Está en la página 1de 1

Has de saber, Oh princesa, que hace un tiempo, existió un conejo.

Uno pequeño en
tamaño pero grande el voluntad, que deseaba conocer ir más allá de donde habia ido
cualquiera. Después de pensar un poco, el conejo tomó su sombrero, su itacate, y
partió---

Un mundo desconocido le esperaba más allá del páramo por el que solía transitar. La
primera noche que pasó en fuera de la madriguera, tuvo miedo, mucho miedo. Pero
entonces, entre las hirbas y bajo el cielo estrellado, algo encontró---

Un gatito apareció con paso firme frente al conejito. Se miraron a los ojos, y se
mantuvieron así un buen rato ¿Que querría el otro?. El conejito temió dar el primer
paso, pero el gatito fue algo mas aventado, y dijo la primera palabra. ---

Y, contrario a lo que uno esperaría, no se entendieron. ¿Como lo harían si son


animales completamente distintos?----

Sin embargo, aunque el lenguaje era diferente, el conejito descubrió que podían
comunicarse de otra forma. Sus ojos. Los ojos del gatito fueron lo primero que
llamó la atención del conejito cuando le presto atención. Eran enormes, eran
preciosos. Podían reflejar todo el cielo estrellado en ellos. Y, a traves de esos
ojitos, el conejito pudo entender que no había malas intenciones de parte de
ninguno de los dos---

La noche enfrió más, las estrellas se esparcieron mas por el cielo y la luna
alcanzó su punto más alto. Ahora que gatito y conejito no temía el uno al otro,
supieron que podian dormir juntos. Primero, lejitos, a unos cuantos pasos uno del
otro. Pero, conforme pasaba la noche, gatito y conejito se acercaban más, hasta
estar pegaditos para evitar el frío. Aunque au dudaban delas intenciones del otro,
descubrieron el calor de la compañía estando juntos---

Entonces el conejito se dió cuenta de que el gatito no dejaba de mirar su largos


dientes. Al conejito nunca le habían terminado de convencer la forma de ellos, y
solían esconderlos, bajando la cabeza. Pero, la curiosidad que sentía el gatito por
ello, hizo que por primera vez no los escondiera, sino que los mostrara alegremente

Por otro lado, el conejito admiraba mucho las lindas orejitas del gatito, y notó
que, por observarlas tanto, el gatito trataba de ocultarlas. El conejito no sabía
que hacer, sabía que las palabras no eran suficientes para expresarle la
curiosidad que tenía por las orejas del gatito. Así que simplemente miró a los ojos
al gatito y, con la mirada, trató de decirle todo lo que sentía. Y entonces, el
gatito entendió. Y, poco a poco, dejo de ocultar las orejitas.
Y nuevamente, sin mediar palabras, se entendieron.

El amanecer llegó entonces. Con el brillo del sol, gatito y conejito ya no


necesitaban seguir juntos. Y a pesar de ello, siguieron estado juntos, caminando
uno a lado del otro a partir de ahora.

¿Que sucedió con ellos después del amanecer? Nadie lo sabe, pero realmente no
importa. Conejito y gatito seguirán juntos el tiempo que el destino decida. Lo
importante para ambos fue disfrutar de la compañia del otro cada día, tanto como
disfrutaron la compañía del otro aquella noche.

Estoy seguro que continuaron disfrutando el uno del otro por un largo, largo
tiempo.
Fin.

También podría gustarte