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En este texto se puede apreciar que la idea principal es apreciar el papel que
desempeña un editor musical, abriendo con el ejemplo de una obra musical de
Beethoven (Sonata Hammerklavier), la cual es analizada de manera somera solo
para ejemplificar el rol que desempeña un Editor a la hora de escrudiñar textos de
cualquier índole.
Por último, la tercera sección está compuesta por varias subsecciones que
abordan detalles técnicos de un editor musical, y como ellos aplican todas las
herramientas que se las han ido brindando a lo largo de su preparación académica
para desempeñar este rol, como el ejemplo dónde se le resta importancia al autor
de cualquier obra musical o como la semiótica influye de gran manera en la
edición, explicando así el desarrollo del método musicológico, pero eso sí,
haciendo un hincapié muy importante entre quien realiza la edición y quien la crea,
pues el autor considera que a final de cuentas, el intérprete se vuelve un
intermediario para hacer llegar el mensaje musical.
Analizando las 8 secciones que componen este texto se puede decir lo siguiente:
Una vez que queda claro el rol del editor musical y sus problemáticas en el
apartado introductorio, el autor continua a la siguiente sección dónde aborda un
poco sobre los orígenes de esta práctica literaria tomando de ejemplo ahora a
Johan Sebastian Bach y las ediciones que se le han hecho a sus obras, las cuales
dieron como resultado el reconocimiento de esta disciplina como una actividad
seria con aportes palpables.
Para la cuarta sección se deja muy en claro al fin, la diferencia entre edición entre
la musicología y la literatura, así como varios puntos de vista muy personales
como el hecho de que la filología clásica es más importante de lo que se cree ya
que para los estudiantes actuales tiene mucho material del que se pueden auxiliar
para su formación académica. Deja ver también que el contexto político-social en
el que una pieza musical fue creada, es importante para saber que llevo a la
creación de tales obras musicales, pues no solo se trata de analizar la música,
también la ideología que tuvo el autor al crearle cuenta mucho pues se puede ver
influida por las condiciones sociales en las que vivió.
Es realmente interesante este apartado, pues aquí deja muy clara la forma en la
que los editores trabajan a través de los años.
Ante esto, el autor expresa su opinión, dándole peso ahora al Interprete, pues él
sugiere que esta persona se vuelve un segundo intermediario entre el público que
se dispone a disfrutar de la música y la obra fuente, incluso aunque el intérprete
sea el creador de la pieza musical, dejando ver de esta manera la importancia de
quien crea esta música y de quien la interpreta, pues si se tratase de un mensaje
de ambos depende que este llegue integro palabra por palabra a su destino.
Se vuelve importante entonces lo que cada nota musical representa pues “cada
signo musical por lo tanto, es portador de un significado que depende del contexto
y la convención” (p. 32). Y con esto entra en escena de nuevo el editor musical,
pues todas estas cuestiones semióticas son realmente importantes para ellos, ya
que trabajan principalmente sobre los textos base de donde se extrae la obra
musical, y entender de manera correcta y adecuada el significado de cada signo,
cada nota y cada símbolo se vuelve menester para realizar un trabajo bien
articulado que pueda expresar bien la interpretación de ambas personas, el
creador y el editor.
El autor en la octava sección, regresa un poco a sus discursos anteriores y
comenta que siempre el editor debe tener totalmente en mente las circunstancias
sociales, políticas, culturales, económicas e históricas para realizar una correcta y
profunda edición, pues es un menester conocer el contexto en que se produjo la
obra musical, para saber que carga ideológica trae consigo y se pueda en última
instancia, editarla de manera adecuada.
Por último, la octava sección la complementa diciendo que cualquier edición debe
tener un objetivo claro y específico, y esto va a depender totalmente de las
intenciones del autor hacía dicho texto, pues con su trabajo será determinada la
naturaleza de las ideas que vengan adosadas en sus páginas.
Es una lectura que a simple vista podría parecer un texto informativo sobre la
edición musical y los musicólogos, pero es mucho más profundo que eso, pues
deja ver una serie de problemáticas y aciertos que han tenido los especialistas en
esta materia, ya que no se trata de una disciplina reciente o que surgiera de
tendencias modernas, lo que le da un plus al asunto.
Estamos ante un tema muy profundo cuyas raíces se extienden hasta el siglo XIX,
pues como nos lo hace ver el autor de esta lectura, los primeros trabajos de los
editores musicales se centraron en las obras de artistas legendarios como
Beethoven y Bach, analizando sus trabajos musicales para ver que se podía
mejorar de ellos con técnicas que en ese momento se consideraban modernas y
de vanguardia,
Sin embargo, con el pasar de los años se pudo apreciar que había una carencia
muy evidente en el método de trabajo empleado por ellos, pues cierta parte
literaria estaba inexistente, y los análisis realizados eran demasiado técnicos
dejando de lado totalmente la parte crítica que es la que termina por ayudar a
mejorar una obra o consolidarla como legendaria.
Al final del capítulo, el autor deja ver después de una serie de explicaciones
profundas, que las tareas llevadas a cabo por los editores son más complejas de
lo que se cree, pues involucran toda una serie de condiciones como la
comprensión del contexto histórico y musical en que fue concebida cualquier obra
musical, para que la concepción final del editor quede bien reflejada en el trabajo
que entregará y no se pierda nada del contenido original y mejor aún, quede
complementado con la visión de ambos autores (el creador de la obra y el editor).
Este capítulo me ha parecido realmente interesante, pues deja muy claro como es
el trabajo del editor musical, como las tareas que cubre su edición. Y como la
edición siempre supone un acto de crítica, el autor hace énfasis en ello y nos deja
muy clara su postura de que cada vez que se realiza una edición, esta debe
basarse en críticas y comentarios que pueda realizar el autor pero que a pesar de
que difieran con el punto de vista de la obra original, se pueda llegar a un punto en
el que las ideas se sincreticen y se cree una lectura que se enriquezca.
Por último, debo decir que cuando las fuentes sean difíciles de reconocer o
interpretar, no debe realizarse una edición que resulte conveniente para el editor y
este se ahorre la cualquier problema, la edición es crítica por naturaleza y por lo
tanto se debe hacer el esfuerzo de realizar una interpretación que esté a la altura
de los textos que se tomen para edición, pues no solo es el trabajo de él, también
es el del autor original.