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MINISTERIO ORDENADO
Apuntes personales

I. Primera Parte: El Ministerio Sacerdotal en el Nuevo Testamento y en la Fe de la Iglesia

I.1 Aproximación metodológica

I.1.1 Los sacramentos del servicio


Los sacramentos, signos eficaces de la gracia, se agrupan en Sacramentos de
 Iniciación
 Sanación
 Servicio
Los sacramentos están vinculados a la Cristología:
 Redención objetiva: acto redentor / salvador –amor humano de una persona divina–
realizado por Cristo, que me rescata de la perdición (negación del amor a Dios) a
causa del pecado, porque solo no puedo, habilitándome para amar a través de la
gracia redentora.
 Redención subjetiva: “El poder de la pasión de Cristo (muerte y Resurrección) se
nos comunica por la fe, por la caridad y por los sacramentos de la fe”. En cuanto que
los sacramentos son “prolongación de la humanidad redentora de Cristo.
CCE 1534:
“Otros dos sacramentos, el Orden y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los
demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el
servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la
edificación del Pueblo de Dios.”

I.1.2 El nombre del sacramento


Orden Sagrado:
 Ordo (Lt) = cuerpo civil (romanidad antigua); categoría dentro de la sociedad, sobre todo
de aquellos que gobiernan.
 Ordinatio = incorporación al “ordo”.
 En la Iglesia aparece la palabra griega “taxis” (“ordo” latino) = orden.
 Va acompañada de adjetivos: Ordo episcoporum, Ordo presbyterorum, Ordo diaconorum.
 El Sal 110,4: Sacerdum ordum Melquisedec.
En la Iglesia antigua, la palabra “ordo / taxis” no está exclusivamente vinculada a los ministerios
de la Iglesia, sino también a otras categorías eclesiales: catecúmenos, vírgenes, viudas, esposos;
ingresando a cada una de ellas por una “Ordinatio”.
Además de esta analogía, existe una novedad: CCE, 1538:
“La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado
ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición o un
sacramento. Hoy la palabra "ordinatio" está reservada al acto sacramental que incorpora al
Orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y que va más allá de una simple
elección, designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere un don del
Espíritu Santo que permite ejercer un "poder sagrado" ("sacra potestas") que sólo puede
venir de Cristo, a través de su Iglesia. La Ordenación también es llamada "consecratio"
porque es un "poner aparte" y un "investir" por Cristo mismo para su Iglesia. La "imposición
de manos" del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta
consagración”.
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I.1.3 Criterios insuficientes de comprensión: Sociología, Historia de las religiones, Antiguo


Testamento

Desde la Sociología
¿Qué es el Ministerio de la Iglesia? El Ministerio es un cargo o función que se otorga a
determinados individuos del grupo de creyentes, para que, en nombre del evangelio procuren guiar al
grupo, tratando de que la mentalidad del evangelio pueda influenciar en la vida de esa comunidad. Siendo
la misma comunidad la que, análogamente a la comunidad civil, delega a algunos para que la conduzcan.
Aquí no aparece la mención a la “institución” de “Ministerio Ordenado” por parte de Cristo.
Tampoco su voluntad de fundar la Iglesia. Se tiene sólo una idea funcional y sociológica del Ministerio.
Se desconoce que en el NT existe un Orden Ministerial “normativo” para todas las épocas, a favor
de la aparición de formas “diversas” según la vida cambiante de la comunidad influenciada por la cultura
ambiente.
Esta postura se parece a la “Protestante”, para quienes el ministro no es representante de Cristo,
sino de la comunidad. Por lo cual, la naturaleza del ministerio es más funcional que “ontológica”.
Nosotros, partiendo de que la Iglesia ha sido fundada para “comunicar” la gracia redentora de
Cristo, no podemos reducir el Ministerio a lo meramente funcional.
 En la Sagrada Escritura encontramos la expresión “Pueblo de Dios”, y a la Iglesia se le
atribuyen las prerrogativas de Israel en cuanto “Pueblo elegido y consagrado para rendir culto a
Dios” (2Cor 6,16; Tt 2,14; 1Pe 2,9; Hb 8,10; Ap 21,3). La expresión también aparece en el
contexto de que los miembros de las naciones paganas ahora pueden incorporarse y pertenecer,
con pleno derecho, al Pueblo de Dios (Rm 9,25; 1Pe 2,10 [Os 2,25]).
 Existen dos palabras griegas para hablar de pueblo: Laos y Demos.
 En la expresión Pueblo de Dios se usa Laos (I). Además, en Mt 26,5 //; 26,64; Lc 20,6;
22,2; 23,27.35 se usa Laos para designar al pueblo como distinto de los gobernantes (II).
Es decir, Laos se emplea tanto en lo religioso (I) y en lo civil (II); e incluso, sin resonancia
religiosa puede designar a los judíos, pero nunca a los cristianos.
 A pesar de estas variantes, la palabra Demos nunca es usada para designar a la Iglesia.
Por lo tanto, si la categoría Pueblo se aplica a la Iglesia, no lo es de una manera sociológica, sino
religiosa. El Ministerio no es algo funcional sino normativo de la “Revelación y Tradición”.

Desde la Historia de las Religiones


En la humanidad puede observarse un fenómeno: el permanente intento del hombre para
vincularse con la esfera de lo sagrado. Por eso, es útil hacer una comparación con la historia de las
religiones.
Pero, la categoría común que podríamos usar queda desbordada ante el hecho del Ministerio
eclesial, tanto en la Antigua Alianza como en la Nueva.
En las culturas cercanas a Israel, encontramos a un Sumo Sacerdote que coincide con la más alta
autoridad. Al mismo tiempo, que se encuentra una Casta Sacerdotal transmitida por herencia, junto a
exigencias para transmitir esa función cultual e interpretativa de la vida.
 Egipto: Faraón
 Babilonia: Rey
 Grecia: mantis, padre de familia Sumo Sacerdocio
y los políticos.
 Roma: algo parecido a Grecia.
En todas las culturas había un sacerdocio femenino para determinados cultos (función ritual,
sacrificial, profética, más sus correspondientes exigencias), en algunas culturas es exclusivo, en otras, en
proporciones paralelas, y en otras, menor.
A pesar de que encontramos estas formas de oficio sacerdotal, mediador entre Dios y los hombres,
y que es bueno conocer, resulta insuficiente a la hora de ver el ministerio eclesial, en orden a las
novedades que este presenta.
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Desde el Antiguo Testamento


Es cierto que hay una relación de continuidad entre el sacerdocio levítico y el instituido por Cristo.
Pero, también es cierto que la relación es mucho más que “anuncio y cumplimiento”, en virtud de la
novedad que este último plantea, lo cual hace que el sacerdocio antiguo quede desbordado.

II.1.4. El sacerdocio de Cristo como modelo y fuente


Para entender la novedad del Ministerio eclesial es necesario tener a Cristo como modelo y fuente
de este nuevo sacerdocio. Este “patrón” no se puede deducir de las otras categorías. Hay un plus, una
novedad que supera a todo antecedente de mediación, siendo en el NT, ante todo, una noción existencial y
no ritual.
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II.2. El sacerdocio antiguo
II.2.1 El sacerdocio natural de los jefes y el sacerdocio real de Israel
No debemos restringir el sacerdocio del Antiguo Testamento sólo al sacerdocio levítico -resultante
de una evolución legislativa-, porque hay también un sacerdocio que ejercen los patriarcas, los jefes de
Israel, los jueces, los reyes y todo el pueblo “sacerdotal”.
Con la reforma religiosa se acentúa el sacerdocio levítico, pero nunca deja de existir ese
sacerdocio natural y la conciencia de que Israel es un pueblo sacerdotal.
No debemos quedarnos con el término “kohen”, sino ir hacia las “funciones sacerdotales” que se
ejercen. En el Antiguo Testamento está representado un “sacerdocio natural” de los jefes que preexistió
y coexistió con el sacerdocio funcional de los levitas. Es cronológicamente anterior, y permaneció
paralelamente con el sacerdocio levítico durante siglos.
 Cf. Gn 4,13ss Caín y Abel ofrecen a Dios sus dones;
 También Noé: Gn 8,20.
 Abraham construye altares e invoca el nombre de Yavé: Gn 12,7; 13,4.18; 15,9-11; 22,13.
 Jacob erige un santuario en Betel: Gn 28,28; 35,7, ofrece un sacrificio para sellar una
alianza: Gn 31,54.
 Jetró, en el libro del Éxodo, suegro de Moisés, es sacerdote y jefe de una tribu: Ex 18,12;
 También Moisés en Ex 24: la alianza en el Sinaí, un sacrificio en nombre de todo el
pueblo por la vocación de ser jefe (no tanto por ser de la tribu de Leví).
 En Ex 12,6-7.21 se narra la noche pascual, ritual de la pascua, que es una comida
sacrificial. Quien realiza esta comida es cada jefe de familia. En los orígenes en Israel esta
celebración de la pascua la realiza en su casa cada jefe de familia. Luego, con la reforma
religiosa únicamente puede celebrarse en Jerusalén, y al cordero lo sacrifica únicamente el
sacerdote levita en la explanada del templo, pero eso por la reforma religiosa de
centralización del culto.
 En el libro de los Jueces vemos a Gedeón, suscitado por el mismo Dios para gobernar al
pueblo: Jue 6,18-21; 13,19.
 En 1Sam. 1,3-4.21; 2,19 es el padre de Samuel el que presenta sacrificios y, por lo tanto,
técnicamente un laico (que no pertenece a la tribu de Leví).
 Samuel, que es un vidente, profeta, bendice el sacrificio en Ramá: 1Sam 9,12-13, y no es
de la tribu de Leví sino de Efraím, como leemos en 1Sam 1,1.
 Lo mismo Elías en el pasaje de 1Re 18,30-38.
 Con el advenimiento de la monarquía, primero Saúl y luego David y Salomón, vemos
cómo los reyes aparecen en funciones sacerdotales, cf. 2Sam 6, 17-18; 1Re 8,62-64; 2 Re
23,1-3. Por lo tanto, el sacerdocio natural de los jefes es tradicional en Israel y se convierte
con el advenimiento de la monarquía en sacerdocio real como signo vivo de su unidad
nacional.
 Esta monarquía es depositaria de las promesas divinas: 2Sam 7,8-16. El rey se convierte al
mismo tiempo en el representante de Israel ante Yavé: 2Re 23,1-3. También es el
representante de Dios, el lugarteniente, el vicario de Dios ante los hombres: Sal 2,6-9.
Entonces, la mediación religiosa en su doble dimensión ascendente y descendente es
llevada a cabo por el jefe supremo del culto nacional.
En la reforma deuteronómica (Deut 17,14-20), cuando se enumeran las instituciones básicas de
Israel, la monarquía, tal como es concebida en ese pasaje, ya no tiene alusión a este sacerdocio real, sino
que el rey aparece solamente como un administrador civil. En el año 586, con la invasión y el exilio, todo
esto tendrá su fin. Al regresar, la dinastía davídica estará quebrada, apareciendo en los anuncios
proféticos un “nuevo David”.

II.2.2. El sacerdocio levítico


Se encargaban del acto fundamental del culto: el sacrificio y las oraciones en nombre del pueblo.
También se encargaban de la Palabra, con una diferencia entre él y el profeta, que es el hombre de la
Palabra. El sacerdote era como un “catequista”, el que conoce y explica la ley para que el pueblo la viva,
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pero es el custodio de la ley, el entendido en la ley y encargado de explicarla y transmitirla. En cambio, la
palabra profética irrumpe como novedad, es el hombre del Espíritu por excelencia.
Se encargaban, entonces, de los sacrificios rituales: Lev 1-9. 16, de las enseñanzas: Deut 33,9-10;
31, 9.26, de las decisiones divinas y de bendecir en nombre de Dios al pueblo: Nm 6,22-27; Eclo 45,15.
Esas son las principales funciones pero, añadimos también otras: tenían un cierto control sanitario y
también cierta averiguación de la voluntad de Dios echando suerte: Deut 33,8 (ver nota de la Biblia de
Jerusalén) y algunas atribuciones jurídicas: Deut 5, 11-31. Todas estas atribuciones fueron tomando forma
distinta con el correr del tiempo.
En el Antiguo Testamento la trascendencia divina está expresada en el término santidad. Dios es
Santo, es Fuego devorador (Deut 4,24; Hb 12,29). Y, ante la manifestación de la santidad divina, el
hombre lo que siente es su insignificancia, su inestabilidad, la conmoción profunda y el pánico –de allí la
postración– ante la excesiva luz divina, la diferencia tremenda de densidad: Is 6,5, Isaías se postra y
exclama su radical impureza. También Ex 20,18-19, todo el estremecimiento, el sacudimiento de la
naturaleza.
Dios es Santo y para relacionarse con Él es preciso impregnarse de su santidad mediante una
consagración. El pueblo no puede acercarse, le falta santidad: Ex 19,12. Por eso, el Dios Santo,
trascendente, elige un pueblo [punto 2.3.]. De entre el pueblo se elige una tribu y en ella una familia que
recibe una consagración peculiar. Y a su vez, dentro de ella, el sacerdote separado por la consagración.
En la Escritura hay una extensa descripción de esta consagración sacerdotal: Lev 9; Ex 29. Un
baño de purificación, la unción lo impregna de santidad, las vestiduras especiales expresan su pertenencia
a lo sagrado y a los sacrificios de consagración. Todo esto es como un ritual para conferir santidad, para
segregarlo y volverlo grato a Dios.
Y, el segregado, consagrado, debe aplicarse a no perder esta santidad. En Lev 21 hay severos
preceptos para que evite lo profano, de lo contrario no podría acercarse a Dios. Hay una vía ritual a través
de la cual, el hombre por purificaciones sucesivas se vuelve progresivamente más capaz de un
acercamiento al Dios Santo. También hay una prohibición para el resto, para los laicos, una separación,
en orden a realizar bien su trabajo: Nm 1,51; 3,10.38.
El encuentro con Dios no se produce en cualquier lado sino en un sitio sagrado. Él puede entrar en
un lugar santo para ejercer ceremonias sagradas en tiempos determinados, tiempos sagrados, tiempos
santos. En esos tiempos, a través de determinadas ceremonias se ofrece el culto que es lo más
significativo.
El sacrificio tiene la intención de hacer sagrado, hacer puro. El sacerdote presenta sacrificios
porque él sigue siendo un hombre terreno a pesar de todas las ceremonias de consagración y de
segregación, se percibe que no puede pasar enteramente al mundo divino. Entonces, elige a otro ser vivo a
través del cual quede simbolizado este paso de lo profano a lo sagrado. Se elige un animal perfecto que
será segregado y consumido por el fuego y subirá en humareda (holocausto): Lev 1,9.17, o bien su sangre
será como lanzada hasta el trono de Dios: Lev 16,14-15.

Conclusión.
 El sacerdote queda separado del pueblo para reservarse para el culto, abandona las
actividades profanas para dedicarse a las sagradas. Todo esto es un movimiento
ascendente de separaciones rituales, cuya cima es el sacrificio: un intento de consagración
cada vez más total a través de una serie progresiva de separaciones rituales. Así, el
sacerdote que ha ofrecido la víctima sacrificada puede entrar en contacto con Dios, ser
admitido en la morada santa y, si todo fue bien realizado, la víctima presentada será
agradable a Dios.
 Se inicia el movimiento descendente. El pueblo, representado por el sacerdote, obtendrá
los favores divinos gracias a esta mediación sacerdotal: el perdón de sus faltas, fin de las
calamidades, instrucciones divinas para encontrar el camino recto y las bendiciones
divinas.
Entonces, en el AT, resumimos estas dos ideas: segregación (sacar, separar de lo profano) y
exaltación.
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I.2.3. Israel, Pueblo sacerdotal
Tenemos que mencionar también el otro aspecto: el sacerdocio de todo el pueblo. Israel se sabe
pueblo sacerdotal. El culto pertenece, en realidad, a todo el pueblo de Dios por la Alianza: Ex 19,5-6.
Israel es un pueblo segregado y es una nación santa (en este sentido de santidad objetiva) y un reino de
sacerdotes, un reino sacerdotal. Dios es, por la alianza, el rey de Israel. Israel es, a su vez, el Reino. El
servicio a Dios, que es Rey de Israel por la Alianza, culmina en el culto. Si bien hay un mediador, todo el
pueblo participa, hay una expresión comunitaria.
El servicio de Dios no se reduce al cumplimiento material de los ritos. Explica, ante todo, la
obediencia a la voz de Dios que abarca todos los órdenes de la vida. El culto tiene su verdad: es expresión
de la ley prescripta por Dios: Lv 17-26, pero no hay que tergiversar el culto. Los profetas arremeten
contra el ritualismo formal y litúrgico. De allí que los profetas hablen con términos fuertes: "Misericordia
quiero, no sacrificios". Cuando se separa la liturgia y la justicia aparece la dura crítica profética: ha de
vincularse la moral y el derecho con el culto. La religión en Israel conlleva, sin duda, un ejercicio ético,
no es un ejercicio de magia. El cumplimiento de la ley moral es parte esencial del culto, es su corazón.
Is 6 manifiesta que el culto de este pueblo sacerdotal es una imagen del culto celestial de los
ángeles en el cielo ante el trono de Dios.
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I.3. El sacerdocio en el Nuevo Testamento
I.3.1 Jesús y el sacerdocio antiguo
Fuera del texto A los Hebreos, la palabra sacerdote aparece sólo para referirlo al sacerdocio
levítico del AT [Hb se escribe antes del 70 dC. Todavía existe el Templo de Jerusalén y se refiere a los
sacrificios todavía vigentes. El culto de los cristianos era mucho más sencillo, pues a este momento ya
habían sido expulsados de la comunidad, no se los consideraba israelitas verdaderos] o al sacerdocio
pagano (referido a otras divinidades). Ej: Hch. 14,13 se habla de un sacerdote pagano que hace un culto a
Júpiter. Referido a Jesús nunca se aplica la noción de sacerdote, excepto en la carta a los Hebreos. Jesús
trae un cambio y novedad en el tema del sacerdocio y culto: Heb. 8,1.
¿Cuál es el motivo por el cual el Nuevo Testamento evita atribuir a Jesús el sacerdocio?
 Jesús no pertenecía a la tribu de Leví sino a la tribu de Judá que no es sacerdotal.
 En su ministerio público Él nunca se presentó reivindicando funciones sacerdotales, no las
ejerce, al contrario: acude al Templo. Nadie, tampoco, atribuye a Jesús esta categoría: dicen que
Él es profeta, maestro, señor… pero nunca dicen que es sacerdote. Quienes no quieren saber
nada con Él dicen que es un poseído, otros dicen tímidamente: "el Mesías", para otros es un
seductor, pero a nadie se le ocurre decir que es un sacerdote. Jesús nunca ejerció durante su
ministerio público funciones sacerdotales.
 La pregunta es suscitada ante la persona: ¿Quién es este? Esto nos permite entender que hay una
cristología implícita. A nadie se le ocurre decir que es un levita, y en este sentido es válido decir
que Jesús en Israel es un “laico”, y que nunca pretendió funciones sacerdotales. Por eso, su
ministerio es ejercitado en la línea profética: pregonando la alianza definitiva, denunciando la
separación entre rito y vida, llamando a la obediencia a Dios en la vida social (Mt 9,13; 12,7 [Os
6,6]).
 Tampoco por su muerte es posible atribuir naturaleza sacerdotal a Cristo. Para identificar
sacrificialmente la muerte de Jesús en la cruz, se requiere una gran agudeza teológica, ya que
exteriormente era en realidad todo lo contrario. La víctima tenía que ser sin mancha ni defecto y
aquí nos encontramos con alguien que es acusado, condenado. El sacrifico solemne es un acto
de consagración que une a Dios y es fuente de bendiciones, en cambio la muerte de un
condenado es una execración, que es lo contrario a una consagración. Además, es ejecutado
fuera de la ciudad: Nm 15,20, y es fuente de maldición: Gal 3,13.
 En cuanto a su muerte, nosotros la entendemos como el acto cultual por excelencia, siendo el
arte medieval el que exprese esta realidad con una actitud sacerdotal. Pero, desde la resonancia
de la palabra “sacerdocio”, no habría nada exterior que llevará a esta concepción. Por eso,
decimos que la muerte de Cristo no es un sacrificio en sentido ritual (no hay ceremonia, es fuera
del Templo en un lugar profano, no hay incienso ni vestiduras sacerdotales). Exteriormente es la
ejecución de un condenado.
Sin embargo, es necesario ir a lo profundo: la intención profunda del sacerdocio es el ser “puente”,
la “mediación” entre los hombres y Dios. Jesús trae la forma más suprema de “mediación”, la cual
desborda todos los ritos. Y, aunque exteriormente no nos ayude en nada, intuitivamente en el Nuevo
Testamento se filtra cierta idea sacerdotal: en todas las fuentes aparece la idea de ver a la muerte de Jesús
como nuestra salvación y como un sacrificio, sacrificio existencial de Cristo (ahora la víctima es una
persona). Además, el Antiguo Testamento preparó de múltiples maneras la revelación de Cristo como
mediador de salvación, por lo que ciertos aspectos esenciales de la mediación de Jesús no pueden
entenderse sino desde esas categorías veterotestamentarias.
Implícitamente hay una captación de una mediación o el equivalente de una mediación sacerdotal,
por ej. en Ap 1,13 Jesús se le aparece al vidente del Apocalipsis, y aparece vestido con una túnica de lino
y una faja: es la descripción de una vestidura sacerdotal. También recordamos que en el relato de la
Ascensión que trae Lucas en el evangelio, Jesús asciende y mientras asciende y antes que lo oculte la
nube, bendice a los suyos. También esto es un indicio de interpretación cultual de su misterio pascual.
San Pablo llama a Jesús: nuestra Pascua, nuestra víctima pascual: tenemos, por lo tanto, una terminología
litúrgica.
En la teología cristiana el título de sacerdote en el texto A los Hebreos le viene por la aplicación
del Salmo 109 (110),4: "Tú eres Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec". Esta aplicación
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del Salmo 110 a Jesús era imposible antes de la resurrección, la cual lo entroniza de una forma que supera
las perspectivas temporales. Este salmo ve el triunfo del Mesías, pero lo que entendían quienes recitaban
el salmo era el triunfo temporal y en esta historia.
La reflexión teológica del texto A los Hebreos no es pura especulación sin ninguna raíz histórica.
En el Nuevo Testamento podemos descubrir una conexión entre el sacerdocio y los ritos sacrificiales del
culto comunitario. En todas las fuentes del Nuevo Testamento (sinópticos, Juan, cartas, Apocalipsis) el
acto redentor de Cristo aparece en términos de sacrificio, aparece velada la idea cultual, sacerdotal, cuyos
elementos va a explicitar plenamente la carta a los Hebreos en su síntesis cristológica.
En los evangelios nos encontramos con varios dichos auténticos de Jesús en los cuales Él
manifiesta el sentido de su muerte: Jesús prevé su muerte y, ante el desconcierto de los discípulos, les
habla del cumplimiento de las Escrituras. Su muerte no es un mero accidente sin significado, su carácter
sacrificial puede ser mostrado de distintas maneras.
 En primer lugar, lo más visible es la relación entre la muerte y la celebración de la pascua. Es en
el contexto de esta fiesta que Él será arrestado y condenado, y antes de padecer sustituye la
antigua comida pascual con un nuevo gesto ritual que será memorial de su muerte. Así, en Lc
22,19 y 1Cor 11,23-25: su cuerpo entregado y su sangre derramada. Vale decir: su persona que
es carne y sangre ofrecida como víctima sacrificial. En Jn 17,19, en la oración que llamamos
sacerdotal, Jesús ora al Padre con estas palabras: "Por ellos me consagro, me santifico", se
entiende a sí mismo como una víctima, como una ofrenda, como un sacerdote para que los suyos
sean también consagrados. Nos encontramos con la imagen del Cordero para identificar a Cristo.
Así en 1Cor. 5,7: Cristo es la víctima pascual; Ap. 5,6: el Cordero degollado y glorioso; Jn 1,29:
el testimonio del Bautista: "el Cordero de Dios". Por lo tanto, vemos fuentes distintas donde hay
una identificación de Jesús con el Cordero Pascual. Jn 19,36: "No se le quebrará ningún hueso"
que remite a Ex 12,26.
 Además, la Sangre de Jesús en su Pasión es la Sangre de la Alianza y Él tiene conciencia de que
va a morir y que su Sangre es como el sello de la Alianza: Mc 14,24 y paralelos. Hay una
evocación de la Alianza del Sinaí y de las víctimas sacrificiales a la luz de las cuales Jesús
interpreta su propia muerte en terminología litúrgica, sacrificial, cultual; y esto no está tan
distante de una concepción sacerdotal. Moisés ha sido el mediador de la primera alianza y ahora
Jesús con su muerte, entendida como sacrificio expiatorio, viene a solucionar el problema del
pecado que no quedaba resuelto: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir”,
clara alusión al Siervo Sufriente: cf. Mt 26,28: la sangre derramada por una multitud en
remisión de los pecados.
 En Jn tenemos textos que encierran una teología semejante. Jn 6,51: “El pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo”; “Yo doy mi vida por mis ovejas”, Jn 10,15.17-18. Jesús da su
vida voluntariamente. Todo esto está conectado con el rito eucarístico.
 En las Cartas, la ofrenda voluntaria de Cristo aparece mencionada de distintas maneras: Ef 5,2.
Por lo tanto, ingresa la terminología cultual, litúrgica, sacrificial. No aparece el término
"sacerdote", que llamaría mucho la atención, pero hay atisbos, esbozos que Hebreos llevará a su
plena explicitación.
 En 1Pe 3,11: Cristo murió una sola vez por nuestros pecados; 1Pe 2,24: llevó nuestras faltas en
su cuerpo. Esto remite a Is 53,5-6.12. Hay también otras alusiones en Rom 3,25; 5,9; Ef 1,7;
2,13 –sangre redentora–; 1Pe 1,2; 1Jn 1,7 -víctima de propiciación por nuestros pecados-; Ap
1,5.
Ahora, en el NT, la muerte de Cristo llamada sacrificio viene a realizar en plenitud el culto
existencial del cual hablaban los profetas, no es un sacrificio en un sentido ritual, exteriormente es todo lo
contrario, pero si se mantiene la palabra es porque hay algo que hace a la esencia del sacrificio y que aquí
está presente.
El sacrificio es un don del hombre a Dios. Y está el elemento exterior, visible, y el elemento
invisible, y esto es lo esencial: la actitud interior. El sacrificio es una forma de lenguaje. Es el hombre
mismo quien quiere significar el acatamiento de la voluntad divina, y allí está lo fundamental del
sacrificio: en la actitud interior, de la cual el signo exterior es su lenguaje, su expresión. Entonces, la
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actitud del culto interior del cual hablaban tanto los profetas, es realizada ahora en la muerte de Cristo
interpretada como sacrificio.
No estamos en presencia de ritos, sino en el plano de la experiencia, en la existencia abierta a la
voluntad de Dios. Quien pasa por esta experiencia no tiene pecado personal para expiar: Jn 8,46; pero,
entre Él y los pecadores existe una solidaridad fundada en el amor que le hace compartir la suerte de los
pecadores hasta el fin. A esta muerte Jesús la ha llamado Bautismo o la copa que el Padre le ha dado para
beber: Jn 18,11; Mc 10,38-39; 14,36. Se establece un vínculo más profundo del que tenían los sacerdotes
judíos (Hb 7,27ss) entre Jesús y los hombres y entre Jesús y el Padre (1Tm 2,5-6); más intenso que
cualquier otra mediación.

I.3.2 El sacerdocio de Cristo en el texto A los Hebreos


El texto A los Hebreos presenta el sacerdocio de Cristo. Su sacrificio responde al culto interior en
el cual insistían los profetas. Experimenta la muerte y el sufrimiento alguien que no tiene pecado personal
para expiar, pero establece una solidaridad profunda con los sacerdotes: vínculo de mayor profundidad.
La originalidad y unicidad que aporta Cristo está en su misterio personal. Y la vinculación única que tiene
con Dios, es “el Hijo” en sentido absoluto “Abbá”. En este nivel de profundidad (vínculo con los hombres
y vínculo con Dios) radica su mediación redentora. En 1Tim 2,5-6 habla de la mediación única y
universal.
La insistencia que el autor del texto A los Hebreos pone en el sacerdocio de Cristo se explica por
los problemas pastorales a los cuales quería hacer frente. La participación en la liturgia nueva que realizan
los cristianos podía traer cierta desilusión y el texto evoca sencillamente esta mediación: Heb 6,4-5;
10,32; 12,22-24. Estas liturgias y asambleas para gente que tiene un punto de comparación (antes iban a
las liturgias del Templo). Hubo en un momento un corte difícil y doloroso ante la incredulidad de Israel;
ej.: Pedro y Juan siguen subiendo a orar a la hora señalada.
En el lenguaje del texto decimos que el Espíritu Santo “los hace entrar en la existencia
escatológica” a la cual los preparaba el Antiguo Testamento. La liturgia cristiana, por lo tanto, no debe
ser considerada al margen del acto mediador que ella actualiza en el tiempo. La liturgia introduce en la
Asamblea celestial: Heb 12,22ss; en la Patria mejor que los Patriarcas anhelaban: Heb 11, 10.13-16.
Lo esencial del texto es contemplar a Cristo en su mediación salvadora. Por su misterio pascual el
Hijo vuelve a Dios, asciende a Él; esa Ascensión de Cristo es contemplada como nuestra propia
Ascensión. El texto acentúa los dos aspectos: la divinidad (Heb 1,2-3; 5-14; 3,5; 5,8; 5,13) y su
solidaridad plena con los hombres (Heb 4,15; 2,6-18).
Jesús cumple las tres funciones mediadoras esbozadas en el Antiguo Testamento: profética, real y
sacerdotal. En esta mediación nueva que trae Cristo convergen y se cumplen otros tipos de mediación: los
tres principales del Antiguo Testamento: atribuía a Israel el triple rol de profeta, rey y sacerdote. Jesús es
portador de la Palabra divina, se aplica a sí mismo el cumplimiento de la profecía (cf. Lc 4  se refiere al
profeta escatológico); la mediación real que pasa por la paradoja de la pasión y resurrección y la
mediación sacerdotal vinculada a la Alianza Nueva.
 Mediación profética: El texto comienza mostrando al Hijo, la Palabra total y definitiva. Por su
Hijo hizo todas las cosas, habló por medio del Hijo y es la Palabra por la cual creó todo 
manifestación de la Palabra Divina.
 Mediación real: expresada en el título mismo de Mesías, que está sentado a la derecha del
Padre: Heb 1,3  cita implícita del Sal 110,1: “Siéntate a mi derecha”  entronización del
Mesías que comparte el poder divino.
 Mediación sacerdotal  desde fines del cap. 2 el texto introduce la categoría de sacerdote: el
que ofrece el culto verdadero que da gloria a Dios. Heb 10: pasaje memorable del texto. Hay una
doble crítica respecto al culto:
1) La línea profética señala la disociación entre el rito y el culto interior.
2) El rito era impotente para traer la realidad de la salvación, era sólo figura: Heb 10,10-14.
Esta mediación sacerdotal no puede ser separada de las otras líneas: profética y real; no es algo
que se añade a ellas, sino que está intrínsecamente vinculada con ellas. Pero su sacerdocio es la cumbre
de su actividad mediadora. Por este sacerdocio los hombres se unen a Dios y son introducidos en el
Santuario celeste.
10
I.3.3 Jesús y el sacerdocio levítico
Para dar a entender el papel de Cristo sacerdote, el autor de Hebreos usa la comparación con el
sacerdocio ministerial, funcional, levítico, y con el sacerdocio natural del rey. Sobre el primero no es tan
negativo como puede parecer a primera vista, pues aprovecha la institución del Antiguo Testamento y las
aplica a Cristo.
 Jesús no poseyó ese sacerdocio levítico porque no era de esa tribu: Heb 7,13-14; 8,4.
 Con él se produce un cambio del sacerdocio y de la ley: Heb 7,12.
 El sacerdocio levítico ha sido abrogado: Heb 10,9, por ser impotente para traer a la realidad
aquello de lo cual es símbolo. Es sólo figura. Toda la economía antigua tendrá un sentido
figurativo de este único acto mediador, definitivo de Cristo. Viene a unir a los hombres con Dios
purificándolos de su pecado. Respecto del sacerdocio levítico  era figura, pre-figuración,
pedagogía.
Este acto mirado globalmente (el sacrificio en la cruz) es el único sacrificio. Heb 9,26, que
consuma todo lo anterior y trae la perfección, lo llevó a cabo el Sumo y Único sacerdocio: Heb 7,25, y
nos salva a todos de una vez para siempre. Por su entrada en la gloria ese sacrificio queda eternizado; así
se dice que “vive intercediendo por nosotros”: Nueva Alianza  8,6; 9,15; 12,24. La sangre de Cristo
derramada nos purifica y redime: Heb 9,12-26.
Esta teología del sacrificio de Cristo reúne varios temas que están dispersos. Es una síntesis
soteriológica a partir de esta renovación cultual, sacrificial. El autor de Hebreos parte del culto del AT
que añoran, y muestra que el culto cristiano es plenitud, realidad y ya no figura o preparación. Esta figura
sacerdotal era arquetipo celeste. El texto habla de este culto del AT como una realización en figura, en
sombra, de la realidad arquetípica: Heb 8,5. El tabernáculo, el templo, son imágenes terrenas de una
realidad celeste. Y Jesús, al inaugurar el culto de la Nueva Alianza, aunque vino en la plenitud de los días,
pre-existía a los sacrificios del AT que no contienen sino la sombra, Heb 10,1.
En relación con este modelo, el sacerdocio levítico era una réplica, anti-typos, imagen anunciadora
del sacrificio de Cristo. La fe de Israel era preparación a la venida de Jesús. Por eso, de algún modo,
Cristo sacerdote y sus sacrificios, eran percibidos a través de los sacerdotes y de los sacrificios
figurativos.
Compara la figura de Aarón y los Sumos Sacerdotes con la figura de Jesús. También hay una
vocación divina en Jesús, el Hijo de Dios: Heb 5,5. Y, nadie se atribuye esta dignidad sino el que fue
llamado, como Aarón: Heb 5,4; también Jesús.
Como vemos, el sacerdocio levítico fue un excelente punto de partida para que el autor
desarrollara su profunda teología. Cristo es el mediador de salvación, Hebreos elige presentar esta
mediación desde la pre-figuración del Antiguo Testamento. Pero la figura de sacerdote no se reduce al
tipo de sacerdocio levítico. También se establecen vínculos y analogías con el sacerdocio real.
El rey por derecho (no por mediación) tiene una función cultual, sacerdotal. La muerte de Cristo
fue sacrificio de expiación, pero no sólo ello, también fue sacrificio de la Nueva Alianza. Y lo lleva a
cabo en su calidad de Mesías, de Rey. Es, entonces, un acto cultual, sacrificial, pero en la línea real. No es
el sacerdocio funcional, sino el de los reyes, el de los jefes. El punto de partida es Sal 110,4 entendido
mesiánicamente, cfr. Mt 22,44.
En la predicación apostólica se utilizó el Sal 110,1 para denotar la entronización mesiánica de
Jesús  Hch 2,34-36; Heb 1,3; 10,12. Esta exégesis del Salmo supone la interpretación figurativa de
todas las imágenes de gloria y de lucha temporal. El acto de este nuevo sacerdocio consiste en que, a
través de su muerte, entrará en el Santuario del Cielo. Desde entonces, allí reside a la derecha de la
majestad de Dios. Se juntan los dos temas: mediación sacerdotal-sacerdocio real.
El sacerdocio de Jesús, en cuanto rey-Mesías del nuevo Israel, abierto a todos los hombres, se hizo
solidario de todo hombre: Heb 2,5-9. Es el jefe que debía conducirlos a su salvación: Heb 2,10. San Pablo
nos habla también de Cabeza del Cuerpo, nuevo Adán: hay equivalencia de ideas.
El sacrificio de Jesús no termina en la cruz. Su entrada en el cielo es su consumación. Todos los
hombres por medio de Él son nuevamente vinculados con Dios y encuentran en la esperanza un ancla del
alma. Heb 6,19-20.

I.3.4. El sacerdocio real de los bautizados en el Nuevo Testamento


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El Nuevo Testamento habla de Jesús como Sacerdote, Sumo Sacerdote. Pero no sólo se aplica a
Jesús el título de sacerdote en el Nuevo Testamento, sino a todos los fieles (sacerdocio común), no lo
aplica a los Ministros ordenados, a quienes llama “presbíteros”. Is 61,6  ya se presenta esto en
perspectiva escatológica.
El Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo Testamento y trae una modificación y
renovación de perspectivas, pero este punto esencial permanece: Cristo sacerdote trae para la humanidad
esta posibilidad: la humanidad regenerada es Pueblo Sacerdotal que no recibe pasivamente la redención,
sino que toma participación activa en el culto de Cristo.
 En 1Pe 2,9 está implícita la cita de Ex 19,5-6. También en 1Pe 2,5: “piedras vivas” “para
ejercer un sacerdocio santo”.
 También en Ap 5,10; 1,5-6: “reino sacerdotal”.
El Nuevo Testamento emplea también la palabra sacerdocio para el conjunto de los bautizados,
para los cristianos. Ap 20,6: “el que participa en la primera resurrección…serán Sacerdotes de Dios y de
Cristo”. Ap 22,3: “el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad y los siervos de Dios le darán
culto”.
Se conjugan, entonces, estas dos ideas: realeza y sacerdocio. “Pueblo de Reyes”. Se armonizan
para expresar la condición de Nuevo Pueblo. En 1Pe es ya para este mundo, mientras que en Ap la
perspectiva es más escatológica.
En Heb, sin dar el título explícito de sacerdote que se reserva para Jesús, el título está implícito en
otros textos, manifestando que el pueblo ejerce un sacerdocio, por ejemplo:
 Heb 9,14: “La sangre de Cristo... se ofreció a Dios... purificará nuestra conciencia... para
permitirnos brindar culto al Dios Viviente”. Latreuein  quiere decir ejercer la función
sacerdotal, es un verbo con sentido técnico: el sujeto de latreuein es el pueblo redimido.
 Heb 12,28: un culto (latreuomein) que sea agradable.
 Heb 10,19-22: entrar en el Santuario (terminología litúrgica, indica un cierto ejercicio sacerdotal
aunque no lo diga explícitamente).
 Heb 13,15-16: sacrificio de alabanza (la vida de fe entendida como culto, como sacrificio).
Entonces, el sacrificio único de Cristo, ofrecido por nuestro único sacerdote, se prolonga en su
Pueblo: establecido el Pueblo en el estado de sacerdocio real, los bautizados pueden rendir a Dios el culto
que Él espera, dándole culto “día y noche”, Ap 7,15. Pero Jesús sigue siendo el oferente activo que
presenta a Dios los actos de su pueblo. Cuando los fieles viven con fe su vida cotidiana se unen al
sacerdocio del Único Mediador que tenemos en el cielo. Jesús es el oferente que presenta al Padre nuestro
culto que forma unidad con el suyo en la Trinidad.

San Pablo
 Fil 3,3: “ofrecemos un culto”; 4,18: lo material es llamado “ofrenda”, término cultual litúrgico.
Ofrenda es aquello de lo que se desprendían para darlo.
 Rom 12,1: “a ofrecerse ustedes mismos como una víctima santa y agradable a Dios… culto
espiritual que deben ofrecer”. Ofician de sacerdotes ofreciendo su vida, su cuerpo a Dios. v. 2:
no conformen su mente a este mundo. Todo el ser se convierte en culto, viviendo como
sacerdote da culto a Dios.

San Juan
 Jn 4,24: culto en espíritu y verdadero.
 Is 61,6: el culto que aquí se anunció ahora encuentra soporte en la única mediación del único
sacerdote.
 El sacerdocio de los fieles se sostiene a partir del bautismo y desde esta perspectiva se habla del
carácter.

Relación Sacerdocio-Bautismo
Se trata del tema del carácter. El hombre muere y resucita con Cristo por el Bautismo, recibiendo
el don del Espíritu.
12
 Hch 4,27; 10,38: como Dios ungió a Jesús con el Espíritu Santo, la unción es en orden al
Ministerio.
 2Cor 1,21-22: el que nos ha ungido, nos ha marcado con su sello. Y ha puesto en nuestros
corazones primicias del Espíritu Santo.
 Ef 1,13-14: También han sido marcados con un sello. El Espíritu que los marcó es también su
herencia.
 Ef 4,30: No den tristeza al Espíritu que los marca con su sello.
 1Jn 2,20.27: “estáis ungidos por el Santo… la unción que de Él habéis recibido permanece en
vosotros”. En un sentido indirecto se puede leer lo de la unción que permanece.
En estos casos se está aludiendo a una acción del Espíritu Santo que “asimila” a Cristo, el ungido
por excelencia; y de aquí deriva nuestra participación en el sacerdocio de Cristo: Cristo ungido sacerdote
 Cristianos ungidos sacerdotes.
Hemos recibido “el espíritu de hijos adoptivos que nos hace clamar: ¡Abbá, Padre!”, Rom 8,15;
y “el amor de Dios ha sido derramado sobre nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido
dado”, Rom 5,5. Por eso se puede decir que de la nueva vida de hijos adoptivos es que somos llamados a
ejercer el culto sacerdotal, espiritual y existencial, LG 10-11.34.
Todo responde a la pregunta: en qué consiste esto de que somos un pueblo sacerdotal. Es una
“base común” para todos. En el Nuevo Testamento se habla del sacerdocio de Cristo y del sacerdocio de
todos los bautizados. ¿Se habla de Ministerio sacerdotal de manera explícita? NO. Pero sí se muestra
cómo Jesucristo agota en su persona todo lo que estaba prefigurado en el sacerdocio levítico y real,
prefiguración del Sumo y Eterno Sacerdocio, y cómo toda gracia –nuestra participación en el sacerdocio
de Cristo– viene por su intercesión.
13
I.4. Misión y Ministerio en el Nuevo Testamento
II.4.1 Cristo enviado del Padre
II.4.2 Los apóstoles ministros de Jesucristo
Nos dedicamos a explorar el Nuevo Testamento, en cuanto permite ver los fundamentos de los
orígenes, los datos antiguos de Ministerios que participan de una manera específica del sacerdocio de
Cristo.
Estructura del ministerio
Desde el S. I ya se aplicaba la estructura de vocablos sacerdotales a los Ministros, en cuanto esto
respetaba la conciencia de conservar el depósito de la fe.
Los reformadores, a partir de la Escritura –no hay un vocabulario que llame sacerdotes a los
Ministros de la Iglesia–, niegan el Orden y la Eucaristía como sacrificio. Para Lutero no hay mediación
válida entre Cristo y sus fieles: el único sacerdote es Cristo y el clero no debe usurpar las prerrogativas de
Cristo.
La Iglesia, sin embargo, fundada por Cristo, tiene una estructura–constitución jerárquica: el Nuevo
Testamento muestra un rol-papel-función específica de los Apóstoles asignado por el mismo Cristo, lo
mismo en las primeras comunidades. Aunque la Tradición conserva el lugar que la comunidad reservaba
a los Ministros, los datos que tenemos desde el Evangelio son sólo ocasionales, ya que la Escritura no
presenta una sistematización del tema –no es un tratado de dogmática sacramental–, sino únicamente
datos recogidos de la vida. En virtud de esto, habrá que ir armonizando los pasos que se dieron de los
Ministerios apostólicos hacia los eclesiásticos.
La Iglesia prolonga el lugar de los apóstoles, querido por Cristo, por lo que los Ministros son
delegados de Jesucristo en virtud de la misión dada por el mismo Jesús a los Apóstoles; pero, nunca son
delegados de las comunidades (si fueran delegados de la comunidad serían emanación del sacerdocio de
los fieles).
Si bien es cierto que el apostolado es cosa única e intransferible, es decir, estos Ministerios de la
comunidad primitiva no son totalmente asimilables al Ministerio apostólico recibido de Cristo en todos
sus aspectos (los Doce son únicos), hay cosas que sí son transferibles y que los mismos apóstoles, en
virtud de su ministerio y potestad, transfieren, por lo que se dice que los que reciben estas cosas, las
reciben del mismo Cristo.

I.4.3 Los Apóstoles y sus colaboradores

Vocabulario ministerial
Existe un vocabulario para designar a los apóstoles y a los que ellos eligieron para realizar una
obra determinada, los cuales reciben un título. Son nombrados por palabras que designan su función:
doulos y diáconos: servicio, ministerio.

Títulos de Cristo aplicado a los apóstoles


Sinópticos: esas palabras son usadas para exhortar a la invitación de Cristo que se hizo servidor:
Lc 17,7-10: hacerse servidores de poco, de poca importancia. En Jn 13,16: servidor (doulos), Señor
(Kyrios), enviado y el que envía. Pone en paralelo expresiones contrapuestas. En Jn 15,20: “El servidor
no es más grande que su Señor”. Hay un paralelismo que se establece entre Cristo y los apóstoles (y entre
los apóstoles y los que ellos eligieron). En Jn 12,26 servidor = diáconos.
Esta concepción del apostolado como un servicio, un ministerio, reaparece en Hechos. El
ministerio o diaconía que Judas había recibido (ver Hch 1,17). Se puede ver exegéticamente una alusión
cultual. Hch 1,25: el apostolado del que aquí se habla debe pasar a otro elegido por el Señor, aludiendo al
Sal 109,8.
Hch 4,29: se aplican a los apóstoles la palabra: doulos, douloi: servidores. Y la misión de Pablo es
también llamada: ministerio. Hch 4,24 y 21,29. Este testimonio indirecto del apostolado de Pablo está
corroborado en las Cartas. Pablo se declara servidor de Jesucristo por vocación apostólica: Rom 1,1; Gal
1,10, Rom 11,13. Para Pablo, como para los doce, la llamada al Ministerio ha coincidido con la vocación
apostólica (ver: 1 Tim 1,12).
14

Títulos aplicados a los apóstoles, ahora aplicados a otros ministros que no son de los Doce
Resulta importante encontrar el mismo vocabulario respecto de personas que no son apóstoles,
sino Ministros que eligen los apóstoles. Apolo es Ministro de Cristo como Pablo en 1Cor 3,5. También
los predicadores judaizantes que encontramos en 2Cor 11,23. Y vemos que hay auxiliares de Pablo que
reciben de él sus autoridades eclesiásticas y son llamados servidores de Cristo; así por ej.: Tíquico en Col
4,7, Ef 6,21 y Marcos: 2Tim. 4,11. Timoteo es llamado doulos, servidor en Fil 1,1 y también es llamado
así Epafras en Col 4,12. Y Timoteo es llamado diácono en 1Tes 3,2, 1Tim. 4,6; y Arquipo lo mismo en
Col 4,17.

Denominaciones metafóricas
Además del vocabulario del servicio hay otras denominaciones metafóricas: el lenguaje del trabajo
y del combate, aplicado a los apóstoles y a los Ministros del NT. No encontramos un tratado de Orden
Sagrado, pero la teología surge así: recogiendo algunos datos de la Sagrada Escritura y, sobretodo,
apoyándonos en la Tradición, que después se manifestará en categorías teológicas.

Trabajo
La imagen del trabajo apostólico es de origen evangélico en Mt 9,37-38 y paralelos, leemos: "la
cosecha es abundante… los trabajadores son pocos". Y en el discurso de misión: Mt 10,10 y paralelos
está la recomendación de que vayan confiados en la providencia, no lleven dos túnicas. ¿Por qué esto?
Porque quien trabaja merece su salario. Jn 4,38; 1Cor 3,6-8.10-15: además del servicio, de la diaconía,
está el trabajo.

Combate
También la imagen del combate que implica este servicio, esta diaconía, este ministerio, este
trabajo. 2Cor 10,3-4; 2Tim. 4,7 (competencia); 2Tim. 2,15 (hombre probado); 1Cor 16,10 (sin temor).
Timoteo es también llamado soldado que debe combatir el buen combate: 2Tim 2,3.

Neologismos: syn
Hay también palabras compuestas, neologismos que empiezan con la preposición: syn: ministros
asociados a los apóstoles. Por ej.: syndoulos: compañero de servicio; synstratiotes: compañero de
combate, strateia (de allí viene estrategia); synergos: colaborador. Los que colaboran: Tito en 2Cor 8,23;
Rom 16,21; Timoteo en 1Tes 3,2 (“colaborador de Dios”); Epafrodito en Fil 2,25; Marcos, Aristarco y
Demas y Lucas en Flm. 24; Tíquico en Col 4,7.
También aparecía esta palabra aplicada a algunas mujeres (Fil 4,3; Rom 16,3 [“colaboradores
míos”]); sin embargo, en el contexto aparece la diferencia. Cuando Pablo habla de "mis colaboradores"
se refiere a varones y mujeres; cuando habla de "colaboradores de Dios" se refiere sólo a varones
(Arquipo que está dotado de un ministerio: Col 4,17).

Buen Pastor
En el NT, además del vocabulario explícito del texto A los Hebreos, donde aparece el título de
Sacerdote, aparece también el título de Buen Pastor, sobretodo en el Evangelio de Juan, pero también en
los sinópticos. Jesús confiere a los apóstoles el tratamiento de Pastor, ya que también son enviados a las
ovejas perdidas de Israel: Mt 10,6; Mt 15,24. Los apóstoles participan de la misión de Cristo. Después de
la resurrección tenemos el máximo momento en que Cristo vincula a su potestad el poder que le da a sus
apóstoles: Jn 21,15-17; 1Pe 5,1-4.
También San Pablo en Hch 20,28, el discurso a los presbíteros de Éfeso, identifica la función del
obispo con la de Pastor. Es un texto notable: epíscopoi se traduce como vigilante para pastorear el pueblo
que Dios se adquirió con su propia sangre. Estos episcopoi que están al frente de la comunidad, tienen
esta función pastoral: estar al frente del rebaño y cuidarlo (todavía no hay un vocabulario técnico
establecido, pero se percibe que en la comunidad hay miembros establecidos para este cargo). También
1Pe 2,25: Jesús es el Pastor y guardián; Heb 13,20: Jesús es llamado el gran Pastor de las ovejas.
Entonces, en el NT Cristo y los apóstoles son pastores. El ministerio del Pastor en la Iglesia
representa el ministerio de Cristo y en Él encuentra su fundamento.
15

I.4.4 La participación de Los Doce en la misión de Cristo


Existen distintos llamados al discipulado. Entre los muchos discípulos y seguidores, Jesús elige
unos pocos para formar el grupo de Los Doce apóstoles. Podemos distinguir una llamada general y otra
llamada más específica a algunos para hacerlos sus Ministros: Mc 3,13-14. Hay algunos que por una
llamada personal y gratuita constituyen el núcleo de la futura Iglesia y son portadores de una misión. No
se trata de un Ministerio salvífico sino ministerial. El llamado ocurre al inicio del Ministerio.
La elección implica dos aspectos: envío y poder (de expulsar demonios, esto significa: poder sobre
el pecado: Jn 20,23: poder de perdonar los pecados). En el Evangelio de San Juan encontramos el relato
de la primera aparición del resucitado: Jn 20,21. Tiene el mismo trasfondo de ideas de Mt 28,18-29. Los
apóstoles son los llamados y enviados, constituidos para participar de la misión dada por el Padre y
actuarán, no en nombre propio, sino de Quien los envía: Potestad apostólica.
En cuanto a la elección de Matías: había que cubrir el puesto dejado por Judas (Hch 1,21). Los
Doce debían ser testigos del Resucitado, y en esto consiste el apostolado: en el testimonio de la
resurrección. Pero, en un sentido podían serlo todos aquellos que se habían beneficiado con las
apariciones: además de Los Doce había muchos otros. San Pablo mismo se va a incluir y hablará también
de más de 500: 1Cor 15,6. Pero, no se trata de un testimonio ocular sino de un testimonio cualificado. El
testimonio no se funda sólo en haberlo visto resucitado o que se haya aparecido (I) sino que se haya
constituido con los apóstoles (II) en testigo de su resurrección (III); para lo cual hay un rito de
incorporación. Esto se alcanza con la misión y se ejerce con el auxilio del Espíritu Santo. Matías,
entonces, es constituido en testigo de la resurrección por los apóstoles por una elección divina. El verbo
constituir es significativo.
La palabra apóstol, de origen griego, tiene en el hebreo un correspondiente en el sustantivo
shaliah. Es el que puede obrar en nombre de otra persona y con su autoridad. "Apóstol", en el NT, no
tiene un significado unívoco en todos los textos: Mt 10,1-2: apóstol está entendido en un sentido
restrictivo, es uno de los Doce. Lo mismo en Lc 6,13: entre los discípulos eligió a Doce que llamó
apóstoles: de nuevo sentido restrictivo. Luego la palabra “apóstol” se extiende: 1Cor 15,5-7: “a todos los
apóstoles” (Grupo más amplio que el de Los Doce); 1Cor 12,28 “como apóstoles”; Ef 2,20 “el cimiento
de los apóstoles”; Hch 14,1-5 (v.4): “a favor de los apóstoles”.

Algunas observaciones sobre la sucesión apostólica


El apostolado, en algún sentido, es una función única e irrepetible. Pero, hay otro aspecto que es
transmisible en nosotros. La revelación termina con la muerte del último apóstol, pero con ellos no
podemos dar por concluida la misión apostólica recibida de Cristo (ver. Mc 16,16: “a toda la creación”;
Mt 28,18). Esta misión abarca todo tiempo y todo lugar. Es de esta conciencia que los apóstoles se
sintieron urgidos a procurarse colaboradores a través de los cuales pudiera continuar y culminar el
Ministerio apostólico.
Para los Protestantes, la sucesión apostólica puede darse en cuanto sucesión material: tenemos la
misma Palabra desde el principio y para siempre. La Iglesia es Apostólica en cuanto se funda en este
cimiento, y puede referirse a la Escritura como su base, sin que tenga que mediar un Ministerio admitido
por sucesión, es decir, sin ninguna sucesión formal.
Pero ¿en virtud de qué principio se considera a esos escritos como escrituras sagradas, como
cánones? ¿Quién determina que esos escritos, y no otros? ¿Por qué, escritos como las Cartas de San
Ignacio de Antioquia, no integran el canon? Hay que plantearse este problema. Es la Iglesia, encabezada
por aquellos Ministros que presidieron la asamblea, participando de la potestad de Cristo, quien determina
con su autoridad la constitución del canon. Por eso, San Agustín decía que él no creería en el evangelio si
la autoridad de la Iglesia Católica no lo moviera a ello.

Verificación histórica
Los Apóstoles quedaron constituidos como tales en virtud de la misión recibida directamente de
Cristo, y los Ministros la reciben a través de los Apóstoles. La identidad de misión y el diferente modo de
recibirla separa a los Apóstoles – su fundamento es Cristo mismo– de los demás Ministros – revestidos de
la potestad, constituidos vigilantes, Hch 20,28–.
16

I.4.5 El epíscopo y el presbítero. Los diáconos

Podemos distinguir tres períodos:

1) El Apóstol se siente responsable de las comunidades por él fundadas


 Al anunciar el evangelio de Dios a los gentiles, San Pablo se sabe portador de una potestad y, al
ejercerla, se asemeja al ejercicio de un oficio sagrado,
 Cf. Rom 15,15-16: emplea una terminología litúrgica que tenemos que recoger: “de ser
para los gentiles ministro (liturgos) de Cristo Jesús, ejerciendo el sagrado oficio del
Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable”.
 Fil 2,16ss: “mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de
vuestra fe”: es terminología del sacerdocio ministerial y no real.
 2Tim 4,6: “derramado como libación”, nuevamente terminología cultual, litúrgica,
sacrificial.
 Entonces, hay un anuncio que es presentado con rasgos sacerdotales. Esto es una diaconía, un
ministerio:
 Rom 11,3, “por ser yo verdaderamente apóstol de los gentiles hago honor a mi
ministerio”.
 1Cor 9,16-17: “Hay de mí si no predicara el evangelio”. Está obligado por la misión que
recibió.
 San Pablo tiene conciencia de haber sido llamado por la gracia de Cristo: Gal 1,11-16.
 Ha recibido el ministerio por vocación particular: 2Cor 12.15 y se desgasta en
“anunciar”.
 Es un poder que ha recibido del Señor: 2Cor 10,8; 13,10, para edificar la Iglesia. Con esta
potestad enseña a las comunidades, enseña con autoridad que recibe del Señor. 1Cor 7,17;
da normas: 2Tes 3,4; orientaciones sobre el comportamiento: 2Tes 3,6-10.12. También da
normas y corrige sobre la celebración litúrgica: 1Cor 11,17, da un dictamen sobre
cuestiones morales: 1Cor 5; del derecho del apóstol -también incluye a Bernabé-: 1Cor
9,4-6.12.18. Es un derecho al cual él renuncia: 2Tes. 3.7-9.
 Todo lo fundamenta en el Señor que lo constituyó Ministro con idénticas notas a la que tienen los
Apóstoles en el evangelio:
 Haber sido llamado: Rom 1,1 y 1Cor 1,1;
 Haber sido enviado 1Cor 1,17; 2Cor 5,20; Ef 6,20,
 Para edificar la Iglesia: 2Cor 10,8; 13,10.
 No lo vemos vinculado sólo a una Iglesia en particular, sino cabeza de cada una de las Iglesias que él
fundó. (Algunos dijeron que las iglesias paulinas no habrían tenido carácter ministerial (ej.:
comunidad de Corinto sin estructura más que la presencia autoritativa del apóstol), serían
comunidades "espirituales". Pero no hay manera alguna de sostener esta tesis).
 El apóstol no sólo ha edificado la Iglesia, sino que la preside, tanto cuando está presente como en su
ausencia. San Pablo se refiere genéricamente a sus "colaboradores": cita expresamente los ministerios
de epíscopos, presbíteros, diáconos.

2) Aparecen colaboradores del apóstol. Su Ministerio no tiene todavía un nombre propio, pero
ejercen idénticas funciones a las del apóstol.
 Los apóstoles se procuran colaboradores: Tito, Timoteo, etc., colaboradores de Pablo de los cuales se
dice que recibieron del Señor el Ministerio. 1Tes 5,12: hay colaboradores de San Pablo que presiden
con la autoridad del Señor. Por lo tanto, comienza a haber una autoridad local, que preside. Antes el
apóstol no tenía una sede fija, ahora en cada Iglesia aparecen responsables de esa Iglesia y que
presiden en el Señor.
17
3) Cuando ya ha desaparecido la generación apostólica o está a punto de desaparecer, estos
colaboradores figuran como encargados. Son los que rigen y presiden a las comunidades y
reciben nombres de episcopoi, presbiteroi, diaconoi. Y aun así, en cuanto a la terminología habrá
que distinguir momentos en cuanto a su significado.
 Aparecen distinguidos los Ministerios. Los ancianos o presbíteros, los "vigilantes" o "inspectores"
(episcopoi traducidos literalmente). “Ancianos” tiene un sentido cronológico (viejos) pero también un
criterio de dignidad, es una categoría: Ex 10,9 y Ex 3,18.
 En la Iglesia de Jerusalén y en las nacientes comunidades cristianas de origen judío los que presiden
son presbiteroi: Hch 15,22-23.
 En las comunidades helénicas se llama episcopoi (plural) a quienes las presiden: Fil 1,1; ayudados por
los diaconoi. Nos encontramos que una iglesia, aquí Filipos, tiene varios epíscopoi que se distinguen
de diaconoi y no se mencionan los presbiteroi. A esta altura la terminología no está definitivamente
fraguada, consolidada.
 La definición es esta: presbiteroi es una terminología que prospera en iglesias de origen judío y los
episcopoi en las iglesias de origen helénico: ver la dificultad que plantea, en este sentido, Hch
20,17.28; v. 17 San Pablo se despide de los presbíteros de Éfeso a quienes mandó llamar; cuando
llegaron les dice (v. 28) que cuiden a la grey en medio de la cual están como episcopoi. Por lo tanto,
estos presbíteros equivalen a epíscopos (no está todavía determinada la terminología).
18
I.5 El ministerio sacerdotal en la Tradición de la Iglesia

I.5.1 Episcopado, presbiterado y diaconado en la tradición patrística


El testimonio litúrgico
La Iglesia primitiva (fines del S. I – principios del S. II), fue desarrollando una terminología
sacerdotal en relación con la actividad de los Ministros. 2Tes 2,15: “Así, pues, hermanos, permaneced
firmes y guardad las tradiciones que hemos enseñado de palabra o por escrito”; 3,6: “os mandamos en
nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la
tradición que de nosotros recibisteis”. La Iglesia vive de una tradición  es algo que se recibe, anterior
a uno, como un "clima" en el cual uno vive y respira.
No se advierte contradicción en el lenguaje ministerial del Nuevo Testamento y la estructura
ministerial posterior. Hay una coherencia plena bajo la guía del Espíritu Santo. Se va desarrollando el
carácter sacerdotal del Ministerio. Esta palabra "sacerdote" está referida al pueblo o a Cristo, y aunque
no se atribuya explícitamente este título sacerdotal a los Ministros (en los escritos canónicos no aparece la
palabra), está la Tradición viva que emplea una terminología sacrificial y sacerdotal, por lo que no
podemos deducir que toda la estructura sea tardía o posterior.
No hay contradicción, entonces, con los datos del Nuevo Testamento, ni implica un retorno al
Antiguo. Se trata, para nosotros, de una profundización de los datos eclesiológicos del Nuevo
Testamento: 2Cor 5,18-20: “Somos, pues, embajadores [enviado, apóstol] de Cristo y es como si Dios
mismo los exhortara por medio de nosotros”; Rom 15,15ss: ministerio de la Palabra = sacerdocio. Es así
como el Ministerio abarca estos dos aspectos: embajadores de Cristo y una función sacerdotal.
No podemos tener la pretensión de una pureza original, porque es renunciar a comprender el
sentido que la Tradición explicita. No hay que caer en un fundamentalismo que se basa sólo en la letra.
Es por eso que la Tradición post-apostólica emplea una terminología sacerdotal, sacrificial, cultual
aplicada a la actividad ministerial con la mayor naturalidad, espontaneidad y sin conciencia de estar
contradiciendo la doctrina apostólica.

I.5.1.1 Didaché
Es el texto que define la Eclesiología de fines del S. I. Se definen muchos Ministerios que aún se
están haciendo, unos más estables, otros más itinerantes. Se mencionan obispos y diáconos. No basta la
sola palabra, hay que ver qué significa esa palabra en ese momento.
Menciona:
 apóstoles: misioneros, ministros del evangelio, itinerantes, fundadores de comunidad.
 doctores: al servicio de la doctrina por consolidar a los hombres en la fe.
 profetas: con frecuencia son también itinerantes, a veces los vemos establecidos en las
comunidades donde ejercen un ministerio litúrgico, profético. Presiden la Eucaristía
pronunciando la acción de gracias.

Didaché 13,3: aplica a los profetas la terminología de "sacerdotes". Se les da las primicias, ya que
ellos son los Sumos sacerdotes, ya que trabajan para la comunidad y merecen su salario. Se los debe
recibir como “al Señor mismo”, 11,2; 4,1. Entonces, la Eucaristía que celebran los profetas debe ir
precedida por la confesión de las culpas para que el sacrificio sea puro. Uno no debe admitirse en la
reunión mientras no sea reconciliado.
Los profetas forman un Colegio estable y tienen una autoridad verdadera en la comunidad.
Aparecen también mencionados obispos y diáconos, no se habla de presbíteros. Los obispos y diáconos
aparecen ayudando a los profetas Didaché 15 1-2; y, finalmente, después reemplazándolos. Entonces, no
podemos –en cuanto a la terminología– dejarnos desviar en el sentido de las palabras.

I.5.1.2 Primera Carta de Clemente


Otro testimonio es la Carta de Clemente (95 dC.). El orden litúrgico que debía guardarse es
arquetipo para entender la misión del Ministerio. En el núm. 40 habla de la Jerarquía y Orden de la
antigua Ley como símbolo de la Nueva Jerarquía. En el punto 5 de este número, detalla el Orden (taxis)
registrado: “al sumo sacerdote de la antigua Ley le estaban encomendadas sus propias funciones, su
19
propio lugar tenían señalados los sacerdotes ordinarios, y propios ministerios incumbían a los levitas, el
hombre laico, en fin, por preceptos laicos está ligado”. Cada uno hace lo suyo, según su función
específica.
El núm. 42 nos muestra la sucesión apostólica: “Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de
parte del Señor Jesucristo, Jesucristo fue enviado de Dios. En resumen, Cristo de parte de Dios, y los
Apóstoles de parte de Cristo: una y otra cosa, por ende, sucedieron ordenadamente por voluntad de
Dios. Así, pues, habiendo los Apóstoles recibido los mandatos y plenamente asegurados por la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo y confirmados en la fe por la Palabra de Dios, salieron, llenos
de la certidumbre que les infundió el Espíritu Santo, a dar la alegre noticia de que el reino de Dios
estaba para llegar. Y así, según pregonaban por lugares y ciudades la buena nueva y bautizaban a los
que obedecían el designio de Dios, iban estableciendo a los que eran primicias de ellos –después de
probarlos por el espíritu– por inspectores (epíscopos) y ministros (diáconos) de los que habían de creer.
Y esto no era novedad, pues de mucho tiempo atrás se había ya escrito acerca de tales inspectores y
ministros. La Escritura, en efecto, dice así en algún lugar: estableceré a los inspectores de ellos en
justicia y a sus ministros en fe”.
En el núm. 44,1-2 dice: “También nuestros Apóstoles tuvieron conocimiento, por inspiración de
nuestro Señor Jesucristo, que habría contienda sobre este nombre y dignidad del episcopado. Por esta
causa, pues, como tuvieran perfecto conocimiento de lo por venir, establecieron a los susodichos y
juntamente impusieron para adelante la norma de que, en muriendo estos, otros que fueran varones
aprobados les sucedieran en el ministerio.” A partir de los puntos 3-6 se dice que no se puede deponer de
sus puestos a los obispos que intachable y religiosamente han ofrecidos sus dones.
El Papa Clemente ve en el Antiguo Testamento una pre-figuración del nuevo Orden. Los obispos
ocupan un lugar análogo al del Sumo Sacerdote en el Antiguo Testamento, los cuales, ante todo, quienes
presentan las ofrendas (bienes materiales) (Lv 1-2; 7,8; Heb 5,1; 8,3ss). Los obispos serán los sumo
sacerdotes que ofrecen la “ofrenda de la Eucaristía”. También a los sacerdotes se les asigna un lugar
preciso. Y los diáconos son comparados con los levitas. Los laicos son el pueblo santo que tiene sus
normas.

I.5.1.3 Cartas de San Ignacio de Antioquía


Otros escritos, también de la más remota antigüedad, son las Cartas de San Ignacio de Antioquia.

Efesios 3,2 trabaja el paralelismo entre Jesús, pensamiento del Padre, y los obispos, pensamiento
de Cristo. Muestra cómo la Jerarquía forma parte del plan salvífico de Dios, en cuanto Ministros que
comunican la gracia redentora.
Efesios 4,1; 5,2 plantea la comunión que debe existir entre la comunidad y el obispo, como así
también, con los presbíteros.
Magnesios 6,1 insiste en esta unidad diciendo: “pongáis empeño en hacer todo en la concordia
de Dios, presidiendo el obispo, que ocupa el lugar de Dios, y los ancianos, que representan el colegio de
los Apóstoles, y teniendo los diáconos, para mí dulcísimos, encomendado el ministerio de Jesucristo”.
Filadelfios 4: “Poner, pues, todo ahínco de usar de una sola eucaristía: porque una sola es la
carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar, así como no
hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de anciano y con los diáconos, consiervos
míos…”. (cf. Magnesios 7,2). Esta comunión resplandece de modo especial en la celebración eucarística
que es la representación de la Iglesia, ícono que la hace visible, única comunión de la Iglesia: presidida
por el obispo, flanqueado por los presbíteros y ayudado por los diáconos. Se insiste mucho en la
eucaristía: signo y causa de la unidad eclesial. Uno es el obispo en unión con el presbiterio y los diáconos
(sentido de concelebración eucarística; es un solo sacerdocio, una sola Iglesia).
Hay también una insistencia en la mención del altar en relación con la eucaristía, es obvio
entonces que la eucaristía es un sacrificio. A esta altura, altar tiene un sentido análogo: se usa una mesa
(no un pedestal de sacrificio) pero la llaman altar pues tienen conciencia de estar celebrando un sacrificio
sacramental (porque no matan ninguna víctima). Romanos 2,2 insiste en la unidad eucarística con
vocabulario litúrgico.
Tanto en Clemente Romano como en la Didaché, como en Ignacio de Antioquía, la Eucaristía
aparece como sacrificio de la Nueva Alianza. La celebran obispos reunidos con presbíteros y diáconos, y
20
simbolizan la unidad de la Iglesia. La unidad de la Iglesia se visibiliza en los obispos, presbíteros y
diáconos celebrando en torno a un mismo altar.

I.5.1.5 San Justino (153).


Describe la liturgia eucarística. Habla del que preside y hace una exhortación. Recibe el pan, vino
y agua y los toma para tributar alabanzas. Recibe las ofrendas que los fieles le presentan para ayudar a las
viudas.
Citando a Mal 1.10ss: se destaca el aspecto sacrificial de la eucaristía.

I.5.1.6 Grandes documentos litúrgicos


Todos los textos de los cuatro primeros siglos subrayan la armonía entre culto sacrificial y
presencia sacerdotal.

Traditio Apostólica de San Hipólito de Roma (215).


Se hace eco de la comprensión que ya tiene la Iglesia desde hace tiempo.
Desde esta época ya se encuentra un ritual de Ordenación de un obispo. Presenta la idea de que
Dios ha establecido pastores y sacerdotes, porque nunca tuvo la intención de dejar sin Ministros su
santuario. Se pide que el obispo desempeñe el Sumo Sacerdocio. El obispo ejerce en la Iglesia el Supremo
Sacerdocio. Se subraya entonces muy expresamente el carácter sacerdotal del obispo.
De este sumo Sacerdocio participan los presbíteros: ancianos elegidos por Moisés y llenos del
Espíritu Santo.
No se asocia a los diáconos al Colegio de los presbíteros. Se ordenan pero no para el sacerdocio
sino para estar al servicio del obispo. Por esto, sólo el obispo le impone las manos y no el Presbiterio. La
eucaristía es una oblación que los diáconos presentan al obispo. Él impone sobre ella las manos junto a
todos los presbíteros y pronuncia la acción de gracias (P.E.).
El sacrificio lo hace un sacerdote, presbítero u obispo, no los diáconos ni el pueblo santo, aunque
todos lo ofrecen.

Constituciones Apostólicas (380) en Antioquia.


Compilación de textos de la Tradición Primitiva. El contenido del libro es anterior.
Los Presbíteros se sitúan a la izquierda y derecha del obispo como discípulos que asisten a su
maestro. Hay un diálogo, una extensa anáfora, hasta que el obispo pronuncia las palabras y se realiza la
epíclesis de consagración.

Entonces, a lo largo de estos siglos, vemos aparecer la terminología de sacerdotes, sacerdocio,


ministros. Lo que aparece como indicio en el Nuevo Testamento, sin tener un vocablo es explicitado
desde la más temprana Tradición de la Iglesia.

I.6 La Teología medieval


En el medioevo asistimos a una comprensión eucarística del sacerdocio. Desde el fin de la
Patrística hasta la reforma Protestante hay una preocupación por dos temas fundamentales: fundamentar
la razón de ser del sacramento del Orden en la celebración eucarística y establecer la relación entre
episcopado y presbiterado a partir del sacrificio eucarístico.
Atendamos a tres autores que influyeron especialmente en el Medioevo: el Pseudo Dionisio, el
Diácono Juan y San Isidoro de Sevilla.

I.6.1 El Pseudo Dionisio (entre los S. V y VI)


Es el autor místico por excelencia, una mística fuertemente teológica. No escribió mucho pero,
ejerció una fuerte influencia por su tratado “Sobre la Jerarquía eclesiástica”. Todo se rige por una ley de
emanación sobrenatural, visión que se nutre en la fe Cristiana, y en el lenguaje neoplatónico: todo lo que
existe procede de una fuente. Desde aquí compara la jerarquía celeste con la eclesiástica. Hace una
analogía mística del Ministerio. Se sirve del esquema neo-platónico y pone el origen en la misma
Trinidad. Menciona tres Ministerios:
21
Santísima Trinidad
Jerarquía celeste-angelical Jerarquía eclesial Ministerios
Inferior: purificación Diáconos Capacidad de purificar
Intermedio: iluminación Presbíteros Capacidad de iluminar
Supremo: consumación Obispos Capacidad de perfeccionar

Hay que decir que su esquema está pensado desde el obispo, quien tiene la plenitud.

II.6.2 El Diácono Juan (futuro Papa Juan, 523-526?)


En una carta –Epístola ad Cenarium– que ejercerá gran influjo en el medioevo, este autor habla de
la potestad que tiene el obispo para consagrar el crisma. Hay dos grados de sacerdocio dirá Juan: obispo
(1°) y presbítero (2°). Una frase célebre será: Omnis enim pontifex et sacerdos non enim omnis sacerdos
pontifix dicit potest”: Todo obispo es también sacerdote, pero no todo sacerdote puede ser llamado
obispo. El obispo ha alcanzado el supremo grado, el presbítero tiene sólo un segundo lugar.
En el Antiguo Testamento, el Sumo Sacerdote tenía algunas funciones propias; análogamente el
Obispo: ordenar obispos, consagrar el crisma, etc. De no ser así sería un grado indefinido frente al
presbiterado.

I.6.3 San Isidoro de Sevilla (entre los S. VI y VII)


Tiene una obra sobre los oficios eclesiásticos –De ecclesiasticii officiis– donde trata de todos los
ministerios. En el capítulo V habla del "sacerdocio": noción genérica que abarca a obispos y presbíteros.
Compara este sacerdocio del obispo con el que tuvo Aarón, supremo sacerdocio; y el sacerdocio de los
presbíteros con el que tuvieron los hijos de Aarón, sacerdocio participado. Episcopus nomem est operis
non honoris; obispo es nombre de obra, no de honor.
En el capítulo VII dice que los presbíteros son verdaderos sacerdotes, su naturaleza sacramental
radica en la potestad de ofrecer el sacrificio eucarístico y predicar el evangelio.
En su obra sobre “Las etimologías” habla de las nueve Órdenes eclesiásticas, incluyendo al obispo
y al salmista.
Ordenes Eclesiásticas
Ostiario
Ordenes Lector Salmista
Menores Exorcista
Acólito
Ordenes Subdiaconado
Mayores Diaconado Obispo
Presbiterado

Los presbíteros son sacerdotes porque dan lo santo, pero no poseen el grado supremo del
pontificado. Por eso, no pueden ungir con aceite la frente para conferir el Espíritu Santo.
A pesar de mantener las tres funciones ministeriales, sacerdocio, magisterio y gobierno, para esta
época hay una visión sacerdotal del Ministerio, pensando las otras dos desde esta categoría.

I.7 Teología escolástica

I.7.1 Pedro Lombardo (1100-1160)


Recoge el pasado interpretándolo, influyendo mucho en el futuro de la teología, sobretodo en el
medioevo. Dirá que el Orden es, como todo sacramento, signo y causa. En el Orden se concede al
ordenado la potestad espiritual, el oficio y la gracia. En este sacramento del Orden se confiere una gracia.
En cuanto al número de las Órdenes había todavía un poco de incertidumbre entre los teólogos y los
canonistas. Asume el número siete y dice que son de naturaleza sacramental, lo cual no significa que cada
una de las Órdenes sea un sacramento. Llegará a la conclusión de que sólo dos de las siete que se
mencionan pueden llamarse Orden en sentido estricto, a saber, el diaconado y presbiterado. Y sólo ellos
22
han sido instituidos por los Apóstoles; las otras son de institución eclesial. En este número septenario no
vemos incluido el episcopado como Orden.
La reflexión teológica sobre el presbítero gira en torno a la capacidad que tiene de ofrecer lo
sagrado. El presbítero es visto fundamentalmente, desde su visión sagrada, profundamente ligado a la
eucaristía. Desde aquí se mira la sacramentalidad del Orden y se la afirma ante todo del presbítero y
secundariamente, subsidiariamente del diácono.
Afirma también que el presbítero no tiene la plenitud sacerdotal, y, por lo tanto, no está capacitado
para ciertas funciones en la Iglesia. Pero, entonces queda una ambigüedad: ¿dónde estaría la diferencia
con el obispo? Entre episcopado y presbiterado no hay distinción, la diferencia es ante todo, verbal.
Obispo es nombre de dignidad, el nombre presbítero lo designa según la edad. Los presbíteros son
sacerdotes porque otorgan lo sagrado y tienen la función de consagrar y de santificar. El obispo es un
sacerdote que preside y es primero en la Iglesia.
Trae esta afirmación: la celebración eucarística es acción de la Iglesia y, si el presbítero está
separado de la Iglesia, no puede celebrar la eucaristía. Por lo tanto, los sacerdotes excomulgados no
celebran válidamente. Estas afirmaciones de Pedro Lombardo van a ser después criticadas.
Lo que hace a la sacramentalidad es el poder de santificar, mientras que el hecho de presidir indica
una función de gobierno, la cual pareciera no estar incluida en la sacramentalidad. Se entiende la
distinción entre obispo y presbítero desde la doble potestad: la potestad de Orden lo vincula al Cuerpo
Eucarístico, la potestad de jurisdicción lo vincula al Cuerpo Místico.
Las Órdenes que hacen referencia a la santificación son sacramento. Y las restantes son
dignidades relativas a determinados oficios y no son sacramentos. Y así, por esto, del obispo se dice: es
nombre de dignidad y de oficio, pero tanto el obispo como el presbítero, tienen la misma dignidad
sacerdotal, la misma potestad de Orden, la misma potestad sobre el Cuerpo de Cristo (Eucaristía). Lo que
los distingue es la diversa potestad de jurisdicción. Es una visión teológica que después será abandonada,
pero que ejerció fuerte influencia. La diferencia entre obispo y presbítero es sólo de jurisdicción, no de
Orden (santificación).

I.7.2 Santo Tomás de Aquino (1225-1272)


Hay algunas dificultades para interpretar la doctrina de Santo Tomás y podemos descubrir algunas
vacilaciones a lo largo de sus escritos. No tiene una doctrina clara sobre la sacramentalidad del
episcopado. En esto estaría fuertemente influenciado por Pedro Lombardo. Es importante distinguir
etapas en su estudio teológico, porque Santo Tomás interrumpe sus escritos en el tratado de la eucaristía.
A partir de aquí la obra se completa utilizando material sobre los otros sacramentos y con elementos de
sus discípulos y material de sus obras, pero sobretodo de su primera época. Además, tiene el influjo fuerte
de autoridades patrísticas, de apócrifos que circulan bajo el nombre de los Padres y de teólogos como
Pedro Lombardo.
En el Comentario a las Sentencias (1255) parece que Santo Tomás no concede al Episcopado la
dignidad de sacramento. Sin embargo, al comentar el De Divinis Nominibus del Pseudo-Dionisio
entiende el episcopado como grado supremo del sacramento del Orden, como era la enseñanza más
común de los Padres de la Iglesia. En la glosa ordinaria se dice que así como en los apóstoles está el
modelo de los obispos, así en los 72 discípulos está el modelo de los presbíteros de segundo Orden. Santo
Tomás cita esto en II-II, q.184, a. 6, ad 1.
En la Carta a los Filipenses (1259-65, antes de escribir la Summa, Santo Tomás comentó la
Escritura) Santo Tomás escribe que, desde el principio el episcopado es Orden distinto del presbiterado.
La distinción existía aunque los nombres se confundían (son dos problemas distintos).
Percibe el uso plural de la palabra "obispos" y advierte que tiene un significado distinto al
posterior. Hch 20,17.28; v. 17 Pablo se despide de los presbíteros de Éfeso a quienes mandó llamar;
cuando llegaron les dice (v. 28) que cuide a la grey en medio de la cual están como episcopoi. Por lo
tanto, estos presbíteros equivalen a epíscopos (no está todavía determinada la terminología).
Comentando las Cartas pastorales afirma que la Ordenación episcopal confiere una gracia: 1Tim
4,14: La imposición de manos del Colegio de los presbíteros significa la colación de una gracia. 2Tim
1,6: Pablo ordenó obispo a Timoteo y en la imposición de manos recibe el Espíritu Santo. Si la
imposición de manos confiere la gracia del Espíritu Santo está implícito que el episcopado es una Orden
sacramental, es un grado dentro del sacramento, y el grado supremo. Es más, comentando Tito 1,5 dice
23
que es herejía afirmar que no hay diferencia entre obispo y sacerdote (aunque no dice en qué está la
diferencia).
Escribe una obra Sobre la perfección de la vida espiritual. En el capítulo 23 niega que haya
identidad fundamental entre obispos y presbíteros y se apoya en el Pseudo-Dionisio y en la glosa, y niega
que San Jerónimo pretenda decir que en la Iglesia primitiva fueran lo mismo el estado del Orden en los
obispos y presbíteros, sino lo que quería decir es que el uso de estas palabras era indistinto. Por ej.: en la
Carta a los Ef, San Pablo manda llamar a los presbíteros y les dice que han sido puestos como obispos.
En el cap. 24 destaca la existencia del episcopado como Orden superior. Dice que lo que se dice
que el episcopado no es Orden es una falsedad si se entiende absolutamente porque en forma expresa dice
Dionisio que son tres los Órdenes de la jerarquía eclesiástica: obispo, grado regio y supremo; y tiene igual
potestad de consagrar como el presbítero. Pero, no es sólo diferencia de jurisdicción, sino también en el
Orden (distinto de Pedro Lombardo), porque puede hacer algunas cosas que no puede encargar: como
ordenar a otros presbíteros, confirmar, consagrar basílicas, etc.
La doctrina en la Suma de Teología. II-II, q.184, a.6, ad 1: Está hablando de los grados de
perfección dentro de la Iglesia. Y dice que en dos sentidos se puede hablar del presbítero y del obispo:
a) en cuanto al nombre: no se distingue.
b) refiriéndose a la realidad: siempre se ha distinguido, aún en tiempos de los apóstoles.
Hay una diferencia entre lo que son los obispos y lo que son los presbíteros. Más tarde, para evitar
el cisma, fue necesario también distinguir los nombres: obispos, de grado supremo y presbíteros, de
segundo Orden. Decir, entonces, que los presbíteros no se diferencian de los obispos es un error.
En comparación con el simple presbítero el obispo entonces se diferencia no sólo por jurisdicción
sino también por Orden. El episcopado se confiere por imposición de manos y otorga la gracia episcopal
como poder para regir al pueblo de Dios in persona Christi. Este oficio se ejerce por la palabra o por la
enseñanza que es oficio ineludible de los obispos. También distribuye cargos y oficios dando los
instrumentos necesarios para esa colaboración. Los sacramentos que tienen que ver con funciones
especiales en el Cuerpo Místico se reservan a los obispos, como ser la confirmación y el Orden. Esta es la
genuina doctrina de Santo Tomás de Aquino en su etapa más madura.
In persona Christi – in persona Ecclesiae: III, q.82, a.2, ad 2: sobre la concelebración: “Si cada
uno de los sacerdotes actuase con una virtud propia, serían superfluos los demás concelebrantes, puesto
que la celebración de uno sería suficiente. Pero como el sacerdote no consagra más que in persona
Christi, y hay muchos que son uno en Cristo (Gal 3,28), por eso no importa que este sacramento sea
consagrado por uno o por varios, con tal que se respete el rito de la Iglesia”.
En la época patrística hay una concepción integral del sacerdocio y del Orden como sacramento.
En el Orden Sagrado existen distintas tareas y funciones: la enseñanza, la santificación, el gobierno.
Según las circunstancias se acentuarán unas funciones más que otras, pero los Padres tienen una visión
integral del ministerio. Por ej.: se puede decir en términos generales que la tradición alejandrina privilegia
la palabra, la doctrina; pero no ignora la función de gobierno; así como en la tradición antioquena
privilegia la dimensión sacerdotal, sacrificial, pero igualmente decimos no ignora la dimensión de la
palabra. Pero se trata solo de acentuación.

I.7.3 El Magisterio en el medioevo hasta en Concilio de Trento


(El ministro del sacramento)
En la Iglesia antigua no hay ninguna duda de que el Obispo confiere Órdenes sacramentales:
Nicea (325), Antioquía (341), Sárdica (347), Cartago II (397), Nicea II (787). Estos concilios recogen la
doctrina antigua de la Iglesia y de los Padres. Será una doctrina mantenida por mucho tiempo, también en
el medioevo.
La profesión de fe propuesta por el Papa Inocencio III (1198-1216) a Durando de Huesca y a sus
compañeros valdenses (1208), DH 794 (D 424) dice que no puede celebrar la Eucaristía sino “un
presbítero, ordenado regularmente por obispo visible y tangible. Para este oficio tres cosas son
necesarias: persona cierta, esto es, un presbítero constituido propiamente para ese oficio por el obispo,
como antes hemos dicho”.
El Decreto Pro Armenis (del Concilio de Lyon, 1245), habla de que el ministro ordinario es el
Obispo; reconociendo como ministros extraordinarios para las ordenes menores a los presbíteros
24
delegados por el Sumo Pontífice. Y en cuanto a ministros “extraordinarios” debemos ver tres bulas:
Bonifacio IX, Martín V e Inocencia VIII.

I.7.3.1 En la bula Sacrae religionis del Bonifacio IX (1 de febrero de 1400), DH 1145, dirigida al
Abad de Santa Ossita (Essex, Londres), el Papa dice que el Abad de ese monasterio y sus sucesores
“tengan el poder de conferir de un modo libre y lícito” las ordenes menores, el subdiaconado, el
diaconado y el presbiterado de los canónigos del monasterio. Poco después (1403), el mismo Papa, revoca
la bula ante la protesta del obispo de Londres.
La cuestión es qué pasó con esas ordenaciones:
 Puede presumirse que el Abad era obispo, aunque sumiso al patronato y la jurisdicción del
obispo de Londres. Jurisdicción que el Papa le suprime dándole el permiso para ordenar cuando
quisiere. En esto no habría problema.
 Puede interpretarse como que el Abad puede autorizar para que sus súbditos recibieran las
Órdenes sin la previa autorización del obispo de Londres; eligiendo para ello a cualquier obispo
amigo. Esto habría provocado la reacción del Ordinario en cuanto que ve violado sus derechos.
Pero hay algunas objeciones a estas interpretaciones: la expresión “conferre libere et licite” es
fuerte, e implica conferir explícitamente el Orden. El Papa estaría confiriendo el permiso de Ordenar, y no
nos consta que el Abad fuera obispo.

I.7.3.2 En la bula Gerentes ad vos de Martín V (16 de noviembre de 1247), dirigida al Abad
cisterciense de Altzelle (Sajonia), DH 1290, el Papa concede la potestad para Ordenar por un tiempo
determinado: 5 años; sin que sea requerida la licencia del Ordinario del lugar. Pero sigue la duda frente al
vocabulario, ya que es explícito: “sacros ordines conferendi”.

I.7.3.3 En la bula Exposcit tuae devotionis de Inocencia VIII (9 de abril de 1489), DH 1435,
dirigida al Abad Jean de Cirey de Citeaux, atorga al Abad, y a sus sucesores (extendido a sus filiales) la
facultad de “conferir todas las ordenes menores”. Y, “a fin de que los monjes de la mencionada orden
no estén obligados a correr de una parte a otra fuera del monasterio para poder recibir las Órdenes del
subdiaconado y del diaconado, conferir según el ritual (alias rite conferre) las demás Órdenes del
subdiáconos y diáconos”. Esta concesión duró tres siglos.
Pero ¿el simple presbítero, con permiso del Papa, puede ser ministro extraordinario del
sacramento del Orden? Hay un principio que dice “nadie puede dar lo que no tiene”. Con respecto a los
diáconos y a los presbíteros, en el uso queda claro que un presbítero no puede ordenar. Pero en ambos
casos, queda abierta la duda ante estos antecedentes.
Por su parte, el CIC, 1012, dice: “Es ministro de la sagrada ordenación el Obispo consagrado”.
(esto se refiere a la validez). Ya no se dice “Ordinario”, para no dejar abierta ninguna puerta para pensar
en un ministro “extraordinario”. No obstante, se distingue entre doctrina positiva y cuestión de fondo;
aunque ni el CIC ni el CV II ha resuelto la cuestión.

I.7.4 Cuestionamiento protestante (S. XVI)


Hay un rechazo fuerte del Ministerio sacerdotal y del Orden Sagrado como sacramento. Con la
protesta de Martín Lutero (1483-1546) se va a negar que exista un sacerdocio ministerial instituido por
Cristo esencialmente distinto del sacerdocio común de los fieles. También se va a negar que el Orden sea
un sacramento.
Lutero, cuando habla del Orden, escribe lo siguiente: “Este sacramento lo ignora la Iglesia de
Cristo. Ha sido inventado por la Iglesia del Papa, porque no sólo no tiene una promesa de gracia [Lutero
no tiene en cuenta 2Tim 1,6; 1Tim 4,14] sino que ni siquiera con una palabra se acuerda de él todo el
Nuevo Testamento. Y es ridículo afirmar como sacramento de Dios lo que no se puede mostrar por
ninguna parte lo establecido por Dios”.
Más adelante dirá que el oficio del sacerdote es predicar y “si no lo hace será tan sacerdote como
un hombre pintado es un hombre”. El ministerio de la Palabra hace al sacerdote y al obispo. Todos somos
igualmente sacerdotes. Tenemos el mismo poder en la palabra y en cualquier sacramento, pero no es lícito
a nadie usar de esa potestad sino con el consentimiento de la comunidad o un llamamiento de un mayor
porque lo que es común a todos. Nadie puede arrogárselo como propio si no es por común acuerdo o por
25
un llamado especial. Por eso el sacramento del Orden, si es algo, no es nada más que el llamado a uno y
luego el ministerio sacerdotal es el ministerio de la palabra, el servicio que presta a la comunidad es el
anuncio. Porque la palabra engendra la fe y la fe es la que salva, la que justifica. A esto se agrega lo que
dice con respecto a las “palabras de Institución”: solamente se instituyó la eucaristía, pero no el
sacerdocio (No tiene en cuenta “hagan esto en memoria mía”). También dirá que no ve por qué no puede
volver a ser laico el que fue hecho sacerdote, ya que el carácter indeleble es una invención.

I.7.6 Del Concilio de Trento (1545-1563) (sesión XXIII) hasta el Concilio Vaticano I (1869-1870)
Hay que considerar que no es una doctrina orgánica, sino un salir al paso de puntos fundamentales
cuestionados por los reformadores. En la sesión XXII habla de la cuestión de la eucaristía como
sacrificio, a lo cual se liga el tema del sacerdocio –sesión XXIII–, concibiendo ambos temas en una
concepción orgánica.
c.1: Si alguno dijere que en el NT no existe un sacerdocio visible y externo, o que no se da potestad
alguna de consagrar y ofrecer el verdadero Cuerpo y Sangre del Señor y de perdonar los pecados, sino
sólo el deber y mero ministerio de predicar el Evangelio y que aquellos que no lo predican no son en
manera alguna sacerdotes, se anatema.
c.3: Si alguno dijere que el Orden… no es verdadera y propiamente sacramento, instituido por Cristo
Señor, o que es una invención humana…, o que es sólo un rito para elegir a los ministros de la palabra de
Dios y de los sacramentos, sea anatema.
c.4: Si alguno dijere que por la sagrada Ordenación no se da el Espíritu Santo, y que por lo tanto, en vano
dicen los obispos: recibe el Espíritu Santo; o que por ella no se imprime carácter [2Tm 1,6]; o que aquel
que una vez fue sacerdote puede nuevamente convertirse en laico, sea anatema.
c.6: Si alguno dijere que la Iglesia Católica no existe una jerarquía, instituida por Ordenación divina, que
consta de obispos, presbíteros y ministros, sea anatema.
c.7: Si alguno dijere que los obispos no son superiores a los presbíteros, o que no tienen potestad de
conferir y ordenar, o que la que tienen es común con los presbíteros, o que las Órdenes por ellos
conferidas sin el consentimiento o vocación del pueblo o de la potestad secular, son inválidas, o que
aquellos que no han sido legítimamente Ordenados y enviados por la potestad eclesiástica y canónica,
sino que proceden de otra parte, son legítimamente ministros de la palabra y de los sacramentos, sea
anatema.
c.8: Si alguno dijere que los obispos que son designados por la autoridad del Romano Pontífice no son
legítimos y verdaderos obispos, sino una creación humana, sea anatema.
Una pregunta que se ha suscitado es, si en Trento se define o no la diferencia entre episcopado y
presbiterado como grados distintos en virtud de la potestad de Orden. A partir de determinado momento
se hizo clásica la distinción entre potestad de Orden y potestad de jurisdicción. Entre el sacerdocio común
de los fieles y el sacerdocio ministerial hay una distinción esencial no sólo de grado, eso está claro en
Trento. Ahora: entre presbítero y obispo hay distinta potestad de jurisdicción también está claro, pero que
haya distinta potestad de Orden el Concilio no lo dice expresamente, pero podemos legítimamente
deducirlo. Esto va a ser después explicitado en el Concilio Vaticano II.

I.7.7 El Concilio Vaticano II (1962-1965) y las intervenciones posconciliares


En un clima de controversia hay que afirmar lo que se niega y hacerlo con toda claridad. Así,
Trento tiene la característica de definir doctrina, pero no elabora una doctrina sistemática. El Vaticano II
integra toda la doctrina de la Tradición y las definiciones del Tridentino en una síntesis más armoniosa:
todas las verdades están integradas en una visión de conjunto más satisfactoria.
Algunas características de la doctrina sobre el Orden Sagrado que se trata dentro del marco
eclesiológico y cristológico:
Se entiende el sacerdocio ministerial en relación con el sacerdocio común de los fieles: LG 10 y
PO 2.
LG 10: Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cf. Heb 5,1-5), a su nuevo pueblo "lo hizo
Reino de sacerdotes para Dios, su Padre" (cf. Ap., 1,6; 5,9-10). Los bautizados son consagrados como
casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo, para que por
26
medio de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas
de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable (cf. 1 Pe 2,4-10).
Por ello, todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabanza a Dios (cf. Act 2,42.47),
han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rom., 12,1), han de dar
testimonio de Cristo en todo lugar, y a quien se la pidiere, han de dar también razón de la esperanza que
tienen en la vida eterna (cf. 1 Pe., 3,15).
El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico se ordenan el uno para el
otro, aunque cada cual participa de forma peculiar del sacerdocio de Cristo. Su diferencia es esencial
no sólo gradual. Porque el sacerdocio ministerial, en virtud de la sagrada potestad que posee, modela y
dirige al pueblo sacerdotal, efectúa el sacrificio eucarístico ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el
pueblo: los fieles, en cambio, en virtud del sacerdocio real, participan en la oblación de la eucaristía,
en la oración y acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la abnegación y caridad
operante.

PO 2: El Señor Jesús " a quien el Padre santificó y envió al mundo " (Jn 10,36), hizo partícipe a todo su
Cuerpo Místico de la unción del Espíritu con que Él está ungido: pues en El todos los fieles se
constituyen en sacerdocio santo y real, ofrecen a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales y
anuncian el poder de quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable. No hay, pues, miembro alguno
que no tenga su cometido en la misión de todo el Cuerpo, sino que cada uno debe glorificar a Jesús en su
corazón y dar testimonio de Él con espíritu de profecía.
Mas el mismo Señor constituyó a algunos ministros, que ostentando la potestad sagrada en la sociedad
de los fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados y
desempeñaran públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres para
que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que "no todos los miembros tienen la misma
función" (Rom 12,4).
Así, pues, enviados los Apóstoles, como Él había sido enviado por el Padre, Cristo hizo partícipes de su
consagración y de su misión, por medio de los mismos Apóstoles, a los sucesores de éstos, los Obispos,
cuya función ministerial se ha confiado a los presbíteros, en grado subordinado, con el fin de que,
constituidos en el Orden del presbiterado, fueran cooperadores del Orden episcopal para el puntual
cumplimiento de la misión apostólica que Cristo les confió.
El ministerio de los presbíteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con la que
Cristo mismo forma, santifica y rige su Cuerpo. Por lo cual, el sacerdocio de los presbíteros supone,
ciertamente, los sacramentos de la iniciación cristiana, pero se confiere por el sacramento peculiar por
el que los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que
los configura con Cristo Sacerdotes, de tal forma que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza.
Por participar en su grado del ministerio de los Apóstoles, Dios concede a los presbíteros la gracia de
ser entre las gentes ministros de Jesucristo, desempeñando el sagrado ministerio del Evangelio, para que
sea grata la oblación de los pueblos, santificada por el Espíritu Santo. Pues, por el mensaje apostólico
del Evangelio se convoca y congrega el Pueblo de Dios, de forma que santificados por el Espíritu Santo
todos los que pertenecen a este Pueblo, se ofrecen a sí mismos "como hostia viva, santa, agradable a
Dios " (Rom 12,1).
Por el ministerio de los presbíteros se consuma el sacrificio espiritual de los fieles en unión del sacrificio
de Cristo, Mediador único, que se ofrece por sus manos, en nombre de toda la Iglesia, incruenta y
sacramentalmente en la Eucaristía, hasta que venga el mismo Señor. A este sacrificio se ordena y en él
culmina el ministerio de los presbíteros. Porque su servicio, que comienza con el mensaje del Evangelio,
saca su fuerza y poder del sacrificio de Cristo y busca que " todo el pueblo redimido, es decir, la
congregación y sociedad de los santos, ofrezca a Dios un sacrificio universal por medio del Gran
Sacerdote, que se ofreció a sí mismo por nosotros en la pasión para que fuéramos el cuerpo de tal
sublime cabeza".
Por consiguiente, el fin que buscan los presbíteros con su ministerio y con su vida es procurar la gloria
de Dios Padre en Cristo. Esta gloria consiste en que los hombres reciben consciente, libremente y con
gratitud la obra divina realizada en Cristo y la manifiestan en toda su vida. En consecuencia, los
presbíteros, ya se entreguen a la oración y a la adoración, ya prediquen la palabra, ya ofrezcan el
27
sacrificio eucarístico, ya administren los demás sacramentos, ya se dediquen a otros ministerios para el
bien de los hombres, contribuyen a un tiempo al incremento de la gloria de Dios y al crecimiento de los
hombres en la vida divina. Todo ello, procediendo de la Pascua de Cristo, se consumará en la venida
gloriosa del mismo Señor, cuando El haya entregado el Reino a Dios Padre.

LG 28: Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn 10,36), ha hecho participantes de su
consagración y de su misión a los Obispos por medio de los apóstoles y de sus sucesores. Ellos han
encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado a diversos sujetos en la Iglesia.
Así, el ministerio eclesiástico de divina institución es ejercitado en diversas categorías por aquellos que
ya desde antiguo se llamaron Obispos, presbíteros, diáconos.
Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su potestad dependen
de los Obispos, con todo están unidos con ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento
del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, según la imagen
de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote (Hch 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para predicar el Evangelio y
apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino.
[…]
Los presbíteros, como próvidos colaboradores del orden episcopal, como ayuda e instrumento suyo
llamados para servir al Pueblo de Dios, forman, junto con su Obispo, un presbiterio dedicado a diversas
ocupaciones. En cada una de las congregaciones de fieles, ellos representan al Obispo con quien están
confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la
ejercitan en el diario trabajo.
[…]

El Ministerio sacerdotal es un servicio en orden a la salvación del pueblo de Dios y está definido
en orden a sus distintas relaciones: con Cristo, con el obispo, con el Cuerpo sacerdotal, con los fieles. En
este número se presenta la relación fontal con Cristo que es quien envía, es el primer misionero que envía
en misión a sus discípulos. Estos forman un Colegio, una comunidad sacramental. La plenitud de este
sacramento está en el obispo que participa de forma más plena del envío de Cristo.
Los presbíteros son constituidos verdaderos sacerdotes a imagen de Cristo para predicar, apacentar
y presidir el culto. Actúan in persona Christi y participan de la misma consagración y envío de Cristo por
el Padre. Reciben de los obispos, sucesores de los apóstoles, su Ministerio: son su ayuda e instrumento.
Dependen de los obispos en el ejercicio de su potestad y comparten con ellos el sacerdocio, pero en
segundo grado. Forman junto con su obispo, considerado como padre, un solo Presbiterio que es también
una sola familia. En cuanto al cuidado pastoral (cura de almas) ocupan un lugar especial en la diócesis los
sacerdotes incardinados en ella, los sacerdotes diocesanos. Todos quedan vinculados entre sí por una
íntima unidad sacramental con especiales vínculos de caridad apostólica, ministerio y fraternidad,
colaborando todos por distintos caminos en una obra común. En cada Iglesia local hacen presente a
Cristo, Maestro y Pastor, y son también representación del obispo, que es el garante último de la unidad, y
santifica, enseña y rigen al Pueblo de Dios. Y hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal y prestan
eficaz ayuda en la edificación del Cuerpo de Cristo.

PO 5: Dios, que es el solo Santo y Santificador, quiso tener a los hombres como socios y colaboradores
suyos, a fin de que le sirvan humildemente en la obra de la santificación. Por esto consagra Dios a los
presbíteros, por ministerio de los Obispos, para que participando de una forma especial del Sacerdocio
de Cristo, en la celebración de las cosas sagradas, obren como ministros de quien por medio de su
Espíritu efectúa continuamente por nosotros su oficio sacerdotal en la liturgia.
[…]

PDV 22: el don espiritual que los presbíteros recibieron en la Ordenación no los prepara para una misión
limitada o restringida sino a la misión universal y amplísima de salvación hasta los confines de la tierra,
pues cualquier ministerio sacerdotal participa de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. Por lo
tanto, la incardinación, lejos de encerrar al presbítero en una geografía determinada tiene que abrirlo
también a una perspectiva universal. Es participación del envío de Cristo, de su misión, que es presentada
28
con rasgos de esponsalidad dentro de la Iglesia. El ministro y el presbítero representan a Cristo, Cabeza
de la Iglesia; tiene una representación y una espiritualidad esponsal. La esponsalidad es una nota
característica de la vida cristiana; esta es una nota típica de toda la historia de la espiritualidad. A partir de
los textos de Pablo en el NT y ya desde la primera patrística se dirá que el bautizado se une a Cristo en
una relación esponsal. Es un valor de signo femenino, pero todos participamos de la esponsalidad:
correspondencia de amor a Cristo. El Ministro ordenado es representación sacramental y eficaz de Cristo,
y desarrolla una dimensión esponsal en su espiritualidad: el desposorio con la Iglesia, está del lado de
Cristo ante la Iglesia, por la cual se entrega con la misma caridad pastoral de Cristo.
II. El sacramento del Orden. Interpretación sistemática y espiritualidad según el CVII

II.1 Rasgos esenciales del ministerio sacerdotal

II.1.1 La configuración con Cristo. El “carácter” sacramental


El tema del carácter se fue explicitando a lo largo de la historia del sacramento, partiendo del
presupuesto de que hay tres sacramentos que no se vuelven a repetir. Ellos son: el Bautismo, la
Confirmación, y el Orden Sagrado.
En el Concilio de Trento se dice que el Orden es, en sentido propio y verdadero, uno de los siete
sacramentos de la Iglesia. En el Orden Sagrado, decimos, se confiere una realidad sagrada que imprime
carácter. El carácter es el que permite que el ministro actúe in persona Christi. Cuando se habla de la
dignidad sacerdotal lo que se quiere destacar es que las realidades a cuyo servicio el sacerdote está,
producen un efecto más allá de su santidad personal; de modo tal que lo que asegura el carácter es un
efecto de gracia que no depende del grado de fe o de virtud que tiene el ministro dentro de la Iglesia.
Entonces, el carácter es lo que asegura el efecto de gracia y está por encima de las condiciones virtuosas
del sujeto del sacramento.
Distinguimos entre el carácter y la gracia. El carácter es una realidad fija, indeleble, conferida de
una vez para siempre, no es susceptible de suyo de aumento (excepto cuando el diácono es Ordenado
presbítero y el presbítero es Ordenado obispo). En cuanto a la gracia del sacramento no decimos que sea
distinta a la gracia bautismal sino una orientación o crecimiento específico de esa misma gracia.
Partiendo de algunas consideraciones o indicios del Nuevo Testamento, los Padres empiezan a
intuir, a entender la teología del carácter que es formulada por San Agustín en forma más explícita en un
contexto de polémica contra los donatistas. Defienden que el bautismo y el Orden, por la imposición de
manos, además de conferir gracia, producen un efecto permanente. El creyente queda constituido como
propiedad de Cristo, adquiere un signo de pertenencia al Señor, se da una consagración, se trata de una
santidad objetiva del ministro que ha sido Ordenado. No se trata de exaltar al ministro, al sacerdote, y
ponerlo en un estado de privilegio frente a la comunidad. Esta teología se desarrolla para defender esto:
los donatistas negaban la validez del bautismo administrado por los herejes y también la validez de una
Ordenación que no fuese dentro de la Iglesia verdadera. Pero, San Agustín deja en claro que siguen
siendo nuestros hermanos, siguen haciendo bautismos válidos, esta es la teología del carácter que indica
una independencia de los efectos del sacramento de la santidad personal del Ministro. El Ministerio es
instrumentalidad, lo decisivo es crear correspondencia, es crear esponsalidad.
Los tres sacramentos (bautismo, confirmación y Orden Sagrado) imprimen en el alma un carácter,
es decir una cierta marca espiritual e indeleble que impide que se lo reitere. En la Sesión XXIII, cap. 4
(Dz 964) del concilio de Trento, se dice que la Ordenación imprime un carácter y quien se hace sacerdote
no puede volverse laico (responde a Lutero).

II.1.2 Carácter, poder y servicio


“Él mismo dio a unos el poder ser apóstoles, a otros, profetas; a otros evangelizadores; a otros,
pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio,
para edificación del Cuerpo de Cristo (...)” Ef 4, 11-12.
El Espíritu es el que obra la unidad en la Iglesia, pero al mismo tiempo es principio de la
diversidad, de la diferenciación, que cuenta con miembros distintos según el don del mismo Espíritu. El
carisma fundamental es la gracia que nos hace hijos de Dios, la gracia santificante, fundamento del resto
de los carismas. Estos dones permiten a la Iglesia manifestarse en el mundo, actuar, mostrarse, crecer
29
como un Cuerpo unificado, complejo, jerárquicamente estructurado. El Cuerpo Místico vive de la gracia
santificante (incoación de la gloria) y de las gracias gratis datae, carismas, que constituyen y edifican a la
Iglesia.
En la Carta a los Efesios se habla de un don del Espíritu Santo, pero tenemos que distinguir de
entre los dones del Espíritu Santo el del ministerio. Los carismas surgen de una acción inmediata y
circunstancial, en cambio, el ministerio sacerdotal es dado en forma permanente y estable, no en forma
temporaria como los carismas. La Ordenación es recibida por mediación especial, los carismas son
recibidos directamente, sin mediación, son dones particulares del Espíritu.
La jerarquía es un don carismático instituido por Cristo (lo carismático no se resume a lo
transitorio o a las mociones espontáneas del Espíritu). El rol del ministerio episcopal es discernir los
carismas para hacerlos servir al bien común. Se trata de un carisma dado de una vez por todas y que es
renovado sin cesar en la experiencia personal. Es un don de la Iglesia que no está opuesto sino al servicio
de los demás carismas, es un carisma de discernimiento.
El carácter indica lo irrevocable, papel permanente en el Cuerpo eclesial que continúa la misión
de los Apóstoles. Así se transmite el sacerdocio hasta el fin de los tiempos. El sacerdocio es transmitido
por la imposición de manos. Testimonio de esto es la Sagrada Escritura y el rito rabínico. Este gesto de la
imposición de las manos no sólo es reservado para la Ordenación. Según sean las palabras que la
acompañan tendrá que ver con la Ordenación o no. Por ejemplo, en Hch 13,3 tiene que ver con el envío
misionero.
En las Cartas Pastorales se convierte en un signo para constituir a alguien en un ministerio
episcopal: 1Tim. 4,14. La imposición de manos es el rito primordial de la consagración; expresa lo que
sucede invisiblemente en aquel que es Ordenado. Así, mediante este rito, de generación en generación se
da una doble vinculación con Cristo:
 Histórico-horizontal. Por las generaciones se vincula a una persona con el Cristo Histórico.
 Interior-vertical. Una persona se vincula con el Cristo vivo, resucitado. Él, por mediación del
obispo, otorga el don de la gracia. En la imposición de manos es Cristo el que se está
comprometiendo con este candidato.
El efecto propio es conferir el sacerdocio ministerial de manera estable e irreversible. Este aspecto
de carácter irreversible, irrevocable, queda afirmado en toda la Tradición de la Iglesia: de Oriente y
Occidente. La Iglesia puede prohibir a un sacerdote el ejercicio de su Ministerio, pero nunca podrá abolir
lo que viene de Dios mismo y que lo constituye como Ministro de Cristo.

II.1.3 La gracia del sacramento


Junto con el carácter (res et sacramentum) se confiere la gracia (res tantum). ¿Qué gracia? La
gracia que va a inspirar, mover, motivar los actos del Ministerio sacerdotal. El carácter, por sí mismo no
vuelve al ministro mejor que los demás, pero la gracia es dada junto con él en el mismo don del Espíritu.
Y como toda otra gracia (como la gracia sacramental), la gracia que confiere el sacramento del Orden no
es propiamente distinta de la gracia bautismal sino un desarrollo, una intensificación que no cambia y está
polarizada por las funciones que va a ejercer.
A diferencia del bautismo, el Orden no tiene como primer efecto la gracia sino el carácter, fuente
de gracia para la Iglesia. El carácter no es susceptible de aumento, de más o de menos, salvo que de
diácono pase a presbítero y de presbítero a obispo (crece en Orden a la potestad); pero la gracia sí: puede
aumentar, disminuir o desaparecer.

II.1.4 Ministros de la Iglesia. Grados del sacramento y unidad del mismo


Admitimos la validez del Orden en todas las Iglesias orientales (armenia, copta, caldeos de
tradición nestoriana) y ortodoxas. Tienen sucesión apostólica y sacramentos válidos. Si hubiera un pedido
de admisión a la Iglesia Católica, no se vuelven a Ordenar.
Otro caso claro son las Iglesias que surgieron de la Reforma Protestante que no creen en el
sacramento del Orden ni en la sucesión apostólica. Para ellos el Ministerio es sólo funcional, por lo tanto,
si piden la admisión en la Iglesia Católica deben ser Ordenados.
Con los anglicanos decimos que, desde el punto de vista católico, tenemos una duda. La Iglesia
anglicana en sus orígenes es un cisma debido al capricho de un rey, aunque mantengan la estructura
30
católica de la Iglesia. Pero a partir de Eduardo VI el Anglicanismo empieza a plegarse a la Reforma y
cambian el ritual de consagración de obispos y ponen el ritual calvinista. Por lo tanto, a partir de ese
momento la Iglesia de Roma considera que el Anglicanismo quedó sin sucesión apostólica o, al menos,
quedó confuso; por lo cual, a fines del siglo pasado y comienzos del s. XX, algunos se hicieron volver a
Ordenar según un ritual pedido a la Iglesia ortodoxa.
31
Algunos aspectos ecuménicos

El sujeto del sacramento. La cuestión del sacerdocio femenino


Este hace de punto-bisagra entre el sacramento del Orden Sagrado – se estudia bajo la noción del
sujeto que es capaz– y la Eucaristía –se estudia bajo la noción del ministro–.

Carta Ordinatio sacerdotalis 22/05/94


Presentación de la Carta. La carta tiene cuatro parágrafos.
Ya en el primero se dirá que la Ordenación sacerdotal es siempre exclusivamente para varones
(alude al esfuerzo que hizo Pablo VI para que los anglicanos no ordenaran mujeres). Hay razones
verdaderamente fundamentales: los apóstoles fueron sólo varones (Escritura), la Tradición también nos
habla sólo de varones, y el mismo Magisterio ve conveniente que sea así.
También se afirma que Jesús no estuvo condicionado por el ambiente para elegir sólo varones, de
hecho rompió con todas las costumbres que quiso y con esta no. Se cita Mulieris Dignitatem n° 26. Ver
tb. CL 51 y CEC 1577.
Podemos preguntarnos acerca de la calificación teológica de esta doctrina. El mismo Papa volvió
varias veces sobre la significación de esta doctrina declarando que se trata de una doctrina irreformable.
El Cardenal Ratzinger ha, también afirmado, que esta doctrina goza de las prerrogativas de la
infalibilidad, aún sin ser una doctrina solemne. [Ver en el L’Osservatore Romano el artículo de Ratzinger,
del 10 de junio de ese mismo año y el 24 de noviembre del año siguiente (95)]. Esta doctrina pertenece al
depósito de la fe, es entonces una doctrina de fe y oponerse a ello es herético. Esta doctrina exige un
asentimiento definitivo. Hay otras formas de Magisterio que, sin ser necesariamente solemne, están todos
obligados a evitar doctrina contraria- cf. CDC 750-752.
Para este tema se debe leer: Carta Inter In Signores (año 76); Mulieris Dignitatem, n° 26-27 (año
88); Christifideles laici n°51; CEC 1577; CDC 1024 y la Carta Ordinatio Sacerdotalis.
Ahora vamos a una visión retrospectiva de este problema. Para muchos este tema ha significado
una especie de retroceso o discriminación del lugar de la mujer en la Iglesia.
Desde el punto de vista histórico en la figura de María encuentra la Iglesia su paradigma acabado
y lo es de modo especial de la mujer. En los últimos tiempos los Papas presentaban a María como
paradigma de la mujer pero desde fines del siglo XIX en adelante, primero en la sociedad civil y luego en
la Iglesia vemos aparecer un fuerte movimiento de promoción femenina dentro de la sociedad, hasta el
momento confinada al ámbito de lo familiar. La mujer pugna por desempeñar nuevos roles en la sociedad
civil. Y estar presentes en el ámbito educativo, político, en las ciencias, etc.
Al aparecer este movimiento feminista la Iglesia al comienzo percibe con preocupación el hecho,
con Pío XI la valoración es en parte negativa porque veía el peligro del abandono del hogar y el aspecto
insustituible de la crianza de los hijos. No se pronuncia tanto en si es un bien o es un mal, pero comprueba
el hecho de que la mujer sale a trabajar para colaborar con el sustento del hogar. Entonces defiende un
plano de igualdad pero le recuerda su misión en el hogar.
Juan XXIII tenía una visión como de algo que ocurre, pero no es el ideal pues se estaría
descuidando la presencia femenina en el hogar que es esencial para la educación de sus hijos. Pero hacia
el final de su pontificado, en Pacem in terris, saluda el hecho de la presencia masiva de la mujer en la
sociedad como uno de los signos de los tiempos junto a la emancipación de los pueblos colonizados y la
lucha de los trabajadores.
En el CVII aparecen en forma fugaz algunas menciones acerca del problema de la mujer y de su
promoción: en GS y AA. [Ver artículo: A. Marino, María, la mujer y la Iglesia]. Estas alusiones que hace
el concilio son bastante breves, fugaces, pero dicen cosas fundamentales. La cuestión en esos años `60 era
incipiente por lo que no podemos esperar un gran desarrollo, lo que expresa puede a nosotros parecernos
hoy cosas obvias. Pero es la primera vez que el Magisterio asume en documentos conciliares este
problema.
Dentro de este panorama histórico de un reconocimiento y una praxis donde la mujer se hace
presente en ámbitos sociales y eclesiales, el documento Inter In Signores a muchos les causó mal
impresión, puesto que parecía como un freno, un retroceso.
32
Hay otro dato significativo para retener: la figura de María como paradigma de la mujer se empleó
en los años anteriores al Concilio. En el Concilio, donde se hace una valoración de la presencia femenina
en la Iglesia, no se niega pero no se vincula expresamente. Lo que sucede es que comenzó en esos años a
prosperar una literatura combativa que ponía en sospecha la figura mariana como paradigma de lo
femenino, porque era como vincular la grandeza de la mujer con la intimidad, puesto que la figura de
María aparece más vinculada con los valores de la vida oculta.
Pablo VI (Marianis Cultus) se preocupó por recuperar el paradigma mariano para la mujer
rescatando que no se trata de una invitación a la pasividad, sino al protagonismo.

Declaración Inter In Signores


La declaración Inter In Signores sobre la cuestión de las mujeres al sacerdocio ministerial va a
despertar en muchos comentarios adversos. Vamos a su doctrina:
Comienza con la afirmación de que la Iglesia, por fidelidad al ejemplo de su Señor no se siente
autorizada a admitir a las mujeres al Orden Sacerdotal. La Iglesia dice sí a la promoción femenina en
todos los campos del apostolado y dice no a la Ordenación sacerdotal de la mujer, sin que esto signifique
discriminación alguna.
En 20 siglos de Tradición no hay antecedente alguno de ordenación de mujeres. En la Patrística la
doctrina es expresa por la negación de las ordenaciones de mujeres. Esto es patrimonio común con todas
las Iglesias de Oriente, aún en la diversidad en tantas otras cosas, en este punto hay unanimidad.
En un segundo momento la declaración pasa a analizar la actitud de Cristo: para constituir el
grupo de los doce no llama a ninguna mujer, sin embargo en el trato con las mujeres hay una verdadera
voluntad de ruptura con el trato de la época y expresa voluntad (cfr. Jn 4: Los discípulos se extrañaron de
ver a Jesús conversar con una mujer; Mt 20, 20-22; Lc 7,37ss; Jn 8,11; Mc 10,2-11; Mt 19,3-9: se aparta
de la ley de Moisés superándola en cuanto a los derechos y deberes del vínculo matrimonial; Lc 8,2-3:
comprobamos que a Jesús lo acompañan también algunas mujeres; Mt 28,7-10; Lc 24,9-10; Jn 20,11-18:
las mujeres son las que llevan el anuncio de la resurrección a los discípulos; en la mentalidad judía el
testimonio de las mujeres no valía demasiado, en un juicio el testimonio de mujeres y niños non
constituían prueba plena. Sin embargo, ellas son las primeras encargadas por Jesús para llevar el anuncio
a los once). Los testimonios bíblicos no nos dan una prueba inmediata, pero sí testimonios convergentes
que nos demuestran que Jesús era muy libre y no se movía limitado por la mentalidad de un ambiente y
de una época. Su misma Madre, tan asociada a su Misterio, no forma parte del número de los apóstoles,
en lo cual debe verse una voluntad expresa de Jesús, una voluntad divina.
Tercera parte del documento: Hch 1,14: la comunidad apostólica, antes de Pentecostés, está
reunida en oración en espera del cumplimiento de la promesa y María está en medio de los discípulos.
Pero, no se piensa en ella para llenar el puesto vacío que había dejado Judas. Hch 2,1: el Espíritu
desciende sobre todos por igual, mujeres y varones; pero el anuncio de Jesús lo realizan los apóstoles.
Ellos se irán abriendo al mundo helénico, lo cual traerá aparejado la ruptura dolorosa con las costumbres
israelitas. Y hay antecedentes de sacerdocio femenino en el mundo greco-romano y en las naciones
vecinas, existen sacerdotisas incluso de mayor prestigio que el sacerdocio masculino. Hay cultos que se
llevan por igual entre varones y mujeres y hay incluso cultos exclusivamente femeninos. Por lo tanto,
argumentar que los apóstoles en su praxis eclesial no admiten a mujeres en el Ministerio apostólico
debido a que están todavía fuertemente condicionados por el medio del cual proceden y del medio
ambiente, es algo que no se puede demostrar; más bien se podría demostrar lo contrario.
En los Hechos de los Apóstoles encontramos mención de mujeres que acompañaban a Pablo (ej.:
Hch 8,26). Los exégetas hacen notar una sutileza en el lenguaje transliterado: aparece el término synergoi
= colaboradores, con la especificación "de Dios" siempre se habla de varones (1Cor 3,9; 1Tes 3,2),
cuando se habla de colaboradores "de Pablo", allí aparecen mujeres (Fil 4,3-6). Pablo hace una diferencia
entre la representación ministerial y la colaboración con el apostolado.
Cuarto parágrafo: valor permanente de la actitud de Jesús y de los apóstoles. A lo que algunos
dicen que Jesús estaba condicionado por las circunstancias históricas, socioculturales, que le impedían
designar mujeres para el apostolado, se afirma que no es así, ya se lo ve con profunda libertad para
quebrar usos y costumbres, y esto podría haberlo hecho.
33
1Cor. 11,2-16: reflexión sobre el uso del velo de las mujeres, es una praxis simplemente
disciplinar. En cambio, es de otra naturaleza la prohibición de hablar en la Asamblea: 1Cor. 14,34-35 y
1Tim 2,12. Se refiere a la función de enseñar en la Asamblea que está reservada al carisma apostólico.
Pablo tiene muy claramente la mentalidad de una igualdad entre varón y mujer en cuanto a su dignidad:
Gal 3,28. No hay acepción ni discriminación de personas en cuanto a la dignidad, no es más el varón que
la mujer ante Cristo.
Tenemos que distinguir lo que pertenece a la sustancia de los sacramentos de aquello que es
accesorio. La Iglesia considera que pertenece a la sustancia del sacramento la condición masculina porque
los signos sacramentales no son signos convencionales sino naturales. La Iglesia tiene la función de
discernir lo inmutable de lo que cambia. Y su criterio no es arcaísmo sino fidelidad. Así lo reconocen las
tradiciones de Oriente y Occidente.
En la quinta parte se habla del sacerdocio ministerial a la luz del misterio de Cristo. Es doctrina
constante que los ministros de la Iglesia no actúan in persona propia sino in persona Christi. San Pablo
tenía conciencia de representar a Cristo en su función apostólica. En Gal 4,14 elogia la actitud de quienes
lo recibieron mirando en él al enviado de Dios. Esta representación de Cristo alcanza su expresión más
alta en la Eucaristía. Sólo el sacerdote tiene el poder de realizarlo actuando con el poder, la eficacia, que
recibe de Cristo. Hace sus veces y es su imagen cuando pronuncia las palabras.
Se puede objetar que Cristo en su condición celeste, gloriosa, puede ser representado
indistintamente por un varón o por una mujer (cfr. Mt 22,30), pero ese versículo no indica que en la gloria
se termine la identidad propia de la persona.
Lo importante es decir que se trata de un signo natural, no convencional.
Otra objeción es que el sacerdote no sólo obra in persona Christi sino también in persona
Ecclesiae, pero esto es así porque ante todo representa a Cristo, cabeza de la Iglesia.
Por último, en la parte sexta, se dice que este tema solo puede ser resuelto a la luz de la
Revelación. El sacerdocio cristiano es de naturaleza sacramental, por lo tanto, representativo. Los signos
sacramentales representan o causan lo que significan por su semejanza natural, por su intrínseca
capacidad de significar, y Cristo asumió la naturaleza humana en su condición masculina; fue y sigue
siendo varón. El sacerdote es representación sacramental de Cristo en el misterio de la Alianza. Esto no
implica ninguna superioridad del varón sobre la mujer sino sólo diferencia de funciones.
Quien más se ocupó de este tema es Von Balthasar en distintos escritos anteriores y posteriores al
Concilio. Dice que este problema se ha planteado en términos de poder y de una igualdad en sentido
equivocado. Dice que la mujer que aspirara al Ministerio sacerdotal aspiraría a un menos, no a un más. En
la Iglesia hay dos principios: el petrino, masculino y el mariano, femenino. La función petrina, y en
general la ministerial, es una función representativa, comunicar la gracia y esto no por lo que es en sí
mismo sino por lo que representa, es instrumental.
En cambio, la recepción pasiva de la gracia y su fructificación es final, no instrumental. La
jerarquía existe para generar esponsalidad. Y esto lo tiene la mujer. Por eso el lugar primordial es el de
María. Ella no forma parte de la jerarquía de los apóstoles porque está por encima de ellos. La finalidad
de la Iglesia no está en la ministerialidad de la jerarquía sino para engendrar esponsalidad,
correspondencia a la gracia, fecundidad, y el símbolo más acabado de esto es la mujer. La Iglesia no está
para generar ministros, esto es sólo instrumental, ciertamente necesario, pero su finalidad es la fecundidad
en la relación de Alianza.

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