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En la definición de la cultura de la Declaración de México descansan, por mencionar los proyectos
más importantes de la UNESCO, la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales
para el Desarrollo (1998), la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural
(2001), la Declaración de la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre las Políticas Culturales y el
Desarrollo Sostenible (2022).
una gran riqueza al desarrollo del proyecto y al resultado mismo; 2 tercero, porque
se trata de una propuesta que, gracias a su influencia en materia de diseño de
políticas públicas alrededor del mundo, ha repercutido en la vida cotidiana de no
pocas personas.
Iniciemos pues con la propuesta de Bolívar Echeverría. Hacia el final de
Definición de la cultura, figura el siguiente pasaje:
La cultura, nos dice Bolívar Echeverría, es una (la) expresión de los seres
humanos organizados en grupos. Si se toma como punto de partida esta idea,
resulta evidente que vida humana y cultura son fenómenos coextensivos, y es
claro asimismo que otros animales o, más bien, el resto de los animales no
pueden producir cultura. Ahora bien, ¿por qué para Echeverría no existen otros
animales, además del ser humano, capaces de “reproducirse de manera cultural”?
La respuesta aparece de manera continua a lo largo de Definición de la cultura.
De acuerdo con Bolívar Echeverría existe una diferencia cualitativa de fondo
que separa al ser humano del animal. Esta diferencia se deja ver en múltiples
esferas de la vida: en la esfera de la sexualidad y en la de la alimentación, en la
forma de regular los conflictos y en la manera de comunicarse, en la esfera del
trabajo y en la del descanso, etc. En cada una de estas esferas resulta patente
que mientras el animal vive atado a sus instintos, el ser humano, nos recuerda
2
Como señala el Informe Final (p. 8) de la Conferencia de la UNESCO de la que se desprende la
Declaración de México, en los debates sobre la cultura participaron los enviados de 102 Estados
Miembros, el Congreso Nacional Africano, la Organización de Liberación de Palestina y, asimismo,
la Santa Sede. Tanto el Informe Final como la Declaración de México son textos con un lenguaje
particular, distante de la retórica que suele dominar en posteriores documentos de la UNESCO; el
hecho de que participaran personas y colectivos inmersos en las luchas de liberación, que no
estaban atados a la educación de corte liberal que se impondría una década después en buena
parte del mundo, le imprime mayor viveza a los posicionamientos.
Bolívar Echeverría, se encuentra arrojado a la libertad. Vida animal y vida humana
están separadas, pues, por un abismo. Pero no se trata, y esto es esencial dentro
de la propuesta de Echeverría, de un abismo abierto hasta el infinito. A pesar de
todo, la separación está soportada por una base común: el humano es una
especie de animal. O, dicho de otra manera, el ser humano tiene como base de su
existencia la animalidad.
El animal, indica Echeverría, vive en un paraíso terrenal, un paraíso donde el
deseo y la necesidad no entran en conflicto, sino que conviven de manera
armónica. El ser humano comparte con el resto de los animales el hecho de tener
deseos y necesidades, sin embargo, la diferencia fundamental consiste en que él
ha sido expulsado de la Edad de Oro. El ser humano vive desgarrrado, apunta
Bolívar Echeverría, por la inconsistencia y la perenne lucha entre sus necesidades
y deseos; desde que llegamos al mundo, intentamos conciliarlos una y otra vez,
sin poder jamás lograrlo del todo. Los humanos, así, nos vemos obligado a vivir
“en situación de improvisación, de crear, de repetir modificando las formas de
existencia de su socialidad” (p. 130). A estos intentos de conciliación de la
necesidad y el deseo, efectuados en un marco social, los llama Bolívar Echeverría
cultura.
El hombre viene del animal pero es algo más que un animal, sostiene Bolívar
Echeverría, coincidiendo así con una postura muy extendida. Ahora bien, ¿es
válido que quienes sostienen esta postura lo hagan solo desde elucubraciones
abstractas? Es decir, ¿no es necesario que nos muestren que, en efecto, los
animales son como nos dicen y que los humanos son tal y como los describe su
teoría? Pero, ¿qué es, en todo caso, lo que se le exige a la postura de Bolívar
Echeverría? ¿Que abandone su reflexión ontológica y pase al estudio biológico?
¿Qué nos indique y explique cómo ocurrió la transformación que va del animal al
ser humano? Solamente que le dé un fundamento a su discurso. Que recurra a la
investigación sobre el comportamiento animal para que pruebe sus afirmaciones.
No obstante, es poco lo que encontraremos de Bolívar Echeverría en esta
dirección. Sus consideraciones en torno a la cultura que se acercan más a la
biología se hayan, quizá, en el siguiente pasaje:
En efecto, tras la vigencia o validez que demuestra tener cada propuesta de
articulación o simbolización elemental, cada concretización o subcodificación de
lo humano, hay que suponer el hecho de una aventura primera: la hominización o
trans-naturalización de la vida animal al convertirse en vida humana. Una
aventura traumática, y en ese sentido inconclusa, repetida de diferente manera
en innumerables ocasiones, que deja impresa para siempre en la
particularización de lo humano aquella experiencia en la que su fundamento
animal (las pulsiones del cuerpo humano y de su territorio) debió ser forzado a
sobrevivir de una nueva manera, sacado de su medida espontánea: reprimido,
por un lado, y excitado, por otro (pp. 150-151. El subrayado es nuestro).
Parece que no existe otro animal, aparte de nosotros, que construya presas,
edificios, puentes, carreteras. Ningún otro animal, tampoco, elabora zapatos,
faldas, vestidos, camisas, corbatas, sombreros. No vemos que elaboren
instrumentos para escribir, para fotografiar, para filmar, para proyectar películas. Y
podríamos seguir durante horas. La cultura humana es territorio desmesurado.
¿Cómo podemos compararla con una presunta cultura de animales no humanos?
Pero no necesitamos encontrar a otros animales que elaboren los mismos objetos
o que desarrollen las mismas costumbres con nosotros. Lo que buscamos es si
hay alguno o algunos cuyo comportamiento siga el mismo principio de fondo.
De acuerdo con diversos estudios, los chimpancés, los orangutanes, los
gorilas y cierto tipo de delfines, producen cultura. Si esto no significa que entierren
a sus muertos, que sean capaces de controlar el fuego o que construyan templos
para sus dioses, ¿en qué estamos pensando? Sin detenernos en pequeños
matices, puede decirse que quienes investigan actualmente la cultura de animales
no humanos, buscan que los comportamientos posean los siguientes tres rasgos:
tienen que ser comportamientos aprendidos, deben serlo en un contexto social y
deben depender en buena medida de una transmisión intergeneracional. Veamos
algunos casos.
Según la fuente que se consulte, se habla de la existencia de dos o tres
especies de orangutanes, aunque el dato de tres es el que actualmente prevalece.
Una especie habita en la isla de Borneo (Pongo pygmaeus wurumbii), las otras
dos, en Sumatra (Pongo abelii y Pongo tapanuliensis). A partir de numerosos
estudios se ha confirmado que los orangutanes poseen diversos comportamientos
culturales. Por ejemplo, los orangutanes de Sumatra que habitan en la región de
Suaq Balimbing, de la especie Pongo abelii, suelen utilizar diversas herramientas,
tales como palos u hojas, para al menos dos propósitos: por un lado, para
conseguir con fines alimenticios ciertos insectos o cosas que estos producen, lo
cual lo logran introduciendo las herramientas en los huecos de los árboles; por
otro lado, para obtener la semilla de un fruto que, de otra manera, sería imposible.
Este comportamiento, cabe señalar, no está presente en las demás comunidades
de pongo abelli y tampoco en los orangutanes de Borneo (Pongo pygmaeus
wurmbii).
Lo orangutanes de Sumatra que habitan en la zona de Ketambe, por su
parte, suelen tener estos otros comportamientos, ausentes en el resto de los
orangutanes. No es extraño que utilicen herramientas para la autoestimulación
sexual, práctica que realizan tanto macho como hembras. Asimismo, suelen
utilizar cierto tipo de guantes hechos de hojas cuando tienen que agarrar frutos o
ramas como espinas; hacen uso de una técnica similar para cuando tienen que
sentarse en árboles que tienen espinas: hacen una especie de cojín con ramas
para protegerse.
Todos estos comportamientos parecen obedecer a prácticas que han ido
transmitiéndose por generaciones. Desde luego, no es extraño que se dé una
transmisión de esta índole entre los orangutanes. Ciertamente se trata de
animales “solitarios”, pero solo hasta cierto punto. Normalmente los machos
adultos viven solos, excepto en la época en que se relacionan sexualmente con
una hembra. En estos casos pueden convivir con ella durante semanas e incluso
meses. Por otra parte, sin embargo, las crías de los orangutanes suelen vivir con
su madre durante varios años, este periodo suele alcanzar cinco y hasta ocho
años, amén de que, incluso después de esa edad, la madre puede estar cerca de
su hija para seguirla apoyando en su aprendizaje para la vida.
durante cierto tiempo con otro orangután en la época en que sostienen
relaciones
1. Chimpancé (nota de niñez). 2 Lenguas humanas u otra cosa. 3. Lémures
4. Comportamiento de las serpientes que no es (considerado) cultural, a
menos que se descubra que se lo enseña la madre cuando la cría está en el
huevo.
Si le enseñamos a un pájaro a cantar o (visto desde el otro lado) si el pájaro
aprende a cantar, no es por eso diremos que es algo cultural. El pájaro debería
haber transmitido este aprendizaje a otros congéneres y este aprendizaje debe
durar ciertas generaciones. O de este deben seguirse otros que duren
generaciones. Algunos comportamientos pueden parecer culturales, pero en
realidad no lo son. Los seres humanos tenemos la capacidad de aprender una
lengua natural, pero la capacidad misma no depende de un aprendizaje. En
nosotros ya está incorporada biológicamente dicha capacidad. La serpiente, lo
mismo.
Que haya casos límites o casos que estén a discusión es normal. Abejas no
es lo problemático.
Aquí terminaría esta parte.
Añadir lo de simbiosis.
Homo habilis.
A Better Ape: The Evolution of the Moral Mind and How it Made us Human
Introducción a la prehistoria
Chimpancés.
Delfines y ballenas.
Otras especies.
Pero bien puede sostenerse que esta ampliación del radio de los sujetos
culturales es solo eso, una ampliación. No se trata de una teoría que desplace
verdaderamente a la anterior. Seguimos moviéndonos en el reino del homo. Las
investigaciones, con todo, van más allá. En primer lugar, todo parece indicar que la
cultura no es una propiedad exclusiva de los homo. De acuerdo con numerosos
estudios, hay que extenderla, por lo menos, a los primates. Y hay quienes
aseguran que también hay mamíferos marinos en los que el aprendizaje social es
indispensable para vivir.
Hay numerosas investigaciones en torno a la cultura de los chimpancés, los
gorilas y los orangutanes. Baste señalar tan solo algunos puntos. Es bien conocida
ya la existencia de diversos grupos culturales de chimpancés, cada uno con sus
tradiciones alimenticias, instrumentales, sexuales y de vinculación social. Existe un
grupo de chimpancés, que actualmente habitan, dentro del cual las crías aprenden
de sus madres, tras un dilatado proceso, cómo emplear los instrumentos de piedra
para abrir nueces y frutos. A diferencia de este, hay otro grupos de chimpancés de
5
Serge A. Wich (ed.) et al. (2008). Orangutans: Geographic Variation in Behavioral Ecology and
Conservation.
otra localidad, que a pesar de contar en su entorno con piedras y frutos, no han
desarrollado dicha técnica. En cambio, han elaborado herramientas de otro tipo:
desde bastones para excavar y extraer termitas, hasta el uso de ramas y palos
como armas arrojadizas.
Pero las prácticas de enseñanza/aprendizaje dentro de un marco social no
son exclusivas de los mamíferos. Hay aves que lejos de poseer un mismo idioma
para toda la especie, piénsese en los pájaros filestrunos, han desarrollado
diferentes idiomas de acuerdo con la zona que habitan. Estos idiomas, cabe
resaltar, no son innatos (como en el caso de algunas abejas), sino que los
aprenden durante la infancia. Cuando son pequeños, los pájaros filesturnos
aprenden el idioma que les enseñan sus cuidadores, sean estos sus progenitores
o sean madres y padres adoptivos de otro grupo cultural.6
Puede decirse, ciertamente, que casi todas las esferas de la vida humana
están inundadas por la cultura, más que las de cualquier otro animal. Pero el
hecho de que el mundo de un animal específico esté más “culturalizado” que los
otros, no significa que estemos ante el único animal cultural. El criterio no puede
radicar simplemente en la cantidad de rasgos culturales. Si tuviera que
establecerse un criterio para saber si un animal es cultural, deberíamos elegir un
factor determinante, por ejemplo, el factor de qué tan necesaria es la cultura para
que el animal desarrolle su vida.
Pero, además, aunque faltan estudios que analicen con mayor profundidad
hasta qué punto la cultura es necesaria en otros animales, es claro que hay
especies que necesitan del descubrimiento, del aprendizaje, de costumbres y
eventualmente de la transmisión de dichos descubrimientos, aprendizajes y
costumbres para poder vivir. En cualquier caso la cultura no es un fenómeno
reservado exclusivamente para los humanos, ni siquiera para los homínidos o los
primates. Ahora bien, de la reflexión sobre los sujetos culturales podemos extraer
ya otra consecuencia.
La más importante a nuestro modo de ver es que vamos apreciando con
mayor claridad en qué consiste el fenómeno de la cultura. Estamos en condiciones
6
Cita de Mosterín, p. 53.
de responder la siguiente pregunta: ¿qué implica decir que un animal no viviría
adecuadamente si no tuviese cultura? ¿Qué es lo que hay de común en los
siguientes casos? El del ser humano que es abandonado al nacer, que solo es
alimentado y que, por lo tanto, nunca desarrolla una lengua; el de la orangután
que no aprende a amamantar a sus crías por no haber convivido en un ambiente
donde otras orangutanes (u otro animal) le mostraran cómo se hace; el de un
delfín que es regresado al mar y no es acogido por ningún grupo de delfines y
tiene que sobrevivir al margen de ellos, con todas las dificultades y limitaciones
que implica. Lo común es, en efecto, el aprendizaje y la enseñanza dentro de un
grupo que pasa de una generación a otra.
Dos puntos del “paradigma computacional” del aprendizaje, sin embargo, son
sumamente cuestionables. Primero, que, mediante el aprendizaje, el animal sea
capaz de replicar la información de manera exacta. Segundo, que el animal pueda
equipararse a una máquina, a una máquina, desde luego, dirigida por dos
procesadores de información. Respecto a la primera cuestión algunos defensores
de las teorías meméticas de la cultura afirman que, en efecto, el cerebro no es un
procesador que esté orientado a una réplica exacta de la información, como sí lo
es, de acuerdo con ellos, el genoma. Mientras el genoma es un procesador que
responde a entornos sumamente estables y, por lo tanto, conserva su misma
información por larguísimos periodos, el cerebro es un procesador que hace frente
a la transformación constante del entorno. De ahí que, señalan, el aprendiz
7
Tradición: Henry Newman, MacIntyre. Visión del mundo: Dilthey. Concepción (del mundo): Luis
Villoro. Cultura. Imaginario colectivo: Castoriadis.
modifique constantemente la información que ha adquirido y guardado. La
información adquirida por aprendizaje social no se almacena, pues, en un
procesador reacio al cambio, sino en uno sumamente flexible.
Respecto a la segunda cuestión suele señalarse que los animales, en efecto,
no son como cualquier computadora. A diferencia de estas, el hardware del animal
incluye un principio (o un conjunto de principios) adicionales que lo orientan y lo
regulan. Estos principios tienen que ver fundamentalmente con la búsqueda de la
sobrevivencia y/o de la reproducción del individuo y/o de la especie. Es decir,
siguiendo el principio (o imperativo) de que la especie debe continuar
reproduciéndose, el animal puede guardar la información en su cerebro tal como la
captó de sus congéneres (por imitación o enseñanza-aprendizaje) o, una vez
guardada, puede modificarla si les es útil dentro del entorno o situación en la que
se encuentran. A estos principios de sobrevivencia y/o reproducción suelen
añadirse regulaciones de carácter estratégico, por ejemplo, el llamado cálculo
racional de costos-fines o el principio del mayor beneficio mediante el menor
esfuerzo.
Así pues, de acuerdo con la teoría memética de la cultura, cuando un
maestro les enseña a los alumnos las grafías del abecedario, lo que hace es
transmitirles la información que él tiene en el cerebro sobre cómo se trazan las
letras. En el fondo, el maestro busca que el alumno capte y eventualmente
reproduzca dicha información con los menores cambios posibles. No obstante, el
alumno ya sea guiado por el maestro, ya sea esforzándose por sí mismo, va
evaluar si dicha información le es útil tal como la ha captado o si necesita
adaptarla a sus propias circunstancias. Esta última descripción, como se puede
apreciar, parece más cercana a lo que sucede cotidianamente. Sin embargo, es
sólo una apariencia. Los procesos de aprendizaje son, puede decirse, mucho más
complejos. O, mejor, son completamente distintos.
Imaginemos que una maestra está frente a sus alumnos de primero
secundaria (tienen entre 11 y 12 años), y la clase versa sobre códigos éticos en
diferentes culturas. La maestra les dice a sus alumnos: “dentro del naciente
cristianismo un mandamiento fundamental fue el de amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. ¿Cómo aprenden los alumnos esta frase de la maestra? Cada uno lo hará
de forma distinta. Si todos los alumnos viven en familias cristianas, es muy posible
que (a cierta edad) ya hayan escuchado esta idea, este mandamiento. Si es así,
varios alumnos recordarán si la escucharon de boca de sus padres, del guía
religioso o en otros contextos. Supongamos que estamos en una escuela donde
hay alumnos educados bajo diferentes religiones y algunos incluso no creen en un
dios y no tienen un credo. Si esto es así, para hacerse con la “información” que les
“transmite” la maestra van a recurrir a contextos muy distintos. Algunos quizá
entiendan la palabra “prójimo”, otros tendrán que preguntar qué significa. Algunos
pensarán que es imposible querer a otra persona tal como nos queremos a
nosotros, quizá recuerden algunas peleas que ha habido en su hogar. Otros
posiblemente no reflexionen mucho sobre el contenido de la frase y sólo traten de
memorizar la oración con la finalidad de tenerla en mente cuando sea el examen.
Cabe resaltar, asimismo, que los procesos de aprendizaje donde el alumno
es orientado por el maestro haciendo uso del habla, están muy lejos de
identificarse con el intercambio y el desciframiento de información mediante un
código compartido (una lengua natural). Lo que hace el alumno al aprender no es
descifrar la emisión concreta del maestro y archivarla en su memoria. Los alumnos
pueden entender lo que les dice la maestra sólo gracias a que tienen una vida
compleja, compuesta de múltiples experiencias, recuerdos y expectativas. El
lenguaje no puede ser concebido sin el ámbito de las prácticas, las costumbres,
las experiencias, las concepciones; la lengua adquiere sentido sólo porque existe
un mundo de acciones, pasiones e interacciones.
La frase “amarás a tu prójimo como a ti mismo” puede significar muchísimas
cosas si no nos situamos en un contexto específico. La maestra y los alumnos
dialogan sobre la frase de una manera acotada, sin perderse en las ingentes
posibilidad abiertas por un mero código, debido a que comparten un mundo y un
sentido común sobre ciertas cosas del mundo. El “sentido común” dista mucho de
ser un código cerrado. Al respecto, Eugenia Ramírez Goicoechea escribe:
Para aprender lo que la maestra les dice, los alumnos no realizan copias de
la información que les transmite. Los alumnos ejercen su capacidad de
comprensión, la cual descansa, insisto, en incontables experiencias, unas
compartidas con el resto de la clase, otras de corte más personal. Por lo tanto,
dentro de un mismo salón los alumnos aprenden partiendo desde diferentes
ángulos y con finalidades distintas. Pueden aprenderse la frase para el examen,
aprenderla para ponerla en práctica, aprenderla como un dato sobre la cultura
cristiana, aprenderla para platicar con su mamá y saber qué piensa ella al
respecto, aprenderla para compararla con lo que le dicen en el catecismo.
Tomando en cuenta lo dicho hasta aquí, entiendo por aprendizaje el proceso
o la actividad por medio de la cual los animales, al entrar en contacto con seres
vivos u otros objetos de su entorno, o incluso consigo mismos, crean, desarrollan,
modifican o reconocen sus habilidades, valores, opiniones o concepciones. El
aprendizaje, desde luego, puede surgir por medio de distintas actividades, tales
como la experiencia, la observación, la imitación, las relaciones de
enseñanza/aprendizaje.
Por inventiva entiendo la creación de un objeto, una técnica, una habilidad o
una idea con la intención de resolver una dificultad. No existe, desde este punto de
vista, una oposición entre aprendizaje e inventiva. Más bien debe destacarse que
todo aprendizaje implica una dosis de inventiva, en un sentido amplio del término.
Como hemos señalado, un aprendizaje nunca es una verdadera copia (¿qué
puede llegar a ser una verdadera copia?) de información. Es siempre una
recreación. En ese mismo sentido, cuando hablamos de inventiva no nos
8
Considérese asimismo el siguiente pasaje: “Si las prácticas tienen un significado es porque existe
una comunidad de practicantes que comparte un conocimiento implícito y una memoria colectiva
(socialmente distribuidos), una serie de presuposiciones intersubjetivas sobre la inteligibilidad de
los actores y sus acciones, del curso probable de la evolución de la acción como cadena de
antecedentes y consecuentes” (p. 277).
referimos a creaciones a partir de la nada. Toda inventiva dentro de un marco
social abreva precisamente de una cultura. Incluso “cosas” tan nuevas y tan
distintas como la experiencias personales distan mucho de surgir y de
configurarse desde cero. Si pensamos en animales como los delfines, los bonobos
o los humanos, debemos decir que sus experiencias personales sólo adquieren
sentido porque ocurren dentro de una cultura.