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NEUROCIENCIAS, APRENDIZAJE Y
CONDUCTA
(Unidad curricular 10, tema 1)
Edmary Mora
Residente de 2do año
Profesora: Dra. Gipssy Molina
Neurofisiología
La Neurofisiología es una rama de las neurociencias, que se encarga del estudio funcional
de la actividad bioeléctrica del sistema nervioso central, periférico y autonómico, mediante la
utilización de equipos y técnicas de análisis avanzado, como la Electroencefalografía, la Cartografía
cerebral, la Electromiografía cualitativa y cuantitativa, la Electroneurografía, los Potenciales
Evocados en sus diferentes modalidades (Auditivos, Visuales, Somestésicos, Motores y Cognitivos),
la Polisomnografía, y la Magnetoencefalografía y estimulación magnética transcraneal (que
además tiene fines terapéuticos en algunos casos).
La neurociencia y el aprendizaje
El aprendizaje es tan importante y tan central en la vida que por eso se vuelve primordial
tratar de comprender ¿qué es? ¿cómo se produce? y ¿cómo se pueden mejorar los procesos, en lo
individual y en lo social? Gracias al avance de la ciencia, hoy sabemos que, en su desarrollo,
nuestro cerebro se va esculpiendo, es decir, va cambiando tanto su estructura como su
funcionamiento. Así, las conexiones neuronales se van modificando a lo largo de la vida como
producto del aprendizaje y la interacción con el ambiente que nos rodea. Esta capacidad del
cerebro, denominada "plasticidad cerebral", da cuenta de que los conocimientos y habilidades que
adquirimos no son estáticos, sino que están en constante cambio. En pocas palabras: aprender es
bueno para el cerebro.
Los avances en neurociencias han permitido comprender cómo funciona el cerebro y ver
el importante papel que la curiosidad y la emoción tienen en la adquisición de nuevos
conocimientos. En la actualidad se ha demostrado científicamente que, ya sea en las aulas o en la
vida, no se consigue un conocimiento al memorizar, ni al repetirlo una y otra vez, sino al hacer,
experimentar y, sobre todo, emocionarnos. Las emociones, el aprendizaje y la memoria están
estrechamente relacionadas. Ahora bien, desde el punto de vista de la neurociencia, cabe destacar
que la inteligencia es un concepto multidimensional, por eso un mismo ambiente de aprendizaje
debe llevar a explorar, pensar y expresar ideas a través de una variedad de diferentes códigos.
Es por esto que, la neurociencia nos dice que hay dos tipos de aprendizajes: uno de corta y
otro de larga duración. El primer modelo se usa para cosas como la lista de la compra, tareas para
hoy y cosas que no necesitan estar recordándose continuamente. El segundo modelo nos sirve
para memorizar conocimientos que vayamos a utilizar habitualmente.
Muchas veces se estudia y se almacenan las cosas en la memoria a corto plazo
arriesgándonos a olvidarlo todo en el peor momento. Cuando dejamos todo para el último
instante; le estamos mandando una orden errónea a nuestro cerebro haciéndole creer que lo que
se almacena no tiene la importancia que realmente tiene, entonces, ponemos a la misma altura la
lista de la compra y un examen.
Sin embargo, cuando estudiamos de forma continuada las conexiones neuronales se
fortalecen y el estrés mental es menor, es decir, entre más conexiones sinápticas se produzcan
mayor será nuestra capacidad de aprendizaje. Lo que se consolida poco a poco es más duradero y
así el cuerpo está más relajado a la hora de asimilar nuevos contenidos. Por eso las horas de sueño
también son fundamentales para aprender y no exponerse al olvido.
Por ello, los científicos le dan importancia a otros factores como: estudiar en un sitio
adecuado (si es lejos de la televisión mejor), comprender es mejor que aprender de memoria
(nuestro cerebro funciona por asociación y lo que se comprende es más sencillo de retener),
estudiar durante el día (en la noche el cansancio es mayor), empezar por lo más fácil y luego ir
aumentando la dificultad, comer bien y no hacer megasesiones de estudio sin descansar.
Recientemente se han propuesto diversas hipótesis para poder explicar cómo se almacena
en el cerebro la información recibida por éste y en lo que realmente consiste el aprendizaje, o sea
la llamada huella de la memoria o engrama. El fisiólogo francés Laurent-De-Nó propuso que el
recuerdo de un acontecimiento se establece mediante el paso continuo de impulsos nerviosos a
través de circuitos de neuronas en la corteza cerebral.
un aumento en las concentraciones plasmáticas de neurotransmisores del tipo de las
catecolaminas en ratones que están siendo sometidos a sesiones de aprendizaje, también
aumenta la tasa de adquisición del aprendizaje cuando se dan precursores de catecolaminas.
Todos estos hallazgos permiten suponer que esas aminas sean las sustancias moduladoras que
intervienen en los procesos bioquímicos del aprendizaje. Hay entonces dos puntos de vista básicos
acerca de la retención de la experiencia o del aprendizaje. Uno de ellos supone que una
experiencia establece una actividad eléctrica continua de los circuitos nerviosos adecuados y que
la persistencia de la experiencia que se codificó de esa manera es nuestro recuerdo. Cuando este
proceso de huellas activas se detiene, perdemos la memoria. El otro punto de vista postula que la
memoria implica un cambio estructural o físico relativamente permanente en el sistema nervioso .
Se supone que tiene lugar en un lapso que transcurre inmediatamente después de la experiencia
que se va a aprender
Descubrimientos fundamentales de la neurociencia
En la actualidad mediante pruebas como la Resonancia Magnética Nuclear (RMN), la
Tomografía Axial Computerizada (TAC) y sobre todo la Tomografía con Emisión de Positrones
(TEP), los científicos están fotografiando nuestros pensamientos, emociones, conductas y la forma
en que recordamos muchas cosas. Y de este modo se observa como el aprendizaje cambia la
estructura física del cerebro, es decir, que se fortalece con el ejercicio mental. Aún más, estudiar
organiza y reorganiza la mente, o, mejor dicho, que el ejercicio mental cambia nuestro modo de
percibir y comprender la realidad. También se observa que los genes, el desarrollo particular de
cada uno y la experiencia adquirida modifican nuestra capacidad neuronal.
La neurociencia y la conducta
Actualmente la neurociencia muestra formas muy diversas (neuropsicología,
neurofisiología) pero de acuerdo con Bennett y Hacker (2008) las preguntas empíricas sobre el
sistema nervioso son el dominio de la neurociencia. Su cometido principal es establecer los hechos
en lo que concierne a las estructuras y las operaciones neuronales. En tanto que para el análisis de
la conducta su ámbito de estudio son las relaciones funcionales entre el ambiente y la conducta
(Skinner, 1938/1972)
De acuerdo con Krakauer et al., (2017) debido a los extraordinarios desarrollos recientes
en la tecnología de la neurociencia ha sido posible explorar con mayor precisión a las neuronas, su
composición y estructura molecular en un trabajo que representa un tipo de información
novedosa relacionada con las estructuras específicas del cerebro y la fisiología independiente del
comportamiento, y citan como ejemplo, la biofísica de los receptores o detalles de la suma
espacial en las dendritas. Nuevas tecnologías como la optogenética son desarrollos intentando
determinar algunas relaciones causales entre el cerebro y el comportamiento. Sin embargo, estos
mismos autores establecen los límites de los importantes avances de la neurociencia
argumentando que el estudio de las partes del cerebro o su alteración selectiva no es suficiente
para comprender cómo el cerebro genera un comportamiento. Una razón, concluyen, es que aún
no cuentan con el conocimiento de cuál es el grado de organización cerebral para un determinado
comportamiento. Si a esto se añade la degeneración profunda del cerebro, es claro que el enfoque
de la manipulación causal es insuficiente para establecer una explicación satisfactoria del papel
que desempeña el cerebro en el comportamiento (Krakauer et al., 2017).
Ahora bien, siempre es importante señalar que dentro de los cambios en una conducta
que no se clasificarán como aprendizaje sino como un comportamiento innato, está la disposición
heredada a adoptar cierta conducta, que se puede considerar como el resultado de cambios
genéticos, de selección natural o de estímulos ambientales. A este tipo de comportamiento se le
llamó conducta instintiva; y se concibe como una respuesta automática y específica de cada
especie ante un estímulo.
Antecedentes de la neurofisiología
Hipócrates (460-377 a.C.) se atrevió a hipotetizar que era el cerebro el órgano del
intelecto, atribuyéndole la capacidad cognitiva, debido a la localización de los órganos sensoriales
en la cabeza. Galeno, observó numerosas disecciones del cerebro. Gracias a estas observaciones,
introdujo el concepto del sistema nervioso central al proponer que la médula espinal era una
extensión del cerebro que transmitía sensaciones a las extremidades y las enviaba de vuelta al
cerebro.
En el siglo XVII y XVIII es cuando por primera vez se hace referencia a la sustancia gris y la
sustancia blanca para indicar dónde se concentraban los nervios. Esto derivó en una división
entre Sistema Nervioso Central (cerebro y médula) y Sistema Nervioso Periférico (nervios).
Las contribuciones de Charles Bell para la historia de la neurofisiología, y más
concretamente para el sistema nervioso, fueron muy importantes. En 1810 descubrió que – en “un
animal” – los filamentos posteriores de los nervios espinales eran “insensibles”, es decir, no
provocaban ningún movimiento como tal en el sujeto; sin embargo, tocar los filamentos anteriores
causaba espasmos. Esta observación llevó a Bell a describir que los nervios en la médula espinal se
separaban en dos vías, por un lado, encontrábamos la información motora (en la cara ventral)
y por otro la sensitiva (en la cara dorsal).
La primera evidencia científica de que ciertas regiones concretas del cerebro se
encargaban de distintas funciones fue de Paul Broca, gracias a sus estudios sobre una paciente
incapaz de hablar que tenía una lesión en el lóbulo frontal. Paul Broca (1824-1880) describiría en
1863 el caso de un paciente, Tan, que había perdido la capacidad de producir lenguaje articulado,
y en cuya autopsia pudo observarse una lesión en la tercera circunvolución frontal del hemisferio
izquierdo. En 1874, Karl Wernicke (1848-1904) describiría un segundo tipo de dificultad para el
lenguaje, relacionada con la comprensión, debida a una lesión localizada en una zona posterior
con relación al paciente de Broca (en el planum supratemporal). La tercera evidencia a favor de
una alta especialización funcional de la corteza cerebral fue obtenida por Eduard Hitzig (1838-
1907) y Gustav Fritsch (1838-1927). Hitzig y Fritsch describirían en 1870, a partir de la estimulación
eléctrica cerebral, la organización somatotópica de la corteza motora del perro. En este acúmulo
de evidencia localizacionista, mención aparte merece la obra de John Hughlings Jackson (1835-
1911). Jackson describiría en 1864, en sus estudios sobre la epilepsia y la hemiplejía, que las
funciones sensoriales y motoras se hallaban ubicadas en diferentes zonas de la corteza, y
postularía un modelo de organización jerárquica del sistema nervioso, según el cual los niveles
superiores controlan los inferiores y donde múltiples áreas cerebrales contribuyen a los procesos
cerebrales complejos (Kosslyn y Andersen, 1992; Finger, 1994). Con esta idea, a Jackson se le
puede considerar como un precursor de los postulados de la Neurociencia Cognitiva actual. Por
otra parte, el primer intento sistemático de relacionar la topografía cerebral con las funciones
psíquicas corresponde a Franz Joseph Gall (1758-1828), fundador de la frenología, y su discípulo
Johan Gaspar Spurzheim (1776-1832). La frenología constituyó una especie de “psicología de las
facultades”, empeñada en atribuir características mentales específicas a las diferentes regiones del
cerebro –hasta 27 distintas según Gall, 35 según Spurzheim e incluso de 46 a 50 según otros
frenólogos de la época.
Los postulados de la frenología desencadenaron reacciones tanto a favor como en contra,
y uno de los primeros en utilizar la experimentación científica contra la frenología fue Marie-Jean-
Pierre Flourens (1794-1867). Flourens realizó resecciones quirúrgicas en distintas partes del
encéfalo de palomas, observando que, aunque en algunos casos existía cierta correspondencia
entre la localización de las lesiones y la pérdida de facultades específicas, en general los efectos de
la ablación cerebral eran difusos, y, en cualquier caso, no se correspondían con los pretendidos
por la frenología en relación a las áreas lesionadas). Esto le llevó a proponer una teoría sobre una
función cerebral unitaria, que no contemplaba ninguna localización particular para habilidades
específica
Camillo Golgi, consiguió determinar la morfología de las neuronas. Además, propuso una
teoría, denominada “teoría reticular”, donde las neuronas formarían una red continua.
Ramón y Cajal, un médico español especializado en histología y anatomía patológica,
compartió el premio Nobel de Medicina (1906) con Camillo Golgi por su trabajo sobre la estructura
del sistema nervioso. Trabajó durante muchos años con la tinción de Golgi y propuso la “doctrina
neuronal”, es decir, una teoría que afirmaba que cada neurona era una célula única que se
comunicaban por contacto y no por continuidad.
En el siglo XX, las mejoras técnicas indujeron un gran avance, se comenzó a descubrir
la sinapsis química (neurotransmisores) y eléctrica (potenciales de acción); se logra descifrar la
actividad neuronal y se registra la actividad eléctrica de las neuronas. Todo esto lo veremos en
profundidad en los próximos temas. Hay acuerdo unánime en que un primer paso decisivo hacia la
convergencia de la neurociencia y la psicología cognitiva se debe a Vernon Mountcastle, David
Hubel y Torsten Wiesel. Sus estudios unicelulares sobre la corteza somestésica (Mountcastle,
1957) y visual (Hubel y Wiesel, 1959) del mono no sólo pusieron de manifiesto que las células
corticales tienen propiedades de respuesta altamente selectivas, sino que las células con las
mismas propiedades de respuesta se organizan en columnas corticales de especialización
funcional, dando lugar al concepto de organización modular de la corteza cerebral.
Por último, la Neurociencia Cognitiva emergía, y el desarrollo de la tomografía por
emisión de positrones (Phelps, Kuhl y Mazziotta, 1981), primero, y de la resonancia
magnética funcional (Belliveau et al., 1991) diez años más tarde, harían posible estudiar
esas interacciones cerebro-mente en el cerebro humano de sujetos activos. Pero veamos
antes los sucesos que dirigieron la atención de los psicólogos cognitivos hacia el cerebro.
Existen tres redes principales que modelan la conducta y las funciones mentales que por
motivos académicos es conveniente diferenciar, sin embargo, no existen áreas específicas
encargadas de cada una, puesto que las conexiones neuronales trabajan constantemente
mediante estimulación e inhibición en un sistema dinámico de flujo de información. Así tenemos:
La red cortico-límbica, encargada del control emocional y la respuesta al miedo. La red cortico-
estriatal, encargada de la regulación del acto volitivo, tanto en el aspecto motivacional (pálido
ventral) y la de ejecución motora (pálido dorsal). La red cortico-hipocampal, encargada de la
consolidación de la memoria y la adquisición de lo que llamamos, aprendizaje. Ante la exposición
de distintas situaciones tanto aversivas como gratificantes, ocurre una interacción constante de
estas redes que requieren de apoyo una a la otra ante la toma de decisiones, así se fortalecen y se
producen más conexiones a través de la arborización neuronal y sinaptogénesis. Todo el tiempo se
ha rescatado el valor de los neurotransmisores más conocidos a partir del conocimiento del
mecanismo de acción de los psicofármacos, sin embargo, poco a poco ha tomado un lugar
importante lo que se sabe de las sustancias opioides, oxitocina y ADH como mediadores de la
motivación, el placer, el apego e interacción social, así como también la agresividad o respuesta
desadaptativa ante estresores que afectan la seguridad del bienestar interrelacional
Las terapias más estudiadas, aquellas que tienen bases cognitivo-conductuales, se concentran en
el cambio inicial en el contenido de las cogniciones, es decir, predominio cortical (corteza
prefrontal dorsolateral, orbitofrontal, medial), para que a largo plazo se establezca una
conectividad óptima con las áreas subcorticales (hipocampo, amígdala, corteza, cingulada anterior,
ínsula), pues durante el proceso se fortalece la interacción interhemisférica (sobre todo a nivel
izquierdo) posteriormente al proceso terapéutico. Así, hablamos de un mecanismo con efecto top-
down. Se han descrito efectos similares en la terapia gestáltica, la centrada en el cliente de Carl
Rogers y la terapia sistémica-familiar, pero la evidencia es escasa en su explicación. Por lo tanto, se
ha postulado que aquellas terapias con mecanismo top-down serían: la terapia cognitivo
conductual, terapia psicodinámica, terapia gestáltica, terapia familiar-sistémica, entre otros
derivados de los mismos.
Una de las ideas centrales del psicoanálisis es que no tenemos conocimiento de muchos
acontecimientos de nuestra vida mental. Gran parte de lo que experimentamos –lo que
percibimos, soñamos, fantaseamos- no puede ser accesado por el conocimiento consciente. De
igual forma ocurre con lo que motiva muchas de nuestras acciones. Este conocimiento se confirma
con la noción de que hay sistemas múltiples de memoria y de procesamiento emocionales.
Pareciera que las redes neurales del cerebro son capaces de responder a la experiencia por la
activación de determinados patrones de respuesta. La memoria se puede clasificar como implícita
o explícita, basándose en la forma en cómo se almacena y se recuerda la información
Lo que la gente hace, dice, piensa y siente es probablemente de lo que más se ha hablado
a lo largo de la historia intelectual de la humanidad. Después de todo, aquellos fenómenos (-o más
bien, comportamientos-) que más nos intrigan y que más importancia tienen para nuestras vidas,
como el amor y el desamor, la violencia y la cooperación, la corrupción y la honestidad, entre
muchos otros, pueden ser entendidos como fenómenos conductuales.
Ahora bien, dado la amplitud de las ciencias del comportamiento es evidente que se
quiere valorar al paciente desde su integridad como ser humano, hacer una fusión muy racional de
lo que es la genética, el pasado, presente, futuro, la crianza, y todos esos factores externos como
la posición social y académico o el nivel económico de una persona, entonces, como psiquiatras y
psicoterapeutas en formación ¿en qué podrían ayudarnos las ciencias del comportamiento en
nuestro ejercicio? Por ejemplo, podrían ayudar a conocer aún más a nuestro paciente, a entender
que no somos entes totalmente libres e independientes y por esto que, si un paciente se
encuentra en situación de pobreza o no tiene un buen desempeño en la escuela, miraremos
primero con detalle el contexto en el que se desenvuelve y no aceptaremos explicaciones que
asuman que “prefiere recibir dinero del gobierno que buscarse un empleo” o que “simplemente
no nació para estudiar”.
Por otra parte, los experimentos de decisión intertemporal -aquellos en los que se tiene
que elegir entre una consecuencia favorable, pero de magnitud relativamente pequeña en lo
inmediato y una consecuencia favorable, de magnitud mayor, pero demorada en el tiempo- han
revelado que tanto humanos como animales de laboratorio tendemos a preferir lo “inmediato y
tan bueno” por encima de lo que a largo plazo sería mejor.
Ahora bien, las ciencias del comportamiento hacen énfasis en que la eficacia de las
aplicaciones conductuales, conductual-cognitivas y cognitivo-conductuales es la más destacada en
los informes, con cerca del setenta por ciento de las menciones para tratar trastornos de ansiedad,
depresión, disfunciones sexuales, problemas de pareja, trastornos de alimentación,
drogodependencias, trastornos de conducta en la infancia, control de esfínteres y en
intervenciones interdisciplinarias, esquizofrenia, dolor y trastorno de déficit de atención con
hiperactividad. Dado a que quizás, que tales aplicaciones son por naturaleza mucho «más
elaboradas» que cualquiera proveniente de los enfoques humanista y psicodinámico.
Las pruebas se realizan en sujetos de prueba para comprender y aprender sobre diferentes
temas, entre los que se incluyen la percepción, la memoria, la sensación, el aprendizaje, la
motivación y las emociones.
O podríamos decir que, desde el punto de vista físico, las palabras no son más que sonidos,
estímulos auditivos de una determinada longitud de onda y una determinada intensidad. Pero
estas características no explican la influencia en el comportamiento de una mala noticia, de un
poema, de una expresión de cariño o admiración o de una explicación filosófica. Todas estas
formas de lenguaje influyen en el comportamiento por su significado, por lo que representan o
simbolizan. También en este caso hay que tener presente lo que se ha dicho más arriba: el
significado no sustituye los estímulos físicos de las palabras. Tiene que haber sonidos: cuando no
los hay, decimos que la persona delira o alucina. Lo que pasa es que las palabras no ejercen su
función por los sonidos sino por lo que ellos representan o simbolizan.
Con todo esto ¿Qué podemos concluir? La psicología experimental nos brinda la
oportunidad de entender al paciente ¿Qué lo motiva? ¿qué aprendió? ¿Cómo lo percibe?
Teniendo en cuenta que hay cosas que son percibidas y vividas por muchos de nosotros de la
misma manera y es por ello que los múltiples estudios en esta rama han permitido que se
establezca que todo efecto tiene su causa, que nosotros por lo general siempre nos vamos por la
decisión más básica y que nos produzca más confort, y, por último, que nuestras experiencias se
basan en la manera en como hemos aprendido y percibimos las cosas.
Bueno, con todo esto señalado en nuestro desarrollo como psiquiatras podríamos
establecer, por ejemplo, un paciente que nos pueda explicar ¿Qué lo hace sentir triste o ansioso?
¿Qué causo que él se sintiera de esa manera? Y desde allí, quizás podamos evidenciar las
experiencias del paciente y su manera de percibir su entorno, y darnos cuenta en sí, que pudo
haber causado toda esa situación y desde allí podríamos hacer un cambio, y llevarlo a vivir una
experiencia desde de otra perspectiva, planteando desde allí, una serie de opciones que se
asumiría como que cada opción tiene una consecuencia, que puede ser buena o no, considerando
comenzar por lo más simple para luego ir aumentando su complejidad.
Por otra parte, quiero señalarles que existen dos técnicas muy actuales en la neurociencia
que pueden servirnos de una manera muy específica en beneficio de nuestros pacientes como lo
son: El neurofeedback (también llamado EEG biofeedback) es una técnica terapéutica que consiste
en informar al paciente de su propia actividad eléctrica cerebral (electroencefalograma – EEG)
para que éste intente regularla de forma voluntaria en la dirección indicada por el terapeuta. El
neurofeedback está logrando buenos resultados en el tratamiento del trastorno por déficit de
atención e hiperactividad. Tras múltiples sesiones de entrenamiento, el paciente hiperactivo
aprende tanto a reducir el anómalo exceso de ritmos cerebrales lentos, como a incrementar su
déficit en actividad rítmica cerebral de rápida frecuencia, lo cual revierte en una reducción de los
síntomas comparable a la que produce la medicación con psicoestimulantes (Butnik, 2005). Aparte
de la clínica, otras aplicaciones del neurofeedback se dirigen a potenciar el rendimiento en el
deporte, la música, la danza o la meditación, a través de un entrenamiento que permite al
individuo controlar sus ritmos cerebrales relacionados con funciones cognitivas de concentración,
atención y memoria.
Esta es una técnica nueva que sería interesante poder ejecutar en nuestro servicio ya que
existe un EEG y podríamos intentar ver el alcance de la misma en nuestros pacientes, quizás
represente un buen estudio, y una buena técnica no invasiva para poder controlar de alguna
manera estas patologías y poder potenciar ciertas habilidades de nuestros pacientes tal como se
señala.
Por otra parte, tenemos que el psicólogo israelí Daniel Kahneman estableció los cimientos
de la neuroergonomía con sus estudios sobre la dilatación de la pupila como índice de la
sobrecarga mental de un individuo mientras desempeña una tarea cognitiva compleja. La
neuroergonomía utiliza los conocimientos sobre el cerebro para mejorar la interacción hombre-
máquina, con énfasis en el diseño de dispositivos de vigilancia continua de variables
psicofisiológicas (tasa cardiaca y respiratoria, sudoración, frecuencia de parpadeo, actividad
muscular y cerebral) para predecir en los trabajadores estados cognitivos específicos
(somnolencia, fatiga, baja alerta, falta de atención o emociones negativas) que resultan
incompatibles con el desempeño de actividades de alto riesgo como el pilotaje de vehículos, el
control aéreo o la supervisión de centrales nucleares.