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«El Dilema Existencial del Hombre Moderno»

(Rollo May)
Personaje 1:

«Me veo y me trato como un objeto, un hombre que debe ser controlado y dirigido con el fin de ejecutar más
eficientemente la tarea en mano. Me manejo desde verbos como «tener que», «deber», «fijarse» (un lapso de
tiempo).

¿Cuál es el mejor modo de terminar esto? ¿Cuál es la técnica más eficaz? El tiempo es externo, impuesto por el
calendario y el reloj.»

El objetivo es una conducta eficiente, el significado de lo que hago es extrínseco a mis acciones.

Personaje 2:

«Se pone en juego mi propia predisposición, me veo NO como un objeto sino como un sujeto. Me manejo con
verbos como «querer, sentir y desear». En la primera situación era objeto del tiempo, en ésta soy el sujeto del
mismo. No soy mas «esclavo» del tiempo sino que ambos, el reloj y el calendario, son completamente irrelevantes.

El tiempo está abierto ante mí para que lo use como quiero. El acento está en mí libre albedrío, mi margen de
libertad para elegir y modelar mi conducta sobre la marcha. El objetivo se pone en la experimentación y elección de
cosas cuyo significado es intrínseco.

El Dilema Humano es aquel que emerge de la capacidad del hombre para vivirse a la vez como sujeto y

objeto. Ambas vivencias son necesarias, para la ciencia psicológica, para la terapia y para una vida placentera.

Podemos tomar y/o abordar al paciente como objeto (categorías diagnósticas); pero en ese mismo momento no

puedo identificarme con el paciente, experimentar lo que él experimenta. Estrictamente hablando, desde el

momento en que lo veo como un objeto no puedo entender sus frases cuando habla. Aún para entender el

lenguaje de otro se requiere cierta capacidad de participación empática subjetiva.

«Un colega psicoterapeuta señala que alterna entre ver al paciente como un objeto, cuando lo piensa en

modelos, dinámica, prueba de realidad y otros aspectos de los principios generales con los que se relaciona la

conducta del paciente; y como un sujeto, cuando siente empáticamente el sufrimiento del paciente y ve el

mundo a través de su punto de vista.»

Esto mismo aplica a la vida cotidiana, si yo trato de actuar como «puro sujeto», libre y no «limitado» por las

leyes sociales o naturales o físicas; por supuesto fracasaré. Por el contrario, si me propongo tratarme

como «puro objeto», completamente determinado y manipulable, me vuelvo manejado, seco, inconmovible y

ajeno a mi experiencia.
Entonces... no estamos describiendo simplemente dos modos alternativo de conductas.

Tampoco es exacto hablar de nuestro ser sujeto y objeto simultáneamente. Lo importante es que

nuestra conciencia es un proceso de oscilación entre ambos. ¿No es por cierto esta relación

dialéctica entre experimentarme a mí mismo como sujeto y como objeto lo que constituye mi

conciencia? El proceso de oscilación me da potencialidad, puedo elegir entre ellos, puedo

acentuar uno o el otro.

Mi libertad, en sentido genuino, no reside en mi capacidad de vivir como «puro sujeto» sino en

mi capacidad para vivenciar ambos estados, para vivir en una relación dialéctica.

Rollo May, va a expresar que es justamente esta inseparable relación entre sujeto y objeto, es

lo que muchos psicólogos contemporáneos estaban tratando de superar.

Este dilema del ser humano, ha sido descripto de diversas formas por biólogos, filósofos,

teólogos y artistas:

Kurt Goldstein (neurobiólogo): Describe este fenómeno como la capacidad humana para trascender la situación
concreta, inmediata, de la cual es parte, y pensar abstractamente o en términos de lo

posible. Esta capacidad es lo que distingue al H de los animales y de la naturaleza inanimada.

Paul Tillich (filosófico): ve el dilema como «finita libertad» del hombre: el hombre es finito en el sentido que está
sujeto a la muerte, la enfermedad, las limitaciones de inteligencia, percepción, experiencia y otras fuerzas
determinantes. Pero a la vez, el H es «libre para relacionarse con» esas fuerzas, conocerlas, darles sentido y decidirse
a favor de una u otra fuerza operante en él.

Reinhold Niebhur (teólogo): La experiencia humana combina a la vez «naturaleza» y «espíritu» y el H funciona a al
vez en ambas dimensiones.

Adolph Portmann (biólogo): El H está caracterizado por la «apertura hacia el mundo». Es decir, por un lado el H está

unido a su medio natural de infinitos modos, por otro lado es capaz de ejercer libertad de movimientos en relación

con ese medio.

Es gracias al surgimiento de la conciencia que el hombre posee esta dimensión radicalmente nueva de apertura

hacia el mundo, de libertad de movimiento en relación al medio objetivo. Entonces, la capacidad del hombre para

conocer por sí mismo que es a la vez, dependiente y libre; da al fenómeno el genuino carácter de dilema.

El dilema que estamos delineando hasta ahora, ha sido comprensiblemente un estorbo y un «escándalo»

para la psicología. Intentando construir sistemas científicos empíricos, los psicólogos se encontraron

sumergidos en un caldero de autocontradicciones.


Cuanto más intenta ser «puramente objetivo» con sus datos y su trabajo, más cae en lo subjetivo, aún cuando
intente negarlo.

NO son dos polos antagónicos sino dos dimensiones en las que pensamos y vivenciamos siempre.

En esta dificultosa y en cierto sentido irresoluble situación no es sorprendente que los psicólogos

experimenten un considerable monto de inseguridad intelectual y un desamparo acerca de nuestra ciencia.

La urgencia imperiosa de llegar a la verdad, es lo que nos mejora como psicólogos y forma parte

de la integridad intelectual. Sin embargo, que este anhelo de «honestidad» no nos ponga

anteojos y nos limite la visión al punto que perdamos de vista el objeto que nos proponemos

entender... el SER HUMANO VIVIENTE.

Rollo May sostiene que el énfasis excesivo en el polo subjetivo y libre de este dilema humano y el

descuido del hombre como objeto determinado; es también un error.

En conclusión...

El dilema humano como la capacidad del hombre para verse como objeto y como sujeto. Ambos lados son

necesarios tanto para la psicología, para la terapia efectiva y para la vida significativa.

En el proceso dialéctico entre estos dos polos reside el desarrollo, en profundidad y amplitud, de la conciencia
humana.

El SH ha vivido siempre en este dilema, desde el momento en que se dio cuenta del hecho de que él era el mismo
que podía morir, y hablar acerca de su propia muerte.

Entre los dos extremos de este dilema, el hombre desarrolló los símbolos, el arte, el lenguaje y el tipo de ciencia

que progresa siempre sobre la base de sus propias presuposiciones. El coraje de asumir este dilema es la fuente

de la creatividad humana.

«Pérdida de Significación del Hombre Moderno»


(cap. I)
En un período de transición, cuando los viejos valores son inútiles y las costumbres tradicionales ya no tienen

vigencia, el individuo experimenta una particular dificultad para ubicarse en el mundo. Mayor cantidad de gente

experimenta con más agudeza el problema de No saber quién es.

¿No es uno de los problemas centrales del hombre occidental moderno sentirse carente de significado como

individuo?

Un aspecto de su autoimagen que consiste en la duda acerca de su posibilidad de acción y su semi-convicción de

que aun si actúa no hará nada bueno. Una duda de sí mismo que refleja el tremendo poder tecnológico que

surge a cada momento para empequeñecer abrumadoramente sus propios mezquinos esfuerzos.
Hoy en día personas de todo tipo, especialmente jóvenes, acuden a un terapeuta con lo que ellos expresan

como «crisis de identidad». Actualmente el sentido de sí mismo es deficiente.

Rollo May sostiene que el problema de identidad surge alrededor de 1950, y que se ha transformado en la

pérdida del sentido de significación.

«Es posible perder el sentido de identidad y preservar aun la ilusión de tener influencia: puedo no saber quién

soy, pero puedo hacer que los otros me noten».

En nuestro actual estado de pérdida del sentido de significación, el sentimiento sería: «aún cuando sepa

quién soy, de todos modos no puedo diferenciarme como individuo»

Lo que ocurre es un fenómeno ineludible en nuestra época, resultado inevitable del colectivismo, la

educación de masas, la comunicación de masas, la tecnología de masas y otro procesos de «masas» que

configuran el pensamiento y las emociones de la gente actual.

Los procesos de «masas» son una característica del período histórico de transición en que vivimos.

Los dilemas que confrontamos, se intensifican por los trastornos culturales e históricos de la civilización

occidental, trastornos que hacen inevitable que la autoimagen del individuo se vea profundamente

conmovida.

Cuando la gente siente su insignificancia como personas individuales, también experimenta un

debilitamiento de su sentido de responsabilidad humana.

«¡Para qué cargarse con responsabilidades si, de todos modos, lo que usted haga no tiene

importancia, y debe estar listo para escapar en cualquier momento!»

La impotencia ante un hecho que no podemos cambiar o lo vivenciamos como inevitable ( Ej:

guerra termonuclear), produciría ansiedad, la ansiedad regresión y apatía, éstas, a su vez,

hostilidad, y la hostilidad la enajenación entre los hombres. Este es el círculo vicioso que se produce

cuando nuestro sentido de significación está minado («círculo vicioso del pánico»).

La ansiedad que se genera en el SH, está en proporción directa con la convicción de su propia

impotencia.

En una situación en la cuál no tenemos ni podemos tener control sobre las decisiones críticas,

se produciría un estado de confusión psicológica dónde ni el individuo ni el grupo estarían en

posición de ejercer una influencia significativa.

Entonces, el poder toma un carácter anónimo, automático e impersonal.

Cuando el individuo pierde su significación, sobreviene un sentimiento de apatía, que es una


expresión de este estado de conciencia disminuida.

Esta disminución de la autoconciencia es la base del tipo más profundo de pérdida del sentimiento

de significatividad.

La tecnología modela nuestra autoimagen al condicionar el tipo de información que percibimos.

Sucumbimos a la tentación de usar a la tecnología como un medio para evitar enfrentar nuestra propia ansiedad,

nuestra alienación y nuestra soledad.

La tecnología usada como medio para escapar a la ansiedad, a la larga pone al hombre aún más ansioso,

más aislado y alienado porque progresivamente, le priva de su autoconciencia y de su posibilidad de

experimentarse como una persona importante, con significación.

El uso autodestructivo de la tecnología consiste en utilizarla para llenar el vacío de nuestra propia conciencia,

para llenar el vacío creado por el fantástico incremento del poder tecnológico.

El uso de la «tecnología» para llenar este vacío de significación en el hombre; conlleva un dilema particular:

«El hombre organización».

Este «Hombre Organización» es quien triunfa y se caracteriza por el hecho de que tiene significación sólo si

abandona su significación.

Se llega a ser el hombre que trabaja bien en la organización, el armónico «hombre de equipo», el

trabajador que mantiene una cubierta protectora con el fin de evitar el aislamiento y las burlas. De este modo se
tiene significación, pero una significación obtenida, al precio de la renuncia a su significación.

La pérdida del sentimiento de la propia significación lleva a un tipo de ansiedad... la ansiedad de insignificación (Paul

Tillich) o angustia como miedo a la nada (Kierkegaard).

«RE-EXAMEN DE LA LIBERTAD Y LA RESPONSABILIDAD»


(cap. XI)
Los problemas de la libertad y responsabilidad son fundamentales en muchos sentidos para la psicoterapia.

La ruptura y la transición radical de los valores en una sociedad que lleva a los individuos de esa

sociedad a encontrarse en mares tormentosos sin un poste de amarre y ni siquiera boyas o faros de

los cuales depender... se vuelven necesarias las profesiones para ayudar a los individuos.

Se ofrecieron algunas «soluciones inadecuadas» a estos dilemas que enfrentamos en relación con la libertad y al
responsabilidad.

Una de ellas consistió en psicoterapia en «liberar» a la persona, en ayudarlo (paciente) para que éste hiciera

lo mejor que él quisiera, sin que interviniesen los valores sostenidos por el terapeuta o por la sociedad.
Sin embargo, este supuesto de «libertad total» realmente separa y aliena a la persona de su mundo,

elimina toda estructura según o contra la cual actuar, y la deja sin ninguna guía en una existencia solitaria y muda.

El error del supuesto de la libertad total no fue sólo el incremento de la ansiedad entre los pacientes, sino que

también era sutilmente deshonesto. Ya que si bien el terapeuta sostenía que no intervenían sus valores en el

proceso terapéutico; el paciente sabía que eso no era cierto.

Otra de las «soluciones» que se ofrecieron a este dilema entre libertad y responsabilidad; fue

el descrédito de la libertad y el énfasis excesivo en la «responsabilidad», pero bajo la forma de control moral y social
por parte de otra persona.

Las tendencias hacia el conformismo y las tremendas presiones hacia la estandarización que

acompañan inevitablemente a la televisión y a la comunicación de masas, da impulso a esta

tendencia hacia el control. Entonces, en esta tendencia a usar la ética social, en vez de ayudar

a la persona, puede volverla más conformista y destruir la individualidad.

Rollo May va a sostener que los seres humanos renunciamos a enfrentar nuestra carencia de objetivos y

valores. Y es justamente, cuáles deben ser nuestros objetivos; lo único que no pueden decirnos nuestras

computadoras.

El autor va decir que hay que conocer las características distintivas de este Ser Humano a quién

intentamos comprender; y a su vez, tener una comprensión nueva y más profunda de la libertad.

Este Hombre tiene la capacidad de ser conciente de sí mismo como teniendo un mundo y estando

interrelacionado con él. Además, puede sopesar las consecuencias de largo alcance de sus actos, las cuáles

implican juicio de valores.

El hombre tiene la capacidad de ser autoconsciente de su historia, puede ser selectivo hacia la misma, adaptarse a
partes de dicha historia, cambiar otras partes y dentro de ciertos límites moldear la historia en direcciones por él
elegidas. Esta capacidad para trascender la situación inmediata y conocer los determinantes temporales, da a la
conducta del hombre su flexibilidad y libertad distintivas.

Este autor va a expresar que es la capacidad del hombre para ser CC de sí mismo como individuo experienciante; la
base psicológica de la libertad humana.

Rollo May expresa que cuando la gente viene por terapia, generalmente se describen a sí mismos como
«manejados», incapacitados para saber o elegir lo que quieren, y experimentan diversos grados de insatisfacción,
infelicidad, conflicto y desesperación.

Lo que encontramos cuando empezamos a trabajar con ellos es que han bloqueado amplias áreas de la CC,

son incapaces de sentir o conocer el significado de sus sentimientos en relación con el mundo. Ej: «No sé lo que
siento, no sé quién soy». Entonces, el resultado sintomático de esto implicaría posibles ansiedades, pánico y
depresión.
Así, al comienzo de la terapia dan la imagen de «falta» de libertad.

El progreso de la terapia se puede medir en términos del aumento de la capacidad del paciente

para experimentar el hecho de que él es el que «tiene» este mundo y puede ser CC de y actuar en el mismo.

Se puede definir a la SALUD MENTAL, por un lado como la capacidad para ser CC de la distancia entre el estímulo y la
respuesta, junto con la capacidad para utilizar esta distancia en forma constructiva.

Entonces, el progreso en terapia puede medirse en términos del progreso de la «autoconciencia de libertad». «El Yo
implica al mundo y el mundo al yo»

Esta relación inseparable entre el yo y el mundo implica también RESPONSABILIDAD. El término significa
«responder», «respuesta a». En otras palabras, no puede llegar a ser un «yo» excepto que esté continuamente
comprometido en responder al mundo del que forma parte.

El paciente progresa hacia la libertad y la responsabilidad a medida que se vuelve más CC de las experiencias
«deterministas» de la misma. Es decir, que en tanto conoce y asimila todos los «determinismos» o «limitaciones»
por los que ha pasado y pasa(Ej: rechazos, sobreprotección, odio de niño, necesidades o limitaciones físicas, etc.); se
ve ampliado su margen de libertad. A medida que se hace más CC de las infinitas fuerzas que determinan, su vida se
vuelve más libre.

La libertad no es así el opuesto del determinismo. La libertad es la capacidad del individuo para saber que él está
determinado, para hacer una pausa entre el estímulo y la respuesta y dirigir su peso, para elegir una respuesta
particular entre las muchas posibles.

La libertad no puede separarse NUNCA de la responsabilidad.

Rollo May va a establecer algunos principios concernientes a las bases psicológicas de la libertad:

1) «La libertad es una cualidad de la acción del yo centrado». La libertad por su misma naturaleza sólo puede residir
en el YO que actúa como totalidad: «el YO centrado». La autoconciencia es la experiencia del yo actuando desde su
centro.

Una de las principales razones de la confusión en psicología acerca de la libertad; es que estudios psicológicos
anteriores encubrieron más que revelaron el significado de la libertad.

Esto se debe a que «fragmentaron» a la persona separándola en «estímulo» y «respuesta» o en «ello», «yo» y
«súperyo».

Destruimos su centrismo.

2) «La libertad implica siempre responsabilidad social». Este principio introduce los «límites» de la libertad.

Ésta no es libertinaje ni tampoco simplemente «hacer lo que uno quiera». La libertad está limitada por el hecho de
que el YO siempre existe en el mundo (una sociedad, una cultura) y se relaciona dialécticamente con ese mundo.

La libertad del SH está limitada por su cuerpo, por la enfermedad, por el hecho de que es mortal, por las limitaciones
de su inteligencia, por lo controles sociales.

La capacidad para enfrentar CC los límites, por normales o bárbaros que sean, es ya un acto de libertad y lo libera a
uno en cierta medida del resentimiento automutilante.
3) «La libertad requiere la capacidad para aceptar, soportar y vivir constructivamente la ansiedad».

Nos referimos a una ansiedad normal que todos experimentamos en cada paso de nuestro crecimiento psicológico.

Ser libre significa enfrentar y soportar la ansiedad (normal); escapar a la ansiedad significa automáticamente
abandonar la propia libertad y devenir en Ansiedad Neurótica (patológica).

La ansiedad es un signo de conflicto interno, y en tanto haya conflicto, es posible alguna solución en un elevado nivel
de autoconciencia.

La LIBERTAD es algo que se desarrolla. El HOMBRE LIBRE es CC de su derecho a tomar parte en las decisiones de su
grupo social o de su nación que lo afectan; evidencia su autoconciencia afirmando las decisiones, o, si está en
desacuerdo, registrando su protesta con el objetivo de una mejor decisión la próxima vez.

El HOMBRE LIBRE es responsable, pues puede pensar y actuar en función de bienestar mediato de su grupo. Se
estima a sí mismo como un individuo noble y digno; saberse un hombre libre es una de las fuentes más importantes
de esta dignidad.

El hombre libre es capaz de aceptar la ansiedad en forma constructiva como motivación hacia una «mayor
autoconciencia de libertad»

Primero, destacamos que la libertad y la responsabilidad se implican mutuamente y no pueden ser separadas nunca.
Segundo, apunta hacia la instrumentación constructiva de la ansiedad, e indirectamente hacia usos constructivos de
la culpa y los sentimientos de culpa en la terapia.

La CULPA es la experiencia subjetiva de no haber cumplido nuestras responsabilidades, es decir, no haber vivido de
acuerdo con nuestras propias potencialidades; o con nuestras potencialidades en relación con otras personas o
grupos (ej: amor y amistad).

Como terapeutas, no podemos transferir nuestra culpa o juicios de valor a nuestros pacientes; sino intentar ayudarlo
a descubrir y enfrentar su culpa y las implicaciones y significados que para él tiene.

Nuestro propósito es aliviar sus sentimientos de culpa neurótica, que es el resultado final de la culpa normal
temprana no enfrentada.

El enfrentamiento constructivo de la culpa normal libera en el paciente tanto su capacidad para la libertad como
para asumir la responsabilidad.

El terapeuta puede ayudar al paciente a que llegue a sus propios valores, admitiendo que él (terapeuta) tiene
también sus propios valores, y no los oculta; sin embargo, no hay razón en absoluto para creer que estos son valores
más significativos o adecuados para el paciente.

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