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La neurociencia y Vygotsky: poniendo


Juntos la evidencia contemporánea
y la psicología histórico­cultural

Guilherme Brockington, Ana Paula Moreira y Nikolay Veresov

Introducción

El escenario de la existencia en el que los procesos de desarrollo humano ha sido


observado, cuestionado y provocado por varios personajes que parecen disputarse la
soberanía de una especie de principio explicativo capaz de definir las amarguras y las
bellezas de este espectáculo. En las voces de estos personajes, a pesar de ubicarlos en la
comprensión poética del mundo, en el teatro griego, en las expresiones artísticas, en la
Ciencia, en la Filosofía o en la vida cotidiana, reverberan como posibles definiciones de lo
que es esta peculiar humanidad.
Por eso, por ejemplo, Walsh et al. (2014) presentan los riesgos que asumimos cuando
queremos estudiar los movimientos de la historia. Ahora bien, no nos extraemos de la
historia para hablar de ella, para componer historiografías o para detenernos en análisis históricos.
Así, considerándonos partícipes de esta historia, proponemos aquí una posible relación
entre las elaboraciones realizadas por Vygotsky y sus colaboradores en el campo de la
Psicología Histórico­Cultural y de la Neurociencia y la Psicología Contemporánea. En este
empeño, la historia exige que las cuestiones que durante mucho tiempo han sido de interés,
principalmente, para la Filosofía, casi siempre se escindan entre posiciones idealistas y
materialistas.

G. Brockington ()
Centro de Ciencias Naturales y Humanas, Universidade Federal do ABC, São Paulo, Brasil
correo electrónico: brockington@ufabc.edu.br

AP Moreira
Departamento de Psicología, Universidade Estadual Paulista (Unesp), São Paulo, Brasil
N. Veresov
Facultad de Educación, Universidad de Monash, Monash, Australia
correo electrónico: nikolai.veresov@monash.edu

© El autor(es), bajo licencia exclusiva para Springer Nature 11


Switzerland AG 2022
MV Alves et al. (eds.), Ciencias cognitivas y educación en poblaciones no
EXTRAÑAS, https://doi.org/10.1007/978­3­031­06908­6_2
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En ese sentido, los estudios de Walsh y colegas señalan la génesis de la Psicología en


medio de una dicotomía que unas veces la entendía desde bases idealistas, otras veces la
enfatizaba a través de principios materialistas. Si consideramos que los contornos de esta
dualidad definen la propia existencia humana, es razonable suponer que ésta es también
una estructura fundacional de lo que hoy llamamos Neurociencia.
Entre los límites materiales y la subjetividad se establecen la conciencia, la personalidad, el
pensamiento y la volición. Hace tiempo que vislumbramos la dinámica de esta existencia en
la síntesis entre cultura y biología. Menos aún entendemos que la ciencia no debe prescindir
de las características de esta síntesis mientras se dedica a estudios sobre la especificidad
humana.
Podemos decir que estas dos fuerzas, como biología y cultura, corresponden a un viejo
choque que se desliza en la definición de cuáles procedimientos científicos son consistentes.
Al argumento que equipara la ciencia con la observación de los hechos suele ir seguido su
opuesto, que afirma como ciencia cualquier actividad humana, tanto descuidada como
expresivamente traviesa. Ahora bien, la Ciencia, como práctica, es una de las actividades
humanas, que producen y reproducen la existencia. Sin embargo, son necesarias dos
afirmaciones: no toda la práctica diaria es científica y la Ciencia tiene (y tiene) refinamientos
específicos dada su naturaleza dentro de la división de poderes económicos y sociales (De
Waal, 1973).
Con la intención de superar estos malentendidos, este trabajo pretende develar la
materialidad como génesis de la subjetividad, anunciando así una perspectiva monista y,
desde allí, buscando evidencias de lo que parece ser un lastre desde los experimentos
propuestos por Vygotsky y lo que actualmente se organiza como un campo de investigación
para la Neurociencia.

Vygotsky y la psicología histórico­cultural: posible


Relaciones entre la psicología contemporánea
y la neurociencia

Lev Semionovitch Vygotsky fue un pensador soviético que vivió entre 1896 y 1934. Sus
precoces 37 años de vida coincidieron con el período de la Revolución Socialista en 1917 y
atravesó las circunstancias de una abrumadora guerra civil que afectó la vida de millones
de niños. Estudió derecho y también humanidades en la Facultad de Historia y Filosofía de
la Universidad Popular de Chaniavski. Se involucró en la labor práctica de docentes, escribió
más de 70 reseñas teatrales, organizó la oficina de Psicología de la Facultad de Pedagogía
y varios laboratorios e institutos de investigación psicológica, y, a partir de ahí, amplió su
labor en el área, realizando numerosas programas de investigación experimental sobre el
desarrollo de procesos psicológicos humanos (Van der Veer & Valsiner, 1991; Veresov,
1999; Prestes, 2010; Dafermos, 2018). La magnitud de su vida, obra y carrera representó,
según Kozulin (1994, p.13), “una calidad literaria notable y sugestiva, que a menudo
recuerda las vidas de los héroes literarios de Thomas Mann, Herman Hesse o Boris
Pasternák”.
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Vygotsky produjo una base teórica sólida y amplia sobre el proceso de desarrollo de
funciones psicológicas superiores, enfatizando el papel de la cultura en el sustrato biológico
evolutivamente establecido. Estudió con gran riqueza de contenido experimental la organización
del lenguaje, la aparición de los gestos, la aparición de la palabra, el desarrollo de la
personalidad y la especificidad del juego en la constitución de la conciencia del ser humano,
estudiando especialmente el desarrollo. de bebés y niños. Su conjunto teórico se desvía
sustancialmente de otras elaboraciones teóricas organizadas por otros autores dentro de la
Psicología del Desarrollo.

Así, es inevitable que quien conozca la amplitud de este conjunto teórico, al que nos
referimos como Psicología Histórico­Cultural, no sienta una gran sorpresa ante los resultados
de las investigaciones más recientes producidas por la Neurociencia sobre los procesos de
desarrollo infantil. Es imposible no sentirse afectado por la extraña sensación de que se estén
reproduciendo algunos de los experimentos y conclusiones elaborados por Vygotsky. Sin
embargo, el asombro sería menos inquietante si no fuera acompañado de una sorprendente
escasez de referencias a sus prolíficas obras anteriores.
Al destacar el desarrollo de las funciones psicológicas superiores desde sus bases
elementales, Vygotsky (1987) resalta el papel del habla y del pensamiento y, más precisamente,
del significado de la palabra, como fuerza constitutiva de un tipo de sistema que involucra
memoria, atención, e imaginación en la organización del autocontrol de la conducta. Desde la
obra denominada Prehistoria del desarrollo de la lengua escrita1, se ha dedicado a un escrutinio
de los caminos que emergen de las vocalizaciones y los gestos para la elaboración de las
abstracciones producidas por lo que llamó pensamiento por conceptos. El proceso de
significación mediado por el uso de signos, es decir, representaciones simbólicas de objetos
cognoscibles, avanza desde las dimensiones interpsicológicas a las intrapsicológicas. En esta
línea, desde la materialidad de las relaciones sociales, dentro de estructuras económicas y
políticas específicas, constituyen las funciones más sofisticadas de la conciencia humana o, en
palabras de Vygotsky, “cada función superior fue compartida originalmente entre dos personas”.

(Vygotsky, 1995).
Para estudiar el establecimiento del dominio de la conducta, es decir, la posibilidad de que
una persona sea capaz de utilizar el pensamiento abstracto para deliberar sobre situaciones y
dirigir su propia conducta en la vida cotidiana, Vygotsky ( 1995) propone los experimentos de
libre elección. . En este escenario, se llevó al niño a atribuir un nuevo significado a un
determinado conjunto de objetos neutrales. Aquí, la fuerza de estímulos como los dados o las
letras se somete a un tipo de criterio creado artificialmente por el movimiento del pensamiento.
Entonces, por ejemplo, un niño, mientras realiza este tipo de experimento, podría estar de
acuerdo consigo mismo en que al lanzar un dado y obtener un número determinado; como
resultado, actuaría de cierta manera. Lo que tenemos aquí es la delimitación de acciones
mediadas debido a los significados atribuidos a objetos externos. Una elección o una elección siempre conlleva lo que es

1
Es importante resaltar que el título correcto de esta obra fundamental de Vygotsky es el original ruso “La
prehistoria del desarrollo del habla escrita” (речь) (Vol 3, 1983, edición rusa), pero en la edición inglesa,
Vol. El 4 de enero de 1997, el título fue traducido como lenguaje escrito, una de las principales
imprecisiones de traducción.
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llamado conflicto de motivos. Esas razones atraviesan experiencias previas y se constituyen


como dimensiones afectivo­cognitivas.
A partir de esta síntesis, Vygotsky (1995) analiza el surgimiento de la elección humana,
afirmando que nuestra libertad no concierne a ninguna independencia de las leyes de la
naturaleza, sus determinaciones o circunstancias, sino que, por otro lado, consiste en el
conocimiento de estas. leyes y su manipulación a través del pensamiento.
Así, destacamos la abrumadora materialidad del proceso de significado que surge en las
relaciones cotidianas que se establecen entre las personas a través del lenguaje y, de esta
manera, la internalización de los signos desde la voz, pasando por el gesto hasta el
pensamiento abstracto; Es razonable suponer que esta dinámica también es interesante para
el campo contemporáneo de estudio de la neurociencia del lenguaje. Actualmente existe
evidencia muy significativa de que el aprendizaje del lenguaje ocurre mucho antes de lo que
se suponía anteriormente, y parece ocurrir desde el feto.

Lenguaje del feto

Los impactos de la cultura en el cerebro parecen ocurrir mucho antes de lo que creían la
mayoría de los expertos en desarrollo infantil. Ya se sabía que los recién nacidos pueden
distinguir entre su lengua materna y una lengua extranjera. Un experimento clásico utilizó un
chupete adaptado conectado a un ordenador que podía registrar el ritmo de succión del bebé.
De esta forma, se pudo medir la reacción de 40 bebés franceses, de 3 días de vida, cuando
escucharon un discurso en francés o ruso. Cada vez que los bebés eran expuestos a una
lengua extranjera, su patrón de succión cambiaba, lo que indica una capacidad para
discriminar entre las dos lenguas (Mehler et al., 1988). Este estudio se ha replicado varias
veces y esta técnica del chupete se ha convertido en una metodología estándar para estudios
sobre el desarrollo temprano del lenguaje (Moon et al., 1993; Byers­Heinlein et al., 2010;
Butler et al., 2014). Sin embargo, investigaciones más recientes han aportado evidencia de
que esta capacidad de los bebés para reconocer el lenguaje de su madre ocurre incluso
antes, a las pocas horas de nacer, lo que permite la hipótesis de que el aprendizaje del
lenguaje ocurre en el útero.
El grupo de investigación dirigido por Patricia Kuhl, utilizando bebés suecos y americanos,
ya había demostrado que la discriminación de fonemas se produce primero en vocales que
en consonantes y dicha capacidad puede medirse alrededor de los 6 meses de edad (Kuhl et
al., 1992). En 2013, una investigación del mismo grupo realizó el primer estudio que mostró
evidencia de que el aprendizaje del lenguaje ya ocurre en el feto, probablemente 6 meses
antes del nacimiento. Nuevamente, utilizando la medida de la tasa de succión, 40 bebés
suecos y 40 estadounidenses, que ahora tenían sólo 30 horas de nacimiento, se dividieron
en dos grupos. Cada uno escuchó a medias una grabación de 17 sonidos en la lengua
materna y 17 en la lengua extranjera. Cada vez que el bebé chupaba el chupete se producía
una vocal hasta que dejaba de chupar, y con una nueva succión oía una nueva vocal. Todos
los bebés, cuando escuchaban la vocal de una lengua extranjera, chupaban el chupete con
mucha más frecuencia. Para los autores, este resultado revela no sólo la capacidad de
discriminar entre idiomas sino también que el bebé se interesa mucho más por las vocales del idioma que le resulta nuevo.
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La neurociencia y Vygotsky: reuniendo evidencia contemporánea... 15

que aún no había escuchado, lo que sugiere un aprendizaje de características de la lengua


materna aún en el útero (Moon et al., 2013).
Curiosamente, los autores afirman que, hasta entonces, había consenso en que el
aprendizaje del lenguaje era innato, universal y sólo tendría lugar después del nacimiento.
Concluyen que los resultados que encontraron se deben a la inmersión de los bebés, aún en el
útero, a la lengua materna. Como nunca han estado expuestos a una lengua extranjera,
perciben las vocales de esta nueva lengua como algo diferente de lo que ya han aprendido.

Aún en fase intrauterina, investigaciones que utilizan biomagnetómetros, aparatos que se


colocan en el vientre de la madre, son capaces de detectar pequeños campos magnéticos
generados a partir de corrientes eléctricas en el cuerpo del feto, midiendo así la variación de su
ritmo cardíaco, corroboraron los resultados del estudio. investigación descrita anteriormente.
Veinticuatro mujeres embarazadas, todas estadounidenses, de alrededor de 35 meses de
embarazo, escucharon extractos de historias a veces en inglés y a veces en japonés, mientras
se realizaba una magnetocardiografía fetal. Los resultados mostraron que la frecuencia cardíaca
de los fetos variaba cuando escuchaban pasajes en japonés, un idioma desconocido y
rítmicamente bastante distinto del inglés. Para los autores, esto sería una prueba más de que
el desarrollo del lenguaje comienza antes de que nazca el bebé (Minai et al., 2017).
Un estudio publicado recientemente en 2021 reveló que la duración de la vida intrauterina
afecta la capacidad de los bebés para discriminar la prosodia. Los investigadores utilizaron
espectroscopia funcional de infrarrojo cercano para medir la actividad neuronal de 62 recién
nacidos nacidos entre 23 y 41 semanas. Los resultados revelaron que los bebés nacidos antes
de las 32 semanas tenían patrones de respuesta hemodinámica a la percepción del habla
distintos de los bebés nacidos después de esa edad. Hubo una correlación positiva entre la
duración de la vida intrauterina y la activación neuronal durante la discriminación del lenguaje,
lo que sugiere que el desarrollo del lenguaje debe comenzar en el útero (Alexopoulos et al., 2021).
Quizás una de las evidencias más llamativas e interesantes sobre el aprendizaje del
lenguaje antes del nacimiento proviene de estudios sobre el llanto de los bebés. Publicada en
2009, una investigación reveló que los bebés lloran con acento, reflejando el ritmo y la melodía
del lenguaje que escuchaban mientras estaban dentro del útero. Mediante el análisis acústico
de los llantos de 60 bebés recién nacidos, 30 franceses y 30 alemanes, todos procedentes de
familias monolingües, los investigadores demostraron que los llantos de los bebés corresponden
a las cualidades melódicas específicas de cada lengua materna. Así, los bebés alemanes
producen un llanto que va de un tono más alto a un tono más bajo, muy similar a la entonación
de la lengua alemana, mientras que los bebés franceses tienen un llanto completamente
diferente al alemán, reproduciendo ahora la entonación típica de el idioma francés. Dado que
este fenómeno ocurre ya en el tercer día de vida, la evidencia sugiere que este aprendizaje
ocurrió antes del nacimiento, ya en el útero (Mampe et al., 2009).

Por supuesto, los bebés no son capaces de entender el lenguaje a una edad tan temprana,
pero sí pueden percibir que algunos sonidos tienen un ritmo propio que los distingue de otros.
Alrededor del tercer trimestre, el feto puede oír el ritmo y la melodía de la voz de su madre, una
característica acústica conocida como "prosodia". Esta característica de las ondas sonoras es
la más importante para el aprendizaje del lenguaje intrauterino, ya que el tejido y el líquido
amniótico anulan el sonido de las palabras individuales. Así, el primer grito es
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marcada por la lengua materna. Pero después de nacer, los bebés pueden imitar varios
sonidos diferentes. Sin embargo, la prosodia, ya marcada por lo que escuchan en el útero,
les permite no sólo distinguir los infinitos sonidos provenientes del entorno, sino que
también ayuda en el desarrollo del lenguaje al agrupar el flujo de sonidos en palabras y
oraciones, produciendo el habla. , a través de variaciones melódicas presentes en el habla.
Y son estas características de la entonación y el ritmo detrás de cada palabra las que
permiten la producción de significado al comunicar. Así, al analizar y comparar
cuantitativamente la estructura melódica del llanto de 52 recién nacidos suecos y 79 recién
nacidos alemanes, los investigadores revelaron que la prosodia del lenguaje de la madre
moldea la melodía del llanto de los bebés (Prochnow et al., 2019 ).

Al revelar que la adquisición del lenguaje comienza mucho antes de que los bebés
pronuncien sus primeras palabras, existe un cuerpo cada vez más sólido de evidencia de la
influencia de la cultura mientras aún está en el útero. Esto se hace aún más evidente al
estudiar los pueblos de lengua tonal, es decir, cualquier lengua en la que la entonación sea
parte fundamental de su estructura semántica. Así, una misma palabra puede tener
significados muy diferentes, determinados por el tono con el que se pronuncia una sílaba.
Gracias a esto, los recién nacidos cuyas madres hablan lenguajes tonales tienden a
producir melodías de llanto más complejas. Así lo reveló una investigación sobre bebés
nacidos en Camerún, que tiene una lengua tonal, y bebés nacidos en Alemania, que habla
una lengua no tonal. Tenían entre 37 y 42 semanas de nacimiento y se registraron y
analizaron sus llantos, lo que demuestra que los llantos de los recién nacidos cameruneses
tenían una mayor variabilidad que los de los recién nacidos alemanes (Wermke et al., 2016).
Otro estudio, de este mismo grupo, investigó el llanto de los bebés chinos, como el
mandarín al ser una lengua tonal, y de los bebés alemanes, también durante los primeros
días de vida. Los resultados son consistentes y muestran que los bebés chinos, inmersos
en mandarín, producen melodías de llanto más complejas (Wermke et al., 2017).
Curiosamente, los autores evalúan que existe un grado de universalidad en los resultados
de estos llantos. Aunque los bebés provienen de condiciones culturales y económicas muy
diferentes (Nos, una comunidad rural y sin acceso a la tecnología en Camerún, y Beijing,
una comunidad urbana y tecnológica en China), los bebés nacidos en estos países, que
hablan un tono tonal idioma, difieren de los bebés alemanes, lo que acentúa hasta qué
punto la cultura actúa realmente sobre el cerebro.
Destacar los matices del llanto desde la comprensión de la materialidad en la que se
basa el aprendizaje del lenguaje es develar la consistencia del método propuesto por
Vygotsky para el estudio del desarrollo de las funciones psicológicas superiores. No es
erróneo suponer que la investigación contemporánea en psicología y neurociencia no se
entregará a lo que habitualmente se llama la biologización de los fenómenos humanos, de
la misma manera que el campo de la Psicología Histórico­Cultural tendrá la posibilidad de
liberarse de las tendencias posmodernas o idealistas. concepciones que insisten, por
ejemplo, en rechazar la importancia de los estudios experimentales para la apropiación de
las direcciones del desarrollo psicológico.
En 1934, Vygotsky eligió el significado de la palabra como unidad constitutiva de la
íntima relación entre pensamiento y palabra. Las actividades cotidianas, en la materialidad
de sus condiciones y circunstancias, se organizan como fuente o
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sostener lo que llamamos el reflejo subjetivo de la realidad objetiva. Las sensaciones y


percepciones surgen desde la biología a partir de sustancias culturales siempre
mediadas por el lenguaje. Esta fuerza, que conduce las experiencias sociales, impulsa
los procesos de atención y memoria, ofreciendo lastre al pensamiento que cada vez es
más capaz de abstraer y fundamentar nuestras decisiones, actitudes y sentimientos.

El discurso interior

La infancia, en sus diversas expresiones, siempre contextuales e históricas, asume,


entonces, una importancia incuestionable para el estudio de los procesos iniciales de
estos desarrollos. Esta coyuntura aparece en el trabajo titulado “Vygotsky Meets
Neuroscience: The Cerebellum and the Rise of Culture Through Play”, cuando Vandervert
(2017) plantea la hipótesis de que las actividades relacionadas con el juego infantil han
impulsado la mejora del cerebelo, que a su vez , se habría constituido en la estructura
determinante de lo que hacemos de manera más sofisticada, como la fantasía.

Al estudiar estos primeros períodos, Vygotsky (1987) debate la elaboración realizada


por Piaget sobre lo que conocemos como discurso egocéntrico. La afirmación de
Vygotsky de que el pensamiento no se expresa, sino que se realiza en la palabra, hace
explícita su comprensión de las direcciones opuestas del desarrollo de los aspectos
sonoros y semánticos del lenguaje. Aquí se hace evidente en la síntesis que las funciones
que se internalizan como subjetiva y únicamente psíquicas eran, antes, relaciones
sociales entre personas. El desarrollo es, por tanto, el proceso de cómo lo social se
convierte en individuo. Y así, lo que, en el ámbito de la expresión del habla, Piaget
consideraba egocéntrico, abrió las puertas de la investigación a lo que Vygotsky llamó discurso interior.
Este peculiar modo de hablar preservaría las dimensiones más cruciales y delicadas de
la transformación del pensamiento en palabra. Por tanto, es un error contundente
concebirlo como un tipo de pensamiento carente de vocalización.
Así, lo que Piaget llamó discurso egocéntrico sería, para Vygotsky (1987), un momento
de expresión vocalizada del discurso interno, es decir, un tipo de discurso externo en su
manifestación, pero interno en cuanto a sus funciones y estructuras. Tal comprensión
elimina de este período de desarrollo cualquier posible asociación con algo que se
compare con el egoísmo o la ausencia de vínculo con lo esencialmente social.
Lo que aquí llamamos la delicada y sofisticada constitución de la humanidad, a partir
de la relación revolucionaria que se establece entre pensamiento y palabra a través de
la palabra, emerge consistentemente dentro de los experimentos genéticos propuestos
por Vygotsky, sus socios y colaboradores. La especificidad del habla interior como
expresión crucial de esta relación también ha sido objeto de estudio en la ciencia
contemporánea. Así, ahora se considera que el habla interna está profundamente
implicada en importantes funciones psicológicas como la memoria, la cognición, la
regulación emocional y la conciencia (Alderson­Day & Fernyhough, 2015). Varios
hallazgos de investigación respaldan la teoría de Vygotsky sobre el habla interna y su
importancia para el desarrollo de la psique (Winsler et al., 2009).
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En las últimas tres décadas se han producido cientos de investigaciones para investigar
el habla interna, tanto en psicología como en neurociencia. Así, como señala Vygotsky, los
resultados empíricos revelan que es en la edad preescolar, entre los 4 y 7 años, cuando el
habla interna de los niños alcanza su punto máximo, reduciendo su frecuencia durante la
infancia (Winsler et al., 2009). Además, se sabe, por ejemplo, que existe una intensa activación
en la corteza auditiva incluso cuando el sujeto está en reposo dentro del escáner, sin realizar
ninguna tarea y no expuesto a ningún estímulo, lo que sugiere la aparición espontánea del
habla interna (Hunter et al., 2006). El uso de imágenes por resonancia magnética funcional
(fMRI) ha permitido avances en la comprensión y el reconocimiento de los correlatos
neuronales que respaldan el habla interna (Owen et al., 2004; Shuster & Lemieux, 2005;
Frings et al., 2006; Hoeft et al. ., 2007). A partir de una amplia variedad de tareas y diseños
experimentales, la evidencia señala que el habla interna recluta la activación de la
circunvolución frontal inferior izquierda y de las circunvoluciones angular y supramarginal
izquierdas (Geva & Fernyhough, 2019), lo que revela cuánto se ha avanzado ya en la
comprensión neuronal de este fenómeno.
En este escenario, destacaremos aquí los trabajos que toman como base explícitamente
la teoría vygotskiana, revelando cuán fructífera puede ser la aproximación con los trabajos
del psicólogo ruso. El investigador Charles Fernyhough y sus colaboradores se basan en
Vygostky para argumentar que, en la infancia, la maduración de todo un sistema neuronal
imbricado que sustenta el lenguaje ocurre junto con el desarrollo del habla interna, apuntando
a una relación íntima entre neuroanatómicos y humanos. y desarrollos psicológicos
(Fernyhough, 2016). Uno de los resultados significativos producidos por el investigador y su
grupo se refiere al primer estudio de neuroimagen que investiga las diferencias neuronales
entre dos variedades de habla interna: la habla interna dialógica y la monológica.

Con este fin, se escaneó el cerebro de 21 estudiantes universitarios mientras realizaban


tareas de habla interna. Recibieron una descripción escrita de un escenario, por ejemplo, una
visita a su antigua escuela. Luego, la tarea proponía dos situaciones en las que los sujetos
debían generar un discurso interno hasta que se les mostraba una señal que les indicaba que
debían detenerse. El primero era un monólogo: estás dando un discurso a los alumnos del
colegio. El segundo implicaba diálogos con otras personas: estás hablando con un profesor.
Además, los sujetos, todavía dentro del escáner, también realizaron tareas de Teoría de la
Mente (ToM). De esta manera, fue posible investigar si diferentes sustratos neuronales
estaban involucrados en los diferentes tipos de habla interna y, más aún, si tales diferencias
en la activación tenían alguna correlación con la activación de los circuitos cerebrales que
sustentan la ToM.
Los resultados revelaron que al comparar las activaciones cerebrales involucradas en el
habla interna monóloga, el habla dialógica mostró una activación significativamente mayor,
en comparación con el monólogo, en el precúneo, el cingulado posterior, la circunvolución
temporal superior derecha, la ínsula izquierda, la circunvolución frontal inferior y el cerebelo.
Alderson­Day et al., 2016). Además, los investigadores encontraron una superposición en
las activaciones cerebrales del habla interna dialógica con las de ToM. Tales activaciones
ocurrieron cerca de secciones de la Unión Temporal Parietal, un área fuertemente asociada
con la empatía, la capacidad de inferir el estado interno de los demás.
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Por lo tanto, tales resultados sugieren correctamente la participación de procesos


sociales y cognitivos en eventos dialógicos del habla interna. Corroborando quizás la
dimensión más profunda de la teoría de Vygostky sobre la producción interna del
habla, estos datos aportan evidencia del apoyo biológico al proceso dialógico, y por lo
tanto social, del desarrollo interno del habla y, en consecuencia, del lenguaje. El
trabajo de Fernyhough aporta la perspectiva de que este tipo de discurso es un tipo
de diálogo que desvela, al mismo tiempo, las sustancias del pensamiento y del habla,
en la síntesis de lo que constituye nuestra singularidad más ordinaria: el asombro,
alegría, miedo o indignación.
Con respecto al habla interna, una extensa revisión analiza los enfoques teóricos y
los desafíos metodológicos para estudiar el habla interna, presentando evidencia
empírica diversa tanto en niños como en adultos (Alderson­Day & Fernyhough, 2015).
Los autores terminan, una vez más, reforzando la propuesta vygotskiana, que apunta
al surgimiento del discurso interno como proceso social y desempeñando un papel
importante en la cognición humana. Cabe señalar que ya en 1996, Fernyhough afirmó
la importancia de reconocer el trabajo de Vygotsky para el avance no sólo de la
compresión sobre el lenguaje sino de la relevancia de su teoría como teoría del
desarrollo psíquico (Fernyhough, 1996).
Así, en más de dos décadas de investigación, Fernyhough combina hallazgos de
la neurociencia con la psicología de Vygotsky precisamente para poder avanzar en la
comprensión de cuestiones importantes para la psicología contemporánea. Sin
embargo, el autor afirma que tales pruebas sobre el desarrollo paralelo de sustratos
neuronales y procesos psicológicos no pueden interpretarse de forma acrítica. Para
evitar la biologización del psiquismo es necesario, en primer lugar, considerar que el
desarrollo del lenguaje no es sólo resultado de la maduración de las estructuras cerebrales.
“Siguiendo a Vygotsky, Luria defendió una causalidad bidireccional entre la maduración
biológica y la experiencia sociocultural, coincidiendo con la visión de que la
internalización de los intercambios sociales crea un nuevo sistema funcional de habla
interna” (Alderson­Day et al., 2016). En este sentido, se comprende que las funciones
psicológicas o funciones cognitivas, como parecen denominarlas los estudios en el
campo de las neurociencias, se forman a partir de la materialidad cotidiana. Y, como
Smirnov et al. (1960) , dicen, está la evolución, el cerebro y el reflejo que organizan
las bases sobre las que se asienta la conquista de la cultura, la mediación del lenguaje
y, por tanto, el tono del desarrollo superior. En Vygotsky, y para la ciencia
contemporánea que se posiciona de esta manera, están las claves para comprender
la subjetividad más sutil y sofisticada sin tener que caer en perspectivas idealistas.

Cultura en el cerebro: posibles redenciones desde Vygotsky

Está más allá del alcance de este capítulo definir qué es la cultura, algo que ha sido
un tema de discusión en las humanidades desde el siglo XVIII. Sin embargo, cabe
señalar que desde hace poco más de 10 años los aspectos culturales han sido
investigados por el marco teórico y metodológico de la neurociencia.
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(Chiao y Ambady, 2007). Desde entonces, el número de estudios de investigación que investigan
las interacciones entre la cultura, las prácticas sociales, los procesos psicológicos, el cerebro y
los genes ha ido creciendo anualmente. La importancia de presentar algunos resultados de esta
investigación es precisamente enfatizar el papel determinante de la cultura en toda la teoría del
desarrollo de Vygotsky. Lejos de intentar biologizar la cultura, un riesgo real que deberían
combatir los investigadores en el campo (Choudhury y Kirmayer, 2009), investigaciones recientes
sobre la relación fundamental entre cultura y biología muestran cuán audaces y plausibles eran
las proposiciones teóricas de Vygotsky.
En lugar de considerar el desarrollo como un proceso universal, como se refleja en las etapas
propuestas por Piaget, Vygostky anunció que el desarrollo de funciones psicológicas superiores
variaba profundamente a medida que variaban los contextos y contenidos de la actividad humana.
A diferencia de la mayoría de los teóricos de la época, las proposiciones del psicólogo soviético
enfatizaban la dinámica social de la producción de la personalidad. Aunque, obviamente, Piaget
y muchos otros teóricos de la época no ignoraron la cultura, prácticamente nada menos que
Vygotsky la colocó en el centro de su teoría. La idea de que la cultura vence a la biología en el
proceso de construcción del ser humano ha sido, hoy en día, cada vez más evidenciada.

Así, al investigar la relación entre cultura y autorrepresentación, los investigadores (Zhu et al.,
2007) analizaron los cerebros de chinos y occidentales mientras juzgaban adjetivos rasgo
característicos de su propia personalidad, de una persona pública y de sus madres, como como
la honestidad, por ejemplo. Para ambos grupos, se observó una activación de la corteza prefrontal
medial (mPFC) y de la corteza cingulada anterior cuando los sujetos pensaban en sí mismos y
no cuando pensaban en personas públicas o entre sí. Sin embargo, sólo en los chinos hubo
activación de la corteza prefrontal medial cuando pensaban en sus madres. Esto sugiere que los
sujetos occidentales, cuando pensaban si eran honestos, tenían actividades cerebrales bastante
distintas de cuando pensaban si otra persona era honesta, ya fuera su madre o la celebridad
distante. Esto no pasó con los chinos. Cuando pensaban si eran honestas, su actividad cerebral
era bastante similar a la que mostraban cuando pensaban si sus madres eran honestas.

Según los autores, los occidentales utilizan el mPFC exclusivamente para representarse a sí
mismos, y esto sería una prueba del impacto de la cultura en la neuroanatomía. Este y otros
resultados sugieren que los norteamericanos y los europeos, inmersos en una cultura fuertemente
individualista, tienden a verse como independientes, separados de los demás, mientras que los
chinos, inmersos en una cultura colectivista, valoran más la interdependencia y la interconexión,
y estas diferencias culturales impactan tanto la psique como el cerebro (Markus & Kitayama,
1991; Chiao et al., 2009; Park & Huang, 2010; Liew et al., 2011; Sul et al., 2012; Huang et al.,
2019; Medina et al. ., 2019).
Aún corroborando las hipótesis formuladas por Vygotsky en 1920, un estudio de investigación
que utilizó fMRI reveló cómo la cultura hace que el mismo estímulo active circuitos neuronales
completamente diferentes. Basado en datos históricos que apuntan a una valoración social de la
sumisión en los países asiáticos mientras que la cultura occidental tiende a valorar la dominación.
Además, los investigadores analizaron la actividad cerebral de japoneses y estadounidenses que
veían siluetas de cuerpos en posturas sumisas (cabeza y brazos colgando hacia abajo) y en
posturas dominantes (cabeza arriba y brazos cruzados). Todos los sujetos habían activado el medial.
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La neurociencia y Vygotsky: reuniendo evidencia contemporánea... 21

corteza prefrontal y el núcleo caudado, un área del cerebro fuertemente asociada con la detección de
recompensas y el aprendizaje asociativo de recompensas. Sin embargo, en los estadounidenses, este
circuito neuronal de recompensa se activaba sólo cuando veían las posturas dominantes, mientras que
los japoneses tenían el mismo circuito activado sólo para las posturas sumisas. Además, la intensidad
de la activación se correlacionó positivamente con el autoinforme de cuánto valoraban los participantes
el dominio y la sumisión. Por ejemplo, cuanto más importancia le daban los japoneses a la sumisión,
más intensa era la activación en el caudado y el mPFC cuando veía a un sumiso.

postura. Lo mismo ocurrió con los estadounidenses, pero sólo con posturas dominantes. Para los
autores, “los hallazgos proporcionan una primera demostración de que la cultura puede moldear de
manera flexible la actividad funcional en el sistema de recompensa mesolímbico, lo que a su vez puede
guiar el comportamiento” (Freeman et al., 2009).
Los estudios sobre los impactos de la cultura en el cerebro y la psique se vuelven aún más
importantes cuando prestamos atención al hecho de que la abrumadora mayoría de la evidencia
científica que tenemos hoy sobre lo que nos hace humanos proviene de investigaciones realizadas
principalmente en países occidentales, de un grupo de participantes que, como hemos visto, está en
gran medida inmersa en una cultura individualista. Utilizando el acrónimo WEIRD para designar estos
sujetos de investigación (occidentales, educados, industrializados, ricos, demócratas) en la última
década, la comunidad académica ha anunciado los problemas de la práctica científica que toma lo
singular como universal. Más del 95% de la investigación en psicología utiliza sujetos con estas
características y representan solo el 12% de las diversas poblaciones culturales del mundo (Henrich et
al., 2010). Por lo tanto, es impresionante que hayan sido necesarios casi 100 años para que la
comunidad académica se alineara con las proposiciones de Vygotsky y considerara la extrema
relevancia de la cultura en el desarrollo humano.

Esta y otras investigaciones buscan investigar los impactos culturales en el cerebro y el


comportamiento. Es obvio que enfatizar los procesos sociales y culturales no significa ignorar los
condicionamientos genéticos y biológicos. Sin embargo, creer en un desarrollo cognitivo universal, libre
o con poca influencia de la cultura, contradice lo que la neurociencia contemporánea revela hoy y lo
que ya decía Vygotsky en los años veinte.

Observaciones finales

Las obras de Vygotsky se adelantaron a su tiempo y ahora ya entendemos que esto no es una
exageración ni una metáfora. La investigación contemporánea en las áreas más complejas de la
neuropsicología confirma sus ideas sobre dos líneas de desarrollo –natural y cultural– y sobre su
relación dialéctica. Existe una cantidad significativa de investigaciones modernas que confirman que el
entorno social y cultural no es un factor de desarrollo, sino una fuente de desarrollo psicológico. La
neuropsicología cultural que surgió con el trabajo de Alexander Luria, quien se basó en la teoría
histórico­cultural de Vygotsky, encuentra cada vez más evidencia basada en la investigación.

La capacidad del niño para interactuar socialmente y aprender depende del desarrollo de
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22 G. Brockington y col.

el cerebro, pero el desarrollo del cerebro está determinado por el tipo de entorno
cultural del que forma parte el niño y en qué formas colectivas de conducta y
actividad está involucrado. Esta visión abre nuevas posibilidades para el desarrollo
de programas de formación y nuevas prácticas sociales.

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