Está en la página 1de 21

El gato y las sardinas

El gato y las sardinas


Érase una vez un gato al que le encantaba comer,
pero sobre todo sardinas, su plato favorito. Pero aquel
gato era un poco tímido y torpón y no solía dar con
su manjar preferido casi nunca.

Pero su suerte cambió cuando alejándose algo más de


lo habitual en su paseo, dio con un mercado de
abastos situado en plena zona costera. En aquel
mercado muchos pescadores ofrecían sus mercancías
y había cajas de sardinas frescas por todos lados.

El gato, de tanta hambre que tenía, no dudó un momento en dejar su torpeza y timidez a un
lado para hacerse con alguna de aquellas sardinas. De este modo comenzó a perseguir y a
acechar a uno de los vendedores, y aprovechando un momento de descuido por parte de
este, el gato saltó sobre la caja de sardinas que almacenaba haciéndose entre sus bigotes con
una hermosísima. Pero su torpeza se hizo evidente durante aquella acción, y el vendedor no
tardó en pillar al gato, persiguiéndole tras esto por todo el mercado lleno de furia.

En su huida, el gato fue a parar a un bosque con un maravilloso arroyo y montones de


hierbas frescas. El gato, sintiéndose ya a salvo, pensó que aquel era el lugar ideal para
degustar como debía su deliciosa sardina. Pero entonces, el gato creyó ver en el agua a otro
gato con una sardina aún más grande y apetecible que la suya, y muerto de envidia, saló al
agua para arrebatársela.

Pronto comprendió que no había tal gato ni tal sardina, y que en realidad, había
contemplado sobre el agua su propia imagen deformada y ampliada. Una vez logró salir del
agua, comprendió también que había perdido la comida y que ya no podría degustar su rica
sardina.

¡Qué amarga lección recibió aquel gato, por dejarse llevar por la envidia y el ansia!
Fábula : Doña Cebra y
Doña Jirafa
Doña Cebra y Doña Jirafa eran dos grandes amigas, y esto
se comprobó en cierta ocasión, en la cual doña Jirafa cayó
tremendamente enferma de la garganta.

Doña Jirafa se levantó una mañana con la garganta


terriblemente inflamada; la sensación de dolor al tragar era
muy grande, y por esta causa no podía comerse ni un triste
grano de arroz.

Al ver como su salud empeoraba, doña Jirafa pensó que lo más conveniente sería avisar a
su buena amiga Doña Cebra, que siempre estaba pendiente de ella.

 ¡Ay, Doña Cebra! ¡Qué mal me encuentro esta mañana! ¡Casi no puedo ni hablar!-
Exclamaba Doña Jirafa dirigiéndose a su amiga.
 Voy a ver el aspecto de esa garganta- Dijo Doña Cebra.- ¡Uf! Tiene muy mal aspecto, de
manera que iré a la farmacia para ver qué pueden recomendarme para este tipo de
dolencia.

Mientras Doña Cebra se dirigía a la farmacia en busca de lo necesario para curar a su


amiga, Doña Jirafa decidió meterse en la cama, puesto que de mal que se encontraba no
podía ni estar de pie.

Entre tanto, Doña Cebra no conseguía encontrar en ninguna farmacia cercana


medicamentos suficientes para la garganta de su amiga, tan larga que era, y ni corta ni
perezosa decidió viajar a otro país con más farmacias. Era tanta su preocupación y su
sentido de la responsabilidad, que a Doña Cebra no le importaba el medio, sino el fin. Pero
al desplazarse a otro país en busca de remedios para la garganta de Doña Jirafa, el viaje se
alargó demasiado y, a su vuelta, Doña Jirafa ya se encontraba bien.

Sin embargo, esto no enfadó a Doña Cebra lo más mínimo, y ni por la cabeza se le pasó el
lamentarse por la inutilidad de su viaje. ¡Se alegraba tanto de ver a doña Jirafa recuperada!

La verdadera amistad es un gigantesco tesoro, y Doña Jirafa tuvo la suerte de comprobarlo.


Fábula: El gato, el gallo y el
zorro
La historia nos dice que el zorro es un animal muy astuto.
Pero lo cierto es que la vanidad puede convertir incluso al
mismísimo zorro, en un animal necio y estúpido. ¿Qué no
os lo creéis? Pues estad atentos a la siguiente historia…

Érase una vez un zorro al que le encantaba pasar el tiempo


tocando la guitarra; tocando la guitarra y persiguiendo y
cazando gallinas. Procuraba unir sus dos pasiones tocando
hermosas canciones con su guitarra en la mismísima puerta del gallinero. Esta acción del
zorro era sumamente cruel, ya que la primera gallina que se asomaba a la puerta del
gallinero movida por los dulces acordes de la guitarra, era cazada por las garras del astuto
zorro.

De esta forma iba transcurriendo un día tras otro hasta que, en cierta ocasión, el gallo del
gallinero decidió poner fin a aquel ultraje. Dicho gallo decidió manifestarle su queja a un
gato muy bondadoso que vivía cerca del gallinero, y este decidió darle una lección al zorro
para ayudar con ello al gallo y a las gallinas.

El gato decidió acudir a la casa del zorro, y acompañado de un palo grueso y una guitarra,
se sentó junto a su ventana tocando dulces canciones con la guitarra.

 ¿Quién puede tocar algo tan bonito?- Se preguntó el zorro asomando la cabeza por
la ventana.

En aquel justo instante el gato golpeó al zorro curioso:

 ¡Para que aprendas!- Dijo el gato, mientras le golpeaba.

Y el, hasta entonces astuto zorro, se dio cuenta de cuan necio había sido por culpa de su
glotonería y su curiosidad.
Fábula: El Egoísta
Érase una vez un hipopótamo que tomaba el autobús muy,
muy temprano, para acudir a su trabajo. Pero este
hipopótamo, en lugar de guardar su sitio en la cola como
hacían los demás, no dudaba en imponerse a todos a fuerza
de empujones y manotazos hasta verse el primero de la fila.
Con frecuencia este hipopótamo egoísta causaba peleas
enturbiando el buen ambiente del vecindario.

No contento con situarse por la fuerza el primero, una vez


se encontraba en el autobús, el hipopótamo subía a lo bruto
repartiendo sin vergüenza codazos y pescozones a sus pobres compañeros de viaje hasta
que conseguía hacerse también con el asiento que mejor le pareciese. El hipopótamo no
reparaba en las formas a la hora de salirse con la suya.

Una vez en el asiento elegido, el hipopótamo abría un periódico amarillento y lo extendía al


máximo posible con el fin de tapar la cara y agobiar a su compañero de asiento. Además, y
por si esto fuera poco, le daba por toser y bostezar con la boca abierta y a un buen volumen,
con el único fin de molestar y fastidiar a todo el mundo.

A la hora de salir del autobús, el hipopótamo lo hacía del mismo modo que había entrado,
arrollando con sus fuertes pisotones a los viajeros del autobús que se situaban delante para
salir el primero. ¡Qué alivio sentían todos cuando pisaba la calle y parecía alejarse!

Que mala consejera es la envidia, como muestra esta historia. Y es que, amiguitos, es
importante recordar que para vivir en sociedad y no ser temidos ni rechazados, hemos de
preocuparnos por el bienestar de los demás como si fuera el propio evitando molestar a
nadie y mostrando en cada paso nuestra buena educación.
Fábula : Las patas de un
elefante
Va a comenzar la primera clase de la tarde. Un gorila,
sentado en su pupitre, se entretiene mirando a su alrededor.
Está aburrido y, además, se le conoce por su insaciable
curiosidad. Tras pasear sus ojos por los demás pupitres,
repara en un nuevo alumno. Es el elefante, y la verdad es
que le cuesta un poco sentarse como los demás alumnos.
¡Tiene un cuerpo tan grande!

El gorila se fija en sus propias patas; después las compara con las del elefante, y sonríe muy
divertido. « ¿Cómo se las va a apañar para escribir con esas patas tan enormes?. Seguro
que no sabe ni poner la jota», piensa para sus adentros el gorila.

Tras esto, llega el profesor y lo primero que les ordena es que escriban sus propios
nombres. El gorila no quita ojo al elefante; este, sin inquietarse, coge el lápiz con su
trompa, y se pone a escribir tranquilamente. El gorila está asombrado. ¡Con qué destreza
maneja el elefante lápiz y papel!, mientras el, por el contrario, tarda de lo lindo en
comenzar a escribir su nombre.

Una vez corregidos los ejercicios, el profesor se apresura a felicitar al elefante, pues ha sido
él quien ha conseguido la nota más alta. El gorila, en cambio, no ha pasado del aprobado.
Verde de envidia, observa de reojo al elefante, mientras da vueltas y más vueltas a su lápiz.
«No volveré a reírme nunca más de las patas de un elefante», pensó el gorila.

Y es que en la vida es importante el siguiente dicho: «Dime de lo que presumes y te diré de


lo que careces…».
Fábula corta: El tigrito que
se mordía las uñas
Érase una vez un tigrito muy travieso y nervioso que tenía
la costumbre de morderse las uñas. Con mucha frecuencia,
su madre le seguía los pasos, tratando de sorprenderle en el
momento justo de llevarse las patas a la boca, y poder así
reprenderle con razón. Ella probó diferentes métodos, pero
llegó a convencerse de que era imposible persuadir a su hijo
de lo nocivo que era ese hábito. Aun así, no pasaba día sin
que regañase al tigrito:

 Deberías observar a tus amiguitos. Ellos tienen las uñas largas y lustrosas. Se
sienten orgullosos de lucirlas. Tú, en cambio… ¡oh, qué disgustos me das con tu
costumbre! – Se quejaba la mamá.
 ¡Buah! No veo nada malo en morderme las uñas, mamá. – Respondía el tigrito con
un gesto travieso, mientras seguía muerde que te muerde.

Llegó la primavera y, como siempre, el tigrito se fue al bosque para jugar con sus
amiguitos. Esta vez le acompañaban dos de ellos. Corretearon largo rato de acá para allá; de
pronto, uno de los amigos del tigrito vio que un pájaro se posaba en las ramas de un árbol;
sin pensarlo dos veces, empezó a trepar veloz como el rayo. Naturalmente, nuestro tigrito
intentó imitar a sus compañeros de juegos, pero se encontró con que no tenía uñas.

 ¡Oh, no puedo agarrarme al tronco de este árbol! Si tuviera uñas como ellos… –
Exclamó el tigrito.

Lleno de vergüenza, fue a esconderse detrás de un matorral. Mientras sus amigos


intentaban cazar al pájaro, el tigrito se hizo el firme propósito de no volver a morderse las
uñas.

La experiencia es la mejor maestra.


Fábula para niños: El buen
tiempo y la lluvia
“Nunca llueve a gusto de todos”. Así dice el refrán, y la
historia que sigue parece darle la razón. Escuchad:

Había una linda escuela en un pueblo apartado. A ella


acudían tres perritos y tres ranitas. Vivían muy cerca unos
de otros y eran buenos amigos. Naturalmente, iban juntos a
clase, y con mucha puntualidad.

A veces, antes de llegar a la escuela, comenzaban las peleas. Si el día había amanecido
lluvioso, las ranitas se ponían locas de contentas. En cambio, a los perritos se les torcía el
gesto.

– ¡Yuuupiii! ¡Menudo chapuzón nos vamos a dar en las charcas que la lluvia está
formando! ¡Ahhh, qué frescor y bienestar siento!- decía una de las ranitas.

– ¡Bah! Es día perdido para mí. ¡Me deprime tanto la lluvia!- respondía uno de los perritos.

Cuando el día amanecía soleado, ocurría todo lo contrario; los perritos no cabían en sí de
gozo y las ranitas se sentían muy desdichadas, pues ya se imaginaban el calor y la sequedad
agobiante que iba a torturarlas. Os preguntaréis que cuándo estaban contentos tanto los
perritos como las ranitas. ¡Muy sencillo! Los días que amanecían grises y plomizos; pero
sin lluvia, que no eran pocos en esa zona de la sierra.

¿No sería mejor, amiguitos, que aceptásemos todos la vida tal y como se presenta? De esta
manera, nunca nos sentiríamos infelices.
Fábula para niños : El
anciano y la muerte

Un anciano cargaba leña a su espalda tras cortarla en


una dura jornada de labor. Tan dura había sido, y tan
largo el camino que debía realizar para llevarla que,
cansado, decidió llamar a la Muerte para poder
descansar. Ésta se presentó en el lugar, y observando al
anciano, le preguntó que a qué se debía su llamada. Y el
anciano, repuesto tras unos minutos de reposo, y algo
avergonzado, contestó:

– Pues para ver si pudieras ayudarme a llevar esta carga que tanto pesa. Nada más.

Las ganas de vivir, le habían hecho olvidarse del cansancio, del lamento, y del dolor, a
pesar de las circunstancias. Y la Muerte, le perdonó.
Fábula: Los leñadores y
el pino

Talaban unos hombres, concienzudamente, un día un


pino, ayudados de la palanca que habían construido
bajo el árbol, a base de unas piezas de leña de su
mismo tronco.

Y el pino, dolorido y exhausto, dijo:

– No duele tanto el hacha, como las piezas de la


palanca, que forman parte de mí

Aquel árbol sabía, que el sufrimiento puede ser mayo aún, cuando nace de uno mismo que
cuando procede del exterior.
Fábula corta: El lobo y la
cabra

Un lobo divisó a una cabra, que pastaba plácidamente,


una agradable mañana, al borde de un gran precipicio.
El barranco les separaba, y el malicioso lobo, desde la
distancia exclamó:¡Cuidado amiga, corres peligro! ¡Te
puedes caer!

– Abandona ese lugar y ven hacia este otro. ¡Mira qué de pasto fresco me rodea!

– Gracias por tu ofrecimiento, lobo. Pero intuyo que la comida en ese lugar sería yo… ¡y no
el pasto fresco! – Respondió sabiamente la cabra.

Conocer como la cabra, a aquellos que son malvados, resulta muy útil para no ser
engañados.
Fábula corta: La zorra y
las uvas

Encontrábase, un día, una zorra con tanta hambre, que


al ver colgar de una parra un tierno, verde, y fresco
racimo de uvas, se decidió a atraparlo sin esperar la
llegada de una presa ni manjar mejor.

No pudo la zorra, sin embargo, alcanzar el verde


racimo. Y cansada, tras muchos intentos, exclamó:

–¡Me voy! ¡Ni que me agradasen las uvas verdes!

Un error muy común tuvo aquel animal: trasladar nuestra responsabilidad y errores a los
demás.
Fábula infantil: Los dos
mulos

Dos mulos caminaban por un terreno con cargas sobre sus


espaldas. Uno, que trabajaba para un humilde molinero,
cargaba avena. El otro, que servía al rey del lugar, cargaba
monedas de plata.

Paseábase muy orgulloso y altivo el segundo de los mulos con su carga, haciendo sonar al
paso su gran cencerro de oro. Pero aquel sonido alertó a unos ladrones que iban por su
mismo camino. Tras observar bien lo que llevaban, ni cortos ni perezosos, decidieron atacar
al segundo de los mulos. Éste, procurando defender su valiosa carga, resultó finalmente
malherido por los bandidos, quedando tendido y desconsolado sobre el suelo del camino.

-¿Para esto he trabajado tan duro y he soportado tanta carga sobre mis espaldas?- Exclamó
el mulo del rey aturdido.

-Tal vez, lo que aparenta ser un gran negocio, no siempre resulta serlo…- Le contestó el
mulo del molinero.
Fábula infantil : El gallo y
la zorra

Un gallo muy astuto, se encontraba un día vigilando su


alrededor sobre la rama de un árbol, cuando de pronto se
acercó una zorra y le dijo maliciosamente:

– ¡Hermano! Vengo a firmar la paz entre tu especie y la mía. No quiero que seamos
enemigos nunca más. Baja rápido de ese árbol que podamos darnos un beso y un gran
abrazo fraterno, para sellar así esta alianza de una vez por todas.

– ¡Amiga! -Contesto el gallo- ¡Me das la mejor de las noticias posibles! Esta paz que tanto
hemos deseado… ¡Y salida de tus propios labios! ¡Qué casualidad! – Prosiguió el gallo-
Por el fondo del camino diviso a dos enormes perros, que seguro vienen de recaderos a
darme la buena nueva que ya me has avanzado tú.

De pronto, asustada la zorra por los supuestos perros, dijo:

– Bueno, hasta otra, que tengo mucha prisa. Ya lo celebraremos otro día…

Y el fiero animal salió corriendo campo a través, sin haber dado alcance a su presa.
Mientras, el astuto gallo, se regocijaba sobre la rama del árbol de su hazaña y valentía. Le
resultaba un auténtico placer haber conseguido engañar a quien engaña.
Fábula corta : El buey y
la cigarra

Arando se encontraba un buey, cuando una cigarra, que


a poca distancia se situaba, le dijo cantando:

– ¡Ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!


– Si no estuviera lo demás derecho, usted no conocería lo torcido.-Respondió sabiamente el
buey.- A mi dueño sirvo bien, y me perdona entre muchos aciertos, un descuido.

De necia y envidiosa quedó retratada la cigarra, pues así resulta quien se atreve a afear un
pequeño descuido, en medio de un gran cometido.
Fábula : El jilguero y el
cisne

– ¡Calla ya, pajarillo vocinglero!- Exclamó un gran


cisne a un humilde jilguero. ¿Por qué me provocas a
cantar, cuando de mi voz sale la melodía más dulce,
que jamás ha tenido lugar entre las aves?

El jilguero continuaba en sus trinos, y el cisne,


ofendido continuó:

– ¡Qué insolencia! ¡Miren como me insulta el jilguerillo! Si no me decido a humillarle con


mi canto, le habrá de dar gracias a mi gran prudencia y educación.
– ¡Claro que sí, canta!- respondió el jilguero interrumpiendo su canto- Y así escucharé esos
cantos tan afamados que jamás he oído y que dices son mejor que los míos…

Tras esto quiso el cisne cantar, y dio un enorme y chirriante graznido. Y es que de nada
sirve la fama, sino se corresponden las obras.
Fábula corta : El león y el
mosquito

Encontrábase un día un león, reposando tranquilamente en


la selva, cuando un mosquito trompetero decidió declararle la guerra.

– ¡No creas que tu título de rey me inquieta!- Exclamaba el insecto volador desafiante al
león, conocido como el rey de la selva.

Tras aquellas palabras, el mosquito, ni corto ni perezoso, empezó a rodear al león volando
de un lado a otro, subiendo y bajando, mientras hacía sonar su larga trompeta.

¡El león rugía enfurecido ante el atrevimiento del mosquito! Y a pesar de sus intentos por
zafarse, el mosquito le picaba en el lomo, en el hocico y hasta en la nariz, hasta que el león
se derrumbó en el suelo por el cansancio.

Sentíase victorioso el mosquito, y alzando de nuevo su trompeta, retomó el camino por el


que había venido. Pero tropezó en su marcha el mosquito con una tela de araña, y vencido
se vio también.

Y es que no existen nunca peligros pequeños, ni tropiezos insignificantes.


Fábula para niños : La
zorra y el cuervo

Un día, se encontraba un cuervo encaramado en la


copa de un árbol, degustando un rico trozo de queso.
Bajo el árbol que habitaba el cuervo, merodeaba una
zorra que había sido atraída por el olorcillo del queso.

– ¡Buenos días, señor cuervo! ¡Qué bello plumaje viste! Desde luego, si su canto es igual a
su plumaje… ¡será usted un auténtico primor!- Exclamó la zorra dirigiéndose al cuervo,
con cierto tono irónico…

El cuervo, que no lo advirtió y no estaba acostumbrado a que le halagasen, por ser pájaro de
mal agüero, abrió rápidamente el pico para mostrar a la zorra su magnífico canto, dejando
caer el rico trozo de queso al suelo. En ese mismo instante, le dijo la zorra:

– No hay que dejarse embelesar por todo aquel que de coba, señor cuervo. La lección que le
doy, ¡bien vale este trozo de queso!

Y el cuervo, muy avergonzado, juró que nunca más se dejaría engañar.


Fábula corta : La lechera

Juana la lechera caminaba muy contenta con su cántaro


de leche sobre la cabeza. Imaginaba ya en qué forma
gastaría todo el dinero que la venta del cántaro le iba a
proporcionar: «Podré adquirir un cerdo, no me costará
mucho cebarlo; con su venta ganaré dinero. Entonces
me compraré una vaca, que tendrá un ternerillo; y más tarde seré dueña de un rebaño…».

Comenzó a dar saltos de alegría ante su idea, cuando de pronto tropezó, y el cántaro de
leche cayó al suelo haciéndose mil pedazos. ¡Adiós al ternero, a la vaca, al cerdo y al
rebaño! Desolada observaba el cántaro roto la lechera, consciente de haber sufrido la
pérdida de su fortuna antes de lograrla.

Sin embargo, a pesar de los pesares, todos construimos castillos en el aire, porque no hay
nada más humano ni esperanzador.
Fábula corta: Las ranas y
las liebres

Una liebre meditaba un día en el escondrijo que le hacía


las funciones de hogar. El animal se encontraba muy
triste y asustado:

 ¡Qué infelices son aquellos que nacen tímidos y miedosos! – Exclamaba sollozante.
– No hay nunca comida que les aproveche, ni viven jamás de forma tranquila,
siempre con sobresaltos de acá para allá. Pues, ¡así es mi vida! – Se lamentaba – El
miedo me obliga a vivir siempre con los ojos abiertos… « ¡Puede corregirse!»,
dicen alegremente aquellos que se creen muy sabios…pero no saben nada.

Con estas palabras reflexionaba sobre su vida la liebre, en continua alerta ante cualquier
peligro. El viento, las sombras, los ruidos…todo angustiaba al pobre animal.

De pronto, un día, al encogerse por un crujido en medio de la noche, corrió asustado como
de costumbre hacia su madriguera. En la carrera, la liebre arrolló con una charca llena de
pequeñas ranas que se espantaron al verle. Sobrecogido ante aquella escena, y casi apenado
por haber sido el culpable de asustar a aquellos animales inocentes, la liebre comprendió
que no era única en el mundo, y que el miedo podía habitar en cualquier ser y lugar.

Fábula infantil : El león y el


ratón

Conviene que seamos generosos con todo el mundo, en la


medida de nuestras fuerzas, pues con frecuencia
necesitamos la ayuda de alguien más débil que nosotros…
De esta verdad dará fe la fábula siguiente:

Un día que salió un ratoncillo de su agujero, muy aturdido, fue a caer entre las garras de un
león. El león, rey de los animales, se mostró muy generoso y decidió no comerle y
perdonarle la vida. Pero aquella generosidad no había sido gratuita, y el león había visto en
el insignificante ratón a un importante aliado.

Aquel fiero animal, había caído en unas redes de las cuales no podía escapar, y de nada le
servían sus rugidos y sus temibles garras. En cambio, el ratoncillo… ¡qué bien se movía
entre las redes! De este modo, trabajó a fondo con sus minúsculos dientes hasta roer la
malla, y conseguir devolverle el favor al león de perdonarle la vida, desarmándole todos los
nudos de la malla.

Y es que…consigue más la paciencia y el tiempo, que la ira y la fuerza bruta.

También podría gustarte