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R. Social
R. Social
Corporeidad
Dimensión del ser humano que no nos constituye por completo. Somos más que este:
tenemos alma, un principio de vida con naturaleza espiritual.La idea del alma es común en
todas las civilizaciones y culturas, diversos nombres con una realidad no material que
continúa tras la muerte. Su existencia se reconoce por actos genuinos y humanos:
conocimiento, lenguaje simbólico, autoconciencia, libre albedrío, arte, ética…
Solo lo inmaterial puede amar y tener libertad. Lo material está sometido a las leyes
determinadas. El alma se relaciona con la inmortalidad, llega a un consenso entre
civilizaciones y culturas. Si es un principio de naturaleza espiritual, no estará sometido a la
corrupción pero ninguna es solo corpórea o espiritual.
Cada persona aparece como alguien capaz de tomar las riendas de su vida, de relacionarse
(o no) con el mundo y abrirse (o no) a la Trascendencia de su condición espiritual; ese
carácter individual es inseparable de la persona. Cada humano, es lo más precioso y
misterioso que hay; sujeto subsistente como valores trascendentales.
LA PERSONA COMO SER DE ENCUENTRO:
La dimensión relacional de la persona humana
El hombre no puede desarrollarse plenamente como persona más que en clave de la vida
social e interpersonal. La sociedad no existe al margen de sus nuevos, pero tampoco es
una adición de estos a un colectivo: tiene una entidad propia que aspira a un bien común
para mantener un principio de unidad (“amistad social”, “amistad cívica” o solidaridad). La
sociedad sirve para que los humanos se puedan desarrollar como tal. La realización del
bien común (bien de la naturaleza humana) repercute en cada uno.
El mundo hoy
Quizá lo más destacable de nuestro nuestro momento cultural sea lo que se ha dado en
llamar la “Globalización” que nos permite -por ejemplo- viajar a cualquier parte del mundo
en apenas unas horas o comunicarnos al instante con cualquier persona por internet esté
donde esté y de manera y sencilla y casi-gratuita. A nivel industrial, se produce en
cantidades mucho mayores y a mucho menos costo (por ejemplo, se cultiva el algodón en
EE.UU, se cosen los pantalones vaqueros en Camboya, y se venden en Europa). En
resumen, todo está entrelazado entre sí, y dependemos más unos de otros. Aunque,
con frecuencia, la costurera de Bangladesh apenas percibe unos pocos céntimos de euro
de la camiseta que ha cosido y que se ha vendido en Europa por 15€.
Nuestra participación
Como veíamos, precisamente por pertenecer a un mundo globalizado estamos relacionados
con personas de otros continentes y culturas, tan sólo al comprar un artículo, con quién lo
fabricó, con quien lo empaquetó… y cuando paganos por estos productos, estamos también
remunerando el trabajo de estas personas. De esta manera, nuestro ámbito de influencia
crece mucho más allá de nuestro círculo familiar y de amigos y conocidos.
También los impactos medioambientales, si bien suceden en un lugar del planeta, pueden
afectar al conjunto. En resumen, estamos ya conviviendo, de una manera u otra, con otras
culturas y religiones de todas partes del mundo.
Consecuencias
Solo se podrá hacer frente a los problemas globales si la humanidad se une. ¿Cómo? Con
solidaridad y responsabilidad mutua. Sólo si se podemos llegar a ser una verdadera “familia
humana”. Nada de lo humano nos puede resultar ajeno. Ello nos lleva a analizar cómo está
el mundo y cómo puedo yo-desde mi pequeñez y mis circunstancias- contribuir a su mejora:
cómo construir entre todos un mundo mejor y más humano. En este sentido, el deseo de la
UFV es que cada uno de los estudiantes que pasan por su Campus hagan de sus vidas y
de su profesión un compromiso de contribuir a este fin.
En la Edad Media, por un lado continúa la distinción de clases que aleja de la igualdad pero,
a la vez, comienzan a florecer instituciones de caridad que ponen en el centro a los más
necesitados. En la Edad Moderna se mantiene sustancialmente la misma situación, también
en cuanto a la desigualdad jurídica en una sociedad que sigue siendo estamental,
determinada por cuestiones como la sangre, la propiedad de la tierra o el dinero logrado
mediante la actividad comercial.
A pesar de los nuevo cambios sociales, la dignidad humana se seguía maltratando , lo que
originó una serie de revoluciones (en Europa, principalmente Francia e Inglaterra) que
marcaron el inicio de la Edad Contemporánea, con el desarrollo de dos posibles sistemas
económicos y políticos: el capitalista y el socialista.
El sistema capitalista considera que la libertad individual es el principio básico de la
organización social, política y económica. En el campo de la economía impone la ley de la
oferta y la demanda, con la cual se regulaban los mercados y se afirmaba la no necesidad
de intervención estatal. En el campo político, se imponía la división de poderes y la
confianza en la soberanía nacional (Constitución, Partidos políticos y Parlamentos).
Este sistema se desarrolló con fuerza gracias a la importancia que otorgaba al comercio y al
desarrollo industrial. Por otra parte, la preferencia -y casi exclusividad- por la libertad trajo
consigo graves abusos como las interminables jornadas de trabajo, despidos, explotación
de mujeres y niños, obreros hacinados en las periferias de las ciudades y miseria
generalizada frente al aumento de la riqueza de unos pocos.
Todo lo anterior favoreció la aparición de un segundo sistema que pondría el acento, esta
vez, en la igualdad de todos los ciudadanos. Algo que no se veía posible con la fuerte
división social entre las distintas clases: explotadores (dueños de los medios de producción)
y explotados (los que trabajaban: campesinos y obreros). En este caldo de cultivo aparece
la obra de Carl Marx, que al tratar de poner la igualdad por encima de todo, propone un
proyecto de sociedad reduccionista, especialmente en lo relativo al ejercicio de la libertad
personal: el marxismo.
Con estos dos sistemas queda cerrado el siglo XIX. Liberalismo y marxismo fundamentarían
los dos grandes poderes del mundo occidental durante el siglo XX: EE.UU. y la extinta
Unión Soviética, como protagonistas de dos sistemas contrapuestos: capitalismo y
comunismo que, por explicar la realidad desde una sola perspectiva (libertad o igualdad) no
podían agotarla debido a sus planteamientos reduccionistas.
Existe otro modelo económico, político y social que toma distancia tanto del
marxismo/comunismo como del capitalismo: el distributismo. El pensador de referencia en
de este sistema será G. K. Chesterton con su obra "Los límites de la cordura: El
distributismo y la cuestión social
Download Los límites de la cordura: El distributismo y la cuestión social
" quien propone este nuevo sistema que considera que la libertad y la igualdad son
elementos complementarios y no contarios. Y que pone como principio y fundamento de
todo el sistema a la dignidad de la persona. Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) fue uno de
los grandes intelectuales católicos del siglo XX y el principal ideólogo del distributismo, un
sistema económico inspirado en la antropología cristiana y en la Doctrina Social de la
Iglesia.
En este fragmento de un comentarista de su obra, podemos atisbar unas pinceladas de esta
otra propuesta de sistema de organización económica, política y social menos conocida:
Uno de los rasgos característicos de la modernidad del siglo XIX y XX que más irritaba a
Chesterton era esa manía dialéctica de enfrentar aspectos de la realidad que quizás más
que opuestos son complementarios. Así, la modernidad parecía oponer en una lucha a
muerte el individuo a la sociedad, de modo que, en consecuencia uno estaba obligado a
elegir y para afirmar la libertad individual terminaba olvidando el carácter solidario de los
seres humanos, o bien elegía permanecer en unión y compañía de otros hombres y
entonces renunciaba -y combatía- toda noción de la libertad individual. En otras palabras,
en el tiempo de Chesterton -y en gran medida también en el nuestro- se notaba ya una
fuerte tendencia a considerar que si uno no era un socialista estaba condenado a ser un
liberal [capitalista], y viceversa. (...)
Chesterton, sin embargo, estaba convencido de que estas actitudes dialécticas y
excluyentes eran en realidad modalidades de sendas herejías. Pues la herejía no consiste
en negar la verdad, sino en aferrarse a un solo aspecto de la verdad y desde allí juzgar -es
decir, pre juzgar- la existencia y reducirla toda a ese único aspecto. Por eso toda herejía -y
toda ideología, como justificación del poder por el poder, es en este sentido herética-
termina siendo negativa, reduccionista y excluyente, lo cual se ve en las definiciones que
suelen dar del hombre y de la realidad, que van siempre por fórmulas del tipo: «el hombre
no es otra cosa que...(y aquí puede ponerse: libertad, o sociedad, o genes, o educación, o
cualquier otro aspecto que, de algún modo, configure al hombre)». La realidad -y la realidad
del hombre-, sin embargo, es mucho más abierta, amplia y positiva. Porque es verdad que
el hombre es libre, pero es igualmente verdad que es social y si estos dos aspectos se dan
en él no deberían entenderse como opuestos, sino como un contraste que busca y mueve a
integrarlos en una armónica complementariedad; y aunque esta tarea no sea fácil, en ella va
implicada la plenitud del hombre. Desde esta perspectiva, la sociedad puede ser vista como
el marco adecuado para el desarrollo de la libertad individual y ésta como la condición
necesaria y el impulso para mejorar aquélla.
ONU
Surgió durante la IIGM. Los representantes de 26 Naciones, el 1 de Enero de 1942 firmaron
la Declaración de Naciones Unidas. A continuación, la Conferencia de San Francisco
aprobó la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, que fue firmada por 51
Estados. La ONU contaría con una Asamblea General, un Consejo de Seguridad, un
Tribunal Internacional de Justicia y un Secretario General. Una de las primeras
manifestaciones de su actividad fue la proclamación de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, en 1948, que servirá de ejemplo para redactar la protección de los
derechos fundamentales en numerosas Constituciones nacionales.
Estos eran los objetivos y principios en los que se basaría la ONU:
1. Garantizar la paz y la seguridad a nivel mundial.
2. Fomentar las relaciones de unidad entre los pueblos sobre la base de
principio de igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos.
3. Realización de la cooperación internacional para solucionar problemas de
carácter económico, social, cultural y humanitario.
4. Protección y promoción de los Derechos Humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos
Links to an external site. es un documento que marca un hito en la historia de los derechos
humanos. Elaborada por representantes de todas las regiones del mundo con diferentes
antecedentes jurídicos y culturales, la Declaración fue proclamada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su (Resolución 217 A (III)
Links to an external site.) como un ideal común para todos los pueblos y naciones. La
Declaración establece, por primera vez, los derechos humanos fundamentales que deben
protegerse en el mundo entero y ha sido traducida a más de 500 idiomas. La DUDH es
ampliamente reconocida por haber inspirado y allanado el camino para la adopción de más
de setenta tratados de derechos humanos, que se aplican hoy en día de manera
permanente a nivel mundial y regional (todos contienen referencias a ella en sus
preámbulos).
Tras la caída del Muro de Berlín, la división Este-Oeste deja paso a otra división: la del
Norte y el Sur, que vienen a ser países ricos - países pobres. Y, ya en este contexto, se
descubre con claridad que las Organizaciones internacionales y las demandas de la
sociedad civil -si bien tienen un efecto positivo en la sociedad-, son insuficientes para
atenuar las injusticias que albergan en su seno las diferentes sociedades. Y es en estos
espacios que quedan sin cubrir donde destaca la presencia de las ONGs, así como el que
ya venía realizando desde siglos atrás la Iglesia en materia de ayuda social.
En 1891, a la acción de los cristianos se sumará la enseñanza de los Papas con el primer
gran documento de contenido netamente social: La encícica Rerum novarum de León XIII,
en la que se enfatiza la labor de la Iglesia en materia social, como la manera de hacer
presente a Cristo en la historia.
Los grandes problemas de nuestros días no tienen fronteras. De una u otra forma nos
afectan a todos a causa de la globalización. La interdependencia entre los países es cada
vez mayor hasta el punto de poder afirmar que la humanidad entera viaja ya en un mismo
barco.
El hombre es un ser social por naturaleza. Es un ser de encuentro. Por eso, el encuentro
con el otro es la manera que tiene para humanizarse más. En el encuentro de dos
personas, ambas se enriquecen.
Preguntamos, de nuevo, por fin: ¿cómo es posible el cambio? Desde el interior de cada uno
de nosotros, cuando descubramos nuestra auténtica dignidad: ser para el otro. Por
supuesto, es importante la respuesta institucional, y también la respuesta social, que debe
evolucionar de una ética del interés a una ética de la gratuidad y la generosidad, de una
cultura consumista a una cultura solidaria. Para todo ello es necesaria una respuesta
personal.
Contexto histórico
Sabemos por la antropología que el hombre tiene una dimensión que es su interioridad e
intimidad. Pero también hay un mundo a su alrededor, y el ser humano se abre a ese
mundo que está fuera de él porque lo necesita.
Una persona aislada no se realiza como persona, porque ni siquiera llegaría a reconocerse
a sí misma como tal [...] Que los humanos no hemos sido hechos para estar solos se
deduce incluso de una consideración meramente biológica de nuestra existencia.Nacemos
en una evidente indigencia fisiológica, como si no nos hubiésemos terminado de formar en
el seno materno. (Sánchez-Palencia et al. 2010: 65)
Necesitamos a los demás porque tenemos otra dimensión natural que es social.
Aristóteles veía al hombre en la ciudad y a esta como una comunidad social porque, para él,
el ser humano es primordialmente social y político y debe buscar el bien con los valores de
la justicia y el respeto a las leyes. Para Aristóteles, el fin de la vida social es la felicidad.
A partir de los siglos XVII y XVIII cambia la concepción clásica de la sociedad porque
cambia la idea del ser humano, situándola en un estado natural y aislado: se piensa que la
sociedad lo corrompe y le hace daño, que hay que hacer un pacto para la convivencia y la
supervivencia y así las cosas funcionarán mejor. De esta idea individualista del ser humano
surge la visión moderna y posmoderna de un ser humano que se mueve por intereses entre
otros seres humanos que, la mayoría de las veces, le generan desconfianza y temor, y eso
no es bueno para él.
Sin embargo, partiendo de la concepción clásica de Aristóteles, las personas no se asocian
únicamente para sobrevivir sino, especialmente, para ser felices. Según esto, debe haber
una organización que tiene que colaborar para que las personas seamos felices. Para ser
felices en nuestra sociedad, ésta debe ser profundamente ética, y esta relación entre el fin
de la sociedad y la ética no la debemos perder de vista. El ser humano precisa unos bienes
necesarios para poder llevar una vida digna. De esta forma, dependiendo de cómo sea una
sociedad y los valores que defienda, el ser humano podrá desarrollarse plenamente o no.
Solemos caer en el error de delegar por completo nuestra responsabilidad como parte de la
sociedad que formamos en las instituciones políticas y públicas, enfriando nuestro
compromiso. El actual momento cultural tiene una serie de mitos (el "progreso", el placer,
negar cualquier tipo de trascendencia, el relativismo moral) que nos ha llevado a considerar
un prototipo de ser humano solo, desconfiado y triste porque no confía en nadie ni en nada.
Los elementos de la vida social son la acción humana y el lenguaje. Los seres humanos nos
reunimos, creamos relaciones y formamos asociaciones, instituciones y comunidades.
Desde que nacemos vivimos en nuestra familia, que es una pequeña comunidad. A través
del lenguaje podemos compartir el conocimiento, nos manifestamos y nos comunicamos
con los demás. Sin comunicación no hay sociedad., como no existe la amistad o el amor sin
el diálogo. Es en este sentido en el que se puede definir la sociedad como un sistema de
intercambio. Las acciones mediante las cuales se dan estos intercambios necesitan de una
cierta organización. Para eso surgen las instituciones y por eso la autoridad debe vigilar que
haya justicia y que la vida social sea pacífica.
Otro aspecto de la vida social es la orientación hacia el bien común, el bien de todas las
personas y de toda persona. Porque la persona no puede realizarse solo en sí misma,
prescindiendo de su ser "con" y "para" los demás. Vivimos en el seno de una familia, de un
barrio, de una ciudad, de un país; es decir, bajo una identidad que nos arropa. Por eso es
bueno que nos relacionemos con nuestro entorno (amigos, trabajo, asociaciones culturales,
parroquia, etc.), porque compartimos unos valores, proyectos, ilusiones, fines y tareas que
dan sentido a nuestras relaciones sociales.
Una sociedad basada en valores enriquece a todos sus miembros. El desfío de nuestra vida
social es la del ser humano solo y abandonado en una sociedad confusa, ausente de
valores y sin un sentido trascendente de la vida.
La familia
El hombre es un ser social por naturaleza. Por eso, tiende de manera natural a formar
comunidades (familias). Dentro de la familia, son los padres los primeros encargados de
transmitir a sus hijos la experiencia del amor y a las primeras lecciones de sabiduría.
La familia es la primera sociedad natural y la más importante de todas. Por ello posee
derechos especiales y se encuentra en el centro de la vida social. Es, además, el lugar en el
que nace la vida humana y en el que se dan las primeras relaciones interpersonales.
En la familia se quiere sin condiciones. Esa es la experiencia insustituible que todo ser
humano experimenta en la familia. En ella, varias generaciones viven juntas y comparten
mutuamente su cariño, solidaridad, aprecio, apoyo desinteresado, ayuda y justicia. Cada
miembro de la familia es reconocido por los demás en su dignidad y, como tal, es acogido,
aceptado y respetado sin que para ello haya de demostrar o hacer nada. Todos, ellas y
ellos, sienten tal amor. La persona en sí no es un medio para algo, sino un fin en sí mismo.
Por ello, la familia constituye el lugar central de la integración humana. En ella crecen los
valores humanos y sociales necesarios para el Estado y para los más diferentes ámbitos
sociales (como la economía, la política o la cultura).
Resulta, por tanto, extremadamente importante que cada uno experimente la familia. En la
familia se experimenta por primera vez la vida en comunión con los demás, que es algo
propio y satisfactorio para la naturaleza humana; en ella se aprende también a amar y
aceptar a los demás sin condiciones. En un ambiente positivo como este, cada miembro de
la familia puede desarrollar sus capacidades y prepararse para afrontar todo lo que la vida
le depare, acopiando fuerzas para ello. En la familia se descubre también qué significa
asumir responsabilidades, pues ningún miembro de ella puede vivir independientemente.
Todos (padre, abuelos e hijos) se entregan a sus obligaciones contraídas con los otros
miembros de la familia.
Familia y educación
Ante todo se ha de garantizar que los padres tengan el derecho primario y el deber de
educar a sus hijos ellos mismos. En la educación de los hijos las funciones de la madre y
del padre son igualmente necesarias. Sólo los Estados totalitarios arrebatan este derecho.
No obstante, la familia no es un sistema cerrado que existe solamente para sí. La dimensión
social humana exige que los hijos no sean únicamente educados por sus padres, sino que
su educación debe ser completada con la colaboración entre la familia y otras instituciones,
entre las que sobresale la escuela, además de otras como la parroquia o las asociaciones
deportivas. Así, el objetivo de una educación global es que los hijos sean educados en el
diálogo, el encuentro, la sociabilidad, la legalidad, la solidaridad y la paz. En esta labor de
educación, además de las palabras, son fundamentales los testimonios y los modelos de
vida.
Las importantes contribuciones que la familia hace a la sociedad (aunque muchas veces
pasen desapercibidas) tienen como consecuencia el deber de la sociedad y del Estado por
hacer algo por la familia, además de que ella es la unidad más pequeña e irrenunciable de
la sociedad.
¿Qué pueden hacer la sociedad y el Estado por la familia? No se trata de que absorban los
deberes primigenios y propios de la familia. Ante todo, es muy importante que tanto la
sociedad como el Estado reconozcan a la familia como algo especial y central. Lo que se
traduce en políticas familiares orientadas a favorecer que las familias puedan asumir sus
responsabilidades con la máxima libertad posible.
Comunidad política
La comunidad política surge porque el hombre se organiza creando instituciones que tengan
autoridad y gobiernen. Aparece una comunidad cuando las personas tienen valores en
común y buscan el bien para todos. Por ello, la razón de ser de la comunidad política es
trabajar para el bien común; de hecho, es ahí donde alcanza su pleno sentido.
Esta integración voluntaria por parte de las empresas de las preocupaciones sociales y
ambientales en sus operaciones y sus relaciones con sus interlocutores la llamamos
responsabilidad social corporativa. Debe ser tenida en cuenta como estrategia global de la
empresa para lograr la adaptación entre los objetivos personales y los empresariales,
facilitando a su vez que la comunicación entre los grupos de interés sea más transparente y
comprensible.
Adoptar una cultura de Responsabilidad Social Corporativa le atrae a una empresa
numerosas ventajas, tanto a nivel interno como externo: Mejora la reputación empresarial y
aporta valor diferencial. Fideliza a los clientes y aumenta la posibilidad de captar otros
nuevos. También fideliza a los trabajadores y ayuda al sentimiento de pertenencia
EL MUNDO LABORAL
¿Qué significa el trabajo para el ser humano? Para muchos es una suerte poder trabajar,
poder hacer algo por sí mismo y para los demás. Estar desempleado o no ser útil arrebata
al ser humano su dignidad (no ontológica). Con el trabajo se desarrollan competencias y
capacidades y se participa del desarrrollo económico, social y cultural. El trabajo puede ser
un valioso servicio a los demas. Cuando los niños o los jóvenes se preparan para el futuro,
no lo hacen únicamente para aprender a ganarse la vida; con su futuro trabajo contribuirán
al buen desarrollo del mundo.
¿Qué relación existe entre el trabajo y el éxito profesional y el fin auténtico del ser humano?
El trabajo es parte de la vida, pero no es la vida en sí. Cuando se convierte al trabajo en un
fin en sí mismo, o en una adicción, o en un modo de acumular dinero o adquirir fama (los
cuales no son el fin del ser humano), el trabajo se convierte en un modo de esclavitud. El
trabajo adquiere su pleno sentido y su dimensión más humana cuando se ordena al
auténtico fin de la vida humana: una vida pacífica en sociedad, al servicio de su familia.
¿Existe un derecho al trabajo?
El trabajo remunerado es para la gran mayoría la fuente de ingresos más importante y, con
frecuencia, la única. Además, el trabajo es una dimensión esencial de la propia realización
de la persona y de su participación social. Por ello, el desempleo supone algo más que la
pérdida material de ingresos, y se suele traducir en aislamiento, en dudar de sí mismo y en
exclusión social o enfermedad. Por lo tanto, sí, se puede hablar de un "derecho moral al
trabajo". Por lo que todas las fuerzas sociales -empresas, sindicatos, grupos políticos-
tienen la obligación de hacer realidad este derecho persiguiendo el objetivo del pleno
empleo.
Conflictos en el mundo laboral en la historia
En el siglo XIX, la Revolución Industrial y la expansión de la libre economía de mercado, de
la mano de un rápido desarrollo técnico, se produjo un crecimiento económico sin
precedentes en Europa. Sin embargo, las condiciones de trabajo y salario de las primeras
fases de la Revolución Industrial constituyeron una clara violación de los derechos y
dignidad de las personas. Era una exigencia de justicia que los trabajadores pudieran
participar también de la creciente prosperidad económica.
Como respuesta a esta situación Karl Marx (1818-1883) desarrolló su doctrina comunista,
entendida como una lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, la cual debía ser
desposeída mediante la violencia para instaurar una "dictadura del proletariado". Como
consevuencia de estas ideas, la ideología comunista deparó a la humanidad un dolor
inimaginable en el siglo XX. Y es que la verdadera solución no pasa por la violencia, sino
por un equilibrio justo de los intereses de los diferentes agentes socioeconómicos.
Los trabajadores de las fábricas eran tratados como "máquinas humanas" y dejados al
margen de la sociedad. Hoy en día, asistimos a la misma situación en muchos países. Y la
respuesta para remediarla sigue siendo la misma: la participación real de los trabajadores.
Una participación en la empresa que permita al trabajador compartir decisiones en su
puesto de trabajo, así como una participación social en la sociedad y en el Estado, según la
cual los trabajadores puedan vivir como verdaderos ciudadanos con todos los derechos y
obligaciones.
Trabajo "objetivo" y "subjetivo"
La dimensión objetiva del trabajo es la "productividad laboral" (de una empresa o de un
trabajador). La dimensión subjetiva, por el contrario, considera la dignidad que conlleva el
trabajo por ser un ejercicio humano. Puesto que el ser humano posee el capital como un
instrumento externo a él, mientras que el trabajo es expresión esencial de la persona y su
dignidad -que es quien lo ejerce-, se dedude un "principio de prioridad del trabajo sobre el
capital" por el cual nunca son justificables condiciones de trabajo o de salario que exploten o
denigren a las personas (al margen que ello se dé por intereses del capital, por exigencias
de la competencia o por la dureza de la globalización).
¿Qué relación existe entre el trabajo y la propiedad privada?
Karl Marx y Friedrich Engels escribieron en su "Manifiesto comunista" de 1848 que el
programa del comunismo podría resumirse en "una fórmula única: la abolición de la
propiedad privada". Desde la centralidad de la persona y el destino universal de los bienes
de la tierra este presupuesto es inaceptable: los bienes de la tierra son para todas las
personas. Un destino universal del que se deduce la obligación social de la propiedad; es
decir, que las propiedades no se han de usar egoistamente, sino que se han de compartir
para el bien de todos. Aplicado al trabajo, este principio se traduce en que las inversiones
han de servir para la creación de nuevos puestos de trabajo y para la expansión del bien
común.
¿Qué sucede con los que trabajan en condiciones precarias? ¿Qué relación existe
entre el trabajo y la vida de familia?
El trabajo se convierte en precario cuando la remuneración por él queda por debajo del
salario medio y, de esta manera, al trabajador se le impide planificar su futuro o se le limitan
sus derechos. El ser humano tiene derecho a trabajar y a percibir un salario justo.
Es el trabajo el que aporta el fundamento material y moral sobre el que se forma la vida
familiar. Es salario asegura los medios de subsistencia de la familia. Sin embargo, para
mucho no es fácil conciliar la vida familiar y el trabajo. Las empresas, los sindicatos y el
Estado deben, por ello, esforzarse conjuntamente en promover nuevos modelos laborales
que, gracias a su flexibilidad, permitan la ocupación laboral y favorezcan la conciciación de
trabajo y familia.
Los derechos de los trabajadores
Los derechos de los trabajadores deben ser protegidos por un derecho especial: el "derecho
de los trabajadores". Éste protege, por ejemplo, de la infrarremuneración salarial, garantiza
el derecho al descanso (tener el domingo libre y vacaciones) y asegura al trabajador en los
casos de desempleo y enfermedad, así como de las previsiones sociales vinculadas a la
maternidad.
¿Cuándo un salario es justo?
Cuando los trabajadores tienen una remuneración suficiente como para garantizarles a ellos
y a sus familias un sustento para vivir; para ofrecerles a él y a los suyos de vivir una vida
digna, No obstante, es difícil determinar con exactitud la cantidad concreta de un salario
justo. Este se ha de regular según la actividad y el rendimiento de cada uno, así como en
función de la productividad de las empresas y teniendo en cuenta el entorno social y
económico. Los sueldos muy altos pueden hacer peligrar la competitividad global y, por lo
tanto, afectar negativamente al bien común. Por ello, debe existir un proceso justo para la
fijación de los salarios. En este proceso juegan un papel importante los sindicatos.
De manera subsidiaria, el Estado debe garantizar un salario mínimo. También la estructura
salarial debe ser justa en su conjunto. Y, en beneficio de la paz social, dentro de una
sociedad no deben existir diferencias excesivas entre lo que ganan los trabajadores de a pie
y los grandes directivos.
Los sindicatos
La persona humana necesita la vida social. Esta no constituye para ella algo sobreañadido
sino una exigencia de su naturaleza. Por el intercambio con otros, la reciprocidad de
servicios y el diálogo con sus hermanos, el hombre desarrolla sus capacidades.
Se expresan (o perciben) como los valores que manifiestan tanto el carácter social de la
persona como el carácter personal de la sociedad. Se fundan en la naturaleza dialógica de
la persona y ofrecen criterios válidos para orientar su acción social.
Decimos que son principios porque tienen un carácter primigenio, originario, no se pueden
demostrar, aunque sí mostrar, poner de manifiesto. Decimos que lo son en un sentido
ontológico porque expresan el modo de ser de la sociedad; y en un sentido ético porque
marcan pautas de acción que vinculan necesariamente la libertad, dándole un sentido. En
definitiva, son aquellos que conforman los cauces de una auténtica responsabilidad social.
Son: