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Introducción a la Liturgia
I EL CULTO
Cuando hablamos de la palabra culto, esta, no goza de mucho interés cuando se la
contrapone a otros aspectos de la misión de la Iglesia, si bien es cierto que en la Escritura
se hacen fuertes críticas al culto meramente formal.
1. Noción La palabra culto se origina del latín, cultus, colere que significa honrar,
venerar. Aunque ciertamente, demasiado genérica aun dentro del lenguaje religioso. Para
dar una definición más cercana a la idea se puede decir que el culto es la expresión
concreta de la virtud de la religión, en cuanto manifestación de la relación fundamental que
une al hombre con Dios, relación que comprende actos internos y externos que nacen en
el momento en que el hombre se reconoce como creatura de Dios y se impulsa a mostrarse
conforme con su dependencia mediante actos de adoración.
El culto consta de elementos que lo hacen parte de la celebración de la Iglesia entre
los que se encuentran la actitud de sumisión, la adoración, la tendencia hacia Dios, la
dedicación o entrega a él en el servicio religioso, y las reacciones emocionales ante
fascinante de lo sagrado del misterio.
2. Del culto «natural» al culto «revelado» Desde el enfoque de la revelación
bíblica, que tiene su consumación en Jesucristo, la originalidad del culto revelado no
consiste tanto en las formas cultuales o en el contenido del mismo, Si no más bien el culto
revelado, al aceptar formas y modos de expresión de otras religiones, entremezcla la
experiencia y asume los resultados logrados por la humanidad en su camino de búsqueda
de lo trascendente. Estas religiones, a través de la experiencia de Dios, sitúan a los
hombres que no han conocido a Cristo y se esfuerzan en vivir honestamente de acuerdo
con los preceptos y doctrinas, a los que llega también la luz verdadera.
Ya desde la Antigua Alianza el culto que caracterizaba al pueblo de Israel estaba
centrado en la adoración de un Dios único, ligado a la revelación de Moisés, alejándose
de las divinidades paganas para tener un encuentro personal con el Señor. Este culto del
Antiguo Testamento posee unas características que determinaron su plenitud, una es la
dimensión comunitaria del culto a través de una combinación entre los sociopolítico y
religioso; otra de ellas es la dimensión de los ritos, oblaciones y sacrificios como expresión
espiritual y la dimensión escatológica ligada con la conmemorativa para demostrar que el
Señor cumplía sus promesas.
II. LA LITURGIA
La palabra liturgia es de gran uso en la actualidad para referirse a la acción
santificadora de la Iglesia, por ello haciendo una retrospectiva es interesante conocer su
origen y evolución.
1. La palabra «liturgia» Etimológicamente el término liturgia procede del griego
clásico, leitourgía (pueblo, popular) y érgon (obra), esta se usaba en sentido absoluto, sin
necesidad de especificar el objeto, para indicar el origen o el destino popular de una acción
o de una iniciativa, independientemente del modo como se asumía ésta. En el Antiguo
Testamento la liturgia vino a designar un servicio público que afectaba al ámbito religioso
o al culto oficial de los dioses. En el Nuevo Testamento se le da un sentido civil de servicio
público oneroso. La carta a los hebreos aplica a Cristo, y sólo a él, esta terminología para
acentuar el valor del sacerdocio de la Nueva Alianza.
2. Definición de liturgia antes del Vaticano II Los primeros intentos de definición
del Movimiento litúrgico eran de tres clases, a saber, estéticas, jurídicas y teológicas.
Durante este periodo, la liturgia fue presentada como un misterio o acción ritual que hace
presente y operante la obra redentora de Cristo en los símbolos cultuales de la Iglesia.
Entre las definiciones de la liturgia antes del Concilio Vaticano II, ocupa un lugar relevante
la que ofrece la encíclica Mediator Del, en la que se plantea que el fundamento de la liturgia
es el sacerdocio de Cristo, de manera que la Iglesia, fiel al mandato recibido de su
fundador, continúa en la tierra su oficio sacerdotal.
3. El concepto de liturgia del Vaticano II Este concilio hizo un manejo
extraordinario del término liturgia, fundamentalmente a través de la constitución
Sacrosanctum Concilium, que sitúa a la liturgia como un elemento esencial en la vida de
la Iglesia, y que además determina la situación presente del pueblo de Dios. La reforma
litúrgica del Vaticano II la envuelve en la consideración del sacerdocio de Jesucristo a
través de signos sensibles que buscan la santificación del hombre. Los padres conciliares
se preocuparon por otorgar a la liturgia una noción estrictamente teológica, pero sin dejar
a un lado aspectos antropológicos, estableciendo una relación de dependencia entre el
misterio del Verbo encarnado y su Iglesia.