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CONSTRUIR LA NACIONALIDAD: HÉROES, ESTATUAS Y FIESTAS PATRIAS, 1887-

1891*. LILIA ANA BERTONI

En 1887, La Prensa elogió a Pablo Pizzurno, director de la escuela del primer


distrito, por organizar una conmemoración patriótica en la que reunió a los niños
de la escuela para explicarles el significado de la fecha del 25 de Mayo y enarboló
una bandera nacional. Durante la celebración, los niños recitaron versos patrióticos
y cantaron el himno nacional, haciendo de la fiesta un evento hermoso. La nota del
diario revela varios aspectos importantes. En ese año, las celebraciones de fechas
patrias no eran actividades regulares en las escuelas, sino eventos excepcionales.
Además, enarbolar la bandera aún no se había convertido en una tradición ritual en
esas fechas. La falta de animación y entusiasmo en las fiestas patrias preocupaba a
la sociedad. La iniciativa de Pizzurno para revivir el fervor patriótico entre los
niños fue destacada por el periódico, ya que se veía como una forma de revitalizar
las celebraciones públicas oficiales. La participación de los escolares podía
despertar el amor por la patria en ellos y contagiar al resto del pueblo con la misma
emoción.

Desde 1887, se realizaron esfuerzos para revitalizar las fiestas patrias, lo que
llevó a la organización de grandes celebraciones conmemorativas y la construcción
de monumentos y museos. Las escuelas jugaron un papel crucial en este proceso al
convertirse en un ámbito para la ritualización de las celebraciones y la enseñanza
de la historia, contribuyendo a la conservación selectiva de la tradición patria. En
ese período, la sociedad argentina experimentó una transformación profunda
debido al rápido crecimiento de la inmigración. El aumento de la población
extranjera generó tensiones y preocupaciones sobre la identidad cultural y la
nacionalidad de la nación. La respuesta a estas inquietudes se encontró en la
nacionalidad, que se consideró un elemento unificador y un pilar para afirmar la
soberanía nacional. La escuela y las fiestas patrias se convirtieron en instrumentos
decisivos para encarnar y consolidar la nacionalidad respaldada en la tradición
patria. Estos esfuerzos buscaban contrarrestar la disgregación interna y reafirmar
la identidad de la nación frente a las amenazas externas.

LAS FIESTAS EN LA GRAN ALDEA


Hace más de diez años, las celebraciones patrias eran eventos populares
llenos de entusiasmo y diversión para el público. Se anunciaban actividades como
carreras de sortijas, palos enjabonados, exhibiciones circenses, ascensiones en
globo y fuegos artificiales. El payaso era una figura central y querida en estas
festividades. Sin embargo, a partir de la década del ochenta, se observó un cambio
en las celebraciones. La presencia del Estado se volvió más notoria, y se priorizó un
ceremonial más solemne, alejándose de la diversión y participación popular.
Aunque hubo intentos de mantener el fervor patriótico, la falta de emoción del
público se hizo evidente, y las fiestas patrias perdieron su carácter festivo y alegre.
La ciudad se convirtió en un lugar indiferente a estas conmemoraciones, lo que
generó preocupación entre los organizadores.

LA BABEL DE BANDERAS
Las celebraciones de distintos grupos inmigratorios cobraron importancia y
entusiasmo a medida que aumentaba su presencia en el país. A diferencia de años
atrás, las fiestas de los extranjeros se volvieron más elaboradas y participativas. En
particular, las fiestas patrias de los italianos tuvieron un gran crecimiento, con
desfiles, banderas y antorchas, y la participación de otras nacionalidades. Sin
embargo, estas celebraciones también generaron tensiones con la élite local, ya que
temían que la cultura extranjera pudiera desplazar lo nacional. La lucha por la
supremacía simbólica en el espacio público se volvió un campo conflictivo, con una
decidida acción para recuperar el terreno amenazado por la creciente presencia de
inmigrantes.

LOS ESCOLARES DESPIERTAN EL SENTIMIENTO DE NACIONALIDAD


En julio de 1887, los escolares participaron por primera vez en los actos
oficiales de la celebración de la independencia, cantando el Himno Nacional en la
plaza. A pesar de algunas dificultades en la organización, la convocatoria fue un
éxito. Al año siguiente, en 1888, se consolidó la participación de los escolares en las
festividades patrias, organizándolos en batallones militares con uniformes y
armamento proporcionados por el Consejo Nacional de Educación. Estos batallones
infantiles se convirtieron en una atracción popular y fueron vistos como una forma
de fomentar el sentimiento de nacionalidad entre los niños. Se buscaba inculcar en
ellos un fuerte espíritu patriótico y un sentido del deber hacia la patria. Aunque la
idea de los batallones infantiles era reciente y se inspiraba en una tradición
francesa, se intentaba conectar su participación con el nacimiento de la patria para
otorgarle legitimidad y prestigio.

LAS CARTAS DE CIUDADANÍA SON UNA FICCIÓN ABSURDA


La élite dirigente buscó fortalecer la nacionalidad a través de la
naturalización de los extranjeros, otorgándoles plenos derechos políticos para que
se sintieran incorporados a la vida nacional. Sin embargo, surgieron divergencias
entre los grupos sobre cómo llevar a cabo este proceso. En 1887, un proyecto de
rápida naturalización generó entusiasmo, pero se desvaneció debido a las
diferentes interpretaciones. En 1890, cuando se retomaron los proyectos, los
extranjeros reclamaron derechos políticos sin distinción entre ciudadanos
argentinos y extranjeros, lo que preocupó a la élite dirigente sobre la soberanía del
país. Para contrarrestar esto, se impulsó la construcción de una "nacionalidad
argentina" como un argumento para afianzar la soberanía y unificar a la sociedad
diversa. Hubo un enfoque en controlar las actividades culturales de las asociaciones
y escuelas extranjeras para definir la pertenencia a una nacionalidad. La élite
comprendió que el proceso cultural no podía dejarse al azar y que era necesario
actuar para preservar la identidad nacional.
LA REACCIÓN DEL ESPÍRITU PÚBLICO: LOS FESTEJOS DE 1889
En las fiestas del 25 de Mayo de 1889, los escolares fueron nuevamente el
centro de atención. Ochocientas niñas vestidas de blanco cantaron el Himno
Nacional en la Plaza de Mayo, mientras los alumnos de las escuelas desfilaron y los
batallones infantiles realizaron evoluciones marciales. Ese año, debido a la visita
del presidente de Uruguay, los festejos alcanzaron un brillo excepcional con una
gran procesión cívica en homenaje al general Eustaquio Frías, que buscaba unir a la
sociedad en torno a un héroe patrio. La celebración fue vista como la más grande
manifestación de patriotismo hasta entonces, y la participación de los extranjeros
en ella reafirmó el sentimiento de nacionalidad argentina. Además, la procesión
cívica sirvió como plataforma para la protesta política contra el régimen de Juárez
Celman, y los líderes de la oposición se unieron a la manifestación. El clima de
patriotismo y protesta política marcó el inicio de los próximos sucesos políticos.

LA REACCIÓN DEL ESPÍRITU PÚBLICO: LA CONSTRUCCIÓN DE LA TRADICIÓN


PATRIA
El texto trata sobre la reacción del espíritu público en la construcción de la
tradición patria en Argentina. Se menciona que la sociedad participó en una gran
manifestación patriótica con el propósito de recordar el pasado y premiar a los
viejos, además de estimular a los jóvenes para acercarlos al pasado argentino y
crear un sentimiento de ciudadanía-nacionalidad. Se destaca la importancia de
encontrar formas adecuadas para que los héroes y epopeyas históricas se encarnen
en la sociedad. Se menciona que la escuela tenía un papel modesto en este sentido,
ya que no podía incorporar a toda la población infantil y la historia se enseñaba
solo en los grados superiores.

La construcción de monumentos y estatuas, así como la creación de un


museo histórico nacional, se convierten en una forma de rescatar y difundir el
pasado patriótico. También se menciona la definición de símbolos patrios y la
imposición de su uso en la sociedad, como la bandera nacional y el Himno
Nacional.En general, se resalta la necesidad de encarnar la tradición patria en
prácticas cotidianas, ámbitos sociales y formas de expresión para fomentar el
sentimiento nacional y construir una identidad compartida. Se aborda la lucha por
establecer una única forma de los símbolos nacionales, como el escudo y la
bandera, y la importancia de consolidar un sentimiento de patriotismo en la
población para preservar la unidad nacional frente a la diversidad de orígenes de la
población argentina.

SAN MARTIN Y LA REPÚBLICA ENCABEZAN EL GRAN DESFILE PATRIÓTICO


En 1890, se decidió dar un brillo especial a las fiestas patrias en Argentina. Se
organizaron homenajes para una reliquia viviente, Julián Ponce, trompa del
ejército de los Andes. Se buscaba que la ciudad se cubriera de los colores celeste y
blanco del pabellón nacional.
La comisión liderada por Benjamín Zorrilla y el Club del Progreso resolvió realizar
una gran apoteosis del general San Martín en el teatro de la Ópera, con la presencia
de autoridades, guerreros de la independencia y escritores de la Historia Nacional.
Los festejos del 9 de julio debían ser espectaculares. Se dispuso el
embanderamiento de la ciudad y se alentó a la población, especialmente a los
estudiantes, a unirse a la fiesta patriótica. La situación política se complicó con la
consolidación de la oposición al gobierno y el movimiento de extranjeros que
pedían derechos políticos sin naturalización. También emergieron problemas
sociales y una política de control de inmigrantes peligrosos.

En 1891, el Centro Político Extranjero ganó fuerza, y la celebración del


Primero de Mayo generó conflictos y represiones policiales. Se intentó que los
festejos de mayo y julio fueran brillantes, y la ciudadanía se comprometió con el
embanderamiento y la participación en los actos patrióticos.El programa de los
festejos incluyó bendición de pabellones, procesiones de antorchas y un
espectacular desfile patriótico con carro triunfal y representaciones de San Martín,
La Libertad y las provincias. En los años siguientes, las fiestas patrióticas
adquirieron gran importancia y se volvieron una tradición en Argentina. Las
instituciones más destacadas asumieron la responsabilidad de darles brillo y
prácticamente todas las instituciones representativas y colectividades extranjeras
participaban en ellas. Esto mostró una nueva actitud militante de la ciudadanía
hacia las manifestaciones públicas nacionales.

LA TRADICIÓN PATRIA EN LAS ESCUELAS


A partir de 1886, el Consejo Nacional de Educación en Argentina se enfocó en
organizar las escuelas primarias comunes y promover la obligatoriedad escolar. Se
orientó hacia una educación nacional con planes de estudio centrados en la
formación de la nacionalidad y la promoción del sentimiento patrio. En mayo de
1889, se estableció la celebración de las fiestas patrias en las escuelas. Se buscaba
inculcar en los niños el sentimiento nacional desde temprana edad y se destinaron
días específicos para lecturas, recitaciones y cantos patrióticos relacionados con la
Revolución de Mayo y la Independencia. La enseñanza de la historia patria adquirió
importancia, y el Monitor comenzó a publicar artículos y discursos sobre temas
históricos. Se enfatizó la necesidad de que la escuela sea eminentemente argentina
para neutralizar la influencia extranjera en los escolares, ya que la mayoría de ellos
eran hijos de inmigrantes. La escuela se convirtió en un instrumento importante
para la construcción de la nacionalidad, formando hábitos y transmitiendo valores.
Se buscó impulsar una hegemonía nacional en el campo educativo, controlando las
actividades de los grupos extranjeros y promoviendo la enseñanza de la historia y
la adhesión emocional a la patria. La construcción de la nacionalidad fue vista como
una forma de fortalecer la cohesión social y afirmar la soberanía de la nación en un
contexto de transformación social y crecimiento económico. Surgieron prácticas,
símbolos y contenidos para alimentar y conservar la nacionalidad argentina, lo que
se mantuvo como un movimiento constante en el tiempo.

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