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¿CORREGIR A UN AMIGO QUE SE EQUIVOCA? ¿ESO ESTÁ BIEN?

8 CLAVES SOBRE LA CORRECCIÓN FRATERNA

Desde que escribo en público y comparto reflexiones y recursos para la pastoral con la
intención de hacer el bien a los demás me veo obligado a hacer dos ejercicios que de seguro
tú, aunque no escribas, también debes hacer frecuentemente: 

Analizarme en tercera persona (como si fuera un espectador de lo que hago) para poder
ver cómo me comporto frente a las diversas situaciones de la vida y compararlo con el
“cómo debería comportarme” sobre todo porque intento vivir lo que semanalmente te voy
escribiendo a ti que lees estos post frecuentemente.

Atender a los comentarios que recibí luego de escribir (por parte del equipo editorial) y
luego de publicar, por parte de ti y de todos los que visitan el sitio. Generalmente los más
sabrosos y edificantes, son los que dicen que mi post es un desastre y todo está mal.

Es que la visión de uno mismo tiende a estar nublada, llena de pelusas, como cuando uno
recién despierta por la mañana, la corrección fraterna y la crítica con altura de miras y con
amor, ayuda a mirarse con claridad. Cuando alguien que te está hablando tiene algo
asomado por la nariz, seguro te pasa que es inevitable mirar para otro lado, o cuando alguno
se pasea muy campante con la cremallera del pantalón abierta. Ni el portador de la viscosa
sustancia o el exhibicionista involuntario saben lo que los demás vemos en ellos y seguro se
avergonzarán si les decimos, pero su pena será menor si les decimos en privado y con
cariño a que si siguen mostrando en público y exponiéndose a las burlas.

Si da vergüenza decir: «amigo tome aquí tiene papel límpiese la nariz» es mucho más
incómodo corregir a quien se equivoca. La corrección fraterna es de las cosas más
difíciles dentro de nuestra experiencia de fe, pues no siempre lo hacemos bien y tampoco
sabemos recibirla bien. Muchos abandonan sus grupos y se enemistan con sus hermanos
de fe por no saber dar una corrección fraterna o por no saber cómo recibir una. Es por eso
que queremos proponerte una lista con algunas ideas importantes para aprender a
hacer una corrección y para aprender a recibirla. Esperamos les sea de mucha utilidad.

1. LAS CORRECCIONES A NADIE LE CAEN BIEN, PERO HACEN MUCHO BIEN.

"Ninguna corrección nos alegra en el momento, más bien nos duele, pero con el tiempo, si
nos dejamos instruir, nos traerá frutos de paz y santidad” (Hebreos 12, 11). Es incómodo
ser corregidos, pero todos lo necesitamos. Por lo tanto, recibe esas palabras con el
corazón abierto y acogiendo con esperanza, pues seguro que las cosas que tienen para
decirte tus amigos, aunque dolorosas, darán muchos frutos en ti.
2. ESCUCHA EL BIEN.

La mayoría de las veces que me dicen “tengo que decirte algo por tu propio bien” pareciera
que no tienen nada bueno que decirme. Sin embargo, lo que más necesitamos escuchar es
lo último que queremos oír. Si vas a corregir, que sea buscando el bien del otro, no solo
reprender; si has sido corregido, busca el bien que quieren hacerte y no lo tomes solo como
una crítica. Uno siempre espera que las críticas sean constructivas, pero es difícil sentir que
una crítica es constructiva cuando eres tú quien la está recibiendo. Abre tu corazón para
escuchar el bien que te quieren decir.

3. SI CORRIGES, HAZLO CON AMOR, SOLO DE ESA FORMA SERÁ FRATERNO.

“El que sirve al Señor no debe tomar parte en querellas. Por el contrario, tiene que ser
amable con todos, apto para enseñar y paciente en las pruebas. Debe reprender con dulzura
a los adversarios, teniendo en cuenta que Dios puede concederles la conversión y llevarlos
al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 2, 24-25).

Si amas a quien corriges, nunca dirás palabras duras o hirientes, en cambio si no le amas o
siquiera le tienes un mínimo cariño, probablemente vas a ser más pesado que tren a
pedales. El amor es prerrequisito para corregir.

4. DESPRECIA LA CONDUCTA ERRADA, NO A TU HERMANO

Si quieres hacerle ver a tu hermano que ha sido irresponsable al llegar tarde


frecuentemente, es justamente eso lo que hay que hacer: decirle que ha llegado tarde
algunas veces. Pero si generalizas y criticas toda su persona diciendo: "eres un
irresponsable y siempre llegas tarde", entonces no criticas solo la acción incorrecta, sino que
desapruebas a toda la persona. Recuerda que los cristianos despreciamos el pecado,
pero amamos al pecador. Ten cuidado y no mezcles las cosas.

5. ¿CASTIGO O PENITENCIA?

Cuando trabajaba como profesor y estaba a cargo del equipo de Hockey femenino del
colegio. Muchas veces las niñas tenían mal rendimiento académico o su conducta no era la
más adecuada en clases. Los padres, como castigo les quitaban el deporte y cualquier otra
actividad extra programática. Siempre intercedí por esas niñas pues, ¿es prudente quitarles
la instancia donde aprenden valores, disciplina, compañerismo y respeto? ¿Será más
edificante privarlas de aquello que les hace bien? A veces en nuestras familias o
comunidades la gente se equivoca y los castigamos quitándoles justamente aquello
que los mantiene con los pies en la tierra. Es mejor pedirles que con un corazón sincero y
arrepentido ofrezcan su tiempo ayudando, sirviendo, pero siempre cercanos a la comunidad.
6. EN EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO, JESÚS NOS ENSEÑA COMO CORREGIR
CON AMOR A NUESTROS HERMANOS.

Primero llámalo a solas. “Por eso, si tu hermano te ofende, ve  y llámale la atención a


solas. Si te hace caso habrás ganado un hermano” (Mateo 18, 15).

Cuidar la dignidad del otro es primordial, pues ante todo la corrección es un acto de
amor, por lo tanto, evitaremos hacer una corrección en público dañando la imagen de
nuestro hermano ante los demás.

7. SI NO TE HACE CASO, HAZLO ACOMPAÑADO.

“Si no te hace caso, toma contigo uno o dos, para que cualquier asunto se resuelva en
presencia de dos o tres testigos” (Mateo 18, 16). Muchas veces es necesario que te
acompañen, no para encerrarlo y confrontarlo violentamente, sino para demostrar
preocupación, compromiso y afecto. Esos “testigos” de los que habla la palabra de Dios
son los padres, otro amigo, la pareja o un profesional especialista en la situación que están
viviendo.

8. BUSCA CONSEJO EN LA COMUNIDAD.

“Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano"
(Mateo 18,17). Busca ayuda en la comunidad, pero si tu amigo quiere continuar
ensimismado en su mal quiere decir que no quiere ser ayudado. Uno nunca quiere llegar a
este punto, pues es tremendamente doloroso para todo el mundo, pero hay ocasiones en
que las faltas son graves y el pecado no solo daña al pecador sino que a quienes lo rodean y
se hace necesario apartar con amor y cuidado a quienes por voluntad propia han seguido
caminos contrarios al bien, a la recta intención y al amor fraterno.

En estricto rigor, si alguien se comporta así, ya se ha apartado voluntariamente de su


comunidad. Pero que quede claro que no se trata de echar a todo aquel que comete
errores, de hecho es todo lo contrario, todos somos frágiles y debemos acogernos,
cuidarnos y acompañarnos cuando extraviamos el camino, pero hay ocasiones en que algún
pecado o comportamiento se riñe con la fe, con el amor, con la comunidad y la integridad de
las personas. En este caso, siempre son aquellos que poseen autoridad (no cualquiera), los
que están llamados a discernir qué hacer con ese hermano. Un ejemplo de esto es cuando
un Obispo indica que una persona amerita alejarse de la comunión.

FUENTE:

https://catholic-link.com/galeria-que-es-correccion-fraterna-como-vivirla/
10 CONSEJOS PARA DETENER EL CHISME, RECOMENDADOS POR UN
SACERDOTE

El P. Dwight Longenecker, autor de varios libros católicos y párroco de Our Lady of the
Rosary en Carolina del Sur, Estados Unidos, propone algunas iniciativas para abandonar el
chisme, acción que destruye al hombre a través de la calumnia, la murmuración y la mentira.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, en su numeral 2507, “el respeto por la reputación
y el honor de las personas prohíbe toda detracción y calumnia en palabra o actitud”.

En ese sentido, en su artículo publicado en el National Catholic Register, el sacerdote da 10


maneras de detener el chisme ya sea en la escuela, trabajo, familia o vida parroquial.

“Casi siempre los chismes se tratan de medias verdades. Una persona obtiene un lado de la
historia y una parte de la verdad, luego saca la conclusión equivocada y le dice a otra
persona. La mentira se vuelve exagerada y se extiende aún más. En poco tiempo las
personas inocentes son arrastradas a una vorágine de chismes, insinuaciones y mentiras”,
sostuvo.

Aquí las 10 maneras propuestas por el sacerdote para detener el chisme:

1. No creer en nadie y creer en todos

“En otras palabras, cree lo que la persona te ha dicho. Realmente piensan que lo que han
dicho es verdad y desde su punto de vista es cierto. Sin embargo, recuerde que siempre,
siempre, siempre hay otro lado de la historia. Por lo tanto, no les creas. Detente y muerde tu
lengua”, sostiene el párroco.

2. Reunir todos los hechos

El sacerdote indica que no se debe tomar la palabra de nadie reunir los hechos que en
realidad ocurrieron, sino averiguar “realmente con tantas personas como sea posible”.

3. Ir a la fuente

“Por el amor de Dios, tenga el coraje, la gracia y el sentido común para ir a la fuente. Si
Mildred habla sobre George, ve directamente a George para averiguar los hechos”, afirma el
P. Dwight.

4. Dar a todos el beneficio de la duda


El presbítero sostiene que siempre es bueno creer lo mejor y no lo peor, es decir, que “si
escuchas algo malo acerca de alguien, imagina por qué lo hicieron (si realmente lo hicieron)
y cuáles podrían ser sus buenas motivaciones”.

5. Callarse

“No tienes que hablar y contarle todo a todo el mundo. Incluso un tonto es considerado sabio
si mantiene la boca cerrada. Habla la mitad de lo que escuchas”, aconseja el P. Dwight.

6. Desafiar los chismes

El sacerdote indica que uno no debe ser crédulo y preguntar directa pero dulcemente a la
persona: “¿De verdad sabes si esto es cierto?”.

7. Desafiar el chisme con dureza

“¡Lo que me estás diciendo es un chisme sucio y destructivo! ¡Me niego a creerlo y creo que
deberías mantener la boca cerrada!”, es otra opción que da el párroco, quien asegura que
esta no gustará.

8. Fijar los ojos en la verdad

“¿Por qué perder el tiempo en chismes tontos e inútiles?”, pregunta el P. Dwight.

9. Enfocarse en los demás

El P. Dwight intenta pensar cómo piensan quienes propagan los chismes: “¿Sabes por qué
te gustan los chismes? Porque te hace sentir superior. Chismeas negativamente sobre otros
porque piensas que eres mejor que ellos. Entonces envenenarías y destruirías sus vidas
para sentirte bien por un momento”.

10. Orar por las personas involucradas

El presbítero concluyó que debe ofrecerse una oración por quienes propagan el chisme
diciendo “Señor, ten piedad”.
FUENTE:
https://www.aciprensa.com/noticias/10-consejos-para-detener-el-chisme-recomendados-por-
un-sacerdote-21428

LA MALEDICENCIA

José Miguel Arráiz, el 23.12.11 a las 3:31 PM

Quiero comenzar estas reflexiones con esta antigua anécdota:

Un joven discípulo de Sócrates llega a casa de éste y le dice:


- Escucha, maestro. Un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…
- ¡Espera! –lo interrumpe Sócrates- ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a
contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es
absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas
decirme ¿es bueno para alguien?
- No, en realidad, no. Al contrario…
- ¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te
inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces –dijo el sabio sonriendo- si no es verdadero, ni bueno, ni necesario,
sepultémoslo en el olvido.

Uno de los pecados de la lengua es la maledicencia, el cual no solo afecta la sociedad en


general, sino también a todos los que profesamos la fe cristiana y que no por eso nos vemos
libres de emitir juicios negativos en perjuicio del prójimo y de nuestros hermanos en la fe.

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra maledicencia como la acción


o hábito de hablar con mordacidad en perjuicio de alguien, denigrándolo. El Catecismo es
aún más preciso y define como maledicencia cuando, sin razón objetivamente válida, se
manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran. San Basilio el
Grande, en sus Reglas Breves explica que está permitido manifestar el pecado del hermano,
con exclusión de todos los casos donde se habla de otro con el fin de difamarlo o burlarse de
él. Esto no quiere decir que es un deber cristiano ocultar los defectos del prójimo (o lo que
consideramos tales), pero si evitar manifestarlos a otros cuando no hay una razón válida
para ello.

Por qué evitar la malediencia.

La razón la explica el Catecismo de la siguiente manera:


“El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de
causarles un daño injusto (cf CIC, can. 220). Se hace culpable

Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a
condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con
amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve
(S. Ignacio de Loyola, ex. spir. 22).

Maledicencia y calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el
testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su
nombre, a su reputación y a su respeto. Así, la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la
justicia y la caridad” CEC 2478-2479

Que nos impulsa a la maledicencia

Muchas son las razones por las que somos impulsados a caer en la maledicencia, pero se
puede decir que una de las principales es la envidia o el rencor. A este respecto explicaba
San Juan Climaco: “Los demonios intentan por todos los medios hacernos pecar y, cuando
no obtienen lo que quieren, nos impulsan a criticar a los que se equivocan. Al hacer esto,
infectan nuestra resistencia a sus tentaciones. Has de saber que la maledicencia es la
señal de los que guardan rencor y de los que sufren por celos: con alegría acusan y
critican las enseñanzas o acciones del prójimo” .

San Nilo de Ancira también dice: “Algunos que parecen ignorados a pesar de su devoción,
buscan la fama a través de la maldad e, impulsados por la envidia que otros le han
infundido, se esfuerzan en encontrar pretextos para criticar a los que son primeros en la
virtud”.

Entre otras razones que le atribuyen los padres está la superficialidad, las habladurías, la
costumbre de contar chismes. Caritone el Confesor dice también que “Evita, con todas tus
fuerzas, juzgar a tu hermano, porque el juicio nace de un alma llena de desprecio. El que
critica se comporta como un fariseo, porque se presenta como un santo para
autojustificarse”

Un ejemplo típico de maledicencia es el que critica por medio de la burla y la mofa lo que
considera algunos defectos del prójimo. Las primeras palabras del libro de los Salmos están
dedicadas a ensalzar como bienaventurado al hombre que “ no sigue el consejo de los
impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se
sienta” .

Otro tipo de maledicencia muy común es el chisme, porque la persona se habitúa a criticar y
a hacer resaltar los defectos aparentes o reales del prójimo. Este tipo de maledicencia es
particularmente peligrosa porque hace propenso a la persona que la practica a caer en otros
pecados de la lengua como el juicio temerario o la calumnia. El juicio temerario es aquel que,
incluso tácitamente, admite como verdadero, sin fundamento suficiente, un defecto moral en
el prójimo; la calumnia esa aquella que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la
reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos. Cuando nos hacemos eco
de rumores o acusaciones infundadas sobre el prójimo, corremos riesgo de hacernos
cómplices también de juicio temerario y de calumnia. EL hecho mismo de comentar estas
acusaciones con personas que las ignoran nos hace instrumento y colaborador del originario
de la calumnia.

No es lícita moralmente la maledicencia ni siquiera para hacer referencia a


personalidades públicas

En una ocasión una compañera me comentaba que todos podíamos tener la opinión que
quisiéramos respecto a personalidades públicas sin que eso implicara alguna falta moral,
dando a entender que no había problema en que alguien expresara públicamente juicios
negativos sobre ese tipo de personalidades. En este caso hay que distinguir entre la opinión
personal privada sobre alguien, y la manifestación en público de dichas opiniones y las
consecuencias que pueden tener en la reputación ajena.

Es aquí donde también es importante distinguir entre la libertad legal para criticar incluso en
forma destructiva al prójimo (e incluso respecto a esto la libertad de expresión tiene sus
límites), y la libertad moral para hacerlo. Los cristianos no somos libres moralmente de caer
en maledicencia, y en el caso de personalidades públicas la materia grave del objeto del
acto moral puede ser mayor, porque afecta su imagen respecto a un mayor número de
personas.

Las faltas contra la reputación del prójimo deben ser reparadas

A este respecto dice el Catecismo:

“Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación aunque su
autor haya sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño públicamente, es preciso
hacerlo en secreto; si el que ha sufrido un perjuicio no pude ser indemnizado directamente,
es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de
reparación concierne también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta
reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado.
Obliga en conciencia” CEC 2847

La Biblia y los padres de la Iglesia y la maledicencia

Respecto a los padres de lglesia, hay un fragmento de un libro bastante completo publicado
aquí:

Los padres combaten la maledicencia y la crítica

La Biblia también condena duramente la maledicencia, y por el contrario nos invita a


practicar la virtud opuesta: la benedicencia. Aquí algunos textos bíblicos al respecto:

“Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón,
su religión es vana.” Santiago 1,26
“Que no te llamen murmurador, no enredes a los demás con tu lengua, porque sobre el ladrón cae la
vergüenza, y una severa condena sobre el que habla con doblez” Eclesiástico 5,14

”El que murmura se perjudica a sí mismo, y el vecindario le detesta” Eclesiástico 21,28

“No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano,
habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas a la Ley, ya no eres un cumplidor de la Ley, sino un
juez” Santiago 4,11

“Muchos han caído a filo de espada, pero no tantos como las víctimas de la lengua. Dichoso el que
de ella se protege, el que no ha probado su furor, el que no ha cargado su yugo, ni ha sido atado con
sus cadenas. Porque su yugo es de hierro, y sus cadenas de bronce. Trágica es la muerte que
ocasiona, ¡es mucho mejor el abismo! Pero no tiene poder sobre los piadosos, en sus llamas no se
quemarán. Los que abandonan al Señor caerán en ella, en ellos prenderá y no se apagará. Como un
león se lanzará contra ellos, como una pantera los desgarrará. Mira, valla tu hacienda con espinos,
guarda bien tu oro y tu plata. Balanza y pesos para tus palabras, puerta y cerrojo para tu boca.
Guárdate bien de resbalar con la lengua, no sea que caigas ante el que te acecha” Eclesiástico
28,18-26

“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” Efesios 4,31

“Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. Si
ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo.
Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por
un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere. Así también la lengua es un miembro
pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan
grande. Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros
miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida
desde sus comienzos. Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y
de hecho han sido domados por el hombre; en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es
un mal turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella
maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la
maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua
dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos?
Tampoco el agua salada puede producir agua dulce. ¿Hay entre vosotros quien tenga sabiduría o
experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la dulzura de la sabiduría.
Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis
contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca.”
Santiago 3,2-15

Moraleja

Cuando vayas a decir algo malo de los demás, detente y piensa: ¿Es algo bueno lo que voy
a decir? ¿Es necesario que lo diga? ¿Beneficia a alguien que lo diga? ¿Qué hay dentro de
mí que me mueve a decirlo?, y si no es bueno y tampoco necesario simplemente sigue la
regla básica de la prudencia:

…Si no tienes nada bueno que decir de tu prójimo, mejor no digas nada.
FUENTE:
http://www.infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/1112230323-la-
maledicencia
El arte de perdonar
Octavo envío
P. Juan Manuel Martín-Moreno
CAPÍTULO 8
Cómo hacer la corrección fraterna
La comprensión y aceptación de los defectos del prójimo no significa en nosotros una actitud
pasiva. El estar siempre dispuesto a perdonar no supone una actitud de silencio ante los fallos de los
demás. Lo cómodo es decir: <<¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? >>, y desentenderse.
Mejor que complicarnos la vida yendo al hermano y hablándole claramente, preferimos hablar a su
espalda, o hacer continuas alusiones veladas para que el otro las capte. O bien, en un momento
dado en que me han pisado el callo, reacciono con un exabrupto, una palabra violenta. Ésta es la
reacción normal ante los defectos y fallos del hermano; la que surge de la carne y de la sangre, no la
que surge del amor.
El pasotismo no nace del amor, sino de la indiferencia, de la cobardía, del deseo de no
complicarnos la vida. La Sagrada Escritura relaciona continuamente la corrección con el amor, y
pone el ejemplo del comportamiento de Dios. <<A quien ama el Señor le corrige, y azote a todos los
hijos que acote>>. <<Como hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija? Mas si
quedáis sin corrección, señal es de que sois bastardos y no hijos>> (Heb 12,6-8).
Los libros sapienciales nos hablan de cómo un padre que ama a su hijo debe corregirle
continuamente. <<Quien escatima la vara, odia a su hijo; quien le tiene amor, le castiga >>
(Prov 13,24; cf Prov 22,15; 23,13-14; 25,15-17; Eclo 30,1). <<Mejor es reprensión manifiesta que
amor oculto. Leales son las heridas del amigo; falsos los besos del enemigo>> (Prov 27,6). Enemiga
es la que a tu cara te dice: <<¡Qué mona estás!>>, y por la espalda comenta: <<Está hecha una
ruina>>. Nuestros amigos más leales son aquellos que nos ayudan a corregir nuestros defectos, y no
sólo los pequeños defectos, sino sobre todo aquellos que nos hacen verdaderamente daño.
A propósito de esto comenta san Juan Crisóstomo: <<Si vemos a un hombre que no se ha
abotonado su túnica, o que se la ha puesto del revés, se lo avisamos. Pero si vemos su vida disoluta,
no le decimos ni una palabra. Siendo así que lo referente a los vestidos puede provocar a lo más
risas, mientras que lo que se refiere al alma puede ocasionar peligros y suplicios >>1.

1
PG 51, 133.
El que no corrige a su prójimo se hace cómplice de sus pecados. Es una doctrina muy dura, pero
que encontramos expuesta con toda claridad en la Biblia. <<Corrige a tu prójimo, para que no
cargues con pecado por su causa >> (Lev 19,17). <<Si yo digo al malvado: ‘Malvado, vas a morir sin
remedio’, y tú no le hablas para advertirle que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa,
pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti>> (Ez 33,8).
En el capítulo 18 de su evangelio, Mateo ha reunido toda una serie de dichos del Señor
referentes a la vida de comunidad. Es una técnica muy utilizada por el evangelista: reagrupar por
temas, palabras y dichos que en otros evangelistas se encuentran dispersos. Así detectamos en el
evangelio cinco grandes discursos concluidos todos ellos por el mismo estribillo: <<Y sucedió que
cuando acabó Jesús estos discursos>> (cf Mt 7,28; 11,1; 13,53; 19,1; 26,1).
Pues bien, el cuarto de estos discursos es el referente a la vida de comunidad. En el centro de
atención de este discurso está la figura de <<el pequeño>> en la comunidad, el débil, el que puede
sufrir escándalo, aquel a quien la comunidad debe cuidar y proteger con especial cariño. Dentro de
esta categoría de <<pequeño>> y <<débil>> está el hermano en peligro de descarriarse, por quien la
comunidad se debe interesar especialmente saliendo a su encuentro. Es el tema de lo que se ha
llamado <<cura pastoral del hermano pecador >>2. El buen pastor sale al encuentro de la oveja
perdida, y el amor de la comunidad sale al encuentro del hermano pecador mediante la corrección
fraterna, que viene explicitada con todo detalle en los versículos 15-18.
Pero la correlación fraterna es un arma de dos filos que requiere un especial discernimiento.
Sobre todo habremos de discernir las motivaciones reales que me mueven a corregir a mi hermano
y tratar de detectar en mí posibles motivaciones no válidas. La única motivación válida es el amor, el
deseo de liberar a mi hermano de algo que le perjudica, de ayudarle a cumplir la voluntad de Dios,
que es fuente de felicidad. ¿Siento amor por el hermano a quien voy a corregir? ¿O se trata de una
persona que me pone especialmente nervioso? Muchas veces reprendo sólo porque me molesta la
conducta de esa persona y en el fondo no busco el bien de mi hermano, sino el mío propio.
Tampoco sería válida la motivación del que atendiese sólo a consideraciones abstractas, tales
como el bien común, el orden debido, el cumplimiento de los estatutos. Aquí el hermano queda en
un segundo plano y puede sentirse manipulado o instrumentalizado. Tiene que quedar claro en
todo momento que nuestra solicitud es por él y no por el bien común o el cumplimiento de unas
normas.
Otras veces mi corrección puede nacer de la envidia que siento por esa persona. El descubrir
alguno de sus defectos me llena de alegría. Le veo tan perfecto, tan seguro de sí mismo, tan
irreprochable, que cuando descubro un defecto me apresuro a restregárselo con un cierto placer
morboso. (…) <<Ahora te vas a enterar>>. Y te frotas las manos con satisfacción.
O quizás me mueve el deseo de venganza o el resentimiento. Fulano me ha corregido a mí otras
veces y ahora tengo la ocasión de desquitarme, de decir: <<¡Pues anda que tú…!>> Sobresale el
deseo de sacarme la espina.

2
I. GOMA, El Evangelio según san Mateo II, Marova, Madrid 1976, 187.
En una comunidad donde viví hace unos años teníamos en el comedor una estatuilla de <<El
Espinario>>, una preciosa escultura helenística que se conserva en el Capitolio de Roma y
representa a un niño sacándose una espina del pie. Cada vez que uno de nosotros <<se sacaba una
espina>>, resarciéndose de algo que le habían dicho, tenía que dar públicamente un beso al
Espinario. Jugando de este modo aprendimos a descubrir la frecuencia con la que en la
conversación nos estamos sacando espinas, precisamente clavándoselas a los demás. Y esto no es
corrección fraterna.
Otra motivación torcida puede ser el deseo de quedar por encima de mi hermano,
convirtiéndome en <<maestro de justicia>>, <<dispensador de sabiduría>>, <<enderezador de
entuertos>>, y <<ponedor de puntos sobre las íes>>. De todo ello se puede derivar un cierto
regustillo malsano. Y tampoco es corrección fraterna; todo lo más sería corrección paterna, o mejor,
paternalista.
Decíamos que el sermón comunitario de Mateo 18 esbozaba una pastoral de corrección
fraterna. Vamos a tratar de concretarla lo más posible en una serie de puntos.

1. ¿Quién debe corregir?


La persona que tenga más probabilidad de lograr el fruto que se pretende. A veces una
comunidad es bien consciente de que habría que decir algo a fulano, pero no se ve claro quién debe
<<ponerle el cascabel al gato>>. Unas breves recetas prácticas pueden ayudar a este discernimiento.
Si la cosa no es pública, ante todo debe corregir la persona que se ha enterado del defecto o pecado
del hermano. Sólo él tiene que enfrentarse con esa responsabilidad. Ni siquiera tiene derecho a
contárselo a una persona de más autoridad, porque estaría divulgando un pecado oculto y
difamando a su hermano.
Cuando la cosa ya es pública, o al menos hay varios que están enterados, cabe preguntarse cuál
de ellos es el más indicado para abordar al hermano. ¿A quién escuchará más fácilmente? ¿Con
quién tiene una relación de mayor cariño y confianza? ¿Quién tiene una mayor autoridad moral
dentro de la comunidad? ¿Quién tiene mayor tacto para curar la herida sin dolor?
Mi padre era médico y mi madre enfermera, pero a la hora de las inyecciones y las curas
nosotros preferíamos siempre que nos curase nuestra madre porque tenía una mano más suave. No
todo el mundo sabe curar igual. Este don para corregir es uno de los carismas del Espíritu que
tienen algunas personas; es un tacto suave, un don de palabra y cariño que hace la corrección
menos dolorosa, dando por supuesto que de momento <<ninguna corrección es agradable, sino
penosa, pero luego produce fruto apacible a los ejercitados en ella>> (Heb 12,11).
En cualquier caso el que corrige debe ser uno solo. No hay cosa que oprima tanto como el que
después de haber metido la pata tengamos que soportar un rosario de personas que van viniendo
por orden alfabético a ponernos en evidencia. Y hay que evitar cualquier tipo de apariencia de
<<tribunal>>.
La reprensión hay que hacerla siempre en privado. A toda costa hay que huir de la reprensión
pública, sobre todo cuando se trata de pecados ocultos. El texto de Mateo al que hemos aludido
describe los pasos que hay que dar: <<Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele a solas con él.
Si te escucha habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo a uno o dos, para
que todo el asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a
la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil o el publicano >>
(Mt 18,19). Este texto da por supuesto que se trata de pecados graves que causan escándalo a la
comunidad. La reprensión pública es el último recurso, y sólo debe ser empleada cuando de hecho
se está produciendo un escándalo. Si no hay reprensión, los demás podrían llegar a pensar que ese
tipo de comportamiento no será tan malo cuando nadie lo reprocha.
Para poder corregir a un hermano es muy importante que nunca le hayamos criticado a sus
espaldas. En el momento que murmuramos de él a sus espaldas, perdemos automáticamente la
autoridad moral para decirle nada. Además, hay peligro de que el otro se haya enterado de mis
chismes y esté ya predispuesto contra mí.
<<Quien reprende a la cara proporciona paz >> (Prov 10,10). Este <<a la cara>> podrá resultar
especialmente difícil a personas tímidas e inseguras, pero debe pedir al Señor la gracia de la
sabiduría y fortaleza para decir exactamente las palabras que más pueden ayudar. A veces puede
ser útil ponerlo por escrito, porque así se puede matizar mucho más.

2. ¿En qué momento hay que hacer la corrección?


Nunca bajo el efecto de un sentimiento negativo: cólera, impaciencia, ansiedad, tristeza. La
corrección fraterna no es un desahogo emocional. Por eso debo aguardar siempre a serenarme. El
consejo de <<consultar con la almohada>> o <<contar hasta cien>> es aquí especialmente útil.
Pero el cristiano no se limita a consultar con la almohada: consulta con el Señor. La corrección
fraterna debe hacerse en un clima de oración. Cuanto más difícil nos resulta hablar, o cuanto más
temor tengamos a los posibles efectos negativos, tanta más oración debemos hacer por el hermano
y por nosotros mismos. Este tiempo de oración introduce una instancia de lucidez para analizar mis
posibles motivaciones torcidas, a las que me he referido anteriormente.
La oración debe también fortalecerme para asumir las posibles consecuencias negativas que
tenga mi intervención. Debo prepararme a ser rechazado, a ser incomprendido. Debo tener la
mansedumbre necesaria para aguantar una posible reacción airada sin turbarme o responder yo a
mi vez con agresividad o con deseo de venganza. Ya decía san Agustín que, si el que corrige se enoja
y desea vengarse del hermano que se ha indignado por la reprensión, demuestra que no era digno
de corregir, sino más bien de ser corregido3.
Hay que ser capaz de comprender el que no nos comprendan, dejar tiempo para que el otro
vaya digiriendo poco a poco la reprensión. Sólo las personas verdaderamente maduras pueden
corregir con fruto, y para alcanzar esta madurez debemos ser hombres de oración.

3
PL 33, 957.
Además, antes de corregir, hay que tener todos los datos. <<Sin haberte informado no
reprendas. Reflexiona primero y luego haz tu reproche >> (Eclo 11,7). No debemos creer fácilmente
a rumores o comidillas sin fundamento; hay que comprobar antes los datos. <<No creas todo lo que
se dice>> (Eclo 19,15). Si se trata de un rumor falso, tu hermano puede quedarse muy dolido de que
tan fácilmente hayas dado crédito a un mero rumor. Pensará que tienes muy mal concepto de él
cuando tan fácilmente le crees capaz de esas cosas.
Ten cuidado también a la hora de sospechar malas intenciones en hechos que a lo mejor sólo
son frutos de irreflexión. No sólo nos molesta que nos atribuyan cosas que no hemos hecho.
También nos molesta que nos atribuyan intenciones retorcidas. No te metas a hacer psicoanálisis ni
interpretaciones subjetivas. Limítate a exponer los hechos concretos con objetividad. No te pilles los
dedos extrapolando los datos, introduciendo materiales de relleno, globalizando las cosas, haciendo
descalificaciones totales. Hay que evitar ese estilo de lenguaje que dice: <<A ti lo que te pasa es
que…>>, <<tú siempre actúas de la misma manera…>>.
Aprovecha un momento oportuno en el que no sólo tú estés sereno, sino también el hermano a
quien vayas a corregir. Que no le llueva sobre mojado, que no le caiga encima como una losa en un
momento en que esté especialmente abrumado o desanimado.
Elige una hora en la que no haya prisas, en la que quede tiempo abundante para clarificar todos
los detalles, para dialogar con paz, para que el otro pueda abrir su corazón y desahogarse.
3. ¿Cómo hay que corregir?
<<A la cara>> (Prov 10,10). Di las cosas claramente, sin subterfugios. Evita las indirectas. Hay
personas que no se atreven a decir las cosas directamente y acuden a palabras veladas,
insinuaciones, requiere una gran franqueza y simplicidad.
Pero antes de hacer la crítica, pregunta al otro cuál es su versión de los hechos. Antes de acusarle
de nada, déjale explicarse. Pídele que él mismo haga una valoración de su actuación. Quizás él
mismo reconozca espontáneamente que ha actuado mal y ya no tengas tú que decirle nada. O
puede que explique convincentemente que ha habido algún equívoco. <<Interroga a tu amigo, que
hay calumnia a menudo… Interroga a tu prójimo, quizás no haya dicho nada… Interroga a tu prójimo
antes de amenazarle>> (Eclo 19,13-15).
Si él mismo reconoce sus errores, no hurgues en la herida, guárdate todas las palabras que
llevabas preparadas, porque ya son inútiles. <<No reproches al hombre que se vuelve del pecado:
recuerda que culpables somos todos>> (Eclo 8,5).
<<Con mansedumbre>>, <<Hermanos, aun cuando uno incurra en una falta, vosotros los
espirituales corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate a ti mismo, pues tú también puedes
ser tentado>> (Gál 6,1). Esta mansedumbre nace de un espíritu humilde, consciente de que
nosotros también somos tentados y caemos muchas veces. Hay que evitar a toda costa dar la
impresión de perfectos o ponernos en tono doctoral a dar lecciones de moralidad. Quizás ayude
mucho revelar alguna de nuestras debilidades, mostrando que no nos ponemos por encima de la
otra persona, y todos estamos hechos del mismo barro.
Hay que escoger con cuidado nuestras expresiones evitando todo lo que pueda ser hiriente,
tanto en el lenguaje como en el tono que usamos. <<La voz amable aumenta los amigos >> (Eclo 6,5).
<<Nada de brusquedad, coraje, cólera, voces o insultos; desterrad esto y toda malevolencia >>
(Eclo 4,31).
<<Con amor>>. <<No le miréis como enemigo, sino amonestadle como hermano >> (2 Tes 3,15).
Es muy importante que la persona corregida no se sienta rechazada por mí. ¿Le he dado suficientes
pruebas de mi amor? ¿Se siente querido y apreciado por mí? En realidad, sólo nos dejamos
reprender por esas personas que nos aprecian con ese amor que <<no busca su interés, no se irrita,
no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad >> (1 Cor 13,5-6).
San Pablo recordaba a los Efesios que les había amonestado <<con lágrimas>> (He 20,31). Las
lágrimas, no los gritos, son el <<test>> de una verdadera corrección en el amor.
Conviene empezar reconociendo las cosas buenas que tiene la otra persona, elogiar sus
virtudes, adaptarnos a su sensibilidad. El amor consiste en hacerse <<todo a todos>> (1 Cor 9,22).
Hay que medir la inseguridad del hermano y calcular el tono de mi reprensión. ¿Tiene capacidad de
asumir mi crítica sin hundirse? Una verdad dicha sin caridad deja de ser verdad.
Los padres saben muy bien que no todos los hijos son iguales y que no a todos se les puede
reprender de la misma manera. ¿Sé yo encontrar el tono adecuado para cada uno? <<Más afecta un
reproche a un hombre inteligente que cien golpes a un necio>> (Prov 17,10).
4. ¿De qué cosas hay que corregir?
Si ha de ser efectiva la corrección fraterna, no debe utilizarse con mucha frecuencia. Conviene
reservarla para casos verdaderamente importantes, pues un abuso de esta práctica puede acabar
haciendo odiosa a la autoridad y produce un desprestigio moral.
No debemos fijarnos en minucias, ni ser gruñones o perfeccionistas. A veces reprendemos a los
demás simplemente porque hacen las cosas de un modo diferente a como las haríamos nosotros.
Hay que admitir un legítimo pluralismo porque hay muchas maneras de hacer las cosas y todas ellas
son válidas. Me contaba un amigo: <<De joven pensaba que 8 son 4 y 4; más tarde he aprendido
que también son 7 y 1, 3 y 5, 6 y 2>>. Mi método no tiene por qué ser el único bueno.
No se debe corregir de varias cosas a la vez. A nadie le resulta fácil enfrentarse a un tiempo con
todos sus defectos; las descalificaciones globales hunden a las personas y no resultan constructivas.
Hay que vencer la tentación de aprovecharnos de las circunstancias y querer <<matar varios pájaros
de un tiro>>, y hacer un buen repaso total de la persona corregida.
Conviene citar hechos concretos y no meramente nuestras <<impresiones>>. Habría que dar los
datos: tal día, a tal hora, hiciste esto o lo otro y no estuvo acertado por este o aquel motivo.
No hay que corregir defectos que la otra persona no sea capaz de evitar, tal como defectos
físicos, tics nerviosos, hábitos muy arraigados. Estas reprensiones no contribuyen sino a amargar a
la persona más todavía, haciéndole más consciente de sus propias miserias. Junto con la corrección
deberíamos sugerir alternativas constructivas. Es muy fácil señalar los defectos, no lo es tanto
proponer soluciones creativas, y mucho menos el comprometernos nosotros a ayudar al hermano,
con todo nuestro ser, nuestro tiempo, nuestra dedicación y nuestra simpatía. Recordemos que el
Señor no vino para <<juzgar>> al mundo, sino para <<salvar>> al mundo.
Quizás al final de este largo capítulo algún lector se desanime a practicar la corrección fraterna,
porque se lo hemos puesto demasiado difícil. Efectivamente, es algo muy difícil y, si no vamos a
saber hacerla bien, es mucho mejor que no la hagamos, o pasemos mucho tiempo antes pidiendo al
Señor la sabiduría para hacerla bien.
¿Cómo damos el pastoreo?
Como proveer un ambiente adecuado.
En el cual puedan crecer en el Señor, influye en la forma en que nos comportamos. Un
ambiente cristiano,
Como vivir.
Como pensar
Como relacionarse como cristianos: Fiestas, reuniones que los pongan en contacto con Dios
y las personas, teoría a la práctica, paseos, cumpleaños. Animarlos a participar en las
actividades parroquiales.
Cuidado personal del hermano: Ayudarles y atenderlos en detalles prácticos: enfrentan crisis
o dificultades, acompañamiento, solidarizarse. Mudarse de casa, una reparación, consolarles
en momentos de soledad y tristeza. Ayudarlos a poner orden en sus finanzas.

Tener cuidado de formar dependencias mal sanas o donde el hermano dependa totalmente
de uno.
Evitar crear un paternalismo.
META: Madurez cristiana: que sepan cómo desenvolverse como cristianos.

Elementos del pastoreo


Escucharlos
Ánimarlos
Enseñanza o instrucción. Explicarles como vivir de manera agradable a Dios. Explicarles no
sólo el “Que” sino el “Cómo”.
Corregir al hermano.
Corregir al hermano es un servicio. Y es posible y eficaz solamente si cada uno se reconoce pecador
y necesitado del perdón del Señor. Papa Francisco
Hacerlo con amor y precisión, con valor y firmeza de manera objetiva.

Advertencia o prevención para evitar problemas evitando que caigan . Vemos hcelro algo por
ejemplo comprometerse demás en servicios donde descuide su vida. Lectura de ciertos tipos
de libros, formas de expresarse. Adevertieles su forma de expresarse aún cuando tenga l
verdad.
Oración.Nuestros hermanos no cambiasn por nuestro buenos consejos sino es Dios quién
los tranforma presentándolos siepre ate el Señor exponiendo sus necesidades ante Dios.
Tanto individual como en grupo. Orar con ellos y por ellos ante una situación particular.

Dar una dirección: dar una orden o situación específica para animar, enseñar.
Si el no acepta el problema no hará nada para resolverlo.
Dialogo: instruir y corregir siendo pacientes asignado tareas orientadas con metas para
reponder a la palabra de Dios. Cambios de actitud y de comportamiento. Oración, lectura de
la biblica , practica de sacramentos. Ir al Santisimo.

Plan pastoral individual o grupal.


Nuestra meta es que el cuerpo entero llegue ser un cuerpo maduro Ef 4, 11-15
El Señor tiene un plan perfecto de vida para cada hermano.
Esfuerxo, trabajo y llevarlos paso a paso en su formación debe tener lógica invertirle tiempo
para orar y preparar.
Orar para buscar la luz. Discernir la situación del grupo.
Revisar la fase de iniciación y conversión de los hermanos.
Revisar las áreas de pastoreo individual cuidando los aspectos mas importante según su
etapa.
¿A dónde los queremos llevar? ¿Cómo los vamos a llar? Cuales son los recursos que
tenego al alcance para llevarlos al final?
Oración personal, vida sacramental en orden, oración diaria regular lea las escrituras, viva
los compromisos básicos, tenga tiempo definido para hacer su oración personal, frecuencia
a los sacramentos. Hacerlo por 6 meses.
Plan individual. Se adapta a las necesidades particlares de cada hermano. Dios nos ha
hecho en serio no en serie. La recomendación de revisar con el coordinaor del grupo de
oración. Reuniones semanales. Evaluar las tareas.
Si u hermano tiene problemas que reporte diariamente y sino puede orar que explique
cuales fueron las dificultades, quizás son sus prioridaees en sus orarios,}.
Tareas alcanzables, concretas y espeficas donde se pueden dar rendimiento.

Silencio
Paciencia
Esperanza
El pastor no debe de huir ante las broncas y problemas.
Josue 1, 7-9

La autorirdad la da la humilda en un grpo de oracion

ACTITUDES:
NO IMPONER LA AUTORIDAD SINO EN LA CARIDAD
CONOCER A TUS OVEJAS : de dond eviene , como es, su vida personal, su testimonio,
como ha sido su procesos de cpnversion, sus gustos, sino se conoce ni se ama a su
hermano la relación se vuelve profesional.
El escucharlos es algo que les importa mucho.
Recordar lo que se escucha para poder ayudarlo a crecer.

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