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Sin memoria, no hay creatividad, pues esta consiste, básicamente, en ofrecer una respuesta
nueva a un problema y, para ello, es imprescindible conocer bien tanto el problema como las
respuestas que se le han venido dando. En caso contrario, se corre el riesgo de pasarse la vida
descubriendo el Mediterráneo. Joan Roca, el famoso chef, lo dice así: «Nuestra memoria es
una fuente de inspiración y un recurso fundamental para crear platos nuevos». Pero quien
más ha insistido en esta cuestión ha sido —sigamos entre cazuelas — el legendario Ferran
Adrià. La innovación, repite, no consiste en mezclar ingredientes. Eso es algo que se puede
hacer con los ojos cerrados. Hay que comprender para crear.
En su Testamento literario (1929), Armando Palacio Valdés nos confiesa: «No hay entre
nosotros, los escritores, uno solo que no haya empezado por beber su inspiración en algún
libro… ¿quién puede medir lo que debe a sus predecesores?». Viene a ser lo mismo que decía,
bajo el seudónimo de Alain, el filósofo y escritor Émile-Auguste Chartier (1868-1951): «No
hay más que un método para inventar, que es imitar. No hay más que una manera de pensar
bien, que es continuar algún pensamiento antiguo y riguroso [47]». Es cierto que, a veces, la
chispa creativa se enciende en el momento más inesperado y sin saber muy bien cómo ha
surgido. Pero sí sabemos que no ha surgido de la ignorancia y que, cuando aparece en la
espontaneidad del espíritu, hay que esforzarse por analizarla, juzgarla, compararla y darle
una forma concreta mediante el esfuerzo metódico.
Para que la casualidad de una iluminación repentina dé lugar a una innovación, ha de haber
ahí alguien con suficientes conocimientos como para darse cuenta de ello. Un Alexander
Fleming, por ejemplo. Hay mucho conocimiento tácito detrás de cada innovación. Siempre
está precedida y continuada de mucho trabajo metódico. Isaac Newton se mantenía al tanto
de toda la física de su tiempo cuando descubrió las relaciones entre las cosas que le
permitieron formular la teoría de la gravitación universal. Y, sin embargo, no ha pasado a la
historia como un cocinero creativo o un músico creativo. Quiero decir que, siendo un genio,
su genialidad solo se puso de manifiesto en el campo que dominaba. Lo mismo podemos
decir de Pablo Picasso o de Lionel Messi.
El fenómeno de la creatividad se vuelve más complejo cuanto más de cerca lo analizamos, así
que conviene desconfiar de quien nos ofrece respuestas fáciles. Se habla poco, por ejemplo,
de la necesaria asociación entre creatividad y moralidad. No todo comportamiento creativo
es digno de alabanza. Ha habido mentes criminales con una extraordinaria refinación
creativa… y en nuestros días hemos descubierto lo deshonesta que puede llegar a ser la
llamada «contabilidad creativa»