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ORGANIZACIÓN DE LA TIERRA EN LA ÉPOCA HISPÁNICA

Desde temprano, la Corona española organizó el acceso del colonizador a la propiedad


de la tierra realenga: al respecto, las formas más comunes fueron las mercedes de tierras,
la venta y la composición. La distribución de tierras por mercedes se efectuaba tanto al
momento de fundarse una nueva población, como, más tarde, en la medida en que lo
solicitan los interesados. Conquistadores, virreyes, gobernadores, audiencias y cabildos
estuvieron, en uno o en otro momento del período hispánico, facultados para conceder
mercedes en nombre del rey. El requisito de la confirmación real quedó consagrado en
la Recopilación de 1680, que lo exige para las tierras dadas o, incluso, vendidas por las
autoridades locales. Sin embargo, las demoras y las erogaciones causadas por el envío
de testimonios solían acobardar a los habitantes de las Indias que preferían seguir con su
título imperfecto. Sólo en 1754 se derogó la exigencia de acudir a la Corte y se autorizó a
las audiencias para despachar confirmaciones. En principio, el beneficiario de una merced
podía ser cualquier vasallo español, indio o negro libre. En las peticiones se alegaban
servicios prestados a la Corona, propios o de ascendientes, se invocaba la carga de una
familia a la que se debía sustentar y el tener la calidad de "vecino" o el ser conocido como
persona honrada. La extensión de la tierra concedida fue variable. Siguiendo la misma
práctica que durante la reconquista española, que señalaba recompensas diferenciadas
según se hubiera luchado a pie o a caballo, en los primeros años las porciones de tierra
en las Indias se diferenciaron en caballerías y peonías. Aunque algunas disposiciones
fijaron las medidas de unas y de otras, en la práctica no tuvieron general aceptación y,
según los accidentes del terreno, parece habérseles dado un contenido diferente según
las zonas. Por lo general, la concesión de una merced de tierra implicaba algunas
obligaciones para el beneficiario, que se orientaban básicamente a que la tierra no
constituyera un factor de especulación sino de arraigo. La principal fue la de "vecindad", o
sea la de residir en el lugar durante cierto lapso. Las Ordenanzas de población de 1573
mencionan, además, la construcción de edificios, el cultivo de las tierras y la crianza de
ganado. Sólo cumplidos los requisitos exigidos, el dominio queda perfeccionado y su
titular puede disponer de la tierra como dueño para venderla, arrendarla, hipotecarla,
legarla, etc.En un primer momento, dado el interés de la Corona por alentar el proceso de
población, las tierras se distribuyeron gratuitamente. A mediados del siglo XVI, dos
factores se combinaron para modificar la situación: la valorización de la tierra y las
necesidades económicas del real erario. Esto supuso la convivencia de los dos sistemas:
la venta, que se realizaba en pública subasta con adjudicación al mejor postor en aquellas
zonas donde hubiera interesados, y la merced, en la que predominaba el interés por fijar
nuevos núcleos de población (zonas fronterizas o costas amenazadas por desembarcos
enemigos).La composición suponía la legalización de una ocupación de hecho de tierras
realengas al margen de lo determinado por las leyes vigentes. Incluía a quienes hubieran
ocupado tierras sin título alguno, a quienes se hubieran extendido más allá de los límites
fijados en sus títulos, a quienes hubieran recibido mercedes de funcionarios o de
instituciones no habilitados y a quienes no hubieran hecho confirmar las recibidas de
autoridades locales. Una real cédula de 1591 dispuso, en tal sentido, que todos los
poseedores de tierras presentaran a las autoridades los títulos correspondientes a fin de
que se procediera contra los ocupantes

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