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PARTIDO LIBERAL. Tras Sagasta estuvo encabezado por Canalejas y contó con el apoyo de
buena parte de los intelectuales liberales –Ortega y Gasset, Azaña…–.
Su programa (1910-12) se concentró en sacar adelante propuestas de orientación social, como
establecer un servicio militar obligatorio, que evitara que pudiera que los hijos de los ricos no fueran
al ejército a cambio del pago de una cantidad –aunque posibilitó un servicio militar reducido a
cambio de una cuota–.
También intervino en materia laboral con un claro perfil social. Se redujo la jornada laboral a un
máximo de 8 horas, se legisló sobre los accidentes laborales, se prohibió el trabajo femenino
nocturno y se suprimió el impuesto de consumos –sobre productos básicos–, que fue
reemplazado por otro progresivo de las rentas urbanas.
También apostó por una laicización del Estado a través de la Ley del Candado (1910), que no
permitía el establecimiento de más órdenes religiosas sin consentimiento gubernamental y
rebajaba el gasto público en este concepto.
También apostó por la descentralización administrativa al proponer la Ley de las Mancomunidades
(no aprobada hasta 1914, durante la presidencia de Dato –conservador–), que permitía el
autogobierno y satisfizo las peticiones catalanistas.
Con el asesinato de Canalejas (1912) acabó el Regeneracionismo y se abrió una crisis en los dos
partidos del turno, que aceleró el fin del sistema.
Estos intentos de revisión terminaron por fracasar ante la escasa unidad en los partidos, la falta
de líderes con carisma, la escasa duración de los gobiernos, el mantenimiento del caciquismo y
el fraude electoral.
García Prieto y el conde de Romanones se disputaron el liderazgo en el Partido Liberal; Dato y Maura lo
hicieron en el Conservador.