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Antonia Urenda
Pruebas
- 12 septiembre
- 17 octubre
- 21 noviembre
Clase introductoria
Diferencias ser humano y animal según el humanismo clásico.
Antihumanistas critican esta posición (Marx, Freud, Nietzsche): que el hombre tenga
representaciones claras, que el hombre tenga una conciencia inmediata de sí mismo, por lo
tanto, su libre albedrío. Hombre no es consciente de lo que es, por ende, no es libre. Lo que
se critica es que la esencia del ser humano consista en su libertad. El ser humano, por el
contrario, no es otra cosa que un animal; no es libre ni tiene conciencia perfecta de sí mismo.
Este discurso abre la puerta a la reducción del ser humano al animal. Según Marx, el ser
humano se entiende a partir de sus necesidades vitales. Freud reduce al ser humano a sus
pulsiones vitales (hambre, sexo, etc). De este modo, la esencia del hombre no se distingue de la
animal. El ser humano puede ser explicado a partir de las leyes de la naturaleza: físicas,
biológicas, psicológicas, económicas. Si el ser humano no tiene una esencia propia, si no es
más que un tipo de animal, esto abre la puerta a perspectivas barbáricas. Critican el carácter
inmediato de la libertad humana: la libertad es mediada, es un resultado, una conquista.
Freud plantea que la psique humana está compuesta por una parte consciente y otra
inconsciente, invitando a hacer consciente lo inconsciente; un discurso de liberación del ser
humano. Mediante la mediación del psicoanálisis nos liberamos de nuestras determinaciones
inconscientes. Marx sostiene que mediante la intelección de las determinaciones económicas
podemos liberarnos. Hay un proceso de liberación a través de la toma de conciencia de la
propia alineación. La razón es la mediación que hace posible esta alineación de la conciencia.
Dificultades de esto: (1) esta liberación pasa por el conocimiento de todo aquello que
nos determina, una perspectiva algo pesimista; (2) cómo se puede hablar de la liberación si
esta misma está determinada, deben distinguirse los que se van a liberar, que desarrollan
conocimientos racionales, de los que no, que se quedan en lo irracional; condiciones externas
que pesan sobre uno son lo que permite o no esta liberación. Ejemplo del techo de cristal: por
falta de comprensión del sistema social, no todos pueden tener el mismo éxito laboral, sin
embargo, se quedan atrapados en el mito del azar y del destino, pensando que es por mala
suerte que no pudieron alcanzar su meta, están, entonces, determinados, y caen en un
fatalismo. Necesidad fatalista; necesidad determinista. Fatalismo y determinismos, en ambos
casos hay una necesidad que niega el libre albedrío.
La libertad que se alcanza con esta conciencia de las propias determinaciones es una
de carácter práctico; el desarrollo de técnicas convenientes de acuerdo con las propias
determinaciones, por ejemplo, el desarrollo de la medicina. Puedo elegir lo que me conviene al
ser consciente de mis propias determinaciones; se da una especie de reestructuración del
comportamiento. Esta libertad se da en grados; puede alcanzarse en mayor o menor medida.
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El hombre escapa del mundo porque lo abre, esto es, configura horizontes de sentidos
al representar el mundo y por ende abrirlo. Es una especie de ventana al mundo.
Concepto de situación en Sartre. Cada ser vivo existe en una dimensión situada, está
inscrito en una red de situaciones que tienen distintas significaciones (nacionalidad, familia,
clase social, género). Situaciones materiales pero que vinculan una red de significaciones que
lo determinan, y que él no ha elegido, por ende, el hombre está arrojado al mundo en
situaciones que se le escapan pero que lo caracterizan íntimamente. Así es como adviene
el ser humano en la existencia; no elegimos las distintas situaciones en que nacemos. Nos
cuesta ver el carácter contingente de nuestra situación, ya que hay otras significaciones
que pueden orientar el curso del mundo que tienen tanta validez como la nuestra. Somos
inscritos por nacimiento en una red de significaciones y posibilidades; cualquier
posibilidad de existencia se acompaña de un sentido, esto es, el sentido que caracteriza a las
situaciones es una posibilidad. Por un lado estamos limitados (ejemplo: si somos chilenos no
podemos ser gringos), no podemos serlo todo, pero por otro lado, se abren posibilidades y un
rango de libertad con esta situación que nos limita. Vivimos en un mundo de significaciones,
estamos atrapados por la significatividad.
Podemos ser tentados a huir de la necesidad de elegir; pero esta huida, para Sartre, es
una decisión libre; soy responsable de esta huida de la libertad. En este sentido, no es
determinista, porque cada uno es responsable de considerar que el determinismo me hace
quien soy.
Tal concepción quiere decir que la esencia del ser humano consiste en su existencia, lo
que quiere decir que el ser humano no tiene una definición previa a la que tiene que
corresponder. Se opone a la idea de la prefabricación del ser humano por parte de Dios, que le
otorga una esencia predeterminada. No hay una definición previa del ser humano, porque
primero existe y luego se define. No es otra cosa que lo que hace de él mismo a partir de la
comprensión que tiene del mundo, que involucra la comprensión de sí mismo. No hay una
referencia externa donde se puede medir la significación del mundo y de uno mismo.
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Sartre intenta articular las dos dimensiones del sujeto: la de pertenencia al mundo y
la de diferencia o apertura. Pertenece al mundo porque está situado; tiene una situación,
está materialmente en el mundo; tiene un cuerpo, una familia, etc. De esta situación recibe un
conjunto de significaciones que no ha elegido; dimensión pasiva; y un conjunto de
posibilidades que predeterminan su vida. Pero, por otro lado, es capaz de proyectarse; de
decidir el sentido de la situación, apropiándose de las posibilidades que ha recibido. Sin
embargo, tampoco hemos elegido elegir; estamos condenados a ser libres. Hay, entonces,
pasividad en lo que concierne a la actividad.
Existir quiere decir ser libre; ser libre quiere decir no ser lo que uno es y ser lo que
uno no es. No ser lo que uno es se entiende como que uno no se reduce a las determinaciones
con que se nació; pero tampoco se pueden rechazar absolutamente estas determinaciones
como una parte de mi identidad, como una especie de espíritu puro capaz de abstraerse de
todas estas determinaciones. Ser libre es entonces asumir esta ambigüedad de la
existencia; yo no soy todavía lo que tengo que ser, el ser humano es un proyectarse, ya
que el yo está siempre por venir, pero por otro lado, es lo que todavía no es, pues lo es
bajo la forma de proyectarse.
Para ser uno mismo hay que hacer cosas; el ser se determina a partir del hacer; la
esencia se deriva de la existencia, no hay una naturaleza humana a la cual hay que
corresponder. Me determino cada vez que tomo decisiones.
En El Ser y la Nada Sartre se interesa por la relación con los demás, sin pretender
resolver el problema; se limita a mostrar una dificultad de la humanidad en lo que toca a las
relaciones interhumanas. Ellas, para Sartre, son estructuradas por el sadismo (objetivar al
otro; reducirlo al estado de cosa, cosificarlo, negarle su libertad) y el masoquismo (aquel que
se vive como objeto, que acepta la cosificación, dejarse objetivar por el otro). Estos proyectos
no son auténticos, porque la aceptación de la objetivación es una manera de no asumir la
libertad. Las relaciones son sadomasoquistas.
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Las relaciones humanas obstaculizan los proyectos de liberación de cada uno. Estas
maneras de concebir las relaciones humanas son contradictorias con el proyecto de
liberación. Se necesita ser reconocido como sujeto para poder afirmarse como sujeto libre.
El proyecto ontológico de Sartre, dice, tiene que desembocar en una moral. El Ser y la
Nada es un proyecto ontológico, que se limita a describir al existente tal como existe, sin
formular una moral que le diga cómo tiene que vivir, ya que el propio individuo es quien
determina cómo él debe vivir. Cada individuo decide si cierta moral sirve o no para él.
Sartre retoma el proyecto de Kant; yo no puedo ser libre si los demás no lo son. P
ara
que yo sea libre, los demás también deben serlo. Esto es, son fuentes legítimas de proyección
de sentido, de determinación de proyecto. Debe reconocerse el carácter legítimo del
proyecto de los demás, que sería apoyar estos proyectos; hay que reconocer que su meta es
mi meta, cuando su meta deja de ser meta para ellos, deja de ser mi meta. Esta operación debe
ser recíproca, y vence el sadomasoquismo de las relaciones ordinarias. No puedo actuar sin
preguntarme por las consecuencias de mi acción sobre los demás, debo preguntarme si lo
que hago tiene repercusiones sobre los demás, qué pasaría si cualquiera actuara como yo
(universalizar la conducta). Debo actuar como si fuese una acción válida para toda la
humanidad.
Algunos problemas. ¿No sería esta moral muy abstracta, sin poder ayudarnos a
tomar decisiones? Ejemplo del joven que tiene que decidir entre ir a a guerra y quedarse con
su madre. ¿Habría un reconocimiento del otro como otro en el marco del pensamiento de
Sartre; cómo se me aparece el otro en Sartre? Este otro aparece en mi mundo; existe el riesgo
de ver al otro como parte de mi mundo, como una dimensión de mi mundo. Se hace una ética
postmetafísica (Lévinas) donde las relaciones con el otro no están determinadas por una
definición previa de la humanidad, lo que permite una singularidad y heterogeneidad.
Preocupación de Jonas sobre esta ética. Debe tenerse en cuenta la situación biológica del ser
humano, sin abstraerlo de esta biología. Debe tenerse en cuenta también el hiperdesarrollo de
la técnica de la época contemporánea, hasta el punto que se puede amenazar la naturaleza
como la hemos conocido y la estructura biológica del ser humano. Hay entonces una
responsabilidad hacia la naturaleza, debido a las amenazas de nuestra técnica, y una
responsabilidad hacia las generaciones siguientes, en el sentido de preservar el planeta
como un lugar habitable. En lugar de tomar como punto de partida la subjetividad aislada,
quizá es mejor partir de nuestra pluralidad; reconocer que la inclusión de sí mismo pasa por
el reconocimiento de la existencia en una pluralidad y manifestarse a sí mismo en esta
pluralidad.
Respuesta de Sartre es que debemos modificarnos; para que podamos nacer del puro
ser tenemos que definirnos a nosotros mismos, modificarnos, para que podamos
reflexionarnos a nosotros mismos. En el plano del puro ser sucede un acontecimiento, le
adviene algo al puro ser. Este acontecimiento da lugar a la subjetividad que se pone en
relación consigo misma. Esta reflexión es necesaria para darse cuenta de cómo surge la
subjetividad. La pregunta sobre el surgimiento y advenimiento de la conciencia supera los
límites de nuestro conocimiento, supera lo que podemos saber sobre nosotros. Es una
pregunta de carácter metafísico.
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Para Lévinas, el sujeto es el resultado de una situación anterior, pero que no es una
visibilidad intrínseca; el sujeto sale del puro ser. En Sartre lo que caracteriza a la subjetividad
es que tiene que responder al llamado al ser. En Lévinas, la subjetividad sale del ser en el
sentido de que se evade del ser; la subjetividad es una evasión del ser, se ha liberado de él. La
subjetividad no tiene que ver entonces con responder al llamado de ser, con la necesidad de
ser sí mismo y a apropiarse de sí mismo, sino con la necesidad de alejarse cada vez más al
ser y de quizás renunciar a ser sí mismo, a pensar en su destinación. En Sartre y Lévinas la
subjetividad es el resultado de un acontecimiento.
Si bien esta entrada en el mundo es una primera salida del ser, no permite describir de
forma completa a subjetividad, pues lo esencial para el ser en Lévinas es la ética. El sentido
más propio de la subjetividad es ético. No basta en quedarse en el plano ontológico, hay
que pasar al plano ético para poder entender al sujeto. La esencia del sujeto es aquí pasividad,
porque el sujeto va a ser llamado a la responsabilidad, no a ser sí mismo, sino a la
responsabilidad por el otro. La subjetividad es ética porque debe encargarse del otro.
El sujeto ni siquiera tiene libertad respecto a esto. Debo pensar al otro en tanto que otro, no en
una lógica de poder. El amor erótico se determina a contra de la concepción de Sartre del
amor; en ellas eran sadomasoquistas. La voluptuosidad en Lévinas permite relaciones en
donde se escapa de la lógica del poder.
Si lo esencial del sujeto es un escape del mundo; ¿se puede decir que el sujeto
pertenece al mundo? ¿Tiene sentido sostener que el sujeto está fuera del mundo? ¿Cómo se
articulan estas dos subjetividades del sujeto? Sujeto es rehén del otro; no tiene ninguna
libertad en su responsabilidad por el otro.
2. Acontecimiento del sujeto. ¿Cómo debe ser el mundo para que de él pueda surgir
una subjetividad?
3. Pertenencia al mundo. ¿Cómo se articulan las dos dimensiones del sujeto; cómo se
puede pensar que pertenezca y esté inscrito en el mundo y se abra a él, dándole un
significado? ¿Cómo se puede pensar esta articulación sin hacer referencia al cuerpo, a la
encarnación del sujeto? Pertenecemos al mundo de forma concreta porque tenemos un
cuerpo; compartimos con el mundo el estatuto corporal. Este cuerpo también es lo que hace
posible los proyectos existenciales míos; se debe romper entonces con el dualismo de la
tradición filosófica del cuerpo y espíritu; debe repensarse el cuerpo para que a nivel del
cuerpo se pueda pensar la pertenencia del sujeto al mundo y su apertura a él. El cuerpo ya no
es solamente algo orgánico y mecánico, sino algo que hace posible el sujeto sartreano, con
proyectos existenciales. El cuerpo debe tener posibilidades existenciales, significaciones
o pre significaciones.
4. Devenir del sujeto. Cuestión del proceso que hace que un sujeto sea un sujeto.
¿Cómo se describe este proceso donde el sujeto deviene en sujeto? Hay que dar las
condiciones humanas, mundanas, concretas que hacen posible para el sujeto constituir el
mundo. Cómo se constituye como capaz de tener una existencia.
Hannah Arendt hace una fenomenología de las actividades, destacando una actividad
entre otras, que es la acción. Varias acciones hacen que el sujeto sea humano, pero hay una
que lo hace verdaderamente humano: la acción. La labor, el trabajo y la acción son las
actividades esencialmente humanas. El sujeto activo es también uno que se dedica a la labor y
al trabajo. El sujeto es político.
(1) ¿En qué medida podemos tener acceso al ser desde la vida? Ontología de la vida. Se
pregunta por el ser desde el ser de la vida. (2) Esta ontología de la vida hace posible una ética
de la vida; la descripción de lo que es la vida abre el espacio a la tesis que nos dice lo que
tenemos que hacer en la vida; se abre un discurso sobre lo que debe ser. Se puede pasar del
plano de la descripción al plano de la prescripción, del is al ought to, de lo que hay a lo que hay
que ser. Termina concluyendo que la responsabilidad es un deber.
27/08
Hans Jonas
Preguntas en Jonas: (1) por la ontología de la vida, pregunta por el ser; (2) por la
fundamentación de la ética. Lo original en su propuesta es que pretende atender ambos
problemas a partir del fenómeno de la vida, de una descripción en la cual la vida se nos
aparece. La vida es el núcleo fundamental en el pensamiento de Jonas. Esto proviene de la
corriente del gnosticismo. Jonas buscaba unificar las distintas corrientes del gnosticismo,
haciendo uso de la teoría de la existencia de Heidegger.
La conclusión de su tesis es que lo que unifica las corrientes gnósticas es que están
caracterizadas por ciertos dualismos, como (1) el del cuerpo y el alma, (2) el hombre y el
mundo, (3) hombre y Dios. Hombre está separado de Dios, y del mundo, ya que tiene alma
(que lo distingue de él) aun cuando pertenece a él por su cuerpo. Hay un dualismo substancial
entre el cuerpo y el alma del ser humano. Estos dualismos dan lugar a un tipo de nihilismo, de
pérdida de sentido global; no entiende el sentido de su presencia en el mundo. Jonas busca
superar estos dualismos. Descubre que el gnosticismo, así interpretado de forma dualista, le
ayuda a entender a Heidegger: hay algo gnóstico en la filosofía de Heidegger (también de
Sartre). Para superar los dualismos debe pensarse la reunificación de estos tres dualismos;
pensar estas tres articulaciones. Esto se hace a partir de una filosofía de la vida, porque el
fenómeno de la vida es lo que permite pensar la unión entre alma y cuerpo y el vínculo
entre ser humano y mundo (entendido como naturaleza). En el contexto de guerra se da
cuenta de la fragilidad del ser humano, que está tan expuesto a la muerte. La filosofía ha sido
muy idealista; ha idealizado la corporalidad, que es lo que contiene la debilidad de nuestra
existencia.
Pregunta por el ser que se plantea en el marco de la vida. Ontología de la vida que se
puede solucionar a partir de descripciones de lo que es la vida: la vida es la puerta de
entrada para pensar el ser en general. La antropología de Jonas proviene de una ontología
de la vida: hay que pensar primero cómo se da la vida para luego pensar en qué consiste la
diferencia antropológica. Se intenta elaborar un biocentrismo. Primero se piensa la vida,
luego lo demás.
Descartes, por ejemplo, con su dualismo, no unifica el ser, ya que contrapone la res
extensa con la res cogitans: la primera ocupa espacio, la segunda no. Los materialistas, por otro
lado, reducen todo lo que existe a la materia. El idealismo, por el contrario, reduce todo lo que
hay a la conciencia: la materia es creada por la conciencia; no hay otra cosa que ideas
(Berkeley, por ejemplo).
Todo empieza con un panvitalismo: todo lo que hay es vida. El principio unificador de
todo lo que hay es la vida. La vida se entiende aquí como panpsiquismo: todo es psyché,
todo es alma. Este concepto de alma nos deja en la indiferenciación: es un concepto
demasiado ambiguo. Descartes nos hace salir de la ambigüedad e indiferenciación inicial del
concepto de alma, instaurando el dualismo del alma y del cuerpo: diferencia drásticamente
cuerpo y alma en tanto que substancias. Descartes des-espiritualiza la naturaleza y
desnaturaliza el espíritu: inaugura la posibilidad del estudio científico de la naturaleza,
ya que esta no es animada, siendo solamente posible entenderla como física. Se puede
estudiar entonces la naturaleza de forma mecánica. Rompe con la representación finalista de
la naturaleza, que sostenía que esta tenía una finalidad, cierta capacidad de voluntad
(Aristóteles). Descartes rompe con la antropomorfización de la naturaleza, haciendo posible
un estudio científico de la naturaleza. Muestra que el espíritu se puede pensar por sí mismo a
través de la reflexión, del regreso de la conciencia a sí misma. El espíritu no necesita de nada
más para ser sí mismo.
Este dualismo cartesiano es positivo para Jonas, en vista de la separación entre res
cogitans y res extensa. Pero también es problemático, porque no nos permite pensar el vínculo
entre las dos sustancias: se pierde la unidad. Sin embargo, Descartes nos muestra lo
problemática que resulta la vida: ella escapa del dualismo, pero por otro lado, remite a
una dualidad. La vida debe superar el dualismo sustancial pero debe tener en cuenta
que involucra una dualidad: es por un lado física, pero por otro, no es solo física, puesto
que parece ser animada y tener una finalidad. La historia de la filosofía nos enseña,
entonces, que el obstáculo para pensar la vida es el dualismo substancial, pero nos abre a una
alternativa: pensar la dualidad sin dualismo sustancial.
Solución que propone Jonas: hay que tener una concepción relacional y no
sustancial de la vida, de manera que se pueda pensar coherentemente la dualidad. No
se puede pensar el cuerpo sin relacionarlo con el alma, ni el alma sin el cuerpo. Lo esencial del
cuerpo involucra el alma, lo esencial del alma involucra el cuerpo. Ambos, considerados por sí
mismos, serían una abstracción, una especulación. Materialismo e idealismo son, entonces,
teorías abstractas, abstracciones, porque reducen uno de los polos dualistas al otro que se
considera como más fundamental. Se sacrifica uno de los dos modos de ser. No hay que caer
en monismos, esto es, las doctrinas que consideran que existe solamente una substancia, y que
todo puede reducirse a esta única sustancia. Monismo materialista y monismo espiritualista.
Jonas toma como punto de partida el cuerpo vivo: ahí se une la interioridad y la
exterioridad. Hay una autotrascendencia en ambos sentidos. El cuerpo es a la vez extenso e
inerte y capaz de sentir y querer. Pero el cuerpo no se puede pensar sin referirse al alma, ni
viceversa. El cuerpo vivo remite al cuerpo extenso e inerte, y también al espíritu.
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El hombre sería la medida de todas las cosas; hay una razón que es legisladora de lo
real. Hace referencia a Kant, donde la razón es lo que legisla en los distintos campos: estética,
voluntad, etc. Pero en Jonas es distinto a esto: el hombre es una totalidad psicofísica; él es
una relación alma-cuerpo, donde ningún elemento puede pensarse sin su relación con el otro.
Esto rompe con la dualidad entendida de forma sustancialista.
En Jonas, este plano es Dios, quien hace posible el surgir de la materia, la vida, etc.
Este Dios es particular en Jonas, inspirado en la religión judía. Es un Dios que renuncia a su
poder, sacrificándose, que se nihila. ¿Por qué? Porque esto da lugar al nacimiento de la
materia, que podría dar lugar a la vida y a la subjetividad humana. Esto da al ser humano la
posibilidad de que Dios sea; la salvación del hombre no depende de Dios, sino que la salvación
de Dios proviene del actuar humano.
Este presupuesto teológico puede ser propuesto, según Jonas, coherentemente con lo
que conocemos de la vida; pero, por otro lado, hay razones éticas que exigen una reflexión
sobre Dios. Siglo XX, por el mal radical que presencia, hace difícil la creencia en Dios y de la
Providencia, entendidos en su noción tradicional. Concepción de Dios luego de Auschwitz; se
renueva el concepto de Dios. Se le quita, por ejemplo, el atributo de la omnipotencia.
¿Cómo el mundo podría aparecerse a los ojos de un Dios matemático? Que conoce las
leyes del universo y que conoce la posición de cada partícula del universo. Ello le permite
anticipar el futuro y reconstruir el pasado, por ejemplo. Sin embargo, a este Dios tan
conocedor, que se le aparece todo como elementos y fuerzas, a pesar de este conocimiento
matemático-físico potente, Dios no es un ser vivo, por ende, no puede tener un conocimiento
de la vida que se derive de la experiencia de la vida. Solo un ser viviente puede interpolar este
conocimiento de la vida a otro ser viviente.
03/09
Jonas considera una dialéctica de la vida: hay una independencia relativa de la forma
respecto a la materia, puesto que ella la manda o domina. La vida, entonces, tiene la forma de
ser de la posibilidad, esto es, el organismo es el que puede renovar sus componentes, lo que lo
distingue de la materia, que carece de este poder. Esta posibilidad, sin embargo, es también
una necesidad: tiene que renovar sus componentes.
En las formas más simples y elementales de la vida ya existe la libertad, bajo la forma
de la posibilidad de renovar sus componentes: hay ya, en este nivel, un poder de iniciativa.
Rompe entonces con el humanismo clásico, donde la libertad es un rasgo exclusivo del ser
humano. La vida debe ser pensada a la luz del fenómeno de la libertad, lo que significa que
la evolución de las formas vitales debe ser pensada a la luz de la libertad, considerándola
como un ascenso del grado de libertad. La libertad es una necesidad: debe ser cumplida a
toda costa para poder sobrevivir.
La dialéctica de la vida es también una (2) apertura del organismo al mundo, pues el
rechazo de la muerte lo conduce a abrir horizontes espaciales y temporales, es decir, esto
es un cierto tipo de relación del ser viviente con la posibilidad de su fin abriendo estos espacios
hacia el futuro para poder proyectarse. De este modo, da sentido a su espacio/entorno y a su
tiempo/futuro. La muerte es una posibilidad que permite interpretar y dar sentido a su
entorno, diseñando posibilidades de vida. (Von Uexküll: cada especie tiene su propio mundo,
su propia temporalidad).
El animal sí se abre al mundo: por primera vez el mundo aparece como tal (la planta
tendría un casi-mundo, un pre-mundo). Se abre al mundo porque tiene las capacidades de
percibir, emocionarse y moverse. En Descartes, por el contrario, el animal funciona como
una máquina. Debe ejercer todas estas capacidades para poder vivir y escapar de la muerte.
Percepción para identificar depredador o presa, movimiento para escapar del depredador y
agarrar la presa, emocionarse para sostener el pasado y motivarse a buscar la presa o huir de
la muerte. Dado que no tiene una satisfacción inmediata, debe desarrollar estas posibilidades
de existencia. Por falta de seguridad, gana bastante libertad y una mayor apertura al
mundo. El mundo tiene un significado mayor para él que para la planta. Todo esto es posible
porque su vida no es tan segura como la de la planta.
El ser humano; su vida representa una nueva etapa. Tiene una mayor apertura al
mundo. La vida animal, en primera instancia, parece superior a la humana: si bien su vida está
arriesgada, tiene su “instinto”. Este instinto hace que sepa de forma relativamente segura lo
que necesita y cómo actuar. El animal puede, entonces, confiarse a su instinto para saber lo
que necesita y alcanzarlo. Está adaptado al entorno sin tener que reflexionar; en este sentido,
es superior al ser humano, ya que este es vulnerable. El humano no sabe actuar de forma
inmediata, tampoco sabe lo que necesita. Pero esta misma imperfección del ser humano es la
condición de una libertad mayor; una apertura mayor a la posibilidad de la muerte es la
condición de una libertad mayor, de un desarrollo de más posibilidades de vida más amplias,
pues el hombre debe desarrollar la creación de imágenes. Es un homo-pintor: es un animal
capaz de fabricar imágenes, es decir, tiene capacidad de representarse el mundo.
05/09
Pero también se puede abordar la percepción desde su resultado. Desde este punto de
vista, la percepción podría ser engañosa. Si se interpreta a partir de los resultados de la
percepción, el ser humano corre el riesgo de equivocarse sobre el mundo y sí mismo. Si se
concibe a partir de las representaciones visuales; de ahí viene nuestra tendencia a tener un
enfoque técnico-científico sobre el mundo, de ahí viene el privilegio de la objetividad. Hay
un privilegio, entonces, de la visión; hay un optocentrismo en la filosofía. Esto porque da
muchas más informaciones, es noble en comparación al tacto y el gusto.
Principio de la responsabilidad
A partir de la ontología de la vida puede pensarse un deber de la humanidad,
una ética de la responsabilidad. La preocupación del vivir puede tomar la forma de una
responsabilidad del vivir. La posibilidad de interpretación del mundo y de sí mismo abre la
posibilidad de equivocarse sobre sí mismo. El ser humano debe vivir con una
representación de sí mismo, en la medida en que tiene la capacidad de representación. ¿Con
qué representación de sí mismo, entonces, que sea adecuada a la vida humana, debe
vivir el hombre? ¿Cómo pensar la humanidad en la ética postmetafísica, donde no hay
definición de la humanidad? Queda el diálogo en el marco de la sociedad. La imagen de la
humanidad se genera en el marco de la interacción de los seres humanos, con el riesgo del
conformismo, donde hay una imagen arbitraria construida por una sociedad en particular, y
también con el riesgo de marginalización, esto es, que cada uno construye su propia
imagen de la humanidad. Si no alcanzamos a confiarnos en una imagen de la humanidad
ontológicamente fundamental, ¿qué prevalece en la imagen de la humanidad? La imagen
tecno-científica del humano. El saber ya no vale solo como contemplación desinteresada, sino
que debe desembocar en alguna aplicación técnica, lo que requiere cierta regulación y norma,
que es lo que está faltando. Si no se saca una ética de la ontología de la vida, solo queda el
desarrollo técnico-científico. En el Principio de responsabilidad, Jonas se encarga de esta
ética.
10/09
(4) Ruptura con el antropocentrismo. La técnica hace que el ser humano ya no
pueda ser el enfoque principal de la ética, o el único tema de preocupación de la ética.
Ahora hay un interés por la naturaleza y los seres vivos. El desarrollo tecnológico humano
pone en peligro la vida de la naturaleza y de los seres vivos, que deja de manifiesto la
vulnerabilidad de la naturaleza y de los seres vivos. Antes el ser humano era lo más
vulnerable, lo que justificaba el desarrollo de su técnica: compensaba su vulnerabilidad. Pero
hoy, lo vulnerable es la naturaleza: se hace un objeto de compasión ética, dado que es el
lugar que es condición y que hace posible la vida humana. Pero también la naturaleza
tiene un valor por sí misma. [Ecocidio: del mismo modo en que se pueden cometer crímenes
contra el humano, se pueden cometer crímenes con la naturaleza, sobre todo si no están
justificados por algún tipo de necesidad; esto merece ser castigado]. Perjudicar a la naturaleza
sin ninguna necesidad sería un crimen en sí. La responsabilidad humana se vuelve cósmica, es
decir, cada acción involucra a todo el planeta.
Por todo ello, una ética que tome en cuenta las características de la técnica
contemporánea es necesaria.
(1) El primer paso: se adopta como punto de partida la vida; autorenovación
constante a través de sus intercambios con el entorno. Esta renovación puede ser interpretada
en términos valóricos, axiológicos. Hay una diferencia entre lo que es la vida y lo que debería
ser: hay un plano descriptivo y un plano axiológico o deontológico, que no deben ser
confundidos. Según Jonas, se puede sacar el valor del ser de la vida. Sacar consideraciones
axiológicas desde consideraciones ontológicas. La pregunta por el valor puede hacer una
genealogía ontológica del valor, gracias a lo que sabemos de la vida. El metabolismo pone en
cuestión al mundo al imponer sus necesidades; abre un mundo, se abre a sí mismo, abre una
red de significaciones que tienen sentido para él. El mundo, entonces, deja de ser un lugar
neutro. Dentro de las posibilidades que abre, hay posibilidades que va a valorar y otras que va
a despreciar. Esto manifiesta la presencia de valores en el mundo introducidos por el ser
viviente. Valor del alimento en desmedro del desecho, por ejemplo. El ser viviente no es solo
el que hace aparecer un sentido, sino aquel que introduce valores en el mundo al preferir
ciertas opciones y rechazar otras. Esta aparición de valores surge del rechazo a la muerte:
se prefiere lo que favorece su sobrevivencia. Prefiere la posibilidad de ser en desmedro
de la posibilidad de no ser, de morir. La vida, entonces, conlleva valores; los trae al mundo.
(2) Hay también un bien en sí, además de los valores introducidos por el ser viviente,
que es la vida misma, la vida en sí misma. Al aprobar tal o cual opción, al mismo tiempo que
realiza su posibilidad de vida, da su aprobación al hecho de vivir de esa manera; se acepta
esa necesidad. No se puede elegir entre una u otra posibilidad sin aceptar la manera en la cual
vive; no es indiferente a su vivir. Vivir es elegir el vivir. Esto vale para todo ser viviente. En
las plantas y los animales no observamos movimientos mecánicos. Hace de su vivir un valor.
Gracias al antropomorfismo positivo podemos saber que la vida es un valor universal.
(3) Distinto es decir que la vida es un bien en sí que reconocer un deber en la vida. El
deber aparece solamente en un tipo de ser viviente: el ser humano. Solo el ser humano
puede hacerse receptivo a la noción de deber, porque todo deber presupone la
identificación de un bien absoluto y de un mal. Esto solo aparece en el ser humano; solo él
puede hacerse responsable de la vida en general; él es el que tiene la posibilidad del mal,
de dañar el mundo, de poner en peligro a la vida. La técnica es una manera de abrirse al
mundo, de ampliar sus posibilidades de existencia; por ello, desde el punto de vista de la
ontología de la vida, la técnica es positiva. ¿Por qué, entonces, debería restringirse la
tendencia a desarrollar la tecnología? La respuesta, para Jonas, es intuitiva, remite a una
intuición. Ella tiene que ver con la heurística del temor. El temor surge del rechazo a la
muerte, se moviliza por este rechazo. La vida como tal, de hecho, creció porque es un juego
con la muerte; la huida de la muerte está presente en las formas más elementales de vida. La
aparición de la imagen en la conciencia humana modifica al temor; la imaginación se nutre de
la angustia por la muerte. El temor por lo que podría suceder a la humanidad es la
preocupación de esta ética. La heurística del temor es la anticipación, un ejercicio de la
imaginación, de lo que podría suceder a la humanidad a causa de la técnica
contemporánea; la anticipación de los riesgos que nos podría hacer correr esta técnica y su
hiperdesarrollo. Hoy, al contrario de antes, es la naturaleza lo contingente; ya no es el lugar de
la pura necesidad. La técnica, por otro lado, ya no es contingente: cada vez es más difícil
separar la posesión de una técnica de su aplicación, ella impone su ritmo. Se invierten,
entonces, los parámetros que rigen la relación entre naturaleza y técnica. La heurística del
temor hace aparecer el deber.
17/09
La responsabilidad tiene que ver con reconocer que lo esencial de la humanidad
es su forma de ser de posibilidad, un poder ser; no es un ente, una cosa. Está, entonces,
polarizada por las generaciones futuras. La humanidad preserva su modo de ser al cuidar las
generaciones futuras. Estas generaciones futuras no son, en tanto que entes, ellos no pueden
reprochar nada; sin embargo, sí son en tanto que posibilidades de ser. Por ello, cada uno
debe hacerse corresponsable de las generaciones futuras. El ser de la humanidad incluye una
relación con el futuro, una orientación hacia el futuro; debe hacerse cargo de esta orientación
hacia el futuro. Se reconoce una responsabilidad frente a esta capacidad de proyectarse
hacia el futuro.
24/09
Hannah Arendt
Fenomenología de la Acción
Hannah Arendt tendrá como proyecto fundamental hacer una fenomenología de la
acción, la cual ha sido enmascarada por la filosofía que ha privilegiado la teoría por
sobre la praxis. Entonces la acción en la historia de la filosofía sería pensada a través de un
sesgo teórico como sería el caso de Platón, donde la praxis se subordina a la teoría, en
cambio para Arendt la teoría se subordina a la praxis. Para Arendt el ser humano debe ser
pensado en primer lugar a partir de la praxis, es decir, pensar la praxis por sí sola para
luego hacer una fenomenología del pensar a la luz de lo que es la praxis en realidad y
así poder entender mejor el pensar. Así las cosas, nosotros nos enfocaremos en el ser
humano a la luz de una praxis desteorizada, es decir, sin una esencia metafísica de este
sino que a partir de lo que este hace, pues lo que es el ser humano dependerá de su
actuar.
Hay que ver cómo se constituye el ser humano a partir de lo que este hace, a saber,
se deberá ver qué ha hecho este a lo largo de su historia para vislumbrar lo que este es. Por lo
mismo, la antropología de Arendt no es esencialista, pues esta no busca la esencia, sino que
su condición, lo cual conlleva describir las formas históricas por medio de las cuales se
humanizó el ser humano. La exhibición de estas condiciones de humanización nos dará
también la condiciones de su deshumanización, es decir que la fenomenología de la acción
de Arendt es también una fenomenología del mal, pues buscará el aparecer del mal que tiende
a estar escondido o incluso aparecer como “normal” o “institucionalizado”. Si se consideran las
tres actividades fundamentales de labor, trabajo y acción, podemos descifrar que al nivel de
la labor el ser humano sigue siendo animal y solo dejará de ser tal por medio de la acción.
La aparición de la ipseidad, a saber, el sí - mismo como singularidad, será
posible en una sociedad humana donde podamos actuar y “nacer”. La natalidad en
Arendt significa querer singularizarse, es decir, yo vengo al mundo a realizar proyectos
inéditos por medio de mi singularidad que se distingue de la pluralidad en la cual me
encuentro. Una sociedad humana será aquella en que hay un privilegio de la acción y la
palabra, pues yo debo poder actuar y declarar lo que yo hice, lo que vendría a ser el sentido
de mi acción y mi modo de singularizarme. La labor no tiene una función de humanización
sino que solo de existencia, ya que el cuerpo es medio y fin, y tampoco lo será
completamente el trabajo, pues quien fabrica algo en el mundo tendrá una visión
instrumental de este y en una sociedad de puro trabajo no hay fines individuales, sería una
sociedad totalitaria ya que habría un cuerpo de ideas predeterminadas sobre las que no hay
que deliberar y de esta forma funcionaría bien la sociedad.
Así, las condiciones de labor, trabajo y acción permitirán descubrir el mal. El “Family
man” hace lo que tiene que hacer, como Eichmann en Jerusalén, en escenarios donde el mal
está normalizado sin preguntarse por el sentido de su acción. Por ende, con el trabajo
comienza a nacer el ser humano pero con la acción comienza la “red social” donde existe
una pluralidad dentro de la cual se reconoce la ipseidad.
No obstante, para humanizarse no hay otra solución que actuar, aun cuando la acción
es dialogal ya que se realiza con otros. Con todo, podremos compatibilizar la
imprevisibilidad e irreversibilidad de nuestra acción con la pluralidad de la sociedad
por medio de dos acciones: (a) promesa; prometer permite contener la imprevisibilidad de mi
acción, previniendo los resultados que esta pueda tener; (b) perdón; permite contener los
efectos de lo que se ha hecho, asumiendo la irreversibilidad de mi actuar con otros.
26/09
La acción es lo que más se relaciona con la natalidad; ella tiene más relación con el
comienzo, totalmente nuevo en el mundo. Gracias al nacimiento, a la natalidad humana, los
hombres se aprestan a la iniciativa y a la acción. La acción no es solo una actividad
mecánica como el metabolismo, que asegura la permanencia en el mundo (trabajo), sino que
es esencialmente hecha para la iniciativa. Su esencia es la iniciativa. Toda acción política es
una acción siempre nueva, un descubrimiento.
Acción es llevar a cabo lo inesperado. Esto solo es posible porque el humano es
algo único, que nadie puede replicar nunca. Solo con el surgimiento del hombre en el
mundo entra en el mundo la iniciativa y la novedad; antes de él, la vida en el mundo es
solo una repetición de lo mismo, carente de iniciativa y de novedad. El ser humano puede
ser distinto del resto por voluntad propia. Antes de él no había nadie; el alguien aparece como
una iniciativa de mostrarse distinto frente a los otros.
La acción debe estar siempre acompañada del discurso; la acción política debe
contar con un discurso que revele quién es el agente, en el sentido del ser humano que es,
del alguien que es, de la iniciativa que es; no de lo que quiere lograr.
Sin un discurso auténtico, la acción es silenciosa. Esto sucede cuando el humano
está solo en contra o a favor de los otros. Ejemplo: bienhechor y delincuente. Mediante el
“hacer el bien sin que nadie lo sepa”, el bienhechor no se revela nunca, no se muestra en la
esfera pública, no es político. Su acción, entonces, no es auténtica, ya que ella por definición
está hecha para revelar al ser humano. Esto rebate el ideal del cristianismo, que aboga por
hacer el bien de forma silenciosa. El delincuente tampoco se revela, ya que debe actuar a
escondidas, para que nadie sepa que es un delincuente. Cuando está en contra de los humanos,
haciendo el mal, permanece fuera de la esfera pública: no se revela a nadie, nadie sabe
quién es. Esto es fundamental porque la acción precisa la revelación del agente.
Las historias, como producto de las acciones, sí pueden re-edificarse, pero el agente
nunca es autor de la historia. Por ejemplo, Mateo de Toro y Zambrano no es autor de la
historia de la independencia de Chile, puesto que no era consciente de las consecuencias que
traería la acción que él empezó; además, la acción siempre es en relación con otros.
Hay una triple frustración de la acción. Ella puede ser: (1) anónima, puesto que no
se sabe quién es el autor ni el agente de la acción; (2) impredecible; (3) irrevocable.
La anonimidad; el sentido de la acción solo puede ser entendido por otros. El
agente mismo no entiende el sentido de su acción, porque debe estar en el marco de una
pluralidad. Solo en la pluralidad se muestran las consecuencias de su acción.
01/10
Hannah Arendt se interesa por la condición humana, no por una esencia a priori que
permanezca: lo que es el ser humano depende de lo que él hace; la existencia precede a esencia.
Se pregunta entonces por las formas de la acción para poder responder a la pregunta de la
condición humana. Hace una hermenéutica de la manera con la cual los hombres se
interpretan a lo largo de la historia a partir de su modo de acción, de las formas de acción.
Estas actividades se dividen en tres: labor, trabajo, acción; tres maneras de humanizarse a
lo largo de la historia. Cada actividad se topa con un límite que le obliga a pasar a la actividad
siguiente.
El trabajo es el que instaura un mundo estable, gracias a objetos que uso pero que
no consumo. Estos objetos tienen una estabilidad que no tiene el objeto del consumo; no
serán destruidos a pesar de ser usados. Se instaura posibilidad de la vida singular. Se
instaura un mundo común y estable, de modo que la vida puede tener un comienzo y un fin.
Nacimiento y muerte tienen sentido en relación con este mundo estable.
Este mundo estable no es el lugar de la humanización completa y satisfactoria,
porque puede hacer válidas sus competencias y capacidades. Debo tener una capacidad con la
que puede contar. La identidad del humano se reduce aquí a la competencia, a la
capacidad de fabricar cosas. Esta competencia no lo singulariza completamente. Queda
preso en el ciclo de medio - fin; algo hecho por un buen artesano puede ser igualmente bien
hecho por otro artesano. El hombre es, en este plano, una herramienta para llevar a cabo
una actividad. Solo pasando a la acción se puede afirmar su singularidad.
El sentido de quién soy yo también depende de la relación que tengo con los
demás. Una parte de mi vida me es escondida, por ello necesito de los demás para hacerla
aparecer. Hay una relatividad del individuo en la red de relaciones a las que pertenece. La
acción hace aparecer un mundo, que es lo que hay entre los individuos cuando actúan. Este
mundo es irreductible a la esfera de la necesidad vital (labor) y a la utilidad (trabajo). La
identidad del mundo proviene de la pluralidad de perspectivas; hay mundo gracias a ella.
Los huecos en el mundo permiten la inserción de mi opinión y de la de las demás. Debe
distinguirse la pluralidad de la multiplicidad; el ser humano es distinto y se distingue de modo
que la pluralidad no es una multiplicidad dada dentro de un género que sería común. Los
individuos no son los ejemplares de una especie (labor) o los portadores de una
capacidad técnica (trabajo), son singularidades exclusivas, no reproductibles; la ipseidad es
relativa al aparecer de otros individuos. Hay un alguien que nace y muere porque tiene una
vida hecha de acontecimientos que tienen que ser contados, de alguna manera. En la
medida en que la construcción del sentido pasa por una relación con los demás, su vida no
puede ser concebida como un plan de un artesano; ello elimina la contingencia de mi
existencia. Por ello importa la creación de una polis, de un espacio político que hace
posible el convivir y, por ende, el lugar del sentido. Es una esfera donde no predomina la
necesidad vital ni la instrumental. La invención griega de la polis, donde cada uno se declara a
sí mismo, va en contra de la concepción platónica. Debe tenerse confianza en las relaciones
humanas, fe en los seres humanos, fe en el mundo.
Esta distinción fue pasada por alto en la Antigüedad, pues en ella se distinguió lo
privado y lo público; lo que requiere un esfuerzo (privado) y lo político (público), sin
haber distinción de lo que deriva de la necesidad natural (labor) y lo que es irreductible a la
labor (trabajo). En la esfera privada no se hizo este énfasis. Luego hubo una tendencia a
desvalorizar las actividades en beneficio de la contemplación. Sin embargo, hay una
inversión de los valores en la época moderna, pues el prestigio del animal contemplativo es
reemplazado por la acción: se revaloriza la actividad, que pudo dar lugar a una aclaración y
distinción entre labor y trabajo. La revalorización de la praxis hizo que se diera mayor
importancia a la labor. No hubo distinción entre animal laborans y homo faber: solo
existe el modo de la labor.
Por ello Arendt arma un diálogo con Marx, pues él es quien pone en centro de la
atención la categoría de la praxis, revalorizándola. Marx está hablando de la labor (tesis de
Feuerbach). Las necesidades económicas hacen al hombre quien es, determinan su conciencia;
la forma con la que un humano piensa depende de los procesos de producción en que
está inscrito. La dignidad está al nivel de infraestructura, donde los hombres se relacionan de
verdad, que es el nivel económico. Hay dos tipos de hombre: quienes poseen los medios
privados de producción (burgueses) y los que están desprovistos de ellos (proletariado). El
proletariado, a diferencia de los pobres, tiene conciencia de clase y de quién es el culpable de
su situación. Marx se olvida, según Arendt, de la distinción entre labor y trabajo.
La energía humana es tal que puede actuar más allá de sus necesidades de
satisfacción; por ello no pone Marx énfasis en el carácter duradero del producto, sino en la
energía que hay que gastar para mantenerse vivo y para mantener vivo las otras vidas;
pone énfasis en el carácter vital de la humanidad, el carácter de consumo.
08/10
Parece ser necesario ir más allá de la labor para llegar a una actividad con sentido. Por
ello, las herramientas que da el trabajo contribuyen a aliviar el peso de la pena de la
labor. La existencia de un mundo artificial libera al hombre de la esfera de la labor: se
introduce a un mundo estable, los objetos/herramientas disminuyen el costo de la labor,
aliviando su pena, superando más fácilmente la necesidad vital.
Dimensión paradójica del trabajo. Sin embargo, se da una dialéctica: al ser la labor
más fácil, y se disfruta más fácilmente el producto de la labor sin pagar el costo, no seré
alentado a ir más allá de lo que ofrece la labor; esto es, obtengo el mismo resultado a costo
menor, tendiendo a permanecer en la actividad de consumo. El trabajo que me emancipa de
la labor, paradójicamente, me conduce a anclarme en la misma actividad de la labor,
que está aliviada, pero que tiene la misma meta de siempre: el consumo. El trabajo, a lo
largo del desarrollo de la técnica, fortalece e incrementa la vitalización de la sociedad: mundo
cada vez está más encerrado en los procesos vitales y en el consumo. El trabajo, en lugar de
liberarme de la labor, se pone al servicio de ella. La técnica, entonces, contribuye a
desrealizar el mundo.
Riesgo: perversión de la función del sentido del trabajo bajo la influencia de la
labor; olvidar que el trabajo es aquel que hace posible el establecimiento de objetos
estables que erigen un mundo. Perversión no solo a nivel de objetos, sino también a nivel de
actividad; en lugar de hacer valer la especialización del trabajo, la influencia de la labor
puede sustituir esta especialización del trabajo por una división del trabajo, así como es
la división de la labor, donde se toma en cuenta la cantidad de fuerza vital que puede ser
dedicada a la actividad, y las fuerzas son solo adicionadas, en lugar de pensar la actividad
como una colaboración de intercambio de competencias, como era originalmente el trabajo.
Se da un intercambio de capacidad productiva, que no requiere competencia específica.
Esta sociedad sería, entonces, carente de espacio público, pues no se buscaría la
construcción de un mundo común.
Los seres humanos pueden auto-interpretarse de la manera que les convenga; hay
libertad al momento decidir la manera con la que queremos entendernos. Arendt pretende
hacer aparecer la manera en que el hombre se auto-interpreta (hermenéutica histórica).
El trabajo. Da lugar al objeto que, pese a ser usado, permanece por su durabilidad. Su
propiedad de uso asegura la identidad del mundo y la identificación del ser humano, ya
que existe en un mundo estable y como aquel que produjo el objeto, gracias a la
apropiación de la naturaleza que crea un mundo artificial, que cosifica el mundo. A diferencia
de la labor, la actividad no debe ser repetida para que exista el objeto: se inscribe
definitivamente en el mundo, una vez y para siempre; en la labor no es así, se necesita
constante repetición (ejemplo: cultivo de la tierra). Toda cosificación del mundo, toda
actividad del trabajo, es una interrupción del proceso natural, y es un acto de violencia
contra la naturaleza, al apropiarse de ella. Ser humano es quien se hace dueño de la
naturaleza. Al hacerse dueño de la naturaleza, se hace dueño de sí mismo: se humaniza,
deja de ser un animal. Esto porque para trabajar, producir algo estable, hay que tener una
idea/plan/modelo, que supone la libertad de representación y de reproducción. Se
responde a una exigencia de creatividad más que a una de necesidad vital. Esta fabricación
tiene un inicio y un fin, a diferencia de la labor que siempre debe ser repetida. El plazo de
producción es determinado. Trabajador no es esclavo de la necesidad natural. La meta del
trabajador no es el consumo-sobrevivencia, sino la construcción de un mundo; no se fabrica
por necesidad, sino para producir objetos que construyan un mundo. Se inscribe en una
lógica instrumental de manejo del mundo de medio-fin, no una lógica de necesidad
procesual. Historia de la técnica se caracteriza por una mecanización de la producción:
la técnica se aleja cada vez más de una imitación de la naturaleza. Las herramientas son
sustituidas por las máquinas, y los procesos de utilización de la naturaleza dejan espacio a
procesos de intervención y re-fabricación de la naturaleza, hasta el punto de desencadenar
fuerzas en la naturaleza que no habían sido desencadenadas anteriormente (ejemplo: energía
nuclear). Se naturaliza y vitaliza, entonces, a la sociedad, mediante procesos naturales que
antes no existían. Se introduce en la sociedad una automatización que parece ser una
vitalización de la sociedad, la asemejan al proceso orgánico vital, al introducir fuerzas
como la energía nuclear.
Interrogante: ¿estamos en una situación donde la técnica nos emancipa del yugo de la
vida, o bien ella nos esclaviza al ponernos al servicio de la vida y al destruir el mundo?
10/10
Pese a sus desventajas, esto es, que se estructura por la instrumentalidad, existe un
tipo de reto artesanal que pertenece y escapa a este mundo, tiene un estatuto ambiguo: la
obra de arte. Ella escapa de la instrumentalización: no sirve de nada. Tiene la permanencia
propia de los objetos de uso, pero le escapa ya que no está creada para servir a un fin
específico. Tiene un carácter gratuito, desinteresado. Ella procede de un pensamiento, es
una manifestación de él: permite objetivar la interioridad del artista. Estatuto límite: es un
objeto de uso, pero no por completo.
La acción es la condición para tener historias con sentido. Esto significa que ella
supone una narración: para tener una historia con sentido tenemos que actuar, pero también
alguien que pueda contarla y darle un sentido; un narrador. Incluso el hombre de acción
necesita de un tipo de homo faber: el poeta o narrador, para recapitular el sentido de la acción.
“Venganza” del mundo del trabajo: es requerido por la acción.
El sujeto, entonces, no puede ser completamente sujeto sin la palabra, sin hablar.
En las otras dos esferas es el lenguaje/la palabra es accidental; se puede prescindir de
ellos. Esto no puede suceder en la acción. La acción podría tener un sentido por sí misma,
mediante el cuerpo; Arendt no lo ve así: acción sin palabra es acción sin sentido. Soy, de
alguna manera, escondido a mí mismo; la palabra es esencial para saber quién soy. La visión
de los demás es esencial al momento de definirme a mí mismo.
Toda acción es situada en el mundo de la pluralidad, pero para poder ser acción, debe
ser hecha con los demás y no en contra o a favor de ellos. Una contraria a los demás es una
de violencia, donde no se puede declarar la singularidad; violencia es imposición de un
sentido, no construcción o co-construcción de él. Tampoco es una acción hecha para l os
demás, esto es, una acción moral de, por ejemplo, caridad. Pero esto también implica una
abolición de la propia singularidad, puesto que debe reducirse el egocentrismo de la acción.
Con ella no puede aparecer, entonces, la ipseidad.
La historia, para Arendt, debe ser entendida por los eventos extraordinarios,
que son producidos por acciones. En lo político, Arendt no se interesa por la moral, por una
visión moral del mundo. Le interesa describir la vida política por sí misma, por lo tanto, lo
fundamental es la pluralidad, y la relación de los humanos mediante la acción. Política
irreductible a la moral. Lo político sería normar las acciones, aunque a nivel moral no puedan
ser consideradas como buenas. Para Arendt, aunque declara que la política no es el lugar de la
moral, no inscribe la violencia en la política. Poder de manifestarse a sí mismo.
Reflexión sobre la historia. Hay una tendencia a la cosificación del mundo. Mundo es
lugar de acción y palabra, donde se da una vida propia de la comunidad política. Sin embargo,
esta vida comunitaria tiende a cosificarse. Si consideramos que lo esencial de las
relaciones humanas procede de leyes históricas-económicas (objetivas) que rigen los
procesos de producción, entonces, se está cosificando al ser humano (Marx). En lugar de
poner énfasis en la invisibilidad de las relaciones humanas, se hace énfasis en las relaciones
objetivas, con lo que se cosifica al humano. Relaciones humanas no pueden pensarse como
si fuesen relaciones entre objetos, de carácter objetivo, ni a partir de procesos de
carácter objetivo. Para describir la historia de los humanos de forma colectiva, debe
pensarse a la luz de la acción.
15/10
Por ello, la acción tiene inseguridad por la pérdida de control de lo que puede
pasar. Si el humano es el que busca el sentido, puede ser asustado por el hecho de que nunca
podrá tener una seguridad completa de la acción que va a iniciar. Si falta esta seguridad, esto
puede generar sentimientos nihilistas, en la medida en que no alcanzo a tener el sentido
definitivo bajo control, puedo tener la impresión de que nada tiene sentido. Pero esto viene de
falsas consideraciones de lo que tiene que tener sentido en la vida humana. Hay que renunciar
a tener el sentido a un sentido total y completo, para ponerse en disposición de tener un
sentido de la historia.
Moderación, valentía, perdón y promesa: virtudes políticas que valora Arendt.
Nos ayudan a ponernos en disposición capaz de asumir el carácter inseguro y frágil del
sentido. Frente a la falta de control de la historia, puede haber la intención de ponerla bajo
control, de dar una comprensión de la historia que le saque su dimensión de inseguridad.
Platón, al desarrollar una concepción artesanal de la política, tiende a negar lo que es la
historia; quería suprimir la familia en la polis.
Para Arendt, la concepción política de Platón es la de una gestión familiar, esto es,
que cada uno tiene su función, un maestro que controla la función de los otros para el
orden de la ciudad.
Por ello, debe hacerse una fenomenología de la acción para poder comprender la
historia. La historia no debe confundirse con una novela, donde el final está predeterminado;
en la historia no hay final predeterminado. Agente no es operador caótico (como en
Platón) que necesita ser dirigido, tampoco es portador de un predeterminado sentido
histórico (Marx, leyes económicas). El agente histórico es un héroe, no en el sentido de que
encarna una época (Hegel), sino que es quien manifiesta el valor de la valentía. Esto significa
que es quien se atreve a aparecer en el seno de la comunidad. Es quien actúa y habla,
quien toma la iniciativa de aparecer, que actualiza la natalidad tomando iniciativas, que
acepta iniciar algo. Esto está abierto a cualquier persona. No es valentía en sentido
aristotélico, donde las virtudes son dirigidas y aprendidas. Héroe podría ser un cobarde, pero
puede empezar algo tomando iniciativa y declarar quien hizo. La valentía es solo una
consecuencia de nuestra disposición existencial fundamental, la natalidad.
Génesis de la ilusión del hombre fuerte. El hombre fuerte es una ilusión; si bien tiene
fuerza, ella deviene de la red en la que está inscrito. No es fuerza intelectual ni física, sino
una capaz de movilizar a los demás. Hombre que es capaz de movilizar por sí solo a los
demás es un mito; se inscribe en una red que es lo que le da su potencia. Tiende a monopolizar
la fuerza que proviene de su red, lo que es un mito. Para Arendt, hay procesos de
reforzamiento y debilitamiento del cuerpo político.
Hay una red que modifica el sentido de la acción. Lo político no está del lado del límite;
política y acción no es lo que limita, sino lo que pone en cuestión todos los límites, reglas,
leyes. Generaciones nuevas tienen una posición crítica. Lo político es lo que nos pone en
relación con lo infinito, lo que pone en cuestión cualquier intento de limitación. Por otro
lado y sin embargo, se requieren límites; se requiere, por ende, la virtud de la moderación.
Ella va en contra de la tentación de lo infinito y los excesos; ella se requiere pues se debe saber
terminar un debate, establecer una ley. No puede rechazarse una ley porque restrinja la acción
y la pluralidad; se necesitan también fronteras y un cuadro para existir. Debe limitarse lo
que a primera vista no debe ser limitado. Problemático: se corre el riesgo de perder la
legitimidad de lo político, de impedirse de mantener el carácter vivo de la esfera política,
esto es, de seguir actuando y tomando iniciativa. Se corre riesgo de poner fin a la libertad
fundamental de iniciar cosas. Una manera de salir del problema sería pensar un cuadro
político, que limite, que preserve la posibilidad del ejercicio político. Organización
política donde hayan leyes, pero también espacio político.
Esta fragilidad de la acción, que depende de la iniciativa del sujeto que implica
contingencia dada la libertad humana, se da a nivel de la natalidad. Proviene también del
carácter infinito de la red en que se inscribe la acción, carácter que puede hacer que
caigamos en una situación donde no se puedan imponer leyes.
Libertad debe pensarse como relacional para que la esfera de la acción escape de la
necesidad y esclavitud. Pero acción tiene riesgos que vienen de la condición humana misma.
En la acción no hay escape para superar los riesgos de la acción, como sí lo ha en la
labor y el trabajo; deben encontrarse remedios dentro de esta misma esfera para
liberarse de los pesos de sus consecuencias.
El perdón no proviene del amor por el otro. Amor pensado por Arendt como fuera
de lo político. Dimensión de la existencia humana que suspende el mundo; este el amor.
Amantes se ponen fuera del mundo cuando se aman. El mundo en Arendt es lo que procede de
las relaciones humanas. El mundo es lo que vincula a los hombres. Lo político es lo que es
común a los hombres singulares. Amor suspende la existencia de este mundo; amantes no
están en el mundo, momento a-mundano de la existencia; en el amor no interesa el mundo.
Pero no se dejan de aparecer el uno al otro. Cada uno aparece directamente sin pasar por la
pluralidad; no se suspenden los sujetos, pero sí el mundo. El perdón de Arendt no proviene del
amor, pues él no es político, por ende, no se puede contar con él para perdonar. Amor es,
además, excepcional, en el sentido de que no es tan común, por ende, no se puede contar con
él para la organización de la vida política. El perdón remite a una concepción política, esto es,
a la noción de amistad cívica, convivencia; hay que perdonar en virtud del respeto a las
otras personas.