Psicología USP, 2019, tomo 30, e1801781-9

Artículo
Polifonías en el análisis: los procesos primarios de simbolización1

Ciudad natalia*
Silvia Zornig
Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, Departamento de
Psicología. Rio de Janeiro, RJ, Brasil

Resumen: En este artículo proponemos discutir las diferentes formas de comunicación existentes en la clínica psicoanalítica, más
allá del lenguaje verbal, a partir de los procesos de simbolización primaria y la importancia de amplificar la escucha del
analista. A partir de los escritos de René Rosellón, nos adentramos en el campo de la intersubjetividad para reflexionar sobre
una escucha diferenciada que será requerida por el analista para posibilitar la recepción de diferentes formas de comunicación. En
estos casos, algo más allá de la palabra se vuelve audible, revelando fallas concernientes al trabajo de representación , de manera que
surgen procesos de simbolización más arcaicos dotados de otras voces, como un intento de expandir teóricamente la escope de
simbolización y representación.

Palabras clave: Clínica psicoanalítica , comunicación no verbal René Rosellón.

Introducción

La cuestión de la comunicación y lo que es audible en la clínica

psicoanalítica ha estado presente desde el comienzo del psicoanálisis
con el propio Freud, quien pudo "escuchar" detrás de los
síntomas clásicos de la histeria algunos fragmento diferente de la
historia de la vida de ese sujeto, contado por un cuerpo que va más
allá de los sentidos de lo biológico. Teniendo en cuenta la existencia
de una anatomía propia del psicoanálisis, que descansa sobre el
cuerpo biológico pero se aleja de él para entrar en otra lógica, la de
(Fédida, 1971), nos gustaría enfatizar el hecho de que el cuerpo
del psicoanálisis tiene en cuenta las fantasías que son únicas para
cada uno de nosotros, creado a partir de una historia única y
singular. Podemos decir que, en lugar de un estancamiento
descriptivo presente en los casos histéricos de la época, Freud
encontró en estos pacientes verdaderas "escenas" que contaban una
pieza. de la historia que había sido segregada de la psique,
utilizando el cuerpo como escenario.
A partir de los casos de histeria y otras neurosis, Freud se
dio cuenta de la existencia de otro nivel de comunicación
presente entre las líneas de las palabras narradas por los pacientes. Al
principio, el discurso subjetivo del otro se convirtió en el escenario de
una subversión narrativa: lo que el sujeto hablaba no era exactamente
lo que quería decir. Y de ahí vinieron las teorizaciones de
parapraxis, sueños, chistes y otras noticias de un lenguaje que no
provenía de un discurso de la razón, tan alabado en su momento, sino de
Restos vergonzosos que denunciaron a otro maestro al que se
sometió el hombre: el Inconsciente. De

* Dirección correspondiente: nataliaopcidade@gmail.com

1 Este artículo forma parte de la tesis A clínica dos sofrimentos
narcísico-identitários: algumas implicações sobre o trabalho do
analista, defendida en enero de 2016 en el Programa de Postgrado –
Psicología Clínica en la PUC-Rio. La ponencia contó con el apoyo
financiero del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y
Tecnológico – CNPq (Beca Máster – Proceso: 132573/2014-
8).
en este momento, el analista comienza a "escuchar" los
contenidos provenientes del Inconsciente e interpretarlos,
ayudando al paciente a comprender de dónde provienen sus
sufrimientos, permitiendo nuevos, formaciones menos
dañinas.
Así como Freud, a través de experiencias clínicas, repensó
y modificó su teoría, también lo hicieron otros
psicoanalistas. Diferentes teóricos reformularon la teoría de la
práctica psicoanalítica, especialmente a partir de casos que
pensaban que no se ajustaban al modelo freudiano clásico de
neurosis. En estos casos algo más se hizo audible, algo que
escapó a la comunicabilidad común de la interpretación
psicoanalítica. A partir de la aparición de un mayor número
de estos pacientes considerados difíciles, que luchan por
responder a la técnica clásica, nos damos cuenta de que el
trabajo de representación no siempre puede ser considerado
como terminado dado por sentado, dando lugar a revisiones y
modificaciones del marco teórico.
Con el fin de pensar en nuevas formas de comunicabilidad
en la clínica más allá del lenguaje verbal, André Green (1975/1988)
recopiló en su artículo "El analista, la simbolización y la
ausencia en el escenario analítico" unos elementos que
denunciarían una especie de "crisis del psicoanálisis". El autor
sugiere que los analistas de finales del siglo XX se
enfrentarían cada vez más a condiciones psicopatológicas para
las cuales la técnica clásica freudiana de interpretación no
proporcionaría. las herramientas necesarias para ayudar.
Green destaca el cambio de un modelo teórico-clínico
basado en la neurosis -en el que el analista se topó con
contenidos reprimidos que volvían- a un modelo más cercano a
la psicosis -en el que las defensas más radicales, a continuación-
. el nivel de representación, aparecerá y será preponderante.
Esto no significa que los pacientes neuróticos fueran
reemplazados por los psicóticos, sino que los núcleos psicóticos
(que pueden estar presentes en cualquier paciente) ahora son
audibles por los analistas, de una manera que antes no lo eran.
En la misma dirección, Souza (2013) apunta a una
"desneurotización" del psicoanálisis a partir de

http://dx.doi.org/10.1590/0103-
6564e180178http://dx.doi.org/10.1590/0103-
6564e180178
Natalia City & Silvia Zornig
a partir de teorías que abordan un momento anterior de
constitución de la subjetividad, centrándose en el desarrollo de
procesos de simbolización. Este movimiento se produce a
partir de una sustitución de la patología de referencia por el
pensamiento clínico , pasando de la neurosis clásica a los
procesos psicóticos y/o limítrofes . Así, podemos
pensar que el cambio en la clínica psicoanalítica
evocado por los autores sería del orden de escucha y
comprensión del analista, que comenzó escuchar
contenidos que antes no eran audibles, dejando claro que
hay algo de comunicación no verbal que se escapa al
paciente que ahora estaría disponible. e imposible de
ignorar. En este sentido, señala Green (1975/1988), el
contenido verbal que el paciente comunica en el análisis ya
no se entiende como la totalidad de material al que el
analista debe prestar atención, teniendo en cuenta
también la forma en que se presenta este contenido, entre
otras manifestaciones presentes en los momentos de
análisis. Partiendo de esta reflexión, Fernando Urribarri
(2012), en la misma dirección propuesta por Green, piensa
al analista contemporáneo como un "analista políglota ":
aquel que es capaz de hablar una serie de "idiomas" –
múltiples dialectos del inconsciente. Más allá de la
interpretación clásica freudiana, este analista sería
capaz de "escuchar" diferentes lenguajes comunicados por
el paciente durante el análisis. Según el autor, el analista
políglota tendría una posición múltiple y variada, que no
debe ser predefinida ni fija, y las funciones que se le
exigen variarán según a la singularidad polifónica
del campo analítico . Las modulaciones técnicas que
surgen de esta modificación de la clínica abren el camino
para una heteromorfia de la asociatividad, haciendo
necesario que los analistas reconsideren el encuadre
clásico, como así como posibles extensiones del método
psicoanalítico y
nuevos tipos de dispositivos ofrecidos a los analizadores.
Tomando como punto de partida al analista políglota,
capaz de comprender y articular diferentes lenguajes
psíquicos, el presente artículo busca circunscribir y analizar
los diferentes tipos de lenguaje que se encuentran en la
clínica, entendiendo así en qué consiste dicha polifonía.
¿Cuáles son los diferentes idiomas a los que se enfrenta el
analista en la clínica, aparte de los verbales? ¿Qué otros
discursos entrarían en juego y necesitarían ser adoptados y
asimilados para una mejor comprensión de los casos clínicos?
Creemos que es extremadamente importante volver nuestros
ojos - y oídos - a esta singularidad polifónica que se ha vuelto
cada vez más presente en el campo analítico actual.
Otras comunicaciones/no verbales
Roussillon (2004a) afirma que toda comunicación de un
ser humano ya dotado de palabras debe ser considerada en
diferentes niveles y modalidades de organización,
especialmente un nivel pre-verbal y un post-verbal, que
conviven a lo largo de la vida. En estos están implícitos
diferentes niveles de simbolización e inscripción psíquica
necesarios para que se forme el lenguaje. El nivel post-verbal es
equivalente a la palabra tal como la conocemos y usamos
2 PSICOLOGÍA
en nuestra vida cotidiana: el discurso verbal que permite cierto
entendimiento entre dos seres humanos. En la clínica, el
discurso verbal sería el nivel de comunicación favorecido por
el psicoanálisis clásico freudiano, con sus herramientas
técnicas de libre asociación, atención fluctuante, interpretación,
entre otros. Por otro lado, el nivel preverbal acogería una gama
más amplia de discursos, siendo cada vez más estudiados en la
actualidad, aunque algunos analistas ya han señalado su
importancia desde el inicio de la psicoanálisis. Rosellón (2012a)
marca la posibilidad de abrir el campo analítico a un lenguaje
previo al tiempo de adquisición del lenguaje verbal, en el
que el analista debe volcar su escucha a discursos que
abarquen todo el cuerpo e incluyan el afecto.
Rosellón (2012a, 2012b) señala que el propio
Freud señaló la importancia de registrar eventos previos a la
adquisición del lenguaje verbal, enfatizando
específicamente dos particularidades presentes: las
experiencias más tempranas son las más repetidas; y tal
ocurrencia surge de un fracaso en la capacidad de síntesis del
ego existente en el momento de las experiencias. El impacto de
las primeras experiencias en la vida del sujeto, vividas
cuando no entendía el contenido verbal o acababa de
iniciarse en el lenguaje verbal, es planteado por Freud en
el final de su vida, y no fue ampliamente debatido por él. Son
breves textos y notas escritas durante su exilio en Londres los
que conducen a una reflexión sobre el tema en cuestión (Freud
(1941[193). 8]/1996).. En el artículo titulado Construcciones
en Análisis,
Freud (1937/1996) comienza a pensar en la importancia del
lenguaje preverbal en el análisis del contenido de las
alucinaciones presentes en la psicosis. Afirma que habría
algún fragmento de experiencia vivida en la infancia de ese
sujeto que volvería más tarde en la edad adulta,
desplazado y disfrazado dentro del fenómeno de las
alucinaciones. Tal experiencia sería parte de un período de la
vida en el que el sujeto todavía no tiene dominio sobre el
lenguaje verbal y, por lo tanto, privilegia otras formas de
comunicación. En este punto, habría una inmadurez del yo,
traducida en defectos en la capacidad de este ego temprano
para conectarse e integrarse (Rosellón, 2012b). Por esta
razón, la experiencia regresa no en forma de un recuerdo que
puede ser narrado, sino como una imagen o experiencia de
un orden diferente.
Profundizando en la idea freudiana de una debilidad de la
síntesis del ego, el Rosellón (2011) nos dice que es durante el
desarrollo temprano del bebé que las experiencias sensoriales
tienden a unificarse. Sin embargo, el logro de la integración
subjetiva de la sensorialidad deriva de un proceso
extremadamente complicado, que dependerá de la capacidad
del bebé para comunicar algo de su experiencia subjetiva con
el fin de recibir el apoyo necesario. del medio ambiente. Esta
comunicación aún no se puede hacer con la ayuda del
lenguaje verbal, por lo que el bebé necesitará usar otras
herramientas para hacerse entender por la madre / entorno.
Roussillon (2011) destaca dos formas principales en
que el bebé se comunica: (1) usando afectos – o
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representantes afectivos; (2) a través de un lenguaje
mimo-gesto-postural - que corresponde al inicio de
la formación de representaciones de cosas. Los contenidos
presentes antes del registro del lenguaje hablado son
almacenados y expresados por el cuerpo. Es el cuerpo el que
sostiene elementos que pueden estar presentes de otras
maneras, a través de sus gestos, mimetismo, posturas,
habilidades motoras, actos y afectos. Es el cuerpo que nos
da noticias de una lengua primigenia (Rosellón, 2012a,
2012b).
En cuanto al lenguaje mimo-gesto-postural,
Rosellón (2004b) nos habla de la necesidad de un "intercambio
estético" entre el bebé y su madre, base del primer y
fundamental nivel de inversión corporal: la sensorialidad.
Describe este momento como una especie de coreografía recíproca
en la que se ajustarán el mimo, la postura y los gestos de
ambos, emparejándose entre sí. Al igual que un ballet corporal, la
comunicación será a través de una sintonía inconsciente y amodal
expresada por sensaciones compartidas. La afinación es
recíproca pero no simétrica, requiriendo el ajuste de la
madre/entorno a las necesidades de su bebé.
En cuanto al uso de los afectos para comunicar,
Rosellón (2004b) discute un "compartir afectivo", un momento
posterior que se hace posible a partir de las bases ganadas por
la adquisición de la sensorialidad. El afecto - sentimientos y
emociones - surge de las producciones sensoriales y debe
convertirse en una sintonía emocional entre el bebé y su
madre. Del mismo modo, la madre también ajusta sus afectos a
las necesidades del bebé, para que se mantenga la armonía.
Ahora es posible contar con dos nuevos tipos de comunicación,
fruto de estas primeras experiencias.
Cuando la comunicación entre el bebé y el
entorno es exitosa, el aparato psíquico remodela en parte las
experiencias prebalanceales o no verbales, intercurriéndolas
con una narrativa que contendrá palabras. Este es un
proceso largo y complicado que nos proporciona una gama
de habilidades lingüísticas. Al principio, las palabras
comienzan a asociarse con sentimientos y sensaciones
internas, reemplazando gradualmente la comunicación
corporal. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las
dimensiones del afecto y el lenguaje mimo-gesto-postural no
desaparecen, por lo que los discursos verbales y preverbales
son lenguajes para ser utilizados por nosotros a lo largo de
nuestra vida.
Teniendo en cuenta las contribuciones teóricas
descritas, podemos comprender mejor qué polifonías son cada
vez más audibles en la clínica psicoanalítica actual. Agravando
nuestro campo polifónico están el discurso verbal (con toda
su gama de asociatividad) y aspectos más estructurales del
mismo (prosodia y estructura de oraciones construidas), un
discurso de afecto e incluso un discurso mimo-gesto-
postural. Todas estas posibilidades estarán presentes en la
comunicación entre analista y paciente, ampliando y
complejizando el trabajo psíquico del analista, así como sus
intervenciones.
Al mismo tiempo que el analista escuchará elementos
verbales de la asociatividad del paciente, Rosellón (2011)
señala que también debe voltear su escucha a los otros
idiomas, que escapan a este verbal. capturar. Experiencias
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Polifonías en el análisis: los procesos primarios de
simbolización
que se registraban cuando el sujeto aún no tenía el
retorno del lenguaje verbal en un formato "no verbal", típico
del momento de la experiencia vivida : el lenguaje del bebé o
del niño pequeño. Así, se hace posible escuchar al "bebé"
presente en el adulto, rastros de sus experiencias tempranas y
no integradas que aparecen repetidamente a posteriori. Los
afectos, los actos y las manifestaciones corporales tienen el
potencial de comunicar viejas experiencias no
relacionadas (Rosellón, 2004a).
Dado que tanto los niveles postbalebal como
los preverbales coexisten uno al lado del otro, Roussillon
(2011) señala que tales experiencias arcaicas tienden a
aparecer con mayor frecuencia en la clínica bajo ciertas
condiciones, especialmente en los casos que el autor nombra
como sufrimientos de identidad narcisista. Las experiencias
dejadas de lado, separadas de la psique por una imposibilidad
de integración en ese momento, tienden a regresar con
características de la misma época, como el lenguaje no
verbal. El autor señala que tales experiencias son del orden
de presentación y no de representación, es decir, podemos
pensar que hay algo que se manifiesta, en lugar de aparecer
como imágenes o palabras asociadas por el paciente y dentro
de una lógica de representación más clásica (Rosellón,
2012a, 2013).
A partir de las situaciones de sufrimientos de
identidad narcisista, los niveles de simbolización preverbal se
vuelven más visibles para los ojos y oídos de los médicos. Los
fallos en los procesos iniciales de constitución psíquica dejan
marcas visibles que nos ayudan a comprender mejor el fenómeno.
Sin embargo, los procesos primarios de simbolización y también
sus impresiones a la izquierda están presentes en varias
situaciones clínicas, ya que son procesos constitutivos de la
psique humana y la subjetividad. Así, tomamos como
punto de partida los sufrimientos de identidad
narcisista para comprender mejor un proceso que permite un
amplio acceso a otros niveles de comunicabilidad, sin
restringirnos únicamente a esta situación clínica.
Procesos de simbolización primaria
Los sufrimientos de identidad narcisista, como lo
describe Roussillon (1999), se refieren a sujetos que sufrieron
fracasos mucho antes de la adquisición del lenguaje verbal
y la posibilidad de inscribirlos psíquicamente en un símbolo
sentido. Por esta razón, las formas de aparición de estos
eventos traumáticos no suelen ser a través de la palabra, sino a
través de otras posibilidades polifónicas que también están
presentes en el campo analítico, como hemos estado
discutiendo. A partir de estas situaciones clínicas, pero
entendiendo que la dimensión de la simbolización primaria está
presente en diferentes situaciones, es imprescindible pensar en
una expansión del campo de escucha del analista, "antes"
que verbalmente. procesos de lenguaje y simbolización.
De la escucha de la clínica de sufrimientos
narcisista-identitarios surge el concepto de "simbolización
primaria", la contribución de Rosellón al psicoanálisis que surge
como un intento de ampliar teóricamente el alcance de la
teoría de la simbolización y la representación a través de su
encuentro. con tales pacientes. El autor observó que en
Natalia City & Silvia Zornig
en esta clínica habría habido fallas severas dentro de un nivel
primario de simbolización, lo que dificulta el acceso del
sujeto a cualquier nivel posterior de representación de
estas experiencias vividas.
Con el objetivo de construir el concepto, Roussillon
(1999) señala que hay dos niveles de trabajo de
simbolización que tienen lugar entre los tres registros
mnémicos : una primera transformación de los índices de
percepción en cosa-representación; y un segundo, de cosa-
representaciones en representaciones de palabras. El segundo
nivel de trabajo fue ampliamente teorizado por Freud y otros
autores, y hasta hace poco se consideraba como equivalente a
la simbolización. La novedad traída por el Rosellón fue el
punto culminante de este primer level de trabajo, ya señalado,
aunque no tan esquematizado, en Freud, que se denominó
"procesos de simbolización primaria".
Para dar lugar al concepto de simbolización primaria, el
Rosellón (2006b) retoma a Freud y encuentra, al principio de
su obra, notas sobre el tema. Encontramos a Freud
(1915/1996, 1950[1896]/1996) concibiendo el pasaje
entre la primera y la segunda forma de inscripción
psíquica como un pregunta cuantitativa. Lo que los separa
sería solo el tratamiento psíquico dado a cada uno de ellos
y una diferencia en la cantidad de inversión recibida: si se
invierte mucho, la traza mnésica se actualiza primero de manera
alucinatoria y en el forma de percepción de la identidad; si se
invierte débilmente, se vuelve a actualizar como una
representación de la cosa y en forma de identidad de
pensamiento. Así, los primeros procesos de simbolización se
restringen a una concepción puramente cuantitativa.
Sin embargo, Rosellón (2012b) subraya la existencia
de un modelo alternativo present desde el inicio de la
obra de Freud en sus estudios oníricos, en los que
encontraríamos una transformación cualitativa a través de
las diferentes inscripciones. Freud (1900/1996) postula que el
paso de las huellas de la experiencia subjetiva a la representación
onírica requiere un "trabajo onírico", que somete la materia
psíquica primaria a transformaciones cualitativas. De los
mecanismos presentes en la obra onírica, Rosellón (2006b)
destaca la figurabilidad para analizar la semilla de una obra
de simbolización primaria en Freud.
La figurabilidad es el mecanismo destacado por el
autor porque es un imperativo presentar el contenido del
sueño, y la imagen es también una primera forma de
germinación de semilla para trabajos posteriores de
secundaria. elaboración en forma de narratividad, ya que
posibilita la aparición de elementos que permiten contar una
historia a partir de lo soñado. En otras palabras, hay una
modificación que permite que los contenidos del sueño
(índices de percepción) asuman una forma (cosa-
representación) que luego puede ser narrada por el soñador
(palabra-representación). Esta transformación es claramente
cualitativa en el sentido de que modifica un contenido en
otro, dando lugar al lenguaje del sueño. Y este modelo nos da
noticias de un tipo diferente de trabajo de simbolización,
referido a los procesos de simbolización primarios.
La simbolización primaria sigue el proceso
primario y vincula las primeras inscripciones psíquicas con el
los primeros símbolos, los índices de percepción de la cosa,
las representaciones, el segundo registro de memoria. Este
trabajo culmina en la aparición de la representación de la cosa en
el inconsciente, anteriormente presente en forma de rastros
perceptivos, un registro complejo, rico en datos pero
inmaterial. Para ejemplificar mejor la diferenciación entre
lo que él llamó simbolización primaria y secundaria, Rosellón
(1999, 2012b) presenta el modelo freudiano del sueño
soñado × sueño narrado. Para producir el sueño soñado, ya
hay un trabajo de simbolización en el sentido de que algo del
registro de sensaciones se transpone al registro conceptual,
a la representación de la cosa. Llamamos a este trabajo la
simbolización primaria. El modelo de sueño narrado sería
equivalente a la simbolización secundaria, ya que existe una
transformación second para que el sueño pueda ser
contado, permitiendo su entrada en el lenguaje verbal.
Sin embargo, no siempre se puede alcanzar el nivel
secundario de simbolización. Tal logro dependerá de las
vicisitudes de la relación inicial que el sujeto desarrolle con
el objeto. Roussillon (1999) destaca la importancia de las
respuestas de los objetos al inicio de la interacción madre-hijo,
favoreciendo un sesgo intersubjetivo en los inicios de la
subjetividad. Para que se lleve a cabo el paso de un modelo a
otro, de modo que haya una transformación cualitativa entre
las primeras inscripciones, el objeto debe estar presente y
responder de una manera "suficientemente buena", haciendo
una analogía con el concepto winntino.
Sobre la apropiación de la experiencia, el
Rosellón (1999) nos dice que no cobra sentido de inmediato,
ya que requiere de una obra de simbolización para ello. Es
necesario que haya una brecha diferenciadora entre la
experiencia en sí misma y la sensación de haber pasado por
tal experiencia, porque lo que lleva a la simbolización es la
no identificación con esa experiencia vivida. El hecho
simbolizado no será idéntico a sí mismo porque tiene una
heteromorfia de los sistemas que atraviesan y constituyen la
memoria. Este es un proceso de cambio perpetuo, que permite
que la memoria se presente de manera tan diferente.
La simbolización primaria, el paso de la materia
psíquica primaria a la representación de la cosa, requerirá
por lo tanto una renuncia a la búsqueda de una experiencia
idéntica – de orden alucinatorio – y el original. Para
representar, será necesario llorar el objeto original. Según
El Rosellón (2012b), "la simbolización que hace tolerable la ausencia del
objeto no es la misma que se hace posible a través de la ausencia
del objeto" (p. 6, nuestra traducción).
A partir de esta reflexión sobre los inicios de la
representación, el Rosellón plantea la hipótesis de que
también hay un modo de simbolización que tiene lugar en
presencia del objeto, no solo en su ausencia. Además de la idea
de que para representar necesitamos separarnos del objeto, el
autor destaca el hecho de que debe haber habido,
inicialmente, un objeto real y presente para que, más
tarde, pueda haber su separación y representación. La
forma en que el objeto está presente funda modos de
lenguaje, especialmente los no verbales. Por lo tanto, el
modelo de sueño debe
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se complementará con un modelo de una forma de
simbolización primaria en presencia del objeto.
Pensando en el desarrollo emocional temprano
del bebé, Winnicott (1953/1975) nos introduce en lo que él llamó
el momento de ilusión-desilusión. Según el autor, para que
este proceso sea satisfactorio, primero será necesario que la
madre se adapte activamente a las necesidades del bebé. Esta
adaptación inicial casi completa al bebé le da la ilusión de que el
entorno es creado y controlado omnipotentemente por él.
De acuerdo con la posibilidad de este bebé de tolerar las
frustraciones, la madre se está adaptando gradualmente.
Temprano en la vida, un bebé concibe la idea de que
hay algo que podría disminuir su tensión de impulso. No sabe
exactamente qué es, qué se debe crear, pero siente que se
puede hacer algo. En este momento, la madre aparece y, si se
adapta adecuadamente al bebé, entiende que llamando y
encuentra una respuesta que es sentida por el bebé como
satisfactoria, hay una superposición entre el acto de la madre
de satisfacer la necesidad de un bebé y lo que podría concebir
como una necesidad. En este sentido, la ilusión habita un área
intermedia entre lo interno y lo externo, entre lo que se
percibe objetivamente y lo que se concibe subjetivamente:
el área de transición.
El campo de la ilusión excede la oposición de
alucinación / percepción de la coincidencia entre los
procesos de crianza del bebé en la omnipotencia y el control
mágicos y la devoción materna para suplir cualquier necesidad. que ella
cree estar presente en el bebé. El papel que juega la ilusión es
central para el desarrollo emocional posterior del niño, ya que
esta suave adaptación a la realidad es lo que le permitirá
mantener una relación más sana con las barreras entre lo interno
y lo externa, objetiva y subjetiva, fantasía y realidad. La presencia
del objeto radica en el concepto de ilusión winnottiana, ya
que llama nuestra atención sobre la importancia de la
coincidencia entre los procesos del bebé y la respuesta
ambiental (Rosellón, 2012b).
En esta dirección, podemos pensar que este proceso
solo ocurre si hay una sintonía entre la madre y el bebé en este
momento inicial. Es solo de acuerdo con la respuesta de la madre
que la ilusión creada por el bebé puede convertirse en percepción
de una sensación primitiva que adquiere el estatus de
message al otro. Volviendo a este punto, la dimensión
somática y afectiva se presenta aquí como de un enorme
potencial comunicativo y narrativo (Rosellón, 1999). Sin
embargo, tal potencial solo se logrará si hay otro que
pueda recibir esta comunicación como un mensaje.
En relación con tal mensaje potencial, es
importante tener en cuenta que no hay un significado
previo e inmutable que transmitir, sino que será construido
en parte por el remitente y en parte por cómo el destinatario.
recibirá y responderá a ese mensaje. Si el mensaje no es
recibido o reconocido en su valor simbólico, su potencial
degenera, desestilándose. Sin la ayuda del otro, este
contenido se vuelve toxico para el bebé y no susceptible de
simbolizar el trabajo, permaneciendo
Psicología USP, 2019, tomo 30, e1801785
Polifonías en el análisis: los procesos primarios de
simbolización
encerrado en algún rincón de la psique de una manera
atemporal (Rosellón, 2011).
La función de simbolización del objeto
Para que el trabajo de simbolización primaria se
realice y pase a formar parte de las propias herramientas
psíquicas del sujeto, será esencial que el objeto le ayude en
este comienzo y, a lo largo del proceso, pase del trabajo
apoyado por el otro al trabajo realizado por el propio
sujeto. Son las características de la relación primaria que el
sujeto constituye con el objeto las que servirán de base para su
relación con su actividad simbolizadora posterior (Rosellón,
1999).
La ayuda inicial estará marcada por la elección de
objetos que acogerán la materia psíquica primaria
"drenada" por el bebé. El asunto será transferido al objecta, que
lo recibirá de acuerdo a sus posibilidades. Con esto, el
objeto imprime su marca específica y su modelo particular
a partir de la singular respuesta dada a la transferencia de
esta materia a sí mismo. La calidad de la respuesta del objeto
será de suma importancia para que el proceso se desarrolle, de
modo que pueda verse obstaculizado en un momento u otro después
de su producción si el la respuesta no es satisfactoria.
El primer objeto en recibir estos contenidos será la
madre, entendida aquí no como una madre biológica, sino como
una que realiza la función de cuidar. Siguiendo la lógica
winnicottiana del objeto creado/encontrado, las
características reales y concretas de la madre deberán ser
utilizadas alucinatoriamente por el niño. Es necesario que
exista una comunión entre el elemento que efectivamente se
encuentra en la realidad de la figura materna y el que se
proyecta sobre ella, alucinado y trasladado a su figura por el
niño (Winnicott, 1953/1975).
Es en este moment de convergencia entre el
objeto creado y el objeto encontrado que la materia
primaria psíquica encuentra su dirección. Tal convergencia
perceptiva nos abre el camino para pensar en la
dificultad central del trabajo de simbolización primaria: el
objeto que ayuda a simbolizar es también un objeto a
simbolizar (Rosellón, 1999). El objeto de ayuda en sí mismo
también carece de simbolización. Estas son las dos caras de la
función simbolizante del objeto. Esta es la primera paradoja que se
encuentra en el proceso que debe ser respetada antes de que
pueda desarrollarse. Es necesario apoyar las diferencias
introducidas por la paradoja, así como sus similitudes.
Habrá una doble necesidad de encontrar la
alteridad del objeto, mientras que al mismo tiempo ayudará a
simbolizar esa alteridad. Para que esta operación sea posible,
Roussillon (1999) señala que el objeto debe aceptar dejarse utilizar,
al tiempo que propone una diferencia entre el objeto externo
y la representación que se hará internamente. Basado en el
concepto winntino de "uso de objetos" (Winnicott, 1969/1975),
Roussillon afirma que la madre debe consentir en dejarse
transformar y cambiar para convertirse en maleable e infantil. En el
encaje de la cosa misma, aparece la cosa "para jugar", la cosa
para ser utilizada como un
Natalia City & Silvia Zornig
objeto para simbolizar. Sin embargo, debe señalarse que la brecha
entre el objeto en sí y una posible representación del mismo es
crucial aquí, ya que introduce la no identidad, que se abre a la
simbolizando el espacio.
Dada la imagen presentada, la madre debe
consentir y soportar ser utilizada de esta manera. Ella
necesita aceptar dejar sus necesidades y deseos pendientes
para adaptarse a las necesidades de su bebé, dando forma a
esta materia primaria psíquica, ayudando a convertirlos en
simbolización. Esta es la condición esencial para que la
simbolización primaria se constituya satisfactoriamente. En el
uso del objeto hay una aceptación de atenuar la otredad de
uno para adaptarse a las necesidades del otro. Hay un intento
de borrado momentario de uno mismo para que uno
pueda ser utilizado como un objeto maleable sobre el cual
el bebé depositará psíquico primario. materia aún sin
forma. En este sentido, la presencia y la respuesta del
objeto se vuelven esenciales para el establecimiento del
proceso de simbolización primaria en el otro (Rosellón,
1999).
La tolerancia del objeto a la recepción de la
alucinación de la materia primaria psíquica del bebé está
relacionada con una maleabilidad suficientemente
satisfactoria en la relación con el objeto, una forma viva del
concepto de Marion Milner (1952/1991). de "entorno
maleable". A través de este concepto, el Rosellón (2006a)
encuentra un apoyo para pensar qué sucede en estas primeras
relaciones de objeto. En palabras del autor, "dar forma,
modelar el aire o una masa, articular, hacer visible un
fluido invisible pero material, tal parecía ser el imperativo
común que subyace a estas diferentes relaciones" (p. 158).
El ambiente maleable fue un concepto que surgió de la
clínica de Milner con niños. Permite que el sujeto comience a
discriminar entre las realidades externas e internas en función
de alguna realidad objetiva que eventualmente encuentre con el
objeto. El entorno es utilizado por el otro, momentáneamente
omnipotente. En este sentido, la intersubjetividad gana terreno
al afirmar que será necesario encontrar realmente el objetivo
para que algo de externalidad sea reconocible. El
movimiento ya no será de adentro hacia afuera (de bebé a
madre) o de afuera hacia adentro (impuesto por la realidad),
sino desde el encuentro entre ellos y lo que vendrá
después.
Para que el objeto sea entendido como un
entorno maleable, debe tener algunas características, entre
las que destaca el Rosellón (2006a). La primera y más
fundamental es la indestructibilidad. El objeto debe ser utilizable
– cambiar su forma – y sobrevivir. La maleabilidad se entiende
aquí como una transformación eterna, un movimiento que
ayudará en la representación.
A continuación, tenemos como propiedad una
sensibilidad extrema del entorno. Aunque no se puede
destruir, solo requerirá pequeñas variaciones cuantitativas
para cambiar. Como tercera característica del entorno
maleable encontramos la transformación indefinida, es
decir, la capacidad de adquirir todas y cada una de las
formas. Si, al mismo tiempo, debe ser indestructible y
sensible, el Rosellón (2006a) afirma que "debe ser
indefinidamente".
transformable pero sigue siendo él mismo" (p. 164). Su
naturaleza no cambia, sólo su forma.
Esta característica solo puede ocurrir si se agrega a la
siguiente: el entorno debe estar disponible
incondicionalmente. En todo momento, el sujeto necesita
poder llegar a él y encontrarlo accesible.
La quinta y última propiedad del entorno maleable
es su carácter vivo. Aunque puede ser una sustancia
inanimada, el sujeto debe ser capaz de encontrar vida en ella.
Esta característica es extremadamente importante ya que no
es suficiente para que el objeto sobreviva a ataques y
transformaciones posesibles. Dada la destructividad
encontrada, será necesario que el objeto no se retraiga– debe
estar presente psíquicamente; que el objeto no tome
represalias ni entre en una lucha de poder con el sujeto; y que
el objeto es vivo y creativo (Rosellón, 1999).
Al obedecer estas propiedades, la madre se convierte en
un buen "material de modelado", del cual el bebé puede
drenar sus alucinaciones de la materia psíquica primaria y
obtener ayuda para organizarlas. Sin embargo, para que el
objeto funcione como un entorno maleable, no solo debe
sobrevivir, sino también tener cierto placer en el uso de su
forma e interioridad. La madre tendrá que entender y
aceptar la paradoja de usar el objeto para que pueda ayudar a
simbolizar. La función simbolizadora del objeto se une a las
funciones de paraexcitación y contención como requisitos que
debe cumplir el objeto materno (Rosellón, 1999). Sin
embargo, es innegable que el objeto también es otro,
diferenciado. Está constituida por sus propias características,
conteniendo su especificidad, sus deseos y elementos que no
son maleables. El objeto también tiene sus partes "duras",
inmutables, aquellas que no pueden ser inmediatamente
utilizables. Por muy maleable que sea el objeto, también hay
algo que le es propio y que le impide adaptarse a este bebé,
que se encuentra. resistencia. Así como el objeto da la bienvenida
a la transferencia de psíquico
materia primaria, también la refracta.
Estos elementos no adaptados serán experimentados
por el bebé como enigmáticos e inabarcables. Dado que el
objeto también tiene características que no son maleables,
no es posible que el bebé transfiera la materia primaria
psíquica total y completamente al objeto, como hemos
descrito, ya que existe una dureza propia que impide su
modificación. Así, siempre hay un resto: lo que no pudo tomar
forma en la relación con el objeto, sobrante desde la primera
vez del proceso de simbolización, da lugar a una primera
bifurcación del proceso.
El objeu y los inicios de la simbolización
Desde el momento en que el sujeto no
encuentra la solución a todas sus necesidades en
el objeto materno, buscará otros objetos con el fin de
representar perceptualmente lo que amenaza con escapar.
Este primer objeto encontrado en el exterior es nombrado por
el Rosellón como objeu. La palabra es un anagrama
compuesto por la suma de dos palabras francesas: objet
(objeto) y jeu (juego, juego). El encuentro con este primer
objeto
6Psicología USP I www.scielo.br/pusp

sería una forma de juego muy primitiva, que conduce a nuevos
procesos de simbolización primaria. Estos primeros encuentros
posibilitarán posteriormente el trabajo de desmaterialización
psíquica que conduzca a la reflexividad contenida en el
pensamiento y en la propia representación actividad.
El objeu se asemeja al concepto winnciociano de
objeto de transición en que representa al mismo tiempo lo que
es externo e interno. Es una creación del sujeto, pero tiene
una materialidad, una paradoja que, como en Winnicott, no
debería resolverse. Es a la vez un objeto subjetivo y un
objeto objetivo. Gracias a la alucinación, adquiere un
valor psíquico; gracias a la percepción y las habilidades
motoras, se puede manejar y explorar en la realidad externa
(Rosellón, 2011).
El objeu sostiene tanto lo que comenzó a tomar
forma en la relación con el objeto materno -que el entorno
encontrado era maleable- como lo que no pudo comenzar a
representarse en esa relación. Hay una sobredeterminación de
lo que ocurrió. De pie uno al lado del otro están lo que podría
producirse con la ayuda del objeto materno y lo que no podría.
Si la respuesta inicial del objecto materno fue satisfactoria,
estos objetos pueden animarse gracias a la transferencia de
las características vivas de esta primera respuesta.
Al igual que el carácter vivo del entorno
maleable, el objeto puede animarse a partir de la
exteriorización alucinatoria de la traza interior y el primer
reencuentro de esta traza con otro sujeto, también vivo, y que
responde creativamente. Para que el niño luego haga uso del
juego, algo debe haberse hecho satisfactoriamente en el
primer momento del proceso de simbolización primaria. El
objeto materno debe haber sido utilizado como un
ambiente maleable para que la característica de transferir
algo vivo a objetos inanimados podría haberse logrado con
éxito (Minerbo, 2013).
Sin embargo, dice Rosellón (1999), esta transferencia
de características vivas sólo tiene lugar si el objeto tolera y
autoriza, o más bien favorece, este desplazamiento. Para ello,
será necesario que el objeto reconozca el límite de su uso
por parte del sujeto y la necesidad de encontrar otro
lugar, que no sea en la relación primaria madre-bebé, lo
que la el objeto no puede darle. Aquí se producirá el
reconocimiento de una primera expresión de la prohibición del
incesto, que promulga la imposibilidad del objeto materno de
satisfacer todas las necesidades del sujeto, pero al mismo
tiempo abre la posibilidad de satisfacer de esta relación
fusional lo que el objeto no puede darle. El desplazamiento
del objeto materno al objeu es entonces la primera forma de
metaforización.
A diferencia de la relación con el objeto materno,
en el objeu es posible explorar el enigma y la "dureza" del
objeto, sus aspectos no maleables, ya que la actualización
alucinatoria junto con el encuentro de un objeto externo
hace que el objeu se convierta en un objeto para la psique.
Puede ser explotado, atacado, arrojado, mordido, utilizado
sin piedad para la creatividad y la destructividad del sujeto.
Gracias a la motricidad, el objeu se convierte en
Psicología USP, 2019, tomo 30, e1801787
Polifonías en el análisis: los procesos primarios de
simbolización
manipulable y transformable, resguardado psíquicamente. Y
en el despliegue de este uso despiadado, subjetivamente
apropiado, tan vago como sobrevive a los aspectos violentos
del amor primario y la destructividad.
A partir de la experiencia y el descubrimiento de las
propiedades del juego, el objeu permite descubrir las
propiedades de la simbolización, ayudando al establecimiento
de procesos de simbolización primaria. Jugar a sí mismo
simboliza la actividad simbolizadora que autoriza (Rosellón,
1999). Permite descubrir sus características, sus
condiciones de posibilidad, sus condiciones previas. El juego en
sí mismo es uno de los objetos que se juegan. No es puro
autoerotismo sino una actividad autoerótica que se abre a la
simbolización. Al mismo tiempo, reconoce la alteridad y trata
de suavizarla en la medida en que se reduce por su propia
representación. Sin embargo, también hay un límite
para jugar, ya que la actividad depende de la presencia y
materialidad que constituye el objeto. Al apoyarse en esta
sustancia y señalar el límite de su actividad, el juego se abre a
una nueva bifurcación del proceso de simbolización primaria:
el trabajo de desmaterialización psíquica que es necesario
para alcanzar el verdadero estado de representación de las
cosas – fin de
el proceso de simbolización primaria .
Minerbo (2013) nos sitúa en el campo de la
simbolización primaria al decir que, hasta ahora, el niño no ha
formado representaciones de cosas, solo cosas que representan.
Hasta ahora hay objetos externos y una dependencia de ellos que
no se puede perder, ya que la simbolización primaria aún no
está completa. El siguiente paso en el proceso es poder realizar
una autorepresentación, lo que implicaría por lo tanto
renunciar a la dependencia absoluta de los objetos. Los
eventos que ocurrieron en los dos primeros momentos
(objeto materno y objeu) permiten al niño comenzar a
simbolizar la actividad misma de simbolizar.
La paradoja fundamental del proceso de
simbolización primaria es que mientras el sujeto busca
deshacerse del objeto narcisistamente, existe la
necesidad de que se constituya como sujeto. Y luego
entramos en el campo de la intersubjetividad, ya que ningún
ser humano puede ser psicológicamente autoengenrado,
del mismo modo que no lo es corporalmente. Nuestra
organización psíquica depende no sólo de los eventos que
han ocurrido y de la forma en que los significamos, sino
también de la dialéctica que se establece entre tales eventos y
las respuestas que provienen del otro. Las posibilidades del
objeto materno de escuchar la polisemia producida por el bebé,
de comprender la comunicación que escapa al campo verbal,
de sintonizar con las necesidades del otro, de ser utilizado como
material maleable, serán extremadamente importantes para un
logro satisfactorio de este proceso, así como entre analista y
analista (Rosellón, 1999).
En este sentido, podemos pensar que la respuesta
proporcionada por el analista será de gran importancia a lo
largo de este viaje. Permite un trabajo de reflexión, de
devolver al otro lo que se está recibiendo, siempre y
cuando no sea un mero eco vacío de lo que el otro
presenta. No basta con reflexionar imparcialmente, como un
Natalia City & Silvia Zornig

espejo que no puede ser tocado por lo que viene del otro. Para
que esta forma de respuesta reflejada sea también afectiva,
ayudando en los cambios hacia la apropiación subjetiva, será
necesario encontrar un ajuste fino que genere un intercambio
afectivo entre ambos. Este movimiento será una condición
de posibilidad para que el trabajo de simbolización suceda.
Sin embargo, dentro de esta relación empática, la
alteridad del objeto será tan importante como su
similitud. El trabajo requerido para lograr la función
metaforizante, implícita en toda simbolización, supone jugar
por ambos lados, el de la diferencia y de la similitud (Rosellón,
2006b). Así, el trabajo del analista es intrincado, ya que necesita
ser parte de este juego de desviar y reflejar los contenidos del
sujeto, mientras que el sujeto adquiere la capacidad
reflexiva, basada en el trabajo.
de simbolización. Sólo cuando la experiencia intersubjetiva se
vuelve mínimamente satisfactoria puede el sujeto desarrollar
la capacidad interna para avanzar hacia nuevas posibilidades
de simbolización.
Por lo tanto, el campo intersubjetivo también presenta
obstáculos, ya que el objeto siempre contiene algo extraño
y enigmático para el sujeto, que no puede ser "modelado".
Esta discusión nos abre el camino para pensar en la
paradoja central del trabajo de simbolización primaria: el
objeto que ayuda a simbolizar es también un objeto a
simbolizar (Rosellón, 1999). Habrá una doble necesidad de
encontrar la alteridad del objeto, mientras que al mismo
tiempo ayudará a simbolizar esa misma alteridad. En este
sentido, el trabajo del analista será componer este par
intersubjetivo, ayudando a retomar los procesos de
simbolización.

Polifonías en análisis: los procesos de simbolización primaria

Resumen: En este artículo, se propone discutir las diferentes formas de comunicación existentes en la clínica psicoanalítica,
además del lenguaje verbal, a partir de los procesos de simbolización primaria y la importancia de una expansión en la escuch a
del analista. A partir de los escritos de René Rosellón, entramos en el campo de la intersubjetividad para reflexionar sobre una
escucha diferenciada que ahora requiere el analista en la dirección de permitir la recepción de diferentes formas de comunicación.
En estos casos, algo diferente a la palabra se vuelve audible, poniendo en primer plano defectos relacionados con el trabajo de
representación, de modo que surgen procesos más arcaicos de simbolización dotados de otras voces, como un intento de
ampliar teóricamente los alcances de la simbolización y la representación.

Palabras clave: clínica psicoanalítica , comunicación no verbal, René Rosellón.

Polifonías en el análisis: los procesos de simbolización primaria

Resumen: En este artículo, proponemos discutir las diferentes formas de comunicación existentes en la clínica
psicoanalítica, además del lenguaje verbal, a partir de los procesos de simbolización primaria y en la importancia de la
amplificación en la escucha del analista. A partir de los escritos de René Rosellón, nos adentramos en el campo de
la intersubjetividad para reflexionar sobre una escucha diferenciada requerida por el analista, que permitirá la recepción de estas
diferentes formas de comunicación. En estos casos, una comunicación más allá de lo verbal se vuelve audible, resaltando defectos
concernientes al trabajo de representación, de manera que los procesos más arcaicos de simbolización aparecen
dotados de otras voces, como un intento. para ampliar teóricamente el alcance de la simbolización y la
representación.

Palabras clave: clínica psicoanalítica, comunicación no verbal, René Rosellón.

Polifonías en análisis: los procesos de simbolización primaria

Resumen: En el presente artículo, nos proponemos discutir diferentes formas de comunicación existentes en la clínica
psicoanalítica, además del lenguaje verbal, teniendo como base los procesos de simbolización primaria y la importancia de una
ampliación en la escucha del analista. Tomando como base los escritos de René Roussillon, adentramos en el campo de la
intersubjetividad para pensar acerca de una escucha diferenciada que pasa a ser requerida por el analista en el sentido de
posibilitar la acogida de estas diferentes formas de comunicación. En estos casos, algo diferente de la palabra se vuelve audible,
trayendo a la luz fallas referentes al trabajo de representación, de forma que procesos de simbolización más arcaicos surgen
dotados de otras voces como intento de ampliar teóricamente los alcances de la simbolización y de la representación.

Palabras clave: clínica psicoanalítica, comunicación no verbal, René Roussillon.

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Recibido: 28/09/2018
Aprobado: 22/08/2019
Psicología USP, 2019, tomo 30, e1801789