Está en la página 1de 15

Pacientes no-neuróticos, casos límite: la perspectiva de André Green

Nancy Delpréstitto de Villalba


Psicoanalista. Miembro Asociado de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay en funciones
didácticas.

Correspondencia:
nancydelprestitto@gmail.com

Introducción

El texto que sigue intenta puntualizar algunas cuestiones vinculadas al tema de la práctica
clínica en pacientes que André Green denomina no-neuróticos, personalidades narcisistas o
bien casos límite. Elijo a este autor por la riqueza tanto de sus aportes teóricos como de su
manera de encarar la práctica con pacientes donde las alteraciones del narcisismo se instalan
como obstáculo en el trabajo clínico. Si bien trataré de ceñirme a sus ideas centrales, este
texto tiende a una elaboración personal de mis lecturas acerca de su obra.

Para comprender mejor esta forma de entender los trastornos fronterizos, conviene primero
ubicar a André Green dentro del pensamiento psicoanalítico francés. Green comienza su
formación psicoanalítica en 1956. Tres años de especialización en psiquiatría y neurología. En
ese mismo año inicia su análisis personal con el psicoanalista M. Bouvet. Desde 1956 a 1960
cursa su formación psicoanalítica en el Instituto de Psicoanálisis de París. Paralelamente
concurre como invitado por J. Lacan a sus seminarios dictados fuera de su pertenencia del
Instituto de Psicoanálisis. El autor relata que el estudio con J. Lacan lo ha favorecido
positivamente como analista.

El estudio pormenorizado de la obra freudiana fue colaborando a una reflexión crítica a la vez
que van naciendo en él sus discrepancias con J. Lacan por su abordaje clínico. Esto conduce a
Green a buscar un camino diferente que logrará integrar de manera más armónica la teoría y
su práctica clínica. En este camino de búsqueda conoce a D. Winnicott y a W. Bion. Ambos,
autores ingleses, post klenianos, desconocidos por él hasta la década del 60 y 70. Encuentra
en ellos conceptos que colaboran en sus elaboraciones y los cree más idóneos para el trabajo
con pacientes que desbordaban el concepto de neurosis clásica planteada por Freud. Si bien
Freud es un pilar en toda su obra, el lugar del objeto, así como el estudio del narcisismo no
encontraban para Green el relieve que merecían para comprender cuadros donde el lugar del
yo así como el de objeto pasan a ocupar el centro del conflicto.

1
André Green tiene la virtud de escribir teóricamente sobre puntos fundamentales del cuerpo
del psicoanálisis, sin por ello dejar de traslucir su práctica clínica. Es uno de los autores que
plantea problemas teóricos centrales al modo de interpelación desde su trabajo como
psicoanalista. Por tanto, en toda su obra, en un ir y venir, trabaja textos centrales, de mayor
nivel de abstracción, junto a textos que se aproximan más a la práctica clínica.

Denominación de terminología

El autor en su texto “De locuras privadas” dedica un capítulo al desarrollo de lo que para él
implica el concepto de fronterizo. El autor dice que “Si nos limitamos a los datos clínicos,
podemos estar seguros de que descubriremos extensos dominios de experiencia común. Pero
si discutimos técnicas, es más probable que estemos en desacuerdo. Si hablamos de teoría, es
casi seguro que nuestros caminos divergirán”1.

Desde mi punto de vista entiendo que los datos clínicos pueden ser comparables: historias
traumáticas, inestabilidad emocional, vivencias de vacío, de futilidad, pasajes al acto,
autodestructividad, etc. Pero a la hora de emprender el trabajo con ese paciente en particular,
seguramente la manera de trabajar es diferente, planteando en muchos casos, por ejemplo: un
cara a cara al uso del diván. Esto se vincula directamente a su cuerpo teórico, donde la no
visibilidad del analista puede encender con mayor fuerza los sentimientos persecutorios, así
como la soledad y el vacío.

Y agrega: “El término fronterizo, empleado para definir cierta categoría de pacientes, no
pertenece al vocabulario de la psiquiatría tradicional ni a la terminología elaborada por el
psicoanálisis”. Más adelante plantea: “Nuestra experiencia clínica nos dice que la frontera
de la insanía no es una línea sino, más bien, un vasto territorio que no ofrece una división
neta: una tierra de nadie entre la salud y la insanía”1.

Green prefiere denominar patologías no-neuróticas al dominio de aquellas neurosis que


desbordan tal concepto pero lo incluyen. Al modo de Winnicott sería una paradoja que no
admite ser respondida. Uso este concepto porque los dos términos están incluidos; si fueran
contradictorios tendríamos que eliminar uno de ellos. Lo que sí él plantea es dar un
fundamento teórico para este tipo de pacientes y un manejo de la técnica diferente, que ni
pertenece al ámbito de la psicosis ni plenamente al ámbito de la neurosis.

Su comentario acerca de su práctica clínica con este tipo de pacientes se conoce para el autor
solo en la intimidad del encuentro analítico, espacio donde se percibe su “locura privada” con

2
sus propias leyes que definen el papel central que ocupa el objeto en la estructuración
psíquica.

En otros momentos los denomina “casos límite”. A veces usa una denominación, en otros
momentos otra, pero lo importante es señalar que estos pacientes nos alertan los límites de lo
analizable en ellos, así como nuestros propios límites e ideales de “cura”. Seguramente en un
sentido esto vale para todo paciente, la transacción entre lo deseable y lo posible para cada
paciente, pero pongo énfasis en que en estos cuadros los límites del paciente y de nosotros
mismos se ponen a jugar con mayor énfasis.

Su práctica psicoanalítica está directamente relacionada con su modo de pensar la


estructuración del aparato psíquico. En su texto “La Metapsicología Revisitada” plantea que
la teoría de Freud restaba importancia al objeto y subrayaba el lugar de la pulsión como
principal protagonista. Green intenta entrelazar la pulsión y el objeto con el estudio del
narcisismo, destacando la existencia de un narcisismo de vida y un narcisismo de muerte.
Vinculando de esta manera el narcisismo con el dualismo pulsional2.

Pienso que desde esta perspectiva, en pacientes donde el narcisismo se ha constituido con
serias alteraciones, el otro, más que otro diferenciado del Yo, será un objeto de su pulsión,
objeto que construirá todos sus guiones desde este ángulo y su sexualidad presentará formas
de lo pregenital: un objeto puede ser intercambiado por otro, sin que medie un proceso de
duelo, o sea, sin hacer un proceso de sustitución.

Todo dolor psíquico será negado a través de un autoinvestimento grandioso donde esconder
sus fallas o poder ocultarse; pero como bien lo dice Green, lo relevante es investigar de qué
modo pudo ocultarse.

Práctica psicoanalítica

Los puntos que señalo a continuación son el centro de su enfoque para abordar su práctica
clínica: en pacientes no-neuróticos.

– El centro del conflicto lo ubica entre el yo y el objeto (discriminación-indiscriminación).


Si bien las neurosis presentan algunas zonas donde el objeto y el yo no logran diferenciarse
suficientemente, en los casos límite pasa a ser el conflicto central.
– Narcisismo y su relación con la destructividad, ya sea hacia el objeto o hacia el yo.
Narcisismo de vida y narcisismo de muerte o negativo.

3
– Simbolización de la ausencia.
– El papel del afecto.
– Encuadre.
– El trabajo de contratransferencia. Construcción del objeto analítico. Terceridad.
– El lugar del otro en la práctica psicoanalítica. El lugar del analista.
– Defensas privilegiadas: escisión, proyección, pasaje al acto.
– Angustias predominantes: angustia de intrusión y angustia de abandono.
– Función desobjetalizante y función objetalizante. La lógica de la desesperanza.
– Duelos interminables.

Algunos de estos puntos estarán subtitulados mientras que otros se presentarán en el trabajo
entrelazados a la clínica psicoanalítica.

Narcisismo

Plantearemos ahora el tema del narcisismo y sus alteraciones. Desde el primer encuentro
analítico muestran un Yo frágil donde las angustias de intrusión y de abandono hacen que el
Yo del sujeto se sienta amenazado por la imposibilidad de procesar tanto lo que proviene de
lo interior del sujeto, así como de sus relaciones con sus objetos que lo atormentan desde lo
exterior. Dicha fragilidad del yo los conduce a utilizar mecanismos del orden de la escisión, la
negación y la identificación proyectiva. Estos son maneras que encuentra el sujeto para no
caer en desestructuraciones mayores, deformándose a sí mismo para conservarse.

En su denominación de narcisismo de vida, ubica un yo capaz de investir objetos tanto


internos como externos, así como establecer relaciones donde el investimento libidinal,
(pulsión de vida) por la función de ligazón, se mantiene preservado. Ligazón que en su
complejidad logra que se retenga en la mente la capacidad para simbolizar la ausencia del
objeto.

Esto es a mi modo de entender lo que progresivamente construye, al decir de Bion, “un


aparato para pensar sus pensamientos” y que Green denomina “la función encuadrante del
yo”.

El lento proceso de discriminación entre el yo y el objeto, es producido básicamente porque el


objeto recibe del infans en sus reclamos, frustraciones, gritos, etc., y este los devuelve de
forma atenuada generando así la capacidad de espera y tolerancia.

4
Cuando este proceso no se produce, encontramos que el infans no solo tendrá que lidiar con
su pulsionalidad, sino que se suma el negociar con un frente externo, la locura del objeto. Es
así que la estructuración del yo “defectuosa” los conduce a no investir adecuadamente a los
objetos sino a un proceso de desinvestidura, en más o en menos, que necesitarán siempre de
otro para evacuar o para recibir de él la función sostenedora necesaria para sobrevivir a los
avatares de la vida.

Afectos

Para el autor el tema de los afectos ocupa un lugar central en el trabajo con pacientes límite,
encontrándose un déficit de procesamiento de los mismos o bien una difusión de ellos sin
encontrar formas representativas con las cuales ligarse, llevándolos en muchas oportunidades
a encontrar vías de expresión como: puestas en acto, pasajes al acto, así como diferentes
gradientes de adicciones o patologías psicosomáticas. Desde ahí tanto él como otros analistas
se separan de los planteos originarios, buscando otros caminos para dar cuenta no solo del
discurso en representaciones palabra, sino de un discurso impregnado por lo no verbal. “En
ellos prevalecen los procesos de evacuación a través del acto o los de expulsión en lo
somático”3. Los afectos de vacío, inercia y futilidad son los que predominan, así como
también los afectos de rabia, envidia e impotencia, comprometiendo el narcisismo y la
destructividad. Destructividad que será dirigida tanto hacia el objeto como hacia el propio yo,
masoquismo mortífero por demás complejo, para ser desarrollado en esta síntesis. Pero sí
queremos destacar que el caudal de destructividad puede dar como efectos un modo de
transferencia negativa o bien reacciones terapéuticas negativas, que harán depender el
seguimiento o no del proceso analítico, según lo marquen los límites que el analista esté
disponible a contener.

Encuadre

El encuadre con este tipo de pacientes tendrá que ser diseñado “a medida”, es decir, para cada
cual lo que el analista comprenda como más adecuado, asimismo posible de irse modificando
en el tiempo. Tomamos en cuenta la propia experiencia con nuestra práctica clínica, nuestra
formación teórica y nuestro análisis personal. De esta manera daremos cuenta de un modo
personal de pensar en lo que le planteemos al paciente a la hora de comenzar un proceso

5
analítico. Es de esta manera que pienso que no podemos plantearnos el setting tradicional,
formulado para el amplio abanico de la neurosis.

Estos pacientes, con determinados rasgos y alteraciones del narcisimo, le imprimen a la


relación desde el primer encuentro, la fragilidad del yo, su pobreza para pensar-representar
sus conflictos, así como la indiscriminación que no saben que padecen en sí mismos. Sería un
absurdo plantearles uso del diván y frecuencias altas. Son pacientes en que el centro de su
conflicto es con el otro, y esta nueva relación tendrá que intentar acercarlos a construir su
subjetividad. Ubicarnos a sus espaldas es proponer un campo “desértico”, donde el otro-
analista al desaparecer de su percepción también no estará representado en ellos como objeto,
corriendo el riesgo de encaminar una regresión que los conduzca aun más hacia la
desestructuración del yo. Esto no es lo que buscamos en estos pacientes. Necesitan de un cara
a cara, y con una frecuencia a modular en el tiempo. Con estos pacientes los elementos no
verbales son sustanciales, donde el hacerse lugar el analista en ellos es algo a conformar en
ese vínculo. Me parece central que nuestra mirada, aun la concreta, no quede excluida del
campo.

Tendremos que recurrir a nuestro encuadre interno, construido en nuestro análisis personal,
donde el pensamiento analítico se constituye como efecto del mismo. El estar cara a cara no
querrá decir psicoterapia de apoyo, u otras formalidades que denominen nuestra manera de
pensar con el paciente. Tendremos que crear un ambiente que facilite la comunicación y el
intercambio con otro, desde un lugar tercero protegido por el encuadre interno, así como la
abstinencia necesaria y flexible según cada paciente y en qué momento. Facilitar un campo
representativo, un campo propicio para el trabajo de simbolización, que no es más que el
trabajo para pensar los pensamientos al decir de Bion. Trabajo de la ausencia para Green en
presencia del otro.

Como ya fue mencionado anteriormente, André Green toma aportes de Winnicott, como de
Bion. Para el autor los aportes de Winnicott en relación con el encuadre (setting) ocupan un
lugar privilegiado para su conceptualización y el trabajo con el mismo.

Winnicott plantea –en síntesis– que al comienzo de la vida no hay algo llamado bebé, sino un
vínculo madre-hijo, una locura materna esperable, de fusión, donde si todo anda bien, se va
construyendo un área intermedia, llamada espacio potencial, donde une y separa la madre y el
niño. En ese espacio transicional, ambiente facilitador, se crean objetos que no pertenecen ni a
uno ni al otro, objeto que el autor denomina subjetivo. Este proceso de diferenciación se logra
tanto por satisfacciones como frustraciones producidas por la madre. Esta forma de concebir

6
ese proceso, hará tolerable el estar a solas en presencia de la madre, a través de los objetos
transicionales que se construyen en ese espacio del entre dos.

El autor nos dice: “Pero es sobre todo Winnicott en mi opinión, el analista de lo fronterizo”.
“…se interesa más por el juego recíproco de lo externo y lo interno. Dirige nuestra atención
precisamente al área de lo intermediario y el fracaso en crearla” 1. Green toma esto para
conceptualizar la noción de “objeto analítico”. Objeto analítico a crearse entre analista y
paciente, intentando así producir un ambiente facilitador que en estos pacientes ha fracasado.
Este preámbulo nos ayudará a comprender por qué el encuadre, necesario e imprescindible no
logra ser usado en principio como ambiente facilitador.

Son pacientes que intentan mantener una fusión con sus objetos, como último recurso
psíquico, por la imposibilidad de crear un lugar tercero que permita la construcción de la
ausencia y por tanto procesos de pensamientos que permitan la analizabilidad.

Comparto con Green que para la neurosis el encuadre funciona como fondo silencioso. Se
aceptan las condiciones planteadas por el analista, pero principalmente se acepta la asimetría
necesaria entre los participantes. Sin embargo, en pacientes límite esto será todo un trabajo
que el analista tendrá que facilitar y promover. La asimetría supone lugares y funciones
diferentes, principalmente un lugar tercero, donde el proceso se desarrolle entre personas1.

Lugar del otro en práctica. Lugar del analista

En pacientes con este tipo de conflictos, el diálogo que se establece es entre objetos, no entre
personas; por tanto, es en estas situaciones que el encuadre ocupa un lugar protagónico. Al
decir de Green: “La sensación es que algo ocurre contra él. Sensación que puede estar
presente en el paciente pero que lo está sobre todo en el analista… Es el caso en que el
análisis se desenvuelve no entre personas sino entre objeto”1.

Es de esta manera que el analista no tiene que descubrir un sentido reprimido al modo como
trabaja con la neurosis, sino que tiene que construir un sentido nunca formado antes de la
relación analítica.

Para este modo de abordaje tendremos que tener en cuenta entonces que la idea del “como sí”
está ausente, que implica la construcción de la ausencia y por tanto de la simbolización.

7
“El analista debe prestar atención no solo a lo que está presente sino también a los
eslabones faltantes, que no están ocultos sino que se experimentan como huecos, que son lo
único real para el paciente” 1. El analista tendrá que tolerar en sí mismo estados de
pensamiento desorganizados, o la contracara del mecanismo de la escisión, la confusión, para
recurrir a su capacidad imaginativa, a su memoria inconsciente que lo ayudará a ir hilando y
conformando representaciones aptas de ser recibidas por el paciente. La noción de distancia
entre ambos participantes de la dupla es fundamental para evitar la falta de comunicación y la
intrusión.

El trabajo de contratransferencia

Herramienta fundamental para llevar adelante este tipo de pacientes, como ya he señalado en
distintos momentos de esta síntesis, es fundamental tener presente el lugar de lo interminable
de sus duelos. Todo duelo nunca es finalizado en su totalidad, quedando un resto que
continuará buscando enlaces y reorganizaciones de las pérdidas acontecidas, ya sea la pérdida
de seres queridos, ideales no realizados, aceptación de límites en la relación con otros,
desprendimientos de los objetos de la primer infancia, etc. En estos pacientes esto es una tarea
interminable, no solo por lo explicitado, donde siempre habrá un resto al modo de una deuda
impaga, sino que por su misma indiscriminación, dejar ir, poder perder en sentido estricto, se
vuelve intolerable por su carencia a nivel de poder registrar lo ausente, a lo que se agrega que
las pérdidas son sentidas como que una parte de ellos se va y no regresa en identificaciones o
transformaciones que apunten al crecimiento y al enriquecimiento implícito. Esto último,
propio del pensamiento metafórico, no es posible, solo escasamente se produce pero vuelve
frente a las pérdidas que la vida misma va señalando y marcando.

Momento de la consulta

La distinción entre el yo y los otros no estaría discriminada. En el área de esta problemática


encontraremos diferentes niveles de daño, dando como resultado patologías donde sus
presentaciones clínicas no son uniformes.

En mi experiencia con este tipo de pacientes me he encontrado con que sus demandas a la
hora de la consulta son variables. Algunos pacientes consultan por no saber cómo relacionarse

8
con los otros, presentando padecimientos diversos como bien lo decía un paciente: “Sufro de
un egoísmo patológico”; otros que plantean: “Todo anda mal en mí”, y aquellos en los que
aparece la imposibilidad de sentir emociones para sí y con respecto a otros: “No me doy
cuenta por qué otros se sienten mal cuando les digo lo que pienso”. Estos últimos muestran
de manera más flagrante su hostilidad.

Si les formulamos preguntas en torno a qué causas pueden dar cuenta de tales motivos, no
logran focalizar ningún problema en particular. O bien su pensamiento es desorganizado al
modo de una telaraña, de enredos difíciles de desentrañar, lo que lleva un plus de confusión
donde se vuelve aun más difícil la comprensión, por lo menos a nivel de su discurso
manifiesto.

La tarea que le espera al analista es de ser muy paciente en cuanto a crear sentidos posibles,
llevando mucho tiempo discriminar y devolver algo inteligible, construyendo posibilidades de
hipótesis, en un tiempo verbal condicional “tal vez podría tener relación con…”.

No es conveniente hacer aseveraciones interpretativas que puedan ser sentidas por el paciente
como intrusiones, repitiendo efracciones en el yo y por tanto crear nuevos traumatismos
sumados a los ya existentes. Los mecanismos utilizados son del orden de la proyección, de la
escisión fundamentalmente, y de la desmentida de la alteridad. Oscilan entre una
hiperdiscriminación con el otro y una indiscriminación, resultando en ambas posibilidades el
no reconocimiento de la dependencia, por más que sus efectos son evidentes para el analista.
Si planteamos anteriormente que el centro pasa por estar indiscriminados con otros objetos,
queda plasmado en sus palabras que desprenderse de los mismos es un trabajo psíquico para
lo cual no están aptos. Los necesitan, porque se conforman con ellos, pero paradójicamente
los rechazan como necesarios para sobrevivir. Sin embargo, en la sesión se vuelve evidente
una transferencia masiva, depositando en el analista la aspiración que toda su vida depende de
lo que suceda en la relación. Pero a la hora de vacaciones, interrupciones inesperadas, o bien
señalamientos en esa dirección, son negados por el paciente. Tanto unos como otros
movimientos obturan su capacidad de reflexión.

En estos pacientes (los que tienden a la hiperdiscriminación) tendremos que intentar despertar
su capacidad de curiosidad, de interrogación, desactivar la hostilidad que despiertan en otros.
En estos casos el analista será blanco de todo su odio contra el objeto del que habrá que
intentar sobrevivir. Pacientes que harán vivir la inutilidad de su función, repitiendo de esa
manera lo vivido en tiempos pretéritos de su existencia.

9
Los que más consultan –en los que prevalece la indiscriminación manifiesta– viven sus vidas
en un torbellino, entrelazados a otros que no son otros como tales, sino parte de sí mismos que
evacuan, haciéndonos depositarios de amalgamas de objetos. Sus vidas se presentan
entrelazadas, no logrando la mínima espera frente a cualquier reclamo que enuncien. Su
pensamiento es desorganizado, saltan de un lado a otro sin un hilo conductor, con cierto tinte
hipomaníaco como defensa frente a estados depresivos difíciles de tolerar, ya que estos
implican pérdidas, separaciones, resignaciones, duelos que parecen quedar privados de
transitar.

Esta será una de las tareas que le espera al analista, tomando palabras de Green: “lo que se le
demanda al analista es algo más que sus capacidades afectivas y su empatía, es, de hecho su
funcionamiento mental”1.

Prestar todo su aparato psíquico como contenedor de esas formas de “evacuación” o de esas
formas de “impenetrabilidad” en donde el analista tendrá que ir uniendo, ligando y desligando
lentamente a través del trabajo de contratransferencia, palabras y modos de intervención que
impliquen fundamentalmente comprensión.

Estrategia interpretativa

Mi actitud como analista con estos pacientes no es el silencio de quien espera del otro que
organice o desorganice su pensamiento al modo de asociación libre, sino que es ir
conformando y estar atento a los afectos que se despiertan en la contratransferencia para ir
armando un diálogo analítico que le permita al paciente pensar y pensarse de un modo nuevo.
El analista contiene su encuadre interno, lugar de elaboración de lo que el paciente siente
como vacío e insatisfacción.

Como ejemplo de lo explicitado anteriormente tomaré el pasaje al acto como una condición
sintomática. Cuando esto se produce, en primer lugar intento hacerle lugar en mi mente. Si en
ese momento nos apresuramos a dar un sentido simbólico lo único que obtendremos es un
acto intrusivo, narcisista, tan evacuativo en el analista como el pasaje al acto del paciente.
Para el paciente este acto es ciego frente a él, solo es una mera descarga defensiva frente a su
realidad psíquica. Una forma de sobrevivir. Es así que construir un sentido nuevo es el
objetivo fundamental que se irá hilando con el pasaje del tiempo. Habrá entonces que
contenerlo en la mente e ir lentamente ligando aspectos del mismo en el transcurrir del
proceso analítico. Tarea que en muchos casos es de largo aliento.
10
Volviendo a los planteos de Green, para comprender su manera de enfocar la clínica
tendremos que hacer un breve recorrido por sus hipótesis acerca de la estructuración psíquica.

Si bien Freud es blanco de críticas por plantear un aparto psíquico solipsista, donde todo se
conformaba a partir del interjuego pulsional, mientras padecía de una insuficiente elaboración
del lugar protagónico del objeto. Fue M. Klein quien dio un lugar al yo incipiente desde el
comienzo de la vida pero, enfocando el crecimiento del yo en relación al objeto, un Yo que va
creciendo y desarrollándose a partir de la proyección e introyección. Un Yo que se conforma
desde dentro hacia fuera enfocando a este en relación con el objeto.

Green ha intentado la estructuración de un aparato psíquico ni solipsista, donde el lugar del


objeto es contingente, ni al modo de M. Klein, que plantea un aparato psíquico que se
constituye en relación con el mecanismo de proyección de la pulsión de muerte.

Su aporte es conceptualizar un Yo que se estructura desde el objeto externo y desde su


pulsionalidad despertada por el mismo. Depende de estas primeras experiencias con el objeto
lo que va a ir edificando un yo capaz de diferenciarse del otro-objeto, si las condiciones del
objeto lo permiten. Movimientos libidinales o destructivos del objeto, hacia el yo y de este al
objeto, creando un espacio de intersubjetividad donde el yo, portador de su pulsionalidad, irá
interactuando con un objeto-madre con su propio inconsciente.

Es aquí donde se sirve de Winnicott, para agregar un espacio intermedio entre yo y el objeto,
movimientos múltiples que le permitan ir ganando en autonomía.

El autor nos dice que tanto un exceso de fusión con el objeto materno como su contracara, una
falta de unidad, puede generar una mala conformación del yo.

Freud partía de un supuesto, que el autor denomina la lógica de la esperanza. El conflicto en


las neurosis estaría dado por interjuego entre el deseo de unión con el objeto incestuoso y la
prohibición que se le impone al deseo. Pero siempre partiendo de la premisa de que el objeto
lo desea y lo ama.

Green plantea la lógica de la desesperanza para este tipo de pacientes límite 1. Esta lógica que
Green nos plantea es importante porque en la situación analítica uno lo puede percibir no solo
con los objetos de su entorno próximo, como subrogados de aquel, sino con el analista mismo.

Prevalece como ya señalé anteriormente el conflicto entre el yo y el objeto en torno al amor y


al odio. Estos pacientes sienten, al decir de Green, haber sido destituidos de un amor al que
uno tiene tanto derecho como al aire que respira. Es difícil en estas condiciones resignar un

11
objeto sin desear hasta el final obtener este amor. A su vez el odio que sienten hacia el mismo
y la culpa que despierta. Desde esta encrucijada, entre no lograr el amor y el odio que
despierta la frustración producida por el objeto, el paciente no logra resignar al mismo,
abandonarlo, dejarlo ir.

Es así que son pacientes que se perpetúan en esta situación, y quedan ligados por el odio; más
vale odiar que sentir que se perdió para siempre y que pueda encontrar otro objeto dispuesto a
amarlo. Se sienten privados de amar pero también sienten que no fueron amados.

Es esta la desesperanza que los invade en lo más profundo de su existencia; tal vez es por esta
situación de base donde la depresión puede ser un telón de fondo pronto a activarse cuando
descubren que su herida narcisista es tan profundamente interna que solo puede percibirse en
la intimidad de la situación analítica.

El objeto no invistió al yo de manera vital, libidinal, en términos conceptuales, ayudando al


yo del infans a ligar lo que venía de su interior (pulsionalidad), sino que lo dejaba librado a
sus pulsiones, sin capacidad de ligar, abandonado a sí mismo, hiriendo al yo, deformándose a
sí mismo para sobrevivir, defendiéndose con mecanismos primitivos (escisión, identificación
proyectiva, desmentida, etc.) y reiterando una y mil veces la decepción, la desilusión así como
la fuerza del odio. Y lo que es aun más doloroso, no pudiéndose desprender de este primer
objeto, prevaleciendo la frustración, no la satisfacción.

Si pensamos que la angustia de separación es para la neurosis la angustia central, para las
patologías límites, estas se debaten entre las angustias de intrusión y angustias de abandono.

Si buscamos desde este autor cuáles fueron las causas para este tipo de patología, dirá: “La
madre debe desempeñar para el hijo el papel de yo auxiliar, de continente y de espejo… no
puede cumplir esas tareas si ella misma es incapaz de aceptar sus propias pulsiones y
contenerlas, para despertar al hijo a la vida pulsional, que en definitiva no es sino la vida
misma”1. Pero cuando esto no sucede, y el objeto después de haber despertado la
pulsionalidad en el hijo no logra devolver algo tolerable y de ligazón, en el futuro tendrá que
lidiar con dos frentes, no solo con su propia “locura” sino con la “locura” del objeto. Dos
frentes que harán al yo deformarse, escindirse, desmentir y actuar. Pero también el padre
jugará un lugar privilegiado en la estructuración psíquica, como garante de las angustias
maternas y como separador de esa primera unión siendo objeto de otras satisfacciones. “El
padre es entonces el elemento de mediación entre la madre y el hijo”1. Lugar tercero que se
pondrá en juego a través del encuadre y de la función del analista a través del trabajo de
contratransferencia.

12
Si bien la obra de André Green ha sido objeto de estudio de numerosos psicoanalistas en
nuestro medio, imprimió su influencia en forma más manifiesta en unos más que en otros.
Creo que el estudio en profundización de diversos autores tanto de influencia francesa como
anglosajona ha ido marcando una impronta propia y personal en cada uno. Muchas décadas
antes de que en nuestro medio se leyera con más asiduidad su obra, otros psicoanalistas
uruguayos ya habían estudiado el tema de los fronterizos, primera denominación conocida en
estas latitudes.

Marcelo Viñar, en los años 70, escribió una tesis teórica-clínica, siendo sus autores
privilegiados J. Bleger, Madelaine y Willy Baranguer, entre otros. Expuso en el trabajo un
material clínico en donde la perplejidad, el asombro y la movilidad de la que se valió para
manejar la relación transferencial, nos habla ya desde ese momento de lo fronterizo, en tanto
la inestabilidad era lo estable del paciente.

Y continuando en esta línea de investigación, en la década del 80 se escribe y se publica una


edición de “Biblioteca de Psicoanálisis” bajo el título “Personalidades Fronterizas” 4. Se gesta
en un grupo de estudio coordinado por el Dr. Ricardo Bernardi, colaborando activamente en
la producción del mismo la psicoanalista Gladys Franco. En dicho texto ya se incursionaba en
el mismo tema y más que nada en la dificultad de construir cierta aproximación diagnóstica,
así como las dificultades con las que se encontraba en el trabajo psicoanalítico este tipo de
pacientes, donde no era posible las clasificaciones existentes ni para la psicosis, ni para la
neurosis.

Sélika Acevedo de Mendilaharsu, psicoanalista y referente para muchos de nosotros, no solo


por sus escritos sino por su capacidad de estar siempre vigente en lecturas psicoanalíticas
pertenecientes a diferentes continentes, hace algunas incursiones en el tema. Colabora desde
la década del 80 con un trabajo de su autoría: “La identidad”, en el cual ya plantea las
dificultades para la construcción de la identidad, es decir, la dramática de fijaciones a los
primeros objetos –propios del narcisismo inicial–, del cual el efecto de indiscriminación con
el otro se hace evidente. Ella nos dice: “En estos casos no se puede vivir sin el otro, pero el
dilema es tampoco se puede vivir con él” 5. Instalando en muchos de nosotros algo inquietante
y el interés por seguir investigando en esa línea donde el narcisismo es obstáculo y generador
de sufrimiento psíquico.

Fanny Schkolnik se nutrió de lecturas de Green, tomando, por ejemplo, el tema de lo arcaico
en el “a posteriori” en la clínica de las neurosis o patologías que desbordan la misma. Para

13
ella, el narcisimo arcaico sería aquel que se entrelaza con el narcisismo fálico. El primero
sería aquel donde la indiscriminación yo-no yo permanece y desmiente la alteridad, mientras
que el narcisismo fálico oscila entre la búsqueda de completud y la falta de la misma. Dos
registros del narcisismo que la autora ha hecho trabajar, siendo permanente su investigación
en una modalidad que parte de su práctica psicoanalítica y que la lleva a formular nuevos
conceptos6, 7. Nutre sus producciones la lectura de Jean Laplanche. (¿así?) Tal vez las
diferencias se vuelvan más visibles a la hora de pensar teóricamente; su práctica psicoanalítica
mantiene una impronta fundamentalmente freudiana.

La psicoanalista Susana García es una estudiosa de la obra de Green, de larga data. De ella
destaca en particular el estudio de los afectos, tema central para pensar los pacientes graves,
así como la comprensión del dolor psíquico y los modos de defenderse de él8.

Clara Uriarte, por su parte, también ha investigado y formulado ideas en relación con
patologías donde el narcisismo está mal constituido. Su camino viene siendo revisitar la obra
freudiana, principalmente su Metapsicología, lo que la conduce a explorar la idealidad, la
formación del ideal del yo y las identificaciones alienantes que hacen obstáculo en la
estructuración psíquica.

Myrta Casas de Pereda, psicoanalista y productora de modos de pensar originales, edita textos
en relación con la simbolización así como al mecanismo de desmentida estructural 9. Su
prolífera producción se ha nutrido fundamentalmente en Freud, Lacan y Winnicott, intentando
ensamblar conceptualizaciones que colaboren en la práctica psicoanalítica.

Si bien en esta síntesis solo nombro a algunos prestigiosos colegas, creo que todo nuestro
medio ha recibido influencias de la obra de André Green, tanto para acordar como para
discrepar con sus ideas.

Referencias bibliográficas

1. Green A. De locuras privadas. Bs. As.: Amorrortu; 1990, pp. 31-258.


2. Green A. La Metapsicología Revisitada. Bs. As.: Eudeba; 1996.
3. Green A. Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Bs. As: Amorrortu
editores; 2005.
4. Bernardi R, Franco G, Pañela N, Valassi S. Personalidades Fronterizas. Biblioteca de
Psicoanálisis. Montevideo: EPPAL Serie Monografías; 1988.
14
5. Acevedo de Mendilaharsu S. La identidad. Algunas de sus vicisitudes. Revista
Psicoterapia Psicoanalítica 1988; II(44):320.
6. Schkolnik F. ¿Una práctica psicoanalítica o varias? RUP 2008; 106. Disponible en:
www.apuruguay.org/node/164 (Consulta: 9/4/2011).
7. Schkolnik F. El trabajo de simbolización. Un puente entre la práctica psicoanalítica y la
metapsicología. RUP 2007; 104:23-39.
8. García S. Un debate en psicoanálisis: el concepto de representación. Aproximación a los
aportes de André Green. APU. Biblioteca on-line. Disponible en:
www.slowmind.net/colombo_net/vazquez.pdf (Consulta: 25/4/11).
9. Casas de Pereda M. En el camino de la simbolización. Bs. As.: Paidós; 1999.

Otras lecturas recomendadas

Delpréstitto N, Gratadoux E, Schroeder D. El lugar del otro en la teoría y la práctica


psicoanalítica. En: RUP 2008; 106. Disponible en: www.apuruguay.org/node/164 (Consulta:
9/4/2011).
Green A. Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Bs. As: Amorrortu editores; 1999.
Green A. Jugar con Winnicott. Bs. As.: Amorrortu editores; 2007.

15

También podría gustarte