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7

El inconsciente
'
la tra nsf ere nci a
·y la interpretación
del psi coa nal ista : ¡

un pu nto de vista*
JUAN DAVID NASIO* *

A pesar de los interca mbios franco americ anos realiza dos en el ·


transc urso de los último s años, los trabajo s de los psicoa nalista s de una
y de otra lengua perma necen mutua mente descon ocidos . La razón no
reside sólo en una falta de inform ación, sino tarvez en una dispar idad
en la forma de practi car el análisi s y de conceb ir sus fines. Creo que
-cuand o esta dispar idad existe se origin a en la diferen cia de conce pdón
respec to de cuesti ones fundam entales . La maner a de condu cir la cura
y los interro gantes particu lares que el analist a plante a y se plante a
depen den íntima mente de la idea que se haga de nocion es como el
incons ciente y la pulsió n. Por cierto, estas nocion es fundam entale s
no siemp re se presen tan en la práctic a de modo consta nte y explíci to
sino que actúan como presup uestos implíc itos, como si fueran prejui-
cios que determ inan insens ibleme nte tanto una interv ención precisa
. respec to del pacien te como la elecci ón de un proble ma teórico que ha
de consid erarse .La lectura del libro de Gill y Hoffm an me hizo com-
prend er que mi tarea no era realiza r el comen tario habitu al de un texto
ni el estudi o compa rativo entre las tesis del "Analysis ofTran sferen ce"
y las de la escuel a lacani ana; compr endí que no se trataba de confro n-
tar dos puntos ~e vista acerca de un mismo proble ma sino de mostra r
* Este texto apareci ó en la revista Psychoa nalitic lnquiry, en el número consagr ado
al comcn~ rio de la obra estadou nidense reciente mente publicad a de M . M. Gill, Analysis
lssues ,
of Tr~nsfer ence, vol. I, e l . Z. Hoffman , idem, vol. 11 (los dos vols.:· Psychol ogical
(Traduc ción de Beatriz Goldste in y
monogr . 53), lntern. Univ. Pr., Nueva York, 1983 .
1
Graciela Baravallc.)
· **Universidad de París VII.

77
18 CAP . 7 . INCONSCIENTE, TRANSFERENCIA

que cad a pe.1•spcct1va


. · engendra
. .
los propaos problemas que tiene que
reso 1ver.
Desearía mostrar al lector que Ja concepción lacaniana de la trans- ;
fer~ncia y la interpretación psicoanalítica, así como los problemas ·.
denvados, son una consecuencia directa deJ concepto Jacaniano de
inconsciente. Para Jacques Lacan, el inconsciente está estructurado
como un lenguaje. Si se extraen rigurosamente todas las consecuencias
de esta definición -fuente muy conocida en la comunidad psicoanalítica
francesa- desen1bocan1os en una forma de teorirar y de cuestionar la '
relación transferencial con nuestros pacientes, relación muy distin·t a de
la promovida por Gill. Nuestros problemas no son ni serán los mismos
porque "nuestros inconscientes" tampoco lo son, y esto a pesar de nues-
1tra referencia común a Freud.
Tomemos por ejemplo una de las conclusiones principales del
libro de Gill cuando propone• privilegiar la interpretación de la trans-
ferencia respecto de la interpretación extratransferencial o genética.
Debemos retomar y redefinir los dos términos importantes de esta pro-
posición: transferencia e interpretación. Veremos que el desarrollo
de estos dos conceptos terminará por enfrentarnos a un problema
totalmente distinto de aquel que Gill encuentra cuando teori~.
Comencemos por el sentido que debemos dar a la palabra interpre-
tación. Del conjunto de las intervenciones posibles del analista en el
curso de un análisis, la interpretación es la que ocurre más raramente y
de manera más inesperada; no es el resultado de ninguna reflexión por
parte del analista, ni la aplicación de ninguna regla técnica para hacer .
consciente lo inconsciente. La interpretació de la que hablamos no
persigue descubrir el sentido oculto en las palabras ni en los sueños del
analizante. El psicoanalista puede, en efecto, practicar este tipo de
intervención razonada, explicativa y tenemos ejemplos de ello en algu-
nas sesiones del volumen II pero eso no es lo que nosotros llamamos
una interpretación. Preferimos reservar el término "interpretación"
para designar otro tipo de intervención, la de un dicho raro, conciso e
intempestivo que sorprende al analista que lo enuncia. ' Si quisiéramos
formular en una frase la serie de conductas eventuales del analista
diríamos: el silencio es la norma, las intervenciones explicativas son
frecuentes y la interpretación es rara.
En suma, una interpretación vale no por lo que dice o por lo que
dilucida, sino según dos criterios. En primer lugar, por el hec~o mis-
mo de ser una palabra enunciada en determinado momento, inscrita
en una secuencia determinada de otras palabras que la preceden y que
la siguen; criterio que definiría lo que podemos llamar el valor signifi-
cante de tal interpretación. Pero sobre todo, lo que permite afirmar
que tal intervención es o no 'una interpretación, es la manera en que la
/ dice el psicoanalista. Me refiero a la disposición del sujeto inconscien-
te en que el analista enuncia su intervención interpreta~iva.

1
M. M. Gill e l. Z. Hoffman, op. cit., vol. (, págs. 125-126.
INCONSCIENTE. TRANSFERENCIA E INTERPRETACIÓN 79

Procedemos a una inversión de perspectiva; en lugar de polarizar-

~
nos sobre el contenido de la interpretación y sus efectos en el paciente,
hacemos recaer el acento en el surgimiento de la interpretación en el
/ analista y en el contexto significante de su aparición. Es evidente
que una perspectiva no niega Ja otra y que estaremos también atentos a
las reacciones inmediatas y mediatas del analizante subsiguientes a la
interpretación. Pero a partir del momento en que nos interesamos J??r
la relación de la interpretación con las otras palabras y por la relac1on
de la interpretación con el analista como sujeto inconscie?lc, que~ª?
inmediatamente cuestionadas ciertas ideas que creemos bien adquiri-
das. Así, poi: ejemplo, la idea de eficacia de la interpretación o el lugar
que damos a los preceptos técnicos en la conducción de un análisis. Tal
cuestionamiento no alcanza sólo a las ·ideas: la posición del analista
respecto de su paciente, la manera de considerar su función y, muy
particularmente, los objetos que él fija al análisis, son aspee.tos éticos
de nuestra práctica que deberían ser reconsiderados a la luz de nuestra
concepción.
Decíamos que cada punto de vista engendra los propios problemas
que tendrá que resolver. Pero ahora sería necesario añadir que tam-
bién elige sus propios "padres". Así, el mismo Freud de "La dinámica
de la transferencia", del que Gill hace un examen minucioso en los pri-
meros capítulos de su libro, con una frase escrita en el mismo año
( 1912-1913) abre una perspectiva muy cercana al concepto de inter-
pretación que sostenemos. La cita es la,siguiente: "Pero he afirmado,
y no sin buenas razones, que cada uno de nosotros posee en su propio
inconsciente el instrumento con el cual puede interpretar las manifes-
taciones del inconsciente del otro". 2
Si se sostiene esta concepción, donde el acento recae en el origen
inconsciente de la interpretación, los términos del problema y el pro-
blema mismo planteado por Gill cambian totalmente. Gill utiliza la
expresión clásica de "interpretación (o análisis) de la transferen-
cia:•~ com? si la transferencia fue~a el objeto al que apunta la interpre-
tacion, mientras que nosotros; sin detenernos particularmente en el
contenido de lo que la interpretación dice, la consideramos como la
prueba misma de 1~ existencia de la tr~nsferencia. La interpretación
es para nosotros mas un efecto producido por la transferencia que un
\ element~ que. actúa sobr~, la transferencia. La fórmula que propone-
\mos sena: la ~nterpretac1on es la puesta en acto de la transferencia.
, Con est~ formula nos enfrentall}OS a un obstáculo distinto del que
.nfrenta G11l. en su concl~sión. Este se preocupa por privilegiar
,a lransferenc_1a en tanto obJeto alcan7.ado por la interpretación; noso-
tros, en cambio: tenemos que r~solver una dificultad diferente: ¿cómo
~reservar la tesis de que el valor efectivo de una interpretación analít" _
ca depende de su estatuto de formación del inconsciente y no de pr;-
\
2 S. ~rcud, "La disposición a la neurosis obsesiva", Obras completas Bibliot N
va, Madrid, 1972, pág. 1 738-1 743. ' cea uc-
'--At-' . I . INCONSCIENT E , TRANSFEREN CIA

1
,, · c_ pto~ que la reglamentarí an, sin caer así e~ la imagen de un analista
s1 enci?so que espera "la inspiración inconsciente " para intervenir?
DeJemo~ nuestra pregunta sin respuesta y volvamos al concepto de
lransferene la. Retomemos la distinción que Gill establece a lo largo
de toda su obra entre los planos transferencia } y extratransfer encial
genético. Sería excepcional leer esta distinción en un trabajo de orien-
tación lacaniana. Una vez más, aquí nuestra preocupació n es otra que
la de Gill. Su concepción de la transferencia lo lleva a escuchar las
palabras del paciente según ·se refieran o no, de manera explícita o
implícita, a la relación analítica. Si se refieren a ella, nos encontramos
\\en el plano transferencia (, si no, en el plano extratransfet encial o gené-
tico. La incidencia de la interpretació n se mide entonces relativament e
en relación con uno u otro. En nuestra práctica habitual también tene-
mos en cuenta las alusiones del analizante a la relación con su analista
y algunas de nuestras inte1vencion es dependen de ello, pero no con-
cluimos por tanto que nos encontramo s en el interior o en el exterior .
del plano transferencia l. Si fuera necesario delimitar la ext~nsión del
campo transferencia !, diríamos que es infinita, incluyendo el conjunto
de la vida del paciente y de su analista durante ese particular segmen-
to de historia que constituye un análisis. Pero "adentro" y "afuera" de
la transferencia no son nuestras categorías.
La concepción del inconsciente estructurado como un lenguaje
nos lleva a una concepción diferente de la transferencia . Existen dos
tipos de lazos transferencia les: uno tejido por el amor y el odio; el otro
tejido por la emergencia del inconsciente en uno u otro de los interlo-
1cutores del análisis. El primer tipo pertenece a la dimensión
imagina-
ria; el segundo, del que se trata a propósito de la interpretació n como
puesta en actot pertenece a la dimensión simbólica. 3 Este es la condi-
ción solidaria de aquél; sin el amor o el odio de transferenci a no podría
haber la realización simbólica inconsciente que sella en
un instante, al
interior o al exterior del consultorio del analista, la relación del análi-
sis. La aparición de un sueño, de un lapsus o de un síntoma nuevo, tan-
to en el analista como en el paciente confirma que se ha establecido un
vínculo simbólico. Nada nos une tanto al otro como una respuesta
dada sin que lo advirtamos: el psicoanalist a escucha las palabras de su
paciente. las olvida y sabe esperar que vuelvan. Pero sólo cuando le
vuelv~n convertidas en un sueño soñado por él mismo, en un acto falli-
do mientras habla o en un gesto imprevisto existirá verdaderam ente
transferencia . La transferenci a está más presente en un lapsus cometi-
do por. ~I, analista hablando de su paciente en el transcurso de una
supe~1s1on que en una manifestación, implícita o no, de amor transfe-
r~nc1~l. proveniente del paciente mismo. En el nivel de ese registro
simbol_1co de la transferenci a -y sólo allí- el psicoanalist a es el igual de
su paciente. Volveremos sobre ello.
3
Los términos de imaginario y simbólico constituvcn 1·unto con lo Real ' la tríada
propucsLa La · ·· •
b_ por can en_ 1953 (tnada n;tomada en 1973 según la topología del nudo
orromco) para categonzar diversas entidades analíticas.
RPR ETA CIÓN 81
INCO NSC IENT E, TRA NSF ERE NCIA E INTE
• 1
sfer enci a.
Con side rem os ahora la dim ensi ón ima gina ria de Ja tran
psic oan alíti cos
El térm ino "im agin ario ", muy emp lead o en los escr itos
usiv a de imá-
franceses, es eng año so. Deja escu cha r una prio rida d excl ucir la resp e_ct o
genes especulares, fantasmáticas, etc., que el suje to prod una o~gan1za-
del otro. El orde n ima gina rio con siste efec tiva men te en
adq~ne~en la
ción de imá gen es yoicas libid inal men te inve stid as, qu~
form a de afec tos o pasi one s prim aria s: el amo r y el odio
y, s1gu1endo
que pro pon e
una dete rmin ada infl uen cia hind ú, una terc era pasi ón
en -sob re todo
\Lacan: la igno ranc ia. Pero lo que cara cter iza este ord
l<;>sjui~ios y las
en lo que se refie re a la tran sfer enc ia- son las cr~e ncia s,lo 1mag1nano es
supo sicio nes imp lícit as en las pala bras del anah zant e;
ho mis mo de
fund an1e ntal men te la ficción que se inst ala por el hec
un pod er ficti-
hablar. El paci ente habl a, y su pala bra crea el luga r de
es la auto rida d
cio que el psic oan alist a pod rá o no ocu par. Una cosa
ad pers ona l y
que le adju dica la confianza, just icad a o no, en la cap acid
ficti cio que se
profesional del analista, y otra muy dist inta es el pod er, inte nta enc on-
esta blec e cua ndo el anal izan te, que sufr e de un sínt oma
diri gién dose al anal ista . Sin dars e
\ \trar las razo nes de su sufr imie nto rloc utor ese luga r únic o: el de
cue nta, el pac ient e asig na a su inte
da de una res-
ser el dest inat ario excl usiv o de su que ja y de la bús que acti tude s, los
pue sta al porq ué de su sínt oma . El amo r y
el odio , las
y ana liza n te
roles y las imá gen es mut uam ente reflejadas entr e ana lista
es al hec ho de
descansan en ese fondo de suposiciones ficticias inhe rent
nto.
sufrir, de hab lar y de bus car resp uest a a ese sufr imie
te aten ción
Cua ndo Mer ton Gill acon seja al psic oan alis ta qi..e pres gen que
4

a l~ ima
no sólo a la acti tud del paci ente haci a él, sino tam bién
ecto ; o cua ndo ,
el paci ente se5 hace de la acti tud del anal ista a su resp
duz co: imá ge-
con Hoffman, seña la la imp orta ncia de ubic ar el rol (tra
noc emo s allí
nes y acti tude s) que el paci ente asig na al anal ista , reco
ria. Tod as esas
,\las ~an ife~ taci o?es ~e u_na tran ~fer enci a ima_gina es, etc. - son
hlan1festac1one~ 1mag1nanas -act itud es, role s, imá gen can do res-
, bus
en nues_tra opin ión sólo los efec tos de una pala bra que
rse la pala -
puestas, cree que las resp uest as son posi bles . Al enu ncia '
\ bra crea el dios que la escu cha.
esas res-
. ~o po? emo s demost~arlo aquí, pero la cree ncia en que hab itua l
,o , muy
puestas exis ten' ! son posi bles corr espo nde al prej uici
yo dob le, una
en nu~stros pa~1ente~, de cree r que el inco nsci ente es un
o de supo si-
e~pec1e _de_ g~n10 mal igno q'!e llev amo s den tro. Este fond prin cipa l: la
cion es f1cuc1a_s puede_reduc1rse a una sola y únic a ficc ión
ser sing ular .
de su:o ner al 1nconsc1ente com o si fuer a un suje to o un
r la falsa
~e~ ? ha.. prop uest ? un con ~ep to-f órm ula para desi gna
inco nsci ente es
suposi_cion de qu~ el suJeto es el inco nsci ente o que el
un S~Jeto: ~I _SuJe!o s~pu esto S~ber. Desde nueesta stra pers pect iva, la
tran sfer enci a 1mag1nana se orga niza alre ded or de ficc ión que hac e

~ M. M. Gill,op. cit ., vol. I, pág. 112.


"M. M. Gill, e L Z. Hoffman, ibi<I., vol. II, pág. 4.
CAP. 7 . INCONSCIENTI::: , TRANSFERENC IA

del inconsciente u? ser, n1ientras que la transfen:ncia simbólica repo-


sa, por el c?n!rano, en el principio de que el inconsciente es una
estructura s1m1lar a la estructura del lenguaje.
Hemos mencionado 1nuchas veces la definición lacaniana de
inconsciente sin poder desarrollarla. Y hemos insistido también en el
hecho de que la teoria de la transferencia y de la interpretación del psico-
analista der-ivan de esa definición. Quisiera tratar estas dos cuestiones
pero, dado el estrecho marco de este artículo, me limitaré a enuncia-
dos esquemáticos sin dar ejemplos clínicos qu~ los sustenten.

EL INCONSCI ENTE ESTRUCTU RADO


COMO UN LENGUAJE
La unidad elemental de la noción de inconsciente es el signifi-
cante, categoría formal y no descriptiva. Un significante puede ser ~n \
lapsus, un sueño, el relato de un sueño, una duda en ese re~~to, un su~- ¡
·~orna, un gesto, un fonema, etc., incluso una interpretac1on del psi- ¡
¡ [coanalista. Cada una de estas producciones psíqu~cas. puede ser _un 1
significante a condición de que se respeten dos cntenos. Dos ente-
dos no lingüísticos, a pesar de que el término significante es, sí, de
origen lingüístico.

a) Por una parte, el significante aparece siempre sin que el anali-

I zan~scpa. ~n gesto cua_lquier~ sól~ será sig~ifican~ e~n gesto


torpe e 1mprev1sto, producido mas alla de toda 1ntenc1onahd ad cons-
ciente. Por otra parte, un significante está desprovisto de sentido, no
significa nada y no entra, pues, en la alternativa de lo explicable o lo
inexplicable. Este mismo gesto imprevisto, en tanto que significante,
no pide una intervención del psicoanalista. En una palabra, el signifi-
cante es, sin más.
b) El significante es, sí, a condición de permanecer unido a un con-
junto de otros significantes; es uno entre otros con los cuales se articula.
Mientras que el significante Uno (S,) es localiza~le por el analista, los
//otros, (S2 ) con los cuales se encadena, no lo son. Estos son significantes
virtuales actualizados antaño o todavía no actualizados. La articula-
ción entre S 1 y S 2 es tan estrecha que cuando uno se sirve del significan-
te,jamás hay que imaginarlo solo. Un aforismo lacaniano resume bien
esta relación: un significante sólo es significante para otros significan-
tes. 6 El alcance de esta articulación formal es práctico: un significante
no es significante para el psicoanalista ni para nadie, sino para otros

6
Dicho aforismo quedaría incompleto si no incluyéramos un tercer término: el
sujeto. Un significante (S 1) representa al sujeto par-a otros significantes (S ). Digamos
2
solamente que este sujeto no debe confundirse con el individuo. sino más bien identifi-
carse con la idea abstracta del sujeto de la experiencia analítica. Véase J. D. Nasio, .. L'cn-
tan t magnifique de la psychanalyse", en Ch. Bourgois, L'inconscieme a venir, Paris, 1980,
págs. 29-55.
LA TRANSFERENCIA SIMBÓLICA 83

significantes. En el ~on1ento en que, el psic?an_a~ista, i~cluso el


paciente, le dé un sentido, ya no se tratara de un s1gn1f1~ante sino de un
signo. Entonces, a la pregunta que podría formularse: ¿cómo int~rp~~-
tar un significante? responderíamos: introduciendo allí otro signifi:
cante tan desprovisto' de sentido
· como el pnmer~.· ·
Prec1s~m~n te as1
hemo~ caracterizado la interpretación psicoanalítica: un s1gn1ficante
que surge raramente en el analista y ocupa el lugar del otro que ha sur-
gido en el analizante.
En suma, que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje
quiere decir que el inconsciente consiste en esa relación formal e~tre
un significante localizable y actual y los otros significantes no locahza-
bles y virtuales.

LA TRANSFERENCIA SIMBÓLICA
Si extraemos rigurosamente todas las consecuencias de este con-
cepto de inconsciente, llegamos a tres proposiciones y una tesis acerca
de la transferencia. Puesto que el conjunto de estas proposiciones no
ha sido formulado explícitamente por J. Lacan, tomo a mi cargo la res-
ponsabilidad de su formulación.
a) Si el inconsciente está estructurado como un lenguaje; es decir,
si existe como la actualización en una formación psíquica local (S ) del
conjunto virtual de significantes (S 2}, entonces no ha de busca~e ni
antes ni de~p':1és del ~contecimiento psí~uico, sól? hay inconsciente en
\\el acontecimiento mis~o. Por co_ns1gu1e~te, sena erróneo creer que
ante~ del lapsus, por ejemplo, el_ 1nconsc1ente estaba a la espera para
ma~1festarse o que, por ~I contra_no, después del lapsus queda una huella
de el que se ha vuelto 1nconsc1ente.
b) _Tratán~os~ de significantes no se trata de personas; en conse-
c~e~~•a, ese s1gn1fi~ante (S 1) puede actualizar la cadena de los otros
significantes a traves de uno o de los dos interlocutores del · 1· ·
Una vez t 1· d
, · 'fi · ana
ac ua iza o un s1gn1 cante, otro surgirá en alguien diferent 1s1s.
mas tarde y ~l vez no necesariamente en el espacio de las sesi e,
lalp~dus cometido por el analizante se repetirá luego ba;o l f oneds. El
o v1 o, de un acto fallido o incluso d l :.i a . orma e un
otr~ persona, el analista, con uien ext otro apsus come~1~0 po.r esta
\ (Sujeto
·c
supuesto Saber) En cqada . ~te luna transferencia imaginaria
ocas1on a ocu · 'ficante
· s1gn1
d11erente, aun cuando se· trate de un . . rrenc1a será
no será nunca idéntico al siguient:c~nte~~1ent:emejante: tal sueño
rente el sujeto que se equivoca: tai a~ ien ca _vez puede ser dife-
por tal palabra inventada por el ana~~~nopdel anahzante_será seguido
temente de las personas en re . : ero cada vez, independien-
habla o sufre en la relacióJ trsen~1a, in?ependientemente de quien
mente la misma relación matrt~sl erenc~al, .tendremos indefectible-
significante y todos los otros. c1a constitutiva del inconsciente: un
84 CAP. 7 . INCONSCIENTE. TRANSFERENCIA

por una parte, el lapsus que el psicoanalista acaba de escu-


c) Si,
char no es obra de nadie, pues en ese momento el analizante es sólo el
portavoz de un dicho del cual no es el autor y si, por otra pa1te la red
compJeja e infinita de significantes que desembocan puntualm~nte en
ese lapsus, no se confunde con la dimensión finita e imaginaria del yo
del paciente, entonces el inconsciente no puede estar encerrado en esa
entidad que se denomina individuo. Por eso el inconsciente nunca
podrá ser individual ni subjetivo. De allí nuestra tercera proposi-
ión: no hay un inconsciente del analizante y luego otro del analista,
ólo hay un único inconsciente en juego en la relación analítica, el
que se abre en el acontecimiento psíquico. En ese instante, analista y
~paciente se borran en sus diferencia en favor de un dicho que viene al
mismo tiempo a sellar su vínculo.

Si permanecemos en esta perspectiva de un inconsciente del acon-


tecimiento, estructurado y único, que abarca el conjunto de la relación
analítica, entonces las consecuencias en el plano ético y práctico serán
decisivas. ¿Por qué? Porque el analista, situado en el corazón de estas
tres proposiciones, viviéndolas como suyas, deberá reconocer que la
interpretación que llega a enunciar es una formación del inconsciente
tan igual al lapsus o al síntoma en el paciente, y tan estrictamente orga-
1 nizada según las mismas leyes que las de la lógica significante.
La interpretación aparece enunciada por el analista y desaparece
inmediatamente después, reemplazada por otro significante que ocupa
su lugar. Así, una interpretación pronto se sustituye con otra forma-
ción equivalente -lapsus, sueño o síntoma- surgida en esta ocasión en
el paciente. Prácticamente, una vez lanzada la interpretación, ésta no
va a la oreja; va directamente al olvido. ¿Qué olvido? El de la repre-
sión, un olvido activo que no deja de reaparecer en retornos sucesi-
vos. La interpretación reprimida retorna como un sueño y es soñando
como el analizante responde aJ dicho de su analista; al sueño no se lo
explica, se lo crea. Pero si hablamos de retorno en el analizante de
la interpretación reprimida, lo inverso es también verdadero; la inter-
pretación es el retomo en el analista de un sueño dicho por s~ analizan te
y reprimido enseguida. O bien, de manera más general, el inconscien-
te del analizante retorna en una interpretación del analista.
Evitemos el error al que pueden conducir estas últimas frases:
creer que cada uno poseería un inconsciente propio, y retengamos en
ca1nbio, la idea de alternancia: uno pone en acto el inconsciente del
otro o, mejor formulado, uno (analista o paciente) pone en acto el ín-
conscientc de la relación analítica, como si el par significante S1-S). circu-
lara, se desplazara entre analista y analizante. Pero los signiticantes
hacen más que desplazarse; anudan y atan entre sí a los participantes del
análisis, y esto ocurre a sus espaldas.
Ha llegado el momento de ·plantear nuestra tesis final acerca de
1~ transf~rencia .. Pues, ¿qué es esta alternancia y circulación de signi-
fican res mconsc1entes sino la transferencia misma? Ésta es la propo-
LA TRANSFERENCIA SIMBÓLICA 85

~ición 9ue planteo: la transferencia analítica es equivalente al


inconsciente, ambos son homeomorfos, a la manera de dos conjuntos
que se ~orrespon~en rec~procamente punto por punto. Es una forma
de decir que el inconsciente y la relación transferencia[ son en el
,non~ento del aco_ntecimiento, una sola y misma cosa. 1 N-o hay t~nsfe-
ren~1a_ entre anah~ta y analizan te sino cuando el inconsciente se produ-
ce, unico, en medio de los dos interlocutores, tanto fuera como dentro
del es~acio_ de las sesiones y en otro tiempo. El inconsciente y la trans-
ferencia existen sólo en un instante muy raro cuando uno de ellos dice
sin saber. '
Me ha parecido que la contribución más rica a nuestro intercam-
bio francoamericano y el eco más solidario a la obra de Merton Gill era
exponer nuestro punto de vista acerca de los dos temas principales de
ese libro: la transferencia y la interpretación. Desafortunadament e,
me ha sido imposible entrar en el detalle de las numerosas cuestiones
importantes tratadas por Gill -el problema de la resistencia, la dife.r en-
cia entre conciencia de la transferencia y resolución de la transferencia,
la identidad entre análisis de la transferencia y análisis de la neurosis,
etc.- y en el comentario de algunas sesiones del volumen 11.
Ignoro aún qué efectos provocará en mi práctica cotidiana la lectu 0

ra de Analysis of Transference, pero he aprendido ya que la experiencia


de instalarse en el interior de una perspectiva diferente, aunque sea
para criticarla, constituye un serio llamado a reconsiderar las propias
1
costumbi;-es teóricas y prácticas. Uno de los méritos del libro de Gill y
Hoffman es incitar, por sus afirmaciones claras y penetrantes, al lector
analista a cuestionarse a sí mismo. ·

7 Al intentar diferenciar sexualidad y amor en la experi~ncia d~I anális~s, La_c!n se


vio llevado a relacionar estos dos términos de transferencia y de 1~co_nsc1ent.~, •·· le
transfert est ce qui manifeste dans l 'expérience la mi_se en acle ~e la r~ahté de L, incons-
ciente, en tant qu'elle est sexualité" (le Séminaire, L,vre XI, Se_u1,I! Pans, _1973, pa~. 159).
Al interrogar esta fórmula, me vi conducido a adoptar una pos1c1on te?nca algo dif~r~.n-
te. La expresión "poner en acto" evoca ciertamente nuestras afirmac1one~, a cond1c10n
de comprender que la puesta en acto de que hablamos no es la de la _sexualidad presente
en acción en la transferencia, sino la de un dicho -:sueño, s{nt~.ma o mterpretac1ón- q~e
reúne en un acto tanto al inconsciente como a la mterpretac1on. N? es la t~nsferenc1a
lo que manifiesta la puesta en acto del inconsciente, sino que ella misma es.Juntamente
con el inconsciente, aquello que un significante pone ~n acto. En una palabra, la_transfe·
rencia y el inconsciente sólo e~isten en el act«;> de un dicho. (Esta nota se redacto en res-
puesta a un comentario de Ncstor Braunstem.)

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