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Carlos Smachetti - Psicología del Desarrollo 2 -

CLASE 5

SEXO Y SEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA

En esta unidad vamos a ver cómo en este período el adolescente es


una persona en quien lo sexual (en términos psicoanalíticos) está a flor
de piel. Precisamente esta característica hace que lo sexual cobre especial
importancia en la investigación, estudio y conocimiento. Además, por
ser esta una etapa sumamente particular, lo sexual pasa a ser un
concepto que raya o es limítrofe entre amor y sexo.

El adolescente transita un camino que va desde lo sexual, pasa por


lo genital y debería llegar al amor (que se logrará en la adultez). Para eso
debemos definir y diferenciar los conceptos de sexo y de sexualidad.

Sexo - Ajuste biológico-anatómico entre los dos sexos más un instinto


que los liga de “una” manera. Aquí no hay lugar para la originalidad,
todo está determinado por lo instintivo por la especie, por lo biológico.
Esta forma de relación es más parecida a la de los animales. En este caso
no se necesita de la psicología, el instinto rige y regula el
comportamiento y la manera de relacionarse.

Sexualidad - Aquí se supone un desajuste psicológico entre los dos sexos


(la psicología de la mujer es muy diferente a la del hombre por
cuestiones de orden biológico, cultural y social). El ajuste jamás se podrá
alcanzar este desfasaje es lo que va a permitir el ingreso en la escena del
amor, que teóricamente viene a llenarlo, a completarlo, a mejorarlo. Para
que el amor sea posible se deben cumplir ciertas condiciones:

La ternura sentimiento coartado en su

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dos condiciones fin, implica comprensión y respeto.

Lo imaginario –

El desajuste implica que no hay coincidencia entre un YO y un


otro, que actúa como motor y genera un espacio creativo. Amor implica
espacio creativo y viceversa.

Así es que aparece el vínculo, mezcla de relación social, tierna,


amorosa, sexual. Gracias al desajuste, el sexo se convierte en sexualidad,
o sea, lo natural pasa a ser cultural, el impulso se transforma en amor.

Tipos de desajuste - (cinco tipos de desajustes) -

1 - Entre la satisfacción de la descarga instintiva y la espera. Ya no es ni


debe ser inmediato, sino por el contrario, mediatizada por la ternura, a
través de los afectos, las caricias, etc.

2 - Entre la satisfacción de los impulsos parciales y totales (la madurez


consiste en que se trabaje cada vez más con impulsos totales, genitales).

3 - Entre lo pensado (deseado) y lo realizado.

4 - Entre un yo sujeto y otro yo también sujeto. El otro importa tanto


como yo. Si el autoerotismo fuera suficiente no buscaríamos ni
necesitaríamos de otras personas. Si no existiera el desfasaje psicológico
entre los sexos, sólo buscaríamos al otro para reproducirnos, no
buscaríamos la forma de formar familias o grupos. Es la necesidad de
encontrar lo que nos falta lo que nos moviliza al encuentro con otras
personas (eso que nos falta nunca lo vamos a encontrar absolutamente).

5 - Entre la identidad del YO y la identidad grupal (se pasa de lo masivo


e indiscriminado a lo individual, propio y discriminado).

Este desfasaje psicológico, este desajuste, es lo que llama al


encuentro entre las personas, a la proximidad entre hombre y mujer, ahí
estarían los afectos (cultura) aspecto que no existe entre los animales
(naturaleza). El encuentro exige un trabajo en libertad donde entran en
juego los afectos y la imaginación.

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Lo imaginario (la fantasía) y los afectos (la ternura) son las


condiciones de posibilidad del encuentro que generan un espacio-
vínculo transformador único.

La ternura (en este caso entendida como aproximadamente igual a


afectividad) es otra de las necesidades que tenemos los humanos además
de las básicas o primarias o fisiológicas que a la vez nos distinguen del
resto de las especies y nos “protegen” de los temores y carencias.

Lo imaginario (la fantasía) permite unirnos sin confundirnos, nos


permite tomar distancia, nos permite totalizarnos (ya que supera el
tiempo y el espacio) para luego reconocernos como personas. Permite,
ayuda o facilita la trascendencia humana.

Gracias a estas dos características, lo imaginario y la ternura, el


encuentro humano trasciende la simple descarga sexual, alcanza la
sexualidad y permite ingresar en la dimensión del amor, donde el otro
es reconocido como otro, como un TU. Se ama sin posesión es lo que
permitirá que la relación sea durable. Esto implica una relación más
adulta y sana.

Si hablamos de vínculos, vínculos sanos y encuentro, debemos


señalar lo siguiente:

No hay vínculos. El otro puede ser considerado como un objeto,


usado. No hay consideración ni afecto.

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En este caso, si consideramos como coincidentes ambos diagramas,


vemos que en realidad uno ha invadido y poseído al otro o el otro se ha
entregado. Ambos se han despersonalizado, cada quien ha dejado de ser
quien era para ser el otro. Hay pérdida de identidad. Típico del
enamoramiento.

Este último caso muestra el vínculo denominado encuentro, lugar


de libertad y de reconocimiento, hay lugar para los afectos y cada uno
conserva su identidad y a la vez existe un espacio variable donde ambos
comparten intimidad.

Los cuatro trabajos integradores - Tienden a lograr el encuentro entre


las partes. Se denominan integradores por que tienden a integrar las
pulsiones en pos de lo genital, para conducirnos hacia un vínculo adulto
y sano. Al hablar de trabajo integrador, este concepto lo podemos

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relacionar con el de “Trabajo de duelo”, pues estos cuatro trabajos de


integración ayudan a rearmar el psiquismo del adolescente en crisis
justamente durante la re-edición del Complejo de Edipo en la pubertad-
adolescencia.

- Primer trabajo integrador - Cuanto menos peso tienen las necesidades


primarias, más importantes se tornan el cariño y la ternura. Es
importante en el inicio de cualquier relación de amor (con el bebé, con el
noviazgo, en las relaciones adultas).

La ternura es lo que permite esperar, es ese sentimiento semi


sublimado que no se termina de satisfacer (especialmente de padres a
hijos). En el ser humano adaptado, adulto y sano, esto funciona así, se
demora la descarga para el momento más apropiado (similar al concepto
de neurosis).

- Segundo trabajo integrador - Ya sabemos que existen pulsiones


parciales que buscan la descarga individual y aisladamente, la
posibilidad de lo genital (que reaparece en la adolescencia) es lo que
favorece e integra. Es a través de la fantasía que fundamentalmente
posibilita la integración y ayuda a la primacía de lo genital.

- Tercer trabajo integrador - La relación sexual supone un deseo en las


personas que se relacionan, este deseo ha surgido a través de diversas
identificaciones (modelos) y a través de la familia. La idea o concepción
de mujer/hombre (según el sexo/género que se analice) de novio/novia,
de pareja, de objeto, dependerá de ese aprendizaje y de las influencias
familiares.

En realidad estas identificaciones crean ciertos conflictos pues no es


una sola, no hemos incorporado un solo modelo para cada uno de estos
conceptos. Tenemos como modelos una amplia gama, incluso para el
concepto pareja también tenemos varios modelos, por ejemplo: un
determinado joven puede tener un concepto de novia basado en modelos
familiares en donde ésta deba ser linda, buena, fiel, compañera, que se
vista de determinada manera, etc., pero este mismo joven puede tener
incorporado como modelo de mujer-objeto para la obtención del placer
una mujer que se vista de otra manera, que use minifalda, etc., se
entiende cuán difícil resulta adecuar estos modelos y unificarlos a la hora
de tener que elegir una pareja “para toda la vida”. Nos manejamos con

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preconceptos, mandatos, mensajes que nos influyen y nos perturban a la


hora de optar en función de los modelos internalizados.

Hablamos de amor narcisista cuando el objeto ha derivado al YO lo


que implica enamoramiento, es decir, que pone el ideal en el otro y luego
depende de este (psicología de las masas y análisis del yo, S. Freud).

El concepto de amor edípico, aparece cuando deseamos lo familiar


de uno en el otro. Este concepto no sólo es más sano sino evolutivamente
posterior al anterior pues involucra lo genital, al otro como otro e implica
encontrarse y vincularse.

El campo imaginario permite elaborar estos dos tipos de amores


hasta llegar a un deseo más realista donde el otro podrá ser reconocido
como tal independientemente de lo familiar e ideal.

- Cuarto trabajo integrador - Paulatinamente pasamos de un vínculo con


el otro sexo en donde primero participamos y luego nos diferenciamos,
de esta manera el otro se convierte en totalidad (pulsión total).

Ya señalamos que el encuentro es tranquilizador, no busca la


satisfacción en primer término, lo primero que se busca es una identidad
compartida. Crea un espacio-tiempo particular significativo y
trascendente; permite el reconocimiento, el respeto; da lugar al amor
constituyéndose en el prototipo del mismo.

En Síntesis - Existe un trabajo que se va realizando desde el nacimiento


que consiste en dar al vínculo un carácter no apremiante, inagotable,
durable, más libre y creativo. Con estas condiciones el amor humano
puede llegar a su madurez. Estos trabajos nos ayudan para el trato con
nuestros hijos y luego para aconsejarlos en la adolescencia con su novia,
pareja.

La adolescencia entonces, puede ser entendida como símbolo de un


rito de iniciación hacia el amor adulto. No hay dudas que en la
adolescencia se van ensayando conductas que van posibilitando el
acceso o la llegada al amor adulto. Precisamente el adolescente adolece
de “eso” que tenemos los adultos, va practicando (primero a través del
grupo y luego en forma individual va jugando a “ser grande”) las
conductas que la sociedad, la cultura y la familia le exigen a los adultos.

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Esto requiere de un cierto tiempo, distinto para cada adolescente y esto


debe hacerse dentro de un contexto de libertad.

Este proceso adolescente cuando requiere de estos ensayos, se lo


denomina espera amorosa. Se da a través de etapas que simbolizan un
“rito” de iniciación, ya que el amor adulto está en germen en el
adolescente, en potencia y que de a poco se va actualizando hasta lograr
cierta adecuación que le permita la elección de pareja libremente.

En todo rito compartimos gestos en un campo imaginario creativo


que nos da acceso a un nuevo nivel de vida. El fin de la adolescencia nos
capacita en teoría, para fundar una pareja en el amor. Luego vendrá la
adultez joven que implicará otro rito que nos capacitará a fundar una
familia.

Durante la pubertad (adolescencia temprana) nos encontramos con


el desajuste entre la imagen que del cuerpo adulto se tenía y el cuerpo
concreto que se está desarrollando. A este desajuste con uno mismo hay
que sumarle el desajuste propio de las diferencias sexuales. Los cuerpos
desarrollados aparecen como novedad, hay un llamado a tocarse,
conocerse, estimularse el propio cuerpo y el del otro.

El púber-adolescente busca a través del grupo una identidad


grupal donde lo sexual aparece compartido y los desajustes son
compensados. El grupo funciona como integrador, como objeto-
fenómeno transicional, a través de gestos, actitudes compartidas.
Algunos jóvenes se refugian en la familia evitando la integración. En
alguna medida esto fue desarrollado al trabajar los procesos defensivos
de la adolescencia.

A través de las fantasías masturbatorias intentan alcanzar un ajuste


imaginario que la realidad y el polimorfismo les rompió.

Cuando alcanzan relaciones de pareja estas ocurren dentro del


grupo de pertenencia, de amigos. La pareja no es aislada del grupo o la
barra; así podrá haber ternura y sexo (a modo de ensayo). El grupo evita
que se queden atrapados en una sexualidad apresurada que podría
llevarlos a ser posesivos en detrimento del amor en libertad. El grupo
“les enseña” a compartir y participar.

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En la mediana adolescencia aparecen cuatro factores importantes


que deben ser analizados:

- El cuerpo se ha desarrollado y existe una mayor correspondencia


entre el cuerpo real y el imaginado.

- Las pulsiones parciales están mejor integradas.

- La síntesis de las identificaciones edípicas no son tan persecutorias.

- Se ha desarrollado plenamente el pensamiento racional y el


imaginario.

El grupo en esta edad no es tan cerrado y aparece la pareja


independiente del grupo. En virtud de cierta intolerancia a la espera
amorosa, es una etapa de actuaciones sexuales más que de relaciones
sexuales (relacionado con cierto tono de manía y omnipotencia). Ya hay
más seguridad frente al otro sexo y tiene más autonomía en sus
pensamientos.

Las parejas son de carácter narcisista, en el otro se pone el ideal de


uno. Ahora es la familia la que vuelve a contener al adolescente, ya no
tanto el grupo y también su propia interioridad. El enamoramiento es
más personal, hay un mayor compromiso afectivo.

En el final de la adolescencia, se supone que las pulsiones parciales


se encuentran subordinadas a lo genital, debería encontrarse superada
toda conflictiva edípica y narcisística. Ahora debe descubrir el vínculo en
sí mismo, o sea, poder mirar juntos una meta en común de amor que
nunca se alcanzará.

La pareja se independiza totalmente del grupo y funda la primera


identidad grupal en la pareja. Se busca ser reconocido como pareja por
los demás ya que aquí se está constituyendo un vínculo (que es muy
importante para ellos), se pretende que sea durable y original.
Ya la espera amorosa empieza a tornarse en amor sexual donde la
autonomía de cada uno permite un encuentro creador sin presiones ni
vínculos infantiles. Vemos así que la espera amorosa ha servido para
alcanzar por primera vez una síntesis en la pareja juvenil. Deberán seguir

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avanzando hasta llegar a la siguiente etapa que es la de constitución de


la familia nueva capaz de fundar una identidad grupal más allá del
vínculo bipersonal.

La diferencia entre sexualidad adulta y juvenil radica en dos


motivos:

1 - El adolescente, sexualidad juvenil, puede tender a repetir la


experiencia de integración de las partes durante un cierto período de
tiempo o en el transcurso de una experiencia. El amor sexual adulto ve el
todo desde el inicio de la relación (visión integradora y totalizadora).

2 - El amor sexual adulto se vuelve indisoluble, al menos encierra en sí


mismo esa posibilidad, pues ha dejado de ser posesivo. Uno ha renacido
al ser reconocido por lo que es y no por lo que tiene. Al entregarse no
tiene nada. Sólo podrá encontrarse uno mismo tal cual es al entregarse al
otro desinteresadamente.

Bibliografía de referencia para esta unidad:

Freud S.: “Tres ensayos para una teoría sexual”. Obras


completas.

Freud S.: “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras completas.

Freud A. : “Psicoanálisis del desarrollo del niño y del adolescente”.


Paidós.

Freud, Osterrieth, Piaget y otros : “El desarrollo del adolescente”. Paidós.

Linton, Ralph: “Cultura y Personalidad”. F. C. E. - 1990.

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