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LIBERTAD, AUTONOMÍA Y RESPONSABILIDAD

Nuestra libertad como seres humanos consiste en la posibilidad de decidir qué hacer frente a distintos tipos de situaciones.
De igual forma, las decisiones que tomamos están determinadas por principios morales que rigen nuestra propia
conciencia.

A su vez, esos principios, particulares en cada persona, son condicionados por factores sociales, educativos, históricos,
culturales, entre otros. Sin embargo, nuestra libertad de decisión nos obliga a dar razón de lo que elegimos y a considerar
las consecuencias de nuestras acciones. A esto lo llamamos responsabilidad y es lo que nos permite explicar por qué
actuamos de una manera y no de otra.

LIBERTAD Y DETERMINISMO
La libertad ha sido, y sigue siendo, un concepto problemático para la filosofía, en especial en el marco de la filosofía
moral.

-Libertad externa: es el derecho que tenemos para actuar y movernos según nuestro propio juicio y consideración,
siempre y cuando no atentemos contra las leyes del país del que hacemos parte. Los límites de la libertad externa son
impuestos por leyes y el Estado es el único que puede privar a los individuos de este derecho mediante el castigo de la
prisión. Por eso, la libertad externa puede ser más o menos amplia, dependiendo de los marcos jurídicos y políticos de
cada país.

-La libertad interna: es el derecho que tiene el individuo de decidir en torno a cuestiones que le afectan como persona.
Directamente relacionada con la voluntad, la libertad interna le permite al hombre irse construyendo una esencia, un ser,
con su vida, con sus decisiones y con sus actos.

Por ejemplo, el ser humano cuenta con la capacidad para decidir comer o caminar y nadie puede tomar esas decisiones
por él.

La dimensión moral depende, en gran medida, de la libertad interna del hombre. Al no tener la obligación de seguir uno
u otro camino, cada ser humano puede trazar su vida mediante unos criterios propios y tiene la capacidad de decidir
libremente entre el bien y el mal.

A fin de cuentas, la libertad política se fundamenta en la libertad interna. Aunque hay casos extremos que nos pueden
privar de ella, como la hipnosis o la ingestión de estupefacientes, en términos generales la libertad interna no puede ser
restringida por el Estado ni por ningún otro individuo.

¿Somos realmente libres?


Es claro que las circunstancias sociales, económicas, políticas y culturales influencian nuestra manera de actuar y que,
además, no nos podemos desprender de ellas. Sin embargo, también es evidente que tenemos un cierto grado de control
sobre nuestros actos.

Como respuesta ante esta problemática, la filosofía ha defendido dos actitudes contrarias:

-La posición determinista que, convencida de que nada acontece sin causa, afirma que, aunque nosotros tenemos una
voluntad propia, no somos realmente libres porque nuestras elecciones están determinadas por algo externo.

-La posición que defiende que las acciones humanas solo tienen como causa la voluntad y, por lo tanto, aunque estemos
condicionados a obrar en un sentido o en otro, podemos considerarnos libres.

EL DETERMINISMO
El determinismo nos dice que todos los eventos se encuentran determinados por causas previas. Nos dice que el universo
es racional ya que el conocimiento absoluto de una situación podría revelar su futuro.
Sus bases corresponden a la idea de que todo puede ser explicado y que todo lo que es tiene razones de peso para ser de
la manera que es y no de otra manera. Por lo tanto, el individuo no puede tener ningún tipo de poder para elegir sobre su
vida, ya que los eventos que la preceden la han establecido totalmente.

Para ellos, el futuro está definido a priori por el presente y el azar no es parte de la causa y efecto, además el ser humano
pierde responsabilidad sobre sus actos, debido a que los sucesos ya están predeterminados.

Existen diferentes tipos de determinismo, entre ellos podemos mencionar los siguientes:

-Determinismo psicológico: hay dos formas, una dice que el hombre siempre actúa por interés propio y en beneficio de sí
mismo; se conoce como hedonismo psicológico. La otra dice que el hombre actúa de acuerdo a su mejor razón, para sí o
para un agente externo.

-Determinismo biológico: nos dice que los instintos y comportamientos del hombre se definen por la naturaleza de nuestra
genética.

-Determinismo cultural: explica que la cultura determina las acciones que las personas realizan.

-Determinismo geográfico: explica que los diferentes factores ambientales determinan la forma en la que el hombre se
comporta.

-Determinismo lógico: sostiene que el valor de verdad de cualquier proposición es intemporal. Por ejemplo: la frase
«Mañana lloverá» es verdadera o falsa, y si es verdadera, entonces mañana lloverá por necesidad lógica.

-Determinismo fatalista: es cercana a la teología y dice que todos los eventos están predestinados a ocurrir. Este
pensamiento no tiene leyes y actúa por medio de la fuerza de una deidad.

-Determinismo causal: los sucesos que pasan se encuentran relacionados con los diferentes eventos y condiciones que
pasaron antes que ellos. Todo lo que ocurre, incluyendo las acciones de los hombres y sus elecciones morales, son la
consecuencia de un evento pasado en conjunto a las leyes naturales del universo.

-Determinismo teológico: dice que lo que pasa esta pre escrito por una deidad a causa de su omnisciencia.

-Determinismo lingüístico: ha logrado crear sus bases a lo largo del tiempo para organizar pensamientos y luego
expresarlos en forma gestual y hablada y/o escrita por medio de razonamientos, concepciones y distintas formas como la
ciencia cognitiva y también el psicoanálisis.

EL CONDICIONAMIENTO
El determinismo, aunque cuenta con argumentos válidos, no explica por qué tenemos la convicción de ser libres, ni
justifica por qué nos hacemos responsables de nuestros actos, ni mucho menos da una respuesta a la pregunta sobre por
qué existen la moral, el derecho, la religión y la política.

Frente a las debilidades de la postura determinista, podemos buscar respuestas en la noción de condicionamiento.

En primer lugar, la acción humana no es mecánica, es decir, no funciona a partir de un esquema estimulo-respuesta, como
sucede con los animales. El ser humano presenta una variedad de comportamientos que sobrepasa la previsión, de tal
manera que, por bien que conozcamos a alguien, jamás podremos saber exactamente cómo se va a comportar en una
situación determinada.

En segundo lugar, aunque nos sintamos seres libres, es evidente que nuestra libertad no es ilimitada: no elegimos en cada
situación entre todas las posibilidades sino solo entre una porción de ellas. Esto nos lleva a pensar que nuestra libertad
está condicionada por muchos aspectos: nuestra dotación genética, la sociedad en la que vivimos, la educación que
recibimos, la situación económica y política en la que estamos inmersos, etc.
Estar condicionado es distinto a estar determinado. Estar condicionado significa que no se tiene una libertad absoluta pero
que se conserva la libertad suficiente como para saberse responsable de los propios actos.

En cambio, estar determinado niega completamente la posibilidad de que exista la libertad. Entonces, el condicionamiento
supone que nuestra libertad tiene unos límites pero que de ninguna manera nos impide tomar decisiones.

Libertad y responsabilidad
Es de vital importancia concebir la noción de libertad siempre en relación con la de responsabilidad. Porque somos libres,
asumimos una cierta responsabilidad.

En términos generales, la responsabilidad es la capacidad de dar razón de nuestras acciones. Precisamente como
escogemos entre una gran variedad de opciones antes de actuar, debemos ser capaces de responder a la pregunta sobre
por qué hemos elegido una u otra posibilidad.

La noción de responsabilidad no puede entenderse solo en una dimensión personal sino también en una colectiva. El
hombre, al poder actuar libremente en el mundo y, por lo tanto, al poder transformarlo, debe hacerse cargo de sus acciones.
Esto significa que, al gozar de una libertad, adquiere un compromiso pues cada decisión que toma implica al resto de la
humanidad.

Sin embargo, nuestra responsabilidad no se reduce solo a esto, sino que se extiende también a la capacidad de responder
de las personas con las que nos relacionamos y de las que se encuentran en situación de necesidad, puesto que nos es
posible ponernos en su lugar. No nos podemos desentender de los demás porque, como vivimos en sociedad, solo con
ellos es posible realizar plenamente nuestra vida.

LA LIBERTAD COMO AUTONOMÍA

La libertad de elección
De acuerdo con la posición aristotélica, la posición utilitarista y la de todos los que consideran que el hombre se guía por
la racionalidad económica (maximizar los beneficios de una acción y minimizar los costos de la misma), la libertad es la
capacidad que tenemos los seres humanos para elegir entre las diferentes posibilidades que se nos presentan, después de
haber deliberado sobre las ventajas y los inconvenientes de cada una de ellas.

De acuerdo con esta forma de concebir la libertad, los seres humanos solo somos libres de elegir los medios mediante los
cuales buscamos alcanzar un fin ya dado.

El concepto de autonomía
Immanuel Kant dice que la autonomía es "la capacidad que tiene el hombre de dictarse sus propias leyes”. Kant la llama
ley de la libertad o ley moral, y el hecho de que tengamos conciencia de ella prueba que nos damos nuestras propias leyes
y que, por lo tanto, somos libres.

Desde este punto de vista, la libertad es la propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma. No podemos explicarla
científicamente pero sí podemos afirmar que existe. Por eso, al contemplar el universo conviene asumir al menos dos
perspectivas:

Leyes naturales
Son acontecimientos externos a la voluntad de las personas y que la ciencia puede intentar explicar como efectos causados
por fenómenos que les preceden en el tiempo. Por ejemplo, la ley de la gravedad.

Leyes de la libertad
Se originan en la voluntad humana y son dictadas por seres racionales. Nos permiten organizar nuestra vida y nuestra
convivencia de modos humanizadores. Permiten, por ejemplo, que la sociedad nos preste ayuda para mitigar las
consecuencias de una tragedia.
La madurez moral
Para Piaget, Kohlberg y otros psicólogos la conciencia moral es la capacidad que tenemos los seres humanos de formular
juicios sobre lo justo y lo injusto, y han estudiado cómo evoluciona y se desarrolla esta capacidad.

Kohlberg expone tres niveles que expresan tres situaciones posibles en la adquisición de la autonomía moral.
Estos niveles son:

-Preconvencional. En este nivel la persona entiende por justo lo que satisface sus intereses. Se respetan las normas solo
por las consecuencias que pueda acarrear vulnerarlas (castigo o ausencia de premio). Estas son las personas más
inmaduras, pues se dejan llevar por sus impulsos egoístas, por lo que no son autónomas, sino heterónomas. Estas personas
suelen entender que es justo aquello que les conviene individualmente y no han desarrollado una noción colectiva de
justicia ni de bienestar.

-Convencional. En este nivel la persona considera justo lo que concuerda con las leyes propias de su sociedad. Esto ocurre
porque la persona se siente miembro de una comunidad cuyas normas, reglas y principios reconoce y admite. Por ejemplo,
muchas personas admiten ciertos prejuicios sexistas, chovinistas y racistas porque en la sociedad en que viven es algo
legal y socialmente aceptado.

De ese modo, encuentran justificados ciertos comportamientos discriminatorios que desde el nivel siguiente no serían
aceptables. Estas personas siguen siendo bastante heterónomas porque, aunque controlan sus impulsos egoístas, lo hacen
para adaptarse a las normas de su sociedad. Consideran que es justo lo que es "normal" en su sociedad.

-Posconvencional. En este nivel las personas distinguen entre las normas de su sociedad y los principios morales
universales. Son personas autónomas y su comportamiento se rige por los principios que su propia conciencia reconoce
como universales. Lo justo se define por la decisión razonable y bien pensada, asumiendo la perspectiva del respeto por
la igualdad de los seres humanos y superando cualquier discriminación que pudiera aceptarse en el nivel anterior.

Estas personas se sienten miembros de la humanidad, de manera que la justicia particular es inseparable de la solidaridad
global. Es el caso de los defensores de ciertos derechos, que actúan por el convencimiento de la universalidad de los
mismos. La autonomía representa el máximo grado de madurez moral.

La persona moralmente madura debe progresar en los valores de la justicia y también en los valores del cuidado. Esto
significa que la persona moralmente madura debe alcanzar la imparcialidad desde el punto de vista universalista y, a la
vez, desarrollar un sentido de la compasión y de la responsabilidad por quienes necesitan ayuda, empezando por los más
cercanos a ella.

LA RESPONSABILIDAD
A partir del siglo XVIII, el término se utiliza para justificar que cuando alguien ocasiona un perjuicio a otra persona, debe
asumir la reparación del daño determinada por las leyes y el juez.

En el campo de la moral, podemos hablar de una responsabilidad moral, cuya mayor diferencia con la jurídica es que se
trata de un fenómeno subjetivo de la conciencia.

Esto significa que es el sujeto que actúa quien se siente responsable de su acción, sin que pueda haber ningún tribunal que
lo declare responsable, excepto su propia conciencia.

En consecuencia, la sanción que puede recibir la persona que sabe que ha actuado moralmente mal no proviene del exterior
(juez, policía, etc.), sino de ella misma mediante unos sentimientos de reprobación llamados comúnmente remordimiento.

De esta manera, ser moralmente responsable significa:


-Que quien actúa lo ha hecho con libertad. Esto nos lleva asumir que la acción podría haberse realizado de una manera
diferente.
-Que quien actúa puede responder por la acción realizada, explicando los motivos que le impulsaron a actuar de esa forma.
-Asumir las consecuencias que se deriven de la acción realizada.
Lo anterior nos hace pensar que la responsabilidad es como la otra cara de la moneda de la libertad: solo somos
responsables de lo que hacemos libremente.

Convicción y responsabilidad
Max Weber introdujo una distinción entre dos posibles orientaciones morales: la ética de la convicción y la ética de la
responsabilidad.

Ética de la convicción. Es la que sigue una persona que procura actuar con principios y valores moralmente buenos, pero
que se desentiende de las posibles consecuencias de sus actos. Cuando estas consecuencias son negativas, la persona suele
encontrar justificaciones que lo eximen de responsabilidad, por ejemplo: Yo hice lo mejor que pude, pero el mundo
funciona de esta manera.

Ética de la responsabilidad. Pone el énfasis en las consecuencias previsibles de una acción dejando en segundo plano los
principios o valores en los que se ha inspirado. Cuando las consecuencias de la acción son negativas, la persona asume
toda la responsabilidad sobre esas consecuencias.

La responsabilidad en el mundo de hoy


En los últimos años hemos generado un nuevo tipo de conciencia: la conciencia planetaria. El mundo se enfrenta en la
actualidad con algunos problemas, como la contaminación y el agotamiento de los recursos naturales ocasionados por la
producción y el consumo masivos.

Estos problemas no pueden ser resueltos por unos pocos países, sino que requieren de la cooperación y de la
responsabilidad de todos. Dicha responsabilidad se evidencia a través del principio de responsabilidad, de la
responsabilidad ciudadana y de la responsabilidad profesional.

-El principio de responsabilidad


La posibilidad real de destrucción del planeta como efecto de las nuevas armas de destrucción masiva y otros avances de
este tipo han llevado a filósofos como Karl Otto Apel y Hans Jonas a denunciar la falsa idea de "progreso" sobre la que
estamos construyendo nuestra civilización.

Hemos creído que el progreso consiste en explotar los recursos de la Tierra para satisfacer nuestro deseo de bienestar, y
la estamos destruyendo. Por eso, tenemos que cambiar nuestra idea de progreso en el sentido de asumir responsablemente
las consecuencias de nuestras acciones de manera que dejemos a las generaciones posteriores un mundo, por lo menos,
tan habitable como el que nosotros encontramos.

-La responsabilidad ciudadana


Desde esta perspectiva filosófica, un auténtico ciudadano no se limita a exigir sus derechos, sino que también participa
activa y responsablemente en los asuntos que nos afectan a todos. El ideal al que se aspira es el del ciudadano cosmopolita:
aquella persona que, desde sus condiciones concretas de vida (nacionalidad, idioma, creencias, costumbres, etc.), es
solidaria con los problemas de la humanidad.

-La responsabilidad profesional


Otro campo en el que la responsabilidad ha ganado terreno en los últimos tiempos es en el del ejercicio profesional. De
aquí han surgido las éticas profesionales, que estudian las exigencias y los valores morales específicos de cada actividad
profesional. Se trata de averiguar cuáles son los bienes internos de cada profesión, es decir, lo que esos profesionales
deben ofrecer específicamente a la sociedad, además de los valores y hábitos que es preciso adquirir para poder cumplir
esa función.

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