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DIRECCIÓN DE POSGRADO
MAGÍSTER EN PSICOLOGÍA
Quiero agradecer en primer lugar a Dios, por su amor y las bendiciones que nos ha entregado
junto a mi esposo e hijo durante este período de especialización. Doy gloria a su nombre por
guiarnos, sostenernos y permitirnos servirle.
También agradezco a mi esposo Pablo, mi amado; a quien Dios me ha permitido conocer,
disfrutar y amar, estando en los buenos momentos y se ha mantenido incondicional en los no tan
buenos, siendo el motor de mi vida. Agradezco sus consejos, enseñanzas y paciencia durante este
proceso, bridándome su apoyo para cumplir con todas mis obligaciones académicas y su respaldo
absoluto para culminar esta etapa crucial, pues de otra manera no hubiera sido posible,
impulsándome a enfrentar desafíos.
Agradezco también a mi pequeño hijo León, el mejor regalo que haya podido recibir de parte de
Dios. Eres mi mayor tesoro y fuente de inspiración; te agradezco cada momento de felicidad que
traes a mi vida. Gracias hijo, por enseñarme y permitirme ser cada día mejor madre junto a ti, te
amo.
Asimismo, agradezco a mi familia, a mis padres y a mis hermanos, por su apoyo constante, por
estar en cada momento y por amarme por sobre todo, por disfrutar mis logros y alentarme en los
procesos difíciles.
De la misma manera, quiero agradecer a mi profesora guía, directora de tesis del magíster, Dra.
Ivana Gisel Casali, por la dedicación y apoyo que me ha brindado en este trabajo final de
posgrado, por el respeto a mis sugerencias e ideas y por la dirección y el rigor que ha facilitado a
las mismas. Gracias por inspirarme como madre, otorgándome a la vez la seguridad necesaria
para avanzar y la confianza conferida a mi persona.
Finalmente, agradezco a mis compañeros del Magíster de Psicología, mención Psicología
Educacional clase 2022. Por su compañerismo y apoyo pese a la distancia, especialmente a mi
compañera Jazmint Maguiña, con quien he compartido risas, lágrimas, desvelos, proyectos e
ilusiones durante estos años, y al Dr. John Carreño por su preocupación y apoyo constante, por su
comprensión y dedicación con nosotros, siendo una fuente de inspiración para cada uno.
TÍTULO ESPAÑOL
Estilos parentales y trastornos de la conducta alimentaria en estudiantes de enseñanza media.
TÍTULO INGLÉS
Parental styles and eating behavior disorders in high school students.
NOMBRE AUTORES
Ps. Katherine Gloria Álvarez Ojeda1.
Dra. Ivana Gisel Casali2.
FILIACIÓN
1 Universidad Adventista, Chillán, Chile.
2 Universidade Adventista, Chillán, Chile; Centro Universitário Adventista de São Paulo –
Campus Engenheiro Coelho, São Paulo, Brasil.
Objetivo: Analizar la relación entre los estilos parentales y los trastornos de la conducta
alimentaria en estudiantes de enseñanza media que residen en la ciudad de Chillán, Chile.
SUMMARY
Introduction: The literature shows how the eating behavior of young adolescents has changed
over time. Among the variables that could be related to this eating behavior are individual
variables, social variables and family variables. Considering this, the following work aimed to
analyze the relationship between parenting styles and eating behavior disorders in high school
students residing in the city of Chillán, Chile.
Objective: To analyze the relationship between parenting styles and eating behavior disorders in
high school students residing in the city of Chillán, Chile.
Mazo et al. (2019) describen que la familia cobra relevancia en el punto de partida de la vida
psíquica de los niños, adolescentes y/o jóvenes, pues como institución nuclear le concierne la
formación en los valores y cánones culturales, así como en los hábitos alimenticios y su
educación frente a ello. Igualmente, Buitrago et al. (2018) consideran a la infancia como un
período crítico en el que se puede o no adquirir conductas nocivas para la salud, lo que obliga a
un detallado control de esta. Por ello, Molina et al. (2021) exponen que la familia es vital en lo
que respecta a las prácticas del consumo de alimentos en el hogar y la transferencia de estos
mismos generacionalmente.
Surge entonces la importancia del concepto de estilos parentales, que desempeñan un rol
fundamental en el desarrollo del ser humano. De acuerdo con Baumrind (1966, citado en
González, 2020), pionero en el área a nivel mundial, los “estilos parentales” hacen referencia
principalmente a cómo los padres se relacionan con sus hijos, estableciendo pautas emocionales y
conductuales que constituyen los métodos de crianza. El apoyo parental incluye la aprobación,
ayuda, amor y aceptación; mientras que el control parental se enfoca al establecimiento de reglas,
disciplina y supervisión de los padres en torno al cumplimento de estas y el comportamiento del
menor, así como también el interés que demuestra el padre en cuanto a las necesidades de sus
hijos mientras se establecen límites adecuados.
La clasificación inicial de Baumrind (1971, Blázquez et al., 2020) incluyó el estilo autoritario,
permisivo y autoritativo o democrático. Años más tarde Maccoby y Martin (1983, citado en
Blázquez et al., 2020) añadieron el estilo negligente o indiferenciado, completando la
clasificación ampliamente utilizada para identificar y describir los diferentes estilos parentales
que existen actualmente.
Los estilos parentales se pueden resumir de la siguiente manera, en concordancia con Baumrind
(1966) y Maccoby y Martin (1983, Blázquez et al., 2020):
Autoritario: mayor importancia a la obediencia de los hijos, reglas rígidas, y limitan la
autonomía.
Permisivo: prácticamente no se ejerce control alguno, falta de autoridad y normas claras,
mayor autonomía.
Autoritativo o democrático: controlan el comportamiento de sus hijos razonando con
ellos, no imponiendo o haciendo uso de la fuerza, existiendo una combinación de afecto y
control adecuados.
Negligente o indiferenciado: falta de estructura familiar, en la que predomina la ausencia
de control y apoyo sobre los hijos.
En unos de sus estudios respecto a los estilos parentales, Marmo (2014) afirma que estos son
lineamientos normativos de educación y socialización parental, en la cual la presencia de factores
de riesgo favorece a que los individuos sean vulnerables a los desequilibrios, no existiendo un
comportamiento parental exclusivo. Cabe mencionar que el comportamiento de algunos padres
puede no coincidir exactamente con uno de los principales patrones descritos, pero debe ser
similar a otro (Espinoza-García, 2020).
Según un estudio realizado por Suárez y Vélez (2018), a través de las prácticas alimentarias los
padres transmiten a sus hijos mensajes sobre la aceptación del cuerpo, implementando igualmente
rutinas de alimentación y de comunicación siendo estos clasificados como factores protectores
(FP). Por otro lado, Schnettler et al. (2017) hallaron que la influencia materna es trascendental en
la adopción de una alimentación saludable, ya que las pautas dietéticas influyen positivamente en
la alimentación (Hebestreit et al., 2017).
En cuanto a los factores de riesgo (FR), se identifican barreras como estrategias parentales
restrictivas, alimentación permisiva, falta de acceso a alimentos saludables, comentarios maternos
negativos sobre el cuerpo y discrepancias entre los padres en cuanto a la alimentación de los
hijos. Asimismo, Godoy et al. (2020), concluye que dentro de los factores de riesgo se encuentran
las actitudes críticas hacia el peso corporal, falta de límites y roles familiares confusos,
especialmente de los padres. Godoy et al. (2020) expresan igualmente que los comentarios
negativos de las madres son un factor predictivo constante de los trastornos alimenticios, en la
que se ha comprobado que las madres que presentan problemas de insatisfacción corporal suelen
transmitir actitudes y comportamientos dañinos y perjudiciales respecto al peso, especialmente de
sus hijas, siendo habitual escuchar comentarios desfavorables acerca del tamaño y la forma del
cuerpo (Arroyo et al., 2017; Brun et al., 2020), en la que tanto padre como madre influyen en la
socialización corporal de sus hijos, impactando en cómo los adolescentes internalizan los sesgos
de peso según Puhl y Himmelstein (2018).
En ese sentido, Zila-Velasque et al. (2022) sostienen que las observaciones negativas de los
progenitores respecto a la nutrición, junto con los conflictos familiares no resueltos, son factores
de riesgo para el desarrollo de un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Igualmente,
Cruzat et al. (2008) puntualizan que los métodos de crianza permiten que la familia funcione,
desempeñando un papel esencial en el desarrollo, proceso y resultado de los TCA que pueden
desarrollarse en la familia, ya que un entorno desfavorable puede ser un factor detonante para los
desórdenes alimentarios (Leija et al., 2011). Por tal motivo, los hábitos alimenticios y la manera
en que estos son transmitidos en el núcleo familiar genera repercusiones positivas o negativas que
repercutirán en el desarrollo integral del ser humano, el cual puede impactar en el ámbito escolar,
emocional y en el desarrollo de la personalidad de las personas (Godoy et al., 2020). Por ende, al
interactuar con sus hijos en escenarios relacionadas con la alimentación, los padres gozan de la
posibilidad de impactar en sus hábitos alimenticios, pudiendo crear un entorno multifacético que
permita establecer restricciones, brindar apoyo emocional y estimulación, formando a la vez
rutinas que promuevan conductas y actitudes saludables hacia los alimentos (Arévalo et al.,
2018).
Además, García et al. (2022) aluden que el estilo de crianza parental es un factor ambiental que
puede influir en la aparición y desarrollo de los TCA, puesto que la crianza conlleva la
responsabilidad que los padres asumen en el crecimiento, desarrollo físico, emocional y social de
los hijos.
En una encuesta llevada a cabo por Ramalho et al. (2021) se encontró que la mayoría de los
estudiantes encuestados presentaron niveles medios (57.3%) y bajos (34.9%) referente a la
satisfacción con la comunicación familiar, representando este último a estudiantes que presentan
comportamientos y actitudes no deseadas, como un trastorno alimentario. Erriu et al. (2020)
establecen que la disfunción familiar es un factor asociado a la presencia de TCA; por tanto, si
existe una buena comunicación familiar, caracterizada por la expresión abierta y la resolución de
problemas, la probabilidad de desarrollar un trastorno alimentario disminuiría.
De modo que un aspecto importante a considerar dentro de nuestra investigación tiene relación
con los TCA, existiendo un elevado porcentaje de la población adolescente a nivel mundial que
padece de algún trastorno alimenticio, incrementándose durante las últimas décadas (Sainos-
López et al., 2015). Los “trastornos alimentarios”, clasificados como Trastornos Alimentarios y
de la Ingestión de Alimentos acorde al DSM-5, son enfermedades graves con un alto riesgo de
muerte, aumentando su prevalencia en los países desarrollados (Gaete & López, 2020). En este
caso, la alteración de la conducta alimentaria se denomina “trastorno alimentario”, conduciendo a
cambios de peso corporal y dependencia que generan trastornos mentales, físicos y sociales que
pueden resultar fatales. Conforme Quiñones-Negrete et al. (2022), esta condición afecta 2.5 veces
más a mujeres y niñas en comparación con los hombres y niños, presentándose a menudo durante
la pubertad y/o adolescencia.
Los TCA son frecuentes en los adolescentes, desencadenando graves consecuencias para su
salud, generando un gran interés en los medios y en el campo de la salud, ya que son
enfermedades psicosomáticas, cuya tasa de mortalidad en comparación con otros trastornos
psiquiátricos es mayor. Por esa razón, son cada vez más reconocidos como enfermedades
emergentes, lo que ha impulsado a un aumento en las investigaciones centradas en estos
trastornos desde una perspectiva bio-psico-social, prestando especial atención al papel del
entorno familiar (Arias & Grasst, 2020).
En un estudio efectuado en Perú por Zila-Velasque et al. (2022) se encontró una diferencia
significativa entre estudiantes de diferentes sexos con posible diagnóstico de TCA, presentando
las mujeres una mayor prevalencia, atribuida a la influencia de la delgadez, la insatisfacción
corporal, percepción errónea de la alimentación, presencia de trastornos alimentarios en el círculo
familiar y/o social y la comunicación familiar.
Los TCA, que afectan aproximadamente al 10% de las mujeres adolescentes y mujeres jóvenes,
se clasifican principalmente en anorexia nerviosa (AN), bulimia nerviosa (BN) y trastorno por
atracón (TPA), según el DSM-5. Estos trastornos se caracterizan por una preocupación excesiva
por el peso, la alimentación y una imagen corporal distorsionada. Su inicio suele situarse entre los
14 y los 19 años, teniendo causas multifactoriales, que incluye factores genéticos, biológicos,
psicológicos y socioculturales (García et al., 2022), representando la anorexia, bulimia, trastorno
por atracón y la adicción a la comida el 16 % de la carga mundial de enfermedad en personas de
10 a 19 años (OMS, 2021).
De igual forma, Zila-Velasque et al. (2022) refieren que los adolescentes y jóvenes son los más
afectados por estos trastornos, y se ha observado que tienen un riesgo de muerte 10 veces mayor
en comparación con sus pares de la misma edad, representando un desafío significativo para la
salud pública, dado su alto índice de incidencia y las graves implicaciones que tienen tanto en la
salud mental como en la física. Algunos factores asociados con la aparición de los TCA incluyen
ser mujer, tener una posición socioeconómica media o alta, ser influenciado por la publicidad en
los medios de comunicación, problemas de comunicación familiar y estar cursando estudios
universitarios, los cuales se asocian a situaciones estresantes.
De acuerdo con Marín et al. (2016), en Chile la prevalencia de los trastornos alimenticios
presenta cierta varianza debido a la población evaluada y las herramientas utilizadas en su
investigación, obteniendo cifras entre un 0,4% a un 15% de la población, de las cuales un 95% se
presenta en adolescentes y mujeres adultas. En cuanto a los hombres, se observó que de igual
manera existió un significativo grado de aversión referente al sobrepeso, pero a diferencia de las
mujeres, la prevalencia fue con menor preocupación en el acto de engordar.
Bracho et al. (2022) refieren que aproximadamente 7 millones de mujeres en Chile 1 serán
diagnosticadas con algún TCA durante su vida, estimando que la anorexia nerviosa (AN) afectará
al 3.7% y la bulimia nerviosa (BN) al 4.2%, por otro lado se calcula que por cada 100.000
personas existen 490 casos al año de AN, mientras que la BN varía entre 300 y 400 casos por
cada 100.000, manifestándose el diagnóstico antes de los 20 años, y representando la tercera
enfermedad crónica más común en los jóvenes con una alta tasa de mortalidad.
Por consiguiente, los trastornos de la conducta alimentaria son patologías complejas de la salud
mental, caracterizadas por una alteración persistente del comer o del comportamiento relacionado
con la alimentación (Bartholdy et al., 2017), constituyendo un problema de salud complejo y
común. Por tanto, esta conducta compulsiva relacionada con el peso genera graves consecuencias
orgánicas y psicológicas, como lo expuso Franko et al. (2013), siendo un trastorno multifactorial
que incluye factores sociales, culturales, conceptos de pérdida de peso, roles de género, abuso
sexual y conflictos en el entorno familiar, en la que se han propuesto de igual modo factores
biológicos que influyen en cualquier animal y humano, donde la alimentación es primordial, ya
que corresponde a una de las necesidades básicas de todo ser vivo (Vargas, 2013). La
predisposición genética, antecedentes previos de psicopatología o los efectos secundarios de su
desarrollo como desnutrición, o características personales como una autoestima insuficiente o la
sobreexigencia predisponen al desarrollo de los TCA (Martínez & Pedrón, 2016).
De acuerdo con los antecedentes expuestos, Belmonte et al. (2022) sugieren que es de gran
relevancia en el contexto de la salud mental y de la educación, los estilos parentales y la conducta
alimentaria, ya que este permitirá identificar los patrones de riesgo dominantes entre los
estudiantes, distinguir posibles complicaciones alimentarias, y proporcionar a la vez información
crucial para la realización de intervenciones preventivas contra estas conductas alimentarias de
riesgo, favoreciendo el análisis de estas conductas y del tipo de crianza que se tiene con los hijos
e hijas.
Asimismo, un factor que influye en los adolescentes que presentan una conducta alimentaria
riesgosa es la convivencia escolar, debido a que esta afecta su relacionamiento con sus pares,
1
Centro de Estudios en Neurociencia Humana y Neuropsicología, Universidad Diego Portales, Santiago-Chile.
albergando en la mayoría de los casos sentimientos de rechazo, y generando en ocasiones
conflictos con estos mismos. Del mismo modo, puede surgir el aislamiento debido a la baja
autoestima, lo que potencia a su vez una dinámica en base a las conductas de sus compañero/as,
pudiéndose agravar la convivencia escolar en su condición o su estado referente a la conducta
alimentaria, repercutiendo seriamente en el ámbito educativo (Ruiz et al., 2022).
Por otra parte, Avalos y Samada (2020) exponen que en la adolescencia existe una tendencia a la
independencia de los padres y miembros familiares, lo cual puede permitir investigar si los
factores familiares influyen o no en el bienestar conductual y emocional de cada adolescente,
considerando que la mayoría de los jóvenes aún viven con sus padres o familiares, pudiendo
repercutir en la dinámica familiar.
Considerando la relación referida entre los estilos parentales y la conducta alimentaria, cobra
relevancia esta investigación, puesto que permitirá identificar cuáles son los estilos parentales que
se relacionan al riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria que predominan
entre los estudiantes de enseñanza media que residen en la ciudad de Chillán, Chile. Además,
podría contribuir información crucial para la promoción, prevención e intervención ante estas
conductas alimentarias riesgosas que ayudarán a tomar medidas precautelares. Por lo que, el
amplio impacto social que podría permitir este estudio es fundamental, debido a que también va a
permitir a los padres identificar su forma de crianza, con el fin de proporcionar a sus hijos e hijas
un estilo parental adecuado y saludable.
¿Existe una relación entre los estilos parentales y los trastornos de la conducta alimentaria en los
estudiantes de enseñanza media que residen en la ciudad de Chillán, Chile?
OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL
● Analizar la relación entre los estilos parentales y los trastornos de la conducta alimentaria
OBJETIVO ESPECÍFICOS
● Describir los estilos parentales de padres de estudiantes de enseñanza media que residen
● Identificar la relación entre variables sociodemográficas (género, año escolar, edad del
HIPÓTESIS
Ha: Existe relación entre los estilos parentales y los trastornos de la conducta alimentaria.
Ho: No existe relación entre los estilos parentales y los trastornos de la conducta alimentaria.
METODOLOGÍA
POBLACIÓN Y MUESTRA
La muestra fue conformada por 77 adolescentes escolarizados de enseñanza media que residen en
la ciudad de Chillán (Chile), de ambos sexos.
INSTRUMENTOS
Se administró el Parenting Styles and Dimensions Questionnaire (PSDQ) diseñado por Robinson
et al. (1995). La validación del PSDQ en Chile se efectuó en 2013 en la ciudad Chillán, por las
autoras Velásquez, Villouta, y la Psicóloga Opazo, quienes demostraron que el instrumento tenía
índices de confiabilidad considerados aceptables. El proceso de validación se realizó a través de
la utilización del criterio de interjueces, y respecto a las propiedades psicométricas, se obtuvo una
confiabilidad fuerte en las escalas Autoritativa (0.88) y Autoritaria (0.78), y una fiabilidad
moderada (0.67) en la escala Permisiva.
Está compuesto por un total de 62 afirmaciones, está confeccionado en formato de Escala Likert
de 5 puntas, el que presenta un continuo de respuestas que van desde: (1) Nunca a (5) Siempre.
Además, está conformado por 3 dimensiones, las que a su vez están compuestas por factores:
Dimensión Autoritativa, 4 factores: Cariño y participación (11 ítems), Razonamiento/Iniciación
(7 ítems), Participación Democrática (5 ítems) y Relajado/Tranquilo (4 ítems); Dimensión
Autoritaria, 4 factores: Hostilidad Verbal (4 ítems), Castigo Corporal (6 ítems), Estrategias
Punitivas y sin razón (6 ítems) y Directividad (4 ítems); y Dimensión Permisiva, 3 factores: Falta
2
En una investigación titulada “Relación entre el perfil sociodemográfico y académico de los docentes del área de la
salud y su nivel de engagement” publicado el año 2017 en Concepción, Chile, por lo cual se realizó una adaptación
de la encuesta mencionada anteriormente, con la finalidad de recabar datos relevantes en función del proyecto.
de seguimiento (6 ítems), Ignorar la mala conducta (4 ítems) y Confianza en sí mismo (5 ítems)
(Robinson et al., 1995).
Cabe mencionar que el criterio para la categorización de los niveles, se efectuó de la siguiente
manera:
Tabla 1
Respecto a las puntuaciones, este se obtuvo ingresando los datos recopilados a un software
titulado “Psicobiología – EDDS”, el cual fue facilitado por Silva et al. (2012), quienes utilizaron
dicho instrumento en una investigación previa 3, arrojando de forma automática un diagnóstico. El
EDDS es un instrumento psicométrico confiable con un alpha de Cronbach de 0.84, posee un
muy buen indicador de confiabilidad de los ítems, con niveles de fiabilidad test/retest moderados.
PROCEDIMIENTO
3
Estudio multicéntrico para la validación de la versión en español del Eating Disorder Diagnostic Scale.
Con el fin de contar con los resguardos éticos para el desarrollo del proyecto, el día 13 de julio de
2022 se hizo entrega de la documentación requerida para la evaluación del estudio por el Comité
Ético Científico de la Universidad Adventista de Chile, para su posterior aprobación y antes de
iniciar la recolección de datos. Una vez aprobado por el comité de ética, los estudiantes debieron
firmar un consentimiento informado para participar voluntariamente de la investigación. Cabe
destacar, que la información que nos proporcionaron fue cuidadosamente utilizada por las
investigadoras, procurando resguardar la confidencialidad y los derechos de los participantes
respecto a los lineamientos éticos correspondientes.
Se dio a conocer el estudio y las actividades a realizar dentro de la sala de clases, disponiendo de
una previa autorización del director del establecimiento y con colaboración del profesor/a
responsable. Igualmente, se instó a los estudiantes a participar del estudio, solicitando que los
interesados proporcionen el consentimiento informado a sus padres para que puedan autorizar su
participación. Una vez llevado a cabo lo anteriormente descrito con los encargados del
establecimiento, se estableció las fechas de evaluación y los cursos a los cuales se intervendrían.
ANÁLISIS DE DATOS
Se realizó la digitación de los datos obtenidos correspondientes a los instrumentos utilizados los
cuales se encontraban en formato papel, que fueron posteriormente insertados y analizados
utilizando el programa estadístico Statistical Package for the Social Sciences v.25 (SPSS),
realizando el análisis estadísticos relevante para los objetivos del trabajo, tal como se específica
en la Tabla 2. Posteriormente se procedió a realizar un análisis comparativo y análisis de
correlación, con un nivel de significancia del 5% (p ≤ .05), utilizado convencionalmente. Los
análisis de comparación serán utilizados para los análisis sociodemográficos, y el análisis de
correlación para relacionar las variables principales y sus factores.
Tabla 2
Como se puede observar en la tabla 2, los análisis utilizados fueron paramétricos dado a las
pruebas realizadas con este fin.
Según Field (2011), la estadística paramétrica requiere el cumplimiento de ciertas hipótesis sobre
los datos, tales como: normalidad en la distribución de los datos y homogeneidad de varianza.
Para probar si los datos de la muestra se distribuyen normalmente, representando una población
normal, se utiliza la prueba de Shapiro-Wilk4. Los valores estadísticamente significativos (p
≤ .05) en esta prueba revelan que la distribución no es normal, mientras que la ausencia de
significancia atestigua la normalidad en la distribución de datos. La homogeneidad de la varianza,
por otro lado, se puede probar utilizando la prueba de Levene 5. Los valores estadísticamente
significativos (p ≤ .05) en esta prueba muestran que las varianzas no son homogéneas, mientras
que la ausencia de significancia revela homogeneidad de la varianza.
En el presente estudio fue necesario probar ambas hipótesis, en la cual los resultados de los
análisis realizados mostraron que se encontró evidencia para aceptar el supuesto de normalidad,
puesto que todos los valores p (significancia), se encuentran por encima del .05, lo cual indica
que la muestra se distribuyó normalmente. Igualmente, se asumen varianzas iguales,
cumpliéndose el supuesto de homocedasticidad debido a que los resultados fueron superiores
a .05, por tanto las varianzas no son significativamente diferentes entre sí.
2
D
4
W= 2
nS
( N −k ) k
5 W=
∑ N ¿¿¿
( k −1 ) i=1 i
RESULTADOS
La muestra fue conformada por 77 adolescentes de ambos, siendo 35 (45.5%) de sexo masculino
y 42 (54.5%) de sexo femenino. La edad media de los adolescentes fue 15.8 años (DE=1.19),
mientras que la edad media de los padres y/o apoderados fue 45 años (DE=9.14), con edades
desde los 31 hasta 73 años.
La gran mayoría de los padres/apoderados que participaron (n=77), reveló trabajar entre 8 y 9
horas diarias y en general, 42.9% (n=33) manifestó estar casados. Por otro lado, el oficio de los
padres y/o apoderados más común correspondió a un 7.8 % (n=6) dueña de casa, seguido por un
6.5% (n=5) independiente, y un 3.9% (n=3) entre contador/a y docente. En cuanto al nivel
académico de los padres/apoderados, 50.6% (n=39) manifestó poseer nivel medio. Finalmente, de
los 77 participantes, 43 (55.8%) señalaron vivir con ambos padres.
Acerca del número de hermanos, la mayoría de los encuestados correspondiente al 39% (n=30)
tiene 1 hermano; 27.3% (n=21) tiene 2 hermanos; 13% (n=10) tiene 3 hermanos; 9.1% (n=7) no
tiene hermanos; 7.8% (n=6) tiene 4 hermanos; 2.6% (n=2) tiene 6 hermanos; y 1.3% (n=1) tiene
5 hermanos. Lo concerniente al plato diario del alumno, este está compuesto mayoritariamente de
ensalada, carbohidrato y proteína 71.4% (n=55), de igual modo que el plato diario de los
padres/apoderados, en la que un 62.3% (n=48) optaron por un plato que contenga ensalada,
carbohidrato y proteína. Conforme a los acontecimientos importantes alimentarios, otros factores
como la ansiedad o tristeza, pandemia (covid), jornada escolar, temas de salud, comparaciones
con otras personas por aspecto físico (autoestima deficiente), aburrimiento, desorden alimenticio,
bullying familiar y problemas familiares fue la frecuencia que más se repitió entre los
participantes (n=35), representando el 45.5%. Según el grado de acuerdo en normas, reglas y
disciplina, el 39% (n=30) de los padres/apoderados respondió estar en total acuerdo. Por otra
parte, en torno a la educación compartida, 79.2% (n=61) de los participantes no comparten esta,
sin embargo, existe un alto grado de acuerdo entre esta, en la que un 26% (n=20), utiliza el
diálogo como pauta educativa más frecuente entre los padres/apoderados, representando el 50.6%
de los participantes (n=39).
A continuación son presentados los resultados obtenidos, relacionándolos con los objetivos
propuestos en la presente investigación. En primer lugar será caracterizada la muestra por medio
de análisis descriptivos, posteriormente se presentará el análisis de la relación entre los estilos
parentales y los trastornos de la conducta alimentaria (principal objetivo) y, finalmente, será
expuesta la relación entre las variables sociodemográficas (género, año escolar y edad del padre)
y variables principales.
Tabla 3
Clasificación del repertorio de estilos parentales de padres en bajo, medio y alto a partir del
PSDQ.
Repertorio
Variación de n (%)
Escalas M DE
puntaje Bajo Medio
Alto
PSDQ
Puntaje Global
F1:
0-135 110.86 17.149 0 (0.00) 9 (11.70) 68 (88.30)
Autoritativo
F2: Autoritario 0-100 37.75 10.403 32 (41.60) 43 (55.80) 2 (2.60)
F3: Permisivo 0-75 33.66 5.917 2 (2.60) 74 (96.10) 1 (1.30)
6
Debemos considerar en los resultados que la prueba Chi-cuadrado exige 0 casillas (0%), con frecuencias esperadas
inferiores a 5, requisito que no se cumplió en nuestro caso debido al tamaño muestral, puntuando en cada prueba
superior a 5 o al 20%, por consiguiente se procedió a realizar la verificación con la prueba de Fisher.
Tras aplicar la prueba X2 se encontraron los siguientes datos X2(77;4)=8.936; p=0.063 que indican
que entre el nivel autoritativo y los trastornos de la conducta alimentaria no existe una asociación
estadísticamente significativa.
Tabla 5
¿Será que el género del alumno/a se relaciona con los trastornos de la conducta alimentaria?
Tras aplicar la prueba X2 se encontraron los siguientes datos X2(77;4)=5.671; p=0.225 que indican
que entre el género del alumno/a y los trastornos de la conducta alimentaria no existe una
asociación estadísticamente significativa.
7
Cabe mencionar, que para relacionar los estilos parentales con la edad del padre se llevó a cabo analizando de
forma individual cada uno de estos, debido a que el instrumento no arrojaba el resultado a modo general, por tanto
este se transformó a escala mediante un proceso cuantitativo con la finalidad de proceder al análisis estadístico.
¿Será que los trastornos de la conducta alimentaria son influenciados por el año escolar del
alumno/a?
Después de aplicar la prueba F se obtuvieron los siguientes resultados F (77;3)=1.085; p=0.361 que
señalan que no existe una influencia estadísticamente significativa entre los trastornos de la
conducta alimentaria y el año escolar del alumno/a.
¿Será que los estilos parentales se relacionan con la edad del padre?
Otro factor que influye en el desarrollo de dichos trastornos, es lo que refiere Samatán y Ruiz
(2021), quienes reportaron un número mayor de niño/as y adolescentes con TCA, que
empeoraron su sintomatología a medida que utilizaban la tecnología (Czarny, 2020), debido al
número excesivo de plataformas en la web a las que tienen acceso, que suscitan estándares de
belleza fomentando el éxito por medio de ello, llevando consigo fascinación por tener el cuerpo
perfecto, con el objeto de encontrar la felicidad y plenitud en general (Pérez, 2021).
Sin embargo, Losada (2018) encontró en su investigación diferencias en la percepción del estilo
de crianza según el tipo de TCA, señalando por ejemplo que en el estilo permisivo prevalece la
anorexia, mientras que en el estilo autoritario la bulimia y en el estilo indiferente el trastorno de
la alimentación no especificado. Asimismo, Fernández et al. (2016) encontraron en su estudio
que la influencia de las actitudes de los padres en la crianza, influye en el desarrollo y pronóstico
de los trastornos alimenticios, puesto que las actitudes de los pacientes hacia el cambio estarían
determinadas por los recuerdos de su infancia y educación.
Referente al primer objetivo específico, la mayoría de los padres se caracterizaron por ser
autoritativos, como se reflejó en los resultados, resultado que se confirma por otros estudios que
señalan que las madres se caracterizan por ser democráticas o autoritativas, a diferencia de los
padres que se caracterizarían por ser indulgentes (Espinoza-García, 2020).
Por otro lado, una investigación efectuada por Olivari et al. (2015) en la que exploraron las
percepciones retrospectivas sobre los estilos parentales en adolescentes de Grecia, Italia y Suecia,
el estilo autoritativo o democrático fue el más frecuente, al igual que en una investigación
realizada por Iglesias y Romero (2009) en España encontró que en Chile las madres igualmente
empleaban primeramente el estilo democrático o autoritativo (34%). Pese a ello, Rasines (2023)
concluye en su investigación que no existe una tipología familiar en relación a los TCA, puesto
que estas son heterogéneas, variando constantemente la dinámica familiar y como la familia
afronta la patología en el hogar, en la que algunas prácticas parentales actúan como factores
protectores y otras actúan como factores de riesgo que suscitan el desarrollo y mantenimiento de
la enfermedad.
Una causa potencial de este fenómeno alusivo a los estilos parentales y su relación con los TCA,
podría deberse a la deseabilidad social, que es la inclinación a comunicar una imagen aceptable
culturalmente, acorde con las normas que rigen la sociedad. Aquellas personas con dicha
tendencia tienden a ofrecer respuestas condescendientes, evitando así ser desaprobados
socialmente por emitir sus propios juicios o conductas (Ramos et al., 2019). Por tanto, al
considerar las respuestas y percepciones tanto de los padres como de los hijos, se espera
disminuir el sesgo que se genera por la deseabilidad social, aumentando de esta forma la
objetividad, contrario a lo demostrado en nuestro estudio (Balaguer et al., 2021).
Acerca del segundo objetivo, la generalidad de los estudiantes se calificó en un rango normal
dentro de la Escala de Diagnóstico de Desórdenes Alimentarios (EDDS), resultado que contrasta
con otros estudios que revela que en Latinoamérica, específicamente en Chile se presenta los
rangos más elevados en cuanto a la anorexia nerviosa (AN) y bulimia nerviosa (BN), con un
0.09% y 0.27%, respectivamente (GBD 2019 Mental Disorders Collaborators, 2022).
Por otra parte, el Colegio Médico de Chile indicó en el año 2011 que 500.000 chilenos (14-30
años) desarrollan un TCA, entre los cuales se destaca la anorexia y bulimia. Asimismo, un
estudio realizado en Chile, México y Colombia evidenció que los participantes chilenos
obtuvieron mayores pautas disfuncionales de alimentación (Castañeda Caro, 2023).
Sobre la prevalencia de los trastornos alimentarios, Vicente et al. (2012) refieren que este último
año en los adolescentes chilenos de 12 a 18 años de ambos sexos la cifra corresponde a un 0,3%,
lo cual difiere de la presentada por Granillo et al. (2011) ya que en ella habría un aumento en la
prevalencia de vida de TCA (AN y BN) especialmente en la población adolescente femenina
(3.8%). Por otro lado, investigaciones respecto a la prevalencia de desarrollar un TCA
considerando este grupo etario, arroja cifras preocupantes que oscilan entre el 7.4% y el 12%,
siendo superior en mujeres (8.3% a 23%) (Gaete & López, 2020).
Con relación al tercer objetivo específico, este se subdividió en tres de acuerdo con las variables
sociodemográficas. La primera de ella fue relativa al género del alumno/a y los TCA, indicando
los resultados que no existe una asociación significativa entre estas, peso a ello, existen estudios
que avalan lo contrario, confirmando que los TCA afectan principalmente a mujeres, tanto a nivel
global como nacional, donde aproximadamente el 90% de los TCA ocurren en personas con un
peso normal o mayor y en población femenina. A su vez, una revisión sistemática reciente
encontró que la prevalencia de los trastornos alimentarios a lo largo de la vida era del 0.91% en la
población general, aumentando al 2.58% entre las mujeres en los países occidentales. De igual
manera, existe evidencia que cuenta con respaldo empírico de que alrededor del 12% de los
adolescentes chilenos, particularmente mujeres, se encuentran en una situación de peligro con
respecto al desarrollo de un trastorno alimenticio (Castañeda Caro, 2023), producto de las normas
sociales que rodean los estándares de belleza, y los elementos culturales reflejados en el entorno
digital, generando que las mujeres sean más vulnerables a desarrollar esta patología (Apodaca
Cabrera, 2023).
Así como lo confirma una investigación llevada a cabo en Ecuador por Bermeo y Zúñiga (2023),
en la cual las mujeres obtuvieron un mayor puntaje promedio en relación a los hombres con un
diagnóstico de TCA, con significativas variaciones, destacando las categorías de “conciencia
interoceptiva”, “obsesión por la delgadez”, “bulimia” e “insatisfacción corporal”.
Los resultados obtenidos evidencian una baja relación entre los estilos parentales y los TCA, en
la que la mayoría de los padres se caracterizaron por ser autoritativos, y la generalidad de los
estudiantes se calificó en un rango normal dentro de la Escala de Diagnóstico de Desórdenes
Alimentarios (EDDS), pese a ello, es imprescindible mencionar que aun así se presentaron
trastornos alimenticios en la población estudiada, aunque en un menor porcentaje. Acorde a las
variables sociodemográficas, no se encontró una asociación significativa entre el género del
alumno/a y año escolar con los TCA, así como tampoco entre los estilos parentales y la edad del
padre/madre.
CONCLUSIONES FINALES
En cuanto al objetivo general, se encontró que no existe una relación significativa entre los estilos
parentales y los trastornos de la conducta alimentaria en estudiantes de enseñanza media que
residen en la ciudad de Chillán, Chile.
Respecto al primer objetivo específico se identificó que el estilo parental más predominante entre
los padres de los estudiantes de enseñanza media que residen en la ciudad de Chillán, Chile, es el
estilo autoritativo (88.30%). Acerca del segundo objetivo específico se identificó que la mayoría
de los estudiantes, correspondiente al 67.50% se encuentran en un rango normal de la Escala de
Diagnóstico de Desórdenes Alimentarios (EDDS), pese a ello, se presentan en un menor
porcentaje trastornos de la conducta alimentaria en los estudiantes de enseñanza media que
residen en la ciudad de Chillán, Chile, entre los cuales se destacan la bulimia nerviosa (19.50%),
bulimia sub-umbral (9.10%), anorexia nerviosa (2.60%), y trastorno por atracón (1.30%).
Referente al tercer objetivo específico se encontró que no existe una relación significativa entre
las variables sociodemográficas (género, año escolar y edad del padre) con las variables
principales (estilos parentales y trastornos de la conducta alimentaria).
Y en segundo lugar, la deseabilidad social, lo cual pudo haber influido en la objetividad de los
participantes, generando respuestas sesgadas.
1. A nivel metodológico, ampliar el tamaño de la muestra a una mayor escala, con la finalidad de
poder generalizar los resultados.
2. A nivel teórico, realizar mayores investigaciones entre la relación de las variables planteadas,
para así obtener una mejor comprensión de los estilos parentales y los trastornos de la conducta
alimentaria. Además de efectuar investigaciones que puedan explorar otros grupos etarios como
la niñez temprana o la niñez media que impliquen una etapa diferente a la adolescencia, puesto
que la etapa de desarrollo puede tener una asociación mayor entre ambas variables.
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