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Los totalitarismos
a) LIBERTAD
INTRODUCCIÓN: DEBATE ENTRE LIBERTAD Y DETERMINISMO
¿Somos libres? ¿Elegimos nuestra vida o vivimos una existencia organizada por otros?
¿Podemos realmente cambiar nuestras elecciones? ¿Podríamos haber elegido de
forma diferente? ¿O actuamos según causas que nos determinan a elegir de
determinada manera?
Algunas situaciones que muestran nuestra postura ambivalente ante esta cuestión:
- El horóscopo y la astrología: predecir tu futuro. ¿Está escrito nuestro futuro?
- Fumar o dejar de fumar: la fuerza de la voluntad. ¿Somos libres de cambiar?
- Vencer el miedo: fobias y valentía. ¿Somos libres en todo momento? ¿Podemos
ser más o menos libres?
¿Es posible cambiar la personalidad? ¿Se puede cambiar a una persona? ¿O según
envejecemos somos menos libres y más esclavos de nosotros mismos?
TIPOS DE LIBERTAD
¿Es libre una persona encarcelada? ¿Es libre una persona con un trastorno obsesivo?
Probablemente responderemos "no" a ambas preguntas, pero por razones diferentes.
Al hablar de libertad, una primera distinción que debemos hacer es:
Libertad de acción. Es la libertad de actuar, de hacer algo para lograr nuestra meta.
Tener libertad de acción no conlleva necesariamente lograr nuestra meta, podemos
fracasar en el intento.
Libertad de elección. Es la libertad de elegir, de seleccionar de entre varios objetivos
nuestra meta. Tener libertad de elección no conlleva necesariamente actuar para lograr
nuestra meta, podemos posponer o renunciar a actuar para lograr lo que preferimos.
Libertad negativa: es la libertad que tengo cuando nada ni nadie interfiere con
mi voluntad y me dejan hacer lo que quiero. Es la libertad de la que disfruto cuando
nadie me obliga o me impide actuar según mi voluntad. Es la libertad de la que carece
la persona encarcelada o el esclavo. Es la libertad que nos reducen aquellos que nos
condicionan, nos dirigen, nos amenazan o nos prohíben.
2º. Determinismo genético: Este determinismo, como su propio nombre indica, solo puede
aplicarse a los seres vivos. Defiende que el comportamiento de un ser vivo está determinado
por su código genético: un ser vivo no es más que la manifestación de sus genes. Ese código,
que evidentemente el ser vivo no elige, determina no solo su constitución física (color de ojos,
de piel, desarrollar enfermedades genéticas hereditarias etc…), sino también su carácter
(timidez, nerviosismo…). Richard Dawkins, zoólogo y etólogo de gran prestigio, defendió una
hipótesis tan radical como controvertida y polémica: los organismos no somos más que la
invención de nuestros genes para asegurarse la supervivencia.
3º. Determinismo ambiental o educativo: Según esta postura, aplicable sobre todo a los seres
humanos, pero también al resto de seres vivos, no son los genes los que determinan nuestra
conducta, sino los factores ambientales, que pueden ser de diversos tipos: sociales, culturales,
económicos, familiares, educativos… Para los defensores de esta postura, cualquier acción
puede entenderse como una respuesta a condiciones ambientales. Por esta razón, es posible
modificar la conducta cambiando esas condiciones mediante el mecanismo de refuerzos
(premios) o inhibiciones (castigos). El más radical y célebre defensor de este determinismo fue
el psicólogo norteamericano B. Frederic Skinner (1904-1990) perteneciente a la escuela del
conductismo.
4º. Determinismo económico: Para los defensores de esta postura, son factores económicos
(formas de producción, sistema de vida, organización productiva, situación económica…) los
que determinan la conducta del ser humano tanto en el plano social como individual. Así, la
clave para entender por qué se producen guerras, revoluciones sociales, cambios de formas de
gobierno, aparición o desaparición de ideas religiosas, variaciones en los gustos estéticos, en
definitiva, cualquier acontecimiento de la historia de la humanidad se encuentra en el
funcionamiento de la economía. Una de las corrientes que más han defendido este
determinismo es el marxismo, teoría filosófica, histórica y económica fundada por Karl Marx
(1818-1883).
5º. Determinismo teológico: Defiende la existencia de “algo” que está por encima del ser
humano y que determina sus acciones. Todo lo que hacemos y nos pasa (tanto lo bueno como
lo malo) está ya previsto y fijado de antemano, bien por un hado o destino (como defendían los
estoicos en la Antigüedad) o por una voluntad superior y divina (como defienden la práctica
totalidad de las religiones). De acuerdo con esta visión de la realidad, el ser humano no es
dueño de sus actos: es una marioneta en manos de ese destino o voluntad, y lo único que
puede (y debe) hacer es aceptarlo. En definitiva, tal y como defendía el fraile y teólogo alemán
Martin Lutero (1483-1546), dada la omnisciencia y omnipotencia divina, no tiene sentido
hablar de una voluntad humana libre, pues se encuentra subordinada a la voluntad divina,
aunque el ser humano no lo sepa y, por ello, se crea libre.
Pero existen importantes diferencias a la hora de evaluar la importancia relativa de cada uno
de ellos. Si se produce un conflicto entre distintos valores, ¿cuáles son los valores que debemos
priorizar? ¿Es más importante garantizar la libertad o defender la igualdad de toda la
ciudadanía? Y, cuando hablamos de la igualdad o de la libertad ¿a qué nos estamos refiriendo
exactamente?
Según los postulados anarquistas, el Estado somete a los individuos, limita su libertad y
reprime sus posibilidades de desarrollo personal. Solo será posible construir una sociedad
verdaderamente libre y plena cuando el Estado desaparezca y las personas puedan
relacionarse entre sí con total libertad y espontaneidad.
Una vez abolido el Estado ya no habrá coerción, ni cárceles, ni policía, ni ejército. Todas estas
instituciones represivas dejarán de ser necesarias, porque en una sociedad anarquista los seres
humanos podrán finamente cooperar entre sí con total libertad para crear un mundo mejor.
Aunque el anarquismo ha contado con numerosos seguidores (Proudhon y Bakunin son los
precursores) su propuesta de organización social nunca ha sido puesta en práctica de forma
coherente y sistemática. Los críticos del anarquismo sostienen que esta teoría ofrece una visión
excesivamente optimista de los seres humanos, porque cree que las personas somos
fundamentalmente bondadosas y cooperativas.
Según esta visión crítica, el anarquismo peca de ingenuo al olvidar las tendencias egoístas y
destructivas que están presentes en nuestra naturaleza humana. Sin embargo, los anarquistas
responden a estos planteamientos afirmando que si las personas son agresivas y competitivas
es porque están sometidas a la represión del Estado, de forma que, cuando este ya no exista,
estas tendencias negativas y antisociales también desparecerán.
3. EL TOTALITARISMO.
El auge de los regímenes totalitarios marcó decisivamente la historia de Europa durante los
años 30 y 40 del siglo XX. Hannah Arendt es una de las filósofas que más radicalmente ha
denunciado el totalitarismo en su obra Los orígenes del totalitarismo (1951)
El nazismo alemán y el estalinismo soviético son dos ejemplos de sistemas políticos que
ejercieron el poder de forma totalitaria.
El nazismo incluía en su programa político la intención de desplazar a las razas inferiores para
extender el dominio de las razas superiores sobre la Tierra con el fin de crear un mundo nuevo.
La ideología del régimen estalinista estaba basada en el comunismo, una teoría política que
aspiraba a liberar a los seres humanos de la explotación capitalista. Según la doctrina
comunista, las injusticias y las desigualdades sociales se originan porque los medios
productivos (las fábricas, la tierra y el capital) están en manos privadas.
Por eso, para cambiar esta situación, es necesario acabar con la propiedad privada y con el
actual sistema de clases sociales, lo cual solo seré posible si los trabajadores toman el poder y
controlan el Estado. Entonces será posible una sociedad sin clases en la que ya no existirá la
explotación ni la miseria.
Aunque la ideología de estos dos regímenes era muy diferente, puede considerarse que los dos
sistemas compartían una misma visión sobre el ejercicio del poder. En ambos casos, el
completo control del Estado sobre todos los aspectos de la vida sometió por completo la
iniciativa individual y provocó un enorme sufrimiento. Conviene además recordar que cuando
llegaron al poder, estas ideologías que afirmaban su deseo de construir un mundo mejor
suprimieron la libertad y provocaron millones de muertes.
Según la interpretación de Arendt, una de las pensadoras políticas más lúcidas del siglo XX, el
totalitarismo pretendía superar los conflictos de la vida social suprimiendo la confrontación
política y sustituyéndola por un acuerdo unánime impuesto por la fuerza.
En este sentido, los totalitarismos se parecen a los diversos diseños utópicos que los filósofos
han planteado a lo largo de la historia. En todos estos casos, el objetivo consiste en suprimir la
incertidumbre que ocasiona la política creando en su lugar un modelo ideal de sociedad en el
que esta actividad ya no será necesaria.
Sin embargo, según nos recuerda Arendt, la política es una dimensión esencial de los seres
humanos, en la que se expresa la libertad y se manifiesta la diversidad de opiniones y puntos
de vista que enriquecen nuestra convivencia. Por eso, de acuerdo con Arendt, la política no
puede eliminarse, sino que forma parte inevitable de nuestra realidad auténticamente
humana.