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ACEPCIONES DE LA PALABRA «LIBERTAD»

La palabra libertad puede ser entendida en varios sentidos (no coincidentes, pero
relacionados entre sí). El siguiente esquema puede servirnos de orientación:

1. Libertad de hacer (o libertad de coacción)

a) Libertad física
b) Libertad civil
c) Libertad política
d) Libertad de pensamiento
e) Libertad religiosa y/o Libertad de culto

2. Libertad del querer o libertad de la voluntad o libre albedrío.

1. Libertad de hacer (o libertad de coacción)

En primer lugar, con la palabra libertad podemos referirnos –y de hecho es el


significado que más corrientemente se le da– a la libertad de hacer. Esta libertad puede
definirse como la ausencia de coacción exterior o ausencia de determinación externa.
Se produce cuando el sujeto no encuentra ningún obstáculo, ninguna fuerza externa a él
que le impida actuar, que le impida realizar aquello que querría realizar. En pocas
palabras podemos decir que la libertad de hacer consiste en poder hacer aquello que
queremos; en este sentido se dice que un presidiario no es libre, ya que –se supone–
querría salir de la prisión, pero hay una coacción externa, unos obstáculos exteriores a él
–las rejas, los guardianes, etc.– que se 1o impiden: el presidiario no puede hacer lo que
quiere; su voluntad de estar y moverse fuera de la prisión se ve drásticamente
obstaculizada por un algo exterior a é1 mismo (los muros de la prisión y los guardias).
Dentro de esta libertad de hacer podemos distinguir varias modalidades:

a) Libertad física, que consiste en la capacidad de poderse mover, de ir a dónde


quiere.
b) Libertad civil, que consiste en la capacidad de ejercer los derechos civiles, es
decir, los derechos reconocidos a los ciudadanos de un Estado mediante las
leyes civiles.
c) Libertad política, que consiste en la capacidad de tomar parte en el gobierno de
las diferentes instituciones políticas, como el Municipio, el Gobierno Regional o
el Estado.
d) Libertad de pensamiento; en sentido estricto, todo hombre goza de libertad de
pensamiento, ya que cada uno podemos pensar lo que nos dé la gana y nada ni
nadie puede impedirlo; ahora bien, cuando se hablamos de «libertad de
pensamiento» nos referimos a la libertad de expresar el pensamiento sin que
ello lleve aparejada ninguna restricción o castigo. Modalidades de esta libertad
de pensamiento son, entre otras, es la libertad de prensa.
e) Libertad religiosa, consistente en la potestad de elegir las creencias religiosas
que uno prefiera o de no tener creencia religiosa alguna. La libertad de culto es
la capacidad de realizar sin trabas o impedimentos externos los ritos y actos
religiosos correspondientes a las creencias religiosas que se poseen.
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2. Libertad de la voluntad o libre albedrío.

En este segundo sentido, la libertad es la determinación de la actuación por la


voluntad. El que mi voluntad pueda ser causa de mis actos es lo que se llama libertad
(en este segundo sentido). Cuando digo ‘he hecho esto porque he querido’, estoy
diciendo que lo he hecho libremente. Soy libre cuando hago lo que quiero, cuando mi
acción es efecto de mi voluntad (y no efecto de alguna otra causa). En otros términos,
soy libre cuando mi actuación es producto de mi decisión. La libertad, entendida de esta
manera, es la capacidad de decidir, la capacidad de elegir qué hacemos. Y decimos que
el ser humano es libre porque sus acciones (o algunas de sus acciones) son producto o
resultado de una decisión de su voluntad. Por supuesto, elegimos siempre entre un
conjunto de posibilidades finito, un conjunto de posibilidades que nos vienen dadas y
que no son casi nunca las que querríamos tener, pero puesto que elegimos una de ellas
en lugar de otras, pudiendo haber elegido otra distinta, decimos –con toda razón– que
somos libres. Y, por cierto, que no podemos dejar de serlo, porque siempre tenemos que
elegir. Lo único que no podemos elegir es no elegir. La libertad es una capacidad, pero
es también una condena. «El hombre está condenado a ser libre», decía gráficamente
Jean-Paul Sartre.
La libertad del ser humano se constata en el hecho de que siempre elegimos
hacer algo en lugar de hacer otra cosa, pudiendo hacer otra cosa. Pero la libertad es la
determinación de nuestra actuación por nuestra voluntad, por el querer. Hay libertad por
cuando nuestra voluntad decide; por el contrario, cuando nuestra voluntad se limita a
querer lo que “se decide” en otra parte, fuera de ella misma, entonces no hay libertad.
Hay libertad cuando nuestra voluntad es la causa de nuestra acción.
Para que esto suceda (para que sea nuestra voluntad la que decida hacer lo que
hacemos), es preciso que la voluntad sea independiente (o, cuando menos, parcialmente
independiente). Es preciso que la voluntad sea autónoma; es decir, que sea capaz de
determinarse a sí misma, capaz de autodeterminarse. Por eso la libertad puede ser
también concebida como la autodeterminación de la voluntad. Cuando decimos que el
ser humano es libre queremos decir que es autónomo, capaz de darse a sí mismo la
norma (nómos) de su comportamiento, de su actuación. Que el ser humano es libre
quiere decir que es (parcialmente) independiente, que depende (parcialmente) de sí
mismo, y no (totalmente) de otra cosa. Y, así, la libertad implica la autonomía y la
independencia de la voluntad. Para la voluntad (para el querer), la libertad significa
soberanía, capacidad de gobernarse a sí misma, autogobierno.

Voz «LIBERTAD»: «Del latín liber (hombre de condición no sometida, capaz de asumir
responsabilidades), versión del griego eleutherós (no esclavo). Capacidad de la persona para tomar
decisiones sin hallarse obligada por agentes externos a la voluntad. La libertad supone una falla en el
determinismo natural (que rige el comportamiento de los demás seres naturales). La libertad constituye un
rasgo esencial del ser humano. Es la manera peculiar con que el hombre realiza su vida y orienta su
conducta en el mundo en el que vive. En principio, implica autodeterminación, posibilidad de elección,
indeterminación, autonomía, capacidad de la voluntad de determinarse a sí misma (libertad de la
voluntad o «libre albedrío»), autogobierno. Es, en suma, el componente esencial del ser humano. En un
primer nivel, libertad es poder hacer, sin trabas o coacciones externas, lo que nos apetece. Ésta sería la
libertad externa, dentro de la que se incluyen la libertad física, civil, política, religiosa, etc. Un segundo
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nivel 1o constituye la libertad de querer, de poder elegir, de elegir hacer o no hacer, hacer esto o lo otro.
Se denomina libre albedrío y es la libertad propiamente dicha. Libertad y voluntad van indisolublemente
unidas». [Feliciano Blázquez, Glosario de las Ciencias Humanas, Grupo EP, Editorial Verbo Divino,
Lizarra (Nafarroa), 1997, ligeramente modificado]

EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD.

Uno de los problemas más controvertidos en la historia de la Filosofía es el


problema de si el hombre, de si la voluntad humana, tiene o no libertad.
No se trata aquí el problema de si podemos hacer libremente lo que queremos;
también este problema trata sobre la libertad, pero es otro tipo de libertad. Desde el
punto de vista filosófico es tan importante o más la cuestión de la libertad de la
voluntad, libertad de querer o libre albedrío. Se trata de saber si lo que queremos, lo
queremos libremente; es decir, de si nuestra voluntad decide (o no) libremente hacer lo
que hacemos.
Parece que, caso de ser libre la voluntad humana, esta libertad sería algo
exclusivo del hombre dentro de los seres del Universo, de ahí la importancia de la
cuestión.
Los seres inorgánicos no actúan libremente –Venus no ha elegido la órbita que
recorre a diario–; tampoco los vegetales y ni siquiera los animales parecen gozar, de tal
libertad, pues su actuación parece hallarse determinada por un conjunto de instintos.
En todo caso, sólo el hombre se ha planteado este problema. ¿Es libre la
voluntad humana? El hombre ¿es libre o tiene solo la ilusión de la libertad?
A lo largo de la historia de la filosofía se han dado distintas respuestas a esta
cuestión. [Seguimos, con alguna modificación, a Feliciano Blázquez en Glosario de las
Ciencias Humanas, Grupo EP, Editorial Verbo Divino, Lizarra (Nafarroa), 1997:] Los
determinismos de todo signo (genético, psicológico, sociológico o ambiental,
educacional, teológico) niegan la libertad: el ser humano está genética y
constitutivamente determinado, de manera que hay hombres «constitutivamente buenos
y/o constitutivamente malos». En este sentido, César Lombroso mantuvo la tesis de
que los criminales son enfermos. Leibniz, Buridán y otros defendieron la tesis de que
la voluntad está determinada por el «motivo más fuerte» o por «el bien mayor». Para
Spinoza, la libertad es una ilusión: «La ilusión del libre albedrío viene de la conciencia
de nuestra acción unida a la ignorancia de las causas que nos hacen obrar».
Sin embargo, la opinión general no es que el hombre esté determinado, sino
condicionado por una serie de factores que influyen en el ejercicio de la libertad, que
dibujan el «mapa» dentro del cual el hombre ejerce su libertad. Desde esta perspectiva,
E. Mounier escribió que el hombre tiene una «libertad condicional». Toda libertad está
inserta en una situación, lo cual significa que la libertad no es absolutamente libre.
Descartes, en sus Meditaciones metafísicas, defiende la que él llama «libertad de
arbitrio», y que «consiste sólo en que podemos hacer o no hacer una cosa (esto es:
afirmar o negar, pretender algo o evitarlo); o, por mejor decir, consiste sólo en que, a1
afirmar o negar y al pretender o evitar las cosas que el entendimiento nos propone,
obramos de manera que no nos sentimos constreñidos por ninguna fuerza exterior».
Aristóteles, en Ética a Nicómaco, ofrece este bello texto sobre la libertad de obrar
éticamente: «Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder. En efecto, siempre
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que está nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en
nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando
es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar
cuando es bello, lo estará, así mismo, para no obrar cuando es vergonzoso. Para Kant,
la libertad es un postulado (no demostrable, a priori) de la razón práctica, es la
«condición de posibilidad» de la moralidad. Si no hubiese libertad (independencia de la
voluntad) carecería de sentido todo juicio moral sobre la actuación de un ser humano.
En e1 existencialismo, (sobre todo Sartre) la libertad es 1o que define, esencialmente
al hombre, que es puro proyecto, no sometido a reglas y plena responsabilidad. La
libertad precede a la esencia: el ser (esto o lo otro) le viene al hombre por la libertad. El
hombre consiste en la libertad. «Yo soy mi libertad», y «estoy condenado a ser libre»
(Sartre). Según Ortega y Gasset (Historia conto sistema), «soy por fuerza libre, lo soy
quiera o no. La libertad no es una actividad que ejercita un ente, el cual aparte y antes de
ejercitarla tiene ya un ser fijo. Ser libre quiere decir carecer de identidad constitutiva, no
estar adscrito a un ser determinado, poder ser otro del que se era y no poder instalarse de
una vez para siempre en ningún ser determinado. Lo único que hay de ser fijo y estable
en el ser libre es la constitutiva inestabilidad. Y punto de vista análogo encontramos en
Xabier Zubiri. En otras palabras, la libertad es el acontecimiento radical de la vida: la
existencia humana misma es libertad. Erich Fromm, en su libro Miedo a la libertad,
distingue dos niveles –aunque inseparables– que denomina «libertad-de» y «libertad-
para». Ser «libre-de», o sentido negativo de libertad, es no estar necesariamente
determinado a responder de una cierta manera a un estímulo o conjunto de estímulos; en
cambio, «libertad-para», o sentido positivo de libertad, consiste en 1a auto-
determinación y auto-decisión. La libertad positiva es la capacidad, por parte del
individuo, de gobernarse a sí mismo, de darse a sí mismo las normas de su actuación.

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