e im plicarían fuer-
tes problem as al frenar la posibilidad de colocar p ro d u cto s argen-
tinos en la E u ro p a de p o sguerra beneficiada po r el Plan M arshall.
P o r o tra parte parece claro que, m ás allá de los m éritos de las
políticas diseñadas en los años treinta, la recuperación se inició a
partir de 1934 en buena m edida com o consecuencia de un aum en-
to de las exportaciones y de un m ejoram iento de los térm inos del
intercam bio. Al iniciarse la crisis, las políticas de los gobiernos
argentinos parecían diseñadas para la coyuntura, m anteniendo fir-
m es algunos principios de la o rto d o x ia económ ica: el equilibrio
del p resupuesto, el servicio de la deuda externa y el privilegio a la
defensa del m ercado de carnes. N o estaban inspiradas en princi-
pios keynesianos de aum ento del g asto público com o herram ienta
para dism inuir la desocupación; sólo a fines de la década estos
p ostulados com enzarían a ser acep tad o s po r el pensam iento ofi-
cial. A un el Plan Pinedo, cuyos eventuales efectos si se hubiera
aplicado perm anecen en el territo rio de lo hipotético, estaba tam -
bién inspirado en principio en la coyuntura.
M uchos años después, el m ism o Raúl Prebisch sostenía que las
m edidas tom adas para controlar el com ercio exterior tenían com o
objetivo un apoyo a la industria que no podía proclam arse, dado el
clim a poco propicio de la época. P ero esas m edidas tam bién favo-
recieron a las em presas ya instaladas, com o lo harían p o sterio r-
m ente las tom adas en defensa del m ercado interno.
Las perspectivas de largo plazo no parecían ser preocupaciones
centrales de los funcionarios, o al m enos se encontraban subordi-
nadas a la búsqueda de una solución a los problem as inm ediatos.
Sin duda, existían alternativas a las políticas económ icas segui-
das, pero tra ta r de definirlas no constituye un ejercicio m uy fructí-

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