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DESIDERIO DESIDERAVI

 Hermandades de Pasión y Muerte, La Estrella, San Gonzalo, Sagrada


Columna y Azotes, La Esperanza de Triana, El Cachorro y La O.

El título de la carta apostólica “está tomado del Evangelio de Lucas, cuando el


Señor dice “He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros” Lc 22, 15-30
El Papa nos situa en ese momento en que Jesús instituye la Eucaristía y al mismo
tiempo el orden sacerdotal.
Podemos decir que es la primera liturgia que el Señor celebró con los apóstoles, en
la que nos dio también el mandamiento nuevo del amor. Sacerdocio, Eucaristía y amor
son tres caras de un mismo misterio, que es el misterio profundo del corazón sacerdotal
y eucarístico de Jesucristo”.

DEFINICIÓN DE LITURGIA

Es el modo como la Iglesia puede ponerse en contacto y comunicación


con Dios, a través de gestos, palabras, ritos, acciones y así poder participar
de la maravillosa gracia de Dios, santificarnos y entrar en esa vida íntima
de Dios.
Otra definición más formal sería ésta: liturgia es el conjunto de signos y
símbolos con los que la Iglesia rinde culto a Dios y se santifica. Todas las
acciones litúrgicas: oración, sacramentos están dirigidas, por tanto, a dar
culto a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo, y a la
santificación de cada uno de los fieles que forman esta Iglesia de Cristo.
En palabras del papa Pío XII en su encíclica “Mediator Dei”: “La liturgia
no es solamente la parte exterior y sensible del culto, ni mucho menos el aparato
de ceremonias o conjunto de leyes y reglas..., es el ejercicio del oficio sacerdotal
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de Cristo”.

En la Constitución Sacrosanctum Concilium, número 7, encontramos


esta definición concisa: “ Es el ejercicio del oficio sacerdotal de Cristo, por
medio de signos sensibles, que realizan de una manera propia la
santificación del hombre”.

La liturgia es, pues, el servicio que el hombre da a Dios, porque Él se lo merece.


Y trae aparejada nuestra propia santificación, es decir, gracias a la liturgia
nosotros nos vamos santificando, purificando, pues quien entra en contacto con
Dios, recibe ese fuego divino que calienta, purifica y perfecciona.
En cada acción litúrgica que realizamos (participación en una misa, en
cualquier sacramento, en la Liturgia de las Horas) Dios nos hace participes de su
salvación.
Una bella definición nos la ha dado Juan Pablo II: “¿Qué es la liturgia
sino la voz unísona del Espíritu Santo y la Esposa, la santa Iglesia, que
claman al Señor Jesús: `Ven’? ¿Qué es la liturgia sino la fuente pura y
perenne de “agua viva” a la que todos los que tienen sed pueden acudir
para recibir gratis el don de Dios? (cf. Jn 4, 10)”(Vicesimus Quintus Annus,
n. 1)...
”La liturgia es el lugar principal del encuentro entre Dios y los hombres, de
Cristo con su Iglesia” (n. 7).
El Catecismo de la Iglesia Católica ha explicado también que la misma
palabra liturgia significa, en la tradición cristiana, que el pueblo de Dios toma
parte en la obra de Dios. En la liturgia, Cristo nuestro Redentor y Sumo
Sacerdote, hace presente en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra
Redención (n. 1069).

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Recogemos a continuación las ideas fundamentales de la carta apostólica
Desiderio Desideravi:

1º LA LITURGIA COMO ENCUENTRO CON DIOS, NO UNA

REPRESENTACIÓN

Desde los inicios, explica Francisco, "la Iglesia ha sido consciente de


que [la liturgia] no se trataba de una representación". Por el contrario,
"aquello que era visible de Jesús, lo que se podía ver con los ojos y tocar con las
manos, sus palabras y sus gestos, lo concreto del Verbo encarnado, ha pasado a
la celebración de los sacramentos".
En este sentido, menciona que interpretar la Resurrección como "un
concepto o una idea" y "si no se diera la posibilidad de un verdadero encuentro
con Él", supondría "declarar concluida la novedad del Verbo hecho carne.
La Encarnación, es el método que la Santísima Trinidad ha elegido para
abrirnos el camino de la comunión. La fe cristiana, o es un encuentro vivo con
Él, o no es", subraya.
En este sentido, menciona que la Liturgia, con la Eucaristía y los
Sacramentos, garantizan "la posibilidad de encontrarnos con el Señor y de ser
alcanzados por el poder de Su Pascua. No nos sirve un vago recuerdo de la
última Cena, necesitamos estar presentes, comer su Cuerpo y beber su Sangre: le
necesitamos a Él", añade.

LA IGLESIA: SACRAMENTO DEL CUERPO DE CRISTO (nn. 14-15).

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En la liturgia, el sujeto que actúa es siempre y solo Cristo-Iglesia, el
Cuerpo Místico de Cristo. Esa unión, que ya aparece simbolizada en el agua
y la sangre que brotan del costado de Cristo en la Cruz, hace posible el acto
de culto perfecto y agradable al Padre.

2º LITURGIA COMO ANTÍDOTO CONTRA LA MUNDANIDAD

A lo largo del documento, Francisco expresa como la liturgia es un


"antídoto" frente a la "mundanidad espiritual", que se plasma en la
reducción "de la fe cristiana al subjetivismo" -una forma de gnosticismo- o bien
en la anulación del valor de la gracia "para confiar solo en las propias fuerzas" -
el "neopelagianismo"-.
Se trata, explica, de "dos formas distorsionadas del cristianismo" que
pueden tener "consecuencias desastrosas para la vida de la Iglesia" y contra las
que la liturgia funciona como el antídoto más eficaz.
"Si el gnosticismo nos intoxica con el veneno del subjetivismo, la
celebración litúrgica nos libera de la autorreferencialidad", pues "la acción
celebrativa no pertenece al individuo sino a Cristo-Iglesia, a la totalidad de los
fieles. Si el neopelagianismo nos intoxica con la presunción de una salvación
ganada con nuestras fuerzas, la celebración litúrgica nos purifica proclamando la
gratuidad del don de la salvación. “Necesitamos una palabra suya para
salvarnos".

3º REDESCUBRIR LA BELLEZA DE LA LITURGIA Y ASOMBRO ANTE EL

MISTERIO

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Sin embargo, menciona que "para que el antídoto de la Liturgia sea eficaz",
son necesarias dos condiciones.
Sobre la primera de ellas, "el redescubrimiento de la belleza de la
Liturgia", subraya que no debe equipararse a "la búsqueda de un esteticismo
ritual, que se complace solo en el cuidado de la formalidad exterior de un rito o
se satisface con una escrupulosa observancia de las rúbricas".
Una afirmación que "no pretende avalar la actitud que confunde lo sencillo
con una dejadez banal", pues "hay que cuidar todos los aspectos de la
celebración y observar todas las rúbricas".

Sin embargo, "la calidad y la norma de la acción celebrativa" no es


suficiente para una plena participación en la Liturgia: "No bastan los esfuerzos
para una mejor calidad de la celebración, ni una llamada a la interioridad", sino
que el "asombro ante el misterio pascual" es también una "parte esencial de la
acción litúrgica".
En este sentido, se refirió a las acusaciones contra la reforma litúrgica"
como es la eliminación del sentido del misterio de la celebración. "Si la reforma
hubiera eliminado ese “sentido del misterio”, más que una acusación sería un
mérito. La belleza, como la verdad, siempre genera asombro y, cuando se refiere
al misterio de Dios, conduce a la adoración".

4º NO SE PUEDE RECONOCER EL CONCILIO SIN ACEPTAR LA REFORMA

LITÚRGICA

En el momento de destacar "la necesidad de una seria y vital formación


litúrgica", Francisco hizo referencia a como el hombre moderno "ha perdido la
capacidad de confrontarse con la acción simbólica, característica esencial del
acto litúrgico".

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La posmodernidad, explica, es un momento en que "el hombre se siente
aún más perdido, sin referencias de ningún tipo, desprovisto de valores,
huérfano de todo en una fragmentación en la que parece imposible un horizonte
de sentido".

Por ello, "la Iglesia reunida en el Concilio [Vaticano II] ha querido
confrontarse con la realidad de la Modernidad".
En este sentido, destaca que "la cuestión litúrgica" es lo que está en juego:
Sería banal leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la
celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre
una forma ritual.
La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir
que se reconoce la validez del Concilio y no aceptar la reforma litúrgica"

Del mismo modo, el documento concluye afirmando que "no podemos


volver a esa forma ritual que los Padres Conciliares sintieron la necesidad de
reformar, aprobando los principios de los que nació la reforma.

5º ES NECESARIO TRANSMITIR LA FORMACIÓN LITÚRGICA "A TODO

CREYENTE"

El documento incide en la necesidad de "encontrar cauces para una


formación como estudio de la liturgia", así como de "difundir este conocimiento
fuera del ámbito académico, de forma accesible, para que todo creyente crezca
en el conocimiento del sentido teológico de la liturgia".
El Papa se detiene en esta carta a explicitar la importancia que tiene la
misma celebración dominical como fuente de catequesis e instrucción del
Pueblo de Dios y nos recuerda que no sólo el presbítero presidente es el que
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celebra la Eucaristía. También es la asamblea formada por todos los bautizados,
los que participamos de la Eucaristía como pueblo sacerdotal por la gracia del
bautismo. La Iglesia, cuerpo de Cristo, es el sujeto celebrante y no solo es
sacerdote, afirma el Papa.
Refiriéndose al día a día de los cristianos durante la celebración de la Santa
Misa, recuerda también que "para poder guiar" a los fieles, "los ministros que
presiden la asamblea deben conocer el camino, tanto por haberlo estudiado en
el mapa de la ciencia teológica, como por haberlo frecuentado en la práctica de
una experiencia de fe viva, alimentada por la oración, no sólo como un
compromiso que cumplir".
En Desiderio Desideravi, Francisco alienta a los sacerdotes en su
formación litúrgica, tanto intelectual como de su propia vida y experiencia de fe
y oración. 
Para ello, recomendó que en los seminarios cada disciplina de la teología
muestre, desde su propia perspectiva, "su íntima conexión con la Liturgia, en
virtud de la cual se revela y realiza la unidad de la formación del sacerdote".

"La comprensión teológica de la Liturgia no permite entender estas


palabras como si todo se redujera al aspecto cultual. Una celebración que no
evangeliza, no es auténtica, como no lo es un anuncio que no lleva al encuentro
con el Resucitado en la celebración".

6º EL ARTE DE CELEBRAR NO SE PUEDE IMPROVISAR

En Desiderio Desideravi, Francisco incide en que "el arte de celebrar no se


puede improvisar" y que, "como cualquier arte, requiere una aplicación asidua".
"Uno no aprende el arte de celebrar porque asista a un curso de oratoria o
de técnicas de comunicación persuasiva. Toda herramienta puede ser útil, pero
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siempre debe estar sujeta a la naturaleza de la Liturgia y a la acción del Espíritu.
Es necesaria una dedicación diligente a la celebración, dejando que la propia
celebración nos transmita su arte", expresa.  
Una dedicación diligente que no corresponde solo a los ministros:
"Realizar todos juntos el mismo gesto, hablar todos a la vez, transmite a los
individuos la fuerza de toda la asamblea, siendo conscientes de ser un solo
cuerpo.
No se trata de tener que seguir un protocolo litúrgico: se trata más bien de
una `disciplina´ que, si se observa con autenticidad, nos forma: No son el
enunciado de un ideal en el que inspirarnos, sino una acción que implica al
cuerpo en su totalidad, es decir, ser unidad de alma y cuerpo".

7º LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO EN LA LITURGIA

Entre los "gestos" que puede realizar cada uno de los fieles, Francisco se
refiere especialmente al silencio como uno "de absoluta importancia", pues
"toda la celebración eucarística está inmersa en el silencio que precede a su
inicio y marca cada momento de su desarrollo ritual", como es "el acto
penitencial; después de la invitación a la oración; en la Liturgia de la Palabra, la
plegaria eucarística o después de la comunión".

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Este silencio, explica, "es el símbolo de la presencia y la acción del
Espíritu Santo que anima toda la acción celebrativa"
El silencio "mueve al arrepentimiento y al deseo de conversión; suscita
la escucha de la Palabra y la oración; dispone a la adoración del Cuerpo y la
Sangre de Cristo; y sugiere a cada uno lo que el Espíritu quiere obrar en nuestra
vida para conformarnos con el Pan partido".
En el Silencio nos da forma el Espíritu.
Los gestos como arrodillarse, también deben hacerse "con arte, con plena
conciencia de su significado ya que en este gesto expresamos, nuestro modo de
estar en presencia del Señor.
La liturgia está hecha de símbolos, incluye elementos naturales que tienen
su fundamento en la Encarnación de Jesucristo, que ha hecho posible la
redención en la Cruz. Esto nos compromete a mantener una actitud interior y la
vivencia profunda del misterio que se celebra, para que como en la liturgia, la
contemplación de lo visible nos lleve al amor de lo invisible.

MARÍA Y LA LITURGIA

El documento sobre la liturgia del Concilio Vaticano II (Exhortación


Apostólica Marialis Cultus de san Pablo VI de 1974), describe la importancia de
la presencia de la Bienaventurada Virgen maría en el culto litúrgico de la Iglesia.
El documento conciliar nos ayuda a encontrar una acertada y hermosa
mirada hacia la Madre de Dios desde la celebración litúrgica de la Iglesia. Al
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estar María asociada a su Hijo desde el misterio de la Anunciación, cada una de
sus festividades litúrgicas tiene un vínculo indisoluble en la celebración de los
misterios de Cristo, su Hijo. La singularidad de María radica, por tanto, en su
maternidad divina, razón del resto de sus privilegios y especiales gracias.
Además, el ser realmente la Madre de Dios hace de la Virgen una
colaboradora especial en la “obra salvífica de su Hijo”, a pesar de ser una
criatura. No es casual que los padres conciliares escogieran esta expresión, pues,
como sabemos, la liturgia de la Iglesia tiene como finalidad actualizar la
salvación de Nuestro Señor Jesucristo. 
Todas las celebraciones que a lo largo del año nos invitan a volver nuestra
mirada a María, nos la presentan como un ejemplo a seguir para acoger la
salvación de Dios.
María es la primera redimida y santificada y, además, es modelo de
imitación para cada uno de nosotros. Ella “es el orgullo de nuestra raza” (cfr. Jdt
13, 18) y fuente de Esperanza para nosotros, peregrinos hacia la Jerusalén
celestial donde María nos espera.
En ella la Iglesia, que se encuentra todavía en camino hacia la visión
celestial, se ve reflejada, pues sabe que la salvación se ha cumplido totalmente
en ella.
María es la plenitud de la naturaleza humana al ser la imagen perfecta de su
Hijo. Su asunción a los cielos nos recuerda y certifica la salvación que Cristo
nos trajo con su encarnación, vida, muerte, resurrección y ascensión a los cielos.
Es normal, por tanto, que los fieles entendamos la relación privilegiada que
existe entre Jesucristo el Hijo de Dios, y María su Madre y madre nuestra. 

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