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3.- La Jurisdicción. El Poder Judicial.

Principios: el autogobierno y la
independencia.

1. La Jurisdicción.
La Jurisdicción es el poder para resolver los conflictos jurídicos que surjan en
la sociedad. Dicho poder es algo connatural al poder del Estado para crear unas normas
jurídicas que rijan en la sociedad. Si el Estado procede a regular, mediante, el Derecho
las relaciones humanas, el Estado crea un poder para resolver los conflictos que surgen
en el desarrollo de dichas relaciones jurídicas. En el caso de la Constitución nos
encontramos una primera mención a dicho poder, eso utilizando el término “Justicia”,
como poder que emana del pueblo soberano – que es la fuente del mismo –:

117.1. La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey…

La Jurisdicción (en este caso la Constitución designa al poder con su


contenido, “potestad jurisdiccional”) es definida en nuestra Constitución (artículo
117.3) con la expresión de "juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado”.

“3. El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y


haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y
Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y
procedimiento que las mismas establezcan”.

Pero y ¿en qué consiste ese “juzgar y hacer ejecutar lo juzgado?:


- JUZGAR consiste en resolver el conflicto planteado, declarando, conforme a
Derecho y a través de una sentencia, si la posición de la parte que ha sometido el
conflicto a la Jurisdicción es digna de tutela y protección. Es una potestad de decisión,
de imponer una solución coercitiva a un conflicto jurídico planteado a los órganos que
ostentan la Jurisdicción.
Ej.: Juan prestó a Pedro 1.000 €. Pedro no devuelve el dinero. Juan solicita a
la Jurisdicción que resuelva el conflicto generado en la relación jurídica (préstamo),
obligando a Pedro a reintegrar el dinero. Se dicta sentencia (Juzgar) declarando que
Juan tiene derecho a recibir el dinero y se obliga a Pedro a devolverlo.
- HACER EJECUTAR LO JUZGADO consiste en hacer que la decisión al
conflicto que se ha dictado ejerciendo Jurisdicción (sentencia), esto es “lo juzgado” sea
efectiva, sea cumplida, lo que implica la adaptación del estado de las cosas, de la
realidad material y jurídica a los pronunciamientos de la resolución, aunque sea de un

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modo forzoso. Potestad de coerción, por la cual los órganos que ostentan la Jurisdicción
pueden imponer coercitivamente la solución al conflicto que han impuesto.
Ej.: la sentencia obligaba a Pedro a reintegrar el dinero a Juan y pagarle
1.000 € y no se los paga voluntariamente, “hacer ejecutar lo juzgado” consistirá en
embargar la cuenta corriente de Pedro y retirar 1.000€ para entregárselos a Juan.
En esta faceta de la potestad jurisdiccional es donde realmente se aprecia el
poder, por la posibilidad de imposición coactiva del derecho, de la resolución, de lo
juzgado. La exclusividad en la imposición coactiva de la resolución del conflicto que
presenta la Jurisdicción, alcanza carácter absoluto en nuestra sociedad (salvo en los
residuos de autotutela).

2.- El Poder Judicial.


El concepto de Jurisdicción tradicionalmente se ha utilizado para aludir a uno
de los poderes del Estado, el Poder Judicial, si bien en este caso el término designa al
elemento subjetivo como sujeto, ente – más bien conjunto de sujetos – que ostentan la
Jurisdicción y potestad jurisdiccional.
El Poder Judicial, es el conjunto de órganos que son titulares de la potestad
jurisdiccional. Hasta lo que se conoce hoy en día como Poder Judicial, el concepto ha
sufrido notables avatares y transformaciones históricas que han sido paralelas a los
acontecimientos y etapas históricas. El Poder Judicial ha estado notablemente influido y
ligado a la forma de organización política.
Desde las épocas en las que el titular de la potestad jurisdiccional era
exclusivamente el Rey y éste delegaba en unos jueces con mayor o menor
independencia dependiendo de la época, pero que siempre impartían la Justicia del Rey.
Hasta los jueces surgidos de la revolución francesa, que se limitaban a ser la boca de la
Ley, jueces autómatas absolutamente sometidos a la Ley, sin poder de interpretación
alguno (Montesquieu, Rousseau,…).
Hoy en día, el Poder Judicial ostenta la potestad jurisdiccional en representación
del pueblo, pero el ejercicio de aquella se produce de un modo independiente, para
evitar injerencias de los demás poderes del Estado, con el único sometimiento a la Ley.
Así, la potestad jurisdiccional le corresponde como atribución a los órganos del
Poder Judicial, que la ejercen como uno de los poderes del Estado.
En el sistema constitucional actual, se ha querido reestablecer el principio de
separación de poderes: existe un único poder que es expresión de la soberanía nacional
y reside en el pueblo y de él emanan los tres Poderes del Estado (art.1 CE), que se
concretan en:
- La potestad de hacer leyes, atribuida a las Cortes (Poder Legislativo) (art. 66.2 CE):

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“2. Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban
sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás
competencias que les atribuya la Constitución”.
- La potestad ejecutiva atribuida al Poder Ejecutivo (Gobierno y Administración) (art.
97 CE)
“El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y
militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad
reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las Leyes”.
- La potestad jurisdiccional, atribuida exclusivamente a los Jueces y Tribunales
(integrados en el Poder Judicial).
“3. El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos,
juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los
Juzgados y Tribunales determinados por las Leyes, según las normas de
competencia y procedimiento que las mismas establezcan”.
Partiendo de este último precepto y, consecuencia con todo lo anterior, el Poder
Judicial podría ser definido como el conjunto de órganos integrados en el ente,
institución o poder del estado están investidos de la Jurisdicción y, en consecuencia,
tiene como función ejercer la función jurisdiccional.

3. Poder judicial y Administración de Justicia.


Avanzando en ese Poder del Estado que ostenta la Jurisdicción nos encontramos
con dos términos que permiten avanzar en la identificación y delimitación del ejercicio
de la Jurisdicción, el ya mencionado “Poder Judicial” y el de “Administración de
Justicia”.
Poder Judicial sería el término utilizado para designar únicamente a los órganos
que poseen Jurisdicción u órganos jurisdiccionales, es decir, los Jueces y Magistrados
integrados en el Poder Judicial. Por eso el término preciso para designarlos es del de
“órgano jurisdiccional”.
Por el contrario, “Administración de Justicia” designaría a todas el entramado
institucional que está relacionado con el ejercicio de la Jurisdicción, englobando
aquellos profesionales y recursos materiales que contribuyen/participan de un modo más
o menos directo al ejercicio de la Jurisdicción, incluyendo no sólo al órgano
jurisdiccional sino a los recursos humanos y materiales que se encuentran directamente
al servicio de los órganos jurisdiccionales. Estos últimos han sido designados por el
Tribunal Constitucional como “Administración de la Administración de Justicia”,

Sentencia del Tribunal Constitucional 56/1990, de 29 de marzo (Antecedente 3º): “Concluyen estas
consideraciones introductorias con unas observaciones sobre la distribución de competencias en
orden a la Administración de Justicia. El concepto de «Administración de Justicia» que emplea el art.
149 de la Constitución difiere del presente en el art. 117 de la misma norma fundamental, pues la
Administración de Justicia «como organización o conjunto de organizaciones que (...) están al
servicio de los Jueces en su actividad de juzgar» tiene un sentido mucho más amplio que la actividad
de «administrar justicia» (art. 117 de la Constitución). En la Administración de Justicia se
comprenden una serie de potestades administrativas («administración de la Administración de

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Justicia») que pueden corresponder, según la doctrina científica, ya al Consejo General del Poder
Judicial, ya al Estado o a las Comunidades Autónomas, siendo de observar que estas últimas, de
acuerdo con las previsiones del Título VIII de la Constitución, tienen algo que ver y mucho que decir
en la materia.

En cuanto a los principios o garantías generales del Poder Judicial en cuanto poder del
Estado, la Constitución reconoce los tres grandes principios con que tradicionalmente se
ha configurado el Poder Judicial, los analizamos en los siguientes epígrafes.

4. La independencia del Poder Judicial.


Una de las principales características o principios (podríamos decir que el
fundamental) con las que ha sido configurado el Poder Judicial en el Estado de Derecho
Moderno (por ello entendemos la forma política que surge de la Revolución Francesa)
es el de su independencia respecto de los otros Poderes del Estado, tanto del Ejecutivo
como del Legislativo. Esto es consecuencia directa del principio de separación de
poderes, uno de los pilares básicos del Estado de Derecho, que determina la necesaria
repartición de las funciones básicas.
La Constitución Española de 1978 ha pretendido recoger el principio de
Independencia del Poder Judicial, estableciendo desde la propia estructura de su
articulado una diferenciación con los otros poderes del Estado.
Así el Poder Judicial es regulado de modo autónomo en el Título VI de nuestra
Carta Magna bajo la rúbrica “Del Poder Judicial”. Algún sector doctrinal ha visto en el
hecho de que sea designado en estos términos (respecto de los otros poderes que son
simplemente denominados como “De las Cortes Generales” y “Del Gobierno y de la
Administración”) como una muestra de la intención del constituyente español de
remarcar la independencia y autonomía del Poder Judicial.
No obstante, la Constitución en concreto no atribuye expresamente la garantía de
independencia al Poder Judicial como tal, cuando sí lo hace respecto de los órganos
jurisdiccionales que lo integran. Así el art. 117.1 dice que “La justicia emana del
pueblo y se administra en nombre del Rey por jueces y magistrados integrantes del

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poder judicial, independientes”. (Es una cuestión diferente y como tal se aborda como
una de las garantías constitucionales de los órganos jurisdiccionales y el personal
jurisccional – jueces y magistrados –).
La independencia del Poder Judicial como tal (y no de sus integrantes), se
manifiesta básicamente en la autonomía funcional y orgánica respecto de los otros
poderes y de cualquier injerencia de los mismos sobre la actuación del Poder Judicial.
Y las principales garantías de esa independencia, de esa autonomía, son
básicamente dos el autogobierno y la exclusividad en el ejercicio de la potestad
jurisdiccional. La segunda de estas garantías trasciende de la esfera del propio principio
de independencia y se convierte en otro principio esencial del Poder Judicial.
La independencia también debe ser analizada en un sentido negativo,
identificando cuál son las amenazas a la misma, en particular en la relación con los dos
otros dos poderes del Estado que en su funcionamiento y ejercicio de sus competencias
se relacionan con el Poder Judicial.

5. La garantía orgánica de la Independencia del Poder Judicial: el Autogobierno a


través del Consejo General del Poder Judicial.
El Poder Judicial como conjunto de personas que ejercen la Jurisdicción requiere
una organización y, en consecuencia, una actividad político-administrativa de gobierno,
dirección y gestión de dicha organización. Que dicha actividad sea ejercida por un
órgano propio del propio Poder Judicial – lo que se conoce como Autogobierno –,
constituye una manifestación de independencia.
Lógicamente el nivel de autogobierno (es decir, el número o porcentaje de
funciones administrativas ejercidas por órganos propios del Poder Judicial) es
directamente proporcional al nivel de independencia del Poder Judicial. Siendo la
autonomía del Poder Judicial un problema institucional que atiende al conjunto de
órganos jurisdiccionales, tal autonomía no deja de ser un medio para garantizar mejor la
independencia del juez individual o colegiado en un tribunal. Además, la autonomía
responde a una concepción política de no superioridad de un poder sobre otro, sino de
igualación, dentro del marco de actuación que a cada uno señala la Constitución.
En nuestro ordenamiento jurídico se ha creado una estructura de órganos de
gobierno del Poder Judicial que tienen atribuidas esas funciones de dirección y gestión,
ajenas lógicamente a la función jurisdiccional que corresponde a los órganos
jurisdiccionales.
La principal manifestación de autogobierno es el Consejo General del Poder
Judicial, previsto en el artículo 122.2 CE:
2. El Consejo General del Poder Judicial es el órgano de gobierno del mismo. La ley orgánica
establecerá su estatuto y el régimen de incompatibilidades de sus miembros y sus funciones, en
particular en materia de nombramientos, ascensos, inspección y régimen disciplinario.
Del mismo modo el apartado 1 de dicho artículo 122 CE contiene una reserva de Ley
Orgánica para la determinación del gobierno de los Juzgados y Tribunales.

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En desarrollo de dicha reserva la LOPJ recoge la siguiente regulación:
- En el Libro II regula esa estructura de Autogobierno, bajo la rúbrica “Del
gobierno del Poder Judicial”, si bien es cierto que el CGPJ se regula en un Libro
independiente.
- Ahora bien, el CGPJ se vio sometido a una profunda reforma en el año 2013, a
través de la Ley Orgánica 4/2013, de 28 de junio, de reforma del Consejo
General del Poder Judicial, por la que se modifica la Ley Orgánica 6/1985, de 1
de julio, del Poder Judicial, que creo un nuevo Libro VIII (“Del Consejo General
del Poder Judicial”).
- En el Libro II se regula el mencionado “gobierno interno de los Tribunales y
Juzgados” en el que se regula la estructura administrativa de autoorganización,
compuesta:
o Salas de Gobierno del Tribunal Supremo, de la Audiencia Nacional y de
los Tribunales Superiores de Justicia.
o Presidentes de Tribunales y Audiencias.
o Jueces Decanos y Juntas de Jueces.
o Presidentes de Sala y Jueces.

Los órganos encargados de ejercer el autogobierno se establecen, con carácter general,


en el art. 104.2 LOPJ:
“El Gobierno del Poder Judicial corresponde al Consejo General del Poder Judicial, que ejerce sus
competencias en todo el territorio nacional, de acuerdo a la Constitución y lo previsto en la presente
Ley. Con subordinación a él, las Salas de Gobierno del Tribunal Supremo, de la Audiencia
Nacional, y de los Tribunales Superiores de Justicia ejercerán las funciones que esta Ley les
atribuye, sin perjuicio de las que correspondan a los Presidentes de dichos Tribunales y a los titulares
de los restantes órganos jurisdiccionales”.
El Consejo General del Poder Judicial es el órgano supremo de gobierno del
Poder Judicial. Se crea por primera vez en España en la Constitución de 1978, al estilo
de otros países continentales europeos que, a partir de la II Guerra Mundial, introducen
en sus Constituciones órganos de autogobierno del Poder Judicial, con el fin de evitar
las injerencias y abusos del Ejecutivo, y con funciones relativas, tanto al régimen del
personal, como al régimen económico, con mayor o menor autonomía según los casos.
Sin ser tan drásticos, sí puede afirmarse que las expectativas en torno al CGPJ se
han visto en cierta medida frustradas, puesto que las competencias del CGPJ no son tan
amplias como se esperaba, conservando el Ejecutivo gran cantidad de funciones en
relación con el gobierno del Poder Judicial.
Su regulación legal se contiene, tal como hemos visto, en el citado art. 122. 2 y 3
de la Constitución y en el Libro VIII de la Ley Orgánica del Poder Judicial (que lleva
por rúbrica “Del Consejo General del Poder Judicial”). Teniendo su desarrollo
normativo estos preceptos en el Reglamento 1/1986, de Organización y Funcionamiento
del Consejo General del Poder Judicial, aprobado por Acuerdo del Consejo de 22 de
Abril de 1986.

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Composición y elección de los miembros.
Es una cuestión especialmente trascendente, puesto que de la composición y
sobre todo de la elección de los miembros del Consejo son aspectos relacionados
directamente con la efectividad del autogobierno, la autonomía y la independencia.
En cuanto a la composición el Consejo está integrado por 21 miembros, uno de
estos miembros será el Presidente, cargo que será compartido con el de Presidente del
Tribunal Supremo y 20 vocales.
La composición del Consejo ha de ser renovada en su totalidad cada 5 años (568
LOPJ) y no cabe reelección de ninguno de sus miembros, al estar prohibido
expresamente por el artículo 567.5 LOPJ elegir a miembros del Consejo saliente.
Respecto del nombramiento y elección de los miembros del Consejo el tenor de
la Constitución (art. 122.3 CE) lo deja considerablemente abierto, previendo:
- Doce vocales serán elegidos de entre jueces y magistrados, conforme lo que
prevea la LOPJ.
- Cuatro vocales serán elegidos a propuesta del Congreso de los Diputados, por
mayoría de 3/5 entre abogados y juristas de reconocida competencia con más de
15 de años de ejercicio de la profesión.
- Cuatro vocales serán elegidos a propuesta del Senado, por mayoría de 3/5 entre
abogados y juristas de reconocida competencia con más de 15 de años de
ejercicio de la profesión.

“122.3. El Consejo General del Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo,
que lo presidirá, y por veinte miembros nombrados por el Rey por un período de cinco años. De éstos,
doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que establezca la ley
orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados, y cuatro a propuesta del Senado, elegidos
en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre abogados y otros juristas, todos
ellos de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio en su profesión”.

Tomando en consideración el desarrollo del 122.3 de la Constitución que hace la LOPJ


(566 y ss. LOPJ), la composición y elección es la siguiente:
- Los veinte vocales son elegidos por las Cortes Generales (en consecuencia, los
doce vocales que deben ser elegidos integrantes del Poder Judicial también
deben serlo por Congreso de los Diputados y Senado).
- Diez elegidos por el Congreso de los Diputados, Diez elegidos por el Senado.
- Cuatro y cuatro elegidos (según lo que dice la Constitución) entre juristas de
“reconocida competencia”, lo que determina que el CGPJ estará integrado por
ocho vocales que son ajenos al Poder Judicial (abogados, profesores de
Universidad, funcionarios,…)

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- En cuanto a los doce vocales que deben ser elegidos entre miembros (jueces y
magistrados) del Poder Judicial, en lo que se denomina como “turno judicial”
cada una de las cámaras legislativas elegirá, por mayoría de 3/5, a seis vocales
de entre jueces y magistrados de todas las categorías y en servicio activo, pero
en este caso los elegirá de entre las candidaturas presentadas por jueces y
magistrados. Para la realización de esta propuesta a las cámaras la LOPJ
(artículos 572 a 578) regula un procedimiento de presentación de candidaturas al
que puede optar cualquier miembro del Poder Judicial (que deberá tener el aval
de 25 de jueces o magistrados o el de una asociación judicial).

En el sistema de elección de los vocales del “turno judicial” tienen una importante
influencia las asociaciones judiciales que son las asociaciones constituidas al amparo de
la previsión del artículo 127 CE y 401 LOPJ, en los que se reconoce y regula la libertad
de asociación profesional de los jueces, como compensación a la prohibición de
pertenencia a partidos políticos, sindicatos que también prevé el propio 127 CE.
Artículo 127
1. Los Jueces y Magistrados así como los Fiscales, mientras se hallen en activo, no podrán desempeñar
otros cargos públicos, ni pertenecer a partidos políticos o sindicatos. La ley establecerá el sistema y
modalidades de asociación profesional de los Jueces, Magistrados y Fiscales.

En la actualidad existen las siguientes asociaciones, que ordenamos por número de


integrantes:
- Asociación Profesional de la Magistratura (>1.300)
- Francisco de Vitoria (>750)
- Juezas y jueces para la Democracia (>500)
- Foro Judicial Independiente (>300)
- Asociación Nacional de Jueces
Lógicamente (ante la evidente injerencia del Legislativo en el Judicial) el original
artículo 112 LOPJ (hoy derogado, pero que venía a recoger que la totalidad de vocales
fuese elegido por las Cámaras legislativas) fue sometido a un recurso de
inconstitucionalidad por que se consideraba inconstitucional que las Cámaras eligiesen
también a los 12 vocales de entre los jueces y magistrados. El problema se planteó por
que el tenor de la Constitución no es claro en este sentido, dice que los 12 han de ser
jueces y magistrados, pero no dice quien los ha de elegir (“El Consejo General del
Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo
presidirá, y por veinte miembros nombrados por el Rey por un período de cinco años.
De éstos, doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los
términos que establezca la ley orgánica…” art. 122.3 CE). El Tribunal Constitucional,
en su Sentencia 108/1986 de 26 de Julio, estableció que el sistema de elección previsto
por la LOPJ de 1985 no es inconstitucional, basando su postura en que no se trata de un
mandato representativo ni están sometidos a mandato imperativo (tal como recoge

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expresamente el art. 119.2 LOPJ: “Los vocales del CGPJ no estarán ligados por
mandato imperativo alguno, y no podrán ser removidos de sus cargos sino por
agotamiento de su mandato…”, lo que hoy en día es recogido en el artículo 581 LOPJ –
prohibición de mandato imperativo – ), y como muestra de ello señala el hecho de la
diferencia de duración del mandato de los vocales del consejo y de los integrantes de las
Cámaras legislativas (5 años frente a 4).
El hecho de que todos los vocales del Consejo sean elegidos por las Cámaras
legislativas ha venido suscitando polémica y bastantes recelos ya que deja bastante en
entredicho la independencia del órgano de gobierno del Poder Judicial, pues al margen
de los argumentos ofrecidos por el TC es un hecho que la influencia no es tanto de las
cámaras legislativas y de sus integrantes como de los propios partidos políticos – siendo
evidente que son los partidos los que negocian la renovación del CGPJ con un reparto
notorio de las vocalías –.
Las funciones del CGPJ están recogidas en el artículo 560 LOPJ y
genéricamente podemos señalar que se le atribuye:
- Proponer el nombramiento del Presidente del Consejo.
- Proponer el nombramiento de 2 miembros del Tribunal Constitucional (art.
159.1 CE).
- Todo lo relativo al estatuto personal de jueces y magistrados, incluida su
selección (aunque se haga de modo conjunto con los fiscales), nombramiento,
formación, perfeccionamiento, etc.
- Inspección de los juzgados y tribunales.
- Funciones presupuestarias del propio Consejo (no del Poder Judicial).
- Funciones relativas al centro de formación de jueces y magistrados que es la
Escuela Judicial.
- Potestad reglamentaria interna, es decir, relativa al propio Consejo, sobre su
personal, organización y funcionamiento (Reglamento 1/1986, de 22 de abril, de
Organización y Funcionamiento del CGPJ).
- Potestad reglamentaria externa, pudiendo dictar reglamentos de desarrollo de la
LOPJ en cuestiones referentes a la organización del Poder Judicial y sus órganos, entre
los que pueden citarse, como más relevantes el Reglamento 2/2011, de 28 de abril, de la
carrera judicial, el Reglamento 1/2010, de 25 de febrero, que regula la provisión de
plazas de nombramiento discrecional en los órganos judiciales o el Reglamento 2/2018,
de 29 de noviembre, para el cumplimiento de la Ley 15/2003, de 26 de mayo,
reguladora del régimen retributivo de las Carreras Judicial y Fiscal, en lo relativo a las
retribuciones variables por objetivos de los miembros de la Carrera Judicial
- Informe sobre los anteproyectos de leyes y disposiciones generales del Estado
y de las Comunidades Autónomas cuando afecten al Poder Judicial, a sus miembros, a
normas procesales, a personal no judicial, a leyes penales o normas sobre régimen
penitenciario.

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El Consejo se estructura y organiza internamente en una serie de órganos
establecidos en la LOPJ y en el Reglamento de Organización y Funcionamiento del
CGPJ, básicamente son el Presidente, Vicepresidente, Pleno y una serie de Comisiones
especializadas en las funciones del propio Consejo, entre las que la más relevante es la
Comisión Permanente.

6. El Poder Judicial y su relación con el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo.


Como decíamos al inicio de este tema, el Estado de Derecho moderno se asienta sobre
la existencia de tres poderes y la separación de los mismos (no se trata, sin duda, de una
cuestión nueva...). Uno de los cuales es el que venimos analizando, el Poder Judicial.
Estos tres poderes desarrollan las tareas que les son encomendadas por la Constitución y
en este desarrollo de las mismas como es lógico están en contacto con cada uno de los
otros dos poderes. Nos hemos de ocupar ahora de la relación y las influencias mutuas
del Poder Judicial con el legislativo y el ejecutivo en el ejercicio de la potestad
jurisdiccional.
El Poder Judicial y el Poder Legislativo.
El Poder Judicial y los órganos que lo integran se encuentran sometidos al imperio de la
Ley, debiendo aplicar la misma para resolver los conflictos que se le plantean. Por ello
parece que su sometimiento al legislativo es claro, el Poder Judicial realiza su función
aplicando el producto del Poder Legislativo (la Ley).
Además, tal como ya conocemos, los órganos que encarnan el poder legislativo eligen a
los componentes del órgano de gobierno del Poder Judicial, el CGPJ, siendo evidente la
injerencia en el Poder Judicial por la vía de su órgano supremo de gobierno.
No obstante, la Constitución de 1978 deja claro, tal como ya hemos visto, que la
potestad jurisdiccional se desarrolla exclusivamente por los órganos jurisdiccionales sin
que quepa ninguna intromisión del Poder legislativo más allá de la pura elaboración y
promulgación de las Leyes.
Ejemplo de esto es lo previsto en el art. 76.1 de la CE, donde se deja bien claro que las
conclusiones de las Comisiones de Investigación que pueden nombrar las Cámaras
sobre cualquier asunto de interés público y relevante, no serán vinculantes para los
Tribunales, ni afectarán a las resoluciones judiciales. No es menos cierto que se podrán
nombra comisiones sobe asuntos que, por lo general, podrían estar judicializados, lo que
ya de por sí no deja de ser una intromisión en la función jurisdiccional.
Artículo 76.
1. El Congreso y el Senado, y en su caso, ambas Cámaras conjuntamente, podrán nombrar Comisiones
de investigación sobre cualquier asunto de interés público. Sus conclusiones no serán vinculantes para
los Tribunales, ni afectarán a las resoluciones judiciales, sin perjuicio de que el resultado de la
investigación sea comunicado al Ministerio Fiscal para el ejercicio, cuando proceda, de las acciones
oportunas”.
En el sentido contrario, alguna de las funciones de la Jurisdicción suponen un contacto
directo, incluso injerencia, en la actividad del Poder Legislativo. En primer lugar, se
puede mencionar la función de complementación del ordenamiento jurídico que

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desarrollan los órganos jurisdiccionales cuando aplicando la legislación se encuentren
con lagunas jurídicas en el ordenamiento y necesitan integrarlo – por la vía de la
interpretación –, lo que no deja de constituir cierto ejercicio de la potestad legislativo, al
estar de facto creando Derecho.
Igualmente los órganos jurisdiccionales pueden plantear la cuestión de
inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, cuando consideren que alguna
norma con rango de ley de las que han de aplicar es inconstitucional.
El Poder Judicial y el Poder ejecutivo.
En principio las diferencias del Poder judicial con el poder Ejecutivo también parecen
estar claras, ya que se ocupan de cuestiones bastante diferentes, uno como hemos visto
de desarrollar la potestad jurisdiccional, y otro, tal como dice la Constitución en su
artículo 97, dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la
defensa del Estado.
No obstante, el contacto entre ambos poderes es intenso en algunos puntos,
especialmente por la influencia que históricamente ha tratado de ejercer el poder
ejecutivo sobre el judicial.
Así, el Poder Judicial por expreso mandato de la Constitución, (en su art. 106.1), tiene
las funciones de controlar la actuación administrativa y la potestad reglamentaria de la
Administración, examinando la adecuación de las disposiciones dictadas por el
ejecutivo a la Constitución, a la leyes y al principio de jerarquía normativa, en cuyo
caso si los órganos jurisdiccionales observan esa no adecuación dejarán de aplicar tanto
reglamentos como otras disposiciones de menor rango. Además los órganos
jurisdiccionales deben controlar la legalidad de las actuaciones administrativas y la
adecuación a los fines que las justifican.
Otro punto de relación entre ambos poderes es el hecho, que ya hemos visto, de que el
Poder Ejecutivo tenga competencias en materias relacionadas con el Poder Judicial,
como pueden ser todo lo referente al personal no jurisdiccional al servicio de la
Administración de Justicia, o los aspectos meramente materiales de la misma (como
pueden ser inmuebles, dotaciones, equipamientos de las sedes de los órganos
jurisdiccionales, etc.).
Por último, hemos de mencionar la intensa actividad sancionadora de la Administración
que, aunque como es lógico está sometida al control de los órganos integrantes de la
jurisdicción contencioso-administrativa, ha supuesto un desplazamiento de facto en
multitud de aspectos del orden jurisdiccional penal. El prof. MORENO CATENA en
este aspecto mantiene que se debería limitar el crecimiento de las sanciones
administrativas para ir devolviendo en el futuro estos cometidos a los órganos del Poder
Judicial. No obstante, esto es opinable dado que existen muchas conductas que se han
criminalizado y su trascendencia penal no deja de ser relativa.

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Conflictos jurisdiccionales (lectura).
Por Conflictos jurisdiccionales podemos denominar a aquellos que se producen entre
órganos de distintos poderes – básicamente el Ejecutivo y el Judicial – o con órganos
jurisdiccionales no integrados en el Poder Judicial. La base de estos conflictos está en el
planteamiento de asuntos respecto de los que se dude de cuál debe ser el órgano que
debe resolverlos y el momento en el que tal órgano debe participar en dicha resolución.
Los conflictos pueden ser de dos tipos, negativos, cuando ningún órgano de los dos
poderes se considere competente, o positivos, cuando órganos de ambos poderes se
consideren competentes.
Este tipo de conflictos se regulan por la Ley Orgánica 2/1987, de 18 de mayo de
Conflictos Jurisdiccionales, que prevé la existencia de conflictos entre la
Administración (Poder Ejecutivo) y órganos del Poder Judicial; órganos del Poder
Judicial y de la Jurisdicción Militar; y entre la Administración y los órganos de la
Jurisdicción Militar o del Tribunal de Cuentas.
Hemos de diferenciarlos de los denominados Conflictos de Competencia que son
aquellos que se producen entre diferentes órganos jurisdiccionales integrados en el
Poder Judicial, cuando se plantea (arts. 42 a 50 LOPJ).
Los conflictos entre la Administración y los órganos jurisdiccionales serán resueltos por
un órgano colegiado previsto en el artículo 38 LOPJ (Tribunal de Conflictos
Jurisdiccionales) y compuesto por el Presidente del Tribunal Supremo, 2 magistrados de
la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Supremo, 3 consejeros
permanentes de Estado.
“Artículo 38.
1. Los conflictos de jurisdicción entre los Juzgados o Tribunales y la
Administración serán resueltos por un órgano colegiado constituido por el
Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por cinco vocales, de los
que dos serán Magistrados de la Sala de lo Contencioso-administrativo del
Tribunal Supremo, designados por el Pleno del Consejo General del Poder
Judicial, y los otros tres serán Consejeros Permanentes de Estado, actuando
como Secretario el de Gobierno del Tribunal Supremo.
2. El Presidente tendrá siempre voto de calidad en caso de empate”
Los órganos que pueden plantear el conflicto están fijados en los artículos 2 y 3 LCJ, y
lo podrá ser, por parte del Poder Judicial, por cualquier órgano jurisdiccional con
excepción de los Juzgados de Paz, y por parte del ejecutivo, por una serie de altos
cargos (miembros del Gobierno, delegados del Gobierno, etc.,). En el caso de que el
conflicto sea negativo se puede plantear por el propio particular interesado (artículo 13
LCJ).
“Artículo Dos.
Cualquier Juzgado o Tribunal podrá plantear conflictos jurisdiccionales a la
Administración. Sin embargo, los Juzgados de paz tramitarán la cuestión al

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Juez de Primera Instancia e Instrucción, que, de estimarlo, actuará conforme a
lo dispuesto en el artículo 9.
Artículo Tres.
Podrán plantear conflictos de jurisdicción a los Juzgados y Tribunales:
1. En la Administración del Estado:
a. Los miembros del Gobierno.
b. Los Delegados del Gobierno en las Comunidades Autónomas.
c. Los Generales con mando de Región militar o zona militar, los Almirantes
con mando de zona marítima, el Almirante Jefe de la Jurisdicción Central, el
Comandante General de la flota y los Generales Jefes de Región aérea o zona
aérea.
d. Los Gobernadores Civiles.
e. Los Delegados de Hacienda.
2. En la Administración autonómica, el órgano que señale el correspondiente
Estatuto de Autonomía. A falta de previsión en el Estatuto de Autonomía, podrán
plantear conflictos, el Consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma o
cualquiera de sus miembros, por conducto del Presidente.
3. En la Administración Local:
a. Los Presidentes de las Diputaciones Provinciales u órganos de la
Administración Local de ámbito provincial.
b. Los Presidentes de los Cabildos y Consejos Insulares.
c. Los Alcaldes- Presidentes de los Ayuntamientos.
Artículo Trece.
1. Quien viere rechazado el conocimiento de un asunto de su interés tanto por el
Juez o Tribunal como por el órgano administrativo que él estime competentes,
podrá instar un conflicto negativo de jurisdicción.
2. Una vez que se haya declarado incompetente, en resolución firme, la autoridad
judicial o administrativa a la que inicialmente se hubiese dirigido, el interesado
se dirigirá, acompañando copia auténtica o testimonio fehaciente de la
resolución denegatoria dictada, a la otra autoridad.
3. Si también se declara incompetente, el interesado podrá formalizar sin más
trámites y en el plazo improrrogable de quince días el conflicto negativo de
Jurisdicción, mediante escrito dirigido al Tribunal de Conflictos de Jurisdicción
al que se unirán copias de las resoluciones de las autoridades administrativa y
judicial, que se presentará ante el órgano jurisdiccional que se hubiera declarado
incompetente.

13
Este elevará las actuaciones al Tribunal de Conflictos de Jurisdicción y requerirá
al órgano administrativo que hubiera intervenido para que actúe de igual forma,
todo ello en plazo de diez días.
4. En todo caso se notificarán al interesado las resoluciones que se adopten.

Se establece un procedimiento bastante simple (Art. 14), con la mera audiencia del
Ministerio Fiscal y de la Administración interesada, si bien con carácter previo la LCJ
exige a los órganos en conflicto la formulación de una serie de requerimentos de
inhibición previos.
Para resolver el conflicto el Tribunal de Conflictos deberá dar audiencia al Ministerio
Fiscal y a la Administración en conflicto, tras lo cual dictará sentencia resolviendo el
conflicto y determinando qué órgano debe conocer de la cuestión que se plantea y qué
órgano debe abstenerse de participar en la misma. En la sentencia únicamente se deberá
determinar el órgano competente, no debiendo entrar a valorar el tribunal otros
extremos.
“Artículo Catorce.
1. Para resolver cualquier conflicto de jurisdicción, el Tribunal de Conflictos
dará vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y a la Administración
interviniente por plazo común de diez días, dictando sentencia dentro de los diez
días siguientes.
2. Las actuaciones del Tribunal de Conflictos Jurisdiccionales se regirán, en
cuanto a deliberación y votación, por lo previsto en el Título III del libro III de
la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de Julio, del Poder Judicial, sin perjuicio del voto
de calidad que corresponde al presidente en caso de empate”.
En el caso de conflictos entre órganos jurisdiccionales de la Jurisdicción ordinaria y
órganos de la Jurisdicción militar, el órgano que conocerá de la resolución de conflictos
será la Sala de Conflictos de Jurisdicción, con la composición que determina el artículo
39 LOPJ (al que se remite el artículo 22 LCJ).
“Artículo 39.
1. Los conflictos de jurisdicción entre los Juzgados o Tribunales de cualquier
orden jurisdiccional de la jurisdicción ordinaria y los órganos judiciales
militares, serán resueltos por la Sala de Conflictos de Jurisdicción, compuesta
por el Presidente del Tribunal Supremo, que la presidirá, dos Magistrados de la
Sala del Tribunal Supremo del orden jurisdiccional en conflicto y dos
Magistrados de la Sala de lo Militar, todos ellos designados por el Pleno del
Consejo General del Poder Judicial. Actuará como Secretario de esta Sala el de
Gobierno del Tribunal Supremo.
2. El Presidente tendrá siempre voto de calidad en caso de empate”.

14
Son los órganos jurisdiccionales los legitimados para plantear el conflicto ante el
Tribunal. La tramitación procedimental del conflicto es similar al anteriormente
mencionado, con requerimientos previos entre los órganos – en este caso
jurisdiccionales – y un posterior conocimiento del Tribunal de Conflictos, que dará
audiencia con carácter previo a la resolución, al Ministerio Fiscal y al Fiscal Jurídico
Militar.

7. El Principio de Unidad del Poder Judicial.


Tal como se ha ido analizando, el Poder Judicial es un conjunto de órganos puesto al
servicio de un fin o función, como tal conjunto está sometido a unos principios relativos
a su ordenación y a la organización interna de la pluralidad de órganos jurisdiccionales
que lo integran.
Otro de los principios generales del Poder Judicial es el de Unidad. El principio de
unidad implica que el Poder Judicial es único, lo que determina que no cabe la
existencia de tribunales al margen del mismo. De igual modo la potestad jurisdiccional
es única y se ejerce por los órganos jurisdiccionales del Poder Judicial.
El art. 117.5 CE dice que “el principio de unidad jurisdiccional es la base de la
organización y funcionamiento de los tribunales”. Mientras que el artículo 3.1 LOPJ
determina que “La jurisdicción es única y se ejerce por los Juzgados y Tribunales
previstos en esta Ley, sin perjuicio de las potestades jurisdiccionales reconocidas por
la Constitución a otros órganos”.
El principio de Unidad parte, en nuestra historia procesal, de la Constitución de 1812 en
el que implantaba como uno de los principios de organización territorial del Estado el
principio de Unidad de Fueros – de aquella el Poder Judicial no podía reconocerse como
tal, ante la multitud de Jurisdicciones (fueros) que existían y que estaban separadas entre
sí –. En efecto, el Título V de la Constitución de Cádiz recogió el principio doctrinal de
la separación de poderes, reconociendo la independencia del Poder Judicial frente a los
órganos del Gobierno y de las Cortes Generales. Asimismo proclamó la responsabilidad
de los jueces, como consecuencia clara de su autonomía y en los términos en los que se
han recogido posteriormente (entre otras por la Constitución vigente); sobre la base
reseñada y como consecuencia racional de la misma, fue proclamado el principio de
unidad de fueros, suponiendo la base de la efectiva unificación que se produjo décadas
más tarde.
No fue hasta que Pedro Gómez de la Serna elaboró – como ponente de la Comisión
General de Codificación – las bases para la organización de los tribunales en 1863
cuando se produjo la efectiva unificación de la Jurisdicción, cuando se hizo eficaz la
unificación de la Jurisdicción. Dichas bases (36) fueron promulgadas por el Real
Decreto de 26 de abril de 1863 y posteriormente fueron incorporadas a la Ley Orgánica
del Poder Judicial de 1870.
La definitiva unificación – a partir de las bases reseñadas – se produjo a través del
Decreto de Unificación de Fueros de 1868, a través del cual se realizó la unificación de
los fueros en el marco de la Jurisdicción ordinaria, suprimiendo las jurisdicciones

15
especiales que existían en ese momento, tales como la Jurisdicción militar (prevista de
un modo mucho más amplio a como se concibe a día de hoy); la Jurisdicción
eclesiástica (extendida a cuestiones y litigios civiles, al margen del ámbito de la Iglesia);
Jurisdicción especial de Hacienda; Jurisdicción Mercantil; Jurisdicción Contencioso-
administrativa (si bien en este caso, siguió ejerciéndose por órganos de naturaleza
administrativa). El Decreto de Unificación de Fueros de 1868 extendió la jurisdicción
ordinaria a la mayor parte de los asuntos procesales. En el Título I estableció, con
carácter amplio el ámbito objetivo de la Jurisdicción ordinaria; en el Título II, se
produce la fijación de las competencias de la Jurisdicción eclesiástica, limitándolas a las
causas sacramentales y beneficiales, los delitos eclesiásticos y las faltas cometidas por
los clérigos en el ejercicio de su ministerio; en el título III, determinaba el ámbito de la
Jurisdicción militar, si bien todavía contemplaba un aforamiento de los militares
respecto de cualquier delito o falta que cometieran – de los que serían juzgados por los
órganos de dicha jurisdicción –; el Título IV se refería a la Jurisdicción especializada de
Hacienda, para integrarla, en este caso completamente, en la Jurisdicción ordinaria; y,
por último, el Título V, que integraba en la Jurisdicción ordinaria la Jurisdicción
mercantil integrada por los Tribunales de Comercio.
Consecuencia del principio de unidad es que la prohibición de los tribunales especiales
o de excepción prevista en el artículo 117.6 CE, es decir, tribunales creados ad hoc para
resolver un determinado tipo de asuntos y que puedan escapar de las garantías y
principios generales en el ejercicio de la potestad jurisdiccional (como pudieron serlo
los tribunales de orden público).
Como únicas excepciones al principio de unidad previsto en la Constitución, se
encuentra la situación de la Jurisdicción militar y el hecho de que existan órganos que
ejercen ciertas potestades jurisdiccionales sin estar integrados en el Poder Judicial o
Jurisdicción.
La Jurisdicción Militar.
Con carácter específico respecto de la Jurisdicción ordinaria se reconoce la Jurisdicción
militar, pero se duda de que su existencia rompa el principio de unidad. El art. 117.5 CE
lo cita como cierta especialidad: “…La ley regulará el ejercicio de la jurisdicción
militar en el ámbito estrictamente castrense y en los supuestos de estado de sitio, de
acuerdo con los principios de la Constitución”.
La Jurisdicción militar tiene atribuida la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado
en los procesos a través de los que se exija responsabilidad penal a los miembros de las
FAS por delitos del Código Penal Militar (sedición, deserción, espionaje, traición, daños
contra el material, etc., los previstos en la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre).
La Jurisdicción militar está regulada en la Ley Orgánica 4/1987, de 15 de julio, de la
Competencia y Organización de la Jurisdicción Militar (que vendría a ser la LOPJ para
el ámbito de esta Jurisdicción).
La Jurisdicción militar se estructura en los siguientes órganos judiciales militares:
- Sala de lo Militar del Tribunal Supremo.

16
- Tribunal Militar Central.
- Tribunales Militares Territoriales.
- Juzgados Togados (militar central y militares territoriales).
- Y los órganos judiciales militares que acompañan a las tropas españolas fuera
del territorio nacional (básicamente en la actualidad en las misiones
encomendadas en el marco de nuestra pertenencia a la OTAN o la ONU).
En principio, se trata de una Jurisdicción autónoma, que queda al margen del Poder
Judicial – en consecuencia supone una excepción al principio de unidad que estamos
analizando –. Los miembros de los órganos jurisdiccionales no pertenecen a la carrera
judicial sino que proceden de un cuerpo de funcionarios propio de las Fuerzas Armadas,
el Cuerpo Jurídico Militar (los integrantes de este cuerpo, dependiendo de su
graduación y destino, pueden ejercer o no funciones jurisdiccionales, pudiendo ser
efectivamente jueces u desempeñar otro puesto, como asesores jurídicos de un
determinado ejército o de la Guardia Civil, o como auditores, etc.).
Orgánicamente, la Jurisdicción militar no se encuentra sometida al gobierno del Consejo
General del Poder Judicial, sino que las competencias son asumidas por la
Administración, concretamente por el Ministerio de Defensa.
Por otra parte – de ahí que los citemos en primer lugar – este tipo de tribunales
encuentra cierta integración en el Poder Judicial (por lo que de algún modo también
estarían sometidos al principio de unidad) puesto que su órgano superior es una Sala del
Tribunal Supremo, que es la Sala 5ª de lo Militar del Tribunal Supremo. Además esta
Sala tiene una composición mixta en el medida en que la mitad de sus miembros
(cuatro) pertenecen a la carrera judicial y otros cuatro a la Cuerpo Jurídico Militar.
Desde este punto de vista se puede decir que dicha “jurisdicción” tiene una conexión o
unión (unidad) con el Poder Judicial.
Artículo 24 Ley Orgánica 4/1987

La Sala de lo Militar del Tribunal Supremo estará integrada por su Presidente y siete Magistrados.
Cuatro de los ocho miembros de la Sala procederán de la Carrera Judicial y los otros cuatro del Cuerpo
Jurídico Militar.

Además, decíamos que hay que resaltar la existencia de órganos que teniendo ciertas
potestades jurisdiccionales o muy relacionadas con la potestad jurisdiccional no están
integrados en el Poder Judicial – ni tienen punto de contacto alguno como sucede con la
jurisdicción militar –.
El Tribunal Constitucional.
Puede decirse que Tribunal Constitucional es un órgano jurisdiccional pero no integrado
en el Poder Judicial, si bien siempre se han planteado dudas a esta afirmación.
Es cierto que la única función del Tribunal Constitucional es la fiscalización de la
actividad de los órganos jurisdiccionales y otros poderes públicos para examinar la
constitucionalidad de la misma, pero en dicha fiscalización el Tribunal Constitucional

17
juzga efectivamente, realizando un ejercicio de la Jurisdicción, un tanto sui generis,
puesto que se limitado a apreciar si existe o no adecuación a los preceptos
constitucionales de la actuación de otros poderes públicos, bien sea el Legislativo –
control de constitucionalidad de las leyes –, o el Poder Judicial – control de
constitucionalidad de sentencias y actuaciones procesales –.
Por otra parte, la tarea del Tribunal Constitución tiene una manifestación directa en el
ejercicio de la Jurisdicción por los órganos jurisdiccionales, pudiendo afectar de modo
evidente a lo juzgado. No hay más que comprobar el contenido del artículo 55 LOTC:
“Uno. La sentencia que otorgue el amparo contendrá alguno o algunos de los
pronunciamientos siguientes:
a) Declaración de nulidad de la decisión, acto o resolución que hayan impedido
el pleno ejercicio de los derechos o libertades protegidos, con determinación en
su caso de la extensión de sus efectos.
b) Reconocimiento del derecho o libertad pública, de conformidad con su
contenido constitucionalmente declarado.
c) Restablecimiento del recurrente en la integridad de su derecho o libertad con
la adopción de las medidas apropiadas, en su caso, para su conservación.
Dos. En el supuesto de que el recurso de amparo debiera ser estimado porque, a
juicio de la Sala o, en su caso, la Sección, la Ley aplicada lesione derechos
fundamentales o libertades públicas, se elevará la cuestión al Pleno con
suspensión del plazo para dictar sentencia, de conformidad con lo prevenido en
los artículos 35 y siguientes”.
Por otra parte, una de las funciones del Tribunal Constitucional es resolver los
denominados conflictos constitucionales y en dicho caso sí que existe una auténtica
función jurisdiccional al resolver (juzgar) los conflictos que se planteen entre distintos
poderes públicos. Dicha función y el procedimiento para su ejercicio está regulada en el
Título IV de la LOTC – “De los conflictos constitucionales” –. El artículo 59 LOTC
establece el ámbito de la función:
“Artículo 59.
1. El Tribunal Constitucional entenderá de los conflictos que se susciten sobre
las competencias o atribuciones asignadas directamente por la Constitución, los
Estatutos de Autonomía o las leyes orgánicas u ordinarias dictadas para
delimitar los ámbitos propios del Estado y las Comunidades Autónomas y que
opongan:
a) Al Estado con una o más Comunidades Autónomas.
b) A dos o más Comunidades Autónomas entre sí.
c) Al Gobierno con el Congreso de los Diputados, el Senado o el Consejo
General del Poder Judicial; o a cualquiera de estos órganos constitucionales
entre sí.

18
2. El Tribunal Constitucional entenderá también de los conflictos en defensa de
la autonomía local que planteen los municipios y provincias frente al Estado o a
una Comunidad Autónoma”.
Por ejemplo el artículo 66 LOTC al regular la resolución/sentencia del conflicto de
competencia entre el Estado y las CCAA o entre estás entre sí establece lo siguiente:
“Artículo 66.
La sentencia declarará la titularidad de la competencia controvertida y
acordará, en su caso, la anulación de la disposición, resolución o actos que
originaron el conflicto en cuanto estuvieren viciados de incompetencia,
pudiendo disponer lo que fuera procedente respecto de las situaciones de hecho
o de derecho creadas al amparo de la misma”.
El ejercicio de funciones jurisdiccionales es evidente.
A pesar de todo esto que decimos, este órgano tiene una posición de autonomía respecto
de los otros poderes del Estado, incluido el Poder Judicial, lo que se extrae de la
configuración que del mismo hace la Constitución.
El Tribunal de Cuentas.
El Tribunal de Cuentas, se trata del supremo órgano fiscalizador de las cuentas y
de la gestión económica del Estado así como del sector público. En principio las
funciones de este órgano difícilmente pueden considerarse como jurisdiccionales, sino
más bien administrativas.
Pero el Tribunal de Cuentas tiene atribuidas unas funciones que son claramente
jurisdiccionales, concretamente las previstas en el artículo 15 de la LO 2/1982 del
Tribunal de Cuentas en cuanto al enjuiciamiento contable de las personas con
obligaciones relacionadas con las cuentas públicas (el alcance de los caudales públicos y
obligaciones constituidas en garantías de su gestión).
“Artículo Quince.
1. El enjuiciamiento contable, como jurisdicción propia del Tribunal de Cuentas
se ejerce respecto de las cuentas que deban rendir quienes recauden,
intervengan, administren, custodien, manejen o utilicen bienes, caudales o
efectos públicos.
2. La jurisdicción contable se extiende a los alcances de caudales o efectos
públicos, así como a las obligaciones accesorias constituidas en garantía de su
gestión”.
La función jurisdiccional se refleja en los artículos 46 y ss. en los que para referirse a la
vía para ejercer la función de enjuiciamiento se menciona el término “procedimientos
judiciales”.
El ámbito de la denominada “Jurisdicción contable” es fijado de un modo más preciso
en el artículo 49 de la Ley 7/1988, de Funcionamiento del Tribunal de Cuentas:
“Artículo 49.

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1. La jurisdicción contable conocerá de las pretensiones de responsabilidad
que, desprendiéndose de las cuentas que deben rendir todos cuantos tengan a
su cargo el manejo de caudales o efectos públicos, se deduzcan contra los
mismos cuando, con dolo, culpa o negligencia graves, originaren menoscabo
en dichos caudales o efectos a consecuencia de acciones u omisiones
contrarias a las Leyes reguladoras del régimen presupuestario y de
contabilidad que resulte aplicable a las entidades del sector público o, en su
caso, a las personas o entidades perceptoras de subvenciones, créditos, avales
u otras ayudas procedentes de dicho sector. Sólo conocerá de las
responsabilidades subsidiarias, cuando la responsabilidad directa, previamente
declarada y no hecha efectiva, sea contable.
2. No corresponderá a la jurisdicción contable el enjuiciamiento de los asuntos
o cuestiones atribuidos a la competencia del Tribunal Constitucional o de los
distintos ordenes de la jurisdicción ordinaria, en los términos prevenidos en el
artículo 16 de la Ley Orgánica 2/1982 y sin perjuicio de la competencia por
razón de prejudicialidad a que se refiere el artículo 17.2 de la misma.
En consecuencia, los órganos de la jurisdicción contable podrán apreciar,
incluso de oficio, su falta de jurisdicción o competencia en la forma establecida
en la Ley Reguladora del Proceso Contencioso-Administrativo.
3. Cuando los hechos fueren constitutivos de delito, con arreglo a lo establecido
en el artículo 18.2 de la Ley Orgánica 2/1982, el Juez o Tribunal que entendiere
de la causa se abstendrá de conocer de la responsabilidad contable nacida de
ellos, dando traslado al Tribunal de Cuentas de los antecedentes necesarios al
efecto de que por este se concrete el importe de los daños y perjuicios causados
en los caudales o efectos públicos”.
Por otra parte sus resoluciones dictadas en dicho ámbito son recurribles ante la Sala 3ª
del Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-administrativo).

Tribunales Supranacionales.
Por otra parte, algunos Tribunales Supranacionales tienen atribuida la potestad de
enjuiciar ciertos asuntos que tendrían una vinculación con la Jurisdicción española. Son
por tanto órganos que no estando integrados en la estructura del Poder Judicial ejercen
la potestad jurisdiccional – en este caso el Estado cede su soberanía, en particular la
Jurisdicción como parte de la misma, a una institución supranacional –. No obstante,
tales órganos no ejercen la Jurisdicción en su plenitud puesto que la eventual ejecución
de sus resoluciones está encomendada a los órganos del Poder Judicial español.
Por una parte, tenemos los órganos jurisdiccionales de la Unión Europea, el Tribunal
de Justicia de la Unión Europea y el Tribunal de Primera Instancia de las Comunidades
Europeas (a los que habría que añadirse el Tribunal de la Función Pública de la Unión
Europea, creado en 2005, como sala jurisdiccional creada para conocer de los recursos
interpuesto de dicha materia específica). Estos órganos tienen básicamente dos

20
funciones generales: comprobar que los actos de las instituciones europeas y de los
Gobiernos son compatibles con los Tratados (recurso por incumplimiento, recurso por
omisión y recurso de anulación); pronunciarse, a petición de un tribunal nacional, sobre
la interpretación o validez de las disposiciones del Derecho comunitario (petición de
decisión prejudicial). En consecuencia, en el ejercicio de tales funciones ejercen una
función jurisdiccional y resuelven cuestiones de tal modo que afectan a todos los
Estados miembros de la UE.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, instituido por el Convenio Europeo para
la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, de 4 de noviembre
de 1950 (ratificado por España con fecha 26 de septiembre de 1979) en el marco del
Consejo de Europa.

“Artículo 19. Institución del Tribunal


Con el fin de asegurar el respeto de los compromisos que resultan para las
Altas partes Contratantes del presente Convenio y sus Protocolos, se instituye
un Tribunal Europeo de Derechos Humanos en adelante denominado "el
Tribunal". Funcionará de manera permanente”.
“Artículo 32. Competencia del Tribunal
1 La competencia del Tribunal se extiende a todas las cuestiones relativas a la
interpretación y la aplicación del Convenio y de sus Protocolos que le sean
sometidas en las condiciones previstas por los artículos 33, 34 y 47”.
El TEDH ejerce su jurisdicción en los asuntos que le son encomendados – básicamente
determinando la existencia o no de vulneración de los contenidos del CEDH – y con
plena validez en el ámbito de todos los Estados signatarios.
La Corte Penal Internacional, se trata de un órgano jurisdiccional constituido en el
seno de la ONU para ejercer su jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes
más graves de trascendencia internacional, con carácter complementario de las
jurisdicciones penales nacionales (artículo 1 del Estado de Roma de la Corte Penal
Internacional).
Se puede consultar el texto entero del Estatuto del TPI en:
http://www.derechos.net/doc/tpi.html

8. La exclusividad del Poder Judicial.

Junto con la independencia y su Unidad, destacamos la exclusividad en el


ejercicio de la función jurisdiccional que presenta el Poder Judicial. El ejercicio de la
potestad jurisdiccional está atribuida exclusivamente a órganos de naturaleza estatal. Se
trata de Juzgados y Tribunales integrados, con carácter general, en el Poder Judicial, si
bien cabe la existencia de otros órganos jurisdiccionales que quedan al margen de la
organización del mismo. La función jurisdiccional es la función típica y exclusiva, del

21
Poder Judicial o de los órganos jurisdiccionales, y ningún otro órgano ni entidad tiene
atribuida la potestad de resolver conflictos.

Concurren una serie de excepciones en las que una serie de órganos ajenos al
Estado tiene dicha potestad de resolver conflictos (lógicamente con validez general) y
no a partir de la Jurisdicción, pero sí el reconocimiento del Estado.
En los supuestos excepcionales en que la potestad jurisdiccional es ejercida por
sujetos u órganos no estatales (como veremos, el arbitraje, o resoluciones emanadas de
tribunales canónicos o extranjeros), el reconocimiento de los efectos de las resoluciones
o decisiones que tales sujetos adopten corresponde soberanamente al Estado. (cuando
un particular, en virtud de un acuerdo entre las partes – como sucede en el arbitraje –,
resuelve un conflicto entre las partes es porque el Estado lo permite, dando a esa
resolución la misma validez, fuerza o efectos que a una resolución dictada por los
órganos estatales: El laudo firme produce efectos de cosa juzgada y frente a él sólo
cabrá solicitar la revisión conforme a lo establecido en la Ley de Enjuiciamiento Civil
para las sentencias firmes – art. 47 Ley 60/2003, de Arbitraje).

El monopolio estatal de la jurisdicción significa que el Estado monopoliza el


ejercicio de la potestad jurisdiccional (juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado a través
de los órganos jurisdiccionales) frente a los particulares. Esto excluye la existencia de
jurisdicciones privadas o administrativas, organizadas al margen del Poder Judicial.

En este sentido el art. 26 de la Constitución prohíbe la existencia de tribunales de


honor, una forma de Justicia privada al margen del control estatal. (“Se prohíben los
Tribunales de Honor en el ámbito de la Administración civil y de las organizaciones
profesionales”). Se cita a la Administración porque la exclusividad implica que la
función jurisdiccional ha de ejercerse por los órganos estatales que tengan la
consideración de jurisdiccionales, nunca por órganos estatales de naturaleza
administrativa.

La exclusividad estatal en el desempeño de la Jurisdicción, supone la


culminación de un proceso histórico el apoderamiento por los órganos estatales del
Poder Judicial de la facultad de resolver conflictos jurídicos, en el transcurso del cual
fueron derogadas progresivamente las jurisdicciones privadas, relacionadas con la
posibilidad de resolver los conflictos que se planteaban en relación con una determinada
materia, o dentro de una determinada institución, al margen del poder estatal.
Tribunales gremiales, tribunales de la mesta, Tribunal de la inquisición, tribunales de
honor, tribunales de los gremios…, (relacionadas con los distintos fueros existentes, y
figuras como el feudalismo,…). Un hito importante en la exclusividad de la Jurisdicción
es el ya conocido Decreto de Unidad de Fueros de 1868, a través del que se derogaron
multitud de órganos que venían desempeñando funciones jurisdiccionales al margen del
Estado.

Exclusividad en sentido positivo.

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El art. 117.3 recoge la exclusividad de los órganos jurisdiccionales estatales en
el ejercicio de la potestad jurisdiccional o jurisdicción: “El ejercicio de la potestad
jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado,
corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales determinados por las
leyes…”. En el mismo sentido se expresa el art. 2.1 LOPJ: “El ejercicio de la potestad
jurisdiccional, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a
los Juzgados y Tribunales determinados en las Leyes y en los tratados internacionales”.

La exclusividad así entendida significa que sólo los Juzgados y Tribunales


pueden ejercer la potestad jurisdiccional. Se excluye con ello la posibilidad de que
cualquier otro órgano o sujeto, ya sea privado o ya sea estatal (ajeno al Poder Judicial,
vinculado al poder ejecutivo o al poder legislativo) ejerza la función jurisdiccional.

No obstante, la exclusividad así entendida admite una serie de excepciones, unas


muy claras pues la función jurisdiccional es desarrollada por órganos de naturaleza no
jurisdiccional y otras no tanto, en la medida en que sólo suponen injerencias de órganos
no jurisdiccionales en la labor de los órganos jurisdiccionales.

Arbitraje.
La excepción más clara a la exclusividad de los órganos jurisdiccionales en la
resolución de conflictos es la institución del arbitraje, que ya vimos al analizar los
medios de resolución de conflictos como ejemplo de los modos heterocompositivos de
resolución de conflictos.

Se trata de una institución regulada por la Ley 60/2003, de 23 de diciembre de


Arbitraje (que ha venido a derogar la Ley de arbitraje 36/1988, de 5 de diciembre), que
permite someter la resolución de una controversia al conocimiento de un particular
cuando se trata de materias disponibles para las partes, con arreglo a las leyes (art. 2
LA: “Son susceptibles de arbitraje las controversias sobre materias de libre
disposición conforme a derecho”).

El arbitraje entra en juego cuando las partes de un litigio acuerdan a través de un


Convenio Arbitral el sometimiento de la cuestión litigiosa al conocimiento de un
árbitro. Por lo tanto el convenio arbitral opera como elemento de exclusión de la
autoridad jurisdiccional. Puede ser un contrato en sí mismo (que tenga como objeto el
sometimiento de la conflicto a arbitraje), o una cláusula del contrato que firmaron las
partes (que somete a arbitraje los conflictos que pudieran surgir en el desarrollo del
contrato).

El título de intervención del tercero que resuelve el litigio es la voluntad de las


partes (frente a la voluntad estatal que es el título de los órganos jurisdiccionales).

No hay ninguna diferencia con la resolución jurisdiccional de los conflictos pues


las resoluciones de los árbitros (laudo arbitral) tienen fuerza de cosa juzgada, y una

23
vez firmes son directamente ejecutables por los órganos jurisdiccionales. (En este caso
sobre la potestad jurisdiccional de hacer ejecutar lo juzgado no cabe la excepción de
arbitraje, por lo que sobre la ejecución sí que rige la exclusividad de los órganos
jurisdiccionales). El Tribunal Constitucional ha reconocido que la actividad que
desempeñan los árbitros sí es una auténtica función jurisdiccional (STC 62/1991, de 22
de marzo), pues declara y establece el Derecho entre las partes que voluntariamente se
hayan sometido a esta institución.

Por otro lado, el arbitraje no escapa del derecho a la tutela judicial efectiva, no
está al margen de este derecho. Este derecho se manifiesta de modo particular en el
arbitraje, pues se concreta en el control jurisdiccional que se lleva a cabo con la
interposición de la recurso de anulación contra el laudo arbitral (es el medio de
impugnación contra la sentencia arbitral) y su resolución por los tribunales (en concreto
por la Audiencia provincial).

Un conflicto sometido a arbitraje no puede ser planteado en un proceso ante la


Jurisdicción ordinaria. (Si se plantease el proceso, cabe la interposición de la
declinatoria, art. 63 LEC, para evitar que el tribunal siga conociendo del proceso).

El reconocimiento civil de resoluciones de los tribunales eclesiásticos.


Otra excepción a la exclusividad de los órganos jurisdiccionales en el ejercicio
de la Jurisdicción viene determinada por el hecho de las resoluciones que adopten los
tribunales eclesiásticos en materia matrimonial (en concreto declarando la nulidad del
matrimonio) pueden tener efectos civiles.

Con ello esos tribunales están resolviendo conflictos jurídicos (los de


matrimonios canónicos) a través del proceso canónico, rompiendo en cierto modo la
exclusividad. Los tribunales eclesiásticos, cuyas resoluciones en materia matrimonial
pueden tener efectos civiles, pero siempre tras la tramitación de un procedimiento
seguido ante un órgano jurisdiccional (art. 778 LEC).

Artículo 778. Eficacia civil de resoluciones de los tribunales eclesiásticos o de decisiones pontificias
sobre matrimonio rato y no consumado.
1. En las demandas en solicitud de la eficacia civil de las resoluciones dictadas por los tribunales
eclesiásticos sobre nulidad del matrimonio canónico o las decisiones pontificias sobre matrimonio rato
y no consumado, si no se pidiera la adopción o modificación de medidas, el tribunal dará audiencia por
plazo de diez días al otro cónyuge y al Ministerio Fiscal y resolverá por medio de auto lo que resulte
procedente sobre la eficacia en el orden civil de la resolución o decisión eclesiástica.

2. Cuando en la demanda se hubiere solicitado la adopción o modificación de medidas, se sustanciará


la petición de eficacia civil de la resolución o decisión canónica conjuntamente con la relativa a las
medidas, siguiendo el procedimiento que corresponda con arreglo a lo dispuesto en el artículo 770.

Participación del ciudadano en la Administración de Justicia.

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Con carácter excepcional se reconoce la posibilidad de que sean los ciudadanos
ejerzan la Jurisdicción, lo que se canaliza a través de órganos ajenos, en mayor o menor
medida, al Poder Judicial.
Esta posibilidad, excepción al principio de unidad de la jurisdicción se reconoce
en el artículo 125 CE como una forma de participación ciudadana en la Administración
de Justicia, concretándolo en la integración de ciudadanos en el Jurado y el
reconocimiento de los tribunales consuetudinarios.
Artículo 125
Los ciudadanos podrán ejercer la acción popular y participar en la Administración de Justicia mediante
la institución del Jurado, en la forma y con respecto a aquellos procesos penales que la ley determine,
así como en los Tribunales consuetudinarios y tradicionales.
Tribunales consuetudinarios (básicamente el Tribunal de las Aguas de la Vega
de Valencia y el Consejo de Hombres Buenos de la Huerta de Murcia), reconocidos por
el artículo 19.3 y 4 LOPJ han sido instaurados por la vía de la constumbre (el primero
podría datar a la época de Roma, habiéndose encontrado documentos del Siglo X; el
segundo data de la época de la dominación árabe) y se trata de tribunales que resuelven
un tipo concreto de conflictos, referentes al riego y al uso del agua de las acequias, de
ambas vegas (la de Valencia y la Murcia). Órganos jurisdiccionales (tribunales) que
ejercen la función jurisdiccional, pero que no están integrados en el Poder Judicial.
En el caso del Jurado, si bien es cierto que el Tribunal del Jurado es un órgano
mixto que es integrado también por un miembro del Poder Judicial (magistrado
Presidente) y, de algún modo se incardina en el Poder Judicial (es mencionado en la
LOPJ, si bien tiene una regulación específica en la Ley Orgánica del Tribunal del
Jurado), no es menor cierto que el veredicto es adoptado por los jurados, que son
ciudadanos

Otras excepciones
Existen otros supuestos en los que si bien no se puede hablar propiamente de ejercicio
de la función jurisdiccional, se trata de injerencias en la función jurisdiccional por parte
de los poderes Legislativo y Ejecutivo que puede implicar cierta alteración de la
exclusividad en el ejercicio de la función jurisdiccional.

- Los órganos jurisdiccionales deben solicitar la autorización de las cámaras


legislativas (Congreso y Senado), a través de la institución denominadas
“suplicatorio”, para poder iniciar un proceso penal contra los Diputados o
Senadores, con ello se influye de un modo directo en la función jurisdiccional
para, en su caso, impedir la posibilidad de su ejercicio.

Reglamento del Congreso de los Diputados


Art. 11.
Durante el período de su mandato, los Diputados gozarán asimismo de inmunidad y sólo podrán ser
detenidos en caso de flagrante delito. No podrán ser inculpados ni procesados sin la previa
autorización del Congreso.

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Reglamento del Senado
Artículo 22.
1. Durante el período de su mandato, los Senadores gozarán de inmunidad y no podrán ser retenidos ni
detenidos salvo en caso de flagrante delito. La retención o detención será comunicada inmediatamente
a la Presidencia del Senado.
Los Senadores no podrán ser inculpados ni procesados sin la previa autorización del Senado,
solicitada a través del correspondiente suplicatorio. Esta autorización será también necesaria en los
procedimientos que estuvieren instruyéndose contra personas que, hallándose procesadas o inculpadas,
accedan al cargo de Senador.

- Las cámaras legislativas pueden nombrar comisiones de investigación, con el


fin de investigar determinados hechos con relevancia pública (normalmente
hechos con trascendencia penal). Las comisiones, realizado su trabajo, dictan
conclusiones, en las que se relatan lo que acuerden o estimen oportuno sobre los
hechos investigados (suelen ser pactadas políticamente, de ahí su validez
relativa). Aunque dichas conclusiones no tienen validez desde el punto de vista
jurídico, ni son de aplicación en la realidad, ni vinculan a los órganos
jurisdiccionales (aunque se les pueden trasladar para un mejor conocimiento de
esos hechos) no dejan de conformar un juicio paralelo sobre un asunto sobre el
que se deben pronunciar los órganos jurisdiccionales.

Ej.: Comisión de Investigación sobre el accidente aéreo de Spanair en el


Aeropuerto de Barajas:
https://www.congreso.es/docu/comisiones/LegXIV/CI_Spanair/152_1_Dictamen.pdf

Es un caso en el que se pronunciaron distintas sentencias por parte de los órganos


jurisdiccional, por ejemplo un caso resuelto por el Tribunal Supremo que condenó a la
compañía aseguradora Mapfre a resultas de dicho accidente, que se puede consultar aquí:
http://www.poderjudicial.es/search/AN/openCDocument/
f9caf3b37c84304484b8072b28c6b92a3223ffa4bec25be7

- El Gobierno (poder ejecutivo), puede indultar a personas que hayan sido


condenadas por los órganos jurisdiccionales del orden penal, lo que implica que
esta persona no cumplirá la pena que se le haya impuesto, por lo que la sentencia
dictada quedará vaciada de contenido. (El indulto se regula en la Ley de 18 de
junio de 1870, de reglas para el ejercicio de la Gracia de indulto, modificada en
1988).

Las funciones exclusivas de los juzgados y tribunales: el principio de exclusividad


en sentido negativo o excluyente.

Lo exclusivo es la potestad jurisdiccional, que consiste en juzgar y hacer ejecutar


lo juzgado, en lo que es una exclusividad en sentido positivo, que determina lo que
puede hacer.

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Pero también existe una exclusividad en sentido negativo, en el sentido de que
los órganos jurisdiccionales sólo pueden hacer eso, no pueden desarrollar más funciones
que la jurisdiccional. Otras funciones que pudieran interferir en su necesaria
independencia y que no sean limitarse a ejercer la potestad jurisdiccional.
Art. 117.4 CE: “Los juzgados y tribunales no ejercerán más funciones que las
señaladas en el apartado anterior y las que expresamente les sean atribuidas por la ley
en garantía de cualquier derecho”.
Art. 2.2 LOPJ, mismo tenor, más la función de registro civil.

No obstante esta faceta de la exclusividad también tiene sus excepciones que son
apuntadas por los propios textos legales:
- Jurisdicción Voluntaria.
En este caso el Juez no dirime un conflicto, simplemente actúa en un
procedimiento porque se lo atribuye la Ley (se regulan estos procedimientos o
expedientes en la Ley 15/2015, de 2 de julio, de la Jurisdicción Voluntaria) para
dar garantías en el cumplimiento de la legalidad (no deja de ser un órgano
administrativo más, ante la inexistencia de conflicto, de hecho en esa Ley se
reparte la competencia entre los propios Jueces, Letrados de la Administración

Ej.: expediente de adopción. Se tramita ante el Juzgado y el Juez dicta auto


resolviendo la adopción de una persona por otra, estableciendo el vínculo de
filiación, sin que haya conflicto previo. Interviene únicamente a efectos de
garantizar que los requisitos legales para la constitución de la adopción se
cumplen, no para resolver ningún conflicto.

- Instrucción penal.
El proceso penal se divide en dos fases: la de instrucción y la de
enjuiciamiento. En la primera se investigan los hechos delictivos y se
prepara el material para que puedan juzgarse (determinación del autor,
esclarecimiento de los hechos, diligencias del cuerpo del delito, etc.) y en
la segunda, se produce el enjuiciamiento sobre el material proporcionado
por la instrucción.
Ambas fases son competencia de órganos jurisdiccionales distintos (el
juez que investiga no puede enjuiciar), los juzgados de instrucción y los
juzgados con competencias para enjuiciar penalmente.
Pero la fase de instrucción no contiene actividades propiamente
jurisdiccionales (investigar no es juzgar, de hecho, pueden participar en
esta fase otros órganos no jurisdiccionales: el Ministerio Fiscal y la Policía
judicial), por lo que no cabe hablar de ejercicio de la función
jurisdiccional. En todo caso, preparación de la función jurisdiccional.
En este sentido se ha propuesto su atribución al Ministerio Fiscal, y que el
juez sea un mero juez de garantías para supervisar los actos de la
instrucción que pudieran limitar derechos fundamentales (detención,
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entrada y registros, intervenciones corporales, etc.). De hecho, es lo que
hace la LO 5/2000, de responsabilidad penal de los menores, que sí
atribuye la investigación al fiscal (salvo las diligencias que puedan afectar
a derechos fundamentales).

- Otras funciones: los Jueces participan, en su condición de tal, otros


órganos no jurisdiccionales para el desempeño de funciones no
jurisdiccionales (Jurados provinciales de expropiación y en las Juntas
Electorales).

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