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psicología del desarrollo III

1. Texto: La vejez en el curso de la vida. Yuni – Urbano.

El imaginario social de las sociedades contemporáneas asocia la noción de aprendizaje con las edades
tempranas del Curso Vital. De este modo, el abordaje del aprendizaje como objeto de estudio se ha
centrado en la infancia y la adolescencia, edades coincidentes con el periodo de escolarización, dejando
por fuera de su consideración otras posibilidades de aprendizaje humano.

La experiencia educativa en las edades avanzadas se la vida se articula con procesos de desarrollo
personal que implican la resignificación identitaria de los adultos mayores.

Modos de abordaje del aprendizaje en la vejez

Los enfoques tradicionales del aprendizaje en la vejez

Modelo decremental de base biologicista: en la vejez se produciría una declinación y deterioro


generalizado de las funciones intelectuales superiores.

Decremento de capacidades relacionadas a los procesos bio-fisiológicos del SNC.

Deterioro de las capacidades cognitivas: conducen al sujeto a un retorno a los estadios tempranos del
desarrollo intelectual.

El proceso de envejecimiento normal afecta la velocidad de procesamiento. La complejidad de la tarea


afecta al rendimiento, especialmente cuando se debe realizar en tiempo limitado.

En casi todas las ares del aprendizaje se produce un decremento.

No es posible determinar un proceso universal de decremento y enlentecimiento cognitivo. Variabilidad


inter e intraindividual.

Escasa consideración de los procesos internos del sujeto, sus características de personalidad, así como el
papel que juega el entorno ecológico del mayor.

El deterioro de las capacidades intelectuales no es producto del proceso normal de envejecimiento, sino
de patologías y modalidades de envejecimiento patológico que indicen en las bases psicológicas y
psicodinámica del proceso de aprendizaje.

El aprendizaje desde la perspectiva del Ciclo Vital

Teoría epigenética del desarrollo humano de Erikson, la cual resalta el carácter recursivo de los procesos
psicológicos y el ejercicio de roles sociales asociados a las diferentes edades de la vida.

El proceso de envejecimiento cognitivo normal se caracteriza por una serie de trasformaciones cualitativas
que denotan presencia de habilidades y estilos de pensamiento y de resolución de problemas que posee
notables diferencias con las habilidades propias del pensamiento formal. Algunas formas de integración
intelectual se disuelven mientras que ocurren nuevas formas de integración, particularmente entorno a la
adaptación a necesidades pragmáticas.

El desarrollo cognitivo se caracteriza por el interjuego entre ganancias y pérdidas (de capacidades,
funciones, habilidades, etc.). el balance entre pérdidas y ganancias es gestionado por el propio S a través
de despliegues de mecanismos de compensación por medio de los cuales optimiza aquellos recursos y
capacidades que conversan cierto potencial y/o que son altamente significativos como anclaje identitario.

Esta perspectiva afirma que los procesos intelectuales y de aprendizaje guardan relación con los procesos
identitarios por los cuales el sujeto a través del tiempo trata de preservar su sentido de integridad,
mismidad y unicidad. En este trabajo adaptativo el sujeto apela a procesos de autorregulación y de
afrontamiento que se caracterizan por el intento de integración de los procesos intelectuales con los
procesos afectivos.

El aprendizaje desde la perspectiva del Ciclo


Los enfoques tradicionales del aprendizaje en la
vejez Vital

Ponía el acento en la perdida y deterioro de las Enfatiza el carácter auto regulador del desarrollo
capacidades cognitivas como consecuencias de psicológico y resalta el papel
procesos subyacentes de orden biológico.
modulador que tienen las características de
personalidad de los sujetos, las posiciones

subjetivas frente a los procesos de cambio y el


grado de integración psicoafectiva.

Creencias científicas sobre el envejecimiento El desarrollo psicológico es un proceso que


cognitivo. acontece en todas las edades de la vida.

Perspectiva del paradigma del Curso de la Vida

Desde esta perspectiva aprender es el proceso por el cual los seres humanos transforman su experiencia
en otros materiales a través de los cuales pueden reelaborar sus concepciones del mundo, resignificar su
identidad personal y elaborar nuevas narraciones de sí mismos. El aprendizaje es la acción que despliega
al sujeto a través del curso de la vida con la finalidad de comprender, gestionar y dar sentido a los cambios
que el tiempo impone a la existencia (lo que remite a la cuestión de identidad personal); al tiempo de la
vida humana (el pasaje por las edades de la vida a través del curso vital); y las capacidades de las
personas para conservar su autonomía y autodeterminación (lo que involucra el poder personal, las
habilidades, las capacidades de afrontamiento, etc.).

El aprendizaje humano como capacidad para vivir en el mundo es un proceso recursivo entre experiencia
personal y diferentes tipos de conocimiento (de contenido académico, de la vida cotidiana y creencias,
emociones, valores, etc.) necesarios para el despliegue subjetivo.

Tipología sobre las significaciones de


aprendizaje en la vejez.

Aprender como proceso de actualización Vigencias vs obsolescencia: competencia

Aprender como proceso de desarrollo personal Autodeterminación vs dependencia: voluntad

Aprender como desafío de superación Despliegue vs repliegue: finalidad

Aprender cómo situación de afrontamiento Apuntalamiento vs claudicación: fidelidad

Aprender como proceso de autocomprensión Continuidad vs estancamiento: sabiduría

Aprender como proceso de actualización

La noción de actualización se plantea como una adquisición vinculada a la continuidad en un intento de no


interrumpir el ritmo vital y conectarse con ciertos patrones de la vida adulta y a la vez lograr “aggiornarse”.
Modo de afrontar la obsolescencia social producida por los cambios socio-culturales.
La actualización es buscada como alternativa para le elaboración de algunos fantasmas que se asolación
al envejecimiento. Seguir creciendo para contrarrestar el fantasma del declive intelectual.

Actualización con sentido de auto reconocimiento como sujetos potentes. Relacionado con los fantasmas
de quedarse atascados en el proceso de desarrollo y la consideración de la vejes como in tiempo vital sin
posibilidades de despliegue.

Los AM en esta perspectiva, poseen una noción de tiempo social y tiempo persona de carácter progresivo
y acumulativo. Sostiene el imaginario de progreso. Los saberes son los que movilizan, te permiten
mantener vivo el interés, seguir en carrera.

En las personas mayores de 75 años, la actualización es una forma de superación en relación consigo
mismas y en relación con la sociedad que es percibida como más excluyente.

Aprender como proceso de desarrollo personal

Aprender es una acción que emprenden los sujetos como un acto integral que une placer, tiempo para,
ocupación, desarrollo de intereses y mantenimiento de las capacidades intelectuales y relacionales.

La clave que tensiona el proceso de aprendizaje es la noción de enriquecimiento.

La acción de aprender se poya en un cambio de posicionamiento subjetivo y en una nueva perspectiva


acerca de las cosas y de sí mismo. Se reconoce el potencial educativo del intercambio social.

El proceso de aprendizaje se sostiene en un reacomodamiento subjetivo que permite revisar lo vivido,


construir una nueva narrativa identitaria de sí para sí.

El fantasma que aparece remite al estancamiento, a la posibilidad de “quedarse”. En ese marco, el


enriquecimiento es un propósito necesario para apuntalar el crecimiento y como una estrategia para
conservar la integración personal. Aprender implica sostener el movimiento existencial para entrar
integrado.

El los AM de 75 años, aprender es un acto a través del cual elaboran una nueva ubicación de sí y para sí,
pero esta elaboración también pretende ubicar a los otros que aparecen en los discursos como
amenazantes para sus ansias de autodeterminación.

Aprender como desafío de superación

Aprendizaje como desafío, como una forma de poner a prueba las capacidades y de fortalecer sus
creencias de auto eficiencia.

Percepción de riesgo y fragilización de sus capacidades (especialmente intelectuales) como resúltate del
proceso de envejecimiento.

Aprender es una forma de afrontar los fantasmas del viejismo y del deterioro cognitivo.

El énfasis en el proceso de aprendizaje está en la ejercitación, la reafirmación y la reconfirmación de que


las capacidades intelectuales se conservan y por lo tanto la vejez aún no ha hecho su obra.

No parecen interesarse por nuevas adquisiciones, en cambio insisten en “repasar”, “reforzar” y “sostener”
lo adquirido.

Aprender cómo situación de afrontamiento

Aprender como el despliegue de estrategia de afrontamiento que le permiten adaptarse a determinadas


situaciones y condiciones que contextualizan su proceso de envejecimiento.

Sujetos con un posicionamiento activo y reactivo frente a situaciones visualizadas como riesgosas o que
exigen un reacomodamiento. Fortalecer su sentido de auto eficiencia.
Las situaciones que perciben como amenazantes remiten tanto al orden de lo socio cultural como a lo
personal. Entre estas últimas adquiere mayor visibilidad la preocupación para la disminución de las
capacidades físicas y cognitivas.

En los AM de 75 años, el afrontamiento se vincula más a la elaboración de pérdidas y el aprendizaje es


resignificando como una herramienta que ayuda a “llenar los vacíos que se producen en los cambios”.

Aprender como proceso de autocomprensión

En los S se advierte que el aprendizaje se vincula a la explotación de nuevas experiencias y a la


experimentación personal en nuevas situaciones.

Los AM parecen ubicarse en una posición de apertura en la que pueden reconocer este momento de su
vida como una oportunidad para lograr una comprensión y entendimiento de sí mismos.

En sus discursos aparee la referencia a una disponibilidad de tiempo personal que permite un trabajo de
introspección y de reconocimiento de necesidades profundas que fueron postergadas o dejadas
pendientes por las exigencias de la realidad.

El aprendizaje es lo que deviene en ideal para el proyecto de vida y la voluntad s lo que impulsa el sentido
de posibilidad, se pone a prueba la voluntad del ser en el hacer y se conforma la propia actitud de que
“querer es poder”.

Resignificación identitaria y complejizarían psíquica: el trabajo psico-social del aprendizaje en la vejez.

Durante el proceso de envejecimiento el trabajo psicosocial que enfrentan las personas mayores pone en
conflicto los logros y adquisiciones básicas asimiladas y adquiridas en otros ciclos del curso vital. Este
conflicto psicosocial es el que impulsa a los mayores a reactualizar sus esquemas de percepción para
promover procesos progresivos en su capacidades físicas, psíquicas y sociales.

En este intento de reactualización personal, los dispositivos de educación no formal aparecen como
continentes legitimados socialmente para satisfacer esas necesidades, y a la vez, brindar herramientas y
recursos para afrontar cambios.

El trabajo de resignificación identitaria que deben afrontar los AM se produce en el interior de dispositivos
socio-culturales que disponen al Yo particular y subjetivo a la realización de un trabajo psicosocial que
complejiza y apuntala sus núcleos estables y renueva sus soportes móviles, en lo que se reconoce como
idéntico a sí mismo a través de sus cambios.

El trabajo psicosocial permite al Yo del AM apuntalar sus condiciones de mismidad, integridad y


permanencia a través de lo que sobrevive en sí en el devenir de su acontecer temporal.

Cualidades básicas del trabajo psicosocial vinculo a los procesos de resignificación de la identidad
personal y social como AM. Estas cualidades se organizan en pares opuestos complementarios que
movilizan las tenciones del trabajo psicosocial mediante el cual el AM realiza el esfuerzo por aprehender
las cualidades que la estructuran y alcanzar los logros que devienen de su adquisición.

Vigencia vs obsolescencia: competencia

La vigencia es la cualidad básica promovida por la cultura, que mueve al AM a realizar una revisión
tendiente a evaluar si los logos psicosociales adquiridos se encuentran actualizados y son funcionales a
las demandas actuales. Cualidad instrumental.

Aparece el fantasma de la obsolescencia como una cualidad básica representante del repliegue en el ritmo
del desarrollo y que ubica al mayor en una posición de perentoriedad respecto a los movimientos de los
cambios sociales.

En los AM de 75 años la generatividad se orienta al apuntalamiento del sentido de trascendencia personal.


La minada se centra en continuar vigente en el proyecto comunal del entorno próximo y en seguir siendo
mirados en sus cualidades vitales. La obsolescencia se representa como quedar guardados, lo que
equivale a ser inviabilizados por otro significativo y excluidos del intercambio vincular.

La resolución de las tensiones se resuelve con el logo psicosocial de la competencia.

Entendida como la capacidad para hacer que conecta al adulto mayor con una posición subjetiva de “ser
capaz y para” continuar enfrentando, afrontando y resolviendo adecuadamente las situaciones que se
presentan en el trabajo de vivir.

Autodeterminación vs dependencia: voluntad

La autodeterminación es la cualidad básica que se liga con la fuerza confiada de poder ejercer la voluntad
para decidir acerca de la propia vida y sus circunstancias. En esta se encuentra el germen de la potencia
que apuntala la necesidad del Am de sostener-se por sus propios medios y mediante las propias
convicciones.

La cualidad básica de la autodeterminación conlleva implica la apropiación de sí para sí y la posibilidad de


hacer por sí solo lo que se necesita y desea para sí.

Realización de procesos psicoafectivo-cognitivos.

Desentendencia. Suscita en el AM la desconfianza en las propias posibilidades para orientar su vida


conforme a las prescripciones de sus necesidades, intereses y deseos.

El reconocimiento del paso del tiempo y la consciencia de que se ha cumplido con las prescripciones del
“deber ser” impuesto por los otros, puede generar fantasmas que confronten con la (im) posibilidad de ser
para sí lo que se desea. Esto puede incidir sobre la confianza en el proyecto vital, que se ve amenazado
por la desconfianza que engendra la desesperanza de poder autogestionar los procesos de autonomía,
auto validez y autocontrol.

La autodeterminación en los AM de 75 años, intenta sostener aquello que enciende la voluntad de seguir
viviendo. Mediante la autodeterminación se apuntala la seguridad de sostener el autocontrol sobre sí
mismo y la autonomía, las que se apoyan en la confianza de que, mediante el ejercicio de la propia
voluntad. Es posible conservar la vitalidad que se escapa en el reconocimiento del debilitamiento de las
fuerzas.

Despliegue vs repliegue: finalidad

El despliegue es una cualidad básica que se asocia al reconocimiento por parte de los AM de las
posibilidades de declinación y deterioro que pueden sobrevenir con el transcurso del tiempo. Mediante el
despliegue el AM emprende la iniciativa por conservar, explotar y expandir los limites potenciales de sus
recursos; para ello pone a prueba los alcances de las competencias, habilidades y destrezas consolidadas
en los aprendizajes adquiridos.

La cualidad básica del despliegue adquiere un carácter de incentivo que moviliza a los AM hacia la acción
consciente y voluntaria de renovar los motivos e intereses en el trabajo de seguir obteniendo logros e
ideales de superación, que apuntalen el sentimiento de autocontrol que orienta la finalidad del desarrollo
personal.

Repliegue. Activa en el AM la angustia y el temor de no ser capaz de sostener el control eficaz de sus
competencias. Amenaza con detener el despliegue potencial del desarrollo y estancar las intenciones y
finalidades de evolucionar progresivamente hacia procesos de mayo integración.

El repliegue despierta en el Am el fantasma de la disolución de su capacidad de hacer, generando


condiciones de inseguridad que promueven la cristalización de posiciones subjetivas asentadas en una
desconfianza desesperada. Esto genera en el AM el apaciguamiento de la iniciativa que orienta la finalidad
de sus intenciones al trabajo de superación, obstruyendo la circulación de la energía vital generativa.
Apuntalamiento vs claudicación: fidelidad

La cualidad básica del apuntalamiento sobreviene al reconocimiento del AM de que en el atravesamiento


del acontecer temporal hay algo de cambio que se impone y desubica de las certezas y seguridades
elaboradas en los aprendizajes psicosociales previos. Se sabe con seguridad con seguridad que el tiempo
ha realizado su acción sobre el cuerpo, pero no hay una percepción cabal de cómo ha incidido sobre los
sistemas psicoafectivos y socio vinculares.

La cualidad básica de apuntalamiento le permite al AM buscar, explorar y decidir hacer algo para sostener
no sólo las capacidades sino el sentimiento de integridad de quien es él a través del tiempo. Se hace
necesario reaprender a pensarse a través de los cambios respecto a la identidad social de AM, que
reubica en roles y posiciones diferentes a las conocidas.

Claudicación. Apaga el deseo vivaz de ser fiel para sostener la intención de seguir siendo y seduce al
mayor a quedar anclado en aquello perdido. La claudicación desmiente la certeza del potencial ideal del
propio proyecto e instaura la incertidumbre que ubica al AM en posiciones subjetivas nostalgiosas de lo
pasado.

Esto genera en el Am una angustia que añora lo perdido, donde el tiempo pasado fue mejor. Se produce
así un desanimo que desalienta la iniciativa de ser fil a lo que se es y persevante en lo que sostiene el
deseo de continuar explorando la que depara el acontecer temporal.

Continuidad vs estancamiento: sabiduría

La continuidad es una cualidad básica que adquiere connotaciones introspectivas mediante la cual el AM
se otorga la oportunidad para generar y gestionar procesos de autocomprensión de las increpaciones que
ha dejado sobre su existencia al acontecer temporal. Estos procesos introspectivos conectan al AM con
una intimidad respecto de reconocimiento de sí, en una revisión que pone en perspectiva aquello
cristalizado en sus esquemas de percepción. La continuidad permite dinamizar los esquematismos
psicoafectivos socio vinculares, mediante la puesta en cuestión de las cosmovisiones elaboradas por el
mayor en experiencias pretéritas.

Estancamiento. Amenaza con irrumpir sobre la circulación de despliegue del desarrollo. El estancamiento
promueve en el mayo experiencias de autoaislamiento, que no representan modos de contactos creativos
consigo mismo; sino por el contrario, contribuyen expresiones de desánimo y desdén de la confianza
ilusionante de lo que se avecina en lo por-venir.

El estancamiento genera en el AM sensaciones de profunda soledad y sentimientos de desvalimiento


respecto de sus capacidades para tomar contacto consigo mismo y con los otros; lo que puede devenir en
un socavamiento de la autonomía e independencia.

En los AM de 75 años la continuidad se entrelaza al sentido de pertenencia a un grupo social y a las


posibilidades de desplegar procesos de integración e inclusión en proyectos comunales.

La sabiduría es el logro psicosocial y consiste en una posición subjetiva que integra y articula
versiones/visiones de sí mismo que son paradójicas. En esta interacción el AM alinea lo que piensa que
siente, siente lo que piensa y puede responder por sí en un hacer que lo represente en su pensar y sentir.
La sabiduría le permite al AM saber-se/ sentir-se a sí mismo, siendo/estando idéntico en la continuidad de
sus cambios.

Es a través del aprendizaje – como tarea existencial y experiencia auto reguladora de trasformación
personal – que los adultos mayores experimentan la resignificación de su identidad personal y social. No
obstante, el aprender como tarea de humanización y complejización psíquica que continua en la vejez,
supone una acción que sigue, de un modo no determinista, itinerarios flexibles y dinámicos que pueden
ser recorridos de formas novedosas.

La dinámica de transformación personal y de empoderamiento en la vejez no es la resultante de


trayectorias que pre definen un destino de envejecimiento saludable y exitoso, sino un itinerario flexible y
dinámico en el que se encuentran remansos y albergues que cobijan al adulto mayor de la intemperie y las
inclemencias del envejecer. En tal sentido, los dispositivos educativos pueden representar un techo que
proteja y cobije a los AM, ofreciéndoles recursos que les permitan adquirir poder sobre sí mismos y sobre
sus entornos.

2. Texto: Envejecimiento activo. Bausela Herreras

Como señala la Organización Mundial de la Salud, el envejecimiento activo es el proceso de


optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de
vida a medida que las personas envejeces.

El planteamiento del envejecimiento activo se basa en el reconocimiento de los derechos humanos de las
personas mayores y en los principios de las naciones unidas de independencia, participación, dignidad,
asistencia y realización de los propios deseos. Supone un cambio de paradigma desde un planteamiento
basado en las necesidades a otro basado en los derechos.

El envejecimiento activo depende de una diversidad de factores que rodean a las personas, familias y
naciones. Algunas capacidades cognitivas disminuyen durante esta etapa, por ej.: la velocidad de
aprendizaje y la memoria. El declive cognoscitivo se desencadena por el desuso, la enfermedad, los
factores conductuales, los factores psicológicos y los factores sociales más que por el envejecimiento en sí
mismo.

Existe una íntima relación entre envejecimiento y calidad de vida. Es una realidad evidente que el hecho
de que se viva más, conlleva mayores probabilidades de tener enfermedades crónicas, aumentando con
ello la invalidez, la discapacidad y minusvalía, en definitiva, pérdida de calidad de vida. La calidad de vida
en la vejez es el reto más inmediato de las políticas sociales y de los servicios socio sanitarios. El
creciente aumento de la esperanza de vida, el descenso sin precedentes históricos de la tasa de natalidad,
los cambios en la estructura, tamaño, en las formas de familia, los cambios en el estatus de las mujeres, la
reducción de las tasas de actividad laboral ha convertido el envejecimiento de la sociedad en una cuestión
de máximo interés social.

La doctora Selene Cancino Ortiz ha realizado una investigación cuya hipótesis de trabajo es que la calidad
de vida influye en los procesos de la memoria.

El envejecimiento activo depende de una diversidad de influencias o determinantes que rodean a las
personas, familiar y naciones. El problema no es la vejez, el problema son las condiciones físicas,
psíquicas y sociales en que se vive esta etapa del ciclo vital que permiten satisfacer las necesidades que
presentan las personas mayores.

3. Texto: Envejecimiento, género y Políticas Públicas. Compiladores Equipo Nieve.

Introducción:

El eje de análisis son las políticas públicas como forma de respuesta a la problematización social del
envejecimiento poblacional en Argentina. Política pública es el conjunto de las tomas de posición del
Estado sobre una cuestión que concita la atención, interés o movilización de otros actores de la sociedad
civil, los que tienen o van modificando posiciones en el marco de los procesos de planificación e
implementación o de su omisión. Esta toma de posición se da a través de un proceso complejo político y
social de confrontación y disputa.

El concepto de política social supone el bienestar/malestar de las personas a través de la acción social,
tanto como objeto de estudio como conjunto de prácticas. Se intenta en este artículo explorar el contexto
social, político, ideológico e institucional en el que el bienestar/malestar se produce ydistribuye, Se incluye
el debate moral sobre las aspiraciones y resultados en espacios definidos territorialmente y sobre cómo lo
que se hace o se omite afecta el bienestar/malestar de las personas, en este caso, las personas mayores
y sus entornos familiares y comunitarios.

Se destaca el concepto de autonomía como capacidad de llevar adelante una vida satisfactoria, en
términos relativos, en función de las características de la sociedad en la que se vive, que implica que “un
sujeto es más autónomo cuanto más libremente puede llevar adelante sus decisiones en distintas esferas
de la vida. En el terreno de la política social, libremente significa que las formas en que se organice su
vida, en tanto no violenten las reglas de convivencia, no lo exponen a someterse a la necesidad social, de
manera que material y simbólicamente el sujeto domina acciones, en lugar de que las mismas sean
resultado de condiciones que no controla. En política social no se trata de cualquier sometimiento, sino del
sometimiento a las necesidades sociales de la reproducción primaria. Esto es lo específico de la disputa
por la autonomía en este campo.

Son tres ejes de dependencia potencial y sometimiento:

MERCANTILIZACIÓN: El mercado es quien dará satisfacción a las necesidades y las políticas amenguan
o refuerzan esta dependencia.

FAMILIARIZACIÓN: Relacionada con la forma en que las personas pueden tener limitada la capacidad de
seguir y elegir en la vida, en función de sus ataduras a la familia y no solamente al mercado. Esto con una
diferencia entre géneros en detrimento de las mujeres y entre generaciones. (Estereotipos de conducta e
imposición social de los adultos mayores). EJEMPLO: Cuando se estimula, y el Estado lo hace, la
informalización de la asistencia. O cuando se responsabiliza a la familia por los problemas sociales, es
decir, se deposita en la familia y en la comunidad la responsabilidad del logro del bienestar.

CLIENTELIZACIÓN: Como una relación de desigualdad social en sentido amplio que supone significados
compartidos y reciprocidad que sostienen este tipo de relación a través del tiempo, que enajena la
autonomía en la toma de decisión de quienes son los clientes.

Finalmente, otro eje de discusión es el concepto de merecimiento, como el debate sobre quiénes quedan
fuera y quiénes dentro de la población objetivo de las políticas sociales y por lo tanto del quehacer del
Estado, llevado al extremo en las políticas focalizadas de las dos últimas décadas del siglo pasado.

El encuadre regional de las políticas en relación a la temática del Envejecimiento poblacional:

En la conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento llevada a cabo en Santiago de Chile


en noviembre del 2003 se formuló la Estrategia Regional para América Latina y el Caribe del Plan de
Acción internacional de Madrid sobre el Envejecimiento. En las dos reuniones posteriores se llevó a cabo
el inicio del seguimiento del cumplimiento del Plan.

Esta fue la primera reunión de los gobiernos de los países de la región para el análisis de la situación del
envejecimiento y de las personas mayores, fundamentado en el incremento del peso absoluto y relativo de
la población adulta y su impacto en todos los sectores sociales, y, sobre todo, en el futuro.

Así se planteó un marco de referencia regional que los países fueron adoptando a sus realidades. Además
de enfrentar los desafíos ante el envejecimiento poblacional como logro de la humanidad, se propuso
avanzar en la construcción de sociedades más demócratas y solidarias desde el punto de vista de la edad,
donde las personas mayores ejerzan sus derechos y responsabilidades y se consoliden con más fuerza
para el desarrollo.

Tradicionalmente la vejez ha sido concebida como una etapa de carencias (económicas, físicas y sociales)
y el cambio de paradigma, enunciando el Plan como un proceso, implica la aplicación del enfoque de
derecho a las políticas públicas. Este enfoque promueve el empoderamiento de las personas mayores y
una sociedad integrada desde el punto de vista de las edades. Las personas mayores son sujetos de
derecho y no solamente objetos de protección. Por lo tanto, disfrutan de garantías, pero también tienen
responsabilidades respecto de sí mismos, sus familias y su sociedad.

El enfoque de derecho traspasa la esfera individual e incluye los derechos sociales de las personas
mayores que requieren de la acción positiva del Estado y de la sociedad. Estos derechos son derecho al
trabajo, a la asistencia, al estudio, a la salud, entre otros.

Se conceptualiza el envejecimiento poblacional como una oportunidad demográfica en el sentido de una


masa crítica de personas mayores con potenciales y saberes para brindar a una sociedad con menos
niños y jóvenes dependientes. Es necesario indagar sobre la protección social en una sociedad cada vez
más individualista. En el pasado se daba una articulación entre el trabajo y la vida fuera del trabajo,
desarrollada en marcos comunitarios como el club, café, barrio, sindicato. Esta articulación compleja entre
los colectivos, las protecciones y los procesos de individualización se encuentra cuestionada.

Al mismo tiempo, la vida se extiende, el ciclo de vida se ha vuelto flexible y se han corrido las edades de la
adolescencia, de la inserción en el mercado de trabajo, con cada vez menos años de permanencia,
propuestas de jubilaciones más tardías y crisis de los sistemas previsionales.

En el análisis de las políticas sociales recientes en la Argentina retomamos las tres líneas de acción del
Plan:

1. Las personas de edad y su rol en el desarrollo.

2. El fomento de la salud y el bienestar en la vejez.

3. La creación de un entorno propicio y favorable.

En lo que respecta a las personas de edad y su rol en el desarrollo, se presupone una meta general
relacionada con la protección de los derechos humanos de las personas mayores y la creación de las
condiciones de seguridad económica, participación social y de educación que promuevan la satisfacción
de las necesidades básicas en las personas mayores y su plena inclusión en la sociedad y en el
desarrollo.

Los objetivos a cumplir están relacionados con:

La promoción de los derechos humanos de los mayores: el acceso al empleo y la inclusión laboral formal,
a la formación continua y al crédito.

También la ampliación y el mejoramiento de la cobertura de la seguridad social

La participación de las personas de las personas en edad en la sociedad

La promoción de igualdad de oportunidades y de acceso a la educación durante toda la vida.

Fomento de la salud y el bienestar:

La meta general de esto plantea que las personas mayores deberían tener acceso a los servicios de salud
integrales y adecuados a sus necesidades, que garanticen una mejor calidad de vida en la vejes y la
perseveración de la funcionalidad y la autonomía. Para alcanzar esta meta se proponen los siguientes
objetivos:

• Cobertura universal de las personas mayores a los servicios de salud.

• Servicios de salud que respondan a las necesidades de las personas en edad.

• Promoción de conductas saludables a través de la legislación, políticas y programas.

• Protección de los derechos de las personas que se encuentran en residencias para mayores

• Promoción de recursos humanos a través de un plan de formación en gerontología, con énfasis en


la atención primaria.

• Mejora de la información relacionada con el estado de salud de los mayores y monitoreo de los
cambios.

La tercera línea de acción plantea la creación de un entorno propicio y favorable. La meta general es que
las personas gocen de entornos físicos, sociales y culturales que potencien su desarrollo y favorezcan el
ejercicio de derechos y deberes en la vejez. Estos objetivos comprenden la adaptación del entorno físico a
las necesidades de las personas de edad para mantener su independencia, el aumento de la
disponibilidad de los sistemas de apoyo para personas mayores, la eliminación de toda forma de maltrato
y discriminación contra las personas de edad y la promoción de una imagen positiva en la vejez.
La población de adultos mayores en argentina

El proceso de envejecimiento poblacional se ha duplicado ella proporción de mayores entre los años 1950
y 2000. Se estima que para el año 2050 casi 1 de cada 4 habitantes será un adulto mayor y disminuirá
concomitantemente el peso relativo de los jóvenes: habrá 9 adultos mayores por cada 10 jóvenes entre 0 y
14 años.

Según un censo de 2001, la población de adultos mayores alcanzaba a 4.871.957 personas, delos cuales
el 42% (2.054.151) eran varones y el 58% (2.817.806) mujeres. Tres de diez adultos mayores tenían entre
60 y 64 años, un poco más de 4 de cada 10 entre 65 a 74 años y casi tres de cada diez tenían 75 o más.

En 2005, la población adulta mayores era de 5.322.526 personas. Las personas mayores habitan en su
mayoría en zonas urbanas. El 91% vive en áreas urbanas de dos mil habitantes y más, el 3% en rurales
agrupadas, menos de dos mil habitantes, y el resto en área rural dispersa.

El peso de los adultos mayores sobre la población total no se distribuye de manera uniforme en todo el
país. La jurisdicción con mayor población envejecida es la ciudad autónoma de Buenos Aires (22%), y la
menor es la de Tierra del Fuego (5%). Se observa un proceso creciente de feminización: a mitad del siglo
pasado había 103 varones por cada 100 mujeres de edad. En la actualidad son 73 varones por cada 100
mujeres y solo 56varones por cada 100 mujeres mayores a 75 años.

Las políticas sociales frente al envejecimiento poblacional en argentina

En 2008 la inversión social en millones de pesos constantes superó el doble del momento más dramático
de la crisis del 2001. La recomposición del gasto en seguridad social, cuya población objetivo son las
personas mayores, alcanzó un incremento del 50% respecto del 2002, al igual que el gasto en salud. La
evolución del gasto como porcentaje del PBI no es tan marcada.

Las personas mayores y su derecho a la seguridad económica

El enfoque de derechos propone la participación activa del adulto mayor y su familia a fin de mantener el
máximo grado posible de autonomía por parte de la persona mayor. La cobertura previsional y su monto
son reconocidos indicadores de autonomía.

En 2003 se dio un salto a partir de una decisión política que se orientó a lograr la universalización de la
cobertura previsional para las personas mayores. Primero se liberó el acceso a pensiones nocontributivas
para personas sin cobertura ni recursos mayores de 70años. En este primer momento quedó una franja de
población comprendida entre los 60/65años y los 70 que por edad no podía acceder a la pensión no
contributiva y que no reunía las condiciones para jubilarse por falta de años de aporte.

En un segundo momento se flexibilizaron las condiciones de acceso a la jubilación ordinaria contributiva


para las personas que, habiendo cumplido la edad jubilatoria, no tuvieran cantidad de años de aporte
requeridos o nunca hubieran aportado. A partir de esta política, reincorporaron dos millones de personas
mayores a la cobertura de la seguridad social. En tiempos sucesivos se incrementaron los montos de los
haberes, en especial los mínimos, en tanto que el incremento de los de mayor cuantía fue gradual y
menor.

Todavía hoy existe una brecha de género que da cuenta de la familiarización en las políticas de seguridad
social y de la dificultad del acceso previsional para las mujeres por derecho propio: El 8% de los varones y
el 24% de las mujeres en condiciones de jubilarse no reciben ingresos.

La no percepción de la jubilación está asociada con la pobreza. Existen varios factores para comprender la
relación entre la jubilación/pensión como fuente de ingresos y la incidencia dela pobreza.

El bajo tamaño promedio de los hogares donde viven los mayores.

El importante impacto que puede tener la percepción de una jubilación o pensión, que con frecuencia
puede ser el determinante principal (cuando no exclusivo) de los ingresos del hogar.
Es importante considerar que la metodología utilizada para medir la pobreza por ingresos no da cuenta de
una canasta específica para las personas en edad en la que determinados servicios y bienes tengan un
pensó mayor que para los otros grupos etarios (salud, calefacción, colaboración para el desarrollo de las
actividades de la vida diaria, etc.) Entre los mayores, los menos pobres son estructurales y los más nuevos
son pobres que se inscriben en esta situación tanto desde la etapa del ciclo vital que enfrentan, como por
haber contado con recursos escasos durante toda su vida.

Son los adultos mayores de sectores medios y medios bajos que se han vulnerabilizado, transformándose
en una población invisible oculta en sus hogares, que pone en juego múltiples estrategias de
supervivencia.

En los contextos de pobreza, el efecto redistributivo de las jubilaciones ordinarias y de las pensiones no
contributivas es muy importante, ya que en muchos hogares estas son el único ingreso regular del grupo
familiar y es el adulto mayor quien transfiere ingresos al resto.

A partir de los 50 años, son reglas de juego corrientes la subocupación, el empleo informal y flexible,
períodos crecientes de desempleo hasta encontrar una nueva ocupación en peores condiciones o la
inactividad encubriendo la desocupación por largo tiempo.

Existe una clara correlación ente el lugar que se ocupa en la división social del trabajo y la participación en
el sistema de protección social. La ausencia de inserción produce la desafiliación. En muchos casos
vemos cómo la precariedad de las condiciones de trabajo y luego de jubilaciones es compensada por las
redes de protección social familiar comunitarias o vecinales.

En contextos de pobreza, la permanencia de los adultos mayores en el mercado de trabajo es fundamental


para su supervivencia y no se constituye en una decisión voluntaria. En otros casos es un buen
complemento del ingreso proveniente en seguridad social y no siempre se trata de los sectores
socioeconómicos más relegados. Es fundamental abrir nuevas opciones de inserción económica de los
adultos mayores a partir de micro emprendimientos, cooperativas de trabajo,estrategias de trueque,
enseñanza de oficio, que permitan, no solo la percepción de ingresos, sino también la transferencia de sus
saberes a los otros grupos etarios.

Para ello es necesario reconocer el derecho de los adultos mayores de seguir contribuyendo
económicamente con sus comunidades e incorporar a la evaluación económica los servicios informales e
intercambios que los adultos mayores brindan a sus familias (trabajo doméstico, cuidado de niños,
realización de trámites, etc.)

La experiencia acumulada en una vida de trabajo puede canalizarse a través de prácticas que empoderan
a los adultos mayores, al mismo tiempo que personas jóvenes y de mediana edad adquieran nuevas
herramientas para mejorar su oportunidades e inclusión en el mercado laboral. Respecto del acceso a la
educación a lo largo de la vida, menos del 3% de las personas de edad asisten a algún establecimiento
educativo, y el 6% de la población mayor es analfabeta. Esta carencia es de mayor peso entre las mujeres
y diferencial en el territorio.

Hacia el interior de la población adulta mayor se observan diferencias según género no muy notorias para
su conjunto. Si bien existen alternativas educativas no formales para los adultos mayores en grandes
ciudades muchos de ellos son pagos y no lo suficientemente institucionalizados en el ámbito de las
universidades públicas. Recientemente existe una línea de apoyo financiera y fortalecimiento por parte del
MDS y del instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados.

En la reciente Ley Nacional de Educación no se hace mención a la temática salvo en el artículo 11 inciso
H, en el que se declara el derecho a la educación para desarrollar capacidades y ofrecer oportunidades de
estudio y aprendizaje necesarias para la educación a lo largo de toda la vida.

Es necesario redoblar los esfuerzos para reducir las brechas entre géneros y generacionales:
alfabetización, finalización del ciclo primario, así como de ampliar la cobertura en la educación en el uso
de nuevas tecnologías de información y comunicación.

Las personas mayores y el derecho a la salud y el bienestar:


Entre la población mayor, hay un 17% que carece de cobertura de salud. La franja más desprotegida está
entre los 60 y los 64 años. Si se es pobre, la probabilidad de no contar con obra social se triplica y la
condición de ser varón marca una desventaja respecto de las mujeres. En caso de necesidad recurren al
hospital público, pero la mirada especializada, la falta de insumos, la demora en los turnos y la falta de
recursos para pagar los medicamentos o el transporte necesario para acceder a la atención en salud son
obstáculos habituales. El ingreso por casi dos millones de nuevos beneficiarios a la seguridad social irá
dando cobertura por obra social a esta población, pero al mismo tiempo, debido a la explosión de la
demanda de la etapa inicial del proceso, se han producido demoras.

Las personas mayores acuden al médico y tienen diagnósticos sobre sus patologías, pero no llevan
adelante acciones para minimizar los riesgos o sobreponerse a patologías crónicas.

Algunos mayores, el 20% de ellos, no realizan ningún tratamiento a enfermedades no transmisibles como
diabetes, hipertensión o colesterol, no realizan ningún tratamiento a pensar que se han desarrollado claras
políticas de prevención.

Por esta razón es necesario profundizar la discusión y la reflexión sobre algunos mitos relacionados con la
irreversibilidad y falta de control sobre los cambios fisiológicos en el cuerpo.

Esta idea es asociada a la goffmaniana de estigma en la medida en que el cuerpo envejecido en la


dimensión íntima, en contraste con las manifestaciones externas es visto como inflexible, sin oportunidad
de cambio de la trayectoria biológica irreversible. Tanto los profesionales de la salud como los mayores
comparten ese prejuicio del deterioro inevitable que se visualiza como fuera del propio control y como
signo inevitable del tránsito a un nuevo estadio del deterioro.

El 7% de la población tiene algún tipo de discapacidad, en tanto que para los mayores se quintuplica. 1 de
cada 3 mayores potencialmente necesita de algún apoyo para poder integrarse a la sociedad. Nueve de
cada diez adultos mayores con discapacidad son ayudados por sus familiares para realizar las actividades
de la vida cotidiana.

La asistencia de otras personas fuera de la familia se da fundamentalmente para la realización de


quehaceres domésticos. A medida que avanza la edad la familia es reemplazada con más frecuencia por
otros cuidadores. El programa nacional de Cuidados Domiciliarios es una herramienta fundamental para
garantizar el derecho de las personas mayores a envejecer encasa. Hoy en día se llevan adelante dos
componentes:

El curso de formación de cuidadores domiciliarios, cuyo propósito es el de capacitar recursos humanos


para la implementación de servicios de cuidados en domicilio.

El sistema de prestación de cuidados domiciliarios, en el que los cuidadores capacitados brindan cuidados
a las personas mayores en función de una evaluación integral del caso.

Por medio de convenios provinciales o municipales se brinda la prestación a las personas mayores que no
cuentan con cobertura de obra social y que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad.

Es de destacar que las políticas sociales destinadas a favorecer la permanencia de los mayores en sus
hogares no están suficientemente desarrolladas territorialmente. Por esto, o no se brindan, o quedan en
manos privadas sin suficientes controles; controles que en muchos casos podrían llevar adelante las
propias organizaciones de mayores.

Solo un 2,3% habita en instituciones colectivas, el resto lo hace en hogares particulares. Se ha indagado
sobre opinión de los adultos mayores respecto de la posibilidad de entrar en una residencia de larga
estadía. En el aglomerado metropolitano de Buenos Aires, el 15% de los encuestados acepta la posibilidad
futura de entrar en una residencia geriátrica, el 76% no la acepta y el 9% no sabe si la aceptará.

En estas respuestas queda manifiesta la voluntad de las personas mayores de vivir en su domicilio el
mayor tiempo posible y la mala imagen social de estos servicios. Los adultos mayores enuncian como
principales causas de internación el no poder valerse por sí mismos y la soledad.
En el país existen residencias de larga estadía del sector privado, el sector público estatal en sus diversas
jurisdicciones y públicas no estatales. Son centros de alojamiento y convivencia que tienen una función
sustituta del hogar familiar, sea temporal o permanente, donde se presta a la persona mayor una atención
integral. Puede tener una orientación de instituto para válidos o para cuidados especiales.

La Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores dispone de nueve residencias mixtas para
personas dependientes como para auto válidas mayores de 60 años que carezcan de cobertura social,
aunque se prioriza el ingreso de los mayores dependientes que no sufran deterioro severo de su salud
mental.

Estas residencias cuentan con equipos interdisciplinarios conformados por: médico geriatra, enfermero,
kinesiólogo, nutricionista, psicóloga, trabajadora social, terapista ocupacional,concurrente de médica
fisiatra, médico psiquiatra, recreador, fonoaudióloga, etc. El objetivo es que sean referentes de buenas
prácticas y de formación.

Hoy en día existe una capacitación para dirigentes de los centros de día y de larga estadía a fin de lograr
la mejora de la calidad de los servicios que prestan y su calificación. El propósito es asegurar un
incremento de la calidad de vida en sus residentes. Se busca la capacitación a fines de modificar el sesgo
asilar y convertir estos servicios en estructuras organizacionales más complejas y humanas.

Los esfuerzos para preservar los derechos humanos de los mayores en residencias colectivas deben ser
prioritarios, así como la adecuada provisión de servicios especializados. Existen, además, vacíos
relacionados con un desarrollo limitado de las regulaciones que rigen estas instituciones, así como una
fiscalización sobre el respeto a los derechos de los residentes en dichos contextos.

Entornos propicios y favorables. Las personas mayores y su derecho a la Participación yaporte a la


comunidad.

El concepto de empoderamiento resalta el protagonismo de las personas de edad en el desarrollo, a partir


de la invocación de los derechos humanos, y como fuente de estrategias que apunten a fortalecer la
independencia de los adultos mayores.

La participación en la formación de organizaciones auto gestionadas y en el voluntariado asigna poder. A


partir de ellas, se da respuesta a necesidades de pares, administrando y controlando proyectos sociales
dirigidos a este u otros grupos etarios y a su posicionamiento como interlocutores de organismos públicos.

Se vislumbra este proceso, desde la perspectiva del autor, como una alternativa de inclusión a la
ciudadanía social, tradicionalmente garantizada a partir de la inserción en el mercado de trabajo, espacio
del que los viejos están, en su mayoría, excluidos.

El 8,9% de las personas mayores realizan tareas voluntarias. Las mujeres participan más activamente,
pero son en menor proporción dirigentes, dada la división tradicional del trabajo por género.

Los voluntariados en adultos mayores son de importancia, pues ponen en práctica acciones de auspicio y
fortalecimiento de las formas de entramados solidarios en los que participan adultos mayores y sus
organizaciones. Se promueve el fortalecimiento de las capacidades existentes vinculadas a los voluntarios
adultos mayores que contribuyan a crear y/o consolidar acciones a favor de la comunidad, relacionándose
así con otras generaciones.

El debate sobre la representatividad y el personalismo de los dirigentes de los mayores a partir de


estructuras verticalistas es un tema no agotado, en el que sin duda el Estado podrá desarrollar un rol
fundamental a partir de promover el empoderamiento de nuevos líderes.

El Programa de Prevención de la Discriminación, Abuso y Maltrato hacia los adultos mayores aborda el
problema desde una visión totalizadora. Su objetivo es prevenir las situaciones de discriminación, abuso y
maltrato hacia los adultos mayores desde una perspectiva de los derechos. Abarca desde la
sensibilización y la prevención hasta el asesoramiento y asistencia de casos, con cuatro ejes:

• Capacitación a equipos técnicos provinciales.


• Sensibilización comunitaria.

• Fortalecimiento a los adultos mayores y cuidadores informales.

• Asesoramiento y derivación de casos.

La carrera de especialización en gerontología comunitaria e institucional es de carácter público, gratuito y


federal. Este posgrado tiene una duración de dos años y está dirigido a profesionales y docentes que
trabajan en el área de los adultos mayores.

Reflexiones finales:

Se ha recorrido un camino de recuperación de derechos, pero los desafíos a corto plazo son, tanto la
institucionalización de las políticas de Estado a partir de la elaboración de un plan gerontológico, de
profundización de las estrategias asociativas y de articulación de los recursos, como de los procesos de
monitoreo y evaluación concomitante.

4. Texto: Envejecimiento en América Latina y el Caribe. Parte II: Subjetividad y Acción Social. Montes de Oca

La modernidad había establecido un régimen pautado de normas y expectativas sociales en relación con
la edad, donde a cada etapa vital le correspondían hábitos, responsabilidades e imágenes que la
identificaban. La posmodernidad desestructura los aspectos esperables ligados a ella y crea nuevos
modelos. Las edades de la sociedad posmoderna se diversifican, se multiplican y explotan, haciendo que
sus definiciones y características no funcionen más por razones demográficas, económicas y culturales.

Bourdelais describe el cambio de sensibilidad hacia la vejez que se produjo entre los siglos XVIII y XIX con
la progresiva conformación del viejo como un enfermo y con la aparición del término senil; a partir de allí
se analiza de qué modo se construye el cuerpo del viejo como un cuerpo enfermo y diferente al del resto
de las edades en la modernidad, y también estudia el modo en que la actividad aparece como un
mecanismo de disciplinamiento posmoderno.

Los relatos modernos y posmodernos sobre la vejez sostienen perspectivas ideológicas no explicitas que
ordenan ciertos ejes de sentidos sobre la identidad social en el envejecimiento.

El cuerpo en cuestión: uno de los ejes de este cambio es la profunda medicalización de la temática. Si la
era pre moderna había construido el cuerpo como una entidad indeterminada atravesada por significados
universales de la vejez, como los humores, las épocas del año, etc., en la era moderna la ciencia médica
redujo al viejo a una relación espacial entre la superficie del cuerpo y su interior.

El envejecer como una enfermedad progresiva: el envejecer fue definido como una enfermedad
progresiva que causaba una multitud de cambios fisiológicos y anatómicos.

El cuerpo del viejo como diferenciado y anormal: representaba un punto diferencial en la anatomía
patológica, identificable con síntomas de enfermedad que requieren una terapéutica especializada
profesional y su característica central fue la degeneración progresiva.

El vocabulario de la vejez: Bourdelais destaca la abundante identificación de enfermedades con la vejez


a través del neologismo senil, tal como el arco senil, demencia senil, psicosis senil, gangrena senil,
sincope senil. Este procedimiento parece corresponder a una calificación rápida y fácil de la enfermedad
pero que a su vez refuerza la ligadura entre la vejez y el deterioro físico profundo e irreversible, asociando
de manera necesaria los dos fenómenos.

La regulación moral del cuerpo: desde mediados del siglo XX hallamos una serie de cambios y críticas
al modelo médico que, de una manera muy notoria, inciden en los cambios discursivos en relación con la
vejez. La gerontología, aun cuando como concepto aparezca antes que la geriatría, toma su verdadero
impulso muy posteriormente, cuando el sujeto envejecido puede volver a ser pensado por fuera de su
enfermedad.

La noción de lo saludable: expresa un concepto menos rígido, y la noción de salud funcional representa
otro eje para describir a un sujeto definido por sus funciones más que por niveles ideales de salud. El
“achaque” aparece como el giro discursivo que aminora el margen de patología en relación con un cambio
propio de la vejez.

El cuerpo personalizado: la dimensión placentera y subjetiva del cuerpo, asociada con un fuerte
paradigma hedonista propio del discurso posmoderno, sitúa los goces más inmediatos como un modelo de
realización del sí mismo.

Los cuerpos blandos y los transitarios permiten mostrar una nueva dimensión de la corporalidad
claramente marcada por el deseo personal y por la disponibilidad tecnológica. Ambas nociones aluden a
un cambio de concepción, a partir del cual el cuerpo no aparece como un destino, sino como un objeto de
transformación. La imagen subjetiva del cuerpo surge como un representante del sí mismo, y conduce a
que, a través de las cirugías estéticas, del gimnasio y la vestimenta, entre otros recursos, el adulto mayor
construya una imagen deseada de si, que antes parecía solo un recurso de los más jóvenes; asimismo, se
libra una lucha contra el cuerpo estigmatizado de la vejez.

El sujeto psicológico: las representaciones psicológicas del viejo y la vejez han sufrido un cambio
elocuente entre la modernidad y la posmodernidad. Sus transformaciones expresan los cambios en las
bases teóricas de las psicologías, en las lecturas filosóficas acerca del sujeto y del curso vital, y en los
valores de productividad social

En la modernidad podemos hallar algunos criterios que centralizan la noción de la vejez y que se imponen
de un modo normativo.

Ejes en la construcción del sujeto envejecido:

Modernidad

El agotamiento biopsicológico: este criterio tiene como base la dependencia de la constitución del
sujeto psicológico con respecto a la biología. Se piensa que la base energética (generalmente asociada a
la sexualidad) que propulsa al sujeto a tener intereses o deseos está limitada biológicamente.

El desinterés por el otro: una perspectiva colectivista llevaba a ver al viejo como alguien poco útil y de
hecho llego a pensarse que había dos muertes, la primera asociada a la menopausia, donde el sujeto
moría para la sociedad, mientras que la segunda era la muerte individual. En este sentido, la teoría de la
desvinculación retoma esta perspectiva, ya que postula que la desvinculación o desenganche de los otros
era normal y esperable.

El curso vital invertido: los ancianos se hacen nuevamente narcisistas como los niños; gran parte de su
interés por la familia y por las cosas del orden social se desvanece y pierde en gran medida su anterior
capacidad de sublimación, especialmente lo atinente a la vergüenza y el asco. La creencia en la mayor
cantidad de pulsión de muerte en los viejos, asociada a un deficitario equilibrio ante las pulsiones de vida,
daría cuenta de un sujeto con menos deseo, malhumorado, sereno y replegado sobre sí mismo.

La transformación del sí mismo: la representación que construye la modernidad es la de un


envejecimiento que transforma al sujeto en otro básicamente diferente del que había sido, en la que la
contención y el control podrán equilibrar una tendencia a la desintegración del sí mismo.

Desde mediados del siglo XX comienzan a aparecer nuevas lecturas que sitúan nuevos paradigmas en
relación con la psicología del sujeto envejecido.

Posmodernidad

El problema es el otro: diversas lecturas ponen el fundamento del aislamiento y de los cambios
psicológicos en la falta de demanda social sobre el sujeto o en su rechazo. El fuerte desarrollo que obtiene
la noción de edadismo o viejísimo evidencian de qué modo se modifican los criterios modernistas,
poniendo la dificultad en el modo en que la sociedad discrimina y aminora, más que en las particularidades
del viejo. Hay rechazo y poco contacto social, me aíslo porque los otros no me dan lugar a lo que
demando
La continuidad del sujeto envejecido: las diferencias acentuadas en las edades del hombre, propias de
la modernidad, fueron relativizándose y encontrando vías de conexión más que de separación en el curso
vital. Los teóricos de la continuidad desarrollaron tempranamente la idea de un proceso de envejecimiento
que no produce tantas diferencias en el sí mismo y que por lo contrario habría una tendencia a mantener
la continuidad. La pérdida de roles o actividades se maneja mediante la consolidación y redistribución
hacia otros nuevos, donde no todos necesitan ser reemplazados, ya que la experiencia de vida creará
ciertas predisposiciones relativas a estilos de vida y preferencias personales que el individuo mantendrá, si
el contexto lo permite.

El potencial del viejo: en diversas teorías y perspectivas aparece la representación de la posibilidad


como un eje central de la salud psicológica. La actividad y la inserción surgen como modelos de demanda
social permanente, muchas veces sin un sentido preciso y su falta aparece como el factor central de
repliegue subjetivo, desinterés, etc. Idea de posibilidad, a partir de los ideales de uno mismo.

Los estilos de vida: los estilos de vida se modifican en relación con el paradigma de sujeto que se
construye.

Modernidad

El retiro como objetivo vital: la desconexión progresiva anunciada para los mayores tomara un especial
sentido en una nueva lógica, que asocia la vejez con el cuidado físico y por ello se conforma un retiro
musicalizado. En consonancia con este paradigma aparecen los lugares de retiro, que retoman la misma
lógica: asilar, aunque en este caso justificándolo desde la salud.

La jubilación participa de esta lógica, pues la noción de descanso le dio un sentido a esta propuesta.

Las reglas de vida: El evitar excesos, riesgos y pasiones aparece como la clave para conseguir el fin de
vivir extensamente. El ideal de la pro longevidad (seguir viviendo a costo de quedarse quieto) toma una
fuerte presencia en el discurso médico y social de fines del siglo XIX.

El espacio de la familia: los modos de vida esperados para los viejos se ubican en el interior de la familia
cumpliendo la función de abuelo. Se le asigna este rol como importante en una sociedad que toma al viejo
como referente de la tradición.

Posmodernidad

Un modo de vida en espacios diferenciados: todo aquello que presupone estilos de vida muy
específicos para una edad puede ser visto como discriminatorio. Sin embargo, esta lectura coexiste con
una inédita separación en grupos de pares donde es posible una vida uniage. De esta manera, aun
cuando resulta observable la destitución progresiva de los marcadores sociales por edad, un rasgo más
que influye en la pluralización de los mundos de la vida y de una organización social diversificada, se
conforma una subcultura o minoría referida a los viejos.

La actividad como objetivo vital: La demanda de actividad implica ideales comunes de vida tales como
deseo, adaptabilidad, consumo y autonomía, que se han vuelto algunos de los objetivos vitales más
claramente demandados a los viejos. Podemos señalar, que esta política de la vejez se funda en la
creencia acerca del crecimiento continuo del ser humano que incluye la educación, la recreación, las
salidas o los encuentros.

La nueva sociabilidad de los mayores: la sociabilidad posmoderna no aparece centrada en la familia,


sino en la extensión de redes sociales de apoyo relativas a espacios más amplios y muy centrada en los
amigos y grupos de pares.

Tres tendencias en los discursos modernos y posmodernos

La continuidad o la discontinuidad de la identidad: en la modernidad se describe un proceso de


diferenciación del sí mismo (anterior y el presente) y un progresivo alejamiento del marco social. En
cambio, en la posmodernidad se presentan continuidades, se acotan las diferencias y se propende al
acercamiento a los otros.
La localización del viejo: supone en la modernidad espacios que se achican, se centran en la propia
corporalidad, la casa, lo familiar, lo tradicional y en el ámbito de la memoria, entendida como lo ya
conocido y aprendido; mientras que en la posmodernidad los espacios se vuelven más externos y abiertos,
con una búsqueda de salidas, con grupos sociales, de conocimientos que se renuevan y con una dinámica
de cambio permanente.

La potencialidad del viejo: aparece altamente diferenciada, mientras que en la modernidad se piensa el
fin del sujeto y con una suma de controles sobre si tendientes a dominar su menoscabado equilibrio, en la
posmodernidad aparece un potencial que apela a niveles máximos de desarrollo, como la sabiduría, y de
funcionamiento y actividad.

5. Texto: Psicología del desarrollo: enfoques y perspectivas del curso vital. – Urbano y Yuni.

Yuni y Urbano, hablan de ciclos de desarrollos, entendiendo a los ciclos como una línea de continuidad.

Capítulo 8. El ciclo de la adultez.La adultez surge de la juventud y su trabajo psicosocial consiste en


abandonar paulatinamente la moratoria psicosocial y en asumir el compromiso de participar en la vida
social, ejecutando una tarea que le otorgue una posición dentro de una comunidad. Ocupar una posición
social posibilita que el adulto se responsabilice de sus propias necesidades y deseos, en un trabajo que
concilie las demandas sociales con los ideales personales, respecto de lo que es ser un adulto.

En este ciclo, el sujeto pone en juego la integridad conseguida en el trabajo de elaborar su propia
identidad, como también la flexibilidad de sus autoconcepto y expectativas para ir al encuentro afectivo
con otro que lo complemente en aquello que le falta. Vinculo que requiere descentrarse de las propias
necesidades y deseos para idear un proyecto compartido.

Elaborar este proyecto compartido exige establecer una relación de intimidad en donde se conjugue la
convicción de establecer una alianza e estilo de vidas diferentes que tiendan solidariamente a generar un
espacio común gobernado por pautas de reciprocidad. Este proyecto se sustenta en la idea de que para ir
al encuentro con otro se debe sacrificar algo de sí. El no poder descentrarse de sí mismo puede provocar
en el adulto un ensimismamiento egoísta que no promueva la intimidad en el amor con otro.

El adulto ya maduro psicosexualmente, busca satisfacer una necesidad psicobiológica de “procrear” junto
con la persona con la que ha establecido una adhesión de mutua solidaridad afectiva. Generar una nueva
vida es sintetizar en un nuevo ser el producto del proyecto compartido y es abrir un espacio para canalizar
la necesidad de cuidar de otro ser al cual se le transfiera el anhelo de los ideales propios. (Se puede
cuestionar).

Los adultos se encuentran dispuestos a ofrecerse como “modelos ejemplares”, capaces de preocuparse
de la generación anterior (los padres) y de ocuparse de la generación próxima (los hijos), en un
intercambio donde se trasmitan los valores ideales aprendidos en el trabajo de hacerse cargo de sí mismo.

La adultez, en tanto ciclo generacional que se encuentra entre la adolescencia juvenil y la vejez, exige al
adulto la comprensión “amorosa” de estas dos generaciones antagónicas: la comprensión paciente
respecto de la “moratoria psicosocial de los jóvenes”; por el lado de la relación con los mayores, se le
exige una tolerancia y una reserva en los juicios respecto de los modos en que esta generación ha
ejercido la función de cuidado. De lo contrario, el adulto se convierte en un juez autoritario y crítico que
señala con el dedo las equivocaciones ajenas y que no favorece pautas de cuidado tendientes a la
convivencia y comunicación intergeneracional.

El trabajo psicosocial de la adultez consiste en gestar creativamente algún producto que represente y
refleje el trabajo realizado en pos de un proyecto. De ahí, deriva la urgencia por “generar” algo productivo
que dé cuenta de que el movimiento de la energía no se estanca. Estancarse representa no ser
productivo, no manifestar en el afuera la concreción de un proyecto.

El aprendizaje psicosocial del ciclo vital de la adultez, está dado en el aprender a cuidar aquello que se
genera. El cuidado supone ocuparse de aquello que es objeto de preocupación. Sin embargo, no se puede
cuidar de aquello que no signifique algo familiar a sí mismo; es decir, se incluye dentro del cuidado aquello
que es valorado como afín a las metas e ideales considerados productivos.
En definitiva, la adquisición psicosocial en la adultez se resume en “tener cuidado, cuidar de, preocuparse
por” sí mismo, por los productos, ideas y seres que genera; y, por el sostenimiento de los intercambios
comunicativos entre las generaciones.

Capítulo 9. El ciclo de la vejez.El ciclo de la vejez supone un arduo trabajo psicosocial consistente en
permanecer “integrado” en un cuerpo que manifiesta el desgaste natural de los años; una psiquis que ha
tenido que afrontar y enfrentar una sucesión de pérdidas y, un lugar social que ha variado históricamente
en donde su productividad ha disminuido y se le ha restado poder social en la participación comunitaria.

En la vejez el continuar ligado a un compromiso vital es posible en la medida en que el “yo psicosocial”
consolidado da paso al “yo existencial” que posee la autoconciencia comprensiva de la historia vivida y
que puede asignarle a la vida un nuevo sentido, conforme a la ganancia que le provee la comprensión de
lo vivido. Es decir, se tiene una conciencia de lo vivido, y mediante esa ganancia que se tiene de lo vivido,
se le puede asignar un nuevo sentido a la vida.

El sujeto que atraviesa la vejez sabe de sí mismo y comprende los procesos vitales en la medida en que
ha tenido un procesamiento de los cambios que se han ido dado con el paso del tiempo.

El vivir más cantidad de años no garantiza el aprendizaje y la comprensión del sí mismo; es la acción de
saborear los acontecimientos vividos lo que permite entender/comprender de una manera más integrada la
vida y elaborar un sentido filosófico que transcienda la experiencia sensible.

El riesgo del ciclo de la vejez esta dado en que el sujeto movido por la creencia de que los anos traen
aparejados sabiduría, puede ubicarse en una posición omnipotente y actuar con respecto a las
generaciones próximas como aquel caminante que ha recorrido todos los caminos.

Durante este ciclo el sujeto realiza unarevisión evaluativa de los acontecimientos vividos hasta el presente.

Esta revisióntendrá como objetivo el intentar comprender la propia experiencia de vida a fin de intentar
interpretar el sentido de aquello ganado a partir de lo perdido. La posibilidad de extraer ganancias de las
perdidas dependerá del bienestar subjetivo que sienta el sujeto y de la sensación de esperanza que surja
frente a aquello que se presente como no adquirido. Erikson en relación a esto, dirá que, en esta revista
de la propia experiencia de vida es inevitable atravesar por un sentimiento de desesperanza, ya que “la
desesperanza expresa el sentimiento de que el tiempo es corto, demasiado corto para intentar empezar
una nueva vida y para emprender vías alternativas”.

En esta revisión de experiencias vividas, el sujeto intenta poner en la “balanza” aquello a lo cual le ha
extraído redito de aquello que le ha dado perdida. El futuro constituye aquel espacio en el cual se pretende
ubicar el proyecto esperanzador de adquirir el logro de aquello que se evalúa como faltante. Esto
constituye el último intento que realiza el yo sustentado en un “mediano plazo”.

La sabiduría de la vejez consiste en la captación atenta de los acontecimientos que hay que atravesar y la
escucha consiente de los sentimientos que despierta la vivencia de los mismos. Mirar y escuchar
atentamente las señales internas es el trabajo que requiere del sujeto el situarse en una posición
comprensiva de su realidad.

Durante la vejez el trabajo por sostener la integridad del yo se intensifica y la revisión de la experiencia se
hace de una manera panorámica, a fin de “saborear” atenta y conscientemente los logros y las vicisitudes
del diario vivir, confrontando reflexivamente los ideales pasados con los logros presentes y proyectando
expectativas futuras.

Capítulo 10. Ciclo de la ancianidad. La ancianidad como ciclo evolutivo sumerge al sujeto en una
posición de retraimiento y contracción; de ahí que, mantener su integridad es un trabajo arduo y solo
puede lograrse en la medida en que el yo utilice debidamente sus defensas y potencie sabiamente sus
recursos.

Se toma conciencia del debilitamiento producido en el cuerpo en ciclos anteriores. Esto genera en el sujeto
cierto extrañamiento y desconfianza de sus capacidades. Esta desconfianza hace que haya dudas
respecto de lo que se puede hacer y resolver, se instaura la duda respecto de la autonomía del cuerpo y
de las decisiones para emprender alguna actividad que exija cierto esfuerzo.

Durante la ancianidad surge la pregunta psicosocial de. ¿Cuál es mi función y mi posición dentro de esta
estructura comunal? Enfrentar los cambios de valores, de roles, de posiciones de poder dentro de una
estructura familiar y comunitaria exige al anciano resolver la pregunta existencial de. ¿Cuál es mi
finalidad? De la calidad de esta respuesta dependerá la posibilidad de que el yo re signifique su proyecto
para sí y reubique sus acciones respecto de los otros. De esto que, el intimar “con el si- mismo” pueda
parecer a la gente del exterior, un signo de retraimiento y aislamiento y, sin embargo, es una nueva
manera de utilizar la energía productiva.

La preocupación esta puesta en la ocupación por resolver los avatares inmediatos que se presentan en la
vida diaria. Es necesario tener en cuenta que un sujeto de 80-90 años ha experimentado variadas
perdidas en lo que hace a vínculos de relaciones lejanas y de relaciones próximas como padres,
hermanos, esposos e incluso hijos. Estas pérdidas, hacen que el sujeto se enfrente cara a cara con la idea
de muerte como una posibilidad cercana. Para afrontar esta sucesión de perdidas, el anciano apelara a su
confianza básica: que constituye el motor de la esperanza y el soporte donde se asienta la fe en cuanto a
la trascendencia y continuidad más allá de la urgencia de la vida.

La posibilidad que tendrá el anciano para afrontar el deterioro de su cuerpo y los déficits crecientes de
ciertas facultades dependerá del trabajo tendiente a desarrollar lo que Tornstam llamo
“gerotrascendencia”. Esta tiene que ver con un cambio que realiza el sujeto respecto de la perspectiva del
tiempo, la vida, la muerte y, por ende, constituye la resignificación que realiza el yo en relación con el
ecosistema no solo contextual sino universal. El sujeto gerotrascendente experimenta una intimidad
consigo mismo que lo sitúa en la experiencia vivencial de un proyecto a“corto plazo” que se manifiesta en
un espacio cuyo radio se reduce a la exploración de acuerdo a las posibilidades que le permiten sus
capacidades físicas. Se metaboliza la idea de muerte ya no como quiebre sino como una continuidad del
libre fluir del curso de la vida.

Tanto la vejez intermedia (70-80), como la ancianidad, le exigen al sujeto que la transita una redefinición
de los autoconceptos que elabora el yo de sí mismo, lo cual pone a prueba la “identidad temporal”, pues,
ya no se cuenta con la posibilidad de poner en un tiempo futuro aquello que no se tiene en el presente.

El trabajo de la ancianidad consiste en caminar despojándose de la preocupación por la huella dejada.


Tiene que ver más bien, con un compromiso que el yo establece con su propio deseo. El yo comprende
que para elevarse de la materialidad de la vida tiene que desprenderse de sus posesiones, de ese modo
puede entregarse confiadamente a los otros significativos como una manera de asegurar que al partir de
este mundo permanecerá aquello que entrego. La muerte se transforma en la “dadiva final” que disuelve la
tensión de estar aferrado a las posesiones Todo lo expuesto, pone en evidencia que la síntesis yoica es un
trabajo que ocupa al sujeto durante todo su proceso de desarrollo evolutivo y que no cesa hasta los
momentos finales de la vida o, por lo menos, del uso de las capacidades mentales, que proporcionan las
herramientas para el ejercicio de la autonomía y la búsqueda de libertad personal. Este proceso se da de
manera solidaria con los procesos somáticos y condicionado por los procesos de interacción comunitaria
propios de un contexto en el marco de una época determinada.

La síntesis yoica es así el producto del proceso de subjetivación iniciado de un modo de funcionamiento
basado en la dependencia primaria de otro, para pasar a una progresiva independencia y lograr una
autonomía capaz de reconocer la interdependencia con los otros como la base del propio desarrollo.

6. Texto: Seminario Internacional sobre género y diversidad sexual en la vejez (págs. 92 a 101) – Roque Mónica.

Los varones, la vejez y el poder:

El objetivo es conocer cuáles son las transformaciones que emergen en los varones en esta etapa vital,
considerando especialmente aquellos relativos a la pérdida de poder y al modo en que los cambios
corporales inciden en las representaciones de género del sujeto.

Los efectos de significado y sentido que se producen en una determinada correlación de edad y género
debe tener en cuenta que los relatos hegemónicos sobre los viejos impactan de maneras disímiles según
la clase social, el nivel educativo, la generación, las etnias u otro criterio. Los cuales tendrán efectos
particulares sobre las prácticas sociales, los proyectos de género específicos y los recorridos singulares
que se propongan.

Los sujetos son actores con cuerpos específicos y esto determina un posicionamiento particular a nivel del
sujeto y del otro. Más aún cuando ese cuerpo toma ciertas características que lo vuelven distinto al sí
mismo, es decir que su identidad estará afectada por las modificaciones que afecten dicho cuerpo.

El cuerpo no puede pensarse autónomamente, está basado en un contexto cultural que lo estima, lo
valora, lo comercializa y lo consume de distintas maneras. Le impone regímenes disciplinarios o de
control. El bio-poder construye, selecciona y determina ciertos cuerpos, en detrimento de otros, generando
mecanismos que determinan que algunos sean los destacados y otros queden relegados, es decir,
organizados en una lógica de jerarquías de poder. El sujeto nunca es meramente padeciente, sino que es
un sujeto que resiste, que transforma, que conforma espacios particulares donde puede seguir teniendo
ciertos manejos de poder y control sobre sí y su contexto.

Las identidades son ficciones porque son relatos posibles que generan escenarios, prácticas y proyectos
sociales que constituyen referentes o ideales regulatorios del sí mismo. Cuando quiero saber qué significa
ser varón o tener cierta edad, necesito basarme en relatos, en proyectos o prácticas sociales que me dicen
y convalidan identidades ya constituidas. Si yo no doy con la figura esperada del varón, hasta qué punto
puedo creer que lo soy.

Este tipo de cuestiones inciden y constituyen identidades, y es allí donde la coherencia entre el dato
indicativo, que incluye al sujeto en un grupo determinado, y el cuerpo y la identidad afectiva tienen que
tener ciertos niveles de correspondencia. Cuando se la pierde, el sujeto deja de saber quién es y carece
de legitimidad ya que dejará de ser reconocido por los otros. El sujeto supone de los otros, ya que parte de
la legitimidad de la masculinidad se juega en el ámbito del reconocimiento público.

Cotidianamente utilizamos términos referenciales a partir de los cuales la cultura nos promete poder llegar
a ser varón, mujer o la referencia que fuera y es allí donde nos contrastamos, nos miramos en el espejo.
Cuando no alcanzamos esos niveles aparece la sensación de “estar fuera de”, en un lugar no legítimo y
esto suele resultar perturbador a nivel del bienestar psicológico.

Lo difícil para el sujeto es quedar afuera de cierto lugar de reconocimiento de la legitimidad del sí mismo.
Afirmamos o sostenemos nuestros relatos en meta narrativas que comunican valores, expectativas de una
cultura y que constituyen un depósito de normas que modelan nuestras historias.

Entre la gran narrativa y el relato interpersonal o individual, existen espacios intermedios, que median a
través de interpretaciones, modificaciones o aplicaciones de las normas generales a sus propias
circunstancias específicas. Facilitan que la contrastación con otros se amengüe o incluso encuentre
elementos positivos, facilitando una configuración posible. Lo que hacemos es poder alejarnos, poder
limitar esta gran narrativa a partir de grupos particulares o modelos particulares de relación con los otros
que nos permiten vivir de maneras medianamente más aceptables, pero siempre con esta referencia de
valores, que es muy difícil extraerse totalmente.

En busca de lo masculino en la vejez:

Si buscamos imágenes en Google de vejez nos aparecen algunas contradictorias: hallamos desde el
anciano desvalido física o mentalmente, el adulto mayor poderoso deportista, o aún, la figura del mago.
Esta imagen sigue teniendo cierta vigencia porque la cultura occidental construyó la figura del sabio en el
varón viejo y el mago es en buena medida deudora de la anterior. Aún la tenemos en el depósito de
nuestra cultura.

Tenemos otras imágenes ligadas a una virilidad casi estereotipada y se rescata una imagen de un hombre
mayor vestido de oso. Los osos son un grupo gay que viste con cueros, suele ser gordos, peludos y donde
la vejez no aparece como un elemento negativo para esa estética que se propende con los valores de lo
toscamente masculino. La masculinidad no corresponde necesariamente con la heterosexualidad, sino a
un relato que puede ser variable y adaptable en múltiples formas.
Todo esto anteriormente explicitado nos permite visualizar la amplitud de su relato y la elasticidad
narrativa.

La masculinidad no había sido investigada en profundidad por una cuestión altamente autorreferencial. No
es el caso de la mujer, a partir de la cual la gerontología favoreció enormemente, ya que el saber permite
modificar la realidad. La gerontología en su afán de definir sus propias fronteras construyó un viejo sin
género. Es decir, una identidad nueva que parece que no reviste de género porque es tan particular que el
género no la alteraba, y en esta tendencia asexualizadora hacia el viejo, parecía que los límites entre uno
y otro se perdían. Todo esto contribuyó a lo que podemos llamar la “invisibilidad cultural” de los varones
viejos.

La masculinidad es una construcción social acerca de lo que significa ser varón en determinado tiempo y
lugar con características fluidas y sensibles a los cambios históricos y culturales. A veces no es tan fluido
como queremos. Hay criterios que están muy afirmados y que han resistido al tiempo. Hay modelos de
varón que están todavía presentes, no absolutamente iguales pero que tienen mucha continuidad en
nuestra cultura. Podríamos calificarlo como un modelo o depósito narrativo que en realidad se convierte en
la materialidad textual de una cultura. Es el texto el que nos precede y frente al cual nos movemos,
corregimos o resignificamos, pero ese texto en algún punto tiene cierto peso.

Ser varón, cuesta caro.

Pocos pueden estar a la altura de la versión hegemónica de la masculinidad. Lo que indica el demandante
rol de género que supone la masculinidad y a lo que se puede agregar la continua demostración del
mismo. En nuestra cultura la mujer “es”, mientras que el varón tiene que demostrarlo. Es una definición en
la que el límite entre ser varón y no serlo es un desafío y una amenaza siempre presente.

En nuestra cultura existe el lugar de marica, que no necesariamente es el gay, aparece como algo que
puede desplazar al hombre de su ser hombre y por esto el ser varón cuesta caro. Adherir concita prestigio,
pero no adherir genera mucho desprestigio.

Las expectativas sociales sobre la masculinidad están demandadas muy fuertemente en diversos campos,
aunque se sintetizan en cuatro:

DEPORTE: En nuestra región específicamente el fútbol, se asocia con la virilidad. Jugar, mirar, comentar
sobre fútbol es uno de los espacios de sociabilidad más clásicamente masculina. Lo que constituye es una
demostración positiva de cuan varón sos y cómo demostrás tu virilidad a partir de esto. El deporte jugado
u hablado son dos prácticas con alto contenido de masculinidad.

SEXUALIDAD: Es la demostración cabal de que un hombre puede tener una mujer y todos los varones
sabemos el costo que tiene acceder a una mujer. Las demandas y demostraciones de sexualidad suelen
ser muy exigentes. El primer acto sexual, tiene un valor de afirmación masculina, ya que implica constatar
que uno fue capaz y que se demuestra a otros dicha capacidad. Luego se pasa al aspecto contable de
cuántas veces se pudo y con cuantas mujeres.

PATERNIDAD: En relación al poder aportar, al poder mantener. Las investigaciones demuestran el costo
psíquico que tienen los varones al no poder mantener una familia o que la mujer lo pueda mantener.

TRABAJO: Es uno de los espacios donde se combina la posibilidad de ganar, de competir, de demostrar
potencia y capacidad y en un espacio más delineado, para el hombre que para la mujer. De allí que la
jubilación tenga efectos diferenciales para uno y para el otro, y que para los varones las identidades
laborales absorban gran parte de la identidad de un sujeto ya que no solo pierde un espacio valorado sino
de demostración de masculinidad.

Es importante destacar el valor que se le otorga al poder físico, económico, desapego emocional, coraje,
autonomía. El ideal actual sobre la masculinidad parece terminar con la mediana edad, ya que los varones
viejos quedarían afuera de las demandas habituales sobre lo masculino, y concretamente, se los deja sin
parámetros para la expresión de género. Quedan pocos lugares para la expresión de lo masculino en la
vejez. En ciertas etnias o grupos religiosos, podemos ver cómo el lugar del varón viejo conserva un valor
ínsito, que no se expresa del mismo modo en la mujer, ya sea desde su sabiduría o desde su lugar de
poder en el espacio familiar o comunitario. Sin embargo, en términos hegemónicos el varón viejo no
encuentra un valor particular en esta cultura y cuenta con menos recursos para demostrarse a nivel de
estos ideales. Quieren ser vigorosos a pesar deldeclive físico, buscan suprimir emociones, incluso luego
de pérdidas y mantener el control y la autoridad a pesar de las menores responsabilidades de liderazgo.

A nivel estructural encontramos menos fluidez porque los textos tienen mayor estabilidad dentro de una
cultura mientras que a nivel individual las representaciones son más abiertas.

En lo cotidiano, hay mucha fluidez y podemos encontrar múltiples masculinidades ligadas a contextos
variados. Hallamos estrategias que disminuyen la presión social. Una de las actitudes más habituales de
los adultos mayores es cuando empiezan a tener dificultades físicas buscan disminuir la exposición. El
nivel de control que requieren sobre sí y sobre su masculinidad parecería volverse más exigente en los
ámbitos externos y no tanto en los internos, donde no parece tan avergonzante el pedir ayuda a la esposa,
pero sí ir al médico.

Encarnar y personificar la vejez:

Los contextos de la masculinidad suponen diversos ámbitos donde se producen sentidos, uno de estos es
el propio cuerpo como objeto de interpretación y prácticas. Los límites de cuerpo dibujan a su escala el
orden moral y significativo del mundo. Pensar en el cuerpo es otra forma de pensar el mundo y el vínculo
social; de allí que un trastorno introducido en la configuración del cuerpo, introduce un desorden en la
coherencia del mundo.

Los límites del cuerpo dibujan a su escala el orden moral y significativos del mundo. Pensar el cuerpo es
otra forma de pensar el mundo y el vínculo social; de allí que un trastorno introducido en la configuración
del cuerpo, introduce un desorden en la coherencia del mundo.

Lo que le pase a nuestro cuerpo, no es indistinto ya que por un lado modifica la relación física con la
realidad, pero también los relatos desde donde sustentábamos dicha relación.

Transformación que producirá tensiones en las representaciones desde donde nos situábamos, así como
generará nuevos relatos desde donde afirmar nuestra posición. La representación del cuerpo es uno de
los contextos más definitorios de las personas ya que incide en los modos de relación, reconocimiento,
control y manejo.

La habilidad para mantener la autonomía personal y el control sobre su cuerpo, en la mediana y tercera
edad, es un indicador de envejecimiento exitoso en la cultura occidental tanto para su identidad masculina
como para la identidad personal. La actividad física es un medio para los varones viejos para preservar
una autoimagen de género y mantener cierto sentido de continuidad en el tiempo.

La pérdida de este control personal tiene mucho que ver con la acrecentada dificultad de mantener ciertas
prácticas físicas habituales y generan altos niveles de inseguridad o inhibición. Todo esto lleva a una
pérdida de seguridad que imprime una fragilizada posición masculina que puede dejarlos varados en la
propia casa. Así como la actividad física es un medio para los varones viejos de preservar una autoimagen
masculina que ayuda a mantener un sentido de continuidad, la pérdida del control personal vuelve la
constitución de la masculinidad inestable y el género debe ser renegociado.

La noción del “hacer” masculino es considerado un acto en sí mismo asociado con la valoración de sus
cuerpos y si mismos. Esta sensación de pérdida de control se asocia a una vivencia de impotencia
generalizada. Mantener un modelo de juventud arquetípico no aparece tan asociado a lo estético en el
varón, sino más bien a la funcionalidad, y lo podemos ver en muchos aspectos donde la seguridad no
reside tanto en ese aspecto, si no que pasa por un ideal de fortaleza física.

En las mujeres más viejas, la delgadez aparece como un ideal muy valioso y es común escuchar: por lo
menos estoy flaca, mientras que en los varones es más habitual escuchas: todavía camino por cuadras.
Hoy hay un cambio generacional donde la cuestión estética pesa más y comenzamos a escuchar nuevos
relatos.
La idea de “cuerpo máquina” es una metáfora mucho más masculina y concretamente remarca una
masculinidad instrumental o utilitaria. Es “yo puedo hacer, manejarme, controlar, la situación que tengo
cerca mío” y donde el cuerpo deviene un eje de la representación del sí mismo. La eficacia, el control,
poder y potencia aparecen como los valores por excelencia y el cuerpo activo, física y funcionalmente, es
el que representa dichos valores. Cuando el varón se siente útil y activo, no se siente viejo. Solo se piensa
viejo cuando se siente pasivo. La vejez no es un elemento en sí, sino un criterio dependiente de cómo me
sienta, La gente se siente vieja cuando se encuentra en situaciones de debilidad.

Se distingue la categoría inclusiva y exclusiva. Cuando los viejos hablan sobre sus retrocesos físicos, ahí
se incluyen como viejos. Cuando superan las barreras físicas, son ellos mismos. La vejes es una categoría
que sirve para describir la falta, lo que ya no tengo.

En términos de narrativas hegemónicas, la vejez se ve como un proceso de declinación, donde sienten


que pueden perder el estatuto masculino. Es más habitual en los varones la disociación entre un “antes”
donde era verdaderamente hombre, asociado al trabajo, y un “ahora” donde ya no son lo que eran antes.

Cuando son evaluados en relación a los hombres más jóvenes, suelen sentirse menos hombres, mientras
que, si no son evaluados en relación a los varones más jóvenes, pueden percibirse como exitosos en lo
que sea que hagan como varones.

Los varones suelen compararse menos con las imágenes de los medios porque las consideran
inalcanzables, se preocupan menos por la evaluación externa de su cuerpo, es decir, que, a pesar de
todas estas demandas generales, sigue habiendo esta capacidad de seleccionar lo que sí se puede seguir
haciendo. Mientras los varones más jóvenes focalizan en mejorar la apariencia para ganar capital social,
los varones más viejos focalizan más en el fitness y la prevención de la salud.

De la negación a la caída de la enfermedad.

Los cuidados del varón viejo sobre su salud no resultan los esperables. En el relato masculino el tener que
ir al médico, muchas veces suele entrar en confrontación con los ideales masculinos. Una de las causas
por las que los varones viven menos es porque tardan en llegar al médico.

Buscar ayuda, tener que esperar en los consultorios, la percepción de fragilidad, la falta de confianza, el
seguir una indicación, o que el médico tome el control sobre los cuidados de la salud aparecen como
factores de preocupación para muchos varones. Las mujeres se entregan más al apoyo del otro, mientras
que los varones tienen mayores dificultades para ello. Todo esto entra en conflicto con la demanda
masculina del autocontrol masculino, así como evitar situaciones de dependencia, fragilidad y hasta dolor.

Ante la atención médica debieron recurrir a múltiples recursos internos para mantener un sentido de
individualidad, amor propio y dignidad. Se llama caída del cuerpo a la pérdida de un control de sí que
marca el pasaje a una posición de indignidad y dependencia frente al cuerpo en tanto ajenidad
inmanejable.

Las ideas de virilidad que aún tenemos, tienen mucho que ver con el varón medio mediterráneo, donde el
ágora o espacio público era el ámbito en donde se producía lo masculino. El hombre sale a menos
actividades públicas que la mujer. Los varones mayores pueden otorgar un gran valor a dicho
reconocimiento y esto condice en el mayor control de su auto exposición y que cuando surgen problemas
físicos, frenen el contacto con el afuera. La focalización en la valoración de la percepción ajena sobre sí
puede llevarlos a sentirse “castrados” por la discapacidad.

La Potencia Absoluta:

La masculinidad hegemónica estimula la sed del éxito, agresividad y dominio que se reflejan a nivel sexual
en una búsqueda de competencia, energía y disposición permanente, no tanto porque el hombre necesite
estar todo el día teniendo relaciones, si no que el hombre necesita contar todo el tiempo que sigue siendo
un hombre.

Si los escenarios culturales estimulan a los hombres jóvenes a ver su sexualidad como un medio para
reafirmar su identidad de rol masculino y su maduración hacia la adultez, en los hombres mayores evitar
cualquier fallo también puede representar un proceso autoafirmanteque le permite retener el sentido
masculino del yo.

Esta tensión aparece en dos momentos de la vida: la adolescencia, porque es donde resulta fundamental
demostrar la potencia masculina, y luego en la vejez, ya que las condiciones de la sexualidad cambian y
pueden resultar menos predecibles. Lo que lleva a que nuevamente la masculinidad tenga que ser
repensada.

Todo declive sexual aparece como una amenaza permanente, frente a lo cual uno puede entender por qué
se recurre tanto al viagra. Este medicamento ha solucionado un trastorno físico que se manifiesta en la
discapacidad eréctil pero también a su manera permite que el varón se asegure y afirme ante el temor a la
des masculinización antes señalada.

Cuando la mujer deja de tener relaciones sexuales no conduce a la depresión. Para los varones el retiro
de las relaciones sexuales se asocia con la depresión.

Los varones cuando tienen relaciones, hacen caja, es decir, hacen cuentas que parecen indicar cuan
masculinos son. Sentir que ya no se puede tener la misma cantidad de relaciones, que se dificulta o se
vuelve poco predecible se refiere al fantasma de la impotencia. La impotencia refleja un momento
significativo en la construcción social de la sexualidad masculina que da cuenta del demandante guion
sexual masculino. Vemos como los jóvenes usan viagra para demostrar su potencia masculina sin que
exista un límite físico acusado.

La disfunción eréctil episódica lleva a menudo a la autorecriminación y a un ciclo de espectador, por el cual
los hombres se miran a sí mismos en su desempeño y consecuentemente resulta más fácil obtener y
mantener una erección.

Concluyendo con las narrativas del cine:

Hollywood está construyendo un nuevo héroe, viejo, cuyo físico y fuerza decreciente se convirtió en un
estímulo para la reafirmación del deseo de masculinidad en la vejez. Se han examinado películas
contemporáneas donde la masculinidad de la figura masculina se exagera y compensa sus fallos con otros
recursos. El varón tiene que seguir haciendo demostraciones, no solo de cambiar lamparitas, sino también
de subir montañas. Hay que estar duro, lo que refiere a un pene siempre erecto. Esto es el PlayingHard y
StayingHard.

7. Texto: Formas de envejecer: condiciones y necesidades de las personas mayores. – GARAY VILLEGAS.

Capítulo V: Entre cuerpos, placeres y deberes. Un acercamiento a la sexualidad de mujeres


mayores.

Los seres humanos somos seres sexuados y sexuales por naturaleza siendo una dimensión vital que le
permite a estos construir el bienestar personal y sentirse integrados a su medio social.

La sexualidad es un proceso subjetivo, este involucra elementos bioculturales que permiten eslabonar la
historia y la cultura, lo cual le otorga el carácter dinámico, espacial y temporal. La sexualidad se refiere a
una categoría social que los individuos integran a partir de sus experiencias de percepción e interacción en
torno al sexo, al cuerpo y la sexualización desarrolladas en lo biológico, lo psicosocial, lo sociocultural y lo
político.

La sexualidad entonces es y se materializa a través de un cuerpo que, si bien es biológico, es el


instrumento y medio de comunicación de lo sexual. Se construyen sujetos sexuados bajo una enorme
plasticidad, los que operan en esquemas amplios de significación simbólica, aprendizaje, normalización
social y desarrollo de experiencias colectivas que dan orden al todo social. Esta materialización de lo
sexual marca simbólicamente diferencias entre los esquemas corporales que culturalmente pueden ser
transformados, cambiados, nulificados por las necesidades particulares de un grupo social.

Lo sexual está permeado por un cúmulo de discursos que le dan sentido y significado al ejercicio sexual.
Tienen la consigna de producir un sujeto sexual acorde a las normas sociales establecidas. Se construye
un modelo de sujeto conforme a ciertos estereotipos en los que se socializa y se normaliza el cuerpo y la
sexualidad. Se espera que la persona interiorice y viva estas dimensiones de acuerdo al convencionalismo
sexual, que piense y que sus acciones se orienten de acuerdo a características afectivas, funcionales,
psicológicas, así como la asignación de roles.

La sexualidad se transforma en un producto humano de complejos saberes discursivos sexualizantes, se


tomarán el discurso de género y edadista como pilares de control y sanción que inciden en las prácticas y
la organización social normalizada en torno al cuerpo y a lo sexual. Estos controles han tenido lugar
mediante el uso de la fuerza, la educación, el accionar disciplinario en lo que interviene la familia, las
instituciones, el Estado y la sociedad.

Una sexualidad hegemónica que permite poner en evidencia los significados y contenidos que permean
los usos del cuerpo y la sexualidad, y que a su vez enlentecen valores sociales asociados a la belleza, la
juventud, la salud, la higiene, la reproducción, el coito vaginal, y la heterosexualidad. Estos valores
constituyen lo normal lo anormal, etc., y todo lo que sale de estos convencionalismos es sujeto de
prohibición, censura e invisibilización.

El uso de la sexualidad y del cuerpo transgreden las normas sociales, puesto que si la sexualidad esta
fincada en fines utilitarias como la reproducción y la juventud ¿cómo explicar el ejercicio sexual en edades
avanzadas? Al no haber explicación se manda la sexualidad a la nulificación, lo cual es agudizado por los
estereotipos, mitos, prejuicios que atribuyen a este grupo poblacional, como sujetos de una categoría
social cargada de significados y simbolismos que explican no solo el retiro de áreas como el deseo, sino
también contribuyen a un proceso de desconexión con todo lo sexual.

Para las mujeres mayores la sexualidad representa el campo de censura, lo cual no es exclusivo de la
vejez, sino que es continuidad muchas veces de la forma en que se asumió el ser o no ser sexual. A la
mujer se le exige la monogamia y la fidelidad, comportamiento propio para el fin de la reproducción y la
constitución de una familia en el matrimonio la que se asume como la mayor expresión de la feminidad,
fincada por un deseo imprescindible, el instinto maternal. Las mujeres aprenden a descorporalizar el placer
y el deseo sexual, haciendo que el ejercicio sexual sea en una relación de dependencia y pasividad con el
hombre.

Los usos del cuerpo sexual femenino han estado asociados a los otros significativos, en función de la
reproducción, el cuidado y el servicio. Estos se viven como deber social y moral en sociedades
patriarcales. Después del período reproductivo, se espera que la mujer regrese a la inactividad sexual, ya
que ha acabado con el mandato de género destinado a la descendencia.

La vejez sexual no tiene representación dentro de los imaginarios sociales, puesto que se relaciona con
una pérdida inevitable del ejercicio sexual, evento que es alimentado por deberes sociales, culturales,
médicos, religiosos y morales.

La sexualidad en la vejez ha sido una temática poco abordada desde el punto de vista cultural, histórico y
político, lo cual es reflejo de la nulificación que la sociedad ha creado acerca de este tema, silencio que se
ha reflejado en el campo de las ciencias sociales al existir limitados intentos por estudiar el fenómeno
desde una visión integral.

Las mujeres mayores llegan a la vejez con una historia de experiencias subjetivas y sociales en torno al
cuerpo, a la experiencia de la sexualidad, a la construcción del deseo, en donde se incorporan también los
miedos, los tabúes y las restricciones a las que se han enfrentado en el ejercicio de su sexualidad.

Precisiones Teóricas:

La sexualidad se representa como dinámica, diversa y construida. Los autores entienden la sociedad como
una realidad objetiva y subjetiva a la vez, señalan que la producción del conocimiento está mediada por un
continuo proceso dialéctico compuesto por tres momentos: externalización, objetivación e internalización.
Tienen como finalidad inducir al individuo a ser miembro de la sociedad. La construcción del conocimiento
comienza cuando el individuo “asume” el mundo en el que ya viven otros. Los distintos tipos de
conocimiento pueden identificarse como versiones consensuadas de la realidad, producto de la interacción
y negociación interpersonal, en donde el significado se produce en referencia al contexto que lo sustenta.
En los múltiples contextos se encuentran diversos significados, para un mismo fenómeno se pueden
encontrar una heterogeneidad de significados, desde los cuales se definen interpretaciones disímiles para
uno mismo, lo cual es reflejado en los discursos de las mujeres sujetos de estudios.

Los individuos aprenden a estructurar nociones de sentido y significado de acuerdo con el contexto en que
se desenvuelven, interviene una serie de dimensiones que le permiten desplazarse en el mundo y tomar
posturas ante él. El construccionismo social busca explicar cómo las personas llegan a describir, explicar y
dar cuenta del mundo en el que viven. Para ello se toman tres supuestos: lenguaje, producto social y
significado.

El construccionismo social da gran peso al lenguaje como manifestación de sentidos que se construyen
colectivamente y que rigen la vida de los individuos, esto se da de forma arbitraria, no existiendo una
relación directa entre el lenguaje y los objetos, sino que son las relaciones sociales, la cultura y el contexto
histórico los que los determinan. Los significados y sentidos son una creación humana colectiva y
temporal, es un producto social a través del cual se interpreta el mundo.

La sexualidad y el cuerpo se construyen socialmente, son objeto de representaciones, significaciones y


estereotipos tipificados que son normalizados y aprendidos en el proceso de socialización imponiendo
limitaciones al organismo. El individuo se interioriza que su cuerpo es sexuado (o no, como en el caso de
personas mayores), q es sujeto de deseo y necesidades, de tal suerte que esta sexuación está
mediatizada por las normas, valores, estereotipos y formas específicas de relaciones sociales establecidas
en la sexualidad hegemónica.

El cuerpo y la sexualidad no tienen en sí un significado intrínseco, sino que son producción humana
histórica sobre la base de la biología, la que es representada y significada, por lo que, debe considerarse
para su estudio el contexto social y sus variantes que permiten el surgimiento de ciertos perfiles, atributos
y características. Las sociedades mediante el lenguaje indican qué es el sexo, qué debe ser y qué puede
ser.

No existe una forma universal de significar la sexualidad, puesto que la cultura se encarga de proveer los
esquemas y categorías generales para sistematizar las experiencias sexuales. Estas influencian la
subjetividad dándole identidad y sentido. Existen diferencias y desequilibrios de poder en los patrones de
socialización de hombres y mujeres que hacen de un posicionamiento sexual asimétrico, lo cual es
reflejado en los significados que rodean la sexualidad y el cuerpo de hombres y mujeres.

Dentro de la estructura cultural se construyen, reconocen y asignan atributos sexuales a hombres y


mujeres a partir del esencialismo del cuerpo, tal suerte que las diferencias biológicas operan lo sexual a
través del sistema patriarcal. Se abren dos espacios para normar la expectativas y roles asociados al
sexo: femenino y masculino. Evidencian dos formas de comportamiento contradictorias.

El cuerpo está cargado de significaciones, nociones y lenguajes que forman parte de la cultura y la
interacción social. La cultura tiene como modelo a un cuerpo femenino sano, reproductivo y productivo que
funcionan como ejes normalizantes al marcar patrones de simbolización, significación, representaciones y
prácticas con respecto al cuerpo y al sujeto sexuado.

La sexualidad femenina se ha visto regulada por diversos mecanismos sociales que hacen del cuerpo no
sólo algo personal, sino que es una producción humana. La mujer se configura en una sexualidad
femenina patriarcal:

• Hetererotismo obligatorio.

• Adulta; genito-coital-pasiva.

• Ligada al amor, sin amor no hay erotismo, el amor como renuncia y entrega.

• En el matrimonio.

• Con fines de procreación y desarrollo de familia. Placer y satisfacción pasan a un segundo plano.

• Mujer-objeto para ser usada por otro.


• El cuerpo como síntesis de la impureza, del mal, del pecado.

• Prohibición del autoerotismo.

• La sexualidad únicamente con fines de procreación, debe concluir en la menopausia o quinta


década de la vida.

• Actividades de corte íntimo que no pueden manifestarse en público.

A las mujeres se las sexualiza, puesto que se les enseña que tienen cuerpos sexuados, hecho del que
cobra conciencia bajo los límites de las propias pautas sociales y culturales. Este proceso se ve
modificado por medio de las etapas de la vida.

Metodología.

Las investigaciones se hicieron a mujeres que van de los 60 y 69 años de edad, 13 casadas, 3
divorciadas, 2 viudas. Escolaridad: 8 nivel básico, 5 carrera técnica, 3 licenciatura, 2 con estudios de
posgrado, la mayoría profesa la religión católica. Dentro de las principales patologías se encuentran la
hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, triglicéridos, y solo un momento haber tenido cáncer de
mamas.

Resultados.

En los relatos se expresan una diversidad de significados que son producto de una realidad contradictoria
y compleja. El significado que las mujeres mayores atribuyen a la sexualidad constituye una continuidad
respecto a cómo se dio en otras edades y se relaciona íntimamente con las ideas y creencias que
alimentaron su ejercicio sexual en otras etapas de la vida.

Las mujeres se adhieren a determinadas creencias y estereotipos que favorecen la continuidad de una
sexualidad hegemónica que se instala en una sociedad patriarcal, y que se caracteriza por la represión y
el ocultamiento de la misma, reflejo de una sociedad que censura la sexualidad femenina, lo cual se
nombra como sexualidad patriarcal. No obstante, surgió una minoría con algunos mecanismos de ruptura
con este patrón, que se han atrevido a salir de los esquemas establecidos y han tenido un ejercicio más
libre de su sexualidad y cuerpo, esto se clasifica como sexualidad como ruptura patriarcal.

Los diferentes significados giran en torno al cuerpo sexuado, y estos son funcionalidad, placer subjetivo y
servicio, que se identifica en mujeres que tiene objetivado él debe ser dentro del espacio doméstico.

Sexualidad Femenina Patriarcal.

Las construcciones sociales dominantes de feminidad ocupan un lugar preponderante en la vida de las
mujeres mayores, construcciones que les permiten actuar como matrices de sentido respecto de sí
mismas, hacia otras mujeres y otros varones. En los relatos se evidencia un apego a las construcciones
sociales de feminidad, maternidad y emociones derivadas de estas.

La categoría social de madre es percibida como elemento determinante en la vida de las mujeres, que
incluso se considera centro de la identidad de género.

Los discursos muestran la autocensura de las mujeres para tener un ejercicio sexual y erótico que exceda
los parámetros establecidos socialmente, premisa que ha sido ampliamente discutida en literatura.

Cuerpo Funcional:

Los discursos silenciosos. Dado los estereotipos y prejuicios les fue difícil a las participantes hablar sobre
la sexualidad, hecho que le da invisibilidad a una feminidad sexual y sexuada; existió resistencia,
apareciendo este asunto como algo silenciado, reprimido, dentro de los relatos. Les resultó incómodo,
pues hablar de lo sexual aparece como inapropiado. No se cuestiona con la pareja ni con la familia ni con
profesionales, dado a los discursos estigmatizantes que permean sobre la vejez y la sexualidad.
Las participantes evaden términos, incorporan analogías o metáforas para referirse a tener relaciones
sexuales. Tales visiones hacen alusión a la deslegitimación de la sexualidad, y, en algunos casos, el
alejamiento progresivo de su ejercicio sexual, lo cual le confiere legitimidad (funcionalidad) al sistema
sexo-género.

Ser madre como prioridad. La sexualidad dominante está ligada a la capacidad reproductiva de la mujer
dentro de los relatos de los participantes, por lo que su cuerpo adquiere un significado de y para la
maternidad. Este estatus de sujeto no sexual sino reproductivo, niega la existencia de libido, deseo y
erotismo en las mujeres, situándose en el plano del hogar y del cuidado de los hijos. Se muestran como
pasivas en la búsqueda de placer sexual, percibiendo más como madres que como sujetos sexuales.

El hecho de tener hijos las excluye de seguir manteniendo contacto sexual. En algunas culturas, ser madre
da estatus y prestigio social. Las madres, mujeres y esposas no deben gozar de su cuerpo ni de otro,
deben participar en el coito, deben obedecer y cumplir con los mandatos que el matrimonio santifica con la
finalidad única de procrear. El ideal mariano más que como práctica religiosa, es un modelo cultural que
marca a las mujeres en cualidades y conductas particulares respecto al deber ser, viviendo en el cautiverio
social de la madre-esposa.

La menopausia fría. La menopausia es un evento importante en la vida de las mujeres, hecho que se
coloca socialmente como condicionante del deseo sexual. Alrededor de este evento se han gestado un
conjunto de significados sociales que determinan que a partir de la menopausia todo placer y deseo
desaparece o está prohibido, lo que sugiere la sublimación de las necesidades sexuales y afectivas.
Algunas mujeres sienten haber perdido una parte de sí mismas, se presenta también el temor o vergüenza
que algunos denominan como “menopausia fría”. La menstruación es simbolismo de la procreación, por lo
tanto, al no haberla, se muestra como el camino que lleva al cese de la actividad sexual.

Se depositan creencias, mitos y valores que reflejan la imagen social de ser mujer. El fin de la etapa de
reproducción, supone el fin de la sexualidad y el deseo ocasionando una infantilización del cuerpo de la
mujer, donde se vuelve “a ser niña”.

Existes dos tipos de mujeres: aquellas que sí les baja, y por lo tanto pueden acceder a la satisfacción de
necesidades eróticas y despertar el deseo del otro, y aquellas que no les baja, para quienes esta
permisividad es obvia. El deseo, el erotismo y la seducción pasan por un filtro biológico que aleja a las
mujeres mayores de todo pensamiento carnal, una desconexión paulatina con su cuerpo sexual.

Solo con la bendición de Dios. El matrimonio es el espacio de legitimación en donde las relaciones
sexuales son permitidas, esto da reconocimiento social, herencia de una cultura judeocristiana. Este uso
corporal del cuerpo en el matrimonio es un deber, una obligación y un don positivo de la mujer. Realizado
fuera se convierte en un hecho malo, pecaminoso y reprobable.

La educación religiosa ha supuesto una limitación importante para la vivencia de la sexualidad como un
espacio propio y legitimado de satisfacción y realización personal. Algunas consideran la sexualidad como
regalo divino, como un premio, y el foco del disfrute se encuentra externo a ella, en un ente abstracto
como dios, o en el marido.

La negación y el olvido. La negación de la sexualidad se asocia con la pérdida de la reproducción y la


capacidad funcional que explicaba su ejercicio. Esta pérdida de libido hace que se transforme la relación
con su pareja. Las mujeres muestran una resistencia pasiva ante el uso de los cuerpos.

Cuerpo para el placer.

Una máquina: el sexo carente de placer. En la cultura patriarcal existe poca aceptación de placer sexual
femenino, lo que ha llevado a estigmatizar y desvalorizar a las mujeres que responden activamente a este.
Se ha ahogado la capacidad de las mujeres de sentir placer durante el ejercicio sexual, puesto que ellas
no descubren sus propios procesos de placer, las zonas del cuerpo ni las prácticas que les permiten
disfrutar. En la pasividad aprenden a participar en el acto sexual desde la subordinación, y en la entrega a
los hombres, se someten, son aprendices, pero sin la permisividad de sentir placer corporal.
El sistema patriarcal jerarquiza y discrimina el deseo sexual femenino. No existe una apropiación subjetiva
del cuerpo para el placer, sino algo mecánico donde las mujeres aprendieron a participar sin mostrar sus
deseos con sus parejas.

Uno de los resultados es la frigidez, anorgasmia, rechazo al intercambio erótico, lo que algunos autores
señalan como feminidad castrante. Se extiende también a la vagina, reservada para otros. No tiene
nombre ni ubicación precisa, las mujeres tampoco encuentran placer en ellas: las mujeres vírgenes no
deben tocarla, y cuando ya no lo son, han asimilado que esa parte de su cuerpo ya no les pertenece, solo
puede ser espacio de satisfacción del otro.

El varón sería el único que se beneficiaría de este acto. Se hacía una constante vinculación de la
sexualidad como el coito y la penetración, en donde por supuesto no existía goce o placer para ellas, lo
cual nos habla de una renuncia, puesto que estas mujeres aprendieron a dar placer, pero no lo obtienen,
anulándose dentro del acto sexual.

Prohibido tocar. El autoerotismo no constituye una práctica suficientemente instalada en la vida cotidiana
de las mujeres, sobre esta práctica se sitúan prejuicios y estereotipos que hacen de su ejercicio algo
pecaminoso, sucio y perverso. Ha producido una fragmentación del cuerpo femenino con sus zonas
erógenas. Es motivo de vergüenza, pudor y rechazo, que deja de manifiesto una educación sexual
restrictiva que ha sido interiorizada.

La mujer no se siente con el derecho a desear a alguien, tampoco a la auto estimulación para provocar el
propio placer, ya que suele percibir su cuerpo como objeto de trabajo, sacrifico y sumisión, en la espera de
un otro quien descubre su sexualidad, lo que la hace independiente.

Dentro de la educación de la sexualidad, el control de los impulsos masturbatorios es fundamental,


considerando que los mandatos acerca de la feminidad establecen un divorcio de las partes íntimas de las
mujeres. Masturbarse supone una entrega al pecado, a la perversión, enfermedad y en particular al
hedonismo egoísta, q constituye una transgresión a la sexualidad femenina.

Cuerpo como Instrumento de servicio:

El deber antes que el placer. El cuerpofemenino está formado por los cuerpos de las mujeres y por todos
aquellos que las ocupan. Es un cuerpo ocupado, con los cuerpos y vidas de los hijos, cónyuges, las
instituciones jurídicas y políticas.

El cuerpo de las participantes, además del reproductivo, fue un cuerpo de trabajo al servicio del otro dentro
del espacio doméstico, área considerada típicamente femenina dentro del sistema sexo-género. Se
obtiene por medio de él, nombre, estatus, rango, adscripción, reconocimiento de los hijos y mantención
económica, también atención afectiva, los cuales son recursos desde los cuales se permite experimentar
el goce, sin ser sexual.

Las mujeres se sienten abrumadas por las actividades que socialmente se les confiere, así aspectos como
las relaciones emocionales, la vinculación afectiva, el goce, la pasión y el amor pasan a un segundo plano.

El cuidado como forma de ser mujer. La sexualidad al verse reprimida se traslada a otras dimensiones
para contrarrestar la pérdida o la insatisfacción, se vale de otros objetos y/o actividades que le ayudan a
compensar el aspecto sexual. Se movilizan a la realización de actividades diversas en las que encuentran
placer como el trabajo, la música, el cuidado de nietos, grupos religiosos, etc. El cuidado es aceptado por
las mujeres como un deber moral y social de hacerse cargo de los otros. Como una responsabilidad y una
tarea que le corresponde socialmente. El cuidado se constituye social y culturalmente como una tarea
“femenina”.

La sexualidad es vivenciada desde la vergüenza, la repulsión y el rechazo puesto que esta área no entra
como parte de los significados que giran en torno a la categoría social de mujer mayor, lo que es reflejo de
los discursos objetivizados dentro de ellas. Su cuerpo sigue siendo visto como servicio a otro que requiere
cuidado.

Sexualidad como ruptura patriarcal.


En la entrevista hubo una aparición de una sexualidad que rompía con los significados socialmente
dominantes, descubrieron significados que otorgan a la sexualidad y al cuerpo un espacio lúdico,
permisivo y reflexivo. Dentro de la dinámica social existe un proceso de alternación que viene a modificar y
cuestionar el proceso de socialización aprendido. Las mujeres mostraron una subjetividad abierta al goce y
al placer, que, si bien comentaron la importancia de los afectos, también puntualizaron el disfrute del coito,
lo cual se considera una incursión a un espacio típicamente masculinizado, el del disfrute del falo. Además
de una apropiación del cuerpo para el disfrute, goce y placer.

Cuerpo Reproductivo.

Desvanecimiento de la reproducción. Para las mujeres mayores en la vejez existe una mayor permisividad
del acto sexual sin preocupación de embarazo. Aparece una ruptura a los significados y al mandato
sociocultural de reproducción y maternidad. Esto podría leerse como la oportunidad que expresan las
mujeres mayores de vivir la experiencia sexual más allá de lo socialmenteestablecido. Esta visión de la
sexualidad aparecía en aquellas mujeres mayores con mayor nivel de escolaridad y recursos económicos,
elementos que les ha dado la posibilidad de ampliar su margen de referencia en cuanto a temas sexuales,
visión con el que se derriba el concepto mariano de sexualidad.

La menopausia como liberación. La menopausia representa una etapa de mayor liberación y posibilidad de
disfrute erótico, que depende de los recursos como la escolaridad, las redes sociales que establecen o
mantienen, la calidad de relaciones afectivas que establecen y de los ecos del discurso biomédico en sus
vidas. La sexualidad posmenopáusica no es uniforme. Para algunas mujeres es un continuum, y se
mantiene después de ella, con los cambios evidentes que responden a la experiencia y al cuerpo mayor,
mientras que otras aprovechan para finalizar no solo su vida reproductiva, sino también sexual, claro está
que esta decisión tiene que ver con la situación personal, emocional, coyuntural y física.

Cuerpo para el placer:

El placer para sí mismas. Se pudieron observar ciertas resistencias de las féminas a los mandatos
socioculturales, las cuales abrieron un panorama de posibilidades de gozo y placer, permitiéndose ser
sujetos de deseo y placer. Permite construir nuevas formas de subjetividad, en los cuales remiten a un
carácter reflexivo y transformativo de los significados sociales dominantes en la cultura patriarcal.

En las narrativas se advierte un cambio en la calidad de las relaciones, se amplía la capacidad de disfrute
y se puede dar un paso a una relación menos genital, en la que adquiere mayor protagonismo otro tipo de
prácticas sexuales como la proximidad física, las caricias y los besos, la estimulación de las zonas
erógenas, los abrazos y el acompañamiento.

Aparece la sexualidad como un área para repensar la intimidad y el contacto entre la pareja. Se puede
observar la transición del enfoque clásico de la sexualidad hacia relatos alternativos que se muestran
como rupturas de sentido que dan lugar a nuevos posicionamientos de los sujetos, desafiando la categoría
social de mujer vieja. La posibilidad de reordenar sus cambios sexuales, da oportunidad para erotizar los
cuerpos de forma diferente a lo social y culturalmente establecido.

Quienes adhieren a la sexualidad lúdica, también muestran gozo y placer por el coito, incurriendo un
espacio típicamente masculino.

Para estas mujeres existe una apropiación de su cuerpo y de su goce, lo cual se refleja en el orgasmo
como culminación de su placer, mismo que constituye uno de los temas tabúes más arraigados en la
cultura patriarcal, una forma de culminación sexual no legitimado dentro de los discursos sociales y que
mucho ha causado restricciones sobre el cuerpo en todas las etapas de la vida de las mujeres.

Las participantes han logrado identificar sus deseos, como algo personal y único. En estas mujeres existe
una responsabilidad propia de satisfacción del deseo. También se argumentó que se puede disfrutar de la
relación sexual aún sin orgasmo, siempre que existan caricias, besos, ternura y sea un ambiente propicio,
para las mujeres la afectividad juega un papel muy importante. Para ellas el placer y el orgasmo no son
sinónimos, dado que califican su satisfacción sexual independientemente de los orgasmos que hayan
alcanzado.
En algunas mujeres mayores se da un aumento de su actividad sexual. Algunas mujeres señalaron que el
foco de la vida sexual envejeciente está en el grado de madurez con que se afronten los fenómenos
fisiológicos del envejecimiento, y la capacidad que tienen los individuos para resolver estos cambios, como
una forma de gestión de la sexualidad que acerca a las mujeres al conocimiento y expresión legítima de su
deseo sexual.

Yo sola me hago el amor. Victoria y Eva ven en el autoerotismo una forma de satisfacción de su deseo
erótico y sexual.

Señalan la masturbación como un espacio de intimidad personal, como elemento que ayuda a afrontar el
estrés, a liberar tensiones, como placer y espacio de fantasía, y como continuidad de la actividad sexual
con o sin disponibilidad de pareja. Esto las ayuda a mantener una autonomía sexual y fomentar el
autoconocimiento y libertad. Se amplía la idea de que la satisfacción está en un solo órgano, sino en toda
la persona.

Cuerpo lúdico. La corporalidad de la sexualidad no solo se hace visible en el aspecto genital, sino a través
de los juegos, los pensamientos y las fantasías, que implican signos y rituales de intercambio simbólico,
tales como el uso de objetos eróticos, códigos, palabras y creación de fantasías a partir de la imaginación
y los recuerdos. Señalan que las fantasías sexuales son representaciones mentales imaginarias que
estimulan la excitación el placer y el deseo, y que permiten la creación del preámbulo amoroso y sexual.
En el caso de mujeres mayores reconocieron la importancia de tener pensamientos y fantasías sexuales
en esta etapa de vida, con lo cual se evidencia un reposicionamiento de su cuerpo y sexualidad.

Reflexiones finales:

Los resultados acerca de los cuerpos, deberes y placeres tienen todavía presentes los discursos que
hacen alusión a un uso feminizado del cuerpo. Las participantes no solo interiorizan los discursos sociales,
sino que se ven reflejados en un trabajo de reflexión y elaboración subjetiva de los significados que
circulan en el mundo social.

Dentro de los discursos se pudo constatar que determinados significados sociales, sobre todo los
asociados a la reproducción y la maternidad ocupan un lugar preponderante en la vida de mujeres
mayores, lo que se nombró sexualidad femenina patriarcal. Esta les permite actuar como matrices de
sentido respecto de sí mismas, hacia otras mujeres y otros varones. Se evidencia un apego a las
construcciones sociales de feminidad, maternidad y emociones sobrecargadas de significados, las cuales
marcaron los principales usos que las participantes hacen de su sexualidad y cuerpo.

En los discursos se enfatiza el deber de ser tradicional de la mujer de casa, la madre, la abnegación, el
servicio a los demás, la pasividad, la dependencia sexual, lo cual se concuerda con los valores sociales y
culturales con los que estas mujeres fueron socializadas. Muestran una autocensura de las mujeres para
tener un ejercicio sexual y erótico que exceda los parámetros establecidos socialmente.

Se observa una diferente posición frente a la sexualidad y el cuerpo, que varía dependiendo la edad, nivel
socioeconómico, ocupación, escolaridad, y el poder adquisitivo que tenían las mujeres mayores.

8. Texto: Vejeces XXI: de Sexualidad/es y otras Yerbas. Giusti, Hintermeister, Parisi, Kloster. Entre- yerbas.

Yerbas verdes no pervertidas y estéticas no tan horrorosas:

Muchos nos preguntamos, en algún momento de nuestra vida por la sexualidad, pero así también muchas
veces no lo hacemos por los tabúes/mitos. Si ya en nuestras juventudes y adulteces las sexualidades son
acalladas y veladas, imaginemos en las vejeces. La sexualidad pasa a ser de “esas cosas” de las que no
se debe hablar y tampoco se deben hacer.

La imagen de ser hombre o mujer es compartida y creada por la cultura, bajo las expectativas de la época.
Hay un entrecruzamiento de discursos ideales que van más allá de las singularidades de cada
hombre/mujer, y a medida que las personas se van alejando de esas expectativas o ideales se van
perdiendo como sujetos, porque su cuerpo no es valorado, estimado, comerciable. Las tendencias
asexuadas de los/as viejos/as, es porque “ya se les pasó el tiempo” del sexo, las pasiones, las aventuras.
Vejeces sin género, estas que ya son invisibles frente a las particularidades de ser masculino- femenino, y
más si se alejan de lo heteronormativo.

La sexualidad está atravesada por discursos que dan sentido y significado al ejercicio sexual. Se educa al
sujeto sobre lo prohibido, censurado, posicionándose las diferencias entre hombres y mujeres, con sus
atributos, sus reconocimientos, sus roler, asignados por el género justificado en su cuerpo biológico.

El hombre mayor evita el fallo, así retiene el sentido masculino del yo, y el hombre se mira a sí mismo en
su desempeño sexual, por lo podemos inferir que retirarse de la vida sexual tendría sus beneficios.

Yerbas revolucionarias:

La revolución sexual en la vejez, es un movimiento que empieza en la segunda mitad del siglo XX. En
general, la sexualidad siempre fue abordada desde un lugar represivo, un tema tabú y a esto se le agrega
el tema particular de las vejeces, también rodeado de mitos y prejuicios. El placer, el deseo, las pasiones
lo sensual, en la vejez quedaron siempre prohibidos, silenciados, no permitidos. Se asocia a la vejez con
múltiples ideas prejuiciosas, con discursos que son viejistas, relacionado a que hoy se exalta la juventud,
la belleza hegemónica, la productividad.

Esta revolución significa salir de las normas y expectativas que se tienen sobre envejecer y atravesar la
etapa de la vejez. Significa pararse desde una perspectiva de derechos, entendiendo al mayor como
sujeto de derecho, de deseo, activo, empoderado, sexuado.

Estamos en pleno cambio hacia una visión más positiva y amplia.

La cultura juega un papel negador. Es indispensable la educación sexual durante toda la vida, es la
herramienta que nos permitirá ir modificando el viejo paradigma y poder seguir adelante con esta
revolución.

El mayor tiene los mismos deseos que todas las personas en cualquier etapa de la vida, no hay causas
por las que las personas mayores no puedan gozar libremente de su sexualidad. Es el entorno el que
posibilita, habilita, promueve.

Yerbas pasionales:

Pasión es usada cotidianamente para expresar la intensidad y exclusividad de un lazo hacia alguien o
algo, que satisface, que llena, hace sentir vivo al sujeto. Según la RAE apasionada es aquella persona que
suele dejarse llevar por la pasión.

Se llama pasiones o afecciones al deseo, al temor, al amor, al odio, los celos, la compasión, pero pensar
en pasiones buenas o malas, o establecer clasificaciones, es caer en un reduccionismo que deja por fuera
múltiples matices.

Para que la vejez no sea una parodia ridícula de lo que fuimos en nuestro pasado es conveniente seguir
persiguiendo fines que den un sentido a nuestra vida. Entonces aparece el interrogante ¿se puede hablar
de viejos apasionados?

En la vejez y en la ancianidad puede producirse un “derrumbe psíquico” cuando los viejos o ancianos, no
son tratados como sujetos, sino como objetos de cuidados. De esta manera su deseo ya no encuentra
anclaje en el deseo del Otro.

No se trata de victimizar a la vejez sino de reconocerla deseante. En la vejez seguimos siendo sujetos
deseantes, hay lugar para el amor, para las prácticas sexuales, para el erotismo, para el acto sexual.
Llegamos a viejos con una historia singular, inmersos en la cultura, atravesadas por deseos que no cesan
con la edad, sino que se mantienen en continuo movimiento, no dejamos de desear, de apasionarnos con
el paso del tiempo.

Yerbas ¿malas?:
En la vejez también se tienen derechos y no hablamos sólo de aquellos que hacen hincapié en algún
aspecto particular de esta etapa de la vida, sino de aquellos que se gozan por el simple hecho de ser
humanos. Los derechos sexuales son un componente integral de los DD HH básicos y por lo tanto,
inalienables y universales. Se mencionan: derecho a la libertad sexual, derecho a la autonomía, a la
integridad y a la seguridad sexual del cuerpo; derecho a la privacidad sexual, derecho a la igualdad sexual.
Derecho al placer sexual, derecho a la expresión sexual emocional, derecho a la libre asociación sexual,
derecho a la toma de decisiones reproductivas libres y responsables, derecho a la información sexual
basada en el conocimiento científico, derecho a la ESI, derecho a la atención de la salud sexual.

Freud nos planteaba hace más de 100 años que la sexualidad no es solo genitalidad, pero esto no debe
llevarnos a pensar que se trata sólo de otra cosa, siempre por fuera y distinta a la genitalidad, al acto
sexual y al placer erótico.

El trabajo, a través del Gerontoactivismo, busca reivindicar que la sexualidad no sólo atraviesa todos los
ámbitos de la actividad humana, sino que además todos los momentos de la vida humana. Y esto tiene
que ver con los viejos, pero también con nosotros mismos, ya que como dice Zarebski “de ser viejo nadie
se salva. Con lo que el prejuicioso termina siendo víctima de sus propios prehuicios”

9. Texto: Psicología del ciclo vital: hacia una visión comprensiva de la vida humana. Dulcey Ruiz.

Estos autores refieren que:

• La psicología del ciclo vital es más amplia que la psicología del desarrollo.

• Coherente con una visión integral del curso del ciclo vital enfatiza: la irrelevancia de la edad, los
cambios permanentes, la multidimensionalidad, la plasticidad como también la importancia del
contexto y la historia.

• Refiere al proceso de envejecimiento, a la adultez, la vejez y la muerte en el marco del ciclo vital.

• Enfatiza posibilidades relacionadas con el envejecimiento exitoso, el bienestar subjetivo y la


sabiduría, posibles de lograr mediante el aprendizaje durante toda la vida o la educación vitalicia
(permanente).

Aludir a una psicología del ciclo vital implica postular una perspectiva más amplia que la habitualmente
considerada psicología del desarrollo. Más que una teoría, se convierte en un marco de referencia de
tipo contextual y dialectico, que considera la totalidad de la vida como una continuidad con cambios,
destacando parámetros históricos, socioculturales, contextuales, y del acontecer cotidiano e individual,
como parámetros que prevalecen por sobre cualquier clasificación etaria, o en la que predomine la edad
como criterio.

La perspectiva del ciclo vital representa un intento para superar la dicotomía crecimiento/declinación,
reconociendo que en cualquier momento de la vida hay pérdidas y ganancias.

Postulados relacionados con la perspectiva del ciclo vital:

1. Ciclo vital como envejecimiento diferencial y progresivo. Envejecimiento como un proceso de


diferenciación progresiva, el cual comienza con la vida y termina con la muerte. Su complejidad
difiere de las distintas especies, individuos y épocas de la vida, y las formas de envejecer son
tantas como individuos existen.

2. Reconceptualización del desarrollo y envejecimiento. Tanto el desarrollo como el


envejecimiento tienen significados, no solo biológicos, sino culturales que, muchas veces, superan
concepciones unidimensionales, estáticas y limitantes. Desarrollo y envejecimiento han de
entenderse como procesos simultáneos y permanentes durante la vida, en los cuales se conjugan
ganancias y pérdidas, así como influencias y orientaciones.

3. Irrelevancia de la edad cronológica. Neugarten afirma, que la importancia de la edad cronológica


(constructo demográfico más que funcional) es relativa, debido a que la edad por sí misma no es
un factor causal, explicativo o descriptivo, ni tampoco una variable organizadora de la vida humana.
Es menos importante el tiempo que pasa, que lo que ocurre durante ese tiempo. Esto permite a
que cualquier clasificación de la vida por etapas, pierda importancia.

4. Revisión del modelo deficitario y de estereotipos sobre el envejecimiento y la vejez. Es


importante tener en cuenta como las expectativas de otros, influyen en el concepto que cada
persona tenga de sí misma. Esta revisión es en base a fundamentos científicos que refutan el
énfasis deficitario y las generalizaciones injustificadas y sugiere la revisión de la imagen que
tenemos de la vejez y de las personas ancianas. Los problemas relacionados con la vejez no
empiezan a una edad o a una época determinada, sino cuando se comienza a etiquetar a las
personas como “de edad madura” o como “trabajador retirado” (Lehr y Thomae). “Nos
comportamos en las situaciones y con las personas de acuerdo con la imagen que tengamos de las
mismas”.

5. Multidimensionalidad, multidireccionalidad, plasticidad y discontinuidad. Quienes comparten


la perspectiva del Ciclo Vital (Thomae, Lehr, Birren, Neugarten, Baltes, entre otros) consideran a
estos términos como rasgos característicos del curso de la existencia. Diferentes factores y
sistemas se conjugan e interactúan en disimiles direcciones, en la construcción de la vida de cada
persona: cada vida individual implica, al mismo tiempo, continuidad y discontinuidad o rupturas:
algunos aspectos se mantienen, a la vez que en cualquier tiempo surgen otros nuevos.

6. Selectividad, Optimización y Compensación (SOC). La selectividad equivale a darse cuenta de


oportunidades y restricciones específicas en los distintos dominios de funcionamiento (biológico,
social e individual) y actuar en consecuencia, ya sea diseñando en forma intencional metas
alcanzables (selección centrada en las ganancias), o cambiando metas y acomodándose a pautas
distintas (selección centrada en las perdidas) La optimización significa “identificar procesos
generales involucrados en la adquisición, la aplicación y el refinamiento de medios para el logro de
metas relevantes”. Significa optimizar la utilización de recursos necesarios para lograr cualquier
meta.

Mientras que la compensación se refiere a la posibilidad de regular las pérdidas (capacidades o


recursos) diseñando alternativas centradas en formas de superar dichas pérdidas sin necesidad de
cambiar las metas. En todas las épocas de la vida, incluso en la vejez, esto es factible, porque el
self (sí mismo) puede continuar siendo un sistema de afrontamiento y mantenimiento de la
integridad poderoso y resiliente.

7. Importancia del contexto y de la historia. Algunos autores plantean 3 conjuntos de factores que
inciden en el curso del ciclo vital: expectativas sociales relacionadas con la edad, influencias
históricas y acontecimientos personales únicos. A los dos primeros tipos de influencias se las
considera normativas, en el sentido de incidir en la conformación de una identidad social, en
términos de pertenencia a una sociedad. Las últimas (no normativas) son de carácter individual,
más no general, pero inciden igualmente en el ciclo vital de las personas.

a) Influencias normativas relacionadas con la edad y también con el género. Se refieren a


expectativas sociales que tienen en cuenta “relojes biológicos”: edad de caminar, hablar, de
la pubertad, de la menopausia; así como también “relojes sociales”: edad de ir a la escuela,
al colegio, de dejar la casa materna/paterna, de trabajar, de jubilarse, de ser independiente
económicamente, de conformar una familia, etc. Toda sociedad controla el desarrollo
individual teniendo en cuenta criterios de edad y de género. En toda sociedad se resuelven
numerosas tareas convirtiéndolas en roles de edad o de género. Sin embargo, tanto lo
biológico como lo socio-cultural son realidades cada vez más cambiantes y flexibles, y por
esto mismo, las influencias normativas en cuanto a la edad y el género van quedando
carentes de sentido.
b) Influencias normativas relacionadas con la historia. Tienen que ver con hechos históricos
que ocurren durante el ciclo de vida de una generación, los cuales tienen impacto (positivo o
negativo) en quienes la conforman. Hechos que pueden ser socioculturales o geográficos:
guerras, desastres naturales, etc.
c) Influencias no normativas, o de carácter individual. Desde el punto de vista de la psicología
social cognoscitiva, Bandura se refiere a “determinantes fortuitos del curso de la vida”
haciendo referencia a acontecimientos cotidianos, “encuentros imprevistos”, los cuales
ejercen un papel determinante en el moldeamiento de la vida posterior, inclusive
cambiando su rumbo. Algo análogo plantean Lehr y Thomae al mencionar la importancia
de investigar los “eventos críticos de la vida” cotidiana, entendidos como sucesos que
interrumpen el curso habitual de la misma y exigen reestructuraciones en las vivencias y en
el comportamiento (cambios de trabajo, de lugar, de ciudad, país).

Envejecimiento, adultez, vejez y muerte en el contexto del ciclo vital.

Vivir es envejecer. En nuestro mundo, lleno de diversidad y constante cambio, el envejecimiento es una de
las pocas características que nos definen y nos unifican a todos. (OMS)

Más allá de su significación biológica, comúnmente asociada con disminución progresiva de la capacidad
funcional orgánica, envejecer significa aumentar la edad y volverse más viejo por el hecho de haber vivido
más tiempo. Así, cada año más de vida es también un año menos que vivir.

Algunos autores diferencian entre envejecimiento primario, como proceso orgánico y envejecimiento
secundario como relacionado con aspectos psicológicos y sociales: “aunque tengo 70 años, me siento
como de 50”. A propósito de esto, un estudio realizado en España acerca de la relación entre la edad
cronológica y la subjetiva, encontró que el número de personas que consideran que su edad subjetiva
coincide con su edad cronológica, decrece a medida que se incrementa esta última. La edad es un punto
de marca, como lo transito es subjetivo.

¿Qué significa ser adulto? Ser adulto significa haber crecido. Desde la perspectiva del ciclo vital, es la
consecuencia de un proceso de desarrollo durante la vida, en el cual inciden múltiples influencias en
permanente interjuego.

Se pueden tener en cuenta diferentes criterios para señalar la adultez:

Desde el contexto socio-económico, en entornos económicos y socio-culturalmente más pobres, se


asumen más temprano en la vida los roles considerados adultos, como los reproductivos y laborales.

Desde el punto de vista psicológico existen diversos criterios, como los cognoscitivos (referidos a la
posibilidad de desarrollar un pensamiento abstracto y formal, inclusive post formal, confianza en la
intuición, posibilidad de entender y asumir las contradicciones), afectivos (posibilidad de intimidad y la
responsabilidad del cuidado, tanto de otros, como de sí mismo); morales (pensamiento autónomo y
responsable de sí mismo y de otros).

Culturalmente, la adultez se relaciona con los “relojes sociales”, así como con múltiples transiciones. La
adultez es quizá la época de la vida en que se presentan más transiciones y cambios en general, en la que
se viven más ritos de paso (salidas de los hijos del hogar, retiro del empleo formal, viudez, etc.) y en la que
pueden surgir las más diversas interacciones, así como muchos nuevos factores y posibilidades. La
definición cultural de la adultez depende de la propia historia y biografía, del contexto y del espíritu
cambiante de los tiempos.

¿Qué es la vejez? La vejez (adultez mayor), es la cualidad de ser viejo. Ser viejo significa haber
envejecido o haber vivido más que otras personas, comparativamente hablando. Sin embargo, la vejez
depende del contexto y del grupo de personas al que se refiera.

La vejez carece de límites, excepto el de la muerte y varia, no solo de un individuo a otro, sino de acuerdo
con las expectativas sociales y culturales, con la posición social y económica de la persona. (Marc Fried).
En un estudio realizado por los autores de este artículo, las categorías más empleadas para describir a las
personas viejas fueron “experiencia” y “ser cansadoras”. Casi ninguno de estos términos empleados por
otros para describir a las personas viejas (calma, edad, cansancio, seguridad, poca inteligencia) fue
utilizado por estas personas para describirse a sí mismas. Las percepciones de las personas viejas fueron
más favorables que las percepciones ajenas acerca de la vejez.

La muerte como estadio final del ciclo vital. ¿Por qué la muerte y el morir se consideran solo al terminar
de estudiar la psicología del desarrollo, y justamente después de la vejez? ¿Acaso los niños y los jóvenes
son inmortales? Este interrogante surge con mayor fuerza en un país donde por causa de la violencia se
han perdido generaciones enteras de jóvenes.

La muerte provee la clave para entender el significado de la existencia, al mismo tiempo que, la aceptación
de la propia finitud permite el crecimiento personal.

El desafío es poder pensar “patrones de envejecimiento exitoso”, en términos de salud, funcionamiento


cognoscitivo y ajuste personal positivo, en contraste con salud y funcionamiento intelectual pobres, bajo
grado de actividad social y baja moral. Lehr observa que el bienestar subjetivo o la satisfacción con la vida
durante la vejez es indicador de envejecimiento exitoso.

10. Texto: Psicología de la mediana edad y vejez. Iacub y Acrich.

Cap. I: Identidad y Envejecimiento.

Estos autores destacaran la importancia de la dimensión cultural en el proceso tanto de envejecimiento


como de vejez, ya que tendrá una incidencia directa sobre esta problemática. Además, de que ambos
estén caracterizados por cambios bio-psicológicos, resulta fundamental señalar que son interpretados a la
luz de una cultura que le da una significación en un contexto particular y cambiante.

Este capítulo hace referencia a las identidades. Dentro de las identidades se deben tener en cuenta ciertas
dimensiones, como lo cultural, lo contextual, y el cambio bio-psico-social.

Identidad viene del latín “Ídem” que alude a “el mismo”, o “lo mismo”.

La configuración de la identidad, en un sentido psicosocial, es necesaria pensarla en contextos donde la


multiplicidad de interacciones mantiene al sujeto, o a una cultura en permanente agitación y cambio.
(posición frente a las diferentes posiciones)

- Benoist construye la noción de “destotaliazación” que permite cuestionar la identidad de superficie e


investigar las estructuras profundas que la moldean, en su aspecto relacional, donde surge la
presencia del otro. Aquello que instaura un sentido de identidad es a su vez el lugar de la marca social
del grupo. Desde el punto de vista antropológico, aborda el problema de la identidad, desde el
insustancialismo dinámico, lo cual supone pensar que la identidad es un fondo virtual, indispensable
para explicar un cierto número de cosas. Esto surge desde un modelo de organización de la
experiencia humana que determina modalidades en que un sujeto se reconoce a si mismo o a su
grupo, ofreciendo con ello un sentido de continuidad del si mismo necesario para constituir un orden
subjetivo
- Freud produce un desplazamiento del yo, en tanto espacio del sujeto cognoscente, ya que se
encuentra sometido a dos amos que no le permiten sostener una identidad soberana, unitaria y
permanente.
- Lacan destacara al otro en toda elaboración de la propia identidad. El mero acto de mirarnos, desde el
esquema básico del espejo, es situarnos en relación a otro que nos da significados. Este Otro al cual
Lacan describe con mayúsculas (por el nivel de determinación que tiene sobre el sujeto) incidirá
permanentemente en nuestras autopercepciones y auto conceptos. Ciertas lecturas del otro,
particularmente en la infancia, aunque continúen a lo largo de la vida, podrán centrarnos, dándonos la
ilusión de una identidad más o menos estable y reconocible que permita enfrentar la vida sin temor de
perder el hilo subjetivo.

Los tres comparten la idea de que siempre hay otro mediante.

Se podría concluir que la identidad surge desde una necesidad en la organización de la experiencia
humana que determina un modo de auto reconocimiento aun sobre el fondo de una ausencia

La identidad narrativa para Ricoeur.

Para Ricoeur la vida nos muta, nos cambia. Todo sujeto es escritor y lector de su propia vida. Desde este
sentido, podemos pensar que la identidad narrativa acontece en su interpretación, es la propia
interpretación.
La identificación en este contexto precisa del otro en el relato, mientras que apropiarse supone un ponerse
fuera de sí, se trata de la figuración de uno mismo a través del otro, a través de la refiguración de si en el
relato.

La identidad narrativa podría considerarse como el producto inestable de la intersección y el


entrecruzamiento entre la historia y la ficción. No es precisamente lo real, lo idéntico, no es importante si
los hechos que se relatan son más o menos verdaderos, lo que se valora es que sean verosímiles en el
relato.

Este relato tiene dos características esenciales:

1. la dimensión lingüística (que le proporcionamos a la dimensión temporal de la vida),


2. la posibilidad de encadenar historias discontinuas de la propia vida que dificultarían reconocer un
sentido de identidad.

El relato posibilita la noción de identidad que le da sentido a lo disruptivo, así como articula lo propio y lo
del otro. Es a través del relato que se configura la identidad del personaje a lo largo del tempo,
construcción que requiere una historia contada, encontrando en la trama la mediación entre la
permanencia y el cambio

Todo relato para ser comprensible y verosímil debe seguir las leyes de completud: del comienzo al fin;
totalidad: debe incluir el conjunto de los elementos; y unidad de la trama: que este texto sea seguible a
través de nexos narrativos claros. De este modo, el conocimiento de sí mismo consiste en una
interpretación, mediante la cual uno se apropia del personaje.

Transformaciones y crisis frente al envejecimiento:

La noción de crisis nos indica un cambio, una modificación del status anterior

Si pensamos que la crisis transcurre en un individuo y que le afecta a este solamente, desconoceríamos
un ámbito en el cual la dinámica de la vida humana transcurre. Haciendo con ello el padecimiento
individual el principio de una patología. Pero si hiciésemos recaer la noción de crisis en lo social,
irresponsabilizariamos absolutamente al sujeto padeciente.

El termino crisis deriva de la palabra griega “krinein”, que significa separar, separación o abismo. Para los
existencialistas en los momentos de crisis se revela ante el hombre lo que este siempre había tenido ante
sí y lo desplazaba con creencias, roles e ideales sociales: la desesperación. Si el hombre se desespera es
porque está desorientado, porque ha perdido referentes sociales que lo guiaban.

Ante la inminencia de un cambio en la continuidad de cierto orden subjetivo, aparece la


desesperación ya que carecemos de recursos para ubicarnos en ese lugar y enfrentar ciertas situaciones.

Para Mc Namee, la experiencia límite de la crisis nos separa de los otros ya que nos ubica en un espacio
de significados distintos. Ante la crisis, nuestra propia significación se encuentra alterada. Nuestra
identidad fue construida desde ciertos límites que nos alojaban en un mapa conocido, ya sea por los roles
laborales o familiares. El límite significa entonces identidad, ya que nos dice quiénes somos,
diferenciándonos de aquello que no somos.

La crisis se define como una experiencia límite o una experiencia en el margen de lo aceptable. Frente a
esto, quedan dos opciones: encontrar una vía de retorno, o ir más allá penetrando en otro dominio que
incluya nuevas formas identitarias que no promuevan la sensación de exclusión.

¿Qué encontramos en el proceso de la mediana edad? Según Dittmann- Kohli no existen factores
biológicos o funcionales claramente diferenciables que permitan delimitar la mediana edad. A fines
prácticos, se define como el periodo entre los 40 y los 60/70. La elección de estas edades es producto de
las reglas en el interior de una sociedad, entre las que se ponen en juego variables socio-psicológicas,
económicas y culturales. La mediana edad puede tomarse generalmente como el inicio de la vejez y como
el punto final de la juventud o temprana adultez.
Es importante destacar la presencia de algunos cambios biológicos propios de la edad que afectan las
facultades y capacidades que interfieren directamente la ejecución de planes y obligaciones, los cuales
van a permitir reconocer al sujeto de mediana edad.

Las culturas que acentúan la edad cronológica como marcador de los periodos de la vida tienen un efecto
diferente en la reconstrucción del yo, que aquellas culturas que tienen reglas indiferentes a la edad. Lo que
es de fundamental valor es que la percepción de cambio, se relaciona principalmente con una situación de
ruptura con un cierto equilibrio anterior, que pone en juego un nuevo sentido de la identidad personal. Por
ello, se puede entender a la aparición de la mediana edad con una crisis, sin que por ello se ponga en
juego una vivencia depresogena. La conciencia de uno mismo deberá procesar la experiencia del
envejecimiento para producir un sedimento del autoconocimiento.

Ciertos autores se refieren a la mediana edad como un momento paradójico de cierta estabilización
económica y afectiva, pero a su vez, como un momento de ruptura con este equilibrio que emerge desde
las preocupaciones por los cambios corporales, en cuanto a aspecto físico, laborales u otros, que suponen
un cambio de posicionamiento personal y en relación a los otros. Factores claves que aparecen en
personas de mediana edad:

Roles familiares: Una de las temáticas más divulgadas, coincidentes con esta etapa, es el “síndrome del
nido vacío”, el cual describe la sensación de desamparo que vive la mujer ante la ida de sus hijos del
hogar. La vivencia suele describirse como de tristeza frente a la perdida, no solo de la cercanía de los hijos
sino de un rol social que justifique su existencia. El trabajo de elaboración será el de duelo, ya que deberá
ir separándose de ese espacio con el dolor que implica, al tiempo que buscar nuevos espacios personales.
La resolución dependerá de las capacidades personales, consideraciones acerca de las posiciones
relativas al género, así como de los diversos roles sociales que lleve a cabo.

La abuelidad suele aparecer como uno de los logros de esta etapa vital, ya que se logra recuperar una
posibilidad de vínculo afectivo intenso, renovar la relación con sus hijos, reparar situaciones que no
pudieron compartir con los mismos y sentir que la vivencia de finitud y de pérdidas físicas se compensa
con la continuidad que brindan los más jóvenes. También es posible hallar celos y envidia, tanto del lado
de los padres como de los hijos por perder un espacio sin sentir que los nietos sean una reparación.

Las vivencias personales: el cuestionamiento sobre el rol seguido en la vida parece hacer referencia a
un cuestionamiento existencial sobre el cómo seguir y hacia dónde. La preocupación por el cuerpo
envejecido toma un lugar especial, particularmente a nivel estético. Pero, por otro lado, la menopausia,
más allá de sus molestias, las libera del miedo a quedar embarazadas. En los hombres la preocupación
sobre el incremento de la presión en sus trabajos o, un hastió o aburrimiento en sus trabajos y el
sentimiento de estar prendido con alfileres en un camino que tanto puede llevar al éxito como al fracaso.
También otra categoría es el desempleo, tanto su temor como sus consecuencias.

Crecimiento del yo existencial:

Una característica de la mediana edad es la percepción emérgete del sí mismo con una existencia
temporal y dependiente de su propio cuerpo. Estos aspectos se vuelven cada vez más frecuentes en los
pensamientos, contenido sentimental, y en las propias narrativas.

El yo físico

Dos de las cinco dimensiones que Amery utiliza en su ensayo sobre la experiencia de la edad en la
sociedad actual tratan aspectos de la identidad en la mediana edad.

1. La primera dimensión se refiere a los periodos de la vida y el paso del tiempo.


2. La segunda dimensión se relaciona con las observaciones acerca de cómo la edad física incide en
el cuerpo y la apariencia física.

El yo físico se relaciona con la tarea de adaptación a la edad biológica. Desde el comienzo hasta el final
del periodo de la mediana edad, el paso de la edad biológica se experimenta con más fuerza y resultan
más frecuentes en el relato.
El yo temporal

Se refiere al incremento que realiza el sujeto, de referencias temporales para dar cuenta de su identidad.

- Una primera parte trata sobre el aumento de las expresiones lingüísticas sobre referencias temporales
en los diversos aspectos del yo y de la vida.
- Una segunda parte trata de los descubrimientos acerca del aumento de los contenidos y cantidad de
declaraciones acerca del pasado y anticipaciones futuras del yo y de la vida.

Ambas categorías narrativas muestran los indicadores que Withbourne denomino construcción del curso
de vida.

La identidad temporal se conecta con la experiencia del movimiento a través del ciclo de vida y del saber
acerca de la mayor proximidad a la fragilidad y la muerte

Memorias autobiográficas y reminiscencias

El pasado del yo comprende todos los pensamientos relacionados claramente con el pasado biológico de
una persona. La mediana edad es el momento en que el pasado de uno es largo y una considerable parte
de la vida se ha materializado. El concepto del yo incluye muy fuertemente los eventos pasados y los
procesos o tiempos de la vida

Perspectiva futura

Los informes personales dirigidos hacia el futuro muestran un aumento gradual en la anticipación del
proceso de la edad, el futuro parece más inminente

Identidad en el trabajo

Para la mayoría, la identidad laboral es un aspecto central de la vida. Según Gollwtzer y Kirchhof, la
identidad laboral puede verse amenazada en la temprana y en la tardía mediana edad. Bajo tales
circunstancias, y debido a que se encuentran conectados a las limitaciones en los objetivos personales,
pueden afectar la autoestima y la satisfacción de la vida.

Las diferencias de genero tienen su mayor impacto en la mediana edad. Las mujeres de mediana edad
con altas aspiraciones laborales encuentran barreras para alcanzar posiciones de mayor jerarquía.

La expectativa de retiro laboral puede afectar por diversas vías y de maneras distintas. Por un lado, la idea
de retiro impone límites a la proyección del sujeto el cual puede verse como un trabajador envejecido en
etapas aun de plena mediana edad. Por otro lado, es bueno considerar que la jubilación suele ser
deseada y en esto existen fuertes diferencias de género y especialmente de clase social.

La perspectiva de Neugarten

Desde una perspectiva fenomenológica describe tres características claves de este momento: el
incremento de la interioridad, el cambio en la percepción del tiempo y personalización de la muerte.

1. El incremento de la interioridad supone una mirada introspectiva frente a alguna limitación personal,
implica un balance acerca de lo que uno fue, acentuándose fundamentalmente la función de la
memoria como defensa y por eso aparece la reminiscencia.
2. El cambio en la percepción del tiempo es la inversión que se produce al pensar el futuro como lo que
me queda por vivir, lo que queda por cumplir.
3. La personalización de la muerte aparece como la apropiación de un saber que siempre estuvo, aunque
ni aparecía como cierto.

Teorías perspectivas y enfoques psicológicos y sociales sobre el envejecimiento y la vejez.

Las teorías presentadas a continuación han buscado comprender los cambios que sucedían a lo largo del
envejecimiento y la vejez.
Toda teoría surge impregnada de significaciones, creencias y valores culturales que influyen directamente
en las expectativas de las personas acerca del envejecimiento, así como sobre sus metas, decisiones y
trayectorias en la vida.

En el caso de la vejez ciertas teorías conciben que en esta etapa de la vida existir un proceso de
desapego y la persona mayor reduce sus actividades y compromisos mientras la sociedad estimula la
segregación. En estos casos, no hacen más que producir y reproducir prejuicios respecto a la vejez que
aún al día de hoy siguen vigentes.

El problema surge cuando estas teorías se derivan de estereotipos que ponen de relieve los cambios y
faltas en vez de la continuidad. Las teorías construyen trayectorias vitales, tienen influencia en lo que
creemos que significa envejecer y tiene influencia en la autoevaluación llevando muchas veces a
percepciones distorsionadas sobre el propio envejecer.

La mayor crítica es que esta teoría surge en el marco de lo esperable. De las expectativas de lo que se
cree que el viejo debe hacer. BUSCAR EN SALVAREZZA

En la ‘Teoría de la actividad’, podemos rastrear las raíces de la noción de envejecimiento activo. Esta
teoría propone que la participación activa y constante en actividades sociales, son las que mantendrán un
auto concepto positivo en la persona. Pero envejecimiento activo, no significa que realizando gran
cantidad de actividades físicas o sociales o que interactuando con muchas personas tendremos mayor
nivel de bienestar; significa que aquellas actividades que hagamos están ligadas a los deseos,
necesidades y posibilidades, que esa actividad tendrá un sentido particular para quien la haga. Implica que
el sujeto estará en posición activa frente a su deseo.

Aún existe el mito de que “las personas mayores no pueden cambiar”, siendo esto un prejuicio de que
existe una rigidez a nivel del carácter y las actitudes, y de que ya no hay tiempo para realizar estos
cambios o que no tienen sentido. Pero debemos poner en cuestión todos estos prejuicios que exceden el
marco de lo lógico en la actualidad.

Esta teoría tiene determinaciones muy importantes en la configuración de la identidad en la vejez.


Teniendo en cuenta los postulados de esta teoría. Las carencias de estas formas de integración social,
debido a carencias en el intercambio de los bienes, produce falta de integración en su comunidad, quita
sentido a la vida, genera depresión y estrés.
La perspectiva psicoanalítica: El narcisismo.

Sobre el concepto.

Alguna de las definiciones más importantes del narcisismo se encuentra referidas a una fase evolutiva del
sujeto psíquico, a la representación del mismo, el modo de relación erótica que se entabla consigo mismo,
o incluso a ciertas derivaciones que aluden a la autoestima.

El narcisismo primario remite al narcisismo de los padres, al monto de cargas libidinales de los que se
hacen objeto al niño, a través de los ideales y deseos que le prefieren. Actualiza como el estado primario
en el que el niño carga sobre sí o se le hace objeto de toda la libido, sin saber si se trata del narcisismo de
los padres o del niño ya que este último no tendría una capacidad cognitiva para comprenderlo.

El Narcisismo secundario se concibe como un segundo tiempo, es decir una vez que un sujeto carga
libidinalmente a su objeto, pudiendo haber un retorno de las cargas sobre el yo o sobre sus fantasías.

El punto de vista de Freud es que el retorno de la libido objetal produce una sensación de malestar o
displacer, de hecho, los llama estasis libidinal, refiriéndose a un estancamiento.

Existen factores sociales que inciden en el modo de comprender los narcisistas según valores y rasgos
ideales de cada momento histórico. Las condiciones sociales reinantes intensifican el narcisismo
preexistente en cada uno de nosotros en grados diversos.
Es necesario señalar cuando Pensamos la incidencia de lo social sobre el sujeto, el margen de suministros
narcisistas que puede obtener un viejo cuando una sociedad es incapaz de brindarle un lugar simbólico
valorado no abriéndole con ello vías para la identificación con los ideales actuales.

El desamparo como un eje del psiquismo humano.

A través del desarrollo de Freud y Lacan buscaremos comprender algunos aspectos de la clínica con
viejos en los que hayamos la sensación de ya no ser deseables para el otro.

Freud entendía el desamparo como uno de los ejes del futuro psiquismo del ser humano, ya que esta
prematuración inicial hacía a la dependencia del niño hacia su madre.

Además de los aspectos de omnipotencia infantil de escritos por el psicoanálisis kleiniano, desde el
psicoanálisis lacaniano se revelará otro aspecto. El capricho se invierte, apareciendo más del lado del Otro
con mayúscula (madre, padre o quienes lo encarnen) que del lado del niño.

Así la prematuración y el desamparo se presentan bajo una nueva luz surgiendo como la posibilidad de
estar sin recursos frente a la presencia amenazante del otro. La experiencia traumática se sitúa
precisamente allí donde el sujeto se queda sin recursos frente al Otro.

La relación yo - otro imaginario, emerge como aquello que permite hacer frente, defenderse del
desamparo, del trauma que es el Enigma del deseo del otro, expresado más simplemente como un ¿"que
quiere el otro de mí?" Por eso Lacan dice que el sujeto se defiende con lo suyo, es decir con la suma de
imágenes, ideales y galas narcisistas que esta representación (el yo) contiene y que considera
particularmente importante en relación con la vejez. Entonces de qué manera se defiende el sujeto cuando
piensa que su cuerpo ya no puede ser engalanado o que su capacidad está deteriorada.

La metamorfosis por la que tiene que pasar el yo dará cuenta de un proceso esperable en relación a los
ideales sociales y a la propia relación con el otro. Una de las formas es a través de la rigidificación
(narcicismo insuficiente) donde no se puede libidinizar el cuerpo propio. Por otro lado, aparece también el
narcisismo suficiente cuando si se puede llegar a libidinizar el cuerpo propio que habilite a otros espacios
de deseo.

Este proceso es siempre dialéctico, será necesario otro que da lugar al deseo. En la vejez hallamos que
esta ilusión frente al espejo puede devenir en ruptura más que encuentro.

La carencia de representaciones positivas en torno al cuerpo de los viejos genera una dificultad en
sostener una representación deseable de sí mismos.

11. Texto: Psicogeriatría Teoría y Clínica. Salvarezza.

Cap. I: Viejismo: los prejuicios contra la vejez.

La vejez es un sistema conflictivo para todos. El grado de conflicto que representa para cada uno (jóvenes
y viejos mismos) y las conductas defensivas que se adopten para evitarlo están determinados por la
historia personal, la cual habrá ido sedimentando a través de experiencias, fantasías y represiones en una
ideología general sobre lo que es la vejez, cuáles son sus causas y consecuencias, y sobre cuál es la
mejor manera de comportarse frente a ella.

Esta ideología determinada por nuestra inserción sociocultural permanece inconsciente para nosotros, y
solo es posible detectarla a través de los aspectos cc de la misma, es decir, observando la conducta
cotidiana y reiterada que se utiliza en el trato directo con las personas viejas. Forma parte de lo que se
llama “nuestro carácter”, peor está determinado por aquellas ideologías. Es preciso hacer cc esta ideología
para evitar que podamos transformar una pretendida actitud terapéutica iatrogénica.

Las dos teorías.

Hay dos formas prevalentes de enfocar la problemática de la vejez y ambas se contraponen.


● Teoría del desapego: A medida que el sujeto envejece se produce una reducción de su interés vital por
las actividades y objetos que lo rodean, lo cual va generando un sistemático apartamiento de toda clase de
interacción social. Gradualmente, la vida de las personas viejas se separa de la vida de los demás, se van
sintiendo menos comprometidas emocionalmente, con sus problemas ajenos y están cada vez más
absortas en los suyos propios y en sus circunstancias. Este proceso no solo pertenece al desarrollo
normal, sino que también es buscado y deseado por el individuo, apoyado en el declinar de sus
capacidades sensoriales. Al mismo tiempo, este distanciamiento afectivo lo pone a cubierto de
confrontaciones con objetos y situaciones que le plantean problemas de difícil solución, y que cuando no
puede hallarla le engendran cuadros de angustia. Este desapego cumple una función social importante al
no inferir, o más bien permitir, un adecuado desarrollo económico de las generaciones más jóvenes.

Esta teoría sostiene:

• Es un proceso universal, es decir, ha ocurrido y ocurre en cualquier cultura y tiempo histórico.

• Es un proceso inevitable, porque está apoyado en procesos psicobiológicos.

• Es intrínseco, no está condicionado ni determinado por variable social alguna.

• La conducta de los viejos debe inducir o favorecer un apartamiento progresivo de sus actividades
como un paso de preparación necesaria para la muerte.

Hay muchas críticas a esta teoría del desapego, que pueden agruparse convenientemente en tres clases:
prácticas, teóricas y empíricas.

⎯ La práctica es que, creyendo en esta teoría, uno se inclina a adoptar una política de segregación o
indiferencia hacia los viejos o desarrollar una actitud nihilista de que la vejez no tiene valor.

⎯ La crítica teórica es que la teoría del desapego no es un sistema en sentido científico, sino una
prototeoría.

⎯ La crítica empírica es que la evidencia usada para soportar la teoría es inadecuada o, aún más, no
cierta.

Autores propusieron modificar la teoría y redefinir el desapego como un simple proceso más que como una
teoría del envejecimiento óptimo, pasando a construir solamente una de las formas posibles. En un
estudio, se demostró que, en un entorno positivo, la gente vieja generalmente prefiere la actividad y los
contactos sociales informales más que el desapego. Sugiere que algunas conductas de los viejos son el
resultado de conductas adversas del entorno más que elementos constitutivos propios de la edad.

Los viejos deben permanecer activos tanto tiempo como les sea posible y, cuando ciertas actividades ya
no son posibles deben buscarse sustitutos para ellas. La personalidad previa del viejo debe servir como
llave para comprender las reacciones de los cambios biológicos y sociales que se producen con la edad.

● Teoría del Apego: Para que la vejez no sea una parodia ridícula de nuestra existencia anterior no hay
más que una solución, y es seguir persiguiendo fines que den un sentido a nuestra vida: dedicación a
individuos, colectividades, causas, trabajo social o político, intelectual, creador. Lo deseable es conservar
a una edad avanzada pasiones lo bastante fuertes como para que nos eviten volvernos sobre nosotros
mismos. La vida conserva valor mientras se acuerda valor a la de otros a través del amor, la amistad, la
indignación la compasión. Cuando se invoca la disminución de las capacidades sensorio motrices como
argumento de apoyo que sostiene la teoría del desapego, se está cometiendo el error común de juzgar las
posibilidades de satisfacción que pueden obtener los viejos en sus actividades con la óptica comparativa
de las personas más jóvenes.

La insatisfacción y la angustia consecuente solo sobrevendrá en aquellas personas que permanezcan


preocupadas en una situación competitiva con el recuerdo de sí mismos cuando eran jóvenes. El secreto
del buen envejecer estará dado por la capacidad que tenga el sujeto de aceptar y acompañar estas
inevitables declinaciones sin insistir en mantenerse joven a cualquier precio, y esto no quiere decir que se
renuncie, sino todo lo contrario, sino que hay que mantener una lucha activa para obtener el máximo de
satisfacción con el máximo de las fuerzas de que en cada momento se disponga. El que ha sido gran
tenista en su juventud, en su vejez jugará al golf, pero seguirá siendo deportista.

La juventud no vuelve y jamás hay que alentar falsas expectativas que siempre están destinadas al
fracaso y que encierran la crueldad del desengaño. La única posibilidad de éxito es luchar contra el
enemigo presente y no contra el fantasma del pasado.

Si aceptamos estas premisas, nuestra conducta hacia los viejos será la de tratar de que estos se
mantengan apegados a sus objetos y actividades la mayor cantidad de tiempo posible, y cuando no, tratar
de encontrar sustitutos derivativos. Esta será la única forma de hacerles sentir que la vida aún vale la pena
vivirla. La queja mayor que manifiestan los viejos es la pérdida de roles sociales y la dolencia más
extendida es la depresión, cuyas causas son la segregación o la pérdida de objetos reales o fantaseados
considerados necesarios para satisfacer un deseo.

2. Prejuicios contra la vejez:

La vasta mayoría de la población de todas las culturas tienen un cúmulo de conductas negativas hacia las
personas viejas, icc algunas veces, pero muchas cc y activas. Esto se denomina viejismo.

Por lo tanto, el termino viejismo define el conjunto de prejuicios, estereotipos, y discriminaciones que se
aplican a los viejos simplemente en función de su edad. Son comparables a los prejuicios que se
sustentan contra las personas de distinto color, raza o religión, o contra las mujeres en función de su sexo.
La diferencia radica solo en el hecho de que los viejos no poseen ese estado en razón de su nacimiento
en un medio determinado, sino que lo adquieren en razón de la acumulación de cierto número de
cumpleaños.

Hay otro término que es la gerontofobia que se distingue del viejismo. Este término se refiere a una más
rara conducta de temor u odio irracional hacia los viejos, de manera que es menos abarcativa y debe ser
incluida dentro del viejismo y no usarla como sinónimo.

Los prejuicios contra la vejez, como cualquier otro perjuicio, son adquiridos durante la infancia y luego se
van asentando y racionalizándolo durante el resto de la vida de los seres prejuiciosos. Son el resultado de
identificaciones primitivas con las conductas de personas significativas del entorno familiar y, por tanto, no
forman parte de un pensamiento racional adecuado, sino que se limitan a una respuesta emocional directa
ante un estímulo determinado. Estos quedan sumergidos en el icc, y a los individuos prejuiciosos les
resulta difícil reconocer estas cuestiones. Las personas prejuiciosas muestran una llamativa disociación en
sus conductas, pues al serles requerida una explicación sobre su manera de comportarse la dan en
términos lógicos y adultos, en tanto que sus respuestas emocionales muestran una sobre-exageración
irracional de la ansiedad, desesperación, temor o furia que corresponden a patrones de conducta infantiles
de respuesta a estímulos externos difíciles de controlar.

Los niños observan que la vejez va asociada con declinación mental y física. Ven en sus abuelos la
pérdida de la vitalidad, un declinar del vigor mental y del atractivo corporal. También se encuentra la
pérdida de la suavidad y textura de la piel y las modificaciones físicas asimétricas. Se agregan otros
cambios como la perdida de cabello, arrugas y tristeza de la mirada. La persona en desarrollo ve estos
cambios indeseables que acompañan a la vejez e icc rechaza tanto el proceso de envejecimiento como a
las personas que son portadoras de él. Los discapacitados son identificados los viejos.

El viejismo está internalizado de tal manera que les es sumamente difícil reconocerlo cc y brinda la base
de la institucionalización de la teoría del desapego.

Los psiquiatras son pesimistas con respecto al tratamiento de los pacientes viejos. Aquellos consideraban
a estos menos interesantes como pacientes que a jóvenes con iguales síntomas. El
groupfortheadvancement of psychiatry enumeró en 1971 algunas de las razones de las actitudes negativas
de los psiquiatras para trata a las personas viejas:

⎯ Los viejos estimulan a los terapeutas temores sobre su propia vejez.

⎯ Reactualizan en los terapeutas conflictos reprimidos en relación con sus propias figuras parentales.
⎯ Los terapeutas piensan que no tiene nada que ofrecer a los viejos porque cree que estos no van a
cambiar su conducta o porque sus problemas están relacionados con enfermedades cerebrales
orgánicas intratables.

⎯ Creen que no vale la pena hacer el esfuerzo de prestar atención a los psico dinamismos de los viejos
porque están muy cerca de la muerte.

⎯ El paciente puede morir durante el tratamiento, lo cual afecta el sentimiento de importancia del
terapeuta.

⎯ Los terapeutas se sienten disminuidos en su esfuerzo por sus propios colegas. Se escucha decir que
los gerontólogos o los geriatras tienen una preocupación morbosa por la muerte: su interés por los
viejos es o enfermizo o sospechoso.

Un viejo frente a nosotros es como una especie de espejo del tiempo, y como todo sabemos el destino que
la sociedad impone a la vejez -desconsideración, rechazo, aislamiento, explotación y deposito en sórdidos
lugares a la espera de la muerte- nos provoca angustia frente a este futuro posible y nos impulsa a
escaparnos de ella, elegimos no atenderlos. Deberíamos incluirnos dentro de un proceso evolutivo y
pensarnos viejos nosotros mismos. Nos negamos a reconocer el viejo que seremos.

El enfrentamiento valiente y decido – no gerontofóbico- Nos puede permitir un principio de solución para
poder actuar operativamente en este difícil terreno. En unas experiencias que se cuenta en el libro sobre
cómo se atendían a los viejos, se explicita lo siguiente: “nosotros éramos los jóvenes que atendíamos a los
viejos, pero sin mezclarnos con ellos. La vejez venía una vez por semana a visitarnos, y después se iba,
pero nosotros seguíamos siendo jóvenes todo el tiempo.” Allí aprendieron que la vejez no es algo
abstracto que está allá, en el futuro y que nos ha de alcanzar algún día, día que por procedimientos más o
menos mágicos podríamos alejar a voluntad. Allí aprendimos también que algunos de nuestros órganos
comienzan a envejecer a los siete años, y que muchas de nuestras capacidades físicas alcanzan su punto
máximo de desarrollo a los 25 años y que a partir de allí comienza su declinación. Aprendimos que la vejez
no es algo que está allá, fuera de nosotros, en el futuro, sino que es presente, actual y que la llevamos
dentro activamente. Por lo tanto, era artificial la diferenciación entre pacientes viejos y terapeutas jóvenes,
puesto que todas formábamos un conjunto de seres humanos en proceso activo de desarrollo que integra
simultáneamente diversos momentos, y con las contradicciones propias de esta diversidad. Tomas
conciencia de esta realidad personal es la herramienta fundamental que permitirá que nuestro accionar
profesional se desarrolle científicamente en lugar de formar parte de una nebulosa visión prejuiciosa de la
vejez.

(Tres aspectos de fundamental importancia)

* Los viejos en nuestra sociedad son discriminados por su edad. Esto se llama viejismo. Las personas
víctimas del viejismo se consideran desde el punto de vista social como enfermas, seniles, deprimidas.
asexuadas. pasadas de moda y una multitud de rótulos descalificatorios más. El viejismo lleva a las
generaciones jóvenes a ver a los viejos como diferentes, a no considerarlos como seres humanos con
iguales derechos y, lo que es peor., no les permite a ellos (los jóvenes) a identificarse con los viejos.
Resultado: se tiende a ver la vejez como algo que no nos pertenece. como algo que está allá, en un futuro
muy lejano y, por lo tanto, al no sentir que nos concierne, no nos permite prepararnos para enfrentar
nuestro propio envejecimiento.

*Teoría del desapego: hay que ubicarla dentro del contexto histórico en donde surgió, esto es, que daba
cuenta del problema de adaptación de las personas viejas de la década de 1950, en una situación social
mucho más adversa que la de 1980, tanto respecto de los beneficios previsionales estatales, como del
cambio de las actitudes sociales hacia ellas. Tal vez en aquella época había mucha gente que quería
desapegarse, cosa que no ocurre en la actualidad. Hoy, después de 30 años de investigaciones, está claro
que el desapego no es ni natural ni inevitable, y cuando ocurre es por la falta de oportunidades que la
sociedad brinda a los viejos para que puedan seguir ejerciendo sus roles sociales con un buen grado de
compromiso.

*Para entender adecuadamente la interacción sociopsicológica de la transición que va de la mediana edad


hacia la vejez, hay que referirse a los conceptos sobre el factor tiempo. Todos los individuos, no importa el
grupo social al que pertenezcan. desarrollan la idea de un "ciclo vital normal y esperable", es decir, que
ciertos eventos deben ocurrir en determinados momentos de la vida, y que un reloj mental interno les va
señalando si "están en tiempo" o si están "fuera de tiempo". El llegar a los 40, 50 o 60 años no es en sí
mismo tan importante, sino más bien el preguntarse ¿estoy haciendo lo que corresponde a mi edad?"
Desde esta perspectiva se puede argumentar que los eventos normales y esperables no deben
constituirse en sí mismos en "crisis" y que debe reservarse este término para aquellos que no son
esperables o que alteran el ritmo y la secuencia del ciclo vital. Desde esta perspectiva, la psicología del
ciclo vital no es la psicología de las crisis de la conducta, sino la psicología del tiempo.

En el proceso de envejecimiento los factores psicológicos, biológicos y sociales, más que pensarlos como
actuando unos sobre otros, hay que verlos en la totalidad de su interacción y en las resultantes,
entendiendo por esto último el envejecimiento individual.

Las consecuencias del incremento de la interioridad es que la preocupación por el mundo interno se
intensifica, las investiduras emocionales sobre personas y objetos del mundo externo decrecen, la
disponibilidad para distribuir actividades y afectos en las personas del entorno se reducen, es el momento
del movimiento desde el mundo externo al mundo interno. Hay que verlo como el resultado de la
disociación que produce el conflicto de envejecer o ciertas situaciones vitales dentro del proceso de “ser
viejo”. Este repliegue sobre sí mismo tendrá las características de reminiscencia, donde se conseguirá la
integridad del sujeto o adquirirá la forma de nostalgia, y al no poder la integridad se transforma en
desesperación, el narcisismo pasa a ser la consecuencia y no la causa del incremento de la interioridad,
por ende, reminiscencia y nostalgia no son lo mismo.

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